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LA DEMOCRACIA “PARTICIPATIVA Y PROTAGÓNICA” que desde 1999 se

viene desarrollando en Venezuela, ha sido la manera como los bolivarianos que hoy ejercen
gobierno han dado respuesta a una aspiración muy sentida por amplios sectores de la
sociedad desde los años ochenta. A diferencia de los países del Cono Sur, la democracia en
Venezuela no llegó a interrumpirse en las décadas de los sesenta y setenta para dar paso a
una dictadura militar. Por ello, los venezolanos no se plantearon en los años noventa una
“transición” desde el autoritarismo a una “democracia restringida”, como sí ocurrió en
países como Chile o Argentina. Al contrario, los diversos movimientos sociales y de
protesta, que se multiplicaban en el país, así como algunos partidos, exigían una reforma
del Estado para alcanzar una democracia más “profunda”, más “integral”. Esta demanda fue
una y otra vez frustrada por los distintos gobiernos, desde Lusinchi (1984-1989), con su
fallida Reforma del Estado, hasta Caldera (1994-1999), con su postergada reforma
constitucional, pasando por Pérez (1989-1993) y sus reformas neoliberales. Sólo los
bolivarianos tuvieron la voluntad política de acometer la tarea, y, al asumir el gobierno en
1999, convocaron casi inmediatamente a un proceso constituyente. Se eligió e instaló la
Asamblea Constituyente, y se elaboró la Constitución que materializó la demanda por años
postergada. Dice la Exposición de Motivos de la Constitución de la República Bolivariana
de Venezuela, que la República se “refunda” para establecer “una sociedad más
democrática. Ya no sólo es el Estado el que debe ser democrático, sino también la
sociedad”. Desde un inicio se subraya que la democracia no debe restringirse
exclusivamente a la esfera política, sino que debe impregnar todos los espacios de la vida
social.

Esta democracia de nuevo cuño, ha incorporado en su discurso propuestas novedosas en el


abordaje de los graves problemas de exclusión e injusticia social de las mayorías del país.
Por ir a contracorriente del pensamiento hegemónico mundial, ha sido vista con
desconfianza y franca aversión, tanto por algunos actores sociopolíticos y factores de poder
en la sociedad venezolana, como por parte de factores hegemónicos del sistema capitalista
mundial. También despertó inicialmente gran desconfianza entre grupos y actores políticos
de izquierda, entre otras razones, por provenir principalmente de actores distintos a la
izquierda tradicional —sectores militares—, y porque sus bases filosóficas hunden sus
raíces en fuentes distintas a las del pensamiento marxista tradicional.

En primer lugar, presentamos como antecedentes, los fundamentos generales que sustenta
la propuesta participativa venezolana. En segundo lugar, analizamos las implicaciones de la
propuesta de democracia participativa en la esfera política. En tercer lugar, nos centramos
en el enfoque de lo social tal y como se expresa en la Constitución y en Las Líneas
Generales del Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación, 2001-2007, que fueron
orientadores de las políticas públicas sociales a lo largo del período constitucional que
finalizó en enero de 2007. En cuarto lugar, revisamos, a partir de los tres ejes del equilibrio
social de Las Líneas Generales, leyes, formulaciones de políticas y algunas cifras de
realizaciones hasta mediados de 2006. Cerramos con unos comentarios sobre el desempeño
hasta mediados del 2006 de la acción social del gobierno.

Fundamentos
La democracia “participativa y protagónica”, que se asentó en la nueva Constitución de
1999, procede en lo fundamental del pensamiento liberal progresista de Rousseau y Stuart
Mill, pero también del más reciente socialismo democrático de Poulantzas. Estos autores,
entre otros, fueron ampliamente difundidos y debatidos en América Latina en los años
setenta y ochenta, pero sus ideas serían desechadas en sociedades como las del Cono Sur,
para optar más bien por modelos de democracia de tipo “procedimental” o restringida, con
la caída de las dictaduras militares. Lo terrible de la experiencia autoritaria y la fuerza de
sus actores protagónicos, determinó una aproximación más cauta a la transición
democrática. Ideas más amplias de democracia, sin embargo, cayeron en tierra fértil en
Venezuela, germinando en el Capítulo IV de la nueva Carta Magna, que consagra el
derecho a la participación de los ciudadanos de manera “directa, semidirecta e indirecta”,
no sólo en el proceso del sufragio, sino también en la “formación, ejecución, y control de la
gestión pública” (Exposición de Motivos, Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela (1999). En este aspecto, el cambio de enfoque con relación a la Constitución
previa de 1961 es muy notable, pues si bien se mantienen las formas de la democracia
representativa, ahora la “participación” en todos los ámbitos del Estado se convierte en la
práctica educativa clave para transformar las relaciones de poder profundamente desiguales
que existen en la sociedad. Por su parte, en Las Líneas Generales del Plan de Desarrollo
Económico y Social de la Nación 2001-2007, que viene a ser el plan de la nación para el
actual período constitucional y que abreviaremos en adelante como Las Líneas Generales,
se sostiene que la participación propicia el auto desarrollo, inculca la corresponsabilidad e
impulsa el “protagonismo” de los ciudadanos. Estos son, de acuerdo con el proyecto
bolivariano, los soportes desde los que debe emerger una sociedad igualitaria, solidaria y
democrática.

La esfera de la política
El proyecto de democracia participativa para Venezuela está esbozado en la Constitución
de 1999. Una idea central de dicho proyecto está bien expresada en la primera parte de su
artículo 62: “Todos los ciudadanos y ciudadanas tienen el derecho de participar libremente
en los asuntos públicos, directamente o por medio de sus representantes elegidos o
elegidas” (itálicas nuestras). Contempla además ese texto la separación del Poder Público
en tres niveles -el nacional, el estadal y el municipal-, siendo a su vez el Poder Público
Nacional organizado en cinco poderes formalmente independientes entre sí. Además de los
tres tradicionales en democracias representativas —el Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial
—, en la CRBV se incorporan dos adicionales -el Ciudadano y el Electoral-, que
formalmente incrementan la autonomía e independencia de las ramas del poder público
responsables de controlar al resto de los poderes y de administrar los procesos electorales.
De allí que el texto constitucional procura superar el falso dilema entre democracia
representativa y democracia participativa, optando por un modelo de democracia más
complejo que, además de representativa, incorpora elementos de democracia más directa o
participativa.

En la práctica, el equilibrio entre la participación y la representación ha sido más precario.


Con las políticas sociales mencionadas, el proyecto bolivariano tiende a privilegiar los
rasgos de democracia directa —la participación y el protagonismo— en la implementación
de sus políticas. Pero, aunque se ha avanzado en el desarrollo de las formas de organización
del pueblo y con ello en su capacidad de incidir en decisiones políticas más complejas,
resulta evidente que aspectos cruciales de la política nacional e internacional de la
República escapan de su alcance. Concentración de poder, debilidad en la construcción de
un liderazgo colectivo y personalismo en la figura del Presidente son rasgos preocupantes
del proceso político actual. Sectores de oposición, pot su parte, también señalan debilidades
en aspectos representativos de la democracia, como la separación e independencia de los
poderes públicos.

El nuevo modelo ha sido sometido a prueba en varias ocasiones. Desde la aprobación del
texto constitucional, mediante referendo aprobatorio realizado en diciembre de 1999, se han
efectuado una elección presidencial, dos parlamentarias, dos regionales, dos municipales y
un referendo revocatorio presidencial. Han sido comicios cargados de una fuerte
polarización y en todos han salido victoriosas las fuerzas que apoyan el proyecto
bolivariano. Sin embargo, las tensiones y contradicciones no han estado ausentes. El
dispositivo legal que rige los procesos electorales en Venezuela es la Ley Orgánica del
Sufragio y Participación Política, promulgada en mayo de 1998. Cuando la Ley fue
discutida, hubo sectores, principalmente hoy agrupados en la oposición, que promovieron
un sistema personalizado puro, pero terminó imponiéndose un sistema más apegado a
nuestra propia historia electoral con el cual, aunque se le abrió un amplio espacio a la
elección personalizada, se mantuvo el criterio de la representación proporcional,
garantizando cuerpos deliberantes que reflejaran mejor las diversas posiciones que
coexisten en la sociedad.

Pero en las elecciones parlamentarias del año 2000 hubo un incidente que por regional y
relativamente pequeño tuvo en su momento poco impacto, aunque luego, en otras
elecciones, adquirió una dimensión nacional. El estado de Yaracuy, un estado pequeño del
centro-occidente del país, estuvo hasta las elecciones de gobernadores de octubre de 2004
regido por un militante de Convergencia, partido de oposición. En las elecciones
parlamentarias de aquel año, el gobernador Eduardo Lapi ideó una modalidad que a su
organización política le resultaría sumamente provechosa. Creó un grupo electoral
denominado La Alianza por Yaracuy (LAPY) que fonéticamente es similar a su apellido,
aunque termina en y, de Yaracuy. Con ese grupo electoral separó formalmente las
postulaciones nominales, presentadas por LAPY, de las de lista del parrido Convergencia.
Este ardid le dio por resultado que para la Asamblea Nacional, con unas décimas más del
40% de los votos, obtuviera 4 de los 5 diputados del estado en disputa y para el Consejo
Legislativo Estadal, con poco más de 53% de los votos, fueran electos 6 de los 7 diputados
(www.cne.gov.ve). En su oportunidad, esta situación fue denunciada ante el CNE y los
tribunales sin que fuese invalidada. Los resultados claramente reflejaban una distorsión del
principio de representación proporcional establecido en el artículo 63 de la Constitución de
1999 y una distorsión -sin llegar a ser ilegal como determinaron los tribunales de la
República- del mecanismo establecido en la Ley Orgánica del Sufragio y Participación
Política que en sus artículos 12, 14, 15 y 17, establece un mecanismo para garantizar una
relación equilibrada entre la personalización del voto y la representación proporcional. Ya
en las elecciones municipales de 2004 el oficialismo copió ese mecanismo y lo repitió para
las elecciones parlamentarias de diciembre de 2005. Nuevamente el mecanismo fue
denunciado, pero basados en las decisiones tomadas en torno al antecedente del año 2000,
tanto el Consejo Nacional Electoral como las instancias judiciales, desecharon las
solicitudes de invalidación del mecanismo que llegó a popularizarse con el nombre de
“morochas” (por usarse dos partidos que en el fondo son idénticos o “gemelos”). Fue esta
una de las razones, no la única, que usaron como argumento la mayoría de las
organizaciones de oposición para justificar su decisión de inhibirse de participar en las
elecciones parlamentarias del pasado diciembre. Ello tuvo como consecuencia, la
conformación de la actual Asamblea Nacional que, al ser todos sus diputados afectos al
gobierno, dejó de ser un cuerpo que representa adecuadamente a toda la sociedad, por lo
que se debilitó en su papel de poder esencial del sistema político.

Pueden también destacarse aspectos de la esfera política donde ella ha sido fortalecida. El
número de venezolanos en capacidad formal de ejercer sus derechos políticos, desde 1998
hasta la fecha, se ha incrementado a un ritmo superior al crecimiento de la población.
Mientras que la población total del país desde 1998 hasta 2005 ha crecido en algo más de
3.150.000 personas, el Registro Electoral Permanente (REP) se ha incrementado en más de
3.200.000. Acompañando la misión de identidad, se han intensificado los esfuerzos por,
además de proporcionar documentos actualizados de identidad a la población adulta que
carecía de ellos, registrar en el REP a los no inscritos para que adquieran el derecho a votar.
Esta acción de política pública ha estado dirigida, con éxito, a convertir a no ciudadanos -
sin identidad ni derechos políticos- en ciudadanos plenos.

La polarización, aunque atenuada desde la realización del referendo revocatorio


presidencial de agosto de 2004, sigue siendo una enfermedad no curada de la sociedad
venezolana. En todos los procesos electorales ocurridos desde 1998, la distribución
geográfica de los resultados lo evidencia notablemente. En áreas de población
predominantemente popular los resultados siempre favorecen al proceso bolivariano, en
áreas mayoritariamente de sectores medios o altos, los resultados les son contrarios (Lander
y López Maya, 2005). Políticas sociales, como las arriba mencionadas, están dirigidas a los
sectores de la población de menores recursos -la mayoría-, y por ello, estos sectores
perciben de manera directa la acción del gobierno, aunque puedan tener críticas sobre
ineficiencias y debilidades en su implementación. Por el contrario, para sectores de la
población con niveles de ingreso mediano y/o alto —la minoría—, la acción del gobierno a
través de las misiones puede pasar simplemente inadvertida.

En definitiva, el escenario se mantiene abierto a tendencias contradictorias, y será la acción


de los venezolanos, organizados y dinamizados por este proceso de cambio social y
político, quienes dirán la última palabra sobre la dirección que terminará por tomarse. La
democracia participativa es un horizonte utópico lleno de escollos y desafíos por vencer.
Los venezolanos conocimos años de abundancia y generosidad del petro-Estado y supimos
de los retrocesos que tuvieron lugar cuando bajaron los precios. La superación de las
rémoras que aquí hemos detectado hará la diferencia entre un gobierno populista,
demagógico y fracasado más en nuestra historia, o uno de real profundización democrática
e inclusión social.

El enfoque de lo social
El proyecto político bolivariano entiende la democracia no sólo como el disfrute de
libertades civiles y políticas, sino de manera muy enfática como justicia e igualdad social.
Es parte de su atractivo y fuerza. En Venezuela el concepto de democracia tuvo también
bajo el período de la hegemonía bipartidista una connotación similar, pues se consideró que
la democracia política era el medio para alcanzar la justicia social. Esta manera de entender
la democracia ha estado pues enraizada en la cultura política, convirtiéndose para fines del
siglo XX en una de las promesas no cumplidas por la democracia representativa. Por ello, lo
que en Venezuela se ensaya actualmente es una transformación sustantiva o profunda de la
democracia representativa, buscando con ello que se alcance lo que se entiende que quedó
como materia pendiente en la etapa puntofijista2. La búsqueda de la igualdad social como
objetivo explícito es una de las diferencias que tiene la actual democracia venezolana con
otras democracias de la región, y es uno de los sentidos que se le puede dar al término
“revolución” con el que se autoidentifica esta experiencia. Es así como la Constitución de
1999, establece en su segundo artículo, los principios fundamentales de la República:

“Venezuela se constituye en un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, que


propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la
libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y
en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político”
(itálicas nuestras).

13Las Líneas Generales, que constituyen un instrumento básico de orientación para las
políticas públicas del actual gobierno, al tratar el problema de la desigualdad social y la
manera de superarla, rechazan explícitamente los enfoques de naturaleza compensatoria.
Esos enfoques asumen que las carencias materiales de las mayorías son una condición
accidental, provisional y/o individual, como en el sentido asignado para el término pobreza
en ciertas perspectivas de política social de orientación neoliberal utilizadas por gobiernos
previos. El punto de partida ahora es la desigualdad social entendida como “exclusión”
social, más cerca a la acepción elaborada por el PNUD en los años noventa, es decir, como
exclusión del acceso a derechos sociales, incluso como exclusión de la condición humana
misma, como miembro de una sociedad. El objetivo de la acción del Estado en lo social,
por ende, debe estar dirigido a construir inclusión, a restablecer la condición humana, los
derechos sociales, a colocar a las personas como sujetos sociales promotores y
corresponsables de su condición de vida. El enfoque de Las Líneas Generales es de tipo
holístico, es decir, dicha exclusión social se diagnostica como un problema estructural de la
sociedad, no de los individuos, que sólo puede ser corregida aplicando una práctica pública
que relacione lo social con el modelo económico, territorial, cultural e internacional de la
nación, y que trate de progresar en todos estos frentes a la vez. Es lo que el documento
llama “los equilibrios” que se deben construir para salir de la crisis estructural, uno de los
cuales, el social, centraría la acción del Estado en la resolución de la exclusión.

14Como estrategia para la consecución del equilibrio social, Las Líneas Generales
consideran decisivas las acciones de dos actores fundamentales: por una parte, el Estado en
todos sus niveles administrativos y ramas, como creador de condiciones que harán posible
el “empoderamiento” de los ciudadanos; y por la otra, los ciudadanos, quienes a través de
su organización y participación, a través de las familias, las comunidades y los grupos
organizados, van a transformarse en sujetos políticos con valores como la solidaridad, el
respeto a los procedimientos democráticos y la corresponsabilidad.

15La identificación de dos sujetos claves para superar la crisis estructural, sujetos con
obligaciones y deberes distintos en una meta común, difiere del enfoque de la planificación
pública del pasado, presente en los planes de gobierno anteriores, cuando era el Estado
interventor el actor principal, creador de las condiciones que harían posible la
modernización, y con ello la adquisición de la condición ciudadana por parte de los sectores
populares o el pueblo. Del accionar del Estado, dirigido por los partidos, dependía en buena
medida la transformación societal. En las Líneas Generales, en contraste, se habla del
Estado como un “acompañante” de los ciudadanos, familias y comunidades organizadas, un
Estado cuyo papel no debiera ser predominante en la creación de la condición de
ciudadanía de los venezolanos; en este esquema, el Estado es un “facilitador” del
“empoderamiento” de quienes deben tomar las decisiones y el control en la gestión pública.
El Estado debe garantizar el acceso a los derechos humanos de toda la población, pero son
los ciudadanos, las familias y las comunidades organizadas, a través de la participación en
la gestión pública, los únicos que harán posible la democracia “participativa y protagónica”
al asumir el papel central en la solución de los problemas. Dice la Constitución:

Artículo 62: Todos los ciudadanos y ciudadanas tienen el derecho de participar libremente
en los asuntos públicos, directamente o por medio de sus representantes elegidos o elegidas.
La participación del pueblo en la formación, ejecución y control de la gestión pública es el
medio necesario para lograr el protagonismo que garantice su completo desarrollo, tanto
individual como colectivo. Es obligación del Estado y deber de la sociedad facilitar la
generación de las condiciones más favorables para su práctica.

16Dentro de esta lógica, para alcanzar el equilibrio social, Las Líneas Generales presentan
tres ejes sobre los cuales deben girar las políticas, cada una de las cuales ataca una
dimensión distinta y crucial de la condición estructural de la exclusión y todas conllevan la
organización y la movilización popular:

1. Un eje busca la corrección de la injusta distribución del ingreso y la riqueza.


2. Otro eje se centra en superar el discriminatorio acceso a derechos humanos
fundamentales como el alimento, la salud, la vivienda o la educación.
3. El tercer eje busca activar el desarrollo de la ciudadanía plena para que se destaquen
en los miembros de la sociedad, atributos como la solidaridad, la responsabilidad,
actitudes partici-pativas y democráticas.

17Esta manera de aproximarse a la exclusión es coherente y atractiva, con potencial para


ser efectiva en la consecución del objetivo trazado. Con distintos instrumentos de política,
estos tres ejes han venido desarrollándose en Venezuela a lo largo de los últimos siete años.
Y se constata que los sectores populares han venido experimentando una dinámica
movilizadora sorprendente, que los dota de crecientes niveles de organización y
sentimientos de eficacia.

Políticas y realizaciones sociales


18Revisemos a continuación algunas de las múltiples políticas sociales instrumentadas por
el gobierno de Chávez desde 1999, que parecen contribuir a la dinámica organizativa y
movilizadora vivida en diversos sectores populares. Un fenómeno que ha sido constatado
por investigadores, observadores y periodistas internacionales, y se ve reflejado, tanto en
las cifras que abajo se presentan, como en los significativos índices de popularidad del
gobierno bolivariano, y del Presidente, expresados en los resultados de todos los comicios
realizados desde 1998, como también en las encuestas de los últimos años.

La corresponsabilidad como principio constitucional en


Venezuela

La corresponsabilidad abarca como actores al Estado y a la sociedad civil, —desde la


perspectiva que se asume en esta investigación y en atención a lo que se interpreta de
los planeamientos que se señalan antes— los cuales comparten responsabilidades para
procurar el bienestar de la sociedad misma, de manera que se superen los diferentes
conflictos, problemas y carencias que le aquejan.

La corresponsabilidad conjura esfuerzos desde los ámbitos que le son propios al Estado
y a la sociedad civil, para alcanzar el bienestar común y el desarrollo humano de la
sociedad venezolana en general. Esto de cara a la nueva forma en que se relacionan
Estado y sociedad civil de acuerdo a lo que contempla la Constitución venezolana de
1999.

La corresponsabilidad no implica renuncia o abandono gubernamental de las


competencias que la Constitución y el régimen jurídico venezolano le asignan a las
diferentes instancias institucionales del Estado venezolano, ni significa tampoco que la
sociedad civil sustituya a las autoridades y mucho menos que deben asumir
obligaciones que le corresponden al Estado, esto es lo que se interpreta de los
documentos —entre ellos la Constitución venezolana de 1999)— y de lo que expresan
los entrevistados, respecto al principio de corresponsabilidad y el rol del Estado y de la
sociedad civil frente a este principio.

La corresponsabilidad busca obtener resultados que mejoren el nivel de vida de todos


los ciudadanos con la actuación conjunta y responsable tanto del Estado como de la
sociedad civil, en aras de alcanzar el desarrollo humano de manera integral y con
equidad en el marco de la normativa constitucional vigente. Ello puede darse a través
de herramientas, tal como la participación.

4. La corresponsabilidad como parte fundamental de lo político

La corresponsabilidad implica una verdadera transformación social de un país y la


construcción de un proceso social en donde se conjuguen valores y modos de
aprehensión de la realidad política, social, jurídica, en atención a un contexto histórico
dado.

La auténtica vida democrática exige la creación de espacios permanentes para que los
sectores sociales participen en el diseño, aplicación y control de las políticas públicas,
especialmente en áreas como la educación, la salud, la seguridad, la protección civil,
entre otras. Para ello es indispensable que se coordinen esfuerzos y se colabore entre
las instancias institucionales estatales y la sociedad civil en procura de la concreción
del principio de corresponsabilidad.

Esto se vincula a una cultura de la corresponsabilidad para el logro de metas u


objetivos comunes. De esta cultura de la corresponsabilidad, se debe apropiar tanto la
sociedad civil como el Estado, en ocasión de la dinámica que deviene en lo social,
jurídico, político y económico en los últimos años.

Con el devenir histórico, contemporáneamente el Estado y la sociedad civil se han


transformado, así como la forma en que estos se relacionan, en donde, como señala
García-Pelayo, una parte de las organizaciones sociales participa —de una u otra
manera— en la formación y contenido de las decisiones y acciones del Estado y en la
que el Estado incide directa o indirectamente en la esfera social sin necesidad de
incorporarla a su propio ámbito. Esta relación genera, lo que García-Pelayo denomina
"un territorio común o interseccionado... cuyo ámbito puede ampliarse o contraerse
según las coyunturas.".

El principio de corresponsabilidad tiene como precepto el trabajo coordinado entre las


diferentes instancias institucionales estatales —en sus diferentes niveles— y la
sociedad civil.

La sociedad civil debe desarrollar capacidades, habilidades y conocimientos que le


permitan alcanzar beneficios sociales y cambios en sus condiciones de vida, en su
manera de concebir la realidad y de verse a sí misma como actores políticos
verdaderos, debe empoderarse de lo público. El Estado debe compartir la actividad
política con la sociedad. Para Combellas, "el Estado no absorbe toda la actividad
política, aunque sí recaba una importante función en ella". Allí reside la
corresponsabilidad vista como parte fundamental de lo político, por cuanto la actividad
política no se limita a la actividad estatal.

¿QUÉ ES LA CONTRALORÍA SOCIAL?

La Contraloría Social es una estrategia de participación ciudadana para


favorecer la rendición de cuentas y la vigilancia del buen ejercicio y aplicación
de los recursos públicos.

Marco normativo:

Ley General de Desarrollo Social

Acuerdo por el que se establecen los Lineamientos para la promoción y


operación de la .Contraloría Social en los Programas Federales de Desarrollo
Social

¿Qué es la Contraloría Social?


Es la participación organizada, a través de la cual los ciudadanos llevan a cabo tareas de
vigilancia, seguimiento y evaluación de las obras, apoyos, servicios y acciones que realiza
el Gobierno; asegurándose que se realicen en tiempo y forma.
¿Quiénes hacen la Contraloría Social?
 Ciudadanía en general
 Comités de Contraloría Social
 Observatorios Ciudadanos
 Organizaciones de la sociedad civil
 Beneficiarios de los programas sociales

¿Qué es un contralor social?


Es un ciudadano que se encarga de verificar que los recursos públicos se apliquen con
eficiencia, transparencia y honestidad.

¿Qué vigila un contralor social?


 Programas
 Proyectos
 Acciones
 Obras
 Trámites
 Servicios

¿Cómo entender mejor la Contraloría Social?


 Es un medio para participar en las acciones y decisiones que toma el Gobierno.
 Un mecanismo de participación individual u organizada que promueve el
entendimiento el consenso.
 Una herramienta que fortalece la confianza, colaboración y corresponsabilidad entre
la sociedad y el Gobierno.

¿Qué no es?
 Un medio para obstaculizar ni impedir injustificadamente las acciones de cualquier
nivel de Gobierno
 Una herramienta que deba ser usada para beneficio político, económico o personal.
 Una herramienta para que los ciudadanos suplanten las funciones de la autoridad
competente.

Actividades de la Contraloría Social


Paso 1. Infórmate
Solicita información pública a las autoridades federales, estatales y/o municipales sobre las
obras, apoyos, servicios y/o acciones que debes vigilar.

Paso 2. Vigila
Al contar con esta información, te conviertes en un ciudadano activo para vigilar, por
ejemplo:

 Las obras, verificando que se hagan bien y que sean funcionales.


 Los servicios, validando que se brinden con atención respeto y calidad.
 Los apoyos, asegurándote que los entreguen completos y en buen estado, sin pedir
cuotas o compensaciones.

Paso 3. Evalúa
Al terminar la vigilancia, podrás reconocer al servidor público que demuestre dedicación y
compromiso, pero también identificar las anomalías o posibles irregularidades y realizar un
reporte ciudadano.

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