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El Perú de
Fujimo
ri
John
Crabtree
Jim Thomas
II
Neopopulismo y el fenómeno Fujimori
John Crabtree
1. Cambio y continuidad
2. La tradición populista
3. Fujimori y el ‘neopopulismo’
19. Degregori, Carlos Iván y Romeo Grompone, Elecciones 1990: demonios y reden-
tores en el nuevo Perú, Lima: IEP, 1991.
ca para comprar votos y, por lo tanto, no necesitaba pagar deudas
po- líticas a intereses creados.
ii. La naturaleza cambiante de la relación entre el gobierno y el
pueblo.
Los años setenta y ochenta vieron la proliferación de organizaciones
populares, tanto en la esfera rural como urbana, a menudo muy
poli- tizadas y estrechamente ligadas a los partidos políticos.
Aunque en parte fueron un desafío para la consolidación
democrática, también representaron un acercamiento entre el
Estado y la sociedad, con ins-
tituciones representativas de varias clases jugando un papel
importan- te en la toma de decisiones en el nivel nacional. Como
se ha visto, los
años de la crisis de finales de los ochenta redujeron el
protagonismo de dichas instituciones, por lo que se creó un vacío
de representativi- dad del cual la sorprendente victoria de Fujimori
en 1990 era sólo un síntoma. Aunque la organización popular
persistió en el nivel de ba- ses, a menudo en formas muy
precarias, perdió mucho de su influen-
cia política pública y se concentró en las necesidades más
inmediatas
y prácticas. Esto último abrió el camino para que surgieran
nuevos tipos de intermediación políticas y sociales20.
iii. Dada la experiencia de los años anteriores, quedaba totalmente
claro que el modelo estatista de desarrollo se había agotado y que
se reque- ría un modelo nuevo. Aunque Fujimori coqueteó con
algunas ideas heterodoxas, al principio de su administración,
rápidamente apreció que no había otra alternativa que un retorno
radical a la ortodoxia. La lucha entre el Estado y el mercado se
llevó a cabo en los años setenta y ochenta, y el énfasis recaía en
un lado o en el otro de acuerdo con las circunstancias políticas.
Como se ha podido observar, cuando Gar- cía llegó al poder en
1985, las condiciones políticas no fueron las apropiadas para la
aplicación de una agenda neoliberal. Hacia 1990 quedaba un escaso
margen del electorado a favor del estatismo, ya que la
experiencia de García lo había puesto al descubierto, mientras que
sus partidarios más entusiastas (tales como los sindicatos o los
fabricantes locales) estaban bastante debilitados. Además, como ar-
gumenta Martín Tanaka en el capítulo XII de este mismo libro, el
Es- tado perdió importancia como arena donde se disputan las
demandas populares. Irónicamente, fue entonces la experiencia del
gobierno de García la que eliminó los principales obstáculos
políticos para la apli- cación de una agenda neoliberal; los años
noventa fueron testigos de su rápida adopción, sin anestesia, algo
inconcebible sólo unos años
20. El cambio en la orientación de las organizaciones populares urbanas y rurales
se- rá tratado en los capítulos XII y XIII de este mismo libro.
antes. Aunque Fujimori se dio cuenta de lo que tenía que hacer
-fue un caso clásico de ‘no hay otra alternativa’-, la situación que
heredó lo hizo posible políticamente, ya que los obstáculos a su
implementación habían desaparecido en gran medida.
23. El ataque contra la llamada ‘partidocracia’ fue un tema constante en los discursos
de Fujimori, especialmente en el período inmediatamente anterior y posterior al
autogol- pe de abril de 1992. Parece que Fujimori conocía muy bien la fuerza de tales
ataques, los cuales tuvieron un efecto inmediato y positivo en sus índices de
popularidad, medidos por varias organizaciones encuestadoras en Lima. Para un
análisis del papel que jugaron las encuestas de opinión, véase Conaghan, Catherine,
"Polls, Political Discourse and the Public Sphere: The Spin on Peru’s Fujigolpe", en
Smith, Peter (ed.), Latin America in Comparative Perspective: New Approaches to
Methods and Analysis , Boulder: Westview Press, 1995.
24. Entrevista con el ex Ministro de Agricultura, Carlos Amat y León, mayo de 1995.
da generación. En su política de nombramientos, Fujimori evitó
cla- ramente construir alianzas con otras fuerzas por medio de la
inclu - sión de ‘nombres reconocidos’ en el gabinete. De acuerdo con
su retó- rica ‘antipartidista’, de 1991 en adelante, casi todos los
nombramientos correspondieron a personas ajenas al mundo de la
política formal25.
ii. La reafirmación del Poder Ejecutivo por encima de otras funciones del
Estado. La Constitución de 1979 suponía un Poder Ejecutivo fuerte.
Bajo Belaunde y García (los cuales tuvieron mayoría en el
Congreso), el Poder Legislativo y el Poder Judicial demostraron ser
flexibles a la voluntad del Ejecutivo. Durante sus primeros dos
años en el poder, Fujimori y Cambio-90 carecieron de mayoría en el
Congreso. No obs- tante, la agrupación derechista FREDEMO, el
grupo más grande en el Congreso, apoyó la mayor parte de las
políticas económicas de Fuji- mori, las cuales en general eran
consistentes con su propia perspecti- va. Un área donde hubo
menos armonía fue en la relación entre el gobierno y el Ejército,
lo cual era visto con sospecha por el Congreso. A finales de 1991 y a
principios de 1992, el Parlamento empezó a mos- trar cierta
resistencia a los deseos del gobierno de conceder nuevos poderes
de mayor alcance al Ejército, aparentemente para ayudar en la
lucha contra la subversión. El autogolpe de Fujimori de abril de
1992, cuando arbitrariamente cerró el Congreso y despidió a la
Corte Suprema, tiene que ser considerado en este contexto. La
Constitución de 1993, la cual fue aprobada por un nuevo Congreso
con una mayo- ría en favor de Fujimori, reforzó los poderes del
Ejecutivo con rela- ción al Legislativo y el Poder Judicial. Además
de permitir la reelec-
ción presidencial inmediata, la nueva constitución redujo los
poderes
del Congreso para cuestionar la responsabilidad de los altos
mandos militares, y aumentó los poderes de la Policía y el
Ejército en los pro- cesos judiciales26. El nuevo Congreso
unicameral mostró poca disposi- ción para cuestionar las propuestas
legislativas del gobierno, y en va- rias ocasiones votó para impedir
gestiones que se consideraban pro- blemáticas o embarazosas para
el gobierno2728. El dominio del Ejecuti-
30. Citado en Panfichi, Aldo y Cynthia Sanborn, "Vino viejo en odres nuevos:
demo- cracia y neopopulismo en el Perú", en Márgenes, No. 13/14, 1995.
31. Ver el capítulo X en este mismo libro.
dimiro Montesinos. A pesar de las acusaciones sobre la
participación de este último en violaciones a los derechos
humanos y el tráfico de drogas, y más allá de las fricciones entre
ellos, tanto Montesinos como Hermoza mantuvieron su poder e
influencia como ejes del nuevo sis- tema de seguridad. En el caso
de Hermoza, su permanencia en el mismo puesto significó el
abandono del sistema establecido de pro- moción militar y un
alejamiento de la autonomía institucional del Ejército hacia un
papel más abiertamente politizado32.
32 Mauceri, Philip, State under Siege: Development and Policy Making in Peru,
Boul- der: Westview Press, 1996.
creación de una pirámide de poder invertida hace que todo el sistema
polí- tico dependa del destino de un individuo33. Además, la
sostenibilidad del régimen a largo plazo se pone en riesgo si no se
encuentran los medios para distribuir ampliamente los beneficios de la
reforma económica. La lógica del orden neoliberal, a menos que sea
mitigada por el Estado, está en concentrar el poder y los recursos
económicos en lugar de distribuirlos más ampliamente. Las políticas de
distribución generosa de Fujimori entre cier- tos sectores de la población
constituyeron un intento de construir un apoyo político entre los más
pobres y excluidos, pero no estaban diseñadas para remediar el
problema de la desigualdad social, y aun menos para lograr el
empowerment de esos sectores. Uno de los peligros potenciales de un
go- bierno como el de Fujimori es que fomenta el ensanchamiento de las
dispa- ridades, principalmente porque una élite relativamente pequeña
parece obtener un amplio beneficio de las políticas de liberalización y
privatización. Aunque la estabilización de precios en el Perú sin duda
benefició a la mayo- ría de la población, con el tiempo lo más probable
era que sus efectos polí- ticos se diluyeran, y que fueran necesarias
nuevas políticas distributivas.
La sostenibilidad fue claramente una de las mayores
preocupaciones detrás del autogolpe de 1992, el cual consolidó la relación
entre las Fuerzas Armadas y el gobierno civil34. Carente de un sucesor
obvio dentro de las filas de su propio séquito (algo que Fujimori no
estaba interesado en alen- tar) o entre los partidos de la oposición (aun
menos), había que encontrar un mecanismo para eliminar la prohibición
constitucional sobre la reelec - ción presidencial inmediata. Entre otras
cosas, el autogolpe alcanzó este objetivo, y abrió el camino para que
Fujimori se presentara de nuevo a las elecciones de 1995 y derrotara al
candidato de la oposición, Javier Pérez de Cuéllar. Menos de dos años
después, en su segunda administración, la idea de la reelección por otros
cinco años (de 2000-2005) volvió a resurgir. El argumento de los
partidarios de Fujimori era que si este último se presen- taba a las
elecciones del año 2000, ésta sería la primera reelección bajo la nueva
Constitución de 1993, por lo que sería válida y no habría necesidad de
más cambios constitucionales. Muchos otros, incluido el Jurado Nacional
de Elecciones (JNE), no estaban de acuerdo con esta interpretación.
4. Conclusiones
Referencias
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