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Neopopulismo y el fenómeno
Fujimori. En: J. Crabtree y J. Thomas (Eds.) El Perú de
Fujimori: 1990
- 1998 (pp. 45 - 72). Lima: Universidad del Pacífico - IEP.
1. Cambio y continuidad
2. La tradición populista
4. El apoyo de APRA se concentraba en las partes más ‘desarrolladas’ del país, espe-
cialmente en el norte.
5. Cotler, Julio, Políticas y sociedad en el Perú: cambios y continuidades, Lima: IEP,
1995; Cotler, Julio, Clases, Estado y nación, Lima: IEP, 1978.
igual que otros movimientos de tipo populista en otros países, el
APRA apareció en escena en un contexto de crisis política y económica.
La crisis política se hizo evidente con el agotamiento del régimen
autocrático de Leguía, el llamado Oncenio, mientras que la crisis económica
fue causa del crash de 1929 y sus efectos sobre una economía vulnerable. El
programa del APRA contenía muchos de los rasgos clásicos del populismo 6.
Utilizando la movilización desde arriba, éste incluía una fuerte
invocación al pueblo, interpretando las necesidades y aspiraciones de
la gente, y viendo en lo popular las raíces de la legitimidad política. El
APRA buscó establecerse como un movimiento multiclasista que
aglutinaba a la clase media con la obrera y sectores del campesinado, en
busca de una agenda reformista y progresista. Su meta era movilizar a
los grandes sectores de la población, tanto urbanos como rurales,
excluidos del sistema político formal. Su ideo- logía era marcadamente
nacionalista, y ponía los intereses de la nación (con los cuales se
identificaba) por encima de toda clase de ‘imperialismo’ ex- terno. Su
estructura interna evolucionó hasta convertirse en un movimiento
fuertemente jerárquico, clientelista y autoritario, con escasa
democracia interna y un culto extremado hacia los dirigentes del partido.
El estilo per- sonalista de Haya -su postura casi desalvador- constituyó
una fuentetanto de fuerza como de debilidad; fuerza en tanto que tenía
poderes extraordina- rios como líder y atraía lealtades sólidas; debilidad en
tanto que el movi- miento dependía excesivamentedeunsolohombre.
En el caso peruano no fueron tanto los líderes populistas como
Haya, con su capacidad para movilizar el descontento popular contra el
statu quo, los que acabaron con la vieja oligarquía, sino que fue el Ejército el
que tomó la iniciativa, preocupado por la posibilidad de que la falta de
reforma provo- cara un levantamiento revolucionario de tipo cubano. El
gobierno de Velas- co, después de arrebatarle el poder a Belaunde en
1968, trató de romper con el pasado, imponiendo desde arriba el
mismo tipo de cambios que previos experimentos populistas habían
llevado a cabo en otros países. Aunque el gobierno de Velasco jamás
buscó la legitimidad electoral y no fue tan personalista como, por ejemplo,
el Peronismo en la Argentina, formó parte de una tradición populista,
reemplazando las formas existentes de mediación política e imponiendo
nuevos canales institucionales para contro- lar la participación popular. Su
legitimidad se justificó por medio de una invocación al pueblo. A
pesar de esto, su relación con los movimientos
3. Fujimori y el ‘neopopulismo’
23. El ataque contra la llamada ‘partidocracia’ fue un tema constante en los discursos de
Fujimori, especialmente en el período inmediatamente anterior y posterior al autogol- pe
de abril de 1992. Parece que Fujimori conocía muy bien la fuerza de tales ataques, los
cuales tuvieron un efecto inmediato y positivo en sus índices de popularidad, medidos
por varias organizaciones encuestadoras en Lima. Para un análisis del papel que jugaron
las encuestas de opinión, véase Conaghan, Catherine, "Polls, Political Discourse and
the Public Sphere: The Spin on Peru’s Fujigolpe", en Smith, Peter (ed.), Latin America in
Comparative Perspective: New Approaches to Methods and Analysis , Boulder: Westview
Press, 1995.
24. Entrevista con el ex Ministro de Agricultura, Carlos Amat y León, mayo de 1995.
da generación. En su política de nombramientos, Fujimori evitó cla-
ramente construir alianzas con otras fuerzas por medio de la inclu-
sión de ‘nombres reconocidos’ en el gabinete. De acuerdo con su retó- rica
‘antipartidista’, de 1991 en adelante, casi todos los nombramientos
correspondieron a personas ajenas al mundo de la política formal25.
ii. La reafirmación del Poder Ejecutivo por encima de otras funciones del
Estado. La Constitución de 1979 suponía un Poder Ejecutivo
fuerte. Bajo Belaunde y García (los cuales tuvieron mayoría en el
Congreso), el Poder Legislativo y el Poder Judicial demostraron ser
flexibles a la voluntad del Ejecutivo. Durante sus primeros dos años
en el poder, Fujimori y Cambio-90 carecieron de mayoría en el
Congreso. No obs- tante, la agrupación derechista FREDEMO, el grupo
más grande en el Congreso, apoyó la mayor parte de las políticas
económicas de Fuji- mori, las cuales en general eran consistentes
con su propia perspecti- va. Un área donde hubo menos armonía
fue en la relación entre el gobierno y el Ejército, lo cual era visto
con sospecha por el Congreso. A finales de 1991 y a principios de
1992, el Parlamento empezó a mos- trar cierta resistencia a los
deseos del gobierno de conceder nuevos poderes de mayor
alcance al Ejército, aparentemente para ayudar en la lucha contra la
subversión. El autogolpe de Fujimori de abril de 1992, cuando
arbitrariamente cerró el Congreso y despidió a la Corte Suprema,
tiene que ser considerado en este contexto. La Constitución de 1993,
la cual fue aprobada por un nuevo Congreso con una mayo- ría en
favor de Fujimori, reforzó los poderes del Ejecutivo con rela-
ción al Legislativo y el Poder Judicial. Además de permitir la reelec-
ción presidencial inmediata, la nueva constitución redujo los
poderes del Congreso para cuestionar la responsabilidad de los altos
mandos militares, yaumentó lospoderesde la Policíayel
Ejércitoen lospro- cesos judiciales26. El nuevo Congreso unicameral
mostró poca disposi- ción para cuestionar las propuestas legislativas
del gobierno, y en va- rias ocasiones votó para impedir gestiones
que se consideraban pro- blemáticas o embarazosas para el
gobierno2728. El dominio del Ejecuti-
30. Citado en Panfichi, Aldo y Cynthia Sanborn, "Vino viejo en odres nuevos: demo-
cracia y neopopulismo en el Perú", en Márgenes, No. 13/14, 1995.
31. Ver el capítulo X en este mismo libro.
dimiro Montesinos. A pesar de las acusaciones sobre la
participación de este último en violaciones a los derechos
humanos y el tráfico de drogas, y más allá de las fricciones entre
ellos, tanto Montesinos como Hermoza mantuvieron su poder e
influencia como ejes del nuevo sis- tema de seguridad. En el caso
de Hermoza, su permanencia en el mismo puesto significó el
abandono del sistema establecido de pro- moción militar y un
alejamiento de la autonomía institucional del Ejército hacia
unpapel más abiertamente politizado32.
32 Mauceri, Philip, State under Siege: Development and Policy Making in Peru, Boul-
der: Westview Press, 1996.
creación de una pirámide de poder invertida hace que todo el sistema
polí- tico dependa del destino de un individuo 33. Además, la
sostenibilidad del régimen a largo plazo se pone en riesgo si no se
encuentran los medios para distribuir ampliamente los beneficios de la
reforma económica. La lógica del orden neoliberal, a menos que sea
mitigada por el Estado, está en concentrar el poder y los recursos
económicos en lugar de distribuirlos más ampliamente. Las políticas de
distribución generosa de Fujimori entre cier- tossectoresde la
poblaciónconstituyeronunintentodeconstruir un apoyo político entre los
más pobres y excluidos, pero no estaban diseñadas para remediar el
problema de la desigualdad social, y aun menos para lograr el
empowerment de esos sectores. Uno de los peligros potenciales de un go-
bierno como el de Fujimori es que fomenta el ensanchamiento de las dispa-
ridades, principalmente porque una élite relativamente pequeña parece
obtener un amplio beneficio de las políticas de liberalización y privatización.
Aunque la estabilización de precios en el Perú sin duda benefició a la mayo-
ría de la población, con el tiempo lo más probable era que sus efectos
polí- ticos se diluyeran, y quefueran necesarias nuevas políticas distributivas.
La sostenibilidad fue claramente una de las mayores preocupaciones
detrás del autogolpe de 1992, el cual consolidó la relación entre las
Fuerzas Armadas y el gobierno civil34. Carente de un sucesor obvio
dentro de las filas de su propio séquito (algo que Fujimori no estaba
interesado en alen- tar) o entre los partidos de la oposición (aun
menos), había que encontrar un mecanismo para eliminar la prohibición
constitucional sobre la reelec- ción presidencial inmediata. Entre otras
cosas, el autogolpe alcanzó este objetivo, y abrió el camino para que
Fujimori se presentara de nuevo a las elecciones de 1995 y derrotara al
candidato de la oposición, Javier Pérez de Cuéllar. Menos de dos años
después, en su segunda administración, la idea de la reelección por otros
cinco años (de 2000-2005) volvió a resurgir. El argumento de los
partidarios de Fujimori era que si este último se presen- taba a las
elecciones del año 2000, ésta sería la primera reelección bajo la nueva
Constitución de 1993, por lo que sería válida y no habría necesidad de
más cambios constitucionales. Muchos otros, incluido el Jurado Nacional de
Elecciones (JNE), no estaban de acuerdo con esta interpretación.
33. El hecho de que Fujimori seleccionara para candidatos a las vicepresidencias (es-
pecialmente en 1995) a personas que no pudieran convertirse en rivales políticos agudizó
este problema.
34. El llamado ‘libro verde’ data de los últimos años del gobierno de García. Dicho libro
proponía la necesidad de un gobierno fuerte que duraría unos 20 años si fuera
necesario. La visión era que las necesarias reformas económicas liberales tardarían
años en implementarse yque, porlotanto, serequería un gobiernocívico-
militarquecontara con el apoyo de los sectores empresariales.
Fueenelasunto de la reelecciónqueelproblema de la
sostenibilidad chocó más directamente con las normas constitucionales
establecidas. En vista de la falta de otros sucesores obvios, la continuidad
significaba reelec- ción. Además, hay cierta contradicción (a menudo
presente en el pasado tanto del Perú como en otrospaíses de América
Latina) entre la concentra- ción y la personalización del poder político
y la creación de reglas que aseguren un traspaso ordenado del poder y la
autoridad. En otros países y en otras épocas, aquellosque se han
sostenido enelpoder porlargo tiempo no sólo han contribuido a su
eventual caída sino también a la del sistema con elqueestabanasociados.
Por esta razón, la mayoría delas constitucio- nes latinoamericanas prohiben
la reelección inmediata, y en algunos casos - por ejemplo México- imponen
una prohibición vitalicia para impedir que los presidentes se presenten a la
elección nuevamente. Aunque el traspaso de poder pueda ser dificultoso
y perjudicial, se puede decir que es un compo- nente esencial de la
regeneración del régimen. Existe, por consiguiente, el peligro de que
cuanto más tiempo Fujimori intente quedarse en el poder, más
perjudicial será su eventual caída, sobre todo si no hay instituciones
representativas funcionando queproporcionen una alternativa.
Además, en un plazo más corto -como también demostró el
gobierno de García-, la popularidad es un producto volátil que, en ciertas
circunstan- cias, se puede disipar muy rápidamente. Es posible que, a
medida que sus victorias contra la hiperinflación y Sendero Luminoso se
disipen en la mente pública y surjan nuevas controversias políticas, Fujimori
necesite encontrar nuevas fuentes de popularidad para asegurar su
primacía. Una de las para- dojas de los primeros cinco años del
gobierno de Fujimori -que en parte se explica por el populismo al que
recurre- fue que el apoyo al régimen per- maneciera tan alto en un
período en que objetivamente las condiciones materiales de vida de la
mayoría delos peruanos se deterioraron y la distri- bución de ingresos
se volvió cada vez más sesgada. Aunque Fujimori fue capaz degenerar
un optimismo extraordinario entre la genterespecto alos eventuales
beneficios de apretarse el cinturón, llegaría un momento en que tales
expectativas positivas tendrían que cumplirse. El comienzo de la de-
silusión amenazaba con traer consecuencias negativas.
4. Conclusiones
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