Her Wild Cowboy

TRADUCIDO POR: VALKARIN24
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Nuestro matrimonio no está destinado a ser real, pero creo que me
estoy enamorando de mi nuevo esposo.
Austin Nicole:
Fue el policía con la sorprendente mirada azul que me salvó.
Cuatro años después, todavía me está salvando. Solo que esta
vez, su protección viene en forma de una oferta: Ser su esposa.
Durante los próximos seis meses, estaré casada con mi fantasía
favorita solo de nombre. Pero, ¿Qué sucede cuando cruzamos esa
línea en nuestro matrimonio?
Luke Taylor:
Hace cuatro años, protegí a una chica asustada. Pagué el precio:
perdí mi trabajo y mi reputación. Pero nada de eso importaba.
Porque ella estaba a salvo.
Ahora, estoy decidido a protegerla de nuevo. Excepto que la única
forma en que puedo hacerlo es dándole a ella y a su hijo por nacer
mi apellido.
No está destinado a ser un matrimonio real ... hasta que lo es. Y
ahora todo lo que quiero hacer es convencer a mi nueva esposa
de que se arriesgue con nosotros. ¿Cómo puedo mostrarle que
ella y el bebé son míos para siempre?

Bienvenido al Condado de Courage, Carolina del Norte, donde los
vaqueros alfas se enamoran de mujeres con curvas y fuertes y
encuentran el amor en el rancho. NO hay trampas ni finales
abiertos. Solo un HEA dulce y sexy.

SINOPSIS .......................................................................... 3
CONTENIDO ...................................................................... 5
DEDICATORIA ................................................................... 6
CAPÍTULO UNO ................................................................. 7
CAPÍTULO DOS ................................................................ 13
CAPÍTULO TRES .............................................................. 19
CAPÍTULO CUATRO ......................................................... 25
CAPÍTULO CINCO ............................................................ 30
CAPÍTULO SEIS ............................................................... 36
CAPÍTULO SIETE ............................................................. 42
CAPÍTULO OCHO ............................................................. 48
CAPÍTULO NUEVE ........................................................... 53
CAPÍTULO DIEZ ............................................................... 59
CAPÍTULO ONCE ............................................................. 64
EPÍLOGO ......................................................................... 71
ADELANTO ...................................................................... 76
SOBRE EL AUTOR ........................................................... 82

Para aquellos que son lo suficientemente
valientes para amar, esto es para ti.

AUSTIN
Mi corazón late más rápido cuando suena la campana sobre la
puerta de mi pequeña floristería. Son las siete de la noche de un
martes y eso siempre significa que él está aquí.
El Sheriff Taylor.
El rompecorazones que me salvó la vida hace años.
Probablemente ni siquiera se acuerde de mí o de ese día.
Se quita las gafas de sol y las engancha en la parte superior de
su camiseta Henley negra que se ajusta perfectamente a su
cuerpo, revelando un torso delgado.
Se acerca al mostrador con su característica sonrisa. Es una
sonrisa juvenil que lo ha metido en las bragas de la mayoría de
las mujeres en la ciudad si se cree en los rumores. No es que yo
supiera nada al respecto. Hay una diferencia de edad de ocho
años entre nosotros dos.
Pero definitivamente no me importaría averiguar si los elogios que
se lanzan sobre su resistencia son ciertos. Por supuesto, él no
querría a una chica como yo con curvas generosas, pelo rojo
rizado y un embarazo no planeado. Un hombre como él podría
tener a cualquier mujer del Condado de Courage del brazo.
—Voy a tener que empezar a llamar a este el especial de Luke
Taylor. —bromeo mientras termino de envolver las margaritas de
colores brillantes. Me pregunto con qué mujer irán esta noche. Él
nunca me dice, y yo nunca pregunto.
—Bueno, a ella parecen gustarle mucho. —dice.

Empiezo a decirle que es una mujer afortunada y luego me
muerdo la lengua. No sé si eso es raro o no. Nunca querría que
supiera sobre el enamoramiento que he tenido durante los
últimos cuatro años. Eso sería demasiado vergonzoso.
—Me encanta escuchar eso. —digo justo cuando termino de
enrollar la cinta alrededor del celofán. Me pregunto por un
momento si alguna vez recibiré flores de un hombre y luego
descarto el pensamiento. Una vez que todos sepan la verdad en
unos meses, probablemente seré una paria.
Le paso las flores y nuestros dedos se rozan. El simple
movimiento de sus dedos callosos contra los míos hace que se me
corte el aliento en la garganta. ¿Cómo es que hace eso con un
simple toque?
Nuestros ojos se encuentran y por un momento, juro que algo
pasa entre nosotros. Probablemente nada más que una ilusión
de mi parte.
Luego baja la mirada y busca su billetera. Desliza su tarjeta de
crédito, inclina su Stetson y me sonríe. —Hasta la próxima,
Austin.
Le doy un pequeño saludo con la mano antes de ocuparme con
la siguiente exhibición de flores para poder fingir que estoy
haciendo algo más que estudiar en secreto su hermoso trasero y
la forma en que llena esos jeans azules desteñidos.
Cuando finalmente sale de la tienda, me dirijo a mi refrigerador,
seleccionando algunos tallos para un ramo de cumpleaños. Estoy
ocupada con el pedido, así que no me doy la vuelta cuando la
puerta vuelve a sonar. —Estaré contigo enseguida —grito sin
mirar.
—Maldita sea, que lo harás. —Dice la voz que acecha mis
pesadillas.

La bilis sube por la parte posterior de mi garganta. —Fuera de
aquí, Frank. —Mi voz tiembla y lo odio. Odio que el hombre que
me atormentó durante tanto tiempo crea que puede entrar en mi
tienda cuando le plazca.
Da otro paso hacia mí. —¿Dónde está el dinero, pequeña perra?
—Ya le dije a mamá. No le voy a dar a ella, ni a ti, ni un
centavo. —A mi mamá y a mi padrastro les encanta ir de fiesta
hasta que se acaba el dinero. Luego intentan que yo pague sus
lujos como el alquiler y la comida. Pero eso ya no está
sucediendo. No después de lo que me hizo.
A pesar de mi determinación de ser fuerte, doy un paso atrás
hacia la nevera, necesitando sentir algo sólido detrás de mí.
Sin embargo, él no se lo pierde y se gira hacia la caja registradora.
Golpea una serie de botones, tratando de forzar la apertura.
Mientras él está distraído con eso, me acerco a mi bolso junto al
mostrador. Si puedo llegar a él, puedo tomar mi teléfono. No sé a
quién diablos llamar. Una imagen de Luke aparece en mi
cabeza. Quizá llame al número de horas extras del departamento
de policía.
Frank golpea la caja registradora con el puño cuando no puede
abrirla y se gira hacia mí, con el rostro contraído por la
ira. —¡Ábrela ahora!
***
LUKE
Tan pronto como salgo de la tienda, estoy tratando de pensar en
una razón para volver a entrar. Cualquier motivo para pasar un

par de minutos más en presencia de Austin. Tiene una hermosa
sonrisa tímida y algunas semanas, cuando tengo mucha suerte,
me regala una.
Probablemente ni siquiera se acuerde de mí. Pero he estado
cuidándola desde que tenía dieciocho años. Alumna del último
año de secundaria, había ido a la gasolinera ese día para comprar
un refrigerio después de la escuela. Igual que ella todos los días.
Yo había sido un joven detective. Mi única tarea había sido
monitorear la tienda donde los drogadictos compraban con
frecuencia su próxima dosis. Pero cuando uno de los adictos sacó
un arma y asaltó la tienda, no vigilé.
Entré en contra de las órdenes.
Tenía que. Era mi deber.
Porque ella estaba allí.
Asustada y sola.
Perdí mi trabajo porque desobedecí una orden directa ese día y
terminé mudándome de regreso a mi ciudad natal del Condado
de Courage. Pero, aun así, hice lo mejor que pude para cuidarla
a pesar de la distancia entre nosotros.
Cuando se mudó aquí el año pasado y abrió su floristería,
comencé a visitarla. Solo para ver cómo estaba.
Escaneo el recibo mientras me acomodo en mi camioneta solo
para darme cuenta de que Austin me cobró menos por el precio
de las flores. Tomaré cualquier excusa para volver a ver a la linda
pelirroja, así que me apresuro a volver a la tienda con las flores
en la mano.
Entro justo a tiempo para ver a un hombre acorralándola. Al
instante, lo reconozco como su padrastro. Su brazo se levanta

para golpearla y ver la forma en que se encoge hacia atrás tiene
rabia hirviendo en mis venas.
Estoy a su lado en un segundo, las flores olvidadas en el suelo
detrás de mí. Agarro su brazo para evitar que la lastime. Vuelvo
a mirar a Austin.
Su mejilla ya se está poniendo morada e hinchada. Su mirada
marrón redondeada me mira fijamente, con sorpresa escrita en
su rostro. ¿No sabes que siempre te protegeré?
Como matarlo sería jodidamente ilegal, lo giro y lo inmovilizo
contra su mostrador. Le pongo las esposas y estoy a mitad de
leerle sus derechos cuando Austin me toca el brazo.
Hago una pausa para mirarla.
Se lame la parte inferior de su labio partido, una vista que solo
alimenta mi rabia. Está sangrando y es su culpa. —Déjalo ir.
El tipo se retuerce debajo de mí, llamándome todas las blasfemias
del libro. Como si no las hubiera escuchado todas antes como
sheriff.
La ignoro y sigo con sus derechos. Pedazos de mierda como él
siempre caminan libres si un oficial de la ley olvida hasta el más
mínimo detalle.
—Espera. —grita—. No quiero presentar cargos hoy. Sácalo de
aquí. Por favor, Luke.
Cierro mis ojos. Es la forma en que dice mi nombre lo que me
deshace. Haría cualquier cosa por ella, y ella ni siquiera sabe el
poder que tiene sobre mí.
Hago marchar como una rana al tipo afuera que todavía me está
maldiciendo. Hay una parte de mí que espera que él sea lo
suficientemente estúpido como para darme un golpe cuando le
quite las esposas. Entonces se convierte en asalto a un oficial y

mi deseo de vengar a Austin es tan fuerte que me pararía allí y
recibiría un par de buenos golpes.
—Escucha, imbécil. —le digo mientras le quito las esposas—. No
vuelvas a acercarte a Austin. No vienes a su tienda. No vas a su
casa. O te jodo. ¿Lo entiendes?
Se aleja de mí. —Dile que me traiga mi dinero.
Doy un paso hacia él. Mi autocontrol ya se está desgastando. Lo
único que me mantiene bajo control es el hecho de que quiero
volver a Austin y averiguar qué diablos pasó. —En su
vehículo. Ahora.
Escupe en mis botas antes de saludarme con arrogancia y
regresar a una camioneta negra.
Me quedo clavado en mi lugar en la acera, viendo cómo se aleja
el vehículo. Anoto el número de placa antes de apresurarme a ver
cómo está Austin. Mi Austin.

AUSTIN
En cuanto Frank se ha ido, me paso una mano temblorosa por el
pelo y me impongo no llorar. Lo he hecho lo suficiente en las
últimas diez semanas como para que me dure toda la vida. No
más lágrimas por Frank. Eso es lo que me prometí esta mañana.
Al ver el ramo de flores pisoteado de Luke, lo recojo. Al igual que
yo, las flores están demasiado dañadas para estar presentables o
hermosas.
Rápidamente, me pongo a trabajar para arreglar su pedido.
Pienso que reemplazar el ramo es lo menos que puedo hacer por
Luke.
Por un momento, lo veo de nuevo. La forma en que el fuego ardía
en su mirada cuando se dirigía a Frank. Nunca he tenido a
alguien que me defienda. Nunca había visto cómo alguien me
defendía y no puedo negar que me hace sentir calor por todas
partes.
Cuando Luke vuelve a entrar en la tienda, frunce el ceño. —No te
preocupes por eso. Vamos a limpiarte.
Le hago un gesto para que no se preocupe. —Estoy bien.
—No era una sugerencia. —Deja un botiquín y me quita las flores.
Señala un lugar vacío en el mostrador—. Siéntate.
Hago lo que me indica, obligándome a recordar que Luke sólo
actúa así porque es policía. Yo no soy especial. Sólo está haciendo
su trabajo.

Abre el gran maletín y clasifica los objetos con destreza. —¿Qué
estaba pasando aquí? —Pregunta, sacando una compresa fría
que me pasa—. Esto te ayudará con la hinchazón.
La presiono contra mi mejilla. —Fue sólo un malentendido.
Como todo lo que ocurre con Frank.
Resopla y coge una gasa, presionándola suavemente sobre el
corte abierto encima de mi ceja. —Ambos sabemos que fue más
que eso.
—Quería dinero. —explico finalmente.
—¿Aparece a menudo por aquí? —Su voz es tranquila mientras
me quita la gasa de la frente. Busca un antiséptico y se detiene.
—Esto va a doler. Lo siento.
Siseo cuando el alcohol urticante entra en contacto con el corte
abierto. Dudo que haya que limpiarlo. Pero me gusta que Luke
esté aquí y se preocupe por mí. Me hace sentir cuidada por
primera vez en... bueno, en toda mi vida.
—Te he hecho una pregunta. —me recuerda Luke una vez que ha
vendado la herida— ¿Ha estado apareciendo aquí y dándote
problemas antes de ahora? ¿O esta noche es la primera vez?
Sus ojos arden, haciéndome pensar que está enfadado por mí.
Me bajo del mostrador, alisando mi delantal marrón con el
nombre de mi tienda, Bloom Anywhere, bordado en rosa brillante.
—Soy una chica mayor, Luke. Mis problemas son míos.
—No cuando alguien entra en tu tienda y te da una paliza.
Alcanzo el ramo y lo termino en silencio. Me gustaría apoyarme
en Luke. Me encantaría tener a alguien en mi vida con quien
pudiera hacer eso. Pero sé que no es así. En el momento en que

empiezo a preocuparme por algo, me lo quitan. —Llegas tarde a
tu cita. —le recuerdo mientras le tiendo el ramo.
Lo ignora y cruza sus musculosos brazos sobre ese amplio pecho
suyo. —No me voy a ir, Austin.
Lo único que quiero hacer es cerrar la tienda y subir a mi pequeño
apartamento. Prepararme una taza de mi té favorito -
descafeinado ahora desde el embarazo- y perderme en un buen
libro.
Dejo escapar un suspiro frustrado. —Vino por dinero. Es mi
padrastro. Él y mi madre están de fiesta todo el tiempo y luego
me piden dinero. Sólo que esta vez no se lo he dado. —Se me
aprieta el estómago y lucho contra una ola de náuseas. Cuando
Frank apareció, tuve mucho miedo. Era como si volviera a estar
allí en aquella noche de hace diez semanas.
—¿Estás bien? —Pregunta Luke—. Estás temblando como una
hoja.
—No es una buena persona. —le explico, inspirando
profundamente por la nariz. Lo suelto por la boca mientras me
apoyo en la nevera. Dejo que mi cuerpo se deslice hasta el suelo,
sintiendo la repentina necesidad de hacerme pequeña.
Luke se une a mí en el suelo, agachándose a mi lado. —¿Te ha
hecho daño antes?
Asiento con la cabeza y esas estúpidas lágrimas que me prometí
no llorar amenazan con empezar. —Siempre decía cosas. Cosas
que me incomodaban, pero nunca... nunca hizo nada.
Por un momento, lo veo de nuevo. Ser una adolescente que le
pedía a mi madre que hiciera que Frank dejara de decir cosas.
Cosas sobre mis bonitas tetas y mi jugoso culo. Ella insistía en
que era un malentendido. Yo era la que estaba siendo una

adolescente maleducada, siendo rebelde. Yo era la que tenía que
disculparse con él.
Luke no hace más preguntas. Nos quedamos sentados en silencio
durante mucho tiempo. Nunca he tenido a nadie con quien
hablar de esto. Mierda, es vergonzoso que sea Luke, pero quiero
que alguien sepa la verdad. Para sentir que no es este pesado
peso en mis entrañas todo el día, todos los días.
—Fui a casa a Asheville hace un par de meses y me quedé a pasar
la noche. Lo hago cada pocos meses para poder pasar el rato con
mi madre. —Me río. Es mi forma tonta de intentar
desesperadamente forjar el vínculo materno que siempre he
anhelado.
Luke guarda silencio y me arriesgo a echarle una mirada. No
puedo leer su rostro, su expresión es demasiado impasible. Me
hace un gesto con la cabeza. —Continúa.
—Dijo que se había equivocado de habitación. Que estaba
borracho y que entró a trompicones. Me encontró durmiendo y
pensó que era ella. Le estuve gritando todo el tiempo, rogándole
que parara. —Se me escapa una lágrima. Las siguientes palabras
salen como un susurro—. Pero ella le creyó
Esa es la parte que más duele. En el peor momento de mi vida,
ella lo eligió a él.
—Ella debería haberse puesto de tu lado. Debería haberte
protegido. —dice Luke.
Sólo el hecho de que diga eso me hace sentir mejor. De toda
la gente de la ciudad, nunca imaginé decirle esto a Luke. Pero
ahora que he empezado, no quiero parar. Quiero que lo sepa todo.
—Estoy embarazada y es de él.

La máscara impasible del rostro de Luke desaparece por un
momento y el dolor aparece en su expresión. Dolor por mí. —Lo
siento.
Me envuelvo con los brazos alrededor de las piernas y las subo
hasta el pecho. Lo he buscado en Internet. Puedo sentarme así
sin aplastar al bebé. —Durante mucho tiempo pensé que iba a
abortar... luego me puse a pensar. Ninguno de nosotros puede
elegir cómo ser concebido y bueno, me dieron ganas de
quedármelo.
—Con el bebé, es una prueba de ADN de lo que ha hecho. —ofrece
Luke—. No estoy seguro de si quiere presentar cargos. Pero sería
una opción. Podría guiarte en ese proceso.
Sé que Luke está haciendo su trabajo. Tiene que creer en el
sistema que tanto trabaja para apoyar.
—No quiero que lo sepa. Sería mi palabra contra la suya y
entonces me demandaría por los derechos de custodia. —Sacudo
la cabeza. Ya he investigado y en muchas jurisdicciones, un
violador sigue teniendo derechos legales sobre su hijo. Me parece
arcaico. Pero supongo que así es el sistema judicial.
Continúo explicando a Luke: —Tuve mascotas cuando crecía y
Frank las atropellaba accidentalmente con su coche. Es
imposible que no haga daño a mi hijo sólo para atormentarme.
Tengo miedo cada día de que sume dos y dos. Que se enfrente a
mí por la custodia.
El teléfono de Luke suena, pero no hace ningún movimiento para
cogerlo.
Me limpio las lágrimas de las mejillas, sintiéndome mal por
haberle arruinado la noche. —Lo siento. Ha sido demasiado para
ti, sheriff. No te preocupes por mí. Ya pensaré qué hacer con
Frank.

Se pasa una mano por el pelo. —Siempre estoy aquí si necesitas
hablar de esto, Austin.
Me pongo de pie y busco un pañuelo de papel en la encimera,
secando mi cara aún húmeda. No puedo creer que haya
confesado a otra persona los secretos que he guardado durante
tanto tiempo. Especialmente a Luke Taylor. —Hazme un favor y
no se lo digas a nadie. Si se corre la voz... —Dejo que mi voz se
interrumpa.
—¿Tienes miedo de que la gente te juzgue? —Él también se
levanta—. Porque lo que pasó no fue tu culpa.
Puedo soportar sus juicios. Crecer con mi madre y mi padrastro,
que preferían salir de fiesta a comprarme ropa o alimentarme, me
enseñó muchas cosas. Principalmente, a ignorar los juicios
crueles de mis compañeros que tenían padres a los que les
importaban un bledo.
Sacudiendo la cabeza, explico: —No importa que la gente me
juzgue. Simplemente no quiero que miren a mi bebé como si fuera
asqueroso.
La verdad es que no pienso dejar que mi bebé sepa de dónde viene
realmente. Estoy pensando que cuando llegue el momento le diré
que su padre fue alguien muy especial para mí y que
compartimos una hermosa noche juntos.
Sé que no está bien mentir a tu hijo. Pero no quiero que el mío
cargue con el peso de lo que pasó esa noche. El dolor será sólo
mío.

AUSTIN
Luke coge su Stetson del mostrador. —Entonces, ¿Crees que vas
a tener un niño?
—Dicen que los niños se sientan en la vejiga. —le explico. No sé
si eso es cierto, pero Dios sabe que tengo que orinar todo el
tiempo. No puedo llamar a mi madre y preguntarle, así que me
limito a recopilar información sobre el embarazo que encuentro
en Internet.
Se ríe. —Mi madre tuvo seis hijos y te juraría que así lo supo cada
vez.
Sonrío. Es la primera información personal que comparte
conmigo. Sé que Luke y sus cinco hermanos son dueños del
rancho Taylor, en las afueras de la ciudad. Los chismes locales
dicen que los seis son los vaqueros más ricos de Carolina del
Norte. Tal vez incluso todo el sureste, dependiendo de qué rumor
se cree. —¿Está tu madre orgullosa de que seas el sheriff?
—Ella está en el cielo con papá. Creo que los dos me miran desde
arriba contentos de que no haya resultado ser tan infernal como
temían.
—Siento que se hayan ido. —digo, y por un momento quiero
estirar la mano y tocar a Luke. No sé por qué me cuesta mantener
las manos quietas cuando estoy cerca de él. Pero es como si
quisiera conocer cada parte de él.

—Todavía los extraño todos los días. Solían llamarnos a mí y a
mi hermano gemelo Wild y Wicked1 porque siempre estábamos
juntos en problemas.
Me río. —¿ Wild, por salvaje? ¿Cuál era?
—Yo, por supuesto. —Me sonríe antes de señalar el reloj—. Es la
hora de cerrar.
—Sí, supongo que sí. —No quiero estar sola en este momento y
pedirle que suba a mi apartamento probablemente sería raro.
Pero Luke debe estar leyendo mi mente. —¿Quieres ir a algún
sitio conmigo?
***
LUKE
Todo este tiempo vigilando a Austin y no tenía ni idea de cómo
era realmente Frank. Claro, sabía que él y la madre de Austin
eran fiesteros que se bebían su dinero y ocasionalmente se
metían en drogas recreativas. Pero no sabía que su padrastro le
daba problemas. O que la había violado.
Sólo pensarlo me hace apretar más el volante mientras conduzco
a Austin hacia la residencia de ancianos en las afueras del
Condado de Courage.
Un millón de maneras de deshacerme de Frank pasan por mi
mente. Sí, soy un oficial de la ley. Pero eso no significa que sea
ciego. Sé que a veces hay que sacar la basura cuando la ley no
encuentra la forma de hacerlo.
1 Wild y Wicked: Salvaje y Malvado.(Los dejo en inglés por ser apodos)

—¿A dónde nos dirigimos? —pregunta Austin interrumpiendo
una fantasía particularmente horripilante que tendría a Frank
aullando de dolor durante horas. El bastardo no se merece una
muerte rápida.
Fuera empieza a llover ligeramente y mi camión se llena del olor
de Austin. Es un olor a cítricos picantes que me hace
preguntarme si el aroma proviene de su pelo o de su piel.
Dudo que tenga la oportunidad de averiguarlo. No puedo
imaginar que quiera un hombre después de lo que ha pasado.
Pero si lo único que quiere es el consuelo y la protección de un
amigo, entonces yo seré eso para ella.
—Voy a presentarte a la mujer a la que le sigo comprando
flores. —respondo.
Una sonrisa melancólica cruza sus rasgos. —Seguro que es
preciosa. ¿Cómo se conocieron?
—Nos presentó una amiga. —digo mientras meto la camioneta en
el aparcamiento. Pensaba que era yo quien le hacía un favor a
Pearl al participar en el programa de “adopción de abuelos”. Pero
cuando paso tiempo con ella, las horas pasan volando.
Me inscribo en la recepción y le hago un gesto a Austin para que
me acompañe. Quiero coger su mano o deslizar un brazo
alrededor de su cintura. Pero no la alcanzo. A menos que ella
haga el primer movimiento, no la tocaré. Quiero que sepa que soy
confiable. Que seré el único hombre con el que siempre podrá
contar para protegerla.
Presento a las dos mujeres que poseen cada una un trozo de mi
corazón de diferentes maneras. —Esta es la belleza que hace
todos esos ramos que tanto te gustan.

Un ligero rubor se extiende por las mejillas de Austin. Incluso con
los moratones y la hinchazón, sigue siendo lo más bonito que he
visto nunca.
La cara de Pearl se ilumina. —Te perdono por llegar tarde esta
noche, Luke. Aquí, cariño. —le da una palmadita al asiento de al
lado—. Puedes quedarte con sus cartones de bingo.
Tomo asiento al otro lado de Pearl, resistiendo el impulso de
sentarme con Austin. Sé que le vendría bien una dosis de la
alegría de Pearl esta noche.
A pesar de sus ochenta años, no lo sabrías por la forma de actuar
de Pearl. Siempre tiene una sonrisa rápida y una ocurrencia
divertida. Su capacidad para hacer que cualquiera se sienta a
gusto es un superpoder en mi libro.
Cuando Austin se excusa para ir al baño, Pearl me da una
palmada en el hombro. —¿Esta es la mujer de la que estás
enamorado?
—No tengo B14 en ninguna de mis tarjetas. —digo, manteniendo
la mirada fija en la mesa. Estoy seguro de que se me nota en la
cara. Después de lo que Austin me ha dicho esta noche, lo único
que quiero es envolverla en mis brazos y ser su refugio para el
resto del tiempo.
—Díselo. —insiste—. Necesito unos grandiosos nietos a los que
mimar con amor y mimos. Me siento sola, sabes.
Sólo está tratando de hacerme sentir culpable. Pearl es una
especie de celebridad en la residencia. Todos los demás pacientes
la adoran y el personal la trata como si fuera de la familia.
—Es complicado.
Ella resopla. —El amor no es complicado. Lo complicamos
nosotros.

Antes de que pueda decir nada más, Austin se une a nosotros en
la mesa de nuevo. Se ríe y bromea con Pearl durante el resto de
la velada y, para cuando nos vamos, tiene la mayor sonrisa en la
cara. Es una sonrisa genuina que me llena de calidez.
Nos quedamos en silencio en el camino de vuelta a su floristería,
donde tiene un pequeño apartamento encima del local.
—Pearl es muy dulce. —me dice cuando he aparcado fuera de su
edificio.
Mi mente sigue pensando en Frank. Observo la calle mientras
conduzco por ella. La ventaja de vivir en una ciudad pequeña es
que reconozco todos los vehículos. Nada de lo que está aparcado
cerca parece inusual o sospechoso. Aun así, no descansaré esta
noche si no sé que ella está completamente a salvo. Ella es mía
para defenderla ahora. Ella y el bebé.
—¿Puedo subir a tomar un café? —Pregunto. El plan que se ha
ido formando en mi mente durante el trayecto hasta su casa por
fin se está concretando.
Creo que he encontrado la manera de protegerla. Puede que mi
padre muriera cuando yo era joven, pero me inculcó que mi deber
es proteger a los indefensos. Si alguien necesita protección,
definitivamente es mi dulce Austin.
—Todo lo que tengo ahora es descafeinado, pero eres bienvenido
a una taza. —ofrece.
Subo los escalones hasta su casa primero, cogiendo las llaves de
sus dedos. Nada parece perturbado aquí, pero mi trabajo me ha
enseñado que las primeras impresiones pueden ser engañosas.
Dentro del apartamento, me muevo de habitación en habitación.
Enciendo las luces y reviso los armarios.

—¿Qué estás haciendo? —Me pregunta mientras me sigue al
baño.
Compruebo detrás de la cortina de la ducha. La bañera está
vacía, pero hay frascos rosas de champús y lociones de olor dulce.
Una imagen de Austin en la ducha, con el agua goteando por su
cuerpo, llena mi mente.
—Comprobando que estás a salvo. —gruño. Mi voz es demasiado
grave y baja.
Ella pone sus bonitos ojos verdes en blanco. —Estoy bien. Hace
tiempo que se ha ido. Esperará un par de semanas hasta que
estén realmente desesperados antes de volver a aparecer.
Sólo la idea de que haya estado soportando este acoso por parte
de un hombre que ya la ha agredido me cabrea muchísimo. Ella
no lo sabe, pero eso terminó esta noche. Mi mujer nunca más
tendrá que tener miedo. Porque está bajo mi protección.
—Voy a preparar el café. —su tono aún lleva una nota de
diversión. Como si no pudiera creer que estoy haciendo esto.
Le juré el día que nos conocimos en aquella sucia gasolinera que
la sacaría con vida. De pie aquí, hago una nueva promesa. Que a
partir de este momento, su felicidad será el propósito de mi vida.

AUSTIN
Veo a Luke ir de habitación en habitación en mi casa,
comprobando que estoy a salvo. Sé que sólo está haciendo lo
suyo: ser un policía alfa sobreprotector. Pero hay una pequeña
parte de mí que desea que él sea mi policía alfa sobreprotector.
¿Cómo sería tener a Luke de mi lado? ¿Estar con alguien que
siempre me cubriera las espaldas, pasara lo que pasara?
Le preparo una taza de café descafeinado, intentando no dejarme
llevar por las imágenes que me vienen a la cabeza. Imágenes que
implican formar una familia con Luke. Sé que es una tontería. Él
nunca me querría, y mucho menos tendría el deseo de criar a un
hijo que no fuera suyo. Pero díselo a mis hormonas del embarazo.
—¿Has mirado debajo de la cama? —Me burlo cuando Luke
finalmente entra en la habitación.
Ni siquiera esboza una sonrisa y algo en la mirada severa de su
rostro lo hace aún más sexy para mí. —Todo despejado.
Le paso una taza de café. Es de las bonitas pintadas a mano con
rosas que dicen: “Jodidamente Elegante”. La mía tiene
margaritas y dice: “Namaste, perras”. Así que me gustan las tazas
con palabrotas. No es que nunca tenga compañía aquí arriba.
Tomo un sorbo de mi té descafeinado mientras me apoyo en la
encimera de mi pequeña cocina. El líquido caliente no me relaja
como lo hace normalmente.
Luke deja su taza en la encimera a su lado. Nos separan unos
diez centímetros de espacio, y juro que puedo sentir la corriente

eléctrica en el aire como si fuera algo real y vivo. Las hormonas
del embarazo, me recuerdo.
—Quiero que te cases conmigo.
Me atraganto con mi sorbo de té y lo escupo en el fregadero.
Cuando me giro hacia Luke, lo miro boquiabierta. —No has dicho
eso.
—Mira. —se pasa una mano por el pelo—. Tienes razón sobre
Frank. Podría volver y reclamar ser el padre. Pero si te casaras,
bueno, dudo que sea lo suficientemente inteligente como para
darse cuenta.
—Estás hablando de matrimonio, Luke. —digo. ¿Cómo puede
estar hablando de esto tan a la ligera?—. No es como probarse
un par de zapatos donde si no me gustan, puedo devolverlos.
—¿Quién lo dice? —Luke argumenta—. Una vez que llegue el
bebé y te hayas curado, podemos divorciarnos. Mientras tanto,
mi nombre habrá aparecido en el certificado de nacimiento y
nunca tendrás que preocuparte de que Junior descubra la verdad
sobre su verdadero padre.
Me gusta la idea de poner el nombre de Luke en el certificado de
nacimiento. Es respetado en la ciudad y eso significa que es
menos probable que la gente juzgue a mi inocente bebé por cómo
llegó a este mundo.
—Sé lo que estás pensando. —continúa—. Pero no tienes que
preocuparte por eso. Sería una unión sin sexo. Seríamos más
bien amigos íntimos que viven juntos durante unos meses que
una pareja casada.
—¿Harías esto por mí? —Tengo que parpadear para contener las
lágrimas— ¿Por qué?

—Porque la alternativa es que yo mate a Frank. Muy lentamente.
Espero que esboce una sonrisa, que me diga que está
bromeando. Pero no hay ningún indicio de diversión en su
rostro y me doy cuenta de que habla en serio. Le pongo una mano
en el brazo. —No tires tu vida por la borda por él.
Me coge la cara y me pasa el pulgar por la mejilla. —No se trata
de él. Haría cualquier cosa para mantenerte a salvo.
Me inclino hacia su contacto. —Probablemente no lo recuerdes,
pero ya me salvaste una vez.
—El asalto a la gasolinera. —responde—. Creía que no te
acordabas.
—Sigues protegiéndome. —susurro. No estoy segura de lo que he
hecho para ganarme la protección de Luke, pero estoy agradecida
a este hombre que está dispuesto a ser mi armadura y mi escudo.
—Déjame hacer esto por ti y por tu bebé. —dice—. Toma el
apellido Taylor y siempre podrás llevar la cabeza bien alta en esta
ciudad. Nadie se atreverá a cruzarse contigo o con tu hijo si creen
que son míos.
Me gusta la idea de pertenecer a Luke. Me gusta la idea de que
mi hijo también. Aunque sea temporalmente. Dejo escapar una
lenta respiración. —No quiero una gran boda de lujo. Tampoco
tengo amigos cercanos ni familia.
—Podemos hacerlo en el juzgado si quieres. —ofrece Luke—. Yo
me encargaré de los detalles.
***

LUKE
Jake deja de trabajar con su sierra eléctrica el tiempo suficiente
para mirarme. Estamos en la parte trasera de su tienda, Taylor
Furnishings. Mi hermano gemelo crea muebles a medida y lleva
un mes de retraso en los pedidos. Me he quedado aquí hasta
tarde todas las noches para ayudarle a ponerse al día.
—¿Estás haciendo qué? —Lo pregunta por señas. No ha podido
hablar desde aquel día en que éramos niños. Yo causé el
accidente que le quitó la voz, pero de alguna manera, nunca me
lo ha echado en cara.
—Me voy a casar con Austin. —digo por señas. Todos mis
hermanos dominan el lenguaje de señas y con frecuencia
cambiamos entre las señas y la conversación.
Él frunce el ceño. —¿Hablas con ella quizá dos minutos cada
semana y has decidido casarte con ella?
—Es difícil de explicar, pero sí. Ahí es donde necesito tu ayuda.
Si alguien pregunta, estaba pasando las noches con Austin y tú
me has estado cubriendo. —Odio pedirle a mi hermano que
mienta. En cualquier otra situación, no lo haría. Pero haré lo que
sea necesario para proteger a Austin de su padrastro.
Se quita las gafas de seguridad y los guantes de cuero. —Sé que
era tu chica de la gasolinera hace tantos años y que quizá tengan
una conexión. Pero no puedes simplemente casarte con ella.
—Está embarazada. —digo. Jake es del tipo que puede llevarse
un secreto a la tumba, así que sé que es seguro decírselo—. No
será un matrimonio real. Sólo de nombre.
Me envía una mirada llena de lástima. —¿Sabes cómo mira Cash
a Summer? —Se refiere a nuestro hermano mayor, que es el
médico del pueblo. Se casó con el amor de su vida hace poco.

Asiento con la cabeza, sin saber a dónde quiere llegar.
—Puedes pensar que estás bien con un matrimonio sólo de
nombre. Pero si te casas con Austin, te va a joder la cabeza.
Porque la miras igual que Cash mira a Summer. —advierte.
Trago saliva. Ya sé lo que siento. Lo importante es que Austin
nunca lo haga. La asustaría y me conformaré con trozos de ella
si no puedo tenerla toda.
—Una vez que sea tu esposa, la vas a necesitar de esa manera.
No es algo contra lo que puedas luchar. Es primitivo.
—Así que me masturbaré algunas noches. —me paso los dedos
por el pelo— ¿Qué te importa?
Jake se encoge de hombros: —Creo que te mereces algo más que
un falso matrimonio.
Aprieto los dientes. Sé que le importa. Pero Austin-ella lo es todo
para mí. No puedo dejar que recorra este camino sola. Incluso si
eso significa que mi propio corazón estará destrozado, caminaré
a su lado. La protegeré, sin importar el precio que tenga que
pagar.

AUSTIN
Tres días después, un viernes por la tarde, cierro la floristería
temprano y voy al juzgado. Me meto en el baño de señoras y me
pongo un vestido vintage verde pálido con cuello en V y un
pequeño lazo en el lateral. Me resulta extraña la idea de vestir de
blanco, ya que pienso divorciarme de Luke cuando todo esto
termine.
Tardo unos minutos en volver a maquillarme, pero consigo
ocultar los moratones y el labio partido de Frank.
Cuando salgo del baño, Luke ya me está esperando. Lleva sus
habituales vaqueros azules y botas vaqueras. Pero su camisa es
una camisa blanca abotonada en lugar de su uniforme de policía.
Me sonríe con una sonrisa que hace que sus ojos azules se
arruguen en las esquinas. —Hoy estás muy guapa.
Le devuelvo la sonrisa. Hay algo en la forma en que me dice cosas
bonitas que me llena el corazón.
A su lado hay un hombre que podría ser su réplica. —Este es mi
hermano gemelo, Jake. —dice—. Está aquí como uno de nuestros
testigos.
—¿Uno? —Pregunto.
Señala con la cabeza las puertas por las que Pearl se apresura a
pasar. No sé cómo alguien que usa un bastón puede seguir
pareciendo regia, pero lo consigue con su vestido morado y sus
tacones blancos.
Sonríe en cuanto me ve y me envuelve en un abrazo que huele a
perfume caro. —Me alegro mucho por ti, cariño.

Miro por encima de su cabeza a Luke, sintiendo una punzada de
culpa por todas las personas de su vida a las que estamos
mintiendo. No hay nadie de mi lado a quien se le rompa el corazón
si descubre que todo esto era una mentira.
Pero apuesto a que hay mucha gente que quiere a Luke y se
sentirá decepcionada con él. Ese pensamiento me hace decidir
que haré todo lo posible para que esto parezca un matrimonio de
verdad mientras estemos juntos.
Ella sonríe cuando ve mi vestido. —Aww, hermosa elección. Es
tan elegante y deslumbrante.
Sus palabras me hacen sonreír y siento que mi cara se calienta.
Todo el tiempo que estuve en la tienda de segunda mano, deseé
tener una madre que me ayudara.
Abre su gran bolso y saca una caja de collares. —Estas son las
perlas que mi madre llevó en su boda y yo en la mía. Como no
tengo una hija a la que pasárselas, he pensado que podrían
gustarte.
Trago saliva para evitar un nudo en la garganta y me siento en
un banco cercano para que Pearl me las ponga en el cuello.
Cuando termina, la empleada dice el nombre de Luke y él me
dedica una sonrisa completamente relajada. —Vamos a
casarnos.
La ceremonia es sencilla. El juez dice unas palabras sobre la
belleza del matrimonio y cómo es una unión preciosa. Luego Luke
toma mi mano y desliza un anillo de oro en mi dedo.
—Ahora eres mía, Austin. Te protegeré y te amaré para siempre—
dice en tono solemne.
Estoy segura de que es por el bien de nuestros dos testigos. Pero
las palabras siguen creando un dolor en lo más profundo de mi

pecho. Hay una pequeña parte de mí que desea que este día sea
real. No necesito una boda elegante ni un vestido blanco. Sólo mi
brillante caballero en vaqueros.
—Yo también te amo. —consigo sacar las palabras. Me digo a mí
misma que sólo las he dicho por el bien de nuestro público. Pero
en algún lugar de mi corazón, sé que no es cierto. Estoy
enamorada de mi falso marido.
***
Después de nuestra ceremonia de boda, Luke y yo firmamos

algunos documentos y se acabó. Soy oficialmente su esposa.
—Eso fue más fácil de lo que esperaba. —digo cuando estoy en
su camioneta.
Vamos a su cabaña en el Rancho Taylor. Aunque está más lejos
de la ciudad y tendré que desplazarme a mi floristería, ambos
hemos acordado que, por el bien de las apariencias, tenemos que
vivir juntos durante nuestro matrimonio.
Trasladaré la mayoría de mis cosas a su casa este fin de semana.
Pero al menos, la parte difícil ya ha pasado.
—Te dije que me encargaría de todo. —me recuerda mientras se
detiene frente a una gran casa de ladrillo—. Sólo hubo una cosa
que no pude dejar de hacer.
—¿Qué es eso? —le pregunto.
—Conseguí mantener a mi familia alejada de la boda. Pero no
pude evitar que planearan la recepción. Tienes que entenderlo.
Ahora eres una mujer Taylor, así que te van a mimar. Así es mi
familia. —Suena como si se disculpara mientras dice esto—. Me

imagino que haremos una aparición en la casa principal antes de
ir a mi cabaña.
No puedo imaginar lo que debe haber sido crecer con un montón
de gente que te quiera tanto como para querer mimarme a mí y a
la persona que amo. —Tenemos que decírselo. No podemos
mentirles. Luke, vas a herir a mucha gente si se enteran de que
esto no es real y...
—Oye. —Luke me coge la cara—. Todo va a estar bien. Puedes
confiar en mí.
Le miro fijamente a los ojos. La confianza no es mi fuerte. Me han
abandonado en la lluvia para que me valga por mí misma
demasiadas veces.
—Sigue mi ejemplo hoy. —dice—. Voy a actuar como lo haría un
marido recién casado. Sígueme la corriente y nadie sospechará
nada.
Respiro profundamente. —De acuerdo.
***
Cuando Luke dijo que actuaría como un marido recién casado,

no bromeaba. Me toca constantemente en la recepción de un
millón de maneras diferentes.
Por alguna razón, siento cada toque entre mis muslos. Me hace
apretar las piernas más de una vez, deseando que me lleve a un
lugar privado para curar ese dolor. Sé que no quiere hacerlo. Ya
ha dejado claro que no está interesado en mí de esa manera. Una
unión sin sexo. Más bien como amigos.

Así que sonrío y le sigo el juego, dejando que me toque y tocándolo
a él también.
Mientras tanto, me presenta a sus hermanos y a sus esposas.
Además, la bebé. Annie, la hija de Riley, es monísima y ver cómo
su papá la abraza con tanta ternura me hace sentir triste por mi
bebé. No tendrá un papá que lo consienta.
—¿Están todas las mujeres Taylor aquí embarazadas?—
Finalmente susurro al oído de mi marido.
—O lo están o están a punto de estarlo. —me guiña Luke. Hace
un gesto hacia la multitud de su familia—. Estos son los tíos y
tías del bebé y los que pronto serán sus primos. Mucha gente que
quiere a nuestro hijo.
Nuestro hijo.
Las dos palabras hacen que algo se me atasque en la garganta.
Desearía que realmente fuera el bebé de Luke. Que pudiéramos
ser una familia de verdad. Del tipo para siempre.
Luke no mentía sobre la forma en que su familia quería mimarlo.
La recepción tiene una mesa llena de regalos para los dos y un
delicioso pastel de bodas.
Hay tanto amor en este espacio que hace que me duela el corazón.
Finalmente, me disculpo durante unos minutos y salgo a la
terraza trasera.
Respiro profundamente el aire del atardecer y miro el cielo,
sintiéndome pequeña bajo las estrellas. No puedo creer que
estuviera soltera y sola cuando me levanté el lunes por la
mañana. Ahora soy una esposa. Una esposa con una gran
familia.
—A veces es mucho para procesar. —dice suavemente una voz
detrás de mí.

Me giro y veo que no he visto a alguien de pie en las sombras.
Uno de los hermanos Taylor está aquí, pero no recuerdo su
nombre. Son muchos.
Parece percibir mi malestar porque dice: —Soy Cash, el médico.
—Lo siento mucho. —Me muerdo el labio. Ya estoy fallando en
ser la esposa de Luke. Una buena sería capaz de distinguir a los
hermanos.
Él hace un gesto de rechazo. —Como dije, es mucho para
asimilar. Diablos, he sido un Taylor toda mi vida y todavía
encuentro nuestras reuniones abrumadoras. No me imagino que
sea fácil para un recién llegado.
—¿Siempre será tan ruidoso? —pregunto, dando un respingo
cuando alguien de la casa suelta una estruendosa carcajada.
Cash me da un golpecito en el hombro. —Te acostumbrarás. Pero
hay un periodo de adaptación al principio. No te precipites.
Luke se sube a las desgastadas tablas y se une a nosotros en la
cubierta. Me rodea con los brazos por la cintura y me aprieta
contra su cuerpo.
—Te he echado de menos. —murmura. Su voz es suave pero lo
suficientemente fuerte como para llegar a su hermano— ¿Estás
lista para ir a casa con tu nuevo marido?
Asiento con la cabeza en lugar de responder. Porque me gusta la
idea de esas dos cosas más de lo que debería: un hogar con un
marido.

LUKE
Todos quieren despedirse con un abrazo. El único que no puedo
encontrar es a Jake. Supongo que se ha ido antes para seguir
trabajando en su taller.
Después de casi una hora de despedirnos, finalmente saco a mi
nueva novia de la recepción y la subo a mi camioneta.
Me pongo tenso cuando detengo mi vehículo frente al lugar
rústico. Siempre me ha gustado vivir aquí, estar rodeado de tanta
naturaleza. Las montañas y el río. Pero ahora me pregunto qué
pensará ella. Por alguna razón, quiero que mi nueva esposa ame
este pequeño lugar tanto como yo. Es el deber de un hombre
hacer feliz a su esposa. Eso es lo que siempre decía mi padre.
—Vaya. —murmura cuando la ve—. Tienes una casa preciosa.
—Ahora es nuestra casa. —le digo mientras me inclino para coger
su bolsa de la parte de atrás. Quería trasladar todas sus cosas
antes de la boda, pero no quería asustarla. Austin me parece del
tipo asustadizo y lo último que quiero es asustarla.
—¿Vas a darme el gran tour? —Pregunta por fin y me doy cuenta
de que llevamos un rato sentados en silencio.
—No es el lugar más elegante. —le advierto mientras salimos del
camión. He pasado las últimas noches fuera de su apartamento
en mi coche de policía. No me gustaba la idea de que Frank
pudiera volver por ella. Pero pasé por mi casa esta mañana y
limpié todo. Este es su nuevo hogar y quiero que se sienta
bienvenida.

En el porche, abro la puerta, me giro y la cojo en brazos. La
sensación de calma que me invade no se parece a nada que haya
sentido antes. Es como si algo en mi corazón se pusiera en su
sitio. Lo curioso es que ni siquiera sabía que faltaba algo.
—¿Qué estás haciendo? —Ella suelta una risita avergonzada
cuando no la bajo.
—Estoy llevando a mi nueva esposa por la casa. —digo—. La
tradición dicta que eso aleja los malos espíritus y mantiene a la
novia a salvo.
Me detengo en la cocina, el comedor y el salón para mostrarle
esos espacios antes de llevarla al dormitorio principal. Con la
gran cama que no compartiremos. La idea hace que se me apriete
el pecho.
La pongo de pie, dejando que se deslice por mi cuerpo. Tal vez no
debería hacerlo, pero pasar horas fingiendo delante de mi familia
sólo ha hecho que mi deseo por Austin sea más fuerte. —Esta es
tu habitación ahora. Yo estaré dos puertas más abajo.
Mira la cama hecha a medida con espacio más que suficiente
para hacerle todas las guarrerías que yo quiera. —Estaré aquí...
¿Sola?
Asiento con la cabeza, queriendo asegurarle que está a salvo.
—Nunca tendrás que preocuparte de que entre aquí sin llamar.
—No es eso. —Aprieta el material de su bonito vestido verde—
¿Tú has... Tú …?
Espero a que continúe.
Ella deja caer su mirada hacia el suelo de madera. —¿Has tenido
muchas mujeres en esta cama contigo?
Alargo la mano y pongo un dedo bajo la barbilla, inclinando su
cara hacia arriba. —Tú eres la única mujer que ha estado en esta

cama. No he estado con una mujer en años. —Cuatro años para
ser exactos. Pero ella no necesita saberlo.
El alivio aparece en su rostro. No entiendo del todo la reacción.
Se supone que esto es un matrimonio sólo de nombre. Nada de
lo que ha dicho o hecho me ha hecho pensar que me quiere como
yo la quiero a ella. —Parece que es mucha cama para una sola
persona.
—¿Quieres compañía en ella? —Mi voz se vuelve profunda. No
puedo evitarlo. La sola idea de estar en la cama junto a ella me
excita.
Me mira desde la cama y asiente con la cabeza. Coge su bolso.
—Estaré un segundo en el baño.
Soy un hombre que duerme desnudo, pero creo que eso tiene que
cambiar. No hay forma de que necesite estar desnudo cerca de
mi nueva esposa. Me gusta demasiado para eso y, además, le hice
una promesa. Así que me pongo unos pantalones de chándal y
una vieja camiseta con el logotipo de la granja Taylor.
Estoy sentado contra el cabecero de la cama cuando ella vuelve
y jódeme. Lleva un pequeño camisón blanco con copas de encaje
y pequeños tirantes. Quiero arrastrar hacia abajo cada tirante
con mis dientes, plantar besos en el valle de su pecho antes de
deleitarme con sus pezones perversos. Tiene el mismo aspecto
que una nueva novia y quiero devorarla.
Me muevo en la cama, intentando ajustarme sutilmente para no
asustarla. De repente, me doy cuenta de lo duro que va a ser
nuestro matrimonio. Una vez que sea tu esposa, la vas a necesitar
de esa manera. Es primitivo.
Duda al acercarse a la cama, mordiéndose el labio. Cómo alguien
que ha vivido el infierno que ella ha vivido sigue manteniendo su

inocencia y su calidez es un misterio para mí. Pero es un misterio
que me encantaría pasarme la vida averiguando.
Le doy una palmadita a la cama, y ella me dedica una pequeña
sonrisa antes de unirse a mí. Espero a que se ponga cómoda
antes de tumbarme. Luego, como no puedo evitarlo, la estrecho
entre mis brazos.
Se pone rígida por un momento antes de que su cuerpo se relaje
y apoye su cabeza en mi hombro. Levanta la mano y estudia el
anillo de oro que lleva en el dedo. —Gracias por hacer esto por
mí y por mi bebé. Nos has dado un futuro.
Le doy un beso en la frente. —Y te prometo que va a ser uno muy
bueno.
***
AUSTIN
Cuando me despierto a la mañana siguiente, mi mejilla está
presionada contra algo cálido y tardo un momento en darme
cuenta de que estoy tumbada sobre el pecho de Luke.
Su fina camiseta es la única barrera que nos separa, y quiero
meter la mano debajo de ella. Quiero recorrer las crestas de los
abdominales que se perfilan, pasar los dedos por su estómago
tenso y seguir bajando hasta acariciar su virilidad.
La idea de tocarle ahí, de hacerle suspirar de felicidad, es tan
tentadora que me obligo a apartarme de él. Porque si sigo
tumbada aquí, intentaré tocarlo. Entonces Luke sabrá que no
sólo quiero una profunda amistad. Quiero ser su mujer.

Muevo las piernas, mi muslo roza accidentalmente su dureza
matutina y tengo que morderme el labio para reprimir un gemido.
No sabía que podía desear a un hombre así.
Salgo de la cama y me deslizo hasta el cuarto de baño, donde me
lavo los dientes y me echo agua fría en la cara. No enfría el fuego
que me arde, la parte de mí que aún está electrizada por haber
pasado la noche en los brazos de mi marido.
Cuando salgo del baño, Luke está sentado contra el cabecero de
la cama. Lleva puestas unas gafas de lectura que llaman mi
atención por las canas que tiene justo encima de las orejas. Me
pregunto qué aspecto tendrá dentro de unos años. Sin duda será
uno de esos hombres que se convierten en un zorro plateado.
Como un imán, me siento atraída por él, así que me uno a él en
la cama. —¿Qué estás haciendo? —Hay una taza de té en la
mesilla de noche. Tomo un sorbo y me doy cuenta de que es
exactamente el que yo bebo— ¿Cómo lo has sabido?
—Crucigrama. —Golpea el lápiz contra el papel, con el ceño
fruncido por la concentración—. Estuve en tu apartamento.
Bebiste Earl Grey esa noche.
—¿Crees que podríamos ir a buscar mis cosas a mi casa?—
Pregunto, sabiendo que necesito mantenerme ocupada este fin
de semana. No necesito pasar mañanas acogedoras como esta,
viendo a mi sexy marido hacer crucigramas.
—Hagamos eso el lunes por la tarde. —responde mientras escribe
la palabra Rivendell.
—¿Hay alguna razón por la que no podamos ir ahora? —Hay una
nota de fastidio en mi voz. Pero permanecer en movimiento es mi
forma de afrontarlo y querer a mi marido como lo hago
definitivamente me pone nerviosa.

Por fin levanta la vista de su papel y me mira divertido. —Nos
acabamos de casar.
—¿Y?
—Después de que mis hermanos se casaran, no pusieron un pie
fuera de sus cabañas durante al menos cuarenta y ocho horas.
Dejo escapar una lenta respiración al darme cuenta de lo
que está diciendo. Ojalá tuviéramos esa clase de luna de miel.
—Supongo que se verá raro si no estamos encima del otro
durante un tiempo.
Vuelve a centrar su atención en su crucigrama. —Nueve letras.
Contratiempo inesperado.
—Decepción. —respondo.
Empieza a escribir las letras y luego hace una pausa. Deja el
crucigrama y se gira para mirarme. —Sé que probablemente esta
no es la luna de miel que imaginabas. ¿Hay algo que quieras
hacer?
Me viene a la cabeza una idea de nosotros dos enredados en esta
cama. Sacudo la cabeza, tratando de despejar la imagen.
Me acomoda un mechón de mi cabello rebelde detrás de la oreja.
—Puedes decírmelo.
Me lamo los labios secos y cierro los ojos. No quiero ver venir el
rechazo. —Tócame.

LUKE
Decepción. La palabra se registra y se siente como una patada en
las tripas. Finalmente me doy cuenta de que esto no es divertido
para ella. Tenía ganas de pasar el fin de semana juntos los dos
solos. Pero obviamente, ella no se siente así.
El jueves, localicé a Frank y a la madre de Austin. Los tres
tuvimos una larga y agradable charla sobre cómo no se acercarán
a mi futura esposa ni la llamarán ni le enviarán mensajes de
texto.
Les expliqué que si lo hacían se ganarían toda la ira del Rancho
Taylor. Una mirada a sus expresiones y supe que reconocían lo
que eso podía significar. Incluso la gente de las grandes ciudades
de Carolina del Norte conoce nuestros nombres.
No somos la mafia. No somos matones. Pero no tenemos miedo
de proteger a nuestra familia. Y Austin es mi familia ahora.
Después de eso, fui a una librería en Asheville y compré todos
estos libros sobre cómo tener un matrimonio feliz y saludable.
Además, unos cuantos sobre cómo ser padre e incluso uno sobre
cómo cambiará su cuerpo durante el embarazo.
No quiero que este matrimonio sea algo que ella sólo soporte.
Quiero que la haga feliz. Quiero que un día levante la vista y se
dé cuenta de que quiere quedarse a mi lado el resto de su vida.
Dejo mi crucigrama y me dirijo a ella. Huele tan bien que lo único
que quiero hacer es lamer su cuerpo. Demonios, hay una razón
para que las mantas estén sobre mi regazo. —Sé que
probablemente esta no sea la luna de miel que imaginabas. ¿Hay
algo que quieras hacer?

Algo parpadea en su rostro, un anhelo que no puedo definir. Pero
sé que quiero cumplirlo. Quiero hacer realidad todos sus sueños.
—Puedes decírmelo.
Cierra los ojos y se inclina hacia mis caricias cuando le acomodo
el pelo detrás de la oreja. —Tócame. —Las palabras son
susurradas tan suavemente que parecen una caricia.
Pero tengo que ir con cuidado. Tengo que asegurarme de que no
estoy interpretando esto, viendo las cosas que quiero. —¿Cómo?
Por fin abre los ojos, esa hermosa mirada me roba el corazón
como lo ha hecho desde aquel día en la gasolinera. —Tócame
como un hombre toca a su mujer.
Sus palabras me llenan de esperanza. La esperanza de que tal
vez, si juego bien mis cartas, esto se convierta en el verdadero
matrimonio por el que estoy rezando. Lentamente, bajo la cabeza
y rozo mi boca con la suya. Sus labios están calientes bajo los
míos, con el sabor de las notas florales de su té.
Se abre a mí con un gemido y es toda la invitación que necesito.
Mi lengua está contra la suya, acariciándola del mismo modo que
mis dedos.
Mi polla se pone aún más dura en mis pantalones. Necesito su
dulce calor contra mí. Interrumpo el beso lo suficiente como para
tirar de las mantas y la meto en mi regazo.
En su cara se reflejan la sorpresa y el placer. Me encanta su
aspecto en este momento. Sus labios hinchados por mis besos,
sus ojos dilatados.
—¿Estamos bien? —Le pregunto mientras le beso la mandíbula.
Ese dulce olor a cítricos también está aquí, me recuerda a la tarta
de limón.

Fusiona sus labios con los míos y sus brazos se enroscan en mi
cuello. Se relaja y gime cuando su suavidad se conecta con mi
dureza. Se balancea una vez y luego otra.
Comienza un lento ritmo de retorcimiento contra mí, alternado
con largas chupadas de mi lengua.
Tirando de la parte inferior de su camisón, consigo subirlo hasta
sus caderas. Esto le da aún más libertad de movimiento y
rápidamente empieza a utilizarla apretándose contra mí. Se
abalanza sobre mi regazo, con una expresión de felicidad.
Decido que será un maldito milagro si no me corro en mis
pantalones. El mero hecho de saber que mi cuerpo le está
proporcionando este placer, que la estoy empujando hacia arriba,
me da un subidón como ningún otro. Le toco el trasero a través
de las bragas, deseando sentir su suave y sedosa piel.
Ella gime antes de agarrarme la muñeca para sostenerme justo
donde quiere.
—Justo ahí. —murmura mientras cierra los ojos y echa la cabeza
hacia atrás. Observar la euforia en su rostro es lo más erótico que
he visto en mi vida.
Cuando termina de liberarse, abre los ojos y entierra su cabeza
en mi camiseta.
Por alguna razón, encuentro su vergüenza casi tan excitante
como lo que acaba de hacer. Le froto la espalda y le paso los dedos
por el pelo mientras ella se estremece contra mí, con su cuerpo
aun bajando del subidón que acaba de experimentar.
—Cada vez que sientas ese dolor entre los muslos, arrástrate a
mi regazo, cariño. —Anhelo ser el hombre que cure todos sus
dolores, los carnales y los que le quedaron en el corazón por una
infancia problemática.

Desliza su mano por debajo de mi camiseta, trazando un dibujo
en la franja de piel justo encima de la cintura de mis pantalones.
—¿Y cuando te duela? ¿Quién se ocupa de eso?
Se me corta la respiración. Maldita sea, esta mujer va a matarme.
***
AUSTIN
Me arriesgo a echar un vistazo a la cara de Luke y veo el deseo
escrito allí. Tal vez sea que han pasado cuatro años y se siente
solo. Pero el anhelo en su rostro me envalentona, me ayuda a
sentirme más segura. —Soy tu esposa. Parece que debería ser
yo. —Me acerco a la cintura de su pantalón de deporte.
Me agarra de la muñeca y tira de mi mano hacia arriba.
La decepción me atraviesa al darme cuenta de que no me va a
dejar hacerlo. Quizá le parezca bien que él me toque, pero no
quiere que lo toque. No sé por qué esa idea me produce tanto
dolor.
Me da suaves besos en las yemas de los dedos que me hacen
sentir un cosquilleo en todo el cuerpo, a pesar del orgasmo que
acaba de provocarme. —Te quiero exactamente como un marido
quiere a su mujer. ¿Pero estás segura de esto? Dije que podíamos
ser sólo amigos y lo dije en serio.
Tiene la frente arrugada por el ceño fruncido. De repente, me doy
cuenta de que sus dudas no tienen que ver con que no me quiera.
Está preocupado por mí. Tal vez por hacerme daño o por
asustarme.

Me inclino hacia delante y le rozo la frente con la otra mano,
suavizando esas líneas. —Hazme el amor, marido.
Agarra el dobladillo de mi camisón, que sigue enredado en mis
caderas, y tira de él. —Quiero ver tu cuerpo.
Dejo que me ayude a quitármelo y el ruido que hace al verme sólo
con mis braguitas blancas me llena de orgullo. Me he sentido
como una extraña en mi propia piel durante las últimas semanas.
Pero saber que puede mirar mi cuerpo y sentir placer alivia un
dolor que ni siquiera sabía que existía.
—Qué bonito. —murmura mientras sus manos recorren todo el
cuerpo. No hay una curva que no adore con sus dedos. No hay
un lugar en mí que esté roto o feo o arruinado. Cuando me toca,
estoy completa, hermosa y restaurada.
Luke se mueve y me coloca de espaldas en la cama. Me gusta que
sea tan fuerte que pueda mover mi cuerpo a su antojo. La idea
me hace sentir delicada y preciosa.
Cuando me quita la ropa interior, gime e inclina la cabeza. La
primera vuelta de su lengua contra mi montículo me hace reír
ante la inesperada sensación. Pero la segunda me hace gemir.
Entonces gime y empieza a decirme lo bueno de mi sabor contra
su lengua y lo mucho que le gustan mis dulces jugos.
Antes de darme cuenta, me corro de nuevo. Grito
incoherentemente mientras entierra su cara entre mis muslos y
me satisface.
Apenas he bajado de esa altura antes de que él coloque su polla
en mi entrada. Apoya su peso en los antebrazos y se detiene lo
suficiente para mirarme, con su mirada azul buscando algo.

Asiento con la cabeza cuando me doy cuenta de que me está
consultando sin palabras, asegurándose de que sigo queriendo
esto.
Luego se desliza dentro de mi canal húmedo. Gimo por la
conexión de nuestras carnes, por lo bien que me siento al ser
llenada por mi marido. Mantiene un ritmo lento, dándome tiempo
para acostumbrarme al estiramiento.
Pero no quiero que sea lento. Quiero todo lo que está dispuesto a
darme, así que le rodeo la cintura con una pierna para incitarle
a seguir. —Eres tan grande. Tan fuerte. Tan duro.
Gruñe y desliza una mano entre nuestros cuerpos, jugando con
mi clítoris. —Y tú eres suave, rosa y perfecta.
Siento que mi cuerpo se aprieta a su alrededor mientras él sigue
provocándome, dándome la fricción justa. Cuando me pellizca
levemente el bulbo hinchado, me corro con una explosión de
intenso placer.
Justo cuando recupero el aliento tras mi tercer orgasmo de la
mañana, siento que empieza a liberarse. Su semilla se derrama
entre mis muslos, caliente y pegajosa, mientras él entierra su
cara en mi cuello, murmurando palabras en su espeso acento
sureño que no puedo oír.
Le acaricio la mano por la espalda, de la misma manera que él lo
hizo conmigo mientras se recupera. Ya he decidido que el lugar
donde más me gusta estar es en los brazos de mi nuevo marido.

AUSTIN
Luke y yo pasamos el resto del fin de semana haciéndonos el
amor una y otra vez. Desde la cocina hasta el baño y el salón, no
creo que haya una sola habitación de la casa en la que no nos
hayamos juntado.
—Pareces perdida en tus pensamientos. —murmura mientras me
abraza con más fuerza.
Es lunes por la mañana y estamos juntos en la bañera, con la
espalda pegada a su pecho. Estaba tomando un baño de
burbujas, pero en cuanto me vio desnuda, Luke se unió a mí.
Estoy deseando que no tengamos que volver a nuestras vidas
ordinarias. —digo.
—Es una buena idea. —asiente él, apretando un beso en la
concha de mi oreja—. Yo dejaré de ser sheriff y tú venderás la
floristería, entonces pasaremos los días en la cabaña sólo
haciendo el amor.
—No me tientes. —advierto. Me gusta la idea de estar envueltos
en nuestro propio capullo donde podamos tocarnos todo el día.
Por primera vez en mi vida, siento que tengo un hogar. Un lugar
seguro.
—Podría llamar a Nick y conseguir que siguiera trabajando en el
departamento de policía durante unos días más. —ofrece.
Cuando Luke no puede estar cerca, sus hermanos actúan como
ayudantes del sheriff honorarios.
—Eso no es justo. Nick ya ha pasado el fin de semana lejos de su
propia familia. —le recuerdo a mi marido con un suspiro.

Me levanto de la bañera y busco una toalla, sintiendo los ojos de
Luke sobre mí. —No me mires así.
Sé que es mejor no devolverle la mirada o haremos eso de
intercambiar una mirada ardiente. Entonces, dos segundos
después, Luke estará dentro de mí y habremos olvidado lo que se
supone que estábamos haciendo.
Mi marido suspira y se levanta. —Bien. Me voy a trabajar, pero
voy a tener la peor erección del mundo todo el tiempo y todo es
culpa tuya.
Me río. —Cuando llegues a casa, te haré sentir mejor.
***
Luke me deja en la floristería. Todavía hace eso de revisar el lugar

para asegurarse de que Frank no me esté esperando. Aunque le
digo que no es necesario, su protección me calienta.
Durante toda la mañana, mientras trabajo, no puedo dejar de
sonreír. Momentos como estos me hacen desear tener una mejor
amiga con la que hablar. Pienso en Pearl, pero me convenzo de
no llamarla. No quiero molestarla.
Cuando hago la pausa para comer a mediodía, me dirijo al baño
y veo la sangre en mi ropa interior.
—No, no. —susurro en la silenciosa habitación mientras todas
mis esperanzas y sueños se esfuman. Nuestro pequeño bebé. Mi
hermosa familia con Luke. El matrimonio que esperaba que
durara mucho más que unos meses. Todo se ha esfumado.

No vuelvo a abrir la tienda después del almuerzo porque los
calambres estomacales han comenzado para entonces. En su
lugar, subo a mi apartamento y me acurruco en la cama.
—Lo siento, no pude retenerte. —susurro en la habitación
oscura, sintiendo que mi corazón se rompe en pedacitos. Aunque
al principio no quería a este bebé, en algún momento empecé a
quererlo.
Lo que más deseo en este momento es llamar a Luke. Quiero que
venga corriendo a abrazarme. Pero no es justo. Se casó conmigo
por el bebé y eso significa que nuestro matrimonio ha terminado.
Una vez más, estoy sola.
***
LUKE
Creo que mis mensajes no han llegado a Austin esta tarde porque
no he recibido ni una sola respuesta de ella.
No es raro tener un servicio celular irregular en la parte rural del
Condado de Courage donde estoy hoy. Estoy ayudando a un par
de familias que fueron golpeadas por una tormenta reciente a
reparar sus graneros. El trabajo es extenuante y al anochecer ya
he terminado.
Le envío a Austin un mensaje de texto diciéndole que llegaré tarde
a casa y que vaya a la cabaña sola si quiere. Cuando veo que la
floristería ya está a oscuras, me imagino que ha seguido mi
consejo, así que conduzco la hora de vuelta a nuestra cabaña.
Todo el tiempo, estoy deseando ver su dulce sonrisa, pasar unas
horas tocándola y simplemente ponernos al día juntos.

Pero no está en nuestra casa.
Le envío otra ráfaga de mensajes de texto e intento llamarla dos
veces. Por un segundo, me aterra la idea de que Frank haya
hecho algo estúpido. Mataría al hijo de puta ahora que sé que
está embarazada.
Obligándome a mantener la calma, llamo a mis hermanos.
Ninguno de ellos la ha visto llegar al rancho, así que vuelvo al
pueblo. La floristería sigue a oscuras, pero hay una sola luz
encendida en el piso de arriba. Debo de haberla pasado por alto
antes.
Golpeando la puerta de su apartamento, rezo para que esté aquí
y esté a salvo. Que Frank no haya sido tan tonto como para
ignorar mi advertencia de la semana pasada.
—Austin, si estás ahí, habla conmigo, maldita sea. Me estoy
volviendo loco aquí. —No me importa que esté gritando lo
suficientemente fuerte como para que la gente de la calle de abajo
me oiga. Sólo necesito saber que está a salvo. No podré volver a
respirar hasta que lo sepa.
***
AUSTIN
Debería haber sabido que Luke vendría a verme. He pasado las
últimas horas alternando la mirada perdida en la televisión y los
sollozos hasta que mis ojos están rojos e hinchados.
Abro la puerta y mi marido me aplasta instantáneamente contra
su pecho. Me sella contra su calor y lo único que quiero hacer es
derrumbarme aquí mismo. Pero no es justo. Él se apuntó a la

parte divertida: tener un bebé. No se apuntó a la parte sucia y
dolorosa.
—Mierda, he estado tan preocupado por ti. Pensé que tal vez
Frank había regresado y te juro que pensé en dos millones de
maneras diferentes de matar a ese bastardo y... —Dejó de hablar
cuando vio mi cara— ¿Qué pasa?
Sacudo la cabeza y me esfuerzo por no empezar a llorar de nuevo.
—Te has librado. Voy a perder al bebé.
—¿Qué? Austin... —Se acerca a mí, pero doy un paso atrás.
—Prefiero estar sola. —digo alrededor del nudo en la garganta.
No es cierto, pero intento ser fuerte y no apoyarme en Luke.
—Bien, bien. Eso no está bien. Pero no tiene por qué significar
algo malo. Conociste a Riley y Nick y a su bebé, ¿Verdad? Riley
tuvo algo similar durante su embarazo y su bebé está bien ahora.
Por primera vez en horas, siento el más mínimo atisbo de
esperanza. —¿Ella está bien? —Cuando la conocí, la pequeña
Annie estaba sana y feliz. Igual que su madre.
Asiente con la cabeza. —Ella y el bebé salieron bien. Voy a llamar
a Cash. Él puede hacer pruebas y decirte una cosa u otra.
Trago saliva, mi corazón se llena de inquietud. Me da miedo tener
esperanzas. Tengo miedo de creer que tal vez todo podría estar
bien. —¿Vas a venir conmigo? —No es justo preguntarle esto. Lo
sé, pero aun así lo quiero cerca.
—¿Me estás tomando el pelo? —Él frunce el ceño—. No tienes que
afrontar esto sola. Soy tu marido. Nos enfrentamos juntos a las
cosas buenas y a las difíciles.

AUSTIN
Reboto mi pie contra la pequeña mesa de metal en la que estoy
sentada, incapaz de detener la energía nerviosa que me recorre.
Quiero tener esperanzas, pero me da miedo. Tengo miedo de que
este bebé sea igual que este matrimonio. Un engaño cruel que
sólo me romperá el corazón.
Luke me coge la mano y pasa sus dedos por los míos. Su simple
contacto me llena de mucha calma. —Pase lo que pase, cumpliré
con mi deber. Estaré a tu lado.
Las palabras me apuñalan en el corazón. No quiero ser su deber.
Quiero que me mire como yo lo miro a él, con tanto amor que me
hace doler. Antes de que pueda responder, llaman a la puerta.
Cash entra en la sala de pacientes del fondo de su clínica. Se
concentra en su hermano, con la preocupación escrita en su
rostro. Por un segundo, me siento culpable. Luke no le dijo lo que
podía esperar, así que probablemente Cash esté preocupado
porque le haya pasado algo a su hermano pequeño en el
cumplimiento del deber.
—Yo no. Es Austin. —dice Luke y luego le da una breve
descripción de mis síntomas.
Cash escucha mientras se lava las manos, frunciendo el ceño
todo el tiempo. Detiene a Luke y se dirige a mí, haciéndome
algunas preguntas para aclarar lo ocurrido hoy.
—Luke me dijo que Riley tuvo un problema similar durante su
embarazo. —digo cuando las preguntas han terminado.

Cash asiente y veo la simpatía en sus ojos marrones. —Vamos a
hacer unas pruebas y a ver qué pasa. Sé que ahora mismo da
miedo, pero intenta mantener la calma. Te daremos algunas
respuestas.
Dos horas después, estoy mirando las baldosas del techo
mientras Cash me cubre el estómago con un gel pegajoso.
Presiona una varita contra mi piel.
Luke está en una silla junto a la mesa. Mi mano se aferra a su
hombro porque necesito sentir su solidez a mi lado. No me ha
dejado sola durante todo esto. Incluso me ha seguido al baño
hasta que le he hecho esperar fuera.
Un silbido llena la habitación y me arriesgo a mirar a Cash. Me
sonríe. —Es el sonido de los latidos de tu bebé.
Se me llenan los ojos de lágrimas y la esperanza que había
intentado no sentir vuelve a surgir. —¿Quieres decir que está
bien?
Luke entierra su cara en mi cuello, con la respiración
entrecortada mientras habla. —Nuestro hijo está vivo.
—Sí. —dice Cash en respuesta a mi pregunta—. Pero no puedo
garantizar el sexo. Todavía es demasiado pronto para que los
órganos reproductores se hayan desarrollado.
Escucho el sonido de los latidos de mi bebé. Es mi nuevo favorito,
incluso más que la lluvia en los cristales de las ventanas o el
camión de reparto que llega a mi floristería. —Parece muy rápido.
¿Seguro que está bien ahí dentro?
—Se supone que es así de rápido. Es una buena señal. Tu bebé
no está en peligro y tus niveles hormonales se ven muy bien. Todo
lo que estoy viendo me dice que tu bebé está bien encaminado en
su desarrollo. —dice Cash—. No creo que tengas nada de qué

preocuparte. Pero te voy a recomendar que no te pongas de pie
durante unos días y que consultes a un ginecólogo esta semana.
Puedo darte una referencia si aún no tienes una.
Asiento con la cabeza mientras el alivio me envuelve como una
manta. Mi bebé está sano y esa es la mejor noticia que podría
haber recibido hoy.
—¿Puedo llevarla a casa? —pregunta Luke, incorporándose. Su
voz es áspera y se limpia la cara, limpiando la evidencia de las
lágrimas.
Cash se ocupa de guardar su equipo médico. —Sí, puede irse.
Pero quiero que me llames si algo cambia. —Se gira hacia mí—
Nunca me molestas, y prefiero venir por nada a que te preocupes
por un síntoma que te molesta.
***
Más tarde, Luke me lleva a su cabaña en silencio. Después del

día que he tenido, me alegro de que no intente entablar
conversación.
En cuanto detiene el vehículo, se acerca a mi lado de la
camioneta. Me coge en brazos, metiendo mi cabeza bajo su
barbilla. Estoy demasiado cansada para protestar por que me
lleven en brazos. Además, me gusta.
—¿Quieres comer algo? —Me pregunta cuando entra en la casa.
Lucho contra un bostezo y entierro mi cabeza en su hombro.
—Sólo quiero dormir.

Me lleva al dormitorio y me deja suavemente en la cama. Un
momento después vuelve con el camisón que me puse la primera
noche que estuve aquí. Está recién lavado y, sin decir nada, me
quita la ropa y me ayuda a ponérmelo.
Luego me mete en la cama. Me abraza, rodeando mi cuerpo con
sus brazos. —Buenas noches, señora Taylor. —murmura
mientras me roza la nuca con los labios.
Su mano me acaricia el estómago. —Buenas noches, bebé Taylor.
Me duermo con una pequeña sonrisa en los labios. Bebé Taylor.
Cada vez me gusta más cómo suena eso.
***
A la mañana siguiente, me despierto con otra taza de té caliente

en la mesita de noche. He dormido profundamente toda la noche
en los brazos de mi marido. Aunque ya no está en la cama, su
aroma masculino me rodea. Me encanta cómo huele. Me encanta
cómo nos cuida a mí y a mi bebé. Me encanta que incluso sepa
qué tipo de té me gusta por la mañana.
Bebo unos sorbos antes de abandonar el calor de la cama y
encontrar a Luke en la cocina. Está leyendo en la mesa, con los
libros repartidos por ella. También hay un crucigrama vacío.
Se quita las gafas de leer. —Estabas durmiendo tan
tranquilamente. No quería despertarte. ¿Cómo te sientes esta
mañana?
Juro que cuando me mira, sus ojos hacen esa cosa arrugada que
hacen cuando está feliz. ¿Es posible que él también me quiera?
La idea hace que mi corazón se acelere ante la idea de que mi
marido pueda sentir lo mismo.

Me aclaro la garganta, repentinamente nerviosa. —Mejor, creo.
Menos calambres.
—Siéntate. —se levanta de la mesa—. Te prepararé un bol
gourmet de copos de maíz.
Me río y tomo asiento. Siempre trata de cuidarme. Eso tiene que
significar algo, ¿no?
Para distraerme de los pensamientos, cojo el libro que estaba
leyendo. Es uno sobre cómo tener un matrimonio sano. Ni
siquiera he hecho una búsqueda en Internet sobre el tema.
Parece que debería ser una de esas cosas sencillas y naturales.
—Vaya, te gusta estudiar.
Se encoge de hombros mientras coge un par de cuencos de la
mesa de la cocina y los deposita sobre la mesa. —El matrimonio
es un trabajo duro.
Mi corazón se hunde ante sus palabras. No me resulta difícil
amar a Luke. Es una de las cosas más fáciles que he hecho
nunca. Cumpliré con mi deber. Estaré a su lado.
Me froto el pecho. Me duele ahí. Pero supongo que tengo mi
respuesta. Por eso me cuida. Él no me ama. No de la manera en
que yo lo amo. —Entonces, ¿El matrimonio es sólo para cumplir
con un deber?
Vierte copos de maíz en el bol. —Bueno, sí. Es un trabajo duro y
un sacrificio. Haces una promesa y eso es todo. Estás en ello de
por vida.
—Sin posibilidad de libertad condicional. —murmuro en voz baja
mientras va a coger la leche. Lo observo agacharse mientras saca
el galón del estante inferior, notando la forma en que sus
vaqueros azules le abrazan el trasero.

Una parte de mí se pregunta si algún día dejará de sentir que soy
un deber. Pero yo pasé mi infancia creciendo de esa manera.
Siendo una carga para mi madre y Frank. No voy a volver a hacer
eso. No importa cuánto duela el adiós.

AUSTIN
Esa misma mañana, Luke comprueba la tienda para asegurarse
de que no hay nadie esperándome dentro. Empecé a esperar que
su protección significara algo. Pero todo es parte de su duro
trabajo y sacrificio.
No voy a abrir la tienda hoy. Le prometí a Luke que no lo haría.
Le dije que necesitaba manejar algunas tareas administrativas
ligeras. Principalmente porque quería que me llevara a la ciudad.
—Tenemos que hablar. —le digo una vez que ha terminado su
inspección. Tomo asiento detrás de la caja, apoyada en un
taburete.
Luke traga saliva y su mirada se dirige a mi estómago. —¿El dolor
está empeorando? Cash me ha recomendado un par de
analgésicos de venta libre que no te harán daño ni a ti ni al bebé.
Puedo ir...
Sacudo la cabeza y me obligo a soltar la mentira que me duele.
—Ya no quiero estar casada.
—Sólo han pasado cuatro días. —dice como si no supiera cuánto
tiempo llevamos casados. Apenas llevamos noventa y seis horas
juntos y ya sé que es dueño de mi corazón. Cada parte de él.
—He decidido que el matrimonio no es lo mío. —respondo. Es lo
mejor que se me ocurre. Quizá debería haberme tomado el tiempo
de ensayar. Pero sabía que si lo hacía acabaría acobardándome.
Siempre me he conformado con retazos de cariño y, por primera
vez en mi vida, he terminado con eso. Quiero el corazón de Luke
y no estoy dispuesta a aceptar nada menos.

—Sólo han pasado cuatro días. —repite—. Mira, sé que nuestro
matrimonio probablemente no te ha hecho feliz todavía. Pero si
tienes paciencia, aprenderé a hacerlo mejor.
Este es exactamente el problema. Nuestro matrimonio me ha
hecho increíblemente feliz. Pero las cosas que ha dicho me hacen
pensar que no le hace feliz. Cumplirá su compromiso porque es
un buen tipo. Por eso tengo que dejarlo ir.
—Agradezco todo lo que ha hecho por mí y por mi bebé. Creo que
es suficiente para que todos crean que es tuyo. —Dudo y añado—
Si todavía me das permiso para usar tu nombre.
Se quita el sombrero de cuero y se pasa una mano por el pelo.
Me encanta su espesa cabellera con las canas que empiezan a
aparecer cerca de las sienes. Me encanta sentirlo entre mis dedos
y los sonidos que hace cuando le doy un tirón. —Claro que
puedes. Es mi bebé. Pero no me estás escuchando. No quiero que
esto termine.
—Veré como conseguir una anulación. —respondo mientras
suena su teléfono—. Deberías irte. Sé que es algo relacionado con
el trabajo.
Luke sigue mirándome fijamente durante un largo momento
hasta que el repartidor llama a la puerta de mi local con un nuevo
envío de flores.
Finalmente, sacude la cabeza. —Hablaremos de esto más tarde.
***

LUKE
Han pasado dos semanas y Austin sigue dejándome helado. No
quiere volver a nuestra cabaña conmigo, así que me paso las
noches aparcado en la calle. Vigilo el edificio porque necesito
saber que ella y el bebé están a salvo. Por las mañanas, me
presento en su floristería cuando está abierta.
Al principio pensé que tal vez me buscaba para darle una señal
de que la quería, lo cual me parece justo. No es que me haya
dedicado a enamorarla antes de casarnos y creo que toda mujer
necesita saber que la quieren. Ahora le he llevado flores,
chocolates, osos de peluche, cualquier tipo de regalo que se me
ocurra. Me estoy quedando sin formas de demostrarle que la
quiero.
Cuando le traigo regalos, sólo parece triste. Ella tiene su pequeño
bulto de bebé a partir de esta semana. No se puede ver realmente
a menos que se ponga de lado. Pero sé que está ahí y quiero
tocarlo. Quiero tocar el bulto y sentir a mi hijo.
Me ha dicho que ha visto al médico que le recomendó Cash. El
bebé está sano y, al menos, Austin sigue hablándome.
Otra cosa que tengo a mi favor son las leyes de Carolina del Norte.
Nuestro matrimonio no puede ser anulado y tenemos que estar
legalmente separados un año y un día antes de que ella pueda
solicitar el divorcio. No pienso dejar que se llegue a eso.
Jake me da una patada bajo el escritorio y yo levanto la vista del
último libro que estoy leyendo. Cada vez que el trabajo se pone
lento, saco un libro sobre el matrimonio. He leído docenas de ellos
y todavía no puedo averiguar qué he hecho mal. Todo lo que sé
es que he querido a Austin durante mucho tiempo y la idea del
Bebé Taylor me llena de alegría. Ahora son mi familia.
—¿Otro? —Hace una señal.

—No me dice lo que ha pasado. —admito, sin poder evitar la
frustración en mi tono. Si me dijera en qué lo he estropeado, me
esforzaría por arreglarlo. Me arrastraría por el infierno con las
manos y las rodillas si eso significara recuperar a mi mujer.
—¿Qué está diciendo? —Toma el asiento frente a mí.
—Dice que no quiere estar casada. Eso es todo. —respondo por
señas. No importa cuántas veces le haya pedido una explicación
clara o le haya dicho que puede decírmelo, sigue siendo
imprecisa.
—¿Le has preguntado si has hecho algo malo?
—Sí, varias veces. Cada vez me mira como si estuviera triste y
dice que soy maravilloso. —Si soy tan maravilloso, ¿Por qué
demonios no está en mi cama todas las noches?
Hace una mueca. —Has hecho algo mal.
—El problema es que me hace adivinar cuál fue mi error. —Esta
es la parte frustrante. Sigo hablando con ella, pero soy una
mierda leyendo entre líneas o ya estaría de vuelta en mis brazos.
—Rebobina. —me dice Jake—. Cuéntame todo lo que pasó.
Dudo que mi hermano gemelo tenga alguna idea mágica. Pero a
estas alturas, estoy desesperado por saber qué fue lo que salió
mal. Así que lo cuento todo, empezando por la noche en que
Frank se presentó en la floristería de Austin.
Cuando termino, mi hermano me fulmina con la mirada. —¿Por
qué no le has dicho que la quieres?
Mis hombros se desploman cuando me doy cuenta de que no
tiene más idea que yo. —Se lo he dicho todos los días y todas las
noches. He organizado todo para la boda. Me aseguré de que
tuviera sus comidas favoritas. Revisé su casa. Estuve a su lado

cuando vio a Cash. Hice todo lo que se me ocurrió para
demostrarle que este matrimonio me importa.
Sacude la cabeza. —¿Cuándo dijiste las palabras reales?
—¿Qué importan las palabras? El amor es acción. Cuida y
protege. —argumento. Cualquiera puede decir esas tres
palabritas. Pero demostrarlo a alguien, eso es lo que realmente
cuenta.
Jake me lanza la mirada que pone cuando cree que estoy siendo
denso. —No importa si la amas tanto como para saltar delante de
un tren por ella. Si ella no lo sabe, entonces en su mente, no es
amada. Le has fallado.
Dejo que las palabras calen, preguntándome si son ciertas. —¿Me
estás diciendo que por eso se divorcia de mí?
—Te esfuerzas tanto en demostrárselo cuando lo que ella necesita
es que se lo digas. —Enfatiza las palabras con gestos más
grandes de lo normal—. Tu mujer necesita escuchar tus palabras
para sentirse amada.
—Lo pensaré. —murmuro. Pero incluso mientras le digo eso, me
pregunto sobre la conveniencia de actuar según lo que está
diciendo. Podría desahogar mi corazón con Austin, decirle lo
mucho que significa para mí y aun así podría elegir divorciarse
de mí.

AUSTIN
—Son preciosas. —exclama Pearl mientras toca las margaritas
que le llevé a la residencia de ancianos. Estamos en el patio
trasero, debajo de una mesa con una sombrilla que nos protege
del sol de la tarde.
Tomo un sorbo de mi té dulce. Sé que hace tiempo que Luke no
pasa por aquí y quería llevarle algo para animarla. —Son de parte
de Luke. Dice que siente no haber podido venir y que te echa de
menos.
Inclina la cabeza y me estudia un momento. Lucho contra el
impulso de moverme bajo su mirada cómplice. Parece que está
leyendo todos mis secretos. —¿Cómo es la vida de casada?
Para mi vergüenza, rompo a llorar. Han pasado tres semanas
desde que le dije que quería el divorcio. Al principio, seguía
visitando mi tienda para hablar y traerme regalos.
Ahora ha dejado de hacerlo. Estoy segura de que se está
rindiendo. Probablemente se sienta aliviado de que nuestro
matrimonio esté llegando a su fin.
Pearl me rodea con un pequeño brazo y me acerca, apoyando mi
cabeza en su hombro. —Está bien, chica. Lloras y luego se lo
cuentas a Pearl.
Cuando las lágrimas se han calmado lo suficiente como para
poder hablar, se lo cuento a Pearl. Le cuento todo, desde el
momento en que Luke entró y pilló a Frank pegándome, hasta su
proposición de matrimonio e incluso el aborto involuntario que
pensé que iba a tener.

—Has pasado por muchas cosas últimamente. —dice—. Pero has
sobrevivido porque eres valiente y fuerte.
—No siento que sea ninguna de esas cosas. —admito mientras
me sueno la nariz en una servilleta—. Me siento tan débil y
patética. Porque lo único que deseo es que me diga que me quiere.
—Bueno, ¿Has intentado hablar con él de esto? —Me dice.
Niego con la cabeza. —Si tengo que pedirle las palabras, entonces
nunca se dieron libremente, para empezar.
Toma mi mano entre las suyas y la aprieta ligeramente. —No te
rindas con él. Es un poco tonto, pero te ama.
Respiro profundamente y me niego a dejar que florezca la
esperanza. A pesar de todos mis sueños de una familia bonita,
no va a suceder. Voy a criar a este bebé yo sola.
Pearl y yo charlamos unos minutos más antes de excusarme para
ir al baño. Cuando termino, voy a buscarla de nuevo y me
despido.
Tiene el pelo revuelto y las mejillas sonrojadas.
—Es el calor del sol. —me explica, con una voz que suena
extrañamente sin aliento—. Ahora, deja que una frágil anciana te
acompañe hasta tu coche.
***
LUKE
Estoy apagando mi ordenador por hoy cuando recibo la llamada
de Pearl diciendo que a Austin se le ha pinchado una rueda. Le
aclaro que no quiero que mi mujer toque la cosa.

Ella es perfectamente capaz de hacerlo. Pero con su embarazo,
no quiero que se arriesgue. No cuando lleva a mi bebé.
Llego a la residencia de ancianos a tiempo de ver a Eli, uno de los
empleados, cogiendo el gato del coche de Austin. Sé que es un
buen tipo y que es el cuidador favorito de Pearl. Pero cuando mi
mujer le sonríe -le sonríe, joder- me cabrea muchísimo.
Me odia. Ahora parece tan triste cuando entro en su tienda que
la mitad de las veces me quedo fuera y observo desde las
ventanas como un maldito acosador. ¿Pero Eli consigue una de
sus sonrisas?
Que le den por culo a esa mierda.
Me acerco a él y le arrebato el gato de las manos, sin importarme
su reacción. —Yo me encargo. —le gruño. Es mi mujer. Búscate
la tuya.
Mira a Austin, que le hace un pequeño gesto con la cabeza. Él se
aclara la garganta. —Entonces creo que iré a ayudar a la señorita
Pearl a entrar.
—Haz eso. —murmuro mientras me dejo caer sobre el asfalto.
Cambiar su neumático sólo me lleva quince minutos y, cuando
termino, la sigo de vuelta al pueblo.
—Gracias por la ayuda. —dice cuando estamos dentro de su
tienda.
Frank y la madre de Austin fueron arrestados hace un par de
noches por cargos de drogas. Ninguno de los dos pudo pagar la
fianza, así que puedo estar tranquilo sabiendo que no causarán
problemas a mi mujer en un futuro próximo.
—Deberías haberme llamado. Soy tu marido. —le digo,
observando cómo reorganiza las flores en su vitrina de
refrigeración.

Ella no responde.
Repito en mi mente cómo Eli le quita el gato de las manos y le
dedica una gran sonrisa, que ella devuelve. La ira brota y no
puedo detenerla. —¿Por qué diablos le permitiste a Eli cambiar
tu rueda?
Se gira y me mira fijamente como si la respuesta debiera ser
obvia. —Estaba allí. Se ofreció.
Los celos arden más con cada momento que pasa. —Entonces,
¿A otros hombres se les permite hacer cosas por ti? ¿Otros
hombres pueden hacerte sonreír, pero tu marido no? ¿Por qué no
dejas que te cuide?
—¡Porque no quiero ser tu maldito deber! —Grita, acercándose.
Me apunta con un dedo al pecho—. Apareciste cuando tu mujer
te necesitaba para cambiar una rueda. Estrella de oro para ti.
Puedes tachar otro punto de tu lista de deberes.
—¿Qué estás diciendo? —Ojalá entendiera a esta mujer. Daría mi
brazo izquierdo en este momento por saber lo que quiere y poder
proporcionárselo.
Sacude la cabeza y la tristeza vuelve a aparecer en su rostro. La
tristeza que siempre ocurre cuando estoy cerca. —¿Por qué
tenemos que hacer esto? ¿Por qué es tan difícil para nosotros dos
tener una simple conversación?
—No lo sé. —admito, la conocida sensación de derrota se instala
en mí. Sé que en algún momento lo solucionaremos. Tengo fe en
nosotros, pero ahora mismo me duele el corazón—. Nos vemos
luego.
Me doy la vuelta y cojo las llaves de la encimera.

Es entonces cuando ella solloza y, mierda, no puedo alejarme.
Vale la pena luchar contra ella, incluso en los momentos en que
estoy cansado de la batalla.
Se apoya en su nevera y se desliza hasta el suelo, como hizo
aquella primera noche cuando saqué a Frank de aquí.
Me siento en el suelo junto a ella y la atraigo hacia mis brazos.
Espero que se resista, pero no lo hace. Apoya su cabeza en mi
hombro y solloza.
Le paso las manos por la espalda. —Lo arreglaré, sea lo que sea.
Te amo mucho y me mata ver lo triste que estás últimamente.
Dime lo que tengo que hacer para mejorar las cosas para ti. Sólo
dilo.
Retira la cabeza de mi hombro y le limpio la cara con el dobladillo
de la camisa. Es tan bonita, incluso después de haber llorado.
Hipa suavemente. —¿Qué has dicho?
—He dicho que lo arreglaré. —respondo—. Si me dices qué te
pasa, encontraré la manera de arreglarlo.
Ella resopla. —¿Qué has dicho antes de eso?
—Siento que estés triste últimamente. Eres mi esposa. Tus
emociones también son mías ahora. Cuando estás triste, yo estoy
triste. Cuando estás feliz, yo soy feliz. —Dudo y añado
suavemente—: Me gustaría hacerte feliz. Lo deseo más que nada.
Me coge la cara con las manos y su mirada busca la mía. —No,
has dicho... has dicho que me amas. ¿Lo decías en serio?
—Sí, te amo. Amo a nuestro bebé. —pongo una mano en su
estómago—. No soy bueno en la parte de las palabras. Me gusta
demostrarle a la gente que la quiero.
—¿Haciendo cosas por ellos? —Pregunta.

—Puedo cambiar eso. —digo. Por primera vez, empiezo a
preguntarme si mi hermano tenía razón—. Si necesitas las
palabras, te las diré cada hora de cada día durante el resto de
nuestras vidas.
Ella respira profundamente, y mi mano se levanta sobre su
estómago. —No las necesito constantemente. Pero cuando no me
dices que me amas, y llamas al matrimonio tu deber, me hace
sentir como una carga.
Odio la idea de haberle causado dolor, aunque sea sin querer.
—Sí, soy un idiota.
Esto me hace ganar una risa de ella, y me llena de alivio.
Aunque es difícil, sé que tengo que encontrar la manera de
explicarle esto. Porque no quiero que piense que es una carga. Ni
por un minuto.
—Para mí, un deber es algo que se hace. Es un privilegio y un
honor. Como lo fue para mí servir en el ejército. Como llegar a ser
el sheriff de Courage. Como ser tu marido. El deber es algo que
me excita y me emociona.
Apoyé mi frente contra la suya. —Nunca he estado casado y estoy
aprendiendo sobre la marcha. No te rindas conmigo.
Ella retira su cabeza de la mía. —Nunca. Yo también te amo. Pero
es difícil cuando siento que no me quieres.
Hay tanto dolor que podría haberse evitado si hubiera sido
sincero con ella sobre mis sentimientos desde el principio. Me
prometo a mí mismo que, a partir de este momento, no le ocultaré
nada. —Te he amado durante cuatro años. Desde el momento en
que te vi entrar en la gasolinera, supe que estabas destinada a
ser mía.

Me golpea el hombro mientras una sonrisa ilumina su hermoso
rostro. —Nunca hiciste un movimiento. ¿Por qué demonios has
tardado tanto?
—Ya hemos hablado de esto. Soy un idiota, ¿Recuerdas? —Me
burlo.
—Tú eres mi idiota. —me devuelve la broma.
—Y tu marido que quiere llevarte a casa ahora. —La necesito de
vuelta en nuestra cabaña. Necesito saber que esto ha terminado
y que estamos encontrando el camino de vuelta el uno al otro. La
necesito conmigo porque ella es mi hogar.
Su mirada verde se suaviza. —Sólo si prometes hacerme el amor
cuando lleguemos.
Me pongo de pie con ella aún en mis brazos. El único lugar en el
que quiero estar ahora es a solas en la cama con mi bella esposa.
—Te haré el amor toda la noche, cariño.

AUSTIN
6 años después
—¿Seguro que está preparado para esto? —Le envío a mi marido
una mirada de preocupación mientras sorbe su café en la
encimera de la cocina—. Todavía parece tan pequeño. ¿Y si lo
dejo en la tienda conmigo y lo educo en casa entre los clientes?
—Lleva toda la semana hablando de ir al colegio de los mayores
con sus primos. Le vas a destrozar el corazoncito. —señala Luke
y viene a ponerse detrás de mí.
Estoy sentada en la mesa de la cocina y me da un beso en la
nuca. Me estremezco, sintiendo que el deseo vuelve a crecer en
mi interior, a pesar de que Luke me ha despertado en mitad de
la noche para chupármela.
Llevamos seis años casados y las cosas entre nosotros mejoran
cada vez más. Cuando llevábamos unos dieciocho meses juntos,
fui a terapia para tratar la forma en que Frank me afectaba.
No podía soportar que me tocaran mientras trabajaba en esos
asuntos. Tenía mucho miedo de que Luke me dejara durante ese
tiempo. Pero él no me abandonó. Me dijo que me amaba y que un
día volveríamos a tener una vida sexual activa.
Él tenía razón, por supuesto. Ahora apenas puedo quitarle las
manos de encima. Lo cual está bien para Luke porque él no puede
dejar de tocarme. Somos como un par de niños de secundaria
que siempre se están manoseando.
—¡Papá! —La palabra gritada hace que Luke se aparte. Pero la
mirada acalorada que me envía está llena de una promesa tácita.

Mi fuerte marido coge a nuestro hijo -Lucas Jacob Taylor- en
brazos. Todos estos años después, me encanta que le haya puesto
a nuestro hijo su nombre completo. Nunca se resintió ni maltrató
a nuestro bebé. Incluso cuando le di otros dos hijos.
—Es tu primer día de colegio y ¿Sabes lo que eso significa,
Junior? —Pregunta Luke.
—¡Panqueques especiales! —grita nuestro hijo. Lucas es un niño
entusiasta que no tiene el concepto de voz interior. Es alborotador
y siempre está en movimiento. Sigue constantemente los pasos
de su padre. Una mirada a los dos juntos deja claro que se
idolatran mutuamente.
—¡Panqueques especiales! —Luke repite.
—¿Para mis hermanos también? —Lucas sonríe. Al igual que mi
marido, es ferozmente protector con sus seres queridos.
—Sí, hoy todos tienen panqueques especiales. —le tranquiliza
Luke.
Observo cómo mi marido prepara los panqueques especiales con
sus hijos, dejándoles que “ayuden” añadiendo chispitas y
removiendo la masa.
—Muy bien, dale un beso de despedida a mamá. —dice Luke
cuando termina el desayuno. Ya ha reunido a nuestros tres hijos
y les ha ayudado a encontrar sus zapatos. Incluso ha conseguido
convencer a Lucas de que no se lleve a su lagartija en su primer
día.
Me arrodillo en el suelo para poder darles besos a lo largo de sus
pequeñas y regordetas mejillas. Lo más duro de mi día es
dejarlos, y lo mejor de mi día es cuando llego a casa con ellos.
—Te amo y te veo luego. —me promete Luke cuando estamos
fuera. Ya ha cargado a los niños en su camioneta. Los llevará al

colegio y a la guardería mientras yo me dirijo a la ciudad para
abrir mi floristería.
Bloom Anywhere se está convirtiendo rápidamente en una marca
popular con veinte tiendas repartidas por el sureste. En los
próximos cinco años, se convertirá en una marca nacional.
Sonrío a mi marido porque no tiene ni idea de lo pronto que me
va a ver. Le doy un rápido beso en los labios. —Yo también te
amo.
***
A la hora de comer, dejo la tienda en las hábiles manos de mi

mejor ayudante, Pearl, a la que perdoné por haberme rajado la
rueda ese día. Después de todo, nos ayudó a mí y a mi testarudo
marido a arreglar las cosas.
Sonriendo, me dirijo al departamento de policía. Luke sigue
siendo el sheriff, pero ha ido ampliando el cuerpo de modo que
ahora no lleva la mayor parte de la carga de trabajo. Empezó a
hacerlo porque dijo que no quería perderse el crecimiento de
nuestros hijos.
Llamo a la puerta de su despacho y espero a que Luke me grite
para que entre. Levanta la vista del escritorio cuando entro en la
habitación y sonríe. Seis años, tres hijos y docenas de aventuras
después, su sonrisa todavía me hace vibrar el corazón.
Cierro la puerta con llave. Luego atravieso la habitación y coloco
dos bolsas del restaurante local sobre su escritorio. —Tengo
sorpresas para ti.
Se aparta del escritorio y lo rodea. Me hace girar y me empuja
para que me siente en el borde del escritorio. Se coloca entre mis

rodillas, con el placer bailando en su cara. —Me gustan tus
sorpresas.
Me agacho y tiro del cinturón de mi abrigo, encogiéndome de
hombros. No llevaba nada puesto debajo y el aire frío me inunda
la piel, haciéndome temblar.
El profundo gruñido que sale de la garganta de mi marido vuelve
a calentarme. —¿Estabas paseando así por la ciudad?
Me muerdo el labio y asiento con la cabeza, apenas capaz de
reprimir mi regocijo por la noticia que he recibido esta mañana.
Me agarra la barbilla y levanto la mirada hacia su azul eléctrico.
—No vuelvas a pasearte así por la ciudad. Nadie ve lo que es mío.
—Enséñame lo que es tuyo. —le digo. Me encanta cuando se pone
así, posesivo y alfa. Me hace sentir muy sexy saber que no quiere
que otro hombre ni siquiera mire en mi dirección.
—Estos labios. —Me besa con dureza y luego se aparta lo
suficiente para poner una mano en mi montículo—. Este coño.
Tomo su mano y la deslizo hacia mi estómago a pesar de que la
humedad se acumula rápidamente entre mis muslos. Hay algo
que quiero que sepa antes de hacer esto. —Estas bebés también
son tuyas.
—¿Vamos a tener una niña? —Se le escapa una sonrisa. Le
encantan nuestros hijos, pero sé que también quiere tener hijas.
Los dos queremos una gran familia con la que llenar nuestra
cabaña.
—Niñas. —digo en voz baja—. Los gemelos son cosa de familia.
—¿Tendré dos hijas? —Su pecho se hincha de orgullo.
—Tendrás que cambiar el doble de pañales sucios. —advierto.

—Pero habrá el doble de amor para todos. —Me pasa los dedos
por el pelo—. No sé cómo agradecértelo. Me has dado tres niños
perfectos y ahora estás trayendo dos preciosas niñas.
Mi corazón se hincha ante sus palabras. —Se me ocurre una
forma de agradecérmelo, vaquero.
Hay calor en su mirada. —¿Quieres que te lama ese bonito coño?
Asiento con la cabeza y, antes de que termine el movimiento, está
de rodillas frente al escritorio. Se pasa la siguiente hora dándome
un orgasmo tras otro. Luego me lleva al sofá de su despacho. Me
acurruco contra su pecho. —Tenemos que recoger a nuestro
chico pronto.
—Creo que deberíamos comer pizza y s'mores frente a la
chimenea esta noche. Para celebrar nuestra creciente familia.
—Me gusta esa idea. —murmuro contra su pecho. Todavía me
sorprende pensar que hace seis años estaba sola en el mundo.
Ahora estoy aquí con un marido increíble, tres niños a los que
adoro y unas preciosas gemelas en camino. En mi opinión, eso
significa que mi vida es prácticamente perfecta.
***
¿Quieres leer un adelanto de Her Wicked Cowboy? Sigue

leyendo.

HER WICKED COWBOY
JAKE
Sigue sonriendo. Ya casi ha terminado. me recuerdo a mí mismo
mientras recorro el pabellón para la recepción de la boda de mi
hermano aquí en el Rancho Taylor.
No es que no me alegre por él. A pesar de que se trata de un
matrimonio apresurado, creo que durará. Al menos, lo hará si la
forma en que Luke mira a su novia es una indicación.
Es que mi gemelo es el último de mis cinco hermanos en casarse.
Ahora soy el único que queda soltero y no tengo fe en que haya
una mujer para mí.
Mírate, Jake. Ninguna chica va a querer al tipo que no puede
hablar. ¿Qué vas a hacer? ¿Hacer mímicas en una cita conmigo?
Caroline era una adolescente estúpida cuando dijo esas palabras.
Demonios, ambos lo éramos. Pero no puedo negar que me han
impedido tener citas. No es que el Condado de Courage tenga una
gran reserva de mujeres solteras para empezar y las que están
aquí prefieren a un tipo que sepa hablar.
Probablemente sea el momento de hacer una cosa de esas
aplicaciones de citas que mi cuñada me presiona para que
pruebe. Tal vez daría una mejor impresión en línea, pero siempre
he querido conocer a alguien a la antigua usanza.

Mi padre me dijo que en el momento en que vio a mi madre en el
salón de baile lleno de gente, supo que era la elegida. Yo quiero
eso. Simple. Fácil. Natural.
Nick, mi hermano mayor, se acerca al escenario improvisado en
la parte delantera del pabellón. Escucho como da un dulce
discurso, dando la bienvenida a Austin a la familia.
Le dedica una enorme sonrisa y la besa en la mejilla tras sus
palabras. Puede que aún no sienta que encaja, pero lo hará con
el tiempo. Todos los presentes se asegurarán de ello.
Cuando el pabellón se despeja y la música suave retumba en los
altavoces exteriores, Luke conduce a su nueva novia al centro de
la pista de baile. Se miran con tanto amor que me encuentro
escabulléndome de la multitud.
Me escapo a la casa principal que está a un kilómetro y medio del
pabellón. Es la casa de nuestra infancia, donde nuestros padres
nos criaron. Hace tiempo que se fueron, y la casa se ha convertido
en una oficina que utilizamos para mantener el rancho en
funcionamiento y en un lugar de reunión para las vacaciones, los
cumpleaños y los eventos.
Pero he estado hablando -bueno, señalando- con ellos sobre la
construcción de una nueva casa. Algo que sea lo suficientemente
grande para contener a todos porque cada uno de ellos tiene al
menos un hijo aquí o en camino. Diablos, el rumor en la ciudad
es que basta con que un hombre Taylor mire a su mujer para que
ésta se quede embarazada.
Cojo una cerveza de la nevera, agradeciendo que alguien la haya
abastecido. Probablemente Riley, la esposa de Nick. Le gusta
ayudar en el rancho.
Salgo a la terraza trasera y aspiro el aire del verano. Ya es de
noche, lo que significa que la opresiva humedad ha disminuido,

lo que facilita la respiración y permite disfrutar del dulce aroma
de la madreselva de mi madre.
Sólo tardo un segundo en ver a la mujer encorvada en el tercer
escalón del porche. Su larga melena negra le cae por la espalda
y, por alguna razón, siento el impulso de enredar mis dedos en
ella.
Solloza y algo en mi pecho se estremece. Odio ver a una mujer
sufriendo o llorando.
Me uno a ella en el escalón y estudio su perfil. Tiene las pestañas
largas, los pómulos altos y unos labios hermosos y carnosos que
parecen muy fáciles de besar.
Abro la boca para preguntarle qué le pasa y recuerdo que no
puedo. Mis cuerdas vocales se dañaron irremediablemente
cuando era un niño. No he podido decir ni una palabra desde
aquel día. Pero todavía hay veces que lo intento.
—Lo siento. Estoy arruinando el ambiente de la boda. —dice por
fin, con la voz llena de lágrimas. Se gira hacia mí y su mirada
azul me clava en el sitio. Tengo una sensación cálida en el pecho,
acompañada de la certeza de que acabo de encontrarla. La que
está destinada a ser mía.
***
WILLOW
Es una recepción de boda y me han contratado para repartir
bebidas y mantener a los invitados contentos. He trabajado en
algunas de ellas y no suele ser un gran problema.

Pero hay algo diferente en este lugar, en el Rancho Taylor. Todo
el mundo aquí está tan lleno de amor por los demás.
Me hace sentir dolor por cosas que nunca podré tener. Un
marido. Una familia. Sé que sólo tengo diecinueve años. Pero
desde que era una niña que crecía con un padre rico que me
ignoraba, he anhelado lo que esta gente tiene aquí. Una vida
sencilla llena de amor.
Dejo la bandeja de comida y me apresuro a marcharme. No estoy
segura de a dónde voy. Todo este rancho es tan grande que sería
fácil perderse. Apuesto a que podrías caminar kilómetros en esta
tierra sin ver a otra persona.
Sólo he caminado unos minutos cuando mi cuerpo empieza a
doler, un doloroso recuerdo del accidente. Pero aun así consigo
llegar a la gran casa donde el equipo y yo estábamos preparando
la comida antes.
Dentro, el lugar está tranquilo, ya que todos los camareros están
atendiendo a los invitados en el pabellón. Respiro la paz,
agradeciendo un tiempo a solas.
Cuando voy al baño, me veo en el espejo. Mi pelo se ha movido
dejando al descubierto las cicatrices rosadas y fruncidas de mi
cuello. Me invade la conocida sensación de tristeza y vuelvo a
cubrirlas rápidamente.
Pienso en la forma en que los hermanos Taylor miran a sus
esposas. Nunca encontraré a alguien que me mire así. No ahora
que tengo estas cicatrices.
Mi padre apenas reconocía mi presencia antes del accidente de
coche. Sólo me visitó una vez en el hospital. No se quedó más de
cinco minutos y sé que la única razón por la que vino fue porque
mi tía le empujó a hacerlo.

Me dirijo a la terraza trasera y me siento en uno de los escalones
de madera con la pintura desconchada. Quiero lo que tiene esta
gente. Quiero sentirme segura y cálida. Quiero a alguien que
pueda aceptar estas cicatrices.
Las lágrimas salen de mis ojos. Sé que la autocompasión no me
ayuda. Fue mi primera gran constatación después de empezar a
recuperarme en el hospital. Pero no se trata de compasión. Se
trata de anhelo. De la desesperación por encontrar a alguien que
pueda ver todo lo que hay en mí y que me siga encontrando
hermosa.
Oigo el sonido de una puerta que se abre detrás de mí y me froto
la cara. No es que importe. Una mirada le dirá a cualquiera que
preste atención que he estado llorando.
Espero a que la persona se aleje, pero en su lugar alguien se une
a mí en el escalón. y miro fijamente mis zapatillas de tenis. He
utilizado pintura de tela en un par blanco para crear un dibujo
de un castillo con un dragón que escupe fuego y una princesa
que se libera. —Lo siento. Estoy arruinando el ambiente de la
boda.
Entonces me giro para mirar al desconocido y mi corazón casi se
detiene. Vuelvo a ver la mirada azul intenso de un hombre que
lleva unos dos días de desaliño facial y el ceño fruncido. Tiene
una pequeña cicatriz blanca sobre el labio. Parece el novio, pero
un rápido vistazo a su dedo anular me dice que no es él.
Se acerca a mí y su pulgar roza mi mejilla para atrapar una sola
lágrima que se ha escapado.
—¿Alguna vez has deseado encontrar a alguien que te ame? —le
pregunto. No estoy segura de lo que motiva la pregunta. Sólo
necesito saber que no estoy sola en este momento.

Hace una pausa, parece pensar un momento antes de asentir.
Sus dedos siguen apoyados en mi cara, con mi barbilla ahuecada
en su gran palma. Su simple contacto me transmite calor y algo
en la forma en que me mira me hace sentir atrevida.
Pienso en Leona, mi amiga y compañera de servicio. No deja de
hablar de este divertido juego al que juega cuando va a las bodas.
Tal vez yo también podría jugarlo. Quizás por una vez podría
sentir que alguien me toca.
—Mi amiga me habló de este juego en el que encuentras a alguien
soltero en una boda y te haces pasar por un desconocido
silencioso. No dices una palabra, sólo te enganchas. Suena
divertido, ¿No? —Entonces contengo la respiración y trato de
calibrar su reacción.
Asiente rápidamente, con algo que brilla en su mirada. Parece
aún más oscuro que hace un momento y se pasa la punta de la
lengua por el labio inferior.
Haciendo acopio de valor, le pregunto: —¿Quieres ser quizás mi
desconocido silencioso esta noche?

Mia Brody escribe historias apasionantes sobre hombres alfas
que se enamoran de mujeres grandes y hermosas. ¡A ella le
encantan los finales felices y cada pareja que escribe tendrá uno!
Cuando no está escribiendo, Mia está buscando la porción

perfecta de pastel de queso y viendo demasiados K-dramas.

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TRADUCCIÓN DE FANS PARA FANS, NO OFICIAL. SIN FINES DE LUCRO.

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CUIDA A LOS GRUPOS, FOROS Y BLOGS SI DESEAS QUE CONTINÚEN CON SU

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1 Wild y Wicked: Salvaje y Malvado.(Los dejo en inglés por ser apodos)

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Después de nuestra ceremonia de boda, Luke y yo firmamos

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Cuando Luke dijo que actuaría como un marido recién casado,

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Luke me deja en la floristería. Todavía hace eso de revisar el lugar

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Más tarde, Luke me lleva a su cabaña en silencio. Después del

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