Stalk Her

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Ella nunca debería haber entrado en mi club.
Lo que ella pensó que era una noche inocente atrajo la atención
de un monstruo.
Ahora no hay a dónde correr.
No hay donde esconderse.
Ahora ella me pertenece.
Es mía.
Este libro puede tener factores desencadenantes para

algunos lectores. Por favor proceda bajo su propio riesgo

Introducción
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Epílogo

VANCE
La música vibra a través de los pisos, permitiendo que las
muñecas de trapo giren y se toquen entre sí, completamente
intoxicadas.
En una noche típica, las mujeres vienen aquí a mostrar sus
cuerpos, a sentirse mejor con sus vidas vacías. Mientras que los
hombres vienen aquí para olvidar lo patética que es su existencia
encontrando un agujero dispuesto para llenar durante unas
horas.
Encontramos aquí la verdadera naturaleza de la enfermedad
conocida como humanidad. Tal vez por eso nunca me fui.
Cuando comencé a trabajar para Vincent Ricci, era un niño punk
que solo necesitaba unos pocos dólares para que mi madre no
perdiera nuestra casa. Resultó que la violencia y el asesinato son
algo en lo que soy bueno, demasiado bueno. No solo podía hacer
lo que los hombres que habían estado en el trabajo durante
décadas no podían, sino que también me gustaba. Así que me
quedé, nunca me fui, eventualmente convirtiéndome en uno de
los hombres más poderosos de la organización y el dueño de este
pozo carnal humano.
A lo largo de los años, me había acostumbrado a caminar por la
pista de los clubes que dirigía, por lo general de pie en mi posición
sobre la refriega, viendo la mancha en el mundo conocida como
humanidad.
Odio a la maldita gente, incluso a los que me gustan.
Normalmente los encuentro desagradables. Sus mentes llenas de
lo mundano, sus deseos juveniles. El desdén probablemente me
dio la capacidad de hacer lo que tenía que hacer sin pestañear.

Estoy a punto de regresar a mi oficina cuando aparece, algo
diferente, alguien hermoso en un mundo de inmundicia. Una
chica de aspecto delgado con cabello negro largo y sedoso, un
cuervo que se mueve con gracia entre la basura.
Las típicas mujeres, criaturas patéticas, la rodean, haciendo
alarde de sí mismas por siquiera una mirada de los hombres de
mierda que están cerca, pero ella no. Ella se para allí, tratando
de desaparecer, y me dan ganas de verla más.
Mis ojos se deleitan con ella antes de que dos rubias falsas la
arrastren a la pista de baile. No parece que quiera participar. Su
largo cabello negro fluye mientras sacude la cabeza, intentando,
pero los cuerpos rubios tiran de ella de todos modos.
Su cabello fluye de un lado a otro mientras sacude la cabeza,
haciendo señas a sus amigas para que se vayan, tratando de
decir que no, pero las rubias simplemente tiran de ella, jalándola,
básicamente arrastrándola hasta que las tres se mueven al
centro de la pista de baile. El cuervo negro está allí, un hermoso
pájaro al que le cortaron las alas. Los dos buitres rubios bailan a
su alrededor, tratando de mostrar lo atractivas que son a
cualquier mirada indiscreta que las rodee. No se dan cuenta de
que a su lado no son más que motas de tierra tiradas en el suelo.
El cuervo se ve tan incómodo parado allí; ella balancea su cuerpo
al ritmo de la música, pero el ritmo finalmente se desvía. Un
hombre al azar, nada especial, se acerca a ella. Estoy
familiarizado con el tipo; buscan chicas que parezcan inseguras
de sí mismas para aprovecharse de ellas, pero él no se da cuenta
de que el cuervo tiene mi atención, y ahora ella es mía. Nadie se
mete con lo que es mío.
Mis ojos se encuentran con algunos de mis muchachos, hombres
prominentes y bien entrenados que se aseguran de que todo
funcione sin problemas en el club. Atienden a la chusma
indeseada que tropieza en el lugar. Por lo general, no le damos

mucha importancia a que los hombres coqueteen con las
mujeres, pero la idea de que alguien toque al cuervo no me sienta
bien. La violencia que mantengo atada ahora ha rugido a la
superficie. No soy el tipo de hombre con el que quieres estar
cuando me siento desquiciado.
Me abro paso entre la multitud, atragantándome con el aroma de
la colonia que se usa para enmascarar el hedor del sudor
debajo. Me paro a unos metros del cuervo, mi mirada recorre su
cuerpo y se concentra en sus manos temblorosas mientras trata
de alejar al hombre. No me gusta que la haya asustado. La rabia
que siempre acecha bajo la superficie de mi piel toma el
control. El monstruo, listo y esperando para eliminar a
cualquiera que se atreva a hacer infeliz al cuervo.
—Te sugiero que te alejes de la dama. —Mi voz es tranquila,
nivelada. Me enseñaron a una edad temprana a controlar mis
sentimientos, a ocultar mis deseos, a enjaularlos. No hay razón
para que este pequeño de mierda piense que tiene algo contra
mí. Solo otra interacción común entre un portero y un maldito
borracho agresivo.
El hombre pasa su brazo por la cintura del cuervo. Levanto la
vista y veo lo incómoda que está. No digo una palabra. Empujo a
las dos rubias que ignoraron a mi cuervo fuera del camino. Recojo
al cuervo y la muevo detrás de mí antes de agarrar la muñeca del
hombre. Empujo su mano hacia atrás hasta que escucho un
chasquido.
—¿Qué carajo, hombre? —el hombre grita en agonía, su mano
buena va a la inerte. Su rostro se contorsiona por el dolor.
Le sonrío al hombre, casi como si nada hubiera pasado, y le digo
con calma: —Ella no quería que la tocaras.
—Ella no estaba diciendo que no —grita él.

—Eso es una mentira. Le dije que se fuera. Él no lo hizo. —La voz
del cuervo viene estrellándose a través de la música alta. Es
hermosa, incluso con un toque de ira en él. Suena angelical,
perfecta. Ni siquiera sabía que un sonido como ese era posible.
—Voy a llamar a la policía. No puedes simplemente romperme la
muñeca.
—Adelante. Por favor, asegúrese de mencionar mi nombre. Vance
Matthew le envía sus saludos. Si te dejo con vida para la mañana.
Al escuchar mi nombre, los ojos del hombre se abren, su cabeza
cae y sus ojos solo miran las luces que brillan en el piso de
mármol. Así que mi instinto estaba en lo cierto. Él es escoria. Las
personas que reaccionan así a mi nombre son aquellas que saben
exactamente quién soy, qué tipo de trabajo realizo. Ellos son los
que más le temen al monstruo porque previamente fue desatado
sobre ellos, sabiendo de lo que soy capaz. Temer a mi nombre
significa que tienes algo que temer.
Mis muchachos vienen por detrás, tirando de sus brazos hacia
atrás y haciéndolo pequeño. Sonrío cuando Rock me lanza la
billetera del hombre. —Kevin Muller, 505 West Conrad Street —
Los ojos del hombre se abrieron cuando leí su nombre y
dirección—. Kevin, te sugiero que nunca olvides dos cosas que
sucedieron esta noche. Asegúrate de grabarlos en tu mente para
que nunca los olvides. Primero, si una mujer dice que no,
escucha. En segundo lugar, si alguna vez me jodes a mí o a esta
jovencita, te perseguiré como si fueras un perro rabioso y te
sacrificaré —Le tiro la billetera a Kevin. Golpea su pecho y rebota
en el suelo—. Recógela.
Kevin duda, así que me acerco a él, mirándolo directamente a los
ojos. —Recógela.
Tropieza al agacharse. Mi rodilla se conecta directamente a su
cara. —Perdiste tu billetera.

Kevin agarra la billetera y mis muchachos lo sostienen. Sus ojos
están salvajes de miedo. El rastro de sangre ahora está cayendo
por su rostro, gotas carmesí golpeando el piso de mármol
blanco. A nuestro alrededor, los clientes están mirando. No me
importa. Todo sentido de la razón se ha desvanecido de alguna
manera de mi cerebro. Quiero que pague, pensando que podría
respirar el mismo aire que el cuervo, y tocarla. —Kevin. Te irás a
casa y nunca volverás a poner un pie cerca de ella o de este
club. Si alguna vez te vuelvo a ver, te cortaré del ombligo a la
nariz como un maldito pez. ¿Entendido?
Kevin niega con la cabeza, su cuerpo tiembla.
—Kevin, necesito oírte decirlo, para que no haya confusión. ¿Lo
tienes?
—Sí—, gime. Tropieza cuando mis muchachos lo sueltan antes
de levantarse y prácticamente salir corriendo de mi vista.
Me giro hacia la multitud, sonriendo mientras me ajusto el
traje. —Bebidas por la casa —digo en voz alta y observo cómo la
multitud vitorea, olvidando lo que presenciaron hace unos
momentos—. Solo hágales saber que hoy es el especial de Vance.
Me giro hacia el cuervo y asiento antes de alejarme, regresando
al balcón. Allí sigo examinando su belleza.
Parece que Kevin y yo no somos los únicos cuya atención captó
durante toda la noche. Los hombres se le acercan, pero cuando
ella les dice que se vayan, se van sin problemas. Un chico mira
hacia arriba. Lo fulmino con la mirada, suficiente disuasión para
que él se meta en sus propios asuntos. El cuervo se gira hacia
donde miraba el hombre, antes de vacilar y tropezar, aterrizando
sobre sus manos. Corro escaleras abajo, moviéndome hacia ella,
desesperado por alcanzarla como si mi vida dependiera de ello.

CLARISSA
—¿Estás bien? —pregunta el loco de antes.
Siento que una persona cuerda le temería, pero yo no. Había
estado rodeada de suficientes depredadores en mi vida para saber
que aunque este tipo estaba loco, no me haría daño. La forma en
que había caído como una tonelada de ladrillos sobre ese
pervertido de antes me lo decía.
—Sí, creo que me torcí el tobillo o algo así.
Sus brazos se deslizan debajo de mí, levantándome como si no
pesara más que una pluma o una bola de algodón. Me acuna en
sus brazos, apresurándonos lejos de una multitud por un
pequeño pasillo de aspecto húmedo. Esta sería probablemente la
parte en la que me cortaron en pedacitos y me dejaron con los
buitres en una película de terror.
Llegamos a una puerta de acero negro. Me coloca suavemente en
el suelo, todavía sosteniéndome con un brazo mientras ingresa
un código, haciendo que la puerta se abra.
—Vaya, esta es una oficina que luce bastante lujosa. —digo,
observando las paredes de ladrillo, la mesa de caoba oscura y los
muebles de cuero marrón.
Se encoge de hombros y me coloca en el gran sofá de cuero. —Me
gusta estar cómodo aquí. Es donde paso la mayor parte de mi
tiempo.
—Debería gritar, ¿no?
—Solo si quieres que te haga daño.
El miedo corre a través de mí. —¿Me harías daño?
El sonríe. —Probablemente no.

—¿Probablemente?
—No puedo decir que nunca lo haría. Si me lo pidieras, diría que
sí. —Me quita los zapatos, tomándome con la guardia baja por lo
suaves que son sus manos mientras gira mi tobillo, tratando de
examinar el daño. Una exhibición bastante impactante para el
tipo que le dijo a un tipo que era capaz de asesinarlo no hace
mucho tiempo.
—Estás un poco jodido, ¿eh?
Me mira, sus ojos son como un océano azul profundo en medio
de una tormenta. —Ni siquiera sabes la mitad de eso.
Me estremezco tanto por su mirada como por su toque.
—Parece que está torcido. Solo mantenlo sin peso. Estará bien en
unos días.
—Genial, simplemente me iré. —Me muevo para levantarme, pero
él es rápido como un rayo, inmovilizándome, con ambos brazos
enjaulados a mi alrededor.
—Te llevaré a casa.
—Sin ofender, grandulón, pero le acabas de dar una paliza a un
tipo frente a mí sin ningún motivo y luego me cargaste para
meterme en esta sala de cigarros que es una oficina. Realmente
no voy a decirte dónde vivo.
—No necesito que me digas nada. Puedo averiguar lo que quiera
con una llamada telefónica.
—¿Quién diablos eres tú?
—Vance.
—No, quiero decir, ¿quién eres tú? Como, ¿cuál es tu negocio?
Pareces caminar por el lugar como si fuera tuyo.
—Yo soy el dueño.

—No, no el club. Como... pareces como si pudieras comprar y
vender cualquier cosa o cualquier persona. Como poder real.
Vance se encoge de hombros; se levanta del sofá y me ofrece su
mano. —Te prometo que no te haré daño. Mi palabra es mi
fianza. No la romperé. —Cuando no tomo su mano de inmediato,
rápidamente agrega—: Tampoco acepto un no por respuesta.
—Dijiste que no me harías daño y luego dices que no puedo
decirte que no.
—Puedes decir que no cuando se trata de sexo, y te prometo que
no sufrirás ningún daño físico.
Sus palabras no son realmente tranquilizadoras, pero le creo. El
peligro no es un concepto nuevo para mí. Nací en él. Coloco mi
mano sobre la suya enorme, y me atrae hacia él. Huele bien, a
chocolate caliente y a violencia.
Abre una puerta en la parte trasera de su oficina, y estamos
afuera al lado de un auto de lujo negro con su propio conductor
personal. Vance me abre la puerta y me hace un gesto para que
entre. Incluso el vehículo es elegante. La cosa tiene una mini-
nevera, y es espaciosa como el infierno, más como una especie de
mini limusina. Vance me sigue adentro, cerrando la puerta
detrás de él. —Dígale al conductor su dirección.
Cuando le doy la información al hombre, Vance frunce el ceño.
—Ese no es un buen vecindario.
—Está bien. No estoy muerta aún.
—Eso no es un asunto de broma, Clarissa.
Se me pone la piel de gallina al escucharlo decir mi nombre. No
estoy segura si es causado por el miedo o la emoción.
—¿Cómo supiste mi nombre?
Él sonríe mientras me entrega mi billetera.

—¿Me robaste la billetera?
—Solo en caso de que hayas intentado decirme la dirección
equivocada.
—Eres un acosador de buena fe, ¿lo sabías?
Vance me guiña un ojo antes de que sus labios carnosos formen
una sonrisa siniestra. —No lo era antes de hoy.
Durante el viaje, Vance no dice una palabra. Se sienta ahí
mirándome. Aprieto mis muslos juntos, no estoy segura de lo que
me está pasando. Su mirada no es normal. Es casi orgásmica. Si
alguien puede hacer que una chica se venga con una mirada,
definitivamente es este hombre. Es desconcertante cómo el
hombre me mira como si fuera un pequeño bocado que no puede
esperar para devorar.
—Realmente no vives en un vecindario agradable—, dice Vance,
sus ojos ahora fuera de mí. Se enfoca en las aceras deterioradas
rodeadas de edificios con escaleras de cemento rotas y ladrillos
faltantes en las paredes.
—Soy una niña grande. Puedo hacerme cargo de mí misma.
—Sí, pero no es necesario. Ya no.
Sus palabras me toman con la guardia baja. Realmente no
entiendo lo que está diciendo. Cuando llegamos a mi
apartamento, me inunda el alivio. Cuanto antes salga del coche,
antes podré tomar un poco de aire fresco. Sentada allí con él se
siente como si estuviera arrullada, como si estuviera drogada por
la intoxicación por la proximidad a su presencia. —Está bien,
bueno, esta es mi parada. Gracias por el aventón.
Mi mano está alcanzando la manija de la puerta cuando él agarra
mi muñeca, girándola suavemente. —Espera —Saca una tarjeta
color crema con una fina letra cursiva negra del interior de su
chaqueta, colocándola en mi mano—. Si alguna vez necesitas
algo, llama a ese número. Va directamente a mí.

—Ummm, gracias. —dije, haciendo que las palabras sonaran
más como una pregunta que como una afirmación.
—Lo digo en serio, Clarissa. Úsala.
La puerta del coche se abre. El chofer ofrece su mano, pero antes
de que pueda tomarla, la voz de Vance retumba con un tono
amenazante: —No la toques —Me gruñe—: Iré a ayudarte.
Me siento allí preguntándome por qué este tipo es tan raro, hasta
que aparece en mi lado del auto, tomándome la mano. Subimos
las escaleras de mi apartamento; en silencio me observa girar la
llave y entrar, dejando que la puerta se cierre entre nosotros.
—Te veré, Clarrisa —dice a través de la puerta—, Dulces sueños.
Subo las escaleras a mi apartamento solitario. Me acerco a mi
ventana, mirando a Vance mientras se apoya contra el auto, sus
ojos me miran. Debería estar asustada. Debería llamar a la
policía. Pero me quito la blusa, dejándolo verme en mi sostén de
encaje negro a través de la seguridad del vidrio entre
nosotros. Mis manos recorren mi cuerpo y se aferran a mis
pechos. Mis manos amasan mientras la humedad se acumula en
mi centro. Mientras tanto, me pregunto cómo sería si entrara en
mi apartamento en medio de la noche y me tocara mientras
duermo.

VANCE
Me siento como un adicto removiendo la costra que dejaron las
drogas. Solo que esta adicción no es imaginaria. Los
pensamientos de Clarissa son como la dulce liberación del opio
en mis venas.
No puedo sacarla de mi mente. Ella es como un relámpago que
se abre paso en la oscuridad. No puedo comer, beber o
dormir. Me he convertido en un verdadero marica obsesionado
solo con ella.
Camino a través de la neblina de la ilusión, pensando en su
cabello azabache y su dulce aroma a chicle. Nada en mi vida
parece importar. Mi mundo entero es ahora un borrón inquieto.
Las noches inquietas me han llevado a una obsesión total que me
ha llevado a aparcar fuera de su apartamento, noche tras noche.
La primera noche que fui a su departamento, me senté en el auto
y miré su ventana como un jodido pervertido. Eso fue solo un
golpe de un porro. He necesitado algo más fuerte, algo que me
lleve al olvido. Tontamente pensé que si la volvía a ver, saldría del
trance en el que me había puesto, pero la adicción empeoró.
He abandonado todas las responsabilidades de mi vida y me he
consumido por conocer el aspecto más minúsculo de su vida.
Una vez, la observo mientras empaca su mochila y corre hacia el
metro, su bolso grande cae suelto sobre un brazo mientras trata
de no derramar el café caliente en su taza.
La sigo en el campus de la universidad. Por lo general, está sola,
pero de vez en cuando casualmente estará hablando con un
compañero de clase. No hay nadie con quien ella tenga algún tipo
de conexión significativa. Me complace ver que evita a todos los
hombres que la rodean. No estoy seguro si es timidez o

simplemente desinterés de su parte, porque los chicos no quieren
nada más que meterse en los pantalones de mi chica. Hago crujir
mis nudillos mientras observo a los chicos con seriedad, para ver
si alguno se atreve a cruzar la línea con mi cuervo. Sé cómo
mantener la calma. Cómo estar concentrado, pero con ella, mi
control aquí parece delgado como el papel y se va en un instante.
Mi cuervo es inteligente. Su carga de curso es todo física y
cálculo. Me siento en la parte de atrás de sus clases y observo
mientras hace garabatos en una hoja de papel, tratando de
mantenerse al día con el profesor chupapollas.
En ocasiones, levanta la mano y le pide que lo repita. El hijo de
puta pone los ojos en blanco como si fuera una carga haciendo
algún tipo de pedido irrazonable. El imbécil estaba hablando
demasiado rápido para que ella captara todo lo que salía de su
boca. Quiero ponerle una pistola en la cabeza para que sienta el
malestar que le está causando. Tendré que acordarme de hacerle
una visita para que sepa con quién se mete.
Después de clases, por lo general corre a casa y se queda toda la
noche.
He estado acampando fuera de su casa, observando desde el
asiento trasero de mi auto. Hago que Enzo, mi manager en el
club, haga mandados, me traiga comida o cualquier otra cosa que
pueda necesitar. Ni siquiera me ducho. Vivo en mi coche. Quiero
estar cerca si ella me necesita o, Dios no lo quiera, si está en
peligro.
Una mañana, falta a la escuela y se dirige a otro apartamento al
otro lado de la ciudad. Una pelirroja diminuta abre la puerta. Se
abrazan antes de entrar corriendo, entrando y saliendo cada
pocos minutos, cargando un pequeño cupé. Un hombre las sigue,
arrastrando las palabras y apenas capaz de mantenerse erguido
mientras les grita. Llamándolas putas y pedazos de basura. Veo
rojo. Mi sangre está en llamas. No soy alguien con quien debes

meterte. Estoy a punto de salir de mi auto y romperle la cabeza
al hijo de puta contra el pavimento, pero Clarissa y la pelirroja se
suben al cupé y se van. Las sigo, haciendo una nota mental para
hacerle una visita al hombre en algún momento.
La pelirroja deja a mi cuervo en su casa antes de abrazarla y
alejarse.
Deseo desesperadamente estar cerca de ella para saber qué está
haciendo, qué come, cuál es su bebida favorita. ¿Duerme en
pijama o completamente desnuda como yo? Cuando ya no puedo
más, empiezo a buscar maneras de entrar en su espacio. No hay
forma de que deje que nadie más la mire. No confío en nadie más
con mi cuervo.
En la primera oportunidad que tengo, irrumpo en su
apartamento.
Es media noche.
Su lugar es estrecho, mal iluminado y un antro. Vive en un
estudio, apenas hay espacio suficiente para que alguien pueda
moverse. Una pequeña habitación abarca una cocina apenas
utilizable y un área con un sofá plegable que actualmente se
convierte en una cama. Mi dulce ángel está acostado allí, doblada
de lado. Se ve mucho más frágil cuando duerme. Sus perfectos
labios rojos ligeramente separados, su cabello negro abanicado
sobre las almohadas blancas, un marcado contraste. Y una
pequeña habitación ubicada a un lado contiene un inodoro
manchado y una bañera que necesita ser reemplazada
desesperadamente.
Mirando el lugar, sé que no hay forma de que le permita seguir
viviendo así. Un maldito animal merece algo mejor que este
montón de mierda. Abro su refrigerador y miro el contenido
dentro. Casi nada de comida de verdad… Tiene un poco de crema
de café, mantequilla de maní y una barra de pan. A sus armarios
no les va mejor, con una caja de galletas saladas y algunos fideos

ramen. No me extraña que sea tan delgada. Apenas come. Lo
arreglaré, incluso si tengo que atarla a una silla y obligarla a
tragar un bistec.
Recuerdo cómo era, preocupándome por cómo íbamos a
mantener las luces encendidas o preocupándonos por el dinero
que sobraba para la comida. La mirada preocupada en la mirada
temerosa de mi madre está grabada en mi memoria. Se las había
arreglado para mantener a mi hermana alejada de todas las
preocupaciones. Aun así, yo era el hombre de la casa después de
la muerte de mi padre. La responsabilidad recayó sobre mí, así
que hice lo que tenía que hacer para mantenerlos a salvo, incluso
si eso significaba que mi seguridad se volvió intrascendente.
Miro a mi cuervo durmiendo profundamente. No tiene idea de que
un animal camina libre en su espacio, un animal que se ha
obsesionado con ella, que hará cualquier cosa para poseerla. En
ese momento, juro que no hay forma de que la deje pasar hambre
nunca más.
Lentamente abro el grifo, y un crujido violento resuena en la
habitación. Mi mirada se dirige a Clarissa, que sigue durmiendo
como si no hubiera un depredador en su habitación. Los jodidos
grifos ni siquiera funcionan correctamente. No hay nada en su
pequeño espacio que sea adecuado. Absolutamente nada.
Mis ojos se enfocan en una pequeña cómoda junto a un perchero
con ruedas que parece estar usando como un armario
improvisado. Abro el cajón superior y noto una serie de
bragas. Nada demasiado extravagante, sobre todo algodón básico
en negro, blanco y piel. Tomo uno de los negros y lo coloco en mi
cara mientras inhalo. Lamentablemente no contiene su olor, pero
había estado en su piel.
Ella susurra en su sueño. La manta se ha movido con sus
movimientos y su teta está expuesta. Ella no tiene sostén, y un
pezón rosado perfecto está expuesto a mis ojos hambrientos. Mi

polla se pone dura como una roca al instante. Me ajusto y me doy
cuenta de que lo único que podría acabar con mi tormento es la
liberación.
Me acerco a su cama y desabrocho mis pantalones, sosteniendo
mi polla en mi mano como un pervertido. Sé que lo que estoy
haciendo está mal, pero la necesidad es demasiado grande. Lamo
mi mano antes de colocarla en mi longitud. Muevo mi polla en mi
mano, lentamente al principio, imaginándome su lengua
lamiendo desde la raíz hasta la punta como si fuera una piruleta
en su sabor favorito. Clarissa suspira y mueve su rostro, ahora
directamente en línea con mi pene. Bombeó con más fuerza, me
la imagino acostada allí, con la boca abierta de par en par
mientras me empujo a la parte posterior de su garganta. La
imagen de ella chupándomela es tan fuerte que me corro allí
mismo en sus bragas negras de algodón. La yema de mi dedo roza
la cabeza de mi polla mientras recojo un poco de mi semen y lo
toco en su boca ligeramente abierta. Sé que debo tener cuidado.
Podría despertarse gritando y arruinar todos mis planes, pero la
necesidad de marcarla, dejarla con mi olor, me domina,
haciéndome perder la razón. Ni siquiera me importa porque el
pequeño cuervo fue mío desde el momento en que entró en mi
club.

CLARISSA
Toda la semana me he sentido mal, como si tuviera que cuidarme
la espalda. Entre la escuela y ayudar a mi mejor amiga Emily a
sacar sus cosas del apartamento de su abusivo exnovio, la vida
me ha pasado factura.
Estos son los momentos en los que deseaba tener alguien en
quien apoyarme. Una mamá con quien ir a casa y un papá que
me diga que todo mejorará. La única persona que tengo en la vida
que me conoce es Emily, y ahora ella está a cientos de millas de
distancia en Utah, tratando de poner distancia entre ella y Roy.
Mi espalda me da ganas de gritar mientras me levanto de la cama,
recordando la ira de Roy. Se suponía que no debía estar en casa
cuando sacáramos sus cosas, pero al igual que cualquier buen
abusador, nunca cumplen sus promesas y anhelan tener una
oportunidad más con su víctima. Si tener dolor de espalda y tener
dolor significa que mi mejor amiga finalmente está libre de ese
lunático, que así sea.
Me acerco para preparar una taza de café, cuando mi timbre
suena. No tengo ni idea de quién ha venido a verme al
amanecer. Miro hacia abajo a mi camiseta sin mangas y bragas
apenas visibles y me pongo un par de jeans y un suéter verde que
están junto a la cama.
Abro la puerta de mi apartamento justo cuando aparece un
repartidor con bolsas de comestibles. No recuerdo la última vez
que vi tanta comida. —Lo siento, pero creo que tienes la dirección
equivocada.
—¿Clarissa Roberts? —preguntó el hombre, mirando un
formulario de entrega.
—Sí, soy yo.

—Entonces tengo a la persona adecuada.
Me muevo para darle una propina, pero él la desestima. —No hay
necesidad. Ya está todo arreglado.
Mientras tomo la bolsa, no puedo pensar en quién me habría
enviado un regalo tan generoso. Aparte de Emily, no tengo a
nadie más que pensaría en mí, y mucho menos llenar mi nevera
con comestibles.
Desempaco los comestibles, llena de carne, verduras, frutas y
chocolate. Hay todo lo que siempre soñé. Cuando mi mano toca
el fondo de la bolsa, encuentro un sobre blanco.
Lentamente lo abro, sacando una bonita tarjeta blanca.
“Clarissa, no estaba seguro de lo que te gustaba, así que compré
un poco de todo. Si necesitas algo más, usa la tarjeta que te di”.
Deslizo mis dedos a lo largo de la tarjeta. Vance es duro y, por lo
que había visto, aterrador como el infierno. Realmente no estoy
segura de lo que quiere de mí, pero definitivamente estoy
preparada para averiguarlo. Con suerte, no será el mayor error
de mi vida.

VANCE
—¿Alguna vez dejas tu auto? —Enzo pregunta por el altavoz.
—Lo haré una vez que recoja lo que es mío.
—Ella no va a ninguna parte. Hay cosas que necesitan tu
atención en el club.
Dejé escapar un suspiro. —Estoy seguro de que eres más que
capaz de hacerte cargo.
Enzo es un hijo de puta aterrador, nadie se mete con él y espera
vivir. Subimos juntos. Confío más en él que en mi mejor amigo
de la infancia. Tristen realmente no sabe lo que soy, pero Enzo
conoce la cara de mi monstruo porque él también lo es.
—Estás jodidamente obsesionado, hombre. No le pasará nada si
te vas por unas horas.
—No me arriesgo. Ocúpate de lo que sea necesario encargarse.
Levanto la vista hacia el apartamento de Clarissa y la veo salir
con tacones altos y un vestido negro demasiado corto que parece
que le salen plumas. Sonrío, pensando que en realidad se parece
a un cuervo. Uno jodidamente sexy.
La observo mientras se sube a un auto en el asiento trasero. Bien,
no es una cita. No tengo que matar al pobre maldito conductor.
Probablemente sea un Uber o un Lift.
Arranco el coche y la sigo. No estoy seguro de hacia dónde se
dirige a las diez de la noche, pero no hay forma de que la deje
sola. Muchos hombres se aprovechan de las mujeres. Sé
exactamente quiénes son. Mi mundo está lleno de ellos.
Cualquiera que toque un pelo de la cabeza de mi cuervo, tendrá

que vérselas conmigo, y no soy el tipo de hombre que quieres que
llame a tu puerta.
El automóvil en el que se encuentra comienza a conducir por
calles conocidas, lugares que veo pasar a toda prisa mientras la
sigo.
¿Va a ir a otro club, a algún lugar donde no conozca el diseño y
no pueda protegerla tan fácilmente?
Mierda.
Realmente no quiero matar a alguien esta noche, pero viendo
cómo se ve, podría ser inevitable que los hombres la vean.
Inhalo un suspiro de alivio cuando sale de su auto y entra al
club. Mi club. No hay escapatoria. Ella está entrando en mi
castillo, y aquí soy, el maldito rey. Pronto descubrirá lo que haré
para convertirla en mi reina. Mi maldita cuervo. Mi pajarito. Mía.
Me apresuro al club desde la trastienda. Ella está a salvo en el
club. Enzo había pasado su foto, por lo que todos los chicos
saben que ella está fuera de los límites. Odio que hayan mirado
su foto, pero tenía que hacerlo. No le servirá a nadie si me voy a
medias y empiezo a matar a todo el personal.
—Encantado de verte —dice Enzo cuando paso junto a él en el
pasillo oscuro.
—Si quieres hablar, encuéntrame en la percha.
La percha es el punto más alto del club. Es donde me siento, mi
trono, mientras observo el espectáculo de abajo. También es el
mejor lugar para protegerla. En esa posición, puedo rastrearla
deslizándose por la pista de baile y ver con precisión quién le
habla o intenta cualquier otra cosa.
Me quedo allí, siguiendo cada movimiento de ella con mi
mirada. Se ve tan hermosa que físicamente duele mirarla. Ella
sonríe al cantinero, Josie, cuando toma su bebida y se sienta. No

creía que fuera posible estar jodidamente celoso de una maldita
silla.
—Te ves como una mierda —dice Enzo, viniendo a pararse a mi
lado—, No puedes continuar más así, o te vas a romper.
—Malditamente demasiado tarde. Me rompí en el momento en
que la vi.
—No eres bueno para ella ni para nadie si estás jodido y fuera de
tu juego.
Froto mi cara, tratando de tener mi maldito cerebro bajo
control. Dejé que todo se fuera. Mi único interés es mi
Cuervo. Nada más parece importarme. Puedo quemarlo todo y
estaré bien mientras ella esté conmigo.
—¿Qué vas a hacer, Vance? ¿Seguirla como un cachorro por el
resto de tu vida?
—Vete a la mierda.
Enzo se ríe y me golpea en la espalda con la mano abierta. —Te
amo, hombre, pero estás seriamente mal. Nunca te había visto
tan trastornado antes, y un montón de coños se lanzan hacia ti.
—No quiero los otros coños.
—¿No puedes simplemente follarte a una de las chicas de cabello
oscuro y fingir que es ella? Tal vez una buena follada te lleve de
vuelta al buen camino.
Aprieto los dientes, mis manos se vuelven fantasmalmente
blancas por agarrarme a la barandilla con tanta fuerza. —No
quiero a nadie más. Sólo la quiero a ella, sólo a ella.
Enzo sigue hablando, pero lo ignoro porque, en ese momento, un
tipo espeluznante con el cabello peinado hacia atrás y un traje
genérico está hablando con mi cuervo. Ella sonríe cortésmente,
pero su cuerpo se aparta, diciéndole en silencio al hijo de puta
que no está interesada. El hijo de puta no entiende el mensaje. Él

no retrocede y va a la siguiente conquista. Él mueve su cuerpo
más cerca, abarrotando su espacio.
Corro escaleras abajo. —Rock, Tony, vengan conmigo.
Los dos gorilas ni siquiera parpadean. Como buenos soldados,
me siguen, sin hacer preguntas.
Me acerco a Raven. —Señor —le digo con los dientes apretados—
, por favor, venga con nosotros.
—¿Para qué diablos?— pregunta el pinchazo.
—Nos gustaría tener una conversación con usted. Señor,
podemos hacer esto de la manera fácil o de la manera
difícil. Prefiero lo segundo, pero no me opongo a lo primero.
Los ojos del imbécil se agrandan y se mueven de izquierda a
derecha, como si buscara una salida, pero no la hay. Este es mi
palacio, y había cabreado al rey. Mis muchachos lo agarran por
los brazos y comienzan a arrastrarlo mientras continúa gritando.
—Hola —dice Raven—, esperaba encontrarme contigo. ¿Ese tipo
va a estar bien?
Agarro un mechón de su cabello y siento la suavidad sedosa en
mi dedo, solo una muestra de su suavidad, su belleza. —No te
preocupes por él, pajarito. ¿Por qué me buscabas?
Ella me mira mientras sus dientes perfectamente rectos rozan
sus dientes inferiores, haciendo que mi pene se ponga duro como
una roca. —Recibí tu entrega. Fue muy amable. Gracias.
—No fue nada —digo, en serio. Haré cualquier cosa por la
chica; ordenar algo de comida es literalmente lo más bajo que
puedo hacer en una lista de cosas. Quiero hacerla mi reina, poner
el mundo, mi mundo, a sus pies—. Me encantaría quedarme
contigo toda la noche, pajarito, pero ahora mismo tengo que
ocuparme de los negocios —Señalo el balcón—. Ese es Enzo. Él
te vigilará. Una vez que sea el momento, él te traerá a mí.

Le ofrezco una sonrisa antes de girarme hacia Josie. —Todo lo
que ella necesite corre por cuenta de la casa.
—Lo tienes, jefe.
Le ofrezco a Raven una sonrisa antes de dirigirme a la parte de
atrás.
El club solía ser un viejo almacén, con todos los adornos. En un
momento, albergó una carnicería, y cuando remodelamos, insistí
en que mantuviéramos algunas de las características antiguas
cuando actualizáramos el lugar. La unidad de almacenamiento
en frío fue una de las cosas que mantuvimos.
Saco la cuchilla para deshuesar del interior de la chaqueta de mi
traje antes de quitarla y entregársela a Rock. —¿Quién lo está
mirando?
Los ojos de Rock se agrandan cuando me ve girar el cuchillo en
mi mano. A la mayoría de la gente le gustan las armas en mi línea
de trabajo, pero a mí no. Las armas son fáciles. No necesitan
ningún talento. No hay necesidad de delicadeza al apretar el
gatillo. Pero una cuchilla es hermosa. Se necesita convicción,
empuje y, sobre todo, habilidad. —Tony y Salvador. Jefe, solo
está borracho.
Miro a Rock mientras deslizo la hoja del cuchillo por el interior
de mi palma.
Tony levanta las manos, demostrando que entendió el mensaje
cuando abro la puerta y veo al pequeño hijo de puta sentado en
una silla de metal. El coño está literalmente temblando. Eso es lo
que pasaba con estos punks agresivos que venían al club. Son
unos cobardes que se hacen pasar por alfas.
Me arremango, dejando al descubierto todos mis tatuajes, y
observo cómo los ojos del tipo prácticamente se salen de sus
órbitas. Se traga su miedo, tratando de reemplazarlo con
indignación en su cara de comadreja cuando me acerco,

sosteniendo una cuchilla en mi mano. Ambos sabemos quién
está a cargo aquí, quién es el animal atado en la jaula, pero el
hijo de puta todavía intenta fingir que tiene algo de poder.
—No puedes simplemente mantenerme aquí. Esto es ilegal. Te
demandaré por todo lo que tienes.
Tony me lanza una billetera y saco su licencia de
conducir. —Michael Williams. —Hojeo y veo una foto del coño con
dos niños pequeños y una mujer que parece cansada de su
mierda mientras dibuja una sonrisa falsa para la cámara—. Umm
linda familia. —Deslizo el cuchillo suavemente sobre la imagen,
apenas raspándola. Me pregunto si les gustaría una breve visita
mía.
—No te acerques a ellos, psicópata.
Me río. Sé que nunca tocaría a su familia. No lastimo a mujeres
y niños. Eso era lo que harían los idiotas como este, pero le dejé
pensar que destriparía a cada persona que amaba y no sentiría
remordimiento por ello. No hay nada malo en joderle la
cabeza. Me acerco a él y coloco la punta del cuchillo a lo largo de
su garganta. —No creo que estés en condiciones de decirme qué
hacer y a quién hacérselo. Deberías haber pensado en tu
pequeña esposa e hijos antes de tocar algo que no te pertenecía.
—¿De qué mierda estás hablando, hombre? No tomé nada.
Me río, sentándome en la silla frente a él mientras pongo una
mesa de madera sólida entre nosotros. —¿Tomar? No. No podrías
quitarme nada. Dije tocar. Tocaste algo que es mío —Toco la
mesa—. Pon tu mano derecha aquí. Separa los dedos.
—¿Para qué diablos?
—Vamos a jugar un pequeño juego. Te gustan los juegos,
¿verdad, Michael? Pareces jugarlos con las damas. Ellas dicen
que no, y tú persigues en un pequeño juego del gato y el ratón. La

cosa es, Michael, que no tocaste cualquier gatito esta vez. Tocaste
a mi leona, y tiene que haber un precio por eso.
Cuando Michael no se mueve, asiento con la cabeza a Tony, quien
apunta el arma a la sien del cobarde. Me inclino hacia
adelante en mi silla, girando la cuchilla afilada sobre la
pequeña mesa. —Bala o mi juego, Michael. La decisión es tuya.
De mala gana, coloca su mano temblorosa sobre la mesa.
—Buena elección. Tu vida realmente no vale la pena
rechazarme. Ahora separa tus dedos.
Michael separa los dedos, sus ojos brillan. ¿El hijo de puta iba a
llorar?
Balanceo la punta del cuchillo a lo largo de su mano. —Me
encanta este juego. —Muevo la hoja entre sus dedos mientras lo
miro directamente a los ojos— ¿Alguna vez lo jugaste
antes? Tiene muchos nombres: el juego del cuchillo, dedo de
alfiler, nervio, alfil, dedos de cuchillo y, mi favorito, filete de cinco
dedos.
Michael niega con la cabeza. Me río, y luego lo escucho, el
flujo constante de líquido. Michael se ha meado en los
pantalones. —Michael, creo que un hombre adulto como tú ya
habría aprendido a ir al baño. Quería entregarte esto, pero no
estoy seguro de que puedas manejarlo.
—Eres un maldito psicópata.
—Sí, Michael, ya lo cubriste—. Le sonrío mientras muevo la hoja
más rápido entre sus dedos. Canto y observo cómo un miedo
genuino se apodera de él. Sabe que está mirando a un monstruo
y que no tiene adónde ir ni nadie que lo ayude. —Locomotora,
locomotora número nueve, bajando por la línea de Chicago. Si el
tren se sale de la vía, ¿quieres que te devuelvan el dinero?

—Joder—, grita Michael mientras retira su mano. La sangre
ahora se derrama violentamente donde su dedo índice se
conectaba en el nudillo hace un momento.
—Michael —le digo mientras examino su dedo amputado—,
ahora estamos a mano.
—¿A mano? Me cortaste el maldito dedo.
Me inclino, mis ojos ahora están a la altura de los suyos, y
empujo el dedo en su cara. Sus ojos se ven congelados,
hipnotizados por la extremidad. —Y tocaste a mi mujer. Este
dedo aquí tocó lo que me pertenece, así que lo tomé, poniéndonos
a mano.
—Estas jodidamente loco. Voy a ir a la policía.
Le paso el cuchillo por la cara, un hilo de sangre se desliza por
su mejilla. —No harás tal cosa. El dedo no es nada comparado
con lo que podría hacerte a ti, a tu mujercita ignorante y a esos
hijos tuyos. Estaba tratando de ser misericordioso, pero si
quieres que desate toda la fuerza del monstruo que soy, con gusto
te complaceré. Sólo Pruébame.

CLARISSA
Tal vez cometí un error. Me siento allí en la oficina de aspecto
exuberante, la oficina de Vance. La oficina de un hombre. Sigo
mirando los muebles de cuero y el escritorio de caoba mientras
me arreglo el vestido. Debería haberme puesto algo más. Todo lo
que quería hacer era darle las gracias por algunos malditos
comestibles. Podría haber venido aquí en jeans y un suéter. No
necesitaba arreglarme. Odio mi estúpida vagina. Fue su idea
lucir bonita para Vance. Camino por la habitación,
preguntándome si soy la chica más tonta sobre la faz del
planeta. Me atrae un fanático del control. ¿Y si es una especie de
asesino? Incluso cuando tengo la idea, la dejo a un lado. El
hombre parece desquiciado, pero también parece protector y
amable, al menos para mí. Solo necesito que entienda que no voy
a hacer lo que él quiere solo porque él lo quiere.
Golpeo la puerta durante quince minutos, en vano.
—¿Cuánto tiempo se supone que debo quedarme aquí?— exijo,
mi puño duele por golpear constantemente la puerta de acero.
Después de que Vance me dejó para encargarme de lo que sea,
sus matones se acercaron y me dijeron que fuera con ellos, justo
después de que un tipo quería bailar conmigo. Estoy empezando
a pensar que a Vance tiene algo contra el baile.
Cada vez que alguien quiere bailar conmigo, parece que se vuelve
loco.
—No puedes mantenerme aquí contra mi voluntad. Es
jodidamente ilegal.
—Hola, Clarissa—. Salto cuando una voz profunda detrás de mí
me sobresalta. Me volteó para ver a Vance, que ya no lleva la
chaqueta del traje, la camisa negra esta desabrochada en la parte

superior, mostrando el vello oscuro del pecho. Las mangas de su
camisa se arremangaron hasta los codos, dejando al descubierto
intrincados tatuajes en negro, sin color.
Me acerco a él. Su rostro se ilumina y me lanza una sonrisa. Lo
abofeteo con fuerza, dejándole una roncha roja y furiosa. Voy a
hacerlo de nuevo, pero me agarra la mano, su sonrisa aún está
pegada en su rostro, pero esta vez no parece ligera. Ahora parece
peligroso, venenoso, y por mucho que quiera asustarme, me
siento atraída por él.
—No quieres meterte conmigo, cariño. No soy uno de los
pequeños universitarios a los que estás acostumbrada.
—¿Quién diablos te crees que eres?
Se encoge de hombros, lleva mi mano a sus labios y coloca un
suave beso en mi punto de pulso, haciendo que todo mi cuerpo
se estremezca. Sus ojos tienen un destello de picardía cuando
sus labios se levantan, formando una sonrisa arrogante. —Tuyo.
—Estás jodidamente loco —grito, tratando de retirar mi brazo,
pero su agarre es demasiado fuerte. Si Vance quiere, podría
dominarme sin problema—. Estás tratando de asustarme porque
no te tengo miedo—, miento.
Vance da un paso hacia mí, mi muñeca aún envuelta en su gran
mano. Su otra mano acaricia mi cabello hacia atrás, su toque
inunda mi cuerpo con calor, deseo y necesidad. —Deberías
temerme, pajarito —De repente deja caer mi mano y hace un
gesto hacia la silla de cuero marrón—. Toma asiento.
—Joder no. Me voy —digo, retrocediendo hacia la puerta.
Vance no dice una palabra. Se arranca el cinturón de cuero negro
de un solo golpe. El pánico toma el control y apenas puedo tragar
la bilis que me sube a la garganta. El miedo genuino de que me
va a violar se arrastra en mi mente y me mantiene tensa. Se
acerca con el cinturón en la mano. Mi espalda ahora está hacia

la puerta, y su marco es todo lo que veo frente a mí. Me
estremezco.
Inclina la cabeza. —¿Acabas de estremecerte, pajarito?
No respondo. Sólo quiero que termine lo que sea que él me va a
hacer.
Vance inclina la cabeza, su aliento cálido contra mi piel cuando
susurra: —Dime, Clarissa, ¿a quién tengo que matar?
De alguna manera encuentro mi voz. —¿A ti?
Vance se ríe mientras da un paso atrás y convierte el cinturón en
unas esposas. Lo desliza sobre mis muñecas y aprieta los lazos,
el cuero inutiliza mis manos. —Esto debería mantenerte quieta
por el momento—. Me levanta por la cintura y me lleva hacia su
escritorio antes de abrir la puerta. Él susurra a los hombres
afuera. No sé lo que están diciendo. Desde mi visión periférica,
veo que la puerta por la que entró Vance en el fondo de la
habitación está entreabierta. Este es el momento, mi único
momento. Corro.
El pasillo es espeluznante. Parece algo que verías en una película
de terror: gris, oscuro y sin humanos. Definitivamente, aquí es
donde me van a asesinar, luego me cortarán en pedazos y me
tirarán a un basurero.
—Clarissa, detente—, oigo gritar la voz profunda de Vance. Una
parte de mí quiere parar. Una estúpida parte tonta hambrienta
de sexo que piensa que vale la pena morir por un orgasmo
masivo.
Es difícil correr con las manos atadas. Quién diría que necesitas
tus manos para correr mejor. Seguro que yo no, ya que me planté
de cara en el suelo. Trato de levantarme. Levanto la cabeza y me
encuentro cara a cara con sus caros zapatos italianos de cuero
negro.
—¿Estás bien?— pregunta, tratando de ayudarme a levantarme.

Alejo mi cuerpo, rechazando su toque. —Vete al infierno.
—Vas a resultar difícil, ¿no?— Vance pregunta, levantándome
suavemente del suelo. La forma en que me maneja no se
correlaciona con lo que está haciendo. El hombre me retiene
contra mi voluntad, por Dios sabe qué, tengo las manos atadas y
me siento realmente enjaulada.
—¿Cómo diablos se supone que voy a hacer las cosas difíciles
cuando me ataste las manos y me mantuviste encerrada en una
habitación? ¿Se supone que debo sonreír y decir gracias,
señor? Mas por favor?
Vance se frota la nuca y se ríe. Algo arruinó seriamente al tipo en
la cabeza. —Supongo que eso es lo que pensé que sucedería, sí.
—Estas jodidamente loco. ¿Alguna vez te revisaron por tu tipo de
locura?
Me dice por dónde caminar dándome un empujoncito en la
espalda. —Me han dicho que estoy loco antes, pero por lo general
son personas que no me importan.
No sé por qué, pero escuchar esas palabras salir de su boca me
hiere un poco. Parecen tan jodidamente deprimentes. Miro hacia
abajo y noto las manchas de sangre en su mano. —¿Qué diablos
te pasó?
Sigue mis ojos y se encoge de hombros. Saca un pañuelo blanco
y se limpia las manos. Estoy paralizada por el rojo que ahora
ensucia lo prístino del blanco. —Digamos que no me gusta
cuando la gente se mete con lo que me pertenece. Especialmente
no me gusta cuando tocan lo que es mío.
—Nadie te enseñó a compartir cuando eras niño, ¿eh?
Debo haber dicho algo incorrecto porque sus manos están sobre
mí, y me gira, inmovilizándome con el calor que arde en sus
ojos. —Yo no comparto. Nunca. ¿Lo entiendes?

—Sí, hombre, relájate. Nunca tomaré una papita cuando no estés
mirando.
—Puedes tomar lo que quieras. Otros no pueden.

VANCE
—Está bien, ya que puedo hacer lo que quiera, ¿por qué no me
dejas seguir mi camino feliz y podemos fingir que no pasó nada?
Ella es jodidamente exasperante. Ella tiene cada parte de mí,
incluida mi polla, confundida. La chica está aquí tratando de
hacer todo lo posible para huir de mí, y mi polla está dura como
el acero para ella. —No.
—¿Qué vas a hacer? ¿Secuestrarme?
La aprieto contra la pared, asegurándome de que pueda sentir
todo de mí. La miro directamente a los ojos, dejándola sentir el
calor en los míos. —Estás lejos de ser una niña.
—¿Subiste la temperatura para que me sintiera incómoda?
—¿Alguna vez te callas?
—Realmente no. Especialmente cuando estoy nerviosa. ¿Por
qué? ¿Te molesta?
—Realmente no. Estoy seguro de que puedo llenarte la boca para
mantenerlo bajo control.
—Oh, Dios mío, me vas a violar, ¿no? —chilla mientras trata de
alejarse de mí, pero no es rival para mi fuerza.
Violación... Ella piensa que soy capaz de violar. Claro, puedo
hacer cosas jodidas, pero nunca violar. —Pajarito, yo no violo
mujeres. Cuando tengamos sexo, rogarás por mi polla en cada
uno de tus agujeros y me lo agradecerás.
La llevo al callejón, donde nos espera la limusina. Enzo y
Tony están a la espera, ambos dándome una mirada de
decepción. —No necesito su mierda,—les advierto.

Enzo me pasa la venda de los ojos. Se lo sostengo a Clarissa.
—¡Estás loco si crees que estoy usando eso!
La inmovilizo contra el auto, dejándola probar mi dura polla
contra su vientre. —Podemos hacer esto de la manera fácil o de
la manera difícil. ¿Cómo te gustaría que fuera? ¿Suave o
ruda? Personalmente, soy partidario de lo rudo, así que espero
que vayas por ese camino.
Veo como su respiración se vuelve superficial. Puede protestar
todo lo que quiera, pero a una parte importante de ella le gusta
este juego del gato y el ratón conmigo. A diferencia de los otros
chicos, conmigo quiere que la atrape. Me inclino, mi aliento en
su piel. —¿Por qué no eres una buena chica y haces lo que te
dicen?
Coloco la venda sobre sus ojos. Esta vez, ella no protesta. La
coloco suavemente en el asiento trasero del auto, me subo detrás
de ella y luego Tony se sienta en el asiento del conductor y nos
movemos.
—¿A dónde vamos?
—Algún lugar donde podamos estar solos.
—Podrías haberme pedido una cita.
—Considera esto una cita.
—Vete a la mierda—, ladra.
—Estoy tratando de ser paciente, Pajarito, pero que me pruebes
constantemente no está ayudando. No soy el más caballeroso. No
me vuelvas a probar.
—Literalmente me ataste las manos con tu cinturón y me quitaste
la vista. Estoy bastante vulnerable aquí. ¿Cómo puedo estar
segura de que no me harás daño?

—Tienes mi palabra de que no te pasará nada malo. Estás
completamente a salvo conmigo.
—¿Puedo conseguir algo de beber?
Abro la nevera del coche y sirvo dos copas de champán. —¿Te
gusta el champán?
—¿A quién no?
Llevo una copa a sus labios. —Abre.
—No puedes esperar que deje que un hombre que apenas conozco
vierta un líquido desconocido en mi boca. ¿Cómo puedo estar
segura de que no vas a drogarme?
—Abre la boca, Clarissa, o te la abriré a la fuerza.
Ella se sienta allí, con la boca cerrada. Mi control se desliza, y mi
ira sube, apoderándose de mí. Tomo un trago del líquido,
manteniéndolo en mi boca. Si ella quiere ser difícil, que así
sea. Sostengo su cabeza con una mano mientras pellizco su
nariz, restringiendo sus vías respiratorias. Estoy agradecido de
no poder ver sus ojos, así que no puedo ver el conocimiento en
ellos. Soy un monstruo. Cuando ya no puede contener la
respiración y abre la boca, me inclino y derramo el líquido de mi
boca en la de ella. Se traga la mayor parte, pero una diminuta
gota se desliza por la comisura de su boca. Me agacho y lo trazo
con mi lengua y escucho a Clarissa suspirar.
—¿Te excitaste, pajarito?
—No.
Deslizo mi dedo a lo largo de su clavícula y me detengo justo
encima de su escote. —¿Es por eso por lo que tu respiración es
tan pesada? ¿Por qué tu boca está ligeramente entreabierta,
como si esperaras mi polla?
—Es miedo, idiota, no lujuria.

Usando mi rodilla, empujo sus piernas para separarlas. Siento el
calor de su coño, sabiendo que si la toco, empaparía mi
mano. Inclinándome, pellizco el lóbulo de su oreja, lo suficiente
para llamar su atención pero no tanto como para que le duela, y
susurro: —¿Es por eso por lo que tus pezones están duros como
rocas y tu coño está empapado?

CLARISSA
La ira está hirviendo en mí y está a punto de estallar. No sé quién
se cree Vance que es. El pendejo me secuestró, me ató, me
escupió en la boca y tuvo el descaro de señalar lo mojada que
estaba. La cuestión es que no miente al respecto, y eso es lo que
realmente me molesta. Estoy excitada, realmente excitada. Soy
como las Cataratas del Niágara, entusiasmada con todo lo que
este hombre hace y dice.
¿Qué carajo me pasa?
Vance no ha hablado desde que señaló groseramente cómo mi
cuerpo era una puta traicionera, abandonando cada onza de
orgullo por una polla. Su polla. No estoy segura si me gusta el
silencio o lo odio. Por un lado, es agradable no sentir que me voy
a quemar ni con sus palabras ni con sus caricias, pero me está
volviendo loca que no me esté prestando atención.
—Ya llegamos, señor —dice ese imbécil de Tony cuando el auto
se detiene. No estoy segura si Tony realmente es un imbécil;
podría ser un tipo muy agradable, pero como ayudó a Vance a
hacerme esto, lo llamaré un imbécil.
Escucho arrastrar los pies y la puerta de un auto se abre cuando
una brisa fresca me roza la piel antes de que se cierre de golpe.
—Cabrón, me vas a dejar en el coche —demando antes de que se
abra otra puerta y una mano firme tire del cinturón de los puños.
—Tranquila… no quiero que te vuelvas a caer —dice Vance.
Salgo lentamente del auto, prestando atención a sus
palabras. Sus manos firmes se mueven tortuosamente lentas a
lo largo de mi brazo, haciéndome temblar. Oigo reír al hijo de
puta. Él sabe exactamente cómo estoy reaccionando porque sus

ojos parecían observarme como un halcón. Una vez que llega a
mi cabeza, sus dedos se enroscan en mi cabello, tirando
suavemente. —Te voy a quitar la venda de los ojos.
Asiento mientras sus dedos quitan la obstrucción de mis ojos,
haciendo que sus ojos azul oscuro sean lo primero que veo.
El calor de su mirada es tan intenso que siento que podría
prenderme fuego. No estoy segura de qué hacer con las
emociones que este hombre evoca en mí. Las sensaciones de
miedo, anhelo y necesidad caen dentro de mí hasta que se
convierten en una especie de brebaje tóxico.
No estoy segura si quiero follarlo, besarlo, golpearlo o huir de
él. Sus ojos se clavaron en los míos, sus labios se tornaron en
una sonrisa insensible, como si supiera lo que estoy pensando.
—Todo a su tiempo, Pajarito —susurra, enviando escalofríos a lo
largo de mi piel y una sacudida de electricidad directamente a mi
clítoris. Si el hombre puede hacer este vudú con palabras, me
pregunto qué puede hacer con el tacto.
—Señor, tengo su paquete aquí —dice Tony, entregándole un
paquete pequeño envuelto en lo que parece una bolsa de papel
marrón.
Vance se lo quita. —Gracias, Tony. Que tengas un viaje seguro
de regreso a la ciudad.
La ciudad… Esas palabras me devuelven a la realidad. Me ha
secuestrado. Miro a mi alrededor y veo kilómetros de tierra con
cientos de árboles, y en el medio hay una pequeña cabaña y lo
que parece un garaje de gran tamaño detrás. Eso es. No hay otras
casas, no hay gente. Estoy en el medio de una puta nada con un
hombre que apenas conozco. Esta es directamente una escena de
una película de terror, y no siento miedo. Tal vez estoy loca.
—Umm, Vance, ¿cómo vamos a volver sin Tony?

—No lo hacemos —dice Vance. Su mano se demora en el cinturón
aún atado alrededor de mis muñecas—. Al menos no por el fin de
semana —Desabrocha el cinturón, arrojándolo alrededor de mi
cuello. Sus ojos se enfocan en mis muñecas. Dos verdugones
enojados ahora reemplazan el cuero negro. Vance frunce el ceño,
masajeando mis muñecas—. Lo lamento. No pensé que los había
atado tan fuerte. Mierda. —Cae de rodillas y deposita dulces
besos a lo largo del interior de mis muñecas antes de darles la
vuelta y repetir el gesto del otro lado. No puedo evitar pensar en
lo increíblemente tierno que es el acto; un completo cúmulo de
emociones se enfurecen en mí por este hombre. La mayoría de
ellas ni siquiera estoy cerca de entenderlas, y no estoy segura de
que alguna vez lo haga.
Sé que lo que estoy a punto de preguntar es estúpido, pero mi
voz se quiebra cuando pregunto de todos modos. —Sé que ya
pregunté esto, pero ¿vas a lastimarme?
Vance me mira, el dolor, la ira, el arrepentimiento y la tristeza
brillan en sus ojos antes de enmascararlos, encerrándolos en una
fortaleza impenetrable para que no pueda alcanzarlos. —Yo no
lastimo a mujeres inocentes. Definitivamente nunca te
lastimaría. Moriría antes de dejar que un cabello de tu cabeza se
dañe.
—¿Es una cosa de sexo?
—No —susurra—. Te deseo, pero no, no te traje aquí para
convertirte en mi esclava sexual, si eso es lo que estás
preguntando.
—Entonces, ¿qué estoy haciendo aquí?
—Sólo te quiero aquí. —Hace una pausa por un momento, como
si estuviera repensando sus palabras—. Te necesito aquí. Desde
el momento en que te vi, me sentí atraído por ti; eso nunca ha
pasado antes. Realmente no sé qué hacer con… —Se calla por un
momento antes de agregar—. Sentimientos.

—¿Entonces tienes el hábito de secuestrar a las mujeres que te
atraen?
Vance sale disparado del suelo, alejándose de mí. No oculta lo
que está pensando, sus manos se cierran en puños a los
costados, sus ojos queman lava fundida. —¿Qué te hace pensar
que me atraes, pajarito?
Sus palabras se sienten como agua helada siendo arrojada sobre
mi cabeza. Me sorprende lo mucho que duelen, pero me niego a
dejar que vea el dolor que causan. —Le rompiste la mano a un
tipo hace una semana, le hiciste Dios sabe qué a ese tipo esta
noche, me enviaste comestibles, me secuestraste. O quieres
follarme o matarme.
Vance ignora mi pregunta; en cambio, saca el paquete de la
bolsa de papel marrón de su bolsillo. Esta vez realmente me
concentro en él y noto gotas de sangre saliendo de él. —¿Qué
diablos es eso? —Pregunto, mi voz tiembla con cada palabra que
pronuncio.
Los gruesos dedos de Vance desenvuelven el papel y dos cortes
de bistec se asoman. Él silba y dos grandes Dobermans salen
corriendo a pedido. Vance no me quita los ojos de encima.
Sostiene uno de los dos bistecs y un dóberman salta con saña,
haciéndome entrar en pánico, pensando que en realidad podría
sacarle la mano a Vance con el bistec. Cuando el perro tiene su
carne y las extremidades de Vance todavía están unidas, me
calmo un poco, solo para presenciar que sucede nuevamente con
el otro perro.
—Estás jodidamente loco.
Vance se ríe, una risa genuina, una risa que proviene de un lugar
de alegría, acariciando a los perros en la cabeza. —Están bien
entrenados.

No puedo dejar de pensar en lo diferente que se ve en este
momento. Claro, todavía parece que podría enfrentarse a diez
hombres solo y es duro como el infierno, pero también parece un
chico de al lado: amable, cariñoso, confiable.
Vance coloca su mano en mi espalda, guiándome a la cabaña. no
puedo moverme. Mis pies no me dejan. Estoy congelada, incapaz
de hacer nada más que mirar a los dos perros, que me miran con
furia.
—Retírense —grita Vance. Ambos perros gimen antes de salir
corriendo—. No te harán daño. Conocen tu lugar y el de ellos.
Asiento y me inclino hacia él mientras caminamos hacia la
cabaña. Vance abre la puerta con una llave dorada y me la
mantiene abierta. Camino bajo su brazo, mi cuerpo rozando el
suyo, y el calor se acumula en mi centro. La reacción de mi
cuerpo hacia él está finalmente fuera de control.
La cabaña parece uno de esos lugares cursis para un hombre que
verías en una película navideña de Hallmark. Si fuera honesta,
no es en absoluto como me he imaginado el estilo de Vance. Es
una cabaña de troncos completa, toda de madera, alfombras de
oso, y colores cálidos.
—Esperabas una habitación blanca estéril—, bromea Vance una
vez más y corta mis pensamientos.
Me giro y lo fijo con mis ojos. —¿Cómo haces eso?
—¿Hacer qué?
—Leer mis pensamientos.
Vance se ríe. —No puedo leer tus pensamientos, Pajarito. Puedo
leer tu cuerpo sexy y tu hermoso rostro. —Vance camina hacia
mí, deslizando sus nudillos por mi mejilla—. Todo lo que piensas
y sientes irradia de ti. En mi línea de trabajo, poder leer a las
personas es la diferencia entre la vida y la muerte. Digamos que
nunca deberías jugar al póquer, cariño.

—Hay comida en la mesa. ¿Hay alguien más aquí?
Vance niega con la cabeza. —No. Tengo a alguien que cuida el
lugar mientras no estoy aquí y organiza lo que necesito antes de
que llegue.
Mis ojos se mueven de nuevo a la extensión sobre la mesa. Cada
comida que alguien podría pensar. Pollo, bistec, langosta, papas,
arroz, verduras.
—Eso es mucha comida para dos personas.
—Tu refrigerador estaba vacío y estoy bastante seguro de que la
mantequilla de maní no es lo que más te gusta comer.
Inclino mi cabeza. —¿Estuviste en mi apartamento?
Vance no responde. Se frota la parte de atrás de su cuello, y todo
en lo que puedo concentrarme es en los intrincados tatuajes que
cubren su antebrazo y el suave espacio que todavía es carne
rosada en el interior de su brazo. Es un lugar muy extraño para
ir sin un tatuaje, como si lo estuviera guardando para algo.
—¿Me vas a responder? ¿Estuviste en mi apartamento?
—Sí. —dice, su voz clara y directa. No hay vergüenza ni
arrepentimiento, como si irrumpir en mi apartamento fuera casi
su derecho—. Escucha, realmente necesito tomar una ducha. Ha
sido una semana larga, y ahora que estás aquí y a salvo, me voy
a duchar. Vuelvo enseguida.
—Pareces bastante seguro de que no intentaré huir —digo,
molesta por lo arrogante que es. El hombre irrumpió en mi
espacio, tocó mis cosas sin permiso. Espero que la ira me golpee,
pero todo en lo que puedo concentrarme es en el calor de sus
dedos en mis labios y en lo desesperadamente que anhelo su
toque—. Dijiste que no me obligarías.
Los ojos de Vance lo traicionan. Se ven malhumorados antes de
que se detenga, y regrese a la misma mirada oscura y acalorada.

Cierra el espacio entre nosotros, su cuerpo me rodea como una
soga y una manta combinadas. El aire parece más denso cuando
él está tan cerca de mí, tan denso que no estoy segura de poder
respirar. —Pajarito, ambos sabemos que todo lo que te he hecho,
lo has querido.
Mi mente retrocede a esa primera noche, cuando me dejó, cómo
me paré dentro de la ventana fantaseando con lo que realmente
hizo. Mi mano toca instantáneamente mis labios y él sonríe.
Supuse que había soñado con él esa noche en mi loft, pero él
había estado allí. No estoy segura si debo salir corriendo de aquí
gritando o si debo treparlo como un mono. El hombre presiona
todos mis botones. Desata todos mis sentimientos a la vez, y me
quedo atrapada entre querer luchar y someterme.
—Pajarito, tengo que ducharme —dice Vance, sacándome del
laberinto conocido como mis emociones. Traza desde mi sien
hasta mi mandíbula con la punta de su dedo—. No salgas de la
cabaña.
—¿Adónde voy a ir exactamente? No es como si hubiera otra alma
a la vista por millas.
—Ve a comer —ordena Vance, y obedezco mientras lo veo
desaparecer por la esquina.
Mi mente se siente como si estuviera en una neblina. Estoy en
una cabaña con un hombre que me ha estado acechando, un
hombre que irrumpió en mi departamento, invadió mi espacio,
mi privacidad y ahora parece mi libertad.
Escucho la ducha y corro.

VANCE
Tener a Clarissa aquí se siente bien. No había traído a nadie a la
cabaña antes. Es un lugar de refugio, de paz. No quiero a nadie
aquí a menos que signifique algo para mí. Mi cuervo significa el
mundo.
Me miro en el espejo y luego miro el pañuelo blanco ahora
manchado de carmesí desde el interior del dedo amputado. No sé
cuándo todo esto se convirtió en mi mundo, cuándo mi necesidad
de control y poder triunfó sobre mi humanidad.
Me sacudo el desprecio que siento por mí mismo y sigo
adelante. Al entrar en el dormitorio principal, dejo caer la toalla
y me pongo unos vaqueros, luego me dirijo a la cocina y, para mi
sorpresa, Clarissa se ha ido.
—¿Dónde está ella? —Gruño a los perros. Bajaron la cabeza,
diciéndome que la jodieron. Miro hacia la puerta principal, y está
entreabierta—. Mierda.
No me molesto en agarrar una camisa y dejo mis pies
descalzos. Abro la puerta principal y corro, los perros me siguen
en persecución. No es jodidamente seguro para ella aquí por la
noche. Literalmente no hay a dónde ir, y lo único que podría
encontrar es algún animal salvaje que la desgarraría miembro
por miembro.
Nunca debí dejarla sola. Ella no ha llegado a un acuerdo con
eso. Debería haberme quedado allí o haberla esposado a la
ducha. Pensé que ella estaba bien, pero obviamente, estaba
equivocado. Tal vez no puedo leer al pajarito tan bien como
pensaba. Sonrío, pensando que cuando la encuentre, comenzaré
a ducharme con ella acompañándome en la ducha. Joder, ¿por

qué haría ella esto? Ella sabe que prefiero morir antes que
lastimarla.
Los perros se detienen. Me siento aliviado porque eso debe
significar que tienen algo. Una rama se rompe y el sonido de las
hojas susurrantes atraviesa el aire silencioso de la noche. Miro
hacia abajo y veo uno de sus tacones color piel. Debe estar cerca,
y si estaba corriendo con esto, probablemente esté herida. Tendré
que castigarla por poner en riesgo su seguridad. ¿Qué diablos
estaba pensando? Pensé que me entendía. Moriría antes de dejar
que le pasara algo. Bajo ninguna circunstancia se le permite
salir lastimada. Si tengo que amarrarla para mantenerla a salvo,
lo haré, porque ahora es mía y cuido bien lo que me pertenece.
Timber y Tiger saltan al pequeño valle y ladran. Corro hacia abajo
y me uno a ellos, y ahí está mi pajarito, sentada en el suelo frío y
duro, acariciando su brazo. Realmente no puedo ver su cara en
la oscuridad. Mi primera reacción es revisar su tobillo; ella se
desliza hacia atrás en el suelo cuando me acerco.
—Jódete.
—Sería un placer, Pajarito, pero primero, necesito ver qué tipo de
daño te hiciste.
Se muerde el labio inferior y me da una sonrisa nerviosa. No estoy
seguro de si me teme o le gusta jugar. —Así que esto puede no
haber sido lo más brillante que he hecho.
Me acerco y tomo su tobillo en mis manos.
—Parece que esto es un hábito entre nosotros. Yo lastimándome
y tú estando ahí para arreglarlo.
No digo una palabra, levantándola. Me pierdo en su cálido cuerpo
acunado contra mí mientras sus brazos rodean mi cuello y se
inclina hacia mí, dando la ilusión de que confía en mí.
Abro la puerta de la cabaña y la apresuro al baño. —Desnúdate—
exijo.

Se sienta allí inmóvil antes de darme una mirada de disgusto
mientras se abraza a sí misma. —No lo haré.
—¿Crees que si quisiera hacerte algo, tus brazos tendrían una
gran oportunidad de protegerte? Tienes suerte de no estar sobre
mis rodillas en este momento por la artimaña que hiciste. No me
hagas repetirme, pajarito. Desnúdate.
Clarissa se muerde el labio y aparta la cara de mí. Sé que soné
como un imbécil, pero estoy enojado. Podría haberse lastimado
gravemente.
—O lo haces tú, o lo hago yo.
—Dijiste que no me violarías.
—Oh por el amor de Dios. —Me acerco a ella, mis manos en el
dobladillo de su vestido negro corto. La miro a los ojos y noto un
cambio. El miedo que estaba allí hace un momento ahora se ha
ido. Ha sido reemplazado por algo más: curiosidad, lujuria,
deseo. Se lame los labios y le arranco el vestido, dejando al
descubierto sus bragas negras de algodón y su sujetador de
encaje negro.
—¿Quieres que destroce el resto, o quieres hacerlo tú?
Clarissa mantiene sus ojos en mí mientras se quita el sostén,
dejándolo caer al suelo junto a sus pies, y luego se quita las
bragas, dejándola completamente desnuda ante mi mirada
hambrienta. Estoy duro como una roca con sólo mirar su
cuerpo. Mi polla podría atravesar el acero en este momento.
—¿Feliz?— ella pregunta.
Cierro la brecha entre nosotros. —Todavía no, pero la noche es
joven.
Mis manos están sobre ella en un instante, aunque no de la
manera primaria que quiero que estén. Examino su cuerpo,
revisando cada centímetro en busca de marcas de daño que ella

misma se haya causado cuando se escapó de mí. Le doy la vuelta
y se me hela la sangre. Mi mano tiembla y mis dedos tiemblan
cuando rozan su espalda desnuda.
—¿Quien hizo esto?— Pregunto, mi voz fría. Ya no soy un hombre
sino un monstruo. Mi garganta está seca, y lo único en lo que
puedo concentrarme es en cómo mataré al hombre que dejó
ronchas a lo largo de su espalda.
—No es nada —dice, tratando de alejarse de mí, pero no estoy
teniendo nada de eso. La agarro y la tiro hacia mí, manteniéndola
cautiva en mis brazos.
—Eso no es nada, Pajarito. Te lo preguntaré una vez más. ¿Quién
diablos te hizo eso?

CLARISSA
El agarre de Vance en mis brazos es firme, pero no duele. Es la
forma en que un padre podría abrazar a un niño que está siendo
beligerante, amable pero quiere que yo sepa que no está jugando.
Suspiro, bajando los ojos. Hay algo en la intensidad de la mirada
de Vance que me hace querer correr hacia él y alejarme de él. El
hombre es un enigma con una red bien fortificada, y yo estoy
justo en medio de ella.
—Mírame, Clarissa —exige antes de que sus dedos levanten mi
barbilla. Estoy perdida en el azul profundo de sus iris. El hombre
es realmente una obra de arte. Su rostro es perfecto en todos los
sentidos, a juego con el marco musculoso considerable de su
cuerpo esculpido.
—¿Qué le vas a hacer? —Tartamudeo, mis palabras me fallan.
—Matarlo.
Vance dice esas palabras como si le hubiera hecho una pregunta
estúpida. Puedo ver que para él, esa es la única solución, pero la
verdadera sorpresa en todo esto es que si Vance mata a Roy, no
me importaría porque, después de todo lo que hizo ese hombre,
se lo merece. Solo hay una razón por la que tengo una objeción a
que Vance lo mate. —No quiero que te metas en problemas.
Vance frota mi labio inferior mientras sonríe. —Pajarito, no soy
un hombre que se meta en problemas. Soy el hombre que los
hace. No necesitas preocuparte por mí, pero quienquiera que se
haya atrevido a tocarte sí lo hace.
—Su nombre es Roy Rogers. Es un idiota de mierda con el que se
enredó mi mejor amiga Emily. Parece que siempre se enreda con
imbéciles, empezando por su padre. Pero con suerte, termina con

Roy. Cuando fuimos a su departamento a empacar sus cosas, él
entró y comenzó a volverse loco. Él le dio un puñetazo, y cuando
fui a quitárselo de encima, se volvió loco, empujándome, y yo me
golpeé fuerte con el mostrador. Duele como una perra, pero creo
que son solo algunos moretones fuertes, sin daño real.
Vance asiente, camina hacia el mostrador del baño y toca su
teléfono. Lo noto, un dedo envuelto en blanco, manchado de
rojo… Sangre.
Grito y caigo al suelo mientras Vance deja caer su teléfono y corre
hacia mí. Sus manos están frenéticas mientras se mueven a lo
largo de mi cuerpo, sus ojos están consumidos por la
preocupación y el miedo. —Clarissa —grita, sacudiéndome.
—¿Es-Eso es un dedo?
Vance se encoge de hombros. —Sí. Es del hijo de puta del club. El
que te estaba acosando.
—¡Se ofreció a comprarme un puto trago, Vance! Apenas me tocó.
—Te tocó con ese dedo. Así que lo tomé.
—¿Le cortaste el jodido dedo porque me tocó el codo?
—Claramente.
—Estás loco.
—No me gusta que la gente toque mi propiedad. Te lo dije. No
comparto bien.
Me alejo de él, mi espalda golpea la pared y me doy cuenta de que
no queda ningún lugar adónde ir.
—Podría ser un loco, pero soy tu loco—, dice Vance con un guiño.
—Estoy aquí como tu prisionera, Vance. Me llamas tu propiedad.
Realmente no creo que tenga ningún poder aquí.

Vance se aleja de mí, sus ojos buscan los míos. Qué está
buscando, no estoy muy segura. Este hombre me hace cosas que
ni siquiera entiendo. Dicen que el miedo puede aumentar el deseo
sexual, y tal vez eso sea cierto, porque en este momento, tengo
flashes de él empujándome contra la pared y follándome hasta
que no puedo pensar con claridad.
Abre un cajón y veo el brillo metálico de una cuchilla. Se gira
hacia mí y sonríe. —Esto es probablemente poético de alguna
manera jodida.
Mi corazón se detiene. ¿Me va a matar? Como si sintiera mi
miedo, se gira hacia mí y me ofrece una sonrisa triste. —Esto no
es para ti, pajarito. —Clava la hoja en la parte de la piel de su
brazo izquierdo que no tiene ningún tatuaje—. Esto es para
nosotros.
Observo con horror y fascinación cómo Vance graba letras a lo
largo de su brazo. Me acerco, una fascinación enfermiza con este
hombre arraigándose y creciendo salvajemente dentro de mí.
Mirando hacia abajo, ahora puedo ver claramente lo que ha
hecho. Allí, mirándome fijamente, hay ocho letras... CLARISSA.
Gira su rostro hacia mí, una mirada de pura desesperación y
necesidad ensombreciendo sus ojos. Está bajando la guardia,
parado frente a mí desnudo, exponiendo las partes más
profundas de su alma, dejándome ver tanto al hombre como al
monstruo. Nunca otra persona me ha mirado como él lo hace,
como si yo fuera su mundo.
Vance me hace sentir como si realmente importara, incluso si sus
métodos son un poco: poco convencionales. Por lo general, una
chica recibe flores y chocolate, no un hombre que mutila su brazo
con su nombre.

Con mi nombre
Vance levanta su brazo, rastros de sangre caen sobre el piso de
mármol blanco. —Ahí. —Coloca el cuchillo ensangrentado sobre
el mostrador, volteándose para mirarme—. Esto es bastante
permanente, ¿no crees? Cuando digo que me perteneces, no es
unilateral. Soy tuyo, solo tuyo y de nadie más.
Solo asiento con la cabeza, sin saber qué más hacer y decir.
Vance no me empuja a hablar. Me deja en mis pensamientos
mientras abre el grifo de la bañera, buscando la temperatura
adecuada. —¿Quieres burbujas?
—¿De verdad tienes burbujas?
—Probablemente no, pero puedo hacer que alguien entregue algo
para la próxima vez.
Me gusta la forma en que dice la próxima vez, como si fuera a ser
permanente.
—Tenía la intención de planear esto mejor, pero luego ese tipo en
el club jodió mis planes, así que no tengo nada para ti, pero lo
arreglaré. Lo único que pude llegar aquí a tiempo fue la comida.
Sonrío, pensando en lo contradictorio que es este hombre. —Eres
un poco blando, ¿no?
—No, pajarito. No hay mucho en mí que sea blando. La única
persona que ve eso eres tú, solo tú.
Vance me ofrece la mano y la tomo antes de entrar en la
bañera. La talla en su brazo ni siquiera lo desfasa. Lo envuelve
en una toalla antes de comenzar, toma una toallita y trabaja en
mi piel, con cuidado alrededor de mi espalda para no causarme
ninguna molestia. —¿Duele?

Suspiro, apoyándome en su toque. —No, se siente maravilloso.
Vance se echa champú en la mano y me dedica una sonrisa de
disculpa. —Probablemente no sea a lo que estás acostumbrada.
—Sus manos se deslizan en mi cabello mientras hace espuma
mientras masajea mi cuero cabelludo.
Siento que mi corazón se contrae con su suave toque mientras
una lágrima se desliza por mi mejilla.
Vance deja de hacer lo que está haciendo. El pánico destella en
sus ojos mientras me mira. —¿Te lastimé? Lo siento. No puedo
parar.
—No, no, no es eso. Estás siendo tan gentil y amoroso. Es solo
que no he tenido a nadie que me cuide en tanto tiempo.
—¿Ni siquiera cuando eras una niña?
—No. Mis padres murieron en un accidente automovilístico
cuando yo tenía tres años. He estado en el sistema toda mi
vida. Ningún padre de crianza se tomó el tiempo para asegurarse
de que yo supiera que era importante. Nadie lo ha hecho, en
realidad... hasta tú.
—Eres importante —dice Vance antes de continuar lavándome el
cabello—. Me aseguraré de que nunca lo olvides.
Sonrío ante sus dulces palabras y me deleito con su tierna
caricia.
Vance quita el cabezal de la ducha conectado a la bañera, verifica
la presión del agua antes de rociarla sobre mi cabeza, lavando el
jabón y todo el dolor que había estado albergando.
—Tu cabello es tan hermoso —dice, sus manos suavemente en
mi cabello—. Fue lo primero que noté de ti. Este cabello negro
oscuro... Parecías un cuervo.

Me río. —¿Es por eso por lo que me llamas Pajarito?
—Sí, mi pajarito, mi cuervo.
Me giro para mirarlo, y sus ojos son mucho más suaves de lo que
había visto antes. —Eso es un poco poético.
Él sonríe y coloca un suave beso en la parte superior de mi
cabeza. —Eres poesía.
Una vez que ha quitado el jabón, se agacha y me saca de la tina,
una vez más acunándome contra él. Me sorprende lo fácil que lo
hace y lo mucho que me gusta. Si esto es lo que significa ser
propiedad de Vance, con mucho gusto seré suya.
El agua se desliza por mi cabello mientras lo miro a los ojos.
Mira hacia abajo y sonríe. —Te ves bien en mis brazos, cariño.
Asiento y le devuelvo la sonrisa, sabiendo que estoy totalmente
de acuerdo.
Me envuelve en una túnica blanca gigante y sonrío.
—¿Qué es gracioso?
—Estaba pensando que para un tipo que parece cortar mucho
las cosas, seguro que tienes mucho blanco.
Se encoge de hombros, atando bien la bata. —Es una cosa de mi
infancia. A mi madre siempre le gustaron las cosas blancas:
muebles, ropa, toallas, ropa de cama. Sé lo estúpido que es,
porque sacar sangre de los blancos es una perra.
—¿Tienes una buena relación con tu mamá?
—Sí, ella es la mejor. Después de la muerte de mi papá, las cosas
fueron difíciles, pero salimos adelante, los tres.
—¿Tres de ustedes?

Retira las sábanas, acariciando un lugar. Me acerco para
sentarme donde me quiere. —Sí, tengo una hermana menor.
—Debe ser agradable.
—Puede ser, pero ella es un dolor en mi trasero y nunca escucha
consejos.
Siento que mis ojos se vuelven pesados mientras trato de luchar
contra el sueño.
—Descansa, pajarito. Tenemos todo el tiempo del mundo para
hablar de lo que quieras.

VANCE
Me duele el corazón mientras me siento allí mirando a Clarissa
dormida en mi cama. Preocupado por cuánto tiempo le tomará
acostumbrarse a estar aquí, a estar conmigo. Siento una ligereza
que no había sentido en mucho tiempo. Ella pertenece aquí
conmigo. No hay nada de lo que haya estado tan seguro como de
eso.
Mi teléfono vibra. Entro al baño y lo levanto del mostrador. Me
pica el brazo mientras lo hago.
Enzo: Lo tenemos. Debería estar en la cabaña en 30
minutos. ¿Seguro que esto no puede esperar? Puedo
retenerlo por unos días.
Yo: No. Quiero que esto termine. Esta noche.
Dejo el teléfono y desenvuelvo mi brazo. Sonrío cuando el nombre
de Clarissa me devuelve la mirada. Tomo el botiquín de primeros
auxilios, me limpio el brazo, lo envuelvo con una gasa y bajo las
escaleras.
Me pongo un abrigo y abro la puerta justo cuando Enzo se detiene
en la casa. Él sale, seguido por Tony y quien solo puedo adivinar
es Roy.
—¿Dónde estoy? —Roy pregunta antes de lanzarme una mirada
sucia—. Todos ustedes van a estar en un mundo de dolor.
Me acerco a él y sonrío, y veo sus ojos agrandarse. Esa era una
habilidad extraña que mi sonrisa tenía en las personas justo
antes de que se encontraran con mis cuchillas. Realmente nunca
pensaron que haría algo hasta que fue demasiado tarde.
—Bienvenido, Roy. Mi nombre es Vance Matthew.

Ante la mención de mi nombre, se enfada con Tony, desesperado
por liberarse. —Escucha, hombre, no sé de qué se trata todo esto,
pero te juro por Dios que no he jodido nada que tenga que ver
con Vincent Ricci. Sé quién eres, hombre. —Cae de rodillas como
una patética cucaracha—. Lo juro por mi madre, hombre.
El patético hijo de puta en realidad juró por su madre. Eso es lo
que pasa con los hombres como Roy: matones débiles, niños
pequeños poco confiables. Lo único que saben hacer es usar a
las mujeres de cualquier manera que puedan. Me acerco, lo pateo
directamente en la cara y observo con satisfacción cómo la sangre
brota de su nariz.
—Esto no tiene nada que ver con Ricci, Roy. Estás aquí porque
jodiste con lo que es mío, y no me gusta que nadie haga eso.
—Hombre, no lo hice, lo juro. Sé que no debo acercarme a nada
en lo que hayas metido las manos.
Me agacho, agarro su cabello en mi mano y tiro hacia atrás con
fuerza. Quería que el hijo de puta supiera que esta noche era la
última noche en la que respiraría. —Pusiste tus manos sobre
Clarissa.
Ante la mención de su nombre, los ojos de Roy se abren como
platos. —¿Clarissa? ¿La amiga de emily? ¿Qué carajo tiene que
ver esa perra con nada?
La rabia volcánica en mí estalla. Golpeo la cabeza de Roy contra
la grava con tanta fuerza que escucho varios crujidos.
Probablemente le rompí la nariz y varios otros huesos de la cara
con el poder del golpe.
Lo dejo caer y lo levanto. —Mírame, Roy.
Sus ojos se encuentran con los míos, y veo el miedo en ellos. Es
una mirada que conozco bien, la que lanza un hombre cuando
sabe que se le acabó el tiempo. —Por favor, para. —suplica Roy.

—¿Son esas las mismas palabras que Emily usó cuando la
golpeaste?
Al oír el nombre de Emily, los ojos de Roy se mueven de un lado
a otro, como si pensara que aparecería de la nada.
—Ella no está aquí, Roy. Ni siquiera la conozco.
—Entonces, ¿qué estoy haciendo aquí?
Me inclino una vez más, mirándolo directamente a los
ojos. —Estás aquí por Clarissa.
—¿La amiga del coño de Emily?— Roy pregunta antes de que tire
de su cabello hacia atrás y lo golpee directamente en la cara con
toda mi fuerza y lo noquee.
—Vas a hacer que sea más doloroso, ¿no? —pregunta Enzo,
sacudiendo la cabeza.
Me encojo de hombros y me limpio las manos en el abrigo. —Él
no debería haber dicho su nombre si quería esto rápido y
fácil. Vamos a ubicarlo. No puedo esperar a ver la maldita mirada
de miedo cuando abra sus ojos de rata bastarda.
—Los limpiadores estarán aquí en unas tres horas—, dice Enzo
mientras levanta el cuerpo inerte de Roy.
Bajo las cuerdas y empiezo a atarle las manos y los pies para
levantarlo por encima de nosotros.
Enzo hace una mueca cuando me ve atar las manos de
Roy. —No puedes simplemente dispararle a la gente, ¿eh?
Descubrí hace años que me gusta mucho usar el método
strappado para quienes realmente lo merecen. No tengo
problemas con las armas cuando me ocupo de los negocios, pero
para los violadores, pedófilos y abusadores, me gusta un poco
más. Disfruto viéndolos amarrados y completamente indefensos,
totalmente vulnerables a mi capricho. —Algunos de ellos no
merecen una muerte sin dolor.

Enzo niega con la cabeza. —Realmente deberías ver a un
terapeuta por tu mierda.
Le sonrío a Enzo mientras aprieto la cuerda alrededor de las
muñecas de Roy. —No eres mejor, hermano.

CLARISSA
Me despierto, y la oscuridad me envuelve. Me giro hacia la silla
en la que estaba sentado Vance y me doy cuenta de que ya no
está allí mientras acurruco mi cara en su almohada y respiro.
Sonriendo, quito las cobijas y tiro de la calidez de la bata. El frío
del piso de madera golpea mis pies cuando los dejo en el piso. Me
sacude darme cuenta de que estoy literalmente en la casa de mi
cautivo. El miedo que recorría mi cuerpo hace apenas unas horas
se ha disipado por completo.
Hay una hoja de papel con una nota escrita en tinta negra encima
de los pantalones de chándal y una sudadera con capucha al pie
de la cama.
Pajarito,
Ya que fuiste una chica mala y me hiciste arrancarte el
vestido, pensé que te gustaría algo para ponerte. Voy a
disfrutar quitártelos en algún momento. Tal vez con mis
dientes.
Tuyo, Vance
No puedo evitar sonreír. Para ser un tipo que está fuera de
control, también es increíblemente considerado. Es como una
rosa con demasiadas espinas, hermosa y cautivadora, pero si
haces un movimiento en falso, te hace sangrar y no lo pensaría
dos veces. Me estremecí, pensando en ello.
Mientras deambulo por la oscuridad, buscando a Vance, veo a
los perros tirados junto a la puerta, como esperando que alguien
llegue a casa. Para ser dos perros viciosos, son bastante dóciles.
—Hola, chicos —susurro.

Ambos se levantan y se hacen a un lado, como diciéndome que
me aventure afuera. Yo abro la puerta. El aire frío de la noche me
pellizca la piel y me recuerda que no tengo abrigo. No me pone en
fase. No estoy corriendo esta vez.
Hay un parpadeo de luz que sale de debajo de la rendija del
cobertizo. En el interior, “My Girl” de The Temptations suena a
todo volumen. Lentamente, abro la puerta para no molestarlo.
Vance está de pie allí, su pecho desnudo expuesto. Los
intrincados tatuajes en su espalda parecen peligrosos y
atractivos a la vez. Un hombre realmente no tiene derecho a ser
tan malditamente hermoso.
La voz de Vance se arrastra por la habitación como una caricia
en mi carne. —Puedes acercarte, pajarito.
Me acerco; Vance está jadeando, su cuerpo cubierto con una
capa de sudor, haciéndome agua la boca al pensar en lamerlo
todo. Pongo mi mano en su hombro. Él suspira, bajando la
cabeza.
Pánico es todo lo que siento. Vance no se gira para mirarme. Él
no hace un comentario inteligente ni trata de mojarme solo con
el sonido de sus palabras y su voz.
Mi boca está seca. Apenas puedo tragar. Dejo caer mi mano,
girando para irme, antes de sentir una mano firme envolviendo
mis muñecas.
—No te vayas, pajarito—. La voz de Vance es tensa. El hombre
confiado de alguna manera parece expuesto, y estoy
vislumbrando su lado vulnerable. Un lado que estaba segura que
rara vez, si es que alguna vez, mostraba a alguien.
—¿Estás bien? —pregunto, sin saber qué más decir.
—Solo cuando estás cerca de mí.

Bajo la mirada hacia su mano, que sostiene mi muñeca, con
fuerza pero no tanto como para doler; el tipo de apretado donde
realmente se siente bien. No estoy segura de qué tiene este
hombre, pero estar con él es tanto aterrador como estimulante.
Toda mi vida, he pasado por querer a alguien que me quiera, me
cuide, me proteja y me valore. En unos pocos días, este hombre
ha hecho todo eso.
Sé que no es una buena persona; incluso se podría decir que es
psicótico. Sin embargo, mientras estoy aquí frente a él, perdida
en las profundidades de sus ojos azules, sabiendo que lo único
que podría ponerlo de rodillas soy yo, me hace desearlo sin
importar las consecuencias. La verdad es que no tiene de qué
preocuparse, porque me tiene atrapada en su red, y aunque
quisiera, nunca podría salir.
—No voy a ir a ninguna parte, Vance.
Tan pronto como las palabras salen de mi boca, lo veo. Sangre. Al
principio, creo que podría deberse a su mutilación autoinfligida
al grabar mi nombre en su brazo, pero es demasiada sangre. Este
es el tipo de sangre que verías en una película de terror después
de que alguien apuñalara brutalmente a otra persona varias
veces.
Mis ojos se mueven hacia su otra mano y veo el cuchillo antes de
que una gota roja caiga sobre su rostro, seguida de otra.
Vance debe notar el miedo que brilla en mis ojos, aunque trato
de controlarlo, porque deja caer mi mano y baja la cabeza. —Esto
es lo que soy, Pajarito. Es todo lo que realmente sé hacer.
Mis ojos siguen las gotas sobre nosotros, y ahí es donde lo veo,
Roy, muerto con múltiples cortes profundamente incrustados por
un objeto afilado: el cuchillo empuñado por la mano de Vance.
Vance se da cuenta de que estoy mirando el cuchillo y lo coloca
sobre la mesa de acero a su lado con lo que parecen ser otros

dispositivos de tortura. No estoy segura de lo que eran todos, pero
ninguno de ellos parecía demasiado agradable.
—¿Qué está pasando? —pregunto. Tan pronto como digo las
palabras, sé lo tontas que suenan. Lo que está pasando es que
Vance descuartizó a Roy como un asado de primera. Una
reacción típica a esto es correr, gritar, rezar para que un extraño
amable te recoja al costado del camino antes de que el psicópata
te corte. Aun así, descubrí hace mucho tiempo que yo no era tan
normal.
—Él te lastimó —Vance se encoge de hombros, como si matar a
personas al azar por lastimarme fuera normal—. Además, le
gusta golpear a las mujeres. Alguien debería haber sacrificado al
perro hace un tiempo. Podría haber estado todavía respirando si
no me hubiera cruzado, pero cometió el error de tocar lo que me
pertenece. —Vance se acerca a mí. La vulnerabilidad en sus ojos
de hace un momento ahora había desaparecido por completo,
reemplazada por convicción e ira. Frota su pulgar a lo largo de
mi labio inferior, el simple toque me moja. Se inclina y me
susurra al oído— :Te lo dije. Nadie toca lo que es mío. Si no
quieres que vuelva a suceder, será mejor que te asegures de que
nadie te toque.
—Debería correr —digo, mis ojos revoloteando cerrados, mi voz
apenas un susurro, mi cuerpo tan sensible a su toque.
—Pero no lo harás —dice Vance, empujando su cuerpo contra el
mío. Su polla presiona contra mi estómago y se me hace agua la
boca— ¿Lo harás, pajarito?
Su pregunta sale como un gruñido exigente, como si me estuviera
diciendo quién está a cargo aquí.
—No —jadeo con tanta necesidad de este hombre que podría
morir por ello.
Vance me rodea con el brazo. —Volvamos a la cabaña.

Caminamos en silencio. Mi único pensamiento sobre él, lo segura
que estoy con su brazo alrededor de mi hombro, cómo la única
vez en mi vida que me he sentido amada fue en los brazos de un
asesino.
Cuando entramos en el dormitorio, Vance se quita
inmediatamente los pantalones. No puedo dejar de mirar el
tamaño de él. El hombre es una anaconda. Vance se ríe,
recostándose contra la cómoda, sus brazos tatuados cruzados
sobre su enorme pecho. Definitivamente es guapo. Casi
demasiado guapo.
—¿Te gusta la vista, pajarito?— él pide.
Me lamo los labios, confirmando que sí. Me gusta mucho la vista,
pero mi garganta está demasiado seca para pronunciar una
palabra. No tiene inhibiciones, no se detiene en absoluto ante la
exhibición de su polla, como si fuera la cosa más natural del
mundo.
—Ese rubor rosado en tu cara es jodidamente sexy. Me gustaría
ver más de eso.
Mis manos vuelan a mi rostro, como si literalmente pudiera
ocultar mi rostro de la ardiente expresión del suyo. Ojos azul
hielo recorren mi cuerpo y me siento desnuda, a pesar de la
pesada ropa sobre mi piel.
Vance se empuja del tocador, la sonrisa en su rostro fijada en su
lugar mientras camina hacia mí. Cierro los ojos, preparándome
para su toque y la agitación del anhelo que liberará, pero no pasa
nada. Le entrecierro los ojos.
—¿Esperas algo, pajarito? —Se ríe, lleva su pulgar a mi labio
inferior, frotándolo, no tan suavemente. Todavía está a unos
metros de distancia, no tan cerca de donde el calor de su cuerpo
me afecta, pero lo suficientemente cerca como para que el deseo
se acumule en mi coño con una necesidad que nunca he conocido

en mi vida. Desprecio cómo mi cuerpo se convierte en gelatina en
sus manos. En todos mis veinticinco años, nunca me había
afectado tanto un hombre, y aquí soy básicamente una simple
para mi captor. —Vas a hacer que lo diga, ¿no?
Vance da un paso hacia mí, luego otro, cada movimiento como si
estuviera planeado para mi total tortura. Su sonrisa se ensancha.
Está disfrutando de la reacción que está obteniendo de mí. Un
juego del gato y el ratón con el ratón desesperado por tener las
manos del gato sobre él. —¿Recuerdas lo que te dije en mi
oficina?
Asiento con la cabeza mientras las palabras que dijo se estrellan
contra mí. “Pajarito, yo no violo mujeres. Cuando tengamos sexo,
vas a rogar por mi polla en cada uno de tus agujeros y me lo
agradecerás”.
—Dilo.
—Quiero que me folles.
Su mano se estira, sus dedos ensangrentados rodean mi
garganta mientras me sujeta contra la pared con su enorme
cuerpo, su boca aplastando la mía. Sus labios están calientes y
saben a peligro mezclado con necesidad. Mis labios se separan,
permitiendo que su lengua se deslice dentro. Siento que la
habitación da vueltas con el potente aroma de él. Brutalidad,
anhelo e intensidad. Se separa de mí, su frente descansa sobre
la mía. —No hay vuelta atrás, Pajarito. Si hacemos esto ahora, no
puedo ser amable. Mi control es escaso la mayoría de los días,
pero ahora mismo está obsoleto. Tienes al monstruo, bebé. El
hombre se ha ido. Si quieres parar, dímelo.
—Por favor, no te detengas.
Los dedos de Vance se deslizan lentamente por mi estómago
hasta los pantalones de jogging y rozan los labios de mi

vagina. Me empujo hacia su mano. Él se ríe. —Estás empapada
por mí, Pajarito, mi zorra codiciosa.
Quiero decirle que lo soy, degradarme, hacerme suya en todos los
sentidos, pero las palabras están atascadas en mi garganta,
demasiado asustadas para salir. Vance no necesita mis palabras,
o no le importan. Puede leer mi cuerpo como un libro. Nunca he
estado con un amante que me conozca tan bien. Es como si mi
cuerpo fuera un juguete hecho a medida para él. Levanta una
ceja mientras sus dedos se mueven entre mis pliegues. —Eres
una zorra tan buena, Pajarito. Mira lo húmedo que está tu sucio
coño para mí.
Mete un dedo dentro de mí, metiendo y sacando suavemente
antes de añadir otro, y esta vez las embestidas son más intensas,
más urgentes. Me exige que lo sienta en mí. Su pulgar rodea mi
clítoris y mis piernas ceden, pero Vance me sostiene con un
brazo. —¿Se siente bien, cariño?
Mi respiración es laboriosa. Estoy perdida en la sensación de sus
dedos dentro de mí. —Sí. Por favor, no te detengas. —En mi por
favor, saca sus dedos de mí, dejándome hecha un lío arrugado
en sus brazos. Me siento enojada, frustrada, completamente
fuera de control. —¿Por qué diablos te detuviste?
Vance toma sus dedos mojados y extiende mi jugo en mis labios
como un lápiz labial antes de agacharse y tomar mi boca con la
suya, su lengua se desliza para probarme. —Sabes muy bien,
pajarito. —Ofrece los dos dedos que estaban en mí hace un
momento, y abro la boca, aceptándolos con avidez. Los chupo
como si fueran lo último que tendré en la boca, lamiéndolos
y limpiándolos adecuadamente. Los ojos azules de Vance
ahora están entrecerrados, y una lenta sonrisa curva sus
labios. —Parece que eres buena chupando, Pajarito. ¿Crees que
puedes manejar más?
—Te quiero a ti, todo de ti. El bueno y el malo. Puedo soportarlo.

Sus dedos recorren mi cabello antes de que lo agarre en un puño
y lo sacuda. Estoy paralizada por la expresión de sus ojos,
acalorados, enérgicos y llenos de peligro. Soy un ciervo atrapado
por los faros, congelada por su mirada, pero también soy
poderosa porque la mujer que él desea desesperadamente soy yo
y solo yo. Las fosas nasales de Vance se dilatan y un gruñido sale
de sus labios como si supiera el poder que tengo. Es un desafío,
y él lo está aceptando. —No estés tan segura, cariño. Te voy a
destrozar. —Sus palabras son viles y no hay calidez en ellas, pero
sus ojos se suavizan cuando me mira. Sé que estoy a salvo con él
y siempre lo estaré. Me está dando exactamente lo que pedí, él
sin la máscara, el verdadero Vance. —De rodillas.

VANCE
Soy un idiota
Esta chica es todo en lo que puedo pensar, y aquí estoy haciendo
que actúe como una completa puta para mí, pero la cosa es que
parece quererlo. La mirada en sus ojos cuando tiro de su cabello
hacia atrás es puro calor.
Ella cae de rodillas, sus bonitos ojos mirándome. Mi pene se
contrae. Nunca he estado tan duro para una chica en toda mi
vida. Hay algo en Clarissa que vuelve loco a cada parte de mí,
incluida mi polla.
Su boca se abre para hablar, pero empujo mi polla allí.
¡Mierda!
El calor de su boca me envuelve, quemándome hasta el centro. La
miro, mis dedos enredados en su cabello negro azabache. Debí
tenerla acostada en la cama con mi lengua en su dulce coño,
tratándola como una reina. No sé por qué estoy haciendo esto,
pero mierda, estoy tan excitado que a una parte de mí no le
importa. Habrá un montón de tiempo para follarla como si fuera
mi buena chica. Ahora mismo, necesito que ella sea mi puta.
—Ojos en mí, pajarito.
Ella me mira, sus ojos entrecerrados y llenos de lujuria, y yo estoy
perdido. Mi maldito corazón late tan rápido que podría tener un
ataque al corazón. La forma en que me lame la polla como si fuera
su sabor favorito de piruleta me da escalofríos. Muerte por
mamada. No es una mala manera de irse si muero justo aquí en
la boca de Clarissa. Ella se inclina tan fácilmente por mí, y sé que
haría cualquier cosa por ella. Ella podría jodidamente
arruinarme, y no me importaría un carajo. Empuño su cabello

negro en mis manos. Es tan suave, se podría decir algo cursi,
como si se sintiera como nubes. Necesito recuperar algo de
control. A simple vista, puede parecer que yo estoy a cargo, pero
ambos sabemos que ella es la que está en el asiento del
conductor. Desde el momento en que la vi, ella tenía todo el
control y yo quedé a su merced. Ella es tan jodidamente hermosa.
Tiro de su cabeza, manteniendo mi polla todavía en su boca,
simplemente disfrutando de sus bonitos labios cubriendo mi
polla como una cálida manta. Empujo hacia adentro y hacia
afuera lentamente, solo observándola. Ella aprieta sus piernas
juntas, tratando de darse un poco de alivio. Pero no voy a tener
nada de eso. La deseo como una perra en celo, tan loca de
lujuria que todo en lo que pueda pensar sea en mi polla,
boca y dedos. Empujo mi pie entre sus muslos, presionando
mis dedos contra su coño, antes de empujar sus piernas para
separarlas. —Abre tus piernas. Si haces un buen trabajo
babeando en mi polla, podría dejar que te corras.
Mis manos sostienen su rostro mientras me tomo un momento
para contemplar su pura belleza antes de meter mi polla en su
boca y escucharla gemir. Un gruñido se escapa de mi garganta,
tiro su cabello hacia atrás mientras empujo más lejos hasta que
follo su boca como si fuera su coño. Mantuve mis ojos pegados a
los de ella todo el tiempo, queriendo que supiera que fui yo y que
estaba a salvo. Ella se atraganta en mi polla. Las vibraciones se
sienten tan bien que creo que me voy a correr como un
adolescente. La saco de mi polla, una delgada línea de saliva
conecta su lengua a mi polla como una correa. Tan pronto como
recupera el aliento, vuelvo a clavar mi polla en ella y la sujeto. Su
rostro se está poniendo rojo, la cosa más jodidamente caliente
que he visto en mi vida. —Estás haciendo un buen trabajo,
Pajarito. Una chupapollas natural. Te gusta un bocado de polla
en tu boca, ¿no?

Tiro de su pelo para sacarla de mi polla. Cuando va a
contestar, se le cae la baba de la boca. La atrapo con mi
mano y lo unto a lo largo de su cara, mezclándolo con la
sangre en mis manos. —Eres una puta tan bonita.
Doy un paso atrás, mirándola, con la boca abierta y
jadeando. Agachándome, agarro la parte inferior de la sudadera
con un puño y la arrastro sobre su cabeza, mostrando sus tetas
perfectas y sus bonitos pezones rosados. Todo lo que quiero hacer
es morder sus tetas como si fueran manzanas. Admiro su belleza
mientras acaricio mi polla. —Te verás tan caliente con mi semen
pegado en tu cara y en tu cabello. Arrástrate a la cama.
Clarissa me mira con pestañeando y sigue mi orden. Quiero
patearme por no haberle quitado los pantalones de chándal
primero. Se detiene al final de la cama. Arranco los pantalones,
arrastrándolos por sus pies, descartándolos en el piso de mi
habitación.
La agarro por la cintura y la subo a mi cama. Ella grita pero lo
toma con calma. —Ponte en cuatro, con la cabeza hacia abajo y
el culo hacia arriba. ¿Necesitas mi polla, pajarito?
—¡Sí!
Paso mis dedos por sus pliegues, su jugo cubre mis dedos. Ella
está tan jodidamente mojada. Ella se estremece por el ligero
toque. Presiono su clítoris y deja escapar el gemido más sexy que
he escuchado en mi maldita vida. —Necesitas una buena follada,
¿no?
—Sí, por favor, fóllame.
—Es hora de tu castigo.
Gira la cabeza, el desafío se refleja en sus ojos. —¿Castigo?
—Sí, Pajarito, tu castigo. No creerás que me olvidé de esa
pequeña artimaña cuando te escapaste de mí, ¿verdad?

—¿Qué vas a hacer?
Me agacho, nivelando mis ojos con su coño empapado. Presiono
mi nariz contra su agujero reluciente e inhalo. Había soñado con
enterrar mi cara tan profundamente en su coño. Usando la punta
de mi lengua, lamiendo su dulce jugo desde la fuente. —Hueles
tan bien, zorra. Voy a exigir que este coño esté disponible para
mí cada vez que quiera un pequeño regalo.
—No te detengas.
Paso mis manos lentamente desde la parte posterior de su rodilla,
hasta su muslo, a través de su coño, y aprieto su trasero
regordete.
Golpe! Mi mano se conecta con su trasero, dejando una
huella. Ella gime, levantando su culo. —¿Te gustó eso, zorra?
—Ella no responde de inmediato. Mi mano se levanta y hace
contacto firmemente con la otra mejilla. Ella se tambalea—. Te
hice una pregunta. ¿Te gustó cuando te azoté el culo?
—Sí.
El impulso de tomarla es tan fuerte que golpeó la cabeza
de mi polla contra sus pliegues cuando empujo una vez,
haciéndola gemir. Ella trata con avidez de empalarse en mi
polla. Doy un paso atrás para disfrutar de la vista de su trasero
en el aire, sus caderas dando vueltas, su cuerpo desesperado por
liberarse. —Ruega por esto.
—Eres un imbécil.
—Te lo dije, estarás rogando por mi polla en todos tus
agujeros. Ahora ruega.
Mi mano se mueve arriba y abajo de mi eje, apuntando a su coño
reluciente, y mi boca se hace agua con su sabor persistente en
mi lengua.
—Por favor, fóllame, Vance. Por favor, te lo ruego.

Agarrando sus caderas, alineo mi polla con su entrada, besando
su espalda. —Eso es todo lo que quería escuchar. —Empujo
dentro de ella, sorprendido por cómo su coño agarra mi polla
como un tornillo de banco. Gruño— Estás tan jodidamente
apretada—. Mis piernas casi se rinden cuando me deslizo dentro
y fuera de su coño mojado. Se siente tan malditamente bien, no
estoy seguro de no estar a punto de enloquecer después de unos
minutos.
—Oh Dios.
Le doy una fuerte palmada en el culo para llamar su
atención. —Cuando te estoy follando, solo quiero que mi nombre
salga de tu boca.
—¡Vance!
—Buena niña.
Mis manos se aferran a sus caderas, sosteniéndolas con fuerza,
mi polla va con toda su fuerza, asaltando su coño. La cabeza de
Clarissa cae, sus gritos ahogados por la almohada. Tiro su
cabello hacia atrás, arqueando su espalda. Mi mano se envuelve
alrededor de su garganta, apretando, no lo suficiente como para
hacerle daño, pero lo suficiente para que sepa toda la fuerza de
la follada que está recibiendo. Mi corazón se contrae por el nivel
de confianza que está poniendo en mí. —Frota tu coño para mí.
Su mano se dispara hacia su clítoris y gime mientras nos
movemos al unísono.
Su respiración es irregular. —Voy a venirme.
Dejo un beso en su hombro. —Vente por mí, pajarito. Déjame
escucharte gritar.
Su coño se contrae en mi polla mientras su cuerpo cae hacia
adelante y se corre con mi nombre en sus labios. Me estrello
contra ella, mi mano sujeta su cuerpo inmóvil sobre la cama

hasta que me corro con tanta fuerza que creo que me voy a
desmayar.
Me sonríe, la sonrisa de una mujer a la que acaban de follar por
completo. —Eso fue increíble.
—Oh, pajarito, todavía no he terminado contigo.

CLARISSA
No estoy segura de dónde vino este hombre, pero el sexo que
acabo de tener fue tan alucinante que podría encadenarme a una
cama por el resto de mi vida y no me quejaría.
La cama se mueve ligeramente cuando Vance se acuesta a mi
lado. Ponte en mi cara.
—¿Qué?
—Ya me escuchaste, Pajarito. Sé una buena chica y siéntate en
mi cara.
Miro a Vance debajo de mí mientras me muevo hacia arriba,
su semen se desliza por mi muslo. Su mano se dispara
mientras traza el semen con sus dedos antes de chupar el
dedo dejándolo limpio. —Mi semen mezclado con tu jugo…
Delicioso. —Estirándose, sus manos aterrizan en mis muslos
mientras tira de mí hacia abajo.
—No quiero asfixiarte.
—Pajarito, no tienes que preocuparte por asfixiarme. Voy a
follarte con la lengua tan fuerte que deberías preocuparte por
ahogarme.
Me coloco sobre su boca.
—Siéntate en mi maldita cara, Clarissa. No me hagas decírtelo de
nuevo. —Sus manos agarran mis caderas con firmeza mientras
me empuja hacia abajo sobre su lengua.
Vance lame arriba y abajo mi carne tierna. Me sobresalto cuando
él mordisquea suavemente mi clítoris antes de que su lengua me
calme. Nunca pensé que un hombre comiéndome después del
sexo pudiera ser tan excitante, pero aquí estoy, cabalgando su

cara como un animal. Sus dientes rozan mis labios, un suave
mordisco que me hace saber que me comporte antes de que sorba
mi coño. Él murmura en mi coño: —Tan húmeda y tan
jodidamente deliciosa.
Mis caderas se mueven solas, aterrizando en su rostro.
—Eso es, nena. Monta mi cara. Úsala para venirte. Tu coño
hambriento es tan jodidamente caliente. Quiero que me empapes
la cara con tu crema. Sus sucias palabras me están volviendo
loca.
Me agarro del marco de la cama, sosteniéndome, con miedo de
que mis piernas se me escapen. Aprieta mis labios exteriores,
abriéndolos más mientras gruñe en mi coño, su lengua
explorando la carne sensible. Su lengua muele contra mi
clítoris. Un ritmo lento y tortuoso al principio, luego un tempo
creciente que se vuelve más agresivo, rápido e intenso. Muevo
mis caderas arriba y abajo, moviéndome con su lengua hasta que
me corro como nunca lo hice antes.
Me muevo para bajarme de él, pero él me mantiene quieta
mientras su boca se cierra en mi centro y me lame
suavemente. La intensidad de su toque aumenta hasta que me
deshago del placer inimaginable. Mi cuerpo se estremece cuando
surge otro pequeño orgasmo a través de mí, lo que hace que
Vance me suelte.
Vance sonríe, su rostro brilla por mi jugo. Se acerca a mí y
acaricia mi rostro antes de acercar mi rostro al suyo y aplastar
mis labios con un beso abrasador. Sus labios no son suaves. La
necesidad que tiene es evidente cuando muerde mis labios con
fuerza. No es un caballero pero no me importa porque es
mío. Incluso con toda la brutalidad, sé que él es mío al igual que
yo soy suya. Mientras nos separamos, él acerca su frente a la
mía. La mirada en sus ojos es preocupación mezclada con deseo,

y puedo ver cómo está luchando dentro de sí mismo. —Lo siento,
pajarito.
—¿Qué? ¿Qué tienes que lamentar?
—Eres jodidamente perfecta. Quiero hacer esto bien. Yo digo que
nos duchemos y empecemos de nuevo. Esta vez voy a adorar tu
cuerpo como el templo que es.
No sé por qué, pero sus palabras son flechas para mi corazón.
Este hermoso hombre que sacudió mi mundo hace unos
momentos parece estar sacudiendo mi corazón aún más
rápido. —Está bien.
—Buena chica.

VANCE
El agua cae en cascada por sus tetas, haciéndome agua la
boca. Mi cuervo es tan jodidamente caliente. Palmeo su teta con
una mano mientras mi otra mano la empuja hacia mi furiosa
erección. Ella suspira mientras su cabeza se inclina hacia atrás.
Acaricio su cabeza y luego camino besos a lo largo de su hombro
hasta llegar a su cuello.
—Eres como Midas.
Me río, mordiendo el lóbulo de su oreja. —Eres mejor que
el oro, cariño —Mi mano se arrastra por su cuerpo hasta su
coño— ¿Mojada otra vez tan pronto?
Su respiración es dificultosa mientras froto suavemente su
clítoris. —Envuélveme con tus piernas, pajarito.
Clarissa no duda. Soporto su peso mientras desliza sus piernas
por mis pantorrillas, cruzando mi trasero, hasta que finalmente
están alrededor de mi cintura. Mi polla se contrae cuando toca
su coño. Esta chica me tiene goteando. Empujo mis caderas, y de
repente estoy en su calor.
Entierro mi cabeza en su hombro y gimo. —Mierda.
Me empujó contra ella, haciéndole saber cuánto me controla, lo
desesperado que estoy por ella. Tratando de decirle con mi polla
que soy suyo para siempre y solo suyo.
Ella gime: —Por favor, no te detengas. Oh, Dios.
Dejo de moverme. Sus ojos se abren, mirándome con
preocupación. La sostengo con una mano mientras mi otra mano
agarra su garganta, empujándola contra el azulejo. —No te lo diré
de nuevo, Pajarito. El único nombre que quiero en tus labios
cuando te follo es el mío.

Ella tiene el descaro de sonreírme. La malcriada. Clarissa se lame
lentamente el labio, como un desafío. Aflojo mi agarre en su
yugular. —Si no quieres que llame a Dios, entonces no me jodas
como tal.
Dejo caer sus piernas, dándole la vuelta. Mi brazo en su cuello,
mi mano en puños en su cabello. Alineo mi polla con su coño y
me sumerjo en ella, duro. Ella grita, sus manos recorriendo los
azulejos de la pared. —¿Quieres ser una malcriada? Te voy a
follar como a una.
Ella gime, apoyando su trasero para encontrar mis
embestidas. —Mierda. Creo que prefiero ser tu malcriada que tu
niña buena.
Golpeo en ella sin piedad. Soy un imbécil una vez más. Mi polla
no tiene autocontrol con ella. Las paredes de su vagina se
contraen, apretando mi polla, y me retiro.
Ella se inclina hacia mí, sus tetas son lo único en lo que puedo
concentrarme. —¿Qué estás haciendo? ¿Porque te detuviste?
—Las malcriadas no pueden venirse.
Ella sonríe. Sus brazos recorren mi torso antes de arrojarlos
alrededor de mi cuello y poner mala cara. —Lo siento, fui una
chica mala. ¿Qué puedo hacer para compensarte?
Un gruñido sale de lo más profundo de mi pecho. Esta chica va a
ser mi muerte. Cierro la ducha, la levanto y luego casi corro al
dormitorio y la arrojo sobre la cama. Me muevo hacia el armario
y agarro un cinturón de cuero grueso.
Los ojos de Clarissa se agrandan. —¿Qué vas a hacer con eso?
Una sonrisa se forma en mis labios mientras camino hacia
ella. El miedo parpadea en sus ojos brevemente antes de
controlarlo. —¿Confías en mí?
—Sí.

Necesito estar seguro —Pajarito. Te prometo que nunca te
haré daño. Todo lo que te hago es para tu placer. —Paso la
correa de cuero del cinturón en mis manos mientras mis
ojos se encuentran con los de ella, sosteniendo su
mirada—. Nuestro placer.
Sus hombros se mueven hacia atrás, haciendo que sus tetas se
vean aún más grandes. —Confío en ti.
Me muevo hacia la cama, agarrando ambas muñecas con una
mano, sosteniéndolas contra la cabecera de metal. Ato sus
manos con el cinturón, metiendo mis dedos en el nudo,
asegurándome de que estén lo suficientemente apretadas como
para que no pueda moverse, pero no lo suficientemente apretados
como para lastimar su delicada carne. Inclinándome, beso su
frente. Acaricio su cabello antes de deslizar mis dedos por su
rostro. —Cuidaré bien de ti, cariño. Lo prometo.
Ella es muy hermosa. La confianza que tiene en mí me hace
sentir como un rey. Nunca dudará de mi admiración ni de mi
amor. Nunca le daré una razón para hacerlo. Planeo adorarla
como la reina que es por el resto de mi vida, poniendo mi vida a
sus pies. Deslizo mi lengua por su carne, deteniéndome en sus
senos y tomando un pezón en mi boca. Chupo su
protuberancia. Sus caderas suben, su bonito coño rozando mi
pecho, haciéndome reír. Mi chica es insaciable. Muerdo su
pezón. —Compórtate, pajarito—. Sigo bajando por su cuerpo,
lamiendo su ombligo mientras mis dedos acarician su pezón y los
pellizco. Cuando llego a la parte superior de su coño, muerdo su
carne, amando la forma en que se retuerce debajo de
mí. Separando su coño, le doy una larga lamida. —Tan dulce, tan
suave, tan rosa.
Cree que voy a follármela con la lengua, pero se equivoca. Levanto
sus piernas y mi mano se desliza a lo largo de su raja empapada
antes de abofetearla. Clarissa gime, con los ojos cerrados
mientras su cabeza da un latigazo hacia atrás. —Los ojos en mí.

Los ojos de Clarissa se abren como un rayo. Son anchos, y
ella se ve tan inocente, tan dulce. Le sonrío antes de volver a
lamer su coño. Ella gime, relajándose en la cama mientras mi
lengua se desliza desde su agujero hasta su clítoris. Presiono
mi lengua en su clítoris antes de agregar un dedo a su coño,
moviéndolo hacia adentro y hacia afuera antes de agregar un
segundo dedo y enrollarlo para encontrar su punto G. Sus
caderas se mueven adelante y atrás, su cuerpo retorciéndose
de necesidad, tan jodidamente caliente. Palmeo mi polla con la
otra mano y bombeo fuerte y rápido, siguiendo el ritmo de mis
dedos en su coño. —¿Quieres venirte, pajarito?
—Sí —susurra mientras embisto mi polla contra ella y la follo a
un ritmo lento y tortuoso.
—Mírame, cariño —gruño, sonando más como un animal que
como un hombre. Miro sus hermosos ojos, besando a lo largo de
sus labios, mejillas, a lo largo de su mandíbula, susurrándole al
oído: —Te amo —justo antes de venirnos al mismo tiempo.
Alcanzando arriba, desabrocho el cinturón y froto sus
muñecas. —¿Estás bien?
—¿Bien? Esa fue la mejor experiencia sexual de mi vida. Todo lo
que haces es tan condenadamente intenso.
Me río, atrayéndola a mis brazos y besando la parte superior de
su cabeza. —Es solo intenso por lo que siento por ti.
Clarissa se acurruca contra mí.
—Cierra los ojos, cariño. Descansa un poco. Lo vas a necesitar
por la mañana.

CINCO AÑOS DESPUÉS
CLARISSA
Vance se pasea de un lado a otro en el dormitorio. Sus manos se
abren y se cierran en puños. No estoy segura de cuál va a ser su
reacción. Ya no me oculta sus pensamientos o sentimientos, pero
desde el momento en que saqué la prueba de mi bolso ha estado
escondiendo sus emociones. Me ve y se detiene en seco, sus ojos
clavados en los míos. —¿Y bien?
Bajo los ojos, haciendo girar el palito en mi mano. Está a mi lado
en un instante, sus manos en mi cabello antes de tomar mi
rostro. —Pajarito, ¿qué pasa?
Le tiro el palo. —Vamos a tener un bebé.
Vance cae a mis pies, un ruido sordo desde donde sus rodillas
golpean la madera dura. Los sollozos lo atraviesan mientras
acaricia mi vientre, colocando suaves besos en toda la
superficie. —Hola pequeño. Soy tu papi.
Froto su cabeza mientras habla con nuestro hijo por nacer, sin
creer lo afortunada que soy. Este hombre fuerte, loco y poderoso
había tomado mi corazón y lo había vuelto a armar.
Vance Matthew es lo mejor que me ha pasado en la vida. Antes
de él, estaba sola, triste y sola. Luego entró en mi vida con todas
sus formas psicóticas y la puso patas arriba. Cuando me pidió
que me casara con él hace tres años, salté sobre él como un alma
en pena, lo rodeé con mis brazos y piernas y grité que sí. Hoy
demuestra que es la mejor decisión que he tomado.

Me inclino, mirando sus ojos llenos de lágrimas. —Te
amo. Gracias por mi vida.
Me besa suavemente en los labios. — Te amo . Gracias por ser mi
vida.
EL FIN

Stalk Her

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TRADUCCIÓN DE FANS PARA FANS, NO OFICIAL. SIN FINES DE LUCRO.

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