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Atte.
El Staff de TSC

2
Staff

Moonwixh
Sleep Pumpkin
Cherry
Lina Mi Lu

3
Canary
Tijan

Estábamos en la primera línea en ese mundo, el mundo de la mafia.

No hay nada suave ni glamuroso en ello.

Quién fuiste antes ya no importa. Los nombres no existen.

Me uní de todos modos. No tenía otra opción porque se llevaron a mi


hermana.

Unirme. Encontrarla. Intentar salir con vida.

Entonces, él me ganó en una partida de póquer.

Lo odié al instante, pensando que era como mis jefes anteriores a él.

No lo era. Era peor.

No sólo era frío. Estaba muerto por dentro.

No importaba que fuera guapo.

Era la cosa más letal que había conocido.

También era la única persona que podía mantenerme viva, si no me


mataba él mismo.

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1

CHICA
Debería estar asustada por estar a punto de presenciar un asesinato.
No lo estoy.
Es triste decirlo, pero esta es mi nueva normalidad.
Estoy en una habitación de motel. Una gran sábana de plástico cubre
el suelo y un tipo está sentado de rodillas en medio de ella. Mi jefe está
de pie junto a él. Sacó su pistola y la puso en la boca del tipo
arrodillado.
Se inclinó hacia delante.
—Me vas a decir quién te envía, hijo de puta —gruñó.
Ese era mi jefe. Raize. Hoy estaba emocionado. Lo de "hijo de puta"
era nuevo.
Lo había utilizado hasta el punto de que me pregunté si llamaba a su
madre "hija de puta", y si era así, ¿ella le respondía con quién la había
follado? Probablemente no.
No podía ver a Raize teniendo una madre.
El tipo arrodillado sollozaba, emitiendo sonidos suplicantes en torno
a la boca del arma, y un olor inconfundible llenaba la habitación.
—Ah, hombre —Uno de los secuaces de Raize gimió, moviéndose
sobre sus pies—. Se acaba de mear encima.
El Secuaz Dos le miró. —Cállate.
El Secuaz Uno era nuevo. Lo llamaba Secuaz Uno porque actuaba
como si hubiera una jerarquía, y él estaba en la cima. No sabía su
nombre. Había aprendido que era más fácil no saber sus nombres.
Raize lo había contratado hacía una semana, y me sorprendió que se
quejara tanto. Raize no soportaba quejas de sus matones. Tal vez éste
no llevaba el tiempo suficiente para darse cuenta de ello.

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Raize sacó la pistola de la boca del tipo y se giró, clavando una
mirada en el Secuaz Uno.
—¿Tienes algún problema?
Secuaz Dos me miró. Luego ambos nos aseguramos de no hacer
contacto visual con Secuaz Uno mientras buscaba aliados.
Oh, wow. Mira ese piso.
Era una hermosa miríada de... plástico. Hay diferentes colores en ese
plástico allí abajo.
Sip.
Plástico.
—No puedo oírte, hijo de puta —Raize quitó el seguro de su pistola.
Sip. Ya reconozco el ligero sonido de eso. Era otra cosa que debería
asustarme también. Pero todo lo que hice fue moverme a un lado, más
lejos del Secuaz Uno.
Conociendo a mi jefe, sabía que Raize no fallaba. Pero sería una
mierda lavar la sangre. Tendría que ducharme aquí, y el hecho de
ducharse a una puerta de distancia de dos cadáveres tenía un factor
desagradable.
El Secuaz Dos se movió conmigo.
Llevaba un mes con Raize y estaba demostrando ser inteligente.
Duraría más que el Secuaz Uno, eso era seguro.
Había dos reglas principales que debías seguir si trabajabas con
Raize. Una, hacer todo lo que él te diga que hagas. Y dos, no quejarse de
ello. Este tipo se quejaba. Nuestro jefe no tenía paciencia, de ahí que se
haya contratado a este tipo en primer lugar. Estaba cubriendo el
puesto de otro tipo que no había seguido una de esas dos reglas. No
sabía cuál. Pero un día estaba allí y al siguiente ya no. Este nuevo tipo
se presentó para el almuerzo, y luego nos fuimos a hacer lo que Raize
necesitaba que hiciéramos.
—L-Lo siento, Raize.

6
Raize lo fulminó con la mirada, y fue feo.
No es que Raize fuera feo. Una noche de borrachera me di cuenta de
que Raize era guapo, incluso atractivo, pero estaba muerto por dentro.
Eso era obvio, y el hecho de que no tuviera problemas para matar
apagó cualquier atracción que pudiera haber tenido. Tendía a no mirar
a Raize, o lo hacía lo menos posible.
¿Otra regla no oficial mía? No hagas contacto visual con Raize. Podría
pensar que lo estás retando.
Llevaba seis meses, casi siete, trabajando para él. En este mundo, eso
era casi como tener un cargo. Estaba bastante segura de que me habían
ganado en una apuesta. Había ido a una partida de póker con mi
anterior jefe. Entró en una habitación. Ocho horas después, Raize salió,
me agarró del brazo y nos fuimos.
Miré hacia atrás, pero los chicos de mi jefe se quedaron mirando. Si
hubieran querido hacer un movimiento, lo habrían hecho en el
momento en que Raize me tocó el brazo.
Y, bueno, es anticlimático, pero así es como llegué a trabajar para
Raize.
Se había vuelto hacia mí en el auto después de que me fuera con él.
—¿Tienes un lugar aquí?
Lo había mirado, con recelo, mientras negaba con la cabeza.
—Me estaba quedando en casa de Slim —Ese era mi jefe una hora
antes.
Él había gruñido.
—Tengo una habitación. Puedes usarla —Pero debe haber tenido un
nuevo pensamiento en la mente porque él había entrecerrado los ojos
en mí después de eso—. ¿Quieres un lugar propio?
Había querido preguntar por qué. Había llegado a este mundo
conociendo el resultado. Si trabajaba para alguien, lo hacía de todo
corazón. No había mitad adentro o mitad afuera. No teníamos
impuestos. Los documentos de identidad se expedían a partir de lo que

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se "oía" de ti. Todo era en efectivo. Había un mundo normal, que no era
este. Estábamos en el "otro" lado de la sociedad.
Estabas dentro o fuera. Y todo significaba la muerte.
No estaba preparada para morir, todavía no.
Todavía tenía cosas que hacer.
Así que me encogí de hombros.
—¿Qué más da?
Gruñó y su boca se curvó en una leve sonrisa.
Aquella había sido la única vez que vi a Raize acercarse a una
sonrisa, y ni siquiera fue una media sonrisa. Había sido un indicio de
sonrisa, como un destello, y luego desapareció. Volvió a dar miedo al
segundo siguiente, cuando sacó una pistola y apuntó al tipo que tenía
delante en el auto.
Yo me sentaba detrás del conductor. Raize estaba detrás del pasajero
delantero.
No hubo ninguna advertencia.
Apoyó la punta del arma contra el reposacabezas y apretó el gatillo;
no había visto el silenciador en la parte superior.
La pelusa blanca y la sangre salieron por todas partes. El cuerpo del
tipo se desplomó hacia adelante.
Raize se había acomodado, limpiando su arma. Se había limpiado la
sangre de la cara y las manos.
El auto hizo un giro y se detuvo en un callejón.
—¿Quieres?
Tenía el corazón en la maldita garganta, mi cuerpo en el filo de la
navaja de la huida o la lucha. Todo a mí alrededor se había
intensificado. Los colores eran más brillantes. Las voces eran más
fuertes. Más duras. Estaba en una sobrecarga de estímulos, así que
había tardado un segundo en darme cuenta que, cuando el conductor
abrió su puerta, Raize me ofreció un trozo de tela, el mismo que

8
acababa de utilizar para limpiar su arma y su cara. Lo había doblado
hacia atrás para que una sección limpia quedara hacia afuera.
Lo levantó.
—Vamos a parar para comer. Si tu cara no está limpia, no puedes
venir.
Por supuesto.
Comida.
Con sangre en mí.
Eso no era bueno.
Me sacudí del extraño estado en el que me encontraba y cogí el paño.
El conductor había dado la vuelta, abierto la puerta del asiento
delantero y sacado el cadáver del auto.
Yo había empezado a limpiarme la cara.
Raize había estado observando, pareciendo casi desconcertado por
mí. Luego me ofreció un poco de alcohol.
Me había confundido, pero diablos, había pensado que podría ayudar
en este punto.
Tomé la botella y eché la cabeza hacia atrás, dando un largo trago. El
ardor era bueno, cálido.
Raize había fruncido el ceño.
—Lo necesitas para lavarte la cara. La sangre se está apelmazando.
No tengo nada más que ofrecerte.
Oh.
¡Oh!
Resoplé y vertí un poco de whisky en la toalla. Nunca había
necesitado alcohol para lavarme la cara. No era la primera vez que veía
cómo ejecutaban a alguien delante de mí, pero sí era la primera vez que

9
Raize mataba a un hombre delante de mí, y la primera vez que utilizaba
el alcohol como limpiador.
Cosas nuevas.
Emocionante.
Cuando terminé, el conductor había regresado.
Se inclinó, cogió unas toallitas del interior de uno de los
compartimentos del auto y empezó a limpiar el salpicadero, el asiento
y todo lo que le rodeaba. También utilizó una para limpiarse la cara y
luego volvió a mirarnos.
—¿Nuggets de pollo?
Raize había vuelto a gruñir, acomodándose, y habíamos ido por
nuggets de pollo.
Nunca pregunté por qué mataron a ese tipo. Sin preguntas. Era una
regla, pero al trabajar para Raize, había aprendido que no mataba a
menos que hubiera una razón. Otro "problema" que podría ocurrir. No
hubo ninguna advertencia esa primera noche cuando mató al tipo del
auto. Así que mientras Raize miraba ahora al Secuaz Uno, yo estaba
preparada.
Sus ojos se entrecerraron, y por un momento, el tipo arrodillado
pareció olvidado.
Raize levantó su arma hacia el Secuaz Uno.
—¿Tienes la boca grande?
Este tipo estaba jodido. Sería un "problema" y Raize lo sabía por la
forma en que formuló esa pregunta.
También sabía qué más iba a pasar.
Mi estómago se apretó en preparación.
El tipo tragó. Pude ver el sudor que le caía. Sus manos se crisparon y
movió los pies, el plástico crujió bajo él.
—No. No, señor. No, jefe.

10
—Tienes mucho que decir —La mirada de Raize era fría, pero había
un tic junto a su boca, y volvió sus ojos hacia mí—. Tú.
Joder.
Pero lo había sabido.
Señaló con la cabeza al Secuaz Uno.
—¿Va a ser un problema para mí? —me preguntó.
Mierda.
Joder.
Mierda.
Joder.
Esto. Esto era lo que hacía por estos hombres. Era algo que habían
aprendido enseguida. O casi de inmediato. Cuando me hacían una
pregunta, siempre sabía la respuesta en mis entrañas, y lo odiaba.
Lo odiaba. Lo. Odiaba.
Odiaba ser la razón por la que habría otro cuerpo que limpiar hoy.
—¡Chica!
Me sacudí ante el ladrido de Raize y respondí, porque si quería
seguir viva, tenía que ser sincera.
—Sí.
Apenas había corrido la voz antes de que ¡bang!
El cuerpo del Secuaz Uno cayó contra la puerta detrás de él, luego se
deslizó hacia un lado y hacia abajo, con un agujero oscuro y rojo en
medio de la frente. Sus ojos permanecían abiertos, como si nos
observara, pero ya no estaba.
Raize era un as disparando.
Contuve mi remordimiento. Maldita sea. Pero había dicho la verdad
porque este tipo habría sido un problema. Cuando fui en contra de mi

11
instinto en el pasado, siempre se demostraba que estaba equivocada, y
mis jefes solían enfadarse conmigo.
No era vidente, pero mi instinto sabía la verdadera respuesta a
cualquier pregunta. Si era una pregunta de sí/no, lo sabía.
Raize suspiró, su mirada se detuvo en la sangre que dejaba un rastro
por la pared detrás del Secuaz Uno. Sería una larga noche de limpieza.
Una vez hecho esto, se dio la vuelta y volvió a meter la pistola en la
boca del tipo arrodillado. La cargo y levantó una ceja.
—¿Me lo vas a decir ahora, hijo de puta?
La boca del tipo se movió alrededor del arma, sus palabras no fueron
claras.
Raize sacó la pistola, con la cara fija, esperando.
El tipo tosió y dijo:
—Me envía Bronski.
—¿Por qué?
El tipo me miró y sentí que un escalofrío me atravesaba. Las náuseas
surgieron, mi estómago se revolvió y se retorció. Conocía a Bronski.
Había sido mi primer jefe, y el peor. Él no había sabido lo de mi tripa.
Esa mierda la había descubierto mi segundo jefe. Era la razón por la
que me había llevado a trabajar para él.
Mi tiempo con Bronski había sido corto, afortunadamente.
—La quiere de vuelta.
Raize giró su cabeza hacia mí.
—¿Trabajaste para él?
Tuve que decir la verdad, y me supo amarga al salir.
—Sí.
—¿Cómo?
—Como nada. No estuve con él mucho tiempo, unos pocos días.

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—¿Qué hiciste para él? —Ladeó la cabeza.
—No es lo que hago para ti.
No hizo ningún comentario al respecto, pero su mirada recorrió mi
cuerpo de arriba abajo.
Otra ráfaga de frío me abrasó las entrañas.
Entonces se volvió hacia el tipo y ¡bang! Un segundo cuerpo se
desplomó.
El Secuaz Dos se puso a trabajar. Empezó a enrollar al tipo
arrodillado primero, ya que estaba justo en medio del plástico. Ese era
un trabajo de limpieza más fácil. Secuaz Uno sería el último.
Raize volvió a meterse el arma en el bolsillo mientras cruzaba la
habitación hacia mí.
—¿Bronski te ha follado alguna vez? —preguntó, con voz ronca.
Mi estómago se retorció de nuevo.
—Sí.
—¿Tu querías?
Levanté la vista hacia él, queriendo ser mordaz porque nadie quería
recordar cosas así.
—No —dije en su lugar, odiando que mi voz sonara como lo hizo.
Secuaz Dos se detuvo y se volvió para mirar a Raize.
Una vena palpitó en el cuello de Raize mientras se daba la vuelta,
señalando el cuerpo.
—Límpialo. Termina esta mierda.
Secuaz Dos volvió a trabajar.
Raize se centró en mí de nuevo.
—Oye.

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Lo miré. Nunca había visto a Raize ablandarse, nunca, y sabía que
esto era probablemente lo más cerca que estaría. No era blando, pero
era menos duro de lo que normalmente parecía.
—No quiero ir a la guerra con Bronski, pero haremos esto bien. ¿Ok?
No tenía ni idea de lo que estaba hablando, pero asentí.
Raize no se dedicaba a utilizar a las chicas ni a forzarlas. No lo
necesitaba. Tenía un montón de mujeres que iban y venían de su casa
cuando él quería. Ese no era su negocio.
Señaló el cuerpo del Secuaz Uno.
—Ayuda a limpiar a ese bastardo.
Mientras yo lo hacía, él salió a fumar.
Cuarenta minutos más tarde, los dos cuerpos habían desaparecido, la
habitación estaba limpia y nos fuimos sin dejar rastro de los dos
asesinatos que se acababan de cometer allí.
Luego fuimos por nuggets de pollo.
No comí ninguno.

14
2

CHICA
Sabía que esta vida no era para todos. Apenas lo era para mí, pero
había tomado la decisión de entrar en este otro mundo hace tanto
tiempo... Era frío y duro, pero si se superaba la preocupación por la
muerte, podía ser liberador al mismo tiempo. No hay gobierno, salvo
que el gobierno no te atrape. Sin padres. Sin reglas que seguir, excepto
las del jefe. Así que tal vez no era tan liberador después de todo.
Tal vez me estaba engañando.
Tal vez me había estado engañando todo este tiempo...
—Chica.
Levanté la vista del libro que estaba leyendo en mi cama. Había
abierto la puerta de mi habitación cuando oí salir a las chicas de Raize
esta mañana. Nadie vivo podría haberlas echado de menos. Hacían
mucho ruido. Eran todas iguales. Ruidosas. Molestas. Tacones altos
pisando el suelo, risas y palabras confusas. Se oyó un ruido sordo junto
a la pared cuando bajaban por el pasillo, así que alguna debió caerse. A
Raize le gustaba la fiesta cuando tenía a sus mujeres, así que
probablemente todavía estaba borracha o drogada.
Eso era algo que apreciaba de trabajar para Raize. Cuando salía de
fiesta, era sólo él, su negocio. Los límites son muy difusos en este
mundo, pero él tenía algunos límites profesionales. Algunos jefes
obligaban a sus empleados a salir de fiesta con ellos, y eso era malo.
Pero no Raize. Una vez que llegábamos a la casa, nos quedábamos solos
hasta que él necesitaba que hiciéramos algo.
Así que después de regresar del motel, el Secuaz Dos Uno había
llevado su comida a la mesa de la cocina para comer. Raize había
desaparecido. Normalmente comía en su salón con la televisión a todo
volumen o la música a todo volumen.
Me fui a mi habitación, donde solía ir después de días como este.

15
No era mucho.
Una habitación sencilla.
Una cama. Un escritorio. Tenía algo de ropa en el armario. Zapatillas
si quería hacer ejercicio. Un teléfono. Y algunos libros. Me gustaba
tener unos dos o tres. Dondequiera que estuviera, me sacaba el carné
de la biblioteca. Había estado mirando uno de esos lectores
electrónicos, pero aún no había dado el salto.
Lo simple significaba sobrevivir en esta vida. Me gustaba sobrevivir.
Las chicas que vinieron anoche se habían ido, así que después de
prepararme para el día, fui a la cocina por café. Dejé la puerta abierta
después de volver, pensando que si Raize necesitaba algo, gritaría o
aparecería.
Al cabo de un rato apareció. Se quedó en el pasillo, sin entrar en mi
puerta, vestido con su típico uniforme: jeans oscuros, una camisa y una
chaqueta de cuero. La chaqueta y los jeans estaban siempre
deshilachados, con ese aspecto desgastado, y las camisas cambiaban.
Algunos días eran Henley. Otros días, una camiseta. Y los colores eran
blanco, gris o negro.
Nunca lo había visto en otra cosa.
Su pelo también era siempre el mismo. Recortado a los lados y con la
parte superior lo suficientemente larga como para tener algo de
volumen. Se pasaba los dedos por él y eso era todo. Era un desastre,
pero le funcionaba.
Hoy eran unos jeans y un Henley gris. Sin chaqueta de cuero. Y
llevaba gafas de sol.
Revisó su teléfono una vez que tuvo mi atención.
—Me puse en contacto con el jefe de Bronski. Tenemos una reunión
con él en treinta minutos —Guardó el teléfono y se bajó las gafas de sol
para poder verme a los ojos. Me estudió—. Vas a tener que hablar. ¿Te
parece bien?
¿Hablar?

16
Joder.
Sabía a qué se refería, y miré hacia otro lado en respuesta.
—Oye —Levantó la voz, pero lo miré de vuelta y la bajó a la
normalidad—. Maté al tipo de Bronski, y eso significa que Bronksi
podría reclamarte como suya o ir a la guerra. No quiero la guerra con
ese bastardo, pero paso sobre mí cuando envió a ese tipo en primer
lugar. Yo no trabajo de esa manera, y no he terminado de usarte, así
que eso significa que tienes que hablar. Te lo pregunto ahora. ¿Puedes
manejar eso?
Tragué por encima del nudo en la garganta.
—Sí. Hablaré.
Joder, yo hablaría.
Odiaba esa mierda, lo cual era irónico teniendo en cuenta que esa
era la única razón por la que me había apuntado a esta vida. Hablar.
Delatando. Lo odiaba. Siempre se sentía mal a menos que fuera contra
un tipo como Bronski, pero incluso entonces, mi estómago seguía
sintiéndose mal.
—No es la policía —me recordó Raize—. Afronta la situación.
Sí, claro. Afróntalo. Es fácil para él decirlo. Tiene una polla y no creo
que muchas mujeres lo obligaran a metérsela en la vagina.
Pero da igual.
Hablar.
Bien.
Joder.
Tendría que hablar.
Suspiré mientras Raize se dirigía a la cocina, gritando:
—Vamos, Jake.
Le seguí, y el Secuaz Ahora-Uno se puso en fila, empujando su pistola
a la espalda mientras se unía a nosotros desde la sala de estar. Salimos

17
así, Raize, Secuaz Ahora-Uno (o Jake, ya que ahora sabía su nombre) y
yo en la retaguardia. Raize tenía otro personal, y se quedaban en la
casa. Su trabajo consistía en embolsar todo el dinero y vigilar para que
nadie lo robara. El Secuaz Ahora-Uno y yo éramos el equipo de viaje de
Raize, pero sabía que en un par de horas se nos uniría otro tipo.
Había una vacante.

Fuimos a una casa y (no es una sorpresa) estaba rodeada de


guardias. Cualquier persona tenía seguridad, pero cuando aparcamos
el auto y salimos, observé que estos guardias parecían rusos.
Sentí un cosquilleo que recorría la longitud de mi columna vertebral,
esperando, acumulándose al final.
Todos mis sentidos se pusieron en alerta cuando nos condujeron a
través de la puerta, por un pasillo, hasta una oficina trasera. La música
provenía de otra parte de la casa, pero estaba apagada. Podía oír a la
gente. Conversaciones. El tintineo de los vasos. Pasos. Tacones en el
suelo. El humo de los puros y otros tipos de humo en el aire.
Había dos hombres en la oficina. Uno estaba de pie junto al
escritorio, esperando mientras el otro, sentado detrás del escritorio,
escribía algo. Cuando entramos, dos guardias entraron detrás de
nosotros. Observé que Secuaz Uno permanecía fuera, Jake.
El tipo de pie nos echó una mirada, pero pronto volvió a su posición,
con las manos a los lados y la cabeza baja.
Me recordó a un soldado.
El tipo que estaba detrás del escritorio también levantó la vista,
luego terminó y entregó el papel al tipo que esperaba. Se marchó y la
puerta se cerró tras él.
El tipo que estaba detrás del escritorio se inclinó hacia atrás, con los
ojos entrecerrados. Era joven, tal vez cerca de los treinta. Treinta y
tantos.

18
Se me daba mal adivinar las edades. Todos parecían mayores de lo
que eran en este mundo. Un niño de catorce años parecía un
treintañero, pero este tipo parecía realmente de treinta años. Pelo
oscuro peinado hacia atrás. Traje de negocios.
Era inteligente y frío.
Podía sentirlo en el aire que lo rodeaba, y reprimí un escalofrío.
Su mirada se fijó en mí, recorriendo mi cuerpo antes de volver a
mirar a Raize.
—¿Por qué estás aquí?
Raize me miró, con la mirada en blanco como siempre. A menudo me
recordaba a un robot, sin emociones, incluso cuando mataba. Lo hacía
con sensatez.
—Bronski envió a un hombre por uno de los míos.
¿Ves? Habló como si estuviera pidiendo una orden en el drive-thru.
—¿Qué hombre?
Raize se encogió de hombros.
—No entendí su nombre.
El tipo hizo un gesto mirando a su alrededor antes de alzar las cejas.
—¿Dónde está este tipo?
—Lo maté.
Ninguna emoción. Ninguna. Tan solo un hecho.
El hombre en el escritorio miró a Raize por un momento antes de
suspirar y echar su silla hacia atrás. No se puso de pie. Permaneció
sentado y con la mirada perdida en la distancia.
Luego se volvió.
—¿Cuál fue la razón por la que mataste a uno de los hombres de
Bronski?
—Porque si no lo hacía, Bronski habría llegado a ti antes que yo.

19
El hombre del escritorio frunció la boca y asintió mientras se ponía
de pie. Se quedó detrás del escritorio y su mirada se dirigió de nuevo a
mí.
—¿Vas a completar los puntos de por qué Bronski envió a un
hombre por uno de los tuyos?
—Es la chica —señaló Raize.
Tan simple.
Los ojos del hombre volvieron a mirar a Raize.
—¿Te la estás tirando?
—No.
El hombre del mostrador me preguntó:
—¿Te está follando?
—No.
—¿Bronski te estaba follando?
No respondí.
El hombre tomó nota de esto antes de volverse hacia Raize.
—¿Se la estaba follando?
Raize asintió una vez.
—Contra su voluntad.
Vuelve a mí. —¿Te violó?
No parecía que le importara una mierda.
Mi lengua se volvió pesada. Se me hinchó la garganta. Esta no era
una conversación que un superviviente o víctima quisiera tener, pero
aquí era tan displicente que quería vomitar sobre todos los presentes.
Me quedé callada un momento.
La mandíbula de Raize se tensó.

20
Todos estaban esperando.
Me moví sobre mis pies, pero mantuve el contacto visual con el jefe.
—Sí, fue una violación.
—¿Peleaste?
Realmente, realmente quería vomitar.
En todas partes.
La bilis subió a mi garganta. Rápido.
—Sí.
Las imágenes de nosotros volvieron a mí.
Él encima. Sujetando mis brazos hacia abajo.
Yo pateando, esforzándome.
El olor de su aliento. Dios. Su horrible, horrible aliento.
—¿Dijiste que no?
Dios, era tan frío.
Raize maldijo en voz baja.
—Una violación es una violación, Carl. Dicen que no y todo lo que
viene después es violación, ya sea que luchen, huyan o se congelen. Es
una violación.
Carl. Ese era su nombre.
Ese nombre estaba ahora en mi lista.
Tenía un nombre en mi lista cuando empecé esta vida. Uno. El novio
de mi hermana. Luego su jefe fue añadido a la lista. Bronski fue puesto
allí. Algunos otros tipos, y ahora Carl. Un día, de alguna manera,
tacharía a todos y cada uno.
Un día.
—¿Por qué quiere que vuelva? —preguntó Carl.

21
Casi me hundí de alivio, queriendo dar un paso atrás, como si
pudiera fundirme en el fondo. Pero no podía. No era así como
funcionaba, así que me mantuve firme, pero agradecí que la pregunta
hubiera ido a parar a Raize.
Se encogió de hombros.
—No lo sé. ¿Quiere follársela otra vez?
Raize estaba mintiendo. Y no me miraba a propósito, o supuse que
era a propósito.
Carl lo estudió, luego se volvió y me estudió a mí.
Me sentí abrasada de adentro hacia afuera para cuando suspiró.
—Me estás mintiendo.
Jadeé, tratando de permanecer en silencio, pero el sonido estaba
fuera.
Dirigió esa acusación hacia Raize, que no se inmutó, que no jadeó,
que no reaccionó en absoluto. Un robot de piedra total.
—Bronski se deshizo de ella —dijo Raize—. La vendió a Nelly para
que fuera una mula.
—¿Es cierto? —Me preguntó Carl.
Asentí con la cabeza. —Sí.
Además, ¿cómo lo sabía Raize? Ya había estado con Slim antes de
que Raize me llevara.
Tantos jefes.
—¿Eras una mula para él?
Mierda. Ahí fue cuando lo supe.
Carl lo sabía. Lo sabía todo.
Joder, joder, joder.
—No lo era, no.

22
Levantó una ceja y se inclinó hacia atrás, apoyando las manos en su
escritorio. Sus dedos se separaron.
—Ambos tienen una oportunidad más de ser sinceros aquí. ¿Por qué
te quiere Bronski? —Miró fijamente a Raize—. Empiecen a rellenar los
espacios en blanco.
Abrí la boca...
—Tiene buenas corazonadas —Raize se me adelantó.
Los hombros de Carl perdieron parte de su tensión, y se relajó,
elevándose de nuevo. Cruzó los brazos sobre el pecho.
—Continúa.
Raize parecía estar comiendo astillas de madera mientras decía:
—Ella sabe mierdas. Pregúntale algo y sabrá la respuesta. Tiene
buenos instintos.
—¿Eres psíquica? —preguntó Carl.
Abrí la boca, de nuevo.
—No.
Raize se me adelantó, otra vez.
—No ve el futuro ni habla con los muertos —explicó—. Pero si le
haces una pregunta con respuesta de sí o no, tendrá la razón.
—¿Cuánta?
—Nueve de cada diez, tendrá razón.
—¿Has probado esto? —Carl empezaba a parecer impresionado.
—Pruébala tú mismo.
Odiaba cuando hacían esto. Lo despreciaba.
Su primera pregunta fue como una bala.
—¿Tengo un segundo nombre?
—No.

23
Sonrió brevemente.
—Tienes razón, no lo tengo.
Segunda pregunta.
—Tengo un regalo para mi amiga. ¿Le va a gustar?
—No —Y no quería saber nada más de esa situación.
No respondió de inmediato, pero luego vino una tercera pregunta.
Esta vez habló más despacio.
—Hay un tipo detrás de ti. Gira y míralo. Luego vuélvete hacia mí y
dime si me está robando o no.
Me giré, pero mi instinto ya lo sabía.
El tipo tenía una pistola y ante mi mirada, empezó a erizarse. Se le
puso la cara roja.
Me volví, encontrando a Carl observándome atentamente.
—Sí.
—Me hice a un lado.
—¿Qué? ¡No lo hice! La perra está mintiendo.
Carl preguntó a Raize: —¿No se equivoca?
—Nueve de diez.
—Carl —El tipo de la pistola dio un paso adelante, su brazo me
golpeó a propósito. Los tendones de su cuello se abultaron—. No estoy
mintiendo. Nunca te he robado. Jamás. Es una chiflada. No puedes
creerla.
—La pregunta era si me estabas robando, no si me habías robado. Tu
respuesta confirmó la suya —Metió la mano en el cajón de su escritorio
y sacó una pistola.
Una mano me agarró del brazo.
La levantó, y me apartó hacia un lado justo cuando apretó el gatillo y
disparó al tipo en la frente. Raize me había quitado de en medio.

24
Así, de nuevo, tenía sangre y materia cerebral en la cara, el pelo y la
camisa.
Estaba harta de ver cómo mataban a la gente delante de mí.
La puerta se abrió. Otro tipo de seguridad asomó la cabeza con Jake.
Jake nos miró a Raize y a mí. Raize le hizo un gesto y volvió a salir.
Carl señaló el cuerpo.
—Saca eso de aquí. Deshazte de él.
El tipo de seguridad volvió a mirar al pasillo y otros dos tipos
entraron, recogieron el cuerpo y lo sacaron. Uno de ellos limpió la
sangre a medida que avanzaban.
Carl se apoyó en la pared, cruzando los brazos sobre el pecho.
—Necesito una razón por la que mataste al hombre de Bronski,
Raize.
—Te lo dije.
—Bronski la cagó. No sabía lo que ella podía hacer. La violó y luego
la vendió. Es demasiado estúpido para tenerla. Yo no lo soy.
Estudié a Carl, buscando una pista sobre lo que haría. Era el jefe de
Bronski y Raize. Sabía lo que estaba en juego aquí, o al menos lo estaba
entendiendo. Si Carl fallaba a favor de Bronski, me devolverían a él, y
Raize recibiría un tiro en la cabeza. Así era como funcionaba. Si no
fallaba a favor de Bronski... no lo sabía. Probablemente no pasaría nada
porque Bronski era el agraviado por Raize.
No les importaba un carajo lo que me hizo Bronski.
Las mujeres tenían una utilidad mínima en este mundo. Ser una
mula o una trabajadora sexual eran las dos opciones más comunes. Yo
tenía un propósito diferente, y gracias al puto Dios por ello o
probablemente estaría muerta con una bolsa de droga reventada en el
estómago o enganchada a las drogas y vendiéndome en alguna esquina,
en alguna cama, en algún motel o en algún casino. Quién mierdas lo iba
a saber. Me había tocado la lotería con Raize, lo estaba descubriendo.

25
Carl suspiró, asintiendo.
—Bien. Puedes quedarte con ella, pero con una condición.
Raize se puso rígido.
Contuve la respiración, demasiado asustada para hacer otra cosa.
—Tengo un trabajo para ti en Texas —Me señaló, su dedo
extendiéndose perezosamente—. Y vas a utilizarla.
La mandíbula de Raize se tensó.
—¿Cuál es el trabajo?
—Hablaremos más tarde. Ve y prepara tus cosas. Te irás mañana.
Con eso, Carl salió de la oficina, y Raize finalmente se dirigió a mí.
Todavía estaba conteniendo la respiración.
—Nos vamos a Texas —Me pasó rozando, y me balanceé de un lado
a otro sobre mis pies durante un segundo.
Texas.
¿Qué había en Texas?
—Respira, chica —La voz de Jake llegó desde el pasillo—. Todos
viviremos otro día.
Sí.
Vivir un día más también estaba en mi lista de cosas por hacer, pero
de todas formas iba a mantener el nombre de Carl ahí. Porque que se
joda.
Apuesto a que nunca había sido violado.

26
3

CARRIE
—¿Tienes familia aquí?
Me sorprendió la pregunta y también quién la hacía. Era Jake.
En cuanto a la apariencia, medía 1,80 mts. No tan alto como Raize,
pero tampoco bajo. De complexión media. Supongo que hacía ejercicio,
o levantaba pesas regularmente. Era negro. Ojos oscuros. Su cara era
un poco redonda y de pómulos altos.
¿Mencioné que levantaba? Porque sus hombros estaban definidos.
Llevaba ropa más holgada que no mostraba su definición, pero yo sabía
que estaba ahí. Lo vi cuando estaba levantando un cuerpo una vez. Era
un poco más voluminoso que Raize, pero ambos estaban marcados.
No sabía mucho de Jake. Entraba y se quedaba callado.
Nunca me dijo nada, ¿y ahora me hacía preguntas así?
La gente no hacía preguntas. Los soplones entrometidos y todo eso.
Se dio la vuelta mientras esperábamos fuera de otra casa. Raize
había entrado, y llevaba allí un buen rato.
Me estaba poniendo inquieta. Además, necesitaba orinar.
—¿No deberías estar ahí dentro? —Hice un gesto con la cabeza hacia
la casa—. Ya que eres de seguridad.
Jake resopló, ocultando una sonrisa.
—Raize no necesita mi ayuda. Yo soy más bien el tipo que saca el
cuerpo y el conductor. Pero entre tú y yo, espero que consiga un nuevo
tipo que se encargue de conducir. Me pongo nervioso, quiero tener las
manos libres por si hay que disparar, ¿sabes?
Me hubiera gustado decir que no lo sabía porque necesitar disparar
un arma en un segundo no era normal. Pero lo era para nosotros.

27
Así que asentí, acomodándome de nuevo en el asiento.
—¿Qué está haciendo ahí, de todos modos?
No lo estaba mirando, pero podía sentir que la mirada de Jake se
agudizaba.
—Nunca haces preguntas. ¿Esto es porque he preguntado por tu
familia?
Me encontré con sus ojos, y no fueron necesarias las palabras. Era la
razón, o la mayor parte de la razón. Puede que tuviera un pequeño
rastro de preocupación por Raize, ya que ahora sabía que él era la
razón por la que no estaba con Bronski de nuevo. Sería una mierda si
tuviera que volver con él. Probablemente tendría que matarlo, y
entonces quién diablos sabría lo que pasaría.
Tenía una agenda. Había una razón por la que estaba sentada en el
frío auto, o al menos esperaba que la hubiera. Quería entrar con los
rusos (sólo que no a través de Bronski) y si íbamos a Texas, allí no
había rusos.
—¿Tienes familia aquí arriba? —Podría haber habido algo de
molestia con esa pregunta.
Sonrió.
—No. Mis padres se divorciaron. Mamá se fue, dejó nuestros culos
hace mucho tiempo. Tiene una nueva familia en Oregón o en algún
lugar —Volvió a mirar hacia el frente, moviendo la cabeza—. Y bien
por ella, ¿sabes? Mi viejo y yo... no somos cercanos.
Entrecerré los ojos.
—¿Por qué me dices esto?
—Tú lo preguntaste.
Volví a mover. Estaba haciendo calor en este maldito auto.
—Ya sabes lo que quiero decir.
No respondió de inmediato.
Empecé a pensar que no lo haría.

28
Luego, todavía de frente, habló.
—He estado aquí un poco. Tú más. Y no sé... Nos vamos a Texas, y es
obvio que todos hemos enganchado nuestros vagones a Raize, y él ha
enganchado el suyo a ti, así que supongo que ¿qué tiene de malo
conocerse un poco? No es que ninguno de nosotros se vaya a ir pronto,
¿sabes?
Sí... lo sabía.
Sin embargo, no me gustaba hablar de la familia. Mi boca estaba
tensa, mi respuesta aún más.
—Sin familia.
—Sí —Sonaba cansado y triste al mismo tiempo, pero entonces miró
a la casa—. Raize tiene un nuevo hombre.
Miré.
Raize se dirigía hacia nosotros, con un tipo grande justo detrás de él.
El tipo nuevo parecía incómodo con un traje demasiado grande. Pero
su cara estaba limpia, sin tatuajes ni cicatrices. Era blanco, con algunas
rojeces en la cara como si hubiera estado demasiado tiempo al sol.
Tenía el pelo rubio oscuro que se agitaba por todas partes con el
viento. Medía unos cinco centímetros más que Raize, que medía más de
un metro ochenta, así que el tipo era grande. Tenía una ligera barriga,
pero podía ser músculo. La ropa grande podría haber sido elegida a
propósito, para engañar a cualquiera que lo evaluara, haciéndole creer
que era fornido y no grande y musculoso. No se podía decir por su cara,
aunque su cuello era enorme.
Estábamos en Filadelfia, así que hacía un frío de mil demonios, con
una pizca de nieve en el suelo y un aire gélido. Pero cuando Raize se
acercó a nosotros, fue como si nada le afectara. Sus ojos muertos se
encontraron con los míos, se detuvieron, y luego le hizo un gesto al
tipo. Sus palabras fueron amortiguadas a través del cristal, pero le oí
decir "asiento delantero" mientras rodeaba el auto y se metía detrás de
Jake.
Raize me miró una vez y luego se sentó.
—Aeropuerto, Jake. Estamos volando.

29
Jake miró por el espejo retrovisor.
—¿Papeles?
—Los tengo —entonces—, Este es Cavers.
Jake asintió con la cabeza.
Cavers asintió.
—Jake, seguirás siendo el conductor —añadió Raize.
Los ojos de Jake se dirigieron a los míos, pero yo aparté la mirada.
Cavers se volvió para mirarme.
—No es asunto tuyo —dijo Raize.
La cara de Cavers se cerró y miró hacia delante como si le hubieran
abofeteado.
Esperaba la misma presentación que tuvo para Jake. Raize debió
percibirlo, porque no dijo ni hizo nada en todo el camino al aeropuerto.
—Aparca en el estacionamiento de larga duración. Dejaremos el auto
aquí. Y, Jake, límpialo.
Eso significaba que nunca volveríamos a este auto, nunca.
Sentí una nueva sensación de premonición, una picazón en la
columna vertebral, pero ¿qué más había de nuevo en este mundo?
Tenía que acostumbrarme a ello.
No. Eso no era cierto.
Nunca necesitaría acostumbrarme a ello. Cuando lo hiciera, sería el
momento de morir. Reprimí la tensión que eso creaba, metiéndola en
el fondo de mi mente.
No podía ir allí.
No iría allí.
Jake se detuvo y todos salimos.

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Raize se dirigió a la parte trasera del vehículo mientras Jake
empezaba a limpiar el interior del mismo.
Nos habían dicho que lleváramos poco equipaje. Yo llevaba una
pequeña mochila con un libro y una muda de ropa. Algunos artículos
de aseo. Raize iba igual de ligero. Cavers no llevaba nada, y supuse que
no había sabido que íbamos a viajar, porque miraba a su alrededor,
moviéndose inquieto.
Al menos esperaba que esa fuera la razón por la que estaba haciendo
el baile nervioso. La otra razón significaba una bala en su frente, y no
quería que eso sucediera; no por él, sino porque perdía el apetito cada
vez que un cuerpo caía muerto frente a mí.
Raize me entregó mi mochila y me la puse a la espalda. Él hizo lo
mismo con su bolsa. La bolsa de Jake fue a parar al suelo, y luego Raize
rebuscó en otra bolsa más pequeña.
Sacó unos paquetes y nos entregó uno a cada uno.
—Estos son sus papeles de viaje. Carloni se encargó de ellos, así que
no se hagan ilusiones pensando que tienen papeles falsos y que pueden
huir de nosotros.
¿La advertencia? Estos papeles podrían ser rastreados. Lo tengo.
Además, Carloni estaría cabreado por la inversión perdida.
También me aventuré a adivinar que Carloni era Carl. Tenía sentido.
—Te sientas a mi lado —dijo Raize, mirándome.
Asentí con la cabeza, sacando mi nuevo carnet de conducir.
Mi nombre era Carrie Smith. Era de Kentucky y ahora tenía
veintitrés años.
—Puedes llamarla Carrie —dijo Raize a Cavers.
Cavers frunció el ceño, pero no respondió.
También nos dio teléfonos nuevos y se llevó los viejos, que metió en
una bolsita y en el bolsillo de su abrigo.
Jake tardó cerca de una hora en terminar con el auto.

31
Esperamos a un lado.
Raize estaba hablando por teléfono, alejado de nosotros y con la
cabeza gacha. Cavers era fumador. Podía oler los cigarrillos en él, y me
pregunté si tenía ganas de encenderlos. Probablemente. Tal vez por
eso movía los pies. Se metió las manos en los bolsillos, y capté el bulto
de su pistola... lo que me hizo preguntarme qué iba a hacer Raize con
sus armas. ¿A menos que estuviéramos registrándolos?
Eso resultó ser así una vez que Jake terminó.
Raize terminó la llamada y se metió el teléfono en el bolsillo. Dirigió
la cabeza hacia Jake.
—Están registrando Tu equipaje. Todos, pongan sus armas dentro.
Envuélvanlas en algo de ropa. Dame las llaves, Jake.
Las entregó.
Raize se dirigió a la parte delantera y se agachó en el interior para
dejar la bolsa de teléfonos bajo el asiento. Puso las llaves en un
compartimento con cremallera detrás del asiento delantero. Luego
cerró las puertas antes de darle un repaso a todo.
Después de eso, estábamos listos para el aeropuerto.

Raize nos hizo entrar a cada uno por diferentes puertas y entradas
de seguridad. Él y yo nos quedamos juntos, y envió a Cavers primero.
Jake fue el siguiente, con instrucciones de vigilar a Cavers, desde la
distancia. Asintió con la cabeza y se dirigió a registrar su equipaje.
Raize y yo pasamos junto a él y atravesamos la puerta más lejana y el
control de seguridad más lejano. Solía volar, cuando vivía
normalmente, así que sabía que no todos los aeropuertos eran iguales.
Algunos tenían diferentes puestos de seguridad dispuestos alrededor
de todo el aeropuerto, lo que ayudaba a reducir las colas, pero otros

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tenían una gran cola de seguridad. Era horrible pasar por ellas: se
tardaba una eternidad.
Me alegré de que estos estuvieran separados.
—Muévete.
La orden no fue fuerte, ni siquiera un ladrido, pero me sacudí porque
había estado soñando. Así que no es algo que haya hecho.
Aceleré el paso y me puse detrás de un grupo de mujeres que
parecían estar de fin de semana de chicas. Parecían ricas, de unos
treinta años, y miraban a Raize detrás de mí. Un par de ellas parecían
estar ya borrachas, y las otras, listas para emborracharse. Esperaba
que no estuvieran en el mismo avión que nosotros.
—¿Estás nerviosa por volar?
Me sorprendió la pregunta de Raize y me volví hacia él.
Sus ojos oscuros me evaluaron, pero no parecía tan frío como de
costumbre.
No sabía cómo me sentía al respecto.
Levanté un hombro.
—No, sólo pensaba en la vida anterior.
Me miró fijamente, luego asintió y miró hacia adelante.
Las mujeres lo miraban ahora abiertamente, susurrando entre ellas.
No sabía que las mujeres todavía podían susurrar como colegialas,
pero estas lo hacían.
Un par de ellas sonrieron a Raize, que maldijo en voz baja.
—Vamos.
—¿Qué?
—No quiero atención. Vamos por otra puerta de seguridad.
Nos desplazamos hacia adelante y dije:

33
—Estamos a dos grupos de distancia. Ignóralas.
Me miró fijamente.
—Quieren coquetear conmigo.
—Duh.
—Yo no coqueteo.
Casi sonreí ante eso. Estaba totalmente molesto.
Una de las mujeres retrocedió y supe que lo hacía para escuchar
nuestra conversación.
La parte delantera de su grupo comenzó a atravesar la línea de
seguridad, y fue entonces cuando se volvió.
—¿A dónde viajan?
—No es asunto tuyo.
La mano de Raize tocó la parte baja de mi espalda, y casi salté hacia
la dama. Pero luego me acomodé y sentí su mano abrirse, sus dedos
extendiéndose.
Su toque no me erizó la piel. Eso fue un shock. Pegué una sonrisa en
mi cara mientras la señora jadeaba.
—Acabamos de recibir malas noticias de un familiar. Tendrá que
disculpar a mi...
—Esposo —anunció Raize.
—Esposo —¿En serio? ¿Esposo?
La mujer dio un paso atrás ante mi afirmación, pero sus ojos se
dirigieron a nuestros dedos. Sin anillos. Frunció el ceño y vi que se
avecinaban más preguntas.
Yo me adelanté.
—¿A dónde se dirigen todas?
—¡Oh! —Se iluminó mientras avanzábamos por la fila—. Mi amiga
de allí, Sadie, se va a divorciar, así que pensamos que un viaje a México

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sería la mejor manera de celebrarlo. Nos encanta ir allí. Vamos una vez
al año, a veces más. ¿Fuiste alguna vez? —Me preguntaba, pero sus ojos
habían vuelto a mirar a Raize, que se movía más atrás de mí.
Tuve que reprimir mi sonrisa. No debería estar disfrutando de esta
reacción suya, pero no pude contenerme.
Era tan... normal.
Eso era todo.
Esta era una escapada momentánea de nuestras vidas, y yo iba con
ella.
Avancé al igual que la mujer, tras presentarse como Mary. Nos
preguntó nuestros nombres, pero el guardia la llamó. Era el momento
perfecto. Después, ella y sus amigas pasaron a la fila derecha, y tras
entregar nuestra identificación y mostrar los billetes en el teléfono de
Raize, nos enviaron a la fila izquierda.
No tenía nada que sacar de mi mochila, así que la dejé como estaba.
Sin laptop. Nada de eso. No tenía ningún líquido, así que me quité los
zapatos y los puse junto a mi bolsa en la misma cesta. Raize hizo lo
mismo, poniendo su chaqueta de cuero en una cesta aparte.
—¿Has enviado los pasajes a los chicos? —pregunté mientras
esperábamos nuestro turno.
Asintió con la cabeza, tocando de nuevo mi espalda, y mientras el
guardia me hacía señas para que avanzara, me empujó suavemente
hacia delante.
Al pasar, abrí las piernas y puse las manos por encima de la cabeza,
apenas me permití pensar que así sería como me pondrían las esposas.
No. No iba a pasar por ahí. Cuando tuve el visto bueno, avancé y cogí
mis cosas de la cesta.
Las mujeres estaban esperando a unos metros de distancia. Mary se
acercó y me dedicó una pequeña sonrisa mientras veíamos a Raize
pasar. Tardaron más en revisarlo y lo llevaron a un costado para
inspeccionarlo. No perdí de vista su cesta mientras Mary preguntaba:
—¿Adónde van?

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Empecé a responder, pero me di cuenta de que no lo sabía. Mierda.
Eso era algo que debía saber, pero Raize tenía los pasajes.
—Nos dirigimos a Texas.
—¿En serio? Nosotras no vamos a volar a México. Primero nos
dirigimos a Texas para pasar unos días. Una de nuestras amigas tiene
una casa allí, en Corpus Christi. ¿A qué parte de Texas van? Tal vez
estemos en el mismo vuelo.
Mieeeerda. Necesitaba entretenerme, pero entonces sentí una
presencia familiar detrás de mí. La mano de Raize tocó mi espalda
mientras su áspera voz respondía por mí:
—Discúlpenos. Hemos quedado con unas personas.
Tan abrupto, pero tan perfecto.
Me empujó hacia delante, todavía con suavidad, y Mary dio un paso
atrás.
—Claro. Sí... Que tengan un buen viaje.
No respondió, sino que me dirigió hacia una pasarela muy transitada
mientras se colocaba su bolsa.
—¿A dónde vamos? —pregunté.
—Volamos a San Antonio y luego regresamos en auto.
—¿Regresar a dónde?
Mientras la multitud se arremolinaba a nuestro alrededor, Raize se
movió para caminar a mi lado. Dejó caer su mano y me miró.
—¿Desde cuándo te importa esa mierda?
Sí.
Lo había olvidado. Yo era una empleada, nada más.
Mi momento de normalidad había desaparecido.
—No lo sé —Me encogí de hombros, sintiendo el habitual muro frío
y entumecido deslizándose sobre mí. Una vez que se fijó en su lugar,

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pude sentir la distancia que me separaba de esos otros viajeros. Estaba
casi hombro con hombro con ellos, pero no tenían ni idea de lo lejos
que estaba en realidad.
Cuando llegamos a nuestra puerta, Raize me hizo esperar en la zona
abierta justo fuera de ella. Jake y Cavers ya estaban allí, sentados en
secciones opuestas entre sí. No los miré después de un primer vistazo
para ver que estaban allí. No me fijé en lo que me rodeaba.
—¿Tienes auriculares? —Le pregunté a Raize.
Frunció el ceño, pero rebuscó en su mochila. Me los tendió y los cogí
sin dar las gracias.
Me desplacé para sentarme en el suelo y saqué mi nuevo teléfono. En
esta vida o una vida diferente, todavía podía disfrutar de la música.

37
4
CARRIE

Las mujeres de la fiesta del divorcio estaban en nuestro vuelo.


Llevaba diez minutos disfrutando de mi música cuando aparecieron.
Raize se apartó inmediatamente, agachándose y diciéndome que
vigilara su mochila. Sonreí porque ver a Raize incómodo era
simplemente divertido a estas alturas. Me estaban empezando a gustar
estas mujeres.
Siguieron mirándolo, y yo traté de verlo.
Lo hice.
Quiero decir...
No. No lo vi.
Podía ser atractivo, pero Raize era frío, demasiado muerto por
dentro.
Mary me vio y se acercó, agachándose y tomando asiento a mi lado.
—Hola.
Los auriculares. ¿No vio los auriculares en mis oídos?
Saqué un casco.
—¿Hola?
Levantó la barbilla hacia Raize.
—Parece que estamos en el mismo vuelo. ¿Qué tan increíble es eso?
¿Dónde están sentados? —Sacó su billete y me lo mostró—. Estamos
en la zona de confort. Sabrina no quiso pagar la primera clase, pero
¿estamos cerca? —Su cabeza se inclinó hacia mí. Bajó la voz—. ¿Están
realmente casados?
Sus ojos bajaron, deteniéndose en mi dedo. El que no tenía anillo.

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—Uh —Necesitaba subir mi juego en la mentira—. Lo estamos, pero
acabamos de tener un aniversario, así que estamos recibiendo una
pequeña actualización de ellos —Miré a Raize, asegurándome de que la
mirada pareciera cariñosa y cálida.
Como si lo intuyera, se volvió hacia mí y luego se detuvo, con los ojos
entrecerrados.
Puse una gran sonrisa en mi cara.
—Es muy romántico. No me dice lo que se está haciendo con el
anillo, pero luego recibimos la llamada sobre nuestra familia, y ahora
estamos aquí.
Suspiró, abanicándose.
—Oh, Dios. Eso es simplemente digno de un desmayo —Sus cejas se
hundieron, y se tensó por un segundo—. Sin embargo, parece un poco
frío. ¿No es así? —Su voz se agitó, literalmente se agitó.
Pude sentir la excitación en ella, y de repente lo entendí.
Cuanto más imbécil era Raize, más intrigante era para ella.
Convertirlo en un buen tipo, en un buen chico, y todo su grupo
perdería interés. Podría hacer la recomendación a Raize, pero eso no
era algo que él pudiera fingir. Sería doloroso verle intentarlo.
Las mujeres no eran algo por lo que Raize tuviera que trabajar, pero
siempre supuse que era por lo que hacía. Esas mujeres querían drogas,
o eso había supuesto, pero quizá no. Quizá sólo querían a Raize.
Era una sensación extraña, mirarlo de la forma en que lo veían las
mujeres normales. Por otra parte, no había disparado a alguien a
sangre fría minutos después de conocerlo. Y no le habían visto seguir
asesinando gente por la única razón de que podrían ser un problema
en el futuro.
Mary se acercó un poco más a mí.
—Parece peligroso. Despiadado —Le estaba echando el ojo, pero me
miró mientras preguntaba—: ¿Qué es lo peor que ha hecho?

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Esta mujer estaba trastornada. Pero entonces noté una línea blanca
sobre su labio superior. Era tenue, pero estaba ahí. Sólo podía verla
porque se había acercado mucho a mí.
Ah. Ahora tiene sentido.
¿Podía sentir que traficaba con drogas?
Volví a examinar su mirada. Había vuelto a follar con los ojos a Raize,
y la lujuria era palpable.
¿Quizás era el peligro que desprendía Raize?
¿O podía sentir que era un asesino? ¿Era eso?
Respiró agudamente y retrocedió, enderezando la cabeza como si la
hubieran golpeado. Parpadeó rápidamente, mirando más allá de mi
hombro, y un par de zapatos llegaron a mi otro costado.
—Están llamando a nuestros asientos —dijo Raize.
No me había fijado en los anuncios, pero tenía razón. Se había
empezado a formar una fila para subir al avión. Cavers y Jake ya
estaban en la fila, con cinco pasajeros entre ellos. Cavers tenía la
mirada perdida, pero Jake nos miraba a nosotros.
Le dirigí una mirada. Él sonrió antes de mirar hacia delante. Una
pared se deslizó en su lugar, y él era un extraño una vez más.
Raize se agachó, cogiendo mi mochila.
—Vamos.
Tenía mi teléfono y sus auriculares en la mano.
Mary se había puesto en pie de un salto, alisándose la camisa y
pasándose las manos por la falda.
—Hola. Me alegro de verlos de nuevo.
Raize le dirigió la más fría de las miradas, la ignoró y me tocó la
espalda. Me hizo avanzar.
—Vamos.

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—Oye...
Se detuvo, retorciéndose.
—No lo hagas, jodida zorra cocainómana —Ella jadeó, pero él no
había terminado—. Vete y olvídate que existimos. ¿Entendido?
—Oh, vamos —Una risa nerviosa se agitó en su voz—. No seas así.
—Sigue mirándome a mí o a ella, y te meteré una bala en la frente.
Su segundo jadeo sonó más impactante. La realidad había empezado
a imponerse para ella, pero aun así, murmuró:
—Vamos a estar en un avión. Sin armas.
Es una broma.
¡¿Estaba bromeando?!
Volví a mi primer pensamiento. Olvida el hábito de la cocaína;
necesitaba estar en un hospital psiquiátrico.
La voz de Raize era baja y llena de advertencia.
—Improvisaré.
La fila empezó a avanzar, así que me puse detrás de una señora. Un
segundo después, sentí la presencia de Raize a mi espalda.
—No hables con ella ni con ninguna de ellas. Son un problema —dijo
en voz baja.
Uh, sí. Estaba recibiendo eso.
No respondí, pero no pareció importarle.
La cola avanzaba y cuando llegamos a nuestra fila, había un tipo en el
asiento del pasillo. Levantó la vista y sus ojos se abrieron de par en par.
Raize se inclinó a mi alrededor.
—Acabas de conseguir el asiento de la ventana.
—Pero... —El pánico apareció en su rostro, pero era más inteligente
que Mary. Se calló, cogió su tableta y se dirigió al asiento de la ventana.

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Yo tomé el del medio y Raize el del pasillo.
Miré hacia atrás una vez y vi que Jake se reía, moviendo la cabeza
antes de agacharse en su asiento.
Sentí que empezaba a sonreír con él.
Todo esto era una locura.
En un momento del vuelo, Mary tuvo que pasar por delante de
nosotros para ir al baño. Desvió la mirada mientras lo hacía. Eso
también me hizo sonreír.

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5
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Cuando desembarcamos, Mary y su grupo bajaron antes que nosotros.


Pasamos junto a ellas en la pasarela donde esperaban sus maletas.
Mary desvió la mirada, igual que en su viaje al baño. Noté otra línea
blanca menos tenue sobre su labio, pero de eso se encargarían sus
amigas. Incluso podría ser detectada por los perros antidroga, si este
aeropuerto los tuviera. Una de sus amigas se percató de mi mirada y se
dio cuenta de lo que yo veía. Sus ojos se agrandaron, pero luego
pasamos de largo y subimos la rampa.
Al entrar en el aeropuerto, Raize sacó su teléfono y siguió
caminando. Me moví detrás de él. Sabía cuál era mi lugar, pero miré
hacia atrás para ver si podía ver a Jake o a Cavers.
Mi teléfono zumbó y lo saqué. Raize nos había enviado un mensaje a
todos.
Raize: Salgan, esperen junto a la línea de taxis. Jake, coge tu
equipaje y búscanos. Cavers, quédate a cincuenta metros de
distancia. Jake, lo mismo.
Cuando terminé de leer, ya había guardado su teléfono y había
acelerado el paso. Me apresuré a alcanzarle. Raize se movía entre la
multitud como yo. Se mantenía a un lado y encontraba el camino de
menor resistencia entre la gente que se acercaba. Tenía la cabeza
agachada, pero cuando salió un tipo de seguridad, Raize me guio para
que me uniera a la multitud que estaba delante de nosotros, con las
cabezas giradas hacia un lado.
No queríamos llamar la atención.
Dudo que hubiera órdenes de arresto contra nosotros, pero en
nuestro mundo nunca se sabe.

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Tenía que darle crédito a Raize, porque aunque ahora se movía para
no llamar la atención, la gente a nuestro alrededor seguía
reaccionando. Se apartaban instintivamente para dejarnos pasar, y a
menudo mostraban una mirada de confusión cuando pasábamos, como
si sus cuerpos tomaran la decisión por ellos.
Era Raize, no yo. La gente no se movía por mí. No se daban cuenta de
que estaba allí. Podía permanecer en una sombra durante horas.
Me di cuenta de que estaba pensando demasiado. Necesitaba apagar
mi mente y acompañar a Raize como si fuéramos dos extremos de la
misma ola, uno empieza y el otro termina.
Me di cuenta de que Raize notó cuando lo conseguí porque sus
hombros se relajaron y empezó a caminar con más soltura. Levantó la
vista, ya no se escondía tanto, y nos movimos como un solo hombre
cuando apareció un guardia de seguridad. Estuve a punto de vacilar
cuando pasamos por delante de un guardia con un perro, pero era
probable que Raize no llevara nada encima. Eso sería una estupidez.
Recogeríamos el producto o lo que fuera que nos ordenara después de
salir del aeropuerto. Si hubiéramos estado transportando, habríamos
conducido.
Al llegar a la salida del aeropuerto, la atención comenzó a regresar.
La gente buscaba a sus seres queridos. Podía sentir los ojos sobre
nosotros, y no importaba cómo o dónde me moviera, esos ojos nunca
se iban. Me empezó a picar la frente. No me gustaba, pero me quedé
con Raize, y cuando salimos, volvió a usar su teléfono.
Se detuvo, leyó lo que había en la pantalla y levantó la vista.
Una camioneta azul esperaba junto a la acera.
Raize maldijo en voz baja.
—Espera aquí.
Me desplacé hacia atrás, situándome junto a la pared mientras la
gente que se marchaba pasaba junto a mí. Raize se acercó a la
camioneta azul.

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La ventanilla del pasajero se bajó y él se inclinó hacia delante, pero
se quedó en el bordillo. El conductor le habló, haciendo un gesto, pero
Raize no se movió. No estaba contento. Eso lo sabía. Tenía la espalda
recta y estaba alerta. Si hubiera tenido un arma, ya la habría sacado.
Sintiendo una presencia a mi izquierda, miré.
Cavers estaba de pie a diez metros de mí, esperando justo delante de
las puertas. Bloqueó el flujo de gente detrás de él, por lo que se movían
a su alrededor. Primero me miró a mí y luego deslizó su mirada hacia
Raize. Su boca se apretó en una línea, y se alejó hacia el otro lado de las
puertas.
Se detuvo a veinte metros, pero en lugar de acercarse a la pared, se
posicionó justo detrás de un poste. Parecía que estaba esperando que
lo recogieran.
Volví a observar a Raize, cuya mano se agitó a su lado.
Yo jadeé.
Su mano se flexionó antes de sacudirla, y movió la cabeza de un lado
a otro mientras se daba la vuelta y volvía hacia mí. Su mandíbula
estaba tensa.
Viniendo hacia mí, vio a Cavers y sacó su teléfono de nuevo.
Llegó otro texto.
Raize: Carrie, espera a Jake. Consigue un taxi y te enviaré las
indicaciones.
Raize: Cavers, toma un taxi. Voy contigo.
Cavers sacó su teléfono e inmediatamente cambió de posición, yendo
hacia la línea de taxi.
Raize no dijo nada, sólo estableció contacto visual mientras pasaba
junto a mí, siguiendo a Cavers a una buena distancia.
Me acomodé contra la pared. Quién sabía lo larga que sería la cola de
recogida de equipajes.

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La espera fue de treinta minutos.

Jake salió, con la mochila al hombro, y estaba cabreado. Cuando me


vio, caminamos juntos hacia los taxis.
Teníamos que hablar.
Los pasajeros normales que viajaban juntos hablaban. No se movían
en silencio, como si estuvieran extrañamente sincronizados por los
mismos pensamientos.
Reflexionando sobre eso, me acerqué a Jake.
—¿Cómo fue la recogida de equipajes?
Me dirigió la mirada.
—¿Por qué?
Bajé la voz.
—Todo el mundo habla con la gente con la que viaja.
Él también miró, y sentí que algo de su filo se desvanecía. Se relajó y
asintió.
—Esas zorras estaban allí hablando de ti. Se dieron cuenta que te
miraba, y la cocainómana quería saber quién era.
—¿Hablas en serio?
Inclinó la cabeza en un rápido movimiento de cabeza, recuperando la
tensión.
—¿Qué le dijo Raize a esa? Buscó sangre, pensando que te conocía o
algo así.
—Amenazó con matarla.
Sonrió, resoplando.

46
—A las zorras no les gustan las amenazas como esa. Creen que están
por encima de esa mierda. Malditas princesas de la alta sociedad.
—Creo que sólo están protegidas.
Nos adelantamos y sentí que Jake me estudiaba.
—¿Lo sabes por experiencia?
Abrí la boca para decir: "Mi hermana era igual". Pero retuve mis
palabras.
Santo... había estado a punto de derramar información sobre él.
No le decía nada a nadie.
Me había puesto cómoda, tan cómoda que era peligroso.
Nadie podía saber lo de mi hermana. Nadie.
Pero Jake seguía estudiándome, seguía esperando.
Levanté un hombro.
—Es una cocainómana. ¿En qué estoy pensando?
Frunció el ceño y murmuró:
—Esas zorras son de las que quieren tu coca, pero quieren que te las
folles mientras la esnifan. Estaba echando espuma por la boca,
pensando que Raize era su nuevo camello.
Le miré con dureza.
—¿Luce como uno?
—No. Él luce como un imbécil o un soldado, pero ella vio lo que
quería ver.
Entonces el trabajador nos hizo un gesto y nos pusimos al frente de
la fila.
Llegó un taxi y Jake le hizo un gesto para que se quedara en su
asiento. Llevamos nuestras maletas con nosotros y nos deslizamos en
la parte trasera. Jake sacó su teléfono y leyó la dirección que Raize
había enviado en un mensaje de texto, y luego nos acomodamos.

47
Estábamos en camino.
Ahora estamos en San Antonio.
No sabía por qué estábamos aquí.

48
6
CARRIE

La primera noche nos alojamos en un motel en mal estado, en dos


habitaciones que tenían una puerta contigua. Raize y Cavers en una;
Jake y yo en la otra. La puerta entre las dos habitaciones estuvo abierta
todo el tiempo.
Era tarde en la noche, pero no importaba. Raize se puso a trabajar.
Se marchó y volvió una hora después en un todoterreno. Recogió a
Jake, y volvieron un rato después con una camioneta marrón más vieja
también. Me quedé sentada, mirando por la ventana cómo Raize se iba
continuamente y volvía con algo más: una bolsa, una segunda bolsa.
Jake dispuso nuestras armas en su cama, revisando y comprobando
cada una de ellas. Cavers fue con Raize en sus dos últimos recorridos, y
yo estaba aburrida. Podría haber leído. No quería leer.
Empecé a observar a Jake, repasando meticulosamente cada arma.
—Quiero aprender a disparar —le dije.
Me dirigió una mirada de sorpresa.
—¿No sabes?
Sacudí la cabeza.
—Nunca quise aprender.
Silbó, volviendo a limpiar.
—Chica, estás loca1. Esta vida, ¿cómo carajo sigues viva?
—Soy más útil viva que muerta.
Gruñó y movió la cabeza, todavía limpiando.
—Eso es cierto, seguro.

1 En español, en el original.

49
Esperé.
Siguió limpiando.
Me incliné hacia delante, apoyando los codos en las rodillas.
—Lo digo en serio. Quiero aprender a disparar.
Me dedicó otra larga y prolongada mirada mientras inclinaba la
cabeza lentamente hacia delante.
—Chica, no soy yo quien te va a enseñar. No soy el jefe aquí.
—Todavía puedes enseñarme.
—¿Cuándo? —Su sarcasmo era espeso—. Este es el tiempo más
largo que te ha dejado sola. Eres el arma secreta del jefe. ¿Por qué crees
que estoy contigo? —Señaló con su trapo la otra habitación,
actualmente vacía—. No confía en Cavers contigo, y no confía en que
Cavers no me mate. Por eso tenemos la asignación de taxis y
habitaciones que tenemos. Tú y yo mañana estaremos en un camión y
esos dos en el otro.
Todo eso tenía sentido. Pero no era eso lo que estaba preguntando.
Me incliné hacia atrás.
—Enséñame a disparar.
—No.
—Sí.
Cuando empecé este viaje, eso fue lo único que traté de evitar.
Llevaba un año y medio y aprendí lo estúpido que había sido eso.
Debería haber aprendido antes de ir a trabajar a Bronski. Eso habría
sido lo más inteligente. Saber usar un arma, pero actuar como si no lo
hiciera. Ser subestimada. Habría sido un as en la manga, y en este
mundo, eso podría mantenerme viva.
Necesitaba aprender a disparar un arma.
Suspiró.
—Chica.

50
—Carrie.
Frunció el ceño, bajando el arma que estaba limpiando.
—¿Disculpa?
—Mi nuevo nombre. Carrie. ¿Cuál es tu nombre?
Siguió mirándome fijamente, como si le hubiera dicho que resolviera
un rompecabezas antes de seguir hablando. Pero entonces sacó su
nueva licencia.
—Brad Watowski. Soy un noruego de mierda.
—Brad.
Asintió con la cabeza, volviendo a la pistola.
—Carrie.
Me levanté de mi silla.
—Enséñame a disparar un arma, Brad.
Sus ojos se volvieron planos.
—No hagas esto, chica.
—Enséñame.
—Sabes que no puedo —Volvió a limpiar.
Contuve mi frustración.
—Pero te garantizo que si se lo pides al jefe, te enseñará a disparar, o
le parecerá bien que yo te enseñe.
El alivio me calentó el pecho.
—¿Así que no dices que sí porque necesitas aprobación?
Silbó, sacudiendo la cabeza.
—Has visto a nuestro jefe en acción. No hago una mierda sin su
aprobación —Me dirigió una mirada sombría—. ¿Has estado viendo a
Cavers?

51
Un escalofrío me recorrió.
La respuesta era no, porque no me gustaba Cavers. No sabía por qué,
pero sabía que no me gustaba.
Viendo mi mirada, lo entendiendo, Jake siguió frotando su arma.
—El jefe no lo quiere con nosotros, pero no te ha preguntado por él
porque aún no puede deshacerse de él. No sé qué estamos haciendo
aquí, pero puedo decir que ese tipo Cavers es una parte importante.
Eso me dio un mal sabor de boca.
Sea lo que sea o quien sea Cavers, ninguno de nosotros lo quería con
nosotros. No hacía falta mi instinto para saberlo. Cavers iba a provocar
nuestra muerte o iba a morir en nuestras manos. Una cosa o la otra.
Con un tipo así, no había otra manera.
Jake cogió un nuevo paño.
—Sin embargo, te diré ahora mismo. Me alegraré cuando me
autoricen meterle una bala en la frente a ese tipo. Todos estaremos
mejor. Tú. Yo. El Jefe2.
Agarré mi teléfono y miré por la ventana. Habían llegado dos
camiones y pasaban lentamente por delante de nuestras habitaciones.
—¿Qué es? —preguntó Jake.
Me encontré de pie, aunque no me había dado cuenta.
Hice un gesto hacia la ventana.
—¿Esos camiones te parecen amigables?
Jake se dirigió a la ventana con la pistola en alto. Apartó la cortina,
miró y maldijo.
Eso era todo lo que necesitaba.
Me puse en marcha, recogiendo las bolsas.

2 En español, en el original.

52
Jake metió el resto de las armas en una mochila y se la echó a la
espalda. Estaba de cara a la puerta con una pistola en cada mano
mientras yo volvía con las mochilas de Cavers y Raize. Yo llevaba la
mía.
—¿Necesitas que me lleve algo?
Estaba mirando hacia afuera.
—No, pero manda un mensaje al jefe. Hazle saber que podríamos
estar corriendo.
Lo hice y obtuve una respuesta casi inmediata.
Raize: Mátenlos si es necesario. Si no, aléjense. Tomen una foto
si pueden.
Le conté a Jake lo que había dicho y me miró con dureza.
El camión se detuvo frente a nuestra habitación.
Podíamos salir por la ventana trasera. Todo estaba en nuestras
mochilas. Lo único que dejaríamos atrás era nuestro ADN, pero me di
cuenta que Jake no quería hacerlo.
—¿Puedes tomar una foto para él? —Jake preguntó en voz baja.
Asentí, yendo a la otra habitación.
Un tipo salía del camión. Llevaba unos vaqueros ajustados, un gran
cinturón, una camisa blanca y un sombrero de vaquero. Se dirigió hacia
la habitación donde estaba Jake y se asomó al interior. Saqué mi
teléfono, lo coloqué justo al otro lado de la cortina y tomé las fotos que
Raize quería.
El camión.
El tipo caminando.
La matrícula.
El conductor dentro del camión.
Las imágenes eran lo suficientemente claras y las envié a Raize.

53
Respondió mientras yo volvía a la otra habitación.
Raize: Salgan. Ahora.
Lo compartí con Jake, y él echó un último vistazo por la ventana
antes de hacerme un gesto.
—Salgamos por la ventana de su baño.
Volvimos a la habitación de Cavers y Raize. Jake cerró la puerta
contigua, trabándola sin hacer ruido. Fuimos al baño. Era una ventana
pequeña, pero lo suficientemente grande para los dos. Fui primero,
cayendo en cuclillas en el suelo de fuera. Jake me tiró todas las bolsas y
yo me mantuve alerta mientras él subía.
Tuve un momento para reflexionar mientras lo hacía, y esto no era
nada normal.
Aquí estaba yo, escapando por la ventana del baño de un motel de
mierda, y sabía que no era suerte que tuviéramos esta salida. Raize no
habría elegido un motel en el que nos pudieran acorralar.
Probablemente tendríamos que huir de los agentes de la droga locales,
y si alguien viniera a comprobar la parte de atrás, tendría que disparar.
Así que probablemente debería tener un arma. Jake estaba de
espaldas a mí, y me acerqué a él para quitarle una de sus armas.
Maldijo, agachándose el resto del camino, y luego me miró fijamente
mientras recuperaba su arma. Levantándola hacia mí, me advirtió:
—No toques eso hasta que sepas cómo dispararla. No voy a dejarme
matar por una chica llamada Carrie. ¿Me entiendes?
Por alguna razón, me pareció entrañable. Sonreí.
—Entendido.
Puso los ojos en blanco y levantó la mano, agarrando la ventana para
que se cerrara un poco.
Luego nos fuimos por el callejón, que conectaba con otro callejón, y
cruzamos un estacionamiento antes de llegar a la calle.

54
No sabía cómo sentirme por lo que acababa de pasar, pero mi
estómago gruñía y decidí que eso era más importante ahora mismo.
Hice un gesto hacia un camión de tacos nocturno. Ya que estábamos
aquí, ¿por qué no?
También había unos cuantos borrachos o drogados, así que
tendríamos cobertura.
Mientras estábamos en una mesa de picnic comiendo nuestros tacos,
esos tipos pasaron y giraron a la izquierda en la intersección. Tomé
una foto de eso y se la envié a Raize.
Mi teléfono sonó un segundo después.
Contesté con el altavoz, sabiendo quién era.
—¿Sí?
—¿Dónde están ustedes?
Le dije el nombre del local de tacos.
—Estamos fuera, sentados en una mesa.
—¿Esos tipos se fueron?
—Sí.
—¿No los vieron comer?
Jake había dejado de comer, esperando.
—No creo que sepan quiénes somos —No es que yo supiera quiénes
éramos tampoco—. Estaban mirando en las habitaciones cuando nos
fuimos.
—¿Está Jake ahí?
—Sí —él dijo.
—Escucha, no podemos irnos ahora mismo. Consigan un taxi y vayan
a un buen hotel. Ella se quedará en el vestíbulo, y necesito que vayas a
comprar un auto. Local. En efectivo. Sin papeletas.
La mirada de Jake se encontró con la mía.

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—Entendido.
—Después de conseguir el vehículo, vayan a otro motel. Haz que la
chica lo elija. Envíame un mensaje de texto sobre dónde están.
La mirada de Jake se estrechó y su masticación se hizo más lenta.
Bajó su taco.
—¿Tú y Cavers necesitan refuerzos?
La respuesta de Raize fue enérgica justo antes de colgar.
—No. Haz lo que te digo —Y luego el tono de llamada.
Jake suspiró, levantando su taco de nuevo.
—No voy a hacer una mierda hasta que termine mi tercer taco.
A mí también me pareció bien.
Los tacos siempre deben ser lo primero.

56
7

CARRIE

Cuando terminamos de comer, hicimos lo que Raize nos había


indicado.
Yo cuidé nuestras maletas en el vestíbulo de un Milton (sentada
muy, muy lejos en un rincón porque no tenía ni idea de lo que había en
esas maletas), y Jake fue a comprarnos un nuevo juego de ruedas.
Volvió con un Honda Civic negro, más viejo, cuyo motor sonaba
como si intentara comerse el auto.
No dije nada cuando se acercó a mí en el vestíbulo, sólo me
concentré en no reírme.
Jake resopló.
—Cállate. Es lo mejor que pude conseguir. El jefe va a tener que
lidiar con ello.
Estábamos instalándonos en un motel de las afueras de San Antonio
cuando llegaron Raize y Cavers. Ninguno de los dos parecía contento al
vernos.
—¿Qué auto consiguieron? —preguntó Raize.
Jake señaló con la cabeza el negro aparcado en el estacionamiento.
—Esa hermosa obra maestra.
Raize le echó una segunda mirada antes de evaluar el auto. Sus
labios se apretaron en una línea, pero asintió.
—Bien.
Volvió al trabajo, entrando en nuestra habitación. Habíamos
conseguido la misma configuración con una puerta de conexión entre
las habitaciones. Cavers se dirigió inmediatamente a la otra habitación,
y pude oír cómo abría algunas bolsas.

57
Raize cerró la puerta y se quedó de espaldas a ella durante un
segundo, con los ojos bajos.
Jake y yo compartimos una mirada. Esto no era una buena señal.
Oímos cómo se cerraba la puerta del baño en la otra habitación. El
ventilador se encendió y Raize levantó la cabeza. Sus ojos ardían.
Eso no era nada bueno.
—Ve a buscar un rastreador —le dijo a Jake en voz baja—. Quiero
uno en su teléfono y otro en su camión. Ahora.
Jake asintió, agarrando sus cosas al salir.
Raize se apartó de la puerta y se acercó a mí.
—Tú y él tienen que saber en qué nos estamos metiendo, pero yo no
puedo —Sus ojos pasaron por encima de mi hombro, y supe lo que
estaba diciendo. No podía cuando cierta persona estaba lo
suficientemente cerca como para escuchar a escondidas.
Asentí con la cabeza.
—¿Qué necesitas de mí?
—Empaca una pequeña bolsa con lo necesario. La dejaremos en
algún lugar donde puedas tomarla si necesitas huir.
¿Huir?
Joder.
Huir. Huir era malo.
Tragué sobre un nudo.
—No me metí en esta vida para huir.
—Sea cual sea la razón, tienes que vivir para hacerlo —Sus ojos
volvieron a pasar por encima de mi hombro—. Haz la maleta —repitió
mientras daba un paso atrás.

58
No me llevó mucho tiempo, y utilicé la bolsa de plástico que iba
sobre el secador de pelo del motel. Cavers todavía estaba en el baño
cuando se lo mostré a Raize.
—Hecho.
Sus cejas se tensaron.
—No hay nada ahí.
—No tengo nada para empezar.
Me miró.
—¿Qué tienes?
—Dos pares de ropa interior, un par de calcetines, un sujetador
deportivo y dos mudas.
—¿Dinero?
—Lo que tú me des.
Sacudió la cabeza.
—¿Eso es todo? ¿No tienes nada extra encima?
—Eres el único jefe que me ha pagado.
Sus ojos se volvieron planos ante eso, y se pasó una mano por la
cara.
—No hay nada ahí. No tiene sentido siquiera hacer esa bolsa —
Señaló con la cabeza la puerta del baño—. Si sale, dile que fui por
comida.
Miré hacia la puerta, pero sentí que Raize se acercaba por detrás de
mí.
Mi camisa se levantó.
Me puse rígida, conteniendo la respiración.
Empujó algo frío y firme en la parte trasera de mis pantalones y
devolvió mi camisa a su sitio.

59
—Te sientas. Si se mueve hacia ti, le disparas. ¿Me entiendes?
Joder. Tenía la boca muy seca, pero asentí.
—Entendido.
Desapareció en el siguiente segundo, y me quedé con la ducha
abierta en el baño de Cavers y el corazón latiendo con fuerza en el
pecho. Era ensordecedor.

Oí a Cavers salir del baño y atravesar su habitación. Llegó a la puerta


de mi habitación con la cabeza mojada y la ropa nueva puesta.
Miró a su alrededor.
—¿A dónde fueron?
Tenía la boca muy seca. Podía sentir el peso del arma contra mi
espalda.
—Raize fue a buscar comida. Jake está haciendo un recado.
No sabía si debía compartir esa última parte, pero mentir me
resultaba natural; otra habilidad que no me gustaba, pero que
necesitaba para sobrevivir.
Además, ni siquiera sabía si estaba mintiendo. Raize podría haber
ido realmente por comida.
Asintió con la cabeza, parpadeando. Noté las profundas bolsas bajo
sus ojos.
—Bien. Estoy jodidamente cansado y hambriento. ¿Te importa si
cierro esto para poder dormir una siesta?
—Raize no quiere que se cierre.
Entrecerró los ojos. Me puse en tensión, esperando una pelea, pero
se limitó a asentir de nuevo.
—Bien. Ignora mis ronquidos entonces.

60
Asentí con la cabeza, pero no me moví, ni siquiera cuando le oí
desplomarse en la cama que no podía ver. Un minuto después, cuando
oí sus ronquidos, se me quitó algo de rigidez. No habría ninguna pelea,
ni nada repentino... No sabía lo que esperaba. Aun así, me senté en la
misma posición hasta que cuarenta minutos después Raize entró por la
puerta.
Se abrió sin ruido, y se detuvo, asimilando todo.
Él no habló. Yo no hablé. Entró, cerró la puerta, todavía en silencio, y
se dirigió a echar un vistazo a la otra habitación.
Llevaba otras dos armas, ambas de mano. También llevaba comida y
tiró la bolsa de comida en la mesa frente a mí. Puso una de las pistolas
en la cómoda y desapareció un rato en la otra habitación. Cuando
volvió, llevaba todas las bolsas. Las puso en un rincón antes de volver y
regresar con la bolsa personal de Cavers y el teléfono. Puso todo sobre
la encimera antes de cerrar la puerta y echar el cerrojo.
Después, cerró los ojos, apoyando la frente en la puerta durante un
milisegundo. Luego, su cuello se enderezó, su espalda volvió a ponerse
rígida y se giró, rozando sus ojos muertos sobre mí antes de ir al baño.
Se quedó con una de las pistolas, mientras se lavaba.
—¿Necesitas ducharte? —preguntó después de un momento
Fue entonces cuando sentí que podía relajarme, tanto como
normalmente podía.
Me puse de pie y saqué su arma de mis jeans.
Me hizo un gesto con la mano.
—Tienes que guardar eso.
—No sé cómo disparar.
Entrecerró los ojos, ladeando la cabeza.
—¿No?
Sacudí la cabeza.
—Era mi línea. Antes.

61
Le entregué el arma.
La tomó.
—¿Tu línea?
—Ya sabes, todos tenemos una línea que no cruzamos. Disparar un
arma era la mía.
Sus ojos se oscurecieron y me devolvió el arma.
—Esa es una frase muy estúpida. Tienes que aprender a disparar.
Era consciente, pero no quería decírselo. O, todavía no. Esperaría a
que Jake se convirtiera en un grano en el culo por conseguir la
aprobación de Raize antes de que me enseñara a disparar. No sabía por
qué estaba haciendo esto, pero no sé. ¿Tal vez era una nueva línea?
Bostezo, tumbándome en la cama junto a la puerta.
—Cámbiate.
—¿Qué?
Raize cogió su bolsa y las armas que había puesto en la otra cama, la
más cercana al baño.
—Duerme ahí —Puso todo en el extremo de la cama en la que estaba
acostada—. Yo haré la guardia hasta que vuelva Jake.
No iba a discutirlo. Mi cabeza se balanceaba ahora, ya que me había
dado permiso para dejar que el agotamiento se filtrara. Llegó con
fuerza y rapidez.
Me acosté, con los zapatos puestos, completamente vestida. Podía
estar dormida en cuestión de segundos, y bostezaba. Sin embargo, si
teníamos que correr, quería estar preparada. Me salté la manta y me
giré para tumbarme de lado.
Observé a Raize durante un rato.
Nunca había visto a nadie como él.
Era delgado, pero tenía los hombros anchos. Se movía sin moverse, si
eso tiene sentido. Tenía una cara bonita. Piel bronceada. Ojos oscuros.

62
Su cabello lo tenía implacable. Era castaño natural. No era largo ni nada
parecido, pero no era un corte de pelo al ras. Era rudo sin serlo del
todo. Sabía que tenía tatuajes, algunos en el brazo, una vez vi uno en la
espalda, pero nada en el cuello o en la cara. Los mantenía en un lugar
en el que se podían ocultar. Y su cuerpo, era delgado y marcado. Ahora
mismo, las sombras se proyectaban sobre su frente y sus pómulos,
dándole ese aspecto de ángel oscuro.
Reprimí un escalofrío y me di la vuelta. ¿Qué estaba pasando
conmigo?
Se instaló en la mesa junto a la ventana, moviendo la cortina para
poder ver el exterior.
—¿Qué estamos haciendo aquí?
Me miró, con un parpadeo en los ojos.
Normalmente, nunca lo preguntaría. Raize siempre proporcionaba la
información que necesitaba. Pero mi instinto me decía que esto era un
juego completamente diferente.
Hubo un momento de silencio antes de decir:
—Los rusos quieren establecer una relación comercial aquí. Nos
enviaron para establecer esa conexión.
Fruncí el ceño.
—¿Aquí? ¿Quién dirige San Antonio?
—Aquí no. Nos iremos cuando todos hayamos dormido.
—¿Dónde? —Presioné.
—El Valle. Carloni quiere que trabajemos con el Cartel de Estrada.
Me miró fijamente. Yo le devolví la mirada.
Cartel.
Eso era un juego de pelota totalmente diferente.
Esas palabras quedaron suspendidas entre nosotros, porque ambos
sabíamos lo que eso significaba.

63
Empecé este viaje para encontrar a mi hermana.
Había un montón de detalles sobre el quién, el por qué, el dónde, etc.,
pero es por lo que estaba de pie en esta habitación de motel mirando a
este tipo.
Jesús.
Hubo muchas veces en las que deseé no haber iniciado este viaje.
Pero ni una sola vez me había planteado abandonar la búsqueda de mi
hermana. Pero hoy, justo ahora, al escuchar a dónde nos llevaba
nuestro camino, pensé en dejarla ir.
Tal vez era el momento.
Ella había tomado su decisión hace mucho tiempo, pero...
Todavía no.
Me di la vuelta, me hice un ovillo y me quedé dormida.
Iba a necesitar el descanso.

64
8
CARRIE

Estábamos aparcados fuera de una gasolinera. Jake y yo. Yo estaba en


la parte delantera con la puerta abierta, con los pies sobre el
salpicadero. Estábamos esperando a que Raize y Cavers volvieran del
interior.
Eran casi las once de la mañana.
Sólo nos quedaba una hora más de viaje. El viaje no había sido largo,
pero Raize dijo que debíamos parar, así que lo hicimos.
Jake volvió a subirse al volante con su comida. Me entregó una bolsa
y puso su café en el porta bebidas. Me entregó el segundo para mí.
—He añadido algo de la mierda azucarada para ti.
Lo tomé, sorprendida por el gesto.
—Gracias.
No había pensado en comprar nada. Entré, fui al baño, me lavé y
volví a salir. No había necesitado agarrar las llaves de Jake. Raize había
enviado a Jake a hacer copias extra mientras yo dormía. Cada uno de
nosotros recibió un juego de llaves de ambos vehículos, y una vez que
Jake había dormido lo suficiente para conducir, nos pusimos en
marcha.
—¿Y? —preguntó mientras miraba hacia mí.
Sorbí mi café, haciendo una mueca por su calor y su pregunta.
—No he preguntado.
Sus ojos se dirigieron a mi bolsa, donde sabía que estaba mi arma.
Cuando habíamos llevado todo a los vehículos, Raize había añadido una
a mi bolsa.
"Ahora es tuya", me había dicho. "La necesitarás".

65
Jake negó con la cabeza.
—Chica.
Sonreí. Me había encariñado con que me llamaran Chica.
—Ahora es Carrie.
Resopló, poniendo los ojos en blanco.
—No entiendo esto, sea lo que sea que estés haciendo.
—¿Qué estoy haciendo?
—No lo sé. Por eso no lo entiendo. ¿Qué estás haciendo? Te ha dado
un arma. ¿Sabe que no sabes usarla?
Tomé otro sorbo. Todavía estaba caliente.
—Lo sabe.
—¿Y?
—¿Y qué?
—Todavía no puedo enseñarte a menos que se lo pidas o que él me
dé la orden. Ya lo sabes. ¿Qué es esta extraña resistencia de tu parte?
Suspiré, bajé los pies y me senté en el asiento. Apoyé la cabeza
contra el respaldo.
—Es sólo otro punto que no quiero cruzar todavía.
—¿Punto?
—Sí. Ya sabes, en este mundo, todo es una pendiente resbaladiza.
Que yo aprenda a disparar un arma es el paso antes de que realmente
use el arma —Mi estómago se apretó, sabiendo lo que había al otro
lado de ese punto.
La comprensión apareció en sus ojos.
—Mira, nunca vas a ser la chica que él envíe a matar a alguien.
Cuando llegue el momento, el jefe va a hacer su propio trabajo sucio.
Así es como consiguió su ascenso de todos modos, pero tienes que

66
aprender. Cuando eres tú o el tipo que está tratando de matarte, el otro
se tiene que ir. Y no eres tonta. Lo sabes.
Lo sabía. Por supuesto que lo sabía, pero era otro paso hacia la
pérdida de mi alma, también.
Fruncí el ceño.
—¿Su ascenso?
Buscó su bolsa, sacó un sándwich y lo desenvolvió.
—Ya sabes.
Sacudí la cabeza.
—No lo sé.
—Así es como entró en el negocio. Es del cartel —Siguió
observándome, y al ver mi confusión, sus labios se apretaron—. ¿No lo
sabías?
Sacudí la cabeza. ¿Raize procedía del cartel? ¿Qué significaba eso?
Sentí que significaba algo... Los carteles eran un nivel completamente
diferente de vicios.
Vaya. El cartel. En nuestro negocio, se evitaban. Los rusos eran
malos, pero el cartel era diferente. No sólo te mataban. Iban tras tu
familia. Iban por todos tus seres queridos, y hacían sus investigaciones.
Me alegré doblemente de que nadie supiera mi verdadero nombre.
Había sido Brooke cuando empecé a recorrer este camino. Había
tenido algunos otros nombres antes de que Raize empezara a llamarme
Chica. Ahora era Carrie.
—Fue el tipo que enviaron para eliminar a alguien. El tipo es bueno
matando gente.
Reprimí un escalofrío.
—¿Cómo salió?

67
—No lo sé. Hay rumores de que salió porque su jefe estaba en deuda
con él. Otros dicen que fue vendido como tú a Carloni. Creo que el
único que realmente lo sabe es él —Jake me miró de reojo—. Puede
que te lo diga. Le gustas.
Me sobresalté por la sorpresa.
—¿Qué?
Asintió con la cabeza.
—Tiene una debilidad por ti. No sé por qué. No creo que quiera follar
contigo. ¿Tal vez le recuerdas a alguien?
Eso fue extrañamente inquietante.
Ambos dejamos de hablar.
Jake comió su comida, y yo sorbí mi café mientras esperábamos a
que aparecieran Cavers y Raize.
Raize salió primero, pero esperó fuera de la puerta. Miró su
camioneta y luego a nosotros. Pude sentir su mirada en mí antes que
volviera a entrar. Un par de mujeres lo miraban. Eso también me
produjo una sensación de inquietud en la boca del estómago.
—¿Raize es atractivo?
No había querido preguntar eso en voz alta. Jake se detuvo a mitad
de una mordida. Comenzó a reírse, bajando el envoltorio.
—Es gracioso que me preguntes eso.
Lo había pensado una vez cuando estaba borracha, pero no después.
Y las mujeres en el aeropuerto, ahora las mujeres aquí... Yo sólo veía la
muerte dentro de él.
—¿Lo es?
No sabía por qué estaba presionando esto. Sabía que lo era. Pero
quería escuchar lo que Jake diría. Y tampoco sabía la razón de eso.
Hizo una pausa, con el perrito caliente en la boca, mientras me
estudiaba un segundo. Luego tragó y bajó la comida a su regazo.

68
—¿Hablas en serio?
Asentí.
Inclinó la cabeza, como si pudiera verme mejor y tal vez entender el
motivo de mi pregunta.
—Sí. Soy un hombre heterosexual, pero puedo decir que a las damas
les gusta. Mucho. Aunque, en mi opinión, la mayoría de las mujeres
están locas.
Asentí con la cabeza. Eso me tranquilizó.
El mundo volvió a sentirse bien.
Esas mujeres estaban locas.

69
9

CARRIE
Nos detuvimos en una casa dos horas después. Estaba cerca de unos
almacenes, pero aislada de otras casas. Realmente aislada. Y tenía una
gran valla de cadenas a su alrededor. La hierba era marrón, la que
había. La casa parecía que iba a derrumbarse en cualquier momento,
pero Raize había aparcado y estaba descargando las bolsas.
Cuando Jake salió, Raize dijo:
—Quiero que salgas y busques lo que necesitaremos para vivir aquí
durante un tiempo.
—¿Cómo qué?
—Comida. Bebidas. Lo que necesitemos —Raize se volvió hacia mí y
añadió—: Ropa para ella. No tiene nada.
Jake me miró antes de asentir.
—De acuerdo.
—Chica.
Pensé que sería Carrie, pero no. Los hábitos eran difíciles de romper
al parecer.
No esperó mi respuesta. Indicó la parte trasera de la camioneta.
Ayuda a Cavers a traer todo.
Me acerqué y cogí una de las grandes bolsas de lona que Raize había
metido en la camioneta cuando él y Cavers fueron a hacer sus recados.
Era muy pesada, y reconocí el sonido de las armas en su interior
mientras caminaba hacia la casa. Rifles de asalto. Dios mío. Miré a
Raize, pero estaba ocupado con su teléfono. Había conseguido
suficientes armas para que pudiéramos hacer una guerra, si fuera
necesario. Entonces me di cuenta: por eso estábamos aquí.

70
Cavers salió al exterior. Sus grandes hombros casi no cabían por la
puerta. Señaló detrás de él.
—Cocina. Puedes empezar a sacarlas. Ponlas sobre la mesa.
Agaché la cabeza y pasé por delante de él. Entré y giré bruscamente
a la izquierda para ir a la cocina, que era demasiado pequeña para una
mesa, excepto una diminuta en la que sólo podían sentarse una o dos
personas. Seguí hacia el comedor, donde había una mesa más grande.
Dejando la bolsa en el suelo, miré a mi alrededor. Necesitaba orinar.
Toda la casa era pequeña y estaba formada por habitaciones más
pequeñas. La siguiente puerta conducía a una sala de estar con un sofá
contra una pared y un loveseat 3 contra la otra. Un televisor estaba
ubicado encima de una cómoda, arrinconado contra otra pared. Apenas
había espacio para que dos personas se pusieran de pie en el centro de
la habitación. Seguí moviéndome. La otra puerta del salón daba a un
pequeño pasillo, y allí estaba el baño. Al entrar, cerré la puerta y no me
moví.
No sabía por qué.
¿Tal vez un sexto sentido? ¿Un aviso previo?
¿Instinto?
Sea lo que sea, me mantuve firme.
Podía oír los pesados pasos de Cavers entrando y saliendo de la casa,
luego pasando por el baño y entrando en una habitación trasera. Oí los
chirridos de una cama y un golpe seco cuando algo cayó al suelo.
Entonces lo oí: una pisada ligera que entraba. No sabía de quién se
trataba. Jake se había ido, y Raize no hacía ningún ruido al caminar.
Nunca lo hacía.
Los pasos pasaron por delante del baño, moviéndose lentamente.
Los pelos de la nuca se me erizaron. Fuera quien fuera esa persona, no
era uno de los nuestros. Cuando esos pasos se detuvieron fuera del
cuarto de baño, me subí silenciosamente al asiento del inodoro
utilizando la encimera del lavabo y la bañera.

3 Sofá de dos plazas.

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La persona se movió y yo contuve la respiración.
No había bloqueado la puerta.
Cerrando los ojos, maldije por un segundo. Tenía que formular un
plan.
Entonces, el pomo de la puerta empezó a girar. Lentamente, sin
hacer ruido.
Estaba atrapada. No podía moverme de donde estaba. No había
ningún sitio al que ir. Una endeble cortina de ducha era mi única
cobertura, pero si la tiraba hacia atrás haría ruido. Sería inútil, así que
me quedé congelada en el lugar y recé.
Y vaya que he rezado.
He rezado al niño Jesús. A la Madre Gaia. A mi hermana. A cualquier
deidad que me escuchara. Si las sirenas eran reales, les rezaba a ellas. A
los unicornios. Estaba dispuesta a intentar cualquier cosa. Al Yeti. ¿Si
los duendes existían? Por qué no.
Mi hora llegaría, pero esperaba que no fuera hoy.
El pomo de la puerta seguía girando.
El pestillo se soltó y la puerta se abrió.
Un desconocido me miraba fijamente: ojos oscuros, pelo oscuro
ondulado y caído hacia delante. Un rizo colgaba sobre su frente
bronceada. Era de mi altura, y parecía un poco fornido, pero esos ojos...
Se ampliaron, y por un momento nos quedamos mirando al otro. No
parecía haber esperado ver a nadie.
Tragué saliva.
El momento había terminado.
Una mirada dura brilló en sus ojos, y dio un paso atrás, empujando la
puerta fuera del camino.
Me preparé para lanzarme contra él. No tenía otra opción.

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Pero cuando retrocedió, levantando una mano enguantada de negro
con una pistola, otra mano se posó en su hombro. Le sorprendió, y se
dio la vuelta.
Raize estaba allí, con una 9mm en la mano, y antes que el tipo
pudiera pensar en su arma, Raize le había metido una bala en la frente.
Me estremecí, pero no me alcanzó la sangre.
El cuerpo cayó contra la pared y se deslizó, a cámara lenta, hasta el
suelo mientras sus piernas se desmoronaban bajo él. Raize levantó un
pie, dándole un empujón.
Unos fuertes pasos retumbaron en el pasillo.
—¿Qué mi...?
Raize me miró mientras hablaba con Cavers.
—Hay plástico en el camión. Tráelo. Envuelve su cuerpo.
Cavers se adelantó y Raize se apartó para que pudiera pasar.
Cuando salió, me bajé del inodoro, pero me temblaban las rodillas.
Tomé aire, cerré los ojos y me imaginé que lo hacía rodar por todo mi
cuerpo, estabilizándome. Cuando creí que no me caería, salí y rodeé el
cuerpo.
El tipo tenía los ojos abiertos, mirando al suelo. La sangre se
acumulaba a su alrededor mientras se filtraba.
—Les pedí una reunión —murmuró Raize—. Lo rechazaron.
Levanté la cabeza.
—¿Es del Cartel de Estrada?
Asintió con la cabeza, apartando la camiseta del tipo para mostrarme
un tatuaje de una estrella con ocho puntas.
—Esa es su marca.
Ahora lo sabía.
Tragué sobre un bulto. Esto era una mala señal, una muy mala señal.

73
—¿Y ahora qué?
Raize movió su mirada hacia mí y habló suavemente,
sorprendiéndome.
—Ahora les hacemos cambiar de opinión.
Volví a tragar. Eso es lo que me daba miedo.
—Se va poner sangriento.
—Sí. Lo hará —Raize se dio la vuelta—. Lleva todo al camión.
Necesitamos un nuevo lugar.
Cavers entró con el plástico. No me miró mientras se arrodillaba y se
ponía a trabajar, enrollando el cuerpo en él. Cuando lo sacó fuera, me
puse a limpiar. Tantos cadáveres, tantos tiroteos. Sabía que había un
efecto en mí. Daño. Un trauma. Pero lo barrí todo bajo la alfombra, y
todo lo que había encima estaba adormecido. Fui en busca de algo para
limpiar la sangre mientras dejaba que mis sentimientos se
desvanecieran, desde el cerebro hasta los dedos de los pies. Me sentía
congelada por dentro, pero así es como se pasa por esta vida. Era eso o
perder el alma. Me estaba congelando el alma.
Pero volvamos al trabajo.
No necesitábamos dejar constancia de lo ocurrido aquí, aunque tenía
la sensación de que una luz negra haría brillar cada centímetro de esta
casa como un espectáculo de fuegos artificiales.
Cuando terminé, ayudé a llevar todas nuestras cosas de vuelta al
exterior. Raize estaba en el camión, colocando todo en su lugar
alrededor del cuerpo. Se necesitaba algo de habilidad para
empaquetar.
Cuando Jake volvió, Raize le dijo que entrara y limpiara todo lo que
pudiéramos haber tocado. Cuando empezó, recordé que nunca fui al
baño.
Maldita sea.

74
10

CARRIE
Nuestra siguiente base de operaciones era opuesta a la que habíamos
dejado.
Raize encontró una casa en un sitio web inmobiliario. Hizo una
llamada y organizó una visita a la casa con un agente inmobiliario local.
Puedo contar esto con exactitud porque fui yo quien visitó el lugar con
él. Dijo que yo no espantaría a la dama. Jake habría coqueteado, tal vez,
y Cavers definitivamente la habría asustado. Creo que Raize había
querido que Jake y yo nos hiciéramos pasar por una pareja para el tour,
pero como tenía que ser él quien firmara los papeles, tenía que ser él.
Estuvo enojado todo el tiempo. Y la señora de la inmobiliaria había
intentado coquetear con él. Eso le molestó aún más. A mí no. Lo
encontré tan entretenido como el grupo de la señora divorciada del
aeropuerto.
Entonces, mientras la señora de la inmobiliaria esperaba en otra
habitación, la secuencia de llamadas fue la siguiente:
Raize a un chico.
Ese tipo debe haber llamado a alguien más.
Ese otro llamó a Raize.
Raize le informó de lo sucedido utilizando palabras codificadas. Al
parecer, Raize se había instalado en su puesto de caza cuando una
paloma no lo dejaba en paz. La paloma no dejaba de encontrarlo, así
que tuvo que dispararle. Sí, la paloma estaba muerta.
Entonces, quienquiera que estuviera al teléfono con Raize colgó.
Esperó, volviéndose para mirarme fijamente.
Raize me miraba cada vez más fijamente, pero no me parecía
espeluznante. Eso también era sorprendente, pero me dejaba llevar.

75
Todo lo que no me adormeciera era bueno, o eso creía.
Entonces sonó de nuevo su teléfono y la máscara se deslizó sobre su
rostro.
Últimamente no había visto la máscara cuando estábamos solos él y
yo, pero ahora se dirigió hacia la sala donde esperaba el agente
inmobiliario.
Colocó el teléfono en el mostrador entre nosotros y pulsó el botón
del altavoz.
La agente inmobiliaria (Claudia), se inclinó hacia delante, con una
sonrisa ansiosa en el rostro.
—¡Hola! ¿Con quién hablo? Soy Claudia Ronald.
—Hola, Sra. Ronald.
Me tensé, reconociendo la voz de Bronski.
Una mano me sujetó la cadera y Raize me atrajo hacia su lado. Me
estaba anclando, manteniéndome en su sitio.
Quería correr.
No podía correr.
Esa voz volvió a deslizarse por el teléfono.
—Necesitamos que redacte los papeles a nombre del propietario de
la casa. Van a aceptar una oferta de alquiler de mi colega que está
delante de usted.
Mierda, mierda, mierda.
Se me erizó la piel. El hielo se apoderó de mi garganta.
Claudia no tenía ni idea de lo que estaba pasando. Su cabeza se
inclinó hacia un lado y se acercó al teléfono...
—Estoy confundida, señor —dijo—. Mis clientes no están buscando
inquilinos. Están vendiendo su casa, y tengo que decirle que esta casa
se venderá. Está llamando mucho la atención de posibles compradores.

76
—No, Sra. Ronald.
Enferma. Voy a enfermarme.
—Esto es lo que va a pasar, porque le vas a dar a mi colega la
información de tu cliente. Él va a enviar a algunos hombres a visitar a
tu cliente, y todos llegaremos a un acuerdo.
—¿Qué...?
Raize sacó su pistola y la puso sobre el mostrador.
Los ojos de Claudia se abrieron de par en par y se quedó helada.
Comprendí el sentimiento.
La sangre se escurrió de su cara.
—Yo...
No podía hablar. No podía... se tambaleaba sobre sus pies.
Salí disparada hacia delante.
—Ella va desmayarse.
La agarré y la bajé al suelo mientras Bronski decía:
—¿Esa es mi Brooke?
Raize tomó el teléfono.
—Nos encargaremos desde aquí.
Bronski hizo un sonido sibilante.
—Enviaremos la transferencia ahora.
Raize terminó la llamada y me estudió un momento antes de
arrodillarse y sacar el teléfono de Claudia. Deslizó la pantalla, utilizó su
huella para desbloquearlo y luego buscó su información.
Me eché hacia atrás, ignorando la tormenta en mi cuerpo.
—Tendrás que esperar a que se despierte.
Me ignoró, todavía desplazándose, y entonces envió un mensaje.

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—¿Qué estás haciendo?
Me puse en pie.
Su teléfono volvió a zumbar y él leyó la pantalla antes de levantar la
cabeza hacia mí.
—No sabía que tendríamos que pasar por Bronski hoy.
No dije nada. Esa fue su disculpa.
Se me formó un nudo en la garganta, pero como todo lo demás, lo
ignoré y moví la cabeza asintiendo.
Me mostró la pantalla.
—Ella mantiene a sus clientes bajo los números de la casa. El cliente
viene ahora para una reunión. Llama a los chicos. Diles que se
preparen.
No quería hacerlo. Nunca había desempeñado este papel, pero sabía
lo que iba a pasar.
El cliente vendría aquí. Raize lo interrogaría y obtendría la
información que necesitaba. Jake y Cavers serían enviados a buscar a
los seres queridos del cliente y tomarían fotos. Las fotos volverían, y se
le diría al cliente que nos alquilara (a lo que probablemente sería un
precio barato) y los seres queridos del cliente no serían asesinados. Si
se decía una palabra a alguien, literalmente, los seres queridos serían
asesinados.
Odiaba esta vida.
La odiaba.
Me odiaba tanto ahora mismo.
Y veinte minutos después, el cliente entró, vio a Claudia atada y
amordazada, y comenzó. Esta vez, sin embargo, el cliente aceptó
inmediatamente. Raize igual obtuvo la información que necesitaba, ya
que necesitaríamos una garantía para retener tanto a Claudia como al
cliente, pero en lugar de que Jake y Cavers tuvieran que ir a hacer de
acosadores, nos ayudaron a llevar todo al interior de esta gigantesca
casa.

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Elegí la habitación del fondo, la que tenía balcón, y me quedé en ella
el resto de la noche.

Se oyó un ligero golpe, y mi puerta se abrió con facilidad.


Sabía quién estaría allí.
Empezaba a sentir su presencia, o su falta de presencia, la ausencia
total de algo humano en él. Olores. Sonidos. Era un fantasma, sólo que
en un cuerpo.
—¿Por qué elegiste esta vida? —preguntó Raize.
Me senté en un rincón, ya que no había muebles, y podía ver por la
ventana. Pero nadie podía verme, ya que la habitación estaba a oscuras.
Parecía tan tranquilo allí fuera. Estábamos en un barrio normal. No es
normal. Estábamos en un barrio acomodado. Esta era una casa de cinco
mil pies cuadrados, con una piscina en el patio trasero. Debería haber
sido la casa de los sueños de alguien. Podría haber sido la mía, en otra
vida.
Esos vecinos de ahí fuera eran probablemente banqueros. Podrían
haber jugado al golf y haber bebido, porque beber podría ser un
evento. No. Champán. Esa gente probablemente champanizaba por
hobby. Y ahora estábamos justo al lado de ellos.
Raize quería ir a un lugar que el Cartel de Estrada no encontrara de
inmediato, y una vez que lo hicieran, podrían esperar un poco antes de
decidirse a hacer otro movimiento. Estos vecinos eran nuestro
camuflaje.
Había mantenido la luz apagada, por lo que sólo era una sombra
entre otras sombras.
—¿Qué quieres decir? —pregunté.
—Hice mi investigación. Sabía quién eras, lo que podías hacer, antes
de ganarte en esa partida. Por eso fui a esa partida.

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Nunca lo había pensado, pero me di cuenta que no había ido a otra
partida de póquer desde aquella noche.
—¿Por qué?
Nada de eso tenía sentido. ¿Por qué buscarme?
—¿Una chica cuyo instinto siempre tiene razón? Eres un arma en
forma viva en esta vida. Eres más fiable que un vidente de verdad y das
menos trabajo que un detector de mentiras. Ahorras tiempo de tortura.
Pero he investigado de dónde vienes y no he conseguido nada. La
primera mención de ti fue que Bronski había comprado una nueva
rubia a Korkov. Korkov trae chicas de Rusia para usarlas aquí. O
engañan a las drogadictas para que trabajen para ellas. Tú no eras ni
rusa ni drogadicta. A Korkov no le gusta secuestrar chicas americanas
al azar, así que eso me hizo pensar que tú tomaste la decisión. ¿Por
qué?
No podía responder a eso. Nadie podía saberlo nunca.
—Estás molesta por lo que hice para conseguir esta casa, pero nadie
murió en este negocio —continuó—. El agente inmobiliario y el cliente
están vivos. Si mantienen la boca cerrada, seguirán vivos.
—¿Y si hablan? —Escupí, con los dientes rechinando entre sí.
—Ellos mueren. Conocen el resultado.
Sacudí la cabeza.
—Nadie debería saber el resultado.
Se quedó callado y sentí que daba un paso atrás.
—Los carteles están aquí. Están operando en el Valle. Cualquiera que
viva aquí, conoce la situación —Volvió a retroceder, su sombra se
separó de las demás—. Jake trajo pizza. Tu cuerpo necesita comer. Si
vas a hacer lo que sea que estés haciendo en esta vida, necesitas
energía, no importa cuánto odies vivir esta vida.
Luego se fue.
Sentí su ausencia tanto como su presencia. Eso tampoco me gustó.

80
Me gruñó el estómago y me puse en pie porque tenía razón. No
podría encontrar a mi hermana si estaba muerta, y así es como estaría
si ya no era útil. Como había dicho Jake, había enganchado mi vagón a
Raize, y tenía que seguir hasta el final, sin importar hacia dónde se
dirigiera nuestro camino.
Pero que se joda, porque sí.
Que se joda.

81
11
CARRIE

Sonó un fuerte golpe, y yo jadeé, rodando y saltando al mismo tiempo.


Tardé un segundo en orientarme. Estaba desorientada.
Me había quedado dormida en el suelo, sin manta, sin nada más que
yo. Miré la puerta. Estaba abierta. Cavers estaba allí, agachándose para
coger una bolsa del suelo. Miró por encima e hizo una mueca.
—Lo siento —La levantó, deteniéndose para mirarme de nuevo—.
Ya que estás despierta, el jefe quiere que bajes.
Bueno.
"Necesitaba ser útil" (palabras exactas de Raize) así que, ignorando el
hecho de que a mi cuerpo no le gustaba nada dormir en el suelo, me
dirigí al baño. Una meada rápida, seguida de un baño rápido, y me sentí
un poco... No. No me sentí refrescada en absoluto. No estaba segura de
volver a hacerlo, pero aun así, me dirigí a la planta baja.
Jake estaba en la cocina, preparando café con una cafetera que debió
comprar y traer. Levantó la barbilla en señal de saludo.
—¿Quieres un poco? —Señaló una caja de pizza en la encimera—.
Quedan algunas porciones.
Ignoré la oferta de comida y señalé el café.
—¿Tenemos tazas para eso?
—Sí —Metió la mano detrás de él—. Tenemos vasos desechables. Lo
mejor que pude hacer —Miró hacia Raize—. ¿Tal vez podríamos parar
y conseguir tazas de verdad hoy?
Raize estaba de pie junto a la mesa, estudiando un montón de
papeles que estaban extendidos. Levantó la vista.

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—Toma lo que necesites —Empezó a volver a los papeles, pero sus
ojos se entrecerraron en mí—. Necesitas café y necesitas comer.
Abrí la boca para protestar.
Gruñó: —Me importa un carajo lo que vayas a decir. Tu cuerpo
necesita comida. Come.
Y mi boca se cerró.
Jake sonrió, dejando caer dos rebanadas en un par de servilletas
para mí.
—¿Quieres que se calienten?
Miré de reojo, cogí la pizza y el café que me había servido, y me
acerqué a sentarme a la mesa. Raize movió los papeles para dejarme
espacio y, mientras empezaba a comer, miré lo que estaba estudiando.
Era un mapa del Valle y de la frontera con México. Había marcado
algunos puntos con garabatos que pasaban por la frontera.
Se me secó la boca porque sabía que tenía que preguntar, pero no
quería saberlo. Maldita sea.
—¿Qué es esto?
Pude sentir su mirada mientras un escalofrío me recorría la espalda.
Me metí un poco de pizza en la boca y mastiqué, sin probar nada.
—Estamos aquí para hacer una conexión. Estas son algunas opciones
para hacerlo.
Cavers entró en la cocina y depositó en la encimera la bolsa que
tenía arriba, junto con otras tres. Empezó a sacar cuerda, bridas, cinta
adhesiva y un montón de cosas más. Dejó las armas dentro, y
vislumbré unos gruesos fajos de billetes.
—¿Esto está bien?
Raize levantó la vista. Sus ojos eran fríos, y se fijaban en todo lo que
Cavers mostraba mientras se acercaba a inspeccionar las bolsas. No
respondió, pero sus labios se apretaron y su mandíbula se movió, como
si estuviera masticando algo. Finalmente suspiró y asintió.

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—Prepáralo.
Cavers volvió a meter todo, cerró la cremallera de las bolsas y se
echó las tres a la espalda. Las sacó fuera y, un segundo después, oímos
cómo se abría el garaje.
Jake parecía aturdido.
—¿Vas a dejar que se vaya solo con esas cosas?
Raize levantó las cejas.
Como si recordara su lugar, Jake se sonrojó y bajó el brazo.
—Quiero decir... No importa. ¿Qué quiere que haga hoy, jefe?
En los ojos de Raize apareció un brillo diferente. Era uno que nunca
había visto antes.
—Necesito que lo sigas —dijo después de un momento.
Jake levantó la vista.
—¿Hablas en serio?
Asintió.
—No dejes que te vea. Toma fotos, y graba lo que creas que necesito
saber.
La cara de Jake se nubló, pero tomó su pistola, su teléfono y el otro
juego de llaves. Salió por la puerta casi inmediatamente.
Miré hacia atrás y me sorprendió ver que Raize me había estado
observando todo el tiempo.
No mostró ninguna emoción, pero parecía estar inspeccionándome.
—¿Qué piensas de eso?
Fruncí el ceño.
—¿Sobre Jake o Cavers?
—Todo. Cada cosa.

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Retrocedí un paso. Un extraño revuelo había comenzado en mis
entrañas.
—¿Por qué lo preguntas?
—Tengo curiosidad.
—Mi instinto no funciona así. Tienes que hacer una pregunta de sí o
no.
Se acercó más.
—No estoy pidiendo eso. Tenía mi configuración hecha y puesta en
marcha en Filadelfia. Aquí es diferente. Somos nosotros los que
creamos una necesidad, una que el Cartel de Estrada no cree tener.
Tengo que crear esa necesidad y reforzársela. Soy el que más confía en
ti en nuestro grupo, y te pido tu opinión. ¿Qué piensas de lo que
estamos haciendo aquí?
Jesús. No quería tener esta conversación. El revuelto de mi estómago
se convirtió en una torsión, pero con cuchillos. Retorcer, cortar,
retorcer, cortar.
—No sé lo que estás haciendo, así que no puedo opinar.
Raize se acercó un paso más y su voz se hizo más suave.
—Entonces pregunta lo que necesites saber.
Se me formó un nudo en la garganta.
¿Así de fácil era ahora? ¿Cuando nunca lo había sido? Nos decían que
saltáramos, así que saltamos. Nunca se nos permitió tener un
pensamiento u opinión. Yo respondía a las preguntas de Raize cuando
me lo ordenaban. ¿Ahora quería que pensara por él? ¿Que fuera un
participante activo donde la gente iba a morir?
Sabía lo que tenía que decir.
—¿Por qué cambias las reglas? Nunca preguntaste antes.
Sus ojos se entrecerraron.
—Nueva situación. Nuevas reglas. Ahora deja de dar rodeos y dime.

85
Levanté la barbilla y eché los hombros hacia atrás.
—Odio cuando matas a la gente.
Sus fosas nasales se encendieron, pero no retrocedió. Su voz seguía
siendo suave.
—Más.
De acuerdo. Más, entonces.
—No entiendo por qué tenemos a Cavers aquí. No lo quieres, así que
¿por qué está aquí?
Me miró fijamente, como siempre lo hacía, pero esta vez, sus ojos
estaban pensativos. Reflexionando.
No sabía lo que estaba considerando...
—Trabajé para el cartel de Morales antes de dejarlo por el cartel de
Estrada —comenzó.
Fruncí el ceño.
—No sabía que se podía hacer eso.
—No se puede, normalmente no. Yo era un caso especial.
Me acordé de que Jake me había contado cómo había surgido Raize.
No le pregunté qué había hecho de él un caso especial.
—Cuando Bronski hizo su jugada para recuperarte, Carloni vio su
oportunidad. Ha querido utilizar mi conexión con los carteles durante
los últimos tres años. Lo he estado posponiendo. Tú estabas allí. Sabes
que una condición para mantenerte es que me use aquí. No tiene nada
aquí abajo sin mí, y lo sabe. Los carteles también lo saben. Enviaron a
Macca a buscarme como una buena despedida.
Tragué sobre ese maldito bulto.
—¿Ese tipo en el baño daba buenas despedidas?
Sonrió y sacó un cuchillo. Pasó el pulgar por el filo.

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—Supongo que Macca enojó a alguien. Sabían que lo mataría. Macca
es un estúpido, siempre hace ruido cuando va a una misión. Me
sorprende que siguiera vivo todos estos años.
Maldita sea. Conocía a ese tipo.
—¿Te caía bien?
Su sonrisa se amplió.
—No me gusta nadie.
Sí, es cierto. Frío, muerto, esa era Raize. Olvidé por un segundo para
quién estaba trabajando.
—Nunca dijiste por qué Cavers está aquí.
Se dio la vuelta, dirigiéndose de nuevo a la mesa. Dejó el cuchillo en
el suelo y empezó a apilar los papeles.
—Está aquí para delatarnos ante Bronski.
Al oír ese nombre, volví a dar un respingo. Fue como una bofetada
interna, seguida de una patada en la cara.
—¿Por qué Bronski? ¿Por qué no Carloni?
Raize me miró con dureza, haciendo una pausa antes de meter los
papeles en una bolsa y cerrarla.
—Porque Carloni está enfrentando a Bronski contra mí. El ganador
se queda contigo.
Un frío pavor me invadió.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque puse micrófonos en la habitación de Cavers, en su teléfono
y en su vehículo. Es el hombre de Carloni, pero se reporta a Bronski, lo
que me dice que Carloni no me quiere aquí. Me está utilizando para
hacer la relación. Luego enviará a Bronski para que me sustituya, y
supongo que tú eres el premio de consolación. Para Bronski.
—¿Por qué Carloni haría eso?

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—Porque aunque me enviaron a Carloni, él no es mi jefe. Debe
haberse enterado de alguna manera.
¿Quería preguntar? Cerré los ojos por un momento.
—¿Quién es tu jefe?
Sacudió la cabeza.
—Esa no es la información que necesitas.
Hice una mueca, sintiéndome abofeteada por esa negativa después
de que me hubiera dicho tanto. Pero, de acuerdo entonces. Raize tenía
un jefe. Ese jefe lo envió a Carloni. Carloni está utilizando sus contactos,
y luego planea matarlo y sustituirlo por su propio hombre (en el que
me niego a pensar) y Raize sabía todo esto.
¿Quién era este jefe? ¿Tal vez esto tendría más sentido si lo supiera?
¿Quizás? No lo sabía. Esto era una especie de política de oficina de este
mundo. Te utilizan y luego te ejecutan.
Pero yo estaba aquí. Una vez que inicie este camino, ya no había
vuelta atrás. Ahora tenía una opción, seguir adelante.
—¿No puedes matar a Cavers entonces?
—No, pero puedo enviarle a hacer recados que no nos servirán de
nada.
—¿Por qué enviar a Jake a seguirlo?
—Porque si no lo hiciera, tanto Bronski como Cavers pensarían que
me importa una mierda lo que hace, y eso les haría sospechar.
Claro. Porque todo eso tenía sentido.
—Le dijiste a Jake que no fuera visto cuando siguiera a Cavers.
Raize negó con la cabeza.
—Jake es pésimo para seguir. Es imposible que Cavers no lo vea,
pero Jake al menos intentará mantenerse oculto.
—¿Y qué hacemos tú y yo?

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Recogió la bolsa y señaló con la cabeza mi pizza.
—El verdadero trabajo. Termina de comer y reúnete conmigo fuera
en cinco minutos.
El verdadero trabajo. Quería hacer un chiste sobre eso, pero no
podía. El miedo era mi amigo constante. Estaba en mí, siempre. Y al
escuchar esas palabras, el verdadero trabajo, mi temor se convirtió en
una sensación totalmente diferente.
Anticipación. No me gustaba sentir eso. No me gustaba en absoluto,
pero la otra sorpresa del día... Raize era mucho más inteligente de lo
que había pensado.
Lo había subestimado, y eso me alarmó. ¿A quién más había
subestimado?
—Chica.
Tenía que moverme. Me dirigí a la puerta.
—No olvides tu comida.

89
12

CARRIE
Raize tenía dos asuntos que manejar. Uno, pagamos en efectivo por
otra camioneta. Segundo, fuimos de compras para mí.
Jake había comprado todo lo que Raize le había pedido: comida y
suministros como pasta y cepillos de dientes, jabón de manos, toallas,
sacos de dormir, mantas, un ventilador, lo básico para quedarse en una
casa vacía durante un tiempo.
Pero en cuanto a la compra de ropa para mí, no lo había hecho tan
bien. Me había comprado un par de calcetines.
Entonces así fue como me encontré en el Target local con Raize
llevando una de esas cestas de mano. Estaba en el vestidor, mirando lo
que me había entregado.
Cogí los jeans de talla 4. Miré las sudaderas y los tops que también
me había entregado.
—¿Por qué me los pruebo? —le pregunté a través de la puerta—.
Son prendas básicas que puedo mirar a ojo si me van a quedar bien o
no.
—¿Puedes hacer eso?
—Sí —Dejé uno de los jeans, recogí el resto y volví a salir.
Raize se puso de pie cuando una mujer mayor y una joven llegaron a
la esquina.
—¡Oh!
La mujer mayor parecía una joven abuela, con el pelo peinado hacia
atrás para mostrar unos pendientes de diamantes. Los pendientes
llamaron primero mi atención porque tenían clase. La nieta tenía el
mismo pelo rubio, la misma cara y los mismos ojos. Llevaba un collar
de diamantes y ambas tenían los brazos llenos de ropa. Supuse que el
top rosa sin mangas no era para la abuela.

90
El interés llenó sus ojos mientras miraban a Raize.
De nuevo hubo esa reacción hacia él. No lo entendí.
La mirada de Raize se enfrió, y esperaba que no llamara a la abuela
zorra cocainómana.
Dio un paso atrás, su mano se dirigió a la parte baja de mi espalda y
murmuró:
—Disculpe.
—¡Oh, papacito4! —La mujer mayor hizo un alarde de abanicarse. La
más joven soltó una risita y me lanzó una mirada de aprobación.
Era un asesino. ¿No lo veían? ¿No le temían instintivamente?
Deberían.
Eran estúpidas. Ignorantes.
Raize chorreaba tanta sangre que ya no tenía alma. Las increpé en
silencio, gritando dentro de mi cabeza. ¿Por qué no podían sentir eso
de él?
Me puse rígida y Raize me lanzó una mirada, con su mano
presionando más firmemente contra mi espalda. Pero ninguno de los
dos dijo una palabra.
Salí de allí a paso ligero, pero no antes de que el dolor me atravesara
mientras un recuerdo pasaba ante mis ojos.
Estaba en el probador de una tienda de ropa.
Estaba aburrida. Quería irme, pero tenía un libro en la mano. Agarré
ese libro cada vez con más fuerza.
—¿Qué te parece, amiga? —Me guiñó un ojo. Amiga.. Era nuestro
"código".
La puerta del vestidor se abrió y mi hermana salió, con las manos en la
cadera, y adoptó una pose de modelo.
¡No!

4 En español

91
No me permitiría recordar. Si lo hiciera... no podría.
El ácido me llenó la boca, pero lo tragué, empujándolo hacia abajo,
abajo, tan abajo que me pregunté hasta dónde llegaba mi túnel. Más
allá de mi alma, más allá de mi cuerpo, hasta el infierno, hasta ahí
llegaba.
Me moví hacia la izquierda, siguiendo el pasillo, pero Raize se movió
y me arrastró a la sección de ropa interior y sujetadores. Estábamos
solos.
Se acercó, presionándome con una mano en la cadera,
manteniéndome en el sitio.
—¿Cuál es tu problema? —Su aliento me acarició el cuello y la oreja.
No pude reprimir un escalofrío, pero él no retrocedió y yo no me
aparté.
—Nada.
Me atrajo contra él, con mi costado pegado a su pecho. Sus dedos
sujetaron mi barbilla e inclinó la cabeza para inspeccionar mi rostro.
—¿Qué acaba de pasar en tu cabeza?
—Nada.
Sabía que estaba mintiendo. Tenía la boca tan apretada, los dientes
me rechinaban tanto que me dolía toda la cara.
—Para —Señaló con la cabeza mi boca—. Eso te dará una migraña.
—Como si te importara —Resoplé antes de poder contenerme.
Raize me soltó, alejándose.
—No, pero a ti si cuando estés inclinada, vomitando en el baño. Serás
vulnerable cuando Cavers pueda estar cerca.
Dios. Volví a apretar los dientes.
Me empapó de agua hirviendo con ese recordatorio. Nunca seas
vulnerable. Lo había olvidado. En algún momento, con Jake

92
haciéndome preguntas personales y Raize actuando como si le
importara, había empezado a ablandarme. Yo tampoco podía hacer eso.
Yo era como esa abuela y su nieta. Estaba siendo estúpida,
imprudente, olvidando quién era realmente Raize.
Me aparté y, sabiendo que me había conducido hasta aquí porque
eran las últimas cosas que necesitábamos, extendí la mano y cogí lo
que había colgado frente a mí. Un paquete de ropa interior, dos
sujetadores deportivos. Algunos calcetines. Ya estábamos listos. En la
cesta había dos pares de vaqueros, unas cuantas camisas, una sudadera
y ahora mi ropa interior.
Raize seguía estudiándome, pero ¿cuándo no lo hacía?
Asintió con la cabeza y se dirigió a la entrada de la tienda.
Le seguí, sin decir una palabra.
Dio un rodeo, metiendo un par de zapatillas y sandalias en la cesta, y
luego pasamos a la caja. Una vez que todo estuvo listo, Raize sacó
dinero en efectivo para pagar. Se detuvo y alargó la mano para tomar
un par de gafas de sol. Las añadió a la pila.
Raize me entregó todas las bolsas, adelantándose a mí una vez más.
Fruncí el ceño, mirando las gafas de sol. Las había añadido para mí, y
levanté la vista cuando sacó las suyas y se las puso en la cara.
"¿Qué piensas, hermana?"
Me balanceé hacia atrás, recuperando el recuerdo.
No pude evitarlo, y me sentí impotente para detenerlo mientras se
reproducía en mi mente.
Levanté la vista y vi a mi hermana con unos vaqueros ajustados y un
top que no era un top. Era un bikini. Me sonrió, moviendo las caderas
mientras hacía un círculo lento. El tatuaje era nuevo en su costado, por lo
que aún estaba vendado.
Odiaba ver ese tatuaje. Era su reclamo sobre ella, como si fuera su
propiedad.

93
Pero antes que pudiera decirle a mi hermana que estaba hermosa,
porque siempre lo estaba (por algo era popular en el colegio), él habló.
—Esos pantalones te hacen ver gorda. Elige otra cosa.
La sonrisa de mi hermana se apagó y tragó saliva.
—Bien.
Agachó la cabeza y volvió a entrar al vestidor. La puerta se cerró en
silencio, con un lento chasquido, y lo odié casi tanto como a él. Mi
hermana nunca cerraba una puerta lentamente, con cuidado. Se
precipitaba por la vida con un entusiasmo que a veces resultaba molesto.
Ella era una fuerza.
¿La forma en que se cerró la puerta? No había fuerza allí.
Le estaba quitando eso.
No me permití mirarle. Si lo hacía, iba a golpearle en la cabeza con mi
libro, y no iba a parar.
Una lágrima se deslizó por mi cara mientras el aparcamiento se
enfocaba.
Debería haber mirado al novio de mi hermana. Debería haberle
golpeado con el libro, y debería haber seguido hasta que estuviera
muerto.
No quería ir a la cárcel.
Qué idea más tonta ahora.

94
13

CARRIE
Raize aparcó, y cuando salimos, me sorprendió ver que guardaba su
arma en el bolsillo de la cremallera de su asiento. Extendió la mano.
—Dame tu arma.
—¿Qué?
Unas cuantas personas pasaron junto a nosotros por la acera.
Parecían agotados, tal vez en su camino al trabajo. Ninguno de ellos nos
miraba. De hecho, tuve la sensación de que este era un barrio en el que
la gente se ocupaba de sus propios asuntos.
—No la traje.
Ignoré el destello de los ojos de Raize y me dirigí al final de la
camioneta.
—Detente —Enganchó su brazo a mi codo, acercándome mientras
metía la mano en el interior y sacaba de nuevo su arma. Cogió la
sudadera que acababa de comprarme y me la entregó, desligando
nuestros brazos—. Ponte esto.
Fruncí el ceño.
—Hace calor fuera.
—Póntelo —Volvió a ser monótono.
Lo hice, y luego aspiré cuando se acercó a mí, su mano serpenteando
a través de mi camiseta.
—¡Oye!
Me ignoró, y sentí que ponía su arma en el interior de mi sujetador,
donde había un cojín extra en la sudadera. Por eso había comprado
esta sudadera en particular.

95
Intenté evitar mirarle con desprecio, pero fue difícil.
Todo lo que hacía era por una razón, un ángulo. No me había
comprado ropa para ser amable. Las había comprado como un lugar
extra para esconder sus armas.
Raize dio un paso atrás y me miró antes de dar un gesto de
aprobación.
—Te pasarán las manos por la espalda, pero la sudadera con
capucha debe agruparse. No harán un trabajo minucioso conmigo ahí.
Le miré mientras miraba hacia un edificio.
—¿Por qué no harán un trabajo minucioso contigo allí?
Se detuvo en el edificio por un momento. Un piso. Techo plano. El
exterior era de ladrillo rojo descolorido. Había dos ventanas estrechas
a ambos lados de la puerta. Ambas ventanas estaban oscurecidas. La
puerta no tenía mejor aspecto que el ladrillo. Estaba pintada de rojo
terciopelo, pero la pintura estaba vieja y desconchada.
Volvió a mirar hacia mí.
Su mirada se tornó cálida y casi di un paso atrás. Un hormigueo me
recorrió, ¿qué demonios era eso? Sonrió. Nunca había visto a Raize
sonreír, pero ahí estaba. Así es como parecía atractivo para muchas
mujeres. Lo vi en ese segundo, hasta que levanté la vista y sus ojos
seguían muertos. Eso lo apagó.
—Aquí me conocen. Estarán nerviosos, no querrán insultarme.
Pues bien. Eso no explica nada.
Todo el mundo debería estar nervioso por insultar a Raize, por lo
que a mí respecta.
Se marchó y yo metí las manos en los bolsillos de la sudadera. Oh.
Puede que no quiera que se perfile ese bulto, así que las saqué. Le seguí
a un paso más tranquilo, lo que él notó con un leve fruncimiento del
ceño. Cuando estaba a tres metros de la puerta, ésta se abrió y salieron
dos tipos gigantes.
Asintieron a Raize, que levantó la barbilla.

96
—Me gustaría ver a Oscar.
Ambos se quedaron mirando, sin responder hasta que uno se tocó la
oreja. Tenía un auricular allí. Escuchó por un momento.
—Tenemos que registrarlos a ti y a tu mujer.
Los ojos de Raize eran fríos, pero no discutió. Levantó los brazos y
abrió las piernas. El tipo del auricular se acercó a él y el otro se acercó
a mí.
Raize gruñó cuando me tocó el brazo.
—Ten cuidado con ella. Es mía.
Es mía.
Tragué saliva, con un escalofrío en torno a la sensación de
hormigueo de antes.
El tipo lanzó una mirada sombría a Raize, pero sus manos apenas me
rozaron, y Raize tenía razón. No puso la sudadera contra mí, así que no
vio la parte que está en medio de mi espalda.
Cuando terminaron, retrocedieron y la puerta se abrió de nuevo. Un
tipo con un traje amarillo le dedicó una sonrisa a Raize. Era calvo, piel
de ébano y ojos oscuros. Esos ojos estaban iluminados con diversión,
pero había algo más allí. ¿Conocimiento? ¿Algo más? No podía decirlo.
Una pequeña sonrisa se dibujó en su boca antes de pasarse una
mano por la cara, suavizando la media sonrisa.
—Bueno, bueno, bueno. Nunca lo creería si no lo viera con mis
propios ojos. No puedo creer que hayas vuelto, hombre5.
—Sí. Bueno —Raize se encogió de hombros—. Conoces este negocio.
Una mirada más cómplice se apoderó del tipo, y su sonrisa se
desvaneció.
—Así es. Quieres verlo, ¿eh?
—Tengo que hacerlo.

5 En español.

97
—Entendido —La mirada del tipo se detuvo en mí antes de mover la
cabeza—. Sígueme entonces. Está esperando.
Me di cuenta que ninguno de los dos dijo el nombre del otro. Eso era
raro. Aunque no actuaban como tal.
Luego entramos, y no sé lo que había pensado antes, pero no habría
adivinado que era un club de striptease.
Era un club de striptease.
Todo estaba muy oscuro. Sabía que pasábamos por delante de la
gente, pero no podía verlos; sólo podía oírlos, sentirlos, casi sentir el
movimiento de las cabinas al pasar. El aire de la sala era pesado, con un
montón de olores diferentes. Cigarro, sudor, alcohol, loción corporal,
bronceador, perfume. Estornudé. Ya no estaba acostumbrada al
perfume, aunque Broo… no. Necesitaba apagar esos recuerdos.
¿Por qué venían a mí? ¿Ahora? ¿Después de estar en este mundo
durante más de un año?
Nos llevaron por un pasillo trasero. Tenía pequeñas luces en el suelo
hasta que llegamos a una oficina.
El tipo llamó a la puerta mientras la abría para entrar en otra
habitación oscura, pero no tanto. Unas cuantas lámparas en las
esquinas daban a la habitación un suave resplandor. Detrás de un gran
escritorio, un tipo estaba sentado en una silla con una chica que le
hacía un baile erótico. Detrás de ellos había una gran sala de cristal. Era
como una bodega, pero no había vino. En su lugar, unas cuantas chicas
muy maquilladas descansaban en bikini detrás de otra pared de cristal.
Llevaban el pelo recogido y debían necesitar un frasco entero de laca, y
todas llevaban tacones.
Se veían miserables.
—Raize.
El tipo hizo girar su silla hacia atrás y le dio una palmada en el culo a
la chica.

98
Se levantó y miró a Raize antes de salir de la habitación. Ninguno de
los chicos le prestó atención. Todos los ojos estaban puestos en Raize,
con algunas miradas hacia mí.
—Oscar.
Raize se mostró cauteloso, pero no es de extrañar. Estaba muy
alerta. Podía sentirlo. No sabía si se trataba de un extraño regreso a
casa o si nos veríamos envueltos en un tiroteo. En cualquier caso, Raize
se puso a mi lado, al alcance de su pistola en mi sujetador, pero
mantuvo las manos libres y sueltas a los lados.
Oscar parecía alto y acabado, con sus largas piernas estiradas y un
tobillo cruzado sobre el otro. Se inclinó hacia atrás, con los dedos
tamborileando entre sí. Llevaba lo que parecía un traje caro con
algunas cadenas de oro alrededor del cuello. Sus ojos eran oscuros. Su
pelo también era oscuro. No pude determinar su edad. Pero cuanto
más lo miraba, más baboso me parecía. Este tipo era sucio, y no sólo
por el club de striptease y todas las chicas. Si lo hubiera conocido en
Target, me habría hecho revolver el estómago.
Entonces sus ojos se deslizaron hacia mí, y la suciedad se convirtió
en un sentimiento de podredumbre.
Levantó la barbilla.
—¿Quién es esta? Nunca he sabido que lleves una compañera de
viaje.
Raize apenas me dirigió una mirada.
—Ella no es nadie.
Un silencioso resoplido vino de detrás de mí, del tipo que nos había
recibido en la puerta. Era tan silencioso que estaba seguro de que sólo
yo lo había oído.
—Bien —El tono de Oscar se volvió burlón, pero parecía que
habíamos vuelto a los negocios. Se levantó y bajó la voz, poniéndose
serio—. ¿Qué mierda estás haciendo aquí? ¿Entrando en mi negocio?
Sé que Estrada te quiere muerto.
Sentí que esas palabras me erizaban el vello.

99
Me tensé.
—No sabía que Estrada me quería muerto.
Los ojos de Oscar brillaron y su labio se curvó en una mueca. —Bien.
¿Dónde está Macca entonces?
—Enviaron a Macca por mí como una buena jodida despedida.
—No lo sé. No he visto a Macca en años. ¿Cómo está?
—Eres un asesino, Raize. No un mentiroso —Oscar inclinó la cabeza
hacia un lado—. ¿Ahora eres un mentiroso?
Los ojos de Raize se entrecerraron y su tono se volvió frío.
—¿Empezamos con insultos? Será una reunión corta, si ese es el
caso.
Oí que el de traje amarillo inspiraba, y me encontré haciendo lo
mismo.
Oscar negó con la cabeza.
—Cuando dejaste a Estrada, nos dejaste a todos. Lo estás olvidando.
—¿Y me extrañaste tanto?
El rostro de Oscar se tensó.
—Cuidado, Raize. Podría matar a tu chica si me haces enfadar.
Estaba. Paralizada. Ahora mismo.
Si antes pensaba que la habitación era alarmante...
Se me erizaron los pelos de la nuca y pude sentir cómo Raize se
enroscaba, se levantaba. Iba a atacar. Lo sentí en mis entrañas, y ahora
sólo esperaba, mirando a mi alrededor para saber dónde debía
lanzarme para evitar las balas.
Entonces sentí una presencia detrás de mí, era el chico de la puerta.
Murmuró suavemente: "
—Es una broma, amigo.

100
Esas palabras no eran para mí, pero Raize no parecía prestar
atención.
La habitación era ahora sofocante.
—He venido aquí por cortesía —dijo Raize—. Estoy en la zona.
Quería que lo supieras.
Oscar había estado buscando algo en un cajón, pero se detuvo,
estudiando de nuevo a Raize antes de sacar una botella de tequila.
—¿Por qué soy yo el que recibe esta cortesía? Se dice que has
contactado con Estrada. Que quieres trabajar con él.
—Tú controlas a las chicas de esta sección. Estoy aquí en nombre de
mi empleador, y quiero que sepas que no hay interés en las chicas que
trabajan. Si te preocupa que sea competencia, no lo soy —Hizo una
pausa—. No necesitabas enviar a Macca.
—Oh, maldita sea —vino de detrás de mí.
Antes que pudiera entender lo que había pasado, la mano de Raize
salió disparada, metiéndose bajo mi camiseta. Me empujó a una
esquina mientras subía su arma y giraba. Disparó a Oscar al mismo
tiempo que empujaba al tipo de la puerta.
Oí un gruñido mientras mis rodillas golpeaban el suelo.
La gente estaba disparando.
Mantuve la mirada en el suelo.
Alguien me empujó hacia un rincón. Fui, de buena gana, y me
escondí detrás de un mostrador de buffet.
Raize estaba frente a mí, y sentí cómo un cuerpo tras otro caía al
suelo.
Uno tras otro, y pude verlos. Algunos tenían la cabeza girada hacia
nosotros, otros tenían la cabeza hacia el otro lado. Un tipo no tenía
cabeza.
La habitación estaba llena de olor a azufre y sangre.

101
Cuando se detuvo, no me di cuenta al principio. Me pitaban los oídos
y Raize me tocó el hombro. Le oí gritar:
—¡Levántate! —Pero su voz sonaba apagada.
Había alguien más moviéndose por la habitación. Él y Raize
revisaban los cuerpos y se gritaban mutuamente. Era el tipo del traje
amarillo; ambos tenían las armas desenfundadas, pero apuntando al
suelo.
—Tenemos dos segundos... —Le interrumpió un estruendo de pasos
por el pasillo. Maldijo, dejando caer un cargador del arma y colocando
otro en su lugar.
Raize estaba en el escritorio, revisando los cajones. Se metió algo en
el bolsillo.
—No te pedí ayuda.
—La necesitabas.
Un profundo golpe sonó en la puerta. Alguien intentaba derribarla.
Traje Amarillo dio un paso atrás, apuntando su arma a la puerta.
—Tenemos que movernos, Raize. ¿Cuál es tu plan?
Moverse.
Ya venían.
Necesitábamos salir vivos.
Yo necesitaba vivir.
Me empujé hacia arriba. Mis piernas estaban inseguras, pero miré a
mi alrededor. La sala de cristal donde estaban las chicas. No estaban.
Habían dejado una puerta abierta, pero nadie entraba por ella. Todavía
no.
Señalé con el dedo.
—Allí.
Ambos miraron, y Raize maldijo.

102
—Ven aquí. Necesito tus bolsillos.
Me aparté del mostrador del buffet y me dirigí al escritorio.
Hubo más golpes en la puerta, más gritos.
El lo-que-sea de Raize estaba maldiciendo, pero retrocedió, entrando
en la sala de cristal.
—Las chicas dejaron la puerta abierta. Podemos salir por ahí. Nadie
se ha acordado todavía. Es una entrada trasera. Tienen que salir del
edificio para dar la vuelta. Todavía no estamos rodeados. Apuesto a
que tenemos treinta segundos —Abrió de un empujón la puerta que
conectaba esta oficina con la primera sala de cristal—. Tenemos que
irnos ya, Raize.
Raize siguió mirando a través de la puerta.
—¡Ahora, Raize! ¡Ahora mismo, carajo!
Raize maldijo, metiendo cosas en mi sudadera, pero luego se detuvo
y me miró a los ojos.
—¿Estás bien?
Levanté la barbilla hacia arriba y hacia abajo, sin sentirme conectada
a ninguna otra parte de mi cuerpo.
Maldijo, pero me hizo girar y me empujó hacia delante.
—Está en shock —le dijo a su amigo.
El tipo volvió a maldecir, pero me alcanzó. Los dos tipos tenían una
mano en mi brazo, guiándome a través de la primera puerta, a la sala
de cristal, luego a la zona donde habían estado las chicas y a otra
puerta. El amigo de Raize tenía razón. Se abría a lo que parecía un
edificio diferente. Había una gruesa pared inmediatamente a nuestra
derecha, y teníamos que pasar por un estrecho pasillo con puertas cada
pocos metros. Eran habitaciones, y pude oír gemidos desde el interior.
¿Todavía estaban trabajando después de un tiroteo que ocurrió a
metros de su habitación?
Iba a vomitar.

103
Este era un edificio sexual.
Esas chicas... podría haber sido mi hermana.
Mi hermana podría estar en una de esas habitaciones.
El pensamiento me recorrió.
Frené hasta detenerme repentinamente.
Tenía que mirar. Tenía que asegurarme.
—¡Carrie!
¿Ahora soy Carrie?
Ignoré a Raize. Corriendo hacia la primera habitación, abrí la puerta
de golpe.
Un tipo estaba encima de una chica. No era mi hermana.
No se detuvieron.
La chica me vio, pero no reaccionó.
Pasé a la siguiente habitación.
Personas diferentes, no mi hermana.
Y el siguiente.
—¿Qué estás haciendo? —Raize estaba frente a mí.
Me acerqué a la siguiente puerta.
Me bloqueó.
—Tenemos que irnos.
—¡No!
Me separé de él, lanzándome hacia la puerta.
Tenía que saberlo.
Tenía que asegurarme.
¿Estaba aquí?

104
—¡Tenemos que irnos!
Me gritaba en la cara, agarrando mis brazos. Me levantó, me cargó,
pero yo estaba luchando.
Necesitaba mirar.
Tenía que hacerlo.
Estaba ciego a todo lo que no fuera eso.
—¡Maldita sea! —Me levantó, ignorando mis piernas que pataleaban
y la forma en que me revolvía, tratando de alcanzar las puertas.
Otra puerta se abrió y la luz del sol iluminó el pasillo.
Raize me llevó hacia ella.
—¡No!
—¿Qué le pasa?
Sentí el gruñido de Raize a través de mi cuerpo.
—Ni idea.
Entonces estábamos corriendo. Yo me movía de un lado a otro.
Doblamos una esquina.
El brazo de Raize dejó mis piernas. Estaba apuntando con un arma,
pero no había hombres fuera de la puerta.
Pasamos por delante, hacia nuestra camioneta.
Me pusieron en el centro del asiento delantero. Raize se puso al
volante y su amigo se sentó a mi derecha.
Cuando Raize aceleró el motor, alejándose de la acera, me volví,
como si aún pudiera verla, si es que estaba allí.
No había nadie.
Parecía que no había pasado nada...

105
14

CARRIE
—Tu chica está loca de remate —señaló el tipo de Raize—. Deberías
eliminarla.
Raize tiró del volante hacia la izquierda y nos precipitamos por otra
carretera. Nadie nos perseguía, pero él conducía como si lo hicieran.
—Cierra la boca —gruñó—. Hablemos de ti. ¿En qué estabas
pensando?"
La risa del tipo fue una carcajada.
—Bien. No soy un maldito estúpido. Eres Raize. La única razón por la
que entrarías en ese lugar, pidiendo una reunión con Oscar es porque
vas a acabar con él.
Raize maldijo en voz baja.
—No entré allí planeando matarlo.
—¿Y qué cambió?
Raize no respondió. Siguió conduciendo, llevándonos a las afueras de
la ciudad, en lugar de volver a la casa.
Le lancé una mirada, preguntándome qué estaba haciendo. Me llamó
la atención y sacudió la cabeza, con un leve movimiento.
—Necesitaba saber si fue él quien envió a Macca o si fue Estrada —
explicó.
Este tipo de la puerta/que era algo de Raize... no tenía ni idea de
cómo llamarlo. ¿Era un aliado?
Quienquiera que fuera, se quedó callado un momento y luego
empezó a reírse.
—Mentira. Amenazó a quienquiera que sea esta chica para ti, y te
volviste loco. Pude sentir que tomabas tu decisión. Podrías haber

106
esperado. No necesitabas acabarlo, decirle que sabías que era él quien
enviaba a Macca. Pero no, de una manera muy a lo Raizal, mataste
primero.
—Tengo su teléfono —murmuró Raize.
—¿Qué?
—Tengo su teléfono. Lo desbloqueó y fui por él.
El tipo maldijo, agachándose en su asiento. Apoyó el brazo en la
ventanilla, con los dedos agarrando la manilla de arriba.
—¿Por eso lo mataste? ¿Por su maldito teléfono?
Me quedé callada.
Raize también se calló.
El tipo seguía murmurando para sí mismo.
—Mataste a Oscar, Raize. ¡Oscar! ¿Sabes quién irá por ti? ¿Después
de mí? Sabía que si empezabas a disparar, tendría que elegir. Tú u
Óscar, y sabes de sobra que no voy a elegir a Óscar antes que a ti.
Hemos pasado por demasiado para que este imbécil nos divida. Pero
hombre, ¿Oscar? Empezaste una guerra. Espero que sepas lo que estás
haciendo.
Raize volvió a dar una sacudida al volante, adentrándose en un
campo, y siguió avanzando hasta que llegamos a un lugar aislado. Un
grupo de árboles nos bloqueaba la carretera cuando apagó el motor.
Nadie se movió.
—¿Qué estamos haciendo aquí? —preguntó el tipo en voz baja—.
¿Tienes mierda que enterrar? Porque no me vas a meter una bala en la
cabeza. De ninguna manera, hombre. Después de lo que acabo de hacer
por ti...
—Cállate, Basil.
Basil. Tenía un nombre.
Raize abrió la puerta y salió, dirigiéndose a la parte trasera de la
camioneta y abriendo el maletero. Rebuscó en sus bolsillos, sacando

107
todo lo que había tomado. Cuando le seguí, empezó a buscar en mis
bolsillos. Me quedé de pie, sintiéndome rara por el hecho de que
hurgara en mi sudadera, pero de una manera extraña, lo encontré
agradable.
Eso fue súper-mega extraño.
Mega.
Nunca había usado esa palabra en mi vida.
¿Qué estaba pasando conmigo?
"Está en shock”.
Eso era todo. Todavía debo estar en shock.
—¿Qué estamos haciendo aquí? —Basil apoyó una mano en la parte
trasera de la camioneta, observándonos—. ¿Podemos hablar de esta
muda de aquí, ya que estamos? Si me voy a unir a tu equipo, necesito
saber a qué me apunto.
Fruncí el ceño al verlo.
—¿Te llamas Basil?
Sus cejas se dispararon.
—¿Te centras en eso? ¿Carrie? Como si ese fuera tu verdadero
nombre —Señaló con la cabeza hacia Raize, que estaba estudiando
todo lo que había en la camioneta—. ¿Cómo te llamaba éste antes de
Carrie?
Metí las manos en los bolsillos de mi sudadera, ahora vacía, y eché
los hombros hacia atrás. Eso era fácil.
—Chica.
Capté que la comisura de la boca de Raize se levantaba un poco antes
de retomar su línea normal.
Basil se enderezó y se metió la mano en los bolsillos, inclinando la
cabeza hacia atrás.

108
—Bueno. Chica. Carrie. Seguro que los nombres son muy
importantes para nosotros ahora, pero puedes llamarme Abram.
Abram Basil. Raize y yo solíamos trabajar juntos, hace mucho tiempo.
¿Cómo se conocieron tú y él?
Raize se detuvo, sus ojos se deslizaron hacia mí.
—Me ganó en una partida de póquer.
Las cejas de Abram se dispararon.
—¿Qué? ¿Desde cuándo juegas al póquer?
Raize se volvió para mirar a Abram. Me miró por encima del hombro.
—Deja de darle información —Se volvió hacia Abram—. Deja de
intentar pincharla. Ella no está conectada de la forma que crees. No
conseguirás una reacción.
—¿Qué va a conseguir una reacción de ella?
—Matar a alguien. A ella no le gusta eso.
Abram frunció los labios.
—Lo tendré en cuenta. Encantado de conocerte oficialmente, chica
de Raize.
Un gruñido bajo salió de Raize.
Abram sonrió.
—Esa es la reacción que buscaba. Aunque me sorprende que venga
de ti. ¿Vas a decirme qué demonios estamos haciendo aquí? ¿No
confías en mí para llevarme a tu cuartel general?
Raize se apoyó en el espacio del maletero, con los brazos cruzados.
—Necesito tu teléfono.
Abram no se movió.
No me moví. Sabía que no estaba pidiendo el mío.
Cuando esto hizo clic con Abram, dio un paso atrás y sus manos se
dispararon de los bolsillos.

109
—¿Qué dices?
—Tu teléfono.
Raize no se andaba con nimiedades. Sus ojos estaban fijos en su
amigo.
¿Era un amigo? Lo suponía ya que Raize no le había disparado
todavía.
Raize se inclinó hacia delante.
—Hace años que no trabajo con ustedes. Te pusiste con nosotros ahí,
pero eso no significa una mierda, y lo sabes. Podrías haber sido el
hombre de Estrada con Oscar, y ahora ves una oportunidad para
encontrar lo que exactamente estoy aquí para ofrecer a Estrada. Tengo
que saber si puedo llevarte o no.
—¿Y si me niego?
—Si te vas de aquí, te mataré la próxima vez que te vea.
¿Ves? Matar no era algo que le importara a Raize.
Menudo imbécil.
Me eché hacia atrás, ignorando la mirada que Raize me dirigió.
Abram sonrió.
—Tienes razón. Ella odia la matanza; ni siquiera le gusta que
amenaces. Tu chica está loca. Lo vuelvo a decir, deberías eliminarla. Es
una carga para ti, amigo6.
Raize se movió, impidiendo que su amigo me viera.
—Y te lo vuelvo a repetir, cierra la boca cuando se trate de ella. Ella
no es tu problema.
Miré hacia abajo mientras el silencio se apoderaba de nosotros,
excepto por Abram que arrastraba los pies en la tierra.
—¿O te doy mi teléfono o me voy? ¿Esas son mis dos opciones?

6 En español.

110
—No es una bala en el cráneo.
Un escalofrío recorrió mi columna vertebral. Raize estaba... tan...
muerto. Había vuelto a ser nada.
—No puedo darte mi teléfono.
—Entonces empieza a caminar.
—¿De verdad es así como vas a jugar conmigo? ¿Después de todos
estos años? Me arriesgue por ti, ¿y ahora no me parece bien que revises
mi teléfono?
—Tenemos diferentes empleadores.
—¡No conoces a mi empleador!"
—Entonces dime.
Cerré los ojos, conteniendo la respiración por él.
No quería que este tipo muriera, a pesar de que dijera lo contrario
sobre mí, pero podía sentir que Raize estaba tomando una decisión. Si
Abram decía lo contrario, no se iba a ir, a pesar de lo que le había dicho.
Y él también lo sabía. También lo sentía en el aire.
Era sofocante, presionando sobre nosotros.
Extendí la mano, sin saber que mi mano se iba a mover antes de que
ocurriera, antes de que mis dedos tocaran la espalda de Raize. Sentí
que se movía, que su cuerpo se ponía duro mientras yo bajaba mis
dedos, los metía en la parte trasera de sus vaqueros y me quedaba allí.
Hace dos días, nunca habría pensado en hacer esto, pero lo hice.
Había tocado a Raize por mi cuenta, y eso me tranquilizó.
¿Fue por eso que lo hice?
No. Estaba tratando de tocarlo, de afectarlo. Estaba pidiendo por la
vida de su amigo. Dio un paso adelante, deshaciendo mi agarre.
—¿Quién está en tu teléfono, Abram? ¿A quién no quieres que vea?

111
De repente, un gruñido brotó de Abram, y Raize se movió, con el
brazo levantado.
Di un salto hacia atrás, reprimiendo un grito, y me preparé,
esperando oír otro disparo.
—¡Revísalo, maldito imbécil! —Abram gritó en su lugar—. ¡Pedazo
de mierda, haciéndome elegir! —Se paseó y se agitó mientras seguía
gritando—. ¿Amenazas con eliminarme? ¿Quién te crees que eres? No
estás por encima de mi nivel salarial. Maldita sea, te ayudé allí. Te elegí
a ti antes que a Oscar. A ti. Te elegí a ti y a quién estás eligiendo...
—Cállate —Raize volvió a la camioneta.
Levanté la cabeza y vi a Abram moviendo los puños en el aire. Se
paseaba de un lado a otro, cerrando y abriendo los puños. Lanzó dagas
a Raize.
Gruñó:
—Maldito imbécil. No tienes ningún sentimiento en ti.
Raize dejó de revisar el teléfono. Una repentina quietud se apoderó
de él, y Abram también la sintió.
Ambos miramos de nuevo a Raize. Una brisa caliente sopló sobre
nosotros, rozando mi nuca, pero apenas la sentí. En otro mundo, en
otra vida, habría agradecido esa brisa. Aquí, me preocupaba lo que se
arrastraba tras ella.
Raize miró a Abram.
—Estás trabajando para el propio Estrada.
Abram suspiró, pareciendo totalmente derrotado.
—Casi se desplomó cuando lanzaste eso, pero sí. Oscar se acercó
para reunirse. Supongo que iba a hablarnos de ti, de Macca. No sabía
nada de eso hasta que Oscar soltó el nombre de Macca. Nunca
enviamos a Macca. Hace dos años que no trabaja para Estrada. Es un
descuidado. Tú lo sabes.
Raize me miró antes de volver al teléfono.

112
El aire se aligeró, o tal vez fui yo. Podía respirar mejor.
Abram seguiría respirando un día más.
Sacudió la cabeza, poniendo los ojos en blanco.
—Lo estás viendo todo, Raize. Todo. Necesito algo a cambio. Quiero
trabajar contigo, pero si no me correspondes, tenemos un problema.
—Ahora estoy trabajando para los rusos en Filadelfia.
Abram se quedó callado. Entonces;
—¿Marakov?
Raize asintió con el pulgar y volvió a coger el teléfono. Pulsó unos
cuantos botones antes de devolvérselo a Abram.
—Tengo que eliminar a Oscar —dijo—. Todas sus operaciones.
Eso despertó mis oídos. Esas chicas... podrían ser liberadas.
Abram frunció el ceño, revisando su teléfono.
—Eres un idiota. Enviaste esta mierda a tu teléfono, ¿no? Los tipos
normales morirían por hacer eso.
Raize lo ignoró.
—Cuéntame el resto de las operaciones de Oscar. Prepara una
reunión con mi jefe y con Estrada.
—Sí. Claro —El tono de Abram era burlón—. Solo para que lo sepas,
me casaré con el Papa al mismo tiempo —Sus ojos se volvieron
malvados—. ¿Qué estás fumando? Dejaste a Estrada. Te matará si sabe
de ti. Esas fueron las condiciones, Raize. Te vas y no vuelves. Estás
violando esos términos.
Oh.
¡OH!
Oh.
Por eso, Raize tuvo que verse obligado a regresar, y era por mi culpa.

113
Me observó, esperando mi reacción, pero me limité a parpadear.
¿Qué significaba eso? ¿Que se arriesgara así por mí?
Una nueva intensidad surgió entre nosotros. Esto era un nivel
completamente nuevo. No íbamos a sobrevivir a esto, fuera lo que
fuera.
Sólo quería encontrar a mi hermana. Los rusos la habían
secuestrado. El cartel de Texas nos iba a matar y yo nunca volvería a
Filadelfia, si es que allí estaba mi hermana.
Hice una mueca, recordando el pánico abrasador que había sentido
cuando dejamos a esas chicas allí, cómo pensé que mi hermana podía
estar en una de esas habitaciones.
Sentí los ojos de Raize sobre mí, pero estaba respondiendo a Abram.
—Estrada todavía quiere saber si Jorge mató a su hermano, ¿verdad?
—Sí, pero nunca se enterará. Necesita pruebas antes de hacer
cualquier movimiento, y si lo hiciera, estamos hablando de que el
Cartel de Estrada se partiría por la mitad. Eso no va a suceder.
—¿Pero todavía quiere saber?
Abram esperó un momento.
—Todavía quiere saberlo. Lo piensa, pero no creo que lo sepa con
seguridad.
—Prepara la reunión con Estrada. Tengo una moneda de cambio
para él.
A mí. Estaba hablando de mí.
Mierda. ¡Mierda!
Me hacían una pregunta sobre la vida de alguien y... Ok... El dolor no
estaba allí, no tanto como de costumbre. Gracias a Dios, mi
adormecimiento estaba volviendo a su sitio. Había estado sintiendo
mucho, demasiado.
Por culpa de Raize.

114
Él tenía que ser la razón por la que estaba sintiendo cosas,
recordando cosas, porque me hacía sentir que estaba a salvo para
sentir, recordar.
No lo estaba.
No podía olvidarlo.
—¿Estás seguro de esto? —La voz de Abram se calmó.
—Estoy seguro.
—Si entras, vas a necesitar hombres a tu espalda. Estrada te conoce,
sabe lo que puedes hacer. Tendrá un plan.
—Lo sé. Haz la llamada, Abram.
Se alejó, poniéndose el teléfono en la oreja.
Pude sentir la mirada de Raize de nuevo en mí.
—Volverá diciendo que necesita hacer un viaje —dijo en voz baja—.
Su jefe querrá verlo de cerca antes de decidir qué hacer, y entonces
tomará una decisión. Abram me enviará un mensaje con la hora y el
lugar, y nos iremos. No quiero que Cavers sepa nada de esta reunión, y
eso significa que Jake tampoco puede. Voy a hacer una llamada a mi
jefe y pedir más hombres. Pero tengo que saber, antes de entrar
contigo a mi lado, si te vas a volver jodidamente loca otra vez —escupió
las últimas palabras.
Me estremecí.
No preguntaba por qué me había vuelto loca. No creía que le
importara. Sólo quería saber si yo sería una carga.
—Estaré bien —dije débilmente.
—Lo digo en serio.
Levanté la cabeza y mis ojos encontraron los suyos. Estaba enfadado,
su guardia no estaba en su sitio por el momento. Pude ver todo. Estaba
furioso. Sentí su intensidad filtrándose en mí.
No me gustaba esa sensación de estar atada a él, pero también sabía
que cuando eso desapareciera, tampoco sería bueno.

115
Tragué sobre un nudo.
—No me gusta el nombre de Carrie.
—¿Qué?
—Carrie. Así es como me llamaste antes. No me gusta.
—¿Cómo quieres que te llamen entonces? ¿Chica?
Me gustaba un poco Chica, pero ya no funcionaba. Raize y yo
estábamos más allá de ese tipo de relación laboral fría y extraña. Él me
necesitaba para vivir, y yo le necesitaba a él para vivir.
—Había una chica. Su nombre era Ashley, pero me gustaría ir por
Ash.
Me miró fijamente y luego suspiró.
—De acuerdo. Ash.
Bien. Ash. Me gustaba mi nuevo nombre.

116
15

ASH
Cuando regresamos a la casa, trayendo la comida, el teléfono de Raize
sonó justo cuando entramos por la puerta principal.
—¡Han vuelto! —Jake gritó desde la cocina.
—Ya era hora.
La sonrisa de Jake se amplió cuando vio la gran caja de pizza en mis
manos.
—Qué bien. Puede leer la mente.
Cavers gruñó, se acercó y me quitó la caja. Frunció el ceño mientras
miraba por encima de mi hombro.
Me giré para ver que Raize se había detenido junto a la puerta,
leyendo su teléfono.
La mirada de Cavers volvió a dirigirse a mí.
—¿Qué hicieron hoy?
—Eso no es de nuestra incumbencia —dijo Jake antes que yo
pudiera hacerlo, mirando a Cavers, que lo ignoró mientras ponía la caja
en el mostrador y la abría.
Jake siguió mirando fijamente mientras se daba la vuelta para coger
los platos de papel y las servilletas que había en el mostrador detrás de
él. Los tiró junto a la pizza, pero Cavers ya había cogido tres porciones.
Habíamos comido pizza la noche anterior, y esto no parecía muy
apetecible ahora. Me había comido dos trozos de pizza esta mañana.
Raize se había parado a comprar refrescos y agua para mí, y me
arrepentí de no haber cogido también comida que me gustaba de la
tienda.

117
—¿No tienes hambre? —preguntó Cavers.
Levanté la cabeza sorprendida. ¿Quién iba a saber que le importaba
a Cavers?
Raize se detuvo detrás del mostrador. Me encontré con sus ojos y me
encogí de hombros.
—¿Me vas a gritar si no me la como?
—No dijiste nada antes.
Levanté un hombro.
—No estaba pensando en la comida entonces.
Frunció el ceño, sólo ligeramente.
—¿Qué quieres? Voy a salir un rato.
—Jefe —Jake levantó la mano, con media rebanada en la boca. Habló
a su alrededor—: puegoigtambién.
Todos fruncieron el ceño ante él.
Se metió el resto de su rebanada en la boca y levantó ambas manos.
—¿Qué?
Mi estómago gruñó.
—Ni siquiera sé qué querría comer —les dije—. Comeré una
rebanada. Estaré bien.
Raize deslizó el agua que habíamos comprado delante de mí.
—Toma un saco de dormir y una manta del montón. Anoche
dormiste en el suelo. Necesitarás descansar.
—¿Por qué? —La voz de Cavers sonó fuerte en la cocina. Su tono era
rudo, y todos miraron hacia él. No se echó atrás—. ¿Por qué necesita
descansar? ¿Qué hicieron hoy? ¿Por qué no participamos Jake y yo?
Jake volvió a levantar la mano.

118
—A mí no me mires. No te estoy cuestionando. Quiero dejar eso muy
claro.
Los ojos de Cavers se volvieron duros.
—Hoy me enviaste a hacer unos recados. Si estás haciendo algo,
quiero participar —Frunció el ceño—. No puedo demostrar mi lealtad
si estoy excluido.
Cavers trabaja para Bronski.
Raize negó con la cabeza.
—Lo estás haciendo bien. Esos “recados” no son inútiles. ¿Quieres
que te meta dentro? Haz lo que te digo, deja de quejarte y demuestra tu
lealtad así —Sus palabras tenían un tono mordaz, y tanto Jake como yo
nos quedamos callados, esperando a ver qué hacía Cavers.
No hizo nada.
Volvió a comer, pero después que Raize volviera a su teléfono,
Cavers le envió una mirada de enfado. Me descubrió mirándole, y ese
enfado se trasladó a mí antes de apagarlo.
—Sigues sin comer, chica.
—Se llama Carrie —Jake me envió una sonrisa.
—Ha pedido que la llamen Ash —murmuró Raize, distraído y sin
apartar la vista de su teléfono.
Cavers me miró de forma extraña, como si acabara de darse cuenta
de que era una persona, y Jake me hizo un gesto de aprobación con el
pulgar.
—Me gusta —dijo Jake—. Misterioso. Algo relacionado con la
muerte. Muy tú. Carrie no encajaba contigo, a no ser que fueras a
ponerte furiosa.
Sentí que se me escapaba una carcajada y traté de detenerla. Salió
como un bufido, y sentí que mi cara se calentaba. Sólo me reí.
Nunca había sido risueña, nunca en mi vida, y sin embargo me reía
aquí, en esta casa, con un asesino a mi lado.

119
La tierra se movía bajo mis pies. Estaba recibiendo unos nuevos
cimientos... y yo tenía todos estos pensamientos serios basados en una
risita vergonzosa...
Necesitaba conseguir una vida.
Espera. No podía.
No importa entonces.
—Come —dijo Raize—. Ve a descansar después.
—Esperaba una partida de cartas esta noche —dijo Jake—. ¿Alguien
se anima? Raize, he oído que puedes jugar una buena partida de
póquer —Jake sonrió. Movió las cejas hacia Cavers—. ¿Qué dices?
¿Guerra?
Cavers le miró fijamente, largo y tendido.
—Solía jugar al gin rummy con mi abuela antes de que muriera.
—¡Gin rummy! ¿Qué te parece, Ash? Has pasado todo el día con el
jefe. Apuesto a que necesitas un juego de cartas para relajarte. Sé que
yo lo haría, sin ofender, jefe —Levantó un dedo en el aire hacia Raize.
—¿Qué?
Casi volví a soltar una risita. Raize no estaba prestando atención.
Jake parecía aliviado.
—¿Ash?
Lo consideré, pero no quería estar cerca de Cavers. No quería pensar
en Bronski, pero no podía evitarlo, sabiendo que teníamos un chivato
en la casa. Sacudí la cabeza.
—Voy a ducharme y a acostarme.
—Parece que somos tú y yo, Hombre de las Cavernas.
—Es Cavers.
—Eso es lo que he dicho.

120
Estaba vestida, saliendo del baño después de ducharme para ir a la
cama, cuando me detuve en seco. Raize se encontraba en el extremo
del saco de dormir que había desplegado en la esquina junto a la
ventana, estudiando mi configuración con un ligero ceño.
—¿Qué estás haciendo aquí?
La puerta estaba cerrada, pero podía oír a Jake y a Cavers desde la
cocina. Corrección, podía oír a Jake riendo y a Cavers discutiendo.
—Quería ver cómo estabas. Vi tu cara cuando entramos y Cavers
estaba allí —Se volvió hacia mí, cruzando los brazos sobre el pecho—.
¿Puedes soportar estar cerca de él, sabiendo a quién está reportando?
Me erizo.
—Puedo ser profesional.
Me encargaría de ello.
—No lo fuiste antes.
Me estremecí, pero tenía razón.
—Un lapsus momentáneo. No volverá a ocurrir.
Me miró fijamente, con la cabeza ladeada. Dio un paso hacia mí,
adentrándose en las sombras. Si no se hubiera movido, si no hubiera
dicho nada, podría haberme convencido de que había abandonado la
habitación.
Cuando volvió a hablar, su voz era suave, casi amable.
—No estoy presionando para saber por qué entraste en esta vida,
pero si vuelve a ocurrir, tendrás que decírmelo. No te daré otra opción.
¿Lo entiendes?
Se me hinchó la garganta, pero maldita sea.
—Lo entiendo.
—¿Podrás dormir con él en la casa?

121
—Sí, porque si hace algo, lo mataré. No me importa para quién
trabaje —Levanté la barbilla, casi desafiante.
No respondió.
Se dio la vuelta y se dirigió a la puerta.
—Mañana te voy a enseñar a disparar. Tendrás que saber a partir de
ahora.
Todo el aire me abandonó.
Cerró la puerta al salir y maldije. ¿Esperaba que me durmiera
después de ese comentario de despedida?

122
16

ASH
Raize me despertó a la mañana siguiente.
Me di la vuelta y miré fijamente. No pude contenerme.
Se rió, ¡se rió! Estaba tan sorprendida que olvidé que había estado
mirando.
Se levantó.
—Levántate. Quiero hacer esto antes de que se despierten.
Sí.
Esto.
Me iba a enseñar a disparar.
No quería aprender a disparar un arma. Era mi línea. Todo el mundo
tenía líneas. Pero como consideré ayer, iba a cruzar esta línea. Tendría
que aprender o morir.
No podía morir todavía.
Tenía que encontrar a mi hermana o vengarla. En este punto, era una
situación de una cosa u otra. Ese era el objetivo final para mí. Me dirigí
al baño y me lavé y vestí rápidamente. Hoy era mi segundo par de
jeans, una nueva camiseta de tirantes y la misma sudadera de ayer,
sobre todo porque era mi única sudadera.
Me recogí el pelo, envolviéndolo en un moño ligeramente
suelto/desordenado. Algunos mechones caían, enmarcando mi cara.
Siempre lo hacían.
Hice una pausa y me miré, me miré de verdad.
Siempre había sido pálida al crecer. Brooke era la que estaba bajo el
sol, corriendo por ahí, sobre todo coqueteando con los chicos.

123
Yo. Era la chica del interior, la chica estudiosa. Brooke era animada y
extrovertida. Yo era tranquila, pero teníamos la misma cara. Forma
ovalada, mejillas sonrosadas, labios grandes. Ojos oscuros. Tanto
Brooke como yo teníamos el mismo color de ojos. Pero a mí me
gustaba el maquillaje.
Solía llevar una sombra oscura sobre los ojos. Labios pintados en
mate.
Tenía el ligero tono rosado en mis mejillas.
A Brooke no le gustaba el maquillaje. Era casi un tipo de chica
marimacho, pero era la más fiestera de nosotras.
Ya no puedo ver a esa chica. Tengo la piel bronceada. Sin maquillaje.
Los labios están agrietados.
Mis mejillas estaban demacradas, no sonrojadas ni redondeadas.
Con la pérdida de peso, mi barbilla destacaba más. La forma ovalada
de mi rostro era casi un triángulo.
No tenía ni idea de si me veía mejor antes o ahora, entonces me
sacudí esa pregunta. ¿Cómo podría verme mejor? Pero antes tenía el
pelo oscuro. Ahora era rubio.
"Tienes que cambiar tu color de pelo".
Ellos decidieron cambiar mi color de pelo, no yo. Querían que tuviera
un rubio platino, pero ahora con mis raíces, era un look rubio playero.
Sabía que la parte de atrás era súper clara, casi blanca en algunos
mechones. Mis ojos eran lo único que reconocía ya. Eran lo único que
todavía tenía.
"...no puedo usarte hasta que tu pelo sea rubio."
Ese tipo. Una oleada de náuseas me recorrió y me agarré a la
encimera del baño, inclinándome hacia delante.
Elegí ir con él. Lo elegí a él. Me preguntaron mi nombre y les dije
Brooke.
Ese fue el primer nombre que usé. Fue la primera.

124
"Vas a morir con una aguja en el brazo..."
La señora que me peinó, porque discutí, diciéndoles que necesitaban
a alguien profesional para pasar el pelo de negro a platino me dijo:
"Ve a la estación de autobuses, compra un billete y desaparece. Se
olvidarán de ti... Vete lejos".
Intentó salvarme, pero no lo sabía.
Demonios. Yo no lo había sabido, y ahora aquí estaba, viendo a una
extraña en el espejo que llevaba una puta sudadera nueva. En Texas.
Imagínate.
No más recuerdos. No tenía sentido.
No hay vuelta atrás. Sólo hacia adelante, y pensando en eso, podría
querer conseguir una segunda sudadera, especialmente si la usábamos
para esconder un arma, porque eso significaría que estaría usando esta
cosa en todas partes y todos los días, y santo cielo, se volvería apestosa.
Estaba tan cansada.
Había ido a duras penas al baño, así que, siguiendo con el tema, bajé
las escaleras y atravesé la cocina. Jake estaba tumbado en medio de la
habitación, con los brazos cruzados sobre el pecho y las piernas
cruzadas una sobre la otra. Estaba roncando. Lo sentí vibrar a través de
las tablas del suelo.
Un movimiento me llamó la atención desde la cocina.
Raize estaba sirviendo café en una taza térmica... ¿Cuándo consiguió
una? Se giró y cogió una segunda taza térmica. Mis ojos se abrieron de
par en par cuando me entregó una, y la olí, percibiendo la crema que
había añadido. Él tomaba el café negro, así que supe que lo había hecho
sólo para mí.
—¿Cuándo las conseguiste?
Me miró pero no dijo nada mientras salía.
No pude discernir si había sido una buena o mala mirada. Sólo había
sido una mirada. Me había dejado atónita... y ahí iba de nuevo.
¿Atónita? Yo no hablaba así, ni pensaba así.

125
Qué raro. Qué mañana.
Raize se subió a la camioneta y yo me metí en el lado del pasajero.
—Esos dos estuvieron despiertos hasta hace unas horas —me
informó.
Le eché un vistazo, sorbiendo mi café. Esperaba que sonara
enfadado.
—¿No estás enojado por eso?
Se apartó y giró hacia la carretera.
—No lo habría permitido si no funcionara. Jake se dio cuenta que
estamos preparando todo, y su trabajo es seguir a Cavers o distraer a
Cavers. Supongo que se cansó de seguirlo ayer.
Jake era un genio.
—¿Tienes hambre?
Sacudí la cabeza.
—Estoy bien. ¿Tal vez después de la práctica?
Pedir esperar para comer hasta después de un recado, eso es lo que
hacía la gente normal. Esperaba que Raize me dejara fingir que éramos
normales esta mañana. Otra vez.
Asintió.
—Está bien.
Me seguía la corriente. Me quedé sin palabras.
Nos llevó a un campo de tiro real.
Al notar mi mirada, se encogió de hombros.
—No tuve tiempo de explorar ningún terreno. ¿Tienes tu
identificación falsa?
La tenía.

126
Entramos, y un tipo mayor con ojos muy agudos hizo que Raize
rellenara una especie de formulario. Ambos mostramos nuestra
identificación, y luego se nos permitió pasar por una puerta y entrar en
una sala de tiro. Allí había otros tipos y una mujer. Ella miró, vio a
Raize y su mirada se detuvo. Lo miró de arriba abajo. Los chicos
hicieron lo mismo, pero probablemente por una razón diferente.
Necesitaba ser honesta conmigo en este punto, porque se había
hecho evidente mi estupidez al negarlo.
Raize era atractivo. Más que eso, era guapísimo, y toda la vibra de
muerte y frialdad que desprendía acentuaba de alguna manera su
atractivo. Era alto, 1,80 m y delgado. Pero era musculoso. Había visto
su paquete de ocho, por desgracia. Ahora no podía dejar de pensar en
ello. Pero parecía que los hombres de la sala también veían lo mismo
que yo: había algo más en Raize. No sobre el paquete de ocho. Tenía el
poder silencioso de un asesino, y estos tipos lo miraban como si
estuvieran algo impresionados y a regañadientes.
La mujer definitivamente quería follar con él. Esperaba que se
lamiera los labios.
—Deja de mirarlos.
Raize estaba ocupado preparando nuestras armas.
Dirigí mis ojos hacia el frente, olvidando cómo Raize podía ver todo.
Tenía ojos a los lados de la cabeza y en la parte trasera.
—Deberías tener un punto ciego, como un maldito auto —siseé
antes de detenerme.
Me hizo un gesto para que me pusiera a su lado. Sus siguientes
palabras fueron suaves, y no lo que yo esperaba.
—Necesitas una postura cómoda. Habrá retroceso después de
disparar.
—¿Eh?
—Postura.
—¿Postura?

127
Él no disparaba con una postura. Simplemente disparaba. A veces
corriendo, a veces sin mirar.
—Necesitas una postura —Me dio una palmadita en el interior de la
pierna, y salté, sintiendo que ese toque se disparaba hasta mi pecho—.
Eres nuevo en esto. Deja de joder esta mañana.
Fruncí el ceño.
—No estoy jodiendo.
Hacía mucho tiempo que no jodía por ahí.
Había tenido un novio cuando estaba en el primer año de instituto, el
año en que se llevaron a mi hermana. Él había sido mi vía de escape
hasta que decidí escapar de verdad y empezar el camino que me había
traído hasta aquí.
—Solía tener sexo regularmente.
Raize se quedó quieto.
—¿De qué estás hablando?
Oh, Dios. No le gustaba escuchar eso de mí. Esa era su voz de hijo de
puta. No había escuchado ese tono desde la habitación del motel
cuando mató al hombre de Bronski.
Bronski. No pude reprimir mi escalofrío.
Me moví, poniendo los pies en alguna forma de postura para estar
cómoda para el retroceso, pero Raize tenía razón. Estaba jodiendo.
—Tengo una lista, sabes —me oí decir.
Había estado buscando mi arma, pero se detuvo una vez más.
—¿Una lista?
Le quité la pistola y levanté los brazos.
—Espera.
—¿Eh?
Me deslizó el cargador de la pistola.

128
—Cárgala. Presiona hacia abajo, luego deslízalo por debajo.
Hice lo que me dijo. Sacó un equipo de cancelación de ruido y un
equipo de protección para los ojos y me frunció el ceño.
—¿Tienes una lista de sexo?
—¿Qué?
Me entregó el equipo.
—Dijiste que solías tener sexo regularmente, y luego dijiste que
tenías una lista.
—¡Oh! —Oh, Dios. Esto era un poco gracioso. Me mordí el labio, sin
entender por qué estaba de este humor esta mañana—. No. Lo siento.
Quería decir que tengo una lista. Todos los que me han hecho daño a
mí o a alguien que me importaba, o han hecho mal a alguien, su
nombre va en ella.
Raize me mostró la forma correcta de sujetar el arma después de
ponerle el cargador. Movió mi dedo para que se apoyara en el armazón,
y movió mi pulgar derecho para que se bloqueara sobre mi mano
izquierda.
—¿Para qué sirve la lista? —preguntó.
—Son personas que voy a destruir si tengo la oportunidad.
Su cuerpo se congeló mientras sus ojos se desviaban hacia los míos.
—¿Dónde tienes esta lista?
—Está en mi cabeza.
Dio un paso atrás, colocando mis hombros en la posición correcta.
Luego se puso detrás de mí, y pude sentir su aliento contra mi cara.
—¿Estoy en la lista?
—No. Si fuera así, no te lo estaría contando.
—¿Quién está en la lista?
Mi atención volvió al arma.

129
—¿Estoy bien para disparar?
—Mantén tu mano izquierda en el arma. No rompas tu agarre.
Mantén tu postura. Prepárate para el retroceso. Dispara cuando estés
lista.
Disparé.
No necesitaba seguir los pasos que me acababa de dar. Siempre me
preparaba para lo peor en esta vida, y por eso no me moví. Ni un
centímetro. Sentí el retroceso. Reverberó por mi brazo, mis hombros,
mi pecho. Sentí la ola de presión golpeando mi cara, pero estaba
preparada para ello. Había estado cerca de suficientes armas
disparándose.
Pero no estaba preparada para las emociones que me invadieron.
Había cruzada la línea. Acababa de disparar un arma. Estaba un paso
más cerca de hacer realidad esa lista. Quizá por eso se lo había contado
a Raize.
—Bronski está en la lista —dije en voz baja.
Sus ojos oscuros y penetrantes encontraron los míos.
—Podemos hacer que eso ocurra.
Sí. Claro. Le dije que quería matar a un hombre, y dijo "podemos
hacer que eso suceda". Estaba tan lejos de la línea ahora que me
preguntaba por qué había dibujado una línea. No tenía sentido. No
podía empezar mi lista con esa línea ahí.
—Ese último edificio, el de Oscar, también está en la lista —confesé,
con la voz baja—. Quiero volarlo.
Sus ojos se entrecerraron. Sabía que se acordaba de mi
enloquecimiento.
—Podemos hacer que eso suceda, también.
Una oleada de emociones me recorrió y me preparé. No sabía lo que
estaba sintiendo, pero era tanta ahora que no podía mover ni un
músculo. Ni. Un. Solo. Músculo.

130
La mano de Raize fue a mi cadera, y sus dedos se flexionaron allí.
—¿Qué está pasando por tu cabeza?
Volví a recordar a aquel novio.
—Estaba pensando en el sexo que solía tener. Eso fue hace mucho
tiempo.
Sus dedos se clavaron en mi cadera mientras se alineaba detrás de
mí. Podía sentirlo desde mi hombro hasta mi trasero. Encajaba contra
mí, casi a la perfección.
Él también solía tener sexo regularmente. Había visto a las mujeres
que salían de su habitación por las mañanas. Y su temporada era
mucho más reciente que la mía. La mía fue hace años, probablemente
hace tres años. Eso me haría...
—Debería estar en la universidad.
Raize se tensó detrás de mí. Podía sentir su aliento.
—Si no hubiera decidido, bueno, ya sabes, otra vida, otro mundo, ya
estaría en la universidad. Tal vez en segundo año, incluso —Pero no lo
estaba, y no tenía sentido insistir en ello—. Dijiste que vas a destruir
sus operaciones. ¿Qué vas a hacer con las mujeres?
—¿Eso es importante para ti?
Su frente se acercó a mi hombro, apenas rozándome. Creo que no se
dio cuenta.
Sentí la lengua pesada. Parpadeé un par de veces, y allí había una
humedad que no quería.
—Lo es.
Su voz se volvió áspera.
—¿Tiene que ver con la razón por la que empezaste esta vida?
Oh, maldición. Fue allí.
Esta mañana estaba siendo muy rara.

131
—Sí —susurré.
—Podemos llevarlas a un refugio, llevar pasamontañas para que no
nos identifiquen.
Mis rodillas casi se rinden. Tuve que soltar el arma, agarrándome a
la mesa para no caerme.
Raize me atrapó, sujetándome con su frente presionada contra mi
espalda.
Podía sentir el tiempo que había pasado desde que tuvo sexo. No sé
si pretendía que lo sintiera, pero así fue. Recordé cómo se sentía
cuando mi novio solía deslizarse dentro de mí. Tan condenadamente
bueno, tan distractor.
Un ligero gruñido lo abandonó mientras sus dedos se clavaban una
vez más antes de separarse de mí.
—Dispara un poco más. Quiero que te sientas cómoda.
Cómoda no era como lo diría, pero levanté el arma, desconecté la
mente y seguí hasta que vacié el cargador. Entonces lo rellenó y lo volví
a hacer.
Fuimos a comer después de que ambos hubiéramos disparado todas
nuestras extrañas emociones, o eso es lo que yo esperaba haber hecho.

132
17

ASH
Entre Raize y yo había una nueva conciencia.
Era diferente. Era incómodo.
Casi quería pasar un tiempo con Cavers para equilibrarme,
devolverme a la forma en que había sido antes. Pero cuando pensé
realmente en eso... no. Me estremecí.
De todos modos, no había vuelta atrás de donde Raize y yo habíamos
ido. Le había dicho demasiado. No podría volver atrás aunque lo
intentara.
La nueva conciencia estaba ahí.
Y, en realidad, esa nueva conciencia se estaba desarrollando desde
hacía tiempo.
¿Tal vez necesitaba una nueva distracción? Estaba progresando,
trabajando hacia mi lista, pero sin mi línea, tal vez había perdido los
antiguos seguros para mantenerme controlada. Como si fueran anclas
para mí o algo así, una forma de no perder mi alma. ¿Estaba tratando
de encontrar una nueva ancla?
¿Era eso lo que estaba haciendo?
Porque de eso se trataba todo esto. Esa era la verdadera batalla:
conservar tu alma. ¿Hasta dónde podías llegar, cuántas cosas malas
podías hacer, y aun así conservar tu alma, sin importar el dolor que eso
conllevara? Tal vez necesitaba algo más para contrarrestar todo el
dolor que sentiría a medida que avanzara en mis planes, porque
seguiría teniendo mi alma.
El sexo.

133
Todo esto se trataba de tener sexo. Yo teniendo sexo con Raize, o yo
admitiendo que no me importaría tener sexo con Raize.
Eso estaba mal. ¿No es así?
Sí.
Complacer, tener sexo con cualquiera (mucho menos con Raize)
estaba mal. Bueno, la vida es diferente y podría tener sexo con un
novio. Sería sano, normal y respetuoso. Nunca había visto el sexo como
algo malo o de lo que avergonzarse, así que cuando me lo arrebataron
(violado, deformado y retorcido en algo que probablemente obligaron
a hacer a mi hermana) me prometí a mí misma que encontraría a su
"novio", encontraría al jefe de ese tipo, y luego al jefe de ese tipo, y los
asesinaría a todos.
Ese había sido el comienzo de mi lista.
Observé a Raize dentro de la gasolinera y me pregunté si su jefe
estaba en la lista y ninguno de los dos lo sabía. Marakov. Había una
familia Marakov que dirigía la mafia bajo la que todos trabajábamos,
pero por la forma en que Abram había dicho ese nombre, me pregunté
si el jefe de Raize era diferente, o más especial o más al mando o... no lo
sabía.
Esperaba que a Raize no le importara el tipo, porque quería matarlo.
Lo mataría. Necesitaba hacer esa corrección.
Mi teléfono zumbó y lo levanté: Jake llamando.
—¿Qué pasa?
Se quedó callado un momento.
—Suenas rara. ¿Qué ha cambiado?
—Aprendí a disparar un arma.
—Ah. Es liberador, ¿no?
Esa era una palabra para ello.
—Ahora soy un poco más asesina.

134
Se rió.
—Eso también ocurre, pero también pasas mucho tiempo con el jefe.
Él me haría sentir más asesino.
—Es cierto. Es un efecto secundario.
Otra risa de él.
No sabía por qué se reía. No era una conversación divertida.
Suspiró.
—¿Qué están haciendo?
Aparté el teléfono, lo miré como si le hubiera crecido una cabeza de
extraterrestre y me lo volví a poner en la oreja.
—¿Por qué me preguntas eso?
—¿Porque no estás con el jefe?
—Sí, pero eso lo tiene que responder él.
—No responde a mis llamadas ni a mis mensajes. ¿Qué está
haciendo?
Levanté la vista. Había terminado de pagar la gasolina y salía
leyendo algo en su teléfono.
—Está leyendo tu mensaje ahora.
O estaba leyendo los mensajes de alguien. ¿Tal vez Abram le
respondió? Eso sería rápido. Raize había dicho que Estrada querría ver
a Abram en persona, pero Raize había hecho que Abram, Basil, lo que
fuera, compartiera con él todas las operaciones de Oscar antes de irse.
Esperaba que hoy empezáramos a demoler algunos de esos edificios y
redes.
Eso requeriría una bomba, y aún no habíamos hecho una.
—Cavers está conmigo. Ambos estamos esperando sus
instrucciones.
—Pasaré el mensaje.

135
Se rió.
No sabía por qué se reía. De nuevo, esta conversación no era
divertida.
Ya había dejado atrás las ganas de reír o de compartir hechos
extraños que había tenido esta mañana, ¿o tal vez eso era sólo con
Raize? Era pensar demasiado. Una regla que debía adoptar: dejar de
pensar tanto. Excepto cuando intentara sobrevivir, entonces
necesitaría pensar.
Raize abrió la puerta del lado del conductor. Gracias a Dios.
Realmente necesitaba dejar de pensar.
Me dolía la cabeza de tantos pensamientos y emociones conflictivas
a la vez. Echaba de menos estar insensible.
Raize frunció el ceño, viendo algo en mi cara.
—¿Qué pasa?
Colgué a Jake, deslizando el teléfono de nuevo en mi bolsillo.
—Era Jake. Están despiertos. No respondías a sus llamadas o textos,
y él y Cavers necesitan saber qué hacer hoy.
Siguió frunciendo el ceño, sin dejar de mirarme, pero pulsó un botón
y se acercó el teléfono a la oreja.
Intenté desconectarlo, pero no pude.
—Envía a Cavers a buscar ingredientes para hacer un pastel —le dijo
Raize a Jake—. Acompáñalo y quédate con él todo el día —Una pausa—
. Necesitaremos hacer unos cuantos pasteles".
Pasteles. Ahora estaba riendo.
Raize apartó el teléfono y yo le dije:
—Eso no es muy de código.
Pastel era un código para bomba. Todo el mundo lo sabía.
Puso en marcha el motor.

136
—Cavers es extra tonto.
Es cierto.
—Jake no —le dije.
Salió de la gasolinera y giró a la izquierda.
—Lo sé.
Uf. Tenía la esperanza de volver a negar ciertas cosas a mí misma.
Eso hacía que estar aquí fuera mucho más fácil. Ahora mismo sentía
todo tipo de inquietudes. Estaba al límite y necesitaba una liberación
de alguna forma.
Gah. No. No ese tipo de liberación... ¿o tal vez?
Esperaba que no. No estaba preparada para el tipo de juegos
mentales que tendría que hacer conmigo misma para estar bien con
follar a Raize.
¿Por qué estaba pensando así de nuevo?
Tal vez debería volver a llamar a Jake. Parecía distraerme de estos
pensamientos, de la otra distracción que me obsesionaba para poder
estar bien con lo que Raize me iba a obligar a hacer esta semana, y no
estaba hablando de sexo.
Maldije, moviéndome en mi asiento.
—Necesito algo.
Raize miró por encima.
—¿Qué te pasa?
—El hecho de disparar un arma despertó en mí una mierda que
mantenía muerta.
Eso no tenía sentido, pero Raize parecía entenderlo.
—¿Qué necesitas?
Sacudí la cabeza, frustrada.
—No tengo ni idea.

137
O no quería admitir lo que necesitaba.
Cerré los ojos. Dios. Iba a ir allí. Raize iba a ir allí.
Tendría que prepararme para el auto-odio que se me acumularía
después.
—¿Drogas?
—Odio las drogas.
Al darme cuenta de que se lo había dicho a un antiguo traficante de
drogas, me quedé helada un segundo, pero en la cara de Raize sólo
había un fantasma de sonrisa.
Asintió con la cabeza.
—De todos modos, no quiero que tu mente se altere, así que la
bebida también está fuera.
Joder.
Quiero decir... bueno... esa palabra. Joder.
Cerré los ojos, volviendo a bracear porque no sabía lo que iba a
pasar a continuación.
Raize siguió conduciendo, pero entonces sentí que me alcanzaba. Me
tiró hacia su lado.
—Desabróchate los jeans.
Oh. Dios.
Estaba inundada de necesidad y ya estaba mojada, pero esto era
vergonzoso.
No me moví.
—Ash.
Quien... era yo. Me había puesto ese nombre.
Él lo estaba usando.

138
No quería pensar en por qué eso me ayudó a hacerlo, pero lo hizo. Lo
hizo. Levanté mis caderas, desabrochando mis jeans y empujándolos
hacia abajo.
Sin embargo, no lo estaba mirando.
—Mueve tus jeans más abajo.
Lo hice, recostando mi cabeza.
Podía oír su voz cada vez más áspera, pero seguía conduciendo.
Sentí su mano entre mis piernas y siseé, sacudiéndome por el
contacto.
—Esos tienen que ir más abajo. No puedo hacer lo que tengo que
hacer donde están.
Bien.
Joder.
Señor.
Toda mi cara estaba ya acalorada, pero hice lo que me dijo.
Me asomé, tuve que mirar, y el alivio me inundó cuando vi que nos
había alejado de la ciudad de nuevo. Prefería las afueras. Al cabo de
unos instantes, redujo la velocidad de la camioneta, giró por una
carretera abandonada y se detuvo detrás de unos árboles.
Entonces, estaba sobre mí.
Me movió para que me tumbara debajo de él. Sus ojos se clavaron en
los míos.
—¿Quieres esto?
Esto. Sabía lo que estaba preguntando.
Tuve que admitirlo ante mí misma. No podía seguir hablando de ello,
así que asentí.
—Sí.
Me aseguré de que mi voz fuera clara, articulada.

139
Eso fue todo lo que necesitó, y sus labios encontraron los míos. Jadeé
cuando su boca se abrió sobre la mía. No había esperado eso. Pensaba
que usaría sus dedos, me llevaría al clímax y estaría bien por un
tiempo, pero este era Raize. Era muy minucioso.
Mi boca se abrió más, y él gimió, presionando hacia abajo sobre mí,
moliendo hacia arriba y en mi interior.
Siseé, sintiendo que golpeaba justo donde lo necesitaba.
Estaba palpitando. El deseo palpitaba en mí.
Iba a follar con mi jefe. Eso debería ser divertido, ¿verdad?
Su boca se volvió más exigente antes de levantar la cabeza para
mirarme. Me quedé paralizada. No podía apartar la mirada ni hacer
nada más que obligarle a seguir.
Sus ojos eran casi negros y se movió, levantándose lo suficiente
como para bajarme la ropa interior y los vaqueros. Me separó las
piernas y, mientras su cabeza se dirigía a mi pecho, saboreándome allí,
su dedo se movió en mi interior.
Jadeé, sin estar preparada, pero con ganas de más.
Me dio más.
Sacando, empujando. Siguió avanzando, muy rápido, casi demasiado
rápido para mí, pero me agarré a sus hombros. Me estaba trabajando,
llevándome al clímax, y pude ver cómo se trabajaba a sí mismo al
mismo tiempo.
Me mordí el labio, observándolo. Eso me puso aún más caliente, aún
más húmeda.
Gemí y él levantó la vista. Cuando vio que yo estaba mirando, su
dedo se frenó. Se deslizó un segundo, y volvió a empujar, pero más
despacio. Estaba alargando esto.
Funcionaba: llenaba mi cerebro de dopamina, el centro del placer, y
me ayudaba a asentarme para lo que haríamos esta semana.
Joder.

140
Probablemente necesitaría más de esto.
Moví mis caderas, incitándole a ello, y me retorcí. No quería pensar.
Estaba pensando.
Eso no era bueno.
Había una necesidad casi ebria en mí cuando me senté, alcanzando
su polla. Sustituí su mano por la mía. Cuando sentí que comenzaba mi
clímax, mis labios se separaron y dejé escapar un profundo gemido. Mi
espalda se arqueó porque, joder, qué bien me sentí.
Muy bien.
Caí hacia atrás y él se corrió en mi mano, derramándose sobre mis
piernas. Levantó la mano y me agarró el cuello. Apretó, girando mi cara
para mirarlo. No habló, y yo sólo jadeé, sin aliento por el clímax. Las
olas seguían sacudiendo mi cuerpo. Su mirada recorrió mi cara, mi
cuerpo, y luego se quedó en mis labios.
Volvió a acariciar su polla, deslizándose hacia arriba y hacia abajo. Se
le estaba poniendo dura de nuevo.
Sabía qué era lo siguiente.
¿Estaba preparada? ¿Era eso lo que quería?
Si decía que no, Raize no lo haría. Ya lo conocía, sabía que no era así.
Pero entonces sentí sus labios en mi garganta, mi pecho, más abajo... Se
movió entre mis pechos, y lo juro, eso se sintió bien.
Pero esto estaba mal. Este tipo, estaba mal.
No debería sentir nada de esto.
Él personificaba a la gente que se había llevado a mi hermana. Pero
incluso diciéndome esas palabras, no pude hacer surgir la resistencia
que debería sentir.
Era ahora o nunca.
No se trataba de sexo. Se trataba de que yo avanzara para estar lista
para matar. No podía encontrar o vengar a mi hermana si no estaba

141
lista para matar a alguien. Tenía que ser honesta conmigo misma a
partir de ahora.
Tenía que dejar de esconderme.
Maldito Raize, quería hacerlo. Llevaba tiempo queriendo hacerlo.
—¿Ash?
Hizo una pausa, sus labios se posaban sobre mi clítoris. Estaba listo
para mí.
El deseo me encendió. Sentí que todo mi cuerpo cobraba vida, y
arqueé la espalda una vez más.
—Sí —me dejó en un suspiro, y él se sentó y luego se deslizó dentro.
Me había ido. Esto estaba hecho.
La antiguo yo estaba muerta.
Esta era la nueva yo. Esta sería yo de ahora en adelante.
Por fin podría vengar a mi hermana.
Pero antes, rodeé los hombros de Raize con mis brazos y lo acerqué.
Rodeé su cintura con mis piernas y me encontré con él, empujón a
empujón. Tomé lo que necesitaba de él, malditas sean las
consecuencias.

No hubo palabras bonitas ni toques de cariño cuando terminamos.


Gracias a Dios por eso.
Raize se apoyó sobre mí un momento antes de sacar y coger unas
servilletas de la bolsa de la gasolinera. Se limpió y luego me dio algunas
a mí.
Se volvió a meter en su sitio y se abrochó la cremallera de los jeans
mientras yo también me recomponía.
—Hay desinfectante ahí.

142
Bien. Había que hacer lo necesario en estos momentos. Me lavé entre
los muslos todo lo que pude.
Jesús.
Raize y yo habíamos follado, y fue bueno. Él era bueno. Más que
bueno.
Tragué sobre un nudo, porque sabía que querría hacerlo de nuevo.
Acababa de despertar un apetito totalmente diferente. Me gustaba su
polla. Me gustaba cómo la usaba.
Suspiró, leyendo algo en su teléfono antes de teclear una respuesta y
guardarlo de nuevo en su bolsillo. Se echó hacia delante, arrancando la
camioneta. Retrocedió y volvió a girar por la carretera.
—Tenemos tres tipos viniendo —me informó.
Y volvimos al trabajo.
Empujé mi espalda en el asiento, levantando mis caderas y ajustando
mis jeans.
—¿Cuándo?
—Esta noche. Quiero que los recojas, los lleves a un motel y los
instales.
—¿No quieres que Cavers los conozca?
Eso significaba que su jefe no estaba compartiendo con Carloni, y así
se lo había dicho a Raize. Eso era interesante.
—Tú conducirás esta camioneta. Mételos en sus habitaciones y
entrégales las llaves. Yo pasaré a recogerlos. Ellos sabrán qué
conseguir para lo que vamos a hacer.
—¿Conoces a estos tipos?
—He trabajado con ellos antes, sí.
—¿Y si Cavers o Jake me preguntan qué estaba haciendo?
Miró por encima.

143
—¿Te preguntan esa mierda?
Mi lengua se sentía pesada.
—A veces. Les digo que no es asunto suyo.
Frunció el ceño.
—No deberían preguntarte esa mierda. Ellos lo saben.
—Son hombres.
Su ceño se transformó en un ceño fruncido.
—¿Qué significa eso?
—Eso significa que se creen que están por encima de mí, que tienen
derecho a preguntarme cuando a ti no te lo preguntarían. Es una cosa
de hombres. Es como el mansplaining 7, pero en forma de preguntas.
Se volvió hacia la carretera, sacudiendo la cabeza.
—No les digas nada. Dirígelos a mí si quieren saber.
—No te preguntarán.
—Ese es el punto, Ash.
Ash. Ahí estaba mi nombre falso de nuevo.
Ash. Yo soy Ash. Había pedido ser Ash.
Necesitaba adoptar este nombre.
Volví a centrarme.
—¿Qué vamos a hacer hasta que lleguen?
Me dedicó una leve sonrisa.
—Vamos a explorar los edificios de Oscar y averiguar la mejor
manera de utilizar esos pasteles.

7El mansplaining es una mezcla heterogénea de comportamientos que tienen en común el


menosprecio del hablante hacia quien escucha por el único hecho de que quien escucha es una
mujer y por lo tanto le supone una capacidad de comprensión inferior a la de un varón.

144
Oh, qué bien. Tacharía algo de mi lista pronto.
Una ráfaga de deseo se apoderó de mí, pero la reprimí. Estaba mal
que me excitara la idea de volar un edificio.
¿No es así?

145
18

ASH
Los tipos que Raize trajo por avión daban miedo. Pero Raize también
da miedo. ¿Recuerdas? ¿Cuándo dejé de pensar que daba miedo?
Lo consideré. Todavía daba miedo. Sólo que no creía que fuera tan
rápido a la hora de acabar conmigo como solía hacerlo.
Mientras los tres tipos salían del aeropuerto, me pregunté cómo iban
a caber en la camioneta. Cuando la vieron, se inclinaron hacia mí.
Metieron sus maletas en la parte trasera y dos de los tipos (con caras
pétreas y gafas negras) subieron detrás de ellas. El que menos miedo
daba, el que sonreía, subió a la cabina conmigo.
Parecían militares, lo que me hizo preguntarme si Raize había sido
militar en algún momento. Podría haber seguido el camino de los
mercenarios, y supuse que eso era lo que eran estos tipos.
No tenía ni idea. No quería saberlo.
—Hola —El que estaba en la cabina me hizo un gesto con la
cabeza—. ¿Raize dijo que nos ayudarías a instalarnos?
Asentí con la cabeza.
—Les conseguí dos habitaciones de motel.
—Genial.
Se acomodó, apoyando la cabeza en el reposacabezas, y su profunda
respiración me dijo un momento después que se había quedado
dormido.
Los dos de atrás observaban el tráfico mientras viajábamos.
En algunos lugares era ilegal dejar que los humanos viajaran en la
parte de atrás de una camioneta abierta. Pero bueno, ¿cuándo nos iba a

146
detener eso? Conduje como lo haría normalmente, asumiendo que
sabían cómo sostenerse si tenía que frenar de repente.
Llegamos al motel sin problemas y salieron del vehículo sin decir
nada. Me quitaron las llaves de la habitación y esperé a que se
instalaran.
Las órdenes de Raize habían sido dejarles hacer lo que estaban
haciendo, luego saldrían y cambiaríamos de lugar. Yo entraría en la
habitación y la vigilaría mientras ellos se llevaban la camioneta para
hacer cualquier otra cosa que necesitaran hacer. Me quedaría sentada
hasta que Raize viniera a buscarme, o hasta que me dijeran lo
contrario.
Veinte minutos después, los chicos se fueron y me senté en una de
las habitaciones. Habían cerrado la puerta de conexión y dejado todas
sus maletas en esa habitación. No querían que viera lo que tenían allí, y
me pareció bien.
Mi teléfono sonó una hora después de la espera.
Jake: Estoy aburrido de seguir a Cavers hoy. Cuéntame un
chiste.
¿Una chiste? No tenía sentido del humor.
Yo: No.
Jake: ¿Por qué no?
Me senté en mi silla. Esto era incómodo. Aun así, respondí al
mensaje.
Yo: Cuéntate un chiste.
Jake: ¿Ves? Eso fue divertido.
Yo: No soy divertida.
Jake: A veces lo eres. No es tu intención serlo.
No tenía ni idea de lo que significaba.
Yo: Me estás haciendo sentir incómoda.

147
Jake: No me gustaría eso. ¿Qué hicieron Raize y tú antes?
Fruncí el ceño y respondí.
Yo: Te lo dije. Me llevó a disparar un arma.
Jake: Eso no toma todo el día.
Yo: Si quieres saber información, tienes que preguntarle a
Raize- Fuimos a disparar armas y luego comimos. Eso es todo.
Esperé.
Tardé un minuto en recibir su respuesta.
Jake: ¿Tuvieron una conexión a través de los disparos o algo
así?
Yo: No. ¿Por qué?
Jake: Parecen diferentes cuando están juntos.
Yo: Deja de indagar.
Jake: ¿Eso es lo que estoy haciendo? Creía que solo estaba
teniendo una conversación contigo.
No respondí. No sabía con qué responder.
Jake tampoco lo sabía.

Jake: ¿Dónde estás?


Tres horas después, me preguntaba lo mismo sobre los chicos y
Raize. Había ido al baño y dado unas cuantas vueltas en la habitación,
pero me estaba volviendo loca. Ya no estaba acostumbrada a estar
tanto tiempo sentada y no había traído un libro.
Envié un mensaje a Raize antes de responder a Jake.

148
Yo: Jake está preguntando dónde estoy.
No respondió, así que no dije nada.

Dos horas más tarde, calambres en el cuello y me gruñía el


estómago.
Raize me dijo que me quedara a vigilar las habitaciones, así que lo
hice. Pero quería irme. Tenía sed, y no estaba segura de que el agua del
lavabo fuera potable.
Le envié un mensaje a Raize.
Yo: Tengo que ir a la máquina expendedora de agua.
No respondió.
Nunca fui a la máquina expendedora.

Cuando me desperté despues de un tiempo, tenía la cabeza


mareada y calambres en el estómago.
Saliendo de la cama, llegué al baño. ¿Qué hora era?
Comprobando mi teléfono, era más de medianoche. 00:48.
Mi cabeza seguía nadando, así que volví a comprobar las puertas.
Ambas estaban cerradas y volví a subirme a la cama. Esta vez, cogí una
de las mantas del motel y me tapé con ella.
No sabía por qué tenía frío, pero estaba temblando.
Me volví a dormir.

149
Se oyó un portazo y me levanté de golpe, jadeando.
La habitación estaba completamente a oscuras.
Empecé a recostarme, pero sentí un cosquilleo en la nuca.
No estaba sola en la habitación.
Grité cuando una sombra se lanzó hacia delante. Una mano me tapó
la boca.
—Soy yo. Raize. Para.
Dejé de hacerlo, tragando saliva aliviada. No quería pensar en quién
podría haber entrado.
Un segundo después, cuando me relajé, retiró su mano.
—Tengo agua y comida para ti —susurró—. ¿Puedes sentarte?
Asentí. Ya había pasado días sin comida ni agua. Pero todavía estaba
un poco mareada. Mantuvo su mano en mi codo mientras me daba la
botella de agua. Lo siguiente fue un sándwich, pero no estaba segura de
poder tragarlo. Lo aparté, liberando mi codo, y me bebí toda la botella
antes de hablar.
—Estoy bien. Sólo necesitaba esto.
No podía verlo en la oscuridad. No había luz del exterior, nada de la
habitación del motel, ni despertador ni luz de la habitación conectada,
aunque podía oír a los chicos caminando por allí.
Quería preguntar qué habían hecho, pero podía oler el azufre y el
sudor de Raize. No quería saber quién había estado al otro lado.
Me vino un pensamiento diferente.
—No volaste ese edificio, ¿verdad?
Se tensó antes de relajarse, con una leve risa que salió de él. Esta vez
me sonó agradable, deslizándose por mi espalda de forma
tranquilizadora.

150
—No. Está en tu lista, no en la mía.
Gruñí.
—Bien.
—¿Quieres quedarte aquí?
—¿Te refieres a dormir en una cama?
—Mejor que un saco de dormir.
—¿Cavers no sospechará?
—Puedo volver y decirle que te tengo en vigilancia.
—Seguirá sospechando. No querría quedarme si no estuvieras aquí.
Esos tipos dan miedo.
—No harán nada. La puerta está cerrada.
—Claro —Me burlé de él, sin darle importancia—. Porque estoy
segura que eso los detendrá.
Volvió a reírse. ¿Por qué eso también me calentó las entrañas?
—No te harán daño. Los conozco.
—Yo no, y eso no me hace sentir mejor —Le di un empujón y me
puse de pie—. Volvamos.
Lo rodeé y me dirigí al baño. Cuando salí, él tenía la puerta exterior
abierta. Por fin, la luz. Un pequeño rayo de la luz de la calle brillaba.
Pasé por delante de él y dejo ir la puerta.
Me dirigí a la camioneta, pero él hizo un sonido, indicando el auto
que Jake y yo habíamos conducido hace unos días. Me subí. ¿Sólo
habían pasado tres días? Parecía toda una vida.
—¿Cuánto tiempo crees que estaremos aquí abajo? —pregunté.
—No lo sé. ¿Por qué?
—Si hacemos esto, y lo preparamos todo, ¿crees que tu jefe te
instalará aquí permanentemente?

151
Raize miró por encima.
—¿Por qué preguntas eso? —Su voz era áspera, el filo había vuelto.
—Me pregunto si vale la pena pedir colchones en la casa.
Pude ver literalmente cómo se relajaba, un músculo a la vez.
—No lo hace. Vamos a transferir las ubicaciones pronto.
Oh.
Maldita sea.
La cama se sentía bien.
Un rato después, subía por la entrada de la casa. Cuando empecé a
salir, me detuvo.
—Espera.
Me senté.
Metió la mano en el bolsillo y sacó mi teléfono.
Lo fulminé con la mirada.
—Podrías haber preguntado.
—Esto fue más fácil, menos pelea.
Ya lo estaba revisando, y cuando hizo una pausa, supe que estaba
leyendo los mensajes de Jake. Su mandíbula se apretó y pulsó un botón
antes de devolverme el teléfono. Había borrado todos los mensajes de
texto, incluido el dirigido a él.
—Voy a comprarte un teléfono nuevo.
Empecé a protestar, pero luego me encogí de hombros.
—Necesitará tener mi número si necesitamos ponernos en contacto
por alguna razón.
—Soy consciente, gracias —Seguía enojado.
Lo ignoré.

152
—Te está presionando, y no me gusta. No debería estar presionando.
—Quiere conocerme.
—No debería.
Podía sentir la mirada que provenía de él, aunque estaba oscuro.
Unas cuantas sombras jugaban sobre su cara, y podía ver sus labios, su
barbilla. Tenía una bonita mandíbula. Me hacía sentir inquieta de
nuevo.
¿Qué es lo que me pasa? Raize había matado a un tipo simplemente
porque le contestó cuando no debía. En realidad, eso no era del todo
cierto. Me había preguntado si el secuaz sería un problema. La
respuesta fue que sí. Por eso le había disparado.
¿Cómo puedo volver a estar tan inquieta? ¿Dos veces en un día?
Había perdido la cabeza. Esa era la única explicación.
Como si leyera mi mente, Raize preguntó:
—¿Estás bien ahora?
—¿Sobre Jake o...?
—¿Necesitas calmarte de nuevo?
Inhalé un fuerte suspiro. Era como si me preguntara si necesitaba
una dosis de coca o algo así. Qué casualidad.
—Estoy bien —dije.
—Bien. Deja de ser amable con Jake. Necesito ver si deja de
presionarte.
Había estado a punto de preguntar qué significaría que Jake no
dejara de presionar, pero luego lo pensé. No quería saberlo.
Entré, sin esperar a Raize, y atravesé la cocina. Los chicos no estaban
aquí. No sabía dónde dormían, pero fui a mi habitación, encendí la luz y
bloqueé la puerta.
Fue entonces cuando me di cuenta que también la había bloqueado
esta mañana.

153
Eso no había detenido a Raize.
No sabía cómo me sentía al respecto, y luego estaba muy cansada de
todo.

154
19

ASH
Dormí hasta tarde a la mañana siguiente, y cuando me levanté,
encontré café, tostadas y una nota dejada para mí en la cocina.
El jefe dijo que te dejara dormir. Estamos fuera haciendo
reconocimiento. Llama si estás aburrida.
-Jake
Las tostadas estaban frías. El café estaba más frío.
Tenía la casa para mí.
Me sentí como si acabara de marcar un touchdown sin llevar el
balón. Anotación.
No iba a preguntar qué reconocimiento estaban haciendo. Había
tantas agendas diferentes y mentiras en marcha, que a partir de ahora
sólo iba a seguir las órdenes. Hacer lo que Raize decía y vivir. Mis dos
prioridades principales a partir de ahora. La lista llegaría. Raize
ayudaría, o dijo que lo haría.
Así que me comí mi tostada fría, me bebí mi café frío y cogí un libro.
Salí a la calle, encontré un árbol en el patio trasero y me tumbé en una
manta. En definitiva, era el comienzo de un gran día "libre", si es que
existen en este mundo.

Me había quedado dormida ahí fuera cuando oí las voces y me


senté.
Había movimiento dentro de la casa.

155
Los hombres volvieron.
Me levanté y me agaché para tomar mi libro cuando una voz me
golpeó, una que no reconocí.
Al levantar la cabeza, todo se puso en alerta dentro de mí.
Podía ver hombres moviéndose de un lado a otro de la casa, pero lo
supe. En cuanto no pude ubicar esa primera voz, lo supe. Ahora que lo
veía, la alarma se apagó en mi interior. Se apagó. ¿Tal vez era mi modo
de lucha y huida? Ya no lo sabía, pero los tipos que estaba viendo en la
casa no eran los míos.
Eran desconocidos y se movían por la casa con una misión. Iban de
habitación en habitación, gritándose unos a otros. Rebuscaron en la
cocina.
Mierda.
Retrocedí y me llevé la mano al bolsillo. Raize me había quitado el
teléfono, pero yo tenía mi identificación falsa en el bolsillo. Eso era lo
único que me importaba. Oh, maldición. Mi pistola. ¿Dónde estaba mi
pistola? ¿Habrán dejado armas allí?
¿Y por qué seguía aquí parada?
Retrocedí, escondiéndome detrás del árbol, y retrocedí hasta poder
deslizarme por una abertura en la valla.
Oí más gritos, y cuando miré hacia atrás, un tipo estaba en el patio
trasero, mirándome fijamente.
¡Joder!
Corre.
Corre, corre, corre.
Salí disparada, dando gracias a Dios por no haberme quitado las
zapatillas antes de quedarme dormida. Moví los brazos y el libro salió
volando de mi mano, pero seguí adelante.
No podía parar.

156
Me capturarían, me torturarían, me drogarían. No lo sabía. Seguro
que me interrogarían.
También serían crueles. El corazón se me salió del pecho.
El tipo me perseguía por detrás.
—¡Está aquí! Va hacia el oeste —le oí gritar.
Joder.
Maldita sea.
Cambié de rumbo, divisando un camino a través de un patio trasero,
y lo tomé, yendo ahora hacia el este.
Hubo más gritos.
Tenía que seguir adelante.
Maldición, maldición, maldición. ¿Por qué no me hidrate? ¿Llenado
mi cuerpo de comida? Esas eran las reservas de energía. Había
olvidado la razón por la que me mantenía en esta mierda.
Me había vuelto perezosa, blanda.
Me había adormecido con una falsa sensación de seguridad gracias a
Raize.
Siempre estaba con él, pensando que siempre me protegería. Era
risible.
Corrí por el patio trasero, pasando por delante de una mesa de picnic
y llegando a la parte delantera de la casa. Vi unas tijeras de jardinería y
las cogí por el camino.
Un anciano salió por la puerta lateral. Se cerró de golpe tras él.
—¡Oye!
Pasé por delante de él.
El otro tipo estaba justo detrás de mí.
—¡Oh, hey! ¡Detente!

157
—¡OYE!
—¿Por qué persigues a esa chi...?
Dejó de hablar, y oí los sonidos de una pelea.
El dueño de la casa había intervenido y se había involucrado.
No podía pensar en eso.
Tenía que seguir adelante.
Cuando llegué a la calle, no vi a nadie siguiéndome (ningún
vehículo), pero aun así seguí adelante, encontrando otra casa que no
tenía valla. Fui por el lado hasta el patio trasero. Había un perro
encadenado. No pude distinguir la raza, pero era grande y oscuro, y
parecía hambriento.
Una oleada de rabia me invadió.
Yo tuve tenía perro, pero solíamos rogar a nuestros padres que nos
dieran uno.
El perro empezó a ladrarme, y luego empezó a ladrarle a algo detrás
de mí. El tipo venía hacia mí, cojeando ahora, y sujetando su brazo
donde sangraba. El dueño de la casa debió hacer algo para frenarlo.
Empecé a rodear al perro. Mierda. Observé la casa. ¿Eran estos
buenos dueños de mascotas?
No podía decirlo. Los latidos de mi corazón sonaban muy fuerte en
mis oídos. Estaba sudando y jadeando, y no pensaba con claridad.
Tuve que tomar una decisión.
Me acerqué corriendo y tome el collar del perro. Empezó a girar y a
ladrarme, pero le solté la cadena.
Salió disparado, yendo directo hacia el tipo.
—¡Oye! —El tipo se detuvo con un grito espeluznante.
—¡Oh, Dios mío! ¡Mamá!
La puerta mosquitera volvió a dar un portazo.

158
—¡Oye! Ese es nuestro perro. No... ¡Mamá, tiene un arma!
Me detuve.
Todo se detuvo.
Ese tipo tenía un arma. Por supuesto que tenía un arma. Eso tendría
sentido, y en ese momento supe que iba a disparar al perro.
El niño. Había un niño detrás de mí.
Podía oír gruñidos y forcejeos en la grava detrás de mí. Estaban
rodando por el suelo.
Mi corazón latía con fuerza en mi pecho.
Lo sabía.
Necesitaba tomar otra decisión, así que me di la vuelta.
El tipo intentaba quitarse al perro. Un niño pequeño se quedó
congelado fuera de su casa, con la mano en la puerta, pero ningún
padre fue por él. No vi a nadie.
Nadie iba a ayudar.
Esto era culpa mía.
Solté al perro, sabiendo que el tipo estaba detrás de mí, esperando
que luchara por mí, y lo hizo. Pero, por supuesto, ese tipo tendría un
arma.
Dios.
No podía dejar... El dueño de la casa había tomado su propia
decisión. Pero este perro... tenía un lugar especial en mi corazón para
los perros, especialmente un perro de aspecto hambriento, uno que
estaba encadenado fuera.
Había un niño.
Sabía lo que tenía que hacer.
Un niño. Un perro.
No.

159
Mi mente se apagó y me lancé sobre él. Estaba en el aire, con los
brazos y las piernas preparados para el ataque. El tipo no me vio hasta
el último segundo, y nunca vio venir las tijeras.
Tenía la pistola apuntando, y el perro había retrocedido, tal vez
sintiendo que estaba a punto de ser polvo. Levanté la vista por una
fracción de segundo y el chico me estaba mirando directamente.
Intenté decirle que mirara hacia otro lado, pero todo fue muy rápido.
Entonces, de la nada, una mujer lo arrastró, y justo cuando lo hizo
girar, mis tijeras se clavaron en la garganta del tipo.
Aterricé en cuclillas y le quité la pistola (mi pistola, en realidad) de la
mano con el codo mientras alcanzaba el mango de las tijeras. Me
preparé y tiré de ellas para atravesar su garganta. Un sonido
sobrenatural me atravesó con este movimiento, pero luego ya estaba
hecho y no podía moverme.
Su sangre iba por todas partes.
Pero no podía moverme.
¿Qué he hecho?
Pero entonces el perro estaba allí, hundiendo sus dientes en mi
brazo. Estaba luchando, tratando de hacer algo.
No sentí su mordida.
La señora estaba gritando desde la casa. Miré y tenía un teléfono en
la oreja.
La policía.
Registró que estaba llamando a la policía.
Miré al tipo que tenía delante. Estaba muerto, encorvado, y el perro
seguía intentando morderme el brazo.
¡Muévete!
La orden llegó con fuerza y rapidez a mi mente, y me levanté de un
salto.
Espera.

160
Joder.
Utilicé los bordes de mi camiseta para limpiar las tijeras, lo mejor
que pude. No iba a correr con eso, sino con mi arma.
¿Dónde estaba mi arma?
Ahí estaba.
Me levanté de un salto, empujé al perro y corrí, agachándome para
recogerla.
—¡Oye!
La señora estaba fuera ahora, con su teléfono a su lado. Mantuvo la
puerta abierta.
Me detuve y giré hacia ella.
—Describe una chica diferente y no volveré por ti.
La sangre se drenó de su cara.
Se estaba dando cuenta que estaba en su casa.
Sabía dónde vivía. También sabía que tenía un hijo.
No tenía tiempo de esperar su decisión.
Al oír el chirrido de un vehículo que se detenía en la acera, empecé a
correr, pero le grité:
—¡Entra! Cierra la puerta. Escóndete.
Entonces me di la vuelta y corrí.
Y corrí.
Y corrí.
Corrí hasta no saber a dónde iba, pero aun así seguí adelante.
Mi brazo sangraba, me detuve y me arranqué la camiseta. Me la
envolví en el brazo y miré detrás de mí. Había dejado un rastro de
sangre. Las gotas podían ser escasas y distantes entre sí, pero estaban
ahí. Podían rastrearme.

161
No lo había pensado.
Mi cabeza estaba mareada.
Empecé a ver estrellas.
Estaba dando vueltas.
Me estaba cayendo.
Estaba desmayándome.
Sin embargo, todavía podía oír los ladridos del perro.

162
20

ASH
Abrí un ojo, pero sólo uno porque maldita sea, el mundo ya dolía
demasiado para ser tan temprano.
Espera.
No.
Eso no parecía correcto.
Volví a cerrar los ojos y me di cuenta que estaba en una cama.
Me duele el brazo. Me duele todo.
¿Qué ha pasado?
—Jefe.
No conocía esa voz.
—Está despierta —añadió.
Abrí los dos ojos y deseé no haberlo hecho.
Una luz me iluminó y siseé, sabiendo que debía estar ahí y que debía
desorientarme.
—Aleja eso.
—¿Qué? Oh. Lo siento.
La luz se alejó.
Pude ver a un tipo sentado a mi lado, inspeccionando mi brazo
vendado.
Levanté la cabeza, mirando por encima de su hombro para ver quién
era el "jefe", y un hombre se adelantó. Iba vestido con un costoso traje
de negocios, y tenía un rostro apuesto. Rasgos clásicos. Pómulos altos.

163
Labios carnosos. Parecía latino, con el pelo y los ojos oscuros. Alto. Casi
delgado.
Sus labios se curvaron en una ligera sonrisa, como si yo le divirtiera.
Se enderezó hasta alcanzar su máxima altura.
—Mataste a uno de mis hombres porque iba a disparar a un perro.
Esa es la parte más sorprendente para mí. No te importó el viejo al que
disparó, sino el perro —Sacudió la cabeza, lanzando una mirada a
alguien que estaba más lejos en la habitación, allá donde yo no podía
ver—. Abram me dice que eres importante para Raize.
Abram, como Abram Basil, el que tenía que hablar con su jefe, el
mandamás del Cartel de Estrada, antes de hablarnos de una reunión.
Estaba más que jodida aquí.
—¿Cómo te llamas?
El tipo había suavizado su tono, y se sentó, inclinándose para apoyar
los codos en las rodillas.
Intentaba hacerse más atractivo para mí, bajando a mi nivel. Me
hablaba como si yo fuera alguien que necesitara una voz suave.
Que se joda.
—Carrie —Abram habló por mí.
Estrada asintió para sí mismo antes de entrecerrar los ojos.
—¿Carrie qué? ¿Cuál es tu apellido?
No respondí.
Abram habló.
—Dudo que alguien lo sepa.
Otro asentimiento de Estrada, y me hizo un gesto con la mano
abierta.
—Hazme un favor, Carrie. Dudo que me des un apellido real, y dudo
que Carrie sea tu verdadero nombre, así que elige uno. Cualquier

164
apellido. Me gusta darme el gusto y creer que conozco a alguien cuando
hablo con él.
¿Quería un apellido? Bien.
—Marakov.
El tipo que trabajaba en mi vendaje se congeló y yo esperé.
Estrada esbozó una sonrisa antes de volver a sentarse.
—De acuerdo. Iremos con Carrie Marakov. Señorita Marakov, si
estuviera en mi lugar, ¿qué haría conmigo?
¿La verdad?
—Me dejaría ir.
Lo haría. Ese era el corazón sangriento que hay en mí, el que usaría
tijeras en un tipo que está a punto de disparar a un perro. El perro que
intentó arrancarme el brazo segundos después.
Me estudió y algo debió de encajar porque dejó escapar otro suspiro
y volvió a mirar hacia el fondo de la habitación.
—Haz la llamada. Tengo la sensación de que Raize estará motivado
para recuperar esto.
—Jefe. Marco.
Marco.
Bilis llego a mi boca.
No me gustaba ese nombre.
Marco Estrada ignoró eso, poniéndose de pie.
—Hay una razón por la que Raize pidió una reunión. Lo conozco. No
lo habría hecho a no ser que tuviera algo que cree que voy a querer. Ya
ha pasado suficiente tiempo. Estoy interesado en ver cómo maneja el
hecho de que yo tenga algo que él querrá. No tengo corazón para
torturar a esta chica. Hoy no.

165
Se fue y Abram apareció en su lugar, de pie para que yo pudiera
verlo. Tenía un teléfono en la mano y me dirigió una mirada
fulminante.
—Acabas de tener una suerte increíble. Lo sabes, ¿verdad?
Lo sabía.
Hombre, lo sabía.
Gruñí, haciendo una mueca de dolor.
—Me gustaba el traje amarillo.
Esta vez llevaba un traje azul oscuro.
Resopló, pero no respondió.
Volví a tumbarme, necesitando confiar en que Raize llegaría de
alguna manera para recuperarme. No sabía cómo lo haría.
El tipo acabó con mi brazo.
—Te di tratamiento para cualquier infección y te aplique una
inyección, contra la rabia por si acaso. Deberías estar bien. Te
suturaron, pero mantenla cubierta durante uno o dos días más.
Después, deja que el aire te cure. Los puntos se disolverán solos.
Levanté las cejas. Puntadas disolubles. Qué elegante.
Entonces Abram habló por teléfono.
—Raize, tenemos algo tuyo.

166
21

ASH
El encuentro fue en medio de un camino de tierra, en algún lugar
alejado de la ciudad. Me mantuvieron con los ojos vendados en la
furgoneta, y sólo cuando habíamos aparcado, abrieron la puerta y me
sacaron. Cuando pude ver de nuevo, Estrada estaba de pie en la parte
delantera. Abram estaba con él. Un tipo al que no reconocí me sujetaba
por el brazo, y había otras seis personas situadas alrededor de la
furgoneta. Estrada se había rodeado literalmente de hombres y, al
mirar a mí alrededor, me di cuenta de por qué habían elegido este sitio.
Nos rodeaba un desierto plano. Las colinas estaban lejos. No había
muchos árboles.
Pudimos ver venir a Raize mucho antes de que llegara. Traía dos
vehículos: su camioneta y el auto. Cuando se bajó, Jake y Cavers
vinieron con él. Cavers llevaba una bolsa grande.
Raize se detuvo a treinta metros de Estrada, pero Cavers se adelantó
y dejó caer la bolsa a los pies de Estrada. Luego se agachó y abrió la
cremallera, abriendo los lados para que Estrada pudiera ver lo que
había dentro.
Después de echar un vistazo, Cavers recogió la bolsa y volvió a
colocarse junto a Raize.
Jake se alejó hasta tener una línea clara sobre mí, o sobre el tipo que
me sujetaba del brazo.
—Raize —Estrada metió las manos en los bolsillos de su traje, el
epítome de la calma y la confianza—. Ha pasado mucho tiempo.
Los ojos de Raize se dirigieron a los míos, se mantuvieron, y luego
parpadeó, con la misma mirada fría y muerta en su rostro.
Se centró en Estrada.

167
—Entrégamela.
—¿Quién es ella para ti?
—No es de tu incumbencia.
—Eso hace que quiera saber aún más —Miró a su alrededor—. Me
sorprendes. ¿Sólo has traído a dos hombres? No luce como algo que
haría el Raize que yo conocí —Señaló a su alrededor—. He aprendido
de ti. Elegí este lugar a propósito, no quería que tuvieras un
francotirador a tu alcance —Sonaba presumido.
Raize sonrió.
—Bien.
Abram se sacudió donde estaba, y el tipo que me sujetaba el brazo
apretó su agarre, sólo un reflejo antes de aflojar. Estos tipos estaban al
límite.
—Quiero a mi empleada.
—¿Para qué? ¿Qué valor tiene para ti?
Los ojos de Raize se entrecerraron.
—Mi hombre te mostró la bolsa de dinero. Un intercambio.
—No necesito dinero. Dame algo que necesite —La mano de Estrada
volvió a su bolsillo. Se giró, poniéndose de pie para poder verme a mí y
a Raize. Miró entre nosotros—. Sé que sabes que no envié a Macca.
Oscar no debió actuar en mi nombre, pero, por otra parte, te
aseguraste de crear un puesto de trabajo para ti, ¿no es así? La familia
de Oscar estará disgustada contigo, disgustada con tu jefe.
El tono de Raize era uniforme, casi monótono.
—Transmitiré ese mensaje.
—Querías un encuentro. Hagamos la reunión ahora, y si decido
aceptar tu oferta —Estrada me miró, analizándome—, puedes tener a
tu mujer de vuelta. Ella mató a uno de mis hombres. ¿Lo sabías?
Raize no reaccionó, pero la cabeza de Cavers retrocedió un
centímetro y las manos de Jake se flexionaron, formando puños.

168
—Interesante —comentó Estrada—. Nunca diste mucho, pero ahora
estás peor.
—¿Todavía me quieres muerto?
—Por supuesto —Estrada esbozó una sonrisa, y eso pareció lo más
genuino que había dicho—. Pero ya me conoces. Negocios son
negocios. Te cargaste a uno de mis hombres, y sabías que Oscar dirigía
a sus propias mujeres. Eso no era parte de mi negocio. ¿Supongo que te
han enviado a ofrecer a tu empleador para que ocupe el lugar de
Oscar? Él era mi distribuidor en los Estados Unidos. Esa es la razón de
tu viaje al sur. ¿Estoy en lo cierto?
—Lo es. A mi jefe le gustaría ofrecer la distribución comenzando
aquí y extendiéndose hacia el noreste de los Estados Unidos.
—Pero ya tenemos distribuidores allí. ¿Por qué necesitaríamos más?
Cavers frunció el ceño. Los ojos de Jake se estrecharon de nuevo.
—Desde esta mañana, no —dijo Raize.
El rostro de Estrada se volvió hacia Raize, y todo su cuerpo se puso
rígido.
—¿Qué?
—Contrataste a los del 63. Ya no.
La boca de Estrada se diluyó.
—¿Quiero preguntar qué pasó con ellos?
—Están muertos.
Una nube oscura se formó sobre Estrada. Bajó la cabeza.
—No hago negocios así. No voy a ser forzado a una alianza. Tú lo
sabes, mejor que nadie.
Raize se movió por primera vez. Se volvió hacia Cavers y Jake.
—Vuelvan al auto. Salgan de aquí.
—Jefe... —empezó a protestar Jake.

169
Pero Cavers no. Dejó caer la bolsa y se dirigió al auto
inmediatamente.
—Ve —El tono de Raize era tranquilo.
Jake giró sus ojos hacia mí, alarmado, pero hizo lo que le ordenaron.
Estrada observó cómo ambos hombres subían al auto y esperó a que
éste diera la vuelta.
—Aún más interesante. ¿Qué estás preparando aquí, Raize?
—Estoy aquí en nombre de Roman Marakov.
Me tensé, ese nombre me destrozó los nervios.
La familia Marakov dirigía la mafia rusa en Filadelfia, pero en el
último año se había expandido. Yo había sido un peón en las calles para
ellos antes de ser vendida a Bronski, y sabía que toda la familia
trabajaba junta. Roman era el más joven de los hermanos. Había tres en
total. Maxim era el mayor. Igor era el segundo. Roman era el único al
que mi hermana dijo que había conocido, antes de que se la llevaran.
—Es simpático —me había dicho.
Yo había resoplado. —Es de la mafia. Esto es peligroso. ¿Qué estás
haciendo?
—Leo confía en ellos. Trabaja para ellos. Dice que va a ir a sitios.
—Leo trabaja para Igor, ¿no?
—Sí, pero quiere trabajar para Roman. Dice que Roman va a llegar
lejos, y que no hay que subestimarlo. Y por cierto, se supone que no debes
saber nada de esto. No digas una palabra o podrían matarnos a las dos.
Una semana después, se había ido.
Carloni trabajaba para Igor.
El novio de Brooke trabajaba para Igor.
No tenía ni idea de cómo conoció a Roman.

170
Sabía que Raize trabajaba para uno de los hermanos. Había asumido
que era Igor, ya que era quien dirigía Filadelfia, pero escuchar esto
ahora... ¿Qué significaba? ¿Significaba algo?
—Supongo que todavía me quieres muerto —señaló Raize—. Está
bien, pero antes de que te dispares, Roman es consciente de que has
estado intentando entrar en Rusia con tu producto. Te ofrece esto.
Trabaja con él aquí en Texas. Te ayudará a distribuir tu producto en el
este de los EE.UU., y podrás expandirte a Rusia.
—A la mafia rusa no le gusta el cartel.
—A esta mafia rusa sí.
—¿Por qué, Raize? Conozco la reputación de Roman Marakov y no
me parece alguien que me necesite. ¿Qué consigue con esta asociación?
—Quiere que los 63 estén fuera del negocio permanentemente. Son
demasiado imprudentes y peligrosos para los Estados Unidos. Matan a
demasiados inocentes, y es malo para los negocios. No pueden
expandirse si los 63 siguen trabajando en EEUU.
—¿Todo esto fue enviado para deshacerse de los 63?
—Esto se hizo para que no haya más guerra cuando se sacara a los
63, y así tener una poderosa asociación para expandirse en México. Tú
trabajas con los colombianos y tienes un fuerte vínculo en Bolivia. Es
una alianza que le conviene.
—¿Cuál es el inconveniente?
—Trabajas con él, y sólo con él. No con sus hermanos.
Roman Marakov estaba planeando una toma de posesión.
Lo tengo entonces. Todo.
Bueno, casi todo.
Espera. No tenía ni idea, pero es lo único que tenía sentido.
Y eso me llenó de tanta emoción que quise hacer un baile de TikTok.
No conocía ninguno. No tenía TikTok, pero quería entrar en algún
ordenador y aprender uno.

171
Eso significaba que Igor Marakov moriría.
Igor estaba en mi lista. Era el jefe por encima de Carloni, que estaba
por encima de Bronski, y los odiaba a todos.
—Raize.
—¿Qué?
Estrada se volvió y le tendió la mano a Abram.
Abram vaciló, lanzando una mirada a Raize antes de sacar un arma y
entregársela a Estrada.
Raize observó el arma, sus ojos se oscurecieron, pero no se movió.
—Permití que te fueras como un regalo para mi hermana, pero dije
que si te volvía a ver, te mataría. Te estoy viendo de nuevo, Raize.
Sabes lo que eso significa —Levantó el arma, apuntándole—. ¿Has
considerado que tu jefe sabe que te quiero muerto? Te envió para que
intervinieras en esta relación. ¿Has considerado la idea de que eres el
regalo de tu jefe para mí?
Raize respiró, pero no tuvo ninguna otra reacción.
Sin miedo.
Sin ira.
Nada.
No sacó un arma, y miré a mí alrededor, preguntándome si sus otros
hombres estaban aquí de alguna manera.
Entonces Raize habló:
—¿Crees que no tener colinas o árboles por aquí me detendría?
Estrada frunció el ceño.
—¿Qué quieres decir?
—Tienes razón, Marco. No traje a esos dos hombres conmigo, y el
hecho de mandarlos fuera no fue por la razón que estás pensando.
—¿En qué estoy pensando?

172
—Que los envié a reagruparse y venir por ti.
Estrada se puso rígido, y yo estaba bastante segura que no había
estado pensando eso porque su cabeza y la de sus hombres dieron un
giro brusco para mirar detrás de nosotros.
Fue entonces cuando Raize se movió.
Se lanzó hacia adelante. Viéndolo ahora, supe que siempre me
desconcertaría. Se movió rápidamente y sin hacer ruido, y nadie lo vio
excepto yo. Todos los hombres de Estrada habían caído en el truco.
Cuando Estrada se volvió, Raize estaba frente a él, con la mano en el
arma de Estrada.
La tomó, le dio la vuelta y tuvo a Estrada vuelto contra su pecho en
un instante. Raize le puso la pistola a Estrada en la cabeza y empezó a
ladrar órdenes.
—¡Suéltala ahora!
El tipo que me sujetaba el brazo me soltó y salí disparada. Abram se
adelantó para atraparme, pero giré a su alrededor, anticipándome a su
movimiento. Un disparo golpeó la roca justo al lado de Abram y éste
retrocedió, dejándome pasar.
Pasé por delante de Raize y Estrada.
Raize volvió a apuntar a Estrada...
Espera, no. Raize no había movido el arma. Eso significaba que no
estaba solo después de todo. El disparo que movió a Abram había
venido de fuera, del desierto. Y no era la única que llegaba a esa
conclusión. Los ojos de Abram se redondearon, al igual que los de
Estrada.
—Sube a la camioneta —me dijo Raize.
Asentí con la cabeza, yendo directamente al vehículo y subiendo. Las
ventanillas estaban bajadas para que pudiera escuchar mientras él
seguía hablando.
—No soy el idiota que crees que soy, Marco. He venido con mi propio
seguro y mi propia oferta para ti. Todo será transmitido a Roman, y

173
podemos ir desde allí, pero si decides trabajar con él, eso es entre tú y
él. Tengo mi propia oferta, así puedes dejar este deseo de muerte por
mí. No puedo hacer mi trabajo lo mejor posible si el tipo con el que se
supone que estoy trabajando me quiere muerto.
—Te escucho —gruñó Estrada con las manos en alto.
—¿Quieres saber si Jorge mató a tu hermano?
—¿Lo sabes?
—No puedo ofrecerte pruebas, pero sí saber si Jorge lo mató o no.
Esa es mi moneda de cambio.
Raize apostaba mucho por la necesidad de Estrada de saber si el tal
Jorge había matado a su hermano. Mucho.
—¿Y si no la quiero?
—Entonces me iré y mi jefe enviara a otro en mi lugar para ofrecer
otro trato, pero con menos beneficios para ti. Ya no entrarás en Rusia.
—¿Tanta fe tienes en tu jefe?
—La tengo.
Estrada guardo silencio y, por alguna razón, Raize lo dejó ir.
Se apartó de un tirón, girando y mirando a Raize, y luego a mí.
—Te preocupas por esa chica —Sonrió, y la mirada era fea—. A mi
hermana se le romperá el corazón.
—No veo porque lo estaría, pero me fui porque enviaste un
escuadrón de la muerte por mi cabeza. He vuelto para arreglar esto.
—¿Y si requiero que seas el intermediario si esta asociación va a
comenzar?
Estrada estaba provocando a Raize. Pero no sabía por qué.
Abram los observó como un halcón.
—Si haces esa exigencia, me retracto de la oferta para que averigües
si Jorge mató a tu hermano.

174
No pude ver la reacción de Estrada, pero Raize se mantuvo firme.
Parecía imperturbable, casi aburrido a veces, aunque no creía que
alguien lo creyera. Era su forma de provocar a Estrada.
Estaba funcionando.
Había líneas de frustración alrededor de la boca de Estrada.
¿Cuál era la historia aquí? ¿Qué había habido entre Raize y la
hermana de Estrada?
—Recibiste la oferta, las dos ofertas. Tómate un día para decidir.
Estrada asintió y Raize giró la mano, vaciando el arma en la tierra
antes de lanzársela a Abram. Luego se dio la vuelta y regresó a la
camioneta. Mientras lo hacía, tres figuras surgieron del desierto, todas
ellas vestidas de camuflaje: el segundo equipo de Raize. Cada uno
llevaba un rifle largo, y estaba segura que llevaban otras armas en el
cuerpo. Se acercaron, subieron a la parte trasera de la camioneta y, sin
decir una palabra, Raize arrancó el motor y dio marcha atrás.
Fuimos en una dirección.
Estrada fue en otra.

175
22

ASH
Raize no habló en todo el viaje de vuelta.
Me miró antes de salir, pero eso fue todo. Condujo hasta el motel. Los
chicos salieron y entraron, y nos fuimos.
—¿Estás lastimada? —preguntó una vez que nos quedamos solos.
Sacudí la cabeza, abrazándome a mí misma.
—¿Qué quieres?
Mi estómago gruñó.
—Lo que sea. ¿Cuánto tiempo estuve con ellos?
—Menos de un día.
Oh.
—Me desmayé. Desperté cuando me estaban vendando el brazo.
Tenían su propio médico.
—Es un buen médico. Lo conozco.
Sí. Porque tú viniste de ellos.
—¿Mataste a un hombre? —preguntó Raize después de un
momento.
Asentí, con un nudo en la garganta. Lo había bloqueado.
—No quiero hablar de ello.
Espera. Tenía que hacerlo.
—Había una mujer y su hijo —le dije—. Me vieron, vieron lo que
hice. También había un perro.

176
El aire se volvió gélido, pero estaba demasiado cansada para
contener la respiración. La reacción de Raize iba a ser la misma. Ya no
le tenía miedo, aunque debería tenerlo. Debería tener miedo de todos
en este mundo.
—¿Una mujer? ¿Un niño? —dijo, sonando incrédulo.
Asentí con la cabeza.
—Sí —susurré.
—Dame la dirección.
Mi corazón golpeó contra mi caja torácica.
—Raize. No.
—Dame la dirección.
No.
No.
No podría... los mataría. No tendría nada que ver con eso.
Bajó la voz:
—Si no me encargo de ellos, Estrada lo hará, si no lo ha hecho ya.
Me encogí en mi asiento y me rodeé con los brazos todo lo que pude.
—Son inocentes.
—Han visto tu rostro —Suspiró—. Necesito una dirección. Si no me
la das, haré que Jake busque en los registros policiales. Habrán llamado
a la policía. Los encontraré así.
Sacudí la cabeza.
—Raize, no puedo.
Se quedó en silencio y condujimos durante un rato, pero luego habló:
—Estrada no se limitará a ejecutarlos. Se llevará a la mujer y la
venderá. Hará lo mismo con el niño. Esto sucedió hoy. Eso significa que
si no llego a ellos, lo hará Estrada. Esta noche. Vendrán en medio de la

177
noche y acabarán con todos los de la casa. Esposa. Esposo. Niño.
Adolescentes. No importa. Necesito una dirección —Golpeó el volante,
gritando—: ¡Ahora!
Salté.
Raize nunca había sido violento conmigo, pero oí su frustración, con
la rabia hirviendo a fuego lento.
—Raize —susurré, las lágrimas resbalando por mi cara.
Eran como mi hermana.
Eran inocentes.
Ese niño...
—No puedo.
Expulsó una respiración entrecortada.
—Al menos déjame encontrarlos y reubicarlos.
Miré hacia él, sin saber si podía confiar en la esperanza que brotaba
en mi pecho.
¿Qué?
—Si llego a ellos primero, podemos controlar lo que sucede. Si no lo
hago, se irán sin importar lo que pase. Tienes que ver que soy la mejor
opción aquí.
Raize era un asesino. Los mataría.
Pero... Estrada.
Tenía razón sobre Estrada.
—¿No crees que ya han llegado a ellos?
—No. ¿Llamó a la policía?
Asentí con la cabeza.
—Le dije que les diera una descripción diferente de mí. Ella ya
estaba llamando.

178
—Eso significa que los policías podrían tenerlos ya bajo vigilancia,
pero Estrada tiene hombres en la fuerza. Soy un fantasma aquí. Puedo
hacer esto. Déjame hacerlo. Será más piadoso. Lo prometo.
Dios.
No podía.
Los mataría.
Pero Estrada tampoco podía tenerlos. Eso era peor, mucho peor.
Me oí susurrar la dirección y, un segundo después, Raize hizo girar la
camioneta.

Pasamos primero por la casa y, al ver un auto de policía señalizado,


Raize siguió adelante. Fuimos a buscar comida para mí, y pedí más, con
la esperanza de poder dársela a la mujer y a su hijo. Esperaba contra
toda esperanza, porque no sabía qué haría Raize.
Pero luego volvimos, aparcamos alrededor de la manzana y
esperamos.
Cuando se instaló el crepúsculo, Raize me entregó mi arma y me dio
instrucciones para disparar si aparecía alguien más que él. Se marchó,
sacando una sudadera gris con capucha de la parte trasera de la
camioneta. Se puso la capucha y corrió por un callejón entre casas.
Luego le vi atravesar el patio de alguien.
Bajé la ventanilla, sólo un poco.
Esperaba oír el ladrido de un perro o disparos, pero no oí nada.
Pasó un minuto. Nada.
Cinco, todavía nada.
Se me revolvió el estómago y supe que algo iba mal.
Joder. ¡Joder! ¡Joder!

179
Odiaba esta mierda. Odiaba esta vida.
La imagen de mi hermana pasó por mi cabeza.
¿Podría renunciar a ella? ¿Dejar de buscarla? ¿Escapar y volver a mi
antigua vida?
¿A quién quería engañar?
¿Qué vida?
Sabía la respuesta antes de empezar a moverme. En un solo
movimiento alcancé la manija de la puerta y me metí la pistola dentro
de la camiseta. Cerré la puerta para que sólo hiciera un suave clic,
porque mi vida podía depender de ello.
Con la cabeza gacha, me moví entre las casas, sintiendo que mi alma
se alejaba de mi cuerpo porque sabía, sólo sabía, que lo que
encontraría en esa casa me cambiaría. Otra vez.
Esta era otra línea que iba a cruzar.
Por ellos. La mujer. Su hijo. Por mi hermana.
Y también por Raize.
Avancé sigilosamente hasta llegar a la acera.
Mis entrañas se apretaron, pero seguí avanzando. Me sentí un poco
como si me estuviera observando desde fuera de mi cuerpo.
Una calma espeluznante me invadió, incluso cuando me enfurecí por
dentro, saboreando ya la sangre.
Cuando llegué al auto marcado, estaba vacío. Recorriendo una valla
blanca entre la casa y la de los vecinos, me mantuve escuchando. No oí
nada, de ninguna de las dos casas.
Ya estaba oscuro. El crepúsculo había llegado y se había ido.
Todavía. Nada.
Había una abertura en la valla. Deslicé la cerradura y abrí la puerta.
Una de las bisagras crujió y la cogí, conteniendo la respiración. Al cabo

180
de un momento, pasé con facilidad y la cerré, esta vez en silencio. No
hubo chirridos.
Cuando me acerqué, la puerta trasera se abrió. Un tipo salió. Bajó los
escalones trasero, mirando a su alrededor.
Era el tipo que había estado sosteniendo mi brazo antes.
¿Dónde estaba Raize?
¡Pop! Fue algo apagado. ¿Cómo pude escuchar eso?
Entonces vi que una ventana estaba abierta. La habitación se había
iluminado con ese pop-pop.
Sabía lo que había sido ese sonido, pero cuando me sacudí hacia
delante, una mano me cubrió la boca. Un brazo me rodeó, me levantó y
nos llevó de vuelta al otro lado de la casa, lejos del hombre de Estrada
en el patio trasero.
Empecé a patalear, sin hacer ruido, hasta que una voz me habló al
oído.
—Detente.
Raize.
Nos movió alrededor de la casa, manteniéndose lo más cerca posible
de la valla. Una vez que estuvimos en la acera, me puso de nuevo en
pie.
Me aparté de él de un empujón, dándome la vuelta.
Su mano volvió a mi boca y me apretó contra la valla, moviéndome
sobre la hierba.
—Detente.
Todavía en silencio, pero firme.
Me detuve, pero pude sentir que mi corazón se rompía.
Más inocentes, como mi hermana.
Odiaba este mundo. Odiaba esta vida.

181
Se acercó más, con su pecho contra el mío, y acercó su boca a mi
oído.
—Ya estaban dentro. El chico no estaba aquí.
Me puse rígida.
Levantó la cabeza, encontrando mis ojos en la oscuridad.
—La madre tampoco estaba. No sé a qué dispararon, pero no había
nadie dentro. Registré el lugar y salí justo cuando entraron.
—No hay policías en el auto marcado.
Raize maldijo, pero negó con la cabeza.
—Puede que estén en la nómina de Estrada.
—¿A quién le dispararon ahí?
—Yo no...
De repente se oyó un crujido y unos pasos.
—¡Deprisa! —se oyó en un susurro silencioso.
—No puedo creer que tuvieran una maldita serpiente allí. Es una
locura. Esa cosa estuvo a dos segundos de agarrarte.
Mi pecho sufrió un espasmo. Habían matado a una serpiente. No
sabía cómo sentirme al respecto.
—Cállate. Tienes que salir de aquí. Vamos a llegar como si
estuviéramos descubriendo la casa. Tienes tres minutos.
—¿Y su perro?
—¿A quién le importa el perro?
Me agarré a Raize, mi mano se enroscó alrededor de su sudadera.
Se apretó contra mí, con la cabeza agachada, su boca rozando mi
brazo mientras los observaba.
Nos hizo retroceder más, hacia las sombras.

182
Los hombres pasaron corriendo junto a nosotros, sin mirar a su
alrededor.
—¿Y el perro? —Le pregunté a Raize cuando se habían ido.
Me miró.
—¿Estás bromeando?
Sacudí la cabeza.
—Te mordió.
—¿Y el perro?
—Esa cosa debería estar en una jaula.
Me apreté contra su pecho.
Suspiró.
—Drogué al perro.
El alivio me golpeó con fuerza. Se me nubló la vista y apoyé la cabeza
contra la valla.
—Quiero al perro.
Me miró fijamente.
Los hombres de Estrada se habían ido, pero podíamos oírlos en el
auto. Teníamos minutos antes que este lugar se inundara de azul y
rojo.
Miré fijamente a Raize.
—Lo quiero.
Soltó una maldición y sus dientes me mordieron el lóbulo de la oreja.
—De acuerdo, joder. Ve a la camioneta. Yo tomaré al perro. Jesús.
No perdimos tiempo después de eso. Fui a la izquierda hacia la
camioneta. Él fue a la derecha, volviendo por el perro. Cuando él llegó,
yo ya había llegado a la camioneta y abierto la puerta. El perro colgaba

183
inerte en sus brazos mientras yo saltaba al asiento. Lo depositó en mi
regazo y cerró la puerta antes de correr a su lado.
Habíamos recorrido una manzana y estábamos girando hacia el este
cuando un auto de policía dobló la esquina a toda velocidad. El cielo se
volvió rojo y azul después de eso.
—¿Qué pasará con esa familia?
Raize sacudió la cabeza. "
—Se han ido. La policía probablemente los tiene en una casa segura.
Puede que tengan protección de testigos, pero quién sabe.
Miró hacia atrás, y capté un destello de preocupación antes que la
máscara de piedra volviera a su sitio.
—¿Qué?
—Ellos te vieron. Pueden identificarte.
El pavor se apoderó de mis entrañas.
—Pero si están siendo protegidos, no creo que sea por ti. ¿Dijiste que
huiste de allí?
Asentí con la cabeza.
—¿Los chicos de Estrada te rastrearon?
Otro asentimiento.
—Estaba sangrando por la mordedura del perro. No me cubrí el
brazo a tiempo. Me desmayé.
—Creo que vieron a los hombres de Estrada, o pudieron identificar
al tipo que mataste como uno de los de Estrada.
—¿Crees que los tomarían y protegerían por eso?
—No —Sacudió la cabeza—. Creo que esa gente se espabiló,
llamaron a sus familiares y se fueron. Creo que el auto marcado no
debía estar allí esta noche. Eso es lo que creo.
—Eso es mucho pensar.

184
Se encogió de hombros.
—Todo lo que sé es que te vieron, y eso no me gusta.
¿Y el agente inmobiliario? me pregunté. ¿El dueño de la otra casa?
Ellos también me habían visto, habían visto a Raize. Pero no me
atreví a preguntar.
Todo esto que está sucediendo, la mierda personal porque era obvio
que había mierda personal, me escuché preguntando:
—¿Cómo conoces a Estrada? ¿Cómo conoces a su hermana?
Se quedó quieto, mirando el camino.
Mi pecho estallaba, necesitando saber, pero Raize no respondió.
Siguió conduciendo.
No sabía si eso me gustaba o no, si debía empujar o no...
Así que no lo hice. Él regreso a la casa.
Raize cogió al perro, sin decir una palabra entre nosotros, y
entramos.
Jake echó un vistazo.
—¡¿Tenemos un perro?!

185
23

ASH
Me gustaba el nuevo lugar. Era una casa antigua y estaba situada en un
gran terreno. No quería pensar en cómo Raize había llegado a
encontrar esto, pero tenía muebles. Eso era una ventaja. Los muebles
eran viejos. Había tapetes de crochet en la pared como piezas de
decoración, y había telarañas en casi todos los rincones y debajo de las
camas. El lugar necesitaba una limpieza completa, de la que nos
encargamos Cavers y yo al día siguiente.
Ahora que las cosas no estaban tan polvorientas, me encantaba tener
una cama. Mi lugar estaba situado en la esquina trasera del segundo
piso. Raize esperó a que Jake y Cavers salieran a hacer un recado y
entonces me mostró una puerta oculta que llevaba a una habitación
secreta y a una salida trasera.
El perro nuevo se llamaba Gus.
Yo quería llamarlo Snake o Biter, pero los chicos votaron más que yo
y Raize simplemente abandonó la habitación cuando se le pidió su
voto.
Entonces quedó en Gus.
Después del ataque, pude ver mejor a Gus y aún no tenía idea de qué
raza era. Cavers lo pesó, así que supimos que pesaba cincuenta y siete
libras. Tenía el pelo corto. Orejas que sobresalían. Ojos inteligentes. Su
pelaje era una mezcla de todos los colores. Le gustaba sonreír y más de
una vez me dio un empujón en el brazo. Siempre lo tomé como su
disculpa por haberme mordido.
Me preocupaba que echara de menos a esa otra familia, pero no ha
sido así. Hasta ahora.
Cuando se despertó después de haber sido drogado, estaba raro.
Caminando con las piernas traseras medio arrastradas. Con la cabeza

186
gacha. Los ojos apenas abiertos. Seguía chocando con las cosas, como si
estuviera ciego. Una vez que se despertó de verdad, la cola empezó a
moverse y no había hecho una búsqueda de su familia. Era
probablemente el más adaptado de todos nosotros. Eso era decir algo.
Raize había hecho que uno de sus otros hombres vigilara la casa,
para ver si alguien venía por el perro. Después de tres días, no apareció
nadie, y Gus fue oficialmente nuestro. Jake confesó más tarde que
siempre le había gustado el ratón Gus de Cenicienta, y eso selló el trato
para mí. Considérenme convencida.
Hacía días que Raize no me llevaba a ninguna salida, y me estaba
poniendo inquieta. No me apetecía especialmente repetir el sexo, así
que una tarde le pregunté si él o Jake podían llevarme a practicar tiro.
Él me llevó.
Practiqué en el exterior, pero fuimos lo suficientemente lejos como
para tener que tomar la camioneta. Al regresar, vimos a Jake y a Cavers
volviendo de un encargo.
—No quiero que ninguno de ellos sepa que puedes disparar un arma
—me informó Raize.
—Jake sabe que me llevaste aquella vez.
—No necesitan saber que has ido más veces entonces.
—De acuerdo.
Asintió con la cabeza y se detuvo detrás de los chicos. Gus estaba en
la parte de atrás y saltó, corriendo a saludar a los chicos cuando
salieron del auto.
—Hey, Gussy, Gus, Chico Gus.
Jake se arrodilló, dándole a Gus un masaje detrás de las orejas. Se
enderezó cuando vio que Raize se acercaba, conmigo un poco más
atrás. Me metí la pistola en la parte trasera del pantalón y saqué mi
camiseta por encima.
Desde todo el secuestro de Estrada, Cavers se había mostrado menos
cerrado conmigo, incluso dándome los buenos días y ofreciéndose a

187
cocinar algunas de las comidas. Jake, en cambio, se había mostrado más
cauteloso conmigo. No sabía muy bien por qué.
—Voy a pasear a Gus —anunció Jake con un saludo—. Ya volvemos.
Raize miró hacia atrás antes de entrar, pero no dijo nada. Se dirigió a
la habitación trasera que había convertido en su despacho.
Se acercaba la hora de la cena y Cavers estaba preparando las cosas
en la cocina.
Los dos últimos días, le había estado ayudando, pero hoy, mientras
me quedaba en la puerta, decidí hacer algo más.
Pasé por alto la cocina, me dirigí a la oficina de Raize y al abrir la
puerta lo vi encendiendo una especie de máquina, con unos auriculares
inalámbricos en los oídos.
Levantó la vista y me hizo un gesto para que entrara.
—Cierra la puerta.
Se acercó a la ventana y se asomó. Podía ver a Jake bajando por el
largo camino de entrada con Gus pisándole los talones. Gus tenía la
nariz pegada al suelo mientras Jake se concentraba en su teléfono.
Esperé, plegándome en una de las sillas de la esquina.
Un segundo después, Raize pulsó un botón. La voz de Jake salió por
un altavoz.
—...bebé, sí. ¿Cómo estás, preciosa?
Un momento después, una voz femenina respondió:
—Hola, cariño. Te echo mucho de menos.
—¿Sí? ¿Cuánto?
—Estoy tan mojada por ti.
Me quedé con la boca abierta y me di cuenta de que Raize luchaba
contra una sonrisa mientras se inclinaba sobre unos papeles.

188
Estábamos violando la privacidad de Jake. Por otra parte, en este
mundo no se tiene privacidad. Por lo tanto, no enloquecí, aunque me
incomodaba oír a Jake hablar de lo grande que era su polla. Pude ver
cómo acompañaba a Gus hasta la carretera mientras explicaba lo fuerte
que se la estaba acariciando.
La llamada terminó cuando Jake y Gus estaban regresando a mitad
de camino.
—¿Cuál era el propósito de...
Raize levantó el dedo en el aire.
—Espéralo.
Esperé.
Un momento después, oímos cómo se pulsaban los botones y luego
el tono de llamada. Entonces llegó una voz a través de la línea.
—¿Qué tiene que informar?
Me senté erguida en mi asiento. Era Carloni.
Carloni, que era el jefe de Raize, y con el que yo no creía que Jake
tuviera relación. Pero me senté, atónita, y escuché cómo lo hacía.
—Hizo contacto con Estrada —dijo Jake.
—¿Estrada estaba ahí?
—Lo estaba. No sé si todavía lo está. Esta es la primera vez que
puedo alejarme para llamar.
—Háblame de la reunión.
—Estrada tomó a la chica con nosotros. Raize organizó un encuentro
para recuperarla. Estuvimos allí con él, y luego nos alejó. Él y Carrie
volvieron una hora después. Eso es todo lo que sé.
—¿La chica? ¿El Canario?
—¿Canario?

189
—Así es como la llaman en las calles. Es un detector de mentiras
humano —Hizo una pausa, y pude oír su sonrisa de satisfacción cuando
añadió—: Canta, ya sabes.
—Sí —La voz de Jake fue un poco áspera. Él gruñó—; Ella.
—¿Tiene una debilidad por ella?
Jake no respondió de inmediato.
Me asomé y vi que se había detenido en el camino de entrada. Tenía
la cabeza inclinada hacia delante y miraba fijamente la calzada de
grava.
—No creo que sea eso.
—Eres parcial.
—Sólo digo que es algo personal entre Raize y Estrada. Parece
personal, pero no conozco la historia.
—¿Los sacó de ahí?
—Sí.
—¿Ella estuvo allí todo el tiempo?
Me puse rígida y un escalofrío de desconfianza me recorrió la
columna vertebral.
—La tenían agarrada, pero él estuvo con ella la mayor parte del
tiempo —respondió Jake, con la voz un poco apagada.
Eché un vistazo y vi que Raize también observaba a Jake. Había algo
diferente en su rostro que no podía descifrar.
—Quiero su teléfono —dijo Carloni.
Fruncí el ceño.
—Consigue su teléfono, y te enviaremos una aplicación para
descargar en él. Nos dará acceso completo.
—Él tiene su teléfono.

190
—¿Qué carajos? —Carloni se quejó—. Te envié a vigilarlo. No has
informado literalmente de nada que podamos utilizar. ¿Todavía te está
dejando fuera?
—Estoy de niñera de Cavers.
Carloni volvió a maldecir. "
—¿Qué sentido tiene que te tenga sobre él? Mejor lo dejo pasar y te
vuelvo a poner a trabajar para mí aquí arriba.
Jake volvió a guardar silencio durante un rato.
—Voy a llegar a ella.
—Me dijiste que era imposible.
—Me esforzaré más. Lo haré mejor. Ella es vulnerable. Dijo algo
sobre una hermana. Trabajaré ese ángulo, hablaré de mi familia. Tengo
una abuela. Hablaré de ella, hablaré de mi hermana pequeña.
Funcionará.
—Me dijiste que eso no funcionaría, que está cerrada como nunca
antes habías visto.
—Raize llegó a ella. También puedo hacerlo.
—Me dijiste que no tienes una hermana pequeña.
—Ella no necesita saber eso.
Se hizo el silencio en la línea.
Contuve la respiración, con el estómago revuelto.
—Bien —dijo Carloni después de un momento—. Que Raize este allá
abajo es mi orden, pero él responde ante mi hermano. Yo lo sé, y él lo
sabe. También lo sabe mi hermano. No puedo tocarlo. ¿Ella, en cambio?
Ella es desechable. Me importa un carajo si es un detector de mentiras
humano. Consigue algo que te sirva de ella o se mueren, tú y ella.
¿Entendido?
—Entendido, jefe.

191
La línea se silenció. Carloni debió de colgar porque Jake se quedó
mirando el teléfono durante diez segundos antes de terminar la
conexión.
Podía sentir la mirada de Raize.
—¿Así es como ellos me llaman?
Y por "ellos", no tenía ni idea de quiénes eran.
Asintió.
—Sí.
Mi instinto, supongo que tiene sentido. Mi cabello.
No sabía qué decir, sentir o pensar al respecto.
Pero, Jake. Hablé de algo real con él.
Nunca muestres tus cartas. Nunca hables de nada real, nada
personal.
Había roto mis propias reglas.
Sin embargo, no sabían mi verdadero nombre. Nadie lo sabía, y eso
era todo.
No la volvería a cagar.
Volví los ojos hacia Raize, encontrando que me observaba. Siempre
me observaba.
Mostré mis dientes.
—Jake está en la lista.

Ignoré a Jake durante los dos días siguientes.

192
Lo sé. Una mala idea. Muy obvia. Pero no pude evitarlo. Le había
hablado de ella, ¿y así era como me pagaba? ¿Y si no se le ocurría algo,
tanto él como yo moriríamos? Eso no me preocupaba.
Ya no era esa chica. Era yo. Ahora sabía lo que estaba en juego. Sabía
lo que podía pasar.
También sabía quién era, y para quién trabajaba, y sabía que si
llegaba el caso, Raize pondría una bala en la cabeza de Jake. Sea lo que
sea lo que estaba pasando aquí, Raize lo tenía controlado.
Más tarde me dijo que se había enterado que Jake utilizaba las
llamadas sensuales como salvaguarda en caso de que alguien estuviera
escuchando. Cualquiera que grabara dejaría de escuchar cuando
empezara el sexo telefónico, así nadie grabaría las conversaciones
reales.
Joder. Un genio. En ambos casos, Jake y Raize.
¿Yo? Sólo quería aprender a disparar mejor, así que Raize me sacaba
cada vez que mandaba a los chicos a hacer un encargo.
En el quinto día desde mi secuestro, seguíamos esperando la
decisión de Estrada.
Entonces llegó.
Deseaba que no lo hubiera hecho.

193
24

ASH
—Mamá.
Entré, la puerta de la mosquitera se cerró de golpe tras de mí. Hacía
calor fuera, y estaba soleado.
—¿Qué estás haciendo?
Mi hermana estaba en la cocina.
Mis ojos necesitaban adaptarse al interior. No abríamos las cortinas.
Mamá nunca las quería abiertas. Me dirigía a las escaleras, pero Brooke
estaba en la mesa. Estaba removiendo algo y me acerqué.
—¿Qué es eso?
Brooke estaba mirando la hoja de pedidos.
—La vecina está vendiendo galletas de las Chicas Exploradoras.
Quería que mamá comprara algunas.
Fruncí el ceño y miré hacia arriba. Últimamente pasaba mucho
tiempo allí arriba.
—Está acostada.
—Sí.
¿Y? ¿Cuándo no estaba en la cama?
Brooke dejó de removerse y me miró con desprecio.
—Cuando se va a la cama, no quiere que ninguna de nosotras la
interrumpa. Se toma un “tiempo de mamá”.
En mi opinión, el "tiempo de mamá" era una estupidez. No hacíamos
nada para estresarla. ¿No era eso lo que decían la mayoría de las madres

194
de nuestro bloque? ¿Necesitaban un día de spa o de pub? ¿Sus hijos las
estresaban? Juro que eso es lo que siempre he oído.
—¿Qué estás haciendo?
Me incliné, tratando de ver lo que estaba haciendo.
—¡Basta! —Se llevó la mano, apartando el cuenco y haciéndolo a un
lado. Otra mirada de ella—. Estoy experimentando.
Me reí a medias.
—¿Experimentar? Eso es lo que dijiste que harías con Tommy Riskins
la semana pasada, también.
—¡Cállate! No sabes nada de eso.
Puse los ojos en blanco. Lo hacía. Sabía un montón de eso, porque
Tommy volvió y me pidió que experimentara con él también. Dijo que
quizás yo era la hermana que tenía algo de "experiencia". Le dije que se
comiera su propia polla.
Le pregunté:
—¿Por qué estás experimentando?
Ella estaba tratando de hacernos algo de comer. Eso lo pude
comprobar.
Olía horrible.
—Porque alguien tiene que hacerlo, o no volveremos a comer comida
de verdad.
Oh.
Ambas nos quedamos calladas y, como si fuera una orden, las tablas
del suelo chirriaron por encima de nosotros.
Mamá estaba levantada.
No duraría.

195
Las alarmas se dispararon y me desperté de un tirón. Salté de la
cama.
Jadeando, con el corazón palpitante, tardé un segundo en
orientarme. Todo se volvió una locura. Destellos rojos iluminaban la
casa y las alarmas sonaban como si hubiera bombas nucleares.
Entonces mi puerta se abrió de golpe y entró una figura oscura.
Antes de que pudiera gritar, una mano me tapó la boca.
Era Raize.
Sólo Raize.
Siempre Raize.
Intenté relajarme, pero las alarmas no paraban. La luz roja parpadeó
sobre su rostro mientras acercaba su boca a mi oído.
—Estrada viene. Ve al cuarto secreto. Toma tu arma. Escapa —Sentí
que empujaba algo en mi mano—. Es tu teléfono. Mantenlo en silencio.
Se fue en el siguiente instante, y me sentí casi despojado.
Pero entonces... ¡Estrada!
Mi cerebro se puso en marcha y me dirigí a la puerta secreta cuando
recordé que necesitaba ropa, zapatos y mi pistola. Al mirar el teléfono,
vi que eran las cuatro de la mañana. Ese imbécil. Había venido a esta
hora a propósito, para pillarnos durmiendo.
Oí pasos en estampida por el pasillo de abajo. Probablemente Jake y
Cavers corriendo. Escuché gritos. ¡Tenía que irme!
Agarrando todo, empujé a través de la puerta secreta, la cerré, y
estaba en la habitación secreta. No podía correr con los pies descalzos.
¿Por qué no me dormí con los zapatos puestos? Debería haber
aprendido. Me estaba volviendo tan jodidamente blanda.
Maldiciendo, me puse los zapatos y corrí.

196
Me dirigí a la salida y me detuve.
Cuatro camionetas subían a toda velocidad por el camino. Hombres
parados en la parte trasera de cada una, con rifles de asalto colgados
del pecho.
Fue una visión aterradora, y oí más gritos.
Empezaron a señalar. Vi a Cavers corriendo por el patio.
Ya había perdido un tiempo precioso. ¿Cuándo aprendería?
Salí en dirección contraria. Había algunos árboles que podía usar
para cubrirme, pero no, incluso cuando consideré eso, sabía que ahí es
donde irían. Así que me desvié por otro camino, sin saber a dónde iba,
sólo sabiendo que tenía que ir.
Fui un metro más antes de que empezaran los disparos.
¡Bang!
Empecé a gritar, pero me tapé la boca con una mano y me giré,
aterrorizada por lo que iba a ver.
Me importaba. ¿Cuándo había empezado a importarme?
No quería que mataran a Raize, Jake. Incluso a Cavers. A pesar de
que Raize no confiaba en su jefe, Cavers nunca había hecho nada más
que seguir órdenes y cocinar para nosotros. Y Jake. Pensé en cómo se
preocupaba por Gus-Gus.
Ahora estaba hiperventilando.
¿Dónde estaba Gus? Oh, Dios mío. Gus.
No pude: hubo más disparos, más gritos.
Esperé, pero no pude oír ningún ladrido.
¿Dónde estaba Gus?
Anoche se había acostado conmigo. Dormía o bien a los pies de mi
cama, o bien justo al lado de mi cama en el suelo. No había estado allí
cuando empezaron las alarmas, pero Dios, ¿dónde estaba?

197
Me di la vuelta antes de saber lo que estaba haciendo.
Iba a volver por el perro.
Qué estúpida.
De repente, una de las camionetas se dirigió directamente hacia mí.
El corazón me golpeó el pecho y me tiré al suelo. Estaba oscuro, así
que me tumbé y recé.
La camioneta pasó por delante de mí. Los disparos llenaron el aire.
Una bala golpeó la tierra a tres metros de mí. Dios mío. Se me nublaba
la vista. Tenía que calmar mis pensamientos. Tenía que frenar mis
sentidos.
No era la primera situación así en la que me encontraba. Debería
haber estado más preparada, más capaz de pensar con claridad.
Repasé las posibles consecuencias.
Tenía un déjà vu de la primera vez que huí de un hombre armado,
pero esta situación era con esteroides.
Podrían dispararme.
Podría ser tomada.
Podría ser vendida.
Podría ser torturada.
Podría morir.
De acuerdo. Todos esos apestan.
Dios, fui tan tonta. Tan tonta.
Las camionetas se habían desplazado al otro lado de la casa. Seguía
sin oír los ladridos de Gus, pero los disparos continuaban como una
lluvia constante.
Me apresuré a llegar a la parte trasera de la casa y me detuve a
escuchar.

198
Estaban totalmente comprometidos en el otro lado. No sabía si había
alguien en la casa, pero me acerqué sigilosamente, dejándome llevar
por la puerta secreta esta vez. Allí, una nariz mojada me empujó y una
lengua. Gus había seguido mi olor.
Había encontrado la manera de entrar en el cuarto secreto. No tenía
ni idea de cómo. La puerta estaba cerrada... ¡Raize había hecho eso! Lo
había metido aquí por mí, o por seguridad.
No sabía por qué Gus no ladraba, pero gracias a Dios. Podría haber
salvado su vida.
—De acuerdo, amigo...
El suelo crujió, justo al otro lado de la pared.
Alguien estaba en mi habitación.
Gus se giró y empezó a gruñir.
¡No!
Apreté mi mano alrededor de su hocico, tratando de evitar que
hiciera ruido.
Me sacudió de encima, yendo hacia la puerta y rascando, todavía
gruñendo.
El suelo volvió a crujir cuando la persona se apresuró a avanzar.
Sabían que estábamos aquí, que había otra habitación.
La persona corrió. En el pasillo, de vuelta a mi dormitorio.
Estaban buscando, tratando de encontrarnos.
No podía esperar más.
Agarrando a Gus, tiré de él tras de mí, y salió corriendo cuando abrí
la salida trasera. Empezó a correr, pero me esperó.
Una ráfaga de alivio hizo que mis rodillas se debilitaran. Gracias a
Dios por los pequeños milagros.

199
Llegué de un salto a su lado y salimos corriendo en la dirección que
había tomado antes.
Más disparos sonaron detrás de mí.
Seguimos adelante.
Miré hacia atrás un par de veces, pero ya no podía ver las
camionetas. Habían apagado las luces y no circulaban. No sabía si eso
era una buena señal o no.
Gus olfateó el suelo a medida que avanzábamos, y yo traté de no
tropezar con los arbustos y los pequeños árboles esparcidos por el
terreno. Intenté alejarme de las zonas más densas de árboles. Supuse
que allí me buscarían.
Mientras corríamos, los sonidos se desvanecían. Avanzamos un poco
más y oí un arroyo. Caí al suelo, con los pulmones ardiendo. Las
lágrimas me habían cubierto la cara. Lágrimas y sudor. Podía saborear
la sal. Necesitaba seguir adelante, pero maldita sea. ¡Maldita sea!
No quería perder a Raize. En toda esta locura, se había convertido en
mi ancla. Nunca lo supe. Sin él, tendría que... No podía pensar así. Podía
intentar llegar a San Antonio, pero no tenía ni idea de dónde había
escondido esa bolsa para mí.
No tenía ni idea de qué hacer, y no estaba en condiciones de hacerlo.
Estrada, si ganaba, si era el que sobrevivía allí, me buscaría. Así eran
los carteles. Te ponían en su radar, y si te metías con ellos, estabas
muerto. Sin importar qué.
Gus empezó a lamerme la cara. Me di cuenta de que había empezado
a llorar de nuevo.
Miré a Gus, y él se movió para limpiarme los ojos y luego la frente.
Lo dejé.
Estaba tan débil. Tan cansada.
Sabía que tenía que luchar, pero por un momento, sólo un momento,
quise quedarme aquí.

200
Quería esconderme.
Gus me dio un empujón en el hombro, oliendo mis manos. Buscaba
golosinas y yo seguía agarrada a mi ropa.
Sí. Mi ropa.
Había estado corriendo en pijama.
Se me escapó una risa un poco histérica, pero suave. Entonces,
cuando me agaché, ¡bang! Una bala impactó en la tierra justo al lado de
mí. Si no me hubiera agachado... ¿En qué mierda estaba pensando?
Corrí. Pero sólo di dos pasos antes de que un par de brazos me
atraparan.
—¡No! —grité.
—La tenemos, jefe. Dile al bastardo que se detenga —Esa voz vino de
la oscuridad.
Vi dos sombras. Había dos hombres, no sólo el que me sujetaba. Gus
emitió un gruñido primario y atacó. Se abalanzó sobre el tipo que me
sujetaba y me tiré al suelo inmediatamente mientras el tipo gritaba.
Cayó al suelo y Gus fue a su garganta.
Oí el accionar de un arma, y me giré, disparando antes de poder
pensar.
El otro tipo iba a matar a Gus. No sabía dónde le había dado, pero
seguí disparando hasta que el arma se le cayó de la mano y su cuerpo
cayó al suelo.
No miré. No quería verlo, así que me giré hacia donde estaba el otro
tipo.
Gus se puso encima de él y le gruñó, justo en la cara.
El tipo sangraba por el brazo y la garganta, pero sus ojos estaban
fijos en mí. Intentó levantar la mano libre, creo que para someterse,
pero Gus le impidió moverse.
Este hombre me había rastreado. Me había atrapado. Quería
entregarme a Estrada.

201
Me estremecí. Conocía el final de esa historia.
No volvería, pero, maldita sea, también sabía que no podía matar a
un hombre a sangre fría. Esa era una línea que nunca cruzaría. No podía
decirlo lo suficiente. Nunca jamás.
Pareció entender mi decisión porque se echó hacia atrás aliviado,
renunciando a seguir luchando.
Me acerqué y recogí su pistola, y la otra también. Tomé la radio que
habían estado utilizando para comunicarse, y como si me hubiera
vestido con ropa de verdad y no con la que había estado durmiendo,
me la metí en el bolsillo trasero. El tipo me observaba, siguiendo cada
uno de mis movimientos. No me importaba lo que viera. No podía darle
la espalda.
Cuando terminé, me puse de pie.
—¿Qué está pasando ahí atrás?
—Tu hombre está matando a todo el mundo.
—¿Qué?
—Tu hombre. Raize. Está matando a todos. Te está buscando a ti.
Eso no tenía sentido.
—Llegaste con cuatro camionetas llenas de hombres. Éramos cuatro
contra todos ustedes.
—Eso no duró mucho. A los tres minutos, nos estaban matando uno
por uno. El francotirador estaba preparado en alguna parte. Esa es la
marca de Raize.
¿Raize era un francotirador?
—¿Estrada declinó la oferta?
—Lo adivinaste. Nos dijeron que elimináramos a los hombres y
cogiéramos a la chica. No sé por qué Estrada te quería a ti.
¿El jefe de un cartel quería secuestrarme? No me gustó.

202
Tenía que ponerme en marcha. Había perdido demasiado tiempo
hablando con él. No lo mataría, pero como no era una total estúpida,
apunté y le disparé en el pie.
—¡Ahhh! ¡Perra!
Las lecciones de tiro fueron muy útiles.
Envainé el arma y empecé a correr. Ya tenía un plan en la cabeza. Iría
a lo largo de la carretera, no en la carretera, sino al lado de ella, y
esperaría... No. Al diablo con eso.
¡Tenía mi teléfono! Y Raize todavía estaba vivo.
Lo comprobé, viendo que me había llamado. Diez llamadas perdidas.
Seleccioné una, llamándolo de nuevo.
Contestó al final del primer tono.
—¿Dónde estás?
—Cruzando el arroyo. El camino no está lejos.
—Estrada envió hombres tras de ti.
—Han caído dos. ¿Envió más?
Una pausa, luego una maldición.
—Los envió a todos tras de ti. ¿Dos cayeron?
—Disparé a uno de ellos, o lo asumo. Le disparé al otro en el pie. Gus
lo derribó.
—¿Gus está contigo?
Me mordí el labio.
—Sí.
No podía mentir. Él ya lo sabía.
—¡¿Volviste por el perro?!
—Regáñame después, ¿quieres? —Me quejé.

203
—Ese maldito perro es tu debilidad.
Como si entendiera, Gus soltó un pequeño gruñido. Empecé a reírme,
pero entonces vi a Gus mirando detrás de nosotros, acechando.
—Alguien viene.
—Los hombres de Estrada llamaron a tu ubicación. Los escuché en la
radio. Ve a la carretera. Cavers y Jake están conduciendo, buscándote.
Habían sobrevivido. Otro milagro.
Se me hinchó la garganta y asentí con la cabeza, luego recordé que
no podía verme.
—Lo tengo —susurré.
Gus volvió a gruñir y se adentró en la oscuridad. Un segundo
después, sonaron más gritos.
Corrí tras él.
Tenía que salvar a mi perro.

204
25

ASH
Cuando llegué allí, tres hombres estaban tratando de agarrar a Gus.
Dio vueltas entre ellos. Uno sangraba por la pierna. El segundo por el
brazo. El último intentaba apuntarle con un arma.
Vi rojo.
¡Rojo!
Que se jodan estos hombres.
Que se joda Estrada.
Que se joda a todo el mundo.
¡Estaba harta de ver armas apuntando a mi perro!
Vacié mi cargador hacia los hombres.
Debería haber sentido remordimientos. Claro, venían a buscarme,
pero no intentaban matarme. Todavía. Sólo me perseguían. Pero Gus
no sentía lo mismo, y maldita sea si él no era una de las mejores cosas
en mi vida ahora mismo, incluso si me había mordido. No le eché en
cara eso. Se había asustado.
Ahora lo estaba compensando con creces.
Cuando empecé a disparar, uno de los tipos me apuntó con su arma.
Gus se abalanzó, le agarró el brazo y cayó. Su mano se flexionó, dejando
caer el arma. Accidentalmente la pateó.
Gracias, universo.
Dispare a uno de los hombres, que cayó al suelo con el brazo
encogido. El tercero salió corriendo.
Se oyó un choque entre unos arbustos detrás de mí.

205
Me giré, casi balanceándome sobre mis pies, pero maldita sea. No.
Todavía podía luchar.
Yo lucharía.
Raize apareció y casi me desmayo del alivio. Una parte de mí se
había disociado de lo que estaba sucediendo aquí. Eso es lo único que
tenía sentido porque estaba apreciando el calor de todo su aspecto
fantasmal y de soldado, apareciendo a través de la niebla, una especie
de experiencia aquí. Quiero decir, eran arbustos y no niebla, pero él
había estado eliminando a los hombres de Estrada, uno tras otro y
whoosh, estaba aquí.
Se paró en seco. Iba vestido de negro, con un rifle colgado a la
espalda.
Parpadeó una vez, asimilándolo todo.
Luego tomó la pistola abandonada, la volteó y se agachó, dándole un
golpe en la cara al tipo que luchaba con Gus. En cuanto el tipo quedó
inconsciente, Gus dejó de morder y dio un paso atrás. Miró a Raize,
esperando.
Raize repitió la acción con el segundo hombre.
—Un tercer tipo se fue por ahí —Señalé.
Raize asintió, llevándose una radio a la boca.
—Estrada tiene un tipo corriendo hacia ustedes. Recójanlo.
Crujido.
—Lo tengo —Ese fue Cavers, y luego más crujidos antes de la nada.
Raize volvió a guardarse la radio en el bolsillo y me hizo un gesto.
—¿Te vas a desmayar?
—¿Yo? —chillé, sintiéndome mareada—. Estoy totalmente bien.
Incluso mejor que eso. Maté a un hombre y disparé a otros dos. Estoy
súper bien.
Traté de darle un pulgar hacia arriba, pero mi pulgar era doble
ahora. Levanté el otro pulgar, y estaba igual. Tenía cuatro pulgares.

206
Pensaba que había algo más que una disociación, pero ¿quién era yo
para decirlo? No era un profesional, excepto en las corazonadas. Estaba
consiguiendo una reputación, con mi propio nombre en la calle. ¿Qué
tan genial era eso?
Sí. Todavía disociando. O algo estaba disociándose. Probablemente
mi cordura.
Eso me pareció más correcto.
Raize maldijo, cruzando y poniendo su brazo alrededor de mí.
—No puedes desmayarte. No puedo cargarte esta vez.
¿Me había llevado antes? ¿Cuándo fue eso? Ah, sí. En casa de Oscar.
Bueno, esa vez no me había desmayado. Me llevó pateando y gritando.
Miré hacia abajo y Gus me sonrió, moviendo la cola.
Había tres Gus. Se seguían unos a otros en un círculo.
Me hubiera gustado tener tres Gus.
—Siéntate —Raize me presionó contra el suelo, con sus manos sobre
mis hombros. No fue brusco, sólo asertivo. Era bueno así, siempre
sabiendo el toque correcto, la cantidad correcta de presión. Y eso me
hizo recordar otra vez...
Se arrodilló a mi lado y empujó mi cabeza entre las piernas.
—Respira. No te muevas hasta que el suelo deje de moverse.
Sí. Porque eso estaba ocurriendo. El suelo era una ondulación
constante, como un río de grava. Era bastante bonito.
Raize estaba levantado y hablando con alguien. Dejé de escuchar.
Todo iría bien. Raize estaba aquí. Él siempre me mantenía a salvo.
Gus me lamió la cara. Hombre, realmente quería a mi perro.
Lo rodeé con un brazo, acurrucando su cuerpo ondulado contra mí, y
empezó a lamerme el otro lado de la cara. Se lo estaba pasando en
grande, limpiando todos mis líquidos. Probablemente había sangre allí,
mezclada con el sudor y las lágrimas.

207
Levanté la cabeza, pero los árboles empezaron a dar vueltas a mi
alrededor, así que volví a apoyarla contra las rodillas.
Inhala.
Exhala.
Inhala.
Exhala.
Podría hacer esto.
Me sentí un poco mejor, pero esto apestaba, siempre al borde de la
muerte y luego estando fuera de combate por ello. O matar a alguien...
Uno pensaría que podría dejar de ponerme en esas situaciones.
Pero mi hermana. Brooke.
Lo hacía por ella.
No sabía cómo, pero lo averiguaría. Sólo tenía que encontrarla... o
averiguar a dónde había ido.
Raize podría ayudarme. Tal vez incluso podría hablarle de ella.
Algo me molestaba de eso... no sabía qué.
Tal vez no le hablaría a Raize de ella, todavía no.
Oh, Dios.
El suelo había dejado de imitar al río, pero ahora podía ver estrellas
que parpadeaban en la grava.
Estaba a punto de desmayarme. Otra vez.
—Bronski te llamó Brooke —dijo Raize, como si estuviéramos
conversando.
Oh...
No.
¿Lo había hecho?

208
Maldita sea.
Levanté la vista y me miraba fijamente, con el teléfono en la mano.
Tragué saliva.
—¿Hay alguien en esa línea?
Miró, como si hubiera olvidado que lo estaba usando, y apagó la
pantalla.
—Bronski te llamó Brooke antes. ¿Ese es el nombre que les diste?
Mierda.
Jodida mierda.
—¿Estaba hablando en voz alta? —susurré.
Lo ignoró, acercándose.
—¿Qué otros nombres has dado?
Brooke.
Miriam.
Suzie.
Muchos más.
Todos nombres diferentes hasta Chica, luego Carrie.
No respondí porque no lo entendía. No podía.
No lo entendería.
Pero algo ocurrió. Estaba haciendo su cosa de "observar", y debió ver
algo porque se arrodilló a mi lado.
Se inclinó, pero no me tocó.
Eso fue bueno.
Por alguna razón, no quería que me tocara.
Me sentí en carne viva. Expuesta. No sabía por qué.

209
Entonces volví a llorar. ¿O había dejado de hacerlo? ¿Había estado
llorando continuamente todo este tiempo? ¿Matando y llorando? Eso
era un poco malo... ¿o no lo era?
Todo empezaba a nadar de nuevo a mí alrededor.
No sabía lo que estaba pasando.
Hasta que la voz de Raize fue suave.
—¿Preguntaste cómo conocí a Estrada?
El suelo empezaba a asentarse, un poco.
Escuché más:
—¿La hermana que mencionó? La conozco porque también es mía.
Mi cabeza se levantó de golpe. ¿Qué?

210
26

ASH
Se apartó, poniéndose de pie.
—Es mi media hermana, la misma madre. Su otra mitad es el padre
de Estrada. Tomó a mi madre como amante, no le importó la familia
que tenía que dejar. Mi padre es de Connecticut, pero vivía en Oaxaca
—Hizo una pausa—. Estaba allí por el surf, conoció a mi madre allí. El
padre de Estrada conocía a mi madre. Amenazó con matarme cuando
tenía ocho años. Mató a mi padre. Crecí en una casa de acogida, entré
en el ejército y, cuando pude, fui en busca de mi madre. Conocí a mi
hermana por primera vez. Mi madre supo quién era yo en cuanto
aparecí. Morales. Dirige el cartel de Morales. Estrada era considerado
un bastardo hasta que se hizo cargo de otro cartel. A nadie le
importaba cuestionar de dónde venía. Morales dio un paso atrás, dejó
que su hijo tomara el poder en la siguiente región, porque consideraba
a Estrada como suyo. Pero Estrada no lo era. Se odian, pero también se
aman. Los dos carteles están unidos por la sangre, y nadie lo sabe
excepto los líderes. Cuando aparecí, conseguí un trabajo con Morales.
Mi hermana se encariñó conmigo, empezó a bromear diciendo que era
como un hermano mayor para ella. Mi madre se asustó y me envió a
Marco. No sé cuándo se enteró mi hermana de quién era yo, pero en
algún momento fue a verle. Se lo dijo, le pidió que me permitiera entrar
en la familia —Se acercó, lo suficiente como para que pudiera ver sus
ojos brillar. Duros—. Envió a un escuadrón de asesinos tras de mí. Salí
y me fui al norte, a Estados Unidos, tan al norte como pude. Necesitaba
protección, y en el momento adecuado, Roman Marakov me encontró.
Me encontró. Me reclutó —Hizo una pausa. Sentí que la conversación
cambiaba. Creció más, sólo más. No sabía lo que era antes, ¿intención?
Pero ahora era más. Se arrodilló de nuevo—. Tienes que hablar
conmigo. Te he contado mi mierda. Cuéntame la tuya. Me diste el
nombre de tu hermana, ¿por qué? Tengo que saber en qué tormenta me
meto contigo. No puedo ver las minas terrestres si no sé dónde
buscarlas.

211
Lo miré fijamente, abrumada por lo que había compartido, pero no
pude responder.
Un nudo me llenó la garganta y sentí que las lágrimas amenazaban.
Su hermana estaba viva. No sabía si la mía lo estaba.
—¿Cuál es tu verdadero nombre? —preguntó.
No podría ir allí. No lo haría.
—Ash.
—Mentira. ¿Cuál es tu verdadero nombre?
—Miriam.
Sus ojos se volvieron inexpresivos.
— ¿Cuál es tu verdadero nombre?
Continué;
—Sandra.
—Estás mintiendo.
No esperé a que me preguntaran de nuevo.
—Melanie.
Le miré fijamente. Duro. Feroz.
De nuevo;
—Suzie.
Y luego;
—Brooke.
Sus ojos se iluminaron, especulando.
—Tu hermana.
—La primera chica que descubrí que se llevó.
Me gustan los nombres.

212
Veía cómo se movían los pensamientos. Estaba conectando los
puntos.
Dijo:
—Brooke. Suzie. Melanie. Miriam.
—Olvidaste Sandra.
—Sandra.
Me sentí como un puto cemento por dentro.
—Mi hermana se enamoró, Leo esto y Leo aquello. Todo lo que
quería hacer era hablar de él. Estaba obsesionada. Entonces lo conocí, y
lo odié. No importaba. Nuestra madre murió, y Brooke necesitaba un
escape. Él ya estaba dentro de ella, la hizo tomar drogas. La hizo faltar
a la escuela. Ella se escapó. La policía nunca la buscó. La consideraron
otra drogadicta fugada. Una historia tan jodidamente triste como un
cliché, ¿verdad? —No le conté las otras veces que la policía estuvo en
mi casa. No le conté las miradas que recibí, dada la historia familiar.
Tenía mucho sentido para ellos, eso es lo que dijo una trabajadora
social. Quería arrancarle los ojos—. Pero yo sabía a dónde había ido. Tú
sabes a dónde fue. Su nombre era Brooke. Luego me enteré de las otras
chicas que se llevó. Suzie. Melanie. Sandra. Miriam. Llegaste tú y me
llamaste Chica. Nunca me preguntaste mi nombre —No esperé.
Susurré—: Me gustan los nombres.
Se quedó mirando, largo y tendido.
—¿Ash?
—Ashley Cruz. Una vez vi su cartel de desaparecida. Era viejo. Fue
tomada cuando era una niña, con un bonito pelo rubio. Una vida
diferente, pero se parecía a mí. No importa si no es él quien la tiene.
Alguien se la llevó.
Era otra chica desaparecida.
Muchas.
Demasiadas.
Son demasiadas, joder.

213
—¿Está en tu lista?
—Es el primero.
La mandíbula de Raize se endureció y se puso en pie.
La conversación terminó, sin más.
Me dejó dolorida. Y los lametones de Gus no me ayudaban.
Raize levantó la radio, pulsando el botón.
—¿Dónde están?
—En la carretera, buscando a ese tipo.
—Pásate por aquí y recógenos.
—Entendido.
—Estaremos en la carretera.

Cuando la camioneta apareció, Raize y yo nos subimos a la parte


trasera.
Cuando llegamos a la casa, vi que los camiones habían sido
abandonados. Había cuerpos esparcidos por la hierba. Habían corrido
para cubrirse.
Miré a Raize.
No podía dejar de ver a Raize.
Él hizo todo eso.
Me quedé en la parte trasera de la camioneta, sosteniendo a Gus, que
estaba casi en mi regazo, e hice lo que Raize siempre hacía conmigo.
Seguí observándolo.
Observé cómo Cavers fue a buscar un gran rollo de plástico. Dio una
patada para extenderlo y, uno a uno, arrastraron los cadáveres.

214
Cortaron el plástico, los enrollaron y los metieron en la parte trasera
de uno de los camiones. Una vez hecho esto, Jake se llevó los otros
camiones, uno por uno. Cavers lo siguió y lo traía de vuelta cada vez.
Después de tres viajes, sólo quedaba un camión, el de los cadáveres.
Raize ya había recorrido toda la casa, habitación por habitación.
Cuando salió, llevó algunos de nuestros objetos personales a la
camioneta donde yo estaba sentada: el bolso de Jake, el abrigo de
Cavers, los cuchillos de cocina de Cavers, mi libro.
Cavers y Jake volvieron a marcharse, esta vez llevándose los
cadáveres.
Gus no dejaba de lamerme el brazo.
Mirando hacia abajo, preguntándome por un escozor que sentía,
había sangre que bajaba por mi brazo.
Me habían disparado.
¿Cuándo había sucedido eso?
No importa. No sentía nada.
Para cuando Cavers y Jake regresaron en nuestro auto habitual, el
humo había comenzado.
Raize salió de la casa. El humo pareció seguirle. Las llamas fueron las
siguientes, asomando por las ventanas.
Había prendido fuego a la casa.
Eso tiene sentido. ¿Destruir todas las pruebas? ¿EL ADN? ¿Algo así?
Parecía “Consejos la Mafia 101: destruir cualquier rastro que puedas
dejar atrás”.
Cavers fue el que se fijó en mi brazo, y gritó a Raize, que se acercó.
Se reunieron alrededor y Cavers me pinchó la herida, pero no pude
oír lo que decía. Su voz estaba apagada, como si yo estuviera bajo el
agua. Casi lo prefería así.
Ya no quería saber nada.

215
Ya no quería escuchar nada.
Estaba muy cansada. Sentía que podría dormir durante meses, pero
sabía que nunca descansaría. No ahora.
Ya no.
Demasiados asesinatos. Demasiado derramamiento de sangre.
Demasiada violencia.
Había una parte de mí que siempre había sido así, creo. Desde que
era una niña.
Estaba muy cansado de todo esto.
—Gus —Jake chasqueó los dedos, silbando.
Apreté más a mi perro, pero Raize se acercó y separó mis dedos del
collar de Gus.
Raize me dijo algo, frunciendo el ceño mientras Gus se bajaba y
trotaba tras Jake. Entraron al auto y Cavers les siguió. Cuando miré
hacia abajo, había un vendaje completo en mi brazo.
¿Cuándo había sucedido eso?
Estaba repitiendo, haciéndome la misma pregunta.
Entonces Raize deslizó sus brazos por debajo de mí y me levantó. Me
llevó hasta la parte delantera de la camioneta y me metió dentro. Me
cerró la puerta antes de rodear el capó para ponerse al volante.
Parecía preocupado por mí, y recordé cuando empecé a trabajar
para él.
—Tenía una regla personal, no mirarte —le dije.
—¿Por qué?
—Porque no quería que me mataras por ello.
Me eché a reír, porque eso era gracioso.
Preocuparse de que alguien te mate por mirarlo.
Pero era cierto. Eso era lo más divertido.

216
¿Verdad?
—Creo que estoy en shock otra vez —añadí.
Suspiró.
—Sí.
Fruncí el ceño y miré a mi regazo. Un movimiento me llamó la
atención y me di cuenta de que estábamos conduciendo. Habíamos
estado conduciendo. Estaba perdiendo la noción del tiempo.
—Estoy realmente harta de esta vida.
Raize no respondió.
Pero cuando me giré hacia la ventana, juraría que le oí decir:
—Sí.

217
27

ASH
Estaba en el suelo, sentada frente a la puerta de mi habitación. Estaba
cerrada. No quería entrar allí, y se me hacía raro que esos hombres
pudieran pasar, mirando hacia donde yo dormía. No es que todos fueran
hombres. También había mujeres. Policías. Paramédicos. Otra señora
estaba allí, y estaba vestida de manera diferente.
Jesús. No debería estar aquí.
Debería ir abajo, a donde estaba Brooke. A donde no estaba mi padre,
pero de nuevo, por eso estaban aquí. Por eso esa señora estaba aquí.
Éramos menores de edad. Las dos.
Nuestro padre se había ido, nadie podía ponerse en contacto con él.
Sabía dónde estaba, pero no importaba. Había estado viviendo allí
todos los días este último año de todos modos. En el Bar de Marco. En la
esquina trasera, justo al lado de la máquina de discos. Le gustaba estar
allí. Hacía que todos los que venían a elegir música, tuvieran que hablar
con él. Era el guardián de las canciones.
Le había oído reírse bastante de ello cuando llegaba a casa,
tropezando con las paredes, a veces cayendo y durmiendo donde fuera.
Me recordaba al padre de la serie Shameless, aunque ese tipo era más
divertido. Más inteligente, también.
Mi padre era tonto.
También Brooke.
También yo.
Si no hubiéramos estado, tal vez habríamos hecho algo, pero...
La camilla se acercó. La hicieron pasar por delante de mí, llevándola a
su habitación.

218
Vi las miradas, sabía lo que estaban susurrando. No necesitaban
susurrar.
Sí. Todos habíamos sido muy tontos.
No habíamos observado lo suficiente.
Por otra parte, nadie lo había hecho.

Me desperté de golpe y no tenía ni idea de dónde estaba.


Me asusté, por decirlo suavemente.
Me levanté, pataleando y gritando, hasta que un cuerpo me cubrió.
Dos manos me agarraron las muñecas y se encendió una luz.
Por un momento, un momento desgarrador, pensé que estaba en
otro lugar, en otra edad. Podía oírla arrullarme.
—Cálmate, mujer.
Mujer. No chica.
No mi nombre. No un nombre diferente de una chica diferente.
Era Raize.
Me hundí de alivio. Me di cuenta de que era Raize antes que hablara.
No conseguía que mi cerebro se comunicara con mi cuerpo. Parpadeé y
giré la cabeza para ver a Cavers de pie en la puerta, con la mano en el
interruptor de la luz. Jake estaba detrás de él. Ambos me miraban
fijamente.
Raize salió disparado de mí, y yo traté de ignorar que sólo llevaba
pantalones de chándal, y que éstos caían muy bajo, deliciosamente
bajo, y que el tipo estaba marcado. Tenía toda la musculatura que
guiaba hasta su pene trabajando allí. Siga hacia abajo y... sí.
—¿Dónde estamos? —pregunté mientras revisaba mi ropa. Estaba
en camiseta de tirantes y ropa interior. Nota para mí: mantener las

219
mantas sobre mis piernas. Miré a mi alrededor y note que estábamos
en lo que parecía una bonita habitación de hotel. Había un sofá en la
esquina. Una cómoda. Un escritorio. Un bonito televisor.
Esta era una habitación de hotel real.
Vi la manta en el suelo junto al sofá.
Raize se pasó una mano por el pelo, con los ojos cansados, y se
dirigió al sillón. Se agachó, cogió la manta y la estiró.
—Apaga las luces. Todos vuelvan a la cama. Necesito al menos una
hora más de sueño antes de salir a la carretera.
Cavers señaló mi brazo.
—Revisaré tu vendaje más tarde.
Miré hacia abajo. Sí. Porque me habían disparado.
Ya me había vendado antes.
¿Cuánto tiempo había estado durmiendo?
Cavers volvió a entrar en su habitación, pero Jake se quedó en la
puerta.
—¿Estás bien? —me preguntó.
La calidez fluyó a través de mí, pero entonces recordé su llamada
telefónica a Carloni.
Voy a llegar a ella.
Me quité esa calidez de encima y dije rotundamente:
—Estoy bien.
Él frunció el ceño, pero yo me giré, dándole la espalda mientras subía
la manta.
La luz se apagó y la puerta se cerró un instante después.
Pensé en volver a dormir.
Sí.

220
No.
Todo lo que había sucedido pasaba por mi mente en repetición. Los
gruñidos de Gus. El disparo de la pistola. Me observé a mí misma desde
arriba mientras disparaba el arma y me daba la vuelta, luego me armé
de valor y continúe disparando.
Continúe disparando.
Continúe disparando...
Había matado a dos hombres.
Dos. Hombres.
Había sido tan tonta pensando que no aprendería a disparar, pero
sabía que eso ocurriría una vez que lo hiciera.
Le había hablado a Raize de mi lista. Incluso le había dicho quién
estaba en la lista. No todos, pero sí los suficientes.
Dios.
La había cagado. La había cagado realmente.
—¿Necesitas algo?
Parecía muy cansado, pero Dios mío, ¿me estaba ofreciendo sexo?
Gruñí, pateé las mantas y me dirigí al baño. O a lo que suponía que
era el baño porque no había otro sitio al que ir. Golpeé el mostrador,
extendí la mano hacia la derecha. Nada. ¿Era un armario? ¿Una puerta?
Encendí el fregadero por accidente.
Raize no hizo ningún ruido. Nunca hacía un maldito sonido, pero
podía sentir que se movía detrás de mí.
Me tocó la cadera y, un segundo después, se encendió la luz.
La ducha y el inodoro estaban en su maldita propia habitación. Con
su propia puerta.
Apreté los dientes y pasé junto a él. Empecé a empujar la puerta para
cerrarla, pero él la sostuvo, con los ojos tormentosos.

221
—¿Necesitas algo? —volvió a preguntar.
¿Necesito algo?
Me empezaba a hervir la sangre.
Mi ritmo cardíaco había aumentado.
Sentí calor en todo mi cuerpo.
¿Necesito algo?
Necesitaba una vida de nuevo.
Necesitaba a mi hermana de vuelta.
Ya que estamos, también me gustaría tener una madre de vuelta. Un
padre estaría bien.
Una infancia normal, mientras pedimos favores irreales aquí.
Por favor y gracias con una maldita guinda encima.
¿He dicho algo de eso?
Abrí la boca. Estaba a punto de hacerlo, pero entonces sus ojos
brillaron y me empujó a la parte más pequeña del baño. Cerró y
bloqueó la puerta y su boca estaba sobre mí mientras sus manos me
levantaban.
Creo que me entendió perfectamente, en este momento.
Mis piernas se enrollaron alrededor de su cintura, mis brazos
alrededor de su espalda mientras comenzábamos un frenesí de perder
la ropa.
Luego estábamos en la ducha. Me apretó contra la pared.
Necesitaba más. Más de él. Más de esta sensación. Más de todo, en
todas partes. Sólo, más.
Jadeé y le recorrí la espalda con las uñas, y él me giró, presionando
mi pecho contra la pared. Me separó las piernas, me inclinó hacia atrás
y se enfundó en mi interior.
Gemí, con los ojos cerrados, y saboreé su sensación.

222
Empujó, hasta el fondo, y aguantó.
Creo que él también lo estaba saboreando, pero entonces empezó a
moverse y mi mente se apagó por completo.
Quería que me follara con fuerza.
Lo quería duro.
Lo quería largo.
Y cuando terminó, quise que lo hiciera de nuevo. Quería escapar, y a
juzgar por la forma en que me agarraba las caderas, empujando dentro
de mí, estaba bastante segura que él también lo necesitaba.
Bueno. Jodidamente bueno.

223
28

ASH
Nunca volamos el edificio de Oscar.
Probablemente era una idea tonta, pero al día siguiente estaba
furiosa cuando nos metimos en una minivan alquilada y nos fuimos.
Ahora estábamos entrando en Arkansas. No volamos porque
transportábamos armas. Supongo que eso era una obviedad. Me
pregunté si Raize tenía a sus otros hombres en Texas o si estaban
delante de nosotros. Tendría que esperar hasta que estuviéramos
solos, o... no. No importaba. No quería saberlo.
Ya había compartido demasiado con Raize. Lo sentía demasiado, y
era incómodo, como si hubiera algo retorciéndose bajo mi piel y no
pudiera sacarlo. Una parte de mí no quería sacarlo. Con otros jefes, ya
estaría pensando en el siguiente tipo para el que podría estar
trabajando. Pero con Raize, no quería eso. Esa era la parte "demasiado
profunda" de esta situación.
Tampoco era bueno.
Nunca puedes confiar en alguien. Quiero decir, a grandes rasgos. Si
estás en un tiroteo, vas a confiar en la gente que dispara a tu lado, pero
esa no era esta situación en particular.
Estaba pensando demasiado.
Necesitaba parar.
Otros demonios, otros fantasmas tendían a salir entonces.
Gus movió la cabeza, apoyándola en mi regazo, y yo lo acaricié
mientras miraba el coche que estaba junto a nosotros en la autopista.
Había un grupo de chicas en él, todas riendo, todas bebiendo de tazas
de viaje. Una llevaba una camiseta de la Universidad de Arkansas.
Sí...

224
Otra vida. Otro mundo.
Eso ya no era mío.
Nunca lo había sido.
Necesitaba superarlo.

225
29

ASH
Días después, estábamos en Filadelfia. Condujimos directamente,
parando para comer y para ir al baño y eso fue todo. Cada uno se turnó
para conducir y cada uno se turnó para dormir.
Excepto Gus. Gus durmió todo el tiempo.
Jake, Cavers y yo llevamos todo a la casa de Raize una vez que
llegamos. El jefe se fue. Suponía que tenía que hacer llamadas, llamadas
con las que definitivamente no quería tener nada que ver. Ya casi
habíamos terminado. Yo tenía la última bolsa y la llevaba dentro.
Cavers estaba en la puerta. Se estaba demorando allí.
Claro, recordé. No se queda aquí con nosotros.
Hombre. Se sentía como si fuera hace mucho tiempo cuando
estuvimos aquí por última vez, como una vida diferente.
Han cambiado muchas cosas.
Jake pasó por delante de Cavers y subió las escaleras, con Gus detrás
de él, moviendo la cola.
Jake se dirigió al segundo piso, echándome una mirada de soslayo.
Gus me olió las manos, pero no tenía ninguna golosina para él, así que
también subió las escaleras.
Raize no había salido de su despacho en la parte trasera. Su
dormitorio también estaba allí atrás.
Jesús.
Su dormitorio. Donde solía hacer fiestas, con múltiples mujeres.
Se me secó la boca. ¿Iba a volver a esos hábitos? ¿Me enfadaría si lo
hiciera? Raize nunca pasaba mucho tiempo sin una fiesta de sexo, así
que tenía que resolver mi punto de vista sobre esa cuestión
rápidamente.

226
Joder.
Se me secó la boca.
Sí. Me molestaría si lo hiciera.
Mi cuerpo se estaba calentando.
Estaría más que molesta. Estaría furiosa.
Así que no, no iba a volver a eso.
Pues bien. Tengo una opinión al respecto.
—No estoy aquí por ninguna razón extraña —anunció Cavers,
sacándome de mis pensamientos.
Le miré, sorprendida. Aunque supuestamente trabajaba para
Bronski, no había hecho mucho para trabajar contra nosotros, que yo
viera. Seguía órdenes y cocinaba. Si se reportaba a Bronski en la
clandestinidad, Raize nunca lo compartió conmigo, y tenía la sensación
de que Raize lo sabría.
Fruncí el ceño.
—¿Por qué me dices eso?
Se encogió de hombros. Era un hombre tan grande, pero nunca había
parecido grande e incómodo hasta hoy.
—¿Estás esperando para hablar con Raize?
Su mirada pasó por delante de mí hacia el final del pasillo.
—No sé cuánto tiempo estará allí.
Eso era un hecho. Acabábamos de volver, y no habíamos logrado lo
que Raize había sido enviado a hacer. Podría estar allí toda la noche, y
todo el día de mañana. ¿Quién lo iba a saber?
Tomé una decisión.
—Le diré que quieres hablar con él.
Su boca se torció antes de aplanarse.

227
—¿Qué? —pregunté.
Sacudió la cabeza, mirando hacia otro lado.
—Nada.
—Lo vi. ¿Crees que soy graciosa o algo así?
—Sólo que ahora tienes un poco de coraje. Antes no lo tenías.
¿Qué?
Pero yo sabía de lo que hablaba, y mi estómago se revolvió. No era
bueno tener nada en esta vida. Todo lo que tenías, lo podías perder.
Aun así, me gustó escuchar eso.
—Iré a decírselo.
Estaba a mitad del pasillo cuando le oí decir en voz baja:
—Gracias.
Miré hacia atrás y vi que algo brillaba en sus ojos.
Eso me conmovió, pero no sabía qué era.
Llamé a la puerta del despacho de Raize y dije:
—Es Ash.
Ash. No yo. El nombre de chica diferente que tomé.
A veces odiaba los nombres. A veces me encantaban, pero siempre
me preguntaba, ¿qué sentido tenían?
La puerta se abrió de golpe. El pelo de Raize estaba más revuelto que
de costumbre, su cara era dura y ojerosa, pero también llamativa. Se
había puesto una camiseta gris sobre unos jeans.
—¿Qué?
Busqué en su rostro y pasé un pulgar por encima del hombro. Su
mirada me siguió.
—Está esperando para hablar contigo.
Raize asintió a Cavers.

228
—Ven.
Me aparté cuando Cavers pasó junto a mí. Me miró.
—Gracias.
La emoción me llenó el pecho. Bajé la barbilla, rígida, y pasé junto a
él. Todo esto se estaba volviendo muy extraño.
Iba de camino a mi habitación cuando oí un crujido en las escaleras.
Jake había bajado, con Gus a cuestas, agitando la cola. Se acercó para
chocar con mi mano y encajar su cabeza debajo de ella.
Los ojos de Jake se dirigieron al despacho de Raize.
—Lo haces por él, pero siento que no quieres tener nada que ver
conmigo.
Oh, hombre.
Me arrodillé, acariciando a Gus por la espalda.
Se agitó y su cola golpeó el suelo con un ritmo constante.
No respondí a Jake. No sabía qué decir.
—¿Lo he cambiado yo o lo hizo él? —preguntó Jake.
Él. Raize.
No levanté la vista, sino que me centré en el bonito movimiento de la
nariz de Gus.
—Bien —suspiró.
Había contestado sin contestar.
Finalmente levanté la vista.
—No te preocupes por nada. ¿De acuerdo? —Y luego mentí—. Nada
ha cambiado.
Él sabía que estaba mintiendo. Yo sabía que estaba mintiendo. Sabía
que él sabía que estaba mintiendo.
Pero mentí de todos modos, y luego lo escuchamos.

229
¡Bang!

230
30

ASH
Nos echamos a correr, Jake se estrelló contra la puerta de la oficina.
Raize y Cavers estaban de pie, mirando atónitos una pistola en el
suelo.
—¿Qué demonios? —preguntó Jake.
Miraron por encima.
Cavers estaba pálido, y su mano se levantó en un gesto de
impotencia.
—Yo... Oh, mierda —Sus ojos se dirigieron a Raize—. Jefe, lo siento
mucho. El arma se cayó y yo... qué maldito error de novato —Se
desplomó en la silla detrás de él. Sus manos atraparon su cabeza, y se
inclinó—. Oh, joder. Joder. Voy a morir.
La mirada de Raize era tormentosa y observaba a Cavers como un
halcón. Sus manos se cerraron en un puño, presionando la parte
superior de su escritorio. Luego, sus ojos se cerraron y respiró, sus
hombros se echaron hacia atrás como si hubiera tomado una decisión.
Nos miró a Jake y a mí.
—Estamos bien.
Cavers murmuró para sí mismo, sacudiendo la cabeza y meciéndose
de un lado a otro en la silla.
—Se le cayó el arma y se disparó —dijo Raize con calma.
Me puse rígida.
Lo mismo hizo Jake, y entonces se lanzó contra Cavers. Lo empujó al
suelo.
—¡¿Qué mierda?! ¡¿Estás loco?!

231
Cavers no se defendió. Simplemente se fue al suelo y dejó que Jake le
golpeara.
—¡Es nuestra maldita oportunidad de vivir, imbécil! ¡¿Qué estás
haciendo, tirando esa clase de mierda?!
Le golpeó unas cuantas veces más.
No sabía qué era lo que más me sorprendía: que Cavers pareciera
realmente arrepentido, que Jake se volviera así de loco o que Raize no
lo hubiera matado ya.
Se me erizó el vello de la nuca y miré a Raize. Me estaba observando,
de nuevo, y esa tormenta estaba ahí en sus ojos. La dejó ver, justo al
frente. Respiró, cerró los ojos y, cuando los abrió, tenía una mirada
atormentada. La agonía pasó por su rostro antes de que se moviera.
De un paso, agarró a Jake por los hombros y lo lanzó contra la pared.
—¡¿Qué demonios?! —Los ojos de Jake se desorbitaron.
Joder. Tenía el presentimiento de a dónde iba esto, y cerré la puerta,
por si acaso.
—Él se sinceró conmigo. ¿Y tú? No has hecho una mierda.
Raize sostuvo a Jake contra la pared.
Noté que su camisa se amoldaba a sus brazos y a su espalda; sus
brazos y su espalda estaban muy definidos. Pero los pies de Jake
apenas tocaban el suelo. En ese momento, todos se dieron cuenta de lo
que Raize era capaz de hacer.
Un escalofrío me recorrió. Alarma. Pero también conciencia.
Deseo.
No pude reprimir un escalofrío en todo el cuerpo.
Sentí que Cavers miraba hacia mí, pero lo ignoré.
—¿De qué estás hablando? —preguntó Jake, pero sus hombros ya
estaban caídos. Pensaba que lo sabía.
—Lo sabes.

232
El pánico brilló en la mirada de Jake antes de mirarme a mí.
—Ella también lo sabe —gruñó Raize.
Jake tragó, su manzana de Adán se balanceó.
Raize no le dejó ir, dejando claro en quién confiaba y en quién no.
Giré los ojos sorprendidas hacia Cavers. Se levantó lentamente y
asintió con la cabeza, como si afirmara mi pregunta no formulada. Se
desplazó hacia atrás, interponiendo unos metros entre Raize y él.
O no... En realidad, le estaba dando espacio a Raize para que hiciera
lo que tenía que hacer.
—No —La palabra fue arrancada de mí.
No podría. No Jake.
No podía ver morir a alguien que conocía.
Simplemente, no.
Raize me ignoró, dejando a Jake en el suelo y retrocediendo hacia mí,
poniéndose entre Jake y yo. Tenía las manos sueltas, en los bolsillos.
Pude ver una pistola en su camisa.
Podía agarrarla tan rápidamente, tan fácilmente.
Quería doblarme.
—No, no, no.
—Yo…
Jake miró alrededor de la habitación.
¿Buscaba aliados? ¿Ayuda?
Cavers se había desconectado de la situación ahora. No podía ver la
cara de Raize, pero su cuerpo estaba preparado. Preparado. Mataría a
Jake en un santiamén, y no sentiría nada mientras lo hacía.
Jake vio esto, lo sabía, y su cara se nubló.
—Joder.

233
Sus ojos encontraron los míos, y supe que ambos estábamos
recordando aquel día en que el otro secuaz había sido asesinado. Sólo
una pregunta. Eso es todo lo que hizo falta. Una pregunta de Raize y
una respuesta mía, y Jake tuvo que deshacerse de dos cuerpos ese día.
—Carloni te quiere muerto —confesó Jake.
Raize no se movió.
Jake lo estudió un momento y dejó escapar una risa amarga.
—Claro. Eso ya lo sabes. Ya sabes que me puso a tu servicio para que
le informara —siguió estudiando a Raize, y la ira brilló en sus ojos. Su
mandíbula se puso rígida—. ¿Lo has sabido todo el tiempo? —Sus ojos
se deslizaron hacia mí—. ¿Ella también lo sabe? ¿Se lo dijiste, y por eso
no quiere saber nada de mí?
Raize se movió ahora.
Fue hipnotizante.
Su espalda se enderezó y su cabeza se levantó, pero no fue sólo eso.
Fue toda una transformación, como si hubiera mudado de piel y un
nuevo Raize estuviera frente a nosotros. Un nuevo depredador. Se
había despojado de lo que le retenía. Podíamos sentir su poder
ondulando por la habitación.
—¿Qué le diste a Carloni? —preguntó con calma.
—¡Nada! —Las fosas nasales de Jake se encendieron. Estaba
enfurecido. Abrió los brazos, gritando—: ¡No le di nada! Esa es la
maldita broma aquí. Fui leal a ti —Su barbilla se sacudió hacia mí—. A
ella —Sus ojos se estrecharon hacia Cavers—. No sé sobre ese maldito,
pero sí, tú y ella. Los elegí a ustedes. Quería trabajar para ustedes, no
para Carloni, pero es la misma mierda. Él es mi dueño. Conoce a mi
mujer y se la quedará —Algo de la lucha se desvaneció de él. Su cabeza
colgaba hacia abajo—. La está reteniendo.
Raize se movió, volviéndose hacia mí.
No, no, no.
Oh, no.

234
Sacudí la cabeza. No quería que hiciera lo que sabía que iba a hacer.
La traición era traición para él. No se involucraba. Hacía su trabajo, y
Cavers era una cosa, pero ahora Jake lo embarró todo. No mantendría a
ambos con vida. Tendría que eliminar a uno.
—¿Está diciendo la verdad? —me preguntó Raize.
El alivio me golpeó con fuerza, haciendo temblar mis rodillas.
Esta pregunta quería responderla. Asentí con la cabeza.
—Sí.
Raize dio un paso más hacia mí, bajando la voz.
—¿Me ha traicionado?
¡No! Sacudí la cabeza.
—No puedes decirlo así.
Sus ojos ardían, su mandíbula dura.
—Contéstame.
No lo haría.
— Pregúntalo de otra manera.
Que se joda. Quería matar a Jake. Yo no.
Jake era como yo, más o menos. Estaba atrapado entre un jefe y otro,
pero no tenía una agenda. Yo sí la tenía.
Esto no estaba bien. No era justo.
—Responde la pregunta.
—¡No! No voy a contestar —apreté los dientes, mostrándolos—.
Pregúntalo. De. Otra. Manera.
La voz de Jake era suave.
—Nunca le di a Carloni nada sobre ti.
Raize lo ignoró, ahora fijado en mí. Sus ojos ardían.

235
—Responde la pregunta, Ash.
Ash. Ese nombre falso otra vez.
Sacudí la cabeza.
—No voy a contestar.
—Joder —dijo Cavers, moviéndose.
Salté, moviéndome hacia Raize.
Me atrapó, pero no me detuvo.
Le rodeé con el brazo y me aparté de un empujón, y su arma vino
conmigo.
Todo el mundo se congeló. La temperatura de la sala bajó.
Raize se lanzó hacia mí, pero grité:
—¡No!
Me apresuré a retroceder, arrastrando los pies hasta chocar con la
pared. Tragué saliva, empujando hacia abajo un bulto porque sabía lo
que tenía que hacer.
No le apuntaría a él. Nunca lo haría. Y hoy había aprendido que
tampoco la apuntaría a Jake o a Cavers, y no quería preguntarme por
qué no. Realmente sólo tenía un movimiento aquí.
Me puse la pistola en la cabeza y quité el seguro.
—He dicho que no.

236
31

ASH
Nadie se movió, o al menos eso pareció hasta que Raize se acercó a mí,
arrancándome el arma y sujetándome contra la pared con su brazo
presionado contra mi pecho. Tenía los ojos muy abiertos,
sorprendidos. Soltó el cargador de la pistola, dejándola caer al suelo, y
luego arrojó el arma a una silla que tenía detrás.
En todo momento, sus ojos no se movieron de los míos.
Mientras tanto, nadie respiraba en la habitación.
Entonces, un sonido gutural se arrancó de él y gritó:
—¡Fuera! ¡Ahora!
Cavers se fue primero.
Jake se movió a un ritmo más lento y se detuvo en la puerta.
—Jefe...
Raize me soltó, agarrando la puerta y cerrándola de golpe. Jake tenía
la opción de dejarse golpear o apartarse. Salió al pasillo y Raize cerró la
puerta.
Me alejé de él.
—¿Te suicidarías? —preguntó.
Abrí la boca, pero no salieron palabras. La cerré de nuevo y agaché la
cabeza.
—¿Eres una suicida?
Cerré los ojos y me doblé para sentarme en el sillón de Raize. Apoyé
la frente en las rodillas y tomé aire.
Sólo un maldito aliento. Las lágrimas me nublaron la vista.
¿Qué estaba haciendo?

237
Ya no lo sabía.
—Me dijiste que tenías una lista. ¿Dejarías eso?
No dije nada.
—¡Contesta!
No pude. Me ahogaba en mis lágrimas.
Un novio normal, o incluso un amigo normal, podría acercarse.
Podrían haberme tocado, suavemente. Podrían haberme abrazado.
Esta no era esa situación. Esta no era esa situación en absoluto.
Raize se quedó atrás, mirándome fijamente hasta que levanté la cara.
Hizo una mueca de dolor y miró hacia otro lado por un momento,
pero entonces la pared se abatió sobre él. Se quedó descolocado.
Casi me eché a reír.
—No tienes ni idea de cómo manejarme.
Volvió a quedarse quieto, y cuando por fin miró hacia mí, había un
brillo en sus ojos que nunca había visto antes.
Casi parecía humano, no un robot. Podría haber sido alguien que
hubiera conocido en mi vida de fantasía. ¿Tal vez un universitario
sexy? ¿Un deportista? No. ¿Un soldado, alguien que había regresado de
una misión, que tenía tiempo libre y que conocí en un bar? Eso parecía
más apropiado.
—No soy una suicida —le dije.
—Te pusiste la pistola en la cabeza.
—Yo... —Ni siquiera lo sabía. No podía explicar lo que no sabía—.
Pregúntame por Jake de otra manera.
—No hay otra manera.
—¡Sabes que la hay! Pregúntalo de otra manera.
Me puse en pie de un empujón. Esta era la lucha aquí.

238
Estaba harta de los asesinatos.
No podía soportar un cuerpo más, especialmente de alguien que
conocía.
Mi pecho se hinchó.
—Pregúntalo de otra manera.
Me gustaba Jake. Me dolió lo que dijo, pero ya no estaba en mi lista.
Fruncí el ceño.
—¿Qué pasó con Cavers?
—¡No es asunto tuyo! —estalló, sus manos volando en el aire, pero
se fue alejando de mí. Su espalda se pegó a la pared y me dejó ver lo
atormentado que estaba, lo afectado que estaba. Lo dejó todo para que
yo lo viera y lo leyera, aunque no estaba segura de que lo supiera—. No
paso mis decisiones por un coño que me gusta follar.
Ok, ahora estaba enfadada.
—Retira lo dicho —dije en voz baja.
Maldijo, en voz baja y larga. Luego se movió, lanzando una silla
contra la pared. Se empaló allí, y la pared la sostuvo. Parecía una obra
de arte abstracta.
—¡Retíralo! —solté, cruzando los brazos sobre el pecho.
Miró hacia otro lado.
No sabía lo que estaba pasando, pero que se joda si no se retracta de
llamarme coño que le gusta follar.
Grité:
—¡Retíralo!
—¡No!
Estaba al otro lado de la habitación y en mi cara en el siguiente
segundo.
Me preparé, pero no me tocó.

239
Se detuvo justo al lado, con su aliento en mi mejilla, sus ojos
tomándome, escaneando mi cara.
Estaba en pánico.
Lo veía ahora, al acecho.
¡Bien! Eso me llenó de satisfacción.
Mi pecho empezó a palpitar.
No, ese era mi corazón.
Me latía en el pecho, cada vez más fuerte, más rápido, un latido
constante y potente. Podía sentirlo hasta en los dedos de los pies, en
los dedos de las manos, en el cuello. Sus ojos se detuvieron en mis
labios.
No podía apartar la mirada.
En sus ojos brilló el hambre y levantó una mano, manteniéndola en
el aire.
Se curvó suavemente, como si quisiera tocar mi cuello, o el costado
de mi cara.
Pero no se movió. Se limitó a mantenerla allí, a unos pocos
centímetros de mi piel.
Sus ojos se alzaron hacia los míos.
—Perra.
Mi corazón seguía latiendo con fuerza, tratando de llegar a él.
—Eres un bastardo asesino —le susurré, hirviendo.
—¿Qué? —se burló—. ¿Quieres follar ahora? ¿Olvidaste que te
pusiste una puta pistola en la cabeza?
—No mates a Jake.
Se apretó contra mí, con los ojos desorbitados, al borde del control.
—¿Por qué?

240
Su aliento era caliente en mí. Se inclinó, sus ojos brillaban ahora.
Entonces encontró su control. Apoyó una mano contra la pared,
junto a mi cabeza. La otra encontró mi cadera y se deslizó hacia arriba,
moviéndose bajo mi camisa, levantándola.
Dios. Casi gimoteo.
La humedad me inundó y empecé a palpitar.
Lo quería.
Tan jodidamente mal.
Se inclinó y sus labios rozaron los míos, mis mejillas, mi barbilla. Me
recorrió un hormigueo.
Jesús.
Lo quería dentro de mí. Me moví, presionando contra él, y ambos
gemimos por el contacto.
Empecé a moverme, un lento roce, y él se quedó quieto, rozando de
vuelta.
Esto era diferente a las otras veces.
Los términos habían cambiado. Los roles estaban cambiando. Todo
se estaba trastocando entre nosotros.
Me moví de nuevo, mi mano lo encontró y le bajé la cremallera.
Dejó escapar un siseo.
—Joder.
Le palmeé la polla y se puso aún más dura. Empecé a deslizar mi
mano hacia arriba y hacia abajo, acariciándolo.
Sus ojos seguían mirándome, pero apoyó su cabeza en la pared junto
a la mía. Me giré, sosteniendo su mirada, y se movió con mi mano.
—No mates a Jake.
Jadeó, empujando hacia arriba en mi mano:

241
— Vete a la mierda.
Apreté el agarre y él gimió, sus ojos se agitaron, pero los mantuvo
abiertos para mirarme. Le pasé el pulgar por la parte inferior de la
polla, y sus ojos brillaron, feroces. Primitivos.
—No mates a Jake.
Enseñó sus dientes, pero se acercó, sus labios encontraron mi cuello
mientras decía:
—Jó-de-te.
Luego tomó el relevo, saboreando mi cuello, chupando allí mientras
me bajaba los jeans, me levantaba y me empujaba.
—Yo.
Empuje.
—Jodidamente.
Empuje.
—Mataré.
Empuje, empuje.
Gemí, mi cabeza cayó hacia atrás contra la pared.
—A quien quiera, carajo.
El sexo fue duro, casi violento entre nosotros.
Lo empujé hacia atrás, pero sólo para ajustar mis piernas en sus
caderas. Me hizo rebotar y luego se giró para colocarme contra el
escritorio. Me agarró de las caderas, manteniéndome quieta, y embistió
dentro de mí.
Me retorcí, intentando moverme con él. Necesitaba la fricción, pero
él se detuvo, tan dentro de mí. Su mano se acercó a mi cuello,
manteniéndome quieta.
—¿Vas a intentar controlarme a través de tu coño?

242
Gemí y me agarré a su camisa. Le di un tirón hacia abajo, pero él se
agarró, moviéndose hacia un lado para poder seguir viéndome. Estaba
luchando por algo que no entendía, pero maldita sea, lo necesitaba.
Me eché, encontrando una silla, y usé la palanca para movernos de
modo que él estuviera dentro de mí, pero estábamos doblados en un
ángulo incómodo. Él no quería salir más de lo que yo quería, pero
ninguno de los dos cedía ante el otro.
Gruñó.
—Deja de moverte.
Gruñí de vuelta, empujando de nuevo.
—¡No mates a Jake!
Se quedó quieto.
Yo también.
Podía sentir nuestros pulsos, ambos acelerados.
Una oscuridad brilló en sus ojos, y me levantó mientras se ponía de
pie. Se liberó, pero me dio la vuelta, presionándome contra el
escritorio. Me bajó más los jeans y me arrancó la ropa interior. Sentí su
mano recorriendo mi culo desnudo.
—Jesús. Eres tan jodidamente caliente.
Mis ojos se cerraron y dejé que mi frente se apoyara en el escritorio.
Sólo quería que volviera a estar dentro de mí.
—Raize.
Me apreté contra él.
Se acomodó allí, sus caderas reaccionando a mi necesidad, y me
volvió a tumbar en el escritorio, su cuerpo cubriendo el mío. Sentí su
mano sobre mi culo, su dedo encontrando ese agujero. Se detuvo, y su
pulgar lo rozó antes de deslizarse dentro.
Nunca me había tocado nadie ahí, y no pude contener el gemido.
Dios.

243
Debería haberme avergonzado de ser tan transparente. Sabía lo
mucho que le deseaba, pero sabía que él tenía hambre de mí
igualmente.
—¡Raize! —Me quejé, girando la cabeza para mirarle fijamente.
Sus ojos se rieron y sonrió, moviendo el pulgar.
—Puedo decir que te gusta eso —Lo sacó.
Abrí la boca, sorprendida, pero maldita sea. Eso se sentía tan bien.
—No mates…
—¡Deja de decir el nombre de otro hombre cuando estoy dentro de
ti, maldita sea! —espetó, volviendo a meter el pulgar.
Me moví con él, como si fuera un botón que me activara.
Raize me atrapó y me sujetó la cadera. Se acercó y volvió a acercar
mi cuerpo al suyo. Yo estaba extendida, doliendo por él.
—Estarás en mi cama todas las noches.
Me quedé quieta. ¿Era eso...? ¿Estábamos negociando aquí?
—¿Qué?
—Lo perdonaré, pero estarás en mi cama. Quiero follarte cuando y
donde quiera. ¿Entendido?
La ira me calentó.
—No voy a ser tu esclava sexual.
—No estoy pidiendo eso. Sólo te quiero a ti.
—¿Yo por su vida?
Porque eso era muy importante aquí. Necesitaba saber para qué era
este trueque.
—No —suspiró—. No voy a matarlo —Me palmeó una de las mejillas
del culo—. Sólo te quiero a ti.
—¿Pero por qué?

244
Estaba presionando. Sentí que necesitaba presionarlo.
Se quedó quieto.
—Porque sé que te hizo daño. Dijo que iba a llegar a ti. Porque
ustedes dos eran amigos.
Me quedé helada. Santo... Lo tengo entonces.
Quería hacer daño a Jake por mi culpa, por lo que dijo que me haría...
Reprimí mis pensamientos, sin querer ir más allá.
Raize debió sentir lo mismo. Su pulgar se movió, girando y barriendo
dentro de mí.
Mis muslos temblaban.
—¡Maldita sea, sólo fóllame!
No respondió, pero retiró el pulgar y metió la polla dentro.
A mitad de camino, su pulgar volvió a entrar y llegué al clímax, justo
en ese momento.
Este tipo.
Iba a ser mi muerte, de una manera u otra.
Podía sentir su risa contra mi cuello mientras me daba la vuelta y se
deslizaba por delante, ahora al estilo misionero. Le rodeé con los
brazos y las piernas. Casi estábamos teniendo sexo como una pareja
normal.

Un rato más tarde, Raize me llevó a su dormitorio, cerrando y


echando el cerrojo a la puerta.
Miré el reloj junto a su cama. Las dos de la mañana. Llevábamos
horas haciéndolo y, cuando abandonó la cama, mi cuerpo se

245
estremeció. Era ridículo, porque quería que volviera a estar dentro de
mí.
Entró en su baño y abrió el agua.
Cerré los ojos y me hundí en las sábanas. No me moví cuando volvió
a entrar en la habitación.
Se dirigió a su armario.
—Voy a tratar con Jake.
Me senté, observándolo a la luz del baño.
Se puso unos pantalones de chándal negros y se agachó para atarse
los zapatos. Se enderezó para ponerse un Henley negro por encima de
la cabeza y bajarlo por los brazos y el pecho. Se lo alisó, observándome.
Estaba desnuda. Sus ojos se encendieron y maldijo en voz baja.
—Esto lo cambia todo. Lo sabes, ¿verdad?
No podía ni empezar a imaginar cómo cambiarían las cosas.
—Sí.
Sacudió la cabeza, sus ojos se dirigieron al techo mientras buscaba la
mesita de noche y cogía una pistola. Comprobó el cargador antes de
guardarla en la parte trasera de sus pantalones. Entonces sus ojos
volvieron a mirar hacia mí.
—Te pusiste una pistola en la cabeza —Me miró por un momento—.
No vuelvas a hacer eso, joder.
Salió de la habitación, cerrando la puerta tras de sí, y yo me
desplomé de nuevo en la cama.
¿Acabo de venderle mi alma? Porque eso es lo que sentí, pero incluso
ahora las imágenes de nosotros pasaron por mi cabeza: yo contra la
pared, trabajando su polla. Él inclinándome sobre el escritorio.
Nosotros de lado, y luego todas las otras posiciones en su cama.
Me puse húmeda.
Enferma.

246
Estaba enferma.
¿Estaba enferma?
Pero me levanté, caminé desnuda hasta su baño y me duché.
No me importaba.

247
32

ASH
Me desperté cuando sentí que la cama se movía.
Raize se inclinó sobre mí, arrodillándose en la cama.
—¿Quieres empezar a tachar nombres de tu lista?
Eso me despertó, bien despierta.
Me senté.
—¿Qué?
—Ya me oíste.
—No sé qué significa eso.
Fue al armario, cogió ropa nueva y empezó a cambiarse. La ropa que
se puso seguía siendo negra, pero era más ajustada, más ceñida. La
capucha de su camiseta de manga larga era una máscara que podía
ponerse sobre la cara.
Se me secó la boca. Me abracé las rodillas.
—¿Qué está pasando?
Se sentó en la cama y se puso las botas.
—¿Qué crees que está pasando? —Se puso de pie y empezó a
moverse por la habitación, cogiendo cosas y metiéndolas en una bolsa.
Tiró una segunda bolsa en la cama junto a mí—. Tienes que poner
todos tus objetos personales ahí.
—¿Estamos corriendo?
No lo había previsto.
—Tengo dos tipos ahí fuera que quieren cambiar de lealtad hacia mí.
¿Qué crees que significa eso en este mundo?

248
—Alguien va a morir.
—Tengo que tomar una decisión. No voy a confiar en que vuelvan y
cambien de opinión. O mueren ellos o mueren sus jefes.
Volvió al trabajo, quitando una sección de la pared para mostrar una
caja fuerte. La abrió y casi se me salieron los ojos. Me levanté y me
acerqué a echar un vistazo. Dinero. Armas. Tenía pasaportes, permisos
de conducir.
Me sentí como si acabara de tener sexo con Jason Bourne.
Siguió metiendo todo en la bolsa. Cuando se llenó, cogió otra del
armario y la tiró junto a la puerta.
La cabeza me daba vueltas. Otra vez.
—¿Vas a matar a Carloni y a Bronski?
—Sí.
Se movió a mi alrededor mientras yo estaba de pie con sólo una
camiseta que me caía hasta la parte superior de los muslos. Me agarré
el extremo de la camiseta, retorciéndola en una bola.
—¿Qué significa eso?
Tenía otra bolsa lista y se detuvo detrás de mí, lanzándola hacia la
puerta.
—Eso significa que vamos a la guerra.
Me giré, con el corazón en la garganta. Ya era una sensación común.
—¿Qué significa eso?
Hizo una pausa y dejó escapar un suave suspiro.
—Tu lista coincide con la línea de tiempo de mi jefe —dijo
rotundamente.
—No le dijiste...

249
—No. Fui con Roman. Me reporté y él decidió que era el momento.
Dejé ese equipo para vigilar a Marco. Llamaron y dijeron que Carloni
estaba en Texas.
Retrocedí a trompicones, pero me tomó la mano.
—Carloni hizo un movimiento. Puede que lo haya hecho a mis
espaldas, no lo sé. Tal vez Carloni descubrió que realmente estoy
trabajando para Roman, no para el hermano al que Carloni responde.
Otra vez. No lo sé, pero Roman tomó su decisión. Tengo la orden de
sacar a Bronski y a Carloni —Se quedó callado—. Tienes que empacar
todo lo que quieras porque cuando salgamos de esta casa, la van a
incendiar. Todo va a cambiar.
Tiró el colchón, dándole la vuelta y apartando el marco. Había otra
caja fuerte en las tablas del suelo, ésta mucho más larga. Raize empezó
a sacar un arma tras otra.
Íbamos a la guerra, y él tenía todo un arsenal para nosotros.

250
33

ASH
Nunca había estado en una guerra de la mafia. Es lo que se ve en las
películas, pero siendo uno de los soldados de a pie, no sabía qué
esperar. Pensé que mataríamos a Bronski de inmediato, pero no fue
así. Llevábamos cinco semanas, y mi experiencia fue la siguiente: nos
instalábamos en algún sitio, esperábamos, Raize recibía una llamada,
se iba (a veces se llevaba a Cavers, a veces a Jake, y algunas veces a mí).
Luego volvía, generalmente ensangrentado, y cambiábamos de lugar.
Y se repetía.
Básicamente, Raize recibía sus órdenes y luego nos daba órdenes a
nosotros. Nosotros las seguíamos.
Lo que había cambiado era que nuestra mierda estaba en el aire (no
es que ninguno de nosotros hablara de ello). Y ello era el primer jefe de
Cavers, Jake estaba bajo el control de Carloni, y la relación entre Raize
y yo. Pero sin embargo, parecía haber una camaradería más fácil entre
todos nosotros.
A Raize ya no le importaba que viajara sola en un vehículo con
Cavers.
Cavers decía más que unas pocas palabras aquí y allá.
Jake volvió a contar chistes de vez en cuando.
Y algo dentro de mí se estaba descongelando.
El único que no había cambiado era Gus. Recibía mimos de todo el
mundo. Ponía su cabeza en el regazo de cualquiera y ese humano
estaba obligado a frotarle las orejas.

251
34

RAIZE
Fui a las coordenadas que me habían enviado, y una hora más tarde,
unos faros vinieron hacia mí.
Así siempre empezaban mis encuentros con Roman Marakov. Esta
vez llegaron tres coches. A veces era uno, a veces dos, a veces un
camión y un tipo me daba un teléfono. Esta vez, los tres coches me
rodearon, y cuando se detuvieron, el jefe de seguridad de Roman salió
del asiento delantero del tercer coche. Dio la vuelta y abrió la puerta
trasera.
Roman Marakov salió y se tomó un momento para mirarme, alisando
la parte delantera de su traje.
Eso, también, era habitual. El traje de tres piezas que llevaba era su
uniforme.
Esperé hasta que se acercó.
Agachó la cabeza en señal de saludo y su seguridad se extendió a
nuestro alrededor. Esto, también, era rutina, pero era un acto.
—Clay —dijo.
Mi nombre.
—Roman.
Sonrió.
—He estado recibiendo informes regulares de tu equipo golpeando
los lugares de mi familia. Estás haciendo un buen trabajo.
Asentí con la cabeza.
—Estoy haciendo lo que me enviaste a hacer.

252
—Fue hace tres años cuando te dije que empezaras a trabajar para
Igor. Has demostrado una y otra vez que eres un digno luchador para
mí. Aprecio tu trabajo.
Roman nunca me hizo cumplidos. Esperé porque estaba trabajando
en algo, y joder, estaba bastante seguro que no me iba a gustar.
Volvió a alisar su traje, poniéndose lo más recto posible.
—Dicho esto, vamos a cambiar de ámbito. Voy a pasar a ser el nuevo
jefe de operaciones de nuestra familia. Me gustaría que estuvieras a mi
lado cuando lo haga.
—¿Qué?
No. Yo hago operaciones de campo.
Cuando me envió a trabajar para Igor en su nombre, era una forma
de trabajo encubierto de la mafia. Eso es lo que hice. Yo era el tipo
enviado a matar, a derribar. No me ocupaba de la gestión. Miré a
Downer, su jefe de seguridad. Yo no hacía esa mierda.
—Debido a tus ataques, Estrada ha retirado su apoyo a Igor —
continuó Román—. Carloni regresó a Filadelfia. Tu medio hermano ha
decidido que una relación con la familia Marakov ya no es algo a lo que
esté abierto.
No era mi medio hermano.
—Me enviaste a hacer una conexión.
—Sí, eso es lo que te dije, pero en realidad te envié para probar si
Estrada sería un aliado digno. Ha demostrado que no lo es. Debido a
esto, he decidido dejar de esperar. Vendré a Estados Unidos
permanentemente. Cuando eso ocurra, me gustaría que se eliminaran
todos los obstáculos para mi familia. ¿Eres consciente de lo que estoy
diciendo?
—¿Ordenas la ejecución de tus hermanos y sus jefes de operaciones?
Eso significaba Carloni. Eso significaba Bronski, finalmente. Me
habían dicho que sí, pero no el "cuándo" podría suceder.
Ese momento parecía acercarse.

253
—Lo estoy haciendo. Pediste a Bronski hace dos meses, pero nunca
dijiste por qué. Está más abajo en el escalafón de mi hermano. ¿Por qué
lo solicitaste?
Los tres hermanos Marakov procedían de una larga línea de
antecedentes mafiosos. Cada uno era poderoso, cada uno despiadado,
pero Roman era el más inteligente. Que quisiera que "entre" y estar a
su lado ya era bastante alarmante, pero si le hablaba de Ash, eso sería
peor.
—He oído que has tomado una mujer —continuó—. Y que ella solía
trabajar para Alex Bronski. ¿Te preocupas por esta mujer?
Miré a mi alrededor, contando a los hombres, anotando su ubicación.
Hice un recuento de sus armas: las que podía ver, los bultos de sus
abrigos, y pude adivinar las que tenían escondidas. Matarlos y atacar a
Roman lo cambiaría todo para mí, para el grupo que ahora consideraba
mi unidad. Por eso nunca tomaba a una mujer. Si era amenazado, no
había línea que no cruzara ni persona que no destruyera.
Pero no quería empezar aquí con este jefe. Me gustaba Roman como
persona, y estaba llegando a respetarlo como líder.
Él me respetaba a su vez, o yo creía que lo hacía.
—Retírate, Raize —Downer se movió, acercándose. Tenía
entrenamiento militar, y reconoció lo que estaba haciendo—. Sólo está
haciendo preguntas.
—Eh, sí.
Roman miró entre nosotros, y era obvio que no sabía qué me había
provocado.
—Nos enteramos de que Alex Bronski disfrutaba violando a las
mujeres a su servicio —continuó—. Me alarmé cuando supe que tu
mujer trabajaba para él. ¿Es esta la razón por la que pediste permiso
para ejecutarlo?
Odiaba decir algo, mostrar algo.
O matas o te matan. Esto, el preguntar sobre esto, no me gustó. No
quería compartir nada.

254
—Clay —murmuró Roman—. Después de Downer, eres mi hombre
más preciado. Lo que puedes hacer en el campo no tiene comparación
con nadie.
Downer gruñó.
—Incluso yo, hombre. No podría hacer la mierda que tú haces.
—Te envié a trabajar para mi hermano. Ascendiste en el escalafón
hasta conseguir tu propio territorio, y sé lo que Igor te hizo hacer para
él. Te deshiciste de todo eso, dejaste ir a todos tus empleados excepto a
dos hombres y una mujer. Sabemos que ambos hombres tenían
alianzas originales con Igor, pero como ambos siguen vivos y contigo,
suponemos que han cambiado oficialmente de posición. ¿Estoy en lo
cierto?
—Sí.
Apreté los dientes, porque a la mierda todo esto. Ahora sabía lo de
Cavers y Jake.
—¿Confías en ellos?
No respondí.
Downer se rió.
—No va a abrirse, Roman. Sobrevive ahí fuera, y no mostrar
debilidad es parte de esa mierda. Dile lo que quieras decir, pero no va a
entrar. No quiere entrar.
Me quedé mirando a Downer. No sabía qué hacer con él.
Parecía saberlo, ya que volvió a reírse, sacudiendo la cabeza y
volviendo al coche.
Roman suspiró.
—¿Tiene razón? ¿No quieres entrar?
Lo miré.
—No.
—¿Confías en tus hombres?

255
No respondí, porque no lo hacía. Pero quería matarlos un poco
menos.
Roman pareció seguir adelante, con los ojos entrecerrados.
—¿Bronski hirió a tu mujer?
Él sabía de ella. Sabía lo de Bronski. ¿Por qué tenía que dar la
afirmación?
Una especie de cansancio pareció apoderarse de Roman y bajó la
mirada.
—Conozco tus antecedentes. Te busqué porque cualquiera que
pueda evadir uno de los escuadrones de la muerte de Estrada, y luego
hacer que acepte un acuerdo, es alguien que vale la pena tener en tu
equipo. Estrada se siente amenazado por ti, esa es la única razón por la
que te quiere muerto. Si no lo estuviera, nunca habría dejado que no
trabajes para él.
¿Por qué me dice todo esto?
Esto no era para lo que me pagaba. Yo no era el cerebro de nada,
excepto quizás de sobrevivir.
—Lo que dijo Downer es correcto —continuó—. Soy consciente de
tus aptitudes, pero a veces te necesitaré dentro —Su voz se hizo más
fuerte—. Necesito un dialecto más abierto entre nosotros.
—¿Quieres que hable más?
Downer se rió con fuerza desde el coche.
Roman le lanzó una mirada antes de volverse.
—Sí, Clay.
Ok...
—No me gusta que me llamen Clay.
La cabeza de Roman se movió un centímetro hacia atrás.
—¿No?

256
—Me llamo Raize. Sólo Raize.
—Te lo dije —dijo Downer.
Roman le dirigió otra mirada, más molesta.
—Tal vez podrías tomar lecciones de Raize y no ser tan
comunicativo como eres.
Otro resoplido.
—Sí. Claro. Entonces te aburrirías mucho conmigo.
En la cara de Roman se dibujó un atisbo de sonrisa. Luego lo borró y
me miró.
—¿Te gusta la unidad que tienes?
Joder. Tenía que volver a hablar.
—Sí.
Volvió a asentir, levantando una ceja.
—Bien. Tienes tu permiso y tus órdenes. Ocúpate de ellos como
creas conveniente, pero lo necesito hecho en tres días.
Yo...
—¿Todos ellos?
Eran muchos golpes para planificar, coordinar y ejecutar en tres
días.
Roman pareció leer mi mente porque inclinó la cabeza hacia el
coche.
—Si necesitas un quinto miembro para tu unidad, temporalmente,
Downer se ha ofrecido para trabajar contigo.
Mis ojos se deslizaron hacia el jefe de seguridad, un hombre grande,
y se reía en silencio para sí mismo.
Era una versión morena de Cavers, pero con actitud.
Un Cavers era suficiente. Mis labios se adelgazaron.

257
—Entendido.
—¿Te parece bien el cambio de planes?
Asentí enérgicamente.
—Tú eres el jefe.
—Sí, pero no nos enfrentaremos a Estrada. ¿Están bien tu hermana y
tu madre? ¿Lo sabes?
—He hecho averiguaciones. Parecen estar bien.
—Eso es algo entonces. Bien, pero Raize, nuestra guerra con Estrada
ocurrirá. Te lo prometo. Y si alguna vez quieres venir a tiempo
completo, la oferta está siempre abierta. Sé que eres leal a los que
respetas. No tengo intención de perder ese respeto.
Deseé por un momento que Ash estuviera conmigo, que pudiera
preguntarle si podía confiar en él, pero no estaba porque yo no
confiaba en él. No confiaba en nadie, o no lo había hecho.
Confiaba en Ash.
Y en Gus, un poco.
Eso era suficiente para mí.
—Ponte en contacto si necesitas ayuda.
—Lo haré.
Normalmente esperaba a que Roman se fuera primero. Esta vez fue
diferente, se sintió diferente, y me fui primero.
Él se volvió hacia su coche y yo me fui.

258
35

RAIZE
Casi olvido en qué ciudad había escondido a mi equipo la última vez.
Nos habíamos tenido que mover muchas veces, y teníamos que
mantener bajo perfil, en ciudades pequeñas, y estar escondidos en el
campo. Sabía que todos estaban acostumbrados a alojamientos más
agradables en la ciudad, pero para esta mierda, en esta guerra, quería
lo más discreto posible. Y como Roman había dejado claro que yo era
diferente, ya que mi unidad manejaba nuestras propias reglas y
nuestras propias operaciones, podía hacer lo que quisiera.
Downer tenía razón, me había dado cuenta. Estaba acostumbrado a
estar en el campo. Me sentía bien.
Es lo que conocía, la forma en que sobreviví.
¿Dentro? ¿Qué aspecto tendría eso?
¿Me pondría un traje? ¿Seguiría a Roman con una funda de hombro
para mis armas? ¿Había política de por medio? No tenía ni idea.
¿Miraría a sus adversarios? ¿Haría la matanza cuando él lo ordenara?
Joder.
Esto es lo que hacía.
No me había gustado ser un traficante de drogas para Carloni, pero
estaba allí por órdenes. Había cumplido mi misión, me había situado en
el lugar donde podía llevar a Roman a un movimiento antes de Carloni.
Estrada. Me jodió que me obligaran a hacerlo, pero las cosas estaban
cambiando.
Necesitaba pensar bien las cosas.
Siempre hubo tres Marakov. Roman dirigía Rusia. Maxim había
estado tratando de moverse en Nueva York, pero eso no estaba
funcionando. Igor dirigía Filadelfia. Igor y Maxim, ambos manchas de

259
mierda en la humanidad, las peores personas posibles que conocía.
Pero el problema era ocuparse de todos ellos.
Si golpeaba a uno, los otros reforzarían la seguridad.
Si golpeara al otro, el resto se escondería, o empezaría a viajar en
convoyes.
Roman había dicho tres días. Conocía el razonamiento. Cuanto más
rápido, mejor; menos tiempo para que nadie se diera cuenta de quién
venía, pero, demonios. Había estado atacando los edificios, donde
tenían a sus chicas, donde movían las drogas. Cada objetivo fue hecho
de una manera diferente. Sin un patrón. Sin hábito. No podían predecir
quiénes venían, por qué venían... pero aún no había ido tras las
cabezas.
Bronski era pequeño.
Carloni era mediano.
Igor, Maxim, eran enormes.
Además de los hombres de Maxim.
Los haría todos en una noche. ¿Un día y una noche?
Necesitaría ayuda.
Una vez hecho, el paisaje cambiaría. Tenía que asegurarme de que
funcionara a mi favor, según mis deseos. Y tenía que decidir cuáles
eran.
Cuando trabajé para Marco, me había conformado con eso. Podía ver
a mi madre de vez en cuando, y estaba dentro de los mismos círculos
por mi hermana. Nunca me importó más.
No quería más.
Era bueno en mi trabajo.
Yo era leal.
Marco debería haber saltado a mantenerme. En lugar de eso, trató de
eliminarme.

260
Cuando me fui, no había pensado en planes de futuro. Sobrevivir y
matar era lo que sabía.
Ahora, con Ash, era momento de pensar.

261
36

ASH
—Estoy cocinando esta noche —anunció Jake.
Cavers acababa de entrar en un local de comida rápida, pero ante el
anuncio de Jake, se detuvo, se dio la vuelta y miró fijamente. Jake
estaba en el asiento trasero. Yo estaba delante.
Además de nuestros numerosos cambios de ubicación, también
habíamos cambiado de vehículo demasiadas veces para contarlas.
Ahora estábamos en un Suburban, y realmente pensé que era el
vehículo soñado de Cavers. No dejaba que nadie condujera a menos
que Raize se lo ordenara.
—No —gruñó.
La cocina también era algo que él reclamaba, aunque ninguno de
nosotros se había enfrentado especialmente a él en eso. Cavers era un
cocinero decente, y lo hacía de forma saludable, aunque también
disfrutaba de sus paradas de comida rápida. Esta noche iba a ser una
noche de comida rápida. Todos los miércoles lo eran, y más aún porque
Raize tenía que irse a alguna reunión. Había dicho que volvería tarde y
que sólo tendría su segundo teléfono encendido. El primero era para
cosas normales. El segundo era para cuando nos atacaban y teníamos
que escondernos, ese tipo de cosas.
Sí. Estábamos así ahora, teniendo que planificar en caso de que eso
ocurriera de nuevo.
Jake suspiró, echando la cabeza hacia atrás.
—Es mi cumpleaños, ¿ok? Solía cocinar la cena para mi abuela en mi
cumpleaños —Sus hombros subieron y bajaron—. Siento que somos
más de lo que éramos antes. Sólo quería hacer algo especial, y el jefe no
está cerca, así que ¿por qué no? No estamos en movimiento ni nada.
Una vez que Jake dijo "cumpleaños", Cavers cambió de opinión.
Asintió con la cabeza.

262
—Oye. Sí. Feliz cumpleaños, hombre.
—Sí, hombre. Gracias —Me vio mirando por el espejo retrovisor y
trató de poner un poco más de fuerza en su sonrisa—. También quiero
emborracharme como la mierda esta noche.
—Vamos a comprobarlo con el jefe primero —Cavers pulsó el
intermitente—. ¿Tenemos que ir a la tienda de comestibles?
—Teniendo en cuenta que sólo tenemos carne frías y panes en casa,
creo que sí.
Jake estaba triste, pero su ingenio seguía ahí.
Le lancé una sonrisa antes de girarme hacia delante.
Cavers entró en la tienda de comestibles local, pero cuando Jake y yo
nos dirigimos a las puertas, Cavers indicó a la derecha.
—Voy a buscar otras cosas.
Había una licorería.
—Bien —Jake le hizo un gesto de aprobación—. Te lo agradezco.
La boca de Cavers se movió en respuesta.
Ya no podía decir de qué pequeño pueblo se trataba. Perdí la cuenta
después del quinto lugar, pero sabía que si alguien venía a buscar, nos
encontraría. Destacábamos por aquí, lo que fue evidente cuando
entramos en la tienda de comestibles. Las mujeres se fijaron en Jake.
Algunos hombres, y los encargados de las bolsas, me miraron. Había
una señora mayor que me acosaba, literalmente, mirándome con
sospecha.
No la culpo. Mi alma estaba goteando sangre ahora.
Los chismosos son los que más me alarmaron, como la mujer que
nos vio y fue directamente a su teléfono, tecleando.
Jake también la vio, mientras tomaba un carro.
—Es difícil no venir al pueblo de vez en cuando.
Asentí.

263
—Seguiremos adelante probablemente mañana.
—Sí.
Ese era también el patrón.
Cuando teníamos que ir a la ciudad, nos movíamos. Por eso,
intentábamos hacer la mayoría de nuestras compras en las gasolineras,
pero había excepciones. Como esta noche. Seguía esperando una noche
en la que Raize volviera, nos dijera que estábamos bien por esta noche,
y pudiéramos bajar la guardia. Sólo por una noche.
No estaba conteniendo la respiración.
—Entonces.
Miré por encima.
Los labios de Jake se habían fruncido mientras empujaba el carro
hacia delante. Me miró de reojo.
—Tú y Raize, ¿eh?
Oh. Sí. Nunca habíamos hablado de eso.
—Sí.
—Tú no... —hizo una pausa, su cabeza se inclinó hacia un lado, pero
no me miraba—. No hiciste eso para salvar mi vida... —miró por
encima—. ¿Lo hiciste?
¡Oh!
Sacudí la cabeza.
—¡No! Dios mío. No. Eso...
Siguió mi declaración, moviendo la cabeza hacia arriba y hacia abajo.
Terminó por mí:
—¿Eso empezó antes?
Asentí con la cabeza.
—¿En Texas?

264
Empezamos a avanzar de nuevo, y yo asentí de nuevo.
Suspiró y se llevó la mano al pecho.
—Tengo que decir que me alivia escuchar eso. Quiero decir, parecías
sentirte atraída por él, pero supongo que... Nunca se sabe en esta vida.
Se me revolvió el estómago. ¿Creía que estaba fingiendo por su vida?
Maldita sea.
—Me siento atraída por él —le aseguré—. No estoy fingiendo.
—Eso es bueno. Y, ya sabes, felicidades y todo eso.
Fruncí el ceño.
—Sí, supongo.
Esta era la conversación más extraña... Estoy segura que había
tenido cosas peores, pero no iba a ir allí. Muy incómodo.
—¿Y tú? —pregunté.
Jake me dedicó una sonrisa irónica.
—¿Yo fingiendo con Raize por ti?
—No —Me reí—. Tú y esa mujer de la que hablaste. ¿Crees que
Carloni todavía la mantiene?
Su sonrisa se desvaneció y sus hombros se desplomaron.
—No sé. Soy un romántico, quería aferrarme a algo. Hacía meses que
no la veía, incluso antes de empezar a trabajar para Raize. Además,
estoy bastante seguro que ella y Carloni se acostaban. Sólo que no
quería aceptarlo —Me dirigió una mirada de consideración—. ¿Sabes
lo que quiero decir?
"¿Qué piensas, hermana?"
Perdí la sonrisa.
—Sí, lo sé.

265
Hamburguesas.
Panecillos.
Ensalada de col.
Patatas fritas.
Frijoles.
Queso. Kétchup. Salsa A1. Cebollas. Lechuga.
Sandía.
Jake había querido lo más parecido a una auténtica barbacoa, y
Cavers apareció justo cuando terminamos de cargar las bolsas de la
compra en el Suburban. Llevaba un paquete de cerveza bajo un brazo y
una bolsa marrón que tintineó al ponerla junto a la comida.
Jake negó con la cabeza.
—El jefe no va a dejar que nos emborrachemos.
Cavers dio un paso atrás, lo ignoró y cerró el maletero.
—¿Tal vez podamos planificar la posibilidad de que lo haga?
Le quitó las llaves a Jake y se dirigió al lado del conductor.
Jake y yo compartimos una mirada.
Podíamos esperar, pero era una esperanza estúpida. Todos lo
sabíamos.

266
37

RAIZE
El coche patrulla estaba parado a un lado de la carretera a media milla
de la casa, eso me enojó. Encendí las luces, giré hacia una carretera
abandonada y me arrastré hacia delante, perdiéndome de vista.
Teniendo en cuenta que estábamos en el campo y que la carretera era
de grava, dudaba que me hubiera visto a mí o a alguien más pasar.
Este coche era el primero que veía por aquí.
Estaba despejando el coche cuando Jake atendió mi llamada.
Primero escuché la música.
—¿Qué pasa?
Maldita sea. Estaba siendo demasiado amable. No éramos amigos.
Era culpa de Ash. Me gustaba cuando la gente me tenía miedo.
Ahora esto. Toda esta actitud amistosa.
—Tienen a un policía vigilando la casa —espeté—. ¿Qué mierda
están haciendo?
—¿Qué? —Se apartó del teléfono y gritó—: Cavers, baja la música.
¿Suena alguna alarma?
Pude oír a Ash preguntando:
—¿Quién es?
Un sonido sordo llegó a través del teléfono, y su voz sonó aún más
distante.
—Es el jefe. Dice que hay un policía vigilando la casa.
Podía oír el murmullo de la voz de Ash, pero no podía distinguir las
palabras.

267
—Las alarmas del perímetro están parpadeando —dijo Cavers—.
Tengo los ojos puestos en el policía.
Gruñí al teléfono:
—Necesito un nombre.
Y esperé.
Se escucharon murmullos desde su lado, y lo que fuera ese ruido
parecía impedir que Jake me escuchara.
—¡Joder, Jake!
—¿Qué? —Eso vino de lejos, luego otro golpe y su voz volvió, más
clara—. ¿Qué dijiste, jefe?
—Sea lo que sea lo que acabas de hacer, no vuelvas a hacerlo. Puede
que no sea capaz de matarte ya que Ash se preocupa por ti, pero te
meteré una maldita bala en el culo. ¿Me entiendes ahora?
—Sí, quiero decir, sí, señor. Jefe. Eso no volverá a ocurrir. ¿Qué
dijiste antes?
—Necesito el nombre del policía. Después de eso, saquen sus armas
y su culo fuera. Lo llevaré hacia ustedes.
—Cavers lo está buscando. Dice que se llama Martínez.
Eso es todo lo que necesitaba. Colgué porque mi paciencia disminuía.
¿Un policía en su patio delantero y no lo sabían?
Quería hacer daño, pero joder. Necesitaba lidiar con esto primero.
Había una buena cobertura alrededor de la casa y el camino de
entrada con un bosque espeso, pero corté a través de un campo
abandonado, abriéndome paso. Me acerqué a la entrada de la casa,
pero seguía oculto por los árboles, y encendí una luz hacia el policía.
Cualquier buen policía se movería hacia adelante para averiguar lo
que estaba pasando, y lo hizo.
Avanzó, manteniendo los faros apagados, lo cual fue inteligente.

268
Cuando estuvo más cerca, volví a encender la luz, más lejos en el
camino de entrada pero todavía en el bosque. Giró hacia adentro,
avanzando.
Si alguien llegaba a la casa, el protocolo era que Ash se ponía en el
canal y escuchaba. Las armas salían y rodeaban. Jake y Cavers estaban
esperando en la entrada, de pie, con las armas en la mano. No estaban
levantadas ni apuntando, las tenían en la mano.
En cuanto la parte delantera del coche patrulla llegó a la calzada,
tuvo una visión clara de ellos.
Si fuera a pedir refuerzos, lo estaría haciendo ahora, pero no lo hizo.
Ash nos habría alertado si lo hubiera hecho. En lugar de eso, este
tipo se detuvo, esperando, y yo me moví detrás de él.
Entonces salió disparado hacia delante en la entrada, encendiendo
las luces. Dejó que brillaran sobre Jake y Cavers.
Era inteligente, lo que sabía por el expediente que tenía sobre él,
pero quería saber qué nos había marcado para él. No habría venido en
coche si estuviera aquí por alguien fuera de los libros. Estaba en su
coche patrulla, con su uniforme, y había abierto la puerta de su coche y
se puso justo detrás. Tenía la pistola desenfundada, pero la mantenía
un poco inclinada hacia abajo. Esperó, observando a Jake y a Cavers.
Giré detrás de él, justo en su maletero. Podría haberme apoyado en
él si hubiera querido, pero me contuve, esperando a ver cómo
empezaba la conversación.
No esperé mucho tiempo.
Levantó la cabeza.
—Estoy aquí por la chica.
Jake y Cavers me vieron, ambos vieron que estaba esperando.
Quería que Jake hablara con él, que le sacara información.
Jake frunció el ceño, pero dio un paso adelante. Mantuvo su voz
amistosa.

269
—Esta noche es mi cumpleaños y estábamos celebrando algo, así
que tendrás que ser más específico. ¿De qué chica estás hablando?
Los ladridos estallaron dentro de la casa. Gus había llegado a la
puerta del garaje y estaba arañando para salir.
El policía se enderezó y estuvo a punto de dar un paso atrás, pero en
lugar de eso levantó su arma.
—Recibí un aviso de que una chica que coincide con una persona
desaparecida fue vista en la ciudad. Recibí otro aviso de que la misma
chica estaba comprando en la tienda de comestibles esta misma tarde.
Y estoy aquí diciéndote que no me voy a ir hasta que aclare lo de esta
chica.
Justo en ese momento, la puerta se abrió.
Ash salió, con el rostro serio mientras se acercaba.
—¿Esa chica se parece a mí?
Los hombros del policía se hundieron y asintió un par de veces.
—Sí. Se parece a ti.
Jake y Cavers intercambiaron un ceño, y Ash pasó junto a Jake.
—Oye.
Levantó una mano, advirtiendo.
Sólo tenía ojos para el policía.
—¿Tienes un cartel o algo así?
Jake y Cavers compartieron una mirada.
Sabía quién estaba en ese cartel. Y sabía que haría que Ash cayera en
picado.
La determinación brilló en sus ojos y echó los hombros hacia atrás.
Su voz se endureció.
—Muéstrame.

270
Pude verla en el asiento del copiloto y, tras escudriñarla, el policía
enfundó su arma y buscó el papel. Se lo ofreció.
Lo miraba fijamente, con la cabeza agachada.
Estaba tan quieta.
Jake se había fijado en ella. Cavers frunció el ceño en su dirección,
pero en vano.
Jake se adelantó un paso.
—¿Es alguien que conoces?
Ash no le contestó.
Levantó la vista y sus ojos pasaron del policía a mí antes de volver.
—¿Puedo quedarme con esto? ¿Tienes copias?
—Señorita —El policía estaba siendo muy amable ahora. Señaló con
la cabeza el papel—. ¿Es usted?
Volvió a mirarlo y no me gustó la mirada que tenía, ni la forma en
que su mandíbula parecía moverse. Negó con la cabeza.
—No.
—Disculpe, señorita, pero... —Si hubiera podido bajarse el sombrero
por respeto, doblándolo contra su pecho, lo habría hecho. Su mano se
dirigió a la parte superior de la puerta de su coche, y sus dedos se
enroscaron alrededor de ella—. Podría ser el doble de la chica. Tendré
que pedir tu identificación.
Ash se llevó la mano al bolsillo y entregó una licencia. Debía ser falsa.
Observé cómo el policía añadía una pegatina en la parte delantera
antes de devolvérsela. Su movimiento fue suave y practicado. Había
estado preparado: esa pegatina estaba en el interior de su muñeca.
Jake y Cavers no habrían notado nada.
Ash miró la pegatina y sin pensarlo dos veces dijo:
—Lo siento, señor, pero no tenemos agua aquí.

271
Los hombros del policía se tensaron. Agarró con fuerza la puerta del
coche. Su voz bajó de tono.
—¿Está segura, señorita?
Volvió a levantar el cartel.
—¿Puedo quedarme con esto?
Se rascó la nuca.
—No sé por qué lo querrías si no eres tú.
Empezó a retroceder, pero se detuvo y volvió a mirar el papel. Sus
palabras fueron amortiguadas porque no levantó la vista, alejándose
del cartel.
—Es mi hermana —Entonces levantó la vista, sus ojos brillaban con
lágrimas no derramadas. Su voz era fuerte—. No sabía que esto había
salido, pero sé quién se llevó a mi hermana. Estoy tratando de
encontrarlo —Sus ojos se endurecieron—. No hay nada para usted
aquí, oficial. Le sugiero que se vaya.
La mirada de Jake se dirigió a mí, con los ojos entrecerrados.
Cavers vio cómo Ash volvía a la casa, abría la puerta mosquitera y se
colaba dentro. Un segundo después, Gus se alejó de la puerta del garaje
y una segunda puerta se cerró en el interior.
El policía tomó su radio.
—Ahora, no sé qué está pasando aquí, pero creo que...
Ahora era mi turno, y lo hice amartillando mi arma.
El sonido era claro, nítido.
El agente dejó de hablar, con las manos en alto, y en ese momento
me acerqué, colocando mi arma en su nuca.
—Este es el momento en el que se sube a su coche, Oficial Martínez.
Avisa que está fuera de turno y en lugar de parar a ver a tu compañera
para el encuentro habitual que tienes con ella, te sugiero que te dirijas
directamente a tu mujer y a tus dos hijos. Te sugiero que aprecies lo
que tienes porque mañana puede que tu mujer no llegue a su turno en

272
la cafetería del barrio y que tu hermana no llegue a tu casa donde cuida
a tus hijos —dejo que el silencio se asiente un momento—. Pero si
haces lo que te digo, no le pasará nada a nadie. Por la mañana, puedes
avisar de un incendio en la casa de la señora Rominsciez porque para
entonces ya estará quemada.
Me acerqué a él y lo rodeé con la mano para agarrar su arma. Se puso
tenso, pero no me detuvo cuando se la quité de encima.
—Pero me gustaría tener una garantía, y creo que odiarías que tu
arma se utilizara en un asesinato, especialmente el de tus propios seres
queridos, así que voy a quedarme con ella. Cuando vuelvas por la
mañana, estará envuelta —Le toqué el hombro izquierdo—. Necesito
que veas dónde la voy a poner.
Miró, y sus manos se flexionaron en el aire donde las había estado
sujetando.
—¿Ves el grupo de abedules blancos allí abajo?
Tuvo que tragar saliva antes de rallar:
—Sí.
—Estará detrás del segundo árbol, para que nadie más la encuentre
antes de que tú llegues.
No podía verme, pero sus ojos estaban abajo. Intentaba ver mis
zapatos. Estoy seguro que estaba tratando de memorizar cada detalle
de mí que pudiera conseguir.
—¿Eres del cartel? —preguntó.
—Algo así.
Asentí a Jake y Cavers, indicándoles que volvieran a entrar.
Lo hicieron, pero lentamente, a regañadientes.
—Sé que tu trabajo consiste en hacer lo correcto, y lo entiendo. Lo
entiendo. Pero viniste solo, y no pediste refuerzos, y sabías que tenías
que pensar qué hacer cuando vieras a mis hombres esperándote con
armas en las manos, porque si retrocedías, podrían haber empezado a
disparar. Tú también lo sabías. Así que no digo nada de esto para

273
acariciar tu ego, pero sí digo que hiciste lo mejor que pudiste en una
situación sin suficientes policías para vigilar todo el territorio. Fuiste
inteligente al respecto.
Me aclaré la garganta.
—Sin embargo, esta es mi verdadera advertencia para ti. Dentro de
una semana, quizá dos, empezarás a replantearte quiénes somos, y
recordarás lo que te dijo esa chica: que es la hermana de la chica
desaparecida. Por eso, te digo ahora mismo que no la recordarás.
Nunca. Ni a ninguno de nosotros, ni al perro, ni a los hombres, ni a mí, a
quien ni siquiera podrás ver. Porque si lo haces, no enviaré hombres
por ti. Vendré yo mismo. Si no haces caso de esta advertencia, tú y toda
tu familia se acostaran una noche y ninguno despertará. Soy esa clase
de asesino.
Esperé, dejando que procesara eso, y luego di mis últimas
instrucciones.
—Subirás a tu coche, vas a esperar tres segundos, y luego vas a dar
marcha atrás e ir a casa con tu familia. Sin llamadas, excepto para decir
que estás terminando tu turno.
Empecé a apartar la pistola y él bajó las manos.
—¿Cómo sabes que aún no he llamado? —preguntó.
Me relajé.
—Porque nunca lo haces hasta que vuelves a casa con tu mujer.
Sí. Hice mi investigación, en cada ciudad que visitamos.
Él lo notó, con una mirada extraña en su rostro, y luego subió a su
coche.
Mientras sus luces traseras se desvanecían, entré en la casa.
Jake y Cavers ya estaban recogiendo todo.
Gus se acercó a mí saltando y queriendo atención.
Lo ignoré. Bueno. Joder. Le di dos palmadas y fui a buscar a Ash.
Ella estaba en la oficina, empacando también.

274
Levantó la vista.
—Estoy bien. Lleva a uno de los chicos a buscar tu camioneta.
—¿Qué había en la pegatina?
Sus ojos parpadearon.
—Si necesitaba ayuda, debía ofrecerle agua.
Eso fue inteligente, muy inteligente. Le asentí con la cabeza.
Jake me esperaba en la puerta, con las llaves en mano. No se dijo ni
una sola palabra mientras recuperábamos la camioneta.
Cuando volvimos, el Suburban estaba lleno. Salimos dos horas más
tarde, después de despejar todo y asegurarnos que el fuego ardería
rápidamente. Abandonamos mi camioneta una hora después del viaje,
limpios.
Fue una hora después de eso cuando Cavers rompió el silencio.
—Gus necesita comida.
—Tengo que mear —añadió Jake.
—Siento lo de tu cumpleaños, Jake —dijo Ash.
¿Cumpleaños? No lo sabía.
Se encogió de hombros antes de mirar hacia mí.
—No lo sientas. Tengo un plan diferente.
Ya había tenido suficiente.
—Es más difícil ser los buenos. Piensa en eso. Todos los demás,
cállense.
Condujimos en silencio mientras la cola de Gus golpeaba contra el
vinilo.

275
38

ASH
Raize estaba nervioso. Es decir, más de lo habitual. Siempre estaba al
límite.
Pero no quiso hablar con nadie, ni siquiera conmigo.
Condujimos hasta Baltimore y nos alojamos en un motel con dos
habitaciones comunicadas. Podíamos aparcar justo en la puerta. Nadie
vigilaba a nadie en un lugar así. Había unas cuantas chicas trabajando
en la esquina, así que Raize envió a Cavers a averiguar quién era su
chulo. Después de eso, colocó un montón de papeles en una cama de su
habitación, con las manos en la cadera mientras los estudiaba.
Llevaba una hora estudiándolos. Tal vez dos.
Cavers volvió e informó de quién era el chulo, pero Raize sólo gruñó
cuando se lo dijo. No apartó la vista de esos papeles.
Estaba parado y observaba a Raize, tratando de no ser obvio al
respecto. Cerró la puerta y me hizo un gesto para que le siguiera. Jake
se acercó. Gus también.
—¿Qué está pasando? —preguntó Jake en un susurro.
—Ni puta idea —dijo Cavers—. Me dijo en una gasolinera que le
consiguiera un coche para mañana, que me asegurara de tener toda la
gasolina y que pusiera todas las armas en el maletero. Quiere un coche
que pase desapercibido. No sé si quiero saber qué está planeando,
porque sea lo que sea, no se parece a nada de lo que hemos hecho. O
supongo que cualquier cosa que haya hecho...
—Tengo doce objetivos.
Raize estaba de pie en la puerta de la sala de conexión, ahora abierta.
Tenía las manos cerradas en un puño y sus ojos brillaban con una
ferocidad que sólo había visto en algunos momentos de intimidad.

276
—Y tengo dos días para eliminarlos. Dos. Días. Y ninguno de ellos
está en la misma puta ciudad.
Me lancé hacia él, pero levantó la mano, girando la cabeza hacia un
lado.
—No. No me toques, ahora no.
Lo ignoré, yendo directamente hacia él y pegándome a su pecho.
Mis manos se introdujeron en la espalda de su camisa, dejando que
sintiera mi piel contra la suya.
No me devolvió el abrazo. No lo esperaba.
Pero sí gimió, y lo sentí a través de su pecho.
—Tengo que cometer un asesinato en masa mañana por la noche, lo
suficiente como para clasificarme como asesino en serie —dijo—. No
necesitas consolarme.
Incliné la cabeza hacia atrás, encontrando sus ojos. Algo de esa
fiereza había desaparecido.
Bien.
Volvió a aparecer algo de mi Raize y una mirada de pesar apareció
en sus rasgos cuando me puso una mano en la espalda y me acercó.
—Oye, hombre —dijo Jake, señalando la habitación—. Vamos a
ayudar. Somos como la Brigada Criminal. Ya sabes, somos de élite y
estamos unidos y... —Gus levantó la cabeza desde donde había saltado
a una de las camas, con su cola golpeando la manta—. Tenemos
nuestro propio Rocket, excepto que no es muy inteligente y no puede
ensamblar armas, pero es el perro literalmente a batir en una pelea. Lo
cual puede no ser bueno, pero ya sabes, funciona para nosotros —dio
una palmada, sonriendo—. ¿Tengo razón? Tengo razón. Todo el mundo
sabe que tengo razón.
Gus dio un ladrido.
—Gus sabe que tengo razón.
Jake se acercó y se sentó en el borde de la cama.

277
Gus se acercó, poniendo su cabeza en el regazo de Jake. Tantas
caricias. Gus estaba en el cielo.
—¿Quiénes son los objetivos? —preguntó Cavers.
Raize recorrió la lista, y sí, eran muchos, y ninguno de ellos era
pequeño.
Tras una pausa, me miró.
—Bronski es el último.
Bronski.
El hielo empezaba a instalarse en mi pecho.
—¿Tienes el visto bueno para él?
Asintió con la cabeza.
—Lo tengo.
—Quiero hacerlo.
—Ni hablar.
Me centré en Raize cuando dijo eso, pero pude sentir que Jake y
Cavers compartían una mirada.
Ahora les gustaba hacer eso. Era lo suyo. Se habían unido.
Me alejé un poco más, cruzando los brazos sobre el pecho.
—¿Perdón?
Raize suspiró, y no necesité verle poner los ojos en blanco para saber
que estaba poniendo los ojos en blanco. Volvió a entrar en nuestra
habitación. Lo seguí. Cerró la puerta tras nosotros y oí a Gus quejarse.
Ahora mismo estaba concentrada. Dejaría que Gus entre más tarde.
Raize volvió a estudiar los papeles.
—No puedo tener esta conversación. No va a ocurrir, y tú no quieres
que ocurra. Sólo que no lo admites.
Me quedé con la boca abierta. La rabia me subió por la espalda.

278
—¡¿Perdón?!
Él gimió.
—Eres buena, como buena, buena. Odias que mate a alguien. Estás
traumatizada por los dos tipos que mataste, y no te gusta hablar de
ellos. Tú matando a Bronski…
—Mi violador.
Se quedó callado.
Él no podía decirlo, así que lo haría yo.
—No soy quien era cuando empecé en este mundo. Las cosas son
diferentes. Soy más dura. Demasiada gente ha sido asesinada delante
de mí, y eso me afecta. Cada noche.
—Lo sé —Su tono era suave—. Siento que te sacudes en la cama, y
tiemblas, y sé que lloras en la ducha.
Sí.
Todo eso.
¿Sabía todo eso?
Me quedé alucinando, pero hombre, no debería estarlo.
Cerré los ojos, tomé un respiro y volví a hacerlo.
—¿Has sido violado alguna vez?
—¿Qué?
—Soy consciente de que los hombres son violados, así que te
pregunto si alguna vez lo fuiste.
—No.
—Entonces no puedes decirme a quién quiero o no quiero matar. No
puedes tomar esa decisión por mí.
Se inclinó, sus ojos se volvieron tiernos, y casi no pude soportarlo.
Hizo que mi corazón se acelerara de una manera extraña.

279
—Mataste en defensa propia —dijo en voz baja.
—No lo hice.
—Lo hiciste. Si no hubieras atacado a ese tipo, habría matado a Gus,
y sabías que no podrías distraerlo porque te habría matado a ti
después. Tomaste una decisión, y te dijiste a ti misma que era en
defensa de un perro. Odias cuando los inocentes quedan atrapados en
el fuego cruzado. A nadie le gusta eso, pero es parte de este trabajo. Sin
embargo, te atormenta. Sé que te preocupa que vuelva y mate a ese
oficial y a su familia, y eso es lo bueno que hay en ti. Tú. Eres. Buena —
Me dio un golpecito en el pecho—. Yo no lo soy. Soy un asesino,
directamente. No hay nada bueno en mí. Todo es malo. Me dicen que
mate, y lo hago. Tú eres lo más parecido a una conciencia que tengo, e
incluso tú sabes que los malos tienen que irse.
No lo entendía.
Nunca lo haría.
—Si no planeas que apriete el gatillo sobre Bronski, me escabulliré y
lo haré yo mismo. No es el primero de mi lista, pero no está muy abajo.
Como era un poco mezquina, me fui a duchar y dejé la puerta abierta.
Podía oírme desnudarme y sabía que no era bienvenido aquí. Pero una
vez que entré en el agua, todo eso se fue por el desagüe, y sólo estaba
Bronski.
Yo sintiéndolo.
Yo escuchándolo.
Él, él, él.
Estaba en todas partes y no podía luchar contra él.
Estaba... Apreté los dientes, levantando la cara y dejando que el agua
me golpeara.
Raize no lo entendía.

280
39

RAIZE
Ella llevaba una hora en la ducha y no tenía ni idea de qué hacer.
Las horas que tenía para conseguir estos objetivos pasaban, pero
ahora tenía una mujer, y me preocupaba por ella, y había sido violada,
y quería matar a su violador, y estaba en la ducha, y yo… No. Tenía.
Ninguna Jodida. Pista. Sobre. Qué. Hacer.
El agua se cerró, pero ella seguía sin salir.
Esperé, tratando de estudiar lo que Downer me había enviado sobre
mis objetivos, pero los hechos y las ubicaciones y los horarios se
confundían en mi cabeza.
A la mierda.
No sabía dónde estarían los hombres de Maxim mañana, pero sabía
dónde estaba Carloni esta noche. Sabía dónde estaba Bronski esta
noche. Quería matar a Bronski.
Bien. Iremos a matar a Bronski.

ASH
Salí del baño y me detuve en seco.
Raize estaba vestido todo de negro, todas las armas estaban
guardadas. Sus papeles ya no estaban extendidos.
Y sus ojos, un escalofrío recorrió mi espalda.
No tenía un buen presentimiento, así que apreté mi camiseta.

281
—¿Qué está pasando?
Tiró mi pistola sobre la cama.
—Ponte el traje. Vamos a hacerlo esta noche.
Se me secó la boca.
Hombre.
Mi mente se quedó en blanco.

282
40

RAIZE
Repasamos el plan. Todo estaba listo.
Cavers se arrastró hasta la cabina de la camioneta que había robado
una hora antes, metiéndose por la ventanilla trasera. Una vez dentro,
se enderezó y miró hacia atrás. Yo estaba conduciendo. Ash se había
negado a sentarse dentro. Se había metido en la parte de atrás, se había
desplazado hasta la esquina más alejada, se había abrazado a las
rodillas y no se había movido desde entonces. Jake estaba allí atrás
vigilándola.
—Jefe.
Cavers volvió a mirar hacia atrás, y supe a quién estaba controlando.
Tuve la sensación de que Jake le dijo que presionara esto.
Esto no venía de Cavers. Incluso siendo un soplón, apestaba. No hizo
nada.
Hacia su trabajo para mí, y cocinaba.
¿Ahora iba a venir aquí? ¿Iba a presionarme sobre Ash? ¿Era eso?
Jake lo puso en marcha, pero yo sabía que lo hacía porque le
importaba.
Aun así. La bala en el culo podría ser una posibilidad.
—Tal vez deberíamos haberla dejado con Gus.
Gus odiaba que lo dejaran atrás. Lo odiaba. Había estado ladrando
cuando nos fuimos, así que tuvimos que ponerlo en el baño, lo que todo
el mundo odiaba. Incluso yo. Era un buen perro guardián para Ash,
pero donde íbamos, habría sido un desastre. Era lo opuesto al sigilo.
Me encogí de hombros.
—Dijo que quería matar a Bronski.

283
—Sí. Lo sé, pero...
Su silencio fue largo y sufrido, tan jodidamente sufrido.
Gruñí, dando otra vuelta. Ya casi habíamos llegado.
—Di lo que tengas que decir, luego vuelve a poner tu culo ahí, y no
vuelvas a moverte, joder.
Su boca se cerró y se enderezó con un movimiento de cabeza.
—Entendido.
—Ahora di tu parte.
—No parece que lo necesite. Vas a dejarla entrar de todos modos.
—Sí.
Suspiró.
—Lo tengo. Algunas cosas nunca cambian, ¿eh?
Giré el volante, pisando los frenos. Jake y Ash estarían bien. Habían
aprendido a viajar en la parte trasera de la camioneta. Lo estrellé
contra el parque y agarré a Cavers por la garganta, presionándolo
contra el lateral del asiento.
—¿Quieres decir esa mierda otra vez? —apreté—. Lo haremos así
esta noche, porque las cosas han cambiado —apreté mi agarre—.
¿Cuándo vas a entender eso, joder? Todo ha cambiado.
Algo crujió detrás de él y oí golpes. Gritos apagados.
Podría matarlo. Aquí mismo. Ahora mismo. De esta manera.
Podía apretar un poco más fuerte, sentir su garganta estallar y su
cuello romperse.
¿El antiguo yo? Vino a trabajar para mí para traicionarme. Con eso
bastaría para ponerlo bajo tierra.
¿Este jodido nuevo yo? No me gustaba este jodido nuevo yo.
La puerta se abrió de golpe y me tensé, esperando que las manos me
tiraran hacia atrás.

284
Ash estaba sobre mí, arrastrándose sobre mí, llegando a mis manos y
clavando sus uñas, rompiendo mi piel.
—¡Suéltalo! ¡Suéltalo!
Estuvo a punto de morir.
Él lo sabía. Me estaba mirando y lo vio. Vio que quería matarlo, pero
joder, quería matar a todo el mundo. El pánico estalló y empezó a
luchar.
Me gustaba tener este poder: un sudor frío me invadió. No, no me
gustaba este poder.
No me gustaba nada.
Pero que se joda.
Apreté una última vez antes de soltarlo.
Fue entonces cuando mi oído se aclaró y Ash me gritó:
—¡Oh, Dios mío! Casi lo matas.
Retiré mi brazo, ahora ensangrentado, y Ash me lanzó una mirada de
odio antes de volverse hacia Cavers.
Salió de su lado del camión, tosiendo y doblado. Ella se revolvió con
él, atendiéndolo.
Jake vino a mi lado, esperándome.
Me vio el brazo y me entregó una botella de bourbon.
—Pensé que ibas a matarlo.
Gruñí, volcando el bourbon sobre mi brazo. Debería haber sentido
una quemadura, una buena y sólida. No sentí nada. Así era cuando
mataba. Todo en mí se apagaba. Tenía que hacer lo que tenía que
hacer. Y lo haría. Luego me volvería a encender, cuando fuera seguro
volver a estarlo.
—Tú lo enviaste allí —Le dirigí una mirada—. No soy alguien a quien
presionar esta noche.

285
Jake tragó, y luego asintió.
—Me imaginé que había metido la pata lo suficiente, pero estoy
preocupado por ella.
—Por eso eres tú el que está con ella ahí dentro. ¿Entiendes?
Bajó la cabeza rápidamente, con ánimo.
—Entendido.
—Tú y yo, hay estática porque eres mi número dos. Puedes dirigir, si
lo necesitas. Esa es la razón de la estática.
Volvió a bajar la cabeza.
—Lo sé.
Buena charla. Estaba hecho.
Me apoyé en la camioneta. Había participado en innumerables
misiones, pero no del tipo de ejecución descarada, no como esta, no
con estos desafíos.
Debería haberles avisado.
Miré por encima de la parte trasera de la camioneta para encontrar a
Cavers frotándose el cuello y mirándome fijamente. Ya empezaba a
tener moratones.
—Hay una cafetería justo delante —le dije—. Pueden quedarse allí.
Esperen una hora y luego llamen a un coche para que los lleve de
vuelta al motel. Haré esto solo.
—Hey.
Levanté la vista del asiento del conductor.
—Sé a dónde vas. Sé qué noche es. Vas a necesitar al menos uno más
contigo —Jake cerró la puerta por mí, golpeando la ventana abierta—.
Estoy contigo.
El camión se movió cuando alguien subió a mi lado. Ash.
Ella tenía su arma fuera.

286
—Vamos.
Me quedé mirándola un segundo, pero estaba apagada. Tras un
segundo de vacilación, Jake volvió a subirse junto a Cavers, y luego
levantó la barbilla. Cavers no me miraba, pero ya estábamos listos.
—Ash...
—No —siseó ella—. No sé lo que te hizo estallar, y realmente no me
importa ahora. ¿Tú y yo? No sé lo que es, y ni siquiera sé si lo quiero,
así que no tienes que preocuparte por mí. Mi cabeza está en mi
hermana y en matar a Bronski. No me pongas una mierda de mujer
débil, porque estoy tan lejos de eso que estoy dispuesta a rodear tu
cuello con mis piernas y apretar hasta que te mueras. ¿Me entiendes?
Mierda. Arranqué la camioneta y conduje.
Yo la traje.

287
41

ASH
Aparcamos y todo el mundo se preparó en el callejón. Estaba oscuro,
pero pude distinguir a Raize sacando una caja de algún tipo y pulsando
un botón. Una luz roja parpadeó dos veces y luego se apagó. Hizo
señales con la mano a Cavers y a Jake, y ambos asintieron. Luego
repartió los silenciadores. Jake conectó el mío a mi arma. Y aseguró una
segunda a mi espalda.
Raize distribuyó máscaras y nos las pusimos sobre el rostro. Sólo se
veían nuestros ojos.
También teníamos tapones para los oídos, pero Jake sólo me colocó
el mío en la oreja, dejándolo colgar.
Después de eso, Raize nos hizo un gesto para que nos fuéramos.
Él fue primero.
Cavers fue el siguiente.
Jake me indicó que fuera delante de él y se puso en la retaguardia.
Llegamos al edificio y, cuando doblé la esquina, los cuatro guardias
de seguridad habían caído. Raize y Cavers atravesaron la puerta y
subieron corriendo el primer tramo de escaleras. Los guardias que
estaban dentro de la puerta también estaban inconscientes.
Empecé a ir tras ellos, pero Jake me tocó el brazo y me indicó que
avanzara por el primer piso.
Asentí con la cabeza.
Se adelantó a mí, guiando el camino. Nos abrimos paso por el piso. A
cualquiera que Jake viera, lo derribaba.
Cuerpo tras cuerpo, y tuve un momento, uno corto en el que flaqueé,
pero Jake siguió avanzando. Necesitaba recordarme que estos hombres
estaban aquí por una razón. No eran ni mejores ni peores que nosotros,

288
y Dios sabía que nosotros también merecíamos las balas. ¿La matanza
que hicimos, el mal que cometimos? Esa era la muerte que sabía que
iba a llegar.
Me pareció bien.
Así que me cerré, invoqué a la Ash que había estado en la camioneta
con Raize no hace mucho, y seguí adelante.
No había usado mi arma. Todavía.
Por encima de nosotros, oímos ligeros golpes. Supuse que Raize y
Cavers estaban limpiando su piso, igual que nosotros.
No entendí por qué nadie llamaba antes, haciendo sonar la alarma,
pero al subir un segundo tramo de escaleras, vi a uno de los hombres
que Raize o Cavers ya habían sacado. Tenía la mano extendida y el
teléfono en ella, pero el aparato estaba totalmente muerto.
Había otro teléfono por otro cuerpo y lo mismo.
No saqué mi teléfono para comprobarlo, pero supuse que Raize
había conseguido con un bloqueador de teléfonos móviles.
Los gritos no empezaron hasta que Jake y yo estábamos a mitad de
camino en el segundo piso. Los gritos eran apagados, pero claramente
provenían del tercer piso. Jake salió corriendo. Yo iba justo detrás de
él, y cuando llegamos, la puerta de una gran habitación estaba abierta.
Jake se puso el tapón y me indicó que hiciera lo mismo.
Escuché zaps desde el interior de la habitación.
La gente corría.
Más zaps.
Se intercambiaron disparos.
Más golpes.
Nos detuvimos justo delante de la puerta, esperando a que nuestros
dos tapones estuvieran puestos y entonces entramos.

289
Intenté no contar cuántos hombres había pisado, hasta que me di
cuenta de lo que estaba viendo.
Era una partida de póker, y algunos ni siquiera se habían levantado
de sus asientos antes de encontrar su fin. Vi a Carloni y a dos de mis
anteriores jefes. Había otro hombre en la esquina, con sus hombres de
seguridad rodeándolo, pero todos habían caído. El cuerpo del tipo
había retrocedido y se había desplomado en el suelo, con un agujero de
bala en la frente.
Había un hombre todavía vivo, y se acobardó bajo la mesa.
Me acerqué y vi que era el repartidor. Me miró a los ojos y levantó
las manos.
No le disparé, haciendo un gesto para que Jake lo dejara en paz.
Jake se giró para acabar con los pocos hombres que quedaban en las
afueras de la sala con Cavers.
Raize se había ido.
Una puerta en el fondo de la habitación estaba abierta.
Probablemente Raize había pasado por ella.
Escaneé los cuerpos, la habitación. Ninguno era Bronski.
¿Dónde estaba Bronski?
Hubo un último zumbido, y entonces Cavers estaba corriendo, sus
pasos como una manada entera de caballos en estampida por la
habitación. Desapareció por la puerta.
El tiroteo comenzó de nuevo.
Jake se había detenido para recoger teléfonos y carteras de los
hombres. Sacó una bolsa de algún sitio (no sabía dónde la tenía
escondida) y le ayudé. Hicimos lo mismo con todos los presentes, y con
el repartidor también, una vez que Jake lo dejó inconsciente. No creí
que fuera necesario, pero no le disparó. Eso fue algo.
Luego retrocedimos, pasando por todos los hombres caídos en los
pasillos, y volviendo al primer piso.

290
Cuando llegamos a una salida, Cavers bajó por la escalera trasera,
con una bolsa en la mano. Pasó primero, dejando la puerta abierta.
Jake le siguió. Yo fui la siguiente.
Cavers tomó mi bolsa y la metió en la suya, que ahora estaba abierta,
pero la estaba cerrando con una cremallera.
¿Dónde está Raize?
¿Dónde está Bronski?
No pregunté. Habíamos hecho todo esto en completo silencio.
Corrimos, en fila india, de vuelta a la camioneta. Cavers se puso al
volante. Jake saltó a la parte trasera y me agarró del codo, ayudándome
a subir mientras yo me lanzaba detrás de él.
Entonces nos fuimos.
Cavers puso la camioneta en reversa.
Me agarré al lateral para sujetarme. Llegamos a la calle, y él siguió
adelante, hasta el siguiente callejón.
Una puerta se abrió de golpe, la luz golpeó el pavimento del callejón,
y Cavers pisó el freno, deteniéndose justo delante de ella.
Raize apareció, con el pecho agitado y cubierto de sangre. Tenía un
cuerpo arrojado sobre el hombro, ya sea muerto o inconsciente. Jake se
levantó para ayudarle, y cuando lo pusieron en la parte de atrás, me
quedé helada.
Era Bronski.
Raize me miró fugazmente a los ojos antes de agarrarse al lateral de
la camioneta y lanzarse junto a mí.
Una vez que se acomodó, se pegó al costado de la camioneta y me
empujó para que me sentara. Jake también se acomodó, moviendo
algunas de las bolsas que habían tirado antes en la parte trasera. Las
utilizó para apoyarse. Yo me arrastré hacia delante e hice lo mismo
mientras Raize se ubicaba detrás de nosotros. Se agarró a mi pierna y a
la de Jake para mantenerse quieto, antes de agarrar uno de los brazos

291
de Bronski. Jake tomó el otro. Lo anclaron mientras salíamos de la
ciudad.
Cavers nos llevó de una carretera a otra, frenando y luego
acelerando. Se mantenía en las calles laterales más oscuras: menos
cámaras, menos iluminación.
No podría decir cuánto duró el viaje. Se sintió muy rápido y como si
fueran días.
Una vez que llegamos a la grava, el agotamiento se apoderó de mí, y
un último pensamiento pasó por mi mente:
Nunca usé mi arma.

¿Cómo te llamas, cariño?


Sacudí la cabeza, apartando ese recuerdo.

292
42

RAIZE
Nos detuvimos en un terreno arbolado, y enseguida, Cavers y Jake
tomaron todos los teléfonos y carteras. Sacaron el dinero en efectivo y
todo lo demás fue a parar a un montón. Se añadió una buena dosis de
líquido para encendedores y todo se encendió.
Jake volvió al camión y agarró una de las bolsas que habíamos
preparado. Abrió la bolsa y se tiró al suelo. Tanto él como Cavers se
despojaron de sus ropas, buscaron y se pusieron las nuevas.
Ash se acercó, todavía observando a los chicos.
—¿Por qué hacen eso con los teléfonos y las carteras?
—Tomamos todo lo que podía identificarlos para darnos tiempo.
Se balanceó sobre sus talones, con las manos en el bolsillo delantero
de su sudadera.
—Oh.
Miré a Bronski y luego a ella. Tenía que tomar una decisión.
Jake hizo una pausa, viendo hacia dónde miraba.
Al captar la mirada, asentí en dirección a Ash. Él movió la cabeza de
un lado a otro en respuesta, y ahí quedó.
Fui a la parte delantera de la camioneta y cogí cinta adhesiva y
bridas. Luego abrí el portón trasero, agarré a Bronski por los pies y lo
arrastré hacia mí. Le rodeé los tobillos con las bridas, las crucé y le di
seis vueltas más. Podía cortarla, pero le llevaría mucho tiempo.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó ella.
Me detuve, volviéndome hacia ella.
—¿Sin mentiras?
Ella enarcó una ceja, pero asintió.

293
—Sin mentiras.
—Lo agarré para ti, pero Jake me dijo que no usaste tu arma ni una
vez.
Su cabeza se echó hacia atrás.
—¿Cuándo tuvieron esa conversación?
—Ahora.
—Oh.
No quería hacer esto. Ni un poco.
—Mira… —empecé.
Volvió a centrarse en mí.
—Interferí los teléfonos para que no pudieran hacer ninguna
llamada. Tenemos unas horas antes de que sus chicos empiecen a
preguntarse dónde están sus jefes. El repartidor tendrá una conmoción
cerebral, y debería estar fuera por un tiempo, también. Le dije a Jake
que se asegurara.
Su boca se aplanó.
—Lo sé. Lo vi.
Noté que eso no le había gustado.
Mala suerte.
—Esa fue una parte de nuestros objetivos. Tengo cinco hombres más
de los que ocuparme, y tenemos que hacerlo rápido. No pueden saber
que estamos llegando. ¿Me entiendes?
Un recuerdo compartido se cruzó entre nosotros, mientras yo
utilizaba sus propias palabras.
Una luz se encendió en sus ojos, pero la sofocó de inmediato. Su
cabeza se movió hacia abajo, sólo una pulgada.
—Entiendo.

294
—No quiero llevarte conmigo. Voy a dejarlos a ti y a Jake aquí, así
que lo que hagas depende de ti. Puedes dejar que Jake lo mate, puedes
matarlo, o puedes esperar y yo lo haré. De cualquier manera, tiene que
morir. Esto es importante, Ash.
Su cabeza volvió a levantarse y su barbilla se tensó.
—Lo sé. Que no me guste matar no significa que no sepa que a veces
es necesario. Lo entiendo.
Apretó los dientes mientras hablaba.
Joder. Quería tomarla en mis brazos, quitarle toda la mierda mala
que había hecho, toda la mierda mala de la que había formado parte,
todos los malos recuerdos de todo lo que había en su vida. Eso
significaría una vida diferente, una Ash diferente, pero joder. Ella no se
merecía esta vida.
No merecía probar la muerte a su alrededor.
Pero yo no podía hacer nada de eso, así que tuve que apretar los
dientes junto con ella y seguir adelante. Teníamos que ocuparnos de
otro trabajo, y luego tenía que empezar a pensar en lo que vendría
después.
—¿Crees que podría saber algo sobre mi hermana? —preguntó.
La estudié un rato. Sus palabras eran suaves, contemplativas.
—Puede ser, pero también podría darse cuenta de que puede usar
eso para negociar, ganar tiempo. No le des nada sobre ella. Es un
estafador.
—Lo sé.
Jake y Cavers volvieron, completamente vestidos, y se limpiaron.
Jake me entregó la bolsa.
—Tu turno, jefe.
Asentí con la cabeza.
Hice un gesto a Bronski, y ambos sabían lo que quería que se hiciera.

295
Se sentía bien no tener que hablar cuando daba órdenes ahora. Esta
nueva unidad tenía algunas ventajas.
Mientras se ponían a trabajar, tomé a Ash de la mano con cuidado.
No sabía si me dejaría tocarla, pero su mano agarró la mía y se fue
conmigo.
La arrastré más adentro del bosque, lejos de la vista.
Esperé a ver qué hacía, pero sólo se paró delante de mí.
Sin saber qué hacer, pero queriendo hacer algo, la alcancé.
Mis movimientos eran tiernos y lentos mientras recogía su pelo,
apartándolo mientras le levantaba la sudadera y se la quitaba. Ella me
observó mientras lo hacía, sin ayudar, pero sin detenerme.
A continuación le quité el sujetador.
Entonces alcancé sus pantalones, los desabroché y se cayeron.
Salió de ellos.
A continuación le quité la ropa interior y mantuve mi mano allí,
presionando ligeramente contra su clítoris.
Sus ojos se cerraron, y se inclinó hacia mí, inhalando ante mi
contacto.
Quería hacerla sentir mejor, pero no era el momento ni el lugar.
Pero... Me incliné, mi boca encontró la suya, y ella jadeó mientras se
ponía de puntillas, presionando hacia mí. Abrió la boca y yo introduje
mi lengua, reclamándola. Mientras nos besábamos, sentí que buscaba
mi ropa. Me desnudó, primero los pantalones y luego los bóxers. Luego
empezó a levantarme la camiseta, con sus manos recorriendo mi
estómago y mi pecho. Rompí el beso cuando me quitó la camiseta hasta
el final.
Esperé a ver si quería que la besara de nuevo.
Cuando sus ojos se abrieron, vi el hambre que había.
Me acerqué a ella, incapaz de detenerme ahora.

296
Mi boca se selló sobre la suya, y ella me agarró, acercándome, y la
apreté contra un árbol. Sus piernas me rodearon, Jesús.
No era el momento, pero gemí, presionando mi boca contra su
cuello.
Se apretó contra mí.
—Por favor —jadeó.
Había respondido antes de saber que estaba respondiendo. Este era
el poder que tenía sobre mí. Era embriagador, intoxicante y alarmante.
Pero empujé dentro de ella, y jooodeeer.
Esto tenía que ser rápido.
Sus piernas se apretaron alrededor de mi cintura y, mientras
empezaba a bombear dentro de ella, busqué su clítoris y lo froté.
Estábamos en silencio, pero nuestros movimientos eran frenéticos.
Fue rápido, aunque me contuve, esperando a que ella llegara al
clímax. En cuanto lo hizo, me descargué dentro de ella y me quedé
quieto, abrazándola mientras nuestros cuerpos temblaban.
Me agaché y apoyé mi frente en su hombro.
Pasó su mano por mi espalda, suavemente, con la misma ternura con
la que yo la había desnudado. Me dio un suave beso en el cuello.
Levanté la vista y mis ojos se encontraron con los suyos.
No sabía qué estaba buscando. ¿Estaba asegurándome de que estaba
bien? ¿Buscaba ver si me condenaba? ¿Me odiaba? ¿Todavía me
necesitaba? Mi cabeza era un lío cuando se trataba de ella, pero no
podía dejarla. Aunque debería hacerlo.
Debería alejarme de ella.
Debería enviarla lejos, hacerla vivir una nueva vida, una vida normal.
Pero sabía que no lo haría, y sabía que nunca podría dejarla.

297
Gemí, la abracé un momento más y la volví a dejar en el suelo. Cogí la
bolsa y encontré las toallitas y los productos de limpieza. Nos
limpiamos.
Una vez vestidos, regresamos a la camioneta, uno al lado del otro.
No tomé su mano, y ella nunca buscó la mía.

298
43

ASH

—Esta es tu nueva habitación, cariño.


Abrió la puerta y dentro había dos camas. Una chica estaba sentada en
una de ellas, con una muñeca en la mano. Miró hacia arriba...
Me levanté de golpe y me di cuenta de que me había apoyado en un
árbol.
Una fogata se encendió frente a mí. Esperaba que no fuera la que se
utilizaba para quemar todo lo demás.
Jake miró:
—¿Estás bien?
Asentí con la cabeza, un rápido movimiento de arriba a abajo.
—Sí. Pesadilla.
Frunció el ceño, con el rostro iluminado por la pequeña fogata que
había encendido.
—Sé que tienes a Raize, pero no está aquí. ¿Quieres hablar de ello?
Casi me reí. No tenía ni idea.
—No. Sólo... una vida diferente. ¿Cuánto tiempo he estado fuera?
Se encogió de hombros.
—Una hora, más o menos.
Un ronquido llegó desde el otro lado del fuego.
Bronski todavía estaba inconsciente, y el suelo era muy incómodo.
Jake suspiró.

299
—Puedo hacerlo. ¿Quieres que lo haga?
¿Lo hacía?
—No lo sé.
Tampoco sabía por qué no lo hacía. Hazlo.
Ahora me parecía tan frío, y tal vez Raize tenía razón. No estaba
preparada para esto, para hacerlo de esta manera. La autodefensa era
un juego totalmente diferente, y tal vez todavía me aferraba a algún
tipo de línea. Había cruzado tantas que a veces olvidaba que las tenía.
—Así que tienes una hermana, ¿eh?
Le miré con recelo. Jake sabía lo de mi hermana, pero nada más.
Tampoco habíamos hablado del incidente del policía y el cartel de se
busca de antes, aunque ni él ni Cavers preguntarían.
—Sí —ofrecí.
Cuando no dije nada más, Jake me preguntó:
—¿Qué pasa entre tú y Raize?
Fruncí el ceño.
—¿Pensaba que en la tienda de comestibles habíamos hablado de él
y de mí?
Se rió, extendiendo la mano hacia delante para atizar el fuego.
—Estoy aburrido. Dame algo.
—¿Qué hay de ti y de esa mujer tuya?
—Es libre. Carloni está muerto.
—¿Querrías encontrarla, si pudieras?
No respondió de inmediato, mirando fijamente al fuego.
—No. Me alejaría de ella, esperando que se liberara y se mantuviera
libre —Su mirada volvió a dirigirse a mí—. ¿Puedo preguntarte algo?
Le miré fijamente.

300
—¿Sobre Raize?
—No —sonrió, riéndose antes de ponerse serio de nuevo—. Sobre tu
hermana.
Oh. Me armé de valor.
—¿Es ella la razón por la que estás haciendo todo esto? —señaló a
nuestro alrededor—. Es un poco obvio que no eres la chica normal que
se mete en esta vida.
Mi corazón se sentía pesado, porque Brooke era una de esas chicas.
Lo sabía. Lo sentí.
Lo odiaba.
Mi voz salió rasposa.
—Fue arrastrada por un chulo de Romeo.
Hizo un sonido de comprensión, como un gruñido teñido de
simpatía.
—Lo siento.
Asentí con la cabeza, con los ojos repentinamente borrosos.
—Sí.
—Leo Gettsicky.
Ambos nos pusimos de pie de un salto.
Bronski estaba despierto y nos observaba, con los ojos llenos de
dolor y la cara hecha una gran mueca. Se movió para tratar de aliviar la
presión sobre su brazo, pero no podía moverse. Cerró los ojos,
apoyando la frente en el suelo, y respiró profundamente.
—¿Supongo que ninguno de ustedes está dispuesto a ayudarme
aquí?
Jake frunció el ceño, amartillando su arma.
—Se supone que debemos matarte.

301
—Por supuesto que sí. Déjame adivinar: ¿Maxim ha decidido hacer
un movimiento? ¿Va a eliminar a Igor y a Roman? ¿Todos sus hombres?
—miró entre nosotros—. Lo cual no tiene sentido. Los dos están con
Raize, y él está con Roman. ¿No es así? ¿Fue mala nuestra información
al respecto?
—Cállate mientras decidimos qué hacer contigo.
Bronski apenas reconoció a Jake, sus ojos sólo estaban puestos en
mí. Apretando los dientes, pudo levantarse hasta quedar sentado,
aunque tenía las manos atadas a la espalda, y volvió a respirar
profundamente mientras sus hombros se desplomaban hacia delante.
—Así está mejor.
Jake resopló.
—Estamos tan contentos.
No hablé con Bronski.
—No iba a tocarte de nuevo, cuando envié a un hombre a Raize por ti
—me informó—. Había oído lo que podías hacer.
Mi estómago se revolvió, porque sabía que eso no era cierto.
—Lo digo en serio.
—Eres un violador —escupió Jake—. Esa clase de enfermo no
cambia. Estás enfermo. Seguirás estando enfermo. Maldito monstruo
enfermo.
Bronski negó con la cabeza.
—Claro. ¿Porque ustedes son mucho mejor? Raize no viola, pero
tiene demasiada sangre sobre él. El tipo es un ejército de un solo
hombre. ¿Sabes siquiera lo que puede hacer? ¿Lo que realmente puede
hacer? ¿Cuántos hombres ha matado realmente?
—Ambos lo hemos visto en acción. No puedes decir nada que nos
sorprenda.
Bronski miró entre nosotros.
—¿Se la está follando?

302
Le lancé una mirada a Jake. No quería que se dijera nada al respecto.
Bronski sonrió.
—Eso es interesante. ¿Ustedes están follando?
Jake soltó un suspiro.
—Tema nuevo, imbécil. Eso es viejo.
Se quedó callado. También lo hizo Jake.
Agradecí sentir el peso de mi arma junto a mi pierna. La había
sacado cuando Bronski habló por primera vez, pero no la había
levantado. Sin embargo, estaba preparada para hacerlo. Sólo había que
levantar, apuntar y tirar. Entonces sería una clase diferente de asesina.
Seguía esperando, aunque no sabía por qué.
—Le dijiste a Korkov que te llamabas Brooke, pero sin apellido. Me
hizo pensar. Una vez que empezaron a circular los rumores sobre ti “el
Canario en las calles” recordé dónde me dijo Korkov que te había
recogido. En Massachusetts. No recuerdo la ciudad, pero Maxim tenía
un hombre que trabajaba con chicas allí. Recogiéndolas. Haciendo que
se enamoren de él. Una chica llamada Brooke venía de ese circuito,
pero tenía el pelo oscuro, los ojos oscuros. La cara, sin embargo... La vi
la semana pasada y me puse a pensar. Todavía se llama Brooke. La
misma cara.
Mi corazón latía con fuerza. ¿Mi hermana está viva?
Bronski intentó levantar los brazos, pero no pudo hacerlo.
—Tiene un tatuaje en el interior de la muñeca. Un trébol de cuatro
hojas, o algo así.
Era una olla de oro.
Dios.
Quería que se callara.
Quería que continuara.

303
—Espera. No. Era... ¿Qué era? Un bote de algo. No como una olla de
droga. Una olla de... ¿qué? Lo entendí mal. No un duende, ¡una olla de
oro! Sí. Eso es lo que era.
La conocía.
La vio.
Estaba viva.
No hay manera de que él pudiera inventar eso. Es imposible que
haya adivinado ese tatuaje al azar.
¿Maxim?
¿Leo, el novio de mi hermana, había trabajado para Maxim?
¿Me había equivocado? ¿Todo este tiempo?
Pensé que era Igor, no en Maxim.
¿Cómo me había equivocado tanto?
Bronski se rió para sí mismo y acabó tosiendo.
—Joder, me duelen las costillas. Pero sí. La tengo, ¿verdad? ¿Es tu
hermana? Recuerdo que la historia fue que te acercaste a Korkov.
Querías entrar al juego, y él estaba emocionado porque sabía que eras
diferente. Me dijo que eras virgen...
—¡Cállate, hombre! —Jake gruñó.
Mi cuerpo amenazaba con vomitar, pero no por lo que Bronski me
había hecho. Ahora tenía el poder. No tenía miedo. No era eso. Ni
siquiera era mi hermana.
Era porque ahora sabía lo que iba a hacer.
—¿Leo trabajaba para Maxim? —pregunté.
Las dos cabezas giraron hacia mí. Los ojos de Bronski se abrieron de
par en par. Se sorprendió de que no me afectara, no de la manera que
él esperaba. Pude leerlo en él. Sus labios se afinaron en un ceño
fruncido.

304
—Sí, pero tú entraste bajo el mando de Korkov, que trabaja para
Igor. Te equivocaste, ¿eh? Hubo un período de tiempo en el que Leo
estuvo con Korkov, hasta que Maxim cortó eso y lo trasladó a otro
lugar.
Asentí con la cabeza.
—Lo entendí mal.
Jake se puso de pie y sacó su teléfono.
—Voy a hacer una llamada —apuntó con su arma a Bronski mientras
me hablaba—. Ninguna de las mierdas que suelta es de fiar.
Lo sabía, y asentí con la cabeza, haciéndole saber que estaría bien.
Bronski le vio alejarse, con los ojos oscurecidos, y se relamió.
—¿Qué está haciendo? ¿A quién llama?
—Está llamando a Raize.
Bronski volvió a centrar su atención en mí. Pude ver cómo empezaba
el cálculo.
—¿Por qué llamaría a tu jefe?
—Porque está matando a Maxim y a sus hombres ahora mismo.
Miré fijamente a Bronski, sintiéndome muerta por dentro: que era
como él estaría pronto. Muy pronto.
Pero no a sangre fría.
No podía hacer eso. Ahora lo sé.
Conocía mis líneas. Siempre había conocido mis líneas, pero
entonces las sobrepasé. Una tras otra.
Esta era otra, y esta no la podía pisar.
Ahora lo sé.
Ojalá lo hubiera sabido antes.
Se trataba de las líneas.

305
Volvió a lamerse los labios. Pronto haría su jugada. Su cabeza giró
hacia atrás, mirando hacia donde se había ido Jake.
—¿Se movieron por Igor, luego por Maxim? ¿Me equivoqué? ¿Es
Roman el que hace el movimiento?
No respondí. Ese no era el movimiento que ninguno de nosotros
estaba esperando ahora.
Simplemente esperé.
—¿Por qué me agarraron? ¿Por qué no matarme allí? —preguntó.
—Ya sabes por qué.
Se quedó callado.
—Supongo que sí.
Bueno. Ahí estaba.
—¿Todavía violas a las chicas?
Me miró. No vi ningún remordimiento, pero parecía haber perdido el
cálculo. Era como si supiera que no había más movimientos para él.
—Sí.
—Debes disfrutar eso, ¿no?
Se encogió de hombros.
—Sí.
—Bien.
Levanté mi arma y le disparé.
Estaba tan sorprendido como yo, pero cuando vio el arma ya era
demasiado tarde.
Disparé y le di en el pecho.
Cayó hacia atrás, con la sangre corriendo. Comenzó a ahogarse, con
más sangre brotando de su boca. Rodó hacia un lado, luego hacia el
otro.

306
Intentaba alejarse arrastrándose.
Fruncí el ceño. No se suponía que fuera así.
Por otra parte, no sabía cómo se suponía que iba a ocurrir todo esto.
No lo seguí. No tenía ganas de volver a dispararle. Ya me aborrecía a
mí misma. Raize tenía razón. Me iba a aferrar a esto por el resto de mi
vida.
Me giré hacia un lado y vomité en el suelo.
¡Bang!
Me congelé antes de mirar hacia atrás.
Jake estaba de pie sobre Bronski, con su arma echando humo. El
último disparo fue en su frente.
Bronski estaba muerto.
Volví a vomitar.
Me había equivocado de nuevo. Mi última línea.

307
44

ASH
No quería estar más en mi cuerpo.
Lo decidí una hora después.
Ya no. No, gracias.
Así que me fui.
Me fui, fuera, flotando fuera de mi cuerpo.
Se sentía mejor así.
Más seguro.
No era tan aterrador.
Quería quedarme así para siempre.

308
45

RAIZE
Tuve que enviar un mensaje de texto con antelación para obtener el
número del teléfono quemado más reciente.
Downer contestó después del primer tono.
—Está hecho —le dije.
Estaba a punto de colgar cuando dijo:
—¿Esa chica que tienes?
—¿Sí?
—Roman me pidió que preguntara por ahí.
Eso no me gustó.
—Había un cartel sobre una chica desaparecida que llamó nuestra
atención. Uno de nuestros hombres dijo que se parecían. No sé si
quieres saber esto, pero la chica del cartel desaparecido... Encontré la
casa desde la que trabaja. Probablemente mataste a su chulo hoy.
—Tal vez.
Me dio una dirección y un nombre.
Sí. Ese tipo había muerto hoy.
—Así que ya sabes, estamos denunciando esa casa de forma
anónima. Roman no trabaja con chicas. Enviaremos a las autoridades a
todas esas casas, así que será acorralada por el gobierno. Serán
clasificadas como tráfico sexual.
Me dio la dirección donde estaba, colgué e hice una segunda llamada.
Jake contestó después del primer tono.
—Jefe.

309
—¿Qué está pasando ahí?
—Está muerto.
—¿Quién?
Hizo una pausa.
—Ella, luego yo.
—¿Ella?
—Sí.
De acuerdo entonces.
—Estamos volviendo.
—De acuerdo.

310
46

ASH
Los chicos aparecieron y el cuerpo desapareció. No podría dar una
hora. Eso se había perdido para mí. Estaba en modo zombi. Nada
importaba en ese momento.
Entonces Gus me lamía, tratando de aplastarme con su cuerpo
movedizo.
Había mucho Gus.
Tomé una ducha.
Raize me ayudó a cambiarme de ropa.
En los días siguientes, recordé que me dijeron que comiera, así que
comí. Que me dijeron que bebiera, y bebí. Que me decían que me
acostara, y lo hacía. No podía quedarme dormida cuando me lo
ordenaban, pero Raize se había acostumbrado a tomarme en brazos
por la noche. Eso ayudaba. Normalmente no era así. Dormíamos juntos,
pero normalmente había espacio entre nosotros. Le gustaba estar libre
por si tenía que saltar de la cama.
Y Gus había empezado a acompañarnos en la cama algunas noches.
Otras noches, se iba con Jake.
—¿Dónde estamos? —le pregunté a Raize un día.
Él y yo estábamos sentados en el patio trasero de la casa donde nos
habíamos alojado. Era bonita. Había montañas a nuestro alrededor, un
arroyo en el camino.
Raize miró hacia mí y yo bajé la vista. Había una manta en mi regazo.
Eso también se sintió bien.
—Estamos en Virginia Occidental.
Eso tenía sentido. Por las montañas. Debíamos estar en un valle.
¿Tenían valles? No sabía mucho sobre Virginia Occidental.

311
—¿Por qué? —pregunté.
—Hicimos muchas cosas malas. Tenemos que pasar desapercibidos.
Ah, sí. Claro.
Parpadeé varias veces.
—¿Cuánto tiempo he estado así?
—Una semana.
¿Una semana? Vaya.
Recordé lo que había dicho Bronski...
—Mi hermana...
El banco de Raize chirrió, y eso me sorprendió momentáneamente
porque, en primer lugar, se había movido y había hecho ruido, y en
segundo lugar, se había sentado en una silla que chirriaba. El mundo se
acababa.
Además, acababa de hacer una broma. El mundo realmente se estaba
acabando.
—Tenemos que tener una conversación sobre tu hermana.
Bueno, duh.
¿Verdad?
Espera...
—¿Sobre qué?
—Tu hermana está viva.
—Eso es lo que dijo Bronski —Maldito Leo Gettsicky. Qué nombre—.
Me equivoqué de jefe.
Frunció el ceño.
—¿Qué?
—El jefe equivocado. Pensé que había hecho bien mi investigación.
No quería ser demasiado obvia y entrar a través del jefe del novio de

312
Brooke. Pero me equivoqué de jefe y de hermano —Una lágrima se
deslizó por mi mejilla—. Estuve equivocada todo el tiempo.
—Escucha.
Raize se movió para sentarse a mi lado, y yo no sabía cómo me sentía
al respecto. Raize no era un tipo reconfortante.
Me dio la razón porque su voz salió áspera, como si él también
estuviera incómodo.
—Tienes razón en que si hubieras entrado bajo el mando directo de
Leo, te habrían marcado. No habrías pasado de las puertas del coche.
Te habrían matado. Tu cara se parece demasiado a la de tu hermana. A
menos que Leo las hubiera hecho trabajar a las dos, no lo habrían
aprobado. Tienen ciertos protocolos para evitar que los atrapen.
Ciertos tipos de chicas que marcan como presa y a las que se dirigen.
Presas.
Protocolos.
Que se jodan. Sólo, que se jodan.
—Dime que los mataste —dije en voz baja—. Los mataste a todos.
Dime que lo hiciste.
Su tono era suave.
—Los maté. A Leo. A su jefe. A todos ellos. Al nuevo chulo de tu
hermana. Los maté, a todos los que sabían lo suficiente como para ser
una amenaza bajo Maxim e Igor. Las operaciones habían sido
eliminadas antes, y lo trabajé para que Igor pensara que estaba siendo
golpeado por Maxim, y Maxim pensara que era una represalia por los
63.
—¿Nunca sospecharon de Roman?
—No. Es el más joven y mantuvo sus operaciones en secreto en
Rusia. Nunca supieron lo grande que ha llegado a ser. Ahora está
trasladando a todo el mundo hacia aquí, a casi todo el mundo. Las
calles van a ser un caos por un tiempo. La policía, el FBI, quien sea,
Roman mantuvo todo fuera de la red. Teníamos nuevos teléfonos

313
desechables cada día. Nuevas formas de comunicarse. Yo era su lobo
solitario aquí, y ahora nos hemos ido. Se supone que debemos
permanecer fuera del radar durante unos meses más.
Mi mente daba vueltas.
—Espera. ¿Dijiste el nuevo chulo de Brooke?
Se me secó la boca. ¿Por cuántos había pasado?
¿Acaso quería saberlo?
Sí. Si ella pasó por eso, lo menos que podía hacer era escucharla.
—Roman envió a las autoridades. Una pista anónima, sin embargo.
No saben que vino de él. Él no trabaja con mujeres. Es un mercado que
detesta, así que todas esas chicas fueron atrapadas por la policía.
Deberían ser clasificadas como víctimas de tráfico sexual, pero siempre
existe el riesgo de que el gobierno se equivoque. Llamándolas
trabajadoras normales.
—¿Cuál es la diferencia?
—Mucho, en realidad. Una puede conseguir recursos, ayuda. La otra
recibe cargos, y si un nuevo proxeneta se muda, volverán a trabajar en
menos de un día.
—¿Mi hermana?
—Fue acusada de prostitución.
—Oh, Dios mío.
—Pero Roman envió una información. Están vigilando para
asegurarse de que sus cargos sean cambiados —Una pausa—. Hay un
par de asuntos más.
—¿Qué? —Mi voz se quebró.
Mi hermana estaba viva. Tuve que volver a repasar mi lista, pero
estaba bastante segura que Raize se había encargado de la mayoría de
ellos sin ayuda. ¿Qué más podría haber?
—Tu padre.

314
Sus palabras tardaron unos segundos en penetrar.
—¿Eh?
—Dijiste que tu padre era un borracho.
—Lo era. Nuestra madre murió, y Brooke se empezó a descarrilar.
Mi padre se fue un poco con ella.
—Fue a rehabilitación.
—¿Mi padre fue a rehabilitación?
Raize asintió.
—Fue tres veces.
Me quedé con la boca abierta.
—¿Tres?
Vaya. Wow.
—Sin embargo, ¿Cuál es el problema con eso? Es bueno, ¿no?
Sus ojos estaban entrecerrados, cautelosos.
—Lo es, pero la gente que sale de rehabilitación después de que
finalmente se recuperan a veces se convierte en problemas.
Necesitamos saber si se convertirá en un problema o no.
—Oh —sacudí la cabeza—. No lo sé. No estábamos cerca de él,
nunca. La muerte de mi madre lo destrozó. Ya se había ido cuando ella
murió, pero todos lo vimos venir. Pero entonces Brooke se fue, y me
preocupé más por ella que por él. Elegí ir tras ella.
Brooke.
Podía saborear las lágrimas resbalando por mi cara, pero eso era
todo. La sal.
Raize se acercó, me puso la mano en la nuca y me subió a su regazo.
Esto se parecía más a Raize, excepto que el acunamiento era todavía
nuevo.
Me relajé, apoyando la cabeza en su pecho.

315
Le agarré la camiseta. Llevaba una Henley gris. Siempre me gusta
cuando se las pone.
—¿Quieres que la traigamos aquí también? Ella no es...
—No —Mi respuesta fue inmediata y contundente. Me senté—.
Brooke y yo nunca fuimos cercanas, pero la quería. Crecimos juntas. Sé
el trauma que ha sufrido y no puede estar aquí. Será una carga. Saber
que no sigue allí, que sigue haciendo ese trabajo, es suficiente para mí.
Volvió a tocarme la nuca, moviendo mi cara para encontrar su
mirada.
—Además de tu padre, ¿hay alguien a quien podamos llamar por
ella?
Se me hinchó la garganta.
—Tal vez. Déjame pensarlo.
—De acuerdo. Esperaremos.
Mi pecho se aligeró. El alivio me invadió.
—Nunca pude volar el edificio de Oscar.
Raize se puso rígido antes de soltar una carcajada. Sus brazos me
rodearon con fuerza. Enterró la cara en mi cuello.
Me gustaba esa sensación. También me gustaba ese sonido. Quería
oírlo más. Cogí su mano, entrelazando nuestros dedos, y me acomodé
en él.
—Gracias.
—Sí —Me apretó la mano. Pasó un dedo por un lado de mi cara,
colocando un mechón de pelo detrás de mi oreja—. ¿Quieres quedarte
con Ash? Ya que ahora todos sabemos tu verdadero nombre..."
Sacudí la cabeza. Hacía tiempo que había dejado de ser esa chica.
—Prefiero a Ash.
Pero no Ashley. Yo no era Ashley.

316
—Espera. Dijiste un “par de asuntos más”. ¿Cuál es el otro?
Pareció dudar un momento.
—Tú.
—¿Yo?
—La otra razón por la que nos enviaron a Virginia Occidental eres tú.
Se denunció tu desaparición.
No podía... no tenía sentido.
Luego añadió:
—Un vecino te denunció. No tu padre.

… la chica se bajó de la cama y caminó hacia mí.


Extendió la mano.
—Mi nombre es...

317
47

ASH
Recordé lo que dijo Bronski después y le di un empujón a Raize con el
dedo del pie.
—Oye.
Estábamos en la cama. No tenía ni idea de la hora que era, pero
estaba oscuro.
—¿Hmm?
Abrió un solo ojo y giró la cabeza hacia mí. Gus estaba en el suelo en
la puerta abierta. Al oír nuestras voces, levantó la cabeza y pudimos oír
cómo empezaba a mover la cola.
—Bronski dijo que había oído rumores sobre el Canario.
—Sí. Yo también los escuché. Por eso fui a buscarte a esa partida —
Me miró con el ceño fruncido—. No habíamos hablado de eso antes.
Sacudí la cabeza y volví a darle un empujón. Algo me había estado
molestando. Me acordé de esa noche.
—Solían usar canarios en las minas de carbón.
—Ya conoces esas historias.
Se puso de lado, apoyando la cabeza en la mano. Le miré fijamente
mientras me acariciaba un mechón de pelo, mostrándome el rubio.
Asentí con la cabeza.
—Tenían uno abajo en las minas con ellos, y si dejaba de piar, era
porque los gases tóxicos lo mataban. Eso alertaba a los mineros para
que salieran. Su silencio significaba que se acercaba la muerte.
—Sí.
—Los canarios cantan para salvar vidas. Yo canto y alguien muere.

318
Un profundo escalofrío me recorrió.
Me levanté, inclinándome para apoyarme en el codo y mirando a
Raize a la cara.
—No vuelvas a utilizarme de esa manera. No puedo hacerlo. Ya no.
Me estudió en la oscuridad, viendo lo que podía. No lo sabía. Pude
distinguirlo, pero me sentí como si todavía estuviera en las sombras.
Suspiró, y fue suave y bajo. Parecía casi rendirse. Me tocó un mechón
de pelo.
—Cuando Marco se entere que eres la única que puede hablarle de
su hermano, vendrá por ti.
Me espabilé, sintiendo que se tensaba a mi lado.
Su mano se deslizó alrededor de mi cuello, ahuecando la parte
posterior de mi cabeza. Se inclinó hacia adelante, otro suave suspiro y
su frente tocó la mía.
—No dejaré que eso ocurra.
Deslicé mi mano por su estómago, su pecho, su brazo, su bíceps y
luego volví a bajar a su estómago. Metí la mano bajo la cintura de su
bóxer y abrí los dedos, presionando contra él.
—Lo sé.
No se había relajado, y sus ásperas palabras llamaron mi atención.
—Roman es inteligente, pero no es tan despiadado como Marco.
Temo a Marco. No a Roman.
—¿Pero no está enviando sicarios por ti? —pregunté.
—Lo hará —Los ojos de Raize parpadearon y se volteó, deslizando
sus manos por mis brazos y sus pies por el interior de mis piernas
mientras bajaba sobre mí. Empujó contra mí, rechinando un momento
antes de hacer una pausa—. Ahora mismo estamos en una capsula de
tiempo, entre una guerra y la siguiente.
—¿Contra Marco?

319
Agachó la cabeza y sus labios rozaron mi cuello. Deslizó una mano
por mi costado, haciéndome arquear la espalda. Le rodeé el cuello con
los brazos.
—Hay otros jugadores, y con Roman presionando para tomar el
relevo de sus dos hermanos, no sé cuáles serán las consecuencias, pero
sí, Marco no se detendrá —pasó su nariz por mi garganta, su boca se
posó sobre mi mandíbula mientras me saboreaba—. La mierda
cambiará cuando se entere de lo tuyo.
Se puso de lado, me rodeó con sus brazos y me llevó con él.
Me sostuvo allí, arropada, apoyando su barbilla en mi hombro.
—¿Extrañas México?
No sabía por qué lo preguntaba, pero él vivió allí. Tenía toda una
vida allí.
—Sí. Quiero decir, estoy bien aquí, pero México es hermoso. No todo
se trata de los carteles allí.
—¿Qué echas de menos?
—La cultura. La historia. El carácter familiar. La gente de allí es
cálida, incluso para mí. La gente sonríe mucho allí. Son amables.
Amigables. Es... Tuve que acostumbrarme al principio, pero luego
descubren quién eres, para quién trabajas, y eso desaparece. Pero hay
una zona de vinos. Tenemos los mejores tacos. Y las playas. Las
ballenas. Es un mundo lejos del mundo, si eso tiene sentido —Se rió—.
Los regalos se abren en Nochebuena y los de Santa llegan al día
siguiente. En el sur, el 6 de enero es cuando los Reyes Magos traen los
regalos.
—¿Celebraste la Navidad?
—Sí. Con mi hermana algunas veces. Sólo un par de veces. Y para
Halloween, es el Día de los Muertos. Lo celebramos en noviembre,
poniendo altares con comida, fotos y velas. Es una ofrenda para los
muertos —Me acercó, dejando caer un beso en mi hombro—. Sí. Echo
de menos México.
—¿Y las mujeres?

320
Tenía que saberlo.
Se tensó, antes de levantarse para mirarme mejor.
—¿Las mujeres?
—En Filadelfia, tenías muchas mujeres. Venían a tu habitación. Las
oí, Raize. ¿Extrañas eso?
Me miró largamente antes de que su mano se alzara, ahuecando un
lado de mi cara.
—Yo era una persona diferente entonces. Tenía que serlo. Carloni
debió enterarse en algún momento que trabajaba para Roman, pero
durante un tiempo no lo supo. Necesitaba ser una persona diferente.
No me había contestado.
—¿Las mujeres? ¿Las echas de menos?
Su boca se curvó.
—Estaban limpiando mi habitación.
Fue la boca. La cara seria, voz monótona para esa respuesta
monótona y le di un golpe en el hombro.
—¿Me estás tomando el pelo?
Se rió antes de bajar la cabeza, presionando un beso en el pliegue
entre mi cuello y mi hombro.
—No echo de menos a ninguna mujer excepto a ti, a mi hermana y a
mi madre. Nunca lo haré.
Bueno.
Puede que lo deje pasar entonces.
Moviendo mi pierna entre las suyas, levantándola, girando la curva
de mi pie para deslizarse por la parte exterior de su pierna en una
caricia, le sonreí.
Miró hacia abajo, sonriéndome.

321
—¿Qué crees que va a pasar con Marco? —pregunté, sabiendo que
teníamos que hablar de ello.
Me sostuvo un poco la mirada y aflojó su agarre sobre mí.
—No creo que haga ningún movimiento para progresar en los
Estados Unidos hasta que se haga con el control del Cartel de los
Morales. Eso requeriría que matara a su padre, y no sé qué haría con
mi madre y mi hermana. Compartimos a nuestra hermana, así que
podría dejar a mi madre viva.
—¿Pero si él hiciera eso? ¿Se apoderase del cartel de Morales?
Una oscuridad se encendió en los ojos de Raize, y miró por encima
de mi hombro.
—Entonces vendría por mí, y como estoy ligado a Marakov, tendría
que declarar la guerra a la familia Marakov.
—¿Habrá consecuencias para Roman?
Su mirada volvió a mí, suavizada, y negó con la cabeza.
—No. Ahora son él y sus tíos. Ellos están en Rusia. Marco está aquí.
Seguirán al Marakov más fuerte, y ese es Roman. Él tiene todo y a todos
ahora. Se ha puesto a sí mismo y a ellos en una posición en la que
tienen que aceptar lo que hizo.
—¿Y si Marco viene por ti?
—Entonces me pongo a trabajar.
Me levantó y, con un solo movimiento, me bajó la ropa interior por
las piernas.
Dijo:
—Basta de hablar de guerra.
Me puso de espaldas y deslizó un dedo dentro de mí. Su boca se posó
en mi cuello y respiró allí, con su dedo entrando y saliendo de mí. El
placer y otras emociones se agolpaban en mi interior, pero por ahora lo
dejé pasar. Sólo lo sentía a él, lo que podía hacer a mi cuerpo, cómo
podía hacerme sentir.

322
Era adicta a él.
Mi boca encontró la suya y anhelé que estuviera dentro de mí.
Esta vez se sintió diferente.
Cada vez que estaba con Raize era diferente, pero ahora había una
necesidad casi desesperada y frenética de saciarme antes de que
llegara esa llamada, antes de que el mundo cambiara de nuevo. Raize
me dejó descansar un poco después de la primera vez, pero luego me
puso de rodillas y nos hizo trabajar a los dos de nuevo.
La necesidad carnal latía entre nosotros, una necesidad que ninguno
de los dos podía satisfacer totalmente.
El amanecer se asomó por las ventanas mientras Raize nos llevaba a
otro clímax. Sólo entonces descansamos.
Me estremecí. ¿Qué pasaría si alguna vez satisfacemos plenamente esa
necesidad?
No quería descubrirlo.

—Es un canario.
—¿Si? ¿Y?
—Entonces —Brooke lo levantó y lo soltó. Salió volando—. Volverá si
no es seguro ahí fuera.
Nunca volvió.
El gato del vecino lo mató.

323
48

RAIZE
Nos quedamos en Virginia Occidental durante cuatro meses más.
Lo odié. La mayor parte.
Quería estar viajando, trabajando. Me había acostumbrado al
constante ir, pero este quedarse, esperar, también tenía sus beneficios.
Ash se rió más.
Se relajó.
Comió más.
Cavers llevaba a Gus de paseo diario. A veces Ash iba con él. A veces
jugaba con Gus en el patio trasero. Le gustaba pasar tiempo mirando el
río. Mucho tiempo.
Creo que había empezado a meditar allí, pero nunca le pregunté.
Jake se encargaba de ir al pueblo, de conseguir comida para
nosotros.
También había empezado a ver a una mujer local, aunque pensaba
que nadie lo sabía. Todos lo sabíamos. Se reía cuando echaba un polvo.
Descubrimos eso.
Cada vez que Jake volvía después de ver a su mujer, Ash y Cavers me
observaban. Sabía que a Ash le preocupaba que yo matara a la mujer.
Era una carga porque al final sentiría curiosidad por Jake, querría ver
dónde vivía, a qué se dedicaba. Cavers sólo me observaba para ver si
tenía que ayudar de alguna manera.
Pero había seguido a Jake.
Había puesto micrófonos en la casa de la mujer, un rastreador en su
vehículo y escuchaba su teléfono. Hasta ahora creía que Jake era un
vendedor ambulante, y esperaba que se casara con ella algún día, o eso

324
era lo que le decía a su hermana sobre él. Hasta ahora, "Brian" la
satisfacía en la cama.
Tendría que tener una conversación con Jake pronto.
Me estaba poniendo inquieto.
No era el único.
Todos estábamos al límite, sintiendo que el final de nuestro tiempo
se acercaba.
La guerra era inevitable.
La matanza comenzaría de nuevo, pero Ash, estaba cambiando.
Ella había cambiado.
Sólo que no estaba muy seguro de cómo había cambiado. Todavía no.
La pillé retorciendo un mechón entre los dedos muchas veces.
Echaba de menos su pelo rubio. Había empezado a volver a su
coloración oscura de nuevo.
Entonces un día sonó mi teléfono.
Downer estaba al otro lado.
—Tienes que volver.

325
326
49

ASH
Algo estaba mal.
Se me erizaron los vellos de la nuca, y cuando Raize entró, supe que
tenía razón. Su expresión era cerrada. Completamente. Su cara estaba
en blanco, y eso no era bueno.
Al verlo ahora, mientras me miraba, ambos lo supimos.
Había terminado.
Le hice un pequeño gesto con la cabeza, porque ya era hora. No tenía
ni idea de lo que iba a pasar, pero todos sabíamos que nuestro tiempo
aquí era un descanso momentáneo.
Jake estaba en el suelo con Gus, que destrozaba un par de juguetes
chirriantes como si su vida dependiera de ello. Cavers estaba en la
cocina, preparando la cena, pero fue como si todos sintieran el
escalofrío de Raize. Todas las cabezas se levantaron y todos los ojos se
dirigieron a él. Estaba de pie justo dentro de la puerta, con su teléfono
en la mano, y miraba directamente a Jake.
—Tienes dos opciones.
Un escalofrío recorrió mi columna vertebral. Estaba usando su tono
de "hijo de puta", y estaba dirigido a Jake, y Jake sabía lo que eso
significaba. Raize no se andaba con nimiedades.
Jake se puso de pie, lentamente, y sus ojos se pusieron en guardia.
—¿Quieres ver cómo me hablas?
Raize no se dejó disuadir. Disparó de inmediato:
—¿Quieres ver cómo has estado mintiendo a nuestro grupo?
Jake se enderezó, levantando la cabeza y echando los hombros hacia
atrás.

327
—¿Perdón?
—No sólo te la estás follando.
Espera, ¿qué?
Cavers entró en la habitación, un paso lento hasta estar a mi lado.
Un nuevo nivel de tensión llenó la habitación, y la cabeza de Jake
cayó un poco. También lo hizo su voz.
—¿Quieres decir eso otra vez?
—No sólo te estás follando a la estilista de la ciudad. Estás en una
relación con ella.
Oh... No.
Eso era malo.
Nos manteníamos al margen, o lo intentamos. Nunca salí de la
propiedad, excepto para dar un paseo con Cavers e incluso así, nos
mantuvimos en el bosque. La máxima privacidad. Jake fue enviado a
recoger la comida. Se suponía que ni siquiera debía ir a buscarla. Se
suponía que tenía que pedirla, ya que la tienda de comestibles local
tenía esa opción, aparcar y que se la trajeran al coche.
¿Una relación?
—¿Lo hiciste?
Jake giró la cabeza hacia Cavers, un poco bruscamente. Nos miró a
los dos, con la mandíbula tensa, antes de levantar un hombro.
—Sí, hombre. Lo hice.
—Habla con su hermana de ti.
La cabeza de Jake giró hacia Raize.
—¿Tienes su teléfono intervenido?
Contuve la respiración.
La voz de Raize salió fría.

328
—Por supuesto que he intervenido su teléfono. Ella te conoce. Sabe
cómo te sientes. Tiene sentimientos involucrados y te va a recordar.
—¿Y qué? ¿Qué quieres que haga al respecto? No la voy a matar.
—Nos vamos.
Esa era la bola que estaba esperando que me soltaran. Ahora lo
sabía, sabía por qué Raize sacaba a relucir a la chica de Jake. Si nos
íbamos, ella se acordaría. Podría empezar a buscar, a hablar más, ¿y
entonces qué? ¿A dónde nos llevaría eso?
—Maldición —una palabra silenciosa de Cavers.
Jake no dijo nada. Su mandíbula se cerró con fuerza y una vena
sobresalió de un lado.
Los ojos de Raize volvieron a estar entrecerrados. No. Eso no estaba
bien. Volvía a parecer muerto.
Un segundo escalofrío me recorrió porque había empezado a odiar
esa mirada. Se iba a veces, casi siempre conmigo, casi siempre en la
cama, pero había sido cada vez menos en las últimas dos semanas.
Detestaba que hubiera vuelto.
Dijo, mirando fijamente a Jake:
—Si la dejas atrás, ¿qué va a empezar a decirle a esa hermana suya?
Su hermana está casada con un agente de la condicional.
Jake se estremeció. Se pasó una mano por la cara.
—No lo sabía.
—Porque no elegiste a quién querías meterle la polla.
Cerré los ojos.
Cavers gruñó al escuchar las palabras de Raize, pero no dijo nada.
—Pensé, no sé. Es bonita. Es simpática. Es un poco divertida.
—Está enamorada de ti, esperando que le pidas que se vaya a vivir
contigo.

329
Cavers murmuró:
—No parece muy inteligente.
Abrí los ojos y Jake estaba sacudiendo la cabeza, con los ojos
abatidos y los hombros caídos de forma totalmente derrotada.
—No puedo matarla.
—¿Entonces qué vas a hacer? No puedes traerla.
Sabía a dónde iba Raize porque Jake no podía matarla y en la mente
de Raize, en este mundo, eso significaba que él tendría que matarla.
Pero maldita sea. No. Ella era inocente. Ella no… di un paso al frente.
Todas las miradas se dirigieron a mí, pero yo estaba mirando a mi
hombre.
Levanté las cejas.
—¿Ella sabe su nombre?
—No —respondió Jake rápidamente—. No soy tan estúpido.
Seguí, mirando sólo a Raize;
—Las relaciones terminan por diferentes razones. Puede decirle que
su madre ha caído enferma y que tiene que ir a verla. Puede esperar y
romper con ella en una semana. Incluso dos semanas.
—Va a hacer preguntas.
Sacudí la cabeza, con fuerza.
Jake y Cavers se habían callado. Esto era entre Raize y yo, y yo estaba
negociando por la vida de esta mujer.
—No —salió de mi parte.
—Si él la termina ahora, ella va a empezar a recordar todo lo que
pasaron y sus conversaciones pasadas. Se va a dar cuenta que no sabe
nada de él y va a empezar a enfadarse. Se va a sentir engañada por él y
será entonces cuando empiece a buscarlo. Será una búsqueda en
internet. No va a encontrar a un “Brian” y es cuestión de tiempo que
tire de la cuerda que tiene colgada —Raize miró a Jake—. Esta vez no
puedo recurrir a las amenazas.

330
—Si la matas, se dispararán las preguntas.
Mi pecho estaba apretado y cada vez más.
Raize ya se había decidido, pero no, no, no.
Me he vuelto a equivocar. Pensé que ya no me quedaban más líneas
que no cruzar. Esto era todo. Inocentes. Esta era mi postura.
Susurré:
—Es una inocente, Raize. No.
Apenas parpadeó.
—Ella es un cabo suelto. La hermana sabe un nombre de pila y eso es
todo. La conexión termina ahí.
—No —Jake dio un paso adelante, con la cabeza oscilando de
izquierda a derecha—. Voy a la tienda de comestibles. La tienda de
licores. Esos tienen cámaras. Si la matas, el cuñado hará llamadas y
sacará las imágenes. Conseguirán una cara. Ash tiene razón. Vamos y le
digo que mi madre tiene cáncer. Una semana después, está muy mal.
No puedo volver. La haré esperar hasta que me vaya. Le dolerá, pero no
tanto como para que sienta curiosidad y empiece a buscarme en
Google. Estará bien.
—Puedo destruir las imágenes de seguridad. No puedo detener la
curiosidad de una mujer.
Tenía razón, pero no.
Simplemente, no.
—No, Raize.
Su mandíbula se apretó, y me miró fijamente, sus ojos dejando caer
el efecto muerto. Estaban ardiendo, y casi me estremecí porque era yo.
Me estaba interponiendo en su camino, y en su mente, era su manera
de ponerme a salvo.
—Acabo de recibir una llamada. Tenemos que volver. Órdenes de
Roman —Su mirada barrió la habitación—. Empaquen y limpien la

331
casa. Nos vamos en una hora —Se volvió hacia Jake—. Usa lo de tu
madre, pero hazlo desde el camino.
Casi me caigo del alivio.
Lo intentaba a mi manera.
Jake asintió y se puso a empacar.
Cavers fue a hacer lo mismo.
Raize se acercó a mí, parándose, tan cerca, que me estaba tocando.
Sus ojos estaban sobre los míos. Y su dedo se extendió, acariciando mi
vientre a través de mi camisa.
—A tu manera esta vez.
Se me llenó la garganta. Bajé la voz, apenas un susurro:
—Gracias.
Sus ojos seguían ardiendo y sabía que no le gustaba.

332
50

RAIZE
—Quiero conocer a todo tu equipo —había dicho antes Roman por
teléfono.
Habíamos llegado a Boston, una ciudad que no entendía por qué
estábamos aquí, pero era donde Downer me había dicho que fuera.
Ahora, una hora después de esa llamada telefónica, entraba en una
gran mansión.
No me había importado toda la finca ni la puerta por la que había
tenido que esperar para ser admitido, pero venía solo. Me estaba
llevando esta victoria.
Yo había respondido:
—No.
Roman aspiró y se quedó callado. Se quedó muy callado.
—Es una orden mía.
—Entonces puedes dar la orden de mi ejecución. No los voy a traer.
Otro tiempo de silencio.
¿No los traes, o no la traes a ella?
—Ella está en mi equipo. Me he vuelto protector de todo mi equipo.
Roman se rió.
—No voy a mentir pero no sé cómo tomar esta insubordinación, y
especialmente de ti.
Yo era su mejor hombre.
Sabía que Downer era bueno, pero yo era mejor y era el
reconocimiento tácito que todos sabíamos.

333
No era el tipo de empleado que se pone a pensar en lo que tiene
derecho o se ha ganado, pero no me importaba. Estaba dispuesto a
arriesgarme a que no quisiera perderme cuando trazara mi línea. Sin
Ash. Así iba a ser para mí.
—Bien —Roman suspiró y luego se quejó—: Lo permito por una vez,
pero no me gusta que fantasmas trabajen para mí. Me encontraré con
todos ellos en algún momento.
Ya veríamos, pero le dije:
—¿Dónde nos vemos?
Me dio las coordenadas y aquí estaba yo, mi coche siendo aparcado y
estaba entrando en esta mansión con treinta armas a mi alrededor.
Estaba haciendo que me picara la espalda.
Prefería nuestra otra forma de reunirnos, en la oscuridad, con sus
hombres en sus coches, donde podía desaparecer.
Downer se reunió conmigo en la puerta y me hizo un gesto con la
cabeza antes de indicarme que le siguiera.
En todas las habitaciones había hombres.
La cocina. El comedor.
Estaba teniendo un déjà vu de cuando fuimos a casa de Carloni, sin
las chicas trabajadoras.
Downer me condujo a una oficina trasera, que también recordaba la
disposición de la casa de Carloni, y entré, viendo a Roman de pie en la
esquina con un teléfono en la oreja. Se volvió al verme y levantó un
dedo. Volvió a su conversación y yo eché un vistazo a la habitación.
Observando las salidas.
Un gran ventanal daba a una piscina y un patio trasero embaldosado,
con otra caseta de piscina al lado y una valla que rodeaba el patio.
Si tenía que huir, esa era mi salida. Por encima de esa valla, detrás de
la casa de la piscina. Suponía que ese sería el punto ciego de todo su
sistema de seguridad, porque la cámara estaba orientada hacia el

334
frente de la caseta de la piscina y había otra posada en lo alto,
barriendo el patio trasero.
Sí. Ese era el punto ciego.
—¡Raize! Bienvenido. Espero que el viaje no haya sido demasiado
agotador —terminó su llamada y se guardó el teléfono en el bolsillo.
Luego me miró, ladeando la cabeza. Sus ojos se entrecerraron—.
Pareces irritado.
Downer resopló.
Ignoré a ambos y pregunté:
—¿Por qué me has llamado aquí?
La sensación en la sala cambió, se hizo más tensa, más alarmante.
Downer había estado sonriendo, y todavía lo hacía, pero se estaba
desvaneciendo. Sus ojos estaban atentos, fijos en mí. Me estaba
estudiando con tanta atención que no se dio cuenta de que yo le estaba
estudiando a él.
Un sentimiento se agitó en mis entrañas.
Algo había sucedido. Algo que me concierne.
¿Era así como se sentía Ash? ¿Cuando simplemente sabía la
respuesta?
Esperaba que no, porque esta sensación apestaba. No me gustaba.
—Hubo un golpe en Morales.
¿Mi madre?
—¿Sólo en Morales?
La respuesta apareció primero en los ojos de Roman.
—Tu madre también fue asesinada. Lo siento, Raize.
Mi madre.
Casi me balanceo hacia atrás.

335
Debería haberlo esperado. Una parte de mí lo había hecho. Sabía que
era cuestión de tiempo. Era la mujer de Morales. Su hora llegaría y me
imaginé que sería un final sangriento, pero escucharlo, eso era otra
cosa.
—¿Mi hermana?
—No lo sabemos. Nuestros informes dicen que estaba con Estrada,
así que probablemente esté viva. O eso podemos esperar.
¿Pero si él hizo eso? ¿Apoderarse del cartel de Morales?
Entonces vendría por mí...
—¿Cómo?
Esa palabra se me escapó.
—¿Perdón?
Lo sabía. Hizo una mueca de dolor cuando le hice la pregunta y luego
fingió no haber entendido nada. Lo sabía. Pediría saber cómo mataron
a su madre si los papeles se invirtieran.
Gruñí, mis manos se cerraron en puños.
—Sólo dime.
Su mirada se dirigió a Downer antes de que su barbilla se levantara y
sus hombros cayeran hacia atrás, preparándose.
—Morales fue decapitado. Su cuerpo fue encontrado colgando de un
puente. Tu madre...
Jesús.
Tuvo que hacer una pausa antes de decírmelo. Eso dijo suficiente.
—...fueron más piadosos. Un disparo de ejecución en la frente. Su
cuerpo quedó intacto.
Intacto.
Jesús.
Este mundo. Este era mi mundo, ¿y yo estaba trayendo a Ash a él?

336
Intacto.
Fue un asesinato piadoso.
Dije:
—Fue Estrada.
—No.
Roman empezó a sacudir la cabeza, metiendo las manos en los
bolsillos.
Esa era su señal, su única señal. Cuando se ponía nervioso o cuando
salía un tema que no quería que pasara, se metía las manos en los
bolsillos. Lo aprendí hace tiempo, pero nunca lo había necesitado en mi
contra.
Sentí que cada centímetro de mí se enfriaba. Me estaba apagando, o
"bloqueando", como lo llamaría Ash.
Dije, lenta y suavemente:
—Sí. Nadie más se movería contra Morales.
—No sabemos...
—No me mientas.
Roman se quedó helado.
Pude sentir que la alerta de Downer subía de nivel. Era el mejor que
podía leerme, y sabía que estaba cerca de la violencia. Por eso no me
sorprendió que me dijera, como si me tranquilizara:
—Tranquilo, amigo.
Le dirigí a Roman una mirada franca.
—Me llamaste porque Marco hizo su jugada.
Sus ojos no se movieron. Nada. No hubo ninguna reacción. Sólo me
escuchaba, lo que me decía que era consciente de todo lo que iba a
decir. Lo había interpretado en su cabeza. Probablemente había jugado

337
todas las respuestas que yo daría y algunas de ellas no eran con
palabras.
Pregunté:
—¿Quieres que lo ejecute?
Esperé. Necesitaba escuchar qué acción quería que tomara.
Roman levantó la cabeza, centímetro a centímetro.
—No soy lo suficientemente fuerte para enfrentarme a Estrada,
todavía no. Tenemos otros adversarios aquí.
No, no, no.
Eso no tiene sentido.
Marco hizo un movimiento. Mató a su padre. A mi madre.
No pensé que hubiera matado a nuestra hermana. Ella era la única
con la que mostraba emoción. Se estaba moviendo para tomar el
control del Cartel Morales, si no lo había hecho ya. Nadie iría contra él.
Los colombianos esperarían, a ver quién llegaba al poder. Lo mismo
con Bolivia. Belice. Todos esperarían, pero Marco no se movería a su
manera. Lo haría, si quisiera apoderarse de su producto, pero
conociendo a Marco, querría apoderarse de más distribución.
Estados Unidos era el billete de oro. Pagaban más por su producto.
No.
Tenía razón.
Marco iba a venir. Él vendría por mí primero.
Había decidido moverse en contra de Roman, probablemente al
escuchar cómo la familia había sido achicada. O eso era lo que pensaba.
—¿Por qué estamos en Boston?
Sabía lo que tenía que hacer, aunque Roman no me diera la orden.
Iba a ir, pero necesitaba saber dónde estaba la cabeza de mi jefe y
Boston no era el "dónde" por el que habíamos eliminado a sus
hermanos. Este no era el lugar elegido.

338
—Estamos en Boston porque está abierto en este momento.
Fruncí el ceño.
—La familia que controlaba Boston se trasladó a Chicago. Han tenido
sus propios cambios en los últimos años. Por eso me acerqué. Ha
habido escaramuzas, pero nadie ha dado un paso al frente aquí. Quiero
tomar el control. Ya tengo Filadelfia, DC y el resto de la Costa Este,
excepto Nueva York.
—¿Has tendido la mano?
—No puedo luchar contra Estrada, pero tienes razón. Creo que él dio
el golpe, y creo que está planeando moverse hacia el norte. Su primera
orden de trabajo será enviar sicarios por ti.
—Me estás enviando tras él.
No fue una petición. Las fosas nasales de Roman se encendieron y
supe que me había revisado.
Sus ojos se volvieron planos y su boca se adelgazó.
—Envié a mi mejor soldado tras él, podría perder a mi mejor
soldado. Te necesito vivo.
No.
—Tienes que enviarme tras él.
—No, Cla… Raize. No, Raize. Hay otro jugador aquí. Quiero enviarlo
al norte, a Canadá. Kai Bennett. Controla casi todo Canadá. No es lo
suficientemente grande como para enfrentarse a Marco y yo tampoco,
pero juntos, podríamos.
No funcionaría.
Nada de esto iba a funcionar.
Necesitaban un lobo solitario, o un grupo solitario que entrara y
asesinara a Marco. Era la única manera de detenerlo.
—Tiene demasiados hombres.

339
Kai Bennett no haría equipo con Roman. Roman era demasiado
nuevo. Acababa de asesinar a sus dos hermanos. Era un movimiento
audaz y sería percibido como arriesgado. Kai Bennett no se arriesgaba,
pero Roman estaba preparado.
—Los Bennett son una organización familiar.
La cabeza de Roman se echó hacia atrás, un pequeño centímetro,
pero estaba escuchando.
—Acabas de eliminar a tus dos hermanos. Eso va en contra de lo que
es Bennett. Enviarme a él para que haga una conexión para ti es una
pérdida de tiempo. No funcionará y perderás ese tiempo para un asalto
sorpresa contra Marco. Envíame a mí, sólo a mí, y lo haré. Conozco la
zona. Conozco México. Puedo entrar y hacerlo.
—Podría perderte.
—Vale la pena el riesgo.
Los ojos de Roman brillaron y se inclinó hacia delante, con las
palmas de las manos sobre el escritorio. Se inclinó, con la cabeza hacia
mí.
—¡Para mí no!
Downer se colocó entre nosotros, al lado del escritorio. Tenía una
mano en su pistola, pero sus ojos estaban fijos en mí.
Yo era el comodín aquí.
Di un paso atrás. Necesitaba usar la razón. Eso es lo que Roman
escucharía, sólo la razón. Necesitaba más de ella. Mi mente intentaba
pensar.
—Mándame a secuestrar a mi hermana.
La temperatura de la habitación bajó y supe que los tenía. A los dos.
Compartieron una mirada.
Le expliqué:
—Es la única persona que le importa a Marco. Puedo bajar, buscarla
y traerla de vuelta. Estará atormentado y querrá recuperarla. Perderá

340
tiempo y energía tratando de recuperarla. Enviarme a Kai Bennett no
va a funcionar, no todavía. No trabaja con otros y si quieres reclutarlo,
necesitas una reputación sólida y estelar. Envíame a secuestrar a la
hermana de Marco y eso hará que Bennett se interese. Es un
movimiento que podría apreciar. No se espera. Es una táctica mental.
Roman me miraba de nuevo, con los ojos entrecerrados.
Estaba pensando en ello.
Downer también lo notó y levantó las manos.
—¡¿Estás bromeando?! ¿Realmente estás considerando esto? Esto es
una locura.
Román lo ignoró y me preguntó:
—Si puedes entrar y llevarte a tu hermana, ¿por qué no vas a poder
matar a Estrada entonces? Estás corriendo el mismo riesgo.
Sacudí la cabeza.
—No lo haré. Puedo avisarle. Ella me dirá dónde ir y el mejor
momento para llevarla. Mi hermana rogó por mi vida antes. Si sigue
viva, no es estúpida. Ella sabrá que Marco ordenó el golpe a nuestra
madre. Te garantizo que mi hermana querrá que vaya por ella. Ella es
su punto ciego. Tenemos que usar eso.
Mi lanzamiento estaba hecho.
Ahora tenía que esperar.
Roman necesitaba pensarlo. Necesitaba llegar a su decisión, pero se
lo expuse lo mejor que pude.
—He oído lo que tu mujer puede hacer.
Eso me sorprendió. No era lo que esperaba de él.
Fruncí el ceño, pero no respondí.
Roman se levantó del escritorio, volviendo a la ventana, y buscó su
teléfono. Me dio la espalda.
—Ve. Busca a tu hermana y vuelve aquí, vivo.

341
No esperaba que cambiara de opinión.
Empecé a salir.
Me detuvo en la puerta, diciendo:
—Pero Raize.
Me di la vuelta.
Me miraba, con su teléfono en la mano.
—Tu mujer. Lo entiendo, pero tú eres mi hombre. Tu mujer es
entonces una de las mías. Si llega un momento en que necesito usar lo
que ella puede hacer, lo haré. Me la traerás para que lo haga —Sus ojos
eran duros. Su tono era implacable—. No hay lugar para las
negociaciones con esto, no si continúas bajo mi mando. ¿Me entiendes?
Tuve que darle la respuesta que quería.
Dije: —Sí.
Mientras cogía el pomo de la puerta y me iba.
No esperé a que me despidieran, pero sabía que al salir tenía una
correa y que algún día descubriría hasta dónde llegaba esa correa.
Cuando volví a salir, me subieron el coche y me alejé porque ese día no
era hoy.
Ahora, lo que teníamos que hacer era la razón por la que Ash había
llegado a mi vida.
La ironía no se me escapó.
Estábamos a punto de secuestrar a mi hermana.

342
51

ASH
Algo estaba realmente mal.
Me senté en la cama, esperándole hasta que vi un barrido de faros
entrar en la entrada. Estaba en medio de la cama, con los brazos
abrazados a las piernas y las rodillas apretadas contra el pecho. Estaba
allí, y pasó mucho tiempo antes que él entrara.
Eso me dijo casi todo.
No quería entrar.
¿Por qué?
No esperé.
Me moví a través de la cama, descalza y fui.
Estaba en camiseta y ropa interior, pero esperaba que Cavers y Jake
fueran considerados y no entraran si estaban levantados. No lo sabía.
En este momento, no me importaba.
Lo encontré en la cocina, con una botella de tequila a su lado. La
única luz era una pequeña lámpara de noche que quedaba del baño de
invitados, y que se había pasado por alto ya que normalmente no
teníamos ninguna luz encendida en ningún sitio donde nos
quedábamos.
No se volvió hacia mí y se me apretaron las tripas.
Me acerqué a él, me subí a su regazo, con las piernas a horcajadas
sobre él, y apreté mis manos contra su pecho.
No me agarró las piernas. Siempre me agarraba las piernas.
—¿Qué sucedió? —pregunté en voz baja. Estaba pisando fuerte.
Nunca había sentido esto de Raize, sea lo que sea.
No contestó, mirando a lo lejos detrás de mí.

343
—Oye —deslicé mi mano alrededor de su cuello, girando su cabeza
para verme. Me incliné, ojos con ojos. Y empecé a frotar mi otra mano
arriba y abajo sobre su pecho, deslizándose bajo su camiseta—. Dime.
Ahora se movió.
Sus ojos brillaron y sus manos se aferraron a mis muslos, tirando de
mí con fuerza sobre él.
Tragó, su manzana de Adán se movió hacia arriba y hacia abajo una
vez antes de decir rasposamente:
—Hubo un atentado contra Morales y su mujer.
Me balanceé hacia atrás.
La única mujer que afectaba a Raize era su madre.
—Raize —murmuré.
Siguió, sus ojos volvieron a mirar algo detrás de mí.
—La dejaron intacta. La ejecutaron con un disparo en la frente.
Me incliné hacia atrás, intentando que me mirara. Necesitaba verme
a mí, no a lo que tuviera en la cabeza.
—Raize.
—Fue Marco.
—¿Pero si él hiciera eso? ¿Apoderarse del cartel Morales?
—Entonces vendría por mí...
Nuestra conversación anterior volvió a la memoria. Mi pregunta y su
respuesta sobre Marco Estrada, y toda una nueva serie de escalofríos
se deslizaron por mi cuerpo.
Me balanceé hacia adelante contra él, sólo medio consciente de lo
que estaba haciendo.
Dije:
—¿Roman te manda a buscar a Marco?

344
Sus manos volvieron a agarrar mis muslos antes de subir a mi
trasero. Me ahuecó allí, y me ayudó a moverme con mi movimiento ya
oscilante. Sus manos amasaban mi culo, deslizándose por debajo de mi
ropa interior.
—No.
Fruncí el ceño.
—Pero...
Sus ojos encontraron los míos, inclinándose hacia arriba.
—Roman es demasiado nuevo aquí. No es lo suficientemente fuerte
para enfrentarse a Estrada, pero vamos a ganar tiempo.
—¿Cómo?
Sus ojos recorrieron la habitación detrás de nosotros, el pasillo.
—Nos envía para que vayamos por la hermanastra de Estrada. Es
una táctica para entretenerlos.
Cómo hablaba...
Siguió:
—Perderá tiempo y energía buscándola. Le haremos saber que está
viva, pero entonces habrá que ocultársela —hizo una pausa—. Si eso es
lo que quiere.
Incliné la cabeza hacia atrás, tocando su barbilla para que me mirara
y pregunté con los ojos. ¿No quería que lo supieran?
Su mirada se encendió, volviéndose feroz, luego ardiente y después
se endureció. Su mano seguía meciéndome contra él para que me
moviera sobre él.
Vi mi respuesta. No quería.
Le hice un pequeño gesto con la cabeza, sabiendo que mis propios
ojos se ablandaban, y él cerró los suyos, obteniendo lo que necesitaba
de mí. Su frente se apoyó en mi pecho. Cogí su cabeza, mi mano
acunando su cuello y llevé la otra alrededor, pasando los dedos por su
pelo.

345
Su madre estaba muerta. Íbamos a buscar a su hermana.
Todo lo demás puede esperar.
Acerqué mis labios a su oído y le dije, en voz baja:
—Siento lo de tu madre.
Su mano se acercó a mi nuca, agarrándome, pero sólo movió la
cabeza hacia atrás, mirándome con un anhelo tan feroz y un segundo
después, su boca estaba sobre la mía. Era caliente, exigente. Sus manos
se aferraron a mis muslos, clavándose en ellos, y sentí que necesitaba
más. Sólo más.
Cerré los ojos, rindiéndome, y Raize soltó un gruñido, empujándome
hacia atrás.
Me ajustó, abriendo mis piernas, para que me hundiera más sobre él.
Me inclinó hacia atrás.
Él estaba mirando, con la cabeza hacia atrás en las sombras, pero yo
no.
La luz de la luna brillaba. Yo estaba en su punto de mira, y Raize
quería verme.
Siguió amasando mi muslo, mirándome, y sentí que un infierno ardía
dentro de mí.
Lo quería a él, sólo a él, como sea que se entregara ahora.
Me inclinó aún más hacia atrás, estaba casi medio acostada sobre sus
piernas. Casi. Me detuvo a mitad de camino, pasó su mano por mi
vientre, abarcándolo, y subiendo hasta que estuvo entre mis pechos.
Los recorrió, lenta y suavemente, con su dedo, pasándolo por mi pezón
y me estremecí. Cada toque, cada caricia, era una burla de él.
Quería mecerme sobre él, para hacer que esto fuera más rápido.
Dolía por él, pero algo en el aire me retenía.
Necesitaba controlarme.
Su mano retrocedió, se giró, agarró mi top y lo desgarró.
Jadeé, arqueando la espalda por la sorpresa.

346
Mi camiseta cayó a un costado, hacia abajo y fuera de mis brazos. La
tomó por la espalda, la arrugó en una bola y la volvió a colocar sobre
mi cuerpo, moviéndose hacia abajo.
Estaba totalmente expuesta para él, hasta que pasó esa mano por mi
vientre, con la camiseta aún sujeta, y sentí que me agarraba los lados
de la ropa interior. Escuché un sonido de desgarro, y no pude evitar
que mi cuerpo respondiera.
Casi gemí, mordiéndome el labio.
Entonces me estaba tocando.
Sentí el aire contra mi clítoris, justo antes de que su lengua estuviera
allí. Me tocó con la camiseta antes de otro gruñido y la camiseta
desapareció. Su otra mano subió y me empujó hacia atrás, hasta el
fondo. La parte posterior de mi cabeza estaba sobre sus rodillas, pero
me agarró por la espalda, tirando de mí hacia arriba. Estaba arqueada
para él, pero estaba saboreando mi clítoris, su lengua barriendo el
interior.
No pude aguantar mucho más.
Un oscuro placer estaba creciendo. Lo estaba enviando por todo mi
cuerpo. Yo era suya, para que hiciera lo que quisiera. Me temblaban las
piernas. Todo mi cuerpo temblaba. Seguí mordiéndome el labio,
tratando de no emitir un sonido, un grito, un chillido. Necesitaba que el
dolor me impidiera correrme.
Raize necesitaba este dominio sobre mí.
Metió un dedo bruscamente mientras se levantaba del sillón.
Grité por la conmoción, pero mis piernas se enredaron en su cintura
por reflejo.
Me agarraba el trasero, manteniéndome sujeta, y se giró,
poniéndome sobre la mesa. No fue amable. Esta no iba a ser esa clase
de noche.
Metió un segundo dedo, y empujó profundo, largo, y siguió.

347
Él sabía lo que estaba haciendo. Me estaba trabajando rápido, quería
que me corriera rápido para él.
Abrí los ojos, viendo los suyos sobre los míos, un hambre descarnada
que se reflejaba en mí.
Tenía dolor, estaba arraigado en lo más profundo. Su madre.
Extendí la mano para tocarlo, para acariciar un lado de su cara, pero
me atrapó la mano. Casi con brusquedad, pero sólo la tomó. Sus dientes
se mostraron un segundo, y se ajustó, un tercer dedo empujando hacia
arriba y dentro de mí.
Abrí la boca y se me escapó un gemido gutural. Pero entonces Raize
se inclinó sobre mí, presionando mi mano contra la mesa por encima
de mi cabeza, su mano seguía allí, manteniéndome cautiva.
Siguió empujando, trabajándome, y no pude contenerme.
Intenté retorcerme, levantando la pierna alrededor de él, pero me
atajó y siguió empujando. Era implacable, y entonces se inclinó hacia
abajo. Sentí su lengua en mi clítoris y no pude contenerme más.
Liberando mi mano, me aferré a su cabeza con las dos, y él siguió.
Un grito ahogado salió de mí, y mis pies encontraron la mesa,
empujándome hacia arriba.
Me elevé aún más hacia la boca de Raize y sus dedos, pero la
liberación me desgarró. Fue una experiencia casi extracorpórea, y sólo
pude boquear, jadeando, mientras otro grito se introducía en mis
entrañas, dejándome destrozada por haberme callado.
No tenía tiempo para adaptarme.
Raize se levantó, mirándome fijamente.
Sus ojos eran oscuros, hambrientos, furiosos. La lujuria era palpable,
y esta vez cambiamos.
Yo estaba en la sombra. Él estaba en la luz de la luna.
Vi todo, todo en él.

348
Se levantó, se arrancó la camiseta y se desabrochó los pantalones. No
se los bajó, sólo se apartó los bóxers, se sacó la polla y se la acarició. Ya
estaba dura como una roca, apoyada en su estómago, pero pasó la
mano por encima, mirándome.
Mi cuerpo seguía temblando por mi liberación, pero jadeaba, mi
pecho subía y bajaba y empezaba a palpitar de nuevo.
Maldita sea.
Cada uno de sus músculos parecía estar esforzándose mientras se
contenía.
Me lamí los labios.
Quería ese control, esa contención. Quería cualquier cosa oscura y
peligrosa que tuviera en él. Quería que lo desatara en mí.
Levantándome, le devolvía la mirada, desafiándole a tomar el control
de nuevo.
No lo hizo. Me vio acercarme a él. Yo seguía sobre la mesa. Estaba de
pie entre mis piernas, su mano se movía arriba y abajo sobre él, pero
luego fue mi turno.
Reemplacé su mano, y me incliné, mi boca se acercó a su punta.
Aspiró y se quedó quieto mientras yo lo trabajaba.
Arriba y abajo. Mi mano moviéndose alrededor. Acariciando la base.
Estaba en su punta, chupando.
Sus manos agarraron los lados de mi cabeza y sus dedos se
hundieron, enredándose en mi pelo. Se flexionó, sus caderas se
acercaron a mí y yo me hundí, acogiéndolo hasta el fondo.
Hice un sonido de asfixia, un gruñido profundo.
Empezó a retirarse, lo atrapé, mi mano dando vueltas, agarrando su
culo. Lo mantuve en su lugar y luego liberé mi boca.
Levanté la vista, él estaba mirando.
Una emoción profunda y primitiva, posesiva, me abrasó.

349
Era mío. Mío. De nadie más.
No sé qué vio en mis ojos, pero los suyos brillaron y mi mano se
apartó de su polla.
Se agachó, me agarró y me levantó por los aires.
Me inclinó sobre su hombro, una de sus manos se metió entre mis
piernas, sus dedos volvieron a entrar en mí mientras me llevaba de la
cocina a nuestra habitación.
Me estrelló contra la puerta.
Me separó las piernas.
Se agachó, acomodándome y luego se deslizó dentro.
Esta vez no pude contener mi gemido, y él no me hizo callar.
Su mano rodeó mi frente, ahuecando mi garganta, y me mantuvo en
el sitio mientras me follaba.

Se lo dije después, cuando mi cuerpo estaba tan cansado y mi


cerebro apenas podía funcionar.

—Te amo.
Era importante que lo supiera, especialmente esta noche.
Se congeló y luego rodó hacia mí. Levantó la cabeza, me buscó y
luego rodó sobre mí.

—Yo también te amo.


Me lo devolvió justo antes de que nos desmayáramos.
Hacía tiempo que había salido el sol. Dejó de importarme.

350
Sólo pensé, bien.
Lo sabía, en el fondo, pero fue bueno escucharlo.

Al despertar, supe que Raize no estaba conmigo. Me di la vuelta,


mirando, pero la habitación estaba vacía. Mirando el reloj, sólo había
dormido unas horas y oyendo ruidos de la cocina, supe que los chicos
se habían levantado. Hice un trabajo rápido en el baño, lavándome,
limpiándome, y me puse ropa antes de salir.
No estaba segura de lo que iba a encontrar, pero no estaba
preparada.
Planos se extendieron sobre la mesa.
Cavers tenía algo cocinándose en la estufa.
Suponía que Jake había hecho café, ya que podía oler una cafetera
recién preparada.
Gus estaba masticando un hueso en medio de la cocina, con las patas
traseras extendidas y las dos delanteras sosteniendo el hueso para él.
Jake y Cavers estaban vestidos, listos para salir.
Raize tenía puestos sus vaqueros y eso era todo.
Su arma estaba en la mesa a su lado, pero estaba sin camisa y podía
ver la evidencia de nuestro acto de amor de la noche anterior. Sí... no
me estaba centrando en eso, ni en el hecho de que tanto Jake como
Cavers sabían de dónde procedían esas marcas.
Seguí adelante.
También estaba pensando muy poco en lo que escucharon anoche.
La negación era mi amiga esta mañana.
—¿Qué está pasando?
Las tres cabezas se levantaron o giraron hacia mí.

351
Jake y Raize estaban revisando los planos.
La cola de Gus empezó a golpear el suelo, pero no dejó de masticar
su hueso.
—Buenos días. Hice café.
Jake señaló la cafetera.
Habíamos tomado la costumbre de llevar una con nosotros, y
seguíamos abasteciéndonos en casi todas las gasolineras en las que
parábamos.
Cavers inclinó la cabeza alrededor de los chicos, con una cuchara de
madera en la mano.
—Estoy haciendo omelets. ¿Quieres algo especial en el tuyo?
¿Omelets? ¿La mañana después de que Raize descubriera que su
madre fue asesinada?
Sólo negué con la cabeza.
—No, gracias.
Me dirigí a la máquina de café.
Raize no me saludó, pero sentí su mirada sobre mí hasta que tuve mi
café en la mano y me apoyé en la barra, mirándolo por encima de mi
taza. Había estado esperando esa mirada, y su mirada me recorrió
antes de volver a entrecerrarse. Se volvió hacia los planos.
Jake me mostró una sonrisa.
—Tenemos una nueva misión. ¿Tu chico compartió los detalles
contigo? Vamos a ser internacionales, nena.
Le devolví la sonrisa a Jake, pero entonces Raize se enderezó.
—No la llames así.
Los ojos de Jake se abrieron de par en par y se apartó de la mesa.
—No estaba pensando —levantó su mano libre. Su otra mano tenía
una taza de café—. No pretendía faltar al respeto.

352
Raize frunció el ceño y le miró de reojo.
—¿Ya arreglaste tu mierda con tu mujer?
La sonrisa se borró de Jake. Bajó la mano y su boca se volvió firme.
Sacudió brevemente la cabeza.
—Hice esa llamada sobre mi madre, pero aún no lo he solucionado.
Lo haré.
Raize le dedicó una breve inclinación de cabeza antes de volver a los
planos.
—¿Qué están mirando? —pregunté mientras me movía para
colocarme al otro lado de Raize, deslizándome sobre una silla con el
respaldo hacia la pared. Me puse de cara a donde estaba Raize, pero
apoyé mi café en la mesa junto a su pistola. También la moví, sólo un
centímetro.
—Esta es la finca principal de Marco.
Mis cejas se dispararon.
—¿Tienes planos de ella?
—Los tengo desde antes de salir de allí —Sus ojos estaban fijos en
los míos—. Sabía lo que dejaba atrás.
Sí.
Miré a los chicos y ninguno parecía estar prestando atención. Cavers
seguía cocinando. Jake miraba hacia el salón, perdido en sus
pensamientos.
Gus, bueno, estaba encaprichado con su hueso.
Cavers trajo un plato y se lo entregó a Jake antes de preguntar:
—¿Cuándo nos vamos?
Raize me miró a mí y luego a Cavers.
—Esto tiene que ser rápido. Coman, luego empaquen y limpien. Nos
vamos en una hora.

353
Jake hizo una pausa antes de dar un bocado a su omelet.
—¿No queremos cruzar de noche?
—Bajar no es un problema. Cruzaremos al sur de Phoenix.
Cavers asintió. Jake volvió a comer.
Era la única que seguía mirando a Raize, y él volvió a estudiar los
planos.
Sabía que lo tendría todo pensado, si no lo tenía ya, pero haríamos lo
que teníamos por ahora.
Bajaríamos. Buscaríamos a su hermana. Volveríamos a subir.
Podría haber algunas bajas. Estaba dispuesto a apostar que no sería
en nuestro lado, y lo manejaríamos después.
Raize dijo antes que íbamos a la guerra, pero esa declaración se
refería a que Roman iba por sus hermanos. Pero este movimiento, este
era el primero en un tablero de ajedrez y este era el primer acto de una
guerra totalmente diferente.
Y yo estaba enamorada de Raize.
Lo seguiría en cualquier tipo de guerra.
Como si percibiera mis pensamientos, no me miró, pero extendió la
mano y la mía se entrelazó. Dos de sus dedos se enroscaron alrededor
de los míos.
Nos quedamos así hasta que todos terminaron de desayunar.
Después de eso, fue el momento de empezar otra guerra.

354
52

ASH
No volamos, sino que condujimos.
Suponía que el gran arsenal de armas en nuestras dos camionetas
era la razón principal. Sólo una suposición. Raize conducía. Yo le hacía
compañía. Cada seis horas, cambiábamos.
A Jake le gustaba hablar. Una vez mencionó que era el lado
romántico en él. No estaba segura de estar de acuerdo, pero entonces
estaba bien. Conseguí que se abriera sobre su mujer.
Se llamaba Tracy.
Era peluquera.
Era divertida.
Una romántica.
Ella resoplaba cuando él le hacía cosquillas.
También era una motera reformada, pero no sabía qué significaba
eso.
Tampoco estaba segura de que Jake lo supiera.
Tenía un gran pelo y la echaba de menos.
No me dijo esa última parte, pero era fácil de averiguar. Una vez que
empezó a hablar de ella, no paró. Cuando llegó Cavers, estuvo más
tranquilo, pero descubrí que no le gustaban las mujeres.
—¿De verdad? —Me senté casi de cara a él—. No tenía idea.
Siguió mirando hacia delante, sólo con una leve sonrisa. Apretó con
fuerza el volante.
—¿Por qué la sorpresa? —Se encogió de hombros—. Soy
estrictamente un idiota.

355
Eso saco una sonrisa completa de él.
Le devolví la sonrisa.
—¿Los chicos lo saben?
Su cabeza se inclinó hacia abajo con eso, sólo un poco.
—Raize lo hace. No le importa a quién me follo, lo cual es genial
porque no siempre es así. Especialmente en este mundo.
No había mencionado a Jake.
Lo hice entonces.
—¿Y Jake?
Se quedó callado, sin comentar nada.
Pero, otro encogimiento de hombros y su mandíbula se tensó.
—El otro día hizo un comentario “gay”, pero no sé si le importará.
Puede que lo dijera sin pensar. Algunos tipos son así, pero... no. Él no lo
sabe.
Eso apestaba. Mucho.
—¿Estás saliendo con alguien?
Negó con la cabeza.
—No. No por un tiempo. Esta vida, es demasiado dura. Quiero decir,
no es difícil. Hay aplicaciones, pero no sé. Llevamos mucho tiempo
encerrados y antes de eso, no sabía si iba a vivir después de que me
enviaran a trabajar para Raize. Bronski es un jodido imbécil.
¿Trabajaste para él?
Se me apretaron las tripas. También lo hizo mi mandíbula.
—Durante unos días.
—Eso es bueno —miró, dándome una sonrisa triste—. Que fuera
sólo por unos días.
—Le disparé.

356
Asintió con la cabeza, la sonrisa se volvió grave.
—Oí eso.
—Sí.
Después condujimos en silencio. De alguna manera, la necesidad de
llenar el espacio ya no existía y pasaron otras dos horas antes de que
hablara.
—¿Eres del tipo de tener novio o del tipo de tener diversión?
Cavers se echó a reír, el sonido desgarró la cabina. Todo el ambiente
se levantó y, una vez que su risa se desvaneció, dijo:
—Soy las dos cosas, y cuando empiece a ver a alguien serio, eres la
primera que quiero que conozca.
—De acuerdo. Entonces, ¿Raize lo sabía?
Asintió con la cabeza.
—Vio a un tipo mirándome en una gasolinera. Lo único que dijo fue
que si me tiraba a alguien, que mantuviera la boca cerrada sobre todos
nosotros y nada de relaciones. Jake rompió esa regla.
Sí. Jake fue el que rompió esa regla.
—Le gusta mucho, sabes.
—¿Quién? —Las palabras salieron antes de que me diera cuenta.
Supe de quién estaba hablando en el momento en que lo pregunté. Me
sonrojé—. Lo sé.
—Eso va a ser un problema.
Otro asentimiento de mi parte, y este se sintió más pesado que el
anterior.
—Lo sé.
—Si Raize se entera, volverá y la matará.
Le miré.
Me miraba, pero se volvió hacia la carretera.

357
—Ella no es tú. No conozco a muchas mujeres que puedan llegar a
donde tú estás. Jake tiene que desaparecer o ella lo hará.
Sí...
—Jake no la ama, pero le gusta y ese es el problema. Su situación es
un todo o nada, pero no lo está tratando así. No está pensando bien. No
cree que Raize vuelva y la mate. Cree que está a salvo, pero hace falta
una vez, un momento en que ella sienta curiosidad.
Cada palabra que decía me hacía encoger en mi asiento. Más y más
hasta que me sentí tan pequeña.
—Lo sé, Cave.
—Se enfadó conmigo por casi disparar a Raize y lo entendí. Lo
entendí. En este mundo, Raize nos mantiene vivos. Vamos a cualquier
otro lugar y somos desechables. Sólo un guardia más con un arma.
Raize nos trata de forma diferente y Jake y yo sabemos que es por ti. Tú
cambiaste el juego. Tú y él. No quiero que Jake lo arruine.
—Lo manejaremos. De alguna manera.
Me miró, sosteniendo mi mirada, y supe que pensaba que no lo
haríamos.
Después de eso, condujimos en silencio.

358
53

RAIZE
Sólo yo entré a México.
Hice que los demás se quedaran atrás. No podía arriesgarme a que
Ash viniera conmigo. Llamaría la atención. Aunque no había cambiado
su color de pelo a rubio, tenía un aire que gustaba a los chicos.
Desprendía clase, elegancia, pero también dureza y misterio. Era el
misterio lo que atraía a los chicos hacia ella. Jake y Cavers se sintieron
atraídos por ella desde el principio, y eso se hizo aún más fuerte
después de que se enfrentara a mí para salvar la vida de Jake. Eran
leales a mí, pero eran más leales a ella. Y que yo viajara con todo el
grupo atraería aún más la atención.
Seguí con la hipótesis del lobo solitario, pero en cuanto pasé la
aduana, hice una llamada.
Un día después, un tipo entró a una cantina y barrió la sala.
Al verme, volvió a salir.
Lo seguí.
Estaba esperando, pero no hablamos.
Pasé junto a él, dirigiéndome al motel y, una vez dentro, atravesó la
puerta.
La puerta estaba cerrada.
La luz se encendió y levanté la mano.
Abram negó con la cabeza, pero sonrió. Su mano encajó en la mía y
nos acercamos, abrazándonos. Retrocediendo, puso los ojos en blanco,
reajustando su gorra de béisbol.
—Estás loco hombre8.

8 En español.

359
Asentí con la cabeza. Lo estaba. Pero teníamos asuntos que tratar.
—No sabía si responderías a mi llamada.
Abram me miró largamente antes de sentarse a la mesa. Estiró las
piernas, poniendo su arma sobre la mesa. Seguía dirigiéndome esa
mirada.
No me moví.
Volvió a negar con la cabeza.
—Consideré que no, porque si contesto y no informo de tu llamada,
sabes que podría pasar.
Aun así esperé. Conocía a Abram. Si tenía algo que decir, lo diría. Sólo
que le tomaría una eternidad decirlo.
Apartó la mirada, movió la cortina y miró al exterior antes de dejarla
caer en su sitio.
—En serio, hermano. Marco está fuera de control.
Ahí estaba. Esa es la verdadera razón por la que tomó mi llamada.
Me puse cómodo, apoyado en la pared.
—¿Dónde está mi hermana?
—La tiene en su casa de Guaymas.
—¿Tiene gente sobre ella?
Un asentimiento de su parte.
—Cuatro tipos, más el equipo de seguridad habitual en su casa, pero
es su lugar de turismo. No cree que nadie lo toque.
Eso era bueno, muy bueno.
Abram añadió:
—No se lo espera.
—¿No me espera?

360
—Te está esperando, pero no de esta manera. Si te llevas a Verónica,
enloquecerá. Es su hermana9, pero tiene una extraña propiedad sobre
ella.
Me encogí de hombros. No era tan inusual.
—Estoy seguro de que espera casarla con otro cartel, hacer una
alianza.
—Disparó esa oportunidad eliminando a Morales. Los otros carteles
lo están observando para ver qué hace. Ya se ha movido en todos los
puertos de Morales. Se supo que era el hijo10 de Morales.
—¿Cómo fue recibido?
Se encoge de hombros.
—Hubo menos resistencia a la transición. Creo que eso es todo lo
que se logró, también le dio sentido a los otros carteles sobre por qué
Morales dejó que Marco viviera tanto tiempo y cómo se expandió tan
rápido —Se inclinó hacia adelante—. Pero, compadre11, te digo que
desconfían de él.
Le miré fijamente, escuchando lo que no me estaba diciendo.
—¿Crees que va a haber una guerra de carteles?
—¿A menos que los deje en paz y se concentre sólo en avanzar hacia
el norte? Lo cual, no creo que lo haga.
—Pero ese es su plan.
Abram asintió con cautela.
—Creo que sí. Está enfadado porque sus distribuidores del norte
fueron eliminados. Te culpa a ti. No le gusta tu jefe —silbó, sacudiendo
la cabeza—.Tengo que decir que me sorprendería que no enviara
sicarios por ti y por tu jefe al mismo tiempo.
Me imaginé que iría por ese camino, pero no tras nosotros dos.
Tendría que advertir a Downer.
9 En español, en el original.
10
En español, en el original.
11 En español, en el original.

361
Pregunté:
—¿Sabes a quién enviaría?
Me miró fijamente y luego asintió con rigidez y lentitud.
—Lo hago.
Pediré esos nombres después de que nos ocupemos de este primer
asunto.
—Tenemos que movernos. ¿Hiciste lo que te pedí?
Hizo una pausa, sin responder, y luego:
—Ella sabe que vas a venir y si nos vamos, llegaremos en la ventana
que nos dio para la aproximación.
Eso es lo que supuse, llegar antes para poder descansar y explorar la
zona. Necesitaba asegurarme de que Abram venía por su cuenta. Si
hubiera visto más actividad o algún hombre de Estrada añadido, no iba
a hacer el encuentro con Abram. Él no lo sabía, pero yo le habría puesto
un micrófono y le habría seguido la pista, encontrando a mi hermana
por mi cuenta y haciendo mi propia aproximación. Utilizarlo había sido
un riesgo, pero necesitaba ver si sería una ventaja para mí más
adelante.
—Raize.
Entrecerré los ojos, escuchando una repentina seriedad proveniente
de él.
—¿Sí?
Como si leyera mi mente, dijo:
—Sé que quieres usarme contra Marco, pero no puedo hacerlo.
La alarma se encendió en mi interior. Me enderezó de la pared.
—¿Qué quieres decir?
—Llamaste y supe que tenía que voltearme contra Marco o ir contigo
—Se puso de pie, recogiendo su pistola—. Marco está pasando por sus
hombres como si fueran caramelos. O los revienta o los echa. Ahora

362
mismo es peligroso. No puedo quedarme con él. Él sabe que tú y yo
fuimos amigos en el pasado, que te busqué en Texas. Me sorprende que
no haya ordenado mi ejecución a estas alturas.
Ahora tenía sentido. Algo de la tensión se alivió en mí.
—¿Te estás volteando?
—Tengo que ir contigo. He oído hablar de tu jefe, oí que es
ambicioso. Me imagino que si sigues trabajando para él, eso te dice
algo. ¿Crees que me aceptaría?
Ahora estábamos en un juego totalmente diferente.
Abram podría haber informado de mi llamada a Marco, y ahora
Marco estaba siendo inteligente, tratando de insertar a uno de sus
hombres en la nómina de Roman. O no y Abram estaba siendo genuino,
necesitando protección cuando se volteara.
—¿Sigues enamorado de mi hermana?
Los ojos de Abram se agrandaron y un ladrido de sorpresa lo
abandonó.
—¿Cómo lo sabes?
—Has estado enamorado de ella durante años, la única razón por la
que pude pensar que te quedaste con Marco cuando me fui —Había
sido una corazonada, hasta ahora—. ¿Marco no lo sabe?
—No, claro que no —Una risa hueca se arrancó de Abram—. Tie-
tienes razón. Está mirando a los colombianos para casarla y hacer una
alianza con ellos. Cuando ella se vaya, se acabará esa conexión y se lo
tomarán como algo personal. Cuando te la lleves, podría enfrentarse a
una guerra contra ellos también. Llamaste y expusiste tu caso, sabía
que era el camino correcto. No sólo por Verónica, sino que este es el
movimiento que paralizará a Marco lo suficiente como para que pierda
parte de su poder. Vas a dar un golpe, sacando una de sus rodillas.
Caerá y entonces podremos ver quién se abalanza sobre él, si lo
mantienen en el suelo o no. Todo el mundo va a estar mirando y todo el
mundo va a saber quién eres, y lo que hiciste. No hay vuelta atrás
después de esto, si la atrapamos y salimos vivos.

363
—Lo haremos.
Otra risa suya, esta vez corta.
—Ya lo veremos, hermano. Pero tienes que saber que tampoco hay
vuelta atrás para ti. Tendrás que llegar hasta el final de la escalera o te
convertirás en un fantasma.
Una visión de Ash apareció en mi mente.
Afirmé mi mandíbula.
—Vamos a buscar a Verónica primero, y después, si estás con
nosotros, estarás con nosotros hasta el final. Tengo gente en el lugar.
Sólo tenemos que cruzar la frontera.
Un breve asentimiento de su parte.
—Me parece bien —comprobó su reloj—. Tenemos que irnos, o
tendremos que esperar otras veinticuatro horas para movernos por
ella.
—De acuerdo.
Teníamos un viaje de cuatro horas por delante.

364
54

ASH

DOCE HORAS DESPUÉS


Estábamos en Nogales, en el lado de Arizona, cuando llegó la
llamada.
Respondí, sabiendo que era uno de los números de Raize.
—¿Estás bien?
El viento fuerte y áspero tronó por el teléfono primero, y luego le oí
gritar.
—Tienes que moverte. Ahora mismo. Marco tiene hombres en ese
lado y te están buscando.
Me levanté de golpe de donde estaba sentada. El teléfono estaba
apretado contra mi cabeza, pero atraje la atención de Jake y de Cavers.
Me puse de pie.
—¿Qué está pasando? —No esperé, hice señas a ambos y señalé
nuestras maletas. Les dije—: Tenemos que irnos ya.
—¿Ahora?
—¡Ahora!
Jake se quedó parado, pero Cavers no me había cuestionado.
Inmediatamente cogió una bolsa y abrió la puerta de golpe, sacando las
cosas. Necesitaba liberar una mano, así que conecté un auricular
bluetooth que Jake había insistido en que compráramos y me metí el
teléfono en el bolsillo.
—Estoy aquí —Le dije a Raize mientras corría a coger mis cosas, y
los objetos que había dejado.
Gus comenzó a ladrar en el fondo.

365
Pregunté:
—¿La tienes?
Hice una mueca, mirando, pero Cavers no estaba en la habitación y
Jake no parecía haberse dado cuenta de que casi me había resbalado.
No sabía cuándo, ni cómo, ni dónde, ni siquiera si Raize iba a
informarles, pero eso no era decisión mía.
—La tenemos, pero en cuanto pasamos la frontera, sonó una alerta.
El teléfono de Abram se volvió loco con los mensajes. Saben que estás
en Nogales y seguro que piensan que está contigo.
Teníamos un equipo del cartel dirigiéndose hacia nosotros.
Encantador.
Estaba terminando de coger las últimas armas que había dejado, con
la bolsa echada a la espalda.
Cavers entró corriendo, tomó las bolsas que quedaban y Jake se llevó
a Gus.
Me paré en la puerta abierta, y me volví.
—Tenemos que limpiar esta habitación.
Cavers volvió a entrar, lanzando lejía por todas partes. Gritó por
encima de su hombro:
—¡Vamos! Sube a la camioneta.
Lo hice, apresurándome a entrar.
Jake estaba en el asiento del conductor. Vio mi bluetooth.
—¿Sigue ahí?
Asentí con la cabeza.
Jake me arrancó el auricular y lo puso en su oído.
—Jefe. ¿Qué está pasando?
Como estaban hablando, guardé mis maletas en la parte de atrás.

366
Gus estaba parado en la carrocería, con la cabeza a través de la
ventana abierta. Empezó a lamerme la cara.
Entonces Cavers salió corriendo, se lanzó a la parte trasera con Gus,
y golpeó el lateral.
—¡VAMOS!
Jake soltó una maldición, pero apretó el acelerador y nos pusimos en
marcha.
Empezó a gritar y a conducir al mismo tiempo.
—¿Dónde?
Atravesó un aparcamiento, pasó por encima de otro y luego dimos
una vuelta brusca y en dirección contraria.
Maldije, viendo a la policía.
—¡Detente, Jake! —Le señalé.
Jake también maldijo, pero inmediatamente se metió en otro callejón
justo cuando la policía doblaba la esquina. Estábamos lo
suficientemente lejos como para que no nos viera, pero por si acaso,
Jake se metió en otro aparcamiento y giró hacia la siguiente calle, en
dirección completamente opuesta. Esta vez, se movía a una velocidad
más normal.
Cavers golpeó la ventana detrás de nosotros.
Me di la vuelta para ver cómo le lanzaba una mirada a Jake.
—¿Qué mierda?
Tenía agarrado a Gus, que intentaba liberarse.
—Policía —le dije.
Asintió, retrocediendo y acomodándose una vez más.
Jake me dijo con la boca:

367
—Lo siento —Pero seguía escuchando a Raize. Diez minutos más
tarde, dijo—: Bien. Estamos en la autopista —Me hizo un gesto para
que cogiera la llamada—. El jefe te quiere ahora.
Me lo volví a colocar en la oreja.
—¿Dónde estás?
—Estamos fuera de la ciudad. Ustedes se reunirán con nosotros al
norte, en la segunda parada de descanso. Es un viaje en coche, así que
dile a Cavers que se acomode. Nada de policías. Nada. ¿Entendido?
—Lo tengo.
Colgó cuando me estaba dando la vuelta para transmitir a Cavers lo
que dijo Raize.
Un momento después, se deslizaba hacia abajo para que ningún
coche que pasara pudiera ver a un tipo sujetando a un perro en la parte
trasera de un coche y llamar a la patrulla estatal.
Guardé el auricular, mirando a Jake.
—Amigo.
Hizo una mueca.
—Lo sé. Lo siento. Oí Cartel y me entró el pánico —lanzó una rápida
mirada a Cavers—. ¿Crees que ha limpiado adecuadamente esa
habitación?
Me encogí de hombros.
—No lo sé, pero no hemos hecho nada. Esperemos que se pierda.
Frunció el ceño.
¿Estamos hablando de policías o de un cartel?
—No creo que los carteles puedan encontrar algún rastro de ADN.
—Te sorprendería lo que pueden hacer.
Es cierto, pero no quería saberlo.
Deslizándome y tratando de ponerme cómoda, dije:

368
—Estamos de una pieza. Raize ha dicho que están de una pieza.
Vamos a llegar allí y averiguar qué hacer.
—Él dijo: “La tenemos”.
—¿Qué?
Jake me miraba, estudiándome, antes de volver a la carretera.
—Dijo “nosotros” cuando debería haber sido “la tengo”. ¿Quién está
con él?
Me callé. Pero, maldita sea.
—¿Por qué lo preguntas?
Volvió a fruncir el ceño y luego sus cejas se dispararon.
—¿Me estás tomando el pelo? ¿Volvemos a esta mierda de la
paranoia? Pensé que habíamos superado eso.
—Si es que alguien viene con Raize, entonces es todo lo que
necesitas saber. Así que tengo que preguntar de nuevo, ¿por qué estás
preguntando?
—Te pregunto para ver si lo sabes, y es evidente que lo sabes. ¿Lo
sabías antes de que se fuera o estás tan sorprendida como yo? Nuestro
jefe no es de los que trabajan con alguien al azar.
Todavía no sabía por qué preguntaba.
—Interroga a Raize cuando lo veamos. Puede que sepa quién es,
pero no conozco ninguno de los detalles y no me siento cómoda con
que me preguntes todo esto. O confías en Raize o no lo haces.
Lo estaba estudiando mientras decía esa última parte, y su boca se
tensó.
Eso fue todo.
No confiaba en Raize.
¿Por qué no confiaba en Raize? ¿Cuándo había cambiado eso?
Entonces se me ocurrió un pensamiento diferente.

369
—¿Esto es por tu mujer?
Se sacudió y su cabeza se dirigió a la mía.
—¿Qué?
Se trataba de su mujer.
Esto no era bueno, en absoluto.
—¿No vas a alejarla?
Su mandíbula se apretó y su mano se tensó sobre el volante. Levantó
un hombro, con brusquedad.
—No sé. Probablemente no es el momento adecuado para tener esta
conversación, teniendo en cuenta que estamos huyendo de un cartel.
¿Sabes?
—No hagas nada estúpido. Por favor, habla conmigo o con Cavers
antes de hacerlo...
Me envió una sonrisa contenida.
—¿Gus cuenta?
Sonreí.
—Tal vez.
Se rió, pero de forma forzada.

Llegamos al área de descanso, aparcando en un lado del edificio.


Jake empezó a tomar la correa de Gus, pero yo llegué antes.
—Yo lo sacaré a pasear. Ustedes adelántense.
Cavers me frunció el ceño, pero se dirigió al interior de inmediato.
Jake miraba a su alrededor.

370
—Una mujer soltera con tu aspecto aquí no es una buena idea.
—Ve. Estaré bien.
Jake no tenía ni idea de lo que era capaz Gus. Yo sí.
Asintió con la mano masajeando su nuca mientras iba tras Cavers.
Llevé a Gus a un trozo de hierba, colocado en una pequeña colina
para poder ver quién entraba y salía.
No tardé en ver que Raize se dirigía hacia mí desde el lado opuesto
de la colina. No me había dado cuenta de que habían aparcado.
Abram y una chica que supuse que era la hermana de Raize iban
caminando hacia el área de descanso. Abram la rodeaba con su brazo,
metido en su costado.
Los observé, viendo cómo la cabeza de ella se apoyaba en su pecho
un segundo y la mano de él se sumergía, frotando un punto de su
espalda.
Eso fue... interesante.
—¿Los chicos están dentro?
Raize se acercó a mí, y se agachó, rozando un beso sobre mis labios
antes de enderezarse, con la correa de Gus ahora en su mano.
Asentí y volví a observar a Abram y a la hermana de Raize.
Era pequeña. Pequeña. Pelo largo y negro. Llevaba un vestido y
sandalias.
No esperaría ese tipo de ropa si hubiera planeado correr.
Raize miró hacia donde yo miraba y adivinó con exactitud lo que
estaba pensando.
—¿Tienes ropa extra que pueda tomar prestada?
También tuve que reírme de eso.
—Sí.
—¿Por qué es gracioso?

371
—Porque no hace mucho, yo era la chica a la que tenías que llevar de
compras cuando no tenía nada.
—Oh. Sí.
Le hice una valoración. Sonaba cansado, y parecía cansado, pero
había algo más.
—¿Qué es?
Volvió a centrarse en mí, parpadeando un par de veces.
—¿Qué?
—Algo extra está pasando contigo. ¿Qué es?
No contestó de inmediato, sus ojos seguían adelante aunque Abram
y su hermana ya estaban dentro. Cavers había salido y se dirigía hacia
nosotros.
—Sólo... no tuvimos tiempo de hablar. La tomamos y nos fuimos
enseguida. Fue un viaje en coche, pero ella estuvo sollozando todo el
tiempo. Y no me dejó consolarla, así que Abram la sostuvo mientras yo
conducía. No tengo ni idea de cómo manejarla.
Oh.
Le agarré la mano y se la apreté mientras Gus se ponía en cuclillas
para hacer caca.
Le pasé el pulgar por el dorso de la mano.
—No está pensando con claridad. Eso es todo.
Intentó devolverme la sonrisa, pero le costó un esfuerzo. En su lugar,
pasó su pulgar por el dorso de mi mano, y nuestras manos se
separaron cuando Cavers llegó hasta nosotros.
—Jefe. Me alegro de verte vivo —señaló a Gus—. ¿Quieres que lo
lleve?
Raize le entregó la correa.
—Estaremos aquí un poco.

372
—Entendido.
No sabía si debía mencionar a Jake, pero luego no importó. Jake salía
de los baños. Al vernos, se dirigió hacia nosotros. Pasó por encima de
Raize y luego buscó su camioneta.
—Jefe —saludó con una pequeña elevación de la barbilla.
Los ojos de Raize se entrecerraron ligeramente.
—Danos un segundo.
—De acuerdo.
Ese fue el intercambio, pero miré hacia atrás, notando la tensión de
Jake. Sus hombros estaban rígidos. Cuando me volví, Raize me había
estado observando.
—¿Quieres ponerme al corriente?
Abrí la boca, pero entonces Abram venía hacia nosotros.
La cerré, justo cuando llegó a nosotros, mirando hacia el baño de
mujeres.
—Hey —dijo, y luego hizo un leve gesto al darse cuenta de quién era
yo. Sus cejas se hundieron—. Te ves diferente.
—Cabello diferente.
—Ah —Sus ojos se iluminaron de comprensión—. No te ofendas,
pero me gustaba el rubio.
Sonreí.
—A mí también. Volverá.
Raize me dedicó una suave sonrisa, antes de perderla. Le preguntó a
Abram:
—¿Cómo está ella?
Abram le dirigió una mirada cautelosa y cansada, muy cansada.
—A veces fue malo para ella.

373
—¿Qué quieres decir?
Abram miraba el baño de mujeres.
—Hablemos más tarde, ¿sí? Pongámonos a salvo y luego empecemos
a informar de toda esta mierda porque, hermano, es mucha mierda la
que tenemos que digerir.
Raize gruñó y me señaló con la cabeza.
—Comprueba cómo está, pero no te acerques.
—Lo tengo.
Él siguió su camino y yo el mío, y cuando entré, casi me doy contra la
pared.
La chica que estaba frente al espejo, mirándose a sí misma, era la
gemela de Raize. O la versión femenina de él.
Era más pequeña, cosa que ya sabía. Su pelo era oscuro y caía hasta
la mitad de la espalda, pero sus ojos estaban muertos. Sus pómulos
eran demacrados. Tenía unos hermosos ojos marrones, los mismos
labios carnosos que su hermano, pero su cara era un poco más
redondeada que la de Raize. La de él era dura, con una mandíbula firme
y cuadrada, pero con los ojos, la boca y los pómulos, ella era familia de
Raize.
Los chicos se darían cuenta en cuanto la vieran. Todo el infierno se
desataría después.
Reprimí un escalofrío, sin querer adelantarme a esos fuegos
artificiales.
Me obligué a seguir adelante, a entrar en un puesto y me senté, pero
no oriné. No sabía por qué estaba esperando, pero ella no se había
movido cuando pasé junto a ella. Ahogó un sollozo antes de que se
abriera el agua, pero cuando la cerró no emitió ningún otro sonido. Se
lavó las manos, cogió una toalla y salió. Todo tranquilo, o todo lo
tranquilo que podía estar.
Entonces recordé.

374
Me había detenido y la había mirado fijamente. Ella no se había dado
cuenta. Esos ojos ni siquiera se veían a sí misma, no creía.
¿Lo de la mirada muerta era un rasgo familiar?
Estaba pensando que no lo era.

375
55

ASH
Los fuegos artificiales no ocurrieron después de que saliera del baño.
Cavers, Gus y Jake estaban en nuestra camioneta.
Abram y la hermana de Raize estaban en la suya.
Raize me estaba esperando, estudiando las dos camionetas. Su
atención se trasladó a mí cuando llegué a su lado y me tocó bajo la
barbilla.
—¿Quieres explicar la actitud de Jake hacia mí?
Contuve la respiración.
—Pensé que esperarías.
Sus ojos apenas parpadearon.
—¿Qué pasa?
—No lo sé. Dijiste “nosotros” cuando te referías a que sacaste a tu
hermana y Jake me preguntó quién estaba contigo.
—¿Se lo dijiste?
Sacudí la cabeza.
—Él sabe que yo sé quién estaba contigo, pero nada más.
—¿Le hablaste de Abram?
—No, sólo que creí saber quién era la persona que estaba contigo.
Eso es todo, literalmente. No lo sabía, ya sabes, pero Abram tenía
sentido.
Empezó a retroceder, pero agarré su camiseta, manteniéndolo en su
sitio.

376
Se me apretó el pecho. No me gustaba lo que iba a hacer, pero... Raize
tenía que saberlo.
—No terminó con su mujer.
Raize se tensó.
—¿Qué?
—La llamó, le dijo la mentira sobre su madre, pero ha estado
hablando de ella.
Dios.
¿Qué estaba haciendo?
¿Acabo de firmar su sentencia de muerte? Porque Raize no lo
permitiría, especialmente ahora con su hermana en la mezcla.
—¿Y está enojado, pensando que le he estado mintiendo?
—Bueno. Sí.
Raize maldijo en voz baja y luego suspiró.
—Nos ocuparemos de esto más tarde. Ve con ellos.
—¿A dónde vamos?
—Hay un refugio que conozco en Colorado.
—¿Por qué Colorado? Eso es como un viaje de doce horas.
Me miró, su boca se tensó, pero luego suspiró.
—Porque quiero estar lo más lejos posible de esta frontera, y en
algún lugar que no esté cerca de la Costa Este o de Texas.
—Bueno. Entonces. Eso tiene sentido.
Sonrió, sus ojos se ablandaron antes de darme una palmadita en el
trasero.
—Ponte en marcha. Duerme si puedes, ¿de acuerdo?
Le devolví una pequeña sonrisa.

377
—Tú también.
Se pasó una mano por la mandíbula.
—Si mi hermana no se asusta porque su brazo pueda tocar el mío,
intentaré echarme una siesta.
Se inclinó, dándome otro suave beso, antes de separarnos.

Un desconocido.

Esa chica…
Un hombre se quedó mirándola. Era bonita. Parecía que conocía al
tipo con el que estaba, y él se inclinó para darle un beso. Ella le sonrió.
Pero entonces ella se giró y él vio toda su cara.
Se balanceó hacia atrás, aturdido, pero sí.
Se quedó mirando el cartel de la chica desaparecida que estaba
pegado en la pizarra que tenía delante. Era ella.
Bueno, caramba, la abeja de su tía en un capó.
Sacó su teléfono y marcó el número, esperando que hubiera algún
tipo de recompensa.

378
56

RAIZE
Verónica dormía o sollozaba.
Paramos para echar gasolina, pero ella se quedó dentro. Abram
intentó sacarla. Ella no quería salir, seguía diciendo en español que no
necesitaba ir al baño. La dejamos sola, y cuando se dio cuenta de que
Abram iba a relevarme, a dejarme intentar dormir, se acercó lo más
posible a él. Una bolsa se interpuso entre ella y yo.
En ese momento, empecé a preguntarme por qué la había traído, y
entonces la cara de Ash apareció en mi mente de inmediato. Ella hizo
más que esto por su hermana, y ni siquiera había visto a su hermana
una vez que Brooke fue rescatada. Por otra parte, no había ninguna
novedad en eso. Ash era diez veces mejor persona que yo.
Abram captó mi mirada y dijo en voz baja:
—Mantén la calma mi compadre.
Gruñí:
—Sí, sí. Solo estoy cansado.
Verónica se acomodó después, y la pillé mirándome a hurtadillas un
par de veces.
Hice lo que Abram me dijo que hiciera. Me calmé, y lo que decía era
cierto. Estaba lo suficientemente cansado como para poder ignorar la
constante tensión de mi hermana y dormir un poco. Lo necesitaba por
el viaje a Nogales, luego a Guaymas, y desde entonces habíamos estado
huyendo.
Cuando me desperté, era una hora más tarde.
Verónica estaba dormida, con la cabeza apoyada en el hombro de
Abram, y tuve cuidado al estirar las piernas. La estudié un poco, viendo
rastros de mi hermana en su rostro.

379
—No quiero alarmarte, pero estamos siguiendo a un coche.
—¿Qué? —Me enderece.
Había dos vehículos entre nosotros y la camioneta de Ash. Un
pequeño compacto verde y otra camioneta, una que parecía maltrecha.
Había dos hombres dentro, ambos con sombreros de vaquero.
Abram hablaba en voz baja, e indicaba hacia adelante.
—El compacto verde. Estuvo detrás de nosotros durante un tiempo,
y cuando me quedé atrás, dio la vuelta. Está siguiendo a tu chica.
Saqué mi teléfono.
—Pensé que sólo eran las autoridades locales las que la buscaban.
Él gruñó:
—Pienso que ya no es tan local. Es bonita. Todavía sobresale.
Sabía lo que quería decir, pero estaba marcando el número de Ash.
—¿Has dormido algo?
—Un poco, pero escucha. Ponme en el altavoz.
Oí que se pulsaba un botón. Su voz sonó más fuerte:
—Habla.
—¿Quién conduce?
—Yo —dijo Cavers.
Fruncí el ceño, mirando la parte trasera de su camión.
—¿Dónde está Gus?
Ash empezó a reírse.
—Lo hemos traído. Está un poco sobre el regazo de Jake y
completamente en el mío.
—¿Estás junto a la puerta?
Se quedó callada.

380
Jake apareció, más serio.
—¿Qué pasa, jefe?
—Los están siguiendo.
—Estaba pensándolo —añadió Cavers—. Se han acercado a nosotros
hace treinta minutos, pero no se han movido a ninguna parte. Parece
que es solo uno. No puedo decir si está hablando con alguien más o no.
—¿Qué quieres que hagamos?
Verónica se revolvía y me preparé para su horror al darse cuenta de
que estaba a su lado. Esta vez no lo hizo, sólo parpadeó mirándome,
con bolsas bajo los ojos y su mirada se fijó en el teléfono que tenía en
mi mano.
Le pregunté a Abram:
—¿En qué estás pensando?
—No puedo ver que sea uno de los de Marco. Sería todo un equipo o
él se adelantaría, llamaría y entonces un montón de vehículos
entrarían en tropel.
—Están detrás de nuestro vehículo, no del suyo —Eso fue de Jake.
Ash dijo:
—Yo estuve en esa colina.
Eso es lo que estaba pensando también.
—Pónganse detrás de nosotros. Veamos qué hace ese coche.
—¿Y si sigue adelante? —Jake.
—Tomamos la siguiente salida y corremos. Manténgase en las
carreteras del condado.
—Entendido.
—Deja la línea abierta, por si acaso.
—Lo haré. Me estoy retirando ahora.

381
Llegamos al carril de adelantamiento.
El verde se mantuvo sobre ellos.
Cuando pasamos, la camioneta se puso detrás de nosotros y luego se
adelantó.
El coche verde, se quedó.
—Se está pegando a nosotros.
Le dije a Abram:
—Quiero conducir.
—¿Qué? Tengo habilidades.
—Ahora.
Gruñó, pero luego asintió a Verónica. —Muévete, V.
No dijo nada, pero entonces abrí la ventanilla trasera y salí a rastras.
Abram y yo habíamos hecho esto antes, hace mucho tiempo, así que
él conocía el procedimiento.
Abriendo la ventanilla, se desplazó todo lo posible, pero siguió
sujetando el volante.
Me puse en el borde de la camioneta, me agarré por debajo de la
puerta y luego di la vuelta y volví a entrar. Mis pies fueron primero y
bajaron inmediatamente, tocando el suelo mientras agarraba el volante
de Abram.
La camioneta había empezado a frenar, así que pisé el acelerador.
Después de eso, volví al carril de adelantamiento y frené.
Quería ver quién estaba en ese coche verde.
—¡Raize! —Ash estaba gritando desde el teléfono—. ¡Estás
jodidamente loco!
Ahogué una risa. Eso sí que la enojaría.
Abram se rió.

382
—Tu rubia sigue siendo loca. Eso me gusta.
Le hice un gesto con el dedo corazón y me sorprendió oír a mi
hermana soltar una pequeña risita. Al mirar, tenía la cabeza apoyada
en el brazo de Abram. Ella sostenía el teléfono mientras él tenía la
pistola afuera, apoyada en su regazo.
Desde el teléfono, pude escuchar a Jake.
—¿Cómo sabe que tu pelo solía ser rubio?
—Cállate. Una crisis a la vez aquí. ¡¿No acabas de ver que Raize se
arrastró fuera de su camioneta y volvió a entrar por la ventana?! —La
voz de Ash se elevó.
—Sí —Jake se rió—. Eso fue increíble.
Cavers resopló, pero debió coger el teléfono. Su voz era más clara,
más cercana.
—¿Qué quiere que hagamos, jefe?
—Voy a embestirlo, a ver qué hace. Si ves una salida, tómala.
—¿Hablas en serio?
Me puse detrás del coche verde, pulsé el intermitente y dije:
—Sí.
Entonces pisé el acelerador.

ASH
Esto no me gustó. Ni un poco.
El pánico surgía en mí, arañando mi garganta.
Acababa de ver a Raize salir de su camión y volver a entrar, desde el
exterior. Lo que significaba que había estado en el exterior de un
vehículo en movimiento. Y no estábamos dando un paseo dominical. La
velocidad era la de la interestatal. Eso significaba que era muy rápido.

383
Fue una locura.
¡Una locura! Abram tenía razón.
Yo mismo quería asesinar a Raize.
Y luego procedimos a ver cómo golpeaba la parte trasera del coche
verde.
Un golpe, luego retrocedió y supe que estaba esperando.
Mi corazón estaba tratando de bombear fuera de mí.
—Oh, Dios mío, Raize. Voy a matarte.
No podría manejar esto.
El coche verde dio un volantazo, se metió en el arcén y luego corrigió
rápidamente y se metió en el carril de adelantamiento. Todo el tiempo,
la camioneta de Raize se mantuvo atrás, esperando, estando tan
controlado.
Una vez que el coche verde volvió a la autopista, Raize estaba justo
detrás de él. Otro golpe, no tan suave como el primero. Y de nuevo, se
echó hacia atrás para ver la reacción.
No esperó mucho tiempo.
Un disparo sonó desde el coche verde, y después de eso, se acabó
para él.
Raize embistió el coche lateralmente, sacándolo de la carretera y
llevándolo a la cuneta. Siguió empujándolo. Se oyeron más disparos y
la ventanilla delantera de Raize se hizo añicos.
Alguien estaba gritando.
Probablemente yo.
Sólo pude distinguir la parte superior de las cabezas de Abram y de
la hermana de Raize. Estaban agachados, pero Abram tenía una pistola
apuntando por encima del salpicadero, apuntando hacia fuera. Pude
ver cómo Raize le indicaba dónde disparar, y le vi decir:
—¡Ahora!

384
Salió un disparo.
No podía ver esto.
De ninguna manera.
Mis manos estaban sobre mi cara, con los dedos abiertos.
Oh, Dios mío.
¡Oh, Dios mío!
El coche verde dio una sacudida hacia un lado, luego Raize
retrocedió y dejó que se detuviera en el fondo de la zanja. Había rocas
gigantes en el lateral. El coche rozó contra ellas. Una vez que se detuvo,
Raize frenó bruscamente detrás de él, la camioneta medio bloqueando
el coche de cualquier espectador, y salió y corrió para comprobar el
estado del conductor.
Su arma estaba desenfundada, apuntando.
Abram salió corriendo por el otro lado. Mientras Raize se acercaba
por el otro lado, Abram se acercó por el sur.
Cavers estaba maldiciendo, haciendo parar nuestra propia
camioneta y todos salimos en tropel.
—¡Despejado! —Raize gritó al mismo tiempo que Abram y ambos
entraron en el coche.
La puerta se abrió de un tirón.
Raize estaba revisando al tipo, pero cuando empecé a detenerme
para ver qué podía hacer, Cavers me agarró del codo. Me arrastró con
él.
Jake estaba delante de nosotros.
Gus… ¡GUS! ¿Dónde estaba Gus? Pero estaba a mi lado. Luego se
lanzó hacia adelante, ladrando junto a los talones de Jake.
Fue entonces cuando entendí lo que Jake y Cavers estaban haciendo.
Estaban cogiendo todo lo que había en la camioneta de Raize. Su
hermana empezó a gritar al verlos, pero ellos la ignoraron, tomando las
bolsas y corriendo hacia el camión.

385
Raize había sacado al tipo, dejándolo ya en el arcén.
Abram estaba dentro del coche.
Pero entonces me encontré con la puerta lateral abierta y la
hermana de Raize me miraba fijamente, con lágrimas en la cara. Estaba
temblando.
Dos manos llegaron al interior de mi pecho, tomaron mi corazón y
comenzaron a aplastarlo.
Casi lloraba por ella.
Murmuraba algo en español. No pude entenderlo, pero me acerqué y
levanté una mano.
—Soy amiga de Raize. De Abram, también.
Al oír el nombre de Abram, se calló y miró al coche.
Parpadeó unas cuantas veces más y se enderezó con cada una de
ellas. Sabía lo que estaba viendo. Estaba viendo a su hermano, pero
veía a Jake y a Cavers corriendo detrás de él y a su hermano sin
alarmarse por ellos. Y nos había puesto en el altavoz para que ella
supiera que estaban viajando con otro vehículo.
Me acerqué, con la mano firme.
—¿Vienes conmigo? ¿Por favor?
Jake entró corriendo, tomó una bolsa y volvió corriendo.
Cavers hizo lo mismo desde el otro lado de ella, y para cuando
volvieron para otro viaje, su mano estaba en la mía y yo la tenía fuera
del vehículo. Corrimos hacia el otro y nos subimos.
Después de eso, Cavers cogió un poco de gasolina. Volvió y roció al
otro.
Raize y Abram llevaban al otro tipo con ellos, metiéndolo en la parte
trasera del nuestro y Cavers también estaba rociando el coche.
Sacaron mantas y las extendieron en la parte trasera. El tipo fue
levantado.

386
Jake le gritó a Raize:
—¿Quién quieres que conduzca?
Raize seguía inclinado sobre el tipo, pero miró hacia arriba,
comprobando dónde estábamos.
Hizo una mueca y luego me hizo un gesto.
—Tienes que estar hacia afuera. V en el medio.
Saltó de la camioneta y cogió las llaves que Jake le tendía.
Le hice un gesto para que saliera. Ella lo hizo, sin apenas reaccionar.
En cuanto mis pies tocaron la grava, ella me rodeó y se metió en el
medio. Me levanté de un salto, cerrando la puerta.
Entró, arrancando el motor.
—Cierra la puerta, Ash.
Lo hice.
V parpadeó de nuevo, mirando entre él y yo.
No tenía ni idea de lo que pasaba por su cabeza.
Jake y Abram subieron a la parte trasera, y Raize comenzó a avanzar.
Cavers había estado esperando, pero encendió una mecha y la lanzó
contra un coche, y luego contra otro.
Ambos estaban ardiendo cuando saltó a la parte trasera.
Raize pisó el acelerador y nos lanzamos hacia adelante.
Habíamos recorrido media milla cuando el primer coche explotó.
El segundo lo siguió casi inmediatamente después.
Entonces nos fuimos, porque quién sabe a quién atraería eso.

387
57

ASH
Salimos por la primera salida y condujimos tan rápido como podíamos
por las carreteras secundarias.
Cuando llegamos a la siguiente gran ciudad, Raize paró en un motel
destartalado. Conseguimos una habitación, y él llevó la camioneta a la
parte de atrás. Nadie dijo una palabra, incluido Abram. Se movía junto
con todo el mundo mientras se llevaban las bolsas. Trajeron al tipo con
las manos atadas, con cinta adhesiva y una bolsa en la cabeza, pero no
se movía. Respiraba, así que eso significaba que seguía inconsciente.
Jake fue enviado a comprar otro vehículo barato con dinero en
efectivo. Cuanto más rápido mejor, y una vez dentro de la habitación,
Raize se metió primero en la ducha. Fui con él, pero no nos
entretuvimos. Podrían haber ocurrido algunos deslices. Podría
haberme necesitado para alcanzar un par de lugares extra, y viceversa.
Ambos sonreíamos cuando salimos, pero luego nos cambiamos de
ropa.
Abram entró después.
V esperó, sentada en un rincón en una de las camas.
Cavers fue después de Abram.
No sabía hasta qué punto V podía saber inglés. Suponía que sabía
algo, ya que me había entendido antes, y también a Raize, pero aun así,
me decanté por lo más sencillo. Saqué algo de ropa extra y se la
entregué, haciéndole un gesto con la cabeza y una pequeña sonrisa
cuando la miró.
Raize dijo algo en español.
Ella tomó la ropa, me devolvió la sonrisa y se fue a esperar fuera del
baño.
Cavers hizo un trabajo rápido, y ella se deslizó dentro después.

388
Abram le dijo algo a Raize y salió de la habitación.
—¿Qué fue eso? —Le pregunté.
Miró la puerta cerrada del baño, pero negó con la cabeza.
—Sólo se está asegurando.
—¿Qué?
Pero miré y... eso no tenía sentido.
¿Asegurarse de qué?
Abram se fue...
Me vino un pensamiento y casi jadeé.
—¿Ella se iría?
—En este momento, no sabemos lo que hará —Sus palabras
salieron duras y secas.
Toqué su brazo y me acerqué, bajando la voz.
—Ella sabe que la has salvado.
Hizo una pausa, a mitad de la maleta.
—¿Pero lo hice?
Le apreté el brazo.
—Sí —Sintiendo que su bíceps se abultaba bajo mi tacto, deslicé mi
mano hacia abajo, tocando la suya y deslizando mis dedos por los
suyos—. Dale tiempo. Ella entrará en razón.
Se acercó a mí. Su mano se dirigió a mi nuca antes de deslizarse
hacia mi pelo. Murmuró, con palabras roncas, mientras su frente se
inclinaba hacia la mía:
—No todo el mundo es como tú.
Entonces sus labios tocaron los míos antes de retroceder.
Cavers había dejado lo que estaba haciendo, mirando detrás de
nosotros.

389
Me giré.
Raize levantó la cabeza.
Su hermana estaba en la puerta abierta del baño, con mi ropa encima
y una toalla envuelta en su pelo. Nos miraba fijamente, sus ojos
volvieron a no parpadear, pero entonces lo hizo y bajó la toalla.
—¿Dónde está Abraham?
La puerta del hotel se abrió y Raize asintió hacia ella.
—Aquí.
Cavers observó la habitación y se aclaró la garganta.
—Voy a ver si tienen una máquina expendedora.
Se dirigió a la puerta.
Raize dijo:
—Espera.
Se agachó, cogió algo de la cama y se lo lanzó a Cavers.
Era su cartera.
—Hay comida rápida al lado. Coge todo lo que pueda llevarse.
Bajó la cabeza.
—Lo tengo —y se fue.
Raize habló:
—Deberían intentar dormir. En cuanto vuelvan, nos moveremos de
nuevo.
V se dirigió a la otra cama, retomando su posición anterior. Siguió
secándose el pelo, estudiando a Raize, a mí y a Abram, pero no
respondió.
Abram suspiró.
—¿Cuándo crees que volveremos a parar?

390
Raize no hizo ningún comentario de inmediato, pero noté lo tenso
que estaba. Cuando terminó de preparar su maleta, cerró la cremallera
y la tiró al suelo junto a la puerta y luego miró a Abram.
—Cuando sienta que puedo respirar un poco más tranquilo.
Entonces es cuando pararemos.
Abram le sostuvo la mirada durante un largo rato.
Me di cuenta de que V había dejado de secarse el pelo. Ahora sólo
sostenía la toalla, pero Raize estaba en movimiento de nuevo.
Se acercó a la silla, la inclinó hacia atrás para poder ver el exterior y
me arrastró con él. Me subió a su regazo, con su pistola sobre la mesa, y
movió la cortina para ver el exterior. Dijo sin mirar, mientras su mano
se posó en mi muslo:
—Ustedes, duerman —Dijo esto e instó a que mi propia cabeza
bajara y se apoyara en su hombro, por lo que supuse que también se
refería a mí.
No iba a discutir.
Levanté las piernas, acurrucándome en el regazo de Raize más
cómodamente. Su brazo me rodeó, anclándome firmemente a él.
No pasó mucho tiempo antes de que estuviera durmiendo.

El olor a comida rápida me despertó, haciendo que mi estómago


gruñera.
Me llevaban y luego me subían a la parte trasera de otro vehículo.
Parpadeando, superando la somnolencia, vi que estábamos en un
Suburban. Con asientos. Y no había nadie en el exterior.
Alabado sea Gus.
Y hablando de eso, su nariz mojada me empujó a la cara y me dieron
un baño de Gus.
Hice un balance.

391
Cavers estaba conduciendo.
Raize estaba a su lado, y revisando algo en su asiento.
Yo estaba en el asiento de al lado. Gus estaba conmigo, con su cola
golpeando mi asiento y mi pierna.
Miré hacia atrás y la hermana de Raize y Abram estaban en el
asiento detrás de mí. En la parte de atrás estaba Jake, y con la forma en
que estaba sentado, apostaba a que el otro tipo también estaba allí
atrás.
Me volví a dormir.

Avanzamos durante el resto del día y la noche.


En un momento dado, V (que escuché que en realidad era Verónica,
pero me dijo que la llamara V), y yo estábamos estiradas en el segundo
asiento. Su cabeza estaba a un lado, sus pies hacia mí, y yo al contrario.
Nuestros pies se entrelazaban, pero después de unas horas, no
importaba.
El "tipo" se despertó un par de veces, pero enseguida quedó
inconsciente.
Cuando paramos en una gasolinera, Raize me trajo un café después
de que volviera de usar el baño.
Estaba sentada, con mi café en la mano, y miré hacia fuera.
Otro coche estaba entrando, unas cuantas chicas que parecían estar
en la universidad.
Me llevó de vuelta, a otra vez que vi otro coche con universitarias
dentro, pero esta vez me sentí diferente. Yo era diferente. Estaba bien
donde estaba, con quien estaba.
Si hubiera vivido esa vida, no habría conocido a Raize.

392
En ese momento, con esa aceptación, supe que no volvería a ver a mi
padre y a mi hermana. Podría haber una situación en la que podría ir a
verla de lejos, pero acercarme y hablar con ella: eso había terminado.
Ahora lo aceptaba plenamente. Raize tenía un tipo que los vigilaba por
nosotros, y había recibido un informe de que sus cargos habían
cambiado.
Ahora estaba recibiendo ayuda. Asesoramiento.
Pero no había vuelta atrás para mí.
Sí.
Levanté mi café para darle un sorbo.
Ya estaba bien.
Raize se puso al volante. Era su turno de conducir y se volvió hacia
mí. Me miró, preguntando si estaba bien.
Le regalé una sonrisa, acomodándome y tomando otro sorbo.
Sentí que seguía estudiándome, pero estaba bien. Estaba
acostumbrada a ello. Lo quería.
Jake se sentó en el asiento delantero y observó el intercambio.
Desvió la mirada hacia arriba, pero tenía una suave sonrisa en el rostro
al hacerlo.
Cavers gruñó por detrás de mí.
Sabía que Verónica y Abram estaban presenciando todo esto, pero
no importaba.
Seguí sorbiendo mi café.
Gus saltó y se acomodó contra mí, estirándose y ocupando el resto
de mi asiento.
Nadie discutió con Gus.

393
58

RAIZE
—¿Dónde estás?
Nos habíamos instalado, finalmente, y había sacado mi teléfono
mientras todos se acomodaban en una casa que Jake había alquilado
para nosotros.
Le contesté:
—Iba a parar en Colorado, pero seguimos adelante. Estamos en
Montana.
Se quedó callado durante un rato. Luego, un chirriante:
—¡¿Dónde?! Estamos en Boston. ¿Por qué coño están en Montana?
—Porque Marco va a enviar hombres tras de mí. Ya envió uno y
quiero que mi hermana haya desaparecido antes de que su próximo
grupo llegue a mí.
Le estaba tirando mucho y sabía que estaba molesto.
Lo entendía. De verdad.
Era un soldado, pero recibía mis propias órdenes y daba
explicaciones a posteriori. Cualquier otro soldado, estaría muerto por
la mañana.
Estaba apostando por que Roman no me hiciera eso.
—¿Ya envió a uno tras de ti?
Le conté lo de la carretera, lo que había pasado y añadí:
—Tenemos al tipo con nosotros, pero no lo hemos interrogado. No
tiene identificación, pero su teléfono tiene un número de teléfono
mexicano de salida. También llevaba una radio de la policía.
—¿Crees que es un policía?

394
—Más bien creo que estaba escuchando el escáner de la policía.
Sabremos más cuando lo interroguemos.
—Bien —suspiró—. Tú hermana. ¿Cuál es tu plan allí?
—Hay una red que conozco. Esconden gente. Me gustaría hacer
contacto, ver si esconden a Verónica.
—¿Qué red?
Lo ignoré, diciendo:
—Esa es la cuestión. Normalmente esconden a la gente de personas
como nosotros. Espero que hagan una excepción teniendo en cuenta de
quién se esconde mi hermana.
—Tienes una correa, Raize. Aunque es una correa larga, sigue siendo
una correa.
Es decir, que al final tiraría de ella y si no volvía, también enviaría
hombres por mí. Probablemente Downer.
—Lo sé.
—Usa a tu mujer para ayudar a interrogarlo. Ella también trabaja
para mí ahora. Quiero utilizar su habilidad. Cuando tu hermana se haya
ido, repórtate aquí.
—Sí, señor.
—Inmediatamente, Raize.
—Sí, señor.
—Cuando te presentes a mí en persona, traerás a todo tu equipo. Si
no lo haces, ya sabes lo que haré. ¿Me entiendes?
—Lo tengo.
La línea se desconectó después de eso, y supe que Jake estaba
esperando dentro de la puerta.
Él, Cavers y Abram estaban allí, esperando.
Les hice un gesto con la cabeza.

395
En seguida, salieron, agarraron al tipo y lo llevaron al garaje.
Entré y encontré a Ash ayudando a mi hermana a hacer algo de
comida.
—Voy a necesitarte.
Verónica se congeló, pero Ash no.
Ella ya lo sabía y asintió.
—De acuerdo.
Le dije a Verónica:
—Quédate aquí.
Sus ojos eran grandes, observándonos a Ash y a mí.
Hice un gesto a Gus, que se acercó moviendo la cola.
—Tú la cuidas.
Dejó que su boca se abriera en una sonrisa, esa cola se aceleró.
Me fui. Ash se fue conmigo.
Gus tomó posición en la puerta.
Ash se mantuvo en silencio, siguiéndome hasta el garaje y luego
dentro, pero supe que estaba agitada. No le gustaría ver esto más de lo
que yo disfrutaría que lo viera. Sin embargo. Este era el mundo en el
que vivíamos.
Los chicos lo tenían atado a una silla. Estaba despierto, con la boca
todavía atada con cinta adhesiva.
Asentí con la cabeza.
Abram arrancó la cinta.
Empecé con mi primera pregunta:
—¿Cómo nos encontraste en la carretera?
Maldijo en español y me escupió.

396
Bien, entonces.
Cavers tenía un bate en la mano y yo asentí una vez más.
El trabajo de mierda estaba a punto de empezar.

397
59

ASH
Los gritos, gruñidos y sollozos llenaron el aire.
El olor a sangre, sudor, orina y no quiero saber qué más llenaba la
habitación.
Y yo, tenía náuseas pero también estaba molesta.
Raize hacía una pregunta. El tipo no respondía.
Uno de los chicos lo golpeaba. Entonces el tipo respondía.
Me preguntaban si decía la verdad, y después de la décima vez que
se descubrían sus mentiras, el tipo dirigía sus amenazas y miradas
hacia mí.
Mala jugada.
Eso sólo enfadó más a Raize. Pero Jake y Cavers no se lo tomaron
muy bien tampoco, así que cuando el tipo se negó a responder, los
chicos fueron más duros en su castigo.
Fue al cabo de una hora, veinte minutos después de que dejara de
ver lo que le hacían, cuando finalmente se rindió. Lo confesó todo.
Había sido avisado por alguien del comando de Marco para que
vigilara la carretera ante la pequeña posibilidad de que pasáramos.
“Nosotros” consistía en quien había secuestrado a la hermana de
Marco Estrada. Para ellos era conocida como la Oca de Oro, cosa que a
Abram no le gustó cuando el tipo empezó a explicar la razón por la que
la llamaban la Oca de Oro. No supe lo que hizo Abram. Ese fue en el
momento en que deje de mirar, pero escuché un sonido de desgarro y
luego un grito animal arrancado del tipo. Sonaba especialmente peor
que los otros gritos, lo que decía mucho.
El tipo continuó explicando que él no había sabido que era el
Scooper quien la había secuestrado. Balbuceó diciendo:

398
—Si lo hubiera sabido, nunca habría aceptado el trabajo. Nadie
quiere enredarse con el Scoope...
—Cállate —gruñó Raize.
Una pausa.
Luego, de parte de Jake:
—¿Cómo supiste dónde encontrarnos?
Había escuchado nuestra ubicación en el escáner de la policía.
—Estaban hablando de una chica desaparecida y estaban buscando
la camioneta. Pensé que era la hermana de Estrada, pero no lo era.
Chica equivocada.
Jesús. Un golpe de suerte para él. O no, considerando sus
circunstancias.
—¿Cuáles eran sus instrucciones si nos encontraban?
—Se suponía que tenía que avisar.
—¿Lo hiciste?
No contestó, lo que fue una respuesta equivocada.
¡Thud!
Me tensé. Por favor, deja de mentir.
Empezó a gemir, pero se atragantó:
—Lo hice, pero hombre, estamos muy lejos. Estrada nunca enviará
hombres tan al norte.
Después de eso hubo un silencio. Un largo silencio.
El tipo preguntó:
—¿Qué vas a hacer conmigo?
Raize se acercó y me tocó el brazo.
—Puedes entrar.

399
Asentí con la cabeza, repentinamente agotada. Me apartó parte del
pelo de la frente y se inclinó hacia mí. Sentí que me daba un suave beso
en la frente.
—Lo siento.
No respondí. Sabía por qué se disculpaba y, sin responder, salí del
garaje.
Estaba oscuro cuando salí.
Me di cuenta de que no sabía cuándo habíamos llegado aquí, qué
hora era ahora, ni siquiera qué día era ya.
Entonces, dejé de preguntarme. No importaba en esta vida.
Al volver a entrar en la casa, el aroma de la comida fue como un
choque cultural después de lo que acababa de dejar.
—No sabía cuánto tiempo iba a estar todo el mundo ahí fuera.
Más choque cultural.
La hermana de Raize estaba de pie en la cocina, con un delantal
atado a la cintura y el pelo recogido en un moño, y tenía un aspecto
normal. También hablaba con normalidad. Sin sollozos. Sin histeria.
Nada de nada. Sus ojos eran tan grandes, tan oscuros. Eran los ojos de
Raize.
Parpadeé, sacándome del aturdimiento en el que me encontraba y
me adentré más en el interior.
Me quedé quieta.
La mesa estaba preparada para seis personas.
Gus estaba tumbado en el suelo, de espaldas, y su cola iba de un lado
a otro. Su barriga estaba expuesta, sus pies en el aire.
Supuse que Verónica había estado frotando su vientre.
Se pasó una mano por el delantal.
—Encontré algo de comida en los armarios. Y ese otro hombre trajo
algo de comida de una gasolinera —señaló la máquina de café—. Y eso

400
también. Me he dado cuenta de que a todos les gusta beber café, o a la
mayoría. El grandote no lo hace tanto. Clay tampoco, no tanto.
—¿Clay?
Me frunció el ceño.
—Raize. Ustedes lo llaman Raize.
En el lapso de una hora, supe de otros dos nombres de Raize. Su
nombre de pila y Scooper.
No sabía qué hacer con esa información.
—¿Quieres sentarte? Lo puse todo junto en una sopa. Había galletas
en la alacena.
¿Sopa?
No recordaba la última vez que había tomado sopa, pero me senté y
ella me sirvió un cuenco y me lo acercó. Ya había galletas saladas
preparadas.
Se sirvió un tazón y vino a sentarse al otro lado y a unos cuantos
espacios de mí. Su espalda no estaba totalmente orientada hacia la
puerta y no dejaba de mirar por encima del hombro.
—Tardarán un poco.
Hombre. Tenía sopa y un tipo estaba siendo torturado a treinta
metros de aquí.
No sabía qué hacer con esa información.
Se movió para acomodar un poco de cabello detrás de su oreja, pero
estaba todo recogido, así que sus dedos terminaron el movimiento de
todos modos antes de caer de nuevo sobre su cuenco. Se encorvó sobre
él, con la cabeza baja.
—¿Dominas el inglés?
Levantó la vista.
—Fui a un internado. También con profesores particulares. Y cuando
llegó Raize, él y yo practicamos los dos idiomas. Él sabía español, pero

401
lo tenía entrecortado. Mejoró rápidamente. Me gusta pensar que le
ayudé.
Sí. La vez que bajó en busca de su madre.
—Siento lo de tu madre.
No levantó la vista y no respondió. Removía su sopa.
Yo también removí la mía.
Entonces, a la mierda. Mi estómago gruñó y decidí en ese momento
no dejar que lo ocurrido en el garaje me impidiera comer. Necesitaba
comer. Raize se enfadaría si no lo hacía, así que me obligué a apartar
eso de mi mente, los olores, los sonidos y me centré en donde estaba.
Aquí mismo.
En esta cocina. Que tenía un olor encantador.
Con la hermana de Raize. Que había cocinado para todos y era tan
tímida que me costaba saber cómo reaccionar a su alrededor.
Probé la sopa. Estaba hecha de alubias y verduras. Suponía que
ambas cosas habían salido de latas, ya que era imposible que hubiera
verduras frescas aquí o que los chicos se plantearan comprar alguna.
Estaba deliciosa.
Mi estómago gruñó aún más fuerte.
Verónica lo oyó y levantó la vista.
—Ustedes comen mucha comida rápida.
—Esto es una novedad. Gracias.
Me dedicó otra tímida sonrisa.
—De nada.
Ambas comimos en silencio durante un rato más.
—Tú y mi hermano son cercaos —levantó la cabeza un poco más,
sentándose, y añadió—: Nunca le he visto así.
—¿Cómo?

402
De repente estaba desesperada por cualquier cosa que tuviera que
decir sobre cómo era su hermano cuando lo conoció. Sabía que ya no
era el mismo, pero era como si me hubiera provocado una sed y me
diera cuenta que ahora me moría de ganas. Casi se me hacía la boca
agua.
—Él era —volvió a bajar la mirada, pero siguió hablando—, duro. Me
hablaba, pero eso era todo. Se mantuvo alejado de nuestra madre. Era
silencioso. Hacía su trabajo, pero me di cuenta que los otros hombres
no lo querían allí. Le temían. Cuando Marco descubrió quién era Clay,
nunca había visto a mi hermano así. Mató a todos.
Se me secó la boca.
No creí que estuviera hablando de Marco.
—Le eché de menos cuando se fue, y luego me enteré que estaba
vivo. Me alegré.
—Cuando te trajeron de México, actuaste como si odiaras a tu
hermano. ¿Qué cambió?
Sus ojos se dirigieron a los míos y me miró fijamente.
—Quiero a Marco, pero siempre le he tenido miedo. Nunca me ha
hecho nada, salvo alejarme de todo el mundo. Abraham era amable
conmigo cuando estaba cerca, pero luego Marco empezó a mandarlo
lejos y por más tiempo. Había perdido la esperanza hasta que oí a los
hombres hablar del Scooper y Abraham fue enviado de nuevo. Sabía
que algo había cambiado. No sabía qué. Nadie me lo decía y una de las
criadas se acercó ayer con un teléfono. Me lo dio y era Abraham. Me
contó lo que pasó, con mi padre, mi madre. Supe que fue Marco quien
los mató, y entonces Abram me dijo que Clay venía por mí. No era odio
lo que sentía por Clay. Era culpa porque sé que la criada que me
entregó ese teléfono morirá. Toda su familia podría morir por haberme
ayudado —volvió a bajar la cara, su voz salió en un susurro—. Ahora
mismo no puedo ni pensar en su nombre porque me desgarra.
—No sabía lo de la chica —dijo una voz baja y masculina desde la
puerta.
Raize estaba allí, con una toalla envuelta en una de sus manos.

403
Verónica se levantó de un salto, echando su silla hacia atrás. Se
dirigió a la cocina.
—¿Quieres un plato de sopa?
Sus ojos se dirigieron a mí, pero negó con la cabeza a su hermana.
—No tengo hambre. Pero gracias.
Ella asintió, bajando de nuevo la cabeza. Se apartó del mostrador,
con una de sus manos cubriendo la otra, colgando.
—¿Dónde están los demás?
Me contestó:
—Van a entrar —Le dijo a su hermana—: Estarán hambrientos, V.
Agradecerán la comida.
Sus ojos se alzaron y le dedicó una pequeña sonrisa. Era una
pequeña muestra, pero era algo.
Él volvió a observarla en silencio. Y ella hacía lo mismo, pero
mirando al suelo. Echaba un vistazo de vez en cuando.
Y sí, esto era una cosa de familia. Lo estaba viendo ahora, pero
también conocía a mi hombre a estas alturas. Sabía lo que cubría bajo
esa toalla, y sabía que me necesitaba. Así que sabiendo todo eso,
terminé mi sopa, me puse de pie, se la di a Verónica con un
agradecimiento y una sonrisa. Ella respondió con otra de esas sonrisas
que rápidamente estaba aprendiendo que eran suyas.
Tomé la otra mano de Raize.
—Vamos —murmuré, llevándolo arriba y al baño más lejano.
Una vez dentro, vio que había hecho subir nuestras maletas. Lo digo
como si yo hubiera tenido algo que ver. No lo tuve. Pero había pasado
antes por el pasillo y vi que alguien había traído nuestras maletas a
esta habitación, así que ésta era la nuestra. No estábamos en el piso
principal, pero teníamos un patio y nuestro propio baño.
No me estaba quejando.

404
El patio le daría a Raize su necesaria salida, pero a juzgar por el
desplome de sus hombros, suponía que no esperaba que pasara algo.
—¿El tipo?
Se paró en seco y me miró.
Sí.
No quería preguntar más sobre él, así que entré en el baño y abrí la
ducha.
Volviendo, dejando que se caliente, le quité la toalla de la mano e
hice una mueca.
—¿Son recientes?
—Intentó huir —La cabeza de Raize bajó hasta mi hombro,
apoyando su frente en él—. Fue por la pistola de Abram. Me enfrenté a
él.
Apoyé una mano en su frente, levantando su cabeza para poder
mirarle directamente a los ojos.
—Lo siento.
Parpadeó.
—¿Por qué?
—Por este comienzo en tu reunión familiar.
Me tocó la cadera, acercándome a él. Empezó a tirar de mí hacia
abajo, pero me contuve.
—Estaba pensando en tomar una ducha...
—Estoy demasiado cansado para una ducha.
Di un paso atrás, tirando de su mano.
—Vamos.
Tiré de él y me siguió al interior. El vapor llenaba la habitación y no
había ventilación. No debería, pero esta noche no me importaba. Cerré

405
la puerta, girando el cerrojo, y entonces los labios de Raize estuvieron
sobre los míos.
Cansados o no, nos necesitábamos.

RAIZE
Esta mujer.
No me cansaba de ella.
La estaba follando desde atrás, sujetándola contra la pared de la
ducha y ella era como el éxtasis para mí. Una probada y estaba
enganchado. Necesitaba más, sólo más.
Sólo. Jodidamente. Más.
Jadeó y su cuello se arqueó. Volvió a buscarme, con una mano
agarrada a mi hombro. Su otra mano estaba contra la pared.
Me hundí de nuevo en su interior, sabiendo que ese era mi hogar.
Tan apretada. Tan codiciosa.
Mía.
—¡Raize!
Sus manos apretaron más fuerte, sus dedos se hundieron. Pronto
sentiría sus uñas arañándome.
No me detuve.
Jesús.
Este sentimiento.
Estar dentro de ella.
Era la experiencia más cercana al cielo que jamás tendría.
Moví mi pulgar hacia abajo, frotándola y necesitando que se corriera.
Ella siempre luchaba, queriendo correrse conmigo. Ni hablar.

406
Ella primero. Siempre.
Pero maldita sea, estaba cerca.
—Nena, tienes que correrte.
Empezó a levantarse.
La sujeté por las caderas y me moví con ella, empujando aún más
profundo.
Un gemido gutural bajo salió de ella, y se congeló por un segundo.
—¡Santo cielo!
Moví mi pulgar sobre su clítoris, empujando, frotando, acariciando.
—Ahora.
Ella estaba luchando.
—Ahora.
Explotó en mis brazos y la sostuve entre las olas hasta que dejó de
temblar. Después de eso, fue todo para mí. Sacándola de la ducha, la
llevé a la encimera del baño. Sus piernas estaban colocadas.
—Brazos arriba.
Se adelantó, presionando las palmas de las manos contra el espejo, y
entonces me alineé.
Me hundí, y me incliné sobre ella, reclamándola con cada maldita
embestida en su interior.
Quería que me sintiera durante el próximo mes.
Empezó a tensarse de nuevo, y mientras seguía deslizándome dentro
y fuera, volvió a gemir.
—Raize.
Tenía los ojos cerrados y jadeaba.

407
Me coloqué de nuevo, tirando de ella hacia arriba. Rodeé su pecho
con una mano, anclándola a mí, y continué moviéndome dentro de ella
mientras deslizaba mi mano por su frente y de vuelta a su clítoris.
Se echó hacia atrás, con la cabeza y todo el cuerpo apoyado en mí
mientras la trabajaba una vez más, y mientras ella llegaba al clímax, yo
me liberaba en su interior.
Hicimos que empezara a tomar anticonceptivos, durante una parada
y estaba agradecido.
Desnuda era la única forma en que la quería a partir de ahora. Los
dos nos desplomamos y esperé a que mis piernas pudieran volver a
moverse antes de llevarla al dormitorio y bajarla a la cama.
—¿Estás bien?
Gimió, se estiró y me sonrió.
La mejor sonrisa de saciedad que había visto en su cara.
Ella susurró:
—Sí, estoy bien.
Me reí, pero comprobé mi teléfono.
El texto lo detuvo todo.
Desconocido: Podemos reunirnos ahora.
Desconocido. Aquí. 2:30 am.
Desconocido: imagen
—¿Raize? —Ash se sentó, frunciendo el ceño—. ¿Qué pasa?
Comprobé la hora.
1:34 am.
Enviaron un mapa de dónde encontrarnos. Teníamos un viaje de
cincuenta minutos por delante.
Dije:

408
—Tenemos que irnos.

409
60

ASH
Jake y Cavers se quedaron atrás. No tenía ni idea de por qué, y Gus
también.
Cuando llegamos, no estaba del todo segura de lo que estábamos
haciendo aquí. Abram tenía una expresión sombría, así que supuse que
lo sabía, y Verónica parecía tan despistada como yo. Estábamos
conectadas, porque ¿cómo no estarlo?
Era medianoche.
Nos encontramos bajo la frontera canadiense, que estaba al otro lado
de este gigantesco lago. ¿O tal vez el lago cruzaba la frontera? No
estaba segura y conduciendo hasta aquí, no hubo tiempo para
preguntar a Raize sobre lo que estaba pasando. O no se sentía bien.
Raize habló durante todo el trayecto, lo que también fue diferente.
Había una sensación de urgencia en su voz, y no habló con Abram ni
conmigo. Sólo hablaba con su hermana. Era un Raize diferente. Era la
versión de hermano de él. Se había burlado de ella, consiguiendo que
sonriera, que hablara, que se abriera y se relajara. Hablaban, por fin,
como si fueran mejores amigos desde hace mucho tiempo y no hubiera
tensión ni mala historia ni nada entre ellos.
Todo cambió cuando nos metimos en una carretera de grava que
atravesaba un denso bosque. Los árboles eran casi intimidantes, pero
luego el camino se abrió a una playa. El sonido de las olas era casi
refrescante, junto con el olor. Había algo en el agua. Era cristalina, pura.
Raize aparcó, manteniendo las luces encendidas.
Sólo vimos agua. No había nadie más allí.
Eso cambió después de dar algunos pasos.
Dos individuos bajaron de un embarcadero. Rozaron la arena,
aterrizando en la playa a seis metros de nosotros e inmediatamente
Raize y Abram tuvieron sus armas en el aire.

410
El más alto, que era hombre, levantó las manos. Se acercó, vestido
con ropa oscura, una gorra de lana colocada muy abajo de su cabeza.
Unas rastas asomaban por debajo. Era delgado. La mujer que lo
acompañaba iba vestida igual, pero más baja. Un poco más pequeña.
Tenía el pelo naranja y también tenía las manos levantadas. Compartió
una mirada con su compañero y se acercó lentamente.
—Somos quienes viniste a ver.
Raize no dijo nada.
Tampoco lo hizo nadie más.
La mujer entrecerró los ojos, pero añadió:
—Soy Carol —señaló justo detrás de ella—. Ese es Blade. Te pusiste
en contacto con nosotros.
Raize estudió a ambos, dirigiendo al tipo la mirada más larga antes
de mirarme a mí.
Esa era mi señal.
Me acerqué, pasando por encima de Verónica y colocándome entre
Raize y Abram.
—¿Puedes llevarlos esta noche?
La mujer comenzó a responder, bajando las manos.
Abram la cortó, preguntando en tono cortante:
—¿Qué carajos? ¿De quién estás hablando?
—De ti y Verónica.
—¿Qué? —Verónica jadeó, avanzando. Sus ojos se abrieron de par en
par mientras asimilaba todo—. ¿Qué estás haciendo?
Raize ignoró a ambos y preguntó a la mujer:
—¿Puedes o no puedes? Necesito saberlo.

411
Ella bajó las manos del todo, pero dio un paso atrás. Su mirada
revoloteaba entre todos nosotros, pero se detenía en mí antes de
volver a dirigirse a Raize. Levantó la barbilla.
—Podemos llevarlos.
El hombre se movió hacia un lado. Casi completaba un círculo con él
en el punto más al norte.
—Te conocemos, sabemos quién eres. Sólo queremos que lo sepas.
No tenía ni idea de lo que se decía. Estaban siendo crípticos.
Los ojos de Raize se enfriaron.
—Los contacté para ver si pueden ocultarlos. Eso es todo lo que
necesitas saber.
Supongo que no debía saberlo.
—¡Clay! —Verónica se quebró—. ¿Qué estás haciendo?
Se volvió hacia ella.
—Marco no dejará de buscarte. Esta gente es de una red que esconde
a las personas. Son los mejores en su trabajo, y mientras estés
desaparecida, Marco no podrá matarme.
Sus ojos se agrandaban con cada palabra que decía.
Y, vaya. Eso tiene sentido. Un montón de sentido.
¿Raize había estado planeando esto todo el tiempo? ¿Fue por eso que
vinimos aquí? ¿Esta gente estaba aquí?
—Sabes que vendrá por ti de todos modos.
—Marco asume que todavía estás conmigo. No está preparado para
lo que le diré. Mientras esté vivo, sé dónde estás. No me tocará. No se
atreverá porque te quiere a su manera.
Verónica retrocedió un paso y sus manos se levantaron para amasar
sus sienes. Se agachó, murmurando en español en voz baja.

412
—No sabrás dónde están —La mujer se adelantó de nuevo—. No
trabajamos de esa forma. Sabes que no lo hacemos.
—Lo sé, pero él no lo hará —dijo Raize en voz baja—. V.
Ella sacudía la cabeza y se giraba para caminar en un círculo cerrado.
Una y otra vez. Sus manos se fueron a las caderas.
—No puedo creer que hayas hecho esto. Lo dejé por ti. Un hermano...
—Es por tu seguridad. Esta gente es la mejor. Marco no sabrá que yo
no sé. Puedo usar eso, engañarlo, y funcionará. Es irracional cuando se
trata de su hermana.
Se detuvo y sus manos volvieron a caer. Una mirada de absoluta
desolación se posó sobre sus hombros. Sus ojos rebosaban de lágrimas.
—¿No volveré a verte nunca más?
—No —Raize continuó—: Será una nueva vida. Querías una nueva
vida. Serás normal. Te ayudarán con una casa, un trabajo. Papeles. Lo
que necesites. Es una nueva vida. Tu madre querría eso para ti.
Verónica captó lo que decía, cómo se expresaba.
No quería que esa gente supiera de su relación con ellos.
—No puedo —susurró, las lágrimas empezaron a caer.
—Tienes que hacerlo. Si te vas, puedo usar eso para detener a Marco.
Si no te vas, seguirá enviando sicarios tras de mí. Seguirá haciéndolo
hasta que te recupere. Ya lo sabes —Se acercó a su hermana,
atrayéndola a sus brazos—. Tú y Abram. Irán juntos. He pagado por los
dos...
—No.
Raize frunció el ceño mirando a Abram.
—¿Qué quieres decir?
Sacudía la cabeza.
—No voy a ir con ella.

413
Verónica comenzó a llorar de nuevo.
—No puedo. No puedo. No puedo.
Estaba a punto de derrumbarse.
La mujer y el hombre compartieron otra mirada y ambos
retrocedieron un paso.
Raize levantó la voz.
—He pagado por ti. La amas. Quédate con ella.
—No, hermano —Abram fue hacia el otro lado, suavizando su tono.
Intentó dar a Verónica una sonrisa tranquilizadora. Esta vaciló y la
tristeza emanó de él—. Lo siento, Verónica. Lo siento, pero tengo
demasiada sangre encima. Nunca podría llevar una vida normal. Pero
tú sí puedes. Eres una buena persona. A su manera, Marco trató de
mantener ese mundo alejado de ti tanto como pudo. Voy a quedarme.
Voy a proteger a mi hermano —señaló a Raize—. Me va a necesitar, y
lo sabes.
—No —Otro susurro agrietado de Verónica—. No, no, no.
Raize retrocedió, su mirada se dirigió a la pareja.
—Necesito que me aseguren que estará a salvo. Esconderán a la
hermana de Marco Estrada. ¿Saben quién es Marco Estrada?
Compartieron otra mirada.
La mujer asintió.
—Lo sabemos. Somos conscientes de toda la dinámica que hay aquí.
Sí. Más enigma. Suponía que estaban indicando que sabían para
quién trabajaba Raize. Es lo único que tenía sentido.
Los ojos de Raize se volvieron planos. Sus labios se adelgazaron.
—Necesito que digas que se mantendrá a salvo y viva.
Frunció el ceño. Sus cejas se hundieron, pero lo dijo:

414
—Se mantendrá a salvo y viva. También será feliz, eventualmente.
Nos preocupamos por esta gente. Es nuestra misión.
Su boca se curvó hacia abajo, pero se volvió hacia mí.
—¿Está mintiendo?
El alivio me inundó. Le agradecí que lo hubiera expresado así.
—Ella está diciendo la verdad.
Los ojos de Raize se dirigieron al tipo.
—Ahora tú.
—¿Qué...?
El arma de Raize estaba en el aire. Sus palabras fueron ásperas.
—Necesito que digas las mismas palabras.
—No hacemos negocios así... —La mujer empezó a interponerse
entre ellos.
El tipo la interrumpió, su mano agarrando su hombro y
manteniéndola en su sitio. También levantó la barbilla.
—La mantendremos a salvo y protegida. Será feliz. Esa es mi
promesa.
No sabía por qué ni cómo, pero este tipo entendía la necesidad que
había dentro de Raize. Había una comprensión en sus ojos, un
conocimiento oscuro y era suficiente.
Hice un gesto con la cabeza a Raize cuando me miró. En cuanto lo
hice, bajó el arma. La lucha huyó de él. Sus ojos se cerraron por un
instante.
De acuerdo.
Ahora era mi turno.
Me acerqué a Verónica y la tomé en mis brazos. La abracé y le
susurré, ahuecando la parte posterior de su cabeza:

415
—Este es el mejor regalo que tu hermano puede hacerte. Tus dos
hermanos. Tienes que aceptarlo. Tu madre querría esto.
Temblaba en mis brazos, pero los subió y me rodeó con fuerza.
Hundió su cabeza en mi cuello y en mi hombro.
—No puedo. No puedo. Demasiada pérdida.
—Tienes que hacerlo, pero Verónica —Me aparté, enmarcando su
cara con mis manos y apoyé mi frente en la suya—. Hazlo por tu
hermano. No tienes idea de lo precioso que es este regalo. Por favor,
tómalo.
¿Qué piensas, hermana?
Estaba abrazando a la hermana de Raize, pero era otra persona de la
que me estaba despidiendo.
Brooke.
Inspirando, di un paso atrás.
Verónica seguía llorando, pero se acercó a Raize.
Me di la vuelta y me limpié el ojo.
Los abrazos eran difíciles de ver.
Verónica sollozaba y abrazaba a Raize con fuerza. Luego Abram.
Ella seguía susurrando su nombre, Abraham, una y otra vez.
Al final, la pareja se acercó y la tomó de los brazos de Abram.
—Cuida de él. Cuida su espalda. Guárdalo. ¡Prométemelo!
Prométemelo, mi amor. Yo te amaba. Lo hago. Siempre lo haré 12.
La presa de Abram se rompió. Las lágrimas cayeron de sus párpados
y ahogó:
—Lo haré. Lo protegeré —Tuvo que tomar aire—. Yo también te
amo, Verónica. Siempre te he amado13.

12
En español, en el original,
13 En español, en el original

416
Verónica se rompió de nuevo, cayendo al suelo.
No supe lo que dijo, pero fue hermoso sea lo que sea. Me sentí bien al
no saberlo.
El hombre, Blade, se agachó y la levantó. La cargó como si fuera una
niña y volvió por donde habían venido. La mujer, Carol, esperó un poco
antes de volverse hacia nosotros. Estaba parpadeando sus propias
lágrimas y su voz sonaba áspera.
—Cuando te pusiste en contacto con nosotros, hicimos los deberes.
Sabemos que has trabajado para dos carteles y que ahora estás al
servicio de Roman Marakov. No estábamos seguros de aceptar esta
contratación, pero decidimos proceder de todos modos. Esta es la
parte más difícil. Mejorará. Estrada nunca la encontrará —hizo una
pausa y miró hacia atrás, como si hubiera tomado una decisión. Sus
hombros se endurecieron—. Las únicas personas que sabrán dónde
está, seremos Blade y yo. Nadie más.
Raize bajó la cabeza.
—Gracias.
Abram dijo:
—Gracias14.
Una sonrisa triste salió de ella.
—De nada15.
Me miró, con una pregunta en los ojos, pero no dijo nada.
Se dio la vuelta y se fue.
Me limpié otra lágrima.

14
En español, en el original.
15 En español, en el original.

417
61

ASH
—Hey, muñequita.
Mi madre estaba en la puerta y robo mi atención de lo que estaba
haciendo. Tenía esa mirada, y cuando mamá tenía esa mirada, no era
buena.
Sabía que el estómago empezaría a dolerme pronto, pero tomé un
pequeño respiro. Aguanté la respiración. Papá me dijo que era la mejor
manera de calmarlo cuando mamá estaba cerca. Nunca supe qué era eso,
pero el hecho de contener la respiración y quedarme muy quieta siempre
me ayudaba. Mamá decía lo que quería decir y se iba, y a veces esa
mirada desaparecía. Otras veces...
Miré mis peluches, decidiendo cuáles quería tener conmigo si ocurría
"lo otro".
Los peluches ayudaron, especialmente el del lobo. Y el del dragón.
Ambos eran muy suaves y pesados.
Me gustaban mucho.
—Hola, cariño.
Entró, arrodillándose a mi lado.
Su perfume era fuerte hoy.
Eso no era una buena señal.
Se inclinó hacia mí, sonriendo, y levantó la mano. Su dedo recorrió mi
frente, trazó un mechón de pelo y lo colocó detrás de mi oreja. Mantuvo
sus manos en mi frente, un toque ligero y cariñoso.
A veces mamá se inclinaba y me besaba, me susurraba cosas dulces, y a
mí me gustaba esa mamá.
Sin embargo, hacía tiempo que no la veía.

418
—Hola, mamá.
Oh, Dios.
Expulsé algo de aire, sacando la barriga. Salió suave y susurrante,
como si tuviera miedo.
No le gustaba que sonara así.
Su mirada cambió y se apartó un poco. Su mano me apretó la frente,
pero luego parpadeó un montón y me dedicó otra sonrisa.
Entonces me relajé un poco.
Intentaba no tener "esa mirada". Siempre podía ver cuando lo
intentaba.
No podía decir nada al respecto, pero aun así lo sabía.
Sólo necesitaría mis peluches para dormir esta noche. Eso era bueno.
—Quería decirte que tienes una amiga que vendrá a jugar más tarde.
Una vecina. Son de la misma edad, así que creo que se llevaran de
maravilla —miró mis peluches y se rió suavemente—. Puede que tengas
que compartir uno o dos peluches. ¿Te parece bien?
Le sonreí, tratando de hacerle sentir que la quería con la mirada. A
ella siempre le gustaba mucho eso, y mantuve mi sonrisa estirada hasta
donde podía llegar. A veces dolía, pero eso estaba bien. Siempre valía la
pena. A ella también le gustaba cuando le enseñaba los dientes.
Ella decía que era lindo.
—Por supuesto, mamá. Siempre es bueno tener una amiga.
—Sí —siguió mirándome, y luego una suavidad se apoderó de ella.
Volvió a acariciar mi pelo, un toque cariñoso en mi frente antes de volver
a parpadear. Se inclinó y apoyó su frente en la mía antes de moverse y
apoyar su mejilla en ella. Me atrajo hacia sus brazos—. Te quiero mucho.
Es bueno que tengas una amiga. ¿Verdad?
Se alejó.
Asentí con la cabeza, con esa sonrisa que me dolía en la cara.

419
—Por supuesto, mamá.
El timbre de la puerta sonó.

Recordando ahora, mientras nos alejábamos, una lágrima se deslizó


por mi cara.
Sobre mi mejilla.
La esquina de mi boca.
Se demoró, aguantando antes de deslizarse hasta mi barbilla.
Se mantuvo allí.
Estoy segura de que se cayó, pero lo dejé estar.
De alguna manera parecía apropiado.
Sabía por qué este recuerdo llegaba hoy.
Sabía por qué todos ellos volvían a mí.

420
62

RAIZE
Íbamos de regreso cuando mi teléfono se iluminó.
Al reconocer el número de Jake, pulsé aceptar.
—¿Qué pasa?
—Estamos en problemas.
Abram se inclinó hacia delante.
—Explícate, hombre.
—Encontramos un rastreador en ese tipo. Estaba en su billetera.
—Salgan de ahí. Ahora.
Pisé el acelerador, sabiendo ya que podíamos llegar demasiado
tarde. Estábamos a treinta minutos y no conocía estas carreteras.
Mierda. Mierda. ¡Mierda!
—En ello.
Colgó.
Nadie dijo una palabra en los últimos quince minutos. No había
razón.
Abram tenía su arma fuera y se estaba preparando. Llevaba dos
pistolas más. Todas estaban cargadas.
Me miró, haciendo un gesto con la cabeza en dirección a Ash.
Asentí con la cabeza.
Sin mediar palabra, le entregó una de las pistolas. Ella también tenía
su otra pistola y su mano se levantó, limpiándose la cara.
Fruncí el ceño, pero al ver mi mirada, me dirigió una sonrisa
apretada.

421
Estaba nerviosa.
—Ash.
—¿Qué?
Su tono era uniforme. Eso era bueno. Ella no perdería su mierda. En
todo caso, mataría a todos para salvar a su perro.
—Tienes que pegarte a mí.
Metió el cargador de su pistola y comprobó el seguro.
—Lo sé.
Luego apoyó la pistola en su regazo y miró por la ventana.
—Envía un mensaje a Jake —le dije a Ash—. A ver si responde.
—¿Debo llamarlo?
—No. Si se olvidó de poner su teléfono en silencio, no quiero
arriesgarme a alertar a alguien si se está escondiendo.
Ella escribió un texto y yo repasé lo que podríamos encontrar al
volver.
El peor escenario era que tuvieran a Jake y a Cavers, vivos.
En esta vida, para mí, siempre era el peor caso. Eso significaba
tortura, muerte prolongada, desmembramiento.
¿Conmigo? La muerte era mi primera opción. Pero maldición, eso fue
antes de tener gente que se preocupara por mí. A Ash le importaba.
Ash era suficiente.
Tal vez la tortura sería mi elección, había una oportunidad de
escapar entonces. Mientras estés respirando, hay una oportunidad.
Joder.
Estaba subiendo en mí. Me estaba bloqueando.
Era yo o ellos.
Eran mis hombres o ellos.

422
Me estaba preparando para ir a un tiroteo.
Era Ash o ellos.
Ya no eran ellos.
Los sentimientos fueron lo primero.
Eran personas.
Eran obstáculos. Eran armas.
Eran una amenaza contra mí o los míos.
Las emociones me abandonaron.
Cualquier bondad. Ya no me importaba el mundo, sólo el mío. Eso era
todo.
Accioné un interruptor. Todo el color había desaparecido. Todo
estaba en diferentes niveles de gris. Negro. Blanco. Gris oscuro. Gris
claro. Alguien viviría o moriría. Yo los mataría o ellos me matarían a
mí.
Después de eso, la mente comenzó a despejar los pensamientos que
no necesitaba.
Mi misión era entrar, evaluar a Jake y a Cavers, y proceder a partir de
ahí.
Matar, si la gente estuviera entre ellos y yo.
Cinco minutos después, llegamos.
Jake nunca respondió al mensaje.

ASH

Era una mezcla de emociones.

423
Miedo. Anticipación. Disposición.
Lo mismo de siempre.
¿Qué número era este para mí? ¿De lucha? ¿De disparos?
Ya había perdido la cuenta.
Y sabía que Raize estaba activando su modo asesino. Podía ver cómo
ocurría. Se despojó de su humanidad, quedándose con lo que le
ayudaba a convertirse en el asesino que necesitaba ser. Abram había
estado en esa pelea con nosotros, pero pude ver que no sabía cómo
tomar mis cambios cuando tenía mi arma lista.
Tenía dos.
Yo tenía dos.
No sabía cuántas tenía Raize ni dónde estaba su rifle, pero no
importaba.
Íbamos a entrar en esta pelea.
Íbamos a entrar para sacar a Jake, Cavers y Gus o íbamos a entrar
para vengarlos.
La verdad es que era sencillo, y yo ya no me asusté por ello. Yo y los
míos o ellos.
Se estaba convirtiendo en algo así para mí.
Raize no giró hacia el camino de entrada. Siguió recto y tomó el
primer medio camino que salía de la calle. Una vez aparcado, nos
movimos rápido.
Raize salió del coche y se apresuró a preparar sus propias armas.
Tenía el rifle en la parte trasera del Suburban, bajo un compartimento,
y lo armó, luego se lo colgó a la espalda. Después, cerró la puerta y nos
pusimos en marcha.
Raize primero, liderando el camino.
Yo era la segunda.
Abram se puso en la retaguardia.

424
Los chicos iban rápido y en silencio.
¿Yo? Era rápida, pero no tan silenciosa.
No había forma de que fuera como ellos. Raize cambió de camino,
quizá por mi ruido. Estábamos golpeando hierba densa en lugar de
hojas y palos. Nuestros pies eran un constante y seguido thump, thump,
thump.
Se ajustaba a los latidos de mi corazón y yo intentaba mantener mi
respiración estable.
Nos situamos en una colina, con vistas a la casa y al garaje.
Nada parecía estar mal.
El humo salía de la chimenea, pero todos los pelos de la nuca se me
pusieron de punta. Directamente hacia arriba y tenía escalofríos
recorriendo mi espalda.
Jake nunca respondió. Jake habría respondido.
Estaban dentro, fueran quienes fueran.
Raize le indicó a Abram que hiciera algunos movimientos con las
manos. Yo no dominaba el lenguaje de las manos, pero Abram sí.
Asintió con la cabeza y se fue hacia la izquierda.
Raize me miró.
Agarré mi arma con más fuerza y esperé, sabiendo que quería
decirme que me quedara.
Sus ojos se entrecerraron.
Los míos también.
Luego suspiró y comenzó a recorrer un camino.
Le seguí justo detrás.
Gané esa pelea.
Cuanto más nos acercábamos a la casa, más se duplicaban los
escalofríos, pero nada parecía fuera de lo normal.

425
Llegamos a la línea de árboles. Dos pasos adelante y estaríamos al
descubierto.
Raize se detuvo y me acercó. Su boca se acercó a mi oído.
—Tienen tres hombres dentro. Hay dos en el garaje.
No tenía ni idea de cómo lo sabía.
—Necesito que te quedes aquí. Si los ves, les disparas, pero sólo si
ellos no pueden verte. ¿Me entiendes?
Me preguntaba cómo mantenían a Gus callado.
La mano de Raize se apretó en mi brazo.
—Necesito una respuesta.
Si hieren a Gus...
—Ash.
Sí. Moví la cabeza asintiendo.
Mis límites habían desaparecido. No había líneas aquí.
Raize me dio un último beso en la frente, rápido pero fuerte. Me
empujó hacia abajo para que me escondiera detrás de un árbol caído, y
luego se marchó hacia el sur.
Esperé, con el corazón aún palpitante.
Me sudaban las palmas de las manos.
Al principio no pasó nada.
Un mundo diferente y estaría disfrutando del clima, del paisaje.
Montana era hermoso, pero entonces un tipo salió del garaje. Empezó a
ir hacia la izquierda, pareciendo que iba a patrullar.
Raize llegó a la esquina detrás de él.
Observé, pero no se produjo ningún sonido.
Se acercó y rodeó la boca del tipo con un brazo. Su otra mano hizo un
rápido trabajo, cortando la parte delantera de su cuello, y luego sujetó

426
al tipo. Lo sujetó de alguna manera, paralizándolo para que no pudiera
luchar. No duró mucho.
La sangre brotó de su garganta y Raize bajó el cuerpo, dejándolo
desangrarse. Pasó por encima de él, comprobando el interior del garaje
antes de moverse. La puerta estaba abierta; se deslizó dentro. Podía oír
golpes, pero ningún disparo.
Raize volvió a salir un minuto después, con más sangre.
Asimilé todo esto, pero una parte de mí pensaba.
Raize era bueno en lo que hacía. Yo lo sabía. Había una razón por la
que era el hombre de "campo" de Roman. Pero incluso si no lo hubiera
sabido, habría sabido que Raize era extremadamente bueno en lo que
hacía.
Pero. Había un gran pero.
No tenía ninguna duda de que Raize lo haría bien.
Entraría en esa casa y acabaría con quien estuviera dentro, pero
habría un día en el que no funcionaría a su favor.
Habría un día en que estaría en el otro extremo de un cuchillo o un
disparo.
Maldita sea.
Maldita sea.
Un dolor cegador me atravesó el pecho y parpadeé para contener
unas lágrimas repentinas porque, maldita sea, otra vez.
Estaba demasiado comprometida, demasiado.
Yo estaba dentro.
Lo amaba.
Elegí este mundo porque inconscientemente lo elegí a él.
Cuando tomé esta decisión, no lo sabía, pero la tomé. La estaba
cimentando ahora mismo. Estaba eligiendo. Raize. Era Raize. Siempre
había sido Raize.

427
Primero se trataba de una chica que se llamaba Brooke, luego se
convirtió en Raize.
Tomé aire porque mi pecho estaba muy apretado en este momento.
Estaba tan lejos que sabía que si miraba detrás de mí, no podría ver
la línea de salida.
Un grito sonó desde el interior de la casa, seguido de un disparo.
Más disparos.
Disparos.
Más gritos.
Un tipo salió de la casa, corriendo hacia el garaje.
Estaba directamente en mi línea de fuego, y esta era la línea.
No podía dejarlo libre.
Estaba tratando de alejarse. Tal vez no tenía un teléfono y estaba
yendo en busca de uno. Tal vez iba al coche. Fuera lo que fuera, no
podía escapar. Tenía que detenerlo.
Levanté mi arma.
Apunté.
Disparé.
Sí. No había más líneas aquí. Ninguna en absoluto.
Fallé el primer tiro, y él siguió adelante. No sabía que ese disparo era
para él. No sabía que debía agacharse o esconderse o devolver el
disparo.
Apunté. Disparé de nuevo.
Le di, golpeándolo en el hombro.
Abram salió por la puerta, corriendo tras él.
El tipo empezó a caer, pero Abram tenía su arma en alto.

428
Me giré, sabiendo que también estaba eligiendo no ver morir a otro
hombre delante de mis ojos.
¿Era algo cobarde?
Sabía que caería y sabía que Abram haría el disparo mortal, y aun así
no podía respirar más tranquila. No lo sabía. No me importaba en este
momento.
Miré hacia atrás.
Abram me miraba fijamente, esperando. Su mano sosteniendo su
arma estaba todavía medio levantada.
Empezó a acercarse a mí, pero entonces Raize gritó desde la casa y
se dio la vuelta, regresando.
Me quedé allí, sin saber qué hacer. Pero, supongo, no había nada más
que hacer. Así que me quedé y esperé, y tenía mi arma preparada por si
alguien más se liberaba.
Fue entonces cuando mi teléfono sonó.
Raize: Entra.
Salí corriendo, con el pecho todavía muy apretado, hasta que oí los
ladridos de Gus.
Empujé la puerta y entré corriendo, y entonces pude respirar.
Cavers y Jake se quitaban la cinta adhesiva de la boca.
Raize salió de una habitación trasera, me vio y dejó que Gus se
lanzara a su alrededor. Vino directamente a mí, con el collar y la correa
aún puestos. En cuanto tuve a mi cachorro contoneándose en mis
brazos, rompí a llorar.
—Llévalo a pasear.
Asentí, se me hinchaba la garganta y caminaría con Gus durante todo
un día si ese era el tiempo que necesitaban. No vi a los hombres, pero
sabía que estaban ahí dentro y que estaban muertos.

429
Salimos al exterior. Sentí que mis pulmones podían expandirse de
nuevo, pero todo se arremolinaba dentro de mí. Emociones.
Sensaciones. Pensamientos. Recuerdos. Todo se me agolpaba.
Por eso, no miraba por dónde iba con Gus.
No estaba pensando.
Suponía que estábamos a salvo.
Dejé que Gus eligiera la dirección que tomaríamos.
Así que por todo eso, nos alejamos de la casa, por un sendero. No
tenía ni idea de qué dirección habíamos tomado.
No tenía ni idea de cuánto tiempo nos habíamos ido.
Todo lo que sé es que llegamos a un claro.
Había un coche.
Gus se adelantó, oliendo algo, y oí el sonido del seguro de una pistola
quitándose.
—Me alegra verla de nuevo, señorita Marakov.

—Quería que tuvieras un amigo, mi dulce niña.

430
63

NO LA SEÑORITA MARAKOV

—Señorita Marakov —Marco estaba apoyado en el lateral de uno de


los todoterrenos y miraba hacia abajo, con los hombros temblando.
Una risa seca salió de él. Tenía las manos cruzadas una sobre otra
frente a él, la mano de abajo sosteniendo una pistola, pero con el
seguro puesto—. Supongo que tu presencia aquí —señaló a Gus con la
pistola antes de que su otra mano se plegara sobre ella, volviendo a
estar frente a él—, es una indicación de que mis hombres están
muertos ahí dentro.
Toda su postura era casual. No estaba alarmado. Asustado.
Nada.
La esquina de su boca se levantó y asintió para sí mismo.
—Sí. Por supuesto que están muertos, porque no son mis mejores
hombres. Mi mejor hombre era Clay. Mi segundo era Abram, y me
tengo que culpar a mí mismo de que ninguno de los dos sea ya mi
hombre.
Se levantó, pero se quedó parado. No hizo ningún movimiento para
avanzar hacia mí.
Estaba reteniendo a Gus, cuya cola se movía al principio. Fue
entonces cuando captó el olor de Marco, o supongo que por la razón
por la que me arrastró hasta aquí. Ahora, al ver a un hombre, Gus
gruñía y se esforzaba por liberarse.
Me aguanté. No estaba preparada.
Él tenía esa arma.
Tenía la sensación de que sería mejor que el otro tipo fuera del
primer hogar de Gus.

431
—Así que, señorita Marakov —Otra sonrisa de él, como si ambos
hubiéramos compartido una broma interna—. Vamos a hablar, tú y yo.
Supongo que tengo un tiempo precioso antes de que haya más disparos
o un perro intente atacarme o, quién sabe, qué podría pasar. No
volveré a tener esta oportunidad en mucho tiempo, si es que alguna
vez la tengo.
Dicho esto, se dirigió al segundo vehículo, un coche, y se sentó en la
parte delantera. Una pierna aún podía tocar el suelo. La otra estaba
doblada, con el pie apoyado en el neumático justo debajo de él. Se
inclinó hacia delante, con un codo apoyado en la rodilla. La pistola
seguía en su poder, pero la sostenía con desgana.
Me quedé boquiabierta. Eso fue todo.
Muda. Totalmente.
—He investigado sobre ti. Sé tu nombre, sé que tu madre se suicidó,
tu hermana fue reportada como desaparecida. Se denunció tu
desaparición, y tu padre ha hecho rehabilitación. Eso es lo que me dijo
mi investigador privado. ¿Estamos al día? —Sus ojos brillaron. Parecía
despreocupado, pero no lo era. Su mirada era aguda—. También sé lo
que puedes hacer. Supongo que eres el “regalo” que ofrecía Raize.
¿Podrías decirme si un hombre llamado Jorge Miller mató a mi
hermano?"
Se me revolvió el estómago.
—Podría decírtelo, sí.
Sus ojos se entrecerraron. Levantó la barbilla, dirigiéndose a un lado.
—¿Cómo funciona eso? Si no eres “psíquica”, ¿cómo lo sabes?
"...tu madre se suicidó...”
Estaba allí, sentada en el pasillo, mientras sacaban su cuerpo de la
habitación.
Empujé eso a un lado.
—La gente se vuelve buena para descifrar cómo suena un paso
cuando un padre borracho llega a casa, especialmente si está enfadado.

432
Si una puerta se cierra de cierta manera. Cómo se agita una bolsa. Ya
sabes, sabes que debes esconderte o si puedes seguir respirando —
levanté un hombro, mintiendo entre dientes pero no al mismo
tiempo—. Es algo así, supongo.
—¿Quieres decir que viviste con un abusador?
Maldita sea.
—He trabajado para seis jefes de la mafia. Mi instinto se agudizó,
muy rápido, después de los dos primeros.
No tiene nada que ver con ellos. Otra vez. Estaba mintiendo. Él no
llegó a descubrir dónde aprendí esta habilidad, ni dónde lo hizo mi
instinto.
Sus ojos estaban fijos en mí, y me midió. Levantó la cara.
—Sí. Supongo que eso tiene sentido. En cierto modo.
Frunció el ceño para sí mismo, mirando a su alrededor.
Pero todavía no estaba preocupado.
¿Por qué no se alarmaba?
—Entonces —extendió una mano hacia mí, esperando—. ¿Lo hizo
Jorge? ¿Mató a mi hermano?
Yo sabía la respuesta.
—Vete y te lo diré.
La sorpresa apareció en su rostro y dejó escapar una risa.
—Qué gracioso. Seguro que me voy y me llamas con la respuesta.
¿Tal vez tú y yo podamos empezar a enviarnos mensajes de texto?
¿Qué tal si hacemos eso también? —Su sonrisa se desvaneció y su boca
se tensó—. No insultes mi inteligencia —miró por encima de mi
hombro antes de volver a centrarse en mí—. No estoy seguro de lo que
Clay ha compartido contigo, pero no soy un hombre estúpido. Puede
que sea egoísta y despiadado, pero cuando crees que me has superado,
es cuando te he matado.
Sentí que una mano invisible me presionaba el pecho.

433
Me puse rígida.
—Hay una razón por la que estoy sentado aquí, por la que no te he
disparado a ti o a tu perro y luego marcharme, porque podría hacerlo.
Clay te ha perdido de vista. Ha bajado la guardia, y sólo hay una razón
por la que habría hecho eso, y esa es la razón por la que me quedo. Mi
suposición es que Verónica ya se ha ido. La ha escondido en algún
lugar, y está sintiendo ese dolor. Son las únicas veces que se equivoca,
cuando sufre por alguien que ama. Y no lo tomes como algo personal. Si
te escondiera en algún lugar, también haría lo mismo. Puedo decir que
se preocupa por ti, que es la segunda razón por la que me quedo.
Bueno, pues que mierda.
—Las otras razones son que quiero que vengas a trabajar para mí —
Sus ojos se dirigieron a Gus, que seguía gruñendo—. Si te hago daño a
ti o a tu perro, tengo la sensación de que eso no me favorecería. Y, sí,
estoy intrigado si Jorge realmente mató a mi hermano —Una risa baja
se deslizó de él—. Aunque, esa es una pregunta que tengo desde hace
años y se está convirtiendo en el remate de algún chiste. Yo soy el
chiste, estoy seguro.
Apreté los dientes.
—No voy a trabajar para ti.
—Todavía no, pero lo harás —Se levantó del coche—. Quizá algún
día.
Me eché hacia atrás y Gus trató de liberarse.
Me aferré a la correa.
Marco hizo una pausa, observando las reacciones de ambos antes de
guardar su arma.
—Puedes decirle a Clay que he cambiado de opinión. Me gustaría
aceptar la oferta de su jefe sobre una relación de trabajo. También
puedes decirle a Clay que tengo una orden de muerte activa. Cuando
me maten, el primer sicario que encuentre a mi hermana y la mate se
ganará mi imperio.
Me quedé impresionada.

434
Eso… no...
Se rió.
—Está desaparecida. Lo aceptaré, lo cual estoy seguro de que
escandalizará a Clay y a su patrón, pero hay una parte de mí que la
quiere. Aparte de mi imperio, mi familia es lo único importante. La otra
parte de mí la quiere muerta cuando yo esté muerto, pero hoy
trabajaremos con la parte buena. ¿Hmm? —Se dirigió al lado del
conductor del todoterreno—. Dile a Clay que me pondré en contacto, o
dile a Roman Marakov que me pondré en contacto cuando lo veas tú
misma —Otra sonrisa, una que me hizo saborear la bilis—. ¿Te ha
dicho Clay que su jefe te considera parte de su personal activo? Si no lo
ha hecho, también puedes mencionarlo.
Se fue y me quedé allí, recordando...
"...mi familia es lo único importante..."

—Hermanas cariño. Es tu amiga que nunca se irá. Te gustaría tener


una nueva amiga, ¿no? La familia es lo único importante.

Todo estaba volviendo a mí. Todo a la vez. Todo junto.


Los recuerdos. Me perseguían, presionando por salir.
Mi cerebro se estaba hinchando.
Querían salir, salir, salir.
No podía... mi cabeza. Era como si estuvieran usando una motosierra
en ella.
Mi corazón latía con fuerza, fuerte, tan fuerte, muy fuerte.
No pude hacer nada.

435
Entonces, unos brazos me levantaron y oí a Raize decir:
—¿Qué pasa? ¿Qué pasa?

—Esta es tu nueva habitación cariño.


Abrió la puerta y dentro había dos camas. Una chica estaba sentada en
una de ellas, con una muñeca en la mano.
Miró hacia arriba...
Thump.
...la chica se bajó de la cama y caminó hacia mí.
Extendió la mano.
—Mi nombre es...
Thump.
—… mi nombre es Ashley. ¿Cuál es el tuyo?

436
64

RAIZE
Ash estaba en el sótano de Roman, acurrucada en el rincón de un sofá,
con una manta alrededor, y con el mismo color pálido que tenía desde
que descubrí que Marco podía haberla matado. Tenía en la mano una
taza de té caliente, a petición suya, y no miraba a nadie, ni hablaba con
nadie.
Gus estaba en su regazo, acurrucado, con la cabeza sobre su
estómago y mirando hacia arriba en busca de caricias.
Ash no lo estaba aceptando.
Después de ese día, tras escuchar sus gritos, un sonido que nunca me
sacaré de la cabeza, Gus no se había movido de su lado. Se meaba en el
suelo si ella no se iba con él fuera. Ese era el tipo de relación que tenían
ahora.
Roman entró en la habitación, viendo a Ash, a mí, y eligiendo venir a
mí primero.
Buena elección.
Se puso a mi lado, mirando el resto de la sala. Tenía a sus hombres
habituales colocados por toda la casa, pero había pedido a su habitual
personal de guardias que le dejaran el sótano para este evento.
Se detuvo en Gus, cuya cola chocaba contra el sofá de cuero negro de
Roman, pero se movió y observó a Jake, Cavers y Abram, los cuales
estaban descansando en la habitación.
—Esto es muy poco inteligente.
Gruñí. Era la afirmación más obvia del siglo.
Le miré.

437
—Es su estipulación. Ella va a hablar. Esto no tiene nada que ver
contigo o conmigo, pero ella tiene que decírselo a alguien. Se está
volviendo loca.
—Planea un golpe de la mafia, entra de golpe para sorprender a
todos, ¿y qué? Invitar a un detective a tu casa para que vea que estás
aquí. Esto no entraba en mis planes, Raize —cortó.
—Quieres que ella trabaje para ti, esta es su demanda. Ella y yo
hemos hablado y no voy a dejar que la utilices si ella decide no hacerlo.
Esta fue su petición. Ella lo está haciendo aquí, donde tú estás, y es
doble. Tú lo sabes. Sabes lo que se dice. No parecerá que estamos
delatando y, de nuevo, sabes de qué va a tratarse exactamente. Eres mi
empleador. Si fuéramos sin que tú lo supieras, ambos sabemos cómo
habría quedado. Tú controlas el ambiente. Tú controlas qué detective
es. Estás aquí y esto también funciona para ti. Quieres ser algo legítimo,
así que vas a tratar con las autoridades. Este es un buen comienzo para
esa relación.
Gruñó, asintiendo para sí mismo.
—Claro, porque últimamente no me has dado ningún disgusto.
Realmente estoy controlando mucho.
Ash nos miró, sus ojos se entrecerraron y sin duda, sólo vio cómo
estábamos de pie. Ambos de espalda a las paredes. Cualquier arma de
fuego debía estar escondida, no es que el detective de Boston,
cualquiera que atravesara esas puertas, no supiera que estaban allí. Lo
sabrían, pero después de que Ash me contara lo suficiente como para
hablar de ello, ambos elaboramos este plan.
Hablar con la policía se consideraba traición. No importaba que no
tuviera nada que ver con nada ilegal que hubiéramos hecho en los
últimos seis meses. Pero ella iba a presentarse, y yo trabajaba para el
mayor jefe de la mafia rusa de la Costa Este. Todo se dispuso de
manera que Roman quedara como el bueno. Las declaraciones se iban
a ceñir a lo que Ash tenía que decir, que no tenía nada que ver con nada
actual. Se mantuvo firme en eso.
La policía sabría de ella.

438
La policía ya sabía de ella. De esta manera, sabrían dónde estaba y
que ya no era necesario considerarla como una persona desaparecida.
Pero la policía sabría de Roman, lo que iba a suceder de todos
modos. Roman quería establecer negocios legítimos aquí. No había que
esconderse si ese es el caso. Y yo, supongo que se enterarían de quién
era, si no lo sabían ya, porque no me iba a ir de su lado.
Lo que le dirían a Roman después de la reunión es que Marco decidió
trabajar con él después de todo.
Yo… tenía mi propio plan para manejar eso, pero escuchamos pasos
bajando las escaleras.
Uno de los hombres de Roman entró.
—Están aquí.
Roman asintió.
—Quiero que mis hombres se vayan.
Echó un vistazo a la sala, y como ya se había hablado antes, Abram,
Jake y Cavers salieron también de la habitación. Estaban aquí, se
habían reunido con su jefe por encima de su jefe, pero no necesitaban
que el detective viera más caras de las necesarias.
Oímos pasos y entró una mujer.
Estaba vestida con un traje. Delgada. Cara afilada. Ojos afilados,
también. Y con un aura totalmente serio.
Se demoró en Roman, en mí, pero fue directo a Ash.
—Hola —Se sentó en una silla no muy lejos de Ash y sacó una
grabadora—. Soy la detective Maronzetti. Y tu nombre es Ash...
Hizo una pausa y nos miró.
Otro detective había entrado en la sala, más tranquilo, pero estaba
allí. Le miró directamente, haciéndonos saber que estaba allí. No era
delgado, tenía panza y estaba vestido con un traje. Cabeza calva con los
lados aun tratando de mantener el pelo que había. También, lo que me
pareció molesto, tenía ojos inteligentes.

439
No sabía a quién había pedido Roman que viniera, pero estos
detectives no eran los que yo esperaba. En mi vida, se sabía quién lo
haría y quién no. Ninguno de estos dos lo hacía.
—No.
La voz de Ash atrajo la atención de todos hacia ella.
El sentimiento en la sala cambió, se hundió, se volvió más sombrío.
No quería oír lo que iba a decir, pero era porque una vez que lo
oyera, entonces sabría lo que le había pasado. No podía quitárselo. No
podía matar a nadie para hacerla sentir mejor. El único recurso,
literalmente el único recurso, era este.
—Mi nombre no es Ash, en realidad.
—No te quiero a mi lado, cuando se lo diga.
—No.
—Raize —suspiró. Sonaba muy cansada—. Tengo que hacer esto por
mi cuenta. Tengo que hacerlo, por Brooke —comenzó a llorar, pero
había estado llorando de forma intermitente desde que dejamos
Montana—. No puedo explicarlo. Simplemente no puedo tenerte a mi
lado.
—Estaré en la misma habitación. Eso no es negociable.
—La policía sabrá que...
—Eres tú, Ash. ¡Tú!
Esa fue la conversación que tuvimos hace dos días. Lo odié entonces.
Lo odiaba aún más ahora. Pero, yo estaba en la habitación.
Yo estaba en la habitación.
Entonces empezó a hablar.

440
65

ASH
Empecé por el principio.
—Ella estaba enferma, tienen que saber eso primero —Mi voz era
temblorosa. Maldita sea. No podía estar así, no por esto. Me gustaba la
mujer detective. Era fuerte. Podía sentir eso, pero ella iba a ser suave
conmigo. Odiaba eso, pero lo necesitaba y juro que ella también lo
sabía.
Me dijo su nombre, pero no lo recordaba.
No recordaría nada de nadie en esta habitación después de esta
noche.
Sólo recordaría lo que estaba a punto de decir, y cómo destruiría
cualquier cosa que pudiera tener.
—¿Quién estaba enferma, Ash?
Tenía la sensación de que nadie más hablaría, sólo ella y yo. Estoy
segura que se había hablado en ambos lados. Ese era el precedente de
hoy.
Tenía que hacerlo. Tenía que hacerlo. Simplemente, decir las
malditas palabras. Acabar de una vez por todas.
Mamá, lo siento...
—Mi madre —Me atraganté—. Mi madre estaba enferma.
No abríamos las cortinas. Mamá nunca quiso que se abrieran.
—Ella… ella se quitó la vida cuando estábamos en el instituto.
Brooke y yo. Yo...
No podía.
¿Cómo pudiste hacer esto?
¿Cómo pudiste hacer lo que hiciste?

441
—Quería que tuvieras una amiga, mi dulce niña.
No podía. Simplemente no podía.
No me llegaban las palabras a la garganta. No podía hablar.
—Ash —empezó a moverse hacia delante. Iba a tocar mi rodilla. Y
ese toque sería amable, reconfortante. No podía tener eso.
—Mi nombre no es Ash —estallé. Estaba abandonando lentamente
mi cuerpo, pero esto, esto tenía que ser muy claro—. No sé cuál es mi
verdadero nombre.
Ahora tenía la atención de la sala, pero no era lo que pensaban.
La detective frunció el ceño y empezó a mirar sus notas.
—Estoy segura que hay un nombre en mi certificado de nacimiento,
pero no tengo ni idea de lo que pone. No lo entiendes. Ella... mi madre...
estaba deprimida. Estaba enfadada. Era irracional. Ella... ella me
aterrorizaba. Ella aterrorizaba a todos, pero... —Era mi madre. ¿Cómo
podría explicar eso?—. Ella quería que tuviera una hermana y, un día,
tuve una hermana. Sé que no era adoptada, pero mi madre me dijo que
lo era. Le dijo a Brooke que lo era. No lo era. Y lo sé porque vi su cártel
de desaparecida junto a nuestra chimenea. Mi madre estaba
encendiendo el fuego. El timbre de la puerta sonó. Ella fue a contestar,
y yo entré en la habitación. Vi el papel. Ella iba a quemarlo. Era Brooke.
Mi hermana. Mi mamá... Su verdadero nombre era Ashley Cruz y mi
mamá la secuestró.
—Esta es tu nueva habitación, cariño.
Extendió la mano.
—Mi nombre es...
—¿Cómo te llamas, cariño?
—Mi nombre es Ashley. ¿Cuál es el tuyo?
No podía mirar a Raize. Sabía que estaría atormentado. Sabía que
querría venir a buscarme, a llevarme si se lo pedía, y yo quería
pedírselo. Así que, por eso, porque le importaba, no podía mirarlo.

442
Aunque, Dios, quería hacerlo. Lo deseaba tanto.
La detective no había dicho nada, así que seguí adelante. Podría
sacarlo todo.
—Puedes revisar tu base de datos, pero ella estará ahí —Y ahora la
parte difícil—. Brooke-Ashley se parecía a mí. Por eso fue su objetivo.
Mi madre lo hizo. La eligió como objetivo, y lo hizo porque quería que
yo tuviera una hermana. Usó la palabra “amiga”, pero era un código
para “hermana”.
—Hermanas. Es tu amiga que nunca se irá. Te gustaría tener una
nueva amiga, ¿no?
—Ella siempre decía que la soledad podía matar. No quería que me
sintiera sola, y el caso es que no lo estaba. Iba a la escuela. Tenía
amigos. Tenía a papá. Tenía... —Mi voz se quebró—. La tenía a ella.
Pero ella se sentía sola, así que estaba convencida de que yo estaba
sola. No quería que estuviera sola.
—¿Estaba tu padre involucrado?
Sacudí la cabeza.
—No lo sé. Estuvo drogado la mayor parte de mi vida, bebiendo si no
estaba drogado. No lo sé.
—¿Dijiste que la chica secuestrada era Ashley Cruz?
Ashley Cruz. Vi su cartel de desaparecida una vez... No importa si no es
él quien la tiene. Alguien la tiene.
Asentí con la cabeza.
—Mi madre la rebautizó como Brooke —Una lágrima resbaló por mi
cara. Esta la pude sentir—. Mi primer nombre era Brooke. Ella lo tomó
y se lo puso.
—¿Por qué haría eso?
Sacudí la cabeza, mi garganta amenazaba con cerrarse por completo.
—No tengo idea.
Y para el resto.

443
—Mi madre mentía todos los días. Pequeñas mentiras. Grandes
mentiras. Mentiras estúpidas. Cosas sobre cosas grandes y mayores,
pero también; mentía sobre qué tipo de pasta de dientes usaba. Sólo,
cosas estúpidas y crecí con eso. Me volví buena, muy buena, para saber
qué era una mentira y qué no. Pero sí, ella mentía. Sobre todo.
¿Sobre qué no mintió?
¿En qué no has mentido, mamá?
—¿Tienes algo más que compartir con nosotros?
Dios.
Mi garganta estaba muy cerrada.
—Después de la muerte de mamá, Brooke se descarriló. Fue
arrastrada por un chulo de Romeo y ustedes la tienen en la base de
datos. La detuvieron hace poco. No sé si los cargos cambiaron, pero van
a sacarla y lo verán por sí mismos. Ella fue una víctima de... —Jesús. Ni
siquiera podía decirlo todo—. No es su culpa, lo que hizo, lo que le
pasó. Nada de eso fue su culpa.
No era mía.
Cerré los ojos, tratando de decírmelo también.
No fue mi culpa.
No fue mi culpa.
Sentí que era mi culpa.
—De acuerdo —El aire era muy espeso, pero la detective intentaba
avanzar—. Bien. Entonces, vamos a necesitar que vengas a la estación.
Necesitaremos tu ADN. Vamos a sacar todo. Tu madre. Tu padre.
Ashley. Tu archivo. Todo.
No estaba mirando, pero su voz sonó lejana por un segundo.
—Mi compañero ya envió la búsqueda y estás en lo cierto. Ashley
Cruz fue reportada como desaparecida en Colorado cuando tenía seis
años.
Seis.

444
Colorado.
Oh, Dios mío.
Una "vecina". ¿Cuánto tiempo había planeado mi madre eso?
—No tengo ninguna duda de que su ADN coincidirá con el de Ashley,
y podemos avanzar a partir de ahí —Su voz volvió a sonar diferente.
Podría haberse levantado. Todavía no estaba mirando—. No sé cómo
proceder a partir de aquí.
—¡Gail!
No reconocí esa voz. Suponía que era la de su compañero.
Ella lo ignoró.
—No soy consejera. Dios mío, no soy consejera, pero sé un poco y
tienes... hay gente con la que puedes hablar. Consejeros. Aliados. No
necesitan reportar nada a la policía.
—Gail —otro gemido.
—Están ahí para ti. Sólo para ti.
Volví a sentir su mano. Tocó la mía y la apretó, muy suavemente.
Y añadió:
—Siento mucho lo que has pasado, pero lo que has hecho hoy
ayudará a restablecer cualquier mal que se haya hecho. Eso es algo
bueno. Dejaré mi tarjeta con tus asociados, y estaremos en contacto
para cualquier otra pregunta sobre esta situación.
Otro gemido:
—Detective Maronzetti, unas palabras antes de hacer más promesas.
—Sí —Ella movió la cabeza, como si compartiera sus pensamientos.
Dijo en voz baja—: No me importa. Ahora mismo, no me importa.
No pensé que esas palabras fueran para mí.
Empezó a apartar la mano, pero yo giré la mía y atrapé la suya.
La apreté. Una vez. Sólo brevemente.

445
Cuando levanté la vista, sus ojos estaban llorosos y se dio la vuelta.
Su tarjeta estaba fuera, y se la entregó a Raize. No a Roman. A Raize.
Pero a continuación se dirigió a Roman con una pequeña inclinación de
cabeza.
—Un primer encuentro lleno de acontecimientos, Sr. Marakov.
Él sonrió.
—Sí, lo fue.
Se fueron.
Raize me echó una mirada.
Al segundo siguiente estaba al otro lado de la habitación.
Me levantó en sus brazos y me rendí.
Yo, simplemente, me rendí.
Mis piernas no habrían podido trabajar de todos modos. Estaba
acabada.
Sola.
Había terminado.
Me sacó de la habitación.

—Vamos a ser las mejores hermanas de la historia.


Brooke estaba muy contenta.
—¿Sí?
Estaba tratando de sonreír, pero esto se sentía raro. No sabía por qué
se sentía raro.

446
—¡Sí! Tú y yo. Hermanas para siempre. ¿Verdad? —Tenía las manos en
alto. Estaba así de emocionada, pero se detuvo y frunció el ceño—.
Espera. ¿Cómo te llamabas?

447
66

SÓLO YO
Acusaron a mi padre. Exposición al peligro, negligencia al deber de
cuidado. Por eso nunca denunció mi desaparición, ni la de Ashley. El
día que lo acusaron, Raize me llevó a verla. Ya no era Brooke.
Nos dijeron que volvía a llamarse Ashley.
Estaba contenta.
Tenía un peso decente. No parecía demacrada, como lo estaba antes
de irse, y ahora sonreía.
También había conseguido fotos del tipo que Raize había vigilado.
Una de ellas fue cuando salía de una oficina de asesoramiento.
Otra de ella en la tienda de comestibles.
Una tercera en la que tomaba café con una señora mayor. Y otras. Se
parecían a ella. Había un parecido familiar. Un hombre. Una mujer. Un
hermano. Una hermana. También podrían haber sido un par de tías.
Parecía feliz, pero ¿cómo podía ser eso? ¿Después de todo? Pero ella
estaba sonriendo. Estaban sonriendo.
Nada de eso tenía sentido para mí, pero lo estaban.
En este momento estábamos viendo a Brooke cocinando la cena con
una mujer. Ambas estaban en su cocina.
Raize se puso detrás de mí. Su pecho rozó mi espalda.
—¿Quieres hablar con ella?
Sacudí la cabeza, mi estómago se hundió, pero mi pecho se aligeró al
mismo tiempo. Era una sensación agridulce.
—No.

448
—Ella sabe lo que hiciste. Que tú fuiste la que se presentó. Ella lo
sabe.
Su mano se movió hacia el frente, descansando contra mi vientre.
Un sentimiento agridulce se retorcía en mis entrañas.
—Tal vez un día, pero no hoy.
Una nueva oleada de emociones surgió dentro de mí, esta me hizo
morderme el labio porque no quería llorar.
Pero maldita sea. Quería llorar.
Se colocó frente a mí y me tocó la barbilla, inclinando la cabeza hacia
arriba. Una expresión suave se apoderó de él, una que era cariñosa y
me dejó sin aliento. Yo estaba parpadeando para evitar las lágrimas
por una razón totalmente diferente. Al verlas, se volvió aún más suave.
Levantó la mano, un dedo recorrió un mechón de mi pelo y se deslizó
por detrás de mi oreja y luego se dirigió a la parte posterior de mi
cabeza. Tomó aire y se acercó aún más, rozando su cuerpo con el mío.
Su frente bajó, sin tocar completamente la mía, pero estaba así de
cerca.
Sentí todo de él. Los latidos de su corazón. Su calor. Su respiración.
Sentí que un ligero temblor recorría también su cuerpo.
—Tienes que saber algo. El caso de tu hermana está recibiendo
mucha atención, demasiada. Roman ha llamado hoy. Está dispuesto a
ofrecerte una propuesta. Dijo que puedes ser libre. No necesitas
trabajar para él. Puedes cruzar la calle y llamar a la puerta. Ashley le
dijo a la policía que le gustaría verte, tener una relación contigo.
Podrías unirte a esa vida. Es tan simple como eso.
No reaccioné. No podía, y creo que una parte de mí conocía el otro
lado.
—¿Cuál es la otra oferta?
—Continúas trabajando para él, conmigo, y desaparecemos ahora
mismo. Pero, podrías ser libre. Te uniste a este mundo para encontrar
a tu hermana...

449
Le toqué el pecho, deteniéndolo.
—Me uní a esta vida porque Brooke Ashley fue raptada de nuevo. La
primera vez fue mi culpa. La segunda era mi oportunidad de redención.
Salvarla, y tal vez podría salvarme a mí misma.
Oh, Dios.
Oh, Dios.
No tenía ni idea de que eso iba a salir de mí.
Ninguna. Pista
Pero, vaya. Vaya.
La redención.
Y todas las "líneas".
Ahora tiene sentido.
Pero entonces sentí quién me sostenía.
Miré hacia arriba.
Renunciar a Raize por la libertad. Sabía que esa era la letra pequeña
de la primera oferta. Sólo tenía sentido.
Roman quería que me fuera para ayudar a que el foco de atención se
desvaneciera un poco, para que no se relacionara con él, pero no iba a
renunciar a Raize. No había manera.
Eso significaba, la libertad significaba que yo renunciara a Raize.
Ya sabía mi elección.

450
67

DESCONOCIDO POR EL MOMENTO


—Raize me dice que has aceptado trabajar conmigo.
Conmigo. No para mí.
Este tipo era bueno.
Cuando conocí a Roman Marakov, no sabía qué esperar, pero entrar
y conocer a este tipo... estaba en otra liga. En el primer encuentro hubo
factores extraños, así que éste me sirvió de presentación oficial. No era
como Raize.
Nadie era como Raize.
Roman Marakov era un pensador. Eso es lo que quería decir.
Era el tipo de persona que no sólo jugaba al ajedrez y ganaba en él,
sino que fue el que inventó el tablero. Ese era el jefe de Raize y,
después de los tres primeros minutos, empezó a hablar de Raize y supe
que este tipo también sabía que era afortunado por tener a quien tenía
trabajando para él. La admiración y el respeto no se podían fingir.
Eso ayudó a afirmar mi decisión.
Nos dimos la mano y solté la suya, para poner mis cartas sobre la
mesa.
—Tengo un problema con los asesinatos. Y Brook-Ashley fue víctima
de trata. También tengo un problema con eso.
Sus ojos se encendieron y la comisura de su boca se crispó.
—Eso me han dicho.
—¿Es un problema?
Más diversión profunda brilló en él, pero mantuvo un rostro claro.
Nada se movía ahora.

451
—Será bueno tener a alguien como tú en la habitación. No elegí esta
vida, pero saldré adelante lo mejor que pueda.
—Yo lo hice.
Sus cejas se alzaron.
—¿Hmm?
—Elegí esta vida —Dos veces—. Sólo para que lo sepas.
Hubo un cambio en su mirada, algo más profundo, más oscuro brilló
allí, pero sólo asintió.
—Ya veo.
Bueno, yo no.
No tenía ni idea de por qué quería que lo supiera, pero lo sabía y él
sabía que yo lo sabía y ahora sentía una incomodidad entre nosotros,
pero también era una que quería que estuviera allí. Y de nuevo, no
tenía ni idea de lo que estaba pasando.
Pero sólo sonrió débilmente antes de extender una mano hacia la
barra de su despacho.
—Me alegro de que todo se arregle para Ashley, pero también me
alegro de que hayas decidido quedarte con nosotros. ¿Lo celebramos?
Incliné la cabeza y, mientras me preparaba un trago, preguntó:
—Entonces, Ash. Tengo que preguntar, ¿debería haber matado a
Marco Estrada en lugar de decidirme a entablar una relación comercial
con él? ¿Qué dice esa tripa mágica tuya?

—¡¿Que quieres hacer qué?!

452
Como parte de nuestro acuerdo para "unirnos a Roman" teníamos
que desaparecer. Uno podría pensar que nos iríamos a Hawái o a
Turcas y Caicos... No. Volvimos a Virginia Occidental, y como se supo
que Roman de alguna manera había clavado las garras en cierto
cuñado que también era oficial de libertad condicional local, Jake trajo
a Tracey para que nos conociera a todos.
Ahora exclamaba su incredulidad, no por el hecho de que yo eligiera
trabajar para Roman Marakov, sino por el hecho de que le pidiera a
Tracey que me tiñera el pelo de rubio una vez más.
Por cierto, Tracey era encantadora.
Llevaba el pelo ochentero, con un flequillo que parecía tener una vía
conectada a una botella de Aquanet, e incluso llevaba una camisa
teñida de corbata. La falda vaquera era moderna, parecía deshilachada
y muy a la moda y mostraba una buena cantidad de su trasero, pero a
juzgar por el maquillaje de Tracey, estaba pensando que era como a
ella le gustaba.
Eso, y su actitud.
Entró en nuestra casa como si fuera suya y tuviéramos que quitarnos
de en medio para hacerla suya. Tuvo un pastel de carne en el horno en
veinte minutos.
No es broma. Veinte minutos.
Pastel de carne.
La amé inmediatamente.
Le dijo a Cavers que "se quitara un peso de encima" y a mí que me
sentara a comer. Pensó que yo necesitaba engordar algunos kilos, o
veinte. Sus palabras. Abram fue el siguiente y sin pestañear, sin
mencionar un poco cómo era un sólido dos-cincuenta de músculo, ella
le dijo que podría hacer un tratamiento de spa en sus poros. También
elogió sus tremendamente largas y hermosas pestañas, suspirando de
envidia, y tuve que admitir que lo entendía. Sus pestañas eran algo
para morirse. Cuando empezó a hablar con Raize, las palabras
vacilaron en su garganta y se limitó a lanzarle una sonrisa y a
mencionar:

453
—¿No eres tú él que está bueno, eh? —Y entonces se volvió hacia
mí—. Jake mencionó que eras rubia, y a menos que mi vista se adelante
unos buenos cuarenta años, supongo que era un trabajo de color.
Me reí.
—Fui rubia cuando era pequeña, pero sí. Era un trabajo de color.
Sus manos se posaron sobre mi hombro.
—Soy un estilista, nena. Soy, literalmente, tu regalo del cielo que
llega a ti. Dicho esto, ¿quieres un nuevo tinte o no? También tienes
algunas puntas deshilachadas que necesitan ser recortadas. ¿Qué te
parece?
La puse a trabajar para devolverme el rubio, y una vez que
terminamos, me miré en el espejo y sentí que había vuelto a casa.
Era una sensación extraña, pero a la vez reconfortante.
Esto.
Esta era yo ahora.
La nuevo yo.
El “Canario” yo.
¿Tal vez debería tomar ese nombre en su lugar?
Al sentir un calor que me recorría, supe que Raize me estaba
observando.
Miré por encima.
Estaba apoyado en la pared de la cocina, con los brazos cruzados
sobre el pecho y esos ojos clavados en mí.
Me gustaba mucho Tracey.
También me gustó mucho que mi color de pelo rubio volviera a
serlo.

454
Me hundí sobre Raize, jadeando mientras él empujaba en mi interior
al mismo tiempo.
En serio.
Este hombre.
Su toque.
Su cuerpo.
Su polla.
Lo amaba. Todo él.
Estaba jadeando, sintiendo las sensaciones que me recorrían,
amenazantes.
No quería correrme, todavía no.
Me apreté, con el cuerpo resbaladizo mientras intentaba aguantar.
Me rodeó con más fuerza, moviendo la cabeza y mordiéndome el
cuello. Gruñó:
—¡Córrete!
Sacudí la cabeza, demasiado débil para decir algo.
Estaba casi ciega por las pulsaciones dentro de mí.
Oh, Dios.
Estaba muy cerca.
Pero no, todavía no.
Por favor, todavía no.
Intenté aguantar, aunque sentí que empezaba el primer orgasmo.

455
Cuando empezó la primera oleada, supe lo que venía después, y
gruñí, esperando desesperadamente aguantar, pero maldita sea.
¡Maldita sea! No pude.
Mi clímax me desgarró y sólo pude aguantar. Mis brazos y mis
piernas rodearon a Raize y él me sostuvo hasta que mis temblores
empezaron a desaparecer. Después de eso, me dio la vuelta y se hundió
de nuevo.
Agarrando mi trasero con fuerza, bombeó dentro de mí, gruñendo su
propio clímax que no muy lejos, y maldita sea de nuevo.
Realmente amaba a este hombre.
Se derrumbó sobre mí, pero sabía que no se quedaría. Nunca lo
hacía. Me gustaba sentir su peso, pero siempre se echaba a un lado y
me abrazaba, acunándome como si fuera algo valioso para él. Me daba
suaves besos en el cuello, en los hombros, en la cara y en cualquier otro
lugar que pudiera besar.
Me estremecí, pero del buen modo, porque maldita sea por
decimocuarta vez, porque me encantaba cómo me manejaba.
Yo era una "carga preciosa" en sus términos.
Una vez que nos depositó a los dos de nuevo en la cama, me puse de
espaldas y miré hacia él. Empezaba a tumbarse de nuevo, con su brazo
sobre mí y su cabeza buscando mi cuello y mi hombro. Le retuve,
murmurando:
—Te amo —Lo dije con un poco más de fuerza de lo normal.
Lo notó, su cabeza se detuvo y sus cejas se fruncieron un poco. Me
pasó la mano por el vientre.
—Yo también te amo.
Más calor se apoderó de mí.
Normalmente eso era suficiente y podía volver a hundirme en
nuestro feliz olvido, pero esta vez me contuve. Un molestia estaba ahí,
susurrándome y tenía que sacarla.
—¿Estoy eligiendo mal? ¿Estoy haciendo lo incorrecto?

456
Se tensó, sólo ligeramente, y levantó la cabeza un poco más. Se sentó,
apoyándose en su brazo, pero mantuvo el otro sobre mi vientre.
—¿Serías feliz fuera de este mundo?
Sabía la respuesta, tan inmediatamente que me hizo doler.
—No —susurré.
Me sentí desgarrada porque esa no es la respuesta que debería
haber dado.
Debería haber querido irme. Para cualquier otra persona habría sido
considerado un "felices para siempre", pero no para mí. Esa era la
cuestión aquí.
Raize volvió a preguntar, con suavidad:
—Si lo piensas, si aceptas la oferta de Roman y te vas, ¿cómo sería tu
vida? Es algo que querrías ahora, porque si es así, podemos resolverlo.
Te lo prometo. Te amo. No hay nada que no haría por ti.
Le creí, y eso cimentó mi instinto, expulsando mis dudas.
Ayudó.
Mucho.
Dije mi verdad, sintiéndome como si pudiera en sus brazos:
—Nunca sería feliz, viviendo esa vida. De esta forma, estoy dentro.
Puedo hacer algo bueno. No puedo hacer nada para detener lo que hizo
mi madre, pero tal vez a otros. Lo que hizo el novio de Brooke. Tal vez.
¿O sólo estaba tratando de venderme a mí misma esta decisión?
¿Había algo que me frenaba?
—Puedes intentar hacer algo bueno de esta manera, pero —su mano
pareció apoyarse más en mi estómago—, no puedes confiar en eso si
esa es tu única razón para elegir trabajar para Roman. Si quieres salir,
dímelo. Desapareceremos dentro de doce horas. He hecho los
preparativos. Podemos llegar a mi hermana y luego podemos
desaparecer, pero, tienes que tomar la decisión. Haré lo que quieras
que haga.

457
Había guerras por territorio, por venganza, por mujeres, pero Raize
era alguien por quien Roman empezaría una guerra. Raize era así de
bueno. Lo sabía. Raize lo sabía. Roman lo sabía. Al igual que todos los
que entraban en la vida de Raize.
¿Podría apartarlo? ¿Y para qué?
¿Para hacer qué?
No.
La respuesta era sólida. Se instaló en mis entrañas.
Me relajé de nuevo en la cama, la mano de Raize volvió a calmar mi
estómago.
—Sólo me quedaré si hago una diferencia. Si no puedo, si no hay
ninguna indicación de que Roman me escuche, entonces quiero salir.
Quiero salir contigo.
La mano de Raize se detuvo y se movió, elevándose de nuevo sobre
mí. Sus ojos me encontraron, tan oscuros, tan sombríos, tan serios.
Dijo, en voz baja, antes de ajustar sus labios a los míos:
—Trato hecho.
Trato hecho.
Decisión tomada.
Estaba bien con esa decisión.

El primer día me puse unos jeans ajustados, unas botas, una


camiseta de tirantes negra y una chaqueta de cuero negra.
Mi pelo estaba trenzado y el color estaba en su punto.

458
Me conocían como "El Canario", pero decidí que quería mantener el
nombre de Ash.
Se sentía bien. Se sentía como yo.
También era un guiño a Brooke/Ashley, pero yo no era Ashley. Era
Ash. Sólo Ash.
Estaba lista para trabajar.

459
EPÍLOGO

Raize
Estaba esperando detrás de la puerta de su baño.
Las luces estaban apagadas.
No sabía que yo recordaba cuando trabajaba para él. Nunca tenía la
casa despejada antes de retirarse a su cama. Todos sus hombres en su
propiedad, alrededor de su casa, en su casa. Él lo asumía.
Le gustaba pasearse por su habitación y luego por el baño,
preparándose para ir a la cama. Siempre tenía las luces apagadas.
Nunca supe por qué. Nunca pregunté. Verónica creía que le relajaba,
y que si ponía las luces, se volvería a poner nervioso. Puede que no
duerma tan bien.
Siempre pensé que era pereza. No necesitaba asustarse y encender
las luces. Esta noche, siguió con la misma rutina, excepto que su andar
era más arrastrado. No tenía ninguna mujer en la cama esperándole, y
yo sabía que no se había casado.
Estaba en el dormitorio.
Se estaba quitando la ropa. Agarró algo.
Estaba arrastrando los pies una vez más, entrando en el baño.
Esto ocurría cuando se sentaba en el retrete. El ventilador se
encendía. Disfrutaba de su intimidad.
Entró. Tenía una copa de vino en la mano. Miraba hacia abajo, con la
otra mano sosteniendo su teléfono. No levantó la vista. Me habría visto.
Yo estaba detrás de la puerta. Mi hombro era visible porque no podía
escabullirme más.
Clink.
Dejó la copa de vino en el suelo.

460
Seguía concentrado en su teléfono.
Tocó el ventilador, encendiéndolo. Su pie se levantó hacia atrás,
golpeando la puerta, cerrándola de golpe.
Ahora era completamente visible, aunque estaba vestido de negro.
Camuflaje sobre mi cara y cuello, alrededor de mis ojos. Las orejas.
Se dirigió al baño.
Dio un paso y yo estaba sobre él.
Lo empujé contra el mostrador del baño, con un brazo alrededor de
su cuello. Mi mano enguantada sobre su boca, uno lo suficientemente
grueso como para que no pudiera morderme. Mi pierna se metió entre
las suyas desde atrás y le quité el teléfono, comprobando que estaba en
sus redes sociales. Lo arrojé a un lado y luego le di un tirón.
Estaba luchando, pero lo tenía agarrado y no podía luchar contra
ello.
Intentaba agarrar la pistola metida en el pantalón del pijama.
La saqué, poniéndola en el mostrador detrás de nosotros, y luego lo
moví para que pudiera verme en el espejo.
Me reconocería, y lo hizo, con la sangre escurriendo de su cara.
Fue entonces cuando olí su miedo.
Marco era de mi altura, y era fuerte. Hacía ejercicio. Había crecido en
el último año, pero no importaba. No podía luchar contra mí y lo sabía.
Cuando dejó de forcejear, metí la mano por detrás y saqué unas fotos
enrolladas. Las puse sobre el mostrador, a la luz de la luna, para que
pudiera ver lo que tenía. Cuando lo hizo, todo su cuerpo se agarrotó,
poniéndose rígido.
Eso fue bueno. Eso me dijo que le importaba.
Moví mi brazo hacia arriba, apretando mi agarre, y lo puse en ángulo
por debajo de su cuello. Tiré de mi agarre, y él gruñó, sintiendo la
quemadura en su piel. Si seguía aplicando presión, podría romperle el
cuello. Quería que lo supiera, que lo sintiera.

461
—¿Qué quieres?
Recordó que podía hablar. Eso fue divertido.
—Tú amenazaste a los míos. Ahora yo puedo amenazar a los tuyos.
La foto era de su mujer más actual y su hijo.
A Marco no le importaban las mujeres, pero sí sus hermanos, y
suponía que eso se extendería a cualquier hijo suyo.
Lo sacudí.
—Mira la foto.
No lo hizo, escupiendo:
—Sé de quién es.
—No sabes dónde. Mira.
Sus ojos volvieron a dirigirse a los míos y tragó saliva, pero intentó
inspeccionar de nuevo la primera foto. Cuando se dio cuenta de dónde
estaba tomada, sentí que empezaba a temblar. Sólo lo más mínimo. Fue
suficiente.
Tenía miedo y estaba a mi merced.
—Así es como me sentí aquel día cuando Ash paseó a nuestro perro
hasta ti.
Nunca olvidaré ese día.
Nunca me quitaría de la cabeza sus gritos, ni la visión de ella en el
suelo. Se había hecho un ovillo y había soltado a Gus. Volvía saltando
hacia nosotros, luego hacia ella, luego hacia nosotros, luego hacia ella
hasta que llegamos a ella.
Perdí cinco años de mi vida ese día, en ese pequeño momento. Ash
era mía. Mía para protegerla, y le había fallado ese día. Nunca le fallaría
de nuevo.
Hoy se lo había recordado.
—No puedes matarme. Si lo haces, los sicarios irán a por Verónica...

462
—Mentira.
Podría hacerlo, ahora. Esta noche. Podría acabar con todo. Podría
acabar con la futura guerra que sentía que se avecinaba.
—Nunca dejarás que un sicario encuentre a nuestra hermana, la
mate y se apodere de tu imperio. El día que nació tu hijo fue el día que
cancelaste esa orden.
Se desplomó, la resignación le invadió. Tenía razón.
Preguntó, más receloso:
—¿Qué quieres, Raize?
—Quiero que sepas lo que se siente, saber que pude haberlos
tomado cuando saqué esa foto. Estaba en la habitación con ellos, en su
casa. Igual que esta noche. Nadie sabe que estoy aquí. Nadie. Imagina lo
fácil que es para mí, especialmente cuando estás haciendo más
enemigos. Estás haciendo enemigos poderosos. Les gusta tenerme
como aliado.
—Estás mintiendo...
—¿Sobre qué? No hay nada para mentir.
—¿Qué... —apretó los dientes, el blanco brillando en la luz de la
luna—. …quieres?
—Sólo esto. Quería que supieras que puedo llegar a ti, dondequiera
que vayas.
No podía matarlo, aunque quería hacerlo. Todavía lo necesitaban.
Roman lo necesitaba, pero Marco era cada vez más poderoso. Estaba
aliado con otros carteles, mientras que Román seguía solo, pero
llegaría el día. Lo haría.
Sólo tenía que esperar.
Cuando lo hiciera, cuando me dieran el visto bueno para acabarlo, lo
haría así. Quería que muriera solo, al alcance de la ayuda, pero sin
poder pedirla. Me parecía adecuado.
Y yo había dado mi mensaje.

463
Apreté mi agarre, lo suficiente hasta que quedó inconsciente, y luego
bajé su cuerpo.
Cogí su teléfono, lo sincronicé con el desechable que llevaba conmigo
y cogí su pistola.
Luego me fui, saliendo por los puntos ciegos que toda finca tenía.
No era fácil para otros, pero sí para mí. Ash tenía su habilidad. Esta
era la mía.

464
EPÍLOGO DESPUÉS DEL EPÍLOGO

EL CANARIO

—Estoy embarazada.
Dios mío, ¿cómo ha ocurrido esto?
Bueno, todo ese sexo. Así es como sucedió, pero me derrumbé en
nuestra cama.
Raize estaba siendo enviado a una misión para Roman, pero eso
sucedía a menudo en los últimos dos años. No estaba demasiado
preocupada. Roman nunca le enviaba a nada demasiado molesto.
Siempre estaba de vuelta en un día y en los últimos dos años, en lo que
respecta a nuestro mundo, no había mucho de lo que pudiera
quejarme.
Roman Marakov fue fiel a su palabra.
No traficaba con mujeres.
Y si hubo asesinatos, yo no estuve en esas conversaciones.
A mí me habían llamado para reuniones de negocios, sobre todo
legítimas, pero con Raize no hablábamos de lo que Roman le mandaba
hacer. Pensé que era un buen equilibrio para nosotros. Yo seguía en el
mundo. Él también lo estaba. Estábamos juntos, pero no era como
cuando nos juntamos por primera vez.
En cierto modo, la vida era casi normal... casi.
Excepto mi sorpresa, que apareció hace unos días, y después de
enloquecer, llamé a Tracey y enloquecí con ella, y luego me convenció
de que me hiciera una prueba médica. La hice, y me llamaron con los
resultados y ¿qué estaba haciendo?
—¿Qué?
Raize había hecho una pausa, guardando sus armas en su bolsa.

465
Lo dije de nuevo, susurrando esta vez:
—Estoy embarazada.
Tenía ganas de llorar porque ¿quién cría a un niño en esta vida?
Raize no tenía la misma mentalidad.
Se enderezó bruscamente y una amplia sonrisa apareció en su
rostro. Dio dos pasos, me levantó de la cama y se volvió a sentar
conmigo en su regazo.
—¿Hablas en serio? —Su mano se acercó a mi estómago,
suavemente, con mucha ternura. Miraba hacia abajo, con una mirada
desconcertada y casi maravillosa—. ¿Hay un pequeño tuyo y mío ahí
dentro?
Se me hinchó la garganta de tanta emoción. Parpadee rápidamente
todas las lágrimas.
Mi hombre, quería mucho a mi hombre.
Sólo pude agarrarme más fuerte porque mis lágrimas empezaban a
cegarme.
Dije, en voz baja:
—¿No estás enfadado?
Su mano apretó más y su voz salió áspera.
—Joder, no.
No pudo seguir hablando. Se ahogó y apretó su frente contra mi
cuello y mi hombro. Los dos estábamos agarrados al otro, la emoción
se apoderaba por completo de ambos.
Y maldita sea, era mucho.
Me sentí completamente aniquilada, de lo bueno y de lo malo, de los
nervios y de la felicidad y de todo lo que hay en medio. Estaba agotada
y con ganas de correr una maratón, todo al mismo tiempo. Y
aterrorizada. Definitivamente y por completo estaba tratando de evitar
hacer un temblor de cuerpo entero en los brazos de Raize.

466
Me agarré más fuerte, pero entonces él levantó la cabeza y sus ojos
tenían su propio brillo de lágrimas no derramadas.
—Nunca pensé que tendría una mujer a la que amara, un equipo
detrás de ti y de mí, un jefe que no es tan malo en términos de lo que es
un jefe típico en nuestro mundo, ¿y ahora esto? ¿Un niño? ¿Me estás
tomando el pelo?
Oh, Dios.
No pude contener las lágrimas.
Se deslizaban por mi cara y una felicidad se desplegaba en mi pecho.
Era como una flor que crecía y se elevaba y ahora estaba lista para
abrirse. Necesitaba la luz del sol y le habíamos dado mucha luz.
—¿Vamos a tener un hijo?
Las lágrimas ya caían libremente. No podía hacer nada contra sus
susurros de asombro.
Asentí con la cabeza.
—Vamos a tener un hijo.
Acercó sus labios a los míos y luego murmuró contra ellos:
—Pase lo que pase, tú y el bebé están a salvo. ¿Me entiendes?
No era un gesto normal que una pareja querría escuchar en este
anuncio, pero para nosotros y este mundo, sólo me hizo llorar aún más.
Lágrimas buenas.
—Te amo.
Apoyó su frente en la mía y su mano recorrió mi estómago.
—Yo también te amo. A los dos.
Bajó, empujando mi camiseta hacia arriba, y sentí sus labios tocando
mi estómago.
Me quedé allí, casi jadeando de incredulidad porque nunca habría
sospechado que este sería nuestro final, pero allí estaba.

467
Este era nuestro "felices para siempre".
Raize levantó la cabeza, sus ojos encontraron los míos, y se detuvo,
apartando un poco de pelo de mi frente.
—¿Eres feliz?
Me preguntaba por todo, y yo asentí.
Dije: —Lo soy.
Y lo estaría porque sabía que Raize hablaba en serio cuando decía
mi seguridad y la de nuestro bebé por encima de cualquier otra.
En los últimos años, he disfrutado trabajando para Roman Marakov.
No debería, pero lo hice.
Se preocupaba por sus empleados y, aunque tenía que dirigir una
mafia, parecía importarle un carajo. Disfrutaba siendo la que le decía
cuando alguien mentía o engañaba o quería hacerle daño. Disfruté
cuando se propuso como misión averiguar quiénes eran sus rivales que
traficaban con mujeres y cuando enviaba a Raize a "ocuparse de ellos".
Todo el mundo sabía lo que significaba eso. Es decir, volvimos a Texas
y pude volar el edificio de Oscar, finalmente y sólo después de que me
aseguraran que estaba vacío, así que sí, sabía lo que significaba el
código.
Luchando contra esa mierda en mi camino, ¿y ahora esto? ¿Un niño?
¿Con Raize?
Estaba feliz.
Era más feliz de lo que nunca pensé que podría haber sido, así que lo
aceptaría.
Este era mi "felices para siempre".
¿Todo lo demás? Nos encargaríamos de ello porque eso es lo que
haces cuando encuentras tu lugar, ¿verdad? Sólo lo manejas.

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Jacob Cavers Raize nació casi nueve meses después.
Un año después, tuvimos a Veronique Ashley Raize.
Ashley estaba allí cuando nacieron ambos. Y también su familia.

La mierda pasa.
Eso sucede con este estilo de vida, pero como sabía, lo
manejaríamos.
Mientras tanto, éramos felices y seguíamos siéndolo.
Y me convertí oficialmente en Ash Canary Raize un año después de
tener a Veronique.
Mantuve mi pelo rubio.

Fin

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