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ISFD Nº 3

Historia Americana y Argentina I


Apunte de cátedra.

La Situación del imperio español en América en los siglos XVI y XVII

En el presente apunte nos remitiremos a los aspectos generales del proceso


iniciado en 1492 a partir de la invasión europea a América, con énfasis en los
territorios hispánicos a partir del Siglo XVI. La situación colonial norteamericana y luso-
americana quedará pendiente de análisis, ya que se abordará posteriormente.

A partir de la invasión se produce un problema de identidad en los pueblos


originarios y en el continente todo. Como afirma Rojas Mix: “los españoles se limitaron
simplemente a transformar las poblaciones autóctonas en extranjeras, a convertir a los
hombres en extraños en su propio mundo. De un día para el otro, de hijos de la tierra,
pasaron a ser intrusos que debían comportarse como los nuevos dueños de casa lo
exigían. Para ser aceptados tuvieron que renunciar a ser quienes eran y ser como los
advenedizos, los conquistadores, les exigían que fueran: indios, católicos, súbditos del
rey, ladinos…” (1997: 33)

Los móviles de la conquista son conocidos: la búsqueda de metales preciosos y


la evangelización. Una vez establecido el imperio español en América es necesaria su
organización política administrativa.

La vasta extensión y lejanía de los dominios hispanoamericanos planteó un


difícil problema administrativo que la corona fue resolviendo a través de un largo
proceso de adecuación a la realidad política, social y económica del Nuevo Mundo.

La etapa inicial de la conquista fue, en gran media, obra de particulares


legalizada por las capitulaciones. Al estabilizarse el ritmo de los descubrimientos, los
reyes impusieron paulatinamente una burocracia gubernamental centralizada que
frenó las tendencias de los primeros adelantados a implantar un sistema casi feudal en
sus respectivas jurisdicciones.

Durante el siglo XVI se da la ocupación del territorio americano. La corona


española no solo ordenó la conquista de América por la fuerza, sino que emprendió la
ocupación de su territorio de manera permanente. En 1573, el rey Felipe II confirmó la
intención colonizadora al dictar las “ordenanzas sobre descubrimiento, nueva
población y pacificación de las indias” que, entre otras cuestiones, organizaban el
poblamiento del espacio americano y confirmaban la autoridad indiscutible de la
Corona para decidir sobre estos asuntos.

El régimen político indiano se estructuró, entonces, sobre la base de considerar


las Indias como reinos singulares incorporados bajo la directa dependencia de la
corona, con legislación particular y con una administración expresamente separada de
las instituciones vigentes en la península.

En el siguiente esquema podemos observar las instituciones del gobierno


colonial en América:

El sistema fue diseñado de manera que, varias actividades se encuentran en


manos de distintas instituciones, garantizando así un sistema de frenos y contrapesos
que permite el autocontrol y la división del poder. Como afirma Clarance, Haring “El
gobierno imperial español era un juego de frenos y contrapesos: no se fundaba como
muchos estados constitucionales modernos en la división de poderes –ejecutivo,
legislativo, judicial- sino en una división de autoridad entre individuos o tribunales que
ejercían los mismos poderes todos. Nunca hubo una línea clara de demarcación entre
las funciones de los agentes gubernamentales que intervenían en los problemas de las
colonias. Por el contrario, se fomentaba deliberadamente una gran cantidad de
superposiciones para evitar que los funcionarios adquirieran indebido prestigio
personal o cayeran en práctica de corrupción y de fraude” (1992).
El patronato, es decir el derecho para proponer y presentar las personas para los
oficios eclesiásticas y otras dignidades y prebendas destinadas a la administración del
culto católico estaba en manos del Rey.

En el siguiente mapa se puede observar los territorios administrados en virreinatos


durante la dinastía Habsburgo:

Los originarios fueron considerados súbditos de la corona pero con la


particularidad de ser declarados menores de edad. Esto significaba que, como
súbditos, estaban obligados a pagar tributo y a cumplir obligaciones laborales y
militares pero, al mismo tiempo, eran como niños que no podían tomar decisiones por
sí mismos. De esta manera, se justificaba la tutela de los conquistadores sobre las
poblaciones indígenas.

A partir de la concepción jurídica de minoridad de los indígenas, la corona


impuso en América una institución de origen medieval, la encomienda. Por ella, un
grupo de indígenas, en condición de encomendados, quedaba bajo la tutela de un
español, llamado encomendero. Este se comprometía a proteger, educar y evangelizar
a los originarios. A cambio, el indígena debía pagar tributo por medio de trabajo y
producción, obedecer al encomendero y prestar servicio de armas si era necesario
defender el territorio.

Debido a los abusos cometidos por los encomenderos en 1565 se estableció el


corregimiento. Un funcionario español, controlaba y cobraba el tributo en nombre del
rey a un pueblo de indios. Este sistema no mejoró la condición de los indígenas, ya que
los corregidores fueron tan abusivos como los encomenderos en sus exigencias de
trabajo y pago de tributo.

Instituciones para el trabajo indígena:

 Mita: era un sistema de trabajo rotativo, por turnos, en el que se alternaban los
varones adultos. Utilizado especialmente en la minería. En general, no se
respetaron los turnos y las condiciones de trabajo produjeron gran mortandad.
 Yanaconazgo: es un tipo de servidumbre que los españoles mantuvieron
fundamentalmente para el trabajo en las haciendas.
 Porteo: obligaba a las comunidades andinas a aportar hombres para el
transporte de mercaderías, a veces a largas distancias.
 Repartimiento: permitía que las autoridades asignaran indígenas a
comerciantes para distintas tareas.

La evangelización de los indígenas y de los negros implicaba la ruptura de sus


culturas de origen. Los cultos tradicionales de estos grupos fueron reemplazados por el
catolicismo y se los obligó a bautizarse en la nueva fe. A mediados del siglo XVI, como
consecuencia de la Contrarreforma, llegó a América la orden de los jesuitas. En 1609,
comenzaron a organizar reducciones o misiones, que eran poblados donde residían los
sacerdotes y los indígenas. Su intención era evangelizar a las poblaciones nativas de
forma pacífica. Cada misión funcionaba como una unidad autosuficiente: tenía plaza,
iglesia, cementerio, casas para sacerdotes y para los indígenas, talleres, graneros y
almacenes.

El descubrimiento y conquista del Nuevo Mundo posibilitó el contacto de dos


economías la europea y la americana. La producción agrícola ganadera constituyó un
fiel reflejo de ese intercambio. Productos desconocidos en Europa: papa, maíz, tomate,
cacao, tabaco, quina, coca, caucho, palo Brasil, etcétera, fueron rápidamente
asimilados por el medio europeo en tanto que el aporte de este la economía
americana se evidenció en rubros como la ganadería equina, vacuna, ovina y porcina, y
el cultivo de cereales, hortalizas, frutales etcétera.

Además, los europeos introdujeron cambios en las técnicas de producción y en el


régimen de tenencia de la tierra, que modificaron sustancialmente la economía de
América prehispánica. En principio se consideró que todos los territorios conquistados
constituían tierras realengas, es decir, pertenecientes a la corona. Al estabilizarse la
conquista se fue imponiendo un régimen de tenencia de la tierra caracterizado por el
predominio de la propiedad individual de acuerdo con distintas modalidades. Así
encontramos:
 Repartimientos otorgados a los primeros conquistadores y colonizadores a
manera de remuneración bajo la forma de caballería
 Tierras del Cabildo destinadas a ser arrendadas para beneficio de esta
Institución;
 Tierras de la Iglesia otorgadas oficialmente por la corona, incrementadas luego
por donaciones particulares.
 Tierras de las comunidades indígenas, otorgadas para ser explotadas en forma
colectiva con la obligación de pagar tributos.

El ámbito americano fue especialmente propicio para el surgimiento de grandes


latifundios obtenidos por donación, herencia, compra o simplemente mediante la
apropiación y remuneración de servicios. El terrateniente fue en consecuencia un
personaje arquetípico de creciente influencia, tanto en los asuntos de índole
económica como política.

La obtención de oro y plata constituyó uno de los incentivos principales de la


conquista pero sin el conocimiento técnico indispensable para el laboreo de los
metales preciosos no podía esperarse y gran rendimiento económico. El pacto colonial,
vigente hasta el siglo XVIII, entendía que la explotación de las riquezas, sobre todo
metales preciosos, de las colonias era beneficio exclusivo de la metrópoli..

En 1545 comenzó a explotarse el rico yacimiento de plata de Potosí, rápidamente


surgió en las inmediaciones la ciudad
del mismo nombre: Villa Imperial de
Potosí fue la denominación con la que
la distinguió la corona, que llegó
albergar una población de más de
150000 habitantes. Además de la
mina de plata de Potosí, que fue la
más importante, se explotaron otras
con rendimiento menor como la de
Guanajuato en México (plata), la de
Huancavélica en Perú (azogue) y la de Pasco también en Perú (plata).

A mediados del siglo XVI se incrementó notablemente la producción de plata


gracias a la introducción de nuevas técnicas. Hasta ese momento, se usaba el método
conocido como guaira en el Perú, que consistía en fundir en pequeños hornos el
mineral molido, para separar la plata. El virrey Francisco de Toledo introdujo la técnica
de la amalgama, que lograba esa separación por medios químicos, utilizando mercurio.
Como afirma Ansaldi: “Las sociedades latinoamericanas se constituyeron sobre la
base de tres matrices que se correspondieron, a su vez, con sendas unidades de
producción económica establecidas durante la dominación colonial: la plantación con
trabajo esclavista, la hacienda con trabajo servil y la estancia con trabajo asalariado.
Las tres matrices se constituyeron en tiempos diferentes, pero la aparición de una no
implicó la desaparición de otra, es decir, hubo coexistencia temporal, con
localizaciones diferencias, aunque en algunos casos dos unidades de producción
coexistieron dentro de un mismo espacio administrativo o político mayor” (2012: 105-
106)

La producción indígena cubrió las necesidades de alimentos durante los primeros


años de las colonias, sin embargo a mediados del siglo XVI, el descenso demográfico
indígena, el aumento de la población española y mestiza y las necesidades crecientes
de alimentos de las ciudades causaron la aparición de haciendas y estancias, que eran
propiedad de españoles, trabajadas con mano de obra indígena o mestiza y esclavos.

Las haciendas buscaban apropiarse de la mayor cantidad de tierra y agua posible


para diversificar su producción y así hacer frente a los accidentes climáticos. La
producción en su mayoría cereales como el trigo y el maíz también producción
legumbres, frutas y hortalizas. En las zonas cercanas a las ciudades. Fue
probablemente en el siglo XVII cuando el gran hacendado surgió en América como la
figura dominante, tanto de la sociedad como de la economía colonial.

En cambio, las plantaciones estaban especializadas en la producción de cultivos


tropicales como la caña de azúcar y el cacao que se destinaba no solo abastecer a las
ciudades coloniales, sino la exportación europea. Esos cultivos necesitan un periodo de
varios años de intenso trabajo para rendir resultados. Además de tierra y sistemas de
riego, en las plantaciones se requerían instalaciones para procesar y almacenar los
productos. Esta actividad requiere mucha mano de obra durante todo el año y en
tiempos coloniales se hacía mediante trabajo esclavo. Según Ansaldi: “La hacienda era
una unidad autónoma, una verdadera microsociedad que contenía todos los
elementos económicos, políticos, militares y biológicos para su reproducción. Estos
elementos se proyectaron luego a un nivel macrosocial. Del mismo modo la plantación
fue modeladora de las sociedades esclavistas” (2012: 115)

Por su parte, las estancias ganaderas surgidas a fines del siglo XVIII, fueron muy
importantes en algunas regiones, especialmente para abastecer a los centros mineros
y ciudades de animales de tiro, como caballos y mulas, utilizados para el transporte de
mercadería por vía terrestre. “Asimismo la estancia ganadera rioplatense se distingue
claramente de las otras dos unidades básicamente por emplear fuerza de trabajo
asalariado, predominantemente libre y desarrollar relaciones de producción
progresivamente capitalistas. La estancia fue en sus comienzos una unidad de
producción dedicada a la ganadería extensiva, proveedora de carne para los saladeros
y cueros para la industria inglesa” (Ansaldi, 2012: 117) Las estancias permitían dejar
atrás las antiguas vaquerías.

Asimismo, también es necesario mencionar a las comunidades indígenas, que


vendían parte de su producción de alimentos, para conseguir el dinero necesario para
pagar lo tributos a la corona y el diezmo a la iglesia. Surgió en el siglo XVI y persiste
todavía hoy. Según Ansaldi se define por tres rasgos: “posesión común de un espacio
rural usufructuado por sus miembros de manera individual y colectiva; una forma de
organización social basada en la reciprocidad y en un particular sistema de
participación de las bases; y el mantenimiento de un patrón cultural singular que
recoge elementos del mundo andino” (2012: 123-124). Fueron sobre todo espacios de
resistencia cultural procurando mantener su identidad.

En resumen, como afirma Magnus Môrner: “El ritmo y la duración del proceso de
conquista varía de una área a otra. Las plantas y animales del Viejo Mundo cambiaron
completamente la base de los recursos del continente de América del sur. Después de
un primer periodo de dependencia de los alimentos indígenas, los españoles
establecieron redes de huertas y estancias ganaderas. De este modo, una economía de
tipo europeo basada en el valor de cambio y el comercio, se impuso sobre la economía
indígena tradicional, basada en el valor de uso, en el trabajo colectivo y en la práctica
del trueque. El desarrollo de los grandes latifundios estuvo estrechamente relacionado
con el descenso de la población nativa americana y con la expansión de la minería”
(1990: 124).

El comercio constituyó el más alto valor económico que relacionó a los


productores y consumidores de España y América. Todas las naciones coloniales
procuraron una activa intervención del Estado en las relaciones económicas. En tal
sentido, se regían de acuerdo con las modalidades de la doctrina mercantilista, la cual
hizo que el comercio derivará en un riguroso monopolio

Con respecto a sus dominios España hizo efectiva su política mercantilista a través
de las siguientes modalidades económicas:

 Impuso severas restricciones a toda industria local que significara una eventual
competencia con la producción de la metrópoli
 Consideró a las colonias como permanentes productoras de materias primas.
 Procuró la continua intervención del Estado en los asuntos económicos
 Impuso un riguroso monopolio comercial por el cual se prohibía el comercio
con otras potencias.

Una Real Cédula expedida por Felipe II en 1561 eligió a Sevilla como puerto único y
en 1569 el puerto de Cádiz se sumo el complejo mercantil del Monopolio indiano, pues
permitió que se descargarán en él las mercaderías de los buques provenientes de
Indias, exceptuando aquellos que traían metal precioso cuya descarga debía realizarse
obligatoriamente en Sevilla.

Las reclamaciones de los armadores y comerciantes hispanos en el sentido de


procurar mayor seguridad en el comercio indiano, constantemente amenazado por
piratas y corsarios, determinaron que en el año 1561 se implementará el sistema de
flotas y galeones que reguló las modalidades de ese comercio de la siguiente manera:

 Dos veces por año, durante los meses de abril y Julio, debían zarpar dos flotas
(buques mercantes) desde Sevilla o Cádiz con destino a América (en el
momento de mayor esplendor comercial cada flota llegó a registrar hasta 56
embarcaciones).
 Desde que zarpaban hasta llegar al Caribe, las flotas debían navegar en convoy
custodiadas por galeones de guerra. Al llegar a Santo Domingo una de las
flotas debía dirigirse al puerto de Veracruz (México) pero antes surtía los
puertos de Jamaica, Cuba, Honduras y Yucatán. La otra debía poner rumbo a
tierra firme con destino principal a Portobello (Panamá) aunque algunas
embarcaciones serán despachadas a los puertos de Nueva Granada y
Venezuela.

El sistema de flotas y galeones, si bien aseguraba el destino de las mercaderías


frente a las eventualidades de las incursiones piratas, distaba de ser beneficioso para
los americanos. Los productos resultan insuficientes frente a la creciente demanda del
mercado que crecía como resultado del aumento de la población y del progreso
general. Cuando el producto llegaba al consumidor tenía un precio superior al original,
pues a este se sumaba una enorme intermediación, más los fletes y los impuestos.
El comercio ilícito fue un fenómeno bastante difundido en Hispanoamérica, a tal
punto que su volumen supero al del comercio legal. El contrabando practicado en
América fue importante por la aplicación del monopolio comercial hispano, y su falta
de flexibilidad. Por otra parte, la permanente expansión de los centros consumidores
no encontraba en el comercio legal la respuesta a sus demandas apelando al ilegal por
conveniencia y por necesidad. El contrabando americano estaba por lo general, manos
de ingleses, franceses portugueses y holandeses; sus centros más activos se
encontraron en el Caribe (Jamaica) y en el Río de la Plata (Buenos Aires).

El contrabando constituyó, entonces, una respuesta al sistema comercial


impuestos por los monopolistas de Cádiz pues por aquella vía cualquier habitante de
estas latitudes podría adquirir mercaderías más baratas y de mejor calidad.

Una de las consecuencias inmediatas de la conquista fue la notable disminución de


la población indígena. Hacia fines del siglo XVI, cien años después de la llegada de los
españoles, la reducción de la población americana era de alrededor del 80%, y en
ciertas zonas, como las islas del Caribe los pobladores originarios habían desaparecido
casi por completo.

El siglo XVII representa la consolidación de aquellas conquistas y el definitivo


establecimiento de España en América. Durante el transcurso esta centuria se definen
los caracteres de nuestra sociedad colonial, y se diseñan las condiciones del desarrollo
económico. Se perfilan las fronteras interiores que habrán de mantenerse con
variantes relativas hasta el último tercio del siglo XIX.

Como todas las sociedades surgidas de una conquista la sociedad colonial


hispanoamericana se organizó sobre las visiones del mundo y los intereses que tenían
los vencedores, es decir los españoles. La conquista de América dio origen, por tanto, a
una sociedad fuertemente jerarquizada que impedía la movilidad entre los diferentes
grupos sociales. Con ella surgió un nuevo criterio de clasificación de los grupos
sociales. En un primer momento, la escala estuvo ligada particularmente al color de la
piel. De este modo, desde la concepción europea ser blanco se convirtió en sinónimo
de superioridad respecto de los indígenas y los esclavos y la cultura occidental se
definió como el único modelo válido para las costumbres sociales, las creencias y las
prácticas cotidianas.

En los primeros tiempos


de la conquista, la sociedad
colonial estaba legalmente
dividida en dos categorías: la
República de los españoles y
la República de los indios, la
primera estaba formada por
españoles provenientes de
Europa denominados
peninsulares, y por los
blancos nacidos en América a
los que se llamaba criollos. En
la segunda, fueron incluidos,
los indígenas y sus caciques o
curacas.

A partir de mediados del siglo


XVI comenzó conformarse una
tercera categoría la de los
africanos traídos por la fuerza en calidad de esclavos. Ellos carecían de libertad, ya que
eran propiedad de sus dueños y no tenían ningún tipo de derecho.

La división inicial no tuvo en cuenta la aparición de nuevos grupos a los que se


llamó castas, que fueron surgiendo como resultado de la unión sexual de blancos,
indígenas y esclavos. Ese mestizaje biológico se inició tempranamente debido a la
escasa presencia de mujeres blancas en las expediciones de conquista y colonización.

Pasaron solamente unas cuantas décadas de contacto interracial en el Nuevo


Mundo para que se hiciera evidente el problema de los mestizos, mulatos y zambos. La
incontrolada mezcla de razas complicaba la creación de una sociedad de dos clases
donde un fenotipo fácilmente reconocido diferenciaba el status social y legal. Los
españoles europeos y los criollos constituían la élite blanca; los amerindios en sus
comunidades, reconocibles por el vestido, lenguaje y alimento, así como por el
fenotipo, y los negros de las plantaciones, representaban grupos claramente definidos
de tributarios y esclavos. Los individuos producto de las mezclas raciales, por otro lado,
con frecuencia se alejaban de la comunidad indígena o de la plantación; se hacían
artesanos, trabajadores asalariados o donde el empleo era escaso- vagabundos o
vagos, robando frecuentemente a las comunidades amerindias. Re chazados tanto por
los amerindios como por los blancos, obviamente renuentes a ser esclavos, tuvieron
que sobrevivir desarrollando su agresividad, crueldad y astucia. No es extraño que la
élite europea y criolla no sólo atribuyera la presunción de ilegitimidad al mestizo y al
mulato, sino también aquellas características que los pueblos dominantes siempre han
imputado a los problemáticos dominados: una propensión a la ebriedad, la
promiscuidad y la desvergüenza; una inclinación congénita al robo y la agresión; y una
incapacidad congénita a obrar de acuerdo con la ley y el orden. A finales del siglo XVI la
posibilidad de insurrecciones indias dirigidas por mestizos o revueltas negras dirigidas
por mulatos produjo leyes destinadas a poner un freno a su incorporación social
(Stanley y Stein, 1993: 63).

Recomiendo ver el siguiente video para profundizar aspectos sociales:


https://www.youtube.com/watch?v=2chVOsu628w

Bibliografía:

Ansaldi, W y Giordano, V. (2012) América Latina: La construcción del orden, Buenos


Aires: Ariel.

Floria C. A. y C. García Belsunce (1992) Historia de los argentinos, Buenos Aires:


Larousse.

Môrner, M. (1990) “ Economía rural y sociedad colonial en las posesiones españolas de


Sudamerica” En: Bethell, L. (ed.) Historia de América Latina, tomo 3, Barcelona: Critica,
pp. 122-147.

Rojas Mix, M. (1997) Los cien nombres de América. Eso que descubrió Colón, San José:
Universidad de Costa Rica.
Stanley J. y B. Stein (1993) La Herencia Colonial de América Latina, Madrid: Siglo XXI

Vicens Vives Jaime (director) (1985-1988), Historia social y económica de España y


América, Barcelona, Vicens-Vives, 5 Vol. WGBH TV (1998), The Africans in America,
Arlington, Virginia, EUA, http://www.pbs.org/wgbh/aia/home.html

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