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(…) ¿Se le puede pedir a la gente del vértigo que se rebele? ¿Puede
pedirse a los hombres y a las mujeres que se nieguen a pertenecer a
este capitalismo salvaje? (...)
(Sábato: 2000:
70)
Pero ¿cómo ha llegado a producirse ese debilitamiento del sujeto? Desde la teoría crítica
–en la que estas notas se apoyan- podríamos afirmar que dicho debilitamiento ha avanzado
históricamente de la mano de la instrumentalización de la razón. Un proceso que -en su
largo devenir- mutiló el aspecto sensible de aquella, convirtiéndola en mero instrumento de
acciones como las producidas en los campos de concentración alemanes, o las suscitadas
por un capitalismo todopoderoso fundado en el consumo frenético de todo tipo de bienes.
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Con todo eso, los primeros frankfurtianos vieron tornarse en pesadilla, el sueño de la
cultura europea. Pudieron ver cómo el mundo –al ser liberado de la magia, de los mitos, de
la imaginación– dirigía sus pasos hacia una racionalidad burguesa, “contraria a la verdadera
esencia de la razón” (Muñoz: 2000: 17). Pudieron ver cómo el sujeto revolucionario de
Marx que - al embrollarse en el feroz impulso del capitalismo y la tecnología- se fue
debilitando (domesticando) mientras la estructura social burguesa se vigorizaba2.
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A esto se referirán Adorno y Horkheimer en Dialéctica de la Ilustración, en el capítulo titulado “La industria
cultural. Ilustración como engaño de masas”.
2
Valga recordar con Hobsbawm, que “tras la segunda guerra mundial el capitalismo inició –para sorpresa de
todos– una edad de oro, sin precedentes que inició en 1947 y se mantuvo hasta 1973” (Hobsbawm: 1998: 18).
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En las últimas páginas de Dialéctica de la Ilustración, Horkheimer y Adorno expresarán justamente con un
aforismo que: “toda reificación es un olvido” (Horkheimer y Adorno: 1994: 275).
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“sujeto abstracto”, “reducido a un mero nombre que no designa nada, que sólo existe como
posibilidad de servirse de los medios que hay a su alrededor” (Horkheimer: 1973: 102).
En este punto cabe decir, además, que la instrumentalización de la razón es un proceso que
aparece vinculado con el positivismo, doctrina que justamente se funda en la negación de
los principios metafísicos de la razón, anulando sus potencialidades críticas y sensibles y
limitándola al dominio y a la manipulación. Esto, lo hace, apelando a su fachada de
objetividad y de progreso, para encubrir su vínculo con una racionalidad positiva
constituida “como dominio y represión de lo irracional” (Tafalla: 2003: 143). Algo que,
según los frankfurtianos, arrastra a la sociedad hacia una irracionalidad destructiva, en la
que los hechos sociales se absolutizan, y el fenómeno de la cosificación se arraiga.
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Según los frankfurtianos, la mímesis abre una perspectiva para el cese del dominio de la razón instrumental,
pues, asumen que ella “es lo contrario al principio de identidad porque es lo contrario a la dominación”
(Tafalla: 2003: 132-133).
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Esta noción – tomada de Horkheimer- se refiere al sujeto que “reprime y silencia su naturaleza”.
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sus tentáculos y expandirse “hacia zonas que no habían sido previamente convertidas en
mercancías” (Jamenson: 1991: 60). En este contexto, vemos emerger a un sujeto que actúa
como un agente esencialmente económico, que ya no aspira a cambiar el orden establecido,
sino a obedecer los dictados de una competencia neodarwinista,6 en la que, para sobrevivir,
debe adaptarse permanentemente a las exigencias de la conservación del sistema.7 Un
“sujeto fragmentado” histórica, social y mentalmente (Cfr. Ortega: 2011), que abandona sus
funciones intelectuales y especulativas e intuitivas (pensamiento crítico) de las que pende
su actividad emancipadora.
Con esa triple fragmentación del sujeto, se profundiza el individualismo y se genera una
forma de alienación en la que los sujetos dejan de ser un fin en sí mismo para convertirse en
un medio útil a los intereses económicos de otros hombres o de sí mismos, o de un gigante
impersonal: el mecanismo económico. De este modo, la pretensión del dominio sobre la
naturaleza externa, se expande en la lógica de la cuantificación. Esto conduce a la abolición
de la dimensión negativa o cualitativa de la razón, y, por ende, al encogimiento de las
capacidades del sujeto (naturaleza interna), o lo que es igual, al cierre de toda posibilidad
de que éste, despliegue a través de la razón, su capacidad para construir sentidos esenciales.
Dicho encogimiento, muestra como en el sistema capitalista moderno, la organización
social está vinculada con una constitución restringida de racionalidad (Cfr. Honneth: 2009)
tendiente a asegurar la dominación y hegemonía necesarias para la fundación de un nuevo
orden mundial. Un orden en el que encaja perfectamente, un sujeto sin dotes simbólicas,
que rompe el diálogo con su logos íntimo, y al romperlo pierde la posibilidad de conectarse
críticamente con el logos universal (Cfr. Lledó: 1994).
Con todo eso hemos de decir, siguiendo a Cornelius Castoriadis (1993), que la sociedad
contemporánea vive una profunda crisis como resultado del ahogamiento y
mercantilización de la crítica, que reside justamente en el sujeto de la razón. Esto se hace
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El trasfondo ideológico del neoliberalismo es un neodarwinismo en el que la sociedad selecciona
“naturalmente” a los mejores, en el que la cuestión de la desigualdad deja de ser un asunto social que deba
preocupar a los gobiernos, y en el que el éxito y el fracaso sociales son una responsabilidad individual,
privada (Cfr. Viñao: 2001: 4).
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Esa adaptación permanente es leída en el contexto neoliberal como flexibilidad: un requisito imprescindible
de la mundialización de la economía de libre mercado con incalculables efectos en la organización de la vida
de los individuos y los grupos (Cfr. Pérez: 1998: 6).
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Como vemos, la crisis que expresa la razón es una crisis que se manifiesta paralelamente en
la crisis de su portador, de su agente: el sujeto. De este modo damos cabida a la pregunta
por el tipo de sujeto que sería deseable ver emerger, si queremos encontrar alternativas a
dicha crisis, si queremos salir del circuito cosificante y asfixiante de una razón instrumental
con la que se satisface el tiempo histórico presente. Aunque sea como esbozo, nos
comprometemos aquí con la idea de pensar en la configuración de un sujeto capaz de
alcanzar la realización de una razón negativa, en cuyo centro habite el pensamiento crítico
como antípoda de la razón instrumental dominante. Ese sujeto al que aludimos sería el
sujeto rebelde.8
Vemos en el sujeto rebelde un agente histórico cuya memoria del pasado puede dar lugar a
peligrosos descubrimientos, que le permiten confrontar la sociedad establecida, y en esa
medida se convierte en opositor de un sistema que funcionaliza el pensamiento, que le quita
su capa histórica porque le tiene aprensión al contenido subversivo de la memoria. La
subjetividad rebelde es una subjetividad que dice No, es una subjetividad negativa, pero esa
negatividad no es una negatividad para la muerte, es una negatividad que se erige como
posibilidad de equilibrio contra el exceso de positivismo. El No, es la negación de las
condiciones existentes, es una negatividad fecunda que habita el territorio de la verdad9. La
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Pensamos la noción de sujeto rebelde como realización de la razón sensible, tal como aparece desplegada en
el pensamiento de Herbert Marcuse, principalmente en sus obras: Eros y civilización y El hombre
unidimensional.
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Un sujeto rebelde es, pues, un hombre que muestra la existencia de una frontera, de un
límite y en esa medida se niega, pero no renuncia. En esa medida es un hombre que al decir
no también dice que sí desde su primer movimiento. Es alguien –como lo enuncia Camus-
que, habiendo recibido órdenes durante toda su vida, juzga de pronto como inaceptable una
nueva orden. Demuestra, con obstinación, que en él existe algo que "vale la pena de... ",
que exige vigilancia... (Cfr. Camus: 1953:17) Una vigilancia que le exige mantenerse
despierto para no sucumbir ante la opresión de las frases hechas, que pervierten y aniquilan
su capacidad especulativa (Cfr. Lledó: 2010). Y para mantenerse despierto, el sujeto
rebelde necesita saber, interpretar, necesita convertir el lenguaje en objeto de interrogación,
necesita examinar la red en la que están hilvanados los significados que imponen una
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Evocamos aquí a Nietzsche en su propuesta de una pedagogía de la mirada que sea un arte del santo decir
no, el arte de aprender a ver, “dejar que las cosas se nos acerquen, aprender a aplazar el juicio […] controlar
los instintos […] poder no querer, poder diferir la decisión” (Nietzsche: 2010: 89).
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interpretación unidimensional del mundo, frenando cualquier acción destinada a filtrar las
sólidas barreras del status quo.
Y aquí es importante advertir, que esa interrogación sobre el lenguaje que ha de llevar a
cabo el sujeto rebelde, se hace necesaria en un contexto como el contemporáneo, en el que
la tiranía de la razón instrumental impone un lenguaje unidimensional y antidialéctico que
absorbe los elementos trascendentes de la razón (Cfr. López: 1988: 84). Un lenguaje en el
que el sentido no se desarrolla, y “los conceptos que encierran los hechos y por tanto los
trascienden (…) [pierden] su auténtica representación lingüística”. Un lenguaje sin
mediaciones, que “tiende a expresar y auspiciar la inmediata identificación entre razón y
hecho, verdad y verdad establecida, esencia y existencia, la cosa y su función” (Marcuse:
1993: 115).
De ello justamente participa el sistema capitalista que, con su lenguaje cerrado, lo que hace
es garantizar su reproducción, reconciliando los opuestos en un estrecho universo
discursivo, en el que se sofocan los elementos de oposición, y se despoja a la crítica de los
símbolos que le han servido como zócalo para sostener su disidencia. De este modo, tal
como lo enuncia García Olivo, en la actualidad, podemos ver que
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Hacemos referencia a la interrogación como modo de de-construcción en el sentido de Derridá quien alude a
la necesidad de hacer una lectura activa y productiva que transforme el texto poniendo en juego una
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Con lo dicho hasta esta parte queda claro que el sujeto rebelde al que aludimos, es un sujeto
que niega el modo instrumental en el que la razón ha devenido. En ese sentido pensamos
que el tipo de razón que ha de desplegar en su praxis dicho sujeto, sería aquel tipo de razón
capaz de crear otras formas de lo real que entren en tensión con esa razón instrumental
imperante. Un tipo de razón en la que se haga posible en el sujeto, la expresión dialéctica
de sus potencialidades intelectuales y sensuales (especulativas e intuitivas), permitiéndole
integrarse a sí mismo, y al mundo, del que está siendo radicalmente excluido. Para ello, el
sujeto tendría que recuperar ese aspecto sensible de la razón que ha sido eliminado por el
aspecto instrumental, y por esa vía, acortar las enormes distancias que se han creado entre
él, y ese territorio –la naturaleza- que durante siglos ha intentado someter, resultando
empobrecido y barbarizado.
Con todo esto, hemos de decir que, dentro de las intenciones de estas líneas, está la crítica a
las presunciones de dominio de una razón instrumental que en su intento por abarcarlo
todo, lo que ha hecho es conducirnos como humanidad al olvido de la vida misma. En ese
sentido, en contra de la noción de lo racional abstracto en la que se funda la configuración
del sujeto de la modernidad, nos conectamos con una noción de lo racional en la que tenga
Algunos autores que han pensado la filosofía como una redención posible de la mercantilización de la
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lugar un sujeto histórico (concreto) “que lucha por lograr la satisfacción y las relaciones
armoniosas con los otros, la naturaleza y consigo mismo. Un sujeto capaz de rechazar la
dominación y la opresión, de refutar las condiciones que bloquean la posibilidad de tener
“un mundo más libre y mejor” (Kellner: 2004: 89). Ese sujeto, es justamente el sujeto
rebelde.
En consecuencia, con lo expresado hasta esta parte, cabe decir, que lo que está pendiente
entonces, es la construcción de una sociedad con un nuevo tipo de hombre, con una
sensibilidad y una conciencia diferentes. Esa nueva sociedad podría crearse con el impulso
de diferentes fuerzas colectivas. Dentro de esas fuerzas destacamos la educación como un
campo en el que, a nuestro modo de ver, puede configurase una nueva subjetividad, con una
conciencia crítica capaz de encarar la forma instrumentalizada de la razón, que durante
tanto tiempo ha reprimido el despliegue de la fuerza creativa en el sujeto, situando en
territorios antípodas sus potencias intelectuales y sensibles.
Desde esa perspectiva, la utopía que imaginamos es una utopía emparentada con la
dimensión estética; una dimensión que, ha de ser transitada por el sujeto para constituirse
en un sujeto histórico; un sujeto plenamente consciente de su propia realidad y del sentido
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Situada en esa orilla, la Escuela tendría que concebir una Educación constituida más allá de
las meras tecnologías de la enseñanza de contenidos, una educación conectada con la
realidad histórica, política, económica y social concreta. Una educación en la que los
sujetos recuperen un lenguaje –“lenguaje histórico”–, a través del cual puedan “desbaratar”
la estructura petrificada del mundo cerrado de la razón dominante. Este sería un modo de
filtrar las fisuras del sistema social existente, pues, ni dicho sistema, ni la razón
instrumental que lo inspira, lo sostiene y lo protege, son un hecho natural, sino que son
estructuras que, por desarrollarse en formas histórica y socialmente mutables, están
determinadas por el cambio y por ende, son portadoras de fisuras por las que podrían
abrirse camino, otras formas de sentido capaces de confrontar “las exigencias coactivas de
la aplicación práctica de la racionalidad instrumental dominante” (Juárez: 2012: 17).
BIBLIOGRAFÍA
Bórquez, R. (2006) Pedagogía crítica. México: Trillas.
Camus, A. (1953) El hombre rebelde. Buenos Aires: Editorial Losada S.A.
Castoriadis, C. (1997) El avance de la insignificancia. Argentina: Editorial universitaria
de Buenos Aires.
Cuando hablamos del pensamiento no nos referimos exclusivamente a su aspecto – especulativo, consciente
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–, sino también a su aspecto –intuitivo, inconsciente–, pues, asumimos que el valor de dicho atributo, reside
en la relación entre ambos aspectos. Es en la interacción de ambos aspectos donde tendrían lugar maneras
diferentes de interpretar y comprender el mundo. Tomado en sus dos aspectos, el pensamiento recuperaría su
valor como fuerza de liberación, zafándose de su operación como mero órgano de domino, que es como ha
sido desarrollado por la positivista razón instrumental que domina el mundo del conocimiento.
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Ema, J. (2009). Capitalismo y subjetividad. ¿Qué sujeto, qué vínculo y qué libertad?
Psicoperspectivas, VIII (2), 224-247.
García, P. (2018). En defensa de la razón lúdica. Para resignificar el «juego libre».
Disponible en: [https://pedrogarciaolivo.wordpress.com/2018/11/15/en-defensa-de-la-
razon-ludica/
Honneth, A. (2009) Patologías de la razón. Historia y actualidad de la teoría crítica.
Griselda Mársico (Trad.). Buenos Aires: Katz.
Kellner, D. (2004) “Marcuse and the Quest for Radical Subjectivity” (“Marcuse y la
búsqueda de la subjetividad radical”). En: Abromeit, John y W. Mark Cobb, Herbert
Marcuse. A Critical Reader, Routledge: New York and London, pp. 81-99
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La filósofa y poeta Chantal Maillard, que acaba de publicar su nuevo poemario, “Medea”,
el personaje mitológico, habla con Efe de la situación actual, la pandemia del coronavirus,
la naturaleza, la muerte, la violencia, la compasión o el miedo. Es evidente que, debilitada
por el miedo, la población acepta de buena gana lo que en otros momentos no aceptaría. Y,
lamentablemente, la rebeldía es un bien escaso, asevera.
P.-¿Cómo valora lo que está pasando en esta crisis debido a la pandemia del coronavirus?
R.- De vez en cuando algo nos recuerda que nada es permanente. Una pandemia no es
ninguna cosa “de otro mundo”. La humanidad nunca estuvo libre de desastres, y es bueno
que de vez en cuando algo nos recuerde que este es un mundo incierto.
P.-Lo único claro en esto es la muestra de vulnerabilidad del ser humano y que en algún
momento todos vamos a morir. ¿Cree que el ser humano aprenderá algo, será más humilde,
o seguiremos siendo iguales? ¿Nos resistiremos a evolucionar y crear una nueva forma de
vida?
R.-Sería deseable que muchas de las reflexiones que han generado esta pandemia nos
condujesen a un cambio radical, que esta sacudida fuese suficiente como para llevarlo a
cabo. Pero es más que dudoso que así ocurra. Esto que nos parece tan importante ahora,
mañana se habrá olvidado y cada uno recuperará su extraña “normalidad”. Los niños
volverán a confinarse en las guarderías, los ancianos en los geriátricos, y los demás, cada
cual a su galera. La regeneración de las relaciones empáticas retornarán a su estado
larvario. El olvido es mucho más poderoso que el daño padecido, y así parece que ha de
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ser. Si el animal -que también somos- no fuese capaz de olvidar se suicidaría en masa.
Nos resistimos a pensar que somos parte integrante de un sistema natural en el que nada es
independiente
P.- Ahora parece que la naturaleza y el silencio vuelven, mientras el ser humano se queda
en casa. En estas semanas se escucha a los pájaros, los animales pasean por la ciudad, las
aguas están más limpias, los cielos están más claros…¿Qué ignora el ser humano de la
naturaleza, de los animales, qué no comprende, o, mejor, qué no sabe sentir el ser humano
de la vida?
R.- Nos resistimos a pensar que somos parte integrante de un sistema natural en el que nada
es independiente. Aún funcionamos de acuerdo con el viejo antropocentrismo bíblico y el
precepto de una antigua población en riesgo: crecer y multiplicarse. Cuando en tiempos de
bonanza una especie sigue multiplicándose se convierte en plaga. Lo que nos distingue de
otros animales no es lo que hemos ganado, sino lo que hemos perdido: pasar sin perturbar
el orden que mantiene en equilibro el planeta.
Hemos olvidado: saber morir
P.- Se ha demostrado que necesitamos una sociedad con un buen sistema sanitario y con
profesionales dedicados a los cuidados, con un trato y un pago digno. ¿Cree qué eso
cambiará?
R.- Lo que necesitamos, ante todo, es eliminar los factores que hacen de la nuestra un
sociedad enferma (alimentos desvitalizados, medio ambiente corrupto, aturdimiento
acústico, estimulación compulsiva, enajenación laboral, estrés escolar, aislamiento
geriátrico, aturdimiento sonoro, hipermedicalización,etc.) y, luego, algo que hemos
olvidado: saber morir.La muerte no es el envés de la vida, sino su posibilidad. La dignidad
consiste en
aceptar el fin -el propio y el ajeno- cuando este llega, y en querer que así sea. Si no
comprendemos que la desaparición forma parte de
la vida es que hemos desaprendido lo fundamental.
R.- En absoluto. De los desastres generados por catástrofes naturales el capitalismo siempre
sale fortalecido. Un ejemplo reciente es cómo, apenas iniciado el estado de alarma, la Junta
de Andalucía se apresuró a modificar seis leyes y veintiún decretos que eliminan los
trámites para la construcción en áreas protegidas. En cuanto a la globalización, ésta es la
lógica consecuencia de un sistema que, al tener como fin su propio crecimiento, necesita
extenderse y colonizar indefinidamente.
“El miedo seguirá allí, latiendo, aunque dejemos de tenerlo presente. Nuestra ansias,
nuestras compras compulsivas, nuestra constante insatisfacción, nuestro descontento,
nuestras fobias, nuestra incapacidad para el sosiego y el silencio serán los síntomas que nos
permitan detectarlo”.
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P.- En su ensayo “¿Es posible un mundo sin violencia?” (Vaso Roto), dice que “tanto el
ansia como la insatisfacción descansan sobre el miedo” ¿En qué se traducirá el miedo que
siente ahora toda la población? ¿Y la distancia con el otro?
R. -La muerte tiene muchos disfraces. Cuando aparece con uno de ellos confundimos el
vacío de su ser con su apariencia, y el miedo -al dolor, a la pérdida, a la desaparición-
adopta los colores de su vestimenta. Si toma forma de virus, tememos al virus. En cuanto el
virus desaparezca dejaremos de temerlo. Pero el miedo seguirá allí, latiendo, aunque
dejemos de tenerlo presente. Nuestra ansias, nuestras compras compulsivas, nuestra
constante
insatisfacción, nuestro descontento, nuestras fobias, nuestra incapacidad para el sosiego y el
silencio serán los síntomas que nos
permitan detectarlo.
La compasión es padecer con otro la violencia que sobre él se ejerce
P.- “Todo aquel que subvierte la norma es peligroso”, dice en el poemario. ¿Tras esta crisis
usted cree que habrá un mayor sometimiento y un recorte de libertades por parte de los
líderes totalitarios o populistas?
R.- El problema no son tanto los líderes, como la fuerza del capital al que sirven, su cadena
de corrupción. La monitorización de los individuos está prevista desde hace tiempo, a la
espera tan sólo de la ocasión para ponerla en marcha. Es la cara oculta de la globalización
informática y el precio que pagaremos por los beneficios de los que no queremos
prescindir. Es evidente que, debilitada por el miedo, la población acepta de buena gana lo
que en otros momentos no aceptaría. Y, lamentablemente, la rebeldía es un bien escaso.
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Huxley comprendió que para que la máquina de la producción masiva pudiera seguir
rodando, se debía proveer a los individuos de constantes gratificaciones (la ilusión de la
felicidad). El problema es que la felicidad hedonista significa un pacto fáustico en el que se
sacrifica la belleza y la verdad.
del dinero, la tecnología y la materia, etc., requieren de una cierta pasividad, de un cierto
estado de consumidor, de renunciar a la agencia, de que los individuos se vean parte de una
gran máquina de la cual sólo son piezas y ante la cual no pueden hacer nada.
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