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Forma parte de la actual situación sin salida el hecho de que incluso el reformador más
sincero, que en el lenguaje desgastado recomiendo la innovación, al asumir el aparato
categorial prefabricado y la mala filosofía que se esconde tras él refuerza el poder de la
realidad existente que pretendía quebrar. (Adorno y Horkheimer 1994: 54)
En este estado social de las cosas, los dos autores se proponen criticar los cimientos de la
sociedad capitalista, que históricamente se sitúa en la época llamada Ilustración. Aunque
plantean una inmensa crítica sobre los distintos elementos que median en la dominación del
hombre por el hombre y la subyugación de este a la naturaleza, en el presente trabajo
solamente pretendo desarrollar la crítica que hacen del concepto de Ilustración, la cual es la
base sobre la que edifican todo el libro. Me centraré en la relación que tienen la Ilustración y
el mito por un lado, y por el otro en la consecuencia destructora que trae consigo misma la
Ilustración.
En la antigüedad el mito sirve para conocer o iluminar aquello que causa miedo al ser
humano en la naturaleza. En esta relación primitiva con la naturaleza, el hombre convierte los
elementos naturales en representaciones suyas, es decir, proyecta su propia condición social a
la naturaleza. Como consecuencia, crea diferentes dioses antropomórficos, que dan una causa
a los fenómenos naturales. Este elemento del hombre, de poner sobre la naturaleza elementos
humanos, se repetirá también en la Ilustración, pero de forma distinta. También en esa
relación primitiva encontramos un aspecto esencial a la hora de entender dicha relación.
Precisamente la relación entre sujeto y objeto.
Ya en la antigüedad encontramos la separación entre esos dos aspectos, como por ejemplo,
cuando se hace la diferencia entre esencia y apariencia etc. Esa tensión entre sujeto-objeto,
hombre-naturaleza, en esa época se traduce en mito. Pero la diferencia esencial entre las dos
épocas es que en el mito no hay una dominación de la naturaleza. Esta es aún objeto de
diferentes rituales que representan una especie de respeto por el temor que pueda causar. Hay
un elemento simbólico sobre la naturaleza, que se representa en la magia y diferentes rituales.
La naturaleza aún tiene un carácter independiente respecto del ser humano.
La forma específica que cogerá el conocimiento será la de la ciencia. Es ésta la que guiará a
la razón. Pero esto conlleva a una consecuencia irreversible. Precisamente a la imposibilidad
de salir y trascender de lo que la razón ha hecho del objeto. El conocimiento pasa a
reproducir constantemente la realidad: “La ciencia, en su interpretación neopositivista, se
convierte en esteticismo, en sistema de signos aislados, carente de toda intención capaz de
trascender el sistema: en aquel juego, en suma, que los matemáticos hace tiempo declararon
con orgullo como su actividad.” (Adorno y Horkheimer 1994: 72). El pensamiento, por tanto,
se reduce a mera tautología.
Con ello, se ha perdido totalmente la esencia misma del conocimiento, que se caracterizaría
por lo siguiente:
Comprender los datos en cuanto tales, no limitarse a leer en ellos sus abstractas relaciones
espaciotemporales, gracias a las cuales pueden ser captados y manejados, sino, al contrario,
pensar esas relaciones como lo superficial, como momentos mediatizados del concepto que se
realizan sólo en la explicitación de su sentido social, histórico y humano: la entera pretensión
del conocimiento es abandonada. Ella no consiste sólo en percibir, clasificar y calcular, sino
justamente en la negación determinada de lo inmediato. (Adorno y Horkheimer 1969: 80)
Así, todo el aparato teórico y el conocimiento, como mero medio de dominación, se limita a
la simple repetición de la realidad. Esto trae consigo una consecuencia irreversible, y es que
la Ilustración se convierte en mitología, recae en el mito. Es mediante el constante afán de
dominar todo cuanto lo rodea que ha terminado en reproducir eternamente lo existente.
Así, la dominación se convierte en la verdadera razón de ser de la razón. Pero que el hombre
esté subyugado bajo esas relaciones de dominación, que perpetúan el estado inmediato de las
cosas tiene otra consecuencia, que va en contra de los postulados principales de la Ilustración.
Precisamente, es el ser humano el que pierde lo que los ilustrados querían conservar a toda
costa; el ‘sí mismo’.
El hecho de que el hombre se convierta en mero engranaje del sistema, hace que pierda su
singularidad y se diluya en la gran masa, consecuencia directa de los mecanismos de la
producción mercantil, donde el principio de equivalencia, el igualar todo con todo, es lo que
rige toda la sociedad. Las cualidades múltiples que pueda tener un individuo son moldeadas
por un solo elemento, el mercado:
Pero eso es una simple consecuencia del fracaso de un proyecto. Una vez más, en su afán de
separarse de la naturaleza, del objeto, a la Ilustración le es imperativo constituir un nuevo
sujeto que trascienda todo lo inmediato: “El sí mismo, que tras la metódica eliminación de
todo signo natural como mitológico no debía ya ser cuerpo ni sangre, ni alma ni siguiera yo
natural, constituyó, sublimado en sujeto trascendental o lógico, el punto de referencia de la
razón, de la instancia legisladora del obrar” (Adorno y Horkheimer 1994: 83) Pero
precisamente en esa determinación del sujeto trascendental es donde se sitúa el carácter
mítico de la razón. El sujeto como elemento formal es hipostasiado como sujeto al que se le
debe dar un contenido determinado, independientemente de la inmediatez social,
transhistórica.
Con todo esto, mediante la crítica al concepto que hemos expuesto, no rechazan el proyecto
ilustrado como tal, sino una especie de reforma del mismo. Su objetivo es recuperar la
potencialidad liberadora de la humanidad, y para ello proponen una crítica a los cimientos de
dicho proyecto, que es donde se sitúa la impotencia del mismo. Más que impotencia, si se
quiere, los elementos que impiden o bloquean que se despliegue el aspecto liberador de la
humanidad. Aspecto que sitúa realmente al hombre en el centro, y no como simple cosa o
medio, a merced de intereses autodestructivos.
REFERENCIAS