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COLADA

MORADA
Original de Greymar Hernández

Personajes:

Susana. La triste esposa. 30 años

Javier. El triste esposo. 32 años


ESCENA ÚNICA

La acción se desarrolla en la cocina del departamento de Javier y Susana: un


espacio reducido y descuidado. Alrededor hay pocos electrodomésticos y
todo tiene un aire de soledad y tristeza.

Aparecen en escena Susana, iluminada por un cenital, ataviada con un


delantal, mirando al frente, sumida en sus pensamientos. Javier se deja ver
al otro extremo del escenario, con ropa de casa y pantuflas. Está sentado en
una vieja silla y lee un periódico.

Susana: (Hablando mecánicamente) Se ponen las cáscaras y el centro de la


piña, la canela, el clavito de olor, la pimienta dulce y la panela en una olla grande,
la más grande que se tenga, y se hierve durante veinte minutos, quizás un poco
más...

Suena un trueno. Javier y Susana miran hacia el frente. Respiran y vuelven,


cada uno a lo suyo.

Susana: No hace más que llover estos días. Y, para colmo, estas idas de luz...(En
ese instante, Javier aleja el periódico de su rostro, suspira y se inclina hacia
adelante, en señal de molestia. Susana lo observa).

Javier, en un gesto de furia, cierra el periódico.

Susana: (Asustada) ¿Te distraje? ¿Estaba hablando muy fuerte?

Javier no emite palabra alguna.

Susana: Hoy no has dicho nada, mi vida, ¿amaneciste sintiéndote mal?


(Acercándose a él, dulcemente) ¿Será que un gatito te comió la lengua? A
ver...a ver...

Javier se incorpora, bruscamente.

Susana: (Entre dientes) Con ese carácter, pareciera que fuiste tú quien se comió
al gatito.

Javier tose repetidamente.

Susana: Mi amor, ¿estás bien?

Se hace una pausa tensa. Javier no dice nada, solo vuelve a abrir el
periódico.
Susana: Espero que no sea el virus que está dando. A la mamá de Osorio, el del
ocho, le agarró la semana pasada, y estuvo en cama con dolor de ojos, de huesos
¡y hasta colitis!

Javier: (Asombrado, pero sin mirarla) ¿Qué chucha es eso?

Susana: ¿Colitis? Bueno, es cuando se te descompone el estómago y no paras


de ir al baño…bueno, tú sabes…

Javier sigue leyendo el periódico.

Javier: ¿Un Tsunami?

Susana: Ay, Javier, por favor ¡qué asco! ¿Por qué tienes que ser tan escatológico?

Javier: ¡Qué imagen tan horrenda!

Susana: (Sonrojada) ¿Te digo la verdad? ¡Yo también lo imaginé! (Hace un


gesto como niña) ¡Fuchi! ¡Qué horror y qué verguenza!

Javier: El agua arrastrando las casa, los autos, la gente...¡Pobres japoneses!

Susana: (Avergonzada) ¡Ah, tú hablabas de...! (Riendo sola) Ay, cielo, yo pensé
que hablabas de...

Javier: El pacífico es una completa locura. Tiembla en Japón y se inunda Chile. Y


si en Chile se lanzan un viento, a los japoneses les toca taparse la nariz. Menos
mal que nosotros estamos donde estamos. Bueno, ya sería el colmo, suficiente
con las lluvias repentinas y el asunto eléctrico.

De pronto regresa la luz y comienza a sonar una vieja radio.

Javier y Susana hablan al unísono.

Ambos: ¡Por fin!

Susana: (Mirando a Javier con profundo amor) ¡Amor, hoy que es feriado, te
tengo una propuesta genial! Escúchame bien: vas a descansar, a liberar el estrés,
no vas a hacer ningún esfuerzo, vas a quedarte en casa, y ahora que llegó la luz,
puedes ver una película. Yo recuerdo aquella que nos gustaba tanto, con la actriz
esa...¿Cómo era su nombre? Eso sí no lo recuerdo...es la de... la de...¡esa que
tiene los labios así! (Hace un gesto con los labios).

Javier, sin reaccionar a Susana, pasa la página del periódico.

Susana: ¡Angelina Jolie! ¿Cómo se me iba a olvidar el nombre de nuestra actriz


favorita?
Javier: (Sin dejar de mirar el periódico) ¡Qué estupidez!

Susana: (Apenada) Si...lo sé, fue una broma tonta, sin sentido...

Javier: ¡Absurdo! Medio país contra la otra mitad.

Susana: (Dándose cuenta de que él habla con el periódico) Claro…

Javier: ¡Roberto!

Susana: ¿Quién?

Javier: Roberto seguro me salva el día.

Javier, sin poner la más mínima atención en Susana, cierra el periódico, saca
su teléfono y marca.

Javier: ¡Beto! (Risas) ¡Sí, claro que sí! ¿Qué me dices de una partida con el
Pancho y el Mateo? (Escucha) No me jodas, ¿y eso por qué? (Hace una pausa)
Ah...si, saldrás con Beatriz (Inmediatamente se le borra la alegría del rostro) sí,
me imagino. Desde luego, es tu esposa...es lógico. Hablamos luego. Si, si, estoy
bien. Hablamos luego (Cuelga y permanece muy serio y sombrío).

Susana: (Nuevamente con dulzura) ¿Roberto estaba ocupado?

Javier comienza a transitar por el espacio, en silencio. Lo recorre, toca


algunas cosas con actitud de tristeza. Luego, se sienta y se sirve un plato de
cereal y coloca la leche de modo descuidado y desordenado.

Susana: (Preocupada) ¡No puedes seguir comiendo así, Javier. Echaremos a la


basura todo el esfuerzo que hemos hecho para mantenerte sano. (Se acerca,
cariñosa) Anda, deja eso, prepárate algo diferente...

Nuevamente se va la luz y se apaga la radio. Javier golpea el plato y lanza la


caja de cereales al suelo, provocando una lluvia de hojuelas.

Javier: ¡Mierda!

Susana, asustada pero resignada, respira, cierra los ojos, vuelve a abrirlos, y
se dispone a recoger el desastre, con sumisión. Por su parte, Javier respira
con dificultad, agitado por la ira. Poco a poco comienza a calmarse. Mira el
desastre.

Javier: ¡Qué idiota!

Susana: Mi vida, bueno...son cosas que pasan. Fue un accidente. Ten un poco de
calma y...
Javier: (Recogiendo) Nunca debí permitirlo, Susana. Perdóname.

Pausa. Javier se distancia, busca una vela y la enciende.

Susana: ¿Perdonarte? Pero si...estamos bien, ¿no?

Susana se levanta del suelo y se coloca cerca de Javier.

Javier: (Interrumpiéndole, pero sin verle) Desde el principio supiste que yo era
así. ¿O no? Todos tenemos defectos (Hace una pausa y piensa) Y, bueno, ahora
que lo pienso, yo también me aguanté tus cosas. ¿ O no?

Susana: (Respira, resignada) Yo sé que soy un desastre, perdóname…

Vuelve la luz y suena en la radio Concavo y Convexo de Roberto Carlos.

Susana: (Emocionada como niña) ¡Cielo, escucha!

Susana canta

Susana:

El amor es así

y al hacerlo tú y yo,

todo es más bonito.

Susana y Javier se miran, solo un instante, y se sientan, al unísono.


Suspiran.

De inmediato, Javier toma el periódico nuevamente. Susana, triste, vuelve a


tomar el teléfono.

Susana: (Nuevamente autómata) Se añade la hierba luisa, el cedrón y la cáscara


de naranja. Luego se reduce la temperatura y se cocina a fuego lento, diez
minutos. Después, en una olla aparte, se colocan cuatro tazas más de agua, con
los mortiños y las moras, y se hierve durante veinte minutos...

Javier parece escuchar con atención. Susana continúa.

Susana: (Cada vez más mecánica) Luego se mezcla la taza de la harina de maíz
morado con una taza del líquido de piña hasta que esté bien diluido. Después, se
agrega la mezcla de las frutas licuadas y cernidas, el jugo de naranjilla, el líquido
de piña con especias y la harina morada diluida a una olla grande. Se cocina a
fuego medio, revolviendo constantemente para evitar que se pegue, hasta que
hierva. Después, se debe agregar cubitos de piña y cocinar a fuego lento durante
diez minutos más. Se retira del fuego, se agregan las rodajas de fresa y se sirve,
frío o caliente.

Pausa tensa.

Susana: Y...eso es todo.

Pausa. Javier y Susana vuelven a mirarse, como si el tiempo se hubiera


congelado durante un pequeño instante. Una atmósfera distinta abraza el
espacio, la iluminación en azules y lilas, aporta la calidez necesaria a la
escena atemporal.

Suena la melodía de Concavo y Convexo y Javier y Susana, se miran y,


abstraídos, cantan y bailan, en una coreografía poética, amorosa, delicada.

Ambos:

Nuestro amor es así,

y al hacerlo tú y yo

todo es mas bonito.

Y en él se nos da

todo eso que está

y lo que no se ha escrito.

Cuando nos abrazamos,

tantas cosas sentimos,

no hace falta ni hablar.

Un encuentro perfecto

entre el tuyo y mi pecho,

nuestra ropa no va.


Nuestro amor es así,

para ti, para mi,

como una receta.

Nuestras curvas se hallan,

nuestras formas se entallan

en medida perfecta…

De pronto, Javier se conmueve en exceso y, rompiendo la atmósfera suave,


comienza a sollozar. Se aparta hacia un lado y tose con fuerza.

Javier: ¡Esta tos del demonio! Tiene que ser el virus que está dando…

Susana: Te haría bien un té.

Javier: (Riéndose solo) ¡Qué guevada!

Susana: (Tratando de mantener la calma) No tienes que tomarte el té si no


quieres. Solo estoy tratando de hacerte sentir mejor.

Javier vuelve a reír solo.

Javier: A menudo las personas dicen y hacen tantas tonterías. “Es ese virus, el
que está dando, no es otro, sino el que está dando.” ¿No es obvio? ¡Si no
estuviera dando, no me daría!

Susana: (Avergonzada) Si, es verdad.

Javier: Tú siempre dices ese tipo de guevadas, Susana.

Pausa.

Javier: (Triste) Decías...

Pausa larga.

Javier: ¿Cuánto tiempo ha pasado?

Susana:…son las tres…eso creo.


Javier: Cuando nos conocimos...once años ya, ¿no es cierto? Yo también tenía
un virus. Y entonces, estornudé y tú me dijiste: ¡Salud! Ten cuidado, debe ser el
virus que está dando.

Susana: Doce años…

Javier: (Suspirando) Once años...

Susana: Doce… bellos años, mi amor.

Javier: Once años...que se fueron a la mierda.

Javier se levanta, triste, molesto. Busca en la cocina. Encuentra una carta.

Javier: Fuimos felices, Susana. Llegamos a serlo. Pero la impaciencia, la


intolerancia...son filos que causan apretones en el estómago y en la mandíbula. Y
yo...

Susana: Javier...yo me esfuerzo...

Susana intenta aproximarse, pero Javier avanza hacia otro lugar distinto en
el escenario.

Javier: (Mirando alrededor)...ya no hay esfuerzo que valga. Todo se fue a la


mierda.

Javier se sienta y abre el sobre. Mientras lee, Susana, repentinamente, se


vuelve autómata. Como si a partir de ese instante, solo existiera entre las
líneas de la carta. Ella expresa en voz alta el contenido de la carta y Javier
sigue cada línea con la mirada, sobre el papel.

Susana:

Se me ahogaron, uno a uno, los suspiros...y no te diste cuenta.

Me marchité, esperando días mejores. Mi alma comprometida me impidió mirar en


cualquier otra dirección. Y fue entonces cuando sentí el ardor en la piel. Se me
fueron entristeciendo los pechos y los párpados. Intenté caminar, en silencio, a tu
lado. Pero no pude, Javier. Fue más fácil detener el paso.

Me guardé tanto amor, que ahora no sé qué hacer con todo el que me sobra.

Javier continúa leyendo la carta, ahora con su voz.

Javier:

Tiemblo de miedo, Javier. Todavía tiemblo. Fue mi culpa amarte tanto.


Susana.

Javier: (Hablándole al vacío) ¿Por qué lo hiciste, Susana?

Susana: ¿Aún no te das cuenta de que lo hice por ti?

Suena el teléfono.

Javier: (Devastado, aún sollozando) Aló…Ah, hola Beatriz. Sí, estoy bien…sí,
estoy comiendo bien, bueno estoy arreglándomelas...no, no, no te preocupes,
no…no, muchas gracias, tengo que confesarte que nunca me gustó la colada
morada, pero, como a Susana le hacía ilusión...

Pausa. Javier llora.

Javier: Beatriz, no me lo perdono. La necesito.

Pausa. Javier escucha a Beatriz al otro lado del teléfono.

Javier: Quiero morirme yo también.

El fantasma de Susana escucha a Javier, se conmueve, se acerca y,


poéticamente lo abraza, en el aire. Javier siente su presencia y llora, sin
colgar el teléfono.

Blackout.

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