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DE LOS CUERPOS
HUECOS
Por Greymar Hernández
Repentinamente, los ojos de Lucas son cubiertos por las manos de Amelia.
En actitud seductora, ella baja sus manos desde los ojos de Lucas hasta su
pecho, acariciándole.
Mientras ella baila sobre él, él asoma su cabeza por un lado y vuelve a mirar
la blusa.
Lucas: Es roja.
Lucas: No.
Pausa incómoda.
Amelia: No me gustan los misterios, Lucas. Si tienes algo importante que decir
acerca de ti, hazlo de una vez. No sé si estoy dispuesta a entender o a aceptar
cualquier cosa. Pero para saber hasta dónde soy capaz de llegar, necesito que
seas franco. Vamos, dispara de una vez.
Lucas: ¡Amelia, para un momento! No estoy diciendo que no esté listo para
nosotros. Me refiero a que no estoy listo para hablar de ciertas cosas.
Lucas: Amelia, dame un poco de tiempo, ¿sí? Déjame ir abriendo el corazón, pero
poco a poco.
Amelia: (un poco en serio y un poco en burla) Creí que yo era la chica en esta
relación.
Amelia: Me gustas, Lucas, y siento que te quiero. Pero a veces me das miedo.
Lucas: Lo entiendo. No sé si sirva de algo decirte que no tienes por qué temer.
Amelia: (dándole una oportunidad) Bueno, hay una cena que espera por nosotros.
ESCENA 2
EL PRELUDIO DE LA FATALIDAD
Entra Pedro, muy bien vestido, enérgico, con pasos seguros. Se acomoda
las mangas y se vuelve a fijar el peinado.
Claudia: Es lo mismo todos los años. Las mismas personas, los mismos chistes y
las mismas mentiras. Yo luciré lo de siempre. No tengo mucho para elegir.
Pedro: Eres una malagradecida. Con todo lo que me esfuerzo para que tengas lo
que tienes.
Silencio.
Pedro camina un poco para acá y para allá, mientras Claudia termina de
poner la mesa. Mira el reloj y luego se acerca a la mesa.
Pedro: Joder, Claudia, ¿En qué estabas pensando cuando pusiste esta mesa?
¡Esta vajilla es espantosa! ¿De verdad quieres que mis invitados se sienten en
una mesa tan desordenada y tan impresentable? Sólo una cosa te pedí, mujer
¡sólo una! (resoplando) ¡Qué incapacidad tan bárbara!
Pedro: Y por favor, prueba esos langostinos antes de que ellos lleguen. (A modo
de chiste) Si te asfixias, me aseguraré de servirles otra cosa.
Claudia sale.
Pedro: (exaltado) Por favor, Marian, te he pedido millones de veces que no hables
así dentro de esta casa.
Marian: También me has pedido que me vaya y sigo sin hacer ni puto caso ni a
una cosa ni a la otra.
Marian: ¿Y Claudia? ¿Por qué no dejas que ella también busque un empleo?
Marian: Digo que aquí vivimos los tres. Tú acabas de pedirme que salga a
trabajar, pero dices que Claudia no saldrá porque es la mujer de la casa. Bueno,
no sé si has notado que yo también soy mujer y también vivo en esta casa.
Marian: ¡Justo allí es donde quiero llegar! ¿Por qué dices que soy diferente? Ella
también es perfectamente capaz hacer lo que quiera. Y debería tener toda la
libertad para hacerlo.
Marian: Yo sobro.
Pedro: Bueno, a ver, no te ofendas, Marian. Pero es que el tiempo pasa y tú eres
experta desperdiciándolo. Yo no puedo mantener a dos mujeres. Claudia es mi
esposa y es diferente. Ella es débil, es frágil. Yo tengo que protegerla y tengo que
vigilarla. Ella no podría sin mí. Y tú, bueno, tú tampoco deberías seguir sola. Tú
deberías buscar a un hombre que…
Pedro: Marian, ya es hora de que cambies y dejes atrás esa rebeldía tan inútil y
tan infantil. Esa manera tan…descuidada de vestir y de comportarte ya debería
parar. Estaba bien cuando tenías 15 años. Pero ya tienes 28. Ya es hora de que
entiendas que eres una mujer. Porque…bueno… tú…a veces no pareces…
Pedro: (levantando el puño) ¡Cállate! No te voy a permitir esto ¡Yo soy tu hermano
mayor! O me respetas y respetas estas cuatro paredes, o te vas a la mierda de
una vez por todas y me dejas en paz.
Marian: (lo enfrenta, valiente, pero en calma) Esta también es mi casa. Es la casa
de mis padres. Puedes jugar a ser el jefe todo el tiempo que quieras. En la vida
real, no eres dueño de nada ni de nadie.
Claudia: Lo pensé mejor… creo que este se me ve más bonito. (A Pedro) ¿Qué
dices?
Pedro: (le pasa por al lado sin mirarla) Digo que me importa una mierda lo que
lleves puesto.
Suena el timbre.
ESCENA 3
CUERPOS HUECOS
Y terminamos cortados
ya es demasiado tarde
para salvarnos.
Fernanda: ¿Si? (fastidiada) Amelia, ¡qué pesada! ya te puse por WhatsApp que
no iría. Mira, (miente) realmente estoy ocupada. Estoy resolviendo algunas cosas
y tengo un montón de trabajo pendiente. (Escuchando) ¿Pero qué dices…?
¿Cómo se les pudo haber olvidado de comprar el…? ¿No se supone que la cena
era para…? ¿Y ninguno de los invitados puede ir un momento a por…?
Amelia, creo que exageras un poco. Tal vez eso de salir con un hombre tan
introvertido te pone más tensa de lo que debería ¿No puedes simplemente
relajarte? Es una cena para Lucas y es una ocasión especial para que estés con
él y lo conozcas mejor. ¿Qué tengo yo que ver en todo eso? Amelia, trata de
divertirte. Si vas a tener miedo de enamorarte cada vez que conoces a alguien,
entonces no salgas con nadie. No puedes seguir sin saber si le tienes más miedo
al amor o a la soledad. Todas las decisiones importantes implican riesgos, Amelia,
pero si no asumes ninguno, seguirás por ahí, a la deriva. Viviendo, pero sin existir,
sin sentir.
Fernanda: Está bien, está bien. Iré a comprarlo y te lo llevo. Pero no voy a
quedarme. Sólo te haré un favor. Dame la dirección.
FIAMBRES
Claudia: Lo pensé mejor… creo que este se me ve más bonito. (A Pedro) ¿Qué
dices?
Pedro: (le pasa por al lado sin mirarla) Digo que me importa una mierda lo que
lleves puesto.
Pedro sale.
Suena el timbre.
Marian va a la puerta.
Marian: No, por favor, Lucas. Pasen adelante. Les estábamos esperando.
Claudia: ¡Ah! (con una pequeña sonrisa) No era necesario. No tenían que
molestarse.
Amelia: (un poco sorprendida por la seguridad de Lucas y el título de “novia”, pero
emocionada, saluda) ¡Hola! Es un placer conocerles. Muchas gracias por
invitarme.
Marian: Es un placer, Amelia. Yo soy Marian. Bienvenida.
Amelia: (a Lucas, casi en secreto) Pues, me parece que esto va bien. No sé por
qué me pintabas a tus amigos como unas bestias feroces. (Mirando la mesa y en
voz alta) ¡Todo luce muy hermoso!
Pedro: Es que Lucas se merece esto y mucho más (Lo abraza. Lucas se
incomoda un poco) Pocos tipos hay en este mundo como él.
Pedro: ¿Y qué tal has recibido este nuevo año de vida, Lucas?
Marian: (irónica) ¡Ah, eso no es nada! En un par de horas hará más frío aquí
dentro.
Sigue comiendo.
Silencio incómodo.
Pedro: (disimulando) Pero bueno, ¿y qué le pasa a Claudia? Lo único que tenía
que hacer era traer una bandeja. ¿Es eso tan difícil?
Pedro: …que…no te molestes, mujer. Que ustedes son los invitados y nosotros
estamos hoy para servirles.
Pedro: Ah, mira, qué bien. Debes ser una mujer con mucha paciencia.
Pedro: (queriendo hacer chiste) No. Lo digo por aguantarte al aburrido de Lucas.
(Suelta una carcajada).
Amelia: (ya un poco irritada) No. Soy enfermera. Estudié cuatro años para recibir
mi título.
Pedro: ¡Bah! Pero que susceptibles están todos hoy. Juro que no he dicho nada
con intención de ofender. Si es que hasta me da curiosidad. A ver, cuéntame,
Amelia. ¿Qué ha sido lo más interesante que te ha tocado ver? ¿Alguna
emergencia como las de las películas? No sé, algo como (descriptivo) dos
camillas: en la primera, un tipo cubierto con una sábana. Cuando levantas la
sábana, descubres que al hombre le falta una pierna. Se la han arrancado entera,
desde el muslo. A simple vista todo parece indicar que ha sido una mordida.
Posiblemente de un tiburón o de un oso. No queda músculo ni hueso. Sólo trozos
de carne suelta y unas arterias disparando sangre a borbotones. Esto pinta muy
mal, hay que hacer algo pronto porque de lo contrario, este tipo podría morir
desangrado en apenas un par de minutos. Pero, esto no termina aquí. Hay otra
camilla, ¿recuerdan? Lo que traen allí también está cubierto con una sábana, tu
corazón, afectado ya por la sorpresa del hombre sin pierna, late ahora con más
fuerza a la expectativa de lo que te espera en esa otra camilla. Y cuando,
finalmente, la tienes frente a ti y levantas las sábanas, ¡voilá! ¡La pierna que todos
dieron por perdida! Allí está, entera. Pero ya no sirve de nada porque está suelta y
podrida. ¿Así son tus días en el hospital? ¿Así de divertidos? ¿O sólo cacas,
fiebres y resfriados?
Lucas: Basta ya. Esto se salió de control. Ya no tengo hambre. Si quieres nos
vamos, Amelia.
Marian interrumpe.
Pedro: (un poco molesto) ¡No seas malagradecido, Lucas! ¿Cómo te vas a ir? Si
todo esto lo hice para ti. ¿Cómo vas a perderte la cena? Es la primera vez que me
haces una descortesía así en años. (A Amelia) Y yo que me preocupo por
organizar cada año la mejor celebración para él. Para hacerlo feliz. (A Lucas) Ya
te dije que los langostinos son una maravilla y… (Reacciona de sorpresa
golpeando la mesa) ¡Maldita sea! (El golpe hace que todos se exalten) ¡Olvidé
comprarte un pastel! (se golpea la cabeza un par de veces) Pero qué idiota soy,
¿qué me pasa? ¿Cómo se me pudo haber olvidado comprar el pastel? (vuelve a
recordar que Claudia no ha regresado de la cocina). ¡Pero qué mujer tan inútil
tengo! ¿Qué coño le pasa a Claudia que no termina de venir con la puta bandeja?
Amelia: No pasa nada. Yo puedo resolver lo del pastel. Tengo una prima que vive
a un par de calles de aquí. Puedo llamarla y pedirle que nos traiga un pastel.
Claro, si no les molesta que se quede a cenar.
Marian: Es una excelente idea, Amelia. Muchas gracias. Por supuesto que no nos
molestará recibir a tu prima.
Lucas sale.
Marian: (A Pedro) Todo es un poco distinto esta noche, ¿no es cierto, Pedro?
Regresa. Lucas. Claudia viene detrás de él. Ha estado bebiendo. Lucas trae
las bandejas con la cena.
Lucas: Trajimos todo para cenar de una vez. No quisiera que esto se prolongue
mucho más.
Pedro: (A Claudia) ¡Mujer! Qué alivio. Pensé que se te había olvidado el camino
de regreso al comedor. Como todo se te olvida, no me extrañaría.
Lucas deja las bandejas sobre la mesa y se va a buscar a Amelia, que sigue
hablando por teléfono.
Amelia: Calle Sant Marc. Número 23. Escalera 6. Piso 6-3. ¡Gracias! Y, por favor,
no tardes.
ESCENA 5
Nadie responde.
Pedro: Muchos confunden los langostinos con las gambas. Pero no señor, no son
iguales.
Sigue comiendo. Los demás también intentan comer sin prestarle atención.
Pedro: ¿Sabían ustedes que los langostinos “tigre negro” pueden llegar a medir
hasta cuarenta centímetros?
Pedro: ¿Ves? Es la diferencia entre ser médico y ser un simple enfermero. Tal vez
deberías estudiar un poco más.
Silencio largo.
Amelia: Está bien, basta ya. Se me acabó la paciencia. (A Lucas) Necesito que
me expliques qué coño te hace pensar que este tipo es tu mejor amigo. Necesito
que me expliques por qué carajo celebras tu cumpleaños aquí cada año, en lugar
de estar en cualquier otro sitio del mundo.
Pedro: Nadie sabe a ciencia cierta por qué tomó esa decisión. Era una muchacha
muy sana, muy tranquila. Incluso esa noche estaba muy contenta. Se veía
hermosa. Lucas celebraba siempre su cumpleaños por todo lo alto en casa de sus
padres. Todo fue muy rápido. De un momento a otro escuchamos el golpe y… ahí
estaba. Se había lanzado desde la planta alta. Según las investigaciones, no
había bebido ni había tenido, que se supiera, ningún problema con nadie. Algún
secreto escondería. Nunca lo sabremos. Lo cierto es que ha sido muy difícil
sacarnos de la cabeza esa imagen de su cuerpecito allí, roto, desordenado,
envuelto en esa blusa roja.
Pedro: Desde ese día, Lucas había decidido no celebrar nunca más sus
cumpleaños. Pero yo soy su amigo, y prometí no dejarlo solo y encargarme de
hacerle entender que él no tiene la culpa y que con el tiempo, lograremos superar
la pérdida de Alicia y Lucas volverá a sonreír.
Todos se sorprenden.
Suena el timbre.
ESCENA 6
Pedro: Claudia, ¿qué vas a hacer? Ten cuidado. No vayas a hacer algo de lo que
puedas arrepentirte.
Claudia: Voy a hablar. Voy a decir la verdad y no me voy a callar hasta que me
salga toda.
Pedro grita.
Pedro: ¡Cállate perra! ¡Eres una desgraciada! ¡Te juro que voy a matarte a golpes
si te atreves a decir una sola palabra!
Lucas: (a Marian y Amelia) Busquen algo que sirva para que no se mueva.
(Actuando sin detenerse, pero muy confundido) ¿Qué mierda es esta? ¿Qué estoy
haciendo? Esto es una locura.
Entre los tres atan a Pedro contra la silla y le ponen los calcetines en la boca
para que no pueda gritar.
Amelia: Déjala pasar, por favor. Si no abrimos, se asustará y podría ser peor.
Amelia va a abrir.
Entra Fernanda.
Silencio
ESCENA 7
Pedro está ocupando de nuevo la cabecera de la mesa, pero esta vez atado y
amordazado. Ahora es Claudia quien ocupa el otro extremo.
Claudia: Ella estaba huyendo de él. (A Lucas) Esa noche Pedro y tú habían
bebido mucho y él estaba más impertinente que nunca. Durante todo este tiempo
te ha sembrado y reforzado un recuerdo falso, y tú has decidido creer en su
palabra porque tu verdadero recuerdo se borró de tanto alcohol o se bloqueó de
tanto dolor. Lo cierto es que él no estaba contigo cuando ella se lanzó. Estaba con
ella. Lo sé porque los vi. Yo estuve buscándolo durante horas. Me preocupaba que
peleara con alguien o que decidiera irse y conducir en ese estado. Los vi
hablando. Parecía una conversación normal, pero a medida que me fui acercando,
vi que ella lloraba. Supe inmediatamente que la razón por la que ella lloraba, me
desgarraría a mí. Me acerqué unos pasos más y alcancé a escuchar cuando ella
le dijo “Deja de acosarme, cerdo de mierda. Voy a decírselo todo a mi hermano”.
Pero él la ignoró y comenzó a tocarla de manera lasciva y a la fuerza. Ella sólo
intentaba zafarse. Él estaba tan ebrio que no sabía ni dónde estaba parado. Ella
no se lanzó, se calló, mientras intentaba huir de este infeliz. Cuando la vi caer, se
me escapó un grito ahogado. Entonces él supo que lo había visto todo y me miró
con los ojos ardidos. Parecía un animal salvaje. Me tomó del cabello con toda la
fuerza de la que fue capaz y me dijo que si me atrevía a hablar, me mataría. Pero
ya basta. Lo siento, Lucas, esta es la última vez que cenaremos por tu
cumpleaños en esta casa.
Lucas: (a Fernanda) Por favor, quédate hoy con Amelia. Váyanse a casa. (Irónico)
ya se acabó la cena.
Lucas: Si.
Se abrazan.
Amelia lo besa.
Amelia: Te creo.
Marian: Siempre supe que había algo más. Algo que se estaba pudriendo dentro
de él. No sé si alguna vez tuvo algún aprecio genuino por mí. Lo que no entiendo
es cómo podemos ser tan distintos, llevando la misma sangre.
Marian sale.
Lucas toma ahora la silla que ocupó Marian y se sienta frente a él. Claudia
observa y bebe.
Lucas: Estoy pensando en lo qué habría pasado si ella me lo hubiera podido
contar.
Lucas: Lo hiciste todo mal. ¿Cómo pudiste olvidar el pastel? ¡Era lo importante,
idiota! ¿Cómo pensabas celebrar un cumpleaños sin pastel? ¿Les pondrías una
vela a los langostinos?
Lucas: Te va a tocar algo peor que mi venganza. La culpa de saber eso: que lo
hiciste todo mal. Todo. Esa culpa va a pesar más que tu poder y que tu hombría
de mierda. Miserable.
Lucas sale.
Claudia: ¿Te gusta cómo me queda? Me lo puse para ti. Tenías razón, sí que era
una noche especial. Perdóname por ser tan…marchita.
Ay, casi lo olvidaba. Como sé que te gustan tanto tus langostinos, te guardé una
ración especial, sólo para ti.
Vuelve.
Claudia: Ya sabes cómo es eso de recibir invitados, ¡se lo quieren devorar todo!
Toma mi amor, come, disfrútalos.
Le quita la media de la boca y le mete a la fuerza los langostinos.
Claudia: Yo creo que están exquisitos, ¿no es verdad?... ¿No? ¿Te saben un
poco raro? Ahora me queda la duda. No sé te di de los buenos o de unos que no
estaban tan buenos.
Ocupa la silla que ocupó Lucas y que antes también había ocupado Marian.
Lo mira y sonríe. El tose. Grita desesperado.
Claudia sale.