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LA FLOTABILIDAD

DE LOS CUERPOS
HUECOS
Por Greymar Hernández

¿Cuál es el tiempo de vida de una mentira?


ESCENA 1

EL ARDOR DE LOS SECRETOS

Aparece Lucas, sentado en su sofá. Mira al frente, distraído, mientras fuma


un cigarrillo.

Repentinamente, los ojos de Lucas son cubiertos por las manos de Amelia.

Amelia lleva puesta una blusa roja.

En actitud seductora, ella baja sus manos desde los ojos de Lucas hasta su
pecho, acariciándole.

Detrás del sofá, se quita la blusa y la arroja a unos metros de distancia,


delante de él. Lucas observa la blusa, pero no se gira a mirar a Amelia.

Ella espera unos segundos. Al no obtener respuesta, viene al frente y se


sube sobre las piernas de Lucas. Toma las manos de él y las coloca sobre su
espalda. El público ya no puede ver el rostro de Lucas, sino la espalda de
Amelia, envuelta en las manos de Lucas.

Ella se mueve seductoramente, intentando provocarlo. Él tiene sus manos


sobre ella, pero no la acaricia.

Mientras ella baila sobre él, él asoma su cabeza por un lado y vuelve a mirar
la blusa.

Amelia: ¿Qué pasa?

Lucas: Es roja.

Amelia: ¿Y qué? ¿Nunca habías visto una blusa roja?

Lucas: Si, claro que sí.

Amelia: Ah, entonces es eso.

Lucas: ¿De qué hablas?

Amelia: Te trajo recuerdos.

Lucas: No.

Pausa incómoda.

Lucas: Bueno, sí. Pero es que…no lo entenderías en este momento.


Amelia: ¡Vaya! Y qué manera tan efectiva de explicármelo.

Lucas: Amelia, lo siento. De verdad lo siento. Mira, tú me encantas. Me tienes


loco. Estos tres meses han sido muy especiales. Pero apenas nos estamos
conociendo y hay muchas cosas que…

Amelia: No me gustan los misterios, Lucas. Si tienes algo importante que decir
acerca de ti, hazlo de una vez. No sé si estoy dispuesta a entender o a aceptar
cualquier cosa. Pero para saber hasta dónde soy capaz de llegar, necesito que
seas franco. Vamos, dispara de una vez.

Lucas: Yo… (Nervioso) no estoy listo.

Amelia se incorpora bruscamente, recoge la blusa y se la coloca de nuevo.

Lucas: Al menos te agradezco habérmelo dicho antes de irnos a la cena. Habría


sido mucho peor hacer el ridículo delante de tus amigos.

Se dispone a salir. Lucas la detiene.

Lucas: ¡Amelia, para un momento! No estoy diciendo que no esté listo para
nosotros. Me refiero a que no estoy listo para hablar de ciertas cosas.

Amelia: Para mí es lo mismo.

Lucas: Amelia, dame un poco de tiempo, ¿sí? Déjame ir abriendo el corazón, pero
poco a poco.

Amelia: (un poco en serio y un poco en burla) Creí que yo era la chica en esta
relación.

Lucas se ríe. La abraza. Amelia recibe el abrazo pero aún se muestra un


poco recelosa.

Amelia: Me gustas, Lucas, y siento que te quiero. Pero a veces me das miedo.

Lucas: Lo entiendo. No sé si sirva de algo decirte que no tienes por qué temer.

Amelia: Servirá, cuando no sólo me lo digas, sino también me lo demuestres.

Lucas: Está bien. Lo siento. Te entiendo.

La abraza con honestidad.

Amelia: (dándole una oportunidad) Bueno, hay una cena que espera por nosotros.

Lucas: (bromista) Y un montón de locos hambrientos, con ganas de devorarte.


Amelia: Ellos no me asustan. Sé que voy a estar bien. Algo me dice que voy a ser
más amiga de tus amigos que tú. Es más, esa es mi estrategia. Ellos serán
quienes me cuenten todo lo que tú no me has dicho

Lucas la besa. Parece un poco distraído, pero procura disimular.

Amelia va por su cartera. Saca un labial y un espejo. Se retoca.

Amelia: Yo estoy lista ¿Y tú?

Lucas mira el reloj.

Lucas: Todavía tenemos un poco de tiempo antes de la cena.

Lucas le quita de nuevo la blusa. Se besan. Se acarician. Se echan al sofá.

ESCENA 2

EL PRELUDIO DE LA FATALIDAD

Aparece Claudia. Luce un vestido sencillo. Recorre el espacio con dejadez y


acomoda algunas cosas sobre la mesa.

Entra Pedro, muy bien vestido, enérgico, con pasos seguros. Se acomoda
las mangas y se vuelve a fijar el peinado.

Pedro: (a Claudia) ¿Y tú a qué hora te arreglarás?

Claudia: (insegura) Ya estoy lista.

Pedro la mira con cara de aborrecimiento.

Pedro: ¿Y…por qué no te pones algo más…limpio?

Claudia no responde. Sigue acomodando la mesa.

Pedro: Esta noche es especial, Claudia. No puedes lucir tan…no sé...tan


marchita.

Claudia: Es lo mismo todos los años. Las mismas personas, los mismos chistes y
las mismas mentiras. Yo luciré lo de siempre. No tengo mucho para elegir.

Pedro: Eres una malagradecida. Con todo lo que me esfuerzo para que tengas lo
que tienes.

Silencio.
Pedro camina un poco para acá y para allá, mientras Claudia termina de
poner la mesa. Mira el reloj y luego se acerca a la mesa.

Pedro: Joder, Claudia, ¿En qué estabas pensando cuando pusiste esta mesa?
¡Esta vajilla es espantosa! ¿De verdad quieres que mis invitados se sienten en
una mesa tan desordenada y tan impresentable? Sólo una cosa te pedí, mujer
¡sólo una! (resoplando) ¡Qué incapacidad tan bárbara!

Claudia no responde. Continúa arreglando las cosas.

Pedro: Y por favor, prueba esos langostinos antes de que ellos lleguen. (A modo
de chiste) Si te asfixias, me aseguraré de servirles otra cosa.

Claudia: (Irónica) No te preocupes, todo quedará perfecto. Serás el mejor


anfitrión. Como siempre.

Claudia sale.

Pedro baja un poco el ritmo. Se queda pensativo. Enciende un cigarrillo. Se


sienta. Se levanta. Mira el reloj. Se vuelve a sentar.

Entra Marian. Trae una mochila. Se sienta al lado de Pedro.

Marian: ¿Qué? ¿Ya la cagaste otra vez?

Pedro: (exaltado) Por favor, Marian, te he pedido millones de veces que no hables
así dentro de esta casa.

Marian: También me has pedido que me vaya y sigo sin hacer ni puto caso ni a
una cosa ni a la otra.

Pedro: (las groserías de Marian, lo alteran un poco) No puedo más. Necesito


solucionar esto.

Marian: ¿Qué es lo que necesitas solucionar en realidad, Pedro?

Pedro: (tratando de esquivar la verdadera intención de la pregunta) Necesito que


busques un empleo. Uno de verdad. Si te vas a quedar aquí, entonces tendrás
que asumir responsabilidades. Vas a tener que cambiar. Lo que te pagan por tus
dibujitos es una miseria. Con eso no hemos comido ni una sola vez. Una casa no
se paga sola, Marian, es hora de que lo aprendas.

Marian: ¿Y Claudia? ¿Por qué no dejas que ella también busque un empleo?

Pedro: Porque ella es mi mujer.

Marian: ¿Y eso qué significa?


Pedro: Que ella no va a salir a trabajar. Es la mujer de la casa. Su trabajo está
aquí dentro.

Marian: ¡Vaya! ¡Impresionante! Te has convertido en todo un hombre de familia.


(Irónica) Ya entiendo por qué son tan felices. Sin embargo, me queda una duda:
eso de que ella no puede salir a trabajar, ¿es porque es “tu mujer”?, ¿o es porque
“es una mujer”?

Pedro: ¿Cómo dices?

Marian: Digo que aquí vivimos los tres. Tú acabas de pedirme que salga a
trabajar, pero dices que Claudia no saldrá porque es la mujer de la casa. Bueno,
no sé si has notado que yo también soy mujer y también vivo en esta casa.

Pedro: Tú eres diferente, Marian.

Marian: ¡Justo allí es donde quiero llegar! ¿Por qué dices que soy diferente? Ella
también es perfectamente capaz hacer lo que quiera. Y debería tener toda la
libertad para hacerlo.

Pedro: No es lo mismo. Ella y yo somos una pareja. Ella es la mujer de la casa.


Yo soy el hombre de la casa. Y tú…bueno…

Marian: Yo sobro.

Pedro: Pues, no lo dije yo.

Marian: Vaya imbécil que tengo por hermano.

Pedro: Bueno, a ver, no te ofendas, Marian. Pero es que el tiempo pasa y tú eres
experta desperdiciándolo. Yo no puedo mantener a dos mujeres. Claudia es mi
esposa y es diferente. Ella es débil, es frágil. Yo tengo que protegerla y tengo que
vigilarla. Ella no podría sin mí. Y tú, bueno, tú tampoco deberías seguir sola. Tú
deberías buscar a un hombre que…

Marian, intentando digerir el discurso de Pedro, se levanta y camina.

Marian: Te oigo hablar y se me revuelve la bilis.

Pedro: Marian, ya es hora de que cambies y dejes atrás esa rebeldía tan inútil y
tan infantil. Esa manera tan…descuidada de vestir y de comportarte ya debería
parar. Estaba bien cuando tenías 15 años. Pero ya tienes 28. Ya es hora de que
entiendas que eres una mujer. Porque…bueno… tú…a veces no pareces…

Marian: (interrumpiendo) Soy lo que soy, Pedro. Yo siempre lo he tenido muy


claro. ¿Y tú? ¿Tú sabes quién eres?
Pedro: (irónico, burlón y sintiéndose superior, ríe) Qué predecible. Es que te
puedo oler a kilómetros. Ya vienes otra vez con tu filosofía barata y tu
existencialismo de mierda.

Marian: Si, yo también puedo sentir a kilómetros tu olor a culpa.

Pedro: (levantando el puño) ¡Cállate! No te voy a permitir esto ¡Yo soy tu hermano
mayor! O me respetas y respetas estas cuatro paredes, o te vas a la mierda de
una vez por todas y me dejas en paz.

Marian: (lo enfrenta, valiente, pero en calma) Esta también es mi casa. Es la casa
de mis padres. Puedes jugar a ser el jefe todo el tiempo que quieras. En la vida
real, no eres dueño de nada ni de nadie.

Entra Claudia con otro vestido. Interrumpe.

Claudia: Lo pensé mejor… creo que este se me ve más bonito. (A Pedro) ¿Qué
dices?

Pedro: (le pasa por al lado sin mirarla) Digo que me importa una mierda lo que
lleves puesto.

Pedro sale. Marian y Claudia quedan en la sala. Se miran, sin hablarse.

Suena el timbre.

ESCENA 3

CUERPOS HUECOS

Aparece Fernanda con algunos papeles, una guitarra y un lápiz. Luce


relajada. Compone y prueba algunas líneas en voz alta.

Todos tenemos un hueco.

Uno que no cicatriza.

Una maraña de hilos

que nunca cosieron nada.

Siempre huimos de los filos

Y terminamos cortados

Con nuestras propias espadas.


Todos tenemos que irnos,

pero siempre nos quedamos

a esperar que pase el frío

y cuando el frío ha pasado,

ya es demasiado tarde

para salvarnos.

Suena el teléfono. Fernanda interrumpe su composición y contesta.

Fernanda: ¿Si? (fastidiada) Amelia, ¡qué pesada! ya te puse por WhatsApp que
no iría. Mira, (miente) realmente estoy ocupada. Estoy resolviendo algunas cosas
y tengo un montón de trabajo pendiente. (Escuchando) ¿Pero qué dices…?
¿Cómo se les pudo haber olvidado de comprar el…? ¿No se supone que la cena
era para…? ¿Y ninguno de los invitados puede ir un momento a por…?

Amelia, creo que exageras un poco. Tal vez eso de salir con un hombre tan
introvertido te pone más tensa de lo que debería ¿No puedes simplemente
relajarte? Es una cena para Lucas y es una ocasión especial para que estés con
él y lo conozcas mejor. ¿Qué tengo yo que ver en todo eso? Amelia, trata de
divertirte. Si vas a tener miedo de enamorarte cada vez que conoces a alguien,
entonces no salgas con nadie. No puedes seguir sin saber si le tienes más miedo
al amor o a la soledad. Todas las decisiones importantes implican riesgos, Amelia,
pero si no asumes ninguno, seguirás por ahí, a la deriva. Viviendo, pero sin existir,
sin sentir.

Se mantiene en silencio, escuchando lo que Amelia dice, del otro lado.

Respira profundo, toma impulso.

Fernanda: Está bien, está bien. Iré a comprarlo y te lo llevo. Pero no voy a
quedarme. Sólo te haré un favor. Dame la dirección.

Escucha y apunta lo que Amelia va dictando.

Fernanda: Si. Está bien. Estaré allí en media hora.


ESCENA 4

FIAMBRES

Se repite exactamente cada movimiento de la última parte de la Escena 2.

Marian y Pedro terminan de discutir.

Entra Claudia con otro vestido.

Claudia: Lo pensé mejor… creo que este se me ve más bonito. (A Pedro) ¿Qué
dices?

Pedro: (le pasa por al lado sin mirarla) Digo que me importa una mierda lo que
lleves puesto.

Pedro sale.

Marian y Claudia quedan en la sala. Se miran, sin hablarse.

Suena el timbre.

Marian va a la puerta.

Entra Lucas acompañado de Amelia. Trae una botella de vino.

Marian: (actuando un poco) ¡Feliz cumpleaños, Lucas! (Lo abraza).

Claudia los recibe, un poco más atrás de Marian.

Claudia: Hola Lucas, felicidades.

Lucas percibe la tensión en la sala.

Lucas: (apenado) ¿Llegamos en mal momento? Si quieren nosotros podemos…

Marian: No, por favor, Lucas. Pasen adelante. Les estábamos esperando.

Lucas: (Un poco incómodo) Trajimos vino. (Se lo entrega a Claudia).

Claudia: ¡Ah! (con una pequeña sonrisa) No era necesario. No tenían que
molestarse.

Lucas: No, si no es ninguna molestia. (Cambia el tema) Ella es Amelia…mi novia.

Amelia: (un poco sorprendida por la seguridad de Lucas y el título de “novia”, pero
emocionada, saluda) ¡Hola! Es un placer conocerles. Muchas gracias por
invitarme.
Marian: Es un placer, Amelia. Yo soy Marian. Bienvenida.

Amelia: (a Lucas, casi en secreto) Pues, me parece que esto va bien. No sé por
qué me pintabas a tus amigos como unas bestias feroces. (Mirando la mesa y en
voz alta) ¡Todo luce muy hermoso!

Aparece Pedro de sorpresa, como si nada hubiera pasado, trae unas


bandejas con algunos aperitivos, fingiendo que acaba de prepararlos.

Pedro: Sabía que les encantaría la mesa. Siempre me esmero en organizar la


mejor cena de cumpleaños para mi mejor amigo.

Claudia y Marian se miran.

Pedro: Es que Lucas se merece esto y mucho más (Lo abraza. Lucas se
incomoda un poco) Pocos tipos hay en este mundo como él.

Silencio incómodo. La única que parece animada y completamente ajena de


la tensión, es Amelia.

Pedro: ¿Y qué tal has recibido este nuevo año de vida, Lucas?

Lucas: Un año más, Pedro. Sólo es un año más.

Pedro: (Tratando de disimular el desaire) Bueno, ¿qué? ¿Mucha hambre? Esta


noche cenaremos unos langostinos de película. Están para chuparse los dedos.
Pero antes, un aperitivo ¡Vamos, adelante, siéntense!

Poco a poco todos van buscando un lugar en la mesa. Pedro se sienta a la


cabeza, Lucas y Amelia juntos, Marian se apodera de la otra punta de la
mesa. Claudia queda de última. Cuando se dispone a sentarse, Pedro le da
una orden, impidiendo que tome asiento.

Pedro: Claudia, trae la bandeja que dejé en la cocina.

Claudia, avergonzada e incómoda, se queda de pie y se dispone a entrar a la


cocina.

Amelia: (a Claudia) ¿Quieres que te eche una mano?

Claudia va a responder, pero Pedro interviene.

Pedro: ¡No, mujer! Tú no te preocupes. Ella lo hará sola.

Claudia se retira en silencio. Los demás se quedan en la mesa. Hay miradas


agresivas entre Pedro y Marian. Lucas lo nota, pero Amelia está más
concentrada en agradar y lo pasa por alto. El primero en servirse algo en su
plato es Pedro.

Pedro: (comiendo) ¿Y qué? ¿Mucho frío fuera?

Lucas: Unos 3 o 4 grados.

Marian: (irónica) ¡Ah, eso no es nada! En un par de horas hará más frío aquí
dentro.

Silencio incómodo de todos. Pedro fulmina a Marian con una mirada.

Pedro: ¿Y cómo van las cosas en la oficina, Lucas?

Lucas: Pues, ya sabes, lo mismo de siempre.

Pedro: Si. Lo sé. Lo mismo de siempre. Una mierda.

Sigue comiendo.

Pedro: ¿Desde hace cuánto no te ascienden?

Silencio incómodo.

Marian: (irónica) Eres un genio, Pedro. A mí no se me habría ocurrido un tema de


conversación tan acertado para la cena de cumpleaños de Lucas. Por eso es que
el anfitrión siempre eres tú.

Amelia comienza a sentirse incómoda y comienza a notar que son muchas


más las cosas que no sabe sobre Lucas.

Pedro: (disimulando) Pero bueno, ¿y qué le pasa a Claudia? Lo único que tenía
que hacer era traer una bandeja. ¿Es eso tan difícil?

Amelia intenta levantarse.

Amelia: Voy a ayudarla.

Pedro la toma del brazo y la detiene, bruscamente.

Pedro: Que no.

Se da cuenta de que todos le observan. Se suaviza un poco.

Pedro: …que…no te molestes, mujer. Que ustedes son los invitados y nosotros
estamos hoy para servirles.

Amelia vuelve a sentarse, pero ahora en actitud de alerta.


Pedro: (tratando de enmendar la situación) ¿Y tú a qué te dedicas, Amelia?

Amelia: Soy enfermera.

Pedro: Ah, mira, qué bien. Debes ser una mujer con mucha paciencia.

Amelia: ¿Lo dices por mi profesión?

Pedro: (queriendo hacer chiste) No. Lo digo por aguantarte al aburrido de Lucas.
(Suelta una carcajada).

Sólo Pedro se ríe. Todos los demás permanecen en un silencio incómodo.

Pedro: Bueno, que…vamos. Lo de enfermera no es una profesión. ¿No? Supongo


que lo que aspiras es ser médico algún día.

Amelia: (ya un poco irritada) No. Soy enfermera. Estudié cuatro años para recibir
mi título.

Pedro: Bueno, bueno, está bien. No te ofendas. Yo es que cuando me hablan de


enfermeros lo primero que me viene a la mente son unos hombrecillos de blanco
limpiando caca de ancianos.

Lucas: Me parece que ya ha sido suficiente, Pedro.

Pedro: ¡Bah! Pero que susceptibles están todos hoy. Juro que no he dicho nada
con intención de ofender. Si es que hasta me da curiosidad. A ver, cuéntame,
Amelia. ¿Qué ha sido lo más interesante que te ha tocado ver? ¿Alguna
emergencia como las de las películas? No sé, algo como (descriptivo) dos
camillas: en la primera, un tipo cubierto con una sábana. Cuando levantas la
sábana, descubres que al hombre le falta una pierna. Se la han arrancado entera,
desde el muslo. A simple vista todo parece indicar que ha sido una mordida.
Posiblemente de un tiburón o de un oso. No queda músculo ni hueso. Sólo trozos
de carne suelta y unas arterias disparando sangre a borbotones. Esto pinta muy
mal, hay que hacer algo pronto porque de lo contrario, este tipo podría morir
desangrado en apenas un par de minutos. Pero, esto no termina aquí. Hay otra
camilla, ¿recuerdan? Lo que traen allí también está cubierto con una sábana, tu
corazón, afectado ya por la sorpresa del hombre sin pierna, late ahora con más
fuerza a la expectativa de lo que te espera en esa otra camilla. Y cuando,
finalmente, la tienes frente a ti y levantas las sábanas, ¡voilá! ¡La pierna que todos
dieron por perdida! Allí está, entera. Pero ya no sirve de nada porque está suelta y
podrida. ¿Así son tus días en el hospital? ¿Así de divertidos? ¿O sólo cacas,
fiebres y resfriados?
Lucas: Basta ya. Esto se salió de control. Ya no tengo hambre. Si quieres nos
vamos, Amelia.

Marian interrumpe.

Marian: No, Lucas.

Interviene y procura poner un poco de orden.

Marian: Por favor, no se vayan.

Pedro: (un poco molesto) ¡No seas malagradecido, Lucas! ¿Cómo te vas a ir? Si
todo esto lo hice para ti. ¿Cómo vas a perderte la cena? Es la primera vez que me
haces una descortesía así en años. (A Amelia) Y yo que me preocupo por
organizar cada año la mejor celebración para él. Para hacerlo feliz. (A Lucas) Ya
te dije que los langostinos son una maravilla y… (Reacciona de sorpresa
golpeando la mesa) ¡Maldita sea! (El golpe hace que todos se exalten) ¡Olvidé
comprarte un pastel! (se golpea la cabeza un par de veces) Pero qué idiota soy,
¿qué me pasa? ¿Cómo se me pudo haber olvidado comprar el pastel? (vuelve a
recordar que Claudia no ha regresado de la cocina). ¡Pero qué mujer tan inútil
tengo! ¿Qué coño le pasa a Claudia que no termina de venir con la puta bandeja?

Amelia tiene una idea repentina.

Amelia: No pasa nada. Yo puedo resolver lo del pastel. Tengo una prima que vive
a un par de calles de aquí. Puedo llamarla y pedirle que nos traiga un pastel.
Claro, si no les molesta que se quede a cenar.

Pedro se incomoda un poco, pero antes de que pueda reaccionar, Marian


responde.

Marian: Es una excelente idea, Amelia. Muchas gracias. Por supuesto que no nos
molestará recibir a tu prima.

Amelia: Está bien. Voy a llamarla. Ya regreso.

Amelia toma su móvil y se aparta de la mesa. Habla con Fernanda.

Lucas: Yo voy a ver qué pasa con Claudia.

Lucas sale.

Marian: (A Pedro) Todo es un poco distinto esta noche, ¿no es cierto, Pedro?

Pedro: No sé de qué estás hablando.

Marian: No lo sé, pareces un poco nervioso. ¿Hay algo que te preocupe?


Pedro: (actuando desinteresado) ¿A mí? Nada.

Marian: A mí tampoco me preocupa nada ya. Después de esta noche, todo


flotará, como los cuerpos en el agua.

Pedro se queda petrificado y ante la sentencia de Marian.

Pedro: ¿Qué…has dicho?

Marian (imitando su desinterés) ¿Yo? Nada.

Regresa. Lucas. Claudia viene detrás de él. Ha estado bebiendo. Lucas trae
las bandejas con la cena.

Lucas: Trajimos todo para cenar de una vez. No quisiera que esto se prolongue
mucho más.

Pedro: (A Claudia) ¡Mujer! Qué alivio. Pensé que se te había olvidado el camino
de regreso al comedor. Como todo se te olvida, no me extrañaría.

Claudia no responde. Se sienta, por fin, en la mesa.

Lucas deja las bandejas sobre la mesa y se va a buscar a Amelia, que sigue
hablando por teléfono.

Amelia: Calle Sant Marc. Número 23. Escalera 6. Piso 6-3. ¡Gracias! Y, por favor,
no tardes.

ESCENA 5

LANGOSTINOS NO SON GAMBAS

Pedro come sin atender a nadie.

Todos intentan llevar la cena en paz.

Pedro: Se los dije. Estos langostinos son insuperables. ¿A que si?

Nadie responde.

Pedro: Muchos confunden los langostinos con las gambas. Pero no señor, no son
iguales.

Sigue comiendo. Los demás también intentan comer sin prestarle atención.

Pedro: La diferencia está en que los langostinos son más grandes.


Silencio.

Pedro: ¿Sabían ustedes que los langostinos “tigre negro” pueden llegar a medir
hasta cuarenta centímetros?

Silencio. Todos le ignoran.

Pedro: A lo que sí hay que tener cuidado es a la cabeza de los langostinos. Y de


los crustáceos en general. Resulta que la cabeza del langostino contiene cadmio,
que es un metal pesado no apto para el consumo humano. (A Amelia) ¿Tú sabías
eso?

Amelia: (responde por compromiso) No. No tenía idea.

Pedro: ¿Ves? Es la diferencia entre ser médico y ser un simple enfermero. Tal vez
deberías estudiar un poco más.

Amelia toma aire y se arma de paciencia para no responder de manera


maleducada. Lucas la toma de la mano para tranquilizarla un poco.

Silencio largo.

Pedro: (A Lucas) Bueno, y si ella “no tenía ni idea”, tú seguramente mucho


menos. ¿Qué idea vas a poder tener acerca de langostinos si de no ser por mí no
podrías darte estos lujos?

Amelia pierde por completo la paciencia. Se levanta de la mesa.

Amelia: Está bien, basta ya. Se me acabó la paciencia. (A Lucas) Necesito que
me expliques qué coño te hace pensar que este tipo es tu mejor amigo. Necesito
que me expliques por qué carajo celebras tu cumpleaños aquí cada año, en lugar
de estar en cualquier otro sitio del mundo.

Silencio sepulcral. Todos los demás se miran.

Pedro: Creo que es hora de que se lo cuentes, Lucas.

Lucas baja la cabeza y hace una señal de negación.

Amelia: ¿Contarme qué? ¿Qué coño pasa?

Lucas levanta la mirada, triste, derrotado.

Lucas: (con sinceridad) Yo…todavía no puedo hablar de eso.

Marian se acerca un poco a Lucas y le da apoyo.


Amelia: Marian, ¿Qué pasa con Lucas?

Marian: El no tuvo la culpa de nada.

Amelia: ¿La culpa? ¿De qué?

Pedro: (directo) La hermana de Lucas, Alicia, se suicidó en la fiesta de


cumpleaños de Lucas, hace tres años.

Silencio. Lucas está completamente abatido.

Amelia se sienta para escuchar con atención.

Pedro se levanta y comienza a contar la historia.

Pedro: Nadie sabe a ciencia cierta por qué tomó esa decisión. Era una muchacha
muy sana, muy tranquila. Incluso esa noche estaba muy contenta. Se veía
hermosa. Lucas celebraba siempre su cumpleaños por todo lo alto en casa de sus
padres. Todo fue muy rápido. De un momento a otro escuchamos el golpe y… ahí
estaba. Se había lanzado desde la planta alta. Según las investigaciones, no
había bebido ni había tenido, que se supiera, ningún problema con nadie. Algún
secreto escondería. Nunca lo sabremos. Lo cierto es que ha sido muy difícil
sacarnos de la cabeza esa imagen de su cuerpecito allí, roto, desordenado,
envuelto en esa blusa roja.

Amelia mira a Lucas. Lucas está quebrado.

Amelia: Lo siento muchísimo, Lucas.

Pedro: Desde ese día, Lucas había decidido no celebrar nunca más sus
cumpleaños. Pero yo soy su amigo, y prometí no dejarlo solo y encargarme de
hacerle entender que él no tiene la culpa y que con el tiempo, lograremos superar
la pérdida de Alicia y Lucas volverá a sonreír.

Claudia se bebe, repentinamente, de un solo sorbo casi toda la botella de


vino. Se levanta.

Claudia: (a Pedro) Eres un maldito desgraciado.

Todos se sorprenden.

Claudia: (a Lucas) Perdóname Lucas, perdóname por todos estos años de


silencio. Hoy te voy a liberar y me voy a liberar. Tú mereces saber la verdad.

Suena el timbre.
ESCENA 6

TODAS LAS VOCES TIENEN ECO

Después de un silencio colosal, Pedro comienza a ponerse muy nervioso.


Suda.

Pedro: Claudia, ¿qué vas a hacer? Ten cuidado. No vayas a hacer algo de lo que
puedas arrepentirte.

Claudia: (absolutamente motivada por el dolor y el alcohol) ¡Cállate cerdo de


mierda! Ya no te tengo miedo.

Vuelve a sonar el timbre.

Claudia: Voy a hablar. Voy a decir la verdad y no me voy a callar hasta que me
salga toda.

Pedro, en un ataque de ira, intenta abalanzarse sobre Claudia y Lucas, con


mucha fuerza lo detiene y lo paraliza con una llave.

Pedro grita.

Pedro: ¡Cállate perra! ¡Eres una desgraciada! ¡Te juro que voy a matarte a golpes
si te atreves a decir una sola palabra!

Lucas golpea a Pedro y lo deja un poco desorientado.

Lo lleva hasta una silla. Lo sienta y lo mantiene paralizado.

Lucas: (a Marian y Amelia) Busquen algo que sirva para que no se mueva.
(Actuando sin detenerse, pero muy confundido) ¿Qué mierda es esta? ¿Qué estoy
haciendo? Esto es una locura.

Amelia y Marian traen varios cinturones y unos calcetines.

Entre los tres atan a Pedro contra la silla y le ponen los calcetines en la boca
para que no pueda gritar.

Claudia permanece en silencio, mirándolo fijamente, con toda la ira


contenida.

Sigue sonando el timbre.

Lucas: Me voy a volver loco si ese timbre de mierda no para de sonar.

Amelia: (reacciona) ¡Es Fernanda!


Lucas: No podemos abrir, Amelia.

Amelia: Déjala pasar, por favor. Si no abrimos, se asustará y podría ser peor.

Marian: Ya debe haber oído los gritos.

Amelia va a abrir.

Entra Fernanda.

Fernanda: (sujetando una torta) Cumpleaños feliz… te deseamos a…

Mira a Pedro atado y amordazado. Mira a los demás.

Silencio

ESCENA 7

¿CUÁL ES EL TIEMPO DE VIDA DE UNA MENTIRA?

Todos están sentados alrededor de la mesa.

Pedro está ocupando de nuevo la cabecera de la mesa, pero esta vez atado y
amordazado. Ahora es Claudia quien ocupa el otro extremo.

Todos la escuchan, atentos.

Claudia: Ella estaba huyendo de él. (A Lucas) Esa noche Pedro y tú habían
bebido mucho y él estaba más impertinente que nunca. Durante todo este tiempo
te ha sembrado y reforzado un recuerdo falso, y tú has decidido creer en su
palabra porque tu verdadero recuerdo se borró de tanto alcohol o se bloqueó de
tanto dolor. Lo cierto es que él no estaba contigo cuando ella se lanzó. Estaba con
ella. Lo sé porque los vi. Yo estuve buscándolo durante horas. Me preocupaba que
peleara con alguien o que decidiera irse y conducir en ese estado. Los vi
hablando. Parecía una conversación normal, pero a medida que me fui acercando,
vi que ella lloraba. Supe inmediatamente que la razón por la que ella lloraba, me
desgarraría a mí. Me acerqué unos pasos más y alcancé a escuchar cuando ella
le dijo “Deja de acosarme, cerdo de mierda. Voy a decírselo todo a mi hermano”.
Pero él la ignoró y comenzó a tocarla de manera lasciva y a la fuerza. Ella sólo
intentaba zafarse. Él estaba tan ebrio que no sabía ni dónde estaba parado. Ella
no se lanzó, se calló, mientras intentaba huir de este infeliz. Cuando la vi caer, se
me escapó un grito ahogado. Entonces él supo que lo había visto todo y me miró
con los ojos ardidos. Parecía un animal salvaje. Me tomó del cabello con toda la
fuerza de la que fue capaz y me dijo que si me atrevía a hablar, me mataría. Pero
ya basta. Lo siento, Lucas, esta es la última vez que cenaremos por tu
cumpleaños en esta casa.

Pedro comienza a reaccionar.

Lucas: (a Fernanda) Por favor, quédate hoy con Amelia. Váyanse a casa. (Irónico)
ya se acabó la cena.

Amelia: (a Lucas) ¿Vas a estar bien?

Lucas: Si.

Se abrazan.

Lucas: No sé si sirva de algo decirte que no tienes por qué temer.

Amelia lo besa.

Amelia: Te creo.

Fernanda deja el pastel sobre la mesa y sale. Amelia sale detrás.

Marian toma el asiento que ocupó Claudia hace un momento.

Marian: Siempre supe que había algo más. Algo que se estaba pudriendo dentro
de él. No sé si alguna vez tuvo algún aprecio genuino por mí. Lo que no entiendo
es cómo podemos ser tan distintos, llevando la misma sangre.

Se acerca a centímetros de él.

Marian: Tienes el cuerpo hueco. No eres dueño de nada ni de nadie. Ni siquiera


de tu propia conciencia. Quisiste hundir tu secreto lo más profundo posible, y
usaste lo único que tenías: tu puño y tu hombría contra “tu mujer”. Pero ella supo
flotar. Todas las mentiras tienen un tiempo de vida y a la tuya se le venció el plazo.
(A Claudia) Voy a salir a respirar. Cuando regrese, voy a sacarlo de esta casa. Tú
te puedes quedar el tiempo que quieras.

Claudia abraza a Marian.

Marian sale.

Ya Pedro está absolutamente consciente.

Lucas toma ahora la silla que ocupó Marian y se sienta frente a él. Claudia
observa y bebe.
Lucas: Estoy pensando en lo qué habría pasado si ella me lo hubiera podido
contar.

Pica un trozo de torta, se lo sirve en un plato y va comiendo, mientras le


habla a Pedro.

Lucas: Yo te habría desgraciado la vida, malnacido. Pero, ¿sabes qué? Ya no


merece la pena llenarme las manos de mierda. Yo también floté. Ya sé que no fue
ella. Ya me liberé.

Sigue comiendo torta, mientras le habla.

Lucas: Lo hiciste todo mal. ¿Cómo pudiste olvidar el pastel? ¡Era lo importante,
idiota! ¿Cómo pensabas celebrar un cumpleaños sin pastel? ¿Les pondrías una
vela a los langostinos?

Come otro trozo.

Lucas: ¿Cómo pudiste tocarla, desgraciado? Era una niña.

Come un trozo más.

Lucas: Te va a tocar algo peor que mi venganza. La culpa de saber eso: que lo
hiciste todo mal. Todo. Esa culpa va a pesar más que tu poder y que tu hombría
de mierda. Miserable.

Se levanta. Abandona el plato.

Lucas: (a Claudia) Te espero afuera.

Lucas sale.

Claudia se queda sola con Pedro. Es otra mujer. Se termina la botella.


Camina seductora. Ahora el vestido le luce completamente distinto.

Claudia: ¿Te gusta cómo me queda? Me lo puse para ti. Tenías razón, sí que era
una noche especial. Perdóname por ser tan…marchita.

Ay, casi lo olvidaba. Como sé que te gustan tanto tus langostinos, te guardé una
ración especial, sólo para ti.

Entra a la cocina y busca el plato, mientras sigue hablando.

Vuelve.

Claudia: Ya sabes cómo es eso de recibir invitados, ¡se lo quieren devorar todo!
Toma mi amor, come, disfrútalos.
Le quita la media de la boca y le mete a la fuerza los langostinos.

Claudia: ¡Si parecen de película! Están deliciosos.

Claudia: Yo creo que están exquisitos, ¿no es verdad?... ¿No? ¿Te saben un
poco raro? Ahora me queda la duda. No sé te di de los buenos o de unos que no
estaban tan buenos.

Pedro comienza a toser y a tratar de escupir los langostinos.

Claudia: Bueno, si te asfixias, sabremos dónde puse los malos.

Ocupa la silla que ocupó Lucas y que antes también había ocupado Marian.
Lo mira y sonríe. El tose. Grita desesperado.

Claudia: Ay, ya basta, ya basta. Eres demasiado ruidoso. ¡Es mentira. No te


envenené! Deja de llorar, pareces una niña.

Se le acerca, le besa la frente.

Claudia: Me voy. No me busques. Voy a estar ocupada aprendiendo a florecer.


Adiós.

Claudia sale.

El escenario se va haciendo cada vez más tenue hasta el black out.

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