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En apenas tres meses, hemos logrado en esta pequeña ciudad, lo que no logramos, casi en dos
años en Santiago. No lo digo solo en el aspecto material, que, dicho sea de paso, no puedo poner
en duda, que ha sido desde todo punto de vista más ventajoso. Lo digo, porque todo lo que buscas
cuando migras, como el mejoramiento de la calidad de vida, un buen trabajo, la adaptación,
vencer el desarraigo, socializar, empezar a dejar de ser un desconocido y todas las que ahora
conocemos más, por el éxodo sin precedentes que ha habido en el mundo entero, el
desplazamiento a través de las fronteras, los refugiados o simplemente los flujos sociales que
produce la globalización, definitivamente no lo íbamos a lograr en Santiago o por lo menos no tan
rápido.
Ahora bien, por otro lado, esta ciudad me resulta sorprendente, mágica, asombrosa, en suma,
fascinante. Ningún día se parece a otro. No solo por los cambios climáticos y del paisaje
absolutamente dinámico, sino también porque todos los días descubres algo. Es cierto que no
tiene cines ni Malls, pero es imposible que te aburras, de todas las sorpresas que te depara.
Por ejemplo, buscando el sitio ideal para hacer la despedida de soltera, topamos con un sitio, que,
por fuera, conservaba la misma arquitectura (indefinible) de casi todos los locales de la ciudad,
pero al entrar, era moderno, vanguardista, con música contemporánea, bien atendido y sobre
todo con un despliegue de luces, que nada tenía que envidiar a los de la metrópoli de Santiago.
Mas sorprendida quedé aún, cuando nos dijeron que no había cupo en los siguientes dos meses.
Los controles sanitarios se respetan y a pesar de ya haber casi superado la Pandemia, aún se exige
cierto número de personas o aforo, para entrar. Pero…. en una ciudad pequeña todos se conocen.
A los pocos minutos, salió un garzón (así llaman a los mesoneros) que se había visto en la consulta
conmigo y al reconocerme, me prometió, (tenía influencias con los dueños) que nos conseguiría un
cupo, si alguien desistía.
Me he adaptado de tal manera, que he llegado a creer que en tiempos Antediluvianos viví aquí, de
tan familiar que me resulta todo. El doctor Alberto Torrealba, dice: Cecilia se siente como
“Alcaraván cazando”.
Me encuentro de lo más cómoda, usando el horario militar (24 horas) y diciendo ¡Señora y se
toma este medicamento junto con “la once”! ¿Saben a qué me refiero? Es una merienda que se
hace entre las cinco y las siete de la tarde, que combina comida salada y dulce y que se usó como
excusa para beber aguardiente, palabra compuesta de once letras, de ahí su nombre.