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Sigal, La radiografía de la pampa: un saber espectral:

(Lo anterior está en la carpeta)


→ Conceptos fundamentales de la radiografía: (...)
→ El indio, un marginado: Esta, sus descendientes puros o mestizados, junto al resto de
marginados asimilados, inmigrantes, proletarios, pobres, etc, conforman una de las fuerzas
en disputa, dejan de tener “potencialidades humanas” para convertirse en la tierra misma,
en el subsuelo (p. 515). Martinez Estrada hace una interpretación primitivista y salvaje
opuesta as la del buen salvaje rousseauniano, su asimilación corporal al horror de la tierra
lo permite, por el contrario las “grandes civilizaciones americanas” no son resultado de la
América, son fundadas en el refugio en la montaña de los desastres naturales, produciendo
el aislamiento entre las distintas sociedades . Por ello el “único aporte” lateral americano a
la civilización es el pensamiento del europeo que se refleja en el indio.
La segunda fuerza es la del blanco, el europeo y sus descendientes biológicos, los criollos y
los descendientes sociales, los ricos, clases medias y altas. Este busca la aventura y el
sueño de riqueza que las tierras prometen, al tiempo que vive en las persecusión del peligro
de la naturaleza, frustrado una vez no alcanzado el objetivo se niega a la naturaleza y
proyecta la riqueza en el futuro, da forma a toda una ficción y entramado burocrático-político
que le sostiene su utopía. (ibíd)
→ El blanco, un violador: El blanco busca en la inmediatez de la violación la satisfacción
de su deseo frustrado, modifica y potencia las fuerzas de la naturaleza que lo acaban por
destruir, el indio es vuelto fuerza de trabajo para satisfacer la utopía y su mujer para
satisfacer el placer inmediato. El indio es a la vez signo del peligro inminente de la
naturaleza y su acrecentamiento así como es recuerdo de su insatisfacción, por ello, como
tampoco puede eliminarlo, lo aleja a los lugares inhóspitos e incivilizados, y lo aleja de su
propia conciencia .
El indio, “destruido físicamente, confinado, y reprimido” se muestra para la radiografía
subsistente como un fantasma de culpa en el inconciente argentino que no es reconocido y
por tanto tampoco exorcisado, le acecha un eventual retorno y castigo de sus
descendientes marginados (p. 516). En este proceso de represión la distribución de
poblaciones limítrofes para exclusión de la barbarie acaba incorporándola, en este sentido
el país se organiza a través de la barbarie aunque el instrumento tenga orígen civilizado.
En la descendencia hay pregnancia de un carácter femenino: “El indio se hizo desconfiado,
reservado, desafecto; y el mestizo heredó, por la madre, esos rasgos en el cuerpo y el alma.
(p. 21)”. La misoginia se muestra como un recuerdo de este sometimiento a la madre del
indio/mestizo, el odia al padre, al hogar y las instituciones, como signo de una sexualidad
debilitada en comparación, se suma la “prostitución proliferante”, las “uniones clandestinas”.
(p. 517) (Muy similar a la idea del resentimiento social del que tanto se acusa
posteriormente al peronismo, así como su aparición en Nietzsche).
→ Retorno a la nada: Dice el autor, que aunque Martinez Estrada entienda el balance del
proceso iniciado por el “Descubrimiento” hasta la actualidades negativo, pero su mayor
miedo es “la amenaza de que las muchedumbres liberadas arrasen la mala sociedad y sus
diques de contención. Ese ‘interior’ reprimido quiere desbordar sus cauces, rechazar las
jerarquías, el sometimiento de sus instintos o la disciplina del trabajo. Es la máxima
expresión de la sociedad perversa, y también su verdad.” . El horizonte de esta “máquina de
guerra” es el “retorno” de lo que la “mala sociedad” confinó, sea lo que sea que signifique
para esta, para Martinez Estrada, dice Sigal, esta revancha significa la persecución del
análisis radiográfico y su radiógrafo, es decir, niega en este proceso de retorno superador
su propio reconocimiento de la condena estática del retorno al momento de la violación.
Martinez Estrada niega la posibilidad de la reforma. (p. 518)

→ Elementos de la etnografía argentina: Para Martinez Estrada se halla en todas las


instituciones el carácter primitivo (“resentimiento, simulación, histrionismo, desconfianza,
sentimiento de lo provisorio.”), estas instituciones son en verdad tótems, y al que remiten
todos ellos es el cuchillo (p. 519).
→ El Estado militar: El Estado es la máxima representación de esta descripción previa, es
fuerte como instrumento de control a la vez que es débil frente al resto de actores sociales
que no son la muchedumbre y a la cual se presenta como su conteniente. Es una
estabilidad frente a su dinamismo, tiene su organización fundamental en el ejército, y de
esta irregularidad se vuelve una institución “normal”, acorde a su sociedad civil. (ibíd).
Su fuerza se comprende por la debilidad del resto de las instituciones, su aglutinamiento
disciplinario como norma se hace en función del enemigo exterior “casi siempre imaginario”.
Es utilizado como instrumento de ascenso social, evitan la “desintegración total” de la
sociedad, pero los recursos necesarios de este son cada vez mayores, consumiendo o
entregando los recursos nacionales para su subsistencia. La historia de la argentina hasta
su momento es la historia militar; se trata de una entidad “anti-histórica”, o más bien
ahistórica. El militar representa al indio, pero también el contexto de incertidumbre que lo
asciende a la discusión pública, por ello necesita a la sociedad siempre movilizada frente al
peligro de un invasor en sus fronteras como en el momento independentista (p. 520).
→ El monstruo burocrático: Esta institución castrense sumada a la burocrática estatal de
la que dependen ⅔ de la población es un “Leviatán macerado” que otorga una estructura
meramente formal y mecánica; se expande sin contenido interior como un gas, multiplica
sus células, sus funcionarios con nuevos encasillamientos, en el funcionamiento mágico de
la arbitrariedad de recursos dispensados, tal funcionamiento discrecional es la normal
dinámica de la estructura burocrática estatal. El burócrata,privilegiado como el militar o el
político, vive en la hipocresía de su propia incompetencia, le persigue su histrionismo como
al militar el enemigo externo y al político la democracia parlamentaria (p. 521).
→ El machismo político y otros monstruos: El político, es la exaltación del funcionario, se
trata de una tarea mágica y transgresora por su improvisación, “continúa el culto del cuchillo
y del coraje”, retoma las figuras del gaucho baquiano y el rastreador del Facundo, se pone
como profeta de los afiliados y el “comité” es su templo en lugar de incipiente civilidad. Para
Martinez Estrada, el caudillo tiene el rol similar del radiógrafo al “trangredir el tabú” y mostrar
la verdad de la realidad argentina, pero en lugar de hacerlos “renunciar” se pone como el
refractor sacrificial de los impulsos de la muchedumbre para el “retorno de lo reprimido” (p.
522).
La universidad también es un intento de ocultar la “incultura del país”, es un extensión de
los funcionarios para el control de la vida cultural, una fábrica de títulos equivalentes a los
de propiedad, se critica la Reforma universitaria por su transgresión de la estructura;
verdaderamente la vida intelectual y artística se desarrolla fuera de la institución de manera
autodidacta. La madre, otorgado el lugar de transmitir la lengua y el “inconsciente
ancestral”, no puede realizarlo, la familia se asienta en la violencia del hombre que posee a
la mujer como a la tierra, los hijos por ello no tienen rumbo. La madre, que debería ser
mediadora entre la cultura de la tierra representada en el padre, para sus hijos es ultrajada y
el padre se muestra como extanjero, la relación familiar entre padre e hijo se transforma en
una sociedad civil-legal, no natural, el último busca diferenciarse en todos los sentidos,
fundamentalmente en lo0 económico y cultural: rechaza la materialidad, al inmigrante y la
cultura extranjera, realza la localidad (p. 523).
La sexualidad monstruosa, desprendida del amor y reducida a lo orgánico, atenta desde la
barbarie contra la mala sociedad, pero esta la incluye reprimida como repeticiones de la
venganza del marginado, la aglutina en el carnaval y el tango, la prostitución, el casamiento
de adulterio sistemático (p. 524).
→ Prepotencia del cuchillo: El cuchillo atraviesa la transformación de su uso para la lucha
y luego el trabajo, pero quedan las características del primero, el trabajo es un duelo “fálico”
por el placer y el honor individual, es un instrumento del autodidacta; domésticamente
adquiere una connotación femenina-infantil y en el hombre-libre-individual una de violencia
(ibíd). El cuchillo como el falo se lo esconde tras las vestimentas por decoro y su manejo
demuestra un acto sexual dual retraido sobre sí mismo, en este sentido “homosexual”, es
“un cuchillo siempre dirigido contra el hombre”. El cuchillo enfundado y su
desenfundamiento “repite el ser de los argentinos”, salen de sí mismos y muestran la llanura
interior, la exponen a los peligros de la naturaleza y con esto al conocimiento radiográfico:
se expone el cuchillo en el sainete, la sátira, la payada, la vanguardia literaria, la burla de la
ley, y se insinúa también en esta, en el polícia y el juez (p. 525).
→ El triste tango: (...)

→ La historia falsificada: Para Martinez Estrada la necesidad de crear un país, su pasado


inventado, y un vacío pedagógico, es lo que causa las dos partes de la historia oficial: la
liberal, que pone el principio en 1810, ignora el intervalo de las guerras civiles y el rosismo,
y pone su culminación en la caída de este y la prosperidad de 1880; por otro lado, el
revisionismo, que pone el principio también en 1810 como continuación del gobierno local, y
critica los contenidos europeizantes combatidos en el intervalo guerra civil-rosas, que luego
se imponen y llevan a la crisis de su tiempo.
→ Guerra nacional o guerra civil: Para M. E. 1810 no es el nacimiento de la nación sino la
búsqueda de división del virreinato para que Buenos Aires se establezca como su cabeza e
imponga frente al interior un modelo revolucionario acomodado a sus intereses económicos.
El antagonismo entre unitarios y federales, entre civilización y barbarie refiere realmente al
modo de producción agrícola o ganadero (p. 526). Lo que en Buenos Aires comienza como
una “tesis” revolucionaria se da de “hecho” en el interior, y el proceso bonaerense se
concentra en el control del hecho revolucionario más que en su propuesta civilizatoria, ahí
comienza la historia (que es militar) con la disputa por la “propiedad del ganado,
parcelamiento de tierras y el libre tráfico” como si se tratara de la vida mismas de las
muchedumbres que encaudillan al propietario para su defensa, que es más bien su
utilitación por parte de este (p. 527).
→ Un Estado sin Nación: El caudillaje es la máxima representación de la revolución (y en
esta Rosas) en su primer etapa rural, en tanto repetición de la conquista, por el fin de
explotar la tierra, sea a su sometimiento (federales) o a su enfrentamiento (unitarios) (ibíd).
Ya terminada la etapa rural el Estado se crea como una forma de consolidación de los
intereses europeos, la proliferación del capital extranjero, la inmigración y urbanización que
ocultan la falta de una sustancia vital nacional, lo previo es desplazado y quizás solo
sostenidos los intereses agro-ganaderos, de aquí que se cree la institución del ejército y
burocracia. El golpe de Estado a Yrigoyen es el coronamiento del proceso fraudulento e
incompetente de la generación conservadora y su profundización con la máscara del retorno
popular en las elecciones de 1916 (p. 528).
→ Buenos Aires, capital de la ilusión: Buenos Aires es la máxima representación de la
ficción nacional, es un intermediario que utiliza la pobreza del país como negociación ante
los extranjeros; con la federalización de Buenos Aires lo que se federaliza es la
dependencia de la metrópoli, es la vía de escape del resto del país hacia Europa. Produce
la unión del territorio a través de sí al tiempo que las separa entre ellas, “una pampa
encubierta de espaldas al país, unido a Europa.”. Es un espacio transitorio de viaje hacia
ningún lado como en la llanura, de recursos del campo y de ingreso de productos
extranjeros, “donde no se vive ni se reside”: “La casa es el hotel de paso en el viaje
interminable”. (p. 529)

→ Diagnóstico de la Argentina de los años treinta: Para M. E. la Argentina no ha


avanzado sino reforzado e institucionalizado los mismo procesos culturales desde la
conquista. La crisis del 30’ y la nueva metrópoli norteamericana se repite el círculo y
vuelven las conductas políticas autoritarias, el bandolerismo, el contrabando, ya sepultadas
por el discurso dominante. El golpe se presenta como el refuerzo institucional civilizatorio
con que atentaba Yrigoyen, de alguna manera, el ejército se posiciona en la ficción de un
retorno de lo popular movilizado en el radicalismo y la crítica del demo-liberalismo, pero es
más bien la forma de su asimilación en el círculo de la argentinidad (p. 530).
→ Contra el gobierno militar: La contradicción del gobierno de facto lleva más que nunca
a suprimir la relación con la realidad, se trata de una tarea enteramente técnica y mecánica
con el discurso de la nacionalidad mientras se beneficia a los oligarcas. El balance del autor
es meramente negativo, solo se reprime violentamente, se vuelve la población vorazmente
más miserable, se importan ideas y modas que ocultan el problema fundamental argentino,
se habla de industrialización pero solo las livianas, más cercanas a la naturaleza, sin
capacitación técnica, pueden subsistir (p. 531)
→ Dinero y consumo: Esta forma de producción importada es un nuevo instrumento
soportado por el Estado con subvenciones que está profundamente atado al modelo de
exportación agropecuaria; tiene también el peligro de la proletarización. El problema del
consumo es el retorno del no progreso, la producción industrial se asienta en la necesidad
de consumo de productos exteriores de los sectores beneficiados en la explotación
agropecuaria, se busca despilfarrar el excedente en lugar de la acumulación que posibilite
un desarrollo industrial que independice de la metrópoli. Es así que la sociedad se divide no
por clases sino por estilos de consumo, entre una clase baja que busca destruir las
instituciones de la civilización y las clases medias y altas que viven según sus propias
normas (p. 532)
→ Grupos sociales: En realidad se dividen en tres formas de consumo: entre las que
participan de la “civilización” están las clases altas, compuestas de latifundistas y grandes
industriales, responsables por la situación crítica del país, deshumanizados y
desnacionalizados, y pervertidos por el peso de su riqueza, reproducen el daño al país. La
clase media urbana, compuesta por oficinistas, profesionales, etc, es un sector intermedio
entre sus aspiraciones de consumo y sus posibilidades, vive provisionalmente, pues “son
prisioneros del crédito” y se encuentran en la constante insatisfacción de sus deseos o el
peligro de que no sean cumplidos por la amenaza de la barbarie; existe también la clase
media rural (“y los intelectuales honestos”, donde se ubica M. E.), que se entienden como
defensores fundamentales de la civilización. La última clase es el proletariado, monstruoso y
descendiente del indio, niega su clase no en un sentido revolucionario sino que busca la
salvación personal en el ejército o la función pública, salta las normas impuestas de la
jerarquía, o de los medios correctos, es un “tránsfuga”, se simiente en el resentimiento por
la aristocracia o los logros de sus congéneres. La crisis es, en definitiva, moral. El proceso
necesario para la solución es la guía espiritual que sublime la violencia inconsciente del
proletario argentino, con respeto mutuo entre los lugares correspondientes a la élite y a la
masa (p. 533-534).

→ La lúcida aceptación de la realidad: Se culpa a Sarmiento como sistema de


autoengaño de la realidad contradictoria argentina, su programa estaba demasiado
arraigado a la utopía euro-americana, pero pretendía aplicarla a través de la coerción. Para
Martinez Estrada se deben desarticular todas los discursos acerca de la sociedad argentina
hasta el momento y su progreso determinado, reconociendo el orígen de todo y trayéndolo a
la conciencia, para luego plantearse la nueva construcción del país, con las dificultades
propias del suelo que siempre intenta destruir al indio y este vengarse del blanco. Se trata
de una utopía nihilista ubicada en las clases medias: que deponga todas las fórmulas
ajenas, en la búsqueda de una autorrepresión positiva; que logre sublimar la fuerza de la
naturaleza hacia la comunidad respetuosa; que rechace los instintos económicos y de
adquisición política para conciliar los lugares de las clases altas y bajas, conociendo el lugar
que la naturaleza le otorga y dándole un cauce ascético.

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