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Textos para crónica

El discurso sobre el mapuche en la crónica de González de Nájera.

1)FAÚNDEZ, Edson. “Los hombres sin rostro. Escritura y racismo en Desengaño y


Reparo de la Guerra del Reino de Chile de Alonso González de Nájera”, Atenea, N°
488, (2003): 117-134.
https://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-
04622003048800006&lng=es&nrm=iso&tlng=es

Las máquinas, en cuanto agenciamientos concretos de la máquina abstracta imperial,


operan sobre fuerzas que dificultan el despliegue de sus deseos. Una de esas fuerzas
obstinadas la constituye el indio; sobre él, las máquinas se empeñaron en producir la
borradura de su humanidad o la inscripción de un rostro. En este proceso de anulación o
de rostrificación, las claves que entregan las máquinas de escritura resultan
fundamentales. Desengaño y reparo de la guerra del Reino de Chile  de Alonso González
de Nájera y Cautiverio feliz  de Núñez de Pineda y Bascuñán cifran con exactitud el
problema. El primer texto borra la humanidad del indio; mientras que el segundo le otorga
humanidad.

Las máquinas de escritura, mediatizadas por el poder dominante que intentan expandir y
perpetuar, declaran verdades generales y subjetivas acerca del indio. Ellas han vaciado,
silenciado, olvidado o desconocido, las formas de subjetivación preexistentes; han borrado
los pliegues que dibujaban otras posibilidades de ser; han anulado a las tribus y sus
enigmas para inscribir nuevos pliegues generadores de inhumanidad o de un rostro
inacabado que la disciplina religiosa y social ha de completar. El poder, entonces, señala la
inexistencia del otro al separarlo de su origen y reterritorializarlo en una imagen por él
creada: nueva y atroz violencia ontológica que impone sobre la borradura de la
heterogeneidad del indio el vacío o una infra-alma. La imagen del indio, su verdad, en los
textos del período es un producto del poder; sus misterios, la otra verdad, yacen
sepultados y doblegados por los deseos transformacionales que subyacen a las máquinas
de conquista.

 El poder ha iluminado al indio, concediéndole un rostro. En Desengaño y reparo de la


guerra del Reino de Chile, la inclusión se repliega para que la exclusión se manifieste. No
hay rostro del indio, sólo cuerpos abandonados por el poder.

 González de Nájera promueve la imagen de las "crueles fieras" que se solazan en la


negación de los códigos que singularizan lo civilizado. La imagen del "buen salvaje" y del
"bárbaro terrible", presente ya en los relatos de Colón -a partir de la imagen de
los taínos y de los caribes-, dicotomiza los efectos del poder sobre los naturales en los
textos de la época. Equivalen a los dos polos fundamentales de la producción deseante en
el territorio del Nuevo Mundo.
La tensión que se expresa entre las máquinas de conquista se resuelve en la disputa de
los cuerpos. Los cuerpos de los naturales están en el centro de la contienda, configuran la
materia no formada ni formalizada con la que trabajan las diversas máquinas imperiales:
la informe materia del sueño de las máquinas deseantes. González de Nájera, el soldado,
eleva la conquista física, la propone como estrategia esencial para dominar a los indios y a
la tierra en el Reino de Chile; por tal motivo, arroja sobre el cuerpo del araucano los
semas constitutivos del bárbaro, lo que imposibilita la producción de pliegues religiosos en
él.

La lógica aristotélica de utilización de la energía de grupos "inferiores" como energía para


el trabajo, a partir del estatuto jurídico de la esclavitud, provocó que los naturales fueran
utilizados en labores de producción que incrementaban las riquezas del Imperio 9. El indio
pasó a constituirse en la mano de obra fundamental en el trabajo de las minas, de las
haciendas y de los campos -también en labores atingentes a la guerra-. Cuando en el
texto se lee que "son los indios en general haraganes y flojos" (41) y que sólo pueden
realizar un "ruin servicio", la estrategia textual se orienta a la exclusión del indio de
funciones productivas, de tal forma que la fuerza indígena pueda ser sustraída a la
máquina económica. Dentro de los signos distintivos del bárbaro -independientemente de
si éste es amigo, esclavo o guerrero- existe uno que lo desacredita como fuerza de trabajo
y lo cualifica como fuerza obstinada, disminuida en términos económicos de producción.
La utilidad que pueda prestar el indio en el desarrollo económico es insignificante, por lo
que se dificulta su incorporación social.

2)Todorov, Tzvetan. 1987. La conquista de América. La cuestión del otro. México:


Siglo Veintiuno Editores

Se puede decir que esta argumentación reune cuatro proposiciones descriptivas sobre la
naturaleza de los indios con su postulado que es tambien un imperativo moral. Esas
proposiciones son: los indios son de naturaleza sumisa: practican el canibalismo: sacrifican
seres humanos: desconocen la religion cristiana: En cuanto al postulado- prescripción, es
el siguiente: uno tiene el derecho, incluso el deber, de imponer el bien al otro. Quizás
haría falta precisar de inmediato que uno mismo es quien decide lo que está bien o mal;
uno tiene el derecho de imponer al otro lo que uno mismo considera como un bien, sin
preocuparse por saber si es igualmente un bien desde el punto de vista del otro. Este
postulado implica, pues, una proyección del sujeto enunciante sobre el universo, una
identificacion de mis valores con los valores. (166)

3)BARABAS, Alicia M. “La construcción del indio como bárbaro: de la etnografía al


indigenismo” Alteridades, N° 10, (2000): 9-20.
* La alteridad de los indígenas de América se ha venido construyendo desde mucho antes de la
Conquista si consideramos que las imágenes de diferencia, producidas por los europeos a partir de
otros pueblos considerados bárbaros, fueron proyectadas más tarde sobre los habitantes del
nuevo mundo

Como proceso las imágenes sobre el bárbaro se construyen entrelazadas con la historia y los
contextos. Sus transformaciones de fondo y de forma se relacionan directamente con las
ideologías imperantes en diferentes épocas, pero todas tienen en común un punto de partida
etnocéntrico; el bárbaro es un Otro percibido como diferente a partir del que observa y relata, sea
la percepción imparcial, positiva o negativa. (9)

El término bárbaro fue utilizado por los primeros “etnógrafos” griegos para referirse a los no
griegos: los extraños y sus culturas. El Otro no era uno mismo pero no por ello era inferior. Los
textos de Herodoto muestran una cierta comprensión de la relatividad de las culturas ya que, aun
cuando la descripción del Otro partía de una posición etnocéntrica, no despreciaba ni inferiorizaba
las razas, religiones y costumbres de los demás pueblos[...]Pero la categoría que remitía al Otro
radicalmente diferente era la de salvaje, semihumano o no humano, primero existente en la
mitología de seres monstruosos y hacia el siglo V A.C. proyectada como imaginario sobre los
pueblos bárbaros con los que mantenían guerras. (10)

La transposición de bárbaro a salvaje, o la salvajización del bárbaro, ha sido un proceso muy


frecuente en la historia, toda vez que el Otro amenazaba el statu quo y debía ser radicalmente
desacreditado. Por ello salvaje y bárbaro, dos instancias de un proceso, compartían muchos
atributos negativos para los urbanos civilizados que los observaban: seres silvestres, sin idioma,
que no viven en espacios urbanizados sino en espacios salvajes (desiertos o selvas). Pueden llegar
a ser brutales y comer comida cruda, andar desnudos e incluso practicar el canibalismo.(11)

El bárbaro imaginado en el medioevo cristiano, que más tarde llegaría a América, incluía un acervo
de estereotipos negativos, causales de desprecio e inferiorización, que tal vez pueden ser
emblematizados por la idolatría, sinónimo de subhumanidad o no humanidad. A la construcción
ideológica del bárbaro como pagano y, por ende, semihumano, le acompañaba el prejuicio de la
“naturaleza inferior” y de la “subordinación a la raza superior” derivados de la teoría aristotélica
de la desigualdad humana. (11)

El bárbaro colonial

Salvo excepciones, los españoles no querían conocer la diferencia de los indios, al no conocerla la
imaginaban y lo hacían a partir de valores etnocéntricos sustentados en la inferiorización del Otro
(11)

En el proceso de construcción del bárbaro colonial pueden identificarse un conjunto de


representaciones que tienen su punto de anclaje en el antiguo imaginario de la barbarie. No
obstante, a los ojos de la mayoría delos cronistas y de los frailes los indios tenían grandes estigmas
propios: idolatría, sacrificio humano, canibalismo, brujería, poligamia, incesto, sodomía. (12)

Muchos de los cronistas se basaban en la doctrina aristotélica y apoyaban sus argumentos con
atribuciones prejuiciosas sobre los indios, tales como: ser bestiales, comer carne cruda, arañas y
gusanos, hacer sodomías, no conocer la justicia, ni el amor ni la vergüenza (desnudez), no tener
cortesía ni obediencia con los viejos (Tomás Ortiz, en: Todorov, 1995: 161). Entre los atributos más
desacreditadores, incorporados en el imaginario sobre el bárbaro como sinónimo de no-
humanidad o animalidad, se contaban también la desnudez y la alimentación silvestre. (12)

Vale enfatizar que la entrada del bárbaro en el cristianismo propició dos procesos que, con
transformaciones, subsisten hasta el presente: un proceso de “salvajización” del bárbaro
irredimible, que al mismo tiempo es alejado hacia las fronteras exteriores de la “civilización” y,
paralelamente, un proceso de “desbarbarización” del redimible que culmina con la supresión de la
diferencia y la conversión en “civilizado”. (13)

6) Huidobro,María Gabriela.”El retrato del bárbaro y el concepto de barbarie en la


épica sobre la Guerra de Arauco en el siglo XVI”, Hipogrifo: Revista de Literatura y
Cultura del Siglo de Oro, Vol. 5, Nº 2, (2017):169-198.
https://www.redalyc.org/journal/5175/517554422011/html/
Su oposición como antagonistas en la guerra no descansó, por ende, tanto en razones de
poder y de valor, cuanto en los fundamentos y características culturales de los mismos. En
este sentido, el retrato de los héroes no permitía establecer una distinción cualitativa entre
el valor de cada bando. La distancia entre ambos debía hallarse en otro concepto que
estructuró también el discurso implícito en estos poemas, dando cuenta de los personajes
indígenas en términos de alteridad. El araucano en cuanto otro se definió como bárbaro.

Se trata de un concepto de larga tradición, que surge de una cosmovisión bipartita que
enfrenta dos realidades culturales en base a su diferencia, ya sea ésta entendida en
términos de alteridad o de subordinación. Aun cuando originalmente el concepto remitió a
una distinción lingüística, tal como establecía Homero en la Iliada (XI, 867), su
significación adquirió paulatinamente connotaciones culturales, morales y políticas que
establecieron diferencias cualitativas entre el bárbaro y quien lo definía. Heródoto, Esquilo
y Tucídides, en el siglo V a.C., dieron clara cuenta de ello: si bien no relegaban a los
bárbaros a una categoría naturalmente inferior, sí sentaban los fundamentos de la
excelencia helena mediante el contraste de ambos mundos. Los bárbaros no lo eran sólo
por no hablar griego, sino por no practicar su modo de vida, representado en la polis
como único fundamento posible para llevar una vida plenamente racional y humana.

El cristianismo, en este sentido, resignificó esta función sin perder por ello su rol
fundamental. En tiempos medievales, el bárbaro fue el infiel y el pagano, cuya condición
podía revertirse a través de su conversión. No obstante, su calidad no se relegaba sólo a
una diferencia de fe, sino que implicaba una distinción cultural, moral y política que
devenía de la carencia de una revelación que confería en plenitud, las capacidades
racionales y lingüísticas8.

Desde el punto de vista de la formulación del discurso, los testimonios hispanos,


especialmente las crónicas, evidencian una concepción binaria del mundo que se expresó
mediante la retórica de la alteridad. Las guerras y el proceso de conquista supusieron la
oposición del imperio español cristiano contra la barbarie, y de ello, del orden contra el
caos, de la Verdad contra el error. El bárbaro americano se definió a partir del retrato
europeo en términos de negación, de manera que su realidad se verbalizó mediante las
categorías humanistas y cristianas españolas. Sin embargo, tal distinción no se realizaba
para excluir, sino para considerar al otro desde códigos de lo propio que permitieran
incorporarlo al mundo cristiano. Bajo esta cosmovisión bipartita descansaba una
pretensión universalista y una voluntad evangelizadora propias de una visión eurocéntrica,
que buscaba incorporar el cosmos bajo una misma fe y un orden único. Esto implicaba
una conquista ideológica, un proceso de apropiación del otro y de asimilación conceptual
de su novedad, que modificaba su imagen original y que auto-definía al europeo como
descubridor, conquistador y evangelizador del Nuevo Mundo 10.

No obstante, pese a reconocer en el pueblo araucano un orden social y una organización


política, su retrato no les restaba su condición bárbara, ya que su organización no poseía
los fundamentos propios de la vida civilizada, que suponían la constitución de una
comunidad normada por una ley, lo que a su vez garantizaba la convivencia pacífica al
interior de ésta24. Los araucanos fueron representados en oposición a tales condiciones —
como sujetos sin ley y de naturaleza guerrera—, definiendo así por negación aquello que
los españoles entendían como civilización 25. Incluso Ercilla, que reconocía positivamente
algunas cualidades de la sociedad araucana, decía de los indígenas que «gente es sin Dios
ni ley»26,

La irracionalidad también imperaba en ocasiones, en las festividades indígenas. El


alcoholismo fue frecuentemente asociado a la actitud colectiva de los bárbaros, que
provocaba celebraciones caóticas, cuyas connotaciones rayaban en lo malicioso e infernal.
Pedro de Oña, por ejemplo, describía en sus primeros cantos a los araucanos celebrando
sus victorias antes de la llegada de García Hurtado de Mendoza, y junto con actos
idolátricos, el poeta se detenía a describir la actitud descontrolada e irracional de la
colectividad indígena, en una borrachera que los conducía a caer en cada uno de los vicios
capitales40.

La barbarie, como condición de los araucanos, permitía legitimar los esfuerzos españoles
por conquistarlos y evangelizarlos, ya fuese por la vía de las armas o a través de un
proceso de colonización y educación. Más allá de las críticas a los procedimientos
hispanos, en los poemas subyace un ideal de conquista y de integración de los pueblos de
Arauco al imperio de España como paradigma de civilización. Así, todo acto contra tal ideal
era calificado como manifestación de rebeldía, haciendo de su agente, un bárbaro.

7) Mora Rodríguez, Luis Adrián. “La barbarie americana: Reflexiones lascasianas


para la modernidad”, Pasos, Nº133, (2007):29-35.
http://biblioteca.clacso.edu.ar/Costa_Rica/dei/20120706034400/barbarie.pdf
En el libro I de la Política, Aristóteles define a dos tipos de seres humanos. Por un lado, aquellos
que son guiados por la razón, que son prudentes y conviven regidos por relaciones políticas. Y por
el otro, aquellos que no poseen razón, que se comportan como bestias salvajes y son calificados
como “bárbaros”. Las Casas retoma esta distinción afirmando que estos últimos no poseen reyes
naturales, no han establecido república alguna, porque no se encuentra entre ellos ninguno que
tenga la sabiduría para gobernar (Las Casas, 1986). (30)

Como se puede ver, los denominados “bárbaros” no tienen por qué corresponder únicamente a la
primera definición que da Aristóteles. Los indios podrían considerar como “bárbaros” a los
españoles al no compartir estos últimos el mismo lenguaje, y no poder establecerse así una
comunicación efectiva. En esta simple valoración de la situación americana, Las Casas da pasos
gigantescos otorgando directamente a los indios un estatuto de igualdad frente a los españoles
(31)

Como se pudo apreciar, Las Casas muestra la ambigüedad del término “bárbaro” y plantea la
imposibilidad de justificar la guerra contra los indios basándose en una definición restrictiva de
este concepto. La pluralidad de sentidos permite por el contrario humanizar a los indios, ponerlos
en la misma línea que los españoles. Sin embargo, aunque los indios no entren en la categoría de
“esclavos por naturaleza”, esto no impide que se les pueda aplicar otras denominaciones que
afectan de igual modo su relación con los españoles, tal es el caso del apelativo “infiel”. (32)

Los españoles (junto con sus perros) se transforman en aves de rapiña o en “lobos” que buscan
destruir a sus presas. Pero esta destrucción no es “natural”, es decir, no es el desarrollo de una
cadena de sobrevivencia, sino que aparece como fruto de la pura maldad y de la avaricia. La
deshumanización del “Otro” es requisito indispensable para su exterminio.

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