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Daniel Alcides Carrión: la teoría unicista

Daniel Alcides Carrión: Unicist theory

David Salinas1

1
 Universidad Nacional Mayor de San Marcos - Facultad de Medicina - ESSALUD - Lima - Perú

Introducción

Daniel Alcides Carrión es el principal símbolo de los médicos peruanos; el 5 de octubre, en su


homenaje, se celebra el día de la medicina peruana (Figura 1) (1,2).

Carrión investigó la bartonellosis por Bartonella bacilliformis o Enfermedad de Carrión, una


infección propia de Sudamérica (4) —reportada solo en Perú, Ecuador y Colombia— que presenta
clásicamente dos fases clínicas: una fase conocida como fiebre de la Oroya, caracterizada por
fiebre y anemia severa de tipo hemolítico, y una fase tardía conocida como la verruga peruana,
en la que el paciente desarrolla erupciones dermatológicas (Figura 2).
La biografía científica relacionada a Daniel Alcides Carrión contiene varios errores (6) y mitos que
se repiten en libros (7) y aún en revistas especializadas (8-10). Son pocos los estudios que han
investigado al científico con objetividad alrededor de su experimento y por lo cual ha existido
mucha controversia e incomprensión. Con el fin de precisar con objetividad su real aporte
científico, se realizó la presente revisión histórica basándose en documentos escritos por Carrión,
por los testigos de su experimento y por fuentes históricas de la época.

La enfermedad de Carrión: la teoría unicista

La bartonelosis por B. bacilliformis, o Enfermedad de Carrión, existió desde la cultura preinca


(11) en el virreinato. Cosme Bueno (12), profesor de Hipólito Unánue, documenta el
conocimiento de medicina tradicional que existía en Perú sobre la verruga peruana, en donde se
describen dos formas clínicas; esta descripción representa probablemente la primera evidencia
de la teoría unicista. Durante el período virreinal hubo otros escasos registros que documentaron
la enfermedad de Carrión, entre ellos figuran los del cirujano Gago de Vadillo, del francés Martín
Delgar y del sabio Hipólito Unánue (13), pero estos no hicieron mención a la teoría unicista; sin
embargo, posteriormente viajeros peruanistas como Hipólito Ruiz, Tadeo Haenke, Jacob Von
Tschudi y Antonio Raymondi documentaron conocimiento sobre esta teoría (14), la cual no fue
considerada por la comunidad médica peruana probablemente porque los investigadores no eran
médicos.

Durante la construcción de un ferrocarril en 1871 se desarrolló una mortal epidemia de fiebre


con anemia severa que llamaron fiebre de la Oroya; la epidemia se produjo por la llegada de
hombres extranjeros que, sumado a las obras de ingeniería, dispersaban el probable vector —
mosquito Lutzomya—, alterando el equilibrio endémico de las zonas llamadas verrucógenas. La
aparición de esta epidemia originó un gran debate científico (15) y afectó a tantos pacientes que
muchos de ellos tuvieron que ser derivados a atenderse en centros médicos en Lima como la
clínica francesa Maisón de Santé. En esta última institución laboraba el médico venezolano
Ricardo Espinal (16), quien postula la teoría unicista apoyado en sus observaciones clínicas,
principalmente en la de un paciente norteamericano llamado Wilson que tuvo fiebre con anemia
severa y que al regresar a Estados Unidos desarrolló verrugas. La hipótesis unicista se basaba en
evidencia clínica observacional, pero la duda persistía porque existían otras teorías sobre la
fiebre de la Oroya.
Por las múltiples muertes, la construcción del ferrocarril trasandino fue paralizada y la epidemia
empezó a desaparecer; por esa época, un estudiante de medicina peruano, Daniel Alcides
Carrión, empieza a investigar a pacientes con diagnóstico clínico de verruga peruana y se entera
que científicos chilenos publicaban trabajos en Europa sobre esta patología (17) mientras que los
médicos peruanos se dedicaban a investigar otras enfermedades como el ántrax (18).

La verruga peruana fue investigada en el Perú muchos años antes del experimento de Carrión:
en 1858 Tomás Salazar, que fue profesor de Daniel Alcides Carrión, realizó la primera
descripción conocida; en 1861 el médico peruano Armando Vélez realiza un estudio
histopatológico y en 1873 Enrique Basadre, quien fue alumno de Ricardo Espinal, realizó un
estudio clínico donde también documentó la teoría unicista de su maestro (19).

Sin embargo, el interés científico por la verruga peruana se fue perdiendo en Perú y fue
creciendo en Chile; esto, en un contexto post derrota de la guerra con Chile e impulsado por un
nacionalismo científico, fue un factor que estimuló a Carrión para que el 27 de agosto de 1885
decidiera realizar un experimento de autoinoculación (2) con las secreciones inmediatamente
extraídas por rasgadura de una verruga peruana de un paciente. Después de la inoculación
continuó con sus actividades estudiantiles hasta que a los veintiún días inicia su sintomatología y
progresivamente percibe una palidez marcada. El estudiante estuvo asombrado por la rapidez
con que se desarrolló la anemia —la anemia hemolítica de la bartonelosis por Bartonella
bacilliformis es conocida como una de las más rápidas y severas de todas las anemias que
afectan al hombre— y a medida que la enfermedad avanza reconoce que el cuadro que está
presentando es la fiebre de la Oroya; correlacionando su inoculación con secreciones de verruga
concluye "He aquí la prueba palpable de que la fiebre de la Oroya y la verruga reconocen el
mismo origen" (2, p46)

La evidencia clínica-experimental de la teoría unicista es el principal aporte científico de Carrión


(3). El experimento aportó además evidencia científica que la verruga peruana era una
enfermedad inoculable.

Carrión y la teoría unicista

En relación a Carrión y la teoría unicista es necesario resaltar los siguientes aspectos:

Daniel Alcides Carrión no creó la teoría unicista

Varios investigadores atribuyen erróneamente a Carrión la creación de esta teoría. La teoría


unicista es un conocimiento de medicina tradicional documentado en 1764 (12) y confirmado
posteriormente por viajeros peruanistas; más adelante el doctor Espinal (16) brindó evidencia
clínica-observacional. El propio Daniel Alcides Carrión reconoció durante su investigación que él
no creó la teoría unicista y afirmó que solo en las horas finales de su experimento la escuchó de
uno de sus profesores, el doctor Alarco (2).

Carrión no creía en la teoría unicista

Carrión conocía la teoría unicista antes del experimento pero no creía en ella —probablemente
porque existían varias teorías relacionadas a la fiebre de la Oroya—, por lo que diseñó su
experimento para intentar reproducir la verruga peruana y no la fiebre de la Oroya; para él estas
dos eran enfermedades diferentes antes del experimento y en su diario afirma: "Hasta hoy había
creído que me encontraba tan solo en la invasión de la verruga, como consecuencia de mi
inoculación, es decir, en aquel periodo anemizante que precede a la erupción" (2, p45). Sin
embargo, al final reconoce que estaba equivocado, convirtiéndose este en su aporte científico.
Carrión no diseñó su experimento para probar la teoría unicista

Carrión diseñó su experimento para conocer cuáles eran los síntomas iniciales de la usualmente
benigna verruga peruana (20) y probablemente hacer el diagnóstico diferencial con la malaria,
una enfermedad con la que tiene similitudes clínicas y epidemiológicas. Carrión afirma antes del
experimento que la epidemiología era la única clave conocida para el diagnóstico precoz de la
verruga peruana (2) y dado que quería conocer los síntomas no experimentó en animales. Para
el médico, el desafío de la verruga en el siglo XIX es similar al desafío que actualmente tiene la
ciencia mundial con el ántrax por inhalación: conocer síntomas precoces que puedan
diferenciarlo de otras enfermedades.

Carrión obtiene la evidencia clínica de la teoría unicista sin haberlo planificado

Algunos investigadores consideran un ejemplo de serendipia (21) el modo en que Carrión obtuvo
ese conocimiento; sin embargo, no solo la suerte determinó su hallazgo: él pudo captar ese
conocimiento clínico solo porque era un investigador y conocía bien la clínica de la verruga
peruana.

Carrión creía que la verruga peruana era una enfermedad única, sin relación con la fiebre de la
Oroya, pero durante la evolución del experimento, al percatarse de la rápida anemia severa y la
alta fiebre, cambió su concepción y afirmó la teoría unicista. Como se repite frecuentemente, no
era su intención encontrar la relación entre ambas formas clínicas (5-8).

Carrión no demostró la teoría unicista

El experimento de Carrión aportó experimentalmente la evidencia clínica de que la fiebre de la


Oroya y la verruga peruana eran la misma enfermedad (21). Los conceptos folklóricos existentes
desde épocas remotas, la evidencia clínica observacional de Ricardo Espinal, los hallazgos
experimentales de Carrión y los conocimientos clínicos epidemiológicos de los médicos peruanos
(5) llevaron a una inicial consolidación de la teoría unicista a finales del siglo XIX; sin embargo,
en 1913 una expedición de la prestigiosa Universidad de Harvard, liderada por Richard Strong,
determinó que la fiebre de la Oroya y la verruga peruana eran dos enfermedades diferentes,
contradiciendo las conclusiones de Carrión (22,23).

La demostración final de la hipótesis unicista la hizo años después, en 1926, el científico japonés
Hideyo Noguchi del Instituto Rockefeller al aislar la Bartonella bacilliformis en ambas fases de la
enfermedad y comprobar que al ser inoculadas en monos causaban ambos síndromes (24-26).
Noguchi tuvo gran placer en confirmar el trabajo de Carrión, un investigador solitario, y no el del
grupo de Harvard (15). Una segunda expedición de Harvard, también liderada por Richard
Strong, tras las pruebas bacteriológicas de Noguchi reconoce su error y acepta la teoría unicista
de la enfermedad de Carrión (27).

Sin embargo y aún después de la demostración bacteriológica de Noguchi, científicos franceses


del Instituto Pasteur (28) interpretaron erróneamente los hallazgos de Noguchi al observar dos
gérmenes en las microfotografías; estos investigadores persistieron en defender la teoría dualista
postulando gérmenes diferentes para la fiebre de la Oroya y la verruga peruana. El principal
exponente de esta posición científica francesa fue André Lwoff, miembro de la Sociedad Francesa
de Patología Exótica y Premio Nobel de Medicina en 1965 por sus aportes científicos en
microbiología, quien desconoció también los hallazgos del estudiante de medicina Daniel Alcides
Carrión y de la Escuela Médica Peruana. En respuesta, la Academia Nacional de Medicina peruana
emitió una declaración conjunta defendiendo la teoría unicista (29). Posteriores avances en
microscopia electrónica y bioquímica han complementado el conocimiento sobre la teoría unicista
de la Enfermedad de Carrión (30-33).
Conclusiones

El experimento de Carrión fue útil para la ciencia, pues brindó la evidencia clínica que permitió
que años después, en 1926, se realizara la demostración final de la hipótesis por Hideyo Noguchi
al aislar la Bartonella bacilliformis en ambas fases de la enfermedad. Carrión no solo aportó
clínicamente a la etiología unitaria de la verruga peruana y la fiebre de la Oroya, también reveló
el fenómeno que diversas enfermedades pueden ser producidas por un único patógeno (32).

Para Daniel Alcides Carrión la verruga se podía reproducir experimentalmente por inoculación y
era una enfermedad transmisible, pero por algún factor aún no demostrado posiblemente
también era una inmunodeficiencia natural; desarrolló la fiebre de la Oroya ante la nueva
realidad, y como buen científico aceptó su error y cambió su hipótesis: a partir de la verruga
peruana se puede reproducir la fiebre de la Oroya.

En ciencia, irónicamente los errores son los que a veces la llevan hacia adelante y al reconocer
su error Carrión brinda su aporte mundial: la evidencia clínica experimental de la teoría unicista.

http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0120-00112016000100015
Bartonelosis (Fiebre de la Oroya o Verruga Peruana)
¿Enfermedad ocupacional
 

Cesar Gonzáles R. (1), Ciro Maguiña V. (2), Felipe Heras M. (3), Luis Conde-Salazar
G. (4)

Historia

La bartonelosis conocida como enfermedad de Carrión o Verruga Peruana constituye una


endemia ancestral que afecta a la población de valles interandinos y algunas áreas de selva
alta. Esta enfermedad fue conocida por culturas precolombinas, tal como se ha podido
determinar en algunos huacos y monolitos de la época. (1)

En la conquista de América las tropas españolas sufrieron las “fiebres y verrugas” de


Coaque, siendo diezmados muchos de ellos.

En la época de la República (1870-1906) se registra una grave epidemia durante la


construcción del ferrocarril Lima – La Oroya (el más alto del mundo), en ella participaron
miles de trabajadores (chilenos, chinos, bolivianos, etc.) de los cuales fallecieron más de
7,000 siendo la enfermedad conocida como “Fiebre de la Oroya”; en algunos sobrevivientes
aparecieron erupciones dérmicas rojizas, a las que se dio el nombre de verruga peruana.
Esta epidemia motivó un gran interés de investigación en la comunidad médica
internacional. (1)

En 1885, el estudiante de medicina peruano Daniel Alcides Carrión investiga y establece la


unidad clínica existente entre la fiebre de la Oroya y la verruga peruana, constituyéndose
así en el mártir de la medicina peruana.

En 1905, el médico peruano Alberto Barton aisló y describió a la Bartonella bacilliformis


como agente etiológico responsable de la enfermedad de Carrión o verruga peruana.

En 1913, Townsend identificó a la Lutzomyia verrucarum como el vector responsable de la


enfermedad.

La enfermedad de Carrión siempre fue considerada una enfermedad histórica, anecdótica y


enigmática, y ha sido estudiada no sólo por peruanos sino también por extranjeros, algunos
de los cuales se han especializado en este microorganismo.

Distribución geográfica

La enfermedad de Carrión constituye una enfermedad endémica en Sudamérica y sólo se ha


reportado en el Perú (Ancash, Cajamarca, Lima, etc.), Ecuador (Loja), Colombia (Nariño);
en Tailandia y Sudán se han descrito cuadros similares.

La bartonelosis humana requiere condiciones especiales para su desarrollo y presentación;


en el Perú, las áreas verrucógenas se dan en una extensa área entre los 2º de latitud norte
y 13º de latitud sur de la vertiente occidental de los Andes; se estima una población de
1’686,236 habitantes que residen en estas áreas endémicas, las cuales abarcan un área de
144,496 Km2.

Clásicamente los nichos verrucógenos se localizan entre los 500 – 3,200 m.s.n.m., pero
debido a cambios ecológicos y otras variables epidemiológicas la enfermedad se ha
encontrado en áreas de la costa y selva. (7)

Bacteriología

La Bartonella bacilliformis es una bacteria aeróbica Gram negativa intracelular pleomórfica


móvil, con especial tropismo por el glóbulo rojo.

Para su observación se emplean técnicas de coloración Giemsa o Wright, se requiere de


medios de cultivos especiales, siendo la temperatura óptima de desarrollo de 25ºC a 28ºC.

En estos cultivos se ha visto que la bacteria posee flagelos unipolares; a la ME, dichos
flagelos poseen una longitud de onda de 800nm; se sabe que los filamentos flagelares están
compuestos de polipéptidos de 42 K-Da, y esta disposición determina su movimiento como
“tirabuzón”, el cual le permite penetrar con facilidad a los glóbulos rojos. (10)

Transmisión

La bartonelosis en el humano es transmitida por la picadura de mosquitos hematófagos del


género Lutzomyia (Lutzomyia verrucarum, peruensis, serrana, etc.), conocida popularmente
como “titira” o “manta blanca”. La Bartonella bacilliformis se multiplica rápidamente en
reservorios humanos durante la fase aguda de la enfermedad y permanece durante periodos
prolongados en las personas convalecientes. No se ha demostrado la existencia de
reservorios silvestres, siendo el hombre enfermo y no tratado el único reservorio conocido.
(2)

La Lutzomyia verrucarum, vector principal de la verruga peruana, es una especie propia del
Perú; se encuentra en los valles occidentales e interandinos de los Andes peruanos, también
en las casas (dormitorios), en los ambientes peri domiciliarios y en menor cantidad en el
campo abierto.

Tiene un patrón estacional, el cual obedece a las diferentes condiciones climáticas de las
zonas; aumenta en número a partir del mes de marzo a junio.

Las Lutzomyias reposan de día y a partir de las 6 de la tarde en adelante salen a


alimentarse; no se conoce el lugar de cría y presentan cuatro estadíos larvares, la
temperatura óptima fluctúa entre los 19ºC – 23ºC; el tiempo de vida del mosquito es en
promedio de 50 a 60 días. (3)

Clínica
La Lutzomyia verrucarum introduce el huésped la Bartonella bacilliformis; estos
microorganismos se localizan principalmente en los endotelios capilares y linfáticos (“células
de Strong”) y luego penetran activamente a los glóbulos rojos, residiendo dentro de ellos
(endoglobulares); ello estimula el sistema retículo endotelial, haciendo que los linfocitos y
macrófagos produzcan una intensa eritrofagocitosis del complejo hematíe-bartonella, lo cual
puede llevar a una severa anemia de tipo hemolítico y extravascular.

Una vez que un paciente susceptible es picado por el insecto transmisor, este puede cursar
sin síntomas o desarrollar diferentes y variados síndromes clínicos.

Clásicamente se han descrito tres periodos: la fase aguda anemizante, le sigue el período
denominado intercalar, usualmente asintomático y de duración variable, y luego de meses a
años, la fase eruptiva o crónica más conocida como verruga peruana.

Estudios recientes han demostrado que los pacientes pediátricos y adultos jóvenes son los
más afectados; en relación al sexo predomina el masculino en ambas fases; respecto al
tiempo de enfermedad, la mayoría de los pacientes en fase aguda presentan un menor
tiempo de enfermedad y un mayor tiempo los pacientes de fase eruptiva.

El período de incubación clásicamente han sido considerados 21 días, pero según nuestros
estudios, la media es de 2 meses. (13)

A) FASE AGUDA

De inicio brusco o insidioso, dura aproximadamente cuatro semanas. Los síntomas de la


fase aguda son diversos, destacando los de un proceso infeccioso general, tales como
fiebre, malestar general, palidez, hiporexia; desarrollando anemia severa, hepatomegalia,
ictericia, linfoadenomegalia; en ocasiones pueden presentar derrame pericárdico, anasarca,
convulsiones.

La depresión transitoria de la inmunidad celular durante la fase aguda explica la presencia


de algunas infecciones oportunistas, como son la reactivación de la toxoplasmosis. Las
complicaciones mas frecuentes son las producidas por los microorganismos oportunistas
(parasitarias, bacterianas y micóticas), tales como Salmonellas tíficas y no tíficas,
Plasmodium vivax, Mycobacterium tuberculosis, Pneumocystis carini, Toxoplasma,
Histoplasma, etcétera (2)

B) FASE ERUPTIVA

La fase crónica eruptiva conocida como verruga peruana es muy frecuente a nivel
pediátrico; muchos niños preescolares y escolares de las zonas endémicas presentan en
cara, extremidades superiores e inferiores diversas formas de verrugas. (12)
 

Las formas descritas son:

Miliar (pequeñas), mular (grandes) y nodular (subdérmicas); estas muchas veces curan
solas en 3 a 6 meses; ocasionalmente se ha detectado en algunos pacientes (13%) con
verruga peruana, presencia de Bartonellas en sangre sin cuadro anémico severo.
Los signos y síntomas que destacan son: sangrado de las verrugas, palidez leve, fiebre,
malestar, prurito, dolor articular, linfoadenomegalia.
La letalidad es excepcional en esta fase. Las lesiones eruptivas se confunden con tumores
cutáneos, tales como: granuloma piogénico, angiomatosis bacilar, varicela, molusco
contagioso, sarcoma de kaposi, hemangioma, tumor de Spitz, fibrosarcoma, etc. (8)

Histopatología

La reacción histológica de la verruga peruana se caracteriza por la proliferación de células


endoteliales y monocitos macrófagos; el número de mitosis es variable, en algunos casos
son numerosos y están asociados a atipias celulares, dando una imagen histológica similar a
una neoformación maligna. (4)

Arias Stella revela en estudios patológicos intensa proliferación de capilares neoformados y


marcada hiperplasia endotelial; dentro de estas células existen inclusiones de Rocha Lima
de color rojo o violáceo, constituídas por el citoplasma de estas células. (5)

Estudios inmunohistoquímicos realizados por Pierard y Arrese, con anticuerpos


monoclonales y policlonales, han permitido conocer mejor la composición celular del
verrucoma; así la lesión eruptiva está compuesta por dos poblaciones celulares:
Células endoteliales y dendrocitos dérmicos, en estrecha interrelación anatómica, juegan un
rol importante fagocitario en las infecciones bacterianas como la verruga peruana. (6)

La presencia de estas poblaciones celulares sitúa a la verruga peruana dentro del grupo de
las angiomatosis dendrocíticas.

Diagnóstico

Uno de los aspectos más importantes en el diagnóstico de la enfermedad es el antecedente


epidemiológico; si bien desde hace varias décadas se sabe que la mayoría de los pacientes
que desarrollan la fase aguda son foráneos, en los últimos años cada vez más personas
nativas presentan esta fase; esto es de particular importancia en los rebrotes de la
enfermedad.

En la fase aguda de la bartonelosis el diagnóstico es básicamente a través del frotis


sanguíneo, en el cual se observa un 100% de parasitismo de los glóbulos rojos, que
muestran formas bacilares (jóvenes), cocoides (viejas) o cocobacilares.

El hemograma muestra leucocitosis con desviación izquierda, la gran mayoría desarrollan


anemia severa (Hcto.< 20%) de carácter hemolítico.

Como respuesta a la mayor destrucción hemática se da una hiperplasia del tejido


eritropoyético de la médula ósea y eventualmente de otros órganos, como el bazo.

El hemocultivo y el mielocultivo en medios especiales son útiles para confirmar el


diagnóstico.

El análisis de las pruebas hepáticas revela un compromiso importante en los pacientes en


fase aguda; 60% de estos pacientes tienen valores aumentados de las bilirrubinas, con
predominio de la bilirrubina directa.

Se demuestra que la prueba de ELISA cuando se analiza toda la fracción de la bacteria tuvo
alta positividad (95.2%), al igual que el Western Blot: el 100% de las muestras fueron
positivas.

Recientemente se han utilizado la técnica de PCR para detectar la bacteria, en especial


cuando hay poco parasitismo en sangre.

Últimos estudios de Western Blot realizados por Kosek y cols. Demuestran que esta prueba
tuvo mayor positividad en los pacientes eruptivos que los agudos. (11)

Tratamiento

La mortalidad fue más del 90 % en la era pre antibiótica; actualmente la letalidad es de


8.8%, pero sigue siendo un problema de salud pública.
El tratamiento en la fase aguda es muy efectivo con antibióticos como Cloranfenicol solo o
combinado con penicilinas; el uso de Ciprofloxacino es de gran utilidad.

Clásicamente en la fase eruptiva se usó para el tratamiento la Estreptomicina, pero se ha


demostrado que la Rifampicina logra en un menor tiempo disminución y desaparición de las
verrugas; en los últimos años Ciprofloxacino también se ha usado con éxito. (13)

Prevención y control

Clásicamente, la principal y única medida de control ha sido la fumigación con DDT, la cual
produjo una disminución importante de los casos, pero últimamente la enfermedad se ha
mantenido e incluso han existido rebrotes en algunas zonas endémicas, probablemente por
resistencia al DDT. (1)

Conclusiones

Es de imperiosa necesidad llamar la atención en el mundo científico internacional sobre la


importancia de esta enfermedad, que en verdad tiene características especiales.

Es bifásica, con dos estadíos muy disímiles; sólo ataca a la especie humana, sin que hasta
hoy se conozca el reservorio animal de los gérmenes causantes; produce en la piel y
algunas mucosas un modelo singular de reacción tisular, que es morfológicamente diferente
a las reacciones inflamatorias usuales; el agente transmisor es un mosquito hematófago
(hembra) del género Lutzomyia, que es cosmopolita; durante la primera fase de invasión
sanguínea, con anemia hemolítica severa, hay depresión de la inmunidad; en fin, la
distribución está en sitios muy limitados, seguramente en relación con la confluencia de
factores ecológicos hasta ahora desconocidos.

Desde épocas anteriores muchos investigadores pensaron y plantearon que la enfermedad


estaba controlada e iba camino a la desaparición, pero ello no ha sucedido, la enfermedad
de Carrión sigue siendo un problema de salud pública, continúa causando decenas de
muertes y todavía existen muchos vacíos en su epidemiología, su patogenia y en la clínica.

Se requieren nuevos estudios longitudinales y a largo plazo para conocer mejor la historia
natural de la bartonelosis.

La enfermedad de Carrión, como se menciona en las crónicas, afectaba normalmente a


obreros foráneos que acudían a zonas endémicas a realizar trabajos; este fenómeno se da
en la actualidad con el desplazamiento constante de trabajadores como mineros,
agricultores, construcción civil, profesores, etc., y por la falta de inmunidad están en grave
riesgo de hacer la enfermedad luego de varios meses.

No existen registros del tiempo de permanencia de los trabajadores, pero si hay evidencias
que son desplazamientos continuos por motivos laborales.
Según la definición de enfermedad ocupacional, diremos que es toda afección directa o
indirectamente causada, condicionada, mantenida o agravada por todo aquello que sea
utilizado en la actividad profesional o exista en el ambiente de trabajo. (9)

Basados en este concepto planteamos que sería útil y necesario que los organismos
competentes reconozcan a la bartonelosis como una enfermedad ocupacional.

Actualmente Perú, Ecuador y Colombia son países endémicos de esta enfermedad y debido
a la crisis económica que sufren, muchas personas emigran a otros países con mayor
frecuencia a Estados Unidos y Europa (España).

Reportamos esta enfermedad con un enfoque laboral, siendo importante el conocimiento de


la enfermedad en estas comunidades ante la posibilidad de registrarse algún caso de
bartonelosis en la población de inmigrantes.

http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0465-
546X2007000400006&lng=es&tlng=es
Daniel Alcides Carrión y su contribución al imaginario cultural de la medicina
peruana
Juan Murillo, Oswaldo Salaverry, Walter Mendoza, Gustavo Franco, Walter Calderón, Juan
Rodríguez Tafur
Resumen

El estudio analiza el papel de Daniel Alcides Carrión como héroe cultural y elemento central de la
tradición médica peruana. Se constata el proceso de elaboración del significado del experimento de
Carrión en un escenario de lucha política y reconstrucción nacional que confluye con el positivismo
de las élites aristocráti- cas del país de inicios de siglo. La recomposición social de las instituciones
médicas y el ingreso del sector emergente a la Facultad de Medicina, hace que la imagen de
Carrión creada a fines del siglo XIX se vuelva en la actualidad en un icono neutro, que puede ser
absolutamente reivindicado por todos los sectores, al estar absolutamente arraigado en un pasado
que no tiene presencia en el presente. Se hace un análisis del imaginario cultural que hizo posible el
desarrollo de la Escuela Médica Peruana (1886-1956), período en el cual San Fernando produce la
mayor cantidad y calidad de conocimiento médico realizado en el país. Se concluye que la
confluencia de los siguientes elementos del imaginario médico local -Carrión como mito fundacional,
resistencia emergente, proyecto de reconstrucción y restauración académica, ética y moral-, hizo
posible la aparición de la Escuela Médica Peruana y, por ende, el mayor desarrollo y legitimidad
social de la medicina en el Perú; y constituye la base para la construcción de una nueva cultura
médica, en el marco de la refundación y construcción de un nuevo país.

http://revistasinvestigacion.unmsm.edu.pe/index.php/anales/article/view/1494/1274

Daniel Alcides Carrión: una visión funcional


Daniel Alcides Carrión: a functional view

José Alejandro Graña-Aramburú1

1 Médico ginecólogo. American Board Certified. Magíster en Historia, Universidad Nacional


Mayor de San Marcos. Doctorando en Medicina, UNMSM. Miembro de la Asociación de la
Historia de la Medicina y Parques Conmemorativos y de la Asociación Médica Peruana Daniel
Alcides Carrión. Docente de Historia de la Medicina y Filosofía, Universidad Privada San Juan
Bautista, sede Chorrillos.

RESUMEN
Se hace la consideración de Daniel Alcides Carrión, héroe de la Medicina peruana y de la
Nación, desde el punto de vista fenomenológico, tanto filosófico como psicológico,
considerando más la visión social que un fenómeno individual, bajo las influencias de las
corrientes de pensamiento vigentes a fines del siglo

XIX. Tanto el romanticismo como el positivismo fueron de origen europeo, pero


influenciaron definitivamente en el Perú en la época de Carrión y, seguramente, tuvieron
que ver en gran medida con su decisión a la autoexperimentación. Se hace especial
mención a su rol pionero como investigador clínico y se remarca la necesidad de completar
aquellos acontecimientos que formaron parte del funcionamiento del héroe en el tiempo
histórico correspondiente.

Palabras clave: Daniel Alcides Carrión; autoexperimentación; autoinoculación; héroe;


medicina; nación; Perú; psicología; filosofía; visión

ABSTRACT

A close vision is directed towards Daniel Alcides Carrión, hero of the Peruvian Medicine and
the nation, from the point of view of phenomenology, both philosophical and psychological,
considering more like a social vision that an individual phenomenon, under the influence of
currents of thought prevailing at the late nineteenth century. Both romanticism and
positivism were of European origin but definitely influenced in Peru at the time of Carrion
and certainly had largely to do with his decision to self-experimentation. Special mention to
its pioneering role is made as a clinical researcher and the need to complete those events
that were part of the operation of the hero in the corresponding historical period.

Key words: Daniel Alcides Carrión; autoexperimentation; inoculation; hero; medicine;


nation; Peru; psychology; philosophy; view

INTRODUCCIÓN

La autoexperimentación del joven estudiante de Medicina Daniel Alcides Carrión, en agosto


de 1885, al hacerse inocular los raspados de una lesión de verruga peruana, que le causó la
muerte, ha sido vista desde diversos puntos, la mayoría de apreciación histórica, aunque en
general existen pocos fundamentos al respecto para evaluar sus motivaciones y su
significado intrínseco. Se ha intentado evaluar la acción de la autoinoculación misma desde
diferentes ángulos, que podrían incluir hechos tales como: una conducta precipitada, 1-3 un
acto irresponsable y hasta suicida, una búsqueda de estatus en la élite médica,1 la
investigación científica pura y desinteresada (diario de Carrión) y, finalmente, la actitud
heroica, que, de hecho, es la más aceptada entre los médicos.4 Sin embargo, cabe
considerar también los hechos circunstanciales que rodearon ese accionar, y que pudieron
tener peso en la actitud y en las motivaciones de Carrión, tales como las contingencias
dramáticas por las que atravesaba el país después de la ocupación chilena, en especial el
empobrecimiento de la enseñanza médica y la carencia casi total de implementos para
llevar a cabo una experimentación en regla, según el modelo científico europeo.5-7 Además,
la evolución misma del siglo XIX aportó diferentes corrientes de pensamiento que, de
seguro, tuvieron influencia de una u otra forma en los médicos y estudiantes de la
época,8,9 aunque tal vez Carrión no fuera absolutamente consciente de las mismas.

CONSIDERACIONES TEÓRICAS

Resulta ya indiscutible en el Perú la consideración de Carrión como héroe, teniendo en


cuenta la vasta literatura existente al respecto que lo cataloga como tal, en especial aquella
escrita por médicos,2-4,10-14 y que califica su autoinoculación y su comportamiento durante el
desarrollo de su enfermedad como un «acto de inmolación» o como un «sacrificio» en pro
de la Medicina. Por otro lado, la incansable labor de varios médicos historiadores, como el
de Gustavo Delgado Matallana, oficializan el comportamiento heroico de Carrión, que
concluye en su reconocimiento como héroe nacional por la Ley N.° 25342 del Congreso de
la Nación, el 7 de octubre de 1991,4durante el primer gobierno del presidente Fujimori.

Según la historiadora Carlota Casalino,15 la proporción de héroes nacionales civiles es escasa


en comparación con la de los militares, aproximadamente 6 o 7 sobre un total de unos 26
ya oficializados por la Nación, lo que haría más excepcional aun la posición de Carrión en su
doble investidura de héroe médico y héroe nacional civil. No obstante, debe tenerse en
cuenta que la condición de héroe es una construcción cultural, que contribuye al simbolismo
nacional y, generalmente, político de un estado-nación, entre personas que comparten una
misma historia y un mismo territorio.15 Es decir, el estatus heroico resulta ser una idea
grupal compartida y, al mismo tiempo, concedida a un individuo cuyas determinadas
acciones de entrega le merecen un simbolismo de excelencia y también de representación
extraordinaria de una comunidad o una nación. El héroe no es tal en sí mismo, sino que
debe forzosamente ser considerado un individuo heroico «desde afuera», por una unión o
asamblea de individuos que comparten la misma idea, y que acaba constituyendo un
símbolo y que tal vez conlleve, a la larga, hacia algunos elementos míticos.

EL "FENÓMENO CARRIÓN"

La "fenomenología" es la observación subjetiva que se tiene de un hecho o acontecimiento.


Se usa en el enfoque de la filosofía y la psicología. Tanto Husserl como Martín
Heidegger16 estudian los hechos desde el punto de vista del investigador, como
"apariencias" o "evidencias" mentales percibidas por el sujeto, pero que deben ser
confrontadas racionalmente para tomar significado. Por su parte, Schütz enfoca la
fenomenología en su forma social, refiriendo que los eventos sociales no son captados en
forma completa de una sola vez por el individuo que los observa, sino solo parcialmente, de
tal manera que la observación resulta ser una situación incompleta y cambiante.

Cada vez se van agregando nuevas configuraciones al constructo de la observación original


y el observador también va modificando su apreciación al respecto. Observar un fenómeno
sería entonces un hecho subjetivo, pero que no se limitaría a una sola observación sino a
varias, y siempre se pueden sumar nuevas apreciaciones. Cabría, entonces, desde esta
posición, ubicar la acción de Daniel Alcides Carrión como un «fenómeno», no únicamente
individual, sino más bien social o grupal, sujeto a diversas observaciones y ángulos
parciales de diferentes observadores.

Buscar la verdad sobre la autoexperimentación de Carrión y sus significados requiere, por


tanto, diversas consideraciones sobre el hecho mismo y sobre su dilucidación. Se trataría de
un fenómeno complejo que requiere apreciar sus componentes históricos desde diversos
parámetros y por diferentes investigadores, que eventualmente puedan llegar a un
consenso. Para esto, habría también que tener en cuenta las contingencias características
del Perú a finales del siglo XIX, así como las corrientes de pensamiento europeas que
estuvieron vigentes en la época e influenciaron con más o menos fuerza en el país. En el
presente trabajo enfocamos el "fenómeno Carrión" inmerso tanto en el pensamiento
romántico como en el del positivismo científico, predominante en ese siglo.

Durante el siglo XIX tuvo mucha influencia una corriente de actitud existencial, de particular
comportamiento, denominada Romanticismo; más tarde apareció otra visión, de carácter
estricto y científico, el Positivismo. Ambas coincidieron en el momento histórico de Carrión.
Una de las consecuencias de estas corrientes fue el desarrollo, a partir de mediados del
siglo y más concretamente hacia finales del mismo, de la denominada "teoría del germen’,
que cambió totalmente la dirección de la investigación científica y absorbió el pensamiento
médico de entonces. Se trató, por tanto, de un momento histórico de cambios radicales que
iniciaron una nueva era científica y médica.

EL ROMANTICISMO

Surgió como una respuesta al Racionalismo extremo del siglo XVIII y dio especial
importancia y confiabilidad a los sentimientos humanos, en especial al Yo (que reside en el
interior de las personas), considerándolo como una cualidad suprema, 8 cuyos designios y
apreciaciones se consideraron superiores a los objetos de la realidad externa. Fue una
forma de entender la vida basada en una sobrevaloración del Yo personal, inclusive en
busca de lo infinito y eterno.8 Pero esta imposibilidad de extrapolar o superar los
acontecimientos de la realidad concreta llevó con frecuencia a los románticos hacia un
sentimiento de frustración en su comportamiento en la esfera de la vida práctica, o a una
situación de emociones exaltadas, no haciendo predecible su comportamiento.

En el caso de los médicos "contagiados" con el Romanticismo, destacaron los sentimientos


de extrema dedicación, el sacrificio, la abnegación absoluta, la idea del servicio
desinteresado17 y, en especial, la visión pura de la Medicina como un acto supremo en pro
de la humanidad. Hay varios ejemplos de sacrificio y autoexperimentación realizados por
investigadores europeos, como el doctor Strauss, que pereció víctima de una inoculación
voluntaria del cólera, y otros más, que autoexperimentaron con pústulas o mosquitos
infectados por la fiebre amarilla.1,2 En 1987, Daniel Zagury practicó una autoinoculación con
elementos moleculares (genoma) del VIH, cuyas consecuencias eran impredecibles. 1 Todos
estos casos están vinculados con la sobrevaloración del Yo emocional.

En total, según Altman,3 en los últimos cuatro siglos al menos 185 investigadores han
participado como sujetos de experimentación en 137 experimentos, incluyendo la
autoinoculación. Las motivaciones para estos actos pueden resumirse con relativa
confiabilidad así: la conveniencia, que lo exime del consentimiento; la confiabilidad, que
asegura el cumplimiento; curiosidad irresistible y algunas otras actitudes, de las cuales, por
supuesto, la más importante es el hecho moral de que si el sujeto está en verdad dispuesto
a someterse al experimento. Tal hecho justificaría el procedimiento mismo3 y tendría un alto
valor moral. Así pues, ni la autoinoculación ni el heroísmo consecuente pueden estar
desprovistos del componente ético-moral, que forma parte absoluta de la experimentación
propia.

Dado que el Romanticismo llegó a Perú alrededor de 184018 e influenció decididamente el


comportamiento de la sociedad burguesa de entonces, es concebible que un joven
estudiante como Daniel Alcides Carrión haya poseído una naturaleza extremadamente
romántica sobre su rol médico y sobre un deseo especial de investigador médico, que
motivó, en última instancia, su imparable decisión de autoexperimentar. Esto tuvo que
haber requerido el convencimiento absoluto de que la autoexperimentación era el camino
indicado en su investigación, por encima de las circunstancias concretas, como el peligro
involucrado en el acto mismo. Sobre todo, tuvo que haber una entrega, probablemente de
sentimiento patrio y frustración científica, dada la postración lamentable de la Medicina en
la posguerra y la casi carencia total de elementos disponibles para la investigación
científica.2,19Además, debió requerir también de un sentimiento de responsabilidad personal
que terminara convirtiendo su propia persona en un elemento experimental confiable con
poder de observación "desde dentro".

A juzgar por las cartas escritas a su familia, entre 1877 y 1885,14 usando lenguaje sencillo y
hasta imperfecto, se entiende que Carrión poseía, al menos, una gran ansia de
comunicación con sus seres queridos bajo una importante vinculación emocional, lo que
sugiere una gran sensibilidad de su Yo personal: A doña Dolores, le escribió: "Deseo que su
santo lo pase usted bien el año entrante, sea que vaya ahora sea que no vaya yo, tendré el
placer de estrecharla entre mis brazos". Y más tarde, a su padrastro don Alejo, a raíz del
fallecimiento de la madre de este: «Conformidad, querido papacito, por su salud, por sus
hijos y demás familia; conformarse con aquel acápite de la Santa Biblia que dice: "Si de
Dios recibimos los bienes, ¿por qué no hemos de recibir los males?"». Y nuevamente a su
madre: "Mi jamás olvidada mamá". A lo que doña Dolores responde: "Mi querido y no
olvidado hijito de mi corazón". Esta idiomática emocional, aunque común entre seres
queridos, es de alguna manera un rezago del Romanticismo y revela, al menos, el aspecto
de amor familiar en alta estima, sentimiento que podría ser extrapolado en un momento
dado hacia cualquier situación, inclusive la de la autoexperimentación.

La famosa Belle Époque, que formó parte de la corriente romántica, transcurrió entre 1871
y el comienzo de la Primera Guerra Mundial, en 1914, en especial en Francia y Bélgica. Se
caracterizó por un sentimiento de general optimismo, estabilidad económica y paz. Se dio
oportunidad para que florecieran las artes y la ciencia. Justo por entonces, apareció la
"teoría del germen", impulsada en gran parte por la dedicación y sacrificio de los científicos
que hicieron los descubrimientos pertinentes sobre los microbios, como los de Koch, que
demostraron sus postulados e iniciaron la era auténtica de la investigación. Los ecos de la
Belle Époque llegaron a Perú, sobre todo con la inmigración de hombres de negocios
europeos, sobre todo hacia Arequipa, quienes finalmente, se esposaron con damas de la
sociedad. Algunos de estos inmigrantes se contrajeron nupcias con damas de familias de la
oligarquía peruana,20 algunas de las cuales habían alcanzado tal estatus debido a la riqueza
generado por el guano a mediados del siglo. 21

Sin embargo, es probable que la era de la bacteriología se iniciara en 1889, con la llegada
del primer microscopio traído de Europa por el doctor Ricardo Flores. 18 Pero Carrión ya había
dado comienzo a la etapa de la investigación clínica mediante la autoexperimentación y
recolección de datos de sus historias clínicas y su diario, antecediendo en alguna forma a la
era bacteriológica científica. Es posible que las influencias netas de la Belle Époque se
manifestaran algo más tarde en Perú, a comienzos del siglo XX, a semejanza de lo que
refiere Luis Alberto Sánchez sobre Abraham Valdelomar, en el caso de la literatura. 22 No
obstante, entre los eventos sociales de la Belle Époque surgieron con fuerza las élites, 23 que
diferenciaron a las clases sociales dominantes de las populares, de tal manera que los
movimientos intelectuales, la ciencia y la Medicina transcurrieron, en gran medida, como
parte de estos movimientos, personificados en agrupaciones y academias exclusivistas. Esto
originó un extenso trabajo científico, como la creación de textos en Europa, que articulaban
la anatomía patológica con la bacteriología. Un ejemplo de esto es el Tratado de patología
general, del profesor Follin en Francia. 24
Tal vez valga la pena recordar que el entendimiento del "heroísmo" tiene correspondencia
con la concepción romántica. Más lejanamente, pertenece al grupo de valores generados
por el Humanismo europeo; concretamente, tiene que ver con aquellos valores vinculados
con el prestigio, poder y gloria. Representa la exaltación de la excelencia y la admiración
hacia el individuo, que a los ojos de la sociedad realiza un comportamiento extraordinario y
de gran significado. Este sentimiento también se dio en el Perú y apareció en la literatura
contemporánea del siglo, como en Los muertos que viven, relacionado con la obra de
Casimiro Ulloa.25Curiosamente, la actitud heroica no se ajusta del todo a la doctrina cristiana
pura y a la idea de "fraternidad", pues la admiración excesiva puede confundirse con una
ideología extrema y hasta idolátrica.

Es curioso, no obstante, que pese a las influencias románticas, que de hecho existieron en
la vida de Carrión, no se conocen por parte de él relaciones amorosas, más allá de sus
vínculos familiares, pese a que según algunos autores3 ya había superado su normal
complejo de Edipo y podía volcar su pasión hacia cualquier mujer. Al parecer, su interés y
sus sueños fueron solo por el estudio y el descubrimiento científico, que finalmente se
cristalizaron en la actitud irreversible de su autoinoculación, para lo cual era necesario que
Carrión profesara una total honestidad consigo mismo, libre de elementos neuróticos y de
complejos.3

LA VISIÓN CIENTÍFICA DEL POSITIVISMO

Según señala Auguste Comte, fundador del Positivismo clásico en la década de 1840, todo
el desarrollo de la sociedad humana depende en última instancia del desarrollo
científico.9 La historia de la ciencia es el núcleo de la historia general de la especie humana.
Toda sociedad y toda ciencia deben, necesariamente, atravesar por tres estadios o etapas
de conocimiento: la teológica, la metafísica y, finalmente, la etapa positiva. En esta última,
las ciencias deben concentrarse en la descripción de los fenómenos y buscar sus leyes. Es
decir, la verdad depende de la metodología científica y la posibilidad de que los fenómenos
sean demostrables, medibles y verificables. Por tanto, el Positivismo descarta toda
posibilidad filosófica o metafísica en la búsqueda de la verdad o de interpretación de la
realidad natural.

Una idea íntimamente ligada al Positivismo es la del "progreso": encontrar leyes


relacionadas con los fenómenos naturales, llegar a predicciones que permitan descifrar la
naturaleza y los logros tecnológicos, base de todo el progreso humano. 9 El «progreso»,
pues, desde el punto de vista de la finalidad práctica del Positivismo, constituye el
verdadero meollo del desarrollo social y su avance definitivo.

Salazar Bondy señala que el Positivismo llegó a Perú aproximadamente en 1860, pero cobró
verdadera importancia una década más tarde, influenciando todos los niveles culturales del
país. Así, el gran escritor y crítico de la sociedad limeña Manuel González Prada afirmaba
que toda la realidad podía reducirse a los hechos concretos; el rector de la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos Javier Prado Ugarteche creía con firmeza en una suerte de
darwinismo social, que afirmaba las diferencias psicológicas e intelectuales entre los
diversos grupos humanos que conformaban la sociedad peruana, en especial en lo referente
a los indios y negros, a quienes ella miraba peyorativamente.6

Desde la perspectiva del ambiente médico, la figura más representativa del Positivismo en
Perú fue el doctor Celso Bambarén, destacado profesor de la Facultad de Medicina de San
Fernando y político notable.26 Al parecer, se afianzó a las ideas evolutivas de Darwin y
Spencer, bajo una creencia científica absoluta. Se rumoreaba que las enseñaba a sus
alumnos de Anatomía. Esto le costó una enemistad con el arzobispo Goyeneche y con
diversos sectores de la sociedad de Lima. También fue uno de los pioneros de la
investigación, pues estudió con gran dedicación científica la función de las válvulas del
corazón, anticipándose en esto inclusive a los científicos extranjeros.26

Es seguro que los miembros fundadores de la Academia Libre de Medicina de Lima, que
llamaron al concurso sobre la verruga peruana, que entusiasmó a Carrión, estaban
fuertemente influenciados por la idea del progreso médico al estilo europeo. Por eso, la
Academia tuvo un cierto sentido exclusivista y elitista y fue como una suerte de club que
pretendía manejar los aspectos científicos de la Medicina en el país y también los aspectos
políticos, tales como la salud pública o "Medicina pública", como se llamaba entonces. 27,28 En
este sentido, el concurso sobre la verruga pudo cumplir teóricamente con ambos aspectos,
aunque tal concurso era casi imposible de cumplirse en la práctica, por la falta de recursos
económicos y, en especial, por la ausencia de implementos y facilidades, como la
disponibilidad de verdaderos laboratorios médicos.2,19

No podemos señalar con certeza hasta qué punto la corriente positivista de entonces
influenció en la visión científica y social de Carrión. Sin embargo, es muy probable que la
falta de progreso en las ciencias médicas y su estado letárgico en la etapa posterior a la
Guerra del Pacífico, haya tenido sobre él un profundo impacto frustrante y, al mismo
tiempo, un deseo empeñoso de contribuir a cualquier costo con el progreso de la Medicina,
hasta llegar a concebir sin más circunstancias la idea radical de la autoexperimentación:
"Pase lo que pase, hoy quiero inocularme…". Así, pues, en la autoexperimentación, se
involucra un deseo de avance o de progreso, tal como predicaba la visión positivista.

LA "TEORÍA DEL GERMEN"

Los avances científicos en el campo médico durante el siglo XIX dieron lugar a una nueva
visión de la enfermedad y su etiología, pues hasta ese entonces se consideraba que era
provocada por «miasmas» o aires procedentes de lugares sin higiene alguna, alteraciones
climáticas o deterioros individuales del organismo humano, como la desnutrición. 29

Las observaciones de Ignaz Semmelweis, sobre la relación del origen de la fiebre puerperal
con el examen a las parturientas sin higiene alguna en el hospital de Viena, y su propuesta
del lavado de manos con hipoclorito de sodio, fueron los que primero redujeron
notablemente la incidencia de la infección. Algo más tarde se dieron los geniales
descubrimientos de Pasteur sobre los microbios y su transmisión a los seres vivos y el uso
de antisépticos en las heridas por el cirujano Lister, factores que revolucionaron
definitivamente las ideas antiguas sobre las infecciones y llevaron a la ciencia médica a una
auténtica posición de vanguardia. El punto más importante en esta nueva visión lo produce
Roberto Koch en 1882, tanto con sus estudios sobre el ántrax como sobre la tuberculosis;
aisló al agente causal de este último y reprodujo la enfermedad en animales de laboratorio.
Así desarrolló sus teorías científicas. Esto dio lugar al desarrollo de la bacteriología, tanto en
Europa como en América. Cobra especial importancia el trabajo de Frederick George Novy,
de la Universidad de Michigan, que dio inicio a la Bacteriología en la Medicina
norteamericana.30

Aunque estos conocimientos llegaron a Perú en algún momento, es posible que la "teoría del
germen" se haya desarrollado tarde, posiblemente debido, en parte, a los estragos de la
Guerra del Pacífico; además, el primer microscopio clínico recién fue traído de Europa en
1889 por el doctor Ricardo Flores, quien dictó un curso libre de técnica microscópica y
bacteriología en San Marcos.18 Por tanto, al momento de la autoexperimentación de Carrión,
la bacteriología formal todavía era desconocida en el país, y mucho más la microscopía; por
ello, era imposible que se llevara a cabo una investigación completa sobre la verruga,
considerando su etiología y aspectos de la anatomía patológica, como dictaban las bases del
concurso propiciado por la Academia Libre.27 La carencia total de implementación de
técnicas de laboratorio, como la microscopía, obstaculizaban una investigación como la que
se requería; esto quizás explicaría el escaso interés de los médicos y estudiantes por el
concurso y, tal vez, influyó en la propia decisión de Carrión para experimentar en su propia
persona.

¿CÓMO DEBE RECORDARSE LA FIGURA DE CARRIÓN?

Con justicia deberíamos ver a Daniel Alcides Carrión como un creador. Su autoexperimento
no fue un simple acto personal o heroico, sino que inició la investigación clínica en el Perú y
América, que fue posteriormente seguida por tantos otros grandes pioneros de la ciencia
médica.5,17,18,31,32 Es en este aspecto que Carrión merece el respeto de la profesión y de la
conciencia médica, y que él mismo se lo comunica a uno de sus compañeros de estudio:
"Aún no he muerto amigo mío, a ustedes os toca terminar la obra ya comenzada, siguiendo
el camino que les he trazado".

CONCLUSIONES

Daniel Alcides Carrión es el héroe de la Medicina peruana y también héroe civil de la Nación,
aunque hasta el momento existen aspectos de su historia y de su accionar que permanecen
poco explicados. Se hace necesario, por tanto, considerar sus acciones extraordinarias no
solamente como un fenómeno aislado, sino como una visión de la sociedad, e incluirlo de
lleno en el tiempo histórico correspondiente, es decir, a finales del siglo XIX, en un país
postrado por las consecuencias de la guerra y, de alguna manera, influenciado por las
corrientes de pensamiento que en ese entonces estaban en su apogeo en Europa: el
Romanticismo y el Positivismo científico. Pero puede decirse también que la condición de
héroe con la cual se le ha investido, seguramente con toda justicia, corresponde a la visión
racional y humanista dentro del etnocentrismo europeo, con un conjunto de valores bajo los
cuales el héroe no se califica a sí mismo como tal, sino que el halo con el que se le mira
resulta ser una situación concedida, en este caso, por el gremio médico y por la Nación.

http://www.scielo.org.pe/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1728-59172015000300009
Daniel Alcides Carrión y su aporte al conocimiento clínico
de la fiebre de la Oroya y verruga peruana1
Por los Dres. Gregorio Delgado García2 y Ana M. Delgado Rodríguez3

1. Trabajo presentado ante el I Congreso Nacional de Historia de la Ciencia y la


Técnica. La Habana, Noviembre 15 de 1994.
2. Historiador Médico del MINSAP. Jefe del Departamento de Historia de la
Salud Pública de la Facultad de Salud Pública.
3. Doctora en Medicina.

Introducción

Uno de los objetivos fundamentales de la historia de la medicina y quizás el más grato


a los que nos dedicamos a ella, es el estudio del enfrentamiento del hombre a las
enfermedades, para su conocimiento y dominio, a través de los tiempos.

Entre las enfermedades autóctonas de América que más atractivos ofrece, ninguna
como la conocida con los nombres de sus dos grandes formas clínicas, fiebre de la
Oroya y verruga peruana, pues ella se originó, se ha mantenido en tierras de nuestro
continente y ha dado oportunidad a ser estudiada con originalidad y brillantez tal por
los médicos suramericanos, que la entidad y su agente etiológico llevan los nombres
de dos de sus ilustres figuras: Daniel Alcides Carrión y Alberto Barton.

El presente breve estudio lo dedicamos a destacar el aporte al conocimiento clínico de


la enfermedad llevado a cabo de una manera conmovedoramente dramática por el
estudiante de medicina peruano Daniel Alcides Carrión, quien se inmoló para ello
voluntariamente a la edad de 28 años, al pedir y ser inoculado con la sangre de un
botón verrucoso, para dar al mundo la más completa descripción de su sintomatología,
arrancada a los sufrimientos que le provocaba la forma grave de la enfermedad que lo
llevó a la muerte.

A las puertas del 110 aniversario de su entrada gloriosa a la inmortalidad de las


ciencias, le ofrecemos este modesto homenaje cubano de recordación, de
reconocimiento y de eterna admiración en nuestro Primer Congreso Nacional de
Historia de la Ciencia y la Técnica.

La Enfermedad de Carrión

Conocida por los incas como sirki, los conquistadores españoles le llamaron verrugas,
berrugas o tumores sangrantes y posteriormente en sus estudios, los médicos la
denominaron verruga peruana, fiebre de la Oroya, enfermedad de Carrión, fiebre
grave de Carrión, anemia grave de Carrión y bartonellosis.

Geográficamente su endemicidad se extiende desde los 2 · de latitud norte hasta los 13


· de latitud sur, distancia aproximada de 1 600 km, en general de menos de 150 km de
ancho y circunscrita aún más a una banda estrecha entre 750 y 2 500 metros de altura
sobre la vertiente occidental de Los Andes en Perú, Ecuador y Colombia.

La enfermedad de Carrión1,2 es una infección general exclusivamente humana,


endémica, no contagiosa, inoculable al hombre, trasmitida por phlebotomus y causada
por la Bartonella bacilliformis. Su período de incubación es aproximadamente de tres
semanas, aunque puede prolongarse hasta cinco. Los síntomas iniciales son fiebre y
dolores en los huesos, articulaciones y músculos. Después del estadío inicial, el
paciente desarrolla en algunos días o meses una de las dos variedades típicas y muy
diferentes de la enfermedad: la fiebre de la Oroya y la verruga peruana.

La fiebre de la Oroya es una variedad altamente letal, caracterizada clínicamente por


fiebre, dolores musculares y óseos difusos y severos y anemia hemolítica con pérdidas
globulares diarias de 180 000 y aún de 360 000 y en algunos casos, muy graves, puede
alcanzar cifras inferiores a 1 millón de eritrocitos por milímetro cúbico de sangre en
cuatro o cinco días. Muchos de los síntomas y signos son producidos por la hemólisis,
rápidamente progresiva y a la anemia resultante. Son típicas la hepatoesplenomegalia
y la infección secundaria terminal por salmonella.

La verruga peruana es una variedad crónica no letal que se desarrolla ya sea en


personas que se han recuperado de la fiebre de la Oroya o bien en casos sin evidencias
clínicas previas de bartonellosis. Se caracteriza por la presencia de verrugas
angiomatosas localizadas o generalizadas que varían en dimensión y grado de
superficialidad. Pueden alcanzar el tamaño de un huevo de gallina y por su histología
aparecen con frecuencia de color rojo brillante. Como manifestaciones clínicas
generales presentan fiebre, dolores generalizados y malestar, aunque menos frecuente
que en la fiebre de la Oroya. La erupción dura de meses a dos años, con promedio de
4 a 6 meses.

La infección da como resultado una respuesta inmunológica de diversos grados de


resistencia a la enfermedad e infección posteriores. Se piensa que la fiebre de la Oroya
ocurre en el individuo totalmente susceptible, mientras que la verruga peruana,
probablemente signifique un estado de inmunidad parcial.

En cuanto al control y al tratamiento de la enfermedad de Carrión, a partir de los años


de la década de 1940 el desarrollo de vacunas cesó cuando se hizo evidente que los
antibióticos, como el cloranfenicol, penicilina y tetraciclinas, eran curativos y que el
vector podía controlarse localmente por medio de DDT.

Historia del conocimiento de la enfermedad de Carrión

La verruga peruana era conocida por los incas, los que tenían palabras para designarla
y se le ha encontrado representada en figuras de cerámica (huacos) y los primeros
españoles conquistadores y misioneros las padecieron, pero la fiebre de la Oroya no se
describió claramente hasta mediados del siglo XIX.3

Los relatos que han dejado los cronistas de Indias de las epidemias de verrugas que
sufrieron los conquistadores, principalmente, en el valle ecuatoriano de Coaque,
pueden considerarse, según el notable anatomopatólogo peruano profesor Pedro
Weiss,4 como verdaderas descripciones clínicas en las que se hacen resaltar los
síntomas más característicos de la enfermedad.

En ellas aparecen, la fiebre, los edemas, las hemorragias, los dolores, como síntomas
que caracterizan a la infección verrucosa y términos de la época como tullimientos,
calenturas o hinchazones, son mencionados por Pedro Cieza de León en La Crónica
General del Perú, Amberes, 1554; El Inca Garcilaso de la Vega en Comentarios
Reales de los Incas, Lisboa, 1609 y su segunda parte Historia General de los Incas ,
Córdoba, 1617; Miguel Estete en sus manuscritos transcritos por el Inca Garcilaso de
la Vega; Antonio de Herrera en Historia general de los hechos de los castellanos en
las islas y tierra firme del mar océano,Madrid, 1729-1730; Agustín de Zárate
en Historia del descubrimiento y conquista del Perú, Madrid, 1749; Pedro Pizarro, el
conquistador y cronista que en suRelación del descubrimiento y conquista de los
reinos del Perú, escribió que "las berrugas dan grandes dolores en la noche" y el
famoso historiador Guillermo G. Prescott que en su imprescindible Historia de la
conquista del Perú con observaciones preliminares sobre la civilización de los
Incas, Madrid, 1851, refiere los padecimientos de la enfermedad por las tropas de don
Francisco Pizarro en 1531 y por las del pacificador don Pedro de Gasca en 1546.5

En 1870 se produjo un hecho de gran repercusión en la historia de esta enfermedad,


cuando las obras del ferrocarril de la Ciudad de Lima a la Ciudad de Oroya alcanzaron
la zona montañosa endémica y se produjo una epidemia entre los obreros expatriados
en el Valle de la Oroya, que causó cientos de casos y la mortalidad alcanzó el 40 %.
Esta epidemia marcó el comienzo de los estudios científicos sobre la enfermedad y
por primera vez los médicos de Lima tuvieron en las clínicas y hospitales un gran
número de enfermos que les permitió observar muchos aspectos hasta entonces
desconocidos de la infección.
Junto a los casos habituales de verruga eruptiva, conocidos desde la conquista, se
producían otros, casi siempre fatales, de una fiebre anemizante de extraordinaria
gravedad y a la que se dio el nombre de fiebre de la Oroya. Posteriormente se observó
la forma eruptiva de la enfermedad en algunos de los sobrevivientes y también en
individuos que no habían presentado la fiebre. Las epidemias subsiguientes fueron
muy similares y los focos de actividad endémica notables por su estabilidad durante
años.

Todo ello hizo evidente a los médicos peruanos, la unidad de las dos formas clínicas
en una sola entidad nosológica, pero era necesaria su confirmación para que este
concepto unicista fuera aceptado por los médicos de todos los países y es en 1885 que
se produce dicha confirmación cuando el estudiante de medicina peruano Daniel
Alcides Carrión, que venía dedicado al estudio de la enfermedad para su tesis de
grado y había reunido algunas observaciones importantes, pide ser inoculado con
sangre de un botón verrucoso para mejor conocer la marcha y la sintomatología de la
entidad y como consecuencia, muere producto de un cuadro fatal de fiebre de la
Oroya, para demostrar con su sacrificio, que las dos formas clínicas reconocían una
misma causa y constituían una sola enfermedad. A este inmortal aporte dedicaremos
el acápite esencial del presente ensayo.

Con posterioridad a Carrión el doctor García Rosel se infectó accidentalmente con la


sangre de un enfermo grave y desarrolló una forma febril benigna y muchos años más
tarde el doctor Maxim H. Kiecynski-Godard, residente en el Perú, se inoculó cultivos
del agente etiológico y no adquirió la enfermedad.

En 1909 el también médico peruano Alberto L. Barton observa por primera vez los
microorganismos causantes de la enfermedad en el interior de eritrocitos en casos de
fiebre de la Oroya y los considera de naturaleza protozoaria. Este mismo investigador
demostró que microorganismos paratíficos otros coliformes cultivados en sangre no
eran la causa de la enfermedad.

Muy importantes fueron los estudios realizados, cuatro años más tarde, sobre la
histología del botón verrucoso y de algunas formas intracelulares del germen por el
profesor Emilio de Rocha Lima y después por el profesor David Mackehenie y si a
esto agregamos la publicación en 1898 del libro de Enrique Odriozola La maladie de
Carrión considerado la mejor fuente escrita de observaciones clínicas, tenemos que
aceptar que hasta la segunda década del presente siglo el mayor conocimiento sobre la
enfermedad lo aportaron los médicos suramericanos.

En 1913 la Universidad de Harvard, EUA, envió a Perú una comisión presidida por el
eminente profesor Richard Pearson Strong e integrada además, entre otros, por los no
menos importantes bacteriólogos Tysser y Sellards, la que confirmó y amplió las
observaciones de Barton y consideró que los microorganismos descubiertos por éste
eran muy similares a los encontrados en especies animales, clasificados hoy
como Grahamella talpae, Haemobartonella muris y canis yEperythrozoon
coccoides y en honor del bacteriólogo peruano les llamó Bartonella
bacilliformis, nombre que conserva hasta el presente.

Las bartonellas son pequeñas bacterias, gramnegativas, móviles y excesivamente


polimorfas que constituyen la única especie dentro del género Bartonella y el único
microorganismo de significación médica humana en la actual familia Bartonellaceae.

En 1927 el bacteriólogo doctor Telémaco Battistini logró cultivar y aislar por primera
vez las bartonellas e inocular la sangre proveniente de verrugas en monos.

Strong y la Comisión Harvard no encontraron las bartonellas en cortes


histopatológicos de las verrugas y esto los llevó a dudar de la teoría unicista de los
médicos peruanos. La idea predominante en aquellos años era que la fiebre de la
Oroya constituía los períodos iniciales de la verruga peruanas y que si el enfermo
sobrevivía a la pirexia inicial muy grave, presentaba más tarde la erupción
característica de verruga.

Strong llevó a cabo entonces la siguiente experimentación: un voluntario que se prestó


a ello fue inoculado con extractos de verruga y 16 días después presentó lesiones
verrucosas típicas sin traza alguna de pirexia preliminar o de la anemia tan
característica de la fiebre de la Oroya. Por esta experiencia la Comisión Harvard negó
las conclusiones de Carrión y estableció que las dos tan diferentes formas clínicas
respondían a etiologías distintas, lo que fue aceptado por los principales centros
médicos de la época.

En 1926 Hideyo Noguchi, eminente bacteriólogo e investigador japonés, trabajó en


New York con muestras enviadas desde el Perú, aisló microorganismos idénticos de
muestras de sangre de personas con fiebre de la Oroya y de verrugas extirpadas de
pacientes con la forma eruptiva de la enfermedad. Con microorganismos cultivados de
cualquiera de las dos fuentes pudo producir verrugas en monos y reaislar el
microorganismo en cultivos puros provenientes de las lesiones de dichos animales.
Con esta brillante aplicación de los principios de Koch actualizaba Noguchi el
descubrimiento de Carrión. Su trabajo fue confirmado repetidamente por numerosos
investigadores y se impuso de nuevo la verdad de Carrión en el mundo de la ciencia.

En busca de la forma de transmisión de la enfermedad los médicos peruanos habían


estudiado las llamadas "aguas verrucógenas" que la tradición popular asociaba con el
origen de la entidad nosológica. La Facultad de Medicina de Lima nombró a los
doctores León y de los Ríos para estudiar si dichas aguas producían la enfermedad y
el doctor León se sometió a la prueba experimental de beber el agua y no sólo no
presentó síntoma alguno, sino que para asombro de todos contrajo la enfermedad el
doctor de los Ríos que no había ingerido dichas aguas.

Pero, no fue hasta 1913, que Townsend, investigador norteamericano al servicio del
gobierno peruano, asignó la transmisión de la enfermedad de Carrión a las titiras o
moscas de los valles de endemicidad, a las que clasificó como Phlebotomus
verrucarum y descartó además como posibles vectores las garrapatas, chinches y otros
ectozoos ordinarios humanos.

Los estudios de Townsend recibidos con dudas por los médicos peruanos fueron
confirmados en 1929 por Noguchi, Shannon, Tilden y Tyler; en 1931 por Battistini y
poco después por M. Herting y A. Herrer. Hoy se acepta que en condiciones naturales
la infección se transmite de hombre a hombre por picadura dePhlebotomus
verrucarum en Perú y de Phlebotomus colombianum en Colombia, pero no han
podido obtenerse experimentos más concluyentes y completos de transmisión debido
a la dificultad de colonización de phlebotomus en el laboratorio y a la incompleta
expresión de la infección por Bartonella bacilliformis en animales de laboratorio a
pesar de la lista de experiencias que incluye: en monos, con triturados de botones
verrucosos (Kolle, Seiffer, Jadassohn, Strong, Mackehenie), con cultivos puros
(Noguchi, Battistini, Márquez de Cunha) y con sangre parasitada (Battistini); se ha
tratado de reproducir la fase hemática en monos normales (Battistini) y en monos
esplenectomizados (Mayer y Kikuth) y se ha logrado obtener granulomas locales, con
estructura muy semejante a la del botón verrucoso, en perros, conejos, cabras y burros
(Mackehenie, Arce y Ribeiro).

En la amplia bibliografía suramericana sobre el tema se destacan el ya citado libro de


Enrique Odriozola La maladie de Carrión (1898), fuente riquísima de observaciones
clínicas; la obra de Pedro Weiss Hacia una concepción de la verruga peruana (1927),
en que se describe la enfermedad en relación con las lesiones anatomopatológicas y
los cambios inmunológicos de las diversas fases; la monografía de A. Hurtado, J. Pons
y C. Merino La anemia en la enfermedad de Carrión (1938), en la que se define la
anemia y se hace un amplio estudio de su patogenia y la obra de conjunto de Raúl
Rebagliati Verruga peruana (1940), que con muchas ideas propias, reúne todo lo que
se había escrito sobre la entidad hasta la fecha de su publicación.

En la década de los años 1940-1950 con la introducción del DDT como insecticida, se
inicia la campaña contra los vectores de la enfermedad con resultados muy
satisfactorios, y en la siguiente década de 1950-1960 con el descubrimiento de la
acción de la terapia antibiótica contra las enfermedades infecciosas, se aplicó con
éxito en la curación de la enfermedad, primero la penicilina en inyecciones y luego la
streptimicina, el cloranfenicol y las tetracilinas; en nuestros días la enfermedad de
Carrión es una entidad nosológica curable, evitable y circunscrita a su zona histórica
de endemicidad.6-10

Aporte de Daniel Alcides Carrión al conocimiento clínico de la fiebre de la Oroya


y verruga peruana

Hijo natural del médico y abogado ecuatoriano doctor Baltasar Carrión de Torres y de
doña Dolores García, nació Daniel Alcides Carrión García en la ciudad de Cerro de
Pasco, provincia de Tarma, departamento de Junín, Perú, el 12 de agosto de 1857,11

Comenzó sus estudios primarios en la escuela municipal de Cerro de Pasco, pero la


muerte accidental y trágica de su padre, al escapársele a éste un disparo de su propio
revólver al montar en brioso caballo, lo dejó huérfano a la edad de 8 años y lo hizo
continuar sus estudios en la ciudad de Tarma al cuidado de un familiar de su madre.

A los 14 años de edad se trasladó a la ciudad de Lima e ingresó en el Colegio


Nacional Nuestra Señora de Guadalupe, donde cursó de 1873 a 1878 la enseñanza
secundaria y media con excelente aprovechamiento.

En posesión del título de bachiller, matriculó en 1878, en la Facultad de Medicina de


la Universidad Mayor de San Marcos, Lima, para cursar los estudios médicos, los que
realizará con notable éxito, pero no sin grandes sacrificios económicos y a los que se
unirán a partir del siguiente año, las dificultades producidas por la Guerra del
Pacífico, entre Chile y Perú, que durará hasta 1883.12

En parte de ella, actuará Carrión en el ejército de su país como practicante de


medicina, desempeñándose con abnegación y patriotismo, sobre todo antes y durante
la invasión de los chilenos a la ciudad de Lima, donde participó en la batalla de
Miraflores, caracterizada por la desesperada resistencia de los peruanos a las fuerzas
chilenas y en la cual Carrión tuvo que poner a prueba su experiencia ganada en los
hospitales Dos de Mayo, San Bartolomé, la Maison de Santé (Hospital Francés) y en
el Lazareto, pues se vio en la necesidad de asistir a centenares de heridos.13

Terminada la guerra, triste y agotado, reanuda sus estudios en la Universidad de San


Marcos de Lima, y sus prácticas en el Hospital Dos de Mayo, institución ésta donde
va a tener la oportunidad de estudiar a numerosos enfermos, febrisitantes y anémicos,
con las clásicas verrugas peruanas en diferentes períodos evolutivos, en su mayoría
procedentes del Valle de la Oroya, los que, le reafirman en su interés por esta
enfermedad endémica de su país, la cual estudiaba desde casi dos años antes y decide
escribir sobre dicha entidad como tema para su trabajo de tesis para optar por el grado
de bachiller en medicina.
Con el título de Apuntes sobre la verruga peruana redactó Carrión una minuciosa
monografía que comprende los siguientes acápites: sinonimia; definición; etiología;
síntomas; primer período; segundo período; invasión; dolores; fiebre; pulso; orina;
tercer período; erupción; cuarto período; diagnóstico y tratamiento. Incluye además,
como casuística, nueve historias clínicas.

En este estudio Carrión demuestra que conocía en detalles la evolución de la entidad


en sus cuatro períodos y establecía como unidad nosológica las dos fases de la
enfermedad; la febril, con toda su sintomatología y la eruptiva o de verruga. Valoró
certeramente sus complicaciones, especialmente la anemia grave, y llama la atención
su opinión concerniente al pronóstico.

Y puesto que admitía en la enfermedad sus dos formas clínicas, de fiebre de la Oroya
y de verruga peruana, se dispuso demostrar su hipótesis, que era también la de muchos
médicos peruanos, en su propia persona con la autoinoculación de la enfermedad.

Con ese fin, cuenta el doctor Leonardo Villar, jefe de clínica, que en varias ocasiones
Carrión trató de que le realizaran la inoculación en su servicio del Hospital "Dos de
Mayo", aunque siempre habían podido hacerlo desistir de su empeño, pero, el 27 de
agosto de 1885, a las 10 de la mañana, se presentó en la sala Nuestra Señora de las
Mercedes, perteneciente al servicio del doctor Villar y trató de hacerse la
autoinoculación alegando que "suceda lo que sucediere, no importa, quiero
inocularme".14

El doctor Evaristo M. Chávez para evitar que Carrión se hiciera un daño involuntario
tomó de manos del estudiante la lanceta y le practicó cuatro inoculaciones, dos en
cada brazo, en el sitio común de la vacunación. Dichas inoculaciones se hicieron con
la sangre inmediatamente extraída por rasgadura de un tumor verrucoso de color rojo,
situado en la región superciliar derecha del paciente Carmen Paredes, ingresado en la
cama No.5. Según el doctor Villar este paciente "debía proximamente irse de alta a la
calle [ ... ] que era joven de 14 años de edad aproximadamente, de buena constitución,
exento de toda diátesis y que su verruga era discreta, de la que sólo tenía dos en estado
de atrofia, una en el carrillo externo y otra en la extremidad externa del arco
superciliar derecho". Cuando ocurrió la inoculación estaban presentes el doctor Villar
y los alumnos de su servicio, interno Julián Arce y externo José Sebastián
Rodríguez.14

Desde aquel mismo momento Carrión fue escribiendo una minuciosa historia clínica
de su enfermedad. El propio 27 de agosto, después de la inoculación, escribiría, "A los
20 minutos comenzaron a manifestarse algunos síntomas locales, tales como una
comezón bastante notable, seguida después de dolores pasajeros que desaparecieron a
las 2 horas siguientes. No han habido síntomas de inflamación, todo ha desaparecido
sin dejar vestigio alguno."15

Carrión continuó haciendo su vida normal hasta tres semanas más tarde, en que
pasado el período de incubación —con su experiencia quedaba determinado—,
comenzaron a aparecer los primeros síntomas. Sobre ello anotó, "Hasta el 17 de
septiembre en la mañana, no he tenido absolutamente nada; en la tarde de ese día he
tenido un ligero malestar y dolor de la articulación tibio tarsiana izquierda, que me
molestaba la marcha. Durante la noche he dormido perfectamente bien".15

Dos días después, el 19 de septiembre, se manifestaba el período de estado de la


enfermedad con todos sus síntomas: calambres fuertes, fiebre con escalofríos,
decaimiento, postración, dolores generalizados en la totalidad del cuerpo, que él va
describiendo con brevedad y rigor científico, así como las características del pulso, las
deposiciones y la orina.

Permanece en su domicilio, la casa de su madrina, sin permitir que nadie lo acompañe


de noche. El 22 de septiembre le aparece un tinte ictérico y petequias en la cara,
poliuria, hematuria, cefalea intensa, signos y síntomas que van en aumento, con
palidez considerable de la piel y la mucosa. La anemia hemolítica hacía su aparición
para agravar el cuadro clínico.

El 26 de septiembre su estado de postración es tal que escribe, "A partir de hoy me


observarán mis compañeros pues por mi parte confieso me sería muy difícil
hacerlo".15 Desde entonces continúan la historia clínica sus fieles condiscípulos:
Casimiro Medina, Enrique Mestanza, Julián Arce, Mariano Alcedan, Manuel Montero
y Ricardo Miranda.

Desde la cama dicta sus síntomas y sigue el curso de la enfermedad. El 28 escriben


sus compañeros, "Admirable es en verdad la marcha tan rápida que en él ha seguido la
anemia, que a partir de este día domina por completo el cuadro sintomático".15 Desde
la noche del 30, no obstante la protesta del enfermo, lo velan sus amigo. Cuando se
siente mejor habla de su familia y comenta, "Sí, lo que tengo es fiebre de la Oroya,
aquella fiebre de que murió Orihuela, mejor es no pensar en esto, fumemos un
cigarro".15

El 2 de octubre dándose cuenta de su gravedad y valorando certeramente su cuadro


clínico le dijo a sus compañeros, "Hasta hoy había creído que me encontraba tan solo
en la invasión de la verruga, como consecuencia de mi inoculación, es decir, en aquel
período anemizante que precede a la erupción; pero ahora me encuentro firmemente
persuadido de que estoy atacado de la fiebre de que murió nuestro amigo Orihuela; he
aquí la prueba palpable de que la fiebre de la Oroya y la verruga, reconocen el mismo
origen, como una vez le oí decir al doctor Alaco".15 Y a los amigos que trataban de
convencerlo de que estaba en un error les recalcó, "Les doy a ustedes las gracias por
su deseo y siento decirles no conseguirán convencerme de que la enfermedad que hoy
me acosa no sea la fiebre de la Oroya".15

El 4 de octubre, con su aprobación, es trasladado a la Maison de Santé (Hospital


Francés) y todavía en su domicilio le dice al señor Isaguirre, alumno del primer año de
medicina que está a su lado, "Aún no he muerto, amigo mio, ahora les toca a ustedes
terminar la obra ya comenzada, siguiendo el camino que les he trazado".15

Unos momentos después de su ingreso una junta médica formada por los doctores
Villar, Romero, Flores y Chávez discutió el estado de su enfermedad y no obstante la
opinión de la mayoría en favor de la transfusión sanguínea, para lo cual todo se
hallaba preparado , -un transfusor de Oré, que el doctor Villar había llevado y uno de
sus compañeros decidido a donar la sangre necesaria- la indicación se pospuso para el
próximo día, quedando el enfermo sometido al tratamiento siguiente: inyecciones
intravenosas de ácido férrico y 20 centígrados de albuminato de hierro cada 2 horas;
se continuaron las inhalaciones de oxígeno y las pulverizaciones de ácido férrico;
como líquido , agua gaseosa y como alimentación caldo y polvos de carne.

Estas serían las últimas indicaciones que se le prescribieron a Carrión, pues al día
siguiente, 5 de octubre, entraba en coma, interrumpido en algunos momentos por
quejidos entremezclados con palabras incomprensibles. Sus compañeros terminarían
ese mismo día su historia clínica con estas sentidas y hermosas palabras: "A las 11½
de la noche lanzó su último suspiro breve y profundo, que fue para los que le
rodeaban la señal de que este mártir al abandonarnos iba a ocupar en lo infinito el sitio
que el Todopoderoso tiene reservado para los que como él ejercen la mayor de las
virtudes: la Caridad".15

El doctor Luis A. León connotado tropicalista e historiador médico ecuatoriano,


conocedor profundo de la enfermedad de Carrión, ha señalado los siguientes factores
que su juicio determinaron la muerte del estudiante peruano: 
 

"1.A que el organismo de él debía haber estado débil por los trabajos forzados a que
había sido objeto meses antes, con motivo de la invasión de las tropas chilenas a la
ciudad de Lima y las correspondientes privaciones alimenticias.

2.A que las cuatro inoculaciones practicadas en sus brazos con sangre extraída de la
verruga del paciente Carmen Paredes equivalían a centenares de picaduras, con
condicionese normales, por mosquitos flebotomos infectados, lo cual acortó el período
de invasión y agravó la virulencia del proceso infeccioso.
3.A que las defensas inmunológicas de Carrión eran escasas o nulas, factor muy
importante que se observa en las zonas endémicas de la enfermedad.

4.A que esta enfermedad en los brotes epidémicos ha sido causante de una alta
mortalidad, como se registró en la Bahía de Coaque, Manabí, en el Valle de la Oroya
y en el Valle del Guáitara en Colombia.

5.A la falta de atención oportuna y a la carencia de entonces de una medicación


específica. La administración prolongada e ineficaz de sulfato de quinina, así como
también las inyecciones de ácido férrico, debían haber agravado la enfermedad del
paciente".16

Un año después de la desaparición física de Carrión sus compañeros, los que


continuaron las anotaciones, publicaban en Lima (1886), en un pequeño volumen
susApuntes sobre la verruga peruana y la historia clínica de su enfermedad llevada
por él. Este libro, que constituye hoy un documento clásico de la historia de la
medicina mundial, desconocido para la inmensa mayoría de los médicos de América,
debería ser, en ediciones actuales, lectura obligatoria de todos los estudiantes de
medicina latinoamericanos.

Reconocimiento de su aporte a la medicina

Desde el momento de su muerte Daniel Alcides Carrión fue reconocido como mártir
consciente de las ciencias médicas y la prensa de Lima se hizo eco de la trascendencia
de su sacrificio en aras del conocimiento de una de las enfermedadees endémicas de
más alta mortalidad en su país.

Su sepelio fue una sentida manifestación de dolor popular, pero sobre todo del
estudiantado y de los médicos peruanos. En el cementerio levantaron sus voces
conmovidas dos profesores notables de la Facultad de Medicina, los doctores Macedo
y Almenara y dejó escuchar sus palabras entrecortadas por el llanto el estudiante
Manuel I. Galdo.

El nombre de Carrión ha pasado a ser no sólo un símbolo de la nación peruana, sino


también de la medicina latinoamericana y de la infectología mundial, citado en todos
los grandes libros de texto de microbiología, medicina tropical, medicina interna e
historia de la medicina.

En La Habana, en el Museo de Historia de las Ciencias Carlos J. Finlay, un hermoso


busto nos recuerda a todos los cubanos este singular mártir, que ofrendó su vida para
demostrar la unidad nosológica de la fiebre de la Oroya y la verruga peruana y darnos
una descripción clínica acabada de la enfermedad que lleva su nombre.
http://bvs.sld.cu/revistas/his/vol_1_95/his10195.htm
El Museo Nacional de Historia de las Ciencias
 “Carlos J. Finlay”
y
La Dirección de Extensión Universitaria de la
Escuela Latinoamericana de Ciencias Médicas
CONCURSO ESTUDIANTIL
"Grandes Médicos de América"

TRABAJOS PREMIADOS
. en homenaje al 3 de diciembre:
Aniversario 171 del Natalicio del Dr. Carlos J. Finlay
"Día de la Medicina Latinoamericana"
PRIMER LUGAR

ESCUELA LATINOAMERICANA DE CIENCIAS MÉDICAS

CIUDAD DE LA HABANA

TITULO: Aporte médico de Daniel Alcides Carrión al conocimiento

clínico de la fiebre de la oroya y verruga peruana

      Autor: Arturo Rodríguez Hidalgo

      Año: 1ro.

      Semestre Académico: 1ro.


      Grupo No. 10

      Profesor: Daniel Fernández Díaz

INTRODUCCIÓN

Uno de los objetivos fundamentales de la historia de la medicina y quizás el más grato a los que nos
dedicamos a ella, es el  estudio del enfrentamiento del hombre a las enfermedades, para su
conocimiento y dominio, a través de los tiempos.

            Entre las enfermedades autóctonas de América que más atractivos ofrece, ninguna como la
conocida con los nombres de sus dos grandes formas clínicas, fiebre de la Oroya y Verruga peruana,
pues ella se originó, se ha mantenido en tierras de nuestro continente y ha dado oportunidad a ser
estudiada con originalidad y brillantez tal por los médicos suramericanos, que la entidad del agente
etiológico lleva el nombre de esta figura tan ilustre: Daniel Alcides Carrión.

            El presente breve estudio lo dedicamos a destacar el aporte al conocimiento clínico de la


enfermedad llevado a cabo de una manera conmovedoramente dramática por el estudiante de
medicina peruano Daniel Alcides Carrión, quien se inmoló para ello voluntariamente a la edad de 28
años, al pedir y ser inoculado con la sangre de un botón verrucoso, para dar al mundo la más completa
descripción de su sintomatología, arrancada a los sufrimientos que le provocaba la forma grave de la
enfermedad que lo llevó a la muerte.

Biografía  y aporte médico de Daniel Alcides Carrión al conocimiento clínico de la fiebre de la Oroya y
Verruga Peruana.

Hijo natural del médico y abogado ecuatoriano doctor Baltasar Carrión de Torres y de doña Dolores
García, Daniel Alcides Carrión García, nació en la Ciudad de Cerro de Pasco, provincia de Tarma,
departamento de Jurín, Perú, el 12 de agosto de 1857.  Comenzó sus estudios primarios en la escuela
municipal de Cerro de Pasco, pero la muerte accidental y trágica de su padre, al escapársele a éste un
disparo de su propio revólver al montar en un brioso caballo, lo dejó huérfano a la edad de 8 años y lo
hizo continuar sus estudios en la ciudad de Tarma al cuidado de un familiar de su madre.  

            A los 14 años de edad se trasladó a la ciudad de Lima e ingresó al Colegio Nacional “Nuestra
Señora de Guadalupe”, donde cursó de 1873 a 1878 la enseñanza secundaria y media con excelente
aprovechamiento.

            Una vez alcanzado el título de bachiller, matriculó en 1878, en la Facultad de Medicina de la
Universidad Mayor de San Marcos, Lima, para cursar los estudios médicos, los que realizara con notable
éxito, pero no sin grandes sacrificios económicos, a los que se unirían a partir del siguiente año, las
dificultades producidas por la Guerra del Pacífico, entre Chile y Perú, que duró hasta 1883.
            En parte de ella, actuará Carrión en el ejército de su país como practicante de medicina,
desempeñándose con abnegación y patriotismo, sobre todo antes y durante la invasión de los chilenos a
la ciudad de Lima, donde participó en la batalla de Miraflores, caracterizada por la desesperada
resistencia de los peruanos a las fuerzas chilenas y en la cual Carrión tuvo que poner a prueba su
experiencia ganada en los hospitales “Dos de Mayo”, “San Bartolomé”, la “Maisón de Santé” (Hospital
Francés) y en “Lazareto”, pues se vio en la necesidad de asistir a centenares de heridos.

            Terminada la guerra, triste y agotado, reanuda sus estudios en la Universidad San Marcos de
Lima, y sus prácticas en el Hospital “Dos de Mayo”, institución en la que tiene la oportunidad de estudiar
a numerosos enfermos, febricitantes y anémicos, con las clásicas verrugas peruanas en diferentes
períodos evaluativos, en su mayoría procedentes del Valle de la Oroya, los que le reafirman en su interés
por esta enfermedad endémica de su país, la cual estudiaba desde casi dos años antes y decide escribir
sobre la misma, como tema para su trabajo de tesis para optar por el grado de bachiller en medicina.

            Con el título de “Apuntes sobre la verruga peruana” redactó Carrión una minuciosa monografía
que comprende los siguientes acápites: Sino ni una, definición, etiología; síntomas, primer período,
segundo período; invasión; dolores; pulso; orina; tercer período; erupción; cuarto período; diagnóstico y
tratamiento.  Incluye además, como casuística, nueve historias clínicas.

            En este estudio Carrión demuestra que conocía en detalles la evolución de la entidad en sus
cuatro períodos y establecía como unidad nosológica las dos fases de la enfermedad: la febril, con toda
su sintomatología, y la eruptiva o de verruga.  Valoró certeramente sus complicaciones, especialmente
la anemia grave, y llama la atención su opinión concerniente al pronóstico.

            Y puesto que admitía en la enfermedad sus dos formas clínicas, de fiebre de la Oroya y de
verruga, se dispuso demostrar su hipótesis, que era también la de muchos médicos peruanos, en su
propia persona con la auto inoculación de la enfermedad.

            Con este fin, cuenta el doctor Leonardo Villar, jefe de clínica, que en varias ocasiones Carrión
trató de que le realizaran la inoculación en su servicio del Hospital “Dos de Mayo”, aunque siempre
habían podido hacerlo desistir de su desempeño, pero, el 27 de agosto de 1885, a las 10 de la mañana,
se presentó en la sala Nuestra Señora de la Mercedes, perteneciente al servicio del doctor Villar y trató
de hacerse la auto inoculación alegando que “suceda lo que sucediere, no importa, quiero inocularme”.

            El doctor Evaristo M. Chávez, para evitar que Carrión se hiciera un daño involuntario tomó de las
manos del estudiante la lanceta y le prácticó cuatro inoculaciones, dos en cada brazo, en el sitio común
de la vacunación.

            Dichas inoculaciones se hicieron con la sangre inmediatamente extraída por rasgadura de un
tumor  verrucoso de color rojo, situado en la región superciliar derecha del paciente Carmen Paredes,
ingresado en la cama No. 5.  Según el doctor Villar este paciente “debía próximamente de irse de alta a
la calle (…), que era joven, de 14 años de edad aproximadamente, de buena constitución, exento de
toda diátesis y que su verruga era directa, de la que sólo tenía dos en estado de atrofia, una en el carrillo
externo y otra en la extremidad externa del  arco superciliar  derecho”.  Cuando ocurrió la inoculación
estaban presentes el doctor Villar y los alumnos de su servicio, interno Julián Arce y externo José
Sebastián Rodríguez.

            Desde aquel mismo momento Carrión fue escribiendo una minuciosa historia clínica de su
enfermedad.  El propio 27 de agosto, después de la inoculación, escribiría, “a los 20 minutos
comenzaron a manifestarse algunos  síntomas locales, tales como una comezón bastante notable,
seguida después de dolores pasajeros que desaparecieron a las 2 horas siguientes.  No ha habido
síntomas de inflamación, todo ha desaparecido sin dejar vestigio alguno”.   

            Carrión continuó haciendo su vida normal hasta tres semanas más tarde, en que pasado el
período de incubación –con su experiencia quedaba determinado--, comenzaron a parecer los primeros
síntomas.  Sobre ello anotó: “Hasta el 17 de septiembre en la mañana, no he tenido absolutamente
nada; en la tarde de ese día he tenido un ligero malestar y dolor de la articulación tibiotarsiana
izquierda, que me molestaba la marcha.  Durante la noche he dormido perfectamente bien”.

            Dos días después, el 19 de septiembre, se manifestaba el período de estado de la enfermedad


con todos sus síntomas: calambres fuertes, fiebre con escalofríos, decaimiento, postración, dolores
generalizados en la totalidad del cuerpo, que él va describiendo con brevedad y rigor científico, así como
las características del pulso, las deposiciones y la orina.

            Permanece en su domicilio, la casa de su madrina, sin permitir que nadie lo acompañe de noche. 
El 22 de septiembre le aparece un tinte ictérico y  petequias en la cara, poliuria, hematuria, cefalea
intensa, signos y síntomas que van en aumento, con palidez considerable de la piel y la mucosa.  La
anemia hemolítica hacía su aparición para agravar su cuadro clínico.

            El 26 de septiembre su estado de postración es tal que escribe, “A partir de hoy me observarán
mis compañeros pues por mi parte confieso me sería muy difícil hacerlo”.  Desde entonces continúan la
historia clínica sus fieles condiscípulos: Casimiro Medina, Enrique Mestanza, Julián Arce, Mariano
Accedan, Manuel Montero Y Ricardo Miranda.

            Desde la cama dicta sus síntomas y sigue el curso de la enfermedad.  El 28 escriben sus
compañeros: “Admirable es en verdad la marcha tan rápida que en él ha seguido la anemia, que a partir
de este día domina por completo el cuadro sintomático.  “Desde la noche del 30, no obstante la protesta
del enfermo, lo velan sus amigos.  Cuando se siente mejor habla de su familia y comenta, “Sí, lo que
tengo es fiebre de la Oroya, aquella fiebre de que murió Orihuela, mejor es no pensar en esto, fumemos
un cigarro”.

            El 2 de octubre, dándose cuenta de su gravedad y valorando certeramente su cuadro clínico, le


dijo a sus compañeros, “Hasta hoy había creído que me encontraba tan sólo en la invasión de la verruga,
como consecuencia de mi inoculación, es decir, en aquel período anemizante que procede la erupción,
pero ahora me encuentro firmemente persuadido de que estoy atacado de la fiebre de que murió
nuestro amigo Orihuela; he aquí la prueba palpable de que la fiebre de la Oroya y la Verruga, reconocen
lo mismo o el mismo origen, como una vez le oí decir al doctor Alaco.  “Y a los amigos que trataban de
convencerlo que estaba en un error, les recalcó: Les doy a ustedes las gracias por su deseo, y siento
decirles no conseguirán convencerme de que la enfermedad que hoy me acosa no sea la fiebre de
la Oroya".

            El 4 de octubre, con su aprobación, es trasladado a la Maison de Santé (Hospital Francés) y


todavía en su domicilio le dice al señor Izaguirre, alumno de primer año de medicina que está a su lado:
“Aún no he muerto,  amigo  mío, ahora les toca a ustedes terminar la obra ya comenzada, siguiendo el
camino que les he trazado”.

            Unos momentos después de su ingreso una junta médica formada por los doctores Villar,
Romero, Flores y Chávez discutió el estado de su enfermedad y no obstante la opción de la mayoría a
favor de la transfusión sanguínea, para lo cual todo se hallaba preparado –un transfusor  de Orí, que el
doctor Villar había llevado-  y uno de sus compañeros, decidido a donar sangre necesaria, la indicación
se propuso para el próximo día, quedando el enfermo sometido al tratamiento siguiente: inyecciones
intravenosas de ácido férrico y 20 horas; se continuaron las inhalaciones de oxígeno y las pulverizaciones
de ácido férrico, como líquido, agua gaseosa y como alimentación caldo y polvos de carne.

            Estas serían las últimas indicaciones que se le prescribieron a Carrión, pues el día siguiente, 5 de
octubre, entraba en coma, interrumpido en algunos momentos quejidos entremezclados con palabras
incomprensibles.  Sus compañeros terminarían ese mismo día su historia clínica con estas sentidas y
hermosas palabras: “A las 11 y media de la noche lanzó su último suspiro breve y profundo, que fue para
los que le rodeaban la señal de que este mártir al abandonar la vida iba a ocupar en lo infinito el sitio
que el Todopoderoso tiene reservado para los que como él ejercen la mayor de las virtudes, la caridad”.

            El doctor Luis A. León connotado tropicalista e historiador médico ecuatoriano, conocedor
profundo de la enfermedad de Carrión, ha señalado los siguientes factores que su juicio determinaron la
muerte de estudiante peruano.

1.A que el organismo de él debía haber estado débil por los trabajos forzados a que había sido objeto
meses antes, con motivo de la invasión de las tropas chilenas a la ciudad de Lima y las correspondientes
privaciones alimenticias.

2.A  que las cuatro inoculaciones practicadas en sus brazos con sangre extraída de la verruga del
paciente Carmen Paredes,  equivalían a centenares de picaduras, con condiciones normales, por 
mosquitos flebótomos infectados, lo cual acortó el período de invasión y agravó la virulencia del proceso
infeccioso.

3.A que las defensas inmunológicas de Carrión eran  escasas o nulas, factor muy importante que se
observa en las zonas endémicas de la enfermedad.

4.A que los brotes epidémicos han sido causantes de una alta mortalidad, como se registró en la Bahía
de Coaque Manabí, en el Valle de la Oroya y en el Valle del Guaitara, en Colombia.

5.A la falta de atención oportuna y la carencia de entonces de una medicación específica.  La


administración prolongada e ineficaz de sulfato  de quinina, así como también las inyecciones de ácido
férrico, debían haber agravado la enfermedad del paciente.”
Un año después de la desaparición física de Carrión, sus compañeros, los que continuaron las
anotaciones, publicaban en Lima (1886), en un pequeño volumen, sus apuntes sobre la verruga peruana
y la historia clínica  de su enfermedad llevada por él.  Este libro, que constituye hoy un documento
clásico de la historia de la medicina mundial, desconocido para la inmensa mayoría de los médicos de
América, debía ser en ediciones actuales, lectura obligatoria de todos los estudiantes de medicina
latinoamericanos.

Reconocimiento de su aporte médico

A partir del momento de su muerte Daniel Alcides Carrión fue reconocido como mártir de las Ciencias
Médicas Peruanas y la prensa nacional hizo eco a la trascendencia de su sacrificio, fomentando el
conocimiento de una de las enfermedades de más alta mortalidad en el país.

            Su entierro fue un acontecimiento de dolor popular sobre todo del estudiantado médico
peruano.  En el cementerio levantaban sus voces conmovidos dos profesores de la facultad de medicina
de la U.N.M.S.M; los doctores Macedo y Almenara; asimismo, se dejaron escuchar las palabras
entrecortadas   del  estudiante Manuel I. Galdo.

            El nombre de Carrión ha pasado a ser no sólo un símbolo de la nación peruana, sino también de la
medicina latinoamericana y de la infectología mundial, citado en todos los grandes libros de texto de
microbiología, medicina tropical, medicina interna e historia de la medicina.

            Demostró mediante su inoculación, que la fiebre de la Oroya y la verruga peruana reconocen el
mismo origen al igual que describió de forma detallada la evolución de la enfermedad y  la
sintomatología de la misma, que para la época eran simples decires sin base científica.

            Hoy en día, los peruanos nos sentimos más que orgullosos de aquel tan insigne mártir de la
medicina, tanto por su valioso aporte como por su dedicación y entrega.  En el país se han levantado
obras en su nombre al igual que hospitales y colegios en todo el país.  Todos los meses de octubre se
conmemora la muerte de tan querido personaje

http://www.16deabril.sld.cu/rev/220/museo.html

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