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David Salinas1
1
Universidad Nacional Mayor de San Marcos - Facultad de Medicina - ESSALUD - Lima - Perú
Introducción
La verruga peruana fue investigada en el Perú muchos años antes del experimento de Carrión:
en 1858 Tomás Salazar, que fue profesor de Daniel Alcides Carrión, realizó la primera
descripción conocida; en 1861 el médico peruano Armando Vélez realiza un estudio
histopatológico y en 1873 Enrique Basadre, quien fue alumno de Ricardo Espinal, realizó un
estudio clínico donde también documentó la teoría unicista de su maestro (19).
Sin embargo, el interés científico por la verruga peruana se fue perdiendo en Perú y fue
creciendo en Chile; esto, en un contexto post derrota de la guerra con Chile e impulsado por un
nacionalismo científico, fue un factor que estimuló a Carrión para que el 27 de agosto de 1885
decidiera realizar un experimento de autoinoculación (2) con las secreciones inmediatamente
extraídas por rasgadura de una verruga peruana de un paciente. Después de la inoculación
continuó con sus actividades estudiantiles hasta que a los veintiún días inicia su sintomatología y
progresivamente percibe una palidez marcada. El estudiante estuvo asombrado por la rapidez
con que se desarrolló la anemia —la anemia hemolítica de la bartonelosis por Bartonella
bacilliformis es conocida como una de las más rápidas y severas de todas las anemias que
afectan al hombre— y a medida que la enfermedad avanza reconoce que el cuadro que está
presentando es la fiebre de la Oroya; correlacionando su inoculación con secreciones de verruga
concluye "He aquí la prueba palpable de que la fiebre de la Oroya y la verruga reconocen el
mismo origen" (2, p46)
Carrión conocía la teoría unicista antes del experimento pero no creía en ella —probablemente
porque existían varias teorías relacionadas a la fiebre de la Oroya—, por lo que diseñó su
experimento para intentar reproducir la verruga peruana y no la fiebre de la Oroya; para él estas
dos eran enfermedades diferentes antes del experimento y en su diario afirma: "Hasta hoy había
creído que me encontraba tan solo en la invasión de la verruga, como consecuencia de mi
inoculación, es decir, en aquel periodo anemizante que precede a la erupción" (2, p45). Sin
embargo, al final reconoce que estaba equivocado, convirtiéndose este en su aporte científico.
Carrión no diseñó su experimento para probar la teoría unicista
Carrión diseñó su experimento para conocer cuáles eran los síntomas iniciales de la usualmente
benigna verruga peruana (20) y probablemente hacer el diagnóstico diferencial con la malaria,
una enfermedad con la que tiene similitudes clínicas y epidemiológicas. Carrión afirma antes del
experimento que la epidemiología era la única clave conocida para el diagnóstico precoz de la
verruga peruana (2) y dado que quería conocer los síntomas no experimentó en animales. Para
el médico, el desafío de la verruga en el siglo XIX es similar al desafío que actualmente tiene la
ciencia mundial con el ántrax por inhalación: conocer síntomas precoces que puedan
diferenciarlo de otras enfermedades.
Algunos investigadores consideran un ejemplo de serendipia (21) el modo en que Carrión obtuvo
ese conocimiento; sin embargo, no solo la suerte determinó su hallazgo: él pudo captar ese
conocimiento clínico solo porque era un investigador y conocía bien la clínica de la verruga
peruana.
Carrión creía que la verruga peruana era una enfermedad única, sin relación con la fiebre de la
Oroya, pero durante la evolución del experimento, al percatarse de la rápida anemia severa y la
alta fiebre, cambió su concepción y afirmó la teoría unicista. Como se repite frecuentemente, no
era su intención encontrar la relación entre ambas formas clínicas (5-8).
La demostración final de la hipótesis unicista la hizo años después, en 1926, el científico japonés
Hideyo Noguchi del Instituto Rockefeller al aislar la Bartonella bacilliformis en ambas fases de la
enfermedad y comprobar que al ser inoculadas en monos causaban ambos síndromes (24-26).
Noguchi tuvo gran placer en confirmar el trabajo de Carrión, un investigador solitario, y no el del
grupo de Harvard (15). Una segunda expedición de Harvard, también liderada por Richard
Strong, tras las pruebas bacteriológicas de Noguchi reconoce su error y acepta la teoría unicista
de la enfermedad de Carrión (27).
El experimento de Carrión fue útil para la ciencia, pues brindó la evidencia clínica que permitió
que años después, en 1926, se realizara la demostración final de la hipótesis por Hideyo Noguchi
al aislar la Bartonella bacilliformis en ambas fases de la enfermedad. Carrión no solo aportó
clínicamente a la etiología unitaria de la verruga peruana y la fiebre de la Oroya, también reveló
el fenómeno que diversas enfermedades pueden ser producidas por un único patógeno (32).
Para Daniel Alcides Carrión la verruga se podía reproducir experimentalmente por inoculación y
era una enfermedad transmisible, pero por algún factor aún no demostrado posiblemente
también era una inmunodeficiencia natural; desarrolló la fiebre de la Oroya ante la nueva
realidad, y como buen científico aceptó su error y cambió su hipótesis: a partir de la verruga
peruana se puede reproducir la fiebre de la Oroya.
En ciencia, irónicamente los errores son los que a veces la llevan hacia adelante y al reconocer
su error Carrión brinda su aporte mundial: la evidencia clínica experimental de la teoría unicista.
http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0120-00112016000100015
Bartonelosis (Fiebre de la Oroya o Verruga Peruana)
¿Enfermedad ocupacional
Cesar Gonzáles R. (1), Ciro Maguiña V. (2), Felipe Heras M. (3), Luis Conde-Salazar
G. (4)
Historia
Distribución geográfica
Clásicamente los nichos verrucógenos se localizan entre los 500 – 3,200 m.s.n.m., pero
debido a cambios ecológicos y otras variables epidemiológicas la enfermedad se ha
encontrado en áreas de la costa y selva. (7)
Bacteriología
En estos cultivos se ha visto que la bacteria posee flagelos unipolares; a la ME, dichos
flagelos poseen una longitud de onda de 800nm; se sabe que los filamentos flagelares están
compuestos de polipéptidos de 42 K-Da, y esta disposición determina su movimiento como
tirabuzón, el cual le permite penetrar con facilidad a los glóbulos rojos. (10)
Transmisión
La Lutzomyia verrucarum, vector principal de la verruga peruana, es una especie propia del
Perú; se encuentra en los valles occidentales e interandinos de los Andes peruanos, también
en las casas (dormitorios), en los ambientes peri domiciliarios y en menor cantidad en el
campo abierto.
Tiene un patrón estacional, el cual obedece a las diferentes condiciones climáticas de las
zonas; aumenta en número a partir del mes de marzo a junio.
Clínica
La Lutzomyia verrucarum introduce el huésped la Bartonella bacilliformis; estos
microorganismos se localizan principalmente en los endotelios capilares y linfáticos (células
de Strong) y luego penetran activamente a los glóbulos rojos, residiendo dentro de ellos
(endoglobulares); ello estimula el sistema retículo endotelial, haciendo que los linfocitos y
macrófagos produzcan una intensa eritrofagocitosis del complejo hematíe-bartonella, lo cual
puede llevar a una severa anemia de tipo hemolítico y extravascular.
Una vez que un paciente susceptible es picado por el insecto transmisor, este puede cursar
sin síntomas o desarrollar diferentes y variados síndromes clínicos.
Clásicamente se han descrito tres periodos: la fase aguda anemizante, le sigue el período
denominado intercalar, usualmente asintomático y de duración variable, y luego de meses a
años, la fase eruptiva o crónica más conocida como verruga peruana.
Estudios recientes han demostrado que los pacientes pediátricos y adultos jóvenes son los
más afectados; en relación al sexo predomina el masculino en ambas fases; respecto al
tiempo de enfermedad, la mayoría de los pacientes en fase aguda presentan un menor
tiempo de enfermedad y un mayor tiempo los pacientes de fase eruptiva.
El período de incubación clásicamente han sido considerados 21 días, pero según nuestros
estudios, la media es de 2 meses. (13)
A) FASE AGUDA
B) FASE ERUPTIVA
La fase crónica eruptiva conocida como verruga peruana es muy frecuente a nivel
pediátrico; muchos niños preescolares y escolares de las zonas endémicas presentan en
cara, extremidades superiores e inferiores diversas formas de verrugas. (12)
Miliar (pequeñas), mular (grandes) y nodular (subdérmicas); estas muchas veces curan
solas en 3 a 6 meses; ocasionalmente se ha detectado en algunos pacientes (13%) con
verruga peruana, presencia de Bartonellas en sangre sin cuadro anémico severo.
Los signos y síntomas que destacan son: sangrado de las verrugas, palidez leve, fiebre,
malestar, prurito, dolor articular, linfoadenomegalia.
La letalidad es excepcional en esta fase. Las lesiones eruptivas se confunden con tumores
cutáneos, tales como: granuloma piogénico, angiomatosis bacilar, varicela, molusco
contagioso, sarcoma de kaposi, hemangioma, tumor de Spitz, fibrosarcoma, etc. (8)
Histopatología
La presencia de estas poblaciones celulares sitúa a la verruga peruana dentro del grupo de
las angiomatosis dendrocíticas.
Diagnóstico
Se demuestra que la prueba de ELISA cuando se analiza toda la fracción de la bacteria tuvo
alta positividad (95.2%), al igual que el Western Blot: el 100% de las muestras fueron
positivas.
Últimos estudios de Western Blot realizados por Kosek y cols. Demuestran que esta prueba
tuvo mayor positividad en los pacientes eruptivos que los agudos. (11)
Tratamiento
Prevención y control
Clásicamente, la principal y única medida de control ha sido la fumigación con DDT, la cual
produjo una disminución importante de los casos, pero últimamente la enfermedad se ha
mantenido e incluso han existido rebrotes en algunas zonas endémicas, probablemente por
resistencia al DDT. (1)
Conclusiones
Es bifásica, con dos estadíos muy disímiles; sólo ataca a la especie humana, sin que hasta
hoy se conozca el reservorio animal de los gérmenes causantes; produce en la piel y
algunas mucosas un modelo singular de reacción tisular, que es morfológicamente diferente
a las reacciones inflamatorias usuales; el agente transmisor es un mosquito hematófago
(hembra) del género Lutzomyia, que es cosmopolita; durante la primera fase de invasión
sanguínea, con anemia hemolítica severa, hay depresión de la inmunidad; en fin, la
distribución está en sitios muy limitados, seguramente en relación con la confluencia de
factores ecológicos hasta ahora desconocidos.
Se requieren nuevos estudios longitudinales y a largo plazo para conocer mejor la historia
natural de la bartonelosis.
No existen registros del tiempo de permanencia de los trabajadores, pero si hay evidencias
que son desplazamientos continuos por motivos laborales.
Según la definición de enfermedad ocupacional, diremos que es toda afección directa o
indirectamente causada, condicionada, mantenida o agravada por todo aquello que sea
utilizado en la actividad profesional o exista en el ambiente de trabajo. (9)
Basados en este concepto planteamos que sería útil y necesario que los organismos
competentes reconozcan a la bartonelosis como una enfermedad ocupacional.
Actualmente Perú, Ecuador y Colombia son países endémicos de esta enfermedad y debido
a la crisis económica que sufren, muchas personas emigran a otros países con mayor
frecuencia a Estados Unidos y Europa (España).
http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0465-
546X2007000400006&lng=es&tlng=es
Daniel Alcides Carrión y su contribución al imaginario cultural de la medicina
peruana
Juan Murillo, Oswaldo Salaverry, Walter Mendoza, Gustavo Franco, Walter Calderón, Juan
Rodríguez Tafur
Resumen
El estudio analiza el papel de Daniel Alcides Carrión como héroe cultural y elemento central de la
tradición médica peruana. Se constata el proceso de elaboración del significado del experimento de
Carrión en un escenario de lucha política y reconstrucción nacional que confluye con el positivismo
de las élites aristocráti- cas del país de inicios de siglo. La recomposición social de las instituciones
médicas y el ingreso del sector emergente a la Facultad de Medicina, hace que la imagen de
Carrión creada a fines del siglo XIX se vuelva en la actualidad en un icono neutro, que puede ser
absolutamente reivindicado por todos los sectores, al estar absolutamente arraigado en un pasado
que no tiene presencia en el presente. Se hace un análisis del imaginario cultural que hizo posible el
desarrollo de la Escuela Médica Peruana (1886-1956), período en el cual San Fernando produce la
mayor cantidad y calidad de conocimiento médico realizado en el país. Se concluye que la
confluencia de los siguientes elementos del imaginario médico local -Carrión como mito fundacional,
resistencia emergente, proyecto de reconstrucción y restauración académica, ética y moral-, hizo
posible la aparición de la Escuela Médica Peruana y, por ende, el mayor desarrollo y legitimidad
social de la medicina en el Perú; y constituye la base para la construcción de una nueva cultura
médica, en el marco de la refundación y construcción de un nuevo país.
http://revistasinvestigacion.unmsm.edu.pe/index.php/anales/article/view/1494/1274
RESUMEN
Se hace la consideración de Daniel Alcides Carrión, héroe de la Medicina peruana y de la
Nación, desde el punto de vista fenomenológico, tanto filosófico como psicológico,
considerando más la visión social que un fenómeno individual, bajo las influencias de las
corrientes de pensamiento vigentes a fines del siglo
ABSTRACT
A close vision is directed towards Daniel Alcides Carrión, hero of the Peruvian Medicine and
the nation, from the point of view of phenomenology, both philosophical and psychological,
considering more like a social vision that an individual phenomenon, under the influence of
currents of thought prevailing at the late nineteenth century. Both romanticism and
positivism were of European origin but definitely influenced in Peru at the time of Carrion
and certainly had largely to do with his decision to self-experimentation. Special mention to
its pioneering role is made as a clinical researcher and the need to complete those events
that were part of the operation of the hero in the corresponding historical period.
INTRODUCCIÓN
CONSIDERACIONES TEÓRICAS
EL "FENÓMENO CARRIÓN"
Durante el siglo XIX tuvo mucha influencia una corriente de actitud existencial, de particular
comportamiento, denominada Romanticismo; más tarde apareció otra visión, de carácter
estricto y científico, el Positivismo. Ambas coincidieron en el momento histórico de Carrión.
Una de las consecuencias de estas corrientes fue el desarrollo, a partir de mediados del
siglo y más concretamente hacia finales del mismo, de la denominada "teoría del germen’,
que cambió totalmente la dirección de la investigación científica y absorbió el pensamiento
médico de entonces. Se trató, por tanto, de un momento histórico de cambios radicales que
iniciaron una nueva era científica y médica.
EL ROMANTICISMO
Surgió como una respuesta al Racionalismo extremo del siglo XVIII y dio especial
importancia y confiabilidad a los sentimientos humanos, en especial al Yo (que reside en el
interior de las personas), considerándolo como una cualidad suprema, 8 cuyos designios y
apreciaciones se consideraron superiores a los objetos de la realidad externa. Fue una
forma de entender la vida basada en una sobrevaloración del Yo personal, inclusive en
busca de lo infinito y eterno.8 Pero esta imposibilidad de extrapolar o superar los
acontecimientos de la realidad concreta llevó con frecuencia a los románticos hacia un
sentimiento de frustración en su comportamiento en la esfera de la vida práctica, o a una
situación de emociones exaltadas, no haciendo predecible su comportamiento.
En total, según Altman,3 en los últimos cuatro siglos al menos 185 investigadores han
participado como sujetos de experimentación en 137 experimentos, incluyendo la
autoinoculación. Las motivaciones para estos actos pueden resumirse con relativa
confiabilidad así: la conveniencia, que lo exime del consentimiento; la confiabilidad, que
asegura el cumplimiento; curiosidad irresistible y algunas otras actitudes, de las cuales, por
supuesto, la más importante es el hecho moral de que si el sujeto está en verdad dispuesto
a someterse al experimento. Tal hecho justificaría el procedimiento mismo3 y tendría un alto
valor moral. Así pues, ni la autoinoculación ni el heroísmo consecuente pueden estar
desprovistos del componente ético-moral, que forma parte absoluta de la experimentación
propia.
A juzgar por las cartas escritas a su familia, entre 1877 y 1885,14 usando lenguaje sencillo y
hasta imperfecto, se entiende que Carrión poseía, al menos, una gran ansia de
comunicación con sus seres queridos bajo una importante vinculación emocional, lo que
sugiere una gran sensibilidad de su Yo personal: A doña Dolores, le escribió: "Deseo que su
santo lo pase usted bien el año entrante, sea que vaya ahora sea que no vaya yo, tendré el
placer de estrecharla entre mis brazos". Y más tarde, a su padrastro don Alejo, a raíz del
fallecimiento de la madre de este: «Conformidad, querido papacito, por su salud, por sus
hijos y demás familia; conformarse con aquel acápite de la Santa Biblia que dice: "Si de
Dios recibimos los bienes, ¿por qué no hemos de recibir los males?"». Y nuevamente a su
madre: "Mi jamás olvidada mamá". A lo que doña Dolores responde: "Mi querido y no
olvidado hijito de mi corazón". Esta idiomática emocional, aunque común entre seres
queridos, es de alguna manera un rezago del Romanticismo y revela, al menos, el aspecto
de amor familiar en alta estima, sentimiento que podría ser extrapolado en un momento
dado hacia cualquier situación, inclusive la de la autoexperimentación.
La famosa Belle Époque, que formó parte de la corriente romántica, transcurrió entre 1871
y el comienzo de la Primera Guerra Mundial, en 1914, en especial en Francia y Bélgica. Se
caracterizó por un sentimiento de general optimismo, estabilidad económica y paz. Se dio
oportunidad para que florecieran las artes y la ciencia. Justo por entonces, apareció la
"teoría del germen", impulsada en gran parte por la dedicación y sacrificio de los científicos
que hicieron los descubrimientos pertinentes sobre los microbios, como los de Koch, que
demostraron sus postulados e iniciaron la era auténtica de la investigación. Los ecos de la
Belle Époque llegaron a Perú, sobre todo con la inmigración de hombres de negocios
europeos, sobre todo hacia Arequipa, quienes finalmente, se esposaron con damas de la
sociedad. Algunos de estos inmigrantes se contrajeron nupcias con damas de familias de la
oligarquía peruana,20 algunas de las cuales habían alcanzado tal estatus debido a la riqueza
generado por el guano a mediados del siglo. 21
Sin embargo, es probable que la era de la bacteriología se iniciara en 1889, con la llegada
del primer microscopio traído de Europa por el doctor Ricardo Flores. 18 Pero Carrión ya había
dado comienzo a la etapa de la investigación clínica mediante la autoexperimentación y
recolección de datos de sus historias clínicas y su diario, antecediendo en alguna forma a la
era bacteriológica científica. Es posible que las influencias netas de la Belle Époque se
manifestaran algo más tarde en Perú, a comienzos del siglo XX, a semejanza de lo que
refiere Luis Alberto Sánchez sobre Abraham Valdelomar, en el caso de la literatura. 22 No
obstante, entre los eventos sociales de la Belle Époque surgieron con fuerza las élites, 23 que
diferenciaron a las clases sociales dominantes de las populares, de tal manera que los
movimientos intelectuales, la ciencia y la Medicina transcurrieron, en gran medida, como
parte de estos movimientos, personificados en agrupaciones y academias exclusivistas. Esto
originó un extenso trabajo científico, como la creación de textos en Europa, que articulaban
la anatomía patológica con la bacteriología. Un ejemplo de esto es el Tratado de patología
general, del profesor Follin en Francia. 24
Tal vez valga la pena recordar que el entendimiento del "heroísmo" tiene correspondencia
con la concepción romántica. Más lejanamente, pertenece al grupo de valores generados
por el Humanismo europeo; concretamente, tiene que ver con aquellos valores vinculados
con el prestigio, poder y gloria. Representa la exaltación de la excelencia y la admiración
hacia el individuo, que a los ojos de la sociedad realiza un comportamiento extraordinario y
de gran significado. Este sentimiento también se dio en el Perú y apareció en la literatura
contemporánea del siglo, como en Los muertos que viven, relacionado con la obra de
Casimiro Ulloa.25Curiosamente, la actitud heroica no se ajusta del todo a la doctrina cristiana
pura y a la idea de "fraternidad", pues la admiración excesiva puede confundirse con una
ideología extrema y hasta idolátrica.
Es curioso, no obstante, que pese a las influencias románticas, que de hecho existieron en
la vida de Carrión, no se conocen por parte de él relaciones amorosas, más allá de sus
vínculos familiares, pese a que según algunos autores3 ya había superado su normal
complejo de Edipo y podía volcar su pasión hacia cualquier mujer. Al parecer, su interés y
sus sueños fueron solo por el estudio y el descubrimiento científico, que finalmente se
cristalizaron en la actitud irreversible de su autoinoculación, para lo cual era necesario que
Carrión profesara una total honestidad consigo mismo, libre de elementos neuróticos y de
complejos.3
Según señala Auguste Comte, fundador del Positivismo clásico en la década de 1840, todo
el desarrollo de la sociedad humana depende en última instancia del desarrollo
científico.9 La historia de la ciencia es el núcleo de la historia general de la especie humana.
Toda sociedad y toda ciencia deben, necesariamente, atravesar por tres estadios o etapas
de conocimiento: la teológica, la metafísica y, finalmente, la etapa positiva. En esta última,
las ciencias deben concentrarse en la descripción de los fenómenos y buscar sus leyes. Es
decir, la verdad depende de la metodología científica y la posibilidad de que los fenómenos
sean demostrables, medibles y verificables. Por tanto, el Positivismo descarta toda
posibilidad filosófica o metafísica en la búsqueda de la verdad o de interpretación de la
realidad natural.
Salazar Bondy señala que el Positivismo llegó a Perú aproximadamente en 1860, pero cobró
verdadera importancia una década más tarde, influenciando todos los niveles culturales del
país. Así, el gran escritor y crítico de la sociedad limeña Manuel González Prada afirmaba
que toda la realidad podía reducirse a los hechos concretos; el rector de la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos Javier Prado Ugarteche creía con firmeza en una suerte de
darwinismo social, que afirmaba las diferencias psicológicas e intelectuales entre los
diversos grupos humanos que conformaban la sociedad peruana, en especial en lo referente
a los indios y negros, a quienes ella miraba peyorativamente.6
Desde la perspectiva del ambiente médico, la figura más representativa del Positivismo en
Perú fue el doctor Celso Bambarén, destacado profesor de la Facultad de Medicina de San
Fernando y político notable.26 Al parecer, se afianzó a las ideas evolutivas de Darwin y
Spencer, bajo una creencia científica absoluta. Se rumoreaba que las enseñaba a sus
alumnos de Anatomía. Esto le costó una enemistad con el arzobispo Goyeneche y con
diversos sectores de la sociedad de Lima. También fue uno de los pioneros de la
investigación, pues estudió con gran dedicación científica la función de las válvulas del
corazón, anticipándose en esto inclusive a los científicos extranjeros.26
Es seguro que los miembros fundadores de la Academia Libre de Medicina de Lima, que
llamaron al concurso sobre la verruga peruana, que entusiasmó a Carrión, estaban
fuertemente influenciados por la idea del progreso médico al estilo europeo. Por eso, la
Academia tuvo un cierto sentido exclusivista y elitista y fue como una suerte de club que
pretendía manejar los aspectos científicos de la Medicina en el país y también los aspectos
políticos, tales como la salud pública o "Medicina pública", como se llamaba entonces. 27,28 En
este sentido, el concurso sobre la verruga pudo cumplir teóricamente con ambos aspectos,
aunque tal concurso era casi imposible de cumplirse en la práctica, por la falta de recursos
económicos y, en especial, por la ausencia de implementos y facilidades, como la
disponibilidad de verdaderos laboratorios médicos.2,19
No podemos señalar con certeza hasta qué punto la corriente positivista de entonces
influenció en la visión científica y social de Carrión. Sin embargo, es muy probable que la
falta de progreso en las ciencias médicas y su estado letárgico en la etapa posterior a la
Guerra del Pacífico, haya tenido sobre él un profundo impacto frustrante y, al mismo
tiempo, un deseo empeñoso de contribuir a cualquier costo con el progreso de la Medicina,
hasta llegar a concebir sin más circunstancias la idea radical de la autoexperimentación:
"Pase lo que pase, hoy quiero inocularme…". Así, pues, en la autoexperimentación, se
involucra un deseo de avance o de progreso, tal como predicaba la visión positivista.
Los avances científicos en el campo médico durante el siglo XIX dieron lugar a una nueva
visión de la enfermedad y su etiología, pues hasta ese entonces se consideraba que era
provocada por «miasmas» o aires procedentes de lugares sin higiene alguna, alteraciones
climáticas o deterioros individuales del organismo humano, como la desnutrición. 29
Las observaciones de Ignaz Semmelweis, sobre la relación del origen de la fiebre puerperal
con el examen a las parturientas sin higiene alguna en el hospital de Viena, y su propuesta
del lavado de manos con hipoclorito de sodio, fueron los que primero redujeron
notablemente la incidencia de la infección. Algo más tarde se dieron los geniales
descubrimientos de Pasteur sobre los microbios y su transmisión a los seres vivos y el uso
de antisépticos en las heridas por el cirujano Lister, factores que revolucionaron
definitivamente las ideas antiguas sobre las infecciones y llevaron a la ciencia médica a una
auténtica posición de vanguardia. El punto más importante en esta nueva visión lo produce
Roberto Koch en 1882, tanto con sus estudios sobre el ántrax como sobre la tuberculosis;
aisló al agente causal de este último y reprodujo la enfermedad en animales de laboratorio.
Así desarrolló sus teorías científicas. Esto dio lugar al desarrollo de la bacteriología, tanto en
Europa como en América. Cobra especial importancia el trabajo de Frederick George Novy,
de la Universidad de Michigan, que dio inicio a la Bacteriología en la Medicina
norteamericana.30
Aunque estos conocimientos llegaron a Perú en algún momento, es posible que la "teoría del
germen" se haya desarrollado tarde, posiblemente debido, en parte, a los estragos de la
Guerra del Pacífico; además, el primer microscopio clínico recién fue traído de Europa en
1889 por el doctor Ricardo Flores, quien dictó un curso libre de técnica microscópica y
bacteriología en San Marcos.18 Por tanto, al momento de la autoexperimentación de Carrión,
la bacteriología formal todavía era desconocida en el país, y mucho más la microscopía; por
ello, era imposible que se llevara a cabo una investigación completa sobre la verruga,
considerando su etiología y aspectos de la anatomía patológica, como dictaban las bases del
concurso propiciado por la Academia Libre.27 La carencia total de implementación de
técnicas de laboratorio, como la microscopía, obstaculizaban una investigación como la que
se requería; esto quizás explicaría el escaso interés de los médicos y estudiantes por el
concurso y, tal vez, influyó en la propia decisión de Carrión para experimentar en su propia
persona.
Con justicia deberíamos ver a Daniel Alcides Carrión como un creador. Su autoexperimento
no fue un simple acto personal o heroico, sino que inició la investigación clínica en el Perú y
América, que fue posteriormente seguida por tantos otros grandes pioneros de la ciencia
médica.5,17,18,31,32 Es en este aspecto que Carrión merece el respeto de la profesión y de la
conciencia médica, y que él mismo se lo comunica a uno de sus compañeros de estudio:
"Aún no he muerto amigo mío, a ustedes os toca terminar la obra ya comenzada, siguiendo
el camino que les he trazado".
CONCLUSIONES
Daniel Alcides Carrión es el héroe de la Medicina peruana y también héroe civil de la Nación,
aunque hasta el momento existen aspectos de su historia y de su accionar que permanecen
poco explicados. Se hace necesario, por tanto, considerar sus acciones extraordinarias no
solamente como un fenómeno aislado, sino como una visión de la sociedad, e incluirlo de
lleno en el tiempo histórico correspondiente, es decir, a finales del siglo XIX, en un país
postrado por las consecuencias de la guerra y, de alguna manera, influenciado por las
corrientes de pensamiento que en ese entonces estaban en su apogeo en Europa: el
Romanticismo y el Positivismo científico. Pero puede decirse también que la condición de
héroe con la cual se le ha investido, seguramente con toda justicia, corresponde a la visión
racional y humanista dentro del etnocentrismo europeo, con un conjunto de valores bajo los
cuales el héroe no se califica a sí mismo como tal, sino que el halo con el que se le mira
resulta ser una situación concedida, en este caso, por el gremio médico y por la Nación.
http://www.scielo.org.pe/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1728-59172015000300009
Daniel Alcides Carrión y su aporte al conocimiento clínico
de la fiebre de la Oroya y verruga peruana1
Por los Dres. Gregorio Delgado García2 y Ana M. Delgado Rodríguez3
Introducción
Entre las enfermedades autóctonas de América que más atractivos ofrece, ninguna
como la conocida con los nombres de sus dos grandes formas clínicas, fiebre de la
Oroya y verruga peruana, pues ella se originó, se ha mantenido en tierras de nuestro
continente y ha dado oportunidad a ser estudiada con originalidad y brillantez tal por
los médicos suramericanos, que la entidad y su agente etiológico llevan los nombres
de dos de sus ilustres figuras: Daniel Alcides Carrión y Alberto Barton.
La Enfermedad de Carrión
Conocida por los incas como sirki, los conquistadores españoles le llamaron verrugas,
berrugas o tumores sangrantes y posteriormente en sus estudios, los médicos la
denominaron verruga peruana, fiebre de la Oroya, enfermedad de Carrión, fiebre
grave de Carrión, anemia grave de Carrión y bartonellosis.
La verruga peruana era conocida por los incas, los que tenían palabras para designarla
y se le ha encontrado representada en figuras de cerámica (huacos) y los primeros
españoles conquistadores y misioneros las padecieron, pero la fiebre de la Oroya no se
describió claramente hasta mediados del siglo XIX.3
Los relatos que han dejado los cronistas de Indias de las epidemias de verrugas que
sufrieron los conquistadores, principalmente, en el valle ecuatoriano de Coaque,
pueden considerarse, según el notable anatomopatólogo peruano profesor Pedro
Weiss,4 como verdaderas descripciones clínicas en las que se hacen resaltar los
síntomas más característicos de la enfermedad.
En ellas aparecen, la fiebre, los edemas, las hemorragias, los dolores, como síntomas
que caracterizan a la infección verrucosa y términos de la época como tullimientos,
calenturas o hinchazones, son mencionados por Pedro Cieza de León en La Crónica
General del Perú, Amberes, 1554; El Inca Garcilaso de la Vega en Comentarios
Reales de los Incas, Lisboa, 1609 y su segunda parte Historia General de los Incas ,
Córdoba, 1617; Miguel Estete en sus manuscritos transcritos por el Inca Garcilaso de
la Vega; Antonio de Herrera en Historia general de los hechos de los castellanos en
las islas y tierra firme del mar océano,Madrid, 1729-1730; Agustín de Zárate
en Historia del descubrimiento y conquista del Perú, Madrid, 1749; Pedro Pizarro, el
conquistador y cronista que en suRelación del descubrimiento y conquista de los
reinos del Perú, escribió que "las berrugas dan grandes dolores en la noche" y el
famoso historiador Guillermo G. Prescott que en su imprescindible Historia de la
conquista del Perú con observaciones preliminares sobre la civilización de los
Incas, Madrid, 1851, refiere los padecimientos de la enfermedad por las tropas de don
Francisco Pizarro en 1531 y por las del pacificador don Pedro de Gasca en 1546.5
Todo ello hizo evidente a los médicos peruanos, la unidad de las dos formas clínicas
en una sola entidad nosológica, pero era necesaria su confirmación para que este
concepto unicista fuera aceptado por los médicos de todos los países y es en 1885 que
se produce dicha confirmación cuando el estudiante de medicina peruano Daniel
Alcides Carrión, que venía dedicado al estudio de la enfermedad para su tesis de
grado y había reunido algunas observaciones importantes, pide ser inoculado con
sangre de un botón verrucoso para mejor conocer la marcha y la sintomatología de la
entidad y como consecuencia, muere producto de un cuadro fatal de fiebre de la
Oroya, para demostrar con su sacrificio, que las dos formas clínicas reconocían una
misma causa y constituían una sola enfermedad. A este inmortal aporte dedicaremos
el acápite esencial del presente ensayo.
En 1909 el también médico peruano Alberto L. Barton observa por primera vez los
microorganismos causantes de la enfermedad en el interior de eritrocitos en casos de
fiebre de la Oroya y los considera de naturaleza protozoaria. Este mismo investigador
demostró que microorganismos paratíficos otros coliformes cultivados en sangre no
eran la causa de la enfermedad.
Muy importantes fueron los estudios realizados, cuatro años más tarde, sobre la
histología del botón verrucoso y de algunas formas intracelulares del germen por el
profesor Emilio de Rocha Lima y después por el profesor David Mackehenie y si a
esto agregamos la publicación en 1898 del libro de Enrique Odriozola La maladie de
Carrión considerado la mejor fuente escrita de observaciones clínicas, tenemos que
aceptar que hasta la segunda década del presente siglo el mayor conocimiento sobre la
enfermedad lo aportaron los médicos suramericanos.
En 1913 la Universidad de Harvard, EUA, envió a Perú una comisión presidida por el
eminente profesor Richard Pearson Strong e integrada además, entre otros, por los no
menos importantes bacteriólogos Tysser y Sellards, la que confirmó y amplió las
observaciones de Barton y consideró que los microorganismos descubiertos por éste
eran muy similares a los encontrados en especies animales, clasificados hoy
como Grahamella talpae, Haemobartonella muris y canis yEperythrozoon
coccoides y en honor del bacteriólogo peruano les llamó Bartonella
bacilliformis, nombre que conserva hasta el presente.
En 1927 el bacteriólogo doctor Telémaco Battistini logró cultivar y aislar por primera
vez las bartonellas e inocular la sangre proveniente de verrugas en monos.
Pero, no fue hasta 1913, que Townsend, investigador norteamericano al servicio del
gobierno peruano, asignó la transmisión de la enfermedad de Carrión a las titiras o
moscas de los valles de endemicidad, a las que clasificó como Phlebotomus
verrucarum y descartó además como posibles vectores las garrapatas, chinches y otros
ectozoos ordinarios humanos.
Los estudios de Townsend recibidos con dudas por los médicos peruanos fueron
confirmados en 1929 por Noguchi, Shannon, Tilden y Tyler; en 1931 por Battistini y
poco después por M. Herting y A. Herrer. Hoy se acepta que en condiciones naturales
la infección se transmite de hombre a hombre por picadura dePhlebotomus
verrucarum en Perú y de Phlebotomus colombianum en Colombia, pero no han
podido obtenerse experimentos más concluyentes y completos de transmisión debido
a la dificultad de colonización de phlebotomus en el laboratorio y a la incompleta
expresión de la infección por Bartonella bacilliformis en animales de laboratorio a
pesar de la lista de experiencias que incluye: en monos, con triturados de botones
verrucosos (Kolle, Seiffer, Jadassohn, Strong, Mackehenie), con cultivos puros
(Noguchi, Battistini, Márquez de Cunha) y con sangre parasitada (Battistini); se ha
tratado de reproducir la fase hemática en monos normales (Battistini) y en monos
esplenectomizados (Mayer y Kikuth) y se ha logrado obtener granulomas locales, con
estructura muy semejante a la del botón verrucoso, en perros, conejos, cabras y burros
(Mackehenie, Arce y Ribeiro).
En la década de los años 1940-1950 con la introducción del DDT como insecticida, se
inicia la campaña contra los vectores de la enfermedad con resultados muy
satisfactorios, y en la siguiente década de 1950-1960 con el descubrimiento de la
acción de la terapia antibiótica contra las enfermedades infecciosas, se aplicó con
éxito en la curación de la enfermedad, primero la penicilina en inyecciones y luego la
streptimicina, el cloranfenicol y las tetracilinas; en nuestros días la enfermedad de
Carrión es una entidad nosológica curable, evitable y circunscrita a su zona histórica
de endemicidad.6-10
Hijo natural del médico y abogado ecuatoriano doctor Baltasar Carrión de Torres y de
doña Dolores García, nació Daniel Alcides Carrión García en la ciudad de Cerro de
Pasco, provincia de Tarma, departamento de Junín, Perú, el 12 de agosto de 1857,11
Y puesto que admitía en la enfermedad sus dos formas clínicas, de fiebre de la Oroya
y de verruga peruana, se dispuso demostrar su hipótesis, que era también la de muchos
médicos peruanos, en su propia persona con la autoinoculación de la enfermedad.
Con ese fin, cuenta el doctor Leonardo Villar, jefe de clínica, que en varias ocasiones
Carrión trató de que le realizaran la inoculación en su servicio del Hospital "Dos de
Mayo", aunque siempre habían podido hacerlo desistir de su empeño, pero, el 27 de
agosto de 1885, a las 10 de la mañana, se presentó en la sala Nuestra Señora de las
Mercedes, perteneciente al servicio del doctor Villar y trató de hacerse la
autoinoculación alegando que "suceda lo que sucediere, no importa, quiero
inocularme".14
El doctor Evaristo M. Chávez para evitar que Carrión se hiciera un daño involuntario
tomó de manos del estudiante la lanceta y le practicó cuatro inoculaciones, dos en
cada brazo, en el sitio común de la vacunación. Dichas inoculaciones se hicieron con
la sangre inmediatamente extraída por rasgadura de un tumor verrucoso de color rojo,
situado en la región superciliar derecha del paciente Carmen Paredes, ingresado en la
cama No.5. Según el doctor Villar este paciente "debía proximamente irse de alta a la
calle [ ... ] que era joven de 14 años de edad aproximadamente, de buena constitución,
exento de toda diátesis y que su verruga era discreta, de la que sólo tenía dos en estado
de atrofia, una en el carrillo externo y otra en la extremidad externa del arco
superciliar derecho". Cuando ocurrió la inoculación estaban presentes el doctor Villar
y los alumnos de su servicio, interno Julián Arce y externo José Sebastián
Rodríguez.14
Desde aquel mismo momento Carrión fue escribiendo una minuciosa historia clínica
de su enfermedad. El propio 27 de agosto, después de la inoculación, escribiría, "A los
20 minutos comenzaron a manifestarse algunos síntomas locales, tales como una
comezón bastante notable, seguida después de dolores pasajeros que desaparecieron a
las 2 horas siguientes. No han habido síntomas de inflamación, todo ha desaparecido
sin dejar vestigio alguno."15
Carrión continuó haciendo su vida normal hasta tres semanas más tarde, en que
pasado el período de incubación —con su experiencia quedaba determinado—,
comenzaron a aparecer los primeros síntomas. Sobre ello anotó, "Hasta el 17 de
septiembre en la mañana, no he tenido absolutamente nada; en la tarde de ese día he
tenido un ligero malestar y dolor de la articulación tibio tarsiana izquierda, que me
molestaba la marcha. Durante la noche he dormido perfectamente bien".15
Unos momentos después de su ingreso una junta médica formada por los doctores
Villar, Romero, Flores y Chávez discutió el estado de su enfermedad y no obstante la
opinión de la mayoría en favor de la transfusión sanguínea, para lo cual todo se
hallaba preparado , -un transfusor de Oré, que el doctor Villar había llevado y uno de
sus compañeros decidido a donar la sangre necesaria- la indicación se pospuso para el
próximo día, quedando el enfermo sometido al tratamiento siguiente: inyecciones
intravenosas de ácido férrico y 20 centígrados de albuminato de hierro cada 2 horas;
se continuaron las inhalaciones de oxígeno y las pulverizaciones de ácido férrico;
como líquido , agua gaseosa y como alimentación caldo y polvos de carne.
Estas serían las últimas indicaciones que se le prescribieron a Carrión, pues al día
siguiente, 5 de octubre, entraba en coma, interrumpido en algunos momentos por
quejidos entremezclados con palabras incomprensibles. Sus compañeros terminarían
ese mismo día su historia clínica con estas sentidas y hermosas palabras: "A las 11½
de la noche lanzó su último suspiro breve y profundo, que fue para los que le
rodeaban la señal de que este mártir al abandonarnos iba a ocupar en lo infinito el sitio
que el Todopoderoso tiene reservado para los que como él ejercen la mayor de las
virtudes: la Caridad".15
"1.A que el organismo de él debía haber estado débil por los trabajos forzados a que
había sido objeto meses antes, con motivo de la invasión de las tropas chilenas a la
ciudad de Lima y las correspondientes privaciones alimenticias.
2.A que las cuatro inoculaciones practicadas en sus brazos con sangre extraída de la
verruga del paciente Carmen Paredes equivalían a centenares de picaduras, con
condicionese normales, por mosquitos flebotomos infectados, lo cual acortó el período
de invasión y agravó la virulencia del proceso infeccioso.
3.A que las defensas inmunológicas de Carrión eran escasas o nulas, factor muy
importante que se observa en las zonas endémicas de la enfermedad.
4.A que esta enfermedad en los brotes epidémicos ha sido causante de una alta
mortalidad, como se registró en la Bahía de Coaque, Manabí, en el Valle de la Oroya
y en el Valle del Guáitara en Colombia.
Desde el momento de su muerte Daniel Alcides Carrión fue reconocido como mártir
consciente de las ciencias médicas y la prensa de Lima se hizo eco de la trascendencia
de su sacrificio en aras del conocimiento de una de las enfermedadees endémicas de
más alta mortalidad en su país.
Su sepelio fue una sentida manifestación de dolor popular, pero sobre todo del
estudiantado y de los médicos peruanos. En el cementerio levantaron sus voces
conmovidas dos profesores notables de la Facultad de Medicina, los doctores Macedo
y Almenara y dejó escuchar sus palabras entrecortadas por el llanto el estudiante
Manuel I. Galdo.
TRABAJOS PREMIADOS
. en homenaje al 3 de diciembre:
Aniversario 171 del Natalicio del Dr. Carlos J. Finlay
"Día de la Medicina Latinoamericana"
PRIMER LUGAR
CIUDAD DE LA HABANA
INTRODUCCIÓN
Uno de los objetivos fundamentales de la historia de la medicina y quizás el más grato a los que nos
dedicamos a ella, es el estudio del enfrentamiento del hombre a las enfermedades, para su
conocimiento y dominio, a través de los tiempos.
Entre las enfermedades autóctonas de América que más atractivos ofrece, ninguna como la
conocida con los nombres de sus dos grandes formas clínicas, fiebre de la Oroya y Verruga peruana,
pues ella se originó, se ha mantenido en tierras de nuestro continente y ha dado oportunidad a ser
estudiada con originalidad y brillantez tal por los médicos suramericanos, que la entidad del agente
etiológico lleva el nombre de esta figura tan ilustre: Daniel Alcides Carrión.
Biografía y aporte médico de Daniel Alcides Carrión al conocimiento clínico de la fiebre de la Oroya y
Verruga Peruana.
Hijo natural del médico y abogado ecuatoriano doctor Baltasar Carrión de Torres y de doña Dolores
García, Daniel Alcides Carrión García, nació en la Ciudad de Cerro de Pasco, provincia de Tarma,
departamento de Jurín, Perú, el 12 de agosto de 1857. Comenzó sus estudios primarios en la escuela
municipal de Cerro de Pasco, pero la muerte accidental y trágica de su padre, al escapársele a éste un
disparo de su propio revólver al montar en un brioso caballo, lo dejó huérfano a la edad de 8 años y lo
hizo continuar sus estudios en la ciudad de Tarma al cuidado de un familiar de su madre.
A los 14 años de edad se trasladó a la ciudad de Lima e ingresó al Colegio Nacional “Nuestra
Señora de Guadalupe”, donde cursó de 1873 a 1878 la enseñanza secundaria y media con excelente
aprovechamiento.
Una vez alcanzado el título de bachiller, matriculó en 1878, en la Facultad de Medicina de la
Universidad Mayor de San Marcos, Lima, para cursar los estudios médicos, los que realizara con notable
éxito, pero no sin grandes sacrificios económicos, a los que se unirían a partir del siguiente año, las
dificultades producidas por la Guerra del Pacífico, entre Chile y Perú, que duró hasta 1883.
En parte de ella, actuará Carrión en el ejército de su país como practicante de medicina,
desempeñándose con abnegación y patriotismo, sobre todo antes y durante la invasión de los chilenos a
la ciudad de Lima, donde participó en la batalla de Miraflores, caracterizada por la desesperada
resistencia de los peruanos a las fuerzas chilenas y en la cual Carrión tuvo que poner a prueba su
experiencia ganada en los hospitales “Dos de Mayo”, “San Bartolomé”, la “Maisón de Santé” (Hospital
Francés) y en “Lazareto”, pues se vio en la necesidad de asistir a centenares de heridos.
Terminada la guerra, triste y agotado, reanuda sus estudios en la Universidad San Marcos de
Lima, y sus prácticas en el Hospital “Dos de Mayo”, institución en la que tiene la oportunidad de estudiar
a numerosos enfermos, febricitantes y anémicos, con las clásicas verrugas peruanas en diferentes
períodos evaluativos, en su mayoría procedentes del Valle de la Oroya, los que le reafirman en su interés
por esta enfermedad endémica de su país, la cual estudiaba desde casi dos años antes y decide escribir
sobre la misma, como tema para su trabajo de tesis para optar por el grado de bachiller en medicina.
Con el título de “Apuntes sobre la verruga peruana” redactó Carrión una minuciosa monografía
que comprende los siguientes acápites: Sino ni una, definición, etiología; síntomas, primer período,
segundo período; invasión; dolores; pulso; orina; tercer período; erupción; cuarto período; diagnóstico y
tratamiento. Incluye además, como casuística, nueve historias clínicas.
En este estudio Carrión demuestra que conocía en detalles la evolución de la entidad en sus
cuatro períodos y establecía como unidad nosológica las dos fases de la enfermedad: la febril, con toda
su sintomatología, y la eruptiva o de verruga. Valoró certeramente sus complicaciones, especialmente
la anemia grave, y llama la atención su opinión concerniente al pronóstico.
Y puesto que admitía en la enfermedad sus dos formas clínicas, de fiebre de la Oroya y de
verruga, se dispuso demostrar su hipótesis, que era también la de muchos médicos peruanos, en su
propia persona con la auto inoculación de la enfermedad.
Con este fin, cuenta el doctor Leonardo Villar, jefe de clínica, que en varias ocasiones Carrión
trató de que le realizaran la inoculación en su servicio del Hospital “Dos de Mayo”, aunque siempre
habían podido hacerlo desistir de su desempeño, pero, el 27 de agosto de 1885, a las 10 de la mañana,
se presentó en la sala Nuestra Señora de la Mercedes, perteneciente al servicio del doctor Villar y trató
de hacerse la auto inoculación alegando que “suceda lo que sucediere, no importa, quiero inocularme”.
El doctor Evaristo M. Chávez, para evitar que Carrión se hiciera un daño involuntario tomó de las
manos del estudiante la lanceta y le prácticó cuatro inoculaciones, dos en cada brazo, en el sitio común
de la vacunación.
Dichas inoculaciones se hicieron con la sangre inmediatamente extraída por rasgadura de un
tumor verrucoso de color rojo, situado en la región superciliar derecha del paciente Carmen Paredes,
ingresado en la cama No. 5. Según el doctor Villar este paciente “debía próximamente de irse de alta a
la calle (…), que era joven, de 14 años de edad aproximadamente, de buena constitución, exento de
toda diátesis y que su verruga era directa, de la que sólo tenía dos en estado de atrofia, una en el carrillo
externo y otra en la extremidad externa del arco superciliar derecho”. Cuando ocurrió la inoculación
estaban presentes el doctor Villar y los alumnos de su servicio, interno Julián Arce y externo José
Sebastián Rodríguez.
Desde aquel mismo momento Carrión fue escribiendo una minuciosa historia clínica de su
enfermedad. El propio 27 de agosto, después de la inoculación, escribiría, “a los 20 minutos
comenzaron a manifestarse algunos síntomas locales, tales como una comezón bastante notable,
seguida después de dolores pasajeros que desaparecieron a las 2 horas siguientes. No ha habido
síntomas de inflamación, todo ha desaparecido sin dejar vestigio alguno”.
Carrión continuó haciendo su vida normal hasta tres semanas más tarde, en que pasado el
período de incubación –con su experiencia quedaba determinado--, comenzaron a parecer los primeros
síntomas. Sobre ello anotó: “Hasta el 17 de septiembre en la mañana, no he tenido absolutamente
nada; en la tarde de ese día he tenido un ligero malestar y dolor de la articulación tibiotarsiana
izquierda, que me molestaba la marcha. Durante la noche he dormido perfectamente bien”.
Permanece en su domicilio, la casa de su madrina, sin permitir que nadie lo acompañe de noche.
El 22 de septiembre le aparece un tinte ictérico y petequias en la cara, poliuria, hematuria, cefalea
intensa, signos y síntomas que van en aumento, con palidez considerable de la piel y la mucosa. La
anemia hemolítica hacía su aparición para agravar su cuadro clínico.
El 26 de septiembre su estado de postración es tal que escribe, “A partir de hoy me observarán
mis compañeros pues por mi parte confieso me sería muy difícil hacerlo”. Desde entonces continúan la
historia clínica sus fieles condiscípulos: Casimiro Medina, Enrique Mestanza, Julián Arce, Mariano
Accedan, Manuel Montero Y Ricardo Miranda.
Desde la cama dicta sus síntomas y sigue el curso de la enfermedad. El 28 escriben sus
compañeros: “Admirable es en verdad la marcha tan rápida que en él ha seguido la anemia, que a partir
de este día domina por completo el cuadro sintomático. “Desde la noche del 30, no obstante la protesta
del enfermo, lo velan sus amigos. Cuando se siente mejor habla de su familia y comenta, “Sí, lo que
tengo es fiebre de la Oroya, aquella fiebre de que murió Orihuela, mejor es no pensar en esto, fumemos
un cigarro”.
Unos momentos después de su ingreso una junta médica formada por los doctores Villar,
Romero, Flores y Chávez discutió el estado de su enfermedad y no obstante la opción de la mayoría a
favor de la transfusión sanguínea, para lo cual todo se hallaba preparado –un transfusor de Orí, que el
doctor Villar había llevado- y uno de sus compañeros, decidido a donar sangre necesaria, la indicación
se propuso para el próximo día, quedando el enfermo sometido al tratamiento siguiente: inyecciones
intravenosas de ácido férrico y 20 horas; se continuaron las inhalaciones de oxígeno y las pulverizaciones
de ácido férrico, como líquido, agua gaseosa y como alimentación caldo y polvos de carne.
Estas serían las últimas indicaciones que se le prescribieron a Carrión, pues el día siguiente, 5 de
octubre, entraba en coma, interrumpido en algunos momentos quejidos entremezclados con palabras
incomprensibles. Sus compañeros terminarían ese mismo día su historia clínica con estas sentidas y
hermosas palabras: “A las 11 y media de la noche lanzó su último suspiro breve y profundo, que fue para
los que le rodeaban la señal de que este mártir al abandonar la vida iba a ocupar en lo infinito el sitio
que el Todopoderoso tiene reservado para los que como él ejercen la mayor de las virtudes, la caridad”.
El doctor Luis A. León connotado tropicalista e historiador médico ecuatoriano, conocedor
profundo de la enfermedad de Carrión, ha señalado los siguientes factores que su juicio determinaron la
muerte de estudiante peruano.
1.A que el organismo de él debía haber estado débil por los trabajos forzados a que había sido objeto
meses antes, con motivo de la invasión de las tropas chilenas a la ciudad de Lima y las correspondientes
privaciones alimenticias.
2.A que las cuatro inoculaciones practicadas en sus brazos con sangre extraída de la verruga del
paciente Carmen Paredes, equivalían a centenares de picaduras, con condiciones normales, por
mosquitos flebótomos infectados, lo cual acortó el período de invasión y agravó la virulencia del proceso
infeccioso.
3.A que las defensas inmunológicas de Carrión eran escasas o nulas, factor muy importante que se
observa en las zonas endémicas de la enfermedad.
4.A que los brotes epidémicos han sido causantes de una alta mortalidad, como se registró en la Bahía
de Coaque Manabí, en el Valle de la Oroya y en el Valle del Guaitara, en Colombia.
A partir del momento de su muerte Daniel Alcides Carrión fue reconocido como mártir de las Ciencias
Médicas Peruanas y la prensa nacional hizo eco a la trascendencia de su sacrificio, fomentando el
conocimiento de una de las enfermedades de más alta mortalidad en el país.
Su entierro fue un acontecimiento de dolor popular sobre todo del estudiantado médico
peruano. En el cementerio levantaban sus voces conmovidos dos profesores de la facultad de medicina
de la U.N.M.S.M; los doctores Macedo y Almenara; asimismo, se dejaron escuchar las palabras
entrecortadas del estudiante Manuel I. Galdo.
El nombre de Carrión ha pasado a ser no sólo un símbolo de la nación peruana, sino también de la
medicina latinoamericana y de la infectología mundial, citado en todos los grandes libros de texto de
microbiología, medicina tropical, medicina interna e historia de la medicina.
Demostró mediante su inoculación, que la fiebre de la Oroya y la verruga peruana reconocen el
mismo origen al igual que describió de forma detallada la evolución de la enfermedad y la
sintomatología de la misma, que para la época eran simples decires sin base científica.
Hoy en día, los peruanos nos sentimos más que orgullosos de aquel tan insigne mártir de la
medicina, tanto por su valioso aporte como por su dedicación y entrega. En el país se han levantado
obras en su nombre al igual que hospitales y colegios en todo el país. Todos los meses de octubre se
conmemora la muerte de tan querido personaje
http://www.16deabril.sld.cu/rev/220/museo.html