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FINLAY

Exponente cimero de la medicina cubana

Vladimir Espinosa Cárdenas


LIC. EDUCACIÓN INFORMÁTICA 3ER AÑO
“Finlay”, exponente cimero de la medicina cubana.

Introducción:
Cuando se habla de la historia de la medicina cubana, es imposible dejar de
mencionar al Dr. Finlay. Carlos Juan Finlay desempeñó un papel excepcional en
la ciencia nacional. Su enorme talento y sus conocimientos cimeros en medicina,
su capacidad de hacer uso de otras disciplinas científicas, y su hondo amor al
trabajo y al estudio, hicieron de él una personalidad notable de la ciencia cubana
y universal.
La historia de la vida y obra del sabio cubano representa un ejemplo de la
intuición de un genio que supo vislumbrar la verdad científica entre un cúmulo de
doctrinas falsas que por siglos habían sido aceptadas como verdaderas. Pero,
no es sólo esto, es importante conocer su férrea voluntad puesta al servicio de
una idea y la perseverancia con que por veinte años procuró plasmarla en la
ciencia. para beneficio de sus semejantes. Es por ello que el objetivo del
presente trabajo consiste en analizar la vida y obra del galeno cubano y su
trascendencia en el mundo de la ciencia. Para ello se utilizaron presupuestos
teóricos-metodológicos relacionados con la llamada historia de la ciencia y la
tecnología, enfocándonos específicamente en la historia de la salud. Fueron
consultadas un grupo de fuentes diferentes ya sea de tipo bibliográfico,
hemerográfico o digital.
Desarrollo:
La génesis de un médico eminente (1833-1857)
Carlos Juan Finlay Barrés, nació el 3 de diciembre de 1833 en Puerto Príncipe,
Camagüey. Su padre era un médico inglés que se radicó en Cuba, en 1831,
ejerciendo como especialidad, la oftalmología. En Camagüey formó una familia
de la cual resultó “el pequeño Carlos”, como le llamaban. Sus padres se mudaron
hacia La Habana y hasta los 6 años de edad vivió en esta ciudad. Después él y
su hermano mayor Eduardo vivirían en Guanimar. “(…) Era un niño de
constitución débil y delicada, pero en el que ya asomaba un espíritu enérgico y
decidido, jugaba poco, observaba mucho (…)”1.

1
López Sánchez, José. “Finlay: El Hombre y La Verdad Científica”. Editorial Científico Técnica. La
Habana.2007 p25

1
En 1844, Carlos Juan, en unión de su hermano Eduardo, abandonan la Isla. Se
embarcan para Francia donde continuó sus estudios en Rouen. En 1851, Carlos
Juan tiene que venir de nuevo a La Habana. Esta vez viene a recuperarse de
una fiebre tifoidea que contrajo en Rouen, y después de unos meses reemprende
el camino de regreso2.
Estudió Medicina en el Jefferson Medical College de Filadelfia, Estados Unidos,
graduándose allí, en 1855, cuando contaba con 22 años. Sus biógrafos han
recordado que, en esa escuela, experimentó la influencia de su profesor John K.
Mitchell3, quien insistía ante sus alumnos en la necesidad de desconfiar del
“Magister dixit” de sus maestros y, en cambio, subrayaba la importancia de la
observación personal y de la investigación.
Podemos concluir, a juzgar por los maestros que tuvo Finlay y su brillante
desempeño ulterior, que en esa escuela existía, sin duda, una atmósfera
adecuada para la buena formación de un médico, pues en ella Finlay no sólo
adquirió conocimientos sino también hábitos de estudio, inquietud científica y
actitud social.
Después de realizar estudios de Medicina y graduarse en 1855, el Gobierno
español no le considera su título y se somete a evaluación. En 1857 aprobó los
exámenes que le permitieron revalidar su título y ejercer la profesión de médico
en su país natal.
El doctor Carlos J. Finlay y Barrés y los grandes problemas
epidemiológicos de Cuba.
Cuando el doctor Finlay dio inicio a su ejercicio profesional en Cuba, en 1857,
después de graduado de doctor en Medicina en el Jefferson Medical College de
Philadelphia y revalidados sus estudios en la Universidad de La Habana, los dos
grandes problemas epidemiológicos del cuadro de salud cubano y, por ende, de
los más importantes de América, controlada en algo las viruelas con la vacuna,
eran sin lugar a dudas la fiebre amarilla y el cólera.
A pesar de especializarse en oftalmología, le llamó la atención las enfermedades
tropicales. Por tanto, al estudio de estas dos enfermedades infecciosas dedicará
el doctor Finlay toda su existencia.

2
Ibidem.
3
Eminente médico norteamericano. (N.A)

2
La primera, aunque presente en América antes de la conquista, fue conocida por
los españoles en el siglo XVII y el cólera entró en nuestro continente en su
segunda pandemia, en 1832, y al siguiente año estaba en Cuba. En 1854 el
genial investigador inglés John Snow (1813-1858)4, en un estudio minucioso de
un brote de cólera ocurrido ese año en la barriada londinense de Golden Square,
Soho, descubrió la transmisión hídrica de éste y revolucionó la higiene pública
dando inicio a la moderna epidemiología con su aporte del método
epidemiológico.
Este genial descubrimiento no quedaría brillantemente confirmado en una gran
población de una zona endémica de cólera hasta 1870, con la inauguración del
abastecimiento de agua de Calcuta, India5. No obstante a ello, en la tercera
epidemia que sufriera nuestra patria de 1867 a 1871, el doctor Finlay llegaría a
las mismas conclusiones que John Snow, del que conocía sus trabajos, en los
estudios que realizó en la barriada de El Cerro de La Habana, al comprobar que
la proporción de personas enfermas era nueve veces mayor entre los que se
abastecían de agua de la llamada Zanja Real, que entre los que no lo hacían,
dando por sentado que la principal forma de transmisión de la enfermedad era la
hídrica, siendo uno de los primeros investigadores en el mundo en llegar a esta
conclusión y en aplicar el método epidemiológico, lo que trajo como
consecuencia, a pesar de la indolencia del gobierno colonial, que la enfermedad
pudiera ser erradicada de Cuba en la penúltima década del siglo XIX.
Los trabajos en los que el doctor Finlay dio a conocer estos resultados son: “(…)
Explicación del cuadro de casos de cólera observados en el Cerro desde
noviembre 11 de 1867 hasta enero 29 de 1868” y “Transmisión del cólera por
aguas corrientes cargadas de principios específicos (…)”6
La brillante actuación médica de Finlay y sus vastos conocimientos médicos y
científicos, lo llevaron en 1872, a la Academia de Ciencias Médicas Físicas y
Naturales de La Habana7, que había de ser la tribuna donde discutiría sus más
importantes trabajos y, en especial, los referentes a la fiebre amarilla.

4
Eminente médico e investigador británico. (N.A)
5
Anales de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de la Habana. El Dr. Perna de Salomó.
Tomo XLVII.p.672
6
Finlay Barrés CJ. Obras Completas. 6 tomos. Compiladas por César Rodríguez Expósito. Ed. Academia de
Ciencias de Cuba. La Habana, 1965-1981
7
Funes Monzote, Reinaldo. Despertar del asociacionismo científico en Cuba (1876-1920). La Habana:
Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, 2005

3
La batalla contra la fiebre Amarilla
Con solo 25 años de edad, inició sus primeros ensayos en busca de una
explicación del por qué se producía la enfermedad, cuál era la causa y si ésta se
relacionaba de alguna forma con los factores ambientales. Nadie podía
explicarse el curso tan errático e imprevisible que seguía la fiebre amarilla. Ésta
afectaba, en ocasiones, a un individuo de una familia y no afectaba a otros que
vivían con él. En ocasiones se propagaba por un solo lado de la calle saltando
caprichosamente para algunas casas mientras en otros casos aparecía barrios
distantes.
La primera hipótesis seleccionada por Finlay, fue correcta pues él debía partir de
que si el concepto imperante acerca de la trasmisión de las enfermedades, es
denominado «anticontagioso», que le atribuía a las mismas, los elementos
deletéreos de la atmósfera y la sociedad, podrían ofrecer algún esclarecimiento
de la causa de la fiebre amarilla. Carlos J. Finlay escuchando todas las opiniones
al respecto, investigó y corroboró que la fiebre amarilla iniciaba ya estragos en
América Tropical, mucho antes del descubrimiento de Colón8.
Como dato significativo de su investigación comprobó que al parecer los focos
principales estaban en las tierras bajas y en los puertos; rara vez ocurría la
epidemia a más de 1 300 m. de altitud. Era muy frecuente en los puertos de
Cuba, México y Brasil, donde podía decirse que era endémica. Se producían, no
obstante, brotes esporádicos y violentos en poblaciones situadas al norte y al sur
de la zona tropical.
En 1879, el gobierno de los EE.UU., envió a La Habana la primera comisión
médica con el objetivo de estudiar sobre el terreno el problema de la fiebre
amarilla. El Capitán General de la Isla nombró a Finlay para que tomase parte
en calidad de auxiliar, en las tareas de la comisión. Ésta redactó un informe
confuso y se fue, dejando la cuestión de la fiebre amarilla en el mismo estado en
que la encontró.
Finlay atrapó y clasificó mosquitos, averiguó su hábitat y ciclo de vida,
desechando familias de mosquitos. Sólo le quedó una, la Aedes aegypty, contra
la cual acumuló sumarios abrumadores que comprobaban la incidencia de la
temperatura (entre 26 a 30 °C) con la enfermedad que cobraba incremento

8
Pruna Goodgall, Pedro M. Historia de la Ciencia y la Tecnología en Cuba. Editorial Científico-Técnica. La
Habana, 2006.

4
temperatura en la que se multiplica mejor el mosquito. En 1865, escribe
"Memoria sobre etiología de la fiebre amarilla" la que envía para publicar y no lo
hacen alegando que se extravió el artículo (se publicó en 1879).
Su teoría de trasmisión de la fiebre amarilla, la expuso el 18 de febrero de 1881,
en el Congreso Internacional de Salubridad. Fue aquélla una ocasión histórica,
por primera vez se mencionaba el mosquito como vehículo de enfermedad. En
esta ocasión, la teoría causó sensación al principio, pero posteriormente pasó a
ser objeto de burla llamándose a Finlay "el médico del mosquito" y se le tuvo por
loco.
A través de años de estudios, obtuvo suero de ampollas experimentales
provocadas en enfermos. En 1893, inoculó a 13 soldados españoles de la
guarnición de La Habana, los que no contrajeron la enfermedad. El Dr. Finlay
tuvo que abandonar sus experimentos de inmunización ya los hospitales
militares cierran a todo tipo de trabajo de esa índole.
La guerra contra España y EE.UU. vino a dar trágico relieve a los horrores de la
fiebre amarilla en La Habana. Fue, entonces cuando el ejército norteamericano
envió a La Habana una comisión para la fiebre amarilla con órdenes estrictas de
acabar con el azote de esta enfermedad. Esta comisión la encabezaba Walter
Reed y sus colaboradores, los Dres. James Canol, Arístides Agramonte y
Jessear. Después de fallidos intentos la comisión tiene que recurrir a los
experimentos de Finlay.
La comisión escuchó la exposición que les hizo de su teoría y las pruebas en
que se apoyaba y salieron de allí con la jabonera llena de huevos de mosquitos
que les dio el modesto sabio. Por fin, después de 20 años, iba a ponerse a prueba
la teoría del sabio cubano. Se pusieron en práctica los experimentos con los
soldados quedando comprobado con testimonios irrebatibles que la fiebre
amarilla se trasmitía de una persona a otra por la picadura del mosquito9.
Se puso en ejecución el programa de saneamiento concebido por Finlay, con la
finalidad de eliminar las zonas que pudieran permitir la reproducción del
mosquito. Los resultados no se hicieron esperar y demostraron la visión y
veracidad de lo planteado por el galeno.

9
López Sánchez, José. Ob. Cit.

5
La labor de Finlay en la Cuba republicana. (1899-1909)
En esa época se nombró a Carlos J. Finlay como presidente de la Junta Nacional
de Sanidad; después fue el Director General de Sanidad. Cuando ya por su edad,
casi setenta años, parecía imposible esperar más de la actividad creadora del
sabio, comienza el doctor Finlay a desarrollar como higienista social una labor
de extraordinaria importancia al fundar, organizar y dirigir el naciente sistema
sanitario estatal cubano.
No debemos olvidar que, desde este importante cargo y como jefe de la
Delegación de Cuba a la I Convención Sanitaria Internacional de las Repúblicas
de América en diciembre de 1902, junto al doctor Juan Guiteras Gener 10 (1852-
1925), fue de los fundadores de la Oficina Sanitaria Internacional de las
Repúblicas de América, actual Organización Panamericana de la Salud
(OPS).
Al frente de la que ha dado en llamarse Escuela Cubana de Higienistas de
principios del siglo XX, se dio el sabio desde 1902 a la tarea de formar científica
y administrativamente a los que, a lo largo de todo el país, ocuparían los cargos
de Jefes Locales de Sanidad, para lo cual se publicó en 1905 en una tirada de
3000 ejemplares, para ser distribuidos gratuitamente, la formidable obra “Manual
de Práctica Sanitaria”, volumen de 1114 páginas de extraordinario valor, desde
todo punto de vista, considerada la más alta expresión teórica de la Escuela
Cubana de Higienistas, orientada y dirigida, respectivamente, por los doctores
Finlay y Enrique B. Barnet Roque de Escobar11 (l855-1916) y en la que
colaboraron, además, otros treinta y dos notables sanitaristas cubanos, en su
totalidad funcionarios de distintos niveles de la organización de la salud pública.
Pero tan importante como el anterior empeño lo fue el de sentar sobre bases
legales la actividad sanitaria de la organización, al redactar y aprobarse el primer
código sanitario cubano, las “Ordenanzas Sanitarias” (1906), de rigor técnico a
la altura de los mejores de su época en el mundo12.
El doctor Finlay, por el respeto que inspiraba su prestigio científico internacional
y por su rectitud y honradez acrisoladas, logró mantener la sanidad cubana fuera
de los vicios y podredumbres que ya exhibía la recién estrenada república, sin

10
Eminente médico cubano. (N.A)
11
Eminente médico cubano. Es válido aclarar que era cienfueguero (N.A)
12
Rodríguez Expósito C. Finlay. Ed. Librería Selecta. La Habana, 1951

6
permitir jamás un nombramiento si éste no venía avalado por la competencia del
aspirante para el cargo y no admitió imposiciones politiqueras de ningún género,
de todo lo cual existen pruebas documentales.
El 26 de agosto de 1907, cual se creó el Departamento Nacional de Sanidad,
nombrándose al frente de su dirección al doctor Finlay. De esta manera, se dio
el primer paso en firme para la centralización de toda la sanidad cubana en un
Departamento Nacional, pues ese día y por el mismo Decreto, todas las Juntas
Locales de Sanidad pasaron de la administración de los Municipios a la del
Estado bajo la dirección del Departamento Nacional.
En 1909, Finlay renunció a su cargo oficial. El médico consideraba que la obra a
la cual había dedicado su existencia estaba concluida. El hombre no
ambicionaba nada, creía haber recibido bastantes distinciones. Francia lo había
hecho oficial de la Legión de Honor. La Facultad de Medicina de Jefferson lo
había nombrado Dr. Honoris Causa, fue nominado 5 veces al premio nobel de
medicina (el cual nunca obtuvo por ser cubano) y, sin embargo, no podía decirse
que se le hubiera hecho mediana justicia. En tanto que la fama había paseado
con el nombre de Walter Reed y de otros colaboradores, el nombre de Finlay
permanecía en relativa e injusta oscuridad, era un hombre casi olvidado. En
1915, murió el sabio cubano.
Conclusiones:
A raíz de lo anterior expuesto podemos arribar a las siguientes conclusiones:
1- Carlos Juan Finlay consagró la mayor parte de su vida a descifrar el
enigma de la fiebre amarilla. Encontró la clave del alucinante misterio e
ideó las medidas sanitarias que se adaptaron universalmente para
combatir el flagelo. Dejó iniciadas las investigaciones que habían de
concluir años después al descubrimiento de la vacuna contra la terrible
enfermedad.
2- Su amplia trayectoria científica y su visión sentaron las bases para la
epidemiología moderna. Es reconocido mundialmente por sus estudios y
se le conoce como “El Pasteur olvidado de América”

7
Recomendaciones:
1-Socializar la investigación en eventos científicos investigativos
2-Utilizar el presente trabajo como material de estudio en la carrera de medicina,
a fin de que complemente la formación general integral de los futuros galenos.
3-Publicar el presente trabajo en revistas especializadas.

Bibliografía:
 Anales de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de la
Habana. El Dr. Perna de Salomó. Tomo XLVII.p.672
 Borroto Sánchez, Pedro. Historia de la Medicina en Cienfuegos. Edición
Extraordinaria de los sesenta años de La Correspondencia.
 Delgado García, Gregorio. Cuadernos de Historia de la Salud Pública.
Relieves de la Historia Médica Cubana. No. 99. La Habana: Publicación
de la Oficina del Historiador del MINSAP, 2006.
 Finlay Barrés CJ. Obras Completas. 6 tomos. Compiladas por César
Rodríguez Expósito. Ed. Academia de Ciencias de Cuba. La Habana,
1965-1981
 Funes Monzote, Reinaldo. Despertar del asociacionismo científico en
Cuba (1876-1920). La Habana: Centro de Investigación y Desarrollo de la
Cultura Cubana Juan Marinello, 2005
 García Blanco, Rolando. Cien figuras de la ciencia en Cuba. La Habana:
Editorial Científico Técnica, 2016.
 López Sánchez, José. “Finlay: El Hombre y La Verdad Científica”. Editorial
Científico Técnica. La Habana.2007
 Pruna Goodgall, Pedro M. Historia de la Ciencia y la Tecnología en Cuba.
Editorial Científico-Técnica. La Habana, 2006.

8
Anexos:
Anexo 1: El doctor Carlos Juan Finlay Barrés.

Anexo 2: Finlay muestra sus estudios sobre el agente trasmisor de la fiebre


amarilla

9
Anexo 3: Comprobación de los estudios de Finlay por parte de la comisión
norteamericana.

Anexo 4: “Orden Carlos J. Finlay”, condecoración que premia a los resultados


más relevantes en el campo de las ciencias y la medicina en Cuba. Se creó en
homenaje al ilustre galeno.

10

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