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Alejandro Cattaruzza

El pasado como problema político

El titulo viene dado por las convicciones que alcanzo la historiografía hacia los
años ochenta, luego de disputas sobre los objetos de estudio de la historiografía.
El núcleo de esta discusión señalaba el proceso de profesionalización de la
historia fuertemente ligada a la política; a esta historia no le faltaron actores que
dieran cuenta del trasfondo presente y social con el que se caracterizó en un
principio, la variedad de actores organizando sus propios pasados fueron el eje de
discusiones actuales. Por ultimo a este revisionismo de los 80 le era
imprescindible incorporar a la agenda esos procesos y prácticas desplegando
líneas de trabajo que surgen de esa variedad de perspectivas.

Quienes impulsaron tal discusión era un conjunto de académicos de la universidad


de rosario justo a un grupo de colegas, en asociación con la UBA, compartían
inquietudes cercanas. Las posiciones no eran uniformes, pero se coincidía en la
necesidad de reflexionar sobre el repertorio de problemas que les competía tanto
de la enseñanza como de la investigación.

La lectura y los intercambios que fueron la forja de la noción de que el pasado es


un problema político con lazos muy fuertes con el contexto social y el cultural
surgieron de una insatisfacción inicial con el modo en que la historia de la
historiografía tendía a practicarse en los años inmediatamente posteriores al fin de
la última dictadura, por entonces la historia se limitaba a cánones, trayectorias de
autores consagrados y que con muy poca frecuencia se detenía a reflexionar
sobre el método. Como audaz se comenzó a estudiar la organización y
funcionamiento del complejo institucional o el proceso de profesionalización, lo
que era una novedad frente a la etapa anterior.

Aquella decisión de ubicar a la historia académica, profesional, de base


universitaria, y a sus héroes, en el centro de la atención, reclamaba asumir un
presupuesto fuerte, que indicaba el corte entre las instituciones y demás lugares
de producción de visiones del pasado, y entre ellas y el contexto político, cultural y
social. Estos eran nítidos, profundos, estables, permitiéndoles una autonomía muy
marcada. Según entendían en cambio un corte de ese tipo era difícil de sostener
producto de la presencia política dentro de cada producción. Como advertían en
Europa hacia fines del siglo XIX cuando se comienza a afianzar la institución de la
disciplina, estando la política presente a través de la toma de decisiones estatales
sobre los recursos asignados a una entidad o conmemoración pública.
En Francia los recursos en tal periodo serían destinados a instituciones con la
intención de despertar el alma de la nación por medio del conocimiento de la
historia en palabras de Gabriel Monod. La historia asumía una vocación de masas.

Si desplazamos la atención de la segunda mitad del siglo XIX europeo, a la


situación argentina se advierten tonos propios y proximidades con procesos más
amplios. De los sectores culturales que indagaban el pasado, la historiografía con
aspiración de saber especializado y posteriormente de profesionalidad fue acotado
su accionar en argentina, producto de sectores reacios a actualizar sus
bibliotecas, sin embargo la eficacia de la competencia de otros actores
historiográficos con la historia profesional fue alta, tal es el caso del revisionismo
aunque el caso de los historiadores comunistas de los años 40’ son otro gran
ejemplo.

Ya hacia esta época los historiadores se adjudicaban un rol social, el cual sus
pares europeo ya habían asumido décadas atrás, el fin educativo era hacer
conocer los grandes hechos y grandes hombres, la imagen encendida de la patria.
Pese a otras corrientes interpretativas es lógico que debían adscribirse al eje de
reforzar la identidad y o legitimar posiciones para así instalarse en el mercado
editorial.

Se debe concluir que todo el proceso de profesionalización de la historia estuvo,


desde el siglo XIX, estrechamente ligado a la política, la disputa ente la vertiente
hegemónica y las otras corrientes, tenían por finalidad dotar de legitimidad a un
orden social, una política específica, una identidad colectiva, actuales,
enfrentamientos por controlar el pasado en lo que, sin embargo, aquello que
estaba en juego era el presente.

Autores como de Certeau, Le Goff, Hobsbawn y Ranger, Pierre Nora, Peter Novick
sumado a una corriente de conciencia histórica, de estirpe alemana, brindaban
pistas y herramientas para la tarea de reconsideración de nuestros problemas.

Claro es que estas aspiraciones eran muy vastas y subsistía la dificultad de


perdida de especificidad, al menos a la hora de la enseñanza universitaria, aunque
el autor considera que la tarea no es mayor a otras asignaturas.

Cattaruzza cree que es posible la construcción de un conocimiento científicamente


construido sobre la organización de representaciones del pasado que no tenían en
primera instancia esa pretensión, al igual que sobre cualquier otro asunto histórico,
esta puntualización viene dada por una serie de cuestionamientos hacia los 90’
sobre si esta era un montón de artefactos literarios.
La intención de este autor y grupo de intelectuales era la de intentar una historia
de los modos en que una sociedad se relaciona con su pasado.

La composición de la historia en los años treinta deberíamos entenderla como la


historia de los partidos, donde la revolución de mayo era un problema para las
relaciones con el imperio británico, por su parte los comunistas comprendían a
este hecho como un parangón de la revolución rusa, durante los años posteriores
y incluso durante la segunda guerra, se afirma la historia como una herramienta de
formación del patriotismo y nacionalismo, incluso los docentes de esta se
autodefinían asi, por su parte los comunistas se dividían entre los que rechazaban
al nacionalismo y los que defendían a su manera, esto es con una visión de clases
a la historia de la nación siendo que todavía era una nación joven prospera.

Debemos dividir a la historia política de la cultural, esta última no fue menos


conflictiva, la búsqueda del verdadero argentino y su huella no fue un camino fácil
de definir, la idea del gaucho como reflejo de la argentinidad chocaba con la visión
política europea, además de que como exponente de este teníamos al Martin
Fierro, el cual no había sido escrito ni en una zona rural, ni por un gaucho, por lo
que la discusión de cómo nos definíamos los argentinos no fue un debate corto.

La historiografía avanza sobre un frente muy amplio, ya es un fenómeno extendido


los cuestionamientos al proceso de organización institucional de la historia, lo cual
hizo entrar en crisis a el relato clásico impulsado por la nueva escuela histórica, se
han estudiado las relaciones de la historia con los museos, la historiografía y la
política.

Concluye con el ideal de organizar una imagen más fiel y precisa de esa
transformación, cuya explicación cabal tendrá que recurrir una vez más, según
entiendo, a factores que exceden la profesión y remiten a su contexto.

La historia de la historiografía, itinerarios y problemas

Fernando J. Devoto
La historia de la historiografía a conocido un sostenido crecimiento en las últimas
décadas, previamente ha surcado periodo de florecimiento, seguido de relativo
ostracismo, su llegada a argentina se gesta en los periodos de entre guerras
producto de las oleadas emigratorias de países como Italia o Alemania, la
historiografía no fue tan fructífera en Francia producto de la poca afinidad de
reconocidos historiadores que fundarían Annales.

Que la historia de la historiografía tuviera un sentido relevante dentro del cuadro


historicista no es casual producto que se gestaba un imperialismo de la historia
ante otras disciplinas. El principal aporte provino de la indagación intelectual que
hacia esta de los autores y obras que de las fuentes e instrumentos técnicos que
utilizaba. Esto se observa en la reflexión sobre el devenir y progreso de la
disciplina, y más allá de la vida intelectual en su conjunto. Sin embargo, el análisis
y juicio sobre un historiador y su obra no remitía solamente a su forma de pensar e
interacción con el contexto intelectual de su tiempo, sino también con la capacidad
de comprensión del pasado, lo que generaba una confrontación con la calidad de
la operación histórica y con sus resultados, es decir, con la verdad.

Meinecke se defendía señalando que su preocupación por la historia de la


historiografía se refería al estudio “de los principios estructurales y de los criterios
de valoración sobre los que descansaban la historiografía y el pensar histórico
general” sin dejar de considerar legítimos otros enfoques.

En un terreno que puede entenderse o interpretarse de diversas maneras


(ambiguo) se movía Benedetto Croce. Este, por una parte, había sostenido en
forma reiterada y en distintos momentos que historia e historiografía eran dos
momentos conceptualmente distintos pero indisolublemente unidos en la labor del
historiador o que una obra histórica debía juzgarse solo por su mérito histórico, es
decir, por su capacidad para comprender un problema del pasado desde los
requerimientos del presente. Por la otra, señalaba que el propósito de la historia
de la historiografía era la historia del pensamiento historiográfico con énfasis en
las teorías de la historia, desde este lugar podía criticar a aquellos por una muy
limitada consideración teórica y a la metodología de la historia histórica solo
cuando hubiera tenido eficacia practica en el desarrollo concreto de la
historiografía. Esta ambigüedad afianzaba aún más lo que sus discípulos
aspiraban, esto es la unión entre filosofía e historia.

Arnaldo Momigliano observaba, comentando un libro sobre Tito Livio de Paola


Zancan, que el análisis y la valoración de la obra de un historiador no podía
realizarse omitiendo considerar si los hechos que presentaba eran verdaderos o
no y sin comparar si su reconstrucción histórica era mejor o peor que la de otros
historiadores de la época.
Federico Chabod sucesor designado por Croce, consideraba que el propósito de
la crítica historiográfica debía ser considerar como un historiador, partiendo de un
determinado modo de ver la historia y de una determinada metodología, lograba
en su obra, más o menos capturar las cosas como realmente ocurrieron.

La historiografía entra en el periodo posterior a la segunda guerra mundial en un


proceso de discusiones acaloradas sobre ejes de estudio como vimos con los
últimos autores italianos con sus resistencias y reticencias hacia la historia de la
historiografía, estas nuevas reflexiones sobre el método histórico. Es decir sobre
los conceptos operativos, las técnicas e instrumentos de trabajo parecían mucho
más útiles que los estudios de larga gestación de lecturas de un problema que
proponía la historia de la historiografía clásica.

De todas formas posterior a esto y en las últimas tres décadas la historiografía ha


tomado un nuevo gran impulso, con nuevos enfoques que han generado
dificultades a la hora de delimitar las áreas de esta. Si todo es historiografía, nada
lo es.

Ginzburg alerta acerca de los peligros que conlleva la “moda” de escindir


completamente el análisis de la narración histórica de cualquier exploración sobre
las características de la investigación empírica en que se basa cualquier libro de
historia.

Ginzburg retoma el postulado de Momigliano y agrega el problema de representan


un hecho convincentemente sumado a la discusión de la verdad.

Otras líneas de pensamiento historiográfico son muy claras también como la que
se asocia a la sociología con Pierre Bourdieu, estudiando en contexto profesional
en el que operan los historiadores,

Otras líneas de trabajo se han orientado a estudiar en profundidad a los


historiadores, no a partir de sus obras sino de su vida y sus testimonios. Haciendo
alusión a esto contamos con las biografías y “ego-historias”.

Devoto considera que una historia de la historiografía debería ir más allá de las
meras analogías formales entre textos, que en el pasado permitían relacionar, en
forma a menudo imprecisa y azarosa, a un autor y una obra con otros y otras y
con esquemáticos grandes climas intelectuales. Producto de que la historiografía
se presenta como una multiplicidad de enfoques dispersos e inconexos. El aspira
a la unión de estos enfoques lo que permitiría mayor comprensión por parte de
historiadores, obras y contextos.
Sánchez Costa

El tiempo lento que caracterizo a la historia por siglos comienza ya a partir de


lanrevolución industriar a sufrir un fenómeno de aceleración producto de los
intensos cambios, tanto políticos, científicos y tecnológicos.

Ya los ciudadanos del siglo XIX y XX sabían que su futuro sería distinto a su
pasado, generando un nuevo régimen de historicidad, caracterizado por la ruptura
con el pasado, anhelando la amplitud de horizontes y progreso. Así, al despertar
en el siglo XXI, el pasado se ausenta del presente, la brecha entre siglos incluso
décadas es cada vez mayor. La humanidad no a temido al futuro, aunque las
trágicas experiencias del siglo XX y las crisis de las grandes narrativas han
truncado la certeza y el optimismo ilustrado. El hombre posmoderno se percata de
que la historia se mueve a gran velocidad, pero no sabe exactamente hacia
donde, es precisamente la fragilidad del presente y la incertidumbre del futuro lo
que ha producido la eclosión del interés por la historia siendo esta estable y
segura, así el pasado reaparece como memoria.

La historiadora alemana Aleida Assman, indica tres motivos por los que nuestra
sociedad se asoma a la historia. Razón identitaria, Lúdicocognitiva y Ética. En
efecto la aproximación al pasado tiene un tono identitario. En un mundo de
constante cambio la historia en el refugio de la identidad.

También se acude a la historia como un escape de entretenimiento y distracción,


la historia al igual que la literatura nos permite viajar en el tiempo y espacio
explorando la condición humana.

A partir de la pos-guerra europea la historia torno a una dimensión ética y con un


deber social, la conmemoración de eventos trágicos como recordatorio a las
víctimas de la injusticia. El recuerdo del mal pasado se transmite como antídoto
para prevenir su repetición en el futuro.

Los estudios de memoria colectiva y sus límites.

A partir del siglo XIX despierta un interés por el estudio de la memoria, algunos
autores como el sociólogo Francés Maurice Halbwachs sugirió que la memoria
individual no existe per se. Para el la memoria está condicionada por el contexto
social y lingüístico en que emergen. La memoria humana no retiene el pasado,
sino que lo reconstruye desde el presente gracias a sus vestigios y a la
comunicación social. La memoria del sujeto depende entonces de lo que otro le
cuente sobre el pasado, de los discursos y recursos memorísticos que en un
determinado momento prevalecen en la sociedad.

Este autor es redescubierto en los 80 por un renovado interés por la memoria


social, desde entonces el debate no ha parado de crecer.

Se reprocha a las ideas de memoria colectiva la concepción excesivamente


ontológica, en la que esta se imagina como un conjunto de ideas platónicas que
sobrevuelan la comunidad. Ahora bien todos los autores que reflexionan sobre el
tema llegan a la conclusión de la existencia de una mediación social que precede
y posibilita toda memoria individual. Tanto la forma como el contenido de la
memoria son modelados socialmente, es decir, a través de la comunicación y la
enseñanza.

El centro de la memoria colectiva parece estar, por tanto en el proceso


comunicativo.

Cuando se habla de memoria social, no se refiere a la participación mística de


esta, sino a su origen en el relato, del intercambio actual y comunicativo. Sin
embargo, los estudios de la memoria han sido criticados, uno de esas críticas
surge debido a la utilización de categorías psicológicas para explicar los procesos
de memoria colectiva, otra crítica surge a la analogía injustificada entre memoria
individual y colectiva, por último se critica el olvido de los medios utilizados en su
difusión y más todavía, su recepción. De este modo se han confundido la narrativa
de las elites con la de las masas.

Conciencia histórica y cultura histórica

El concepto de la cultura histórica se gestó en el marco de una reflexión sobre la


conciencia histórica y la didáctica de la historia. A partir de la década de los 70’, la
noción de conciencia histórica es la base del cuerpo teórico de la cultura histórica,
esto es la actividad cognitiva basada en la memoria que nos permite orientarnos
en el tiempo y darle sentido. Puede decirse que una persona tiene conciencia
histórica cuando se percata de la estructura temporal de su existencia, cuando es
consciente de que su pasado condiciona su presente y el presente marcara su
futuro. Gracias a esto el sujeto descubre que es fruto de la historia, por tanto
podemos orientarnos en la existencia.

La conciencia histórica les parece a los adultos algo evidente, sin embargo los
niños más pequeños viven inmersos en el presente. Hasta los doce años no
empezamos a ubicar los hechos históricos en su perspectiva temporal correcta.
Tenemos que aprender a historiar la realidad, para lo cual nos ayuda la sociedad,
con el paso de los años no solo aprendemos a situarnos en un marco temporal de
nuestra vida, sino que también empezamos a situarnos en el marco de una
historia mucho más amplia. Gracias a la comunicación y el relato aprendemos que
el bisabuelo que nunca conocimos existió y es causa de nuestra existencia.

La concia histórica se nutre de los discursos históricos que pueblan una


comunidad, para esto es necesario el registro materia, este deja constancia de su
existencia, de los contrario se desvanecería. Los signos del pasado son la puerta
que nos permiten acceder a los vastos palacios del recuerdo y del pasado. La
memoria necesita encarnarse para poder ser conservada, comunicada,
compartida. De este modo la conciencia histórica se objetiva, se hace cultura.

¿Cómo se configura la conciencia histórica de los individuos de una sociedad? Su


imagen de la historia se forma, principalmente, en la escuela. Los niños aprenden
el pasado y empiezan a distinguir los distintos periodos históricos. Su
representación del pasado se forma también de los relatos familiares, los álbumes
de foto, los museos, las novelas históricas, las revistas de historia, etc. Todo esto
pasa a formar la cultura histórica.

Con la categoría de cultura histórica definimos, por tanto, el conjunto de recursos y


prácticas sociales a través de las cuales los miembros de una comunidad
interpretan, transmiten, objetivan y transforman su pasado.

En síntesis la conciencia histórica de cada individuo se teje, pues, en el seno de


un sistema socio-comunicativo de interpretación, objetivación y uso público del
pasado, es decir en el seno de una cultura histórica.

Agentes y componentes de la cultura histórica

Hay agentes que son esencialmente activos en la difusión de determinadas


lecturas del pasado. Son, lo que podríamos llamar configuradores de cultura
histórica.

Podríamos preguntarnos por qué hay agentes interesados en promover una


interpretación concreta de la historia. Probablemente hay múltiples razones. No es
la misma la razón de un autor de novelas históricas que las del académico de la
historia.

Lo interesante son las razones que mueven a los políticos a promover una
determinada política de memoria.

Sobre la memoria se estabilizan y desestabilizan identidades, se afirman y critican,


se cambian o consolidan. Una de las funciones de la narrativa histórica es delinear
los límites de la comunidad. Todo relato histórico distingue entre nosotros y ellos.
Al proponer una determinada lectura de la historia, de este modo difunden una
conciencia identitaria particular, que se decantara posteriormente en unas
actitudes políticas concretas. Una visión compartida de la historia cohesiona
decisivamente al grupo. En el pasado una herencia común de gloria y dolor, para
el futuro, un proyecto común. Ello tiene más valor que unos impuestos y unas
fronteras comunes.

El estado es actualmente uno de los principales tejedores de conciencia histórica.


Sin embargo ni los mejores regímenes han logrado controlar completamente la
conciencia histórica de sus ciudadanos ni monopolizar la cultura histórica de la
sociedad.

Los discursos dominantes hallan contrapunto en narrativas disonantes y


subterráneas, que erosionan los fundamentos de la memoria institucional y
muchas veces, acaban por imponerse cuando el antiguo marco-cultural cae.

Muchas veces la configuración de la cultura histórica se produce bajo un paraguas


institucional. Instituciones como el estado, la universidad o la iglesia se erigen en
estructuras permanentes que garantizan la conservación, la elaboración y la
difusión de determinados discursos de memoria.

Los medios de la cultura histórica

Si entendemos a la cultura histórica como una dinámica de transmisión y discusión


social sobre el pasado, debemos atender y estudiar, sin duda, los medios que
posibilitan la interacción de la sociedad con su historia.

Ente los medios textuales, cabe destacar los libros de temática histórica. Entre los
más relevantes se encuentran los manuales de textos escolares. Que constituyen
esencialmente a moldear la conciencia histórica de los jóvenes.

La televisión y el cine ostentaron una posición privilegiada en la configuración de


los imaginarios históricos, además del internet.

Principalmente el autor se limita a las conmemoraciones públicas, en los últimos


dos siglos, los lugares de paso han sido lugares de memoria, las calles evocan
personalidades y hechos históricos, esbozando así un índice de la historia
nacional.

El mensaje de la cultura histórica

La piedra angular de la cultura histórica es el mensaje, el discurso sobre el


pasado, el estudio global de la cultura histórica debe abordar los dos pilares que la
conforman, infraestructura (Agentes y Medios) y a sus contenidos (Mensaje o
Discurso). Los discursos se refieren mutuamente y compiten por establecerse
como dominantes.

Debemos estudiar por tanto no solo el texto, sino también el contexto. Este
contexto está conformado, en buena medida, por la propia infraestructura de la
cultura histórica (Intenciones de los emisores, Medios disponibles, Posición de los
receptores), pero también por las condiciones sociales y culturales en la que estos
discursos emergen.

Conceptos para una mejor comprensión del territorio de la historiografía

Analía Gómez

La historiografía se ha expandido desde los 70 y 80, tocando diversos temas y


perspectivas, esta característica es parte de una operación de conocimiento que
se desarrolla en un campo de estudios, estos dos elementos operación
historiográfica y campo son fundamentales para la comprensión de la actividad de
los historiadores y de su relación con el resto de las disciplinas.

Pierre Bourdieu y el concepto de campo.

Partamos primero de las definiciones de sociedad para el autor, según la cual esta
se encuentra constituida por un conjunto de campos (político, cultural, religioso,
científico, etc.) campos que a su vez pueden subdividirse en otros. Quienes los
componen tienen distintos tipos y volúmenes de capital, no solo económico sino
también social (conjunto de relaciones) y cultural (bienes incorporados, como la
oratoria; obras de arte y bienes institucionalizados, tales como los reconocimientos
académicos).

Cada campo se constituye como una red en la que se entrelazan las diferentes
posiciones jerárquicas entre los distintos agentes y grupos que lo conforman. Las
relaciones desiguales están definidas por la posesión o producción de una forma
específica de capital, propia del campo en cuestión. Existen leyes generales a su
funcionamiento.
1_ la existencia de un habitus conocido por quienes integran el campo. El habitus
remite a mecanismos mediante los cuales se interiorizan las reglas propias de
cada campo generando así prácticas propias que lo diferencian de otros.

2_ al interior de cada campo existe una relación de fuerzas que lo integran entre
agentes y las instituciones. (Desigual distribución de capital).

3_La existencia de la lucha entre los agentes es otra de las características de


cada campo. sus formas específicas habrá que buscar cada vez, entre el recién
llegado que trata de romper los cerrojos del derecho de entrada y el dominante
que trata de defender su monopolio y de excluir la competencia .

4_ De la relación de fuerzas entre los agentes de un campo se desprenden dos


estrategias de conservación y de subversión. Las primeras son las que desarrollan
aquellos agentes que detentan un mayor capital. Son quienes establecen las
reglas del campo y pretenden preservarla. en cambio las estrategias de
superación son las que implementan los seres decir aquellos agentes recién
llegados los, los más jóvenes, quienes detentan un menor grado de capital.

5_A pesar de la desigual relación de fuerzas, la lucha presupone un acuerdo entre


los antagonistas sobre aquello Por lo cual merece la pena luchar y que queda
reprimido en lo ordinario. Es decir, todos los presupuestos se aceptan tácitamente
aún sin saberlo por el mero hecho de jugar, de entrar en el juego. Los que
detentan un mayor capital son los que establecen las reglas del campo, así como
también los recién llegados que se adaptan a las mismas sin cuestionarlas.
Aunque también pueden entablar estrategias de subversión, aunque estás se
desplieguen dentro de ciertos límites ante el riesgo de ser excluidos.

En definitiva, la acumulación del capital simbólico significa hacerse un nombre, un


nombre propio.

Teniendo en cuenta lo anterior observamos que al igual que en otros Campos, en


el historiográfico se despliegan diversas estrategias. Por un lado, están quienes
optan por la estrategia de sucesión aceptando y adoptando las reglas
establecidas. Por otro, están aquellos que ingresan al campo cuestionando
interpretaciones y metodología consensuadas y aceptadas. esta postura, no
siempre asegura beneficios a corto plazo.

El campo historiográfico, al igual que el resto, tiene momentos de estabilización,


pero también momentos de crisis. Estas son resultado de crisis más amplia que
tienen lugar en el espacio social y que impactan en el campo en cuestión.
Podemos mencionar el surgimiento de la escuela de los Annales franceses en la
década de 1930 y el origen de los microparadigmas (microhistoria, historia cultural,
etc.) Durante las décadas de 1970 y 1980.

Al incurrir nuevas miradas sobre los objetos de la historia y sobre sus prácticas
pueden observarse “las luchas” que tienen lugar en el campus historiográfico, la
ruptura sin embargo no son abruptas. Podemos decir que los grandes cambios en
las formas de hacer historia estuvieron relacionados con crisis en el espacio
social. los intelectuales son un sector dominado de la clase dominante por un lado
son dominantes en tanto detentan un determinado tipo de capital, en este caso
simbólico y, por tanto, son dominados en su relación con el poder político y
económico. pero también tienen un poder, el simbólico de “ hacer ver y de hacer
creer”, qué pueden poner “ al servicio de los dominantes” o al “ servicio de los
dominados”

¿Cómo produce un historiador? La operación historiográfica según de Certeau

El concepto de campo resulta de utilidad para comprender cómo funciona el


mundo de los intelectuales y entre ellos el de los historiadores. Michel de Certeau,
intelectual francés nacido en 1925, religioso de la compañía de Jesús, ordenado
sacerdote en 1956 y doctorado en ciencias religiosas por la Sorbona en 1960, fue
conducido por los estudios religiosos a la investigación histórica sobre el siglo XVII
en Francia Y al hacerlo también reflexionó sobre la disciplina.

En el artículo con el que se inicia el primer volumen, llamado “la operación


histórica”, Michel de Certeau precisó cuál y cómo es la operación de conocimiento
que caracteriza a la disciplina. Hacerlo era una necesidad y una toma de posición
ya que por aquellos años se puso en cuestión el quehacer propiamente
historiográfico al punto de haber sido

Comparado con relatos de ficción y géneros literarios. En términos generales


diremos que se sostuvo que la historia carecía de un carácter científico Ante esta
postura es que de Certeau reconoció su carácter narrativo supo diferenciarla de
otros tipos de relatos debido a que su pretensión es fabricar, Producir, un
conocimiento verdadero que es resultado de una puerta en relación de los datos
recortados por la operación de conocimiento. por lo que el discurso de la historia,
se articula en un régimen de verdad, es resultado de un lugar, de unas prácticas y
de una escritura. Veamos en qué consiste.

Un lugar

¿Qué entiende Michel de Certeau por un lugar? Este es tanto la esfera social en la
que toda producción historiográfica se practica como el ámbito específico de
elaboración.
Respecto a la Esfera social su consideración permite tomar conciencia del rol que
pretende ocupar la historia y lo que la sociedad demanda de ella. no se piensa el
trabajo del historiador tan sólo desde “la autonomía del lugar teórico” sino como
parte de un entramado social al que pertenece. En historia, toda doctrina que
reprima su relación a la sociedad es abstracta. Niega aquello en función de lo que
se elabora. Sufre Entonces los efectos de distorsión debido a la eliminación de lo
que la sitúa efectivamente sin que lo diga o lo sepa, el discurso científico que no
habla de su relación con el cuerpo social no puede articular una praxis. Deja de
ser científico. Esta relación al cuerpo social es precisamente el objeto de la
historia. Pensar entonces la relación entre la historia y el lugar que ocupa en la
Esfera social nos permite comprender los cambios que se producen en la
historiografía. la historia de la historiografía nos permite constatar que estas
modificaciones suelen producirse cuando se registran cambios y o crisis en la
Esfera social.

Es relevante si tomamos el caso de la historiografía Argentina ver cómo las


cambiantes consultoras políticas impactaron en el campo historiográfico, por
ejemplo, en la década de 1930 dando origen al revisionismo histórico y en los
años 50 a la llamada renovación o historia social.

Ahora bien, el lugar Al que se refiere de Certeau no remite solamente a la esfera


social sino también a la propia comunidad de historiadores, o en términos de
Bourdieu, al campo historiográfico. Un historiador forma parte de una institución
del saber qué es también una institución social caracterizada por tener su propio
lenguaje científico, sus objetivos de estudio, sus métodos, etc. Pertenecer A este
lugar se traduce en el uso del nosotros, el nosotros reconoce que la producción de
un historiador no es una obra individual sino el resultado de una serie de
convenciones disciplinarias. En este punto Michel de Certeau se preguntaba ¿Qué
es una obra de valor en historia? Y la respuesta es: aquella reconocida como tal
por sus iguales. Es decir, aquella que respeta las operaciones de la disciplina y a
su vez permite El Progreso en el estado de los objetos de estudio, en los métodos
utilizados y posibilita nuevas investigaciones. Esto último se articula con el
segundo componente de la operación historiográfica: las prácticas.

Las prácticas

Hacer historia implica poner en práctica una serie de Procedimientos, técnicas y


métodos. el uso de los mismos es lo que Define a la historia como una ciencia y a
la vez la diferencia de la literatura.

La escritura
En varias de sus publicaciones Michel de Certeau definió a la historiografía como
la historia y su escritura, es decir, la relación entre el discurso y sobre lo que este
trata.

De ahí la importancia de la escritura y sobre todo a la necesidad de establecer su


especificidad para el caso de la historia con el fin de diferenciar la de otro tipo de
relato. ¿qué particularidades tiene entonces la escritura de la historia? La
pretensión del discurso histórico es ofrecer un contenido verdadero qué depende
de su verificabilidad.

¿Cómo se verifica? por ejemplo, a través del uso de las “citas”, las referencias, las
notas a pie de página, etc. las mismas nos permiten hacer referencia a otros
autores remitiéndonos a este nosotros que permite concebir la producción de un
historiador como parte de un conjunto más amplio y como el resultado de una
serie de convenciones disciplinarias, de esta forma la cita otorga verosimilitud para
el relato y una convalidación del saber; produce, pues, la confiabilidad

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