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DEL MATEMA (MATHÉMATA-MATHÉSIS) Y LA TRANSMISIÓN (2010)

Ana María Fernández

RESUMEN

En este texto se problematiza el “aprendizaje” a partir del la noción


de mathema desde el trabajo que realizaron Lacan y Foucault. Ambos autores
bordean la temática desde sesgos diferentes y desde discursos diferentes, para el
primero, se trata de la transmisión en el campo del psicoanálisis, para el segundo,
en ir más allá del matema en la enseñanza de la filosofía.

Palabras claves: Aprendizaje, enseñanza,


transmisión, mathémata, mathesis, synousía, Lacan, Foucault.

About the mathema (mathémata-mathésis) and transmission

Summary

In the text we discuss “learning” from the notion of mathema based on Lacan and
Foucault's work. Both authors skirt the theme from different perspectives and
different discourses, for the former it is about transmission in the field of
psychoanalysis, for the latter to go beyond the mathema in the teaching of
Phylosophy.

Key words:Learning, teaching, transmission, mathémata, mathesis, synousía,


Lacan, Foucault.

Desarrollo:

En este texto me interesa problematizar el “aprendizaje” a partir del la noción


de mathema. Para ello me basaré, en Lacan y su propuesta del matema como “lo
único que puede enseñarse”, “capaz de transmitirse integralmente”. Y, por otra
parte, en Foucault, con su lectura del matema como “el conocimiento y las formas
mismas del conocimiento” en contraposición a la synousía como la práctica de la
filosofía que consiste en “cohabitar” con ella.

Ambos bordean la temática desde sesgos y discursos diferentes diferentes,


para el, se trata de la transmisión en el campo del psicoanálisis, para el segundo,
en ir más allá del matema en la enseñanza de la filosofía.
Una posible vía hacia el aprendizaje

Desde la modernidad y, más fuertemente en el siglo XX, las formulaciones


en el amplio campo de la “educación” han sustraído del centro de su interés la teoría
de la enseñanza a favor de las teorías sobre el aprendizaje. Esto es, la enseñanza
se vuelve secundaria o subsidiaria del aprendizaje[1].

Desde entonces, toda teoría pedagógica se encuentra sostenida por una teoría
psicológica que le presta una noción de sujeto. Dicha noción puede ser reducida a
un tipo particular de sujeto: el sujeto psicológico. Ahora bien, el siglo XX se vio
favorecido por un quiebre teórico producido por la postulación freudiana del sujeto
del inconsciente que implicó una fuerte revisión de conceptos centrales que
sostenían las diferentes disciplinas sociales.

Entonces, ¿qué puede decir el psicoanálisis respecto del concepto


de conocimiento y del aprendizaje? El psicoanálisis subvierte (altera) el concepto
de sujeto del conocimiento promovido por cierta lectura de Descartes. A partir de
Freud y muy fuertemente desde Lacan, la teoría psicoanalítica sostiene que el “yo
no es amo en su propia casa”. Esta cita de Lacan apunta a diferenciar la noción
de yo de la de sujeto.

Desde el psicoanálisis el “aprendizaje” se da condicionado a su inserción en


el orden simbólico; es decir, la emergencia del sujeto humano en su característica
fundamental de “apropiarse de” y de “ser apropiado por el lenguaje”. Esta noción
del sujeto como capturado por un funcionamiento que lo trasciende y por lo tanto
del cual no posee pleno control conciente implica una constitución de la subjetividad
determinada por el inconsciente.

La concepción psicoanalista supone entender el “lugar del ser” como


consistente en la estructura simbólica inconsciente. El lenguaje está siempre allí, no
tiene que entrar en el hombre, es el hombre quien debe situarse en él. La
“adquisición del conocimiento” desde este marco depende del lenguaje, no se
construye por la experiencia. No es el mundo quien nos instruye sino el lenguaje:
“es el mundo de las palabras el que crea el mundo de las cosas”. (Lacan, 1953, p.
265).

¿Cómo es el “aprendizaje”? Está determinado por el discurso y no por la


simple acción. Desde este marco la adquisición del conocimiento no se construye
por la experiencia, constituye un orden prevital, anterior al nacimiento biológico del
individuo. Desde el psicoanálisis el sujeto resulta ser un efecto del lenguaje. Definir
el sujeto como efecto, excluye tomarlo como centro, como unidad de interioridad.

Freud sitúa el nacimiento del proceso simbólico en el momento en que el niño


se vuelve capaz de simular, por medio del juego, la ausencia o la presencia de la
madre. Esta hipótesis surge con la observación del nieto de Freud de 18 meses.
Arrojaba al otro extremo de la habitación todo lo que caía en sus manos. Al lanzar
esos objetos decía: “Fort” (se fue). En otras ocasiones, mandaba a lo lejos un
carretel atado a una cuerda y después tiraba hacia sí de ésta diciendo “Da” (aquí
está). Mediante este juego el niño, simultáneamente dominaba la ausencia de la
madre e inventaba el símbolo (aparición y desaparición de la madre) (Cf. Freud,
1920). Es decir que reemplaza el objeto real por un significante. Al mismo tiempo
nace el lenguaje: fort-da. La alternancia presencia-ausencia no forma sentido sino
en la medida en que el niño puede identificarse con el carretel como ausente, lo que
supone el fundamento lógico de su identificación con un significante que falta. Lo
“intelectual” es, por consiguiente, una puesta entre paréntesis de lo afectivo.

Ahora bien, los procedimientos pedagógicos pertenecen a un registro ajeno


a la experiencia analítica.

“Se puede querer devolver al hombre a un feliz funcionamiento


natural, hacerle alcanzar las etapas de su desarrollo, proporcionarle el
libre florecimiento de aquello que, de su organismo, llega
oportunamente a la madurez, y conceder a cada una de estas etapas
su tiempo de juego, luego su tiempo de adaptación, de estabilización,
hasta que sobrevenga la nueva emergencia vital. Alrededor de esto
puede organizarse toda una antropología. A la gente se le puede
enseñar a tocar piano-siempre y (…) habiendo aprendido a tocar en
pianos de teclas grandes, saben tocar pianos con teclas pequeñas,
clavecín, etc. Pero se trata sólo de segmentos determinados de
comportamiento humano.” (Lacan, 1954-55, pp. 134-135).

Pues bien, aquello denominado “aprendizaje” en psicoanálisis se encuentra


en los primeros descubrimientos analíticos: el trauma, la fijación, la reproducción, la
transferencia:

“Lo que en la experiencia analítica denominamos intrusión del pasado


en el presente pertenece a este orden. Es siempre el aprendizaje de
alguien que lo hará mejor la próxima vez. Y cuando digo que lo hará
mejor la próxima vez, es que tendrá que hacer algo completamente
distinto.” (Ibíd., p. 135).

¿Qué revela el análisis sino la discordancia profunda, radical, de las


conductas esenciales para el hombre, con respecto a todo lo que vive?

“La dimensión descubierta por el análisis es lo contrario de algo que


progresa por adaptación, por aproximación, por perfeccionamiento. Es
algo que marcha a saltos, a brincos. Es siempre la aplicación
estrictamente inadecuada de ciertas relaciones simbólicas totales.”
(Ibíd., p. 135).

Del matema o déjá vu

Las Jornadas de la Escuela Freudiana de París del año 76 fueron


tituladas Jornada sobre el matema. En dicha Jornada, Lacan cierra el evento con
una intervención que dio en llamar “Los matemas del psicoanálisis”. Allí señala que
su seminario de ese año 1976-77 tiene por título[2]un matema y se pregunta “si el
inconsciente es precisamente lo que dijo Freud”. Dice: “Quisiera encontrar el
matema que por su naturaleza evite completamente el bilingüismo.” (Lacan, 1977).

Ahora bien, dicha noción de matema surge en la sesión del 2 de diciembre


de 1971 del Seminario El saber del psicoanalista. Allí dice Lacan:

“La pregunta que me fue planteada es la siguiente: ¿la incomprensión


de Lacan, es un síntoma? Si la pregunta pudo serme planteada de
esta manera es en función de que la incomprensión en psicoanálisis
es considerada como un síntoma. Entre la pregunta: ‘es la
incomprensión psicoanalítica un síntoma’ y ‘es la incomprensión de
Lacan un síntoma’, colocaría una tercera: ¿es la incomprensión
matemática un síntoma? Los sujetos víctimas de incomprensión
matemática esperan más de la verdad que la reducción a esos valores
que se llaman deductivos. Las articulaciones llamadas demostrativas
les parecen carentes de algo que está precisamente en el nivel de una
exigencia de verdad. La incomprensión matemática— es en suma el
amor de la verdad, por ella misma, quien lo condiciona. La
incomprensión matemática debe por lo tanto ser otra cosa que lo que
llamé esta exigencia que resurgiría de algún modo de un vacío formal.
Muy lejos de eso, no es seguro a juzgar por lo que pasa en la historia
de las matemáticas que no sea de alguna relación del matema aunque
fuese el más elemental, con una dimensión de verdad, que se
engendra la incomprensión.” (Lacan, 1971-72).

Lacan anuncia el nacimiento del matema en noviembre de 1971 en el


momento de exponer El saber del psicoanalista y antes de desplegar la cuestión
en L’étourdit (Lacan, 1972) y en el Seminario Aun (Lacan, 1972-73). Su apuesta es
la transmisibilidad: he aquí que “este lenguaje del puro matema” sea “lo único que
puede enseñarse”. Esto supone “la formalización matemática”, que Lacan no vacila
en designar como “nuestra meta” e incluso “nuestro ideal”, pero que es en el fondo
la exigencia mínima: “sólo ella es matema, es decir, capaz de transmitirse
integralmente” (Lacan 1972-73, p. 134).

Como indica Sous (2009), se podría suponer que la raíz de “matema” deriva
de la palabra “matemática”. Esta pista no es totalmente falsa en la medida que una
parte etimológica reenvía a la raíz griega: mathémata (ciencia matemática), pero
otra rama nos lleva a otra palabra griega:mathésis que significa eso que se puede
enseñar a un alumno, enseñanza (aprendizaje) a un discípulo:

“Entonces ‘matema’ resulta de un efecto homofónico que pasa entre


la lengua griega y la lengua francesa condensando en otro valor las
dos acepciones de la palabra.
Mathémata
MATHEME
Mathesis.” (Sous, 2009, p. 15).
Es más, señala Sous (2009) que a la luz de esta intrincación etimológica nos
sorprendemos menos del hecho de que Lacan haya anudado tan
estrechamente matema y transmisión. En el Seminario Aun plantea:

“(…) dicho lenguaje está dotado de una inercia considerable, cosa que
se ve al comparar su funcionamiento con signos llamados
matemáticos, matemas, únicamente porque se transmitan
integralmente. No se sabe en lo más mínimo que quieren decir, pero
se transmiten. Aunque no deja de ser cierto que no se transmiten sino
con la ayuda del lenguaje.” (Lacan, 1972-73, p. 134).

Ahora bien, René Guitart entiende que no hay en Lacan teoría


matemática novedosa:

“Los objeto matemáticos lacanianos son matemas, como él los llama.


(…) Para retomar a Heidegger, un matema es algo que ya se sabe. El
matema es lo que el hombre ya conoce por adelantado. (…) De lo
conocido por adelantado –de lo matemático, por lo tanto- también
forman parte los números. Ya para Platón el matema es lo que se
aprende por excelencia y también, en términos más generales, lo que
se puede aprender, el objeto de estudio. Así el triángulo, evidente, es
un matema: todo lo que se descubre de él ya lo sabemos y es
íntegramente transmisible. Por ese doble motivo, los esquemas y las
fórmulas son matemas. Y la literalidad en particular, como objeto de
estudio en presencia de letras por leer es en ese sentido matemática.”
(Guitart, 2000, p. 45).

El matema supone un sujeto enseñante que puede transmitir íntegramente


y, para eso, debe escribir bien, un sujeto que aunque aprende, sabe desde siempre
y, para eso, debe “trabajar en ello”. Se trata por lo tanto de trabajar sobre algo bien
escrito: mientras eso sea posible, se podrá decir que hay matema. En una disciplina,
un matema es lo que se enseña por excelencia y ya se sabe. El matema remite
entonces al hecho de quenadie aprende sino en la medida de su saber, y al
efectuarlo. Efectuar un saber sabido es en concreto decir, leer, escribir. (Cf. Guitart,
2000).

“La capacidad fundamental del hombre es poder mentirse a sí mismo.


Así como Descartes funda la ciencia desde el rasgo paradójico de la
evidencia, aunque todavía no se haya elaborado la teoría de la
evidencia ni enunciado ni escrutado, en particular su paradojalidad,
Freud funda el psicoanálisis desde el rasgo paradójico de la
inquietante extrañeza, aún cuando ese rasgo no funcione en la teoría
como principio teórico activo. Así como la evidencia es el objeto de
asombro filosófico de Descartes, la inquietante extrañeza es el de
Freud.” (Guitart, 2000, p. 175).
La inquietante extrañeza será esa suerte de horror vinculado a las cosas
conocidas desde hace mucho tiempo, y familiares desde siempre. Al saberla,
sabemos la evidencia desde siempre:

“Eso nos acerca a la cuestión del matema, vale decir, lo que se sabe
íntegramente, desde siempre, y se enseña por excelencia. El matema
es en su descripción una estructura paradójica correspondiente al
sentimiento de déjá vu.” (Guitart, 2000, p. 178).

El “real” filosófico: sobre mathémata y synousía

En el curso que Michel Foucault dictó en 1983 en el Collège de France El


gobierno de sí y de los otros, inaugura una investigación sobre la noción
de parrhesía. En esto, Foucault prosigue su trabajo de relectura de la filosofía
antigua que se encontraba ya desarrollado en el curso anteriorLa hermenéutica del
sujeto (Foucault 1981-82) y que posteriormente continuará en su último
curso Coraje y verdad en la antigua Grecia (Foucault, 1984). A través del estudio de
esa noción (el decir verdadero), revisita la ciudadanía griega y muestra que el coraje
de decir la verdad constituye el fundamento ético. Al releer a los pensadores griegos
problematiza la filosófica moderna, muestra su función y define su modo de pensar
y de ser.

Para Foucault (1983) la filosofía moderna es una práctica que, en su relación


con la política, hace la prueba de su realidad. Es una práctica que, en la crítica de
la ilusión, del embuste, del engaño, de la adulación, encuentra su función de verdad.
Y es por además una práctica que encuentra en la transformación del sujeto por sí
mismo y del sujeto por el otro su objeto de ejercicio. La filosofía como exterioridad
con respecto a una política que constituye su prueba de realidad, la filosofía como
crítica con respecto a un dominio de ilusión que la pone frente al desafío de
constituirse como discurso verdadero, la filosofía como ascesis, es decir como
constitución del sujeto por sí mismo es lo que constituye el ser moderno de la
filosofía.

“Y me parece que la elección filosófica a la que nos enfrentamos


actualmente es la siguiente. Es preciso optar o bien por una filosofía
crítica que se presente como una filosofía analítica de la verdad en
general, o por un pensamiento crítico que adopte la forma de una
ontología de nosotros mismos, una ontología de la actualidad. Y esta
forma de filosofía, desde Hegel a la Escuela de Francfort, pasando por
Nietzsche, Max Weber, etc., ha fundado un tipo de reflexión al cual,
desde luego, me asocio en la medida de (mis) posibilidades.” (Ibíd., p.
39).

En la “Situación del Curso” F. Gross señala la manera en que Foucault trabaja


el problema de lo “real” de la filosofía. Se trata de aquello con lo cual una actividad
debe enfrentarse para dar pruebas de su verdad propia:
“La carta VII le permite definir ese real, cuando Platón define los
motivos de su viaje a Sicilia. Ella nos informa que la actividad filosófica
no debe limitare al solo discurso, sino someterse a la prueba de las
prácticas, los conflictos y los hechos. (…) La filosofía halla un segundo
real en una práctica continua del alma. En efecto, siempre de acuerdo
con ese carta VII, no podría comprendérsela como sistema constituido
de conocimiento (mathémata), y es en cambio práctica de sí, ejercicio
continuo del alma.” (Gros, en Foucault, 1983, p. 386).

El 16 de febrero de 1983 Foucault le dedica un tramo de la clase, en la


segunda hora, a lo que denomina “Mathémata contra synousía”. Comienza
planteando que la filosofía “sólo será un discurso, sólo será real, cuando sea
escuchada”, además, el discurso filosófico sólo será real “cuando esté acompañado
y sea sostenido y ejercido como una práctica, y a través de una serie de prácticas”
(Foucault, 1983, p. 255). Desarrolla el fracaso de Dionisio en las pruebas a las que
lo somete Platón:

“Dionisio se ha negado precisamente a escoger el largo camino de la


filosofía que se le había señalado. No había terminado siquiera de
escuchar la primera lección de filosofía cuando ya creía saber las
cosas más importantes (ta mégista), por lo cual tenía un conocimiento
suficiente y no necesitaba en lo sucesivo seguir formándose.” (Ibíd., p.
254).

Dionisio comete la falta de escribir un tratado de filosofía, se hace pasar por


el autor de textos que eran la transcripción de las lecciones que había recibido.
Escribir sobre las cuestiones filosóficas más importantes implica que no ha
entendido nada de éstas:

“Ahora bien, dice Platón, no se puede hablar de esas cosas esenciales


en la filosofía; el discurso filosófico no puede encontrar su real,
su ergon, si adopta una forma que es ¿cuál? La de los mathémata.
Palabra que hay que entender en su doble acepción.
Losmathémata son, desde luego conocimientos, pero también las
formas mismas del conocimiento. Son a la vez el conocimiento en su
contenido y la manera como ese conocimiento se da en matemas, es
decir en fórmulas que pueden participar de la máthesis, es decir del
aprendizaje de una forma dada por el maestro, escuchada y aprendida
de memoria por el discípulo y convertida así en su conocimiento.”
(Ibíd., p. 255).

El camino por el que pasa la filosofía no es por la vía de los mathémata. Para
Platón la adquirimos por “synousía perí to pragma”. Lasynousía es el ser con, la
reunión, la conjunción. La práctica de la filosofía consiste en “cohabitar” con la
filosofía:
“Synousía: cohabiatación. Syzén: vivir con. Y, sigue diciendo Platón, a
fuerza de synousía, a fuerza de syzén, ¿qué va a pasar? Va a
iluminarse el alma, un poco a la manera como se enciende una luz
(phos, la traducción dice ‘un relámpago’) (…) Como ven es lo contrario
a lo que pasa en los mathémata. En éstos no hay synousía, no hay
necesidad de syzén. Es preciso que haya formalización de matemas,
contenidos de conocimiento. Es preciso que esos matemas se
transmitan y se guarden en la mente hasta que, a la larga, el olvido los
borre. Ahora, por lo contrario, no hay fórmulas, sino coexistencia. No
hay aprendizaje de la formula por alguien, sino encendido brusco y
repentino de la luz dentro del alma.” (Ibíd., p. 256-257).

La filosofía no tiene otro “real” que sus propias prácticas, quienes se advierten
de ello no necesitan la enseñanza explícita de losmathématas, les basta con
una éndeixis, una indicación. “La enseñanza de la filosofía podrá practicarse a
través de esas estructuras de la indicación.” (Ibíd., p. 257). Lo real del conocimiento
filosófico consiste en el roce continuo de los modos de conocimiento entre sí.

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[1] Sobre esta temática ver Behares: 2005, 2007 y Fernández, 2005, 2006 y 2008.

[2] El título de ese seminario es: L’insu que sait de l’une-bévue s’aile à
mourre (Lacan, 1976-77).

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