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Clase 3: Tres registros para leer la

estructuración del sujeto: imaginario,


simbólico y real.

Sitio: FLACSO Virtual Impreso por: VALERIA MARTA METZDORFF

Especialización en Ciencias Sociales con mención en Día: domingo, 30 de abril de 2023, 10:16
Curso: Psicoanálisis y Prácticas Socioeducativas - Cohorte

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Clase 3: Tres registros para leer la estructuración del


Clase:
sujeto: imaginario, simbólico y real.
Descripción
Autora: Graciela Kait
Tabla de contenidos
Introducción

Presentación de la autora
I. Lo simbólico
II. Lo imaginario
III. Lo real
IV. La modernidad, la posmodernidad y la hipermodernidad

Cierre
Bibliografía citada
Bibliografía básica
Bibliografía optativa (ampliatoria)
¿Cómo citar esta clase?
Introducción
En la apertura de este Seminario 1, les contábamos que el recorrido de estas clases buscan presentar una Teoría
del Sujeto desde la perspectiva del psicoanálisis. Y en esta oportunidad, les presentamos la Clase 3 cuya autora
es Graciela Kait*, psicoanalista e investigadora de la Universidad Nacional de Rosario.

Kait en el desarrollo de la clase comparte con nosotros, un recorrido por las enseñanza de Freud y Lacan, para ir
presentando de manera muy ajustada a las ideas, vueltas y contravueltas de dichos autores, cómo se constituye
lo humano: “que (…) no es un a priori, no es un dado de antemano sino que estructura y mundo humano se gene-
ran en un cruce que justamente, es real, simbólico e imaginario”. Registros que fue bordeando Mariano Cranco en
la clase precedente sobre los afectos.

Por otro lado, la autora, luego de la presentación de los registros en la teoría psicoanalítica lacaniana, nos invita a
pensar la subjetividad en la época. Y allí tomaremos la posta para hacer el ejercicio de leer situaciones institucio-
nales actuales, a partir de estos desarrollos teóricos.

El humor —cita Kait, del texto freudiano del mismo título— como tratamiento del superyo, esa figura obscena y fe-
roz que nos ordena gozar, retomando lo que dejó planteando en la clase anterior Mariano Cranco. Acompañamos
la clase con imágenes de los dibujos de Esteban Serrano, dibujante y diseñador, quien a partir de su encuentro
con el psicoanálisis y las enseñanzas de Jacques Lacan da rienda suelta a su propia invención. En la presenta-
ción de su blog Serrano trae unas notas preliminares con las que abre su libro, Los Testigos de Lacan: "El arte y la
palabra suelen estar para velar la falta".

Damos la palabra a Graciela Kait y les esperamos con sus apuntes de lectura en las conversaciones de cada aula.
Presentación de la autora
El interés que a nuestro entender tiene el recorrido que haremos, radica en acercarle a los profesionales del
campo educativo una aproximación a la constitución del ser humano desde el punto de vista del psicoanálisis la-
caniano en lo que éste implica de retorno a Freud. Por lo tanto, en el desarrollo de la clase se tratará, de cómo se
constituye lo humano que por lo antedicho no es un a priori, no es un dado de antemano sino que estructura y
mundo humano se generan en un cruce que justamente, es real, simbólico e imaginario. Aporte a los profesiona-
les que trabajan en contextos educativos con ese sujeto que además, está atravesado hoy por las coordenadas de
su época que ya no son como dijera Lyotard* las de la posmodernidad sino las de la hipermodernidad -según el
término acuñado por Lipovetsky*.

La enseñanza de Jacques Lacan se inició en el año 1953 bajo la consigna del retorno a Freud. Dicho retorno se
produjo a partir de que Lacan ubicara en los llamados psicoanalistas post freudianos, confusiones y desviaciones
en las que tanto la teoría como la práctica del psicoanálisis habían caído y que lo llevaron en ese retorno, a sepa-
rar y distinguir los tres registros de la realidad humana: lo real, lo simbólico y lo imaginario que lee en Freud. En-
tonces, retorno a Freud, es el retorno a la verdad que conlleva el descubrimiento freudiano dado el reduccionismo
que se había hecho de él. Lo simbólico en Freud, se despliega en la relación del hombre con el lenguaje; lo imagi-
nario hace a la constitución del yo tal como aparece en Introducción del narcisismo y lo real implica el más allá de
los límites del lenguaje como se desprenden, por ejemplo, del trauma y de la pulsión de muerte*.

Decir que se trata de la realidad humana es decir, aquello de lo que lo humano está hecho, aquello de lo que el
mundo humano y más específicamente, de lo que la estructura del ser hablante está hecha; tener una idea de di-
cha estructura no nos parece menor en la medida en que de esa idea se desprende un modo de abordarlo y no es
en absoluto lo mismo abordarlo como un conjunto de sustancias y neuronas -que no hay dudas, las tiene- que
abordarlo como alguien responsable de sus decisiones, las sepa o no.

Así, lo que Lacan llamó su enseñanza propiamente dicha a partir de 1953, comprende sus seminarios y sus escri-
tos y se extiende hasta 1981. Los seminarios los dictó a razón de uno por año ante una gran asistencia en un es-
tilo coloquial y los escritos son los publicados bajo ese mismo nombre y condensan cada uno varios años de se-
minario. En lo que Lacan considera los antecedentes a su enseñanza -antes de 1953-, lo imaginario era lo rele-
vante por sobre lo simbólico y lo real; en los comienzos, lo simbólico tuvo una preeminencia sobre lo imaginario y
lo real y luego, lo real tuvo una preeminencia por sobre lo imaginario y lo simbólico. En los últimos seminarios, los
registros -que ya no serán registros sino dimensiones-, son equivalentes es decir, no hay preeminencia de ninguno
de ellos. No se trata entonces, de que haya varios Lacan, uno en los comienzos, otro al final, sino de que la rela-
ción entre los registros se fue modificando a medida que Lacan ajustó la estructura del ser hablante a lo real.
Esteban Serrano “Los testigos de Lacan”
Entrevista con Pierre Daix. 26 de Noviembre de 1966.
Disponible en https://elpsicoanalistalector.blogspot.com.ar/2014/03/presentacion-de-los-testigos-de-
lacan.html
I. Lo simbólico
Como dijimos, Lacan lee lo simbólico en Freud que en su obra, es lo que incluye a la relación del hombre con el
lenguaje y a la impronta de éste en el ser humano. Dicha relación aparece tempranamente en Freud, desde sus pri-
meros textos hasta los últimos encontramos: signo de escritura, imagen mnémica, huella mnémica o represen-
tante de la representación son diferentes nombres a lo que de lo simbólico constituye el llamado aparato
psíquico.

Tal como lo anticipamos, Lacan inició su enseñanza bajo el lema del retorno a Freud; dicho retorno iba acompa-
ñado del axioma: el inconsciente está estructurado como un lenguaje y lo simbólico es un orden pre-existente
que tiene una prevalencia sobre lo imaginario y lo real. Que el inconsciente esté estructurado como un lenguaje no
significa que hay un lenguaje inconsciente o que el inconsciente es un lenguaje sino que el inconsciente tiene la
misma forma, la misma estructura, que la estructura del lenguaje y por lo tanto, el lenguaje es condición de exis-
tencia del inconsciente. Esto se lee en los textos en los que Freud demuestra la existencia del inconsciente y da
cuenta de su modo de funcionamiento: La interpretación de los sueños, Psicopatología de la vida cotidiana, El
chiste y su relación con el inconsciente. Así, las leyes que rigen el funcionamiento del lenguaje -sincronía y diacro-
nía, metáfora y metonimia- son las mismas que rigen el funcionamiento del inconsciente -condensación y
desplazamiento.

Que lo simbólico pre-existe a la entrada del sujeto en el mundo humano es lo que se constata en el hecho de que
el niño nace, como dice Lacan, a un baño de lenguaje: se habla de él antes de que nazca, los que lo rodean hablan
entre sí y le hablan; la estructura del lenguaje antecede y más aún, el sujeto mismo es efecto, respuesta, de la cap-
tura del viviente por la estructura del lenguaje. En principio entonces, se trata del infans, ese que ya está tomado
por el lenguaje aunque aun él no lo articule; se trata de cómo el lenguaje se incorpora en el viviente y hace de un
organismo un cuerpo humano porque ha pasado por el desfiladero del significante, un viviente que por incorporar
el lenguaje toma cuerpo, conforma cuerpo. Y en este pasaje y como consecuencia del encuentro del hombre con
la estructura del lenguaje, se produce la dialéctica de la necesidad, la demanda y el deseo que retomaremos más
adelante.

¿Cómo caracterizar a lo simbólico? Se trata de un conjunto diacrítico de elementos discretos. Diacrítico quiere de-
cir que sus elementos no tienen en sí mismos ningún sentido -es un concepto que viene de F. de Saussure*- sino
que adquieren valor unos respecto de otros, es decir que se trata de un conjunto hecho de sinsentido dado que el
sentido se alcanzará por la relación de un elemento con otro según se puntúe la frase. Por otra parte, que sean
elementos discretos quiere decir que están unos separados de otros. Para Saussure, reconocido como el padre de
la lingüística, el signo lingüístico se forma por una imagen acústica que arbitrariamente se acopla sobre un con-
cepto que forma parte de una masa ideacional. De esta forma, por ejemplo, es arbitrario que a un árbol lo llame-
mos árbol, podríamos llamarlo de otra manera si otra hubiera sido la imagen acústica que hubiera caído sobre el
concepto árbol pero, una vez que se constituye como signo lingüístico, es indisoluble. Así, el signo saussuriano
compuesto por el significado en la parte superior y el significante en la inferior es indisoluble -es lo que indica una
elipse a su alrededor- y entre significado y significante hay una correspondencia biunívoca indicada por flechas a
izquierda y derecha de manera que: a ese concepto le corresponde esa imagen acústica y a esa imagen acústica
ese concepto.

Signo saussuriano

Fuente: http://www.psicomundo.com/foros/psa-ciencia/sokal-lacan4.htm

significado

_____________

significante

Ahora bien, Lacan siguiendo a Freud en su elucidación del inconsciente, elimina la elipse -no hay más indisolubili-
dad-, elimina la doble flecha -no hay más correspondencia biunívoca- e invierte el significado y el significante de
manera tal que en la parte superior queda el significante y en la inferior el significado:

significante

_____________

significado
Este es el algoritmo que indica que en la lógica del significante, el significante en cuanto tal no significa nada y
que por lo tanto, el significado está perdido de entrada, es a producir en la relación de un significante con otro en
la cadena. Por ejemplo, no es lo mismo si se dice: Ay! o Ay mañana! o Ay mañana no! o Ay mañana no puedo! o Ay
mañana no puedo ir! o Ay! …mañana... Así, el significado o la significación, es retroactiva, como dijimos, se pro-
duce según dónde se puntúe la frase, nachträglich como decía Freud o après-coup como dice Lacan.

Por eso, si por ejemplo, se sueña con un árbol está por verse a qué remite ese árbol para ese soñante. Puede ser
que en las asociaciones y en las glosas en torno a ese sueño, árbol se asocie para él con el árbol al que se subía
para escapar de las cosquillas que le hacía su hermana y entonces, su hermana…, bla, bla, bla. Y ya árbol no tiene
nada que ver con eso que tiene un tronco y una copa sino con algún placer o displacer del que participaba esa
hermana para ese soñante en singular. Y agregamos entonces, si hay pensamiento en el sueño -nos lo explica
Freud en el punto c) El olvido de los sueños del Capítulo VII de La interpretación de los sueño- es porque hay pen-
samientos inconscientes; más aun, dice que si hay olvido es porque hay represión y si hay represión es porque hay
inconsciente, hay pensamientos inconscientes a los que le suponemos un sujeto. Reiteramos, el lenguaje es la
condición tanto, para que se constituya el inconsciente como para que se produzca el efecto sujeto que es lo que
se hace representar en la cadena por un significante para otro significante.

En el análisis del olvido del nombre Signorelli, incluido en la Psicopatologia de la vida cotidiana, Freud lo dice cla-
ramente: la palabra Signorelli se dividió en dos, Signor y elli y Signor siguió un camino completamente indepen-
diente de su significado original, es decir, se comportó como un significante. Lo que allí sucede luego de esa divi-
sión, sucede dice Freud, sin tener en cuenta para nada el sentido. Por lo tanto, el tratamiento que él hace de la pa-
labra, es un tratamiento significante. Si como dijimos, la estructura del lenguaje antecede al ser que habla: …en
nuestro vocabulario, simbolizamos por S tachada ($) al sujeto, en tanto que constituido como segundo con respecto
al significante (Ref: Lacan, J. El Seminario. Libro 11 Los cuatros conceptos fundamentales del psicoanálisis, pp.
147).

El tesoro de los significantes se encuentra en el Otro -Otro con mayúsculas simbolizado con la letra A dado que
viene de Autre en francés- que se diferencia del otro con minúsculas -autre-, mi semejante y del que ya hablare-
mos cuando desarrollemos lo imaginario. El Otro no es ninguna persona -aunque diferentes personas pueden en-
carnar ese lugar para cada quien-, es un lugar, el del tesoro de los significantes, el del lenguaje, el Otro cuyo dis-
curso constituye el inconsciente como lo relevó Freud, entre percepción y conciencia y por lo tanto, es el Otro del
que el sujeto recibe su determinación. Asimismo, es el que por introducir una terceridad entre el yo y el otro como
semejante -el otro imaginario que, insistimos, ya desarrollaremos- tiene una función pacificadora. También, como
tercero es el Otro que sanciona en el diálogo la verdad de lo que se dice como por ejemplo, en el chiste, donde
Freud destacó el papel fundamental del tercero. En la estructura del chiste participa el que tiene la ocurrencia, es
decir el que lo hace, aquél que es objeto del chiste y el tercero que es el que ríe y solo el chiste es tal porque pro-
voca risa. Siempre el que ríe oficia de tercero aunque estemos solos en una isla y nos riamos solos de nuestro
chiste “solitario”, en nosotros mismos coinciden esas funciones: hablamos una lengua, se nos ocurre algo, nos
reímos y así encarnamos a ese tercero que hace del chiste tal; si no causara risa, no sería chiste.

En el diálogo analítico, el analista como función puede ocupar el lugar del Otro -no es el único que ocupa- cuando
recorta de los dichos del analizante lo que se dice. Por ejemplo, alguien que viene hablando y dice: …la perra de mi
novia…, el analista puede preguntar a ese analizante: ¿la perra de su novia?, que reenvía a otra cosa que no tiene
que ver con el animal aludido en cuestión. Distinción, entonces, entre lo que se tiene la intención de decir y lo que
efectivamente se dice, hablamos y no sabemos lo que decimos y eso se escribe: $, sujeto dividido, porque somos
seres de lenguaje, decimos otra cosa que lo que tenemos la intención de decir.

De allí que y como lo demostró Freud, la verdad habla, se dice, a través de las formaciones del inconsciente: sue-
ños, chistes, lapsus y síntomas. Eso habla, dice Lacan en más de una oportunidad: “Soy pues para vosotros el
enigma de aquella que se escabulle apenas aparecida, hombres que sois tan duchos en disimilarme bajo los orope-
les de vuestra conveniencia. (…) ¿adónde voy pues cuando he pasado a vosotros, dónde estaba antes de ese paso?
(…) Hombres, escuchad, os doy el secreto. Yo, la verdad hablo..." (Ref: Lacan, J. La cosa freudiana…, pp. 391), de
donde la verdad dice de sí misma que ella habla. O: La dimensión del síntoma es que eso habla. Eso habla incluso
a a los que no saben escuchar (Ref: Lacan, J. El Seminario. Libro 18 De un discurso…, pp. 24).

Esteban Serrano “Los testigos de Lacan”

"Prefacio a la edición inglesa del Seminario XI"

Disponible en https://elpsicoanalistalector.blogspot.com.ar/2014/03/presentacion-de-los-testigos-de-lacan.html

Entonces, y tal como quedó planteado en la referencia al olvido del nombre propio Signorelli, en lo simbólico des-
lindamos lo que es la función y el campo de la palabra y del lenguaje, deslindamos lenguaje y palabra. El lenguaje
con su estructura, como dijimos, es lo que pre-existe a la aparición del sujeto y la función de la palabra es por la
que eso habla, la verdad habla a través de las formaciones del inconsciente y por eso dichas formaciones son pa-
sibles de interpretación.

Al margen y no tanto, quisiéramos destacar que si bien Lacan habló de estructura y desarrolló los primeros tra-
mos de su enseñanza tomando entre otros, aportes del estructuralismo, sería en error considerar que Lacan
formó o forma parte de ese movimiento de pensamiento propio de la lingüística y de la antropología. No forma
parte de él porque la idea de estructura propia de los estructuralistas es pensarla como un todo, un sistema que
forma un todo con partes covariantes. Lacan, siguiendo a Freud, por ejemplo a la idea de trauma en Freud -volve-
remos a esto cuando hablemos de lo real-, no piensa en absoluto a la estructura como un todo, al Otro del len-
guaje como un todo dado que no todo entra en la estructura del lenguaje y es eso lo que se introduce con el ma-
tema del A/, Otro tachado, el lenguaje no como todo sino como no todo, e insistimos, es lo real lo que escapa al
lenguaje y la estructura es real, simbólica e imaginaria, RSI. Justamente, en su ajuste a lo real en la enseñanza,
Lacan va a pasar de partir para lo humano de la estructura del lenguaje a partir del más allá de los límites del len-
guaje, de partir del Otro de lo simbólico a partir de lo real.

Dada entonces, la lógica del significante, el signo mata la cosa, es lo que ejemplificamos con el sueño del árbol. Y
no sólo mata la cosa, además como el organismo incorpora al lenguaje y hace cuerpo -en un cruce con lo imagi-
nario y lo real que ya desarrollaremos-, eleva los órganos a categoría significante. El humano, al nacer, es depen-
diente de alguien advertido de sus necesidades, hambre, sed -apremio de la vida lo llama Freud en el Proyecto…-,
su imposibilidad de acceder directamente al objeto -por ejemplo, al alimento-, hace que el objeto como tal quede
perdido y por eso, para lo humano, no hablamos de instinto sino de pulsión y cualquier objeto puede ser objeto
para la pulsión -tal como lo testimonia el fetichista frente a un zapato o una enagua. Entonces, por su displacer,
llora, grita y así, pasa por el lugar del Otro que advertido de su estado puede realizar la acción específica que can-
cele su displacer, Otro materno que interpreta en el grito un llamado pero que al responder introduce su propia de-
manda y de este modo, la necesidad biológica queda perdida como tal, por eso Lacan habla del sujeto mítico de
la necesidad. Introduce su propia demanda quiere decir en qué lugar una mamá pone a su niño, por ejemplo, si la
demanda de la madre es sacrificial, es la de ubicarse sin descanso como objeto de sacrificio, rápidamente el niño
puede ir al lugar de lo que le demanda su sacrificio y entonces, el niño es lo que: “no me deja descansar”, “todo el
tiempo quiere upa”, etc.

Esto abre para el ser hablante la dialéctica de la necesidad, la demanda y el deseo que mencionamos más arriba.
Para el hablante incorporar lo simbólico, pasar por el desfiladero del significante, conlleva una pérdida, un vacío
constitutivo estructural y estructurante de lo humano, satisfacción y objeto perdidos -pérdida del referente dice
Lacan-, que hace que la necesidad biológica quede perdida como tal; la demanda se estructura sobre un fondo de
ausencia y no se dirige al objeto que puede estar en juego en ella porque el objeto está perdido y entonces, el ob-
jeto que se presenta lo hace sobre ese fondo de ausencia de modo tal, que la alternancia es presencia-ausencia y
por eso mismo, la demanda es demanda de amor y el deseo humano radica en que nunca lo buscado coincida con
lo encontrado, diferencia freudiana que está en el corazón del deseo que por eso es metonímico, se desplaza,
nunca se satisface y siempre se relanza a otra cosa y así: …el momento en que el deseo se humaniza es también el
momento en que el niño nace al lenguaje (Ref: Lacan, J. Función y campo de la palabra…, pp. 306).

Por último, diremos que en lo simbólico hay un significante privilegiado que es el Nombre del Padre que en los co-
mienzos de la enseñanza introduce la prohibición del incesto en el Edipo regulando así el deseo, es la ley que
hace al deseo y por eso regula la economía libidinal. A partir de 1964 y en su ajuste a lo real, Lacan pluraliza los
Nombres del Padre: cada uno tiene que inventar lo que le funciona como Nombre del Padre.

Entonces, las dos consecuencias fundamentales que para el ser hablante tiene su encuentro con la estructura del
lenguaje son: la fuga del sentido -el sentido está perdido- y la pérdida del referente -el objeto está perdido-, la es-
tructura está agujereada y a intentar llenar ese agujero pueden venir diferentes objetos tapón, objetos para la pul-
sión: oral, anal, escópico (mirada), invocante (voz).
II. Lo imaginario
Como lo mencionamos más arriba, lo imaginario está estrechamente relacionado en principio, con la constitución
del yo y de la realidad humana. Ya, antes del inicio propiamente dicho de su enseñanza, Lacan se detuvo a propó-
sito del caso Aimee* y del fenómeno de masas que fue el nazismo, en la identificación que hace a la constitución
del yo a propósito del cual redactó El estadio del espejo como formador de la función del yo (je) tal como se nos re-
vela en la experiencia psicoanalítica y que fuera presentado en 1936 en un Congreso en Marienbad; la versión pu-
blicada en los Escritos data de 1949.

Lacan lee entonces, la Introducción del narcisismo donde Freud plantea que una unidad comparable al yo no
existe desde el comienzo de la vida y que algo debe suceder para que esta unidad se produzca, a saber: un nuevo
acto psíquico. Y es a este nuevo acto psíquico al que Lacan llamó estadio del espejo. Así, tenemos que para
Freud, el yo implica una unidad que se produce -a la que llama yo ideal- y que antes de esa producción estamos a
nivel del autoerotismo originario. En el autoerotismo, lo que no está no es el mundo exterior, es el yo y algo debe
suceder para que éste se precipite.

En El estadio del espejo… y basándose en la etología y la psicología animal, Lacan plantea cómo la cría de hombre
entre los 6 y los 18 meses de edad reconoce su imagen en el espejo. En un momento en que le falta el dominio de
su postura en pié, sumido en su impotencia motriz, reconoce su imagen en el espejo con movimientos que dan
cuenta del júbilo que esto le produce. Se trata, entonces, de una identificación por la que se produce una transfor-
mación que es consecuencia de la asunción por parte del sujeto de una imagen y en eso consiste el estadio del
espejo. La identificación formadora del yo parte de la insuficiencia orgánica del infans debida a la prematuración
del nacimiento, prematuración respecto del desarrollo del sistema nervioso que aún no cuenta con la mieliniza-
ción de los axones neuronales y que es lo que se manifiesta en la incoordinación de los movimientos.

Así y como dijimos, se produce una identificación por la que el niño se anticipa a su propio desarrollo todavía in-
maduro, por la captación de esa imagen de dominio que tiene del otro que en este caso es el que lo sostiene en
brazos frente al espejo; se anticipa a sí mismo en el otro del espejo y de esta manera alcanza una totalidad unifi-
cada, una gestalt, que resuelve la fragmentación corporal originaria consecuencia de su inmadurez. La asunción
de esta imagen como propia vía identificación implica el pasaje del autoerotismo al yo ideal, el nuevo acto psí-
quico que coincide además, para Freud, con la constitución del narcisismo primario, reservorio libidinal que como
una ameba, expande sus pseudópodos, libido en el yo que carga los objetos del mundo, los libidiniza para volver
como narcisismo secundario cuando esta libido retorna al yo al abandonarse o perderse esos objetos.
En el Seminario 1 Los escritos técnicos de Freud, Lacan recurre a una experiencia de la óptica utilizada como mo-
delo para explicar cómo se forman las imágenes y así elaborar el dispositivo óptico al que considera sucedáneo
del estadio del espejo, una elaboración dice, de lo que intentó explicar con el estadio del espejo. Además de ha-
berse detenido en Introducción del narcisismo como dijimos, a propósito del tema de la identificación y de la for-
mación del yo, Lacan lee en El yo y el ello también de Freud que: El yo es sobre todo una esencia-cuerpo; no es sólo
una esencia-superficie, sino, él mismo, la proyección de una superficie (Ref: Freud, S. El yo y el ello, pp. 27). Caracte-
rización del yo como proyección de una superficie a la que se le suma una nota a pie de página que dice: O sea que
el yo deriva en última instancia de sensaciones corporales, principalmente las que parten de la superficie del
cuerpo. Cabe considerarlo, entonces, como la proyección psíquica de la superficie del cuerpo, además de represen-
tar, como se ha visto antes, la superficie del aparato psíquico. (Ref: Freud, S. El yo y el ello, pp. 27)

Entonces, Lacan retoma en el Seminario 1, la llamada experiencia del ramillete invertido -la Experiencia de
Bouasse-, para dar cuenta de la constitución del yo como totalidad unificada, representación del propio cuerpo y
de lo que Freud llamó, el sentimiento de sí. Se trata de una experiencia, la del ramillete invertido, que se hace con
cuatro elementos: una caja abierta en un lateral, un ramillete dentro de la caja, un florero sobre la caja y un espejo
cóncavo. Aquí, el esquema de la Experiencia de Bouasse:

Por efecto del espejo cóncavo se forma la imagen real de las flores arriba de la caja como dentro del orificio del
florero; a los fines de dar cuenta de la constitución del cuerpo como un continente con orificios, Lacan invierte el
florero y el ramo y coloca el ramo sobre la caja y al florero adentro (como se ve en el esquema siguiente) y enton-
ces, se forma la imagen real del florero y así la idea del cuerpo con agujeros por los que pueden entrar y salir los
objetos representados aquí por las flores. El cuerpo como continente y las flores como contenido que pasan por
los agujeros que son las zonas erógenas, borde del florero. La imagen que se refleja por efecto del espejo cón-
cavo hace a la unificación del cuerpo propio y al yo como totalidad unificada. El florero dentro de la caja figura al
cuerpo fragmentado, cuerpo anterior a la unificación, ese al que se regresa o del que no se sale por ejemplo, en la
esquizofrenia y entonces, puedo tener un parlante en la cabeza que me habla o una máquina entre los huesos -el
cuerpo tomado en la metáfora delirante propia de la psicosis. El fragmentado es el cuerpo real que distinguimos
de la imagen que se forma, como dijimos por el espejo cóncavo, que es la imagen real del cuerpo propio. La totali-
zación de la fragmentación, reiteramos, indica el pasaje del autoerotismo al narcisismo primario, al yo ideal que
en tanto yo corporal unificado, es donde las pulsiones parciales se unifican, cuerpo con agujeros que son las zo-
nas erógenas.

Entonces, si dentro de la caja tenemos al cuerpo fragmentado, lo real del cuerpo propio, la imagen real del cuerpo
propio se forma por un cruce entre lo real y lo imaginario, cruce que va a dar lugar a la constitución de la reali-
dad, del mundo y de los objetos del mundo entre los cuales se encuentra el cuerpo propio. La imagen real del flo-
rero es la que se obtiene para el ojo que está arriba dibujado a la izquierda cerca de S, por el espejo cóncavo y
esto es así para la óptica, los espejos cóncavos producen imágenes reales y los espejos planos, imágenes virtua-
les. Esa imagen se forma sólo si el ojo está dentro del cono, en la posición indicada en el modelo. Para dar un
ejemplo de una imagen real, diremos que se puede ver a una cierta distancia agua sobre la calzada pero si nos
acercamos demasiado ya no la vemos.

Si confrontamos una imagen real con un espejo plano obtendremos una imagen virtual de una imagen real tal
como se puede ver en este esquema y tal como lo concibe la óptica, un espejo plano produce imágenes virtuales;
entonces, a la izquierda del esquema tengo al cuerpo real -el florero dentro de la caja-, encima de la misma se va a
formar la imagen real del cuerpo propio por el espejo cóncavo y a la derecha del esquema, tengo la imagen virtual
de la imagen real. Más aun, Lacan nos explica que para que la imagen real -o sea la ilusión del florero invertido-,
se vea con precisión, es necesario un espejo plano que reflejaría la imagen real como imagen virtual y es por eso
que en este esquema aparece la imagen real directamente del lado derecho, como imagen virtual que refleja la
imagen real. A los fines del esquema, el florero aparece como detrás del espejo plano pero en realidad la imagen
virtual está sobre la misma superficie del espejo -tal como solemos ver diariamente nuestra imagen en el espejo.

Ahora bien, con la introducción del espejo plano podemos empezar a hablar no sólo de un yo corporal -el que se
conforma por el espejo cóncavo-, sino además, de un yo libidinal que es el de la captura libidinal en el otro que
está afuera en el espejo plano y que vía identificación con este otro especular, como lo dijimos más arriba, se pre-
cipita la formación del yo ideal, el yo como instancia psíquica al que Lacan llama: moi. El yo ideal es como decía
Freud en Introducción del narcisismo: his majesty the baby, (Ref: Freud, S. Introducción del narcisismo, pp. 88) su
majestad el bebé, un yo omnipotente que goza de todas las perfecciones y satisfacciones. Las satisfacciones nar-
cisistas pasarán de aquí en más por esta organización narcisista del yo. Por último, diremos que los cruces de los
que hemos estado hablando, a saber: entre lo real y lo imaginario (del cuerpo real dentro de la caja a la imagen
real del cuerpo propio arriba de la caja) y de imaginario a imaginario (de la imagen real del cuerpo a la imagen vir-
tual por el agregado del espejo plano) sólo se producen por la posición de lo simbólico en el punto SV que está
arriba a la derecha en el esquema. Es decir, que la forma humana -y tal como lo desarrollamos- está en principio
fuera nuestro por la impotencia primitiva del ser humano. Pero, la relación imaginaria con el otro, otro con minús-
cula, mi semejante, está regulada por algo que trasciende a lo imaginario y que es el vínculo simbólico entre los
humanos: En otros términos, la relación simbólica define la posición del sujeto como vidente. La palabra, la función
simbólica, define el mayor o menor grado de perfección, de completitud, de aproximación de lo imaginario. La dis-
tinción se efectúa en esta representación entre el Ideal-Ich y el Ich-Ideal, entre yo ideal e ideal del yo. El ideal del yo
dirige el juego de relaciones de las que depende toda relación con el otro. Y de esta relación con el otro depende el
carácter más o menos satisfactorio de la estructuración imaginaria. (Ref: Lacan, J. El Seminario. Libro 1 Los escri-
tos técnicos de Freud, pp. 214)

O, también en el Seminario 1, Lacan caracteriza a esta posición del ojo de la que depende la formación de la ima-
gen como el sujeto: Significa que, en la relación entre lo imaginario y lo real, y en la constitución del mundo que de
ella resulta, todo depende de la situación del sujeto. La situación del sujeto -deben saberlo ya que se los repito- está
caracterizada esencialmente por su lugar en el mundo simbólico; dicho de otro modo, en el mundo de la palabra. De
ese lugar depende que el sujeto (…). Según el caso, estará o no, en el campo del cono (Ref: Lacan, J. El Seminario.
Libro 1 Los escritos técnicos de Freud, 130). Por lo tanto, es desde lo simbólico, desde la posición de sujeto en lo
simbólico, posición que lo preexiste, que los cruces real-imaginario e imaginario-imaginario se producen. Nos en-
contramos aquí con una primera presentación en la enseñanza de Lacan del anudamiento RSI, real-simbólico-ima-
ginario, anudamiento que hace, como dijimos al comienza de nuestra clase, a la generación de estructura y de
mundo humano. Que lo simbólico lo preexiste no se refiere sólo a que la estructura del lenguaje preexiste al ser
que habla sino, como lo dijimos, que se habla del niño mucho antes de que éste nazca, se dicen cosas de él como
por ejemplo, la mamá dice que será tranquilo porque no patea mucho o demasiado inquieto porque sí lo hace, el
padre espera que sea de su cuadro de futbol, etc., el niño ya es como dice Lacan, un polo de atributos antes de su
nacimiento, atributos que incidirán en su inconsciente, que le vienen del Otro con los que él decidirá qué hacer. A
este polo de atributos es a lo que Freud llamó Ideal del yo que a diferencia del yo ideal -que como vimos es imagi-
nario-, es simbólico.

El recorrido de Freud en Introducción del narcisismo va desde el autoerotismo al Ideal del yo pasando por el yo
ideal. El Ideal del yo introduce una distancia entre sí mismo y las satisfacciones del yo ideal, satisfacciones que
ya no serán tan sencillas ni inmediatas de alcanzar dado que allí está el Otro que media Freud lo dice así: …la in-
fluencia crítica de los padres, ahora agenciada por las voces, y a la que en el curso del tiempo se sumaron los edu-
cadores, los maestros y, como enjambre indeterminado e inabarcable todas las otras personas del medio (los próji-
mos, la opinión pública (Ref: Freud, S. Introducción del narcisismo, 92)). El Otro encarnado en padres, educadores,
profesores, el Otro social, un orden exterior a las satisfacciones narcisistas que media y comanda. Abandonada
entonces, la posición his majesty the baby, el yo ideal, se lo intenta recuperar cumpliendo con las exigencias del
Ideal del yo. Volveremos a esto más adelante, dado que en nuestra actualidad que ya no es moderna como en la
época de Freud sino hipermoderna, el Otro está en cuestión, ya veremos qué lo hizo declinar.

De esta manera el SV, sujeto virtual, está reglado por las exigencias de la ley; es desde donde el niño es mirado,
desde donde se dice qué y cómo debe ser para alcanzar al Ideal. Por eso en la constitución de la imagen especu-
lar intervienen tanto la voz como la mirada del Otro. Lacan no pone directamente aquí, en SV, la letra A (Otro) por-
que aún no cuenta con este matema que aparece recién en el Seminario 2 aunque eso no quita en absoluto que la
idea del Otro simbólico esté claramente ya planteada. Años más tarde, cuando Lacan retome el dispositivo óptico,
va a poner la letra A sobre el espejo plano. Introducir el espejo plano es plantear la estructuración retroactiva del
sujeto desde el campo del Otro, desde una exterioridad, el afuera como campo del Otro; también, dijimos que la
imagen a la que se identifica está afuera en el espejo; subrayamos así nuevamente, que como punto de partida no
hay nada de sujeto, mundo o realidad humana, que éstos se producen por operaciones que generan estructura o
no se producen y entonces, tendremos por ejemplo, el autismo o sin llegar a ese extremo, tendremos déficits de
estructura como son los de niños que ya parece una antigüedad llamar hiperactivos porque el discurso médico y
de la industria del medicamento han decidido llamar trastorno de atención generalizado. Un niño que no puede
detenerse, quedarse quieto, sentado, es un niño al que la norma no le ha entrado en el cuerpo y entonces, no
cuenta con que hay un tiempo para aprender y hay un tiempo para moverse y jugar, no cuenta con esta alternancia
si no ha dado su consentimiento a que la norma conforme su cuerpo, su consentimiento al no, a qué sí pero so-
bre todo a qué no -ahora nos sentamos y nos quedamos quietos y callados y escuchamos- y entonces, su proceso
de aprendizaje estará comprometido.

Pero entonces, a qué se identifica el niño a nivel del yo ideal en el estadio del espejo y qué oficia de espejo en el
que el otro que lo sostiene se refleja? Se trata de un narcisismo fálicamente condicionado y por lo tanto, el niño
se identifica a la imagen fálica de la demanda materna, los tres registros se cruzan desde el deseo de la madre
que ha pasado y hace pasar a su niño por la ecuación falo=niño y lo que oficia de espejo es la mirada misma de la
madre que además, libidiniza con sus cuidados y caricias el cuerpo del niño. En el Seminario 4 La relación de ob-
jeto, Lacan dice que el niño en tanto que real simboliza la imagen fálica deseada por la madre, frase en la que en-
contramos nuevamente a los tres registros: real, simboliza, imagen, es decir, real, simbólico, imaginario.

Solo mencionaremos que, además del imaginario de la identificación especular, está el imaginario de la relación
con el objeto de la pulsión -los objetos tapón que mencionamos- que hace al fantasma*, el imaginario del fan-
tasma del que se obtiene placer, el que vela la pérdida del objeto, la angustia de castración intentando recuperar
el goce perdido por estructura.

Esteban Serrano “Los testigos de Lacan”


Preguntas y Respuestas. Yale University, Kanzer Seminar. 24 de noviembre de 1975.
Disponible en https://elpsicoanalistalector.blogspot.com.ar/2014/03/presentacion-de-los-testigos-de-
lacan.html
III. Lo real

Esteban Serrano “Los testigos de Lacan”


Conferencia de prensa 29 de 1794 en el Centre Culturel Français de Roma
Disponible en https://elpsicoanalistalector.blogspot.com.ar/2014/03/presentacion-de-los-testigos-de-
lacan.html

Lo real es lo que está por fuera de lo simbólico y de lo imaginario y por lo tanto, es lo que no se puede ni represen-
tar ni imaginar. Es lo que escapa a la realidad que, como vimos en el dispositivo óptico del punto sobre lo imagi-
nario, se forma en la juntura entre lo simbólico y lo imaginario. Tal como lo mencionamos al comienzo de esta
clase, lo real implica lo que está más allá de los límites del lenguaje, el ombligo del sueño, ese punto donde se de-
tienen las asociaciones y ya no se puede decir más nada y que, dice Freud en La interpretación de los sueños, co-
necta con lo desconocido. Entonces, si la trama inconsciente hecha de representaciones -huellas mnémicas- está
gobernada por el proceso primario donde rige el principio del placer, lo que está por fuera de dicha trama, lo que
está más allá de los límites del lenguaje, ese desconocido, está gobernado por el más allá del principio del placer,
la pulsión de muerte, lo que Lacan llama: el goce.

Justamente, que no se pueda representar quiere decir que queda por fuera de la cadena significante: no está li-
gado y entonces, es aquello de lo que, insistimos, no se puede decir nada, no es articulable en palabras y si no
hay palabras es, como dice Lacan en el Seminario 1 Los escritos técnicos de Freud, lo inefable: La palabra no se
despliega en un solo plano. Por definición, la palabra siempre tiene sus trasfondos ambiguos que llegan incluso al
punto de lo inefable, donde ella ya no puede decirse, ya no puede fundarse en tanto que palabra (Ref: Lacan, J. El
Seminario. Libro 1 Los escritos técnicos de Freud, pp. 336). Y por lo tanto, es lo que por no estar ligado, siempre
vuelve al mismo lugar, se repite, igual a sí mismo. En el Más allá del principio del placer, Freud reformula la duali-
dad pulsional e introduce la pulsión de muerte en el psicoanálisis. Esta reformulación se desprende de su clínica
en la que constata que en el aparato psíquico existe la tendencia al principio del placer -una homeostasis sin ten-
sión- pero no el reinado de dicho principio. Así, Freud se encuentra en la práctica analítica con la compulsión de
repetición, tendencia a repetir lo displacentero que define como “perpetuo retorno de lo mismo” y que llama “neu-
rosis de destino”, la repetición del rasgo del ser que implica tanto fijaciones pulsionales de la libido como las fan-
tasías inconscientes concomitantes.

…en la vida de personas no neuróticas. En éstas hace la impresión de un destino que las persiguiera, de un
sesgo demoníaco de su vivenciar ; y desde el comienzo el psicoanálisis juzgó que ese destino fatal era autoin-
ducido y estaba determinado por influjos de la temprana infancia. La compulsión que así se exterioriza no es di-
ferente de la de compulsión de repetición de los neuróticos (…). Se conocen individuos en quienes toda rela-
ción humana lleva a idéntico desenlace: benefactores cuyos protegidos (…) se muestran ingratos pasado cierto
tiempo (…); hombres en quienes toda amistad termina con la traición del amigo; otros que en su vida repiten in-
contables veces el acto de elevar a una persona a la condición de eminente autoridad para sí mismos o aun
para el público, y tras el lapso señalado la destronan para sustituirla por una nueva; amantes cuya relación
tierna con la mujer recorre siempre las mismas fases y desemboca en idéntico final, etc., (FREUD. S. “el Más
allá del principio del placer”, pp.22-23)

Se trata entonces, del trauma entendido como ese acontecimiento que irrumpe dejando al sujeto en la inermidad,
sin recursos y cuyo paradigma Freud ubicó en la neurosis de guerra, cuando sobreviene un peligro inesperado. El
trauma queda así, como dijimos, no ligado, por fuera de las representaciones que constituyen el inconsciente, un
real por fuera pero dentro, una extimidad -para utilizar el término que Lacan acuña en el Seminario 7 La ética del
psicoanálisis-, un exterior en el interior, el agujero en el inconsciente que conecta con lo desconocido y entonces,
el trauma es lo real del inconsciente. Ahora bien, ¿qué es lo que fundamentalmente, para lo humano, rompe con la
homeostasis del principio del placer? Son, dice Freud, los estímulos que vienen del interior del cuerpo, la pulsión y
tratándose de la pulsión y de aumento de excitación sentido en el cuerpo, estamos en el terreno de lo que llamó el
factor cuantitativo, el punto de vista económico. Y entonces, Freud equipara a la pulsión con la neurosis de gue-
rra, es decir a la pulsión con el trauma que tienen en común un aumento que produce una perturbación econó-
mica, un exceso en la inermidad sentido como displacentero. La pulsión, el Trieb, no es biológica, es lo que resta
de la incorporación de lo simbólico en el organismo y queda así por fuera de la representación del cuerpo; es una
fuerza constante incoercible que opera desde las zonas erógenas y se procura objetos -los objetos tapón de los
que hablamos- para intentar satisfacerse desconociendo que no hay ningún objeto con el que suturar el agujero
inherente a la condición humana, desconociendo además, que cuanto más se aproxima a ese objeto, más cerca
se está de la muerte -baste como ejemplo la ingesta compulsiva de la sustancia droga para el toxicómano- y en-
tonces, reiteramos, la satisfacción como placer en el más allá del principio del placer es goce y la pulsión misma
es deriva de goce por algunas zonas del cuerpo o por el pensamiento como lo testimonia el obsesivo que rumia
en su laberinto. Que el objeto esté perdido para lo humano, implica que el goce está perdido y a esa pérdida, a esa
renuncia a la satisfacción, es a lo que llamamos castración, la castración entendida como pérdida de goce. Ya lo
decía Freud en el Malestar…, no hay nada preparado en el micro ni en el macrocosmos para que el hombre sea “fe-
liz”, feliz en el sentido de la satisfacción pulsional. Y si el encuentro con el lenguaje conlleva para el ser que habla
pérdida de goce, entonces, la castración proviene de la estructura misma del lenguaje.

Lo real es lo que irrumpe en el desencadenamiento de la psicosis cuando se desanuda de lo simbólico y de lo


imaginario y como consecuencia de ello, hay una pérdida de la realidad*, fenómenos elementales que Freud re-
saltó en el caso Schreber —sentía crujir las paredes de la habitación—, fenómenos que luego son interpretados en
la metáfora delirante que es restitutiva de la realidad perdida. Das Ding, la Cosa, un elemento aislado, ajeno en mi
interior, que Freud deslinda en el complejo del semejante del Proyecto… y que Lacan retoma en el Seminario 7 La
ética…, es también un nombre de lo real, es el problema del mal, una exigencia primera de lo real con la que tene-
mos una relación patética, muda, tyche, lo inasimilable del Seminario 11.

En Inhibición, síntoma y angustia, Freud arma la secuencia: trauma, angustia, represión (entendida como defensa),
síntoma. La angustia es el afecto ligado al trauma, es el afecto del trauma y por eso dice Lacan en el Seminario
10 La angustia, la angustia es lo que no engaña y no engaña respecto de la irrupción de lo real. Ante la irrupción
de lo pulsional, se desarrolla angustia por el peligro que es aquí ante la castración, es decir, la angustia se pre-
senta ante la pérdida de objeto y por lo tanto, el trauma lo es ante la castración entendida como ausencia, pérdida
de objeto, un: no hay el objeto. La represión entonces, se presenta como la defensa ante lo pulsional y los sínto-
mas se forman para evitar el peligro y para escapar de la angustia, formación de compromiso, decía Freud, que
envuelve una satisfacción sustitutiva, una modalidad de goce y en cuya base siempre está la angustia. Esto pone
al trauma en tanto que real, en su función estructural y estructurante y si la angustia es premisa necesaria de la
formación del síntoma es porque el trauma en tanto que real, es insoslayable para lo que habla. Ser hablante y
trauma o sea, real, van juntos y la estructura es lo que se genera a partir de allí. Entonces, y por el ajuste a lo real
en su enseñanza, ya no es lo simbólico, el Otro, lo que antecede al ser que habla, es lo real considerado ya como
lo imposible prefigurado en el matema: A/, el Otro barrado, no todo simbólico; así, ya no se trata como dijimos, de
eso habla sino de eso goza (Ref: Lacan, J. El Seminario. Libro 17 El reverso…: El lenguaje nos emplea, y por este mo-
tivo eso goza, pp. 70), la estructura es lo real -dice en el Seminario 16 De un Otro al otro-, es el agujero y si lo real
es lo que antecede, el sujeto ya no es efecto de la captura del viviente por la cadena significante sino que es res-
puesta de lo real, sujeto al que dejará de llamar sujeto como puro efecto de lo simbólico para llamarlo como veni-
mos haciéndolo en esta clase, parlêtre, ser hablante, mixtura de sujeto más goce. Además, a partir de este ajuste,
es lo imaginario como cuerpo lo que va a anudar a lo real y a lo simbólico entre los que no hay ninguna relación.
IV. La modernidad, la posmodernidad y la
hipermodernidad
Lo que diremos en este último punto tiene como marco lo que Lacan dice en un escrito de 1953 : Mejor que renun-
cie quien no pueda unir a su horizonte la subjetividad de su época (Ref: Lacan, J. Función y campo de la palabra…,
pp. 309). Si bien esta frase está dirigida a psicoanalistas, la extendemos a otros que en su quehacer se confron-
tan con la subjetividad de nuestra época.

La modernidad es ese movimiento del pensamiento que se prepara con el enciclopedismo -que surge en Francia a
mediados del Siglo XVIII- y que desemboca en la Ilustración que entroniza a la razón. Tres son los pilares sobre
los que se asienta la modernidad; en primer lugar, el advenimiento de la ciencia moderna que llega de la mano de
Descartes, de su cogito y de las leyes matematizadas, universales, como la de Newton. Descartes introduce en la
historia del pensamiento un sujeto que piensa y ese sujeto puede ser cualquiera, pone al pensamiento al alcance
de todos. Pero, en el mismo acto que la ciencia moderna introduce a un sujeto que piensa, el del cogito, en ese
mismo acto lo forcluye, término por el que J. Lacan traduce la Verwerfung freudiana* entendida como el meca-
nismo esencial de la estructura en las psicosis. Que la ciencia forcluye al sujeto que introduce quiere decir que re-
chaza su singularidad subjetiva en nombre de una universalidad que objetiviza; políticamente hablando, la Ilustra-
ción se expresa en la Revolución Francesa que marca la caída de la monarquía y la subida de la burguesía al po-
der en el marco de sólidos ideales: libertad, igualdad, fraternidad, acompañados de un porvenir de progreso y
bienestar para todos por la caída de la religión y el ascenso de la razón; por último, lo moderno es solidario del ad-
venimiento del modo de producción capitalista que la Revolución Industrial expandió desde Inglaterra y cuya ló-
gica desentrañó el genio de Marx en torno a la plusvalía.
Esteban Serrano “Los testigos de Lacan”
MASSACHUSETTS INSTITUTE OF TECHNOLOGY, 2 de Diciembre de 1975
Disponible en https://elpsicoanalistalector.blogspot.com.ar/2014/03/presentacion-de-los-testigos-de-
lacan.html

Si la ciencia moderna forcluye al sujeto, el capitalismo por su lógica interna forcluye, dice Lacan, la castración, las
cosas del amor. El capitalismo hace del ser hablante una boca de consumo: fin de la pérdida que humaniza, sólo
es un consumidor de los objetos con los que la ciencia y su brazo ejecutor, la tecnología, invade el mercado global
un su empuje por obturar la pérdida de goce que, dijimos, hace al deseo humano*. Y entonces, la posmodernidad
llegó al final de la Segunda Guerra Mundial de la mano de otro momento del capitalismo: la globalización, como el
capital no tiene fronteras, el planeta es un único mercado y así se universalizan los modos de gozar. Y como dijo
F. Jamenson* en su excelente ensayo, no hay forma de abarcar el posmodernismo sino es mostrándolo como
norma hegemónica o como lógica cultural dominante y ubica al pop art de Andy Warhol* como uno de los expo-
nentes máximos de un arte que gira en torno a la mercantilización -por ejemplo, cuadros con la botella de Coca
Cola o con la lata de Sopa Campbell- que resaltan el fetichismo de la mercancía en el capitalismo avanzado y el
auge de la tecnología como resultado del desarrollo capitalista dentro del espacio posmoderno o multinacional.
Así, a la luz de los acontecimientos del Siglo XX, cabe preguntar: ¿qué quedó del proyecto de la modernidad?,
¿qué fue de la idea de progreso para la humanidad, de la idea de bienestar para todos?, ¿qué fue de los ideales de
la Revolución Francesa: libertad, igualdad, fraternidad? F. Lyotard entiende que la tecnociencia actual realiza el
proyecto moderno despojado de sus ideales que entraron en franca declinación por las heridas infringidas durante
dos siglos al ideal moderno. Así, lo que está en declinación es el ideal moderno pero no el proyecto de la moderni-
dad, es más, nos aventuramos a pensar -junto con los autores mencionados- que la posmodernidad consistió en
llevar el proyecto de la modernidad hasta sus últimas consecuencias pero despojado de todo ideal humanístico:
progreso de la ciencia y de la técnica en una estrecha vinculación con el capitalismo. A. Badiou en El siglo, ase-
vera que en el Siglo XX hubo tales acontecimientos apocalípticos que sin duda debe ser considerado el siglo del
crimen, maldito, de campos de extermino, de cámaras de gas, de terrorismo de Estado, lo que lo hace un siglo del
horror, totalitario, el siglo también, de la victoria del capital, el siglo liberal. Y aquí, no podemos dejar de evocar a
la biopolítica: esa forma de hacer política —ver Foucault, Agamben*— que en sus cálculos incluye a la vida hu-
mana, forma funcional al capitalismo que impuso sus reglas en medio de matanzas y totalitarismos.

Finalmente, a comienzos del Siglo XXI, G. Lipovetsky nos anunció los tiempos ya no posmodernos sino hipermo-
dernos en los que vivimos. Si lo posmoderno estaba caracterizado por el auge del consumo, la debilitación de las
normas disciplinarias y de la autoridad, el individualismo, el hedonismo o la urgencia de los placeres, la despoliti-
zación, en fin, la cultura del “todo ya” que impulsó un goce sin prohibiciones, la hipermodernidad es ya, el desen-
canto de la posmodernidad. Si el paradigma de lo pos es a nuestro criterio, la toxicomanía, todos de happening
enfiestados, el paradigma de lo hipermoderno es el llamado ataque de pánico, es decir, el desborde de angustia,
que como se recordará, es el afecto de lo real y esto es solidario de la urgencia subjetiva. En lo hipermoderno,
bajo el signo del exceso, ¿qué no es hiper?, hipercapitalismo, hiperterrorismo, hipermercado, hiperindividualismo,
hipervigilancia y: Lejos de haber muerto la modernidad, asistimos a su culminación, que se concreta en el libera-
lismo universal (Ref: Lipovetsky, G. Los tiempos hipermodernos, pp. 55). Pero: La inseguridad de la existencia ha su-
plantado la indiferencia “posmoderna (Ref: Lipovetsky, G. Los tiempos hipermodernos, pp. 68)”. El futuro es in-
cierto, se ha eclipsado la idea de progreso, las crisis económicas precarizan el trabajo y la vida, irrumpen las ca-
tástrofes de la naturaleza por la contaminación, etc., un presente atormentado, entiende Lipovetsky, por los
desastres de la época. No obstante y ante este panorama nihilista, el autor entiende que hay una revalorización de
la amistad, las relaciones más estables, el amor.

En su texto Los complejos familiares, Lacan ya nos anunciaba en 1938 la declinación social de la imago paterna,
degradación de la ley, de la autoridad que ordena el goce: Un gran número de efectos psicológicos, sin embargo,
están referidos, en nuestra opinión, a una declinación social de la imago paterna. Declinación condicionada por el
retorno al individuo de efectos extremos del progreso social, declinación que se observa principalmente en la actua-
lidad en las colectividades más alteradas por estos efectos: concentración económica, catástrofes políticas (…)
Cualquiera que sea el futuro, esta declinación constituye una crisis psicológica. Quizás la aparición misma del psi-
coanálisis debe relacionarse con esta crisis (Ref: Lacan, J. Los complejos familiares, pp. 71). Efectos extremos del
progreso social: la modernidad actual; concentración económica: la globalización actual; catátrofes políticas: la
biopolítica actual que rompe el lazo social. El psicoanálisis como práctica de discurso vino a retomar la posta del
ser hablante forcluido, rechazado en su singularidad, por la ciencia y el capitalismo. Si el paradigma de lo real es
la guerra, el paradigma freudiano del tratamiento del trauma es el juego del fort-da. Venga el exceso de lo pulsio-
nal de cada quien o del exterior, se trata para cada uno de cómo salir del sin recursos y de su angustia correlativa,
es decir, se trata de la invención, de lo que cada uno pueda inventar.

Freud se detuvo a esclarecer la lógica de un juego …autocreado, de un varoncito de un año y medio (Ref: Freud, S.
Más allá del principio del placer, pp. 14). El niño, subraya, no lloraba nunca cuando su madre lo abandonaba por
varias horas a pesar del cariño que le manifestaba. Tenía la costumbre de arrojar lejos de sí objetos acompañán-
dolo de un o-o-o-o que según interpretación de la madre y de Freud era fort (fuera) utilizando así, sus juguetes
para jugar estar fuera. También, lanzaba un carrete atado a una cuerda por fuera de los barrotes de su cuna acom-
pañando este movimiento con el o-o-o-o y luego, tirando de la cuerda lo atraía nuevamente hacia sí acompañando
esta reaparición con un da (aquí). El juego completo era entonces, desaparición y reaparición siendo la primera
parte (afuera) la que repetía incansablemente aunque el placer estaba ligado a la segunda. El juego ponía en es-
cena la marcha de la madre y la renuncia a la satisfacción pulsional a la que el niño estaba dispuesto al permi-
tirla. En la repetición del suceso desagradable -la partida de la madre-, el niño pasó de ser el objeto pasivo de esa
ausencia a tomar un papel activo: crear un juego a partir de la ausencia que deja su caída como objeto para la ma-
dre haciendo entrar así, este suceso dentro del principio del placer. El juego fue lo que inventó a partir de dar su
consentimiento a la renuncia que dejó una ausencia haciéndose así, dueño de la situación. Así, y como lo plantea
Lacan en el Seminario 21, el niño está para aprender algo, que el nudo se haga bien: real, simbólico, imaginario.

Freud desprende de este juego el impulso a elaborar psiquicamente algo que ha causado intensa impresión, algo
traumático, para así dominarlo. Pero, ¿qué, quién, domina? La disposición a la creación es del niño, el dominio es
del principio del placer: el regocijo del juego y la dignidad es del sujeto que ha decidido hacer otra cosa -se hace
el dueño- que padecer lo desagradable dándole la vuelta a la impotencia. Esto que implica un cambio en el de-
curso de la pulsión de muerte, implica sobre todo -tal como Freud lo entiende en Análisis terminable e intermina-
ble-, un cambio de decisión respecto de la decisión inadecuada tempranamente tomada en relación a lo traumá-
tico, al goce. Y ese cambio testimonia que, por fin, la pulsión es color-de-vacío (Ref: Lacan, J. Del Trieb de Freud y
del deseo del psicoanalista, pp. 830) y el humor como tratamiento del más allá del principio del placer, ha entrado
en nuestras vidas. El humor, entiende Freud, como tratamiento del superyo, esa figura obscena y feroz, que en de-
finitiva es lo único -dice Lacan en la primera clase del Seminario 20- que nos ordena gozar.
Cierre

Esteban Serrano “Los testigos de Lacan”


Disponible en https://elpsicoanalistalector.blogspot.com.ar/2014/03/presentacion-de-los-testigos-de-
lacan.html

Luego de la lectura de la clase, este cierre es la invitación a la apertura a leer los factores estructurales involucra-
dos en la dimensión subjetiva. Y entonces ¿de qué ideas podemos servirnos, referidas a los tres registros que
plantea la enseñanza de Lacan: imaginario, simbólico y real, para leer lo que en nuestras escenas se presenta?
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LIPOVETSKY, G. (2006) Los tiempos hipermodernos. Barcelona. Anagrama [2004]

LYOTARD, J-F. (2005) La posmodernidad (Explicada a los niños). Gedisa [1986]

MILNER, J.-C. (1995) La obra clara. Lacan, la ciencia y la filosofía. Bs. As., Manantial [1996]

SAUSSURE, F. (1915) Curso de lingüística general. Buenos Aires, Ed. Losada [1976]
Bibliografía básica
Nuestro Equipo les propone, a modo de itinerario de lecturas, y especialmente para acompañar el último trayecto
de la clase, donde se ubican cuestiones en relación con la subjetividad en la época:

Volver a la lectura de las clases del diploma, que encontrarán disponibles en la BIBLIOTECA, con las
últimas ediciones que fueron publicadas en la cohorte 7 del año 2013.

EQUIPO DIPLOMA SUPERIOR (2015) “Acerca de la Autoridad. Una reflexión sobre el término en las prácticas socio
– educativas. Un abordaje a partir de la idea de función paterna. Sobre ideas de Markos Zafiropoulos” Clase N°3
(virtual) en Diploma Superior en Psicoanálisis y Prácticas Socio – Educativas, Cohorte 11, FLACSO Argentina.

ZELMANOVICH, Perla (2015) “Leer el lazo con la teoría de los cuatro discursos. Una herramienta de trabajo”
Clase N°6 (virtual) en Diploma Superior en Psicoanálisis y Prácticas Socio – Educativas, Cohorte 11, FLACSO
Argentina.

La lectura del siguiente artículo, donde la autora desde el campo de la ciencia política, ubica el concepto
de biopoder.

SCHILLAGI, Carolina (2007) Vida y amenaza. Algunas notas para pensar la política contemporánea a través de la
noción de biopoder, en Virtualia, Revista digital de la Escuela de la Orientación Lacaniana, Año VI, N°16. Disponi-
ble en http://revistavirtualia.com/articulos/511/el-pensamiento-ilustrado/vida-y-amenaza-algunas-notas-para-pen-
sar-la-politica-contemporanea-a-traves-de-la-nocion-de-biopoder

La lectura del artículo del psicoanalista Luciano Luterau donde se presentan algunas consideraciones
acerca del juego en la actualidad y la relación de los niños con los videojuegos. Los proponemos como
oportunidad de pensar ficción – realidad.

LUTERAU, Luciano (2014) Los niños y los videojuegos, en EL LITORAL.COM


https://www.ellitoral.com/index.php/diarios/2014/02/22/opinion/OPIN-03.html
Bibliografía optativa (ampliatoria)
A continuación compartimos algunas invitaciones de Graciela Kait:

Sugiero la lectura de la no muy extensa novela de Paul Auster, El país de las últimas cosas; allí se nos describe un mundo
descarnado donde lo real ha irrumpido, el lazo social está quebrado, la pulsión de muerte comanda y entonces, más que de

mundo se trata de lo inmundo.

Y sugiero que se vea la película Los coristas —con poner el título en el google se tiene acceso a ella—. La película da cuenta

de cómo en el medio del la orfandad y del horror de la guerra, un maestro de música puede hacer una oferta que aloje al ser

hablante, puede ofertar a la música misma como uno de los Nombres del Padre que marcan camino en una vida, la música

que acalla la vociferación del superyo y saca a los niños del lugar de objeto de la maldad; y esto es lo opuesto, lo que hace
diferencia respecto del maestro autoritario que por serlo no es digno ni de amor ni de respeto.

Graciela Kait
¿Cómo citar esta clase?
Kait, G. (2014). “Tres registros para leer la estructuración del sujeto: imaginario, simbólico y real”. Clase 3.
Seminario I. Especialización “Psicoanálisis y prácticas socioeducativas”, FLACSO Argentina. Disponible
en: flacso.org.ar/flacso-virtual

Atribución – No Comercial – Sin Obra Derivada

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