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DISRUPCIÓN DEL GOCE EN LAS LOCURAS BAJO

TRANSFERENCIA [1]

Por Éric Laurent

Barcelona, 2 de abril del 2018

Escogí ese título para interrogar delante de ustedes el uso que


podemos hacer de la transferencia, segú n las indicaciones que da
Lacan, en lo que Jacques-Alain Miller llamó su ú ltima enseñ anza,
aquella que comienza con Aún (1972-1973) [2]. He retenido el
término de locura ya que éste recibe un acento nuevo a partir del
texto que comporta el decir provocador segú n el cual “todo el
mundo es loco, es decir delirante”, texto que data de
ese período [3]. Escogí también el término de disrupción, a la vez
porque es el título bajo el cual, con Nouria Grü ndler, Dominique
Laurent et François Ansermet, hemos sostenido una enseñ anza
este añ o en la ECF, y también porque es el término escogido por J.-
A. Miller como sinó nimo de la efracción que constituye el goce
en la homeostasis del cuerpo, fundamento de la repetición
del Uno: “En los casos en los cuales se tiene acceso por el aná lisis,
su modo de entrada [aquel del goce] es siempre la efracción,
es decir no la deducció n, la intenció n o la evolució n, sino la
ruptura, la disrupció n en relació n con un orden anterior hecho
de la rutina del discurso por el cual se sostienen las
significaciones, o de la rutina que se le imagina al cuerpo
animal” [4]. La disrupció n está tomada ahí en una doble acepció n.
Es a la vez la efracción primera y también sus réplicas, que en
ese momento no cesan de perturbar las diferentes homeostasis
o estabilizaciones que el sujeto ha podido establecer como
defensas contra la efracción repentina de un goce
desconocido por él.

Retuve el término “locura”. Habría podido retener el término


de delirio para englobar las psicosis ordinarias, las otras y su
modo de tratamiento ya que, en su Seminario de 1976, Lacan
incluyó al psicoaná lisis en el delirio. “El psicoaná lisis no es una
ciencia […] Es un delirio -un delirio del cual se espera que se
dimensione como una ciencia” [5]. La generalizació n del abordaje
del sujeto por la forclusión generalizada se paga con un precio
que J.-A. Miller puso en evidencia en su presentación
del último Lacan. Ese precio es la cuasi desaparición del uso
del término de transferencia en los textos de Lacan. Notemos
ya que el abordaje de la transferencia en las psicosis, primero las
extraordinarias, despué s las ordinarias, no ha cesado de hacernos
preguntas, ya que el estatuto de la relació n al Otro estaba allí
especialmente cuestionado desde la caída final de la “Cuestió n
preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”, que
“introduce […] la concepción que hay que formarse de la
maniobra, en este tratamiento, de la transferencia” [6], para
no decir nada pues eso sería ir “má s allá de Freud” [7].

El fin de la “Cuestió n preliminar” se detiene sobre el punto donde


el padre-Dios se borra delante del Dios pareja [partenaire] de
goce, “después de que se abrió la quiebra del Nombre-del-Padre -
es decir, del significante que en el Otro, en cuanto lugar del
significante, es el significante del Otro en cuanto lugar de la
ley” [8]. Lacan no dice la quiebra del Otro sino la quiebra del
Nombre-del-Padre. Se revela entonces que, segú n la expresió n de
Schreber que se anticipaba a Georges Bataille, “Dios es una
pu…” [9], es decir una pareja de goce. Esa actualizació n es una
reducció n que se convierte en la clave de la maniobra de la
transferencia con una pareja de goce sin la garantía del
Nombre-del-Padre. ¿No hay que situarla como preliminar a la
gran reducció n final de la ú ltima enseñ anza de Lacan? Y ya, la
primera reducció n introduce a mú ltiples dificultades. Son aquellas
dificultades que abordaron, en artículos recientes, reunidos en el
excelente ú ltimo nú mero de la revista El psicoanálisis consagrado
a “Lo que no se sabe de la transferencia”, Miquel Bassols y Vicente
Palomera.

Vicente Palomera sitú a muy bien la cuestió n de la transferencia


en las psicosis. “Mientras que el trabajo de la transferencia
supone un lazo libidinal con un Otro en posició n de objeto, en el
trabajo del delirio es el sujeto como tal que toma a su cargo,
solitariamente, no el retorno de lo reprimido (como lo decimos
para la neurosis) sino los retornos en lo real que lo agobian. Ya
que no hay autoaná lisis del neuró tico, el delirio es un tipo de auto-
elaboració n. El problema es saber si ese trabajo puede insertarse
en el discurso psicoanalítico y si es así, ¿có mo? ¿El acto
psicoanalítico puede tener una incidencia sobre ese auto-
tratamiento de lo real como en el trabajo de la
transferencia?” [10].

Miquel Bassols, en cuanto a él, desde el Congreso de la NLS en


Dublín, en Julio del 2016, avanzaba que el efecto mayor de la
introducció n de la “psicosis ordinaria” -esa categoría inestable que
desafiaba la categorizació n y que parecía sometida a la paradoja
de Russell – no se ordenaba sino del encuentro con la contingencia
de la transferencia. Bassols concluía su texto así: “Las psicosis
ordinarias solo está n clínicamente ordenadas si los fenómenos
están precipitados, ordenados, según la lógica de la
transferencia. No es sino ahí que las psicosis ordinarias se
revelan ordenadas bajo transferencia” [11]. Esa perspectiva volvía
a servirse de la psicosis ordinaria para reexaminar la cuestión
de la transferencia en las psicosis en general. Allí también, el
pasaje del régimen del patriarcado a la pareja goce [12], abre en
suma una doble vía. Por un lado, la maniobra de la
transferencia en las psicosis nos dice algo en el
abordaje de la transferencia en la ú ltima enseñ anza. Por
otro lado, la ú ltima enseñ anza nos permite ir má s allá y
deshacernos de ciertas dificultades que nos retenían en nuestro
acto.

De la transferencia sin el Nombre-del-Padre a la transferencia sin el


Otro

En su ú ltima enseñ anza, Lacan va sin duda má s allá de Freud, pero


sin levantar directamente el velo sobre el manejo de la
transferencia. Incluso va a revisarlo sobre el antiguo término de
sugestió n: “¿El psicoaná lisis opera -ya que de vez en cuando
opera- por un efecto de sugestió n? Que el efecto de sugestió n se
sostenga supone que el lenguaje se sostiene en lo que se llama el
hombre. No es por nada que manifesté anteriormente una cierta
preferencia por un libro de Bentham que habla de la utilidad de
las ficciones” [13]. Y J.-A. Miller da a esa aproximació n todo su
peso: “Pensar que la interpretació n es un efecto de sugestió n es,
como dije, atrevido. Es atrevido porque pasa por encima de la
transferencia. De hecho, la transferencia es la gran ausente de esta
ultimísima enseñ anza, por lo menos en los seminarios El
Sinthome y de L’une-bévue” [14]. Sin embargo, Lacan nos deja,
como lo señaló J.-A. Miller¸ indicaciones para “reinventar el
psicoanálisis” con él, especialmente haciendo ese lazo entre
sugestión y ficciones. Hay que partir de esto, que la perspectiva
del Sinthome es aquella de los Unos separados, no articulados.
“Hay aquí un a cada cual su sinthome radical […] que invita a
captar a cada uno como un Uno absoluto, es decir, separado” [15].
“La transferencia […] esto lo recorta la perspectiva del
ultimísimo Lacan. Es una perspectiva que va a contrapelo de
la práctica del análisis” [16].

Pero ese a contrapelo, ¿no convendría especialmente a nuestro


material de la prá ctica del psicoaná lisis del lado de las locuras, ahí
donde no podemos sostenernos del Nombre-del-Padre en la época
del Sinthome y del serhablante? Esta manera de dejar la
transferencia de lado, puesto que el sujeto ya no es abordado
a partir del Otro, ¿no podría liberarnos? Ya que justamente
“Lacan pasa por encima de la transferencia, porque […] la
transferencia supone un Otro bien establecido y bien armado.
Hay transferencia […] cuando ya se supuso el saber que
significaría algo” [17]. Ahora bien, ese Otro bien armado es aquel
que se desvanece en ese campo de la clínica que nos interesa. Aun
así, el querer decir algo está ahí en duda. ¡Generalizació n,
radicalizació n, y contrapelo! He ahí las perspectivas a partir de las
cuales quisiera abordar nuestro tema.

En los Seminarios XXIII y XXIV, casi no hay nada sobre la


transferencia, sino un pasaje preciso del Seminario del 10 de
mayo de 1977 que quisiera comentar con las indicaciones del
ú ltimo curso de J.-A. Miller en su conjunto. De manera
característica, en esa sesió n del Seminario, Lacan parte de lo
que no hay. De lo que está marcado por lo negativo, la
transferencia negativa, para llegar de allí a la transferencia
positiva, que no tiene existencia definida. Evoca el recurso a “eso
se siente ahí”, como en el Seminario XXIII, para designar un
real que escapa a poder escribirse como existencia. Se puede
simplemente nombrarlo. El razonamiento debe ser seguido
paso a paso. Se nombra algo negativamente, para señalar que
no lo hay, ya que se siente que hay una existencia de la cual
no se llega a atrapar la consistencia lógica.

“[…] tengo que deslizarme -es así que está jodido- entre la
transferencia que se llama, no sé por qué, negativa y […] Aú n no se
sabe lo que es la transferencia positiva. He intentado definirla bajo
el nombre de “sujeto supuesto saber” [18].

Es ese nivel de la hipó tesis con la cual Lacan quiere romper. El


efecto de la hipó tesis, de la ficción, es de transferir al analista el
lugar de la causa de producción del saber en análisis. La
transferencia es reducida así a su ló gica atributiva. El analista no
debe olvidar que no es su ser lo que es el resorte de la
operación psicoanalítica. Lacan encuentra ahí su vena
combativa contra aquellos psicoanalistas de la IPA que sostenían
que el analista opera con lo que es: “Lo que importa […] no es
tanto lo que el analista dice o hace sino lo que él es”. Llegando a
una proposició n loca: “En Francia, el doctrinario del ser […] ha ido
derecho a esta solució n: el ser del psicoanalista es innato” [19].

Lacan barrió ese espesor del ser del psicoanalista valorizando, en


su enseñ anza clá sica, que el analista ocupa el lugar de una
suposició n o de una atribución.

“¿Quién es supuesto saber? Es el analista. Es una atribució n, como


ya lo indica el término de supuesto. Una atribució n, no es sino una
palabra. Hay un sujeto, algo que está por encima, quien es
supuesto saber. Saber es entonces su atributo. Solo hay un
problema, es que es imposible darle el atributo de saber a
cualquiera” [20].
La oposició n entre juicio de atribución y juicio de existencia en
Freud es una oposició n sobre la cual Lacan se apoyó de diversas
maneras en el curso de su enseñ anza. Aquí, la referencia al juicio
de atribució n viene a subrayar antes que nada que no se trata de
un juicio de existencia.

“Aquel que sabe, en el aná lisis, es el analizante. Lo que desarrolla,


es que él sabe, con la salvedad que es un otro -¿pero hay otro?-
que sigue lo que tiene que decir, es decir lo que sabe. Esa noció n
de Otro, la escribí en un cierto grafo con una barra que lo
rompe” [21].

La calificació n del analista como aquel que sigue lo que el


analizante tiene que decir, concuerda con la descripció n de la
posició n del analista como testigo o secretario de la elaboració n
que lleva el sujeto psicó tico, después de la quiebra [fracaso] del
Nombre-del-Padre. Pero hay que oír má s allá , la ruptura del
analista con su anclaje en la suposición. No está en la posició n
del sujeto supuesto saber, está en el lugar de aquel que sigue. Hay
allí un equívoco entre el “yo soy”, primera persona del indicativo
del verbo ser, y el “él sigue”, tercera persona del indicativo del
verbo seguir [22].

¿Cuá l es entonces el estatuto del Otro roto que se deduce? Hay


entonces que subrayar la originalidad del término de “roto”, que
viene en el lugar de “barrado”, que Lacan utilizaba hasta allí. Por
ese desplazamiento, él acentú a el hecho que se trata de una
cuestión de existencia, de lo que puede ser afirmado o negado
a partir de ese juicio. “Pero, ¿romper es negar? El análisis,
propiamente hablando, enuncia que el Otro no es sino esa
duplicidad. Hay lo Uno, pero no hay nada de Otro” [23]. La
formulación es radical y sutil “nada de Otro”.

La barra concernía la enseñ anza clá sica, la ruptura ocurre ahora


entre el Ser y lo que hay. Lacan prosigue subrayando que la
barra perdida recae sobre el Uno de manera extrañ a. Para ello hay
que separar el Uno y el diá logo. El Uno puede dialogar
completamente solo. “El Uno, lo he dicho, dialoga
completamente solo, ya que recibe su propio mensaje bajo una
forma invertida. Es él aquel que sabe, y no el supuesto saber”
[24]. Encontramos ahí la auto-elaboració n que Vicente Palomera
evocaba en el centro del trabajo del delirio, pero Lacan destaca
que esa auto-elaboració n está fundada desde siempre sobre la
fó rmula general de la comunicació n. Cada uno recibe su mensaje
bajo una forma invertida. Nuestra formulació n fundamental de la
interpretació n “No te lo hago decir…” es así generalizada. Ya no
hay má s necesidad de la ficción del yo [Je] en lugar del supuesto
extraer el saber del lugar del analizante. El analizante sabe y
basta con que se dirija al Otro que no existe para que se
produzca el efecto de retorno.

Pero esto no puede operar sino a condició n de dar a ese saber su


alcance de singularidad radical. No se puede saber aquello de lo
que se trata antes que ese saber venga a ser recibido bajo su
forma invertida. Esta lógica acompaña la suspensión radical de
toda relación de comunidad entre el analizante y el analista.
Es una consecuencia de la suspensión del todos que dejaba
subsistir bajo la suposición, el fantasma de un trazo común
entre el analizante y el analista. Victoria Horne-Reinoso, en un
texto publicado en la Revista de la ECF, subrayó la importancia de
la condició n previa de “todas las mujeres son locas… pero no locas
del todo” para pasar a la separación de los Unos que sostienen
la afirmación de “Todo el mundo delira” [25].

“Avancé también esto, que se enuncia del universal, pero para


negarlo -dije no hay todos. Es en eso que las mujeres son má s
hombres que el hombre. Ellas son no-todas, lo he dicho. Esos
todos no tienen ningú n rasgo comú n. Ellos tienen sin embargo
esto, que es el só lo rasgo comú n -el rasgo que llamé unario. É l se
contenta del Uno. Hay lo Uno. Lo repetí hace poco para decir que
hay lo Uno, y nada de Otro” [26].

Transferencia y sentimiento: la Une bévue y el hacer Verdadero

Lacan concluye su reformulació n de la transferencia sobre un


punto clave. La articulació n entre la “transferencia negativa” y el
odio que había abordado hasta aquí como pasió n del ser, como la
pasió n que apunta por excelencia el ser del Otro. El Otro no existe,
pero la pasió n odiosa [haineuse] existe. Justamente porque no se
detiene en los atributos del Otro, apunta hacia lo real. Apunta
hacia algo má s profundo, que es del orden del odio del prójimo.
Durante nuestro ú ltimo Fó rum de Roma sobre Lo Extranjero, yo
recordaba la funció n del odio, subrayada por J.-A. Miller: “En el
odio al Otro […] es seguro que hay algo má s que la agresividad.
Hay una consistencia de esta agresividad que merece el nombre
de odio y que apunta a lo real en el Otro […] ¿qué hace que este
Otro sea Otro para que se lo pueda odiar en su ser? Pues bien, es el
odio al goce del Otro. Esta es incluso la fó rmula má s general que
puede darse de este racismo moderno tal como lo verificamos. Se
odia especialmente la manera particular en que el Otro goza” [27].
El odio está del lado de lo real, y aun cuando el Otro no existe, el
odio es primero en relació n al amor. Es un punto de rechazo, de
expulsió n del Otro que remonta a la Ausstossung, a la expulsió n
primordial que sitú a el sujeto frente al Otro. Es lo que Lacan había
despejado de la lectura de la Verneinung de Freud desde la fase
clá sica de su enseñ anza. “Pues así es como hay que comprender
[…] la Ausstossung aus dem Ich, la expulsió n fuera del sujeto. Es
esta ú ltima la que constituye lo real en cuanto que es el dominio
de lo que subsiste fuera de la simbolizació n” [28]. Es sobre este
fondo que hay que leer la introducció n por Lacan, en contrapunto
de la separació n de los Unos, del lugar del sentimiento que incluye
en su nueva definició n el odio y el amor. “Hay lo Uno, y eso
quiere decir que hay a pesar de todo un sentimiento, ese
sentimiento que llamé, según las unaridades, el soporte de lo
que debo reconocer, el odio, en tanto que ese odio es pariente
del amor […]” [29]. Ese odioenamoración es la consecuencia de la
separació n con el goce de los otros Unos. Constaba en Roma el
hecho de que “Saber eso, saber sobre las aporías del amor y del
goce en las cercanías del pró jimo no nos condena ni al cinismo, ni
a la inmovilidad o a la constatació n de la presencia irreductible del
odio del mal” [30]. Aquí también, saber que hay odioenamoració n
no condena al inmovilismo de miedo de desencadenar el odio.

Lacan da un lugar, a partir de lo real del odio a una otra


dimensió n. Ella se impone del escollo. Ya que el “hablar solo” del
Uno no está exento de esa dimensió n, muy al contrario. El rasgo de
lo Unario conlleva el rasgo de la Une-bévue. “No hay nada más
difícil de captar que ese rasgo de la une-bévue, el cual
traduzco como lo Unbewust, que quiere decir en
alemán inconsciente. Pero traducido por la Une-bévue, eso
quiere decir otra cosa -un escollo, una trastrabillada, un
deslizamiento de palabra a palabra” [31]. Detengá monos un
instante en esta nueva versió n del escollo aislada por J.-A. Miller.
“En su Seminario Los cuatro conceptos, [Lacan] define el
inconsciente mediante el escollo, es decir mediante la une-bévue.
Pero en su Seminario 24, tiene un significado totalmente distinto.
Allí el escollo o el deslizamiento de palabra a palabra como
fenómeno se ubican en un tiempo anterior a aquel en el que
puede aparecer el inconsciente. El inconsciente solo aparece en
la une-bévue en la medida en que se agrega una finalidad
significante, en la medida en que se agrega una significació n” [32].

Y es allí donde se desliza una nueva versión de la transferencia


positiva. Es una transformació n mediante agregado de
sentimiento, una transformació n mediante agregado de
significació n que permite un nuevo uso de la pareja de goce para
sobrellevar los escollos de la Une-bévue del sujeto confrontado
a lalengua y su inestabilidad, sus deslizamientos permanentes.
“Lacan le da un nombre a esta transformació n mediante agregado
de significació n. La llama bajo el nombre de hacer
verdadero: ‘El psicoanálisis -dice- es lo que hace verdadero […]
El inconsciente viene después, porque se agrega sentido: “Se
agrega un toque de sentido, pero sigue siendo un semblante” [33].

El semblante queda entonces sometido a un régimen distinto de la


Verdad. El semblante, sometido al “hacer verdadero” permite al
sujeto restablecer una homeostasis, a pesar de los escollos, a pesar
de la inestabilidad fundamental de lalengua¸ a pesar de la
homofonía primordial [34]. Hace falta entonces el apoyo del
analista, más allá de la función del testigo, del sostén, del
secretario. Es aquel que hace verdadero el escollo. “Que por
supuesto el analizante produce el analista, es algo de lo que no
cabe duda. Es por esta razó n que me interrogo sobre qué se trata
ese estatuto de analista, a quién dejo ese lugar de hacer
verdadero, de semblante […]” [35].

Lo que era, en el tiempo de la “Cuestió n preliminar” presentado


como el horizonte de un tratamiento posible de la psicosis, una
estabilizació n de la metá fora delirante gracias a una ficció n no-
edipiana es ahora generalizado bajo la forma de una homeostasis
regida por el principio de placer como defensa contra la
disrupció n de goce. Pero Lacan introduce allí una nueva
dimensió n considerando que la homeostasis del principio de
placer es sinó nimo de reposo y de sueñ o. J.-A. Miller dio una
transcripció n de esta versió n del psicoaná lisis que constata el
Otro roto y restablece un lugar del analista como semblante,
entendido en el sentido de un hacer nuevo: el hacer verdadero.
Ese hacer verdadero se opone al registro de hacer
ser contemporá neo del Otro que incluye el significante de la Ley
[36]. “Se percibe entonces en qué consistiría el psicoaná lisis.
Consistiría en traer hacia el principio del placer mediante el efecto
de sugestió n. […] La sugestió n es el efecto natural del significante.
Lo entiendo de esta manera porque Lacan dice “hay
contaminació n del discurso por el sueñ o” […] ¿Qué describe Lacan
como uso de lo que se llama, de lo que se llamaba, la
interpretació n? Curiosamente, vuelve a traer ahí el principio de
placer, y le reconoce un lugar en el Uno” [37].

Al final del recorrido, la sugestió n es llevada a su fundamento


primero: el impacto del significante sobre el cuerpo, que permite
un cierto tratamiento de la disrupció n del goce, su modulació n
hacia una homeostasis gracias a la auto-elaboració n de una ficció n
no está ndar. Es allí la importancia de la definició n que Lacan da
del fin de aná lisis en las conferencias americanas de 1975. “Un
análisis no debe ser llevado muy lejos. Cuando el analizante
piensa que está contento de vivir, es suficiente” [38]. Hay que
entender bien que esa felicidad de vivir, esa satisfacció n, es una
satisfacció n del Uno. Ella se sitú a al contrario de la satisfacción
articulada del Otro, aquella que indicaba Lacan en “Funció n y
campo…” donde “la cuestió n de la terminació n del aná lisis es la
del momento en que la satisfacció n del sujeto encuentra có mo
realizarse en la satisfacció n de cada uno, es decir, de todos
aquellos con los que se asocia en la realizació n de una obra
humana” [39]. J.-A. Miller comentando ese pasaje en su ú ltimo
curso lo encuentra “perplexificante” [40]. “No se percibe
exactamente que aquellos que se asocian en una obra humana, sea
una escuela o un partido, brillen por la contabilidad de su
satisfacció n, se percibe má s bien que ellos entran en conflicto”
[41]. Sin embargo, Lacan deja su lugar, en contrapunto a la ficció n
auto-reguladora, y de la satisfacció n del Uno, a un nuevo
planteamiento de la interpretació n. Aquel que funciona al
contrario del uso comú n de la ficció n, como un despertar.

La interpretación como jaculación

En el Seminario XXII, el 11 de enero de 1975, Lacan se interroga


sobre la nueva formulació n que hay dar al efecto de sentido que
da la interpretació n, a partir del momento en que las tres
consistencias R, S, I son homogéneas. Ahí comienza a separar la
palabra y la interpretació n, como separa la interpretació n del rol
de la transferencia. La interpretació n hace presente un má s allá de
la palabra: “La interpretació n analítica […] actú a de una manera
que va mucho má s lejos que la palabra. La palabra es un objeto de
elaboració n para el analizante, pero qué hay de los efectos de lo
que dice el analista -ya que él dice. No es por nada el formular que
la transferencia juega ahí un rol, pero no esclarece nada. Se
trataría de explicar có mo la interpretació n actú a, y no implica
necesariamente una enunciació n” [42]. Para dar cuenta la eficacia
de la interpretació n, viene a formular la existencia de un efecto de
sentido real. “El efecto de sentido exigible del discurso analítico no
es imaginario. Tampoco es simbó lico. Es necesario que sea real. De
lo que me ocupo este añ o, es de pensar cuá l puede ser lo real de
un efecto de sentido” [43]. Esta interpretació n no es del orden de
una traducció n mediante agregado de un significante dos en
relació n con un significante Uno. Es la interpretació n que no
apunta hacia la concatenació n o la producció n de una cadena
significante. Ella toma acto de la nueva finalidad del ajuste del
nudo alrededor del acontecimiento de cuerpo y de la inscripció n
que puede calificarse (a) en un uso renovado. “Lo que decimos con
el nudo borromeo ya va contra la imagen de la concatenació n. El
discurso del cual se trata no hace cadena […] De ahí que la
pregunta de saber si el efecto de sentido en su real se debe al
empleo de las palabras o bien a su jaculació n. […] Se creía que
eran las palabras que actuaban. Mientras que si nos tomamos la
molestia de aislar la categoría del significante, vemos bien que la
jaculació n guarda un sentido aislable” [44].

La elecció n de jaculació n opuesta a la palabra nos interroga. Hay


que notar que en francés el sustantivo “jaculation” y el adjetivo
“jaculatoire” provienen de discursos distintos, humanista y
religioso [45]. El nuevo uso que Lacan quiere dar a la jaculació n no
es ni humanista, ni religioso. Viene de su uso lacaniano propio. Ya
calificó el texto poético de “jaculació n”, para Píndaro [46]. Puede
también hablar de jaculaciones místicas, a propó sito de Angelus
Silesius [47]. O aú n má s, hace del Poordjeli de Serge Leclaire “una
jaculació n secreta, una fó rmula jubilatoria, una onomatopeya”
[48], como hace del “Fort-Da” una jaculació n. Pero es en el
Seminario sobre “El objeto del psicoaná lisis” en el que da el
sentido má s general a esta jaculació n, retomando así las primeras
frases del primer Seminario sobre la acció n del maestro Zen: “[…]
cada uno sabe que un ejercicio Zen, tiene alguna relació n, aunque
no sepamos bien lo que quiere decir, con la realizació n subjetiva
de un vacío. Y no forzamos nada admitiendo que para cualquiera,
el contemplador promedio, verá esa figura, se dirá que hay algo
como un tipo de momento cumbre que debe tener relació n con el
vacío mental que se trata de obtener y que sería obtenido, ese
momento singular, bruscamente después de la espera que se
realiza a veces por una palabra, una frase, una jaculació n, incluso
una grosería, un pito catalá n, una patada en el culo. Es muy cierto
que esos tipos de disparates o payasadas no tienen sentido sino
con respecto a una larga preparació n subjetiva […]” [49]. Notamos
así, de manera crucial el lazo de la producció n del vacío subjetivo
y de la jaculació n.

Entonces, la jaculació n incluye el valor del ardor, o del


entusiasmo, pero es para designar un uso del significante como
despertador, en el sentido de producir el vacío de significació n. Lo
que es llamado “jaculació n” en el Seminario XXII, como aquello
que designa un efecto de sentido real, deviene en el Seminario
XXIV el significante nuevo. “Cuando reclama un significante nuevo,
se trata en realidad de un significante que podría tener uso
distinto […] un significante que sería nuevo, no simplemente para
que haya un significante suplementario, sino porque en vez de
estar contaminado por el sueñ o, este significante nuevo
desencadenaría un despertar” [50]. Este despertar está conectado
a la producció n de un efecto de sentido real como producció n de
un vacío subjetivo. Concuerda bien con el acento de la ú ltima
enseñ anza sobre el agujero y no sobre la cadena.

Así, en su ú ltima enseñ anza, Lacan dibuja, en sentido propio, con


el nudo una modalidad de tratamiento de la disrupció n del goce
por la Une-bévue. Reformula para ello los términos clásicos de
los instrumentos de la operación psicoanalítica: el
inconsciente, la transferencia, la interpretación, para
proponer nuevos: el serhablante, el acto, la jaculación
sometida a la lógica del HayloUno, jaculación central en todas
las consecuencias que ha hecho entender J.-A. Miller. Ese conjunto
de revisiones define el cuadro teórico de una práctica de la
clínica de las locuras bajo transferencia y del tratamiento de
la disrupción de goce que se produce, particularmente
congruente al problema en el Otro que supone la aproximació n
de ese campo. La lectura justa de los trabajos de nuestro Congreso
supone ese horizonte de la ú ltima enseñ anza, aunque leer Lacan
“en bloque” [51] es siempre má s provechoso. Nos es necesario
un bloque orientado ya que, si no, nos
quedaremos occidentalizados [52] por el ú ltimo viraje de Lacan
tan propicio a la prá ctica contemporá nea del psicoaná lisis.

Traducción del francés: Patricio Moreno Parra

Establecimiento del texto: Luis Iriarte

[1] Laurent, É ric, Disruption de la jouissance dans les folies sous


transfert, in, Hebdo-
Blog. Internet: http://www.hebdo-blog.fr/disruption-de-
jouissance-folies-transfert/ Ú ltimo acceso: 30 abril del 2018.

[2] Intervenció n en el XI Congreso de la AMP en Barcelona “Las


psicosis ordinarias y las otras, bajo transferencia”, abril 2018.

[3] Lacan, J., “Lacan pour Vincennes !”, Ornicar ? n°17-18,1979,


París, Navarin, p. 278.

[4] Miller, J.-A., La orientación lacaniana, El ser y el Uno, Enseñ anza


pronunciada en el marco del Departamento de Psicoaná lisis de la
Universidad París VIII, Clase del 23 de marzo del 2011, Inédito.

[5] Lacan, J., El Seminario, libro XXIV, L’insu que sait de l’une bévue


s’aile à mourre, Texto establecido por J.-A. Miller, Clase del 11 de
enero de 1977, Ornicar ? n° 14, Paris, Navarin, p.8.

[6] Lacan, J., “De una cuestió n preliminar a todo tratamiento


posible de la psicosis”, Escritos, Buenos Aires: Siglo XXI Editores,
2010, p. 557.

[7] Ibíd.

[8] Ibíd.

[9] Lacan, J., “De una cuestió n preliminar a todo tratamiento


posible de la psicosis”, Escritos, Buenos Aires: Siglo XXI Editores,
2010, p. 556.

[10] Palomera, V., “Transferencia y posició n del analista en las


psicosis. Entrevista”, El psicoanálisis n°32, Barcelona, Escuela
Lacaniana de Psicoaná lisis, abril 2018, p. 76.

[11] Bassols, M., “Las psicosis ordenadas bajo transferencia”, El


psicoanálisis n°32, Barcelona, Escuela Lacaniana de Psicoaná lisis,
abril 2018, p. 42.
[12] Laurent, D., L’ordinaire de la jouissance, fondement de la
nouvelle clinique du délire », La Cause du désir, n°98, París,
Navarin, 2018, p.27.

[13] Lacan, J., El Seminario, libro XXIV, L’insu que sait de l’une


bévue s’aile à mourre, Texto establecido por J.-A. Miller, Clase del
17 de mayo de 1977, Ornicar ? n°17-18, París, Navarin, 1979, p.
20.

[14] Miller, J.-A., “Inconsciente y Sinthome”, El ultimísimo Lacan,


Buenos Aires: Paidó s, 2013, p. 144.

[15] Ibíd., p. 141.

[16] Ibíd., p. 139.

[17] Ibíd., p. 144.

[18] Lacan J., El Seminario, libro XXIV, L’insu que sait de l’une bévue


s’aile à mourre, Texto establecido por J.-A. Miller, Clase del 17 de
mayo de 1977, Ornicar? n°17-18, París, Navarin, 1979, p. 17

[19] Lacan, J., “La direcció n de la cura y los principios de su


poder”, Escritos, Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2010, p. 564. Y
la nota [22] p. 615.

[20] Lacan J., El Seminario, libro XXIV, L’insu que sait de l’une


bévue s’aile à mourre, Texto establecido por J.-A. Miller, Clase del
17 de mayo de 1977, Ornicar ?n°17-18, París, Navarin, 1979, p. 18

[21] Ibíd.

[22] Nota del traductor: « Je suis » y « il suit ». Allí « suis » y


« suit » son homó fonos.
[23] Ibíd.

[24] Ibíd.

[25] Horne-Reinoso, V., « Point de folie à l’ère du parlêtre », La


Cause du désir, n°98, París, Navarin, 2018, p. 68.

[26] Ibíd.

[27] Miller, J.-A., “Racismo”, Extimidad, Buenos Aires: Paidó s,


2010, p. 53.

[28] Lacan, J., “Respuesta al comentario de Jean


Hyppolite”, Escritos, Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2010, p. 369.

[29] Lacan J., El Seminario, libro XXIV, L’insu que sait de l’une bévue


s’aile à mourre, texto establecido por J.-A. Miller, Clase del 10 de
mayo de 1977, Ornicar?, n°17-18, París, Navarin, 1979, p. 18.

[30] Laurent, E., «Lo extranjero éxtimo, I », Lacan Quotidien,


n°770, 22 de marzo del 2018. Disponible
en: http://www.eol.org.ar/biblioteca/lacancotidiano/LC-cero-
770.pdf

[31] Lacan, J., El Seminario, libro XXIV, L’insu que sait de l’une


bévue s’aile à mourre, Texto establecido por J.-A. Miller, Clase del
10 de mayo de 1977, Ornicar?, n°17-18, París, Navarin, 1979, p.
18.

[32] Miller, J.-A., “Inconsciente y Sinthome”, El ultimísimo Lacan,


Buenos Aires: Paidó s, 2013, p. 142.

[33] Ibíd.
[34] Milner, J.-C., “Back and forth from Letter to
Homophony », Problemi International, vol. 1, no 1, Society for
Theoretical Psychoanalysis.

[35] Lacan, J., El Seminario, libro XXIV, L’insu que sait de l’une


bévue s’aile à mourre, Texto establecido por J.-A. Miller, Clase del
10 de mayo de 1977, Ornicar?, n°17-18, París, Navarin, 1979, p.
18.

[36] Miller, J.-A., La orientación lacaniana, El Ser y el Uno,


Enseñ anza pronunciada en el marco del Departamento de
Psicoaná lisis de la Universidad París VIII, Clase del 14 de marzo
del 2011, Inédito.

[37] Miller, J.-A., “Inconsciente y Sinthome”, El ultimísimo Lacan,


Buenos Aires: Paidó s, 2013, pp. 144-145.

[38] Lacan, J., « Conférences et entretiens dans des universités


nord-américaines », Yale University, Kanzer Seminar, 24 de
noviembre de 1975, Scilicet, 6/7, París, Seuil, 1976, p. 15.

[39] Lacan, J., “Funció n y campo de la palabra y del lenguaje en


psicoaná lisis”, Escritos, Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2010, p.
308.

[40] Nota del traductor: Perplexifiant en el artículo en francés.

[41] Miller, J.-A., La orientación lacaniana, El Ser y el Uno,


Enseñ anza pronunciada en el marco del Departamento de
psicoaná lisis de la Universidad de París VIII, Clase del 6 de abril
del 2011, Inédito.

[42] Lacan, J., El Seminario, libro XXII, R.S.I., Clase del 11 de febrero


de 1975, Texto establecido por J.-A. Miller, Ornicar?, no4, pp. 95-96.

[43] Ibíd.
[44] Ibíd., pp. 96-97.

[45] Diccionario histó rico de la lengua francesa, Le Robert.

[46] Lacan, J., El Seminario, libro 8¸ La transferencia, Buenos Aires:


Paidó s, 2008, p. 413.

[47] Lacan, J., El Seminario, libro XIII, El objeto del


psicoanálisis (1965-1966), Clase del 1ero de diciembre de 1965,
inédito.

[48] Lacan, J., El Seminario, libro XII, Problemas cruciales para el


psicoanálisis (1964-1965), Clase del 27 de febrero de 1965,
inédito.

[49] Lacan, J., El Seminario, libro XIII, El objeto del


psicoanálisis (1965-1966), Op. cit.

[50] Miller, J.-A., “Inconsciente y Sinthome”, El ultimísimo Lacan,


Buenos Aires: Paidó s, 2013, p. 145.

[51] Como lo subraya el tan interesante trabajo colectivo


coordinado por Leonardo Gorostiza, Lacan en Bloque, Grama
Ediciones, 2017.

[52] Nota del traductor: Condensació n


entre occidental y accidente.

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