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La escuela de Frankfurt y la teoría

crítica

1. La desconexión entre teoría y práctica


[1]
Adentrarnos en algunos conceptos de la escuela de Frankfurt supone acceder, como señala
Carlos Lista, a otra fuente importante de crítica a la idea predominante de ciencia positivista, a
partir de la tradición intelectual que tiene sus raíces en Hegel y Marx. Uno de sus miembros más
representativos es Jürgen Habermas, sobre cuyas ideas se basa esa sección. El foco de crítica
de estos autores es la concepción del positivismo tradicional del científico social como observador
desinteresado, el que resulta del principio de objetividad del conocimiento científico. 

[1]
Escuela de Frankfurt es la denominación más habitualmente utilizada para identificar a los representantes de la corriente intelectual

neomarxista que tuviera su origen en Institut für Sozialforschung, fundado en Frankfurt en 1923. Debido a los acontecimientos políticos de la

Alemania nazi, sus integrantes emigraron hacia los Estados Unidos y, más tarde, a fines de los cuarenta, retornaron a Alemania. Entre sus más

destacados miembros figuran Max Horkheimer, quien fuera por largo tiempo su director, y Theodor Adorno. (Lista, 2000, p. 55)

Habermas critica el abandono que han hecho las ciencias positivas del concepto griego de
theoria, el que concebía que el conocimiento estaba orientado a educar al ser humano y
emanciparlo de la esclavitud que le imponía la doxa u opinión. Era una forma de acceso a
la sabiduría, un “proceso de cultivo de la persona” para lograr su autonomía, lo que, según
Habermas, como consecuencias de “prescripciones metodológicas” que postulan la
neutralidad valorativa ha sido eliminado como un supuesto de la teoría científica. El punto
crítico es que las ciencias se han tornado ideológicas. Y lejos de proveer a la liberación del
ser humano, se han tornado instrumentos de dominación y manipulación. Lo que la
escuela de Frankfurt precisamente critica es la separación entre teoría y praxis. Con
referencia a ello, Horkheimer (1972 pp. 209-10) expresa:

El estudioso como científico pone atención en la realidad social y sus productos como
extrínsecos a sí mismo y como ciudadano ejercita su interés en ellos a través de artículos
políticos, de su calidad de miembro en partidos políticos y organizaciones de servicios
sociales y de la participación en elecciones. Pero él no unifica estas dos actividades, así
como tampoco lo hace con sus otras actividades, excepto, en el mejor de los casos, por
interpretación psicológica.

Este es el foco de la atención central de la crítica de estos autores al modelo naturalista de


la ciencia, en particular, cuando es aplicado a las ciencias sociales: la ruptura entre la
teoría y la práctica social. (Lista, 2000, pp. 56-57)
A la escuela crítica le parece forzada la separación entre teoría y acción social. Para la teoría
crítica la tarea teórico-científica debe estar guiada por un interés práctico. Pero desde el punto de
vista del positivismo, ¿no conduce asimismo la ciencia a resultados prácticos proveyendo
soluciones a problemas concretos a través de la tecnología? La respuesta está en que el
significado que ambas posiciones dan al interés práctico difiere. El interés práctico de la teoría
científica es el mejoramiento de la existencia humana, el que se realizaría a través de la
autoconciencia y de la comprensión de las condiciones sociales y políticas existentes, de tal
modo que el ser humano pueda ser un sujeto consciente y determinar activamente su propio
modo de vida. En otras palabras, la crítica de las condiciones sociales existentes tiene un
propósito liberador, hay una intención liberadora del ser humano, esclarecedora, podríamos decir,
desenmascaradora. De acuerdo a la escuela crítica, la ciencia, tal como la conciben los
positivistas, no solo no provee esta dimensión crítica, sino, precisamente, opera en sentido
contrario, contribuye a su manipulación, se vuelve ideológica. La autoconciencia favorecerá la
práctica de los actores sociales para que estos autónomamente establezcan sus propias
condiciones de existencia. De ahí el sentido de una crítica orientada a la acción práctica, no solo
del científico, sino del actor social.

¿Debe lo crítico necesariamente negar y primar sobre lo empírico o viceversa? ¿Cómo


compatibilizar un modelo con otro?

La propuesta superadora de Habermas


Carlos Lista señala que Habermas presenta entonces una propuesta superadora a través de una
integración que sintetiza ambos modelos. 
Parte de la idea de que, para entender el conocimiento, debemos comenzar por reconocer
la existencia de diferentes intereses que son constitutivos de este, ya que ellos determinan
lo que constituyen objetos y tipos de conocimiento. Él admite la existencia de tres
intereses cognitivos: el técnico, el práctico y el emancipatorio, a los que corresponden tres
formas o niveles de conocimiento: el empírico-analítico, que se acerca a la idea de ciencia
del modelo positivista o naturalista; el histórico-hermenéutico y el de las ciencias
orientadas críticamente. Cada interés se basa en una dimensión de la existencia humana:
el trabajo corresponde al interés técnico; la interpretación, al interés práctico y el poder, al
emancipatorio. 

a) El interés técnico: para manipular y controlar su entorno y, por lo tanto, para sobrevivir y
preservarse. Los seres humanos desarrollan un primer nivel de acción: el trabajo, que
constituye lo que Max Weber llama un tipo de acción intencional y racional. Es una acción
instrumental:

(…) gobernada por reglas técnicas basadas en conocimiento empírico (…) que implica
predicciones convencionales sobre eventos observables, físicos o sociales. Estas
predicciones pueden ser probadas como correctas o incorrectas. La conducta de la
elección racional está gobernada por estrategias basadas en conocimiento analítico. Ellas
implican deducción de reglas de preferencia (sistemas de valores) y procedimientos de
decisión; estas proposiciones son correctas o incorrectamente deducidas. La acción
intencional-racional logra metas definidas bajo condiciones dadas. Pero mientras la acción
instrumental organiza medios que son apropiados o inapropiados de acuerdo a criterios de
un control efectivo de la realidad, la acción estratégica depende de la correcta evaluación
de posibles elecciones alternativas, las que resultan de cálculos provistos por valores y
máximas. (Habermas, 1970, p. 91-2).

La validez de este tipo de conocimiento se logra por contrastación empírica de este con
los hechos. Habermas, por esta vía, incorpora el conocimiento empírico sin
desnaturalizarlo ni considerarlo imposible o inferior. Lo que sí está atacando
implícitamente es el reclamo de que este tipo de conocimiento es la única y legítima forma
de conocer, y de que, en última instancia, constituye el patrón para la evaluación de todo
otro tipo de conocimiento.

b) El interés práctico: vincula a la necesidad de los seres humanos con una acción en la
que interviene el lenguaje, con lo cual desarrollan un segundo nivel: la interacción o acción
comunicativa. Se trata de la interacción simbólica mediada por el lenguaje y gobernada
por normas consensuales que definen expectativas recíprocas entre los actores sociales,
“(…) su significado está objetivado en comunicación de lenguaje ordinario” (Habermas,
1970, p.92).

Respecto a la validación de este tipo de conocimiento, ya no puede ser la verificación


como en el tipo de conocimiento empírico. 

Mientras que la validez de las reglas técnicas y estratégicas depende de que las
proposiciones sean empíricamente verdaderas y analíticamente correctas, la validez de
las normas sociales está basada solo en la intersubjetividad de la comprensión mutua de
las intenciones y asegurada por un reconocimiento general de las obligaciones.
(Habermas 1970, p. 92).

[Es importante puntualizar que, para Habermas] la interacción entendida como acción
comunicativa no es reducible al interés técnico. En otras palabras, el conocimiento
práctico que corresponde a esta clase de acción es, precisamente, otro tipo distinto del
saber empírico analítico. El conocimiento referido a la interacción simbólica es el histórico-
hermenéutico que se logra dentro de otro marco metodológico diferente al del
conocimiento empírico-analítico. Estas teorías:
(…) no se construyen deductivamente y la experiencia no está organizada con respecto al
éxito de las operaciones. El acceso a los hechos se provee por comprensión del
significado, no por observación. La verificación de hipótesis tipo ley en las ciencias
empírico-analíticas tiene su contraparte aquí en la interpretación de textos. Por lo tanto,
las reglas de la hermenéutica determinan el posible significado de la validez de las
afirmaciones de las ciencias culturales (Habermas, 1971, p. 301).

El interés práctico busca clarificar las condiciones de comunicación e intersubjetividad, a


diferencia del técnico, que intenta controlar y manipular.

De acuerdo con Marx, Habermas concibe que la interacción simbólica se lleva a cabo
dentro de un marco de prácticas e instituciones sociales concretas que hacen que esta
comunicación deje de ser libre y abierta. Esto solo será posible bajo condiciones
materiales que no sean alienantes ni de explotación. Es aquí cuando Habermas introduce
la dimensión crítica.

c) El interés emancipatorio: es la culminación de la síntesis que Habermas intenta realizar,


con la justificación epistemológica del conocimiento crítico. Este tipo de conocimiento,
para él, se funda en el interés emancipatorio que los seres humanos poseen, el que los
lleva a la búsqueda de la libertad para crecer y mejorar. Está orientado, por lo tanto, al
desenmascaramiento de las condiciones que constriñen, dominan y oprimen a los seres
humanos. La interacción entre los seres humanos en sociedad es fundamentalmente
comunicativa e interpretativa, el objetivo del pensamiento crítico es favorecer una acción
comunicativa libre de distorsiones. Esto se lograría exponiendo y descubriendo las
condiciones que distorsionan tal comunicación, como, por ejemplo, la dominación. 

La utopía de Habermas consiste en una sociedad “(…) donde los actores son capaces de
comunicarse sin distorsión, de lograr un sentido de los estados subjetivos de cada uno y
de reconciliar abiertamente sus diferencias a través de la argumentación libre de
resistencias externas y de coerción” (Habermas, 1971, p. 312). (Lista, 2000, pp. 62-69)
La ciencia, según Habermas, reduce los asuntos políticos a problemas técnicos. Al hacerlo,
sustrae estos asuntos del debate público y los coloca fuera del alcance de los actores sociales,
de manera que se legitima el poder del experto y de las organizaciones burocráticas. En otras
palabras, la ciencia, según Habermas, se ha transformado en una ciencia que legitima el poder
del tecnócrata. La conciencia tecnocrática como ideología propagada por el Estado no provee
solo de soluciones técnicas a problemas sociales, sino que es una manera particular de organizar
la vida social. La acción emancipadora debe ser, entonces, un medio para liberar al actor social
de estructuras de dominación burocráticas y tecnocráticas. El conocimiento de lo social no puede
concebirse desde tal perspectiva como empírico e instrumental, sino que debemos incorporar
esta otra instancia, la crítica.
Siguiendo con el ejemplo del Festival de Doma y Folklore de Jesús María, podemos concebir a
este evento como una representación de la sociedad y su funcionamiento. Su organización y
accionar se materializa a través del trabajo y la reproducción de modelos culturales y
tradicionales. Los sujetos interpretan esta reproducción de modo naturalizado y estructurado.
Este modelo es transmitido de generación en generación y avalado por el Estado y la sociedad a
través de su legitimación social. Ahora bien, la acción emancipadora permitiría que, en ese
contexto, surjan sujetos que comiencen a preguntarse el porqué de ese accionar y esas
costumbres, es decir, que aporten una mirada crítica sobre las estructuras de dominación que
mantienen las tradiciones. 

En resumen
En esta lectura, abordamos el pensamiento de Habermas, uno de los referentes de la escuela de
Franckfurt. El autor parte de la idea de que, para entender el conocimiento, debemos comenzar
por reconocer la existencia de diferentes intereses que son constitutivos de este, ya que ellos
determinan lo que constituyen objetos y tipos de conocimiento. Admite la existencia de tres
intereses cognitivos: el técnico, el práctico y el emancipatorio. A ellos les corresponden tres
formas o niveles de conocimiento: el empírico-analítico, que se acerca a la idea de ciencia del
modelo positivista o naturalista; el histórico-hermenéutico y el de las ciencias orientadas
críticamente. Cada interés se basa en una dimensión de la existencia humana: el trabajo
corresponde al interés técnico; la interpretación, al interés práctico; y el poder, al emancipatorio. 

Referencias
Lista, C. (2000). Los paradigmas del análisis sociológico. UNC. 

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