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TDAH y Trastorno de conducta

Cuando nos referimos a conducta estamos hablando de un conjunto de comportamientos


observables que producidos las personas, las acciones y las respuestas a través de las cuales
nos relacionamos e interactuamos con los demás y con nuestro entono.

Desde el punto de vista sistémico, es decir un sistema de interacción. Mías (2000) describe
la conducta como un fenómeno en el que intervienen 3 factores:

1) Factores biológicos: fisiología, anatomía y funcionalidad cerebral, genética.

2) Factores psicológicos: personalidad, experiencias vitales, actitudes, motivaciones,


expectativas, conflictos.

3) Factores ambientales: familia, escuela, entorno social, recursos.

No obstante, por su relevancia en el ámbito educativo y su carácter modulador de las


funciones cerebrales, del procesamiento de la información y de la experiencia, se destaca
un cuarto factor:

 Aprendizaje: habilidades y destrezas adquiridas, valores, normas y actitudes.

Al vivir en un entorno social y dentro de un marco de comportamiento social, reglado por


normas y límites, los comportamientos problemáticos se encuadran como actitudes y
hechos contrarios a las normas de convivencia social, alterando el orden y el clima y
dificultando cumplir las funciones propias de casa institución (escuela, trabajo, hogar,
centro, etc.)

Por tanto, las conductas problemáticas que caracterizan a los trastornos de conducta   se
sitúan fuera del sistema de normas social, y como resultado suelen desencadenar reacciones
sociales en el entorno del sujeto como: rechazo, aislamiento, condena púbica y social,
castigos, estrés ambiental, respuestas desmedidas, exclusión social, prejuicios y etiquetaje,
etc.

En ocasiones es difícil saber la frecuencia o la intensidad del trastorno de conducta,


especialmente en los adolescentes, debido a que muchas de las cualidades necesarias para
hacer el diagnóstico, tales como "actitud desafiante" y la "desobediencia de las reglas",
pueden ser difíciles de definir. Para realizar un diagnóstico preciso, el comportamiento
tiene que ser mucho más extremo que una simple rebeldía de adolescente o entusiasmo
juvenil.
Cualquier niño/a o adolescente puede mostrar comportamientos problemáticos en
determinados momentos, sin embargo, en algunos casos constituye una forma habitual de
reaccionar e interactuar con los demás.

Diferenciar entre conductas problemáticas y un trastorno de conducta, no es fácil y requiere


de la observación sistematizada de los comportamientos, la frecuencia, la intensidad y los
ámbitos donde aparecen, así como de sus consecuencias y el impacto de éstos en la vida del
niño/a adolescente, y su entono.

Todos los niños se comportan mal algunas veces, e incluso muestran conductas y
comportamientos problemáticos en mayor o menor grado, pero los trastornos de conducta
van más allá del mal comportamiento y la rebelión. En los casos de trastornos de la
conducta, el niño o el adolescente muestran comportamientos hostiles, agresivos o
desordenados durante más de 6 meses de forma continua y en todos los ambientes (escolar,
social, familiar, etc.)

Según la clasificación del DSM-IV, el TDAH estaría incluido dentro de los trastornos de
conducta  presentes en la infancia y la adolescencia.

Los síntomas nucleares y las propias características del TDAH en el niño/a como su
excesiva actividad motora y verbal y su dificultad para controlar e inhibir sus acciones o
conductas y expresar sus emociones de manera desmedida pueden llevarles a desarrollar
conductas problemáticas, o incluso cuadros problemáticos más severos o un trastorno de
conducta.

A menudo estos comportamientos disruptivos son como consecuencia de la frustración que


sufren por los mensajes negativos que reciben cada día de su familia, profesorado y
compañeros. Sus respuestas sociales ante los conflictos interpersonales son a menudo
pasivas o agresivas,  sus respuesta emocionales son desproporcionadas a los
acontecimientos, lo que provoca sentimientos de tristeza, baja autoestima,  desmotivación,
impotencia,  rabia, enfado, etc., y tienden a focalizan sus esfuerzos en los aspectos difíciles
del conflicto en lugar de en la búsqueda de posibles vías más asertivas y que sirvan para
canalizar esas emociones negativas.

Esta falta de recursos internos ante la presentación de situaciones conflictivas hace que
afloren estos problemas de conducta, pero también la posibilidad de aparecer problemas
afectivos o emocionales.

La intervención en estos casos donde se presenta asociado al TDAH un trastorno de


conducta moderado o grave debe ser más cautelosa. El objetivo debe ser incidir en las
consecuencias y efectos negativos  tanto a corto, medio y largo plazo de las estas
conductas-problema, el impacto sobre de éstas los demás y los diferentes entornos, y el
entrenamiento cognitivo basado en la autorregulación conductual, el control sobre las
propias acciones y el desarrollo de herramientas internas de interacción social y resolución
de conflictos.

Trabajar la autorregulación emocional es fundamental para conseguir desarrollar formas


óptimas de expresar los sentimientos negativos, convertirlos en sentimientos positivos y en
acciones útiles y entrenar para modificar estados de ansiedad, frustración y rabia en estados
de relajación y autocontrol.

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