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UNIVERSIDAD TECNICA PARTICULAR DE LOJA.

TITULACIÓN: PSICOLOGÌA

NIVEL: IV SEMESTRE

FORO: Analice los trastornos disruptivos, del control de impulsos y la conducta y


participe en el foro académico

MATERIA: PSICOPATOLOGÍA DEL NIÑO Y DEL ADOLESCENTE

ALUMNO: Mgt. P. GUIDO BASS

QUITO, 26 de junio del 2021


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ACDB2-20% Foro: Analice los trastornos disruptivos, del control de impulsos y la


conducta y participe en el foro académico.

0. Introducción.
Las conductas disruptivas son aquellas que dificultan la relación interpersonal, así
como los aprendizajes y distorsionan la relación individual, y la dinámica de grupo,
afectando tanto al individuo que la provoca como a los que reciben la consecuencia. Dichas
conductas se entienden como resultado de un proceso que tiene consecuencias negativas
socialmente hablando.
La conducta disruptiva puede manifestarse con una conducta contraria a las normas
implícitas (Álvarez, et al., 2016). Esta conducta problemática puede evolucionar, en
función de características personales y de la intervención del entorno, hacia un modelo de
desarrollo adaptativo o hacia un trastorno de conducta, lo que indica la importancia de una
intervención temprana. La combinación de los factores de riesgo, de los factores
protectores, el tipo de intervención y el momento en el que se produce, contribuyen a que se
pase de los problemas de conducta evolutivos a los trastornos de conducta generadores de
inadaptación.
En las últimas décadas, en nuestra sociedad han surgido nuevos valores, como la
necesidad de obtener una recompensa inmediata, poca tolerancia al malestar y el
individualismo (Álvarez et al., 2016). Estos valores han contribuido al incremento de niños
y adolescentes emocionalmente frágiles que pueden, con frecuencia, presentar síntomas de
irritabilidad, agresividad, dificultad para establecer vínculos afectivos e impulsividad, y
que, en algunos casos, viven dificultades económicas como consecuencia de la crisis
económica experimentada en años anteriores. Estos nuevos factores han producido un
elevado impacto en el comportamiento de niños y adolescentes, aumentando de forma muy
preocupante la prevalencia de los trastornos de conducta que, además de las consecuencias
que influyen en el menor, afectan también a su entorno familiar y académico (Corral,
2008).
A causa de la prevalencia y consecuencias negativas de los problemas disruptivos,
del control de impulsos y de los trastornos de conducta en los menores y en sus entornos,
esta problemática supone la mayor demanda de consulta en los centros de salud mental
infanto-juvenil y de atención en los centros educativos.
Cuando se manifiesta el trastorno de conducta, surgen comportamientos que no
respetan los derechos de los demás, que presentan conflictos significativos con las normas o
con las figuras de autoridad. Las causas subyacentes de estos problemas de autocontrol
pueden variar entre los trastornos y entre los individuos (APA, 2014).
El presente trabajo responde a un cuestionario de tres cuestiones planteadas por la
tutora. Hemos seguido el orden preestablecido.
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Una afección neuropática crónica, con obligado reposo médico, me ha impedido


satisfacer dentro del plazo este cometido. Agradezco la comprensión de nuestra dilecta
tutora.
1. ¿Cuáles son las características que comparten los trastornos negativista desafiante
(TND), trastorno explosivo intermitente (TEI) y trastorno de conducta (TC)?
1. Clasificación: La tripla hace referencia a los trastornos disruptivos del
control de los impulsos y de la conducta (TDCIC), clasificados en el
DSM-5 y, que incluyen afecciones que se manifiestan con problemas en el
autocontrol del comportamiento y las emociones (APA, 2014).

2. Génesis: Tienden a iniciarse en la infancia o en la adolescencia; es muy


raro que el TC y el TND se inicien en la edad adulta.

3. Tipicidad común: Los TDCIC se traducen en conductas que violan


derechos de los demás (por ejemplo: agresión, destrucción de la
propiedad), o llevan al individuo a conflictos importantes frente a las normas
de la sociedad o las figuras de autoridad (APA, 2014).

4. Tipología diferencial: Las causas subyacentes en los problemas del


autocontrol del comportamiento y las emociones pueden variar
sustancialmente dentro de los trastornos disruptivos como también entre los
individuos del mismo grupo diagnóstico.

Pese a que estos trastornos se manifiestan con problemas de la


regulación conductual y emocional, la fuente de variación entre ellos es
el énfasis relativo en los problemas referentes a los dos tipos de
autocontrol (emotivo- conducta) (Corral, 2008).
 Así, los criterios del TC., se centran principalmente en el control
deficiente de las conductas que violan los derechos de los otros o
que violan normas sociales fundamentales. Muchos de los síntomas
conductuales (v. gr., agresión) pueden ser el resultado del control
deficiente de emociones como la ira (APA, 2014).

 En cambio, los criterios del TEI se centran en gran medida en el


déficit del control de dichas emociones, en arrebatos de ira que son
desproporcionados a una provocación interpersonal, a otra
provocación o a otros factores estresantes psicosociales.

 En un nivel de gravedad entre estos dos trastornos se encuentra el


TND, en el cual los criterios están más uniformemente distribuidos
entre las emociones (ira y enfado) y las conductas (discusión y
desafío) (APA, 2014).
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5. Frecuencia: Es mayor entre las personas del sexo masculino.

6. Comorbilidad: A menudo los TDCIC se presentan de forma comórbida,


es decir, asociada, al trastorno por déficit de atención e hiperactividad
(TDAH) en sus formas impulsivas-hiperactivas, cuando existen factores
desencadenantes biológicos y/o ambientales (entorno) como consumo de
sustancias, entornos desestructurados, experiencias de bulliyng, problemas
socio-afectivos o antecedentes familiares. Estas situaciones pueden actuar de
catalizadores para la presencia de este tipo de patologías, especialmente en
la etapa de la adolescencia (APA, 2014; Burke et al., 2005).

7. Relación evolutiva entre el TND y el TC, así en la mayoría de los casos de


éste, se habrían cumplido previamente los criterios de aquel, en los casos en
los que el TC., es previo a la adolescencia, empero la mayoría de infantes
con TCD, no termina desarrollando un TC (APA, 2014).

8. Sintomatología en personas normales: Buena parte de síntomas propios de


los TDCIC, son comportamientos, que presentan personas con desarrollo
normal. Así es fundamental fijarse en la frecuencia, la persistencia, el grado
de generalización de las situaciones y el deterioro asociado a los
comportamientos indicativos del diagnóstico, amén de lo normativo para una
persona acorde a su edad, su género y su cultura, con el fin de determinar si
son o no sintomáticos de un trastorno (APA, 2014).

9. Consecuencias personales y sociales: Por lo general los TDCIC, conducen


a experiencias de fracaso en diferentes áreas, de las que culpan a los demás:
en el centro educativo (experimentan el rechazo de sus pares), en la familia
(pésimas relaciones aderezadas por el miedo), en el matrimonio (pueden
conducir a la ruptura) y en las demás relaciones interpersonales
(conflictivas), laborales. Los resultados académicos se ven comprometidos,
tendiendo a no superar con éxito los contenidos curriculares (Benabarre,
2018).

10. Los TDCIC, se unen en un espectro de exteriorización común asociado a las


dimensiones de personalidad etiquetadas como desinhibición y
(inversamente) restricción y, en menor medida, emocionalidad negativa.
Estas dimensiones de la personalidad compartidas explicarían el alto nivel
de comorbilidad entre estos trastornos, así como su frecuente comorbilidad
con el trastorno por consumo de sustancias y el trastorno de la personalidad
antisocial.
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11. Es conveniente el diagnóstico precoz para prevenir este tipo de patologías,


así como una intervención temprana eficaz y multimodal de los síntomas.
Las personas que presentan un inicio de estos trastornos en la infancia y
persisten en la adolescencia, presentan peores resultados en la vida adulta.
La edad de inicio temprana es un factor de riesgo y predictor de los
resultados conductuales posteriores (Moffitt, 2003).

12. La gravedad de los 3 trastornos puede variar de acuerdo a su intensidad


emotivo-conductual en: Leve, moderado y grave (APA, 2014).

2. ¿Si usted atendiese un paciente con cualquiera de los trastornos expuestos en esta
categoría (negativista desafiante, explosivo intermitente o trastorno de conducta), que
relevancia le daría a la información que aporten padres, maestros, vecinos o demás
personas que se relacionan con el niño?

Alta relevancia, mutatis mutando, con la debida ponderación que ha menester,


porque:

a) Cuando el TND es persistente durante el desarrollo, los sujetos que lo padecen


presentan conflictos frecuentes con padres, profesores, supervisores,
compañeros y parejas. Este tipo de problemas a menudo producen un deterioro
significativo de la adaptación emocional, social, académica y laboral del
individuo (APA, 2014, 465).

b) Tanto el TC, como el TND, están relacionados con problemas de conducta que
llevan al individuo a conflictos con personas adultas y otras figuras de autoridad
(p. ej., profesores, tutores) (APA, 2014, 465).

c) El patrón de comportamiento del TC, suele presentarse en una variedad de


entornos, como en casa, en la escuela o en la comunidad. Dado que los
individuos con trastorno de conducta son proclives a minimizar sus problemas
de conducta, los clínicos a menudo deben confiar en otros informantes. Sin
embargo, el conocimiento de los informantes sobre los problemas de conducta
del individuo puede ser limitado si han supervisado al individuo
insuficientemente o el individuo ha ocultado sus comportamientos sintomáticos.
(APA, 2014, 472)

d) Los factores de riesgo del TC a nivel familiar son el rechazo y la negligencia por
parte de los padres, la crianza incoherente, la disciplina severa, el abuso físico o
sexual, la falta de supervisión, el vivir en una institución a una edad temprana,
los cambios frecuentes de cuidadores, una familia muy numerosa, la
delincuencia de los padres y ciertos tipos de psicopatología familiar (p. ej.,
trastornos relacionados con el consumo de sustancias). Los factores de riesgo a
nivel de la comunidad son el rechazo de los compañeros, la asociación con un
grupo de compañeros delincuentes y un barrio expuesto a la violencia (APA,
2014, 72).
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e) En el TND, el tratamiento psicosocial es la intervención terapéutica de primera


elección. Los programas de intervención desde una perspectiva conductual
abarcan todos los contextos: familiar, escolar y del propio niño o adolescente. El
clínico debe considerar importante cualquier información obtenida de otros
informantes, v. gr. Padres, maestros, para realizar un plan de tratamiento
individualizado. Las intervenciones sugeridas a los padres deben basarse en las
de mayor evidencia científica (Benabarre, 2018).

f) Conductas disruptivas del TND., son frecuentes entre hermanos, y tienden a


iniciarse en la infancia o en la adolescencia. De hecho, es muy raro que el
trastorno de conducta y el TND se inicien en la edad adulta (APA, 2014, 463).

g) En niños y adolescentes, el trastorno negativista desafiante es más prevalente en


las familias en que el cuidado de los niños está alterado por una sucesión de
diferentes cuidadores y en las familias en que el trato severo, inconstante o
negligente es frecuente en la crianza de los niños (APA, 2014, 464).

h) Un factor de riesgo ambiental es el trato severo, inconstante o negligente en la


crianza de los niños, así es frecuente en las familias con niños y adolescentes
con TND y esas prácticas parentales juegan un papel importante en muchas
teorías causales del trastorno (APA, 2014, 464).

3. A veces los diagnósticos pueden resultar difíciles, especialmente en casos de


comorbilidad. ¿Qué recomendaría para llevar a cabo un correcto diagnostico
psicológico especialmente cuando hay trastornos de esta categoría que son muy
similares?

A menudo los trastornos disruptivos se presentan de forma comórbida, es decir,


asociada, sobre todo al trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) en sus
formas impulsivas-hiperactivas, cuando existen factores desencadenantes biológicos y/o
ambientales (entorno) como consumo de sustancias, entornos desestructurados,
experiencias de bulliyng, problemas socio-afectivos o antecedentes familiares. Estas
situaciones pueden actuar de catalizadores para la presencia de este tipo de patologías,
especialmente en la etapa de la adolescencia (Benabarre, 2018).

Es fundamental que se tengan en cuenta la frecuencia, la persistencia, el grado de


generalización de las situaciones y el deterioro asociado a los comportamientos indicativos
del diagnóstico, según lo que sea normativo para una persona según la edad, el género y la
cultura, para determinar si son o no sintomáticos del TDCIC (APA, 2014).

Para prevenir y/o discriminar este tipo de patologías asociadas es fundamental el


diagnostico precoz y una intervención temprana eficaz y multimodal de los síntomas.

a) Es importante establecer un diagnóstico diferencial:


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 TND: Los comportamientos del TND son menos graves que los del
Trastorno de Conducta. Además, en el TND hay más problemas
emocionales (enfado e irritabilidad) que no se incluyen en la definición del
TC. En niños y adolescentes, el TND es más prevalente en las familias en
que el cuidado de los niños está alterado por una sucesión de diferentes
cuidadores y en las familias en que el trato severo, inconstante o negligente
es frecuente en la crianza de los niños. El TND, se ha asociado con un
aumento del riesgo de intentos de suicidio y suele tener una comorbilidad
con TDAH y TC. El TND, a menudo precede también al trastorno de
conducta, quienes los padecen tienen un mayor riesgo de presentar
trastornos de ansiedad y trastorno depresivo mayor. (APA, 2014).

 TDAH en niños: Aunque los niños con TDAH a menudo manifiestan un


comportamiento impulsivo e hiperactivo que puede resultar disruptivo, este
comportamiento no vulnera las normas sociales o los derechos de otros.

 TEI: la agresividad de los individuos con este trastorno es impulsiva y no


premeditada. Es decir, no se realiza con la intención de satisfacer algún
objetivo tangible (por ejemplo, por poder, dinero o intimidación). No
debería diagnosticarse este trastorno en los niños y adolescentes de edades
comprendidas entre los 6-18 años cuando los arrebatos agresivos impulsivos
se producen en el contexto de un trastorno de adaptación. Tampoco debería
realizarse el diagnóstico TEI cuando los arrebatos de agresividad se
consideren debidos a los efectos fisiológicos de otra afección médica
diagnosticable (p. ej., lesión cerebral asociada a un cambio en la
personalidad caracterizada por arrebatos de agresividad, epilepsia parcial
compleja). (APA, 2014).

 La agresión en el TND, suele caracterizarse por berrinches y discusiones


verbales hacia las figuras de autoridad, mientras que los arrebatos agresivos
impulsivos del TEI se producen en respuesta a un abanico más amplio de
provocaciones e incluyen la agresión física (APA, 2014).

 Los trastornos con los que el Trastorno de Conducta suele ser más
comórbido, es decir, suele aparecer a la vez, son el TDAH en niños y el
TND, con estos dos trastornos es importante establecer una diferenciación, y
saber cuándo se trata de un TDAH o de un TND y cuándo de un TC, pero en
algunos casos puede ocurrir que aparezcan conjuntamente. Además, el TND
puede también concurrir con el Trastorno Específico del Aprendizaje,
Trastornos de Ansiedad, Depresión Infantil y Bipolares y Trastornos por
Consumo de Sustancias.

 Los individuos con TC, suelen iniciar un comportamiento agresivo y


reaccio-nan violentamente ante otras personas. Pueden tener un
comportamiento de acoso, amenaza o intimidación (incluido el acoso
mediante mensajes en las redes sociales); a menudo empiezan peleas;
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utilizan armas que pueden causar heridas graves a terceros (p. ej., un bastón,
un ladrillo, una botella rota, un cuchillo, un arma); ejercen la crueldad física
contra personas o animales; han robado enfrentándose a una víctima (p. ej.,
atraco, robo de monedero, extorsión, atraco a mano armada), o han violado
sexualmente a alguien. La violencia física puede tomar la forma de
violación, asalto o, rara vez, de homicidio (APA, 2014).

b) Los síntomas de los TDCIC, no son patognomónicos ni exclusivos, por lo que,


la evaluación debe orientarse a descartar otras patologías o situaciones que
pudieran llevar a confusión.  

c) En el diagnóstico deben considerarse factores ambientales (familiares, sociales),


psicológicos y médicos (neurológicos, endócrinos, toxicidad por drogas o
medicamentos, problemas psiquiátricos, de inteligencia o del aprendizaje); y, en
primer lugar, debe descartarse que la sintomatología esté dentro de lo normal
para la edad del paciente. Muchos niños, mientras más pequeños mayor
probabilidad de cumplir con uno o más criterios diagnósticos de los TDCIC sin
tener necesariamente tales trastornos (Álvarez et al., 2016).

d) La diferencia estará en la “cantidad” y “calidad” o intensidad de los


síntomas, en su penetrancia (interferencia en el funcionamiento personal y
social, presentación en más de un lugar o situación) y en la persistencia (a lo
largo del tiempo).

e) También en la entrevista inicial, entre otros aspectos, debe evaluarse el


ambiente familiar y social, si éste es adecuado para el correcto funcionamiento
del menor, si favorece una asistencia óptima a la escuela, y si existe o no
estructura u organización en las actividades del hogar (como horarios irregulares
de comida, estudio, ocio, sueño, ambientes ruidosos, hacinamiento, falta de
supervisión, condiciones de pobreza, maltrato, negligencia, etc) (Moffitt,
2003).  

Un niño en un ambiente disfuncional o con cualquier grado de abandono (físico,


afectivo, nutricional, etc.) puede desarrollar síntomas que se confunden con los TDAH,
pudiendo explicarse desde lo desadaptativo, ansioso, depresivo o conductual. En estos
casos, se observarán otros indicadores como ansiedad, dificultades en el dormir, conductas
evitativas, irritabilidad, expectación angustiosa, preocupaciones excesivas, quiebre en su
rendimiento académico, relación familiar y social, etc.
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Bibliografía.
Álvarez Hernández, M, Castro Pañeda, P, González-González de Mesa, C, Álvarez
Martino, E y Campo Mon, M.A. (2016). Conductas disruptivas desde la óptica docente:
validación de una escala. Anales de psicología, 3, 855-862.
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American Psychiatric Association (2014). Manual Diagnóstico y Estadístico de los


Trastornos Mentales (DSM-5), 5ª ed. Madrid: Médica Panamericana.
Benabarre, S. (2018). Trastornos del comportamiento infantil. Zaragoza: Universidad de
Zaragoza.
Burke, J. D., Loeber, R., Lahey, B. B. (2005). Developmental transitions among affective
and behavioral disorders in adolescent boys. Journal of Child Psychology and
Psychiatry,46, 1200-1210.
Corral Íñigo, A, Delgado Egido, B, García Nogales, M.A., Giménez-Dasí, M, Mariscal
Altares, S. (Ed.) (2008). Manual de Psicología del desarrollo, desde el nacimiento hasta la
primera infancia. Nueva York: Mc Graw Hill.
Moffitt, T. E. (2003). Life-course-persistent and adolescence-limited antisocial behavior: A
10-year research review and a research agenda (pág. 49-75). In T. M. B. Lahey & A. Caspi
(Eds.), Cause of Conduct Disorder and Juvenile Delinquency. London: Guilford Press.

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