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República Bolivariana de Venezuela

Ministerio del Poder Popular para la Educación


Universidad Bolivariana de Venezuela

Max Weber
Karl Marx
Michell Foucault
Jean Baudrillard

Prof:

René González
Área: Sociedad del Conocimiento

Integrantes:

30369066 José García

28489249 Oswaldo García

27576133 Yittan Valera

Max Weber
(Erfurt, Prusia, 1864 - Múnich, Baviera, 1920) Sociólogo alemán que
opuso al determinismo económico marxista una visión más compleja
de la historia y la evolución social. Para Weber, las estructuras
económicas y la lucha de clases tienen menos importancia que otros
factores de naturaleza cultural, como la mentalidad religiosa o
filosófica o incluso la ética imperante; así, en La ética protestante y el
espíritu del capitalismo (1905), obra clásica de la por entonces
naciente sociología, vio en la espiritualidad protestante el caldo de
cultivo que favorecería el desarrollo del capitalismo en el norte de
Europa.

Max Weber
Max Weber era hijo de un destacado jurista y político del Partido
Liberal Nacional en la época de Bismarck. Estudió en las
universidades de Heidelberg, Berlín y Gotinga, interesándose
especialmente por el derecho, la historia y la economía. Las primeras
investigaciones de Max Weber versaron sobre temas económicos,
algunas de ellas realizadas por cuenta de los intelectuales reformistas
conocidos como «socialistas de cátedra». Desde 1893 fue catedrático
en varias universidades alemanas, fundamentalmente en Heidelberg,
excepto entre 1898 y 1906; aquejado de fuertes depresiones, durante
ese periodo dejó la enseñanza para dedicarse a viajar y a investigar.
En 1909 fundó la Asociación Sociológica Alemana.

Max Weber fue un gran renovador de las ciencias sociales en varios


aspectos, incluyendo la metodología: a diferencia de los precursores
de la sociología, comprendió que el método de estas disciplinas no
podía ser una mera imitación de los empleados por las ciencias físicas
y naturales, dado que en los asuntos sociales intervienen individuos
con conciencia, voluntad e intenciones que es preciso comprender.

Weber propuso el método de los tipos ideales, categorías subjetivas


que describen la intencionalidad de los agentes sociales mediante
casos extremos, puros y exentos de ambigüedad, aunque tales casos
no se hayan dado nunca en la realidad; de este modo estableció los
fundamentos del método de trabajo de la sociología moderna (y de
todas las ciencias sociales), a base de construir modelos teóricos que
centraban el análisis y la discusión sobre conceptos rigurosos.
El primer fruto de la aplicación de este método fue La ética protestante
y el espíritu del capitalismo (1905). Trabajando sobre los tipos ideales
del «burgués», la «ética protestante» y el «capitalismo industrial»,
Weber estudió la moral que proponían algunas sectas calvinistas de
los siglos XVI y XVII para mostrar que la reforma protestante habría
creado, en algunos países occidentales, una cultura social más
favorable al desarrollo económico capitalista que la predominante en
los países católicos.
Para Weber, la exaltación del individuo y la doctrina de Calvino sobre
la predestinación, según la cual la salvación o condenación de cada
hombre ha sido decidida de antemano por Dios, había impulsado a los
creyentes a buscar signos de la elección divina no sólo en una
moralidad intachable, sino también en el trabajo y en el éxito. De modo
inverso, del estudio de las religiones orientales (a las que dedicaría
algunos de sus últimos trabajos, como La ética económica de las
religiones del mundo, 1915-1919) se desprendía que, a pesar de
contar con los elementos y factores económicos necesarios y
favorables, el capitalismo no había podido desarrollarse en las
civilizaciones orientales por no tener cabida en la mentalidad religiosa
y filosófica imperante.
En términos generales, puede decirse que Weber se esforzó por
comprender las interrelaciones de todos los factores que confluyen en
la construcción de una estructura social; y en particular, reivindicó la
importancia de los elementos culturales y las mentalidades colectivas
en la evolución histórica, rechazando la exclusiva determinación
económica defendida por Marx y Engels. Frente a la prioridad de la
lucha de clases como motor de la historia en el pensamiento marxista,
Weber prestó más atención a la racionalización como clave del
desarrollo de la civilización occidental: un proceso guiado por la
racionalidad instrumental plasmada en la burocracia. Todos estos
temas aparecen en su obra póstuma Economía y sociedad (1922).
Políticamente, Weber fue un liberal democrático y reformista, que
contribuyó a fundar el Partido Demócrata Alemán. Criticó los objetivos
expansionistas de su país durante la Primera Guerra Mundial (1914-
1918), y, después de la derrota, adquirió influencia política como
miembro del comité de expertos que acudió en representación del
gobierno alemán a la Conferencia de Paz de París (1918) y como
colaborador de Hugo Preuss en la redacción de la Constitución
republicana de Weimar (1919). De entre sus escritos políticos cabe
destacar Parlamento y gobierno en una Alemania reorganizada (1918),
una valerosa defensa del parlamentarismo escrita en los difíciles
tiempos de la Alemania en guerra.

Sociología de la religión
La obra de Weber sobre sociología de la religión se abre con el
ensayo La ética protestante y el espíritu del capitalismo y continúa
con La religión en China: confucionismo y taoísmo, La religión de
India: la sociología del hinduismo y budismo y Judaísmo antiguo. Su
trabajo sobre otras religiones fue interrumpido por su muerte en 1920,
quedando pendiente la continuación de los estudios sobre judaísmo
antiguo con el estudio de los salmos, el libro de Jacob,
el Talmud, cristianismo temprano e islam.
Sus tres ideas principales sobre la religión eran: el efecto de las ideas
religiosas en las actividades económicas, la relación
entre estratificación social e ideas religiosas, y las características
singulares de la civilización occidental.
Su objetivo era encontrar razones que justificaran la diferencia entre el
proceso de desarrollo de las culturas Occidental y Oriental. En el
análisis de sus descubrimientos, mantuvo que las ideas
religiosas puritanas (y más ampliamente, cristianas) habían tenido un
impacto importante en el desarrollo del sistema económico
de Europa y los Estados Unidos, pero destacó que esas no eran las
únicas causas del desarrollo. Entre otras causas que mencionó Weber
encontramos el racionalismo en la búsqueda científica, mezclar
observación con matemática, estudio sistemático y jurisprudencia,
sistematización racional de la administración gubernamental, y
empresa económica. Al final, el estudio de la sociología de la religión,
de acuerdo con Weber, apenas exploraba una fase de la
emancipación de la magia, ese «desencantamiento del mundo» que él
atribuía como un aspecto distintivo importante de la cultura occidental.

Portada de la edición de 1934 de La ética protestante y el espíritu


del capitalismo
La ética protestante y el espíritu del capitalismo
Artículo principal: La ética protestante y el espíritu del capitalismo
El ensayo de Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo,
es su obra más conocida. Se dice que este trabajo no debería ser visto
como un estudio detallado del protestantismo, sino como una
introducción a obras posteriores de Weber, en especial a sus estudios
de la interacción entre varias ideologías religiosas y comportamientos
económicos, principalmente del capitalismo y su espíritu.
En La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo, Max Weber
presenta la tesis de que la ética protestante y sus
ideas puritanas influyeron en el desarrollo del capitalismo. En general,
la devoción religiosa está usualmente acompañada por el rechazo a
los asuntos mundanos, incluyendo el rechazo a la búsqueda de una
mejor posición económica. ¿Por qué no es este el caso del
protestantismo? Weber intenta hacer comprensible esta paradoja entre
la ética protestante y su actitud como preparación para el desarrollo
del espíritu capitalista.
Define al «espíritu del capitalismo» como las ideas y hábitos que
favorecen la búsqueda racional de ganancias económicas. Weber
señala que tal espíritu no existe en la cultura occidental, cuando lo
consideramos como una actitud presente en individuos. Ya que
también hay que tomar en cuenta que estos individuos —empresarios
heroicos, como él los llama—no podrían, por sí solos, establecer un
nuevo orden económico (capitalismo). Para ello deben ser aceptadas
socialmente ciertas tendencias. Entre las tendencias propiciadoras
estaban: a) la ambición de ganancias con un mínimo esfuerzo, b) la
estimación de que el trabajo es una maldición divina y una carga que
debe ser combatida. Se sabrá del éxito del exorcismo del trabajo como
maldición cuando se produzcan ganancias que excedan lo que es
necesario para una vida modesta. Escribió Weber: «Para que una
forma de vida bien adaptada a las peculiaridades del capitalismo,
pueda superar a otras, debe originarse en algún lugar, y no solo en
individuos aislados, sino como una forma de vida común a grupos
enteros de personas».
Después de describir los rasgos del espíritu del capitalismo, Weber
argumenta que hay muchas razones para buscar sus orígenes en las
ideas religiosas de la Reforma. Muchos otros observadores, tales
como William Petty, Montesquieu, Henry Thomas Buckle y John Keats,
también han comentado la afinidad entre el protestantismo y el
desarrollo del espíritu comercial capitalista. De hecho, «si bien la obra
de Weber ha resultado ser la más divulgada a este respecto, fue
precisamente un católico bávaro, Johann Adam von Ickstatt, el que por
primera vez pondría sobre la mesa, por cierto en clave crítica y con la
intención de encontrarle algún remedio, la cuestión relativa a la
manifiesta diferencia en el desarrollo económico alcanzado por las
regiones protestantes frente a las católicas». 10
Weber mostró que algunos tipos de protestantismo favorecían la
búsqueda racional del beneficio económico. No era el objetivo de esas
ideas religiosas, sino más bien un producto de su espíritu, de la lógica
inherente de dichas doctrinas. Espíritu que, respecto de sus resultados
derivados directa o indirectamente, promovía la planificación y la
búsqueda de beneficios económicos. La expresión «ética del trabajo»,
utilizada en comentarios actuales se deriva de las ideas sobre la «ética
protestante» discutida por Weber.
Weber indicó que la razón del abandono de su investigación sobre el
protestantismo fue que su colega Ernst Troeltsch,
un teólogo profesional, había comenzado a trabajar en el libro Las
enseñanzas sociales de las iglesias y sectas cristianas. Otra causa de
la decisión de Weber fue que ese ensayo proporcionaba la perspectiva
para una amplia comparación entre religión y sociedad.
Max Weber fue sin duda uno de los estudiosos que más se ha
acercado a comprender el espíritu del capitalismo desde sus raíces
éticas en la religión. De hecho, se ha logrado establecer que incluso la
Mitología Germánica antigua ha favorecido la formación de la ética --
de las actitudes básicas del obrar humano-- del capitalismo.
La religión de China: confucionismo y taoísmo
La religión de China: confucionismo y taoísmo fue el segundo trabajo
más importante de Weber sobre la sociología de la religión. Weber se
centró en aquellos aspectos de la sociedad china que más distaban de
los de la Europa Occidental, especialmente en contraste con el
Puritanismo. Y trató de mostrar por qué el capitalismo no había
triunfado en China.
Weber destacaba que el confucionismo toleraba un gran número de
cultos populares sin tratar de sistematizarlos en una doctrina religiosa.
En lugar de hacer esfuerzos transformadores del mundo para conocer
la voluntad divina respecto la salvación, enseñaba un ajuste al mundo.
El hombre «superior» debía mantenerse al margen de la búsqueda de
riquezas. Como consecuencia, ser un funcionario era preferido a ser
un hombre de negocios, garantizando un estatus mayor.
La civilización china no tenía ninguna profecía religiosa ni una clase
sacerdotal poderosa. El emperador ejercía como sumo sacerdote de la
religión de estado y como máximo mandatario.
De acuerdo con el confucionismo, la adoración de grandes deidades
es asunto del Estado, mientras que los cultos ancestrales es
requerimiento de todos. Toleraba magia y misticismo, al ser
herramientas útiles para el control de las masas; sin embargo, los
consideraba herejías cuando atacaban el orden establecido (en
contraposición al budismo). Nótese que en este contexto, el
confucianismo puede ser considerado como culto de estado y
el taoísmo como la religión popular.
Weber aseguraba por contraste: diversos factores favorecieron el
desarrollo de la economía capitalista (largos períodos de paz, mejoras
en el control de ríos, crecimiento poblacional, libertad para la
adquisición de tierras y para la emigración, libre elección laboral). Pero
estos factores positivos no generan sus resultados, no tendrán éxito, a
menos que promuevan ideales religiosos ya aceptados:

 Los avances técnicos se oponían a la base de la religión, en el


sentido que se consideraba que la alteración de los espíritus
ancestrales traía mala suerte. Se prefería la adaptación al mundo
que su cambio.

 Las ventas de tierra eran a menudo prohibidas o dificultadas.

 Los grupos familiares protegían a sus miembros de adversidades


económicas, desalentando los pagos de deudas, disciplina laboral,
y racionalización de los procesos de trabajo.

 Estos grupos familiares impedían el desarrollo de una clase urbana,


entorpeciendo del mismo modo las instituciones legales, la
codificación de leyes, y la creación de una clase judicial.
Según Weber, el confucionismo y el puritanismo representan dos tipos
de racionalización exhaustivos pero mutuamente excluyentes, que
tratan de ordenar la existencia humana de acuerdo a éticas religiosas
con acentos que favorecen o entorpecen la aceptación de la actitud
básica del capitalismo. Ambos favorecían la sobriedad y el autocontrol,
siendo compatibles con la acumulación de riquezas. Sin embargo, el
objetivo del confucianismo era lograr y preservar una posición de
estatus, empleándolo como medio: adaptación al mundo, educación,
auto-perfección, buenas maneras y piedad familiar. El puritanismo
utilizaba otros medios para conocer —por medio del éxito en las
actividades— cuál es la voluntad de Dios sobre la predestinación. Se
sabe la voluntad de un Dios silencioso —que no informa a los hombres
sobre si serán salvados o condenados— por los resultados en el
mundo: cuando se obtiene riqueza como producto del trabajo es
porque Dios así lo quiere. El éxito de los trabajos humanos es indicio
de la bendición divina: se estará del lado de los salvados. Si el trabajo
genera pobreza o los resultados son malos es porque Dios no lo
desea: y se estará del lado de los condenados. Es un castigo o una
muestra de que la voluntad de Dios va en otra dirección. Esta creencia
y entusiasmo en los resultados de la acción humana para conocer la
voluntad de Dios eran ajenas a los valores éticos del confucianismo.
Así, Weber afirma que fue la diferencia en la mentalidad religiosa lo
que contribuyó al desarrollo del capitalismo en Occidente y su
ausencia en China.
La religión en la India: la sociología del hinduismo y el budismo
La religión en la India: la sociología del hinduismo y el budismo fue la
tercera obra más importante de Weber sobre la sociología de la
religión. En este trabajo, se trata la estructura de la sociedad india, las
doctrinas ortodoxas del hinduismo y las heterodoxas del budismo, las
modificaciones por influencia de la religiosidad popular, y finalmente el
impacto de las creencias religiosas en la ética secular de la sociedad
india.
El sistema social indio se articula a partir del concepto de casta. Este
enlaza directamente con las creencias religiosas y la segregación de la
sociedad en grupos. Weber describe el sistema de castas, consistente
en los brahmins (sacerdotes), los kshatriyas (guerreros),
los vaisyas (mercaderes) y los Shudras (obreros). A continuación,
describe cómo se esparció el sistema de castas en la India a través de
conquistas, de la marginación de ciertas tribus y de la subdivisión de
las propias castas.
Weber se centra especialmente en los Brahmins, analizando por qué
han ocupado durante siglos el lugar más destacado en la sociedad. De
acuerdo al concepto de dharma, concluye que el pluralismo ético indio
es muy diferente de la ética universal del confucianismo y cristianismo.
El sistema de castas impide del desarrollo de grupos urbanos con
distintos estatus.
Por otra parte, Weber analiza las creencias religiosas hindúes,
incluyendo el ascetismo y la visión del mundo hindú, las doctrinas
bramánicas ortodoxas, el apogeo y declive del budismo en la India, la
restauración hindú, y la evolución de los gurús. Weber se pregunta si
la religión tuvo alguna influencia en la rutina mundana, y en su caso,
cuál fue su impacto en las conductas económicas. Subraya la idea de
un orden mundial inmutable consistente en ciclos eternos de
reencarnación y el desprecio de lo mundano, encontrando que el
sistema tradicional de castas, apoyado por la religión, ralentizaba el
desarrollo económico y el capitalismo.
Weber concluye su estudio de la sociedad y religión en la India
combinando sus hallazgos con su trabajo previo sobre China. Destaca
que las creencias tienden a interpretar el sentido de la vida como una
experiencia mística, que los intelectuales suelen ser apolíticos, y que
el mundo social estaba fundamentalmente dividido entre los educados,
cuyas vidas se orientaban hacia la conducta ejemplar de un profeta o
sabio, y las masas no educadas, cautivas de su rutina y creencias
mágicas. No hubo ninguna profecía mesiánica que pudiera haber
dotado de «un plan y sentido a la vida cotidiana comunes a educados
y no educados». Argumenta que fueron precisamente estas profecías
mesiánicas en Oriente Próximo los que evitaron que los países
occidentales siguieran los caminos de desarrollo chinos e indios. Su
siguiente trabajo, Judaísmo antiguo, fue un intento de probar esta
teoría.

Judaísmo antiguo
En Judaísmo antiguo, su cuarto trabajo más importante sobre la
sociología de la religión, Weber explica la combinación de
circunstancias que fue responsable de las primeras diferencias entre la
religiosidad oriental y occidental. Esto se hizo especialmente patente
cuando surgió en el cristianismo occidental
el ascetismo intramundano, en contraste con la contemplación
mística india. Weber asegura que algunos aspectos del cristianismo
originados en el judaísmo antiguo tienen como fin conquistar y cambiar
el mundo, más que renunciar a sus imperfecciones.
Según Weber, para los judíos, el mundo es un producto histórico
diseñado para dar lugar al orden verdadero de Dios. Si bien el
judaísmo legó al Cristianismo su hostilidad hacia la magia, Weber
define el comportamiento económico judío como «capitalismo paria» e
irracional (en referencia al capitalismo «racional» cristiano).
Weber analiza la historia de los judíos, así como su particular relación
con Yahvé, la influencia de cultos foráneos, los tipos de éxtasis
religioso, y la lucha de los sacerdotes contra el éxtasis y la adoración
de ídolos. Además, estudia los aspectos sociales de la profecía
bíblica, la orientación social de los profetas y su ética y teodicidad.
Sociología de las políticas y gobierno
Dentro de la sociología de las políticas y gobierno, el ensayo más
significativo de Weber es probablemente La política como
vocación (1919). En él, Weber revela la definición de Estado que se ha
convertido tan importante en el pensamiento social occidental: el
Estado es la entidad que reclama el monopolio sobre el legítimo uso
de la fuerza física. La política se debe entender como cualquier
actividad a la que puede dedicarse el Estado para influir sobre la
distribución relativa de fuerza. La política, por tanto, se deriva del
poder. Un político no debe ser un hombre de la «ética cristiana
verdadera», es decir, la de ofrecer la otra mejilla. Alguien partidario de
tal ética debería ser considerado como un santo, ya que son
únicamente los santos, según Weber, los que la siguen
apropiadamente. El reino político no es un reino de santos. Un político
ha de abrazar la ética del fin último y la de la responsabilidad, y debe
sentir pasión por su advocación y ser capaz de distanciarse él mismo
de la materia de sus esfuerzos (los gobernados).
Weber distinguía tres tipos puros de liderazgo político, dominación y
autoridad: dominación carismática (familiar y religiosa), dominación
tradicional (patriarcas, patrimonialismo, feudalismo), y dominación
legal (ley y Estado moderno, burocracia). Según su punto de vista,
cada relación histórica entre gobernantes y gobernados contiene
elementos que pueden ser analizados con base en esta distinción
tripartita. Además, afirma que la inestabilidad de la autoridad
carismática inevitablemente lleva a la fuerza a «rutinizarse» en una
forma más estructurada de autoridad. Del mismo modo, asegura que
en un tipo puro de regla tradicional, una resistencia al maestro
suficiente puede llevar a una revolución tradicional. Por ello, alude a
un movimiento inevitable hacia una estructura racional-legal de la
autoridad, utilizando una estructura burocrática. Así, esta teoría puede
ser vista en ocasiones como una parte de la teoría social
evolucionista. Ésta enlaza con su concepto más amplio de
racionalización sugiriendo la inevitabilidad de un movimiento en esta
dirección.
Weber es también conocido por su estudio de la burocratización de la
sociedad, los modos racionales en los que las organizaciones sociales
aplican las características de un tipo ideal de burocracia. Muchos
aspectos de la administración pública moderna vuelven a él, y un
servicio civil clásico y organizado jerárquicamente del tipo continental
es denominado servicio civil weberiano, aunque esto es sólo un tipo
ideal de administración pública y gobierno descrito en su obra
magna Economía y sociedad, y uno que no le gustaba especialmente,
ya que lo consideraba únicamente eficiente y exitoso. En su trabajo,
Weber hace una descripción, que se ha vuelto famosa, de la
racionalización (de la que la burocratización es una parte) como un
cambio desde una organización y acción orientada a valores
(autoridad tradicional y autoridad carismática) a una organización y
acción orientada a objetivos (autoridad racional-legal). El resultado, de
acuerdo a Weber, es una «noche polar de oscuridad helada», en la
que la racionalización creciente de la vida humana atrapa a los
individuos en una jaula de hierro de control racional, basado en reglas.
Los estudios sobre la burocracia de Weber le condujeron también a su
análisis —correcto, pues resultaría así— de que el socialismo en
Rusia llevaría, debido a la abolición del libre mercado y sus
mecanismos, a una sobreburocratización (evidente, por ejemplo, en la
economía de la escasez) más que a un alejamiento fulminante del
Estado (como Karl Marx había predicho que sucedería en
una sociedad comunista).
Karl Marx
(Tréveris, Prusia occidental, 1818 - Londres, 1883) Pensador socialista
y activista revolucionario de origen alemán. Raramente la obra de un
filósofo ha tenido tan vastas y tangibles consecuencias históricas
como la de Karl Marx: desde la Revolución rusa de 1917, y hasta la
caída del muro de Berlín en 1989, la mitad de la humanidad vivió bajo
regímenes políticos que se declararon herederos de su pensamiento.

Karl Marx
Contra lo que pudiera parecer, el fracaso y derrumbamiento del bloque
comunista no habla en contra de Marx, sino contra ciertas
interpretaciones de su obra y contra la praxis revolucionaria de líderes
que el filósofo no llegó a conocer, y de los que en cierto modo se
desligó proféticamente al afirmar que él no era marxista. Ciertamente
fallaron sus predicciones acerca del inevitable colapso del sistema
capitalista, pero, frente a los socialistas utópicos, apenas se interesó
en cómo había de organizarse la sociedad. En lugar de ello, Marx se
propuso desarrollar un socialismo científico que partía de un detallado
estudio del capitalismo desde una perspectiva económica y revelaba
las perversiones e injusticias intrínsecas del sistema capitalista.
En tal análisis, fecundo por los desarrollos posteriores y vigentes en
muchos aspectos, reside el verdadero valor de su legado. En cualquier
caso, es innegable la altura de sus ideales; nunca ambicionó nada
excepto "trabajar para la humanidad", según sus propias palabras. Y,
refiriéndose a su libro El capital, dijo: "Dudo que nadie haya escrito
tanto sobre el dinero teniendo tan poco".
Biografía
Karl Marx procedía de una familia judía de clase media; su padre era
un abogado convertido recientemente al luteranismo. Estudió en las
universidades de Bonn, Berlín y Jena, doctorándose en filosofía por
esta última en 1841. Desde esa época el pensamiento de Marx
quedaría asentado sobre la dialéctica de Hegel, si bien sustituyó el
idealismo hegeliano por una concepción materialista, según la cual las
fuerzas económicas constituyen la infraestructura subyacente que
determina, en última instancia, fenómenos «superestructurales» como
el orden social, político y cultural.
En 1843 se casó con Jenny von Westphalen, cuyo padre inició a Marx
en el interés por las doctrinas racionalistas de la Revolución francesa y
por los primeros pensadores socialistas. Convertido en un demócrata
radical, Marx trabajó algún tiempo como profesor y periodista; pero sus
ideas políticas le obligaron a dejar Alemania e instalarse en París
(1843).
Por entonces estableció una duradera amistad con Friedrich Engels,
que se plasmaría en la estrecha colaboración intelectual y política de
ambos. Fue expulsado de Francia en 1845 y se refugió en Bruselas;
por fin, tras una breve estancia en Colonia para apoyar las tendencias
radicales presentes en la Revolución alemana de 1848, pasó a llevar
una vida más estable en Londres, en donde desarrolló desde 1849 la
mayor parte de su obra escrita. Su dedicación a la causa del
socialismo le hizo sufrir grandes dificultades materiales, superadas
gracias a la ayuda económica de Engels.
Engels y Marx
Marx partió de la crítica a los socialistas anteriores, a los que calificó
de «utópicos», si bien tomó de ellos muchos elementos de su
pensamiento (particularmente, de autores como Saint-Simon, Robert
Owen o Charles Fourier). Tales pensadores se habían limitado a
imaginar cómo podría ser la sociedad perfecta del futuro y a esperar
que su implantación resultara del convencimiento general y del
ejemplo de unas pocas comunidades modélicas.
Por el contrario, Marx y Engels pretendían hacer un «socialismo
científico», basado en la crítica sistemática del orden establecido y el
descubrimiento de las leyes objetivas que conducirían a su
superación; la fuerza de la revolución (y no el convencimiento pacífico
ni las reformas graduales) sería la forma de acabar con la civilización
burguesa. En 1848, a petición de una liga revolucionaria clandestina
formada por emigrantes alemanes, Marx y Engels plasmaron tales
ideas en el Manifiesto Comunista, un panfleto de retórica incendiaria
situado en el contexto de las revoluciones europeas de 1848.

El capital

Posteriormente, durante su estancia en Inglaterra, Marx profundizó en


el estudio de la economía política clásica y, apoyándose
fundamentalmente en el modelo de David Ricardo, construyó su propia
doctrina económica, que plasmó en El capital; de esa obra
monumental sólo llegó a publicar el primer volumen (1867), mientras
que los dos restantes los editaría después de su muerte su amigo
Engels, poniendo en orden los manuscritos preparados por Marx.
Partiendo de la doctrina clásica, según la cual sólo el trabajo humano
produce valor, Marx señaló la explotación del trabajador, patente en la
extracción de la plusvalía, es decir, la parte del trabajo no pagada al
obrero y apropiada por el capitalista, de donde surge la acumulación
del capital. Denunciaba con ello la esencia injusta, ilegítima y violenta
del sistema económico capitalista, en el que veía la base de la
dominación de clase que ejercía la burguesía.
Sin embargo, su análisis aseguraba que el capitalismo tenía un
carácter histórico, como cualquier otro sistema, y no respondía a un
orden natural inmutable como habían pretendido los clásicos: igual
que había surgido de un proceso histórico por el que sustituyó al
feudalismo, el capitalismo estaba abocado a hundirse por sus propias
contradicciones internas, dejando paso al socialismo. La tendencia
inevitable al descenso de las tasas de ganancia se iría reflejando en
crisis periódicas de intensidad creciente hasta llegar al virtual
derrumbamiento de la sociedad burguesa; para entonces, la lógica del
sistema habría polarizado a la sociedad en dos clases contrapuestas
por intereses irreconciliables, de tal modo que las masas
proletarizadas, conscientes de su explotación, acabarían
protagonizando la revolución que daría paso al socialismo.
En otras obras suyas, Marx completó esta base económica de su
razonamiento con otras reflexiones de carácter histórico y político:
precisó la lógica de lucha de clases que, en su opinión, subyace en
toda la historia de la humanidad y que hace que ésta avance a saltos
dialécticos, resultado del choque revolucionario entre explotadores y
explotados, como trasunto de la contradicción inevitable entre el
desarrollo de las fuerzas productivas y el encorsetamiento al que las
someten las relaciones sociales de producción.
También indicó Marx el objetivo último de la revolución socialista que
esperaba: la emancipación definitiva y global del hombre (al abolir la
propiedad privada de los medios de producción, que era la causa de la
alienación de los trabajadores), completando así la emancipación
meramente jurídica y política realizada por la revolución burguesa (que
identificaba con el modelo francés). Sobre esa base, Marx apuntaba
hacia un futuro socialista entendido como realización plena de las
ideas de libertad, igualdad y fraternidad, como fruto de una auténtica
democracia; la «dictadura del proletariado» tendría un carácter
meramente instrumental y transitorio, pues el objetivo no era el
reforzamiento del poder estatal con la nacionalización de los medios
de producción, sino el paso (tan pronto como fuera posible) a la fase
comunista en la que, desaparecidas las contradicciones de clase, ya
no sería necesario el poder coercitivo del Estado.
La Primera Internacional
Marx fue, además, un incansable activista de la revolución obrera.
Tras su militancia en la diminuta Liga de los Comunistas (disuelta en
1852), se movió en los ambientes de los conspiradores revolucionarios
exiliados hasta que, en 1864, la creación de la Asociación
Internacional de Trabajadores (AIT) le dio la oportunidad de impregnar
al movimiento obrero mundial de sus ideas socialistas.
En el seno de aquella Primera Internacional, gran parte de sus
energías las absorbió la lucha contra el moderado sindicalismo de los
obreros británicos y contra las tendencias anarquistas continentales
representadas por Pierre Joseph Proudhon y Mijaíl Bakunin. Marx
triunfó e impuso su doctrina como línea oficial de la Internacional, si
bien ésta acabaría por hundirse como efecto combinado de las
divisiones internas y de la represión desatada por los gobiernos
europeos a raíz de la revolución de la Comuna de París (1870).
Retirado desde entonces de la actividad política, Marx siguió
ejerciendo su influencia a través de sus discípulos alemanes,
como August Bebel o Wilhelm Liebknecht; desde su creación en 1875,
ambos fueron figuras de peso en el Partido Socialdemócrata Alemán,
grupo dominante de la Segunda Internacional que, bajo inspiración
decididamente marxista, se fundó en 1889. Muerto ya Marx, Engels
asumió el liderazgo moral de aquel movimiento; la influencia ideológica
del marxismo seguiría siendo determinante durante un siglo.
Sin embargo, el empeño vital de Marx había sido el de criticar el orden
burgués y preparar su destrucción revolucionaria, evitando caer en las
ensoñaciones idealistas de las que acusaba a los visionarios utópicos;
por ello no dijo apenas nada sobre el modo en que debían organizarse
el Estado y la economía socialistas una vez conquistado el poder,
dando lugar a interpretaciones muy diversas entre sus adeptos. Dichos
seguidores se escindieron entre una rama socialdemócrata cada vez
más orientada a la lucha parlamentaria y a la defensa de mejoras
graduales salvaguardando las libertades políticas individuales (Karl
Kautsky, Eduard Bernstein, Friedrich Ebert) y una rama comunista que
dio lugar a la Revolución bolchevique en Rusia y al establecimiento de
Estados socialistas con economía planificada y dictadura de partido
único (Lenin y Stalin en la URSS y Mao Tse-tung en China).

Materialismo Histórico

El materialismo histórico, también conocido como la interpretación


económica de la historia, es una teoría de la filosofía. Tiene sus raíces
en los escritos de Karl Marx y Friedrich Engels, dos pensadores del
siglo XIX. En ella se afirma que las sociedades humanas se
desarrollan a través de la lucha de clases. En otras palabras, sostiene
que todos los acontecimientos y cambios importantes de nuestro
mundo están causados por los cambios en la tecnología y la forma en
que nos organizamos en torno a esas tecnologías.

El materialismo histórico es un marco teórico que trata de explicar las


grandes pautas de desarrollo y cambio social a lo largo del tiempo. Se
basa en la idea de que las condiciones materiales de la sociedad son
el principal factor que determina el cambio social.
El materialismo histórico es una teoría de la historia que trata de
explicar la historia en su conjunto, y no solo los acontecimientos o
períodos individuales.

Este término fue utilizado por primera vez por Karl Marx en su prefacio
de la contribución a la crítica de la economía política, en su obra “La
ideología alemana” de 1859. Allí, escribió: «mi concepción tiene como
base un desarrollo que se produce en el ámbito económico».

Características del materialismo histórico


El materialismo histórico es un método de análisis y también una
teoría de la historia. Hay varias características que hacen que el
materialismo histórico sea único en comparación con otras filosofías o
teorías:

Es una teoría empírica: se basa en gran medida en la evidencia de


los acontecimientos históricos, así como en los hechos de la vida
actual. No se basa en la intuición o la lógica, como hace el idealismo.

Es determinista: todo está determinado por fuerzas fuera de nuestro


control, solo podemos reaccionar en lugar de iniciar el cambio. Somos
observadores pasivos en lugar de agentes activos que dan forma a la
historia nosotros mismos. Esta idea proviene de Karl Marx, que
pensaba que las personas estaban controladas por su entorno en
lugar de ser pensadores libres, capaces de tomar decisiones basadas
únicamente en sus propios deseos/valores/etc.

Tiene características tanto monistas (uno) como dualistas (dos) porque


ve todo a través de una lente económica (por ejemplo, la lucha de
clases) o una lente ideológica (por ejemplo, las influencias políticas).

Bases fundamentales del materialismo histórico


El materialismo histórico es la teoría marxista de la historia. Se basa
en la idea de que la fuerza motriz de la historia es la actividad
económica. El punto de partida del materialismo histórico es un
análisis de cómo las personas se ganan la vida y cómo intercambian
su trabajo por dinero para vivir.

La idea básica es que toda la historia puede explicarse en términos de


la base económica. Que consiste en los medios de producción, y cómo
esta afecta a la superestructura. Marx creía que la actividad
económica era el principal determinante en la configuración de las
sociedades humanas y de instituciones como el Estado, la religión y la
ideología.
La aplicación científica y política del materialismo histórico
El materialismo histórico es una teoría, pero también puede utilizarse
como herramienta para entender el mundo. Puede utilizarse para
entender la historia, la economía, la política y la sociedad.
Es la aplicación de la investigación científica a la sociedad y la
historia. El objetivo del materialismo histórico es comprender cómo
cambian y se desarrollan las sociedades a lo largo del tiempo. Cómo
surgieron en primer lugar, qué factores las llevaron por determinados
caminos en lugar de otros (y por qué), cómo cambian las sociedades
en función de estos factores, así como de otros que les afectan ahora
o pueden afectarles en el futuro.

Crítica Marxista del Capitalismo


Karl Marx veía el capitalismo como una etapa histórica progresista que
eventualmente sería seguida por el socialismo.

Karl Marx veía el capitalismo como una etapa histórica progresista que
eventualmente se estancaría debido a contradicciones internas y sería
seguida por el socialismo.

Los marxistas definen al capital como “una relación social, económica”


entre las personas (más que entre las personas y las cosas). En este
sentido buscan abolir el capital.

Los socialistas revolucionarios creen que el capitalismo solo puede


superarse a través de la revolución.

Los socialdemócratas creen que el cambio estructural puede llegar


lentamente a través de reformas políticas al capitalismo.

Los marxistas definen al capital como “una relación social, económica”


entre las personas (más que entre las personas y las cosas).
El marxismo normativo aboga por un derrocamiento revolucionario del
capitalismo que conduciría al socialismo, antes de transformarse
finalmente en comunismo después de que los antagonismos de clase
y el Estado dejaran de existir.

El capitalismo ha sido objeto de críticas desde muchas perspectivas a


lo largo de su historia. Las críticas van desde personas que no están
de acuerdo con los principios del capitalismo en su totalidad, hasta
aquellos que no están de acuerdo con resultados particulares del
capitalismo. Entre aquellos que desean reemplazar el capitalismo por
un método diferente de producción y organización social, se puede
hacer una distinción entre aquellos que creen que el capitalismo solo
puede superarse con la revolución (por ejemplo, el socialismo
revolucionario) y aquellos que creen que el cambio estructural puede
llegar lentamente a través de reformas políticas al capitalismo.

Karl Marx veía el capitalismo como una etapa histórica progresista que
eventualmente se estancaría debido a contradicciones internas y sería
seguida por el socialismo. Los marxistas definen al capital como “una
relación social, económica” entre las personas (más que entre las
personas y las cosas). En este sentido buscan abolir el capital.
Consideran que la propiedad privada de los medios de producción
enriquece a los capitalistas (dueños del capital) a expensas de los
trabajadores. En resumen, argumentan que los dueños de los medios
de producción explotan a la fuerza laboral.

En opinión de Karl Marx, la dinámica del capital eventualmente


empobrecería a la clase obrera y con ello crearía las condiciones
sociales para una revolución. La propiedad privada sobre los medios
de producción y distribución se ve como la creación de una
dependencia de las clases no propietarias de la clase dominante, y en
última instancia como una fuente de restricción de la libertad humana.

Los marxistas han ofrecido diversas líneas de argumentación


relacionadas alegando que el capitalismo es un sistema cargado de
contradicciones caracterizado por crisis recurrentes que tienden a
aumentar la severidad. Han argumentado que esta tendencia del
sistema a desentrañar, combinada con un proceso de socialización
que vincula a los trabajadores en un mercado mundial, crean las
condiciones objetivas para el cambio revolucionario. El capitalismo es
visto como una sola etapa en la evolución del sistema económico.

El marxismo normativo aboga por un derrocamiento revolucionario del


capitalismo que conduzca al socialismo, antes de transformarse
finalmente en comunismo después de que los antagonismos de clase
y el Estado dejen de existir. El marxismo influyó en los partidos
socialdemócratas y laborales así como en algunos socialistas
democráticos moderados, que buscan el cambio a través de los
canales democráticos existentes en lugar de la revolución, y creen que
el capitalismo debe regularse en lugar de abolirse.

Michell Foucault
(Poitiers, Francia, 1926-París, 1984) Filósofo francés. Estudió filosofía
en la École Normale Supérieure de París y ejerció la docencia en las
universidades de Clermont-Ferrand y Vincennes, tras lo cual entró en
el Collège de France (1970).

Michel Foucault
Influido por Nietzsche, Heidegger y Freud, en su ensayo titulado Las
palabras y las cosas (1966) desarrolló una importante crítica al
concepto de progreso de la cultura, al considerar que el discurso de
cada época se articula alrededor de un «paradigma» determinado, y
que por tanto resulta incomparable con el discurso de las demás. Del
mismo modo, no podría apelarse a un sujeto de conocimiento (el
hombre) que fuese esencialmente el mismo para toda la historia, pues
la estructura que le permite concebir el mundo y a sí mismo en cada
momento, y que se puede identificar, en gran medida, con el lenguaje,
afecta a esta misma «esencia» o convierte este concepto en
inapropiado.
En una segunda etapa, Foucault dirigió su interés hacia la cuestión del
poder, y en Vigilar y castigar (1975) realizó un análisis de la transición
de la tortura al encarcelamiento como modelos punitivos, para concluir
que el nuevo modelo obedece a un sistema social que ejerce una
mayor presión sobre el individuo y su capacidad para expresar su
propia diferencia.
De ahí que, en el último volumen de su Historia de la sexualidad,
titulado La preocupación de sí mismo (1984), defendiese una ética
individual que permitiera a cada persona desarrollar, en la medida de
lo posible, sus propios códigos de conducta. Otros ensayos de
Foucault son Locura y civilización (1960), La arqueología del
saber (1969) y los dos primeros volúmenes de la Historia de la
sexualidad: Introducción (1976) y El uso del placer (1984).

Siempre hay alguien mirándote: el


panóptico de Foucault
La teoría del panóptico de Foucault se refiere a los mecanismos de
vigilancia y control que gravitan sobre toda la sociedad y que han
llevado a un profundo temor de apartarse de las normas o de las
disciplinas establecidas.
Se conoce como el panóptico de Foucault a una tesis del filósofo
francés sobre el poder, el control y la dominación. En estricto sentido,
un panóptico es un edificio en el cual está apostado un puesto de
vigilancia que cubre todo el lugar. Esto quiere decir que quien vigila
puede observar todo lo que hacen quienes están allí. Sin embargo, el
vigilante no es visible para los demás.
En la teoría del panóptico de Foucault se trabaja un concepto análogo,
pero desde un punto de vista más simbólico y abstracto. A su juicio, en
la sociedad opera un mecanismo similar al de panóptico originario, que
básicamente correspondía a las instalaciones de una cárcel.
Sin embargo, los mecanismos de vigilancia y de control en la sociedad
son mucho más sofisticados e imperceptibles. Hay focos de
observación de todo lo que hacemos, pero estos pasan
desapercibidos o son aceptados sin mayor resistencia. Eso es lo que
propone la teoría del panóptico de Foucault: somos constantemente
vigilados y controlados.

“Todo sistema de educación es una forma política de mantener o de

modificar la adecuación de los discursos, con los saberes y los poderes que

implican”.

-Michell Foucault-

El panóptico de Foucault y la sociedad disciplinaria


Para Foucault, el devenir de la historia nos ha llevado a construir una
sociedad disciplinaria. Esto es, una sociedad que se mueve alrededor
de los mandatos y las obediencias. El factor que hace posible todo
esto es la vigilancia, que corresponde precisamente al panóptico
de Foucault.

En la sociedad disciplinaria lo que se busca es uniformar el


comportamiento de la gente. Para lograrlo, se implementan una serie
de premios y castigos. Se premia a quien se ajusta a la norma y se
castiga a quien se aparta de ella. Si todos los individuos tienen una
mente más o menos igual, es más fácil ejercer control sobre ellos. A la
vez, la forma de controlarlos es uniformando sus mentes.

Un ejemplo de esto son los exámenes de estado que se realizan en


muchos países. Estos se les aplican a todos los estudiantes y otorgan
una puntuación. De acuerdo con esa puntuación, se adquieren o se
pierden privilegios. Esa medición uniforma a todos y determina un
lugar dentro del sistema. Es también una forma de vigilancia sobre el
aprendizaje, sin que esté probado que sea una forma idónea de medir
el conocimiento.

El poder según Foucault

Entendiendo que el ser humano es social por naturaleza, y que


acostumbra a relacionarse de forma jerárquica, el modo en que las
personas usan el poder nos parece un aspecto fascinante. En este
sentido, el psicólogo, teórico social y filósofo francés Michel Foucault,
fue capaz de analizar el tema con sabia profundidad.

Según Foucault, el poder designa relaciones entre sujetos que de


algún modo, conforman una asociación o grupo; y para ejercerlo, se
emplean técnicas de amaestramiento, procedimientos de dominación,
y sistemas para obtener la obediencia. Sirva como ejemplo, un centro
educativo. Desde la estructura del edificio, hasta los roles de cada una
de las personas que allí conviven, pasando por las actividades
pautadas y los signos que contiene, forman parte del mismo objetivo.
Dichos signos permiten distinguir el valor de cada uno de los niveles
de saber. Las estrategias empleadas son, igualmente, la vigilancia, la
recompensa, el castigo, la jerarquía piramidal, etc.

La relación de poder busca que el sujeto dominado realice las


conductas deseadas, es decir, incita, induce, desvía, facilita, amplia o
limita ciertos comportamientos. Y se lleva a cabo siempre sobre
personas libres y, por ende, capaces de ver afectadas sus decisiones.
También exige una diferenciación jerárquica entre los miembros del
grupo.
Desde un enfoque diferente, podemos hablar de otra arista de gran
importancia: el poder encubierto. Efectivamente, una de las mejores
estrategias para ejercer el poder, es llevarlo a cabo sin que la persona
afectada sea consciente de ello. En el terreno cotidiano encontramos
múltiples ejemplos de ello. Imaginemos el amigo que acostumbra a
invitar en las reuniones con el único objetivo de que su criterio pese
más a la hora de decidir el lugar del encuentro. O el miembro de la
pareja que deja entrever los o las pretendientes que se interesan por
él, para generar miedo y complacencia en el otro. Ejerce de igual
modo el poder encubierto el hijo que amenaza con marcharse de casa
para que sus padres sean más permisivos con él, y el padre que
presenta falsos síntomas de enfermedad para conseguir que sus hijos
se preocupen por él y le presten una mayor atención.

El ejercicio del poder, ya sea legitimado por los acuerdos sociales, o


encubierto, parece ser una característica presente en muchos
semejantes, pero quizá, quien mejor logró capturar su significado de la
forma más simple y clarificadora fue el escritor J. R. R. Tolkien, quien
empleó la famosa metáfora del anillo de poder para describir los
curiosos efectos que provocaba a su portador.

Jean Baudrillard
(Reims, 1929 - París, 2007) Ensayista y sociólogo francés. Jean
Baudrillard estudió filología en La Sorbona y fue profesor en la facultad
de Letras y Ciencias Humanas en París-Nanterre. Alternó la docencia
con la traducción (vertió al francés obras de Karl Marx y de
dramaturgos como Bertolt Brecht y Peter Weiss) y con la crítica
literaria (que desarrolló en publicaciones como Les Temps Modernes,
dirigida por Jean-Paul Sartre), y participó en la fundación de la
revista Utopie con Roland Barthes.
Jean Baudrillard
El pensamiento de este último y el de Louis Althusser, junto con el
estructuralismo lingüístico de Ferdinand de Saussure y un
acercamiento crítico al marxismo, constituyen algunos de los puntos
de partida de su obra. Baudrillard analizó las modernas sociedades de
consumo, centrándose en los medios de comunicación como
creadores de simulacros (manipulación de información, cifras
oscilantes) y de la cultura virtual como concreción de un
mundo hiperreal en que los sujetos pasan a ser objetos. Por sus
puntos de vista subjetivos y deliberadamente polémicos fue
considerado un abanderado de la idea de la llamada posmodernidad,
nueva etapa histórico-social surgida al calor del neoliberalismo y la
caída del muro de Berlín.
Sus reflexiones parten de situaciones concretas que adoptan a veces
la forma de una investigación sociológica de lo cotidiano, y analizan la
evolución "semiúrgica" que se ha operado en el siglo XX, acercándose
a las más diversas cuestiones. En todos sus análisis subyace un
marco de referencia teórico: el de una contra-economía que escapa
tanto al valor de uso como al signo.
Se ocupó del consumismo (que definió bajo dos puntos de vista: el
estructural, como sistema de cambios y de signos, y el estratégico,
como mecanismo de poder), de la productividad y del trabajo, de la
seducción y de muchos otros temas. Para el autor, nuestra sociedad
cruzó el umbral del siglo XXI bajo los efectos de esa especie de
retrovisión de la historia que se vivió en los años ochenta (caída del
muro de Berlín, reinauguración de Europa) y que se caracteriza por un
deje de melancolía. Mientras las democracias occidentales sufren una
"prueba de verdad" al no poder apoyarse en la fuerza del mal que
representaba el Este europeo, el mal reaparece en el antisemitismo y
la xenofobia, haciendo evidente la falta de destino que reclaman la
poesía y la rebelión utópica.
Entre sus obras cabe señalar La génesis ideológica de las
necesidades (1969), El espejo de la producción (1973), De la
seducción (1981), La moral de los objetos (1969), Cultura y
simulacro (1978) y La izquierda divina (1985).

Baudrillard: Teoría de la
Hiperrealidad
La hiperrealidad es un síntoma de la cultura postmoderna. No se
puede decir de la hiperrealidad que "exista" o "no exista". Simplemente
es una forma de describir la información a la que la conciencia se ve
expuesta.
Se puede pensar en la mayoría de los aspectos de la hiperrealidad
como "realidad a través de intermediarios". En
particular, Baudrillard sugiere que el mundo en el que vivimos ha sido
reemplazado por un mundo copiado, donde buscamos nada más que
estímulos simulados.
Baudrillard toma de Borges el ejemplo de una sociedad
cuyos cartógrafos crean un mapa tan detallado, que se mimetiza con
las mismas cosas que representa. Cuando el imperio decae, el mapa
se pierde en el paisaje y ya no existe ni la representación ni lo que
queda de lo real – sólo lo hiperreal.
La concepción de hiperrealidad de Baudrillard fue marcadamente
influenciada por la fenomenología, la semiótica y Marshall McLuhan.

Jean Baudrillard: Teoría de la


Simulación
La teoría del autor plantea que la simulación se produce por los
modelos de lo hiperreal, es decir, su generación no está en la misma
relación de abstracción con aquello de lo cual es abstracción. En esta
teoría, el simulacro precede al modelo, y en esa instancia deja de
requerirlo.

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