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I-II.

Cuestión 1: El último fin del hombre

La temática del último fin del hombre se encuentra al inicio de la I-II de la Summa Theologiae. La
I Pars Santo Tomás la dedicó a Dios. De modo muy general podemos dividirla en tres temas principales:
Dios Uno, Dios Trino, y las operaciones ad extra de Dios Uno-Trino, entre las que primeramente
encontramos la creación. Todo lo que es sale de Dios (exitus) y todo debe volver a Dios (reditus), y es
que una cosa alcanza su perfección cuando vuelve a unirse a su principio.
La II Pars de la Summa se ocupa de la vuelta de todas las criaturas a su principio. Santo Tomás no
se ocupa de todas las criaturas sino sólo de la vuelta de la criatura racional: el hombre. El prólogo de la II
pars es claro: “Porque, como dijo el Damaceno, el hombre fue hecho a imagen de Dios; por imagen se
significa su intelectualidad, libre arbitrio y potestativo por sí. Después de haber tratado del ejemplar,
esto es de Dios, y de aquellos que proceden de su divina potestad según su voluntad, queda pues
considerar acerca de su imagen, esto es, del hombre, según que él mismo es principio de sus operaciones,
teniendo libre arbitrio y potestad sobre sus obras.”
Toda la II pars se puede reducir a dos partes: la consideración del fin último y los medios para
alcanzarlo: “Lo primero que debemos estudiar es el fin último de la vida humana; después, lo que le
permite al hombre llegar a este fin o apartarse de él (q.6), pues se deben tomar del fin las razones de
cuanto a él se ordena. Y porque admitimos que la bienaventuranza es el fin último de la vida humana,
debemos estudiar primero el fin último en general y, después, la bienaventuranza.” (I-II q. 1. Prólogo)

Q. 1: Del último Fin en común.


Art. 1: Si conviene al hombre actuar por un fin: Distingue dos tipos de actos en el hombre: los actos del
hombre y los actos humanos. Los actos del hombre son aquellos que no tienen por principio la
inteligencia ni la voluntad. El hombre difiere de los demás animales por su racionalidad de tal modo que
los actos específicamente humanos son aquellos que tienen su principio en lo específicamente humano,
esto es, la naturaleza racional. Estos actos son llamados por Santo Tomás actos humanos. Por proceder de
los principios racionales el hombre tiene dominio de estos actos, es decir, son actos deliberados. Ahora
bien, el principio motor de los actos humanos es la voluntad que tiene por objeto propio el bien. El bien es
el fin de la voluntad dado que lo bueno se dice fin en la medida en que atrae hacia sí, al agente. Por eso es
necesario que los actos humanos sean por algún fin.
Art. 2: Si actuar por un fin es propio de la criatura racional: El hombre actúa siguiendo fines. Pero esto
no es exclusivo del hombre sino de todo agente, incluso de aquellos que no poseen una naturaleza
racional. Santo Tomás afirma el principio de finalidad que rige a todas los seres naturales. La razón
podemos resumirla en lo siguiente: Un ser es agente en acto en la medida en que actúa. Actuar implica un
movimiento del agente hacia otro. Y es que causa (agente) se dice de aquello que influye en otro. Esto nos
lleva a hablar de una inclinación o tendencia o apetito de agente en cuanto tal hacia otro. Ahora bien, el
objeto del apetito es el bien, pues el bien es el motivo del apetito. El bien tiene razón de fin en la medida
que es aquello hacia lo que el apetito tiende. El acto de un agente es siempre algo determinado, por eso,
si los agentes no racionales no actuarán por un fin no se seguiría un fin determinado en sus acciones y por
tanto no habría acción.
Art. 3: Si los actos humanos reciben su especie del fin. Los actos humanos en cuanto preceden de la
voluntad deliberada tienen por objeto el bien que es el fin. El fin es el término de los actos humanos, es lo
que la voluntad intenta. El fin determina el acto en cuanto que mueve al agente a actuar (como principio
del acto), pero también lo determina como lo intentado, es decir, como el término del mismo. En ambos
casos el fin está como acto que determina la potencia. En los seres compuestos de acto-potencia la
determinación de la especie tiene lugar por el lado del acto.
Art. 4: Si hay un último fin de la vida humana: En el orden de la causa final es imposible proceder al
infinito. En aquellos que per se están ordenados unos con otros es necesario que removido lo primero
sean removido aquello que se sigue per se de ello. Por eso en la seria de las causas eficientes es imposible
preceder al infinito negando una primera causa, dado que, negada la primera causa, se niegan todas las
causas subordinadas a ella. En lo que hace a la causa final, encontramos un doble orden. Uno es el orden

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de la intención y otro el de la ejecución. En ambos órdenes es necesario que haya algo primero. Aquello
que es primero en el orden de la intención es principio del apetito, de donde removido esto primero, el
apetito a nada tendería. En el orden de la ejecución, lo primero es aquello desde donde comienza la
operación, de modo que removido esto, la operación no tendrá comienzo. El principio en el orden de la
intención es el último fin y el principio en el orden de la ejecución es el primer medio para ejecutarla. En
ninguno de ambos casos puede procederse hasta el infinito. Y es que si no hay un último fin nada se
apetecería y entonces ninguna acción tendría determinación a un fin, ni el apetito sería alguna vez
satisfecho. En cuanto al orden de la ejecución, si no hubiera un comienzo en lo que hace a los medios
para ejecutar la operación, nunca se empezaría a actuar, ni tendría fin el consejo, sino que precedería
hasta el infinito.
Art 5: Si un hombre puede tener muchos fines últimos. Es imposible que simultáneamente la voluntad
tienda a varios fines últimos. Cada ser apetece su perfección. La perfección de un ser es su último fin. De
esta manera es necesario que el último fin llene de tal modo el apetito que nada de el quede incompleto.
Esto no ocurriría si quedara algún bien apetecible que no está contenido en el último fin. De esta manera
es imposible que la voluntad tienda a dos fines últimos.
Art.6: Si todo lo que el hombre quiere lo quiere en razón del último fin. Todo lo que el hombre apetece lo
apetece en razón del último fin. Y es que cualquier cosa que el hombre apetece lo apetece bajo la razón de
bien. De este modo, si no lo apetece como el bien perfecto, al menos lo apetece como un bien conducente
al bien perfecto. En efecto, aquello que no se apetece en cuanto bien perfecto se apetece en cuanto que
participa del bien perfecto. Además, el fin último mueve al apetito como en los demás movimientos se
haya el primer motor. La causa segunda no mueve sino es movida por la causa primera. De donde los
apetecidos secundariamente no mueven al apetito sino en cuanto que se ordenan al primer apetecible que
es el último fin.
Art. 7: Si es uno el fin último para todo hombre. Acerca del último fin podemos distinguir: aquello que
corresponde a la razón de fin último y aquello en lo que se encuentra el último fin. En lo que hace a la
razón o significado del último fin, todos los hombres coinciden porque todos desean alcanzar su
perfección. Pero no coinciden entre sí al momento de considerar donde se encuentra la perfección del ser
humano. Por eso hay quienes consideran que la perfección humana (último fin) consiste en las riquezas,
otros en el placer.
Art. 8: Si en lo que hace al último fin el hombre coincide con las demás criaturas. Distingue dos aspectos
en el fin: el objeto que constituye el fin (finis cuius) y el uso o consecución del mismo (finis quo). De este
modo se puede decir que el fin del avaro es o el dinero como cosa (finis cuius) o la posesión y uso de la
misma (finis quo). De este modo, si nos referimos al objeto que constituye el fin último de todos los seres,
este es Dios y por tanto es el mismo para todos. Pero si nos referimos al modo de poseer y alcanzar este
fin, se distingue el fin de las criaturas irracionales del de las racionales. Las criaturas racionales alcanzan
a Dios a través del conocimiento y del amor. En cambio, los seres irracionales alcanzan a Dios en la
medida en que participan de alguna manera de la similitud de Dios, en la medida en que son, viven y
conocen.

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