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Gaspar Magno Ernesto Ocho Ambrosio.

Síntesis Filosófica.
EL CONOCIMIENTO FILOSÓFICO DE DIOS:
“Las vías de Santo Tomás de Aquino de Aquino”

Se trata de dar un conocimiento de la existencia de Dios a través de la experiencia que se


tiene de la realidad donde estamos inmersos. «Hay cinco vías para mostrar su existencia. Todas
las pruebas se caracterizan: 1) por partir de la realidad que nos circundan y de la que tenemos
experiencia, considerándola desde un punto de vista metafísico, 2) por mostrarla como una
realidad fundada, 3) por aclarar que no es suficiente remitirse a un fundamento, a su vez, finito
y fundado ya que también este requiere un fundamento, 4) por concluir y con el reconocimiento
de la existencia de Dios»1.
Para iniciar, se pregunta por: Dios ¿Existe? ¿Es o no es evidente por sí mismo? ¿Es posible
su demostración? Muchos dicen que sí, pero otros dicen que no, necesitamos demostrarlo a
través de aquello que es más evidente para nosotros y menos por su naturaleza, esto es, por los
efectos que vemos en la realidad2.
Primera Vía: “el motor inmóvil”
Lo que hay en este mundo todo está en movimiento, se mueve o es movido por otro, Santo
Tomás se dio cuenta de eso, tal razón que expone su primera vía del motor inmóvil respecto a
la existencia de Dios de la siguiente manera:
Es cierto y consta por la experiencia que, en este mundo hay cosas que se mueven. Ahora
bien, todo lo que se mueve es movido por otro. Nada se mueve, sino en cuanto está en potencia
con respecto a aquello hacia lo que se mueve. Algo mueve en cuanto es en acto […] por
consiguiente, es imposible que el ente se mueva a sí mismo y por tanto, es necesario que todo lo
que se mueve sea movido por otro. Si pues, el que da el movimiento, él mismo está en
movimiento, es preciso que sea movido por otro; y este por otro. Pero no es posible proceder al
infinito, porque, en tal caso, no habría un primer motor y en consecuencia, tampoco habría algo
que moviese a otro, porque los segundos motores no mueven, sino en cuanto que es movido por
un primero. Así un bastón no se mueve, sino en tanto en cuanto es movido por la mano. Luego
es preciso remontarse a un primer motor, que no sea movido por otro, y este primer motor es al
que todos le dicen Dios3.
Algo a dejar en claro aquí es que cuando se habla de movimiento, se refiere al cambio local,
pero también en metafísica mover no es otra cosa que hacer pasar de la potencia al acto 4.
Segunda vía: “la causa incausada (eficiente)”
La experiencia constata que las causas se dan según un orden, ya que unas dependen de
otras, o sea, una es causa de la otra. Aquí lo que se hace, es identificar el origen de las causas
porque todo tiene un origen, nadie es causa de sí misma (causa sui), ese origen tiene que ser
necesario e incausada, de lo contrario, no habría origen, es Dios o es la causa de todo; se
formula de la siguiente manera:

1
LUIS ROMERA, El hombre ante el misterio de Dios, 175.
2
Cfr. SANTO TOMÁS DE AQUINO, Suma de Teología, I, q.2, a. 1, sol.
3
SANTO TOMÁS DE AQUINO, Suma de Teología, I, q. 2, a. 3.
4
Cfr., LUIS ROMERA, El hombre ante el misterio de Dios, 178.
Gaspar Magno Ernesto Ocho Ambrosio.
Síntesis Filosófica.
En las cosas sensibles hallamos cierto encadenamiento de causas eficientes. No se
encuentra sin embargo, ni es posible que una cosa sea causa eficiente de sí misma, porque
sería anterior a sí misma, cosa imposible […] quitada la causa, se quita también el afecto:
luego si en las causas eficientes no se admite una primera causa, no hay ni puede haber una
causa última ni intermedia. Ahora bien: si por medio de las causas eficientes se remonta uno
de causa en causa hasta el infinito, no habría causa eficiente primera, y, por consecuencia,
no habría ni último efecto ni causas eficientes intermedias: lo que, evidentemente, es falso.
Luego es necesario admitir una primera causa eficiente, y este es la que todos le dicen Dios 5.
Todo efecto tiene una causa. Pero como nada puede ser causa de sí mismo ya que
lógicamente no puede procederse a sí mismo, y la serie de causas no pueden extenderse al
infinito, tiene que haber una primera causa incausada, que es Dios
Tercera vía: “la contingencia”
La tercera vía dirige su atención hacia la contingencia de la realidad que somos cada uno de
nosotros y lo que nos rodea. «La contingencia consiste en la posibilidad de un ente de ser o no
ser, ambivalencia que se enraíza en la finitud de un ser» 6. Esto se puede ver con la experiencia
de la muerte, el sufrimiento generado por el dolor, el fin de las cosas con su deterioro, vemos
que las plantas se pudren. Todo esto es contingente, el ser que se acaba y se termina.
Encontramos que las cosas pueden existir o no existir, pues pueden ser producidas o
destruidas, y consecuentemente es posible que existan o que no existan. Es imposible que las
cosas sometidas a tal posibilidad existan siempre, pues lo que lleva en sí mismo la posibilidad de
no existir, en un tiempo no existió. Pero si esto es verdad, tampoco ahora existiría nada, puesto
que lo que no existe no empieza a existir más que por algo que ya existe. Si, pues, nada existía,
es imposible que algo empezara a existir; en consecuencia, nada existiría; y esto es
absolutamente falso. Luego no todos los seres son solo posibilidad; sino que es preciso algún ser
necesario. Todo ser necesario encuentra su necesidad en otro, o no la tiene. Por otra parte, no es
posible que en los seres necesarios se busque la causa de su necesidad llevando este proceder
indefinidamente […] Por lo tanto, es necesario admitir algo que sea absolutamente necesario,
cuya causa de su necesidad no esté en otro, sino que él sea causa de la necesidad de los demás.
Todos le dicen Dios7.
En conclusión a lo dicho de las vías
Aunque por los efectos desproporcionados a una causa no pueda tenerse un conocimiento,
sin embargo, por un efecto cualquiera puede demostrarse, sin lugar a dudas, la existencia de su
causa, y de este modo es posible demostrar la existencia de Dios por sus efectos, aunque estos
no puedan darnos a conocer tal como es en su esencia.

5
SANTO TOMÁS DE AQUINO, Suma de Teología. I, q. 2, a. 3.
6
LUIS ROMERA, El hombre ante el misterio de Dios, 181.
7
SANTO TOMÁS DE AQUINO, Suma de Teología. I, q. 2, a. 3.

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