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Texto Ética y FUNDAMENTOS 2020

El hombre es el único ser en el universo que no se conforma con satisfacer sus


necesidades sino que necesita conocer e interpretar el mundo en que vive para
poder lograr su finalidad que es la felicidad. Conseguir este fin es una tarea humana
de cada hombre: el hombre tiene que ser, dice Aristóteles, como el arquero que da
en el blanco. Para eso lo que debe hacer es proyectar su vida y esto implica tener
una actitud reflexiva frente a su existencia: saber dónde quiere ir y encontrar cómo,
qué hacer con su vida con las situaciones concretas que se le presentan, o aún, más
allá de ellas (con ellas o a pesar de ellas).
El ser humano puede tener una actitud natural, vivir solamente pensando en el
aquí y ahora, en la vida práctica de cada día y dejándose llevar por la vida como si
fuera un bote a la deriva. Es la actitud de la vida cotidiana, estudiada por la
sociología que representa las costumbres habituales de las personas. Facundo
Manes dice que cuando actuamos así, actuamos en “en piloto automático”.
Pero también puede –y es lo propio del hombre - ser como el timonel de un barco
que sabe a donde quiere llegar y, a pesar de los obstáculos, intentará que ese barco
llegue finalmente a destino. No quiere desperdiciar su vida ni el precioso tiempo
que se le ofrece. Siente “responsabilidad” por su existencia y quiere dejar huella,
darle “valor” y significación a su tiempo. Esta actitud reflexiva -que surge de un
deseo propio del hombre, el de saber (decía también Aristóteles que todos los
hombres por naturaleza desean saber), de comprender y darle sentido a este
mundo- es la raíz de la metafísica, de toda la filosofía, como también de todo
conocimiento científico. Einstein siempre recordaba que fue su asombro por el
mundo lo que llevo al conocimiento del universo.
La actitud reflexiva es fundamental para la ética: el hombre necesita conocer y
comprender el mundo en que vive para poder conocer el para qué -el sentido- de
su existencia. De él mismo depende poder realizar aquello para lo cual nació: para
ser feliz. Pero no lo logrará si no utiliza las dos capacidades fundamentales del
hombre, que son la inteligencia para conocer y la voluntad para querer y realizar
libremente esa tarea para configurar, darle forma y significado, a su propia vida.
Pero la dificultad fundamental es que tenemos una voluntad libre, es decir que su
conducta no está determinada por el instinto como la de los animales, sino que

1
puede elegir entre diferentes posibilidades. Esto conlleva el riesgo de equivocarse.
La libertad es la clave fundamental para la vida ética. Saber que al ser libres somos
también responsables de nuestros actos nos lleva a buscar la forma de que ellos
sean buenos para que lo sea nuestra conducta y lo seamos nosotros también.

La Ética
Ëtica viene de la palabra griega ethos, que significa ‘costumbre’, igual que la
palabra latina mos, porque la ética y la moral se refieren a los comportamientos
(costumbres) buenos para el hombre. Pero mientras la palabra moral se aplica a los
actos humanos que merecen la calificación de “buenos”, la palabra ética se utiliza
para referirse a la reflexión sobre los actos humanos para que éstos sean buenos,
es decir, que su finalidad sea buena para el hombre Por eso la ética, en tanto
supone una reflexión, es la parte de la filosofía que se ocupa de los actos humanos.
Podemos decir que la ética es la ciencia que estudia la conducta humana o las
costumbres de los hombres.
El punto de partida de la ética es lo que se denomina experiencia ética: El ser
humano experimenta que hay actos que son buenos, justos, etc. y otros que no lo
son. Así, hay actos que son buenos y otros que son malos para el hombre. Por eso
necesita conocer cuáles son las condiciones de posibilidad para que sean buenos.

Los actos humanos y su estructura


Los actos humanos son aquellos que proceden de las capacidades superiores del
hombre: su inteligencia y su voluntad libre. El hombre, como dijimos, es el único
ser natural que necesita conocer e interpretar el mundo para poder actuar como tal,
es decir, humanamente. Los actos que el hombre realiza sin la intervención de su
inteligencia y su voluntad, por ej. respirar, digerir, o cuando actúa sin pensar, son
actos del hombre. Ëstos actos no son libres, el hombre los realiza
“automáticamente”. En cambio, los actos humanos son intencionales: la
inteligencia conoce su finalidad y la voluntad libremente tiende a ella. Por lo tanto,
como hay libertad hay responsabilidad. Más libre es el ser humano, más
responsable se vuelve de sus acciones, porque en ellos hubo posibilidad de optar
entre diferentes opciones.

2
Los actos humanos son, entonces, actos donde hubo determinados momentos que
lo componen en su totalidad:
a. Intención: Es el conocimiento del fin del acto, se comprende para qué se
quiere realizar, con qué fin se lo quiere hacer.
b. Deliberación: Consiste en visualizar varias posibilidades para elegir cómo
hacerlo, es el momento en que la libertad elige en base a diferentes
preferencias.
c. Ejecución o realización: Es el acto mismo que se lleva a cabo con
consentimiento del autor.
d. Resultado: Es el estado de alegría o tristeza que produce la satisfacción o
insatisfacción de la consumación del acto.

Sólo el hombre es capaz de realizar este tipo de actos. Por eso decimos que la
conducta humana es libre y la del animal es determinada por la necesidad. Así
podemos graficar ambas:

Animal: estímulo respuesta

respuesta 1
Hombre: motivo respuesta 2
respuesta 3, etc.

La Felicidad
Todos los seres obran por un fin: el hombre también realiza actos que tienen una
finalidad, pero –además- es el único ser que conoce ese fin (es decir que sabe que
su acto tiene una finalidad y que es el para qué de su acción. Por eso se dice que el
hombre obra por fin pero que conoce el fin como fin. Así puede comprender lo que
hacer y por qué lo hace. Por lo tanto, el hombre es el único ser que puede
conocer su fin y realizarlo

3
¿Cuál es el fin del hombre? El fin de hombre es la felicidad. Todos estamos de
acuerdo en que los hombres buscan y desean la felicidad, pero el problema es saber
en qué consiste eso que llamamos felicidad.
Hay dos dimensiones de eso que llamamos felicidad: qué es (sentido objetivo) y o
en qué consiste ser feliz (sentido subjetivo).
La felicidad en sentido objetivo es lo que se denomina bien supremo, ya que el
hombre tiende al bien (aunque se comporte mal lo hace bajo la forma de bien:
aunque robe o mate lo hace por algo que le cree que es bueno) y si la felicidad es el
fin último, éste será el bien superior a todos. Cuando se examinan los bienes que el
hombre considera así, podemos preguntarnos si alguno de ellos puede constituir la
felicidad. El dinero, la fama, el poder, la salud, la belleza, ciertamente son bienes,
pero cuando los convertimos en un fin último o superior a todo, esos instrumentos
de felicidad se convierten en el objeto último de ésta y se transforman en lo que no
son. No son fines, sino medios o instrumentos que el hombre utiliza para algo más,
ese algo más es algo que atrae la inteligencia y la voluntad del hombre porque está
por encima de todos los bienes. Ningún bien instrumental puede saciar el deseo del
hombre, cuando lo posee siempre quiere más. Por eso estos bienes no logran
colmar el deseo del hombre. Siempre se quiere más…y más…. El Bien Supremo
no puede ser un bien material ni finito porque el hombre busca y desea lo Infinito.
Por eso los hombres que convierten a estos bienes en el Fin Supremo no logran ser
felices. Cuando los utilizan sabiendo que están dirigiéndose a otro Bien que está
más allá, entonces son útiles para lograr ser feliz.
En sentido subjetivo nos preguntamos qué significa para el ser humano ser feliz:
El fin del hombre es para Aristó teles la felicidad,1 ella es entendida no como un
estado a la manera de los estoicos o de la filosofía oriental contemporá nea
para uso de occidentales adinerados, sino como una actividad2 y esta
actividad está caracterizada como virtuosa.3 Esto ú ltimo equivale a decir que
la felicidad está flanqueada por dos posibilidades de defecció n: una por exceso

1
El término eudaimonía ha sido tradicionalmente traducido por felicidad. Una ú ltima
traducció n de E.N. al castellano( Sinnott, Ed. Colihue, Bs.As. 2007) lo hace por el término dicha,
con lo cual se produce una distorsió n fatal del concepto de eudaimonía, pues la dicha es,
bá sicamente, un estado y no una actividad, tal como está pensada por Aristó teles.
2
E.N. 1090 A 15-17; 1176 A 32 B2; Polit, 1325 a 32.
3
Polit. 1325 a 14-15. E.N. 1176ª 35- E. N. 1177ª 2.

4
y otra por defecto. De modo tal que la eudaimonía consistirá en establecer el
justo medio entre los dos extremos. Claro está , que “lo que prescribe la virtud
no es un medio absoluto geométrico, sino una media relativa a cada uno de
nosotros.”4

Así pues, el término medio es para cada hombre y en cada circunstancia algo único
Ahora bien, nos preguntamos, ¿existe un criterio o norma para establecer esta
medietas como gustaba traducir Ciceró n, la que indudablemente no es una
mediocritas?.

En varios lugares de sus obras se plantea Aristó teles el estudio sobre la norma
de la praxis humana, también nos advierte que nos encontramos en el campo
de la conducta humana sobre el cual se pude bosquejar un esquema general
hablando sobre lo verosímil pero no es un sistema exacto; puesto que la
materia del comportamiento humano no tiene nada fijo e invariable sino todo
lo contario. De modo tal, que no existe una receta de la felicidad y aunque si
bien, el hecho de obrar conforme a la recta razó n es una cosa comú nmente
admitida, ello excluye la existencia de un principio como norma absoluta del
obrar humano. El principio ético fundamental que debe aplicarse a la realidad
concreta para obrar bien es Hacer el bien y evitar el mal. Pero la interpretació n
de este principio en cada caso concreto es algo personal.

Diferencia entre “éxito” y “felicidad”


Hoy se considera que tener éxito es la forma de ser feliz, si no logramos que
nuestro objetivo de vida personal, profesional, social, etc. se cumpla con todas las
expectativas que tenemos nos parece que no lograremos ser felices. Pero nos puede
ir muy bien en alguna, o en varias, de esas dimensiones pero no por eso seremos
también felices. El éxito es un bien instrumental, no un fin absoluto. Muchas veces
el logro del éxito en alguna esfera de la vida humana, en la profesional por
ejemplo, implica dejar de lado otras que luego nos impiden sentirnos plenamente

4
Moreau, Joseph: Aristotele et son école; P.U.F., 1962 (Hay traducció n castellana, Buenos
Aires, Eudeba 1972, p.199).

5
realizados. La felicidad como autorrealización personal es una tarea más profunda
que el logro del éxito, que implica el reconocimiento ajeno, el prestigio, la fama,
etc. todos bienes que están sujetos a lo relativo del mundo en que vivimos. Por eso
si consideramos que el éxito es la felicidad podemos nos equivocarnos cuando no
logramos lo que nos habíamos propuesto o cuando ese éxito fracasa.
Esto es un defecto de la vida moderna: poner en el éxito el máximo del logro
humano, como si el hombre sólo tuviera la finalidad de triunfar en la vida y nada
más.

EL PROBLEMA MORAL DE NUESTRO TIEMPO

¿Existe un problema moral característico de nuestro tiempo?, se pregunta Erich


Fromm en su libro Ética y Psicoanálisis (1947). Si bien el problema moral es el
mismo en las distintas épocas, señala, cada cultura tiene sin embargo sus problemas
morales específicos. Nuestro problema moral, dice Fromm, es la indiferencia del
hombre consigo mismo:
“Radica en el hecho de que hemos perdido el sentido del significado y de la
individualidad del hombre, que hemos hecho de nosotros mismos los instrumentos
de propósitos ajenos a nosotros, que nos experimentamos y nos tratamos como
mercancías y que nuestros propios poderes se han evadido de nosotros. Nos hemos
transformado en objetos y nuestros prójimos también se han transformado en
objetos…Dado que no confiamos en nuestro propio poder, no tenemos fe en el
hombre, fe en nosotros o en aquello que nuestros propios poderes pueden crear…
Deambulamos en la oscuridad y conservamos nuestro valor porque oímos que los
demás silban como nosotros”.
Nos hallamos sometidos a tremendos poderes, como el poder anónimo del
mercado, el de fuerzas económicas, del éxito, de la opción pública, del “sentido
común”, etc. y olvidamos que el fin del hombre es ser él mismo y que la condición
para alcanzar esa meta es que el hombre sea para sí mismo, sin que ello implique ni
la renuncia a sí mismo ni el egoísmo, sino el amor por sí. “Sed como una lámpara
para vosotros mismos, sed vuestro propio sostén. Asíos a la verdad que existe en
vosotros como si fuera la única lámpara”, decía Buda. Todo ello no depende más
que del hombre mismo y de su capacidad de tomarse seriamente a sí mismo, a su
vida y a su felicidad.

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(Vicente Fatone. Lógica e Introducción a la Filosofia)

La perfección de nuestras capacidades humanas:


Las virtudes naturales

La estructura humana constituye un conjunto de posibilidades comunes a todos los


seres humanos que deben ser desarrolladas o perfeccionadas, ya que el hombre no
nace acabado, ni perfecto. Su naturaleza es su principio de actividad. Cada una de
las capacidades humanas deberá perfeccionarse a través de la realización de actos
ordenados a sus propios fines. Estos actos repetidos en una sucesión temporal
constituirán hábitos que, en tanto se ordenan a sus fines que son bienes, serán
virtudes (viene del lat. vir: fuerza, varón; en griego areté) o, de lo contrario,
constituirán vicios. Podemos decir, entonces, que las virtudes son hábitos
operativos buenos.
Si las capacidades específicamente humanas son la inteligencia y la voluntad, las
virtudes naturales serán intelectuales y morales, según residan en una u otra
potencia.
Ahora bien, el intelecto puede ser teórico cuanto que busca conocer para conocer
(fin teórico), o práctico en cuanto que busca conocer para hacer (fin práctico).
En el intelecto teórico podemos desarrollar 3 virtudes intelectuales:
1. entendimiento: Es la virtud que permite la comprensión de los primeros
principios. El intelecto se perfecciona buscando principios evidentes e
indemostrables. Son juicios que no necesitan demostrarse por su simple
evidencia.
2. ciencia: Es la virtud que conoce las causas próximas o segundas de los
hechos o fenómenos.
3. sabiduría: Es la máxima virtud intelectual que consiste en el conocimiento
de las primeras causas de la realidad. Es un conocimiento radical (de raíz) y
un saber de totalidad. Los griegos consideraban la sabiduría un don divino
por eso los buscadores o amantes de la sabiduría son los filósofos ( de filo:
amor, búsqueda amorosa y sofía: sabiduría)

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El intelecto práctico, por su parte, se desarrolla a través las virtudes intelectuales
que se ordenan al:
1. hacer: a. si el fin lo constituye un objeto útil, es decir, la fabricación de un
utensillo o instrumento, la virtud será la técnica.
b. si el fin es la producción de un objeto bello, es decir, lo que
llamamos un objeto artístico, la virtud será el arte
2. obrar: tiene como fin el bien de la propia conducta humana, que es
conducta moral. La virtud -intelectual y moral (por dirigirse a la acción del
hombre)- es la prudencia, que consiste en conocer los principios del obrar
humano (dimensión intelectual) y aplicarlos a la situación concreta para
realizar el acto bueno.
Las virtudes morales o que perfeccionan la voluntad humana son cuatro:
1. La prudencia, que dijimos que era una virtud intelectual y moral.
2. La justicia, virtud que consiste en dar a cada uno lo que le corresponde, lo
suyo, es decir, su derecho. Por ello es necesario el previo reconocimiento
del derecho del otro para la realización del acto justo.
3. La fortaleza, que perfecciona el apetito irascible, consiste en vencer los
obstáculos que se nos presentan en la realización de los actos buenos; pero
también, en saber resistir con paciencia cuando esos obstáculos resultan
invencibles.
4. La templanza, que opera sobre el apetito concupiscible y ordena con
armonía la satisfacción de los placeres sensibles.
Los griegos consideraban a la virtud como un medio entre dos extremos
defectuosos, según su cosmovisión armónica y equilibrada de la realidad que debía
reflejarse en la conducta del hombre: por ej. la valentía era un justo medio entre la
cobardía y la temeridad. El modelo pedagógico (en griego παιδεια, "educación" o
"formación", a su vez de παις, país, "niño") consistía en la belleza del cuerpo y la
virtud o bondad del alma (καλὸς κἀγαθός). El cultivo de las virtudes constituía, por
tanto, la educación del alma del ciudadano griego para la realización de ese ideal de
joven bello y bueno (kalokagathos).
Las virtudes configuran, en la cultura clásica, la perfección de las capacidades
propiamente humanas y disponen al hombre para la realización de actos buenos, es
decir, éticos según el primer principio del obrar: Hacer el bien y evitar el mal, que
debe aplicarse a cada situación singular.
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La Libertad
El hombre es el único de los seres naturales que dispone de su interior para
autodeterminarse a obrar con libertad. Los restantes seres se encuentran ligados
exclusivamente al determinismo de las leyes físicas, químicas, biológicas e
instintivas. Por eso observamos en ellos un comportamiento regular y estable,
surgido de las necesidades de su especie. El ser humano, en cambio, sólo en el
plano de lo material está regido de ese modo, porque mediante la voluntad puede
superar ese determinismo y dirigir su actividad ejerciendo su autodominio. La
libertad es una cualidad de la voluntad para optar entre bienes, hacia los cuales no
se encuentra determinado. Al realizar actos voluntarios, el hombre elige entre
varios bienes, incluso cuando esa elección conscientemente conduce a un mal
moral. La otra posibilidad de la voluntad es decidirse por obrar o abstenerse de
hacerlo. Por eso decimos que la libertad tiene varias formas:
1. Libertad de actuar: Es la ausencia de coacción, es una libertad exterior. Un
acto violentado no es un acto libre. Esta libertad comprende la libertad:
a .física: Es poder actuar sin fuerza superior.
b. civil: Es poder actuar sin que lo impidan las leyes
c. política: Es poder actuar sin que lo impida el gobierno
e. moral: Es poder actuar sin que lo impida la ley moral.
2. Libertad para actuar: Es una libertad interior, la verdadera libertad.
Comprende:
a. libertad de ejercicio: Actuar o no actuar
b. libertad de especificación: hacer esto o lo otro, es decir, elegir entre
bienes.
El tema de la libertad está íntimamente relacionado con el tema moral. La libertad
constituye el fundamento de la moral o condición de posibilidad, ya que
hablamos de moral porque el hombre es libre, si no lo fuera su obrar no podría ser
bueno ni malo, sería necesario como en los demás seres. Como consecuencia de
obrar libremente, el hombre es responsable de sus acciones. Todos los

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movimientos involuntarios y procesos orgánicos que se realizan en el hombre se
ponen en marcha sin la intervención de su voluntad. Pero, las acciones que le
pertenecen íntimamente, que él decide, esas son libres. La responsabilidad, la
imputabilidad y la culpa son hechos morales indubitables que no pueden
confundirse con meras ilusiones, puesto que en ocasiones van contra los intereses
personales y, aún así, se imponen a la conciencia. La auténtica libertad no es
incondicionada, tiene que hermanarse con la verdad, ser libre no significa no tener
límites sino que es tener la facultad de vencer las dificultades que se opongan al
logro de nuestro yo. Así entendida la libertad, podemos decir que dejar de ser libre
es dejar de ser hombre. La libertad no interesa por sí misma, sino por lo que nos
permite hacer: la libertad es medio, no fin. No hay libertad para nada. La verdadera
libertad es la que puede experimentarse desde dentro. Ser libre no es carecer de
freno, sino poder elegir la manera de alcanzar nuestros fines.
La vida moral representa el punto más elevado de la existencia temporal del
hombre. La dignidad y la trascendencia que supone para el hombre su dimensión
ética lo pone en el umbral de una vida superior. La vida moral del hombre se basa
en las elecciones concientes que realiza. La opción por los bienes particulares no va
fijando en la orientación o desorientación nos va fijando en la orientación o
desorientación existencial con respecto al bien pleno y último, que es Dios mismo.
Por eso, llegamos a ser lo que nuestras opciones morales van haciendo de nosotros.

Los Valores

Si bien todos los seres vivos se mueven por comportamientos naturales o


instintivos, los seres humanos, además, pueden proyectar y elegir una opción que
considera mejor sobre otras. Esto se fundamenta en que el hombre es un ser libre
que puede preferir una respuesta a su motivación para actuar. Esta “preferencia” se
fundamenta en su libertad que elige de acuerdo a sus “valores”.
¿Qué son entonces los valores conforme a los cuales el hombre elige cuando realiza
actos humanos en los que las preferencias le permiten obrar según su libertad de
elección?

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El concepto o idea de “valor” es de origen económico: las cosas tienen un “valor”,
según su situación en el mercado. Algo vale más cuando es un bien escaso y
necesario, como por ej. algunos alimentos en tiempos de escasez que se vuelven
más caros porque no se pueden conseguir. En el plano filosófico los valores se
refieren a una cualidad de los bienes que los vuelven deseables o apetecibles
porque se refieren a una afectividad subjetiva que los busca alcanzar. Por eso
decimos que las personas obran conforme a sus valoraciones o preferencias según
sea su escala de valores. Porque existe una escala de valores que se base en la
realidad y es objetiva, según la jerarquía de los seres que hay en la realidad. Así
tenemos una valoración que considera que la escala va de lo más necesario a lo
más importante:
1. Valores materiales relacionados con las cosas necesarias para la subsistencia
material y física de las personas. (Riquezas, bienes materiales, cosas)
2. Valores vitales relacionados con las formas de vida que aseguran un bienestar
físico como la salud, el deporte, la vida sana y natural.
3. Valores éticos o morales: relacionados con el bien y el mal moral, la justicia y
la injusticia, lo prudente y lo inconveniente.
4. Valores absolutos que se relacionan con la Patria, la Religión o la Piedad: como
ofrecer la vida por una causa Superior como su Nación o el martirio religioso
que hace que valgan más que la vida humana. Son valores que van más allá de
una ética humana.
Pero también hay una escala de valores que es subjetiva o relativa a una sociedad que
establece cuál es esa escala de valores. Como cuando una comunidad decide que los
valores más importantes son los materiales o económicos que subordinan a los valores
éticos y absolutos a esos valores materiales. Las sociedades modernas han
privilegiado estos valores y han cambiado el orden jerárquico de los valores objetivos.
Por eso se dice que muchas de ellas tienen una “crisis de valores” que ha producido
una crisis sobre la consideración de lo humano y de sus valoraciones morales.

La conciencia moral

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De la conciencia moral, que significa con ciencia, es decir, tener un conocimiento
cierto de algo, dice San Agustín: “Tú me pusiste la ley. Tú (se refiere a Dios), más
interior que lo más íntimo mío, dentro, en el corazón, me pusiste la Ley”5. Se
refiere a que todo hombre tiene en su interior una voz, un conocimiento interior,
que le permite discernir el bien y el mal. Habitualmente decimos que tener
conciencia de algo es “darse cuenta” de algo. Implica un conocimiento reflexivo
sobre lo que hemos hecho, dicho, pensado, etc.
La conciencia moral es en primer lugar un acto intencional en el cual el objeto es a
su vez otro acto intelectivo-voluntario. La capacidad del intelecto de volver a
conocer los propios actos y los de la voluntad es consecuencia de la naturaleza
misma de la inteligencia humana, que puede conocer las facultades y el alma a
través de sus actos. Hay por decirlo así una “objetivación” del acto que a su vez se
dirige a un objeto determinado. Puede afirmarse por lo tanto que la conciencia es
también un acto reflexivo, no dirigido directamente al yo, sino a otros actos del
mismo ser humano que se abren a su vez a distintos objetos y relaciones entre
objetos. Pero su especificidad consiste no en examinar dichos actos desde una
perspectiva psicológica o antropológica, sino moral, es decir, tiene por fin evaluar
dichos actos desde un punto de vista ético. Esto hace que el acto constitutivo de la
conciencia moral tenga a la vista intencionalmente dos “objetos”: uno es la acción
(y los hábitos a ella consiguientes) que, dirigida a su vez a un determinado objeto
de su querer, es objetivado por el acto de toma de conciencia; otro es la
especificidad moral de dicha acción, para lo cual se requerirá un conocimiento de
la ley o de los valores morales a cuya luz se evalúa la acción o las acciones.

Pero esta conciencia no es innata, sino que se forma, se desarrolla con la persona y
con la educación que va configurando o dando forma a esa posibilidad de discernir
entre lo “bueno” y lo “malo”. Por eso hay personas que pueden tener una
conciencia recta y otras que no. Hay distintos grados de conciencia moral que van
desde una conciencia laxa, donde la conciencia de lo malo es muy débil, hasta una
conciencia escrupulosa, que considera todo como “malo” o “peligroso”. Una
conciencia recta conoce lo que es “bueno” e intenta realizarlo sabiendo que se
puede equivocar.

5
San Agustín, In Ps., 118, 22, 6.

12
Como no es fácil juzgar la conciencia de los hombres porque sus intenciones no
siempre son claras y explícitas, se los juzga por sus actos o conductas. Pero el en
última instancia la conciencia es el fundamento de la moralidad de sus actos. A
veces, las personas obran mal con una conciencia bien intencionada, por ello es tan
difícil juzgar la intención de las personas, es decir, su conciencia.

Por ej. si una persona es acusada de un acto ilícito hay que demostrar su
culpabilidad. Siempre hay que presuponer la inocencia hasta que se pueda
demostrar lo contrario. Porque es difícil demostrar la mala intención que nace de la
conciencia. Una persona que causa un daño a otra (aún la muerte) no siempre tuvo
intención de hacerlo, no siempre tenía la conciencia de estar haciendo algo “malo”.
Por eso sólo podemos juzgar los actos y no las intenciones de las personas.

Ética Social

Los actos humanos que son objeto de la ética no sólo tienen consecuencias para la
persona que los realiza, sino también para la comunidad donde se vive. Por eso
todos los actos humanos son objeto de la ética en su dimensión individual como
social, ya que todos vivimos en ella y las consecuencias de nuestras acciones
recaen sobre los demás. La dimensión ética de nuestras acciones es tanto individual
como social. No hay dos éticas sino que la ética es una sola y es tanto individual
como social.
Pero en la dimensión social tenemos que considerar al hombre es un ser social que
vive con otros en una comunidad.
La sociedad está compuesta por seres humanos que tienen un fin común: El Bien
Común que solamente se consigue con la vida en común. Ese Bien Común implica

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la realización de la justicia. La vida social se funda en los actos humanos y produce
una vida en común con características propias de cada comunidad. Por eso hay
diferentes sociedades. Algunas son más justas que otras
Los fenómenos sociales que las caracterizan son producidos por actos intencionales
que pueden o no orientarse al bien. Y, por eso, hablamos de sociedades “mejores”
donde hay más justicia, igualdad, desarrollo, cooperación, solidaridad, etc.. que
son valores sociales

Dice Bernardo Klisberg: Más ética más desarrollo;

https://www.lanacion.com.ar/opinion/mas-etica-mas-desarrollo-nid475292/

“Noruega es uno de los líderes mundiales en transparencia: allí la


corrupción es casi inexistente. Sin embargo, la legislación
anticorrupción es reducida. La causa se halla en los valores sociales
predominantes. Un corrupto sería duramente excluido, por su familia,
los vecinos, los círculos sociales. Finlandia tiene la tasa de presos más
baja de Europa y, al mismo tiempo, el menor número de policías per
cápita del continente. La prevención de la criminalidad se halla en la
cultura de valores, en el acceso a oportunidades y en el sistema de
"prisiones abiertas", que efectivamente rehabilita. Suecia casi ha
erradicado la discriminación de género. Una opinión pública que
considera la igualdad de género un punto de principio presiona
continuamente por más avances. Canadá tiene uno de los sistemas de
salud de mejor calidad del planeta y totalmente inclusivo. La población
no aceptaría nada distinto: considera el acceso a una salud de buena
calidad un derecho intocable, que debe ser priorizado siempre.
Holanda, como los países nórdicos, el Canadá y otros países líderes en
lo económico-social, tiene altos niveles de equidad en la distribución
del ingreso y acceso universal a educación y salud. En las culturas de
todos estos países predomina una actitud de rechazo a las grandes

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desigualdades y de apoyo a la equidad y a la igualdad de
oportunidades.

El continente más desigual

En la raíz de su éxito está el capital social, nuevo hallazgo de las


ciencias del desarrollo. Detectado en los estudios pioneros de Putnam
(Harvard), abarca por lo menos cuatro dimensiones: los valores éticos
dominantes en una sociedad, su capacidad de asociatividad, el grado de
confianza entre sus miembros y la conciencia cívica. Los resultados de
las mediciones econométricas son concluyentes. Cuanto más capital
social, más crecimiento económico a largo plazo, menor criminalidad,
más salud pública, más gobernabilidad democrática. La noción no
pretende suplantar al peso en el desarrollo de los factores
macroeconómicos, sino que llama la atención sobre que deben sumarse
a ellos estas dimensiones. El mero reduccionismo economicista es una
visión estrecha y lleva a políticas ineficientes.
El Premio Nobel de Economía Amartya Sen subraya: "Los valores
eticos de los empresarios y los profesionales de un país (y otros actores
sociales clave) son parte de sus recursos productivos". Si son a favor de
la inversión, la honestidad, el progreso tecnológico, la inclusión social,
serán verdaderos activos; si, en cambio, predominan la ganancia rápida
y fácil, la corrupción, la falta de escrúpulos, bloquearán el avance.

La idea ha sido acogida hoy por los principales organismos


internacionales. El Banco Mundial, el Banco Interamericano de
Desarrollo (BID) y las Naciones Unidas, entre otros, han creado áreas
dedicadas a impulsar el capital social.

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En una América Latina y una Argentina con un enorme potencial pero
agobiadas por gravísimos problemas sociales, debería prestarse mucha
atención a estos factores. La Unicef dice que mueren anualmente en la
región 500.000 niños por causas previsibles, y más de 95 millones son
pobres. En la Argentina, casi el 75 por ciento de los niños se halla por
debajo de la línea de la pobreza, y el 46 por ciento de los jóvenes de la
Capital Federal y el conurbano están desocupados. Entre las causas de
que países potencialmente tan ricos tengan tanta pobreza, se coincide
hoy en destacar los déficit éticos y el hecho de que éste es el continente
más desigual de todo el planeta, y que ello es regresivo para el progreso
económico y social.

El capital social puede ayudar. Se expresa en formas muy concretas


que es necesario fortalecer y que pueden desempeñar un papel muy
importante. Una de ellas es el voluntariado. En la Argentina, sin la
acción de organizaciones ejemplares como Cáritas, la Amia, la Red
Solidaria y muchas otras, la pobreza sería aún peor. El ejemplo reciente
de cartoneros juntando y entregando 900 kilos de alimentos a niños
tucumanos más pobres aún que ellos indica el potencial inmenso de la
solidaridad que encarnan los voluntarios.

Otra materialización del capital social es la responsabilidad social


empresarial. En Estados Unidos es creciente la presión pública en ese
sentido y ha surgido el intento de crear, junto a los indicadores de
calidad usuales, un ISO de calidad social que permita a los inversores
elegir empresas que la practiquen. En Francia, los fondos éticos se
difunden crecientemente y la Asociación Cristiana ƒtica e Inversiones
pide invertir en empresas que se destaquen en valores como los
derechos humanos, el respeto y desarrollo de la persona, e inversiones
constructivas en países en desarrollo. En la Argentina hay un gran
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reclamo latente en esta dirección. Una reciente encuesta (mencionada
por Tercer Sector) detectó que el 86,5 por ciento de los consumidores
dicen que la responsabilidad social pesa al definir sus compras; el 52,6
por ciento está dispuesto a pagar más por el precio de productos de
empresas socialmente responsables, y el 77 por ciento, a dejar de
comprar las mercaderías de las irresponsables.

Círculos virtuosos

Otras expresiones del capital social son el aumento de la participación


ciudadana, y el fortalecer, como lo sugiere un reciente estudio del
Banco Mundial (Voces de los pobres), las organizaciones de los pobres,
abriéndoles oportunidades productivas y ayudándolas a capacitarse.

Una combinación entre políticas públicas transparentes, libres de toda


corrupción, con gerencia de primera calidad, que garanticen a toda la
población, como corresponde en una sociedad democrática, sus
derechos a la alimentación, la salud, la educación y el trabajo, y un
capital social movilizado a pleno que las complemente pueden
desencadenar círculos virtuosos en el país y la región.

¿Puede hacerse? Los escépticos suelen afirmar que el contrato social


está deshecho en nuestras sociedades. Sin embargo, cuando se observa
la imponente explosión de conductas solidarias en la Argentina de hoy,
y el reclamo generalizado por referentes éticos y valores éticos, puede
afirmarse que lo más importante -el respeto en las bases de la sociedad
del mandato bíblico de que somos responsables los unos por los otros y
de que la indiferencia frente al sufrimiento ajeno es indigna- está a
salvo. Desarrollándolo es posible avanzar en construir otra calidad de
sociedad.

17
Sin valores sociales, es decir, sin ética no puede haber desarrollo en la sociedad.

Ética Profesional o Deontología

La palabra deontos significa en griego deber u obligación y la palabra logos


significa estudio, tratatado, ciencia. Esto quiere decir que es la ética en su
dimensión normativa que se aplica a las diferentes actividades humanas. Por eso
también se la denomina ética profesional.
En ella están comprendidos los códigos de ética de cada profesión, por ej. el de
la ética periodística, médica, etc…donde están recopiladas las normas que tienen

18
que cumplirse en cada una de esas profesiones, como una especie de manual que
comprende las reglas que deben cumplir los profesionales.

Empatía

EL PENSAMIENTO SOBRE EL OTRO: LA EMPATÍA

Es un tema que nace con el cristianismo, puesto que recién con la enseñanza
de Jesucristo el prójimo es el otro frente al cual el hombre se halla naturalmente
situado. La vinculación ideal entre el yo y el otro se encuentra reflejada en la
parábola del “Buen Samaritano”: no hace acepción de personas, cualquier otro es
un tú, por ser la imagen de Cristo. La actitud que cabe frente a él es la caridad, la
cual es la máxima virtud que debe vivir el cristiano en relación con los otros. Pero,
al margen de este pensamiento cristiano, la reflexión sobre este tema marcha según
otros paradigmas que se relacionan con la filosofía de la época.
Cada momento de la historia tiene una peculiar manera del ver el mundo –una
cosmovisión- y el hombre es un aspecto de ella, como también la forma en que se
relaciona con los demás. Así en la época moderna el hombre está anclado en una
radical soledad, y ya no pone su esperanza en Dios sino en la ciencia y el poder del
mundo.
Recién el siglo XX dará un giro debido al “profundo sentido de alineación
frente al general estilo de vivir”. Testimonio de ello es el pensamiento de Max
Scheller y Ortega quienes manifiestan un cambio de actitud del hombre que
condiciona un nuevo planteo del problema del otro; por ejemplo, Max Scheller6,
caracteriza al burgués como el protagonista de la cultura moderna, cuya manera de
relacionarse con la realidad y los hombres inclusive es de dominio.

6
Al respecto, Edith Stein dice de Scheller: “Ideas como virtud, arrepentimiento, humildad,
que prácticamente habían desaparecido de los círculos intelectuales e incrédulos
modernos, fueron rescatadas por Scheller y hechas accesibles a los intelectuales y
también adversarios en su sentido más originario”. Stein; Edith. La pasión por la verdad.
Bonum. Buenos Aires, 1994; pág. 71.

19
La empatía según Edith Stein

La gran autora que analiza el tema es la filósofa y santa, discípula de E.


Husserl, Edith Stein (1841-1942), cuya tesis doctoral se titula, precisamente,
“Sobre el problema de la empatía” 7, escrita en su período fenomenológico (1916-
1923) y defendida el 3 de agosto de 1916. Stein define a la empatía como “la
participación de afectiva y por lo común emotiva de un sujeto humano en una
realidad ajena al mismo sujeto”8
Siguiendo el camino de su maestro parte no de un resultado, sino de algo
dado: el fenómeno de la cosa –la experiencia con su correlato- en este caso, un
sujeto. “El fenómeno de un individuo físico –no como cuerpo físico (korper) sino
como cuerpo vivo (leib)- un yo que siente, que experimenta, que quiere, cuyo
cuerpo vivo no solo forma parte de mi cuerpo vivo fenomenal, sino él mismo es
centro de orientación de dicho mundo”9.
El punto de partida es entonces la percepción de un alter ego (otro yo) real,
viviente, existente.
El carácter empático de esta percepción del otro se manifiesta en un “darse
cuenta” (por ejemplo, darse cuenta de un dolor del otro). Así “se trata de un acto
que es originario como vivencia presente, pero no originario según su contenido” 10.
Es decir que el otro está presente, pero lo que me ha llevado a él, junto a él, en su
lugar, es el contenido, que puede tener distintas formas (como un recuerdo, una
expectativa, una fantasía). Ambos sujetos están separados: no es el mismo el sujeto
de la vivencia empatizada –que tiene la originariedad de la vivencia- que el sujeto
que realiza la empatía que no experimenta esa originariedad (por ejemplo, la
alegría que brota del otro es originaria, pero yo no la experimento como originaria,
sino a través de él).
En la segunda parte de la tesis muestra cómo se constituye para nosotros el
individuo extraño –el otro- desde lo psicofísico. El punto de partida es una datidad
originaria: en la percepción del cuerpo vivo (leib) que es la que garantiza la
posibilidad de la empatía sensorial o endopatía, ya que es una empatía a nivel de
7
Stein, Edith. Sobre el problema de la empatía. Universidad Iberoamericana. México,
1995.
8
Stein, Edith. Los caminos del silencio interior. Bonum, Buenos Aires, 1991. pag. 13.
9
Stein, Edith. Sobre el problema de la empatía; op. cit., pág. 24.
10
Ibídem; pág. 31.

20
sensaciones, y no puede reducirse solamente a ese nivel, pues es “la aprehensión de
las vivencias extrañas –sean sensaciones, sentimientos o cualquier otra cosa- es una
modificación unitaria, típica de la conciencia y necesita un nombre unitario, para
tal fin, hemos escogido el término empatía”11.
Otro fenómeno que percibimos frente al otro, además de un cuerpo vivo
extraño, portador de una vida psíquica, dados de una manera conjunta, es que ser
expresa a través de aquel. De manera que, siendo una acción una unidad de
comprensión o de sentido, y con él forman una vivencia. Por el fenómeno de la
percepción se accede al interior de los nexos significativos de lo psíquico y, al
mismo tiempo, se adquiere un medio poderoso para la corrección de actos de
empatía. Por medio de ésta se aclara la comprensión que se esconde detrás de la
fisonomía y también se diferencia la expresión auténtica de la falsa. Así concluye
que “a partir de la percepción externa de un cuerpo físico como vivo, el individuo
se constituye como tal en los actos de empatía, gracias a este fundamentarse el
alma en el cuerpo es posible la empatía del individuo psicofísico sólo para un
sujeto del mismo tipo”12.
La tercera parte es la consideración de la empatía en su estrato más alto: el
espíritu, que es lo constitutivo de la persona del otro como tal. Pero el fundamento
–no sólo como comienzo sino también como basamento- se encuentra en lo
corpóreo: ·”Ya desde que concebimos un cuerpo viviente ajeno como centro de
orientación del mundo espacial, ya asumimos el yo que le pertenece como sujeto
espiritual, ya le hemos atribuido una conciencia constitutiva... toda percepción
externa se realiza como un acto espiritual. Igualmente, en cada acto de empatía en
sentido literal, es decir, en cada aprehensión de un acto sensitivo hemos penetrado
ya en el reino de los espíritus”13.

Como en todo acto humano, la relación interpersonal constituye un acto


moral en cuanto interviene una dimensión ética. Por ello, la consideración
filosófica de la relación intersubjetiva está fundamentada sobre una determinada
concepción del otro, según la cultura en que esa relación se da. En la nuestra, a
partir del siglo XX, dicho tema adquiere una importancia fundamental

11
Ibídem; pág. 106.
12
Ibídem; pág. 144.
13
Ibídem; pág. 149.

21
especialmente en autores, además del citado Laín Entralgo, como Max Scheller y
Edith Stein.
En el primero la relación interhumana tiene –según su concepción de la
realidad- diferentes estratos y el de la empatía, o simpatía, debe estar fundado en el
amor y es un modo que consiste en ponerse en el lugar del otro, lo cual es
indispensable para poder establecer una relación interpersonal.
Un análisis más profundo es el de Edith Stein, quien, a través del método
fenomenológico, va clarificando la relación empática, cuya primera datidad es la
percepción del otro en su corporeidad hasta elevarse a lo más hondo de la persona:
lo espiritual que se abre a un mundo de valores. El acceso a lo más profundo de la
persona es la vivencia ligada a la motivación, propia del mundo espiritual.
Para que la relación intersubjetiva sea de persona a persona es necesario que
la empatía recorra todos los niveles o estratos humanos: desde lo corpóreo hasta el
núcleo espiritual de la persona. Dicha empatía tiene como punto de partida lo
corporal (el gesto, la mirada, etc.) pero para que sea una auténtica debe llegar al
corazón de la persona, entendido como el núcleo significativo de las vivencias
personales. Sin ello, la relación puede ser formalmente empática pero no lo es su
contenido por no haber llegado a lo verdadero y “sólo quien se experimenta a sí
mismo como persona, como un todo significativo puede entender a otra persona”14

FUNDAMENTOS

Decíamos que el hombre no se conforma con la satisfacción de sus necesidades


para alcanzar su fin último que es la felicidad, sino que necesita conocer e
interpretar el mundo en que vive para poder elaborar un “proyecto de vida”.
Aristóteles afirmaba que el hombre tenía que ser como un “arquero que da en el

14
Ibídem; pág. 181.

22
blanco” para acertar en sus decisiones fundamentales y poder lograr su
autorrealización personal.

Esta visión de totalidad que necesita el hombre es una visión del mundo que está
condicionada por la época y la cultura en que se vive. Nuestra época tiene como
paradigma la Posmodernidad ¿Qué significa?

Entendemos la Posmodernidad en contraposición a otro paradigma: la


Modernidad, que comienza con una revolución en el mundo del conocimiento: la
aparición de la ciencia moderna. A partir de esta “revolución copernicana” la
razón, que es la fuente de conocimiento que permite conocer la naturaleza y poder
dominarla, se vuelve lo más importante que tiene el hombre y su fuente de poder.
El avance del conocimiento científico y su aplicación a la técnica fundamentan el
progreso de la humanidad hacia un futuro cada más promisorio.

Hasta que en el siglo XX, con las dos guerras mundiales, cae este paradigma y
surge otro: la Posmodernidad, que significa la crisis de la razón y la postulación de
la “emoción” y una forma de vida basada en los sentimientos con la búsqueda de lo
placentero que se realiza “aquí y ahora”

La principal consigna de la posmodernidad es su ruptura con los valores ilustrados.


La ilustración, tal como la conocemos, un periodo histórico comprendido en el
siglo XVIII, en que prevalece la razón sobre la religión, el nacionalismo, las
desigualdades ante la ley y la superchería, reivindicando como valores
fundamentales la ciencia, la democracia representativa y la separación iglesia-
estado. La posmodernidad supuso romper con todo eso, alejándose de lo que
consideraban ‘la tiranía de los datos’ y adentrándose en un escepticismo radical
sobre todo y sobre todos. Gianni Vattimo la define como una corriente de
pensamiento a la que no le interesa el mundo real, sino únicamente las
interpretaciones que se puedan hacer de él. Nietzche había dicho que no había
“verdad”, sólo interpretaciones… El gran relato ilustrado fue encumbrar a la razón,
a la ciencia y a la libertad, pero los posmodernos lo consideran un relato más entre
muchos otros. Es decir, el mundo para un posmoderno consiste sólo en un montón
de relatos diferentes entre los que no existe jerarquía alguna. La consecuencia
directa de esto es clara: el intelectual no debe creerse ninguno de esos cuentos,

23
desprendiéndose de todo compromiso y de todo valor. Por ello la posmodernidad es
radicalmente relativista y constructivista. Es relativista porque no cree que exista la
verdad, sólo relatos que son verdaderos en el sentido de ser verdades para sus
adeptos, y constructivista porque consideran que los hechos en los que creemos han
sido construidos por la sociedad a la que pertenecemos.

El resultado de este paradigma es un modelo de ética que Zygmun Bauman


denomina “Ceguera moral”, ya que no permite ver la diferencia entre el bien y el
mal de manera objetiva. También se refiere a esta época como “Modernidad
Líquida” por la ausencia de relaciones permanentes o sólidas entre los seres
humanos.

Frente a esta realidad, la actitud reflexiva nos permite tomar conciencia de que este
paradigma, que prevalece con la globalización, no le permite hacerse cargo –
responsabilizarse- de su vida para darle “valor” y “significado”. Por eso es
importante comprenderlo para evitar la ceguera moral porque el hombre es el único
ser que puede conocer su fin y realizarlo, pero para ello debe asumir su vida como
una tarea que tiene entre sus manos y que sólo él es capaz de realizarla…

En una época donde predomina el paradigma de la Posmodernidad, en la cual la


“Muerte de Dios” significa la desaparición de los valores absolutos (El ser, el bien,
la belleza y la verdad) y la aparición del Nihilismo, que es precisamente la
supresión de esos valores absolutos y su reemplazo por los “valores vitales”
(ligados a la vida biológica: vivir, sentir, hacer lo que se tiene ganas, por el
predominio del Emoción frente a la Razón)

Frente a estas tendencias constatamos que el rechazo programático y metodológico


de todo fundamento metafísico de la moral, que en el fondo es más una “postura”
que una justificación realmente crítica, se vuelve incapaz de resolver los enormes
problemas de la sociedad actual, que a las debilidades ya conocidas de la condición
humana, ha añadido el impacto transfigurador de la técnica y su choque con una
vitalidad irracional o prerracional. La propuesta de buscar y sostener un núcleo

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metafísico que sirva de fundamento a la concepción de la persona humana y su
dignidad, vista en apertura intersubjetiva y en la ampliación de su horizonte a
través del mundo cultural y social, muestra su actualidad y su fecundidad. Permite
además discutir y afrontar filosóficamente estos temas en un marco de ético
racional (no racionalista) anterior a las propuestas que surgen más inmediatamente
de la fe, pero en apertura constitutiva a la revelación

¿Para qué sirve la ética?

http://www.revistadefilosofia.org/66-26.pdf

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