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Finalidad de la actividad humana

Habíamos hablado de los actos humanos como aquellos propios del hombre
en cuanto ser racional y que, por tanto, proceden de su inteligencia y de su libre
voluntad.
Pues bien, decimos que todos los actos humanos están necesariamente
ordenados a un fin.
En efecto, no son hechos al azar, puesto que dependen a la vez de la
inteligencia, que excluye la casualidad, y de la voluntad, que tiene por objeto el
bien.

Conocimiento del fin


El fin de los actos humanos es conocido como fin. Esto es propio de los actos
humanos. El hombre no busca su fin como la piedra, la planta o el animal, sino que
lo persigue conscientemente por la inteligencia que tiene de la relación de sus
actos con su fin. Esto significa que posee la noción de fin y la noción de bien,
nociones que se identifican en la realidad, porque la voluntad no puede ser movida
sino por el bien, y no encuentra el fin o término de su movimiento sino en la
obtención de su bien.

De este modo, el fin y el bien son a la vez el principio y el término de los


actos humanos:
• el principio, porque el fin perseguido o la voluntad de conseguir el fin es
lo que determina la actividad humana.
• el término, porque a la realización del fin tienden todas las tendencias y
aspiraciones del hombre.
Pero, ¿qué significa que nuestra voluntad no puede ser movida sino por el bien?
¿Acaso el espectáculo de la maldad humana no reduce a una cruel burla la frase en
cuestión? Esto será así si se interpreta que la voluntad siempre se dirige hacia un
bien objetivo. No estamos planteando tal cosa. Sí estamos diciendo que se dirige a
un bien o Io que aparece como bien.

Cuando el ladrón roba, el provecho que le rendirá el botín es un bien para él. La
voluntad del ladrón actuó al ver un bien en el delito. Lo mismo para los homicidas
e incluso para el suicida. Pero, ¿cómo? ¿No es la muerte, acaso, el peor de los males
físicos? Objetivamente, es indudable, pero el infortunado que se quita la vida —en
muchos de estos casos, si no en todos— vislumbra (subjetivamente) en esa acción
el bien de la liberación de una situación cuyo peso no puede soportar.

Por lo tanto, decir que la voluntad no puede ser movida sino por el bien significa
que nada puede desear sino bajo el aspecto del bien.

Necesidad de un fin último


El hombre, decimos, no obra sino por un fin. Pero este fin, ¿es un fin último o
es sólo un medio con relación a un fin ulterior?
En este último caso, es evidente que el fin no es querido por sí mismo, sino que
saca su eficacia de un bien que debe procurar. Éste a su vez o dependerá de un
bien más general o será el fin último y el bien supremo de la actividad humana. Sea
como sea, es necesario que lleguemos a un bien supremo, a un fin último, que
desempeñe el papel de causa primera con relación a todos los fines particulares,

Porque no es posible detenerse a mitad de camino, ni ir hasta el infinito (que


equivale a lo mismo). ¿Para qué descanso? Para trabajar mejor. ¿Para qué trabajo
mejor? Para tener mejores ganancias. ¿Y esto para qué? Para sacar adelante a mi
familia. ¿Y esto? Para tener una posición social o plenificarme personalmente o...
Y no se puede seguir hasta el infinito porque sería una serie infinita de fines que
nadie puede recorrer y nadie obra por un fin imposible de alcanzar. O no existe
absolutamente un fin, ni por consiguiente un bien, ni deseo, ni movimiento, o
existe un fin último. Este fin último, según Aristóteles, lo podemos llamar felicidad.

El fin último o felicidad no puede ser múltiple. Desempeña, en efecto, en


relación a los actos humanos, el papel de causa primera y encierra todos los bienes
particulares que el hombre puede desear.

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