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Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Lección 1
Derechos humanos, fundamentales y constitucionales.
Primeramente, debemos distinguir entre derechos y derechos fundamentales, los derechos fundamentales son aquellos
derechos que están tan protegidas que ni los poderes públicos pueden disponer de ellos.
No se puede hablar de derechos fundamentales sin Constitución. La Constitución tiene como funciones principales:
• Organizar y limitar al poder.
• Reconocer y garantizar derechos fundamentales.

El Estado moderno siempre va aparejado a la Constitución, por lo tanto, los derechos fundamentales forman parte de ese
nuevo Estado. La forma de entender el término derecho viene dividida en tres pasos:

1- En un primer momento o paso se entendían estos derechos de las personas con independencia de su recopilación
en un texto normativo. Eran los denominados “derechos naturales” de las personas por el simple hecho de serlo.
2- Un segundo paso fue entender por derechos solo aquellos que se acogían en un texto normativo (norma o
constitución) en la sede de una sociedad organizada. Requerían su positivización (típico de las constituciones y
textos del liberalismo). Aquellos derechos que no estuviesen escritos no producen ningún efecto.
3- El tercer paso es el proceso de fundamentalización es cuando aparecen las constituciones con valor de norma
jurídica con sus procedimientos de garantía. El paso a la fundamentalización se da en el s. XX. La tercera fase
implica, no solo su reconocimiento, sino también la posibilidad de ponerlos a la práctica y garantizarlos.

Pero se debe tener en cuenta que, de poco sirve que se fundamente que se tienen derechos, cuando no hay herramientas
para poder garantizarlos. Si a las personas no se dan las herramientas necesarias para poder defenderlos (derechos) de
nada sirve la teoría, por lo que el derecho natural se queda en eso, en una teoría.

Las imprecisiones terminológicas tanto los textos jurídicos como la propia doctrina, obligan a realizar una clarificación
conceptual imprescindible para alcanzar el mínimo de rigor con el que debe ser tratada la materia. Como ha expresado el
profesor Peces-Barba, los distintos términos que expresan el concepto de derechos humanos como derechos naturales,
derechos públicos subjetivos, libertades públicas, derechos morales, derechos fundamentales, derechos individuales,
derechos del ciudadano, derechos constitucionales, etc... Ninguno de ellos es una expresión pura de una decisión
lingüística, sino que todos ellos tienen conexiones culturales y explicaciones derivadas de un contexto histórico, de unos
intereses, de unas ideologías y de unas posiciones científicas o filosóficas de fondo.

Enmarcado desde el estricto punto de vista de la Filosofía del derecho, la acepción de “derechos naturales” suponen la
existencia de unos derechos previos al poder y al Derecho positivo, no obstante, lo cual, tienen una dimensión jurídica.
Son innatos en la naturaleza humana y se imponen a las normas creadas por el soberano y son un límite a la acción del
mismo, por lo que en la época actual no cabe su utilización en el marco de un Estado constitucional y de Derecho.

Una modalidad son los “derechos morales” de gran difusión en la cultura anglosajona pretende la existencia de un
conjunto de derechos frente al poder del Estado, incluso frente al poder constituyente. Estos, derechos morales, son
concebidos como derechos preconstitucionales.

Respecto a la expresión “derechos públicos subjetivos”, proviene del Derecho público alemán del siglo XIX. El
administrado es titular de determinadas posiciones activas frente a la Administración Pública, entre las que se incluye
determinadas libertades públicas articuladas como derechos públicos subjetivos. El origen de la técnica proviene del
Derecho Alemán, preconizada por G. Jellinek, para quien es derecho público subjetivo aquel que corresponde al individuo
por su posición de miembro del Estado. La característica del derecho público subjetivo es que pone en movimiento la
acción de la justicia apoyada en las normas jurídicas de protección de un interés individual. Ese interés individual deriva
de los derechos fundamentales de la persona reconocidos, frente a los poderes públicos, por el ordenamiento
constitucional.
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Los derechos subjetivos son creados por el ordenamiento jurídico; nada hay fuera de él. El iusnaturalismo, que
contemplaba los Derechos como algo preexistente, ha sido agotado. Admitido, sin embargo, el ordenamiento como el
fundamento de todo derecho subjetivo, surgen los problemas. El Estado que determina y crea el Derecho con plena
libertad formal, no está sujeto a una autoridad superior.

Distinguir entre derechos fundamentales y Libertades Públicas: Algún autor ha expresado que, el término “libertades” es
más correcto para identificar a las de resistencia, que declaran la abstención o actitud pasiva de los poderes públicos;
mientras que el término “derechos”, encaja mejor con la idea exigencia de prestación.

El término “derechos constitucionales”: Son los derechos recogidos en la Constitución, teniendo en cuenta que, dentro
de ella, se recogen una gran variedad de ellos. Aquí no se distinguen unos derechos u otros en función de su nivel de
protección (dado que no todos los derechos recogidos en aquella se hallan en un mismo plano y no tienen las mismas
garantías)

Controversia sobre concepto amplio o restringido de los Derechos fundamentales, conforme a la estructura de nuestra
Constitución.
Título I. De los derechos y deberes fundamentales.
• Capítulo I. De los españoles y extranjeros.
• Capítulo II. Derechos y libertades.
➢ Sección I. De los derechos fundamentales y de las libertades públicas
➢ Sección II. De los derechos y deberes de los ciudadanos.
¿Existe en nuestra Constitución derechos que no son fundamentales? En cuanto a la respuesta, hay 2 vertientes
doctrinales:
• Postura 1. Solo se considera como derechos fundamentales aquellos que se encuentran en la Sección I, del Capítulo
II del Título I.
• Postura 2. Se consideran como derechos fundamentales a todos los del Capítulo II.

La primera postura que solo considera como derechos fundamentales a los de la Sección I, del Capítulo II del Título I, se
basa en lo siguiente:
- Son denominados así por la propia Constitución.
- Tienen mecanismos de protección diferentes del resto (recurso de amparo, procedimientos preferentes y
sumarios)
- Están reservados a la reforma agravada de la Constitución. (Art 168 CE)
- Conforme a la doctrina del Tribunal Constitucional solo a ellos afecta la reserva de Ley Orgánica del artículo 81 de
la CE “Son leyes orgánicas las relativas al desarrollo de los derechos fundamentales y de las …”

La segunda postura que considera derechos fundamentales a todos los del Capítulo II, se fundamenta en:
- Lo que caracteriza a los derechos fundamentales es que vinculan a todos los poderes públicos, que tienen
efectividad directa y se alegan directamente ante los tribunales, que tienen mecanismos de protección para
garantizar su eficacia y que solo se pueden desarrollar por ley.
- La postura contraria implicaría dejar fuera a derechos como el de propiedad privada (art.33 CE)

Los derechos fundamentales son los derechos reconocidos en la Constitución Española, que vinculan a todos los poderes
públicos, que tienen efectividad directa y se alegan directamente ante los tribunales, que tienen mecanismo de protección
para garantizar su eficacia y solo se pueden desarrollar por ley.

Los derechos humanos, son aquellos derechos que, referidos a valores básicos, están declarados en los tratados
internacionales. Los derechos fundamentales y humanos, se diferencian en el ordenamiento que los reconoce y protege,
ya que los derechos fundamentales están reconocidos en el ordenamiento interno del país, mientras que los derechos
humanos tienen un ordenamiento internacional, pero puede darse el caso de normas internacionales que reconozca
derechos, pero no establezca mecanismos para su protección.
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La Constitución española en su preámbulo habla de “derechos humanos”, mientras que en la sección I del Título 1 y el
artículo 81 utiliza la expresión dual de “derechos fundamentales y libertades públicas” las diferentes denominaciones no
coinciden en su totalidad puesto que:
• Las libertades públicas son las esferas de actuación libre frente a las perturbaciones ajenas, los derechos
fundamentales, confieren un poder a su titular.
• Los derechos humanos es una expresión estrechamente unida a una de las doctrinas que contribuyeron a la
emergencia de estos derechos, el iusnaturalismo.

Todos encuentran su fundamento en la propia dignidad de la persona pues el texto constitucional tras proclamar “el
Estado social y democrático de Derecho” en el artículo 1.1 CE, y, por ende, comprometerse a los poderes públicos en “la
promoción de la libertad y la igualdad del individuo” en el artículo 9.2 CE. En el artículo 10 CE declara “la dignidad de la
persona, los derechos inviolables que le son inherentes, el libre desarrollo de la personalidad, el respeto a la ley y a los
derechos de los demás son fundamento del orden político y de la paz social.”

El Tribunal Constitucional ha reconocido en la sentencia del Tribunal Constitucional 25/1981, de 14 de julio, una doble
naturaleza en los derechos fundamentales:
• Por un lado, son derechos del individuo, facultades que quedan a merced de la voluntad de su titular.
• Por otro lado, son valores objetivos o axiológicos que trascienden al mero interés individual y legitiman acciones
públicas para su defensa o promoción.

En la historia de los derechos fundamentales, sus orígenes se sitúan en las solemnes declaraciones de derechos
comprendidas como una expresión del pacto o contrato social asentado sobre los derechos naturales. En cuento a las
declaraciones hay 2 provisiones:
• La norteamericana.
• La eurocontinental.

En la tradición norteamericana se destaca la Declaración de Virginia de 12 de junio de 1776, sobre la cual basta señalar
que las declaraciones norteamericanas se integran como parte de las Constituciones, y siguen las enmiendas de la
Constitución americana de 1787. Enmiendas en las que se incluya su declaración de derechos.
La raíz del tronco europeo de los derechos fundamentales arranca con la Declaración de los derechos del hombre y del
ciudadano de 1789. Pronto se manifiesta también la tendencia de reproducir en las constituciones los derechos naturales
de las declaraciones, como sucede en las Constituciones francesas de 1791 o 1793.

En el proceso de reforma de los Estatutos de Autonomía que se han producido en los últimos años, en la mayoría de los
casos, una inclusión en el articulado de los mismos de una especie de tabla de derechos, casi a imagen y semejanza de lo
que se denomina en las Constituciones como “parte dogmática”. Tal fenómeno ha supuesto que se haya centrado buena
parte del interés del debate doctrinal de nuestra disciplina en este aspecto originando con posiciones encontradas a la
vez que argumentadas.
• En el caso del Estatuto de Autonomía de Cataluña, dedica todo su título primero a lo que se denomina “derechos,
deberes y principios rectores” incluyendo en el mismo derechos para sectores determinados de la ciudadanía,
derechos generales para toda la población de la Comunidad Autónoma (“vivir con dignidad el proceso de la muerte”)
así como otros derechos que, de alguna manera están recogidos en la Constitución con la categoría de derechos
fundamentales o de principios rectores de la política social y económica.
• En el caso del Estatuto de Autonomía de la Comunidad Valenciana es el título II del mismo el que recogen muy
variopintos como el derecho a tener una buena administración o al abastecimiento de agua de calidad.
• En el estatuto de autonomía de Canarias por ahora no hay un listado de derecho, pero se intenta llevar a cabo una
reforma para que al igual que otras comunidades autónomas tengan su listado de derechos.

En cuanto a la inclusión de derechos en los Estatutos de Autonomía, hay dos posturas:


• Postura en contra de la inclusión de declaraciones de derechos en los Estatutos de Autonomía
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a- La Constitución como norma adecuada para la inclusión de dichas declaraciones, como afirma el profesor Diez
Picazo «en el ordenamiento jurídico español existe, una reserva de Constitución en materia de derechos
fundamentales». Bastida Freijedo, dice «la explicación de por qué unos derechos son fundamentales es sencilla. Lo
son porque participan de esa posición de supremacía que tiene la Constitución en la que están insertos; por el
contrario, no son calificables como fundamentales si carecen de ese rango y entran en el campo de la libre decisión
del Legislador». Bobbio decía que los derechos fundamentales son «los que en una determinada Constitución están
atribuidos a todos los ciudadanos indistintamente, aquéllos, en una palabra, respecto de los que los ciudadanos
son todos iguales».
Por todo ello, y siguiendo los anteriores razonamientos, solo un texto constitucional podría aventurarse a una
proclamación de los derechos fundamentales de los ciudadanos y, por ello, su incorporación en textos estatutarios
supondría la quiebra de una de las reglas básicas del constitucionalismo

b- El contenido obligatorio de los Estatutos conforme al artículo 147.2 de la C.E. Otro argumento utilizado por los
críticos a esta inclusión de declaraciones de derechos en los Estatutos de Autonomía es la que hace referencia a
que dicha norma institucional básica de las Comunidades Autónomas tiene un contenido obligatorio definido en
el artículo 147.2 de la Constitución, dentro del cual no se encuentra el hace tablas de derechos. Pero, buena parte
de la doctrina avala un contenido potestativo de los Estatutos más allá del obligatorio fijado por la Constitución,
por lo que este argumento decae.

c- La naturaleza jurídica de los derechos fundamentales (este fundamento es bastante simple en su descripción). Los
derechos fundamentales, por definición, implican unos derechos subjetivos que tienen unas características
determinadas como son:
o indisponibilidad para el Legislador, respecto en todo caso a su contenido esencial y alegación directa ante
los tribunales de justicia.
o implican una «necesaria igualdad en todo el territorio nacional del régimen de los derechos constitucionales
en sentido estricto, ex arts. 53.1 y 81.1 CE, lo que impone, respecto a dichos derechos constitucionales, la
igualdad en las posiciones jurídicas fundamentales de todos los españoles».
Con esas premisas es muy difícil poder defender la implantación de declaraciones de derechos fundamentales en
los Estatutos de Autonomía, para empezar, porque el propio Tribunal Constitucional lo ha manifestado abierta y
rotundamente al decir que «hay que señalar que teniendo los derechos constitucionales la condición de tales como
consecuencia de su consagración en la Constitución, es claro que los mismos no pueden ser objeto de regulación
por los Estatutos de Autonomía» (STC 12 de diciembre de 2007 sobre el EEAA de la Comunidad Valenciana).

d- Exigencia de igualdad de derechos para todos los españoles. El último argumento de los detractores de la inclusión
de declaraciones de derechos en los Estatutos de Autonomía se basa en el artículo 139.1 de la Constitución que
establece que todos los españoles tienen los mismos derechos y obligaciones en cualquier parte del territorio del
Estado. La utilización de este razonamiento es igualmente sencillo. Es evidente que, de una mera lectura aislada
de este precepto y de su interpretación literal la conclusión que debe sacarse no es favorable a la inclusión de
distintas tablas de derechos en cada una o en varias de las Comunidades Autónomas.

• Postura a favor de la inclusión de declaración de derechos en los Estatutos de Autonomía


a- En realidad no son derechos fundamentales sino de otra clase: Esta postura la ha manifestado muy
contundentemente el Francisco Caamaño cuando dice «Estos derechos y deberes son, por así ordenarlo el Estatuto
que los regula, derechos que, jurídicamente, no pueden ni desean “competir” con los fundamentales: ni en espacio
ni en contenido» y, además, reitera que «se atribuyen cualidades cuasiconstitucionales a los Estatutos de
Autonomía con el único propósito de fundamentar su inconstitucionalidad. ¿Por qué?, cuando sabemos que ni los
Estatutos son Constitución, ni los derechos estatutarios son derechos fundamentales». De una forma similar se
pronuncia buena parte de la doctrina. También el Tribunal Constitucional ha utilizado este argumento para
decretar finalmente la constitucionalidad del artículo 17.1 del Estatuto de Autonomía de la Comunidad Valenciana
que establecía literalmente la garantía del «derecho de los valencianos y valencianas a disponer del abastecimiento
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suficiente de agua de calidad. «el derecho estatutario así enunciado presenta como rasgo distintivo el de no ser
ejercitable de modo directo e inmediato en vía jurisdiccional, pues sólo podrá serlo cuando los poderes
autonómicos lo instrumenten y, aún ello, de acuerdo con la Constitución, “la legislación estatal” o “la ley”, estatal
o autonómica, según los casos. Es decir, el art. 17.1 EACV, aunque formalizado en su dicción como derecho, se sitúa
en la órbita de las directrices, objetivos básicos o mandatos dirigidos a los “poderes públicos valencianos”.» (STC
12 de diciembre de 2007).

b- Inexistencia de exclusividad de la norma Constitución para regular derechos: No se puede sacar la conclusión de
que solo la Constitución puede regular derechos, ni siquiera los fundamentales o constitucionales. Es evidente
que por el hecho de que en la Carta Magna esté recogido el derecho a la propiedad no se prohíbe a que luego la
ley lo regule y, como este ejemplo otros muchos. Existen tablas de derechos en ámbitos estatales, autonómicos y
hasta locales y sectoriales, así como dice el profesor Álvarez Conde «La fundamentabilidad de los derechos exigen
que sean regulados por la Constitución, pero eso no impide un desarrollo normativo por parte de diferentes poderes
públicos estatales y autonómicos». Por todo ello, y según esta postura, nada impide que los Estatutos de
Autonomía, como el resto de fuentes, regulen derechos.

c- Inclusión de declaraciones de derechos en cuanto afectan al ejercicio de una competencia de la Comunidad


Autónoma: Uno de los argumentos más reiterados para la defensa de la inclusión de las declaraciones de derechos
en los Estatutos de Autonomía es que no existe pega alguna a su proclamación, siempre y cuando estén
relacionados con las concretas competencias que tienen atribuidas las Comunidades Autónomas. Así, se dice,
como por ejemplo por el profesor Marc Carrillo, que «Los Estatutos aprobados no reconocen derechos
fundamentales sino que en algunos casos los desarrollan respetando los mandatos constitucionales de la reserva
de competencia exclusiva estatal del artículo 149.1.1º CE, la ley orgánica establecida en el artículo 81.1 CE y la
salvaguarda del contenido esencial del artículo 531. CE, y desplegando su contenido específico de acuerdo con las
competencias asumidas por la Comunidad Autónoma». O en otras palabras «es posible concluir la
constitucionalidad de las tablas de derechos en los Estatutos de Autonomía, siempre que respeten los límites
constitucionales establecidos y que las Comunidades Autónomas posean un título competencial que les habilite
para llevar a cabo la actuación de que se trate».

d- Inexistencia de uniformidad en los derechos de todos los españoles: Por último, los defensores que la
constitucionalidad de la inclusión de declaraciones de derechos en los Estatutos argumenta que el artículo 139.1
de la Constitución no puede interpretarse de tal forma que se exija una homogeneidad absoluta en las esferas de
los derechos subjetivos de todos españoles. O, siguiendo las palabras del propio Tribunal Constitucional el artículo
139.1 CE no contempla una uniformidad absoluta del régimen de los derechos constitucionales en todo el
territorio nacional, sino un principio de igualdad sustancial susceptible de modulaciones diferenciadas en mayor
o menor grado en las Comunidades Autónomas, según el tipo de derecho de que se trate y el reparto competencial
en la materia implicada.

Una primera que debe concluir que los derechos fundamentales, por definición, solo pueden ir en la Constitución y que,
por lo tanto, para que pueda concluirse la constitucionalidad de la reforma estatutaria de esos derechos incluidos no
puede desprenderse esa cualidad de fundamental.
Una segunda que la imposibilidad de incluir a esos derechos dentro de la categoría de fundamentales implica tener que
crear una nueva clasificación en la que tengan cabida unos derechos que si bien no se asemejan a los constitucionales
también tienen notabilísimas diferencias con los derechos creados legalmente. Porque lo que es evidente es que algo
habrá que cambiar en la teoría general de los derechos fundamentales si finalmente estas declaraciones de derechos
prosperan tras los recursos de inconstitucionalidad que hay pendientes, como todo parece indicar.

Clasificación de los derechos fundamentales


Los derechos fundamentales pueden clasificarse en función de diferentes criterios. Los más importantes son:
1- Desde el punto de vista histórico o de la evolución de los mismos están:
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a- Los derechos de la primera generación: En este sentido es pacífica la doctrina cuando sitúa los denominados
“Derechos de la primera generación” en los llamados derechos civiles y políticos, siendo estos marcadamente
individuales y vinculados al ser humano en su condición de tal, e identificados con las primeras declaraciones de
derechos. Aquí encontraremos al derecho a la propiedad, a la libertad, al honor, etcétera.

b- Los derechos de la segunda generación: Los de la “segunda generación” se consolidan con la aparición del Estado
Social y son de naturaleza económica y laboral.

c- Los derechos de la tercera generación: Nacidos ya bien entrada la segunda mitad del siglo XX, se orientan hacia
la solidaridad con colectivos o etnias minoritarias y los denominados derechos culturales y medioambientales,
tales como la conversación del patrimonio, la diversidad cultural o la protección del ecosistema. Al ser estos
últimos relativamente modernos, muchas Constituciones no los recogen en su texto o, como ocurre con nuestra
Constitución española de 1978, los nombra dentro del apartado de “principios rectores de la política social y
económica”

d- Los derechos de la cuarta generación: (En fase de generación) La cuarta generación de los derechos humanos está
destinada a dar respuesta a una evolución social generada por la irrupción en la vida de las personas de internet,
aunque, la gran variedad de nuevos derechos que esa dinámica evolutiva impone, posibilite la incorporación de
otros de diferente índole (Por ejemplo, el derecho a una buena administración)

→ El Derecho al acceso a internet: por ejemplo, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos dictó una sentencia
el 18 de diciembre de 2012 (asunto Ahmet Yildirim contra Turquía) en la que el Tribunal de Estrasburgo
argumenta que internet se ha convertido en un medio de tanta importancia que restringir el acceso al mismo
equivale a afectar de forma contraria a Derecho la libertad de expresión e información. Aunque en este caso
no se habla autónomamente del Derecho de acceso a internet, sino que se enlaza con su afectación al
Derecho a la libertad de expresión e información, su argumentación basta para defender el acceso a internet
como un derecho del ciudadano autónomo.
→ El Derecho al acceso a internet: Igualmente la sentencia del Consejo Constitucional francés de fecha 10 de
julio de 2009 que llegó a declarar inconstitucionales varios artículos de una ley gala que habilitaba a una
autoridad administrativa la restricción o incluso la denegación del acceso a internet a cualquier persona.
La Asamblea General de las Naciones Unidas declaró en el año 2011 el acceso a internet como un Derecho
Humano por ser una herramienta que favorece el crecimiento y el progreso de la sociedad en su conjunto y
exhorta a los gobiernos a facilitar su acceso, no sólo al permitir a los individuos ejercer su derecho de opinión
y expresión, sino como parte de sus derechos humanos. Por ello la ONU también se ha mostrado contraria
a las medidas opresoras de algunos gobiernos que violan el acceso a Internet.
→ Grecia, por su parte, aprobó una enmienda a su Constitución señalando que el Estado ha de facilitar el acceso
a la información electrónica. Al otro lado del Atlántico, Costa Rica declaró el acceso a internet como un
derecho fundamental de los ciudadanos en una sentencia de la Sala Constitucional en 2010, la Constitución
mexicana recoge que el Estado ha de garantizar el derecho de acceso a la banda ancha e internet desde
2013.
Reglamento (UE) 2015/2120 del Parlamento Europeo y del Consejo de 25 de noviembre de 2015 por el que
se establecen medidas en relación con el acceso a una internet abierta:
→ La regulación más clara del acceso a internet como derecho la encontramos en los Estatutos de Autonomía.
En el artículo 34 del Estatuto de Autonomía de Andalucía establece que “Se reconoce el derecho a acceder y
usar las nuevas tecnologías y a participar activamente en la sociedad del conocimiento, la información y la
comunicación, mediante los medios y recursos que la ley establezca”. El artículo 29 del Estatuto de
Autonomía de las Islas Baleares establece que “En el ámbito de sus competencias, los poderes públicos de
las Illes Balears impulsarán el acceso a las nuevas tecnologías, a la plena integración en la sociedad de la
información y a la incorporación de los procesos de innovación”. El artículo 7.6 del Estatuto de Autonomía
de Extremadura dice que los Poderes Públicos “Estimularán la investigación científica y técnica, la
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incorporación de procesos innovadores por los actores económicos, el acceso a las nuevas tecnologías por
parte de empresas y ciudadanos y los mecanismos legales y técnicos que faciliten el libre acceso de todos al
conocimiento y la cultura”. El artículo 53 del Estatuto de Autonomía de Cataluña establece que “Los poderes
públicos deben facilitar el conocimiento de la sociedad de la información y deben impulsar el acceso a la
comunicación y a las tecnologías de la información, en condiciones de igualdad, en todos los ámbitos de la
vida social, incluido el laboral; deben fomentar que estas tecnologías se pongan al servicio de las personas y
no afecten negativamente a sus derechos, y deben garantizar la prestación de servicios mediante dichas
tecnologías, de acuerdo con los principios de universalidad, continuidad y actualización”. El artículo 19.2 del
Estatuto de Autonomía de la Comunidad Valenciana establece que “Queda garantizado el derecho de acceso
de los valencianos a las nuevas tecnologías y a que La Generalitat desarrolle políticas activas que impulsen
la formación, las infraestructuras y su utilización”.
→ El denominado “derecho al olvido”: La Gran Sala del Tribunal de Justicia de la Unión Europea dictó el pasado
13 de mayo de 2014 una sentencia, con bastante repercusión en los medios de comunicación, y que
popularizó el denominado “derecho al olvido”.
En primer lugar, se debe aclarar que no existe como tal un “derecho al olvido” ni en nuestra Constitución,
ni en la Carta de Derechos de la Unión Europea, ni en el Convenio Europeo de Derechos Humanos, ni en los
restantes tratados ratificados por España. Para decidir sobre este tipo de conflictos, el Tribunal de la Unión
Europea ha aplicado el derecho a la intimidad y, en general, la normativa sobre el tratamiento automatizado
de datos.
La postura del Tribunal de la Unión Europea defiende que el gestor del motor de búsquedas está obligado a
eliminar de la lista de resultados los vínculos a páginas web que contengan las informaciones, incluso en el
supuesto de que dichos contenidos no se borren previa o simultáneamente por el medio de procedencia y
aunque su publicación sea lícita en sí misma, si afecta a la intimidad de un ciudadano
→ Sobre la denominada “culpa in vigilando” en los foros en internet: El 10 de octubre de 2013 el Tribunal
Europeo de Derechos Humanos dictó una sentencia sobre la responsabilidad de las páginas webs por
los contenidos difamatorios publicados por los usuarios o lectores de las mismas. La cuestión analizaba si
los portales que alojan foros tienen la obligación de controlar los contenidos que, en forma de comentarios
u opiniones pueden dejar dentro de la misma cualquier internauta. El caso tuvo su origen en el estado de
Estonia. Allí el Tribunal Supremo de Estonia consideró que el portal de noticias tenía la consideración de
editor y, por tanto, tenía una especial culpa in vigilando por los contenidos vertidos en dicho portal.
El TEDH concluye que se vulneró el derecho al honor dado que los comentarios dejados por los usuarios del
foro traspasaron los límites de la crítica para adentrarse en los del insulto y fomentaban el odio.
La sentencia concluye que el administrador de un portal de noticias en internet tiene la consideración
de editor y, por ello, responsabilidad directa por los contenidos publicados por los lectores.
→ Sobre el denominado “derecho a la verdad”: (La Sentencia del TEDH El-Masti c. Macedonia). Supuso el
reconocimiento por parte de este Tribunal de la realidad del programa secreto de detenciones ilegales que,
tras los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, los Estados Unidos de América pusieron en marcha
con la connivencia de varios Estados europeos para combatir el terrorismo internacional.
Se revela la existencia de una “telaraña” mundial -en francés se recoge literalmente la expresión “toile
d’araignée”- de detenciones y de entregas internacionales alejadas de cualquier atisbo de legalidad y que
fueron auspiciadas por los Estados Unidos con la colaboración de diversos Estados miembros del Consejo
de Europa, con el objetivo de combatir el terrorismo internacional.
El Tribunal subraya la gran importancia del presente asunto no sólo para el recurrente y su familia sino
también para las otras víctimas de crímenes similares y para la sociedad en general, que también tienen
derecho a saber qué fue lo que pasó.

2- Desde el punto de vista de su nivel de protección tenemos:


a. Los derechos constitucionales que tienen protección máxima al tener acceso al recurso de amparo constitucional
y unos procedimientos preferentes y sumarios en la vía judicial.
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b. Los derechos constitucionales que no tienen ese nivel de protección.

3- Desde el punto de vista de su contenido:


a- Derechos de libertad: lo que se intenta proteger es que las personas puedan comportarse libremente sin
injerencias de otros. Ámbitos de protección física y moral, protección de la dignidad de la persona, protección
frente a la detención arbitraria, y los que no relacionan con las demás personas.

b- Derechos de participación: lo que se llama la dimensión activa de la libertad que comprende la participación en
la adopción de las decisiones de los organismos públicos y que esta participación pueda hacerse de forma directa
y en otras ocasiones por representación. Aquí están el derecho de reunión, sufragio activo y pasivo, etc.

c- Derechos sociales: en la Constitución, lo que constituye el contenido de los derechos sociales en el fondo hay dos
estructuras normativas, porque unos están estructurados como derechos fundamentales y los otros se
estructuran como principios rectores. La ley los convertirá en derechos subjetivos mientras son simples mandatos
al legislador. El fenómeno del art. 53.3 CE afecta a los derechos sociales porque son los que requieren inversión,
gasto. El legislador aquí actúa con mucho realismo, a unos los estructura como derechos sociales en sentido
estricto como el derecho a la educación, la libertad de enseñanza, libertad de cátedra, autonomía universitaria,
etc. En el ámbito laboral también encontramos derechos en sentido estricto como la libertad sindical,
negociación colectiva, conflicto colectivo, huelga, etc. El tercer ámbito serían los derechos económico-sociales
como la propiedad privada, la libertad de empresa o el derecho a crear fundaciones.

d- Derechos de garantía: aquí está la tutela judicial efectiva, es un derecho, pero también es una garantía. Lo mismo
sucedería con los recursos ante el TC como el recurso de amparo, que es también un derecho y a la vez un
instrumento de garantía. También situaríamos aquí el habeas corpus, que es un procedimiento específico de
garantía de la libertad personal.

e- La última generación de los derechos fundamentales. Aquí lo que se pretende básicamente es la protección de
las condiciones que hacen posible la vida humana. Intentar garantizar la pervivencia de la humanidad, es decir,
intentar proteger bienes comunes, bienes colectivos, de reposición imposible y que son condición esencial para
la calidad de la vida de las personas. Aquí se sitúa la protección del medio ambiente, el patrimonio cultural, el
agua potable, el aire limpio, etc. Aquí el bien protegido es distinto, las materias relevantes están en el ámbito
internacional y el Protocolo de Kyoto es el documento fundamental.

Otra clasificación distingue entre:


a- Derechos civiles. Tienen por objeto garantizar ámbitos de libertad al individuo, en los que Estado reconoce no debe
intervenir.
b- Derechos políticos. Son aquellos relacionados con la gestión democrática de los asuntos públicos.
c- Derechos sociales. Son aquellos que tienen por objeto garantizar unas condiciones de vida digna.

Otra clasificación similar a la anterior es la que distingue entre:


a- Derechos de autonomía. Se reconoce a las personas un ámbito de actuación en el que pueden actuar libremente,
sin ningún tipo de interferencia externa (derecho a la vida, a la libertad ideológica o religiosa, …) Son derechos de
la esfera privada.
b- Derechos de participación. Se reconoce al ciudadano la posibilidad de participar en los asuntos públicos (derechos
de sufragio, a votar o a ser elegido como representante, …)
c- Derechos de prestación. Permite a las personas exigir al estado determinadas prestaciones de carácter económico,
social o cultural (derechos laborales, a la educación)

Derechos “sui generis” (Derechos fuera del Título primero de la Constitución)


1- El derecho a usar el castellano (artículo 3)
2- Libertad de creación de partidos políticos (artículo 6)
3- El derecho de sufragio de los españoles en el extranjero (art. 68,5)
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4- El derecho de sindicación de los funcionarios públicos (103,3)


5- El derecho de audiencia en el procedimiento de elaboración de disposiciones administrativas (art. 105)
6- El derecho a ser indemnizado cuando sufran un perjuicio en el funcionamiento de los servicios públicos (art. 106.2 y
121)
7- El derecho a ejercer la acción popular (art. 125)

Los Derechos Fundamentales en el espacio europeo y los convenios internacionales.


En su propio territorio la Unión Europea concede especial importancia al respeto de los derechos humanos, sobre la
base de los artículos 6, 7 y 13 del Tratado constitutivo de la Unión Europea, y de la Carta de los Derechos Fundamentales.
De acuerdo con las aspiraciones de los Jefes de Estado o de Gobierno, esta Carta debía contener los principios generales
recogidos en el Convenio Europeo de Derechos Humanos de 1950 y los derivados de las tradiciones constitucionales
comunes de los países de la UE, así como los derechos económicos y sociales enunciados en la Carta social europea, así
como los principios que se derivan de la jurisprudencia del Tribunal de Justicia y del Tribunal Europeo de Derechos
Humanos.

La Carta fue elaborada por una convención compuesta por un representante de cada país de la UE y de la Comisión
Europea, así como por miembros del Parlamento Europeo y de los Parlamentos nacionales. Fue formalmente
proclamada en Niza en diciembre de 2000 por el Parlamento Europeo, el Consejo y la Comisión. En diciembre de 2009,
con la entrada en vigor del Tratado de Lisboa, la Carta adquirió el mismo carácter jurídico vinculante que los Tratados.
La Carta reúne en un único documento los derechos que hasta ahora se repartían en distintos instrumentos legislativos,
como las legislaciones nacionales y comunitarias, así como los Convenios internacionales del Consejo de Europa, de las
Naciones Unidas (ONU) y de la Organización Internacional del Trabajo.

La Carta es aplicable a las instituciones europeas, en cumplimiento del principio de subsidiariedad, y en ningún caso
puede exceder las competencias y las tareas que los Tratados le confieren. La Carta también es aplicable a los países de
la UE cuando aplican la legislación comunitaria.
Si alguno de los derechos se corresponde con derechos garantizados por el Convenio Europeo de Derechos Humanos,
el significado y el ámbito de aplicación de dichos derechos será el mismo que el definido por el Convenio, aunque la
legislación comunitaria pueda contemplar una protección más amplia. Cualquiera de los derechos derivados de las
tradiciones constitucionales comunes de los países de la UE deberá interpretarse de conformidad con dichas tradiciones.

Artículo 6 (Tratado U.E.)


“1. La Unión reconoce los derechos, libertades y principios enunciados en la Carta de los Derechos Fundamentales de la
Unión Europea de 7 de diciembre de 2000, tal como fue adaptada el 12 de diciembre de 2007 en Estrasburgo, la cual
tendrá el mismo valor jurídico que los Tratados.
Las disposiciones de la Carta no ampliarán en modo alguno las competencias de la Unión tal como se definen en los
Tratados.
Los derechos, libertades y principios enunciados en la Carta se interpretarán con arreglo a las disposiciones generales del
título VII de la Carta por las que se rige su interpretación y aplicación y teniendo debidamente en cuenta las explicaciones
a que se hace referencia en la Carta, que indican las fuentes de dichas disposiciones.”

Artículo 51. (de la Carta) Ámbito de aplicación.


“1. Las disposiciones de la presente Carta están dirigidas a las instituciones, órganos y organismos de la Unión, dentro
del respeto del principio de subsidiariedad, así como a los Estados miembros únicamente cuando apliquen el Derecho de
la Unión. Por consiguiente, éstos respetarán los derechos, observarán los principios y promoverán su aplicación, con
arreglo a sus respectivas competencias y dentro de los límites de las competencias que los Tratados atribuyen a la Unión.
2. La presente Carta no amplía el ámbito de aplicación del Derecho de la Unión más allá de las competencias de la Unión,
ni crea ninguna competencia o misión nuevas para la Unión, ni modifica las competencias y misiones definidas en los
Tratados.”

Por todo ello, la articulación entre sistemas de derechos en el espacio europeo se juega a tres bandas:
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

- Normativa de la U.E.
- C.E.D.H. (Convenio Europeo de Derechos Humanos)
- O.N.U. (Organización de las Naciones Unidas)
- Constituciones nacionales
A raíz de una recomendación de la Comisión de 17 de marzo de 2010, el Consejo adoptó una decisión, el 4 de junio de
2010, por la que autorizaba la apertura de las negociaciones relativas al acuerdo de adhesión de la UE al CEDH. Todo ello
concluyó con un Proyecto de acuerdo de adhesión de la UE al CEDH.

Dictamen 2/2013 del TJUE (Pleno) de 18 de diciembre de 2014


• Algunos Estados miembros que han participado en el presente procedimiento expresaron dudas sobre la
admisibilidad de la solicitud de dictamen de la Comisión, por contener ésta apreciaciones relativas a las normas
internas
• Desde que se adoptó el CEDH, únicamente pueden ser partes de él las entidades estatales, lo que explica que, hasta
hoy, este Convenio únicamente obligue a Estados. Así lo corrobora, además, la circunstancia de que, para permitir
la adhesión de la Unión, no solo se modificó el artículo 59 del CEDH, sino que el propio acuerdo previsto contiene
una serie de modificaciones de dicho Convenio para hacer operativa esa adhesión en el marco del sistema que éste
establece.
• La Unión, como cualquier otra Parte Contratante, estaría sujeta a un control externo que tendría por objeto el
respeto de los derechos y libertades que la Unión se comprometería a respetar con arreglo al artículo 1 del CEDH.
En este contexto, la Unión y sus instituciones, incluido el Tribunal de Justicia, estarían sujetas a los mecanismos de
control previstos por dicho Convenio, y en particular a las decisiones y sentencias del TEDH.

• La interpretación dada al CEDH por el TEDH vincularía, en virtud del Derecho internacional, a la Unión y a sus
instituciones, incluido el Tribunal de Justicia, y que, por otra parte, la interpretación dada por el Tribunal de Justicia
a un derecho reconocido por dicho Convenio no vincularía a los mecanismos de control establecidos por éste.
• No obstante, no puede suceder lo mismo con la interpretación que da el Tribunal de Justicia del Derecho de la Unión,
incluida la Carta. En particular, las apreciaciones del Tribunal de Justicia relativas al ámbito de aplicación material
del Derecho de la Unión, especialmente a efectos de determinar si un Estado miembro está obligado a respetar los
derechos fundamentales de la Unión, no deberían poder ser cuestionadas por el TEDH.

En consecuencia, el Tribunal de Justicia (Pleno) emite el siguiente dictamen:


“El acuerdo de adhesión de la Unión Europea al Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y de las
Libertades Fundamentales no es compatible con el artículo 6 TUE, apartado 2, ni con el Protocolo (nº 8) sobre el apartado
2 del artículo 6 del Tratado de la Unión Europea relativo a la adhesión de la Unión al Convenio Europeo para la Protección
de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales.”

Artículo 52. (de la Carta) Alcance e interpretación de los derechos y principios.


1. Cualquier limitación del ejercicio de los derechos y libertades reconocidos por la presente Carta deberá ser establecida
por la Ley y respetar el contenido esencial de dichos derechos y libertades.
Dentro del respeto del principio de proporcionalidad, sólo podrán introducirse limitaciones cuando sean necesarias y
respondan efectivamente a objetivos de interés general reconocidos por la Unión o a la necesidad de protección de los
derechos y libertades de los demás.
2. Los derechos reconocidos por la presente Carta que constituyen disposiciones de los Tratados se ejercerán en las
condiciones y dentro de los límites determinados por éstos.
3. En la medida en que la presente Carta contenga derechos que correspondan a derechos garantizados por el Convenio
Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales, su sentido y alcance serán iguales
a los que les confiere dicho Convenio.

Esta disposición no obstará a que el Derecho de la Unión conceda una protección más extensa.
4. En la medida en que la presente Carta reconozca derechos fundamentales resultantes de las tradiciones constitucionales
comunes a los Estados miembros, dichos derechos se interpretarán en armonía con las citadas tradiciones.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Capítulo I: dignidad (dignidad humana, derecho a la vida, derecho a la integridad de la persona, prohibición de la tortura
y de las penas o los tratos inhumanos o degradantes, prohibición de la esclavitud y el trabajo forzado).

Capítulo II: libertad (derechos a la libertad y a la seguridad, respeto de la vida privada y familiar, protección de los datos
de carácter personal, derecho a contraer matrimonio y derecho a fundar una familia, libertad de pensamiento, de
conciencia y de religión, libertad de expresión e información, libertad de reunión y asociación, libertad de las artes y de
las ciencias, derecho a la educación, libertad profesional y derecho a trabajar, libertad de empresa, derecho a la
propiedad, derecho de asilo, protección en caso de devolución, expulsión y extradición).

Capítulo III: igualdad (igualdad ante la ley, no discriminación, diversidad cultural, religiosa y lingüística, igualdad entre
hombres y mujeres, derechos del menor, derechos de las personas mayores, integración de las personas discapacitadas).

Capítulo IV: solidaridad (derecho a la información y a la consulta de los trabajadores en la empresa, derecho de
negociación y de acción colectiva, derecho de acceso a los servicios de colocación, protección en caso de despido
injustificado, condiciones de trabajo justas y equitativas, prohibición del trabajo infantil y protección de los jóvenes en el
trabajo, vida familiar y vida profesional, seguridad social y ayuda social, protección de la salud, acceso a los servicios de
interés económico general, protección del medio ambiente, protección de los consumidores).

Capítulo V: ciudadanía (derecho a ser elector y elegible en las elecciones al Parlamento Europeo y derecho a ser elector
y elegible en las elecciones municipales, derecho a una buena administración, derecho de acceso a los documentos,
Defensor del Pueblo Europeo, derecho de petición, libertad de circulación y de residencia, protección diplomática y
consular).

Capítulo VI: justicia (derecho a la tutela judicial efectiva y a un juez imparcial, presunción de inocencia y derechos de la
defensa, principios de legalidad y de proporcionalidad de los delitos y las penas, derecho a no ser acusado o condenado
penalmente dos veces por el mismo delito).

Con la entrada en vigor del Tratado de Lisboa el 1 de diciembre de 2009, se otorgó a la Carta de los Derechos
Fundamentales de la Unión Europea (UE) un carácter vinculante. El nuevo estatuto de la Carta refuerza la acción de la
Unión en materia de respeto de los derechos fundamentales. Los países de la UE sólo están obligados a cumplir la Carta
cuando apliquen el Derecho de la Unión. La Comisión adoptará las medidas oportunas para reforzar el respeto de los
derechos fundamentales en los Estados miembros de la UE:
- recordándoles su obligación en este sentido y ayudándoles a aplicar correctamente el Derecho de la Unión;
- poniendo en marcha procedimientos de infracción contra cualquier Estado miembro de la UE que incumpla tal
obligación.

En general, los derechos mencionados le son reconocidos a toda persona. No obstante, la Carta hace también referencia
a categorías de temas con unas necesidades particulares (menores, personas mayores, personas con discapacidad).
Además, el Capítulo V considera la situación específica del ciudadano europeo haciendo referencia a algunos derechos ya
mencionados en los Tratados (libertad de circulación y estancia, derecho de voto, derecho de petición), introduciendo al
mismo tiempo también el derecho a una buena administración.

Al considerar la evolución de la sociedad, además de los derechos clásicos (derecho a la vida, a la libertad de expresión,
derecho a un recurso efectivo, etc.), la Carta menciona derechos que no se recogen en el Convenio del Consejo de Europa
de 1950. De acuerdo con algunas legislaciones nacionales, el Convenio reconoce otras posibilidades distintas del
matrimonio para fundar una familia, ya no habla de matrimonio entre hombre y mujer, sino simplemente de matrimonio.

Los Tribunales comunitarios actúan como verdaderos Tribunales que controlan la actuación de la Administración
«comunitaria». Estas circunstancias han exigido el desarrollo de una jurisprudencia particular sobre el alcance de la
protección de los derechos fundamentales respecto de las instituciones comunitarias, incluidos los procedimientos
judiciales seguidos ante el Tribunal de Justicia y el Tribunal de Primera Instancia.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

La actuación de los poderes públicos nacionales resulta indispensable en la ejecución del Derecho comunitario,
produciéndose un verdadero «desdoblamiento funcional». En estos casos, los mecanismos de control son propiamente
nacionales, de modo que corresponde a las Administraciones y a los Jueces nacionales garantizar la correcta aplicación
del Derecho comunitario. No obstante, a través del reenvío prejudicial el Juez nacional puede requerir la decisión del
Tribunal de Justicia sobre la validez de las normas de Derecho comunitario o, lo que es más frecuente, la interpretación
de cualquier disposición del ordenamiento comunitario

Como expone el Tribunal de Justicia en su sentencia Perfili, el Tribunal de Justicia:


«desde el momento en que una normativa nacional está comprendida dentro del ámbito de aplicación del Derecho
comunitario, el Tribunal de Justicia, que conozca de un asunto planteado con carácter prejudicial, debe proporcionar todos
los elementos de interpretación necesarios para la apreciación, por el órgano jurisdiccional nacional, de la conformidad
de dicha normativa con los derechos fundamentales cuya observancia garantiza el Tribunal de Justicia tal como están
expresados, en particular, en el Convenio Europeo sobre los Derechos Humanos. Por el contrario, carece de competencia
en el caso de una normativa nacional que no esté comprendida dentro del ámbito de aplicación del Derecho comunitario».

En la sentencia Bostock se recuerda el alcance de la obligación de las autoridades nacionales de respetar los derechos
fundamentales en la aplicación del Derecho comunitario:
<< el Tribunal de Justicia había señalado con anterioridad (ap. 19 [de la sentencia Wachauf]) que las exigencias derivadas
de la protección de los derechos fundamentales en el ordenamiento jurídico comunitario vinculan, asimismo, a los Estados
miembros cuando aplican la normativa comunitaria, de lo que resulta que estos últimos están obligados, en lo posible, a
aplicar dicha normativa de modo que no menoscaben tales exigencias. >>

La Convención Europea de Derechos Humanos fue adoptada por el Consejo de Europa el 4 de noviembre de 1950 y entró
en vigor en 1953. El nombre oficial de la Convención es Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos
y de las Libertades Fundamentales. Tiene por objeto proteger los derechos humanos y las libertades fundamentales, y
permite un control judicial del respeto de dichos derechos individuales. Se inspira expresamente en la Declaración
Universal de Derechos Humanos, proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948.

El Convenio consta en su redacción actual, tras las modificaciones efectuadas por el Protocolo Nº 11, de 59 artículos
agrupados en tres títulos. El artículo 1 compromete a los Estados signatarios a reconocer los derechos regulados en el
Convenio "a toda persona dependiente de su jurisdicción". El Título I (artículos 2 a 18) enumera y regula los derechos
humanos reconocidos. El Título II (artículos 19 a 51) regula la composición, funcionamiento y competencias del Tribunal
Europeo de Derechos Humanos, órgano jurisdiccional supranacional encargado de velar por el respeto de los derechos
proclamados en el Convenio.

El Convenio es de gran importancia, ya que ha sido completado por diversos protocolos adicionales y ha sido ratificado
por la totalidad de los Estados miembros del Consejo (47 en 2012). El primer objetivo que se propone consiste en alcanzar
la protección, mediante la articulación de mecanismos jurídicos eficaces, de los derechos civiles y políticos de los
individuos. El convenio fue ratificado por España, con fecha 4 de octubre de 1979, publicado en el Boletín Oficial del Estado
de 10 de octubre de 1979.

Artículo 2. Derecho a la vida.


Tras afirmar que este derecho está protegido por la ley, admite la excepción de la pena de muerte dictada por un tribunal
por un delito para el que dicha pena haya sido establecida por ley. El apartado dos establece otras excepciones al derecho
cuando la privación de la vida se produzca por un recurso a la fuerza necesario para: defender a una persona de una
agresión ilegítima; detener conforme a derecho a una persona o impedir la evasión de un preso o un detenido; o reprimir
una revuelta o insurrección conforme a la ley.

Artículo 3. Prohibición de la tortura.


Prohíbe en términos absolutos tanto la tortura como las penas o tratos inhumanos o degradantes.

Artículo 4. Prohibición de la esclavitud y el trabajo forzado.


Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Aunque prohíbe ambos en términos absolutos, aclara que no se consideran trabajos forzados los exigidos normalmente
a personas privadas de libertad o el servicio militar obligatorio o el servicio sustitutivo para objetores de conciencia.

Artículo 5. Derecho a la libertad y a la seguridad.


El apartado 1 establece los casos en los que se puede privar de este derecho conforme a la ley: en virtud de sentencia de
un tribunal; por desobediencia a una orden judicial o para asegurar el cumplimiento de una obligación establecida por
ley; para que comparezca ante la autoridad judicial por existir indicios de infracción, para impedir su huida o evitar que
cometa una infracción; para impedir la entrada ilegal de una persona en un territorio o para proceder a su expulsión o
extradición.

Los siguientes apartados establecen derechos para el privado de libertad: información en lengua comprensible de los
motivos o acusación; conducción ante la autoridad legalmente competente y a ser juzgado en plazo razonable o ser puesto
en libertad; posibilidad de establecer una garantía para la puesta en libertad; derecho a recurrir ante un órgano judicial
para que revise la legalidad de la detención; y derecho a reparación en caso de infracción de lo dispuesto en el artículo.

Artículo 6. Derecho a un proceso equitativo.


Referido a los procedimientos judiciales, es uno de los más invocados en las demandas presentadas ante el Tribunal. El
primer apartado proclama el derecho a que las causas sean oídas ante tribunales imparciales de forma pública y en un
plazo razonable, y establece ciertas excepciones a la publicidad. El segundo establece la presunción de inocencia. El
tercero establece los derechos del acusado a ser informado de la acusación, a tener tiempo y medios para su defensa; a
defenderse a sí mismo o ser defendido por un defensor de su elección o un abogado de oficio; a interrogar a los testigos
de la acusación y proponer testigos; y a ser asistido de intérprete si no habla la lengua empleada en el tribunal.

Artículo 7. No hay pena sin ley.


Establece la irretroactividad de las leyes penales desfavorables. El apartado segundo hace una excepción respecto a los
hechos que constituyan delito según "los principios generales del derecho reconocidos por las naciones civilizadas".

Artículo 8. Derecho al respeto de la vida privada y familiar.


Incluye la intimidad del domicilio y la inviolabilidad de la correspondencia. Regula en qué casos puede haber una injerencia
de los poderes públicos en estos derechos.

Artículo 9. Libertad de pensamiento, de conciencia y de religión.


Incluye el derecho a cambiar de religión y a manifestar públicamente las creencias. Establece los motivos que permiten
restringir estos derechos.

Artículo 10. Libertad de expresión.


Incluye la libertad de recibir y transmitir informaciones o ideas. Regula las posibles restricciones.

Artículo 11. Libertad de reunión y asociación.


Incluye la libertad de sindicación. Establece restricciones, particularmente a militares, policías y empleados públicos.

Artículo 12. Derecho a contraer matrimonio.

Artículo 13. Derecho a un recurso efectivo.


Establece el derecho a un recurso ante una instancia nacional cuando los derechos establecidos en el Convenio sean
violados, incluso cuando lo sean por agentes oficiales.

Artículo 14. Prohibición de discriminación.


Se refiere sólo a la discriminación en la aplicación de los derechos reconocidos por el propio Convenio. Incluye como
causas de discriminación prohibida el sexo, raza, color, lengua, religión, opinión, origen, pertenencia a una minoría
nacional, fortuna, nacimiento o cualquier otra situación.

El sistema de protección creado con el Convenio ha evolucionado con el paso del tiempo mediante la aprobación de
diversos protocolos adicionales.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

- Protocolo nº 1, de 1952, incorpora los derechos a la propiedad, a la educación y a la celebración de elecciones libres.
- Protocolo nº 4, de 1963, prohíbe la prisión por deudas, regula la libertad de circulación, prohíbe que un Estado
expulse a sus nacionales y prohíbe las expulsiones colectivas de extranjeros.
- Protocolo nº 6, de 1983, prohíbe la pena de muerte, excepto en caso de guerra.
- Protocolo nº 7, de 1984, establece garantías de procedimiento en el caso de expulsión de extranjeros, reconoce el
derecho a un doble grado de jurisdicción en materia penal, establece el derecho a indemnización en caso de error
judicial, establece el derecho a no ser juzgado dos veces por el mismo delito e instituye la igualdad entre cónyuges.

El Consejo de Europa es una organización internacional de ámbito regional destinada a promover, mediante la
cooperación de los Estados de Europa, la configuración de un espacio político y jurídico común en el continente,
sustentado sobre los valores de la democracia, los derechos humanos y el Estado de Derecho.

Constituido en La Haya en 1948, el Consejo de Europa es la más antigua de las organizaciones que persiguen los ideales
de la integración europea, y es asimismo la única que integra en su seno a todos los Estados europeos, con la salvedad de
Bielorrusia y Kazajistán. Así, el Consejo de Europa consta de 47 países miembros, todos los de la Europa entendida en su
más amplia concepción geográfica. Ninguno de los Estados europeos parcialmente reconocidos (Kosovo, La República
Turca del norte de Chipre, Osetia del Sur, Abjasia…) es miembro actualmente del Consejo de Europa. Tienen el estatus de
observadores el Vaticano y cinco estados no europeos: los Estados Unidos, Canadá, Japón, Israel y Méjico

Secretaría General. Su secretario es elegido cada cinco años por la Asamblea Parlamentaria. Es Thorbjorn Jagland de
Noruega

Comité de Ministros. Integra a los 47 estados miembros representados por sus propios ministros de asuntos exteriores o
por sus embajadores acreditados. La presidencia de este comité se alterna cada seis meses y se sigue el orden alfabético
en inglés del estado.

Asamblea Parlamentaria. Está compuesta de 318 miembros titulares y otros 318 suplentes elegidos por los parlamentos
de los estados miembros.

Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Compuesto por un magistrado de cada estado miembro elegido de forma
renovable cada seis años. El Tribunal en pleno elige un presidente por un periodo de tres años.

Comisario para los Derechos Humanos. Es elegido por la Asamblea Parlamentaria para un mandato no renovable de 6
años. Se encarga de promover la educación y sensibilización respecto a los derechos humanos. Ostenta este cargo desde
marzo de 2018 la serbia Dunja Mijatovic

El Tribunal Europeo de Derechos Humanos es la máxima autoridad judicial para la garantía de los derechos humanos y
libertades fundamentales en toda Europa. Se trata de un tribunal internacional ante el que cualquier persona que
considere haber sido víctima de una violación de sus derechos reconocidos por el Convenio para la protección de los
Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales o cualquiera de sus Protocolos adicionales, mientras se encontraba
legalmente bajo la jurisdicción de un Estado miembro del Consejo de Europa, y que haya agotado sin éxito los recursos
judiciales disponibles en ese Estado, puede presentar una denuncia contra dicho Estado por violación del Convenio.

La Corte Internacional de Justicia de la ONU.


La Corte Internacional de Justicia es el principal órgano judicial de la Organización de las Naciones Unidas. Tiene su sede
en el Palacio de la Paz en la Haya (Países Bajos) y está encargada de decidir las controversias jurídicas entre Estados.
También emite opiniones consultivas sobre cuestiones que pueden someterle órganos o instituciones especializadas de
la ONU.

Sus quince magistrados, elegidos por la Asamblea General y el Consejo de Seguridad, cumplen mandatos de nueve años.
Los idiomas oficiales son el inglés y el francés. La Corte desempeña una doble misión: el arreglo de las controversias de
orden jurídico entre los Estados que le sean sometidas por estos (procedimiento contencioso) y la emisión de
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

dictámenes consultivos sobre cuestiones jurídicas que le sometan los órganos u organismos de las Naciones Unidas
(procedimiento consultivo).

Procedimiento contencioso
Solo los Estados pueden ser partes en el procedimiento contencioso (los Estados Miembros de las Naciones Unidas y
otros Estados que sean partes en el Estatuto de la Corte o que hayan aceptado su jurisdicción bajo ciertas condiciones).

Procedimiento consultivo
El procedimiento consultivo de la Corte está abierto exclusivamente a los cinco órganos y los dieciséis organismos del
sistema de las Naciones Unidas.

La Asamblea General y el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas podrán solicitar dictámenes consultivos sobre
cualquier cuestión jurídica. Otros órganos u organismos de las Naciones Unidas que hayan recibido autorización para
solicitar dictámenes consultivos solo podrán hacerlo respecto a las cuestiones de derecho que se planteen dentro del
ámbito de sus actividades.

Comité de Derechos Humanos de la ONU


El Comité de Derechos Humanos es el órgano de expertos independientes que supervisa la aplicación del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos por sus Estados Partes.

El artículo 41 del Pacto estipula que el comité debe examinar las denuncias entre los Estados. Además, el Primer
Protocolo Facultativo del Pacto otorga al comité competencia para examinar las denuncias de los particulares en
relación con supuestas violaciones del Pacto cometidas por los Estados Partes en el Protocolo.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Lección 2
Los Derechos Fundamentales en la Constitución española.
La sistemática de los derechos de la CE 1978
TITULO I. De los derechos humanos y deberes fundamentales
• Capítulo I De los españoles y los extranjeros
• Capítulo II: Derechos y libertades
➢ Sección primera: DF y libertades públicas
➢ Sección segunda: Derechos y deberes de los ciudadanos
• Capítulo III: De los principios rectores de la política social y económica
• Capítulo IV: De las garantías de las libertades y derechos fundamentales.
• Capítulo V: de la suspensión de derechos y libertades

Eficacia de los Derechos Fundamentales.


A principios de la historia constitucional europea, los derechos fundamentales estaban proclamados en la Constitución,
pero su aplicación y eficacia se consideraba que dependía de las leyes que posteriormente desarrollaban esos derechos.
Solo cuando las leyes de desarrollo se promulgaban podían ser eficaces para los ciudadanos. Sin embargo, nuestra actual
Constitución abandona esta vieja teoría. La Constitución de 1978 no remite la eficacia de los derechos fundamentales a
la ley, sino que ella misma fija su contenido esencial, convirtiéndolos no solo en mandatos que limitan al legislador, sino
que tienen eficacia directa y es posible alegarlos directamente ante los tribunales.

STC 21/1981: No cabe desconocer que los derechos fundamentales responden a un sistema de valores y principios de
alcance universal que subyacen a la Declaración Universal y a los diversos convenios internacionales sobre Derechos
Humanos, ratificados por España, y que, asumidos como decisión constitucional básica, han de informar todo nuestro
ordenamiento jurídico. Por ello, una vez aprobada la Constitución se ha de incorporar este sistema de valores.

Todo ello se ve claramente en los artículos 53.1 y 9.1 de la Constitución que dice que “Los derechos y libertades
reconocidos en el Capítulo II del Título I vinculan a todos los poderes públicos”, y que los ciudadanos y los poderes públicos
están sujetos a la Constitución. Los Derechos fundamentales son verdaderos derechos subjetivos que permiten a su titular
exigirlos ante los tribunales frente a los poderes públicos cuando dicho derecho sea conculcado, pudiendo hacerlo
invocando en exclusiva el precepto constitucional

STC 15/1982 ó 254/1993 “Aun en la hipótesis de que un derecho constitucional requiera una interpositio legislatoris para
su desarrollo y plena eficacia, nuestra jurisprudencia niega que su reconocimiento por la Constitución no tenga otra
consecuencia que la de establecer un mandato dirigido al legislador sin virtualidad para amparar por sí mismo
pretensiones individuales, de modo que sólo sea exigible cuando el legislador lo haya desarrollado. Los derechos y
libertades fundamentales vinculan a todos los poderes públicos, y son origen inmediato de derechos y obligaciones, y no
meros principios programáticos. Este principio general de aplicabilidad inmediata no sufre más excepciones que las que
imponga la propia Constitución, expresamente o bien por la naturaleza misma de la norma”

Pero eso no significa que la labor del legislador deba ser eminentemente pasiva (limitarse a no vulnerar el derecho), en
ocasiones debe mantener una conducta activa

STC 53/1985 “los derechos fundamentales no incluyen solamente derechos subjetivos de defensa de los individuos frente
al Estado, y garantías institucionales, sino también deberes positivos por parte de éste” (…) “los derechos fundamentales
son los componentes estructurales básicos, tanto del conjunto del orden jurídico objetivo como de cada una de las ramas
que lo integran, en razón de que son la expresión jurídica de un sistema de valores que, por decisión del constituyente, ha
de informar el conjunto de la organización jurídica y política; son, en fin, como dice el art. 10 de la Constitución, el
«fundamento del orden jurídico y de la paz social»”.

De la significación y finalidades de estos derechos dentro del orden constitucional se desprende que la garantía de su
vigencia no puede limitarse a la posibilidad del ejercicio de pretensiones por parte de los individuos, sino que ha de ser
asumida también por el Estado. Por consiguiente, de la obligación del sometimiento de todos los poderes a la Constitución
no solamente se deduce la obligación negativa del Estado de no lesionar la esfera individual o institucional protegida por
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

los derechos fundamentales, sino también la obligación positiva de contribuir a la efectividad de tales derechos, y de los
valores que representan, aun cuando no exista una pretensión subjetiva por parte del ciudadano. Ello obliga
especialmente al legislador, quien recibe de los derechos fundamentales «los impulsos y líneas directivas», obligación que
adquiere especial relevancia allí donde un derecho o valor fundamental quedaría vacío de no establecerse los supuestos
para su defensa. (de la misma sentencia)

Los derechos igualmente poseen lo que se denomina “Eficacia Justificante” que significa que quien ejerce un derecho no
puede ser perseguido por ello. Para ello es preciso que estamos hablando de un uso legítimo del derecho, cosa que
ocurrirá siempre que no exceda del contenido del mismo. Igualmente debe tenerse en cuenta que un problema acontece
cuando un derecho fundamental choca una norma con rango de ley, en ese caso el Tribunal Constitucional se pronunciará
sobre dicha contradicción.

El artículo 7 del código civil establece que “Los derechos deberán ejercitarse conforme a las exigencias de la buena fe. La
Ley no ampara el abuso del derecho o el ejercicio antisocial del mismo. Todo acto u omisión que, por la intención de su
autor, por su objeto o por las circunstancias en que se realice sobrepase manifiestamente los límites normales del ejercicio
de un derecho, con daño para tercero, dará lugar a la correspondiente indemnización y a la adopción de las medidas
judiciales o administrativas que impidan la persistencia en el abuso”

En principio esa misma doctrina se aplica a los Derechos fundamentales, pero con un criterio muy restrictivo
El TC y la buena fe en los derechos fundamentales: ejemplo en el terreno laboral. “Ello nos sitúa, de acuerdo con nuestra
doctrina, en el ámbito de la buena fe recíprocamente exigible entre empresario y trabajador que en modo alguno puede
suponer un genérico deber de lealtad a la empresa que fuera omnicomprensivo de una situación de sujeción al interés
empresarial pero que puede llegar a modular el ejercicio irrestricto por el trabajador de sus derechos fundamentales en el
seno de la empresa "en la medida estrictamente imprescindible para el correcto y ordenado desenvolvimiento de la
actividad productiva" , que no es sino consecuencia de la posición prevalente que en nuestro derecho poseen los derechos
fundamentales de modo que si la existencia de la relación contractual puede llegar a imponer algún límite al ejercicio de
los derechos fundamentales, este límite se ve asimismo "limitado" por la noción de imprescindibilidad”. (STC 90/1999). El
TC y la buena fe en el ejercicio de los derechos fundamentales en el caso de los que manifiestamente van en contra del
sistema.

STC 214/1999 por el que se denegó el amparo a un antiguo dirigente fascista belga que pretendía ampararse en la libertad
ideológica y de expresión por unas declaraciones en las que negaba la existencia del Holocausto.

El artículo 17 del CEDH establece que “Ninguna de las disposiciones del presente Convenio podrá ser interpretada en el
sentido de implicar para un Estado, grupo o individuo, un derecho cualquiera a dedicarse a una actividad o a realizar un
acto tendente a la destrucción de los derechos o libertades reconocidos en el presente Convenio o a limitaciones más
amplias de estos derechos o libertades que las previstas en el mismo”.

Respecto del ámbito temporal y espacial en la eficacia de los Derechos fundamentales:


• Ámbito temporal: STC 35/1987 “la Constitución tiene la significación primordial de establecer un orden de
convivencia, singularmente en relación con derechos fundamentales y libertades públicas, debiendo por ello
reconocerse que puede afectar a actos posteriores a su vigencia que deriven de situaciones creadas con
anterioridad, ya que, además, la Disposición transitoria segunda, 1, de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional
admite el recurso de amparo contra actos o resoluciones anteriores que no hubieran agotado sus efectos. Pero
esta doctrina de carácter general debe ser concretada caso por caso, teniendo en cuenta sus peculiaridades, sin
admitir en ningún supuesto una retroactividad de grado máximo que conduzca a aplicar, sin más matización, una
norma constitucional a una relación jurídica, sin tener en cuenta que fue creada bajo el imperio de una legalidad
anterior, así como la época en que consumió sus efectos”.

• Ámbito espacial: Las autoridades españolas están sujetas a la Constitución y a los derechos fundamentales incluso
cuando actúan fuera del territorio nacional. El artículo 56 CEDH “Cualquier Estado podrá, en el momento de la
ratificación o con posterioridad a la misma, declarar, mediante notificación dirigida al Secretario General del
Consejo de Europa, que el presente Convenio se aplicará, sin perjuicio de lo dispuesto en el párrafo 4 del presente
artículo, a todos los territorios o a alguno de los territorios de cuyas relaciones internacionales es responsable”
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Interpretación de los Derechos Fundamentales


Todas las normas deben de ser interpretadas conforme a la Constitución, pero especialmente aquellas que consagran
derechos fundamentales, debiendo prevalecer en el caso de dudas la interpretación que dote de mayor viabilidad y vigor
al derecho fundamental en cuestión (SSTC 69/1984, 1/1989)

Lo anterior sin embargo no debe ser entendido como que sea admisible interpretaciones que vayan más allá de lo
tolerable dado que en ese caso no se estaría protegiendo un derecho fundamental sino suplantando el papel del legislador
(STC 32/1989). La constitucionalidad de cualquier medida restrictiva de derechos fundamentales viene determinada por
la estricta observancia del principio de proporcionalidad (STC 186/2000)

Los Derechos Fundamentales en las relaciones jurídico-privadas


En su origen la teoría de los derechos fundamentales tiene su base como una garantía del individuo frente a los poderes
públicos, por ello, se consideraba que los destinatarios de esos derechos eran esos poderes públicos. Sin embargo, en la
moderna doctrina constitucional en la que se establece que “La Constitución vincula a todos” esto es a los poderes
públicos y a los ciudadanos, por lo que no es posible afirmar que los derechos fundamentales no tengan eficacia frente a
terceras personas.

Existen diversas intensidades en las obligaciones con relación a los derechos fundamentales, obviamente el Legislador
está vinculado en mayor medida (hacer las leyes, configurar un sistema normativo y social en el que los derechos sean
efectivos, etc…)

La eficacia de los Derechos Fundamentales en las relaciones jurídico privadas se estudian como relaciones horizontales
de los derechos. El Tribunal Constitucional ha ido configurando una jurisprudencia en la que caso a caso especifica los
diferentes alcances de esos derechos:
a) En unos casos no establece diferencias entre un ámbito público y uno privado (por ejemplo, en la libertad de
sindicación, prohibición de trato discriminatorio, etc. No existen notables diferencias)
b) En otros casos sí existen matices entre ambas (por ejemplo, el ideario de un centro educativo hace que la libertad
de cátedra nos sea tan amplio en el seno de un colegio privado como en uno público)

No obstante, lo anterior sí se debe tener claro que esa vinculación de los particulares a los derechos fundamentales se
exige ante los tribunales ordinarios, no pudiendo interponer un recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional contra
un particular directamente, lo que se hace, en su caso, es dirigir el recurso de amparo contra el tribunal ordinario que no
garantizó el derecho fundamental cuando un particular demando a otro invocando ese concreto derecho. Uno de los
requisitos contenidos en el artículo 44 de la Ley Orgánica del TC para interponer un recurso de amparo contra un tribunal
es que se pueda atribuir la lesión directa e inmediatamente a un órgano judicial. Aparentemente eso impediría debatir en
el TC recursos de amparo basados en vulneraciones de derecho efectuadas por particulares.

Para evitar esto se estima que en el supuesto de que un particular vulnere un derecho fundamental y, al acudir a los
tribunales ordinario para agotar la vía judicial éstos no reparen dicho daño, entonces se podría acudir ante el Tribunal
Constitucional impugnando la sentencia del tribunal ordinario, solución que, si bien ha sido muy efectiva para poder
amparar estos supuestos, supone una especie de derogación por vía de la interpretación del requisito contenido en el
artículo 44 letra b) de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional.

Está claro que en estos casos la vulneración del derecho fundamental no se le puede imputar de forma directa e inmediata
al órgano judicial, no al menos según la interpretación que el Tribunal Constitucional les ha dado a los conceptos de
imputación de la violación de forma directa e inmediata que ha realizado al estudiar los supuestos en los que dicha
vulneración nace en el Poder Ejecutivo

Titularidad de los Derechos Fundamentales: Nacionalidad


Tanto los sujetos como los destinatarios de los derechos fundamentales son cuestiones que podrían considerarse
resueltas, a priori, desde una perspectiva iusnaturalística. Como se dice en la STC 64/1988, "Es indiscutible que, en línea
de principio, los derechos fundamentales y las libertades públicas son derechos individuales que tienen al individuo como
sujeto activo y al Estado como sujeto pasivo en la medida en que tienden a reconocer y proteger ámbitos de libertad o
prestaciones que los poderes públicos deben otorgar o facilitar a aquéllos". Sin embargo, lo cierto es que no todos los
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

derechos fundamentales tienen como titular de los mismos a un mismo sujeto. En algunos casos son solo los españoles,
el otros cualquier persona, en unos casos es susceptible de que sea titular una persona jurídica, en otros solo una persona
física

La titularidad de los derechos fundamentales no se encuentra expresamente regulada, de una manera general, en la
Constitución. Sólo respecto del derecho más inherente a la ciudadanía, el derecho de sufragio, utiliza la Constitución la
expresión "titular" del derecho, para restringirlo, sin embargo, a los españoles (artículo 13.2, CE), tras haber proclamado
que los extranjeros serán titulares de las libertades públicas con arreglo a lo establecido por los tratados y la ley (artículo
13.1, CE). De todo ello resulta que la Constitución, implícitamente, toma como sujeto "ideal" de los derechos
fundamentales al ciudadano, al titular de la ciudadanía española, respecto del cual se predican todos los derechos
fundamentales que la Constitución reconoce. A partir de aquí, conviene suscitar dos problemas básicos en esta materia,
la titularidad de derechos de los extranjeros y de las personas jurídicas, incluidas las jurídico-públicas.

Por lo que hace a los extranjeros o, lo que es igual, la nacionalidad como elemento de determinación de los titulares de
los derechos fundamentales, puede hacerse una clasificación tripartita de los derechos:
a- El primer grupo importante, el de los que cabría denominar "derechos comunes" es aquél en el que nacionales y
extranjeros se encuentran equiparados. Se trata de un grupo que no se encuentra expresamente formulado en la
Constitución, sino que resulta más bien de una interpretación sistemática de la misma
De este modo, el Tribunal Constitucional, en su STC 107/1984, pudo afirmar la existencia de una completa
igualdad entre españoles y extranjeros, como la que efectivamente se da respecto de aquellos derechos que
pertenecen a la persona en cuanto tal y no como ciudadano, o... de aquellos que son imprescindibles para la
garantía de la dignidad de la persona humana... Derechos tales como el derecho a la vida, a la integridad física y
moral, a la intimidad, a la libertad ideológica, etcétera, corresponden a los extranjeros por propio mandato
constitucional, y no resulta posible un tratamiento desigual respecto a ellos en relación a los españoles.

b- Un segundo grupo importante de derechos es aquél en el que la extensión de su titularidad a los extranjeros
queda remitida a la decisión del legislador, tal como resulta notablemente del artículo 13.1, CE, ya citado. En este
caso, la Ley Orgánica 4/2000, de 11 de enero, sobre derechos y libertades de los extranjeros en España y su
integración social. La anterior ley (La Ley Orgánica 7/1985) fue objeto de la STC 115/1987, que abordó el problema
relativo al alcance de la libertad de configuración de los derechos de los extranjeros por parte del legislador. El
Tribunal ha rechazado decididamente que el artículo 13.1 equivalga a una "desconstitucionalización" de los
derechos de los extranjeros, es decir, que valgan lo que el legislador libremente decida, inclinándose por una
interpretación restrictiva, de tal manera que la cláusula del artículo 13.1 solo permitiría determinadas diferencias
de tratamiento en la regulación de los derechos, según se trate de nacionales o extranjeros, pero sin que se viera
afectado el contenido esencial del derecho

c- El tercer grupo de derechos sería el integrado por aquéllos que serían privativos de los españoles o ciudadanos.
Aquí, a su vez, hay que distinguir entre el derecho político por excelencia, el derecho de sufragio activo y pasivo,
y todos los demás, más o menos vinculados a la nacionalidad. En el caso del primero, el artículo 13.2, CE, excluye
expresamente a los extranjeros, con la única salvedad de las elecciones municipales

Hay, sin embargo, otros derechos vinculados a la nacionalidad en la literalidad de los distintos preceptos. Éste es el caso
de las libertades de residencia y circulación, así como el derecho de petición y el derecho a trabajar, desde la perspectiva
de impedimentos administrativos (artículos 19, 29 y 35, CE). Estos derechos deben ser considerados como "de
configuración legal" para los extranjeros, comprendido el contenido de los tratados internacionales. En el caso,
finalmente, del principio de igualdad, que la Constitución predica respecto de "los españoles", la STC 107/1984 ha
declarado que "no existe prescripción ninguna que extienda tal igualdad a los extranjeros". Ocurre, sin embargo, que las
cosas son siempre algo más complejas que las que se derivan de este planteamiento: una interpretación sistemática de
la Constitución conduce a la equiparación entre nacionales y extranjeros siempre que la discriminación, que no tendría
que ser sometida a un "escrutinio estricto", careciera de fundamento objetivo y razonable

Son españoles de origen:


- Los nacidos de padre o madre españoles.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

- Los nacidos en España de padres extranjeros si, al menos, uno de ellos hubiera nacido también en España. Se
exceptúan los hijos de funcionario diplomático o consular acreditado en España.
- Los nacidos en España de padres extranjeros, si ambos carecieren de nacionalidad o si la legislación de ninguno de
ellos atribuye al hijo una nacionalidad.
- Los nacidos en España cuya filiación no resulte determinada. A estos efectos, se presumen nacidos en territorio
español los menores de edad cuyo primer lugar conocido de estancia sea territorio español.
- El extranjero menor de dieciocho años adoptado por un español adquiere, desde la adopción, la nacionalidad
española de origen

Tienen derecho a optar por la nacionalidad española:


a- Las personas que estén o hayan estado sujetas a la patria potestad de un español.
b- Aquellas cuyo padre o madre hubiera sido originariamente español y nacido en España.

La nacionalidad española se adquiere por carta de naturaleza, otorgada discrecionalmente mediante Real Decreto,
cuando en el interesado concurran circunstancias excepcionales. También se adquiere por residencia en España, mediante
la concesión otorgada por el Ministro de Justicia, que podrá denegarla por motivos razonados de orden público o interés
nacional. Para la concesión de la nacionalidad por residencia se requiere que ésta haya durado diez años. Serán suficientes
cinco años para los que hayan obtenido la condición de refugiado y dos años cuando se trate de nacionales de origen de
países iberoamericanos, Andorra, Filipinas, Guinea Ecuatorial o Portugal o de sefardíes.

Bastará el tiempo de residencia de un año para:


- El que haya nacido en territorio español.
- El que no haya ejercitado oportunamente la facultad de optar.
- El que haya estado sujeto legalmente a la tutela, guarda o acogimiento de un ciudadano o institución españoles
durante dos años consecutivos, incluso si continuare en esta situación en el momento de la solicitud.
- El que al tiempo de la solicitud llevare un año casado con español o española y no estuviere separado legalmente
o, de hecho.
- El viudo o viuda de española o español, si a la muerte del cónyuge no existiera separación legal o de hecho.
- El nacido fuera de España de padre o madre, abuelo o abuela, que originariamente hubieran sido españoles.
- En todos los casos, la residencia habrá de ser legal, continuada e inmediatamente anterior a la petición.

El artículo 13 de la Constitución termina diciendo que “La extradición solo se concederá en cumplimiento de un Tratado o
de la ley, atendiendo al principio de reciprocidad. Quedan excluidos de la extradición los delitos políticos, no
considerándose como tales los actos de terrorismo”. (Ley 4/1985, de 21 de marzo, de Extradición Pasiva). La extradición
sólo se concederá atendiendo al principio de reciprocidad. El Gobierno podrá exigir una garantía de reciprocidad al Estado
requeriente. Se podrá conceder la extradición por aquellos hechos para los que las Leyes Españolas y las de la parte
requeriente señalen una pena o medida de seguridad cuya duración no sea inferior a un año de privación de libertad en
su grado máximo o a una pena más grave; o cuando la reclamación tuviere por objeto el cumplimiento de condena a una
pena o medida de seguridad no inferior a cuatro meses de privación de libertad por hechos también tipificados en la
Legislación Española.
No se concederá la extradición de españoles, ni de los extranjeros por delitos de que corresponda conocer a los Tribunales
Españoles, según el Ordenamiento Nacional. La cualidad de nacional será apreciada por el tribunal competente para
conocer de la extradición en el momento de la decisión sobre la misma, con arreglo a los preceptos correspondientes del
Ordenamiento Jurídico Español, y siempre que no fuera adquirida con el fraudulento propósito de hacer imposible la
extradición

La Ley establecerá los términos en que los ciudadanos de otros países y los apátridas podrán gozar del derecho de asilo
en España. El Derecho de asilo está regulado en la Ley 12/2009, de 30 de octubre, reguladora del derecho de asilo y de la
protección subsidiaria. El derecho de asilo es la protección dispensada a los nacionales no comunitarios o a los apátridas
a quienes se reconozca la condición de refugiado. La condición de refugiado se reconoce a toda persona que, debido a
fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, opiniones políticas, pertenencia a
determinado grupo social, de género u orientación sexual, se encuentra fuera del país de su nacionalidad y no puede o, a
causa de dichos temores, no quiere acogerse a la protección de tal país, o al apátrida que, careciendo de nacionalidad y
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

hallándose fuera del país donde antes tuviera su residencia habitual, por los mismos motivos no puede o, a causa de
dichos temores, no quiere regresar a él.

- Real Decreto 1325/2003, de 24 de octubre, por el que se aprueba el Reglamento sobre régimen de protección
temporal en caso de afluencia masiva de personas desplazadas.
- Real Decreto 203/1995, de 10 de febrero, por el que se aprueba el Reglamento de aplicación de la Ley.
- Acuerdo de Adhesión del Reino de España al Convenio de Aplicación del Acuerdo de Schengen.
- Convenio relativo a la determinación del Estado responsable del examen de las solicitudes de asilo presentadas en
los Estados miembros de las Comunidades Europeas, hecho en Dublín el 15 de junio de 1990.
- Acuerdo Europeo nº 31 sobre exención de visados para los refugiados, hecho en Estrasburgo el 20 de abril de 1959.
- Convención sobre el Estatuto de los Refugiados, hecha en Ginebra el 28 de julio de 1951, y Protocolo sobre el
Estatuto de los Refugiados, hecho en Nueva York el 31 de enero de 1967.
- Directiva 2013/32/UE del Parlamento Europeo y del Consejo, de 26 de junio de 2013, sobre procedimientos
comunes para la concesión o la retirada de la protección internacional
- Directiva 2005/85/CE del Consejo, de 1 de diciembre de 2005, sobre normas mínimas para los procedimientos
que deben aplicar los Estados miembros para conceder o retirar la condición de refugiado

La Ley reguladora del Derecho de Asilo y la Protección Subsidiaria, configura el asilo, reconocido en el artículo 13.4 de la
C.E., como la protección dispensada por España a los nacionales no comunitarios o a los apátridas a quienes se reconozca
la condición de Refugiado de acuerdo con esta Ley, con la Convención de Ginebra de 1951 y el Protocolo de Nueva York
de 1967.

Por una parte, se concede el derecho de asilo a los que ostenten la condición de refugiados, es decir, a toda persona que,
debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, opiniones políticas, pertenencia
a determinado grupo social, de género u orientación sexual, se encuentra fuera del país de su nacionalidad y no puede o,
a causa de dichos temores, no quiere acogerse a la protección de tal país, o al apátrida que, careciendo de nacionalidad y
hallándose fuera del país donde antes tuviera su residencia habitual, por los mismos motivos no puede o, a causa de
dichos temores, no quiere regresar a él. De otra, el derecho a la protección subsidiaria es el dispensado a las personas de
otros países y a los apátridas que, sin reunir los requisitos para obtener el asilo o ser reconocidas como refugiadas, pero
respecto de las cuales se den motivos fundados para creer que si regresasen a su país de origen en el caso de los nacionales
o, al de su anterior residencia habitual en el caso de los apátridas, se enfrentarían a un riesgo real de sufrir alguno de los
daños graves previstos, y que no pueden o, a causa de dicho riesgo, no quieren, acogerse a la protección del país de que
se trate. El amparo concedido con la protección internacional (término que engloba el derecho de asilo y la protección
subsidiaria) consiste en la no devolución ni expulsión de las personas a quienes se les haya reconocido

Quedarán excluidas de la condición de refugiado las personas a quienes las autoridades del país donde hayan fijado su
residencia les hayan reconocido los derechos y obligaciones inherentes o equivalentes a sus nacionales. El derecho no
será aplicable a persona alguna respecto de la cual existan motivos fundados para considerar:
• Que ha cometido un delito contra la paz, un delito de guerra o un delito contra la humanidad, de los definidos en
los instrumentos internacionales elaborados para adoptar disposiciones respecto de tales delitos.
• Que ha cometido un grave delito común, fuera del país del refugio, antes de ser admitida en él como refugiada.
• Que se ha hecho culpable de actos contrarios a las finalidades y a los principios de la Naciones Unidas.

Tampoco tendrán derecho de asilo:


- las personas que participen o inciten a la comisión de estos delitos.
- el refugiado que sea considerado, por razones fundadas, como un peligro para la seguridad del país donde se
encuentra o que, habiendo sido objeto de una condena definitiva por delito particularmente grave, constituya una
amenaza para la comunidad de tal país.
- aquellas personas que constituyan un peligro para la seguridad interior o exterior de España o para el orden público.

El artículo 25.3 de la Ley Orgánica 4/2000, de 11 de enero, sobre derechos y libertades de los extranjeros en España y su
integración social establece que los requisitos de entrada en territorio español no son de aplicación a los extranjeros que
soliciten acogerse al derecho de asilo en el momento de su entrada en España. Para el reconocimiento del derecho de
asilo:
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

→ Los actos en que se basen los fundados temores a ser objeto de persecución por motivos de raza, religión,
nacionalidad, opiniones políticas, pertenencia a determinado grupo social, de género u orientación sexual, deberán:
a) Ser suficientemente graves por su naturaleza o carácter reiterado como para constituir una violación grave de los
derechos fundamentales amparados en el apartado segundo del artículo 15 del Convenio Europeo para la
Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales, o bien
b) Ser una acumulación lo suficientemente grave de varias medidas, incluidas las violaciones de derechos humanos,
como para afectar a una persona de manera similar a la mencionada en la letra "a".

→ Los actos de persecución podrán revestir, entre otras, las siguientes formas:
a) Actos de violencia física o psíquica, incluidos los actos de violencia sexual;
b) Medidas legislativas, administrativas, policiales o judiciales que sean discriminatorias en sí mismas o que se
apliquen de manera discriminatoria;
c) Procesamientos o penas que sean desproporcionados o discriminatorios;
d) Denegación de tutela judicial de la que se deriven penas desproporcionadas o discriminatorias;
e) Procesamientos o penas por la negativa a prestar servicio militar en un conflicto en el que el cumplimiento de
dicho servicio conllevaría delitos o actos comprendidos en las cláusulas de exclusión establecidas en el apartado
segundo del artículo 8 de la ley 12/2009
f) Actos de naturaleza sexual que afecten a adultos o a niños.

Para valorar los motivos de persecución se tendrán en cuenta los siguientes elementos:
• El concepto de raza;
• El concepto de religión;
• El concepto de nacionalidad;
• El concepto de opiniones políticas;
• Se considerará que un grupo constituye un grupo social determinado, si, en particular:

- Las personas integrantes de dicho grupo comparten una característica innata o unos antecedentes comunes que no
pueden cambiarse, o bien comparten una característica o creencia que resulta tan fundamental para su identidad o
conciencia que no se les puede exigir que renuncien a ella,
- Dicho grupo posee una identidad diferenciada en el país de que se trate por ser percibido como diferente por la
sociedad que lo rodea o por el agente o agentes perseguidores.

Para la concesión del Derecho a la Protección Subsidiaria constituyen daños graves:


- La condena a pena de muerte o el riesgo de su ejecución material;
- La tortura y los tratos inhumanos o degradantes en el país de origen del solicitante;
- Las amenazas graves contra la vida o la integridad de los civiles motivadas por una violencia indiscriminada en
situaciones de conflicto internacional o interno.

Para el reconocimiento del Derecho de Asilo o de Concesión de la Protección Subsidiaria los fundados temores de ser
perseguido o el riesgo real de sufrir daños graves pueden asimismo basarse en acontecimientos sucedidos o actividades
en que haya participado la persona solicitante, de forma expresamente no intencionada, con posterioridad al abandono
del país de origen o, en el caso de apátridas, el de residencia habitual, en especial si se demuestra que dichos
acontecimientos o actividades constituyen la expresión de convicciones u orientaciones mantenidas en el país de origen
o de residencia habitual.

El extranjero no comunitario y el apátrida que desee solicitar protección internacional en España, presentará su solicitud
ante cualquiera de las siguientes dependencias:
• Oficina de Asilo y Refugio.
• Puestos fronterizos de entrada al territorio español.
• Oficinas de Extranjeros.
• Comisarías de Policía autorizadas.
• Centros de Internamiento de Extranjeros.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

La comparecencia del interesado para la solicitud de protección internacional deberá realizarse sin demora y en todo caso
en el plazo máximo de un mes desde la entrada en el territorio español o desde que se produzcan los acontecimientos
que justifiquen el temor fundado de persecución o daños graves.

La entrada ilegal en territorio español no podrá ser sancionada cuando haya sido realizada por persona que reúna los
requisitos para ser beneficiaria de la protección internacional.

Solicitada la protección internacional, la persona extranjera no podrá ser objeto de retorno, devolución o expulsión hasta
que se resuelva sobre su solicitud o ésta no sea admitida. No obstante, por motivos de salud o seguridad públicas, el
ministro del Interior podrá adoptar las siguientes medidas cautelares:
• Presentación periódica ante las autoridades competentes.
• Residencia obligatoria en determinado lugar.
• Retirada del pasaporte o documento acreditativo de su nacionalidad, previa entrega al interesado de resguardo
acreditativo de tal medida.
• Detención cautelar, por la autoridad gubernativa o sus agentes, por un período máximo de setenta y dos horas,
previas a la solicitud de internamiento. En cualquier otro supuesto de detención, la puesta a disposición judicial
se producirá en un plazo no superior a setenta y dos horas.
• Internamiento preventivo, previa autorización judicial en los centros de internamiento. En caso de que el
procedimiento tramitado fuera de carácter ordinario no podrá adoptarse la medida cautelar de internamiento.
• Cualquier otra medida cautelar que el juez estime adecuada y suficiente.

Inadmisión de la solicitud: La no admisión a trámite deberá notificarse en el plazo máximo de un mes contado a partir de
la presentación de la solicitud. El transcurso de dicho plazo sin que se haya notificado la resolución a la persona interesada
determinará la admisión a trámite de la solicitud y su permanencia provisional en territorio español, sin perjuicio de lo
que pueda acordarse en la resolución definitiva del procedimiento.

Solicitudes admitidas a trámite: El plazo máximo de tramitación del expediente será de seis meses. Transcurrido dicho
plazo sin que recaiga resolución expresa sobre la solicitud de protección internacional formulada, ésta podrá entenderse
desestimada, sin perjuicio de la obligación de la Administración de resolver expresamente

Las resoluciones previstas en la LEY 12/2009, de 30 de octubre, reguladora del derecho de asilo y de la protección
subsidiaria, pondrán fin a la vía administrativa, salvo en el caso de que se haya presentado la petición de reexamen en
puestos fronterizos, en que se entenderá que pone fin a la vía administrativa la resolución que decida dicha petición, y
serán susceptibles de recurso de reposición con carácter potestativo y de recurso ante la jurisdicción contencioso-
administrativa. Cuando se interponga un recurso contencioso-administrativo y se solicite la suspensión del acto recurrido,
dicha solicitud tendrá la consideración de especial urgencia contemplada en la ley Reguladora de la Jurisdicción
Contencioso-Administrativa.

Extranjería
Estados miembros de la Unión Europea (Alemania, Austria, Bélgica, Bulgaria, Chipre, Croacia, Dinamarca, Eslovenia,
España, Estonia, Finlandia, Francia, Grecia, Holanda, Hungría, Irlanda, Italia, Letonia, Lituania, Luxemburgo, Malta, Polonia,
Portugal, República Checa, República Eslovaca, Rumanía y Suecia). A fecha de hoy también Reino Unido (pese al
denominado Brexit)

La entrada en territorio español del ciudadano de la Unión se efectuará con el pasaporte o documento de identidad válido
y en vigor y en el que conste la nacionalidad del titular. Los miembros de la familia que no posean la nacionalidad de uno
de los Estados miembros de la Unión Europea o de otro Estado parte en el Acuerdo sobre el Espacio Económico Europeo
efectuarán su entrada con un pasaporte válido y en vigor, necesitando, además, el correspondiente visado de entrada. La
expedición de dichos visados será gratuita y su tramitación tendrá carácter preferente cuando acompañen al ciudadano
de la Unión Europea o se reúnan con él.

Estancia inferior a tres meses: En los supuestos en los que la permanencia en España de un ciudadano de un Estado
miembro de la Unión Europea o de otro Estado parte en el Acuerdo sobre el Espacio Económico Europeo, cualquiera que
sea su finalidad, tenga una duración inferior a tres meses, será suficiente la posesión de pasaporte o documento de
identidad en vigor
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Residencia superior a tres meses: Los ciudadanos de un Estado miembro de la Unión Europea o de otro Estado parte en
el Acuerdo sobre el Espacio Económico Europeo y de Suiza tienen derecho de residencia en territorio español por un
período superior a tres meses si se encuentran en alguno de los siguientes supuestos:
❖ Son trabajadores por cuenta ajena o por cuenta propia en España.
❖ Disponen, para sí y los miembros de su familia, de recursos suficientes para no convertirse en una carga para la
asistencia social en España.
❖ Son estudiantes y están matriculados en un centro público o privado, reconocido o financiado por la
administración educativa competente.
❖ Son miembros de la familia que acompañan o van a reunirse con un ciudadano de un Estado miembro de la Unión
Europea o de otro Estado parte en el Acuerdo sobre el Espacio Económico Europeo o de Suiza que cumple las
condiciones contempladas en alguno de los supuestos anteriores.

Acuerdo de Schengen
Schengenland es la denominación dada al territorio que comprende a aquellos Estados de la Unión Europea que han
acordado la creación de un espacio común cuyos objetivos fundamentales son la supresión de fronteras entre estos
países, la seguridad, la inmigración y la libre circulación de personas. En la actualidad forman parte del territorio de
Schengen los siguientes países:
Alemania, Austria, Bélgica, Dinamarca, Eslovenia, España, Estonia, Finlandia, Francia, Grecia, Holanda, Hungría, Islandia,
Italia, Letonia, Liechtenstein, Lituania, Luxemburgo, Malta, Noruega, Polonia, Portugal, República Checa, República
Eslovaca, Suecia y Suiza.

Regulación de la extranjería: Ley Orgánica 4/2000, de 11 de enero, sobre derechos y libertades de los extranjeros en
España y su integración social.
Cuando los extranjeros realicen conductas de las tipificadas como muy graves, o conductas graves previstas Ley Orgánica
4/2000, podrá aplicarse, en atención al principio de proporcionalidad, en lugar de la sanción de multa, la expulsión del
territorio español, previa la tramitación del correspondiente expediente administrativo y mediante la resolución motivada
que valore los hechos que configuran la infracción.

Titularidad de los Derechos Fundamentales (de nuevo)


El Convenio Europeo de Derechos Humanos (CEDH) no tutela, como tal, el derecho de asilo; tampoco impide las
expulsiones y no garantiza, de manera ilimitada, la entrada y residencia de no nacionales. Pero el CEDH garantiza los
derechos y libertades de cualquier persona que se encuentre “bajo su jurisdicción”, lo que incluye, como es obvio, a los
extranjeros y, por tanto, a los demandantes de asilo. Muchos de los derechos reconocidos en el CEDH son de titularidad
“universal”: vida, integridad física, libertad, tutela judicial

El art. 4 del Protocolo 4 al CEDH dispone: “Quedan prohibidas las expulsiones colectivas de extranjeros”. Aquí se incluye a
los extranjeros carentes de permiso o autorización de residencia y el derecho garantiza un examen individualizado de
cada una de las personas, incluyendo los motivos concretos por lo que, por ejemplo, solicitan asilo. Si no hay ese análisis
particularizado se puede estar vulnerando el CEDH. El CEDH se aplica a todas las personas que dependan de la jurisdicción
de un Estado miembro y eso incluye el supuesto en el que ese ejerce su control sobre ellas fuera del territorio nacional
como ocurrió en el caso Hirsi Jamaa y otros c. Italia, de 23 febrero de 2012, donde los demandantes fueron trasladados a
Libia. Se produjo así una vulneración del CEDH pues el traslado de los demandantes a Libia se llevó a cabo sin examen
previo de la situación individual de cada demandante. Las autoridades italianas se limitaron a embarcar a todos los
emigrantes interceptados a bordo de buques militares y a desembarcarlos en territorio libio

El CEDH exige que el Estado proporcione al afectado una oportunidad efectiva de impugnar la expulsión o la denegación
de un permiso de residencia y de obtener un examen suficientemente exhaustivo y proporcionar las garantías procesales
adecuadas por un órgano interno competente que preste la suficiente independencia e imparcialidad. En el caso A. C. y
otros c. España, de 22 abril de 2014, el Estado español fue condenado porque cuando se trata de una expulsión del
territorio, un recurso desprovisto de efecto suspensivo automático no cumple las condiciones de efectividad requeridas
por el artículo 13 del Convenio.

La reforma llevada a cabo por la D. F. 1ª de la L. O. 4/2015, que añade una D. A. 10ª a L. O. 4/2000 sobre derechos y
libertades de los extranjeros en España y su integración social, ha dispuesto que: “1. Los extranjeros que sean detectados
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en la línea fronteriza de la demarcación territorial de Ceuta o Melilla mientras intentan superar los elementos de
contención fronterizos para cruzar irregularmente la frontera podrán ser rechazados a fin de impedir su entrada ilegal en
España. 2. En todo caso, el rechazo se realizará respetando la normativa internacional de derechos humanos y de
protección internacional de la que España es parte. 3. Las solicitudes de protección internacional se formalizarán en los
lugares habilitados al efecto en los pasos fronterizos y se tramitarán conforme a lo establecido en la normativa en materia
de protección internacional.”

Por ello existen dudas sobre si la normativa española incluye garantías efectivas que protejan al demandante contra una
devolución arbitraria, directa o indirecta” y ello al margen de si “la línea fronteriza de la demarcación territorial de Ceuta
o Melilla” es, o no, territorio español pues quienes llevan a cabo la detección y rechazo son las Fuerzas y Cuerpos de
Seguridad del Estado y tienen obligación de garantizar “todos los derechos y libertades previstos en el Título 1 del
Convenio que sean pertinentes en la situación” de esas personas ”. El 3 de octubre de 2017 el TEDH condenó a España
por esta práctica (sentencia recurrida a la Gran Sala)

A diferencia de lo que ocurre con los extranjeros, la Constitución española no contiene ningún pronunciamiento general
sobre la titularidad de los derechos fundamentales por parte de las personas jurídicas. El Tribunal Constitucional ha
declarado que esta cuestión "no puede ser resuelta con carácter general en relación a todos y cada uno de los
derechos", por lo que ha procedido a distinguir entre una pluralidad bastante heterogénea de supuestos.

Así, en primer lugar, estaría el caso de las personas jurídicas de derecho privado, el menos conflictivo. Aquí el Tribunal ha
venido a introducir por vía jurisdiccional el contenido del artículo 19.3 de la ley fundamental de Bonn, es decir, el principio
según el cual estas personas son titulares de derechos fundamentales "siempre que se trate, como es obvio, de derechos
que, por su naturaleza, puedan ser ejercitados por este tipo de personas"

En segundo lugar, estaría el supuesto de los grupos sociales expresivos de derechos específicos. La Constitución, en efecto,
ha contemplado, de forma general, como titulares de los derechos fundamentales, no solo al individuo, sino también a
"los grupos en que se integra" (artículo 9.2, CE). El Tribunal Constitucional ha subrayado el protagonismo de tales grupos
en relación con los derechos de los que son específicamente el resultado o producto, apareciendo así a la vez como causa
y efecto de tales derechos. Los supuestos más característicos se producen en el caso de la libertad de asociación (artículo
22, CE) y, muy particularmente, en el de la libertad de creación de partidos políticos (artículo 6, CE), de "sindicatos de
trabajadores y asociaciones empresariales" (artículos 7. y 28.1, CE), así como en el de la libertad ideológica y religiosa
(artículo 16.1, CE). De este modo, partidos políticos, sindicatos, universidades, comunidades religiosas, entre otros, han
acudido ante el Tribunal Constitucional en defensa de su respectiva razón de ser

Finalmente, está el supuesto de los poderes públicos como eventuales sujetos de derechos fundamentales, sin duda el
más delicado. La cuestión ha venido suscitada casi exclusivamente en relación con el derecho a la tutela judicial efectiva
(artículo 24.1, CE). El Tribunal Constitucional comenzó reconociendo la titularidad de este derecho primero a
corporaciones de derecho público, posteriormente a las comunidades autónomas, si bien advirtiendo que se trataba de
un supuesto de relaciones de derecho privado, concretamente una relación laboral, para terminar, reconociendo este
derecho al mismo Estado en una relación de derecho público. Este último paso fue dado en la STC 64/1988, si bien con el
voto en contra de la mitad de la Sala, y con algunas vacilaciones conceptuales que ponen de manifiesto la dificultad del
problema

Respecto de la mayoría de edad, el artículo 12 de la Constitución establece dicha mayoría en los 18 años y supone el pleno
disfrute de determinados derechos tanto en el ámbito privado como en el público.

Desde el punto de vista de los Derechos fundamentales este tema tiene relevancia en los denominados derechos de
participación política y, desde el punto de vista de la defensa del resto de los derechos fundamentales, que el ejercicio de
acciones ante los tribunales será realizado por el Ministerio Fiscal y por las personas que ostenten la patria potestad o
tutela de los menores
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Lección 3
Las garantías generales de los Derechos Fundamentales
En la Constitución Española los derechos y libertades disfrutan de una serie de garantías a la hora de su desarrollo y
protección, en cuanto vinculan a todos los poderes públicos, por lo que son de aplicación directa, además la regulación
del ejercicio de tales derechos sólo puede hacerse mediante Ley (art. 53.1) que ostenta la naturaleza y requisitos de
orgánica cuando se trata del desarrollo de derechos fundamentales y libertades públicas (art. 81.1) respetando siempre
su «contenido esencial».

El reconocimiento de los Derechos Fundamentales debe ir acompañado de mecanismos jurídicos que aseguren su
protección efectiva. Unas garantías actúan a priori:
• Aplicación directa de los derechos y libertades dado el carácter vinculante.
• Reserva de ley, y
• Respeto al contenido esencial.

Otros actúan a posteriori, una vez producida la vulneración de los derechos:


• Tutela judicial preferente y sumaría a través del «Amparo ordinario».
• Tribunales ordinarios.
• Recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional (art. 53.2 de la CE).

Esquema de Garantías:
1) No Jurisdiccionales: No interviene un Tribunal de Justicia
a- NORMATIVAS: en relación a la normatividad de la CE:
❖ Vinculación de los derechos a los poderes públicos en un doble sentido:
I. Sentido relativo o deber de abstención los poderes públicos para no realizar conductas contrarias a estos
derechos.
II. Sentido positivo o de obligación de contribuir a la efectividad de estos derechos.
❖ También es un mecanismo de garantía cuando se refiere a los particulares. Hay una eficacia:
I. Directa a través del deber de abstención de no realizar conductas lesivas
II. Indirecta a través de las leyes que actúe el legislador, quedando sometidos a ellas.
❖ Reforma Constitucional (procedimientos del 167 y 168 CE): Se concibe como garantía desde el momento en
que se establecen procedimientos y mayorías más agravadas para reformar la CE.
❖ Reserva de Ley
❖ Respecto al contenido esencial de los derechos.
b- INSTITUCIONALES: La CE llama a una institución específica para garantizar los DF:
❖ Defensor del Pueblo (art 54 CE)
❖ Ministerio Fiscal (124 CE): Promover la acción de la justicia, derechos de los ciudadanos y el interés público.
❖ Legitimado para interponer un Recurso de Amparo

2) Garantía Jurisdiccionales:
a- Carácter INTERNO: Se hace referencia a una triple garantía
1- Protección Jurisdiccional Ordinaria.
2- Procedimiento preferente y sumario (o “proceso de amparo ordinario”)
3- Recurso de Amparo ante el Tribunal Constitucional.
b- Carácter Internacional: Destaca la garantía que se actúa ante el Tribunal Europeo de DH. (Estrasburgo) y el TJUE.
❖ En el TEDH se garantiza el Convenio Europeo de DH y los protocolos adicionales posteriores.
❖ Muchos de estos derechos del CEDH coinciden con derechos de la CE. Si no coinciden se aplica la cláusula del
art. 10.2 CE. Por esta vía se ha incorporado mucho contenido del Convenio a la CE.

Respecto de la aplicación directa: Deriva de la propia aplicación directa de la Constitución española. Se denomina de
eficacia directa aquella norma de aplicación directa e inmediata, invocable ante los órganos judiciales, gozando de fuerza
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

vinculante para los órganos y funcionarios estatales, así como para los particulares por lo que no necesita de legislación
de desarrollo para ser efectiva.

En lo relativo a las normas constitucionales el carácter normativo-jurídico de la Constitución implica que ésta no deberá
ser apreciada como una norma programática y declarativa, sino todo lo contrario: sus preceptos serán siempre
directamente aplicables sin distinguir entre su inmediata o diferida efectividad; estando vinculados a esa efectividad los
órganos estatales, los funcionarios públicos y todos los componentes de la sociedad, siendo fuente directa de derechos.
Por ejemplo, cuando en la Constitución se expresa que “los derechos y libertades vinculan a todos los poderes públicos”,
se está estableciendo la eficacia directa de las normas que refrendan dichos derechos fundamentales. Esto significa que
los derechos fundamentales tienen una eficacia directa a partir de la propia Constitución y que no es necesaria en
consecuencia una intervención del legislador para que los ciudadanos puedan ejercerlos, aunque tal intervención pueda
ser muy conveniente dependiendo del derecho de que se trate. Pero el derecho ya está reconocido en la Constitución y
ni su presencia en el ordenamiento ni su ejercicio por los ciudadanos depende de que el legislador actúe o deje de actuar.

Respecto de la reserva de ley: El reconocimiento del principio de reserva de ley significa en los ordenamientos jurídicos
que la regulación que determine el estatuto básico de los derechos fundamentales sólo será realizada través de leyes,
quedando este tema fuera de las competencias del gobierno. Es un requisito esencial del estado de derecho y su
significado está dado en que asegura que la regulación de los ámbitos de libertad que corresponden al ciudadano dependa
exclusivamente de la voluntad de sus representantes, por lo que tales ámbitos han de quedar exentos de la acción del
ejecutivo y en consecuencia de sus productos normativos propios que son los reglamentos. Y tiene como único límite el
respeto del contenido esencial

El legislador en cuanto cuerpo representativo, el encargado de establecer las normas que dispongan el régimen jurídico
de dicha área o asunto reservado, todo ello de acuerdo a los principios de publicidad, debate y contradicción que las
convierten en decisiones democráticas y les otorgan un plus de legitimidad. En materia de reserva de ley se han
desarrollado dos modelos, el alemán y el francés. El modelo alemán establece que el legislador está capacitado para
intervenir en cualquier materia, constituyendo el principio de reserva legal, un medio para garantizar la supremacía de la
ley. El modelo francés considera que el legislador sólo puede intervenir en las materias taxativamente señaladas por la
Constitución. La reserva de ley, en este caso, es un medio para restringir materialmente la supremacía de la ley, mediante
una distribución de competencias entre el Poder Ejecutivo y el legislador.

La reserva de ley implica reserva del órgano más representativo del Estado en cuanto órgano representativo de la
pluralidad de sectores y fuerzas políticas vigentes en la sociedad política, siendo sus representantes los que participan en
la elaboración de la norma legal. La reserva de la ley asegura que la elaboración, debate y aprobación de ciertas materias
se produzca mediante el procedimiento legislativo parlamentario.

De todas maneras, se debe hacer una matización a todo lo anterior y es que, en ocasiones, se permite que normas con
fuerza de ley (que no sean leyes del Parlamento propiamente dichas) puedan regular materias de derechos
fundamentales. Así en la sentencia del Tribunal Constitucional 111/1983 se permitió que mediante un Decreto Ley se
pudiese afectar al derecho constitucional a la propiedad. Así la idea de que normas como el Decreto Ley no puedan regular
derechos fundamentales, «lleva en su seno el vaciamiento de la figura y la hace inservible para regular con mayor o menor
incidencia cualquier aspecto concerniente a las materias incluidas en el Título I de la Constitución sin más base
interpretativa que el otorgamiento al verbo «afectar» de un contenido literal amplísimo; como con tan exigua base se
conduce a la inutilidad absoluta del Decreto-ley

La cláusula restrictiva del art. 86.1 de la C. E. («no podrán afectar...») debe ser entendida de modo tal que ni reduzca a la
nada el Decreto-ley, que es un instrumento normativo previsto por la Constitución «del que es posible hacer uso para dar
respuesta a las perspectivas cambiantes de la vida actual» (fundamento 5, Sentencia de 4 de febrero de 1983), ni permita
que por Decreto-ley se regule el régimen general de los derechos, deberes y libertades del Título I, ni dé pie para que por
Decreto-ley se vaya en contra del contenido o elementos esenciales de alguno de tales derechos. Esta vía interpretativa
exige también que se tenga muy en cuenta la configuración constitucional del derecho afectado en cada caso e incluso su
colocación en el texto constitucional dentro de las diversas secciones y capítulos de su Título I, dotados de mayor o menor
rigor protector a tenor del art. 53 de la C. E».
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Además de lo anterior, se debe concluir que dicha reserva de ley, en lo que se refiere a los derechos de la sección I, del
Capítulo II, del Título I de la Constitución, implica, en virtud del artículo 81 de la Constitución una reserva a ley orgánica,
con lo que, además de todo lo anterior, se exige una mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados en una votación
final sobre el conjunto del proyecto.

Definición de reserva de ley:


• Es una Habilitación (en sentido de deber/obligación) que la CE realiza al legislador para que solo el regule con
normas sustantivas los derechos de las personas del Título I.
• La obligación se cumple no solo regulando una ley, sino que además el contenido de esa ley debe regular
sustantivamente que es objeto de reserva de ley en la CE.
• Cuando se obliga al legislador a regular se veta la intervención del poder ejecutivo en la regulación de los derechos
y libertades de las personas. Hay un veto para que el ejecutivo NO regule de forma autónoma el contenido o
régimen jurídico de esos derechos.
• Por tanto, solo cabe el reglamento ejecutivo cuando la ley lo llama expresamente a que concrete alguna de sus
prescripciones que con carácter general la ley ha regulado.

Dentro del capítulo II hay unos derechos que son ya efectivos desde el punto de vista constitucional y otros de
configuración legal por lo que la norma constitucional llama al legislador para que los doten de un régimen legal y concrete
su estatuto jurídico más allá del mínimo establecido en la CE. Estos derechos de configuración legal son directamente
eficaces, pero necesitan de una ley para concretar (requisitos, procedimientos, plazos, recursos). Se diferencian con los
del Capítulo III porque estos tienen eficacia indirecta y no pueden ser alegados por sí mismo ante la jurisdicción hasta que
exista una ley.

• La Reserva es Complementaria
1. En relación a los derechos del capítulo II porque la efectividad del derecho ya está garantizada en la propia CE sin
necesidad de una ley. La ley regulará a más a más.
2. El propio art 53.1 establece la reserva para el ejercicio de estos derechos porque el régimen jurídico general del
derecho está regulado en el propio precepto constitucional.

• La Reserva es necesaria
1. Para los derechos del Capítulo III. Su alegabilidad ante los tribunales para su garantía está condicionado a la
existencia de una ley.
2. El art 53.3 CE no limita la actividad del legislador (el 53.1 reduce solo a la ley). Hay una actividad más amplia por
los que el legislador traduce los genéricos enunciados del capítulo III en auténticos derechos subjetivos
directamente exigibles ante los tribunales.
3. Se habla que estos derechos están sometidos a las mayorías parlamentarias de turno.

Respecto del respeto al contenido esencial: En este sentido se pronunció el TC, en Sentencia 11/1981, de 8 de abril, “se
rebasa o se desconoce el contenido esencial cuando el derecho queda sometido a limitaciones que lo hacen impracticable,
lo dificultan más allá de lo razonable o lo despojan de la necesaria protección”.
Es una garantía normativa que la CE refiere a la actividad del legislador cuando regula las condiciones de ejercicio de los
derechos del capítulo II. Supone un límite a cualquier actividad de limitación de los derechos que realice el legislador a la
hora de dictar las leyes que regulen las condiciones del ejercicio. Esto es así (garantía y límite) porque:
- El legislador es el principal destinatario para la realización efectiva de los derechos, bien por lo establecido en el art
9.1 CE o bien porque es el que en primera instancia regula la reserva de ley.
- A su vez, el legislador es la principal amenaza de estos derechos porque puede actuar como quiera la obligación
incluso obstaculizándolos de tal forma que no se puede hablar de la efectividad de los mismos.
- Una vez que el legislador desarrolla el derecho se confunde el contenido esencial con el contenido constitucional.

El contenido esencial es el núcleo indisponible de un derecho. El contenido esencial se identifica mediante:


Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

La Naturaleza: STC 11/1981 de 4 abril (FJ 11): el contenido esencial se identifica en atención a la naturaleza jurídica del
derecho en cuestión. Así, el contenido esencial es el conjunto de facultades o posibilidades de actuación necesarias para
que el derecho sea reconocido y recognoscible como tal derecho perteneciente al mismo.

Interés Jurídico protegido: El contenido esencial es aquella parte del contenido del derecho que es absolutamente
necesario para que los derechos jurídicamente protegido resulten asegurados. Afectaría al contenido esencial cualquier
limitación que hiciera prácticamente imposible el contenido del derecho.

El principio de proporcionalidad recobra aquí su sentido para saber si, en la actuación del legislador que deba ser analizada
al hilo de un precepto constitucional que reconozca un derecho, se sobrepasa el límite del contenido esencial.

Las garantías jurisdiccionales de los Derechos Fundamentales


Respecto de la tutela Judicial Ordinaria: Conforme al artículo 24 de la Constitución todas las personas tienen derecho a
obtener tutela efectiva de los jueces y tribunales en el ejercicio de sus derechos e intereses legítimos, sin que, en ningún
caso, pueda producirse indefensión. A través de los procedimientos ordinarios que se regulan en las diferentes
jurisdicciones (civil, penal, contenciosa administrativa, social y militar) se pueden alegar cualquier derecho fundamental
y lograr la tutela de esos derechos

Respecto de la tutela Judicial Preferente y Sumaria: Cualquier ciudadano podrá recabar la tutela de las libertades y
derechos reconocidos en el artículo 14 y sección 1ª del capítulo II de la Constitución Española ante los tribunales del orden
civil por medio de un procedimiento basado en los principios de preferencia y sumariedad, y en su caso, a través del
recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional, de manera subsidiaria (artículo 53.2 CE). Así, debe haber un
procedimiento que tenga prioridad en su tramitación (o preferente) y sustancialmente acelerado rápido (sumario, en
sentido vulgar), que sólo pueda versar sobre pretendidas violaciones de los derechos fundamentales reconocidos en los
arts. 14 a 29 y 30.2 CE.

• El constituyente quería que el legislador regulara, más allá de los procedimientos ordinarios, un procedimiento
específico basado en la preferencia y sumariedad para garantizar los derechos que se consideran más esenciales en
el orden constitucional (igualdad y los de la sección primera).
• La sumariedad quiere decir que los procedimientos se reduzcan a verificar si existe o no una lesión del DF. Además,
este significado de cognisción limitada procesal, se complementa con la exigencia de que sean procedimientos
rápidos.
• Se dudaba si la rapidez podía vulnerar alguna garantía procesal. Se entendió que era más importante verificar lesiones
de DF aun a costa de la perdida de garantías en el proceso (art 24 CE).
• La preferencia hace referencia a la tramitación preferente a cualquier otro procedimiento aunque éste se hubiera
iniciado con anterioridad. Esto no quiere decir que se realice un procedimiento a parte ante otro tribunal distinto. El
mismo tribunal una vez verificada la lesión, tenía que paralizar lo que estuviera llevando a cabo y empezar el
procedimiento preferente y sumario.
• La ley 62/78 fue una ley promulgada pocos días antes de la CE. Quería positivizar los acuerdos de la Moncloa para la
protección de derechos muy importantes durante la transición (libertad de expresión, reunión, asociación,
inviolabilidad de domicilio…).
• La propia disposición final de la ley ya entiende que eso era una actuación provisional que tendría que actualizarse
una vez promulgada la CE.
• En el 1979 hay un decreto legislativo que amplia el ámbito de los derechos. Se equipara el ámbito de protección
jurisdiccional ordinario al ámbito de protección del recurso de Amparo en la LOTC
• Con estas previsiones se dio por cumplido el mandato del 53.2 CE.
• La ley contemplaba como se aplicarían estos procedimientos en los distintos órdenes (penal, civil, contencioso-
administrativo)
• Esta ley ha sufrido muchas reformas. Sigue vigente el art 1.
• En el 1989 se introduce el preferente y sumario en la jurisdicción militar
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

• En el 1995 se introduce el preferente y sumario en el ámbito laboral. En este ámbito se invierte la carga de la prueba,
es decir, es el empresario quien ha de probar que no ha lesionado el derecho a la libertad sindical. (actualmente ley
36/2011)
• En el 1998 se derogan todas las disposiciones referentes al ámbito contencioso administrativo.
• En el 2000 se deroga la normativa en relación al procedimiento civil (LEC)
• En el 2002 se deroga la normativa en relación al procedimiento penal (LECr)
• Las leyes que desarrollan DF también han ido incluyendo procedimientos preferente y sumario.

Art. 249.1.2 de la LEC (1/2000) Se decidirán en el juicio ordinario, cualquiera que sea su cuantía las que pretendan la tutela
del derecho al honor, a la intimidad y a la propia imagen, y las que pidan la tutela judicial civil de cualquier otro derecho
fundamental, salvo las que se refieran al derecho de rectificación. En estos procesos, será siempre parte el Ministerio
Fiscal y su tramitación tendrá carácter preferente.

Ley 29/1998 (Jurisdicción contenciosa administrativa) Artículo 114. El procedimiento de amparo judicial de las libertades
y derechos, previsto en el artículo 53.2 de la Constitución española, se regirá, en el orden contencioso-administrativo, por
lo dispuesto en este artículo. Podrán hacerse valer en este proceso las pretensiones que tengan como finalidad la de
restablecer o preservar los derechos o libertades por razón de los cuales el recurso hubiere sido formulado.

Art. 177 y siguientes de la ley 36/2011 (Jurisdicción laboral) Cualquier trabajador o sindicato que, invocando un derecho
o interés legítimo, considere lesionados los derechos de libertad sindical, huelga u otros derechos fundamentales y
libertades públicas, incluida la prohibición de tratamiento discriminatorio y del acoso, podrá recabar su tutela a través de
este procedimiento cuando la pretensión se suscite en el ámbito de las relaciones jurídicas atribuidas al conocimiento del
orden jurisdiccional social o en conexión directa con las mismas, incluidas las que se formulen contra terceros vinculados
al empresario por cualquier título, cuando la vulneración alegada tenga conexión directa con la prestación de servicios.

El Ministerio Fiscal será siempre parte en estos procesos en defensa de los derechos fundamentales y de las libertades
públicas. La tramitación tendrá carácter urgente a todos los efectos, siendo preferente respecto de todos los que se sigan
en el juzgado o tribunal

Recurso de amparo: Nuestro sistema establece un mecanismo de protección mixto de los derechos fundamentales a nivel
jurisdiccional:
a) Una protección por parte de los tribunales de justicia (poder judicial)
b) Una protección por parte del Tribunal Constitucional

De todas formas, se establece el principio de subsidiariedad, de tal forma que solo se puede acudir al Tribunal
Constitucional cuando se haya agotado la vía judicial ordinaria, es decir, cuando previamente se haya intentado defender
el derecho fundamental en la vía ordinaria y, no habiendo obtenido respuesta satisfactoria, se termina por acudir ante el
Tribunal Constitucional.

Los derechos y libertades reconocidos en los artículos 14 a 29 de la Constitución serán susceptibles de amparo
constitucional, en los casos y formas que esta Ley establece, sin perjuicio de su tutela general encomendada a los
Tribunales de Justicia. Igual protección será aplicable a la objeción de conciencia reconocida en el artículo 30 de la
Constitución.

El recurso de amparo constitucional protege, en los términos que esta Ley establece, frente a las violaciones de los
derechos y libertades a que se refiere el apartado anterior, originadas por las disposiciones, actos jurídicos, omisiones o
simple vía de hecho de los poderes públicos del Estado, las Comunidades Autónomas y demás entes públicos de carácter
territorial, corporativo o institucional, así como de sus funcionarios o agentes.

- Amparo contra el Poder Legislativo: Las decisiones o actos sin valor de Ley, emanados de las Cortes o de cualquiera
de sus órganos, o de las Asambleas Legislativas de las Comunidades Autónomas, o de sus órganos, que violen los
derechos y libertades susceptibles de amparo constitucional, podrán ser recurridos dentro del plazo de tres meses
desde que, con arreglo a las normas internas de las Cámaras y Asambleas, sean firmes.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

- Amparo contra el Poder Ejecutivo: Las violaciones de los derechos y libertades antes referidos originadas por
disposiciones, actos jurídicos, omisiones o simple vía de hecho del Gobierno o de sus autoridades o funcionarios, o
de los órganos ejecutivos colegiados de las comunidades autónomas o de sus autoridades o funcionarios o agentes,
podrán dar lugar al recurso de amparo una vez que se haya agotado la vía judicial procedente.
El plazo para interponer el recurso de amparo constitucional será el de los veinte días siguientes a la notificación de
la resolución recaída en el previo proceso judicial. El recurso solo podrá fundarse en la infracción por una resolución
firme de los preceptos constitucionales que reconocen los derechos o libertades susceptibles de amparo

- Amparo contra el Poder Judicial: Las violaciones de los derechos y libertades susceptibles de amparo constitucional,
que tuvieran su origen inmediato y directo en un acto u omisión de un órgano judicial, podrán dar lugar a este
recurso siempre que se cumplan los requisitos siguientes:
a. Que se hayan agotado todos los medios de impugnación previstos por las normas procesales para el caso
concreto dentro de la vía judicial.
b. Que la violación del derecho o libertad sea imputable de modo inmediato y directo a una acción u omisión
del órgano judicial con independencia de los hechos que dieron lugar al proceso en que aquellas se
produjeron, acerca de los que, en ningún caso, entrará a conocer el Tribunal Constitucional.
c. Que se haya denunciado formalmente en el proceso, si hubo oportunidad, la vulneración del derecho
constitucional tan pronto como, una vez conocida, hubiera lugar para ello.

El plazo para interponer el recurso de amparo será de 30 días, a partir de la notificación de la resolución recaída en el
proceso judicial. El recurso de amparo debe ser objeto de una decisión de admisión a trámite. La Sección, por unanimidad
de sus miembros, acordará mediante providencia la admisión, en todo o en parte, del recurso solamente cuando
concurran todos los siguientes requisitos:
a. Que la demanda cumpla con los requisitos formales ya explicados.
b. Que el contenido del recurso justifique una decisión sobre el fondo por parte del Tribunal Constitucional en razón
de su especial trascendencia constitucional, que se apreciará atendiendo a su importancia para la interpretación
de la Constitución, para su aplicación o para su general eficacia, y para la determinación del contenido y alcance
de los derechos fundamentales.

Especial trascendencia constitucional. Conforme a la sentencia del Tribunal Constitucional 155/2009, los casos en los que
se debe apreciar esa especial trascendencia constitucional son los siguientes:
a. Que el recurso plantee un problema o una faceta de un derecho fundamental susceptible de amparo sobre el que
no haya doctrina del Tribunal Constitucional, supuesto ya enunciado en la sentencia del Tribunal Constitucional
70/2009.

b. Que dé ocasión al Tribunal Constitucional para aclarar o cambiar su doctrina, como consecuencia de un proceso
de reflexión interna, como acontece en el caso que ahora nos ocupa, o por el surgimiento de nuevas realidades
sociales o de cambios normativos relevantes para la configuración del contenido del derecho fundamental, o de
un cambio en la doctrina de los órganos de garantía encargados de la interpretación de los tratados y acuerdos
internacionales a los que se refiere el artículo 10.2 de la Constitución;

c. Cuando la vulneración del derecho fundamental que se denuncia provenga de la ley o de otra disposición de
carácter general;

d. Si la vulneración del derecho fundamental traiga causa de una reiterada interpretación jurisprudencial de la ley
que el Tribunal Constitucional considere lesiva del derecho fundamental y crea necesario proclamar otra
interpretación conforme a la Constitución;

e. Cuando la doctrina del Tribunal Constitucional sobre el derecho fundamental que se alega en el recurso esté
siendo incumplida de modo general y reiterado por la jurisdicción ordinaria, o existan resoluciones judiciales
contradictorias sobre el derecho fundamental, ya sea interpretando de manera distinta la doctrina constitucional,
ya sea aplicándola en unos casos y desconociéndola en otros;
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

f. En el caso de que un órgano judicial incurra en una negativa manifiesta del deber de acatamiento de la doctrina
del Tribunal Constitucional (artículo 5 de la Ley Orgánica del Poder Judicial);

g. Cuando el asunto suscitado, sin estar incluido en ninguno de los supuestos anteriores, trascienda del caso
concreto porque plantee una cuestión jurídica de relevante y general repercusión social o económica o tenga
unas consecuencias políticas generales, consecuencias que podrían concurrir, sobre todo, aunque no
exclusivamente, en determinados amparos electorales o parlamentarios.

La Sala o, en su caso, la Sección, al conocer del fondo del asunto, pronunciará en su sentencia alguno de estos fallos:
a. Otorgamiento de amparo.
b. Denegación de amparo.

La sentencia que otorgue el amparo contendrá alguno o algunos de los pronunciamientos siguientes:
a. Declaración de nulidad de la decisión, acto o resolución que hayan impedido el pleno ejercicio de los derechos o
libertades protegidos, con determinación en su caso de la extensión de sus efectos.
b. Reconocimiento del derecho o libertad pública, de conformidad con su contenido constitucionalmente declarado.
c. Restablecimiento del recurrente en la integridad de su derecho o libertad con la adopción de las medidas apropiadas,
en su caso, para su conservación

Las garantías institucionales de los Derechos Fundamentales.


El Ministerio Fiscal es un órgano de relevancia constitucional y con personalidad jurídica propia integrado con autonomía
funcional en el Poder Judicial, al que el artículo 124 de la Constitución Española, se refiere en los siguientes términos:
- El Ministerio Fiscal, sin perjuicio de las funciones encomendadas a otros órganos, tiene por misión promover la
acción de la Justicia en defensa de la legalidad, de los derechos de los ciudadanos y del interés público tutelado por
la Ley.
- El Ministerio Fiscal ejerce sus funciones por medio de órganos propios conforme a los principios de unidad de
actuación y dependencia jerárquica y con sujeción, en todo caso, a los de legalidad e imparcialidad.

La norma básica que regula el Ministerio Fiscal español es el Estatuto Orgánico del Ministerio Fiscal, aprobado por Ley
50/81 de 30 de diciembre y modificado por la Ley 24/2007.

El artículo 54 de la Constitución española establece que una ley orgánica regulará la institución del Defensor del Pueblo
como el alto comisionado de las Cortes Generales, designado por éstas para la defensa de los derechos fundamentales, a
cuyo efecto podrá supervisar la actividad de las Administraciones públicas. En cumplimiento de este mandato
constitucional se promulgó la Ley Orgánica 3/1981, de 6 de abril, que regula la Institución.

Al Defensor del Pueblo lo eligen el Congreso de los Diputados y el Senado mediante una votación, en la que se necesita
una mayoría de tres quintos, por un periodo de cinco años. El Defensor del Pueblo no está sujeto a mandato imperativo
alguno, no recibe instrucciones de ninguna autoridad, desempeña sus funciones con autonomía y goza de inviolabilidad
e inmunidad durante su permanencia en el cargo.

Las garantías Internacionales


La Declaración Universal de Derechos del Hombre fue el primer texto de derechos humanos aprobado por la ONU con
pretensión de universalidad. Su valor es simbólico, moral y político, pero no establece ninguna obligación para los Estados.
Posteriormente se han ido sumando una multitud de listas de derechos que han salido de la ONU, pero con las mismas
características.

- Declaración Universal de Derechos Humanos Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales
- Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos
- Protocolo Facultativo del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos
- Segundo Protocolo Facultativo del Pacto Internacional de Derechos
- Civiles y Políticos, destinado a abolir la pena de muerte
- Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

- Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer


- Protocolo Facultativo de la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer
- Convención sobre los Derechos del Niño Protocolo Facultativo de la Convención sobre los Derechos del Niño relativo
a la venta de niños, la prostitución infantil y la utilización de niños en la pornografía Protocolo Facultativo de la
Convención sobre los Derechos del Niño relativo a la participación de niños en los conflictos armados
- Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes Protocolo Facultativo de la
Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes
- Convención Internacional sobre la protección de los derechos de todos los trabajadores migratorios y de sus
familiares

Cada uno de estos pactos establece una comisión para velar por el cumplimiento de sus disposiciones. La más relevante
es la Comisión de Derechos Humanos ante la que cualquier ciudadano puede presentar sus quejas si el Estado al que
pertenece ha reconocido la labor de ese órgano y ha agotado los recursos en la vía interna. Ese consejo no dicta sentencias,
solo «decisiones» que no tienen efecto directo sobre el concreto litigio, dado que el protocolo de actuación establece que
ese consejo presentará «observaciones» al Estado y al interesado

ONU
La Corte Internacional de Justicia es el principal órgano judicial de la Organización de las Naciones Unidas. Tiene su sede
en el Palacio de la Paz en la Haya (Países Bajos) y está encargada de decidir las controversias jurídicas entre Estados.
También emite opiniones consultivas sobre cuestiones que pueden someterle órganos o instituciones especializadas de
la ONU.

Sus quince magistrados, elegidos por la Asamblea General y el Consejo de Seguridad, cumplen mandatos de nueve años.
Los idiomas oficiales son el inglés y el francés

La Corte desempeña una doble misión: el arreglo de las controversias de orden jurídico entre los Estados que le sean
sometidas por estos (procedimiento contencioso) y la emisión de dictámenes consultivos sobre cuestiones jurídicas que
le sometan los órganos u organismos de las Naciones Unidas (procedimiento consultivo).

Procedimiento contencioso.
Solo los Estados pueden ser partes en el procedimiento contencioso (los Estados Miembros de las Naciones Unidas y otros
Estados que sean partes en el Estatuto de la Corte o que hayan aceptado su jurisdicción bajo ciertas condiciones).

Procedimiento consultivo
El procedimiento consultivo de la Corte está abierto exclusivamente a los cinco órganos y los dieciséis organismos del
sistema de las Naciones Unidas. La Asamblea General y el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas podrán solicitar
dictámenes consultivos sobre cualquier cuestión jurídica. Otros órganos u organismos de las Naciones Unidas que hayan
recibido autorización para solicitar dictámenes consultivos solo podrán hacerlo respecto a las cuestiones de derecho que
se planteen dentro del ámbito de sus actividades.

El Comité de Derechos Humanos es el órgano de expertos independientes que supervisa la aplicación del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos por sus Estados Partes. El artículo 41 del Pacto estipula que el comité debe
examinar las denuncias entre los Estados. Además, el Primer Protocolo Facultativo del Pacto otorga al comité competencia
para examinar las denuncias de los particulares en relación con supuestas violaciones del Pacto cometidas por los Estados
Partes en el Protocolo.

TEDH
El Tribunal Europeo de Derechos Humanos es el garante del cumplimiento por los Estados parte de las obligaciones
derivadas del Convenio para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales (el “Convenio”),
hecho en Roma el 4 de noviembre de 1950 (artículo 19).

Creado en 1959, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos es un tribunal internacional que actúa no sólo a instancia de
los Estados parte del Convenio, sino, singularmente, en virtud de las demandas que pueden presentar los particulares, ya
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

sean ciudadanos o personas bajo la jurisdicción de un Estado parte. El Tribunal tiene su sede en Estrasburgo y está
compuesto por un total de 47 Jueces (uno por cada Estado), actuando en varias formaciones judiciales (Juez único, Comité,
Sección y Gran Sala). Son lenguas oficiales del Tribunal el francés y el inglés.

Las garantías Internacionales (de nuevo)


Para presentar una demanda ante el Tribunal Europeo Derechos Humanos es necesario remitir, por correo postal dirigido
a su Secretaría, el formulario que el propio Tribunal pone a disposición de los interesados. Las demandas deben enviarse
por correo postal a la siguiente dirección:

- The Registrar - European Court of Human Rights - Council of Europe - F-67075 Strasbourg cedex

El envío de una demanda por fax ya no interrumpe el plazo de 6 meses.

Al Tribunal no podrá recurrirse sino después de agotar las vías de recursos internas, tal como se entiende según los
principios de derecho internacional generalmente reconocidos y en el plazo de seis meses a partir de la fecha de la
decisión interna definitiva. El Tribunal no admitirá ninguna demanda individual cuando sea anónima o sea esencialmente
la misma que una demanda examinada anteriormente por el Tribunal o ya sometida a otra instancia internacional de
investigación o de acuerdo, y no contenga hechos nuevos.

El Tribunal declarará inadmisible cualquier demanda individual si considera que:


a. La demanda es incompatible con las disposiciones del Convenio o de sus Protocolos, manifiestamente mal
fundada o abusiva; o
b. El demandante no ha sufrido un perjuicio importante, a menos que el respeto de los derechos humanos
garantizados por el Convenio y por sus Protocolos exija un examen del fondo de la demanda, y con la condición
de que no podrá rechazarse por este motivo ningún asunto que no haya sido debidamente examinado por un
Tribunal nacional.

El demandante tendrá derecho a presentar observaciones por escrito y a participar en la vista.

En interés de la buena administración de la justicia, el presidente del Tribunal podrá invitar a cualquier Alta Parte
Contratante que no sea parte en el asunto o a cualquier persona interesada distinta del demandante, a que presente
observaciones por escrito o a participar en la vista. En cualquier asunto que se suscite ante una Sala o ante la Gran Sala,
el Comisario de Derechos Humanos del Consejo de Europa podrá presentar observaciones por escrito y participar en la
vista. En cualquier momento del procedimiento el Tribunal podrá decidir archivar una demanda cuando las circunstancias
permitan comprobar:
a. Que el demandante ya no está dispuesto a mantenerla; o
b. Que el litigio haya sido ya resuelto; o
c. Que, por cualquier otro motivo verificado por el Tribunal, ya no esté justificada la continuación del examen de la
demanda.

No obstante, el Tribunal proseguirá el examen de la demanda si así lo exige el respeto de los derechos humanos
garantizados por el Convenio y sus Protocolos.

En cualquier fase del procedimiento, el Tribunal podrá ponerse a disposición de las partes interesadas para conseguir un
acuerdo amistoso sobre el asunto inspirándose para ello en el respeto a los derechos humanos tal como los reconocen el
Convenio y sus Protocolos. En caso de alcanzarse un acuerdo amistoso, el Tribunal archivará el asunto mediante una
decisión que se limitará a una breve exposición de los hechos y de la solución adoptada. Esta decisión se transmitirá al
Comité de Ministros, que supervisará la ejecución de los términos del acuerdo amistoso tal como se recojan en la
resolución.

En el plazo de tres meses a partir de la fecha de la sentencia de una Sala, cualquier parte en el asunto podrá solicitar, en
casos excepcionales, la remisión del asunto ante la Gran Sala.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Cinco jueces de la Gran Sala aceptarán la demanda si el asunto plantea una cuestión grave relativa a la interpretación o a
la aplicación del Convenio o de sus Protocolos o una cuestión grave de carácter general. Si el colegio acepta la demanda,
la Gran Sala se pronunciará acerca del asunto mediante sentencia.

Conforme al artículo 46 del Convenio para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales (el
“Convenio”), los Estados parte se comprometen a acatar las sentencias definitivas dictadas por el Tribunal Europeo de
Derechos Humanos en los litigios en que sean parte.

La supervisión de la ejecución de las sentencias definitivas corresponde al Comité de Ministros del Consejo de Europa,
que velará por su ejecución. Dicho Comité está asistido por el Departamento de Ejecución de sentencias. La fase de
ejecución de las sentencias comprende el examen de las medidas adoptadas por los Estados para llevar a cabo la ejecución
de las sentencias que declaran que ha existido una violación del Convenio. Dicha ejecución comprende no sólo el pago de
las cantidades a las que haya podido ser condenado el Estado demandado, sino también la adopción de medidas, de
carácter individual o general, destinadas a restablecer, si es posible, la integridad del derecho vulnerado y evitar que
persistan los efectos de dicha vulneración.

Si el Comité considera que una Alta Parte Contratante se niega a acatar una sentencia definitiva sobre un asunto en que
es parte, podrá, tras notificarlo formalmente a esa Parte y por decisión adoptada por mayoría de dos tercios de los votos
de los representantes que tengan derecho a formar parte del Comité, remitir al Tribunal la cuestión de si esa Parte ha
incumplido su obligación.

Si el Tribunal concluye que se ha producido una violación en la ejecución de sentencias, remitirá el asunto al Comité de
Ministros para que examine las medidas que sea preciso adoptar.

TEDH
Remisión a las guías:
• Agotamiento de las vías de impugnación internas en el Estado miembro.
• Plazo de seis meses a contar desde dicho agotamiento.
• Prohibición de demandas anónimas.
• Prohibición de reiteración de demandas sobre los mismos hechos.
• Inadmisión cuando el asunto esté sometido a otra instancia internacional
• Inadmisión de demanda manifiestamente mal fundada, abusiva o es incompatible con las disposiciones del
Convenio o de sus Protocolos
• Inadmisión por incompetencia: (por razón del territorio, del tiempo o de la materia)

El Tribunal se compondrá de un número de Jueces igual al de las Altas Partes Contratantes. Los jueces serán elegidos por
un periodo de nueve años. No serán reelegibles. El mandato de los jueces finalizará cuando alcancen la edad de 70 años.
Los jueces permanecerán en sus funciones hasta su sustitución. No obstante, continuarán conociendo de los asuntos que
tengan ya asignados. Un juez sólo podrá ser relevado de sus funciones si los demás jueces deciden, por mayoría de dos
tercios, que dicho juez ha dejado de reunir las condiciones requeridas para serlo.

Para el examen de los asuntos que se le sometan, el Tribunal actuará en formación de juez único, en Comités compuestos
por tres jueces, en Salas de siete jueces y en una Gran Sala de diecisiete jueces. Las Salas del Tribunal constituirán los
Comités por un periodo determinado. El juez único podrá declarar inadmisible o eliminar del registro de asuntos del
Tribunal una demanda presentada en virtud del artículo 34, cuando pueda adoptarse tal resolución sin tener que proceder
a un examen complementario.

La resolución será definitiva.


• Si el juez único no declara inadmisible una demanda ni la elimina del registro de asuntos, dicho juez remitirá la
misma a un Comité o a una Sala para su examen complementario.

Competencia de los Comités: Respecto de una demanda presentada en virtud del artículo 34, un Comité podrá, por
unanimidad:
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

a. declarar la misma inadmisible o eliminarla del registro de asuntos, cuando pueda adoptarse tal resolución sin
tener que proceder a un examen complementario; o
b. declararla admisible y dictar al mismo tiempo sentencia sobre el fondo, si la cuestión subyacente al caso, relativa
a la interpretación o la aplicación del Convenio o de sus Protocolos, ya ha dado lugar a jurisprudencia bien
establecida del Tribunal.

Salas de siete jueces


Gran Sala de diecisiete jueces.

TJUE
• Función: Garantizar que la legislación de la UE se interprete y aplique de la misma manera en cada uno de los países
miembros; garantizar que los países miembros y las instituciones europeas cumplan la legislación de la UE
• Miembros:
• Tribunal de Justicia: un juez de cada país miembro y once abogados generales
• Tribunal General: al menos un juez de cada país de UE
• Año de creación: 1952
• Sede: Luxemburgo

El Tribunal de Justicia está compuesto por 28 Jueces y 11 Abogados Generales. Los Jueces y los Abogados Generales son
designados de común acuerdo por los Gobiernos de los Estados miembros, previa consulta a un comité encargado de
emitir un dictamen sobre la idoneidad de los candidatos propuestos para el ejercicio de las funciones de que se trate.
Su mandato es de seis años con posibilidad de renovación.

Los Jueces del Tribunal de Justicia eligen de entre ellos al Presidente y al Vicepresidente por un período de tres años
renovable. El Presidente dirige los trabajos del Tribunal de Justicia y preside las vistas y deliberaciones en las formaciones
más numerosas del Tribunal. El Vicepresidente asiste al Presidente en el ejercicio de sus funciones y le sustituye en caso
de impedimento.

Los Abogados Generales asisten al Tribunal de Justicia. Están encargados de presentar, con toda imparcialidad e
independencia, un dictamen jurídico (las «conclusiones») en los asuntos que se les asignen. Existe también un Secretario
del Tribunal de Justicia.

El Tribunal de Justicia puede reunirse en Pleno, en Gran Sala (quince Jueces) o en Salas de cinco o tres Jueces. El Tribunal
de Justicia actúa en Pleno en casos excepcionales previstos en su Estatuto (en particular, cuando deba destituir al Defensor
del Pueblo o declarar el cese de un Comisario europeo que haya incumplido sus obligaciones) y cuando considere que un
asunto reviste una importancia excepcional.

Se reúne en Gran Sala cuando así lo solicita un Estado miembro o una institución que sea parte en el procedimiento, y
para los asuntos particularmente complejos o importantes. El resto de los asuntos se examinan en Salas de cinco o tres
Jueces. Los Presidentes de las Salas de cinco Jueces son elegidos por tres años y los de las Salas de tres Jueces por un año.

La cuestión prejudicial
El Tribunal de Justicia trabaja en colaboración con los órganos jurisdiccionales de los Estados miembros, los jueces
nacionales pueden, y a veces deben, dirigirse al Tribunal de Justicia para solicitarle que precise una cuestión de
interpretación del Derecho de la Unión. El Tribunal de Justicia no responde mediante un mero dictamen, sino mediante
una sentencia o un auto motivado.

El órgano jurisdiccional nacional destinatario está vinculado por la interpretación efectuada a la hora de resolver el litigio
que se le ha planteado. La sentencia del Tribunal de Justicia vincula asimismo al resto de los órganos jurisdiccionales
nacionales que conozcan de un problema idéntico.

En virtud del artículo 267 TFUE, cualquier órgano jurisdiccional de un Estado miembro, cuando tenga que pronunciarse
en un procedimiento a cuyo término se dicte una resolución de naturaleza jurisdiccional, puede, en principio, remitir al
Tribunal de Justicia una petición de decisión prejudicial. La decisión de plantear al Tribunal de Justicia una cuestión
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

prejudicial corresponde únicamente al órgano jurisdiccional nacional, independientemente de que las partes del litigio
principal lo hayan o no solicitado.

No obstante, los órganos jurisdiccionales nacionales cuyas decisiones no sean susceptibles de ulterior recurso judicial de
Derecho interno están obligados a someter al Tribunal de Justicia tales peticiones, salvo cuando ya exista jurisprudencia
en la materia (y las eventuales diferencias de contexto no planteen dudas reales sobre la posibilidad de aplicar al caso de
autos la jurisprudencia existente) o cuando la manera correcta de interpretar la norma jurídica de que se trate sea de
todo punto evidente.

El órgano jurisdiccional nacional puede remitir al Tribunal de Justicia una petición de decisión prejudicial tan pronto como
estime que, para poder emitir su fallo, resulta necesaria una decisión sobre la interpretación o la validez del Derecho de
la Unión. En efecto, el órgano jurisdiccional nacional es el mejor situado para apreciar la fase del procedimiento en que
procede remitir tal petición.

Es preferible, no obstante, que la decisión de plantear una cuestión prejudicial se adopte en una fase del procedimiento
nacional en la que el órgano jurisdiccional remitente esté en condiciones de definir el marco jurídico y fáctico del asunto,
para que el Tribunal de Justicia disponga de todos los elementos necesarios para comprobar, en su caso, que el Derecho
de la Unión es aplicable al litigio principal.

La decisión mediante la cual el órgano jurisdiccional de un Estado miembro somete al Tribunal de Justicia una o varias
cuestiones prejudiciales puede revestir cualquiera de las formas admitidas por su Derecho interno para los incidentes
procesales. Ahora bien, debe tenerse presente que este documento servirá de base al procedimiento que se siga ante el
Tribunal de Justicia y que éste debe disponer de los elementos que le permitan proporcionar una respuesta útil al órgano
jurisdiccional remitente. Además, la petición de decisión prejudicial es el único documento que se notifica a las partes del
litigio principal y a los demás interesados contemplados en el artículo 23 del Estatuto, en especial los Estados miembros,
con el fin de recoger sus eventuales observaciones escritas.

La necesidad de traducir dicha petición de decisión prejudicial a todas las lenguas oficiales de la Unión Europea aconseja,
pues, una redacción sencilla, clara y precisa, sin elementos superfluos.

La petición de decisión prejudicial deberá contener:


1. Una exposición concisa del objeto del litigio y de los hechos pertinentes, según se hayan constatado por el órgano
jurisdiccional remitente, o al menos una exposición de los datos fácticos en que se basan la cuestiones
prejudiciales;

2. El texto de las disposiciones nacionales que puedan ser aplicables al asunto y, en su caso, la jurisprudencia
nacional pertinente

3. La indicación de las razones que han llevado al órgano jurisdiccional remitente a preguntarse sobre la
interpretación o la validez de determinadas disposiciones del Derecho de la Unión, así como de la relación que a
su juicio existe entre dichas disposiciones y la normativa nacional aplicable en el litigio principal.

4. Las disposiciones del Derecho de la Unión pertinentes en el litigio principal deberían ser identificadas con la mayor
precisión posible en la petición de decisión prejudicial

El recurso por incumplimiento.


Permite al Tribunal de Justicia controlar si los Estados miembros respetan las obligaciones que les incumben en virtud
del Derecho de la Unión. Antes de someter el asunto ante el Tribunal de Justicia tiene lugar un procedimiento previo
dirigido por la Comisión, por el que se requiere al Estado miembro afectado para que responda a las imputaciones que
se le hayan hecho. Si tras este procedimiento el Estado miembro no ha puesto fin al incumplimiento, puede
interponerse un recurso ante el Tribunal de Justicia por vulneración del Derecho de la Unión.

El recurso de anulación.
Mediante este recurso, el demandante solicita la anulación de un acto de una institución, de un órgano o de un organismo
de la Unión (en particular, reglamentos, directivas y decisiones). Se reservan al Tribunal de Justicia los recursos
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

interpuestos por un Estado miembro contra el Parlamento Europeo y/o contra el Consejo (salvo los interpuestos contra
el Consejo en relación con las ayudas de Estado, el dumping o las competencias de ejecución) y por una institución de la
Unión contra otra institución. El Tribunal General es competente para conocer de todos los demás recursos de este tipo
y, en concreto, de los interpuestos por los particulares.

El recurso por omisión


Permite controlar la legalidad de la inactividad de las instituciones, de un órgano o de un organismo de la Unión. No
obstante, sólo cabe interponer este recurso después de haber requerido a la institución para que actúe. Una vez declarada
la ilegalidad de la omisión, corresponde a la institución de que se trate adoptar las medidas necesarias para ponerle fin.
La competencia para conocer de los recursos por omisión se reparte entre el Tribunal de Justicia y el Tribunal General
conforme a los mismos criterios que se aplican para los recursos de anulación.

Los recursos de casación


Pueden interponerse ante el Tribunal de Justicia recursos de casación limitados a las cuestiones de Derecho contra las
sentencias y autos del Tribunal General. Si el recurso de casación es admisible y está fundado, el Tribunal de Justicia
anulará la resolución del Tribunal General. Cuando el estado del asunto así lo permita, el Tribunal de Justicia resolverá el
litigio. En caso contrario, devolverá el asunto al Tribunal General, que estará vinculado por la decisión adoptada por el
Tribunal de Justicia en el marco del recurso de casación.

El Tribunal General de la UE
Compuesto por 44 Jueces desde el 19 de septiembre de 2016. Los Jueces son nombrados de común acuerdo por los
Gobiernos de los Estados miembros, previa consulta a un comité encargado de emitir un dictamen sobre la idoneidad de
los candidatos. Su mandato es de seis años con posibilidad de renovación. Los Jueces designan entre ellos, por tres años,
a su Presidente. Además, nombran a un Secretario por un período de seis años.

Contrariamente al Tribunal de Justicia, el Tribunal General no dispone de Abogados Generales permanentes.

Los asuntos de que conoce el Tribunal General se sustancian en salas compuestas por tres o cinco Jueces o, en
determinados casos, en formación de Juez único. También puede reunirse en Gran Sala (quince Jueces), cuando la
complejidad jurídica o la importancia del asunto lo justifiquen. Los Presidentes de las Salas integradas por cinco Jueces se
eligen de entre los Jueces por un período de tres años. El Tribunal General dispone de su propia Secretaría, pero utiliza
los servicios de la Institución para cubrir sus restantes necesidades.

El Tribunal General es competente para conocer de:


• Los recursos interpuestos por personas físicas o jurídicas para obtener la anulación de los actos de las
instituciones, órganos u organismos de la Unión Europea de los que sean destinatarias o que les afecten directa
e individualmente, así como contra los actos reglamentarios que les afecten directamente y que no incluyan
medidas de ejecución, y los recursos interpuestos por estas mismas personas con objeto de que se constate la
inacción de dichas instituciones, órganos u organismos;

• Los recursos formulados por los Estados miembros contra la Comisión;


• Los recursos formulados por los Estados miembros contra el Consejo en relación con los actos adoptados por éste
en el ámbito de las ayudas de Estado, las medidas de defensa comercial («dumping») y los actos por los que ejerce
competencias de ejecución;

• Los recursos dirigidos a obtener la reparación de los daños causados por las instituciones o por los órganos u
organismos de la Unión Europea o sus agentes;

• Los recursos basados en contratos celebrados por la Unión Europea que prevean expresamente la competencia
del Tribunal General;

• Los recursos en el ámbito de la propiedad intelectual dirigidos contra la Oficina de Armonización del Mercado
Interior (Marcas, Dibujos y Modelos) y contra la Oficina Comunitaria de Variedades Vegetales;
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Las resoluciones dictadas por el Tribunal General pueden ser objeto, en un plazo de dos meses, de un recurso de
casación limitado a las cuestiones de Derecho ante el Tribunal de Justicia.

TJUE
A cada asunto se le asigna un juez ("juez ponente") y un abogado general. Los asuntos se instruyen en dos fases:
Fase escrita
• Las partes presentan al Tribunal alegaciones escritas, y también pueden formular observaciones las
administraciones nacionales, las instituciones europeas y, en algunos casos, los particulares.

• El juez ponente resume todas las alegaciones y observaciones, que a continuación se debaten en la reunión general
del Tribunal, donde se decide:
o Según la importancia o complejidad del asunto, si lo instruyen 3, 5 o los 15 jueces del Tribunal.
o Si debe celebrarse una vista (fase oral) y si es necesario un dictamen oficial del abogado general.

Fase oral: la vista pública


• Los abogados de ambas partes plantean sus argumentos ante los jueces y el abogado general, quienes pueden
formular preguntas.
• Si el Tribunal decide solicitar un dictamen al abogado general, este lo emite unas semanas después de la vista.
• A continuación, los jueces deliberan y dan su veredicto.

En el Tribunal General, el procedimiento es parecido, salvo que en la mayoría de los asuntos hay tres jueces y no hay
abogado general.

Si (como particular o como empresa) te consideras perjudicado por acción u omisión de una institución de la UE o de su
personal, tienes dos vías de recurso ante el Tribunal:
• indirectamente, a través de los tribunales nacionales, que pueden remitir el asunto al Tribunal de Justicia europeo
• directamente, recurriendo al Tribunal General si una decisión de una institución de la UE te afecta directa e
individualmente.
• Si crees que la administración de un país ha infringido la legislación de la UE, debes seguir el procedimiento oficial
de denuncia

Corte Interamericana de Derechos Humanos


La Corte Interamericana de Derechos Humanos es un órgano judicial de la Organización de los Estados Americanos que
goza de autonomía frente a los demás órganos de aquella, cuyo propósito es aplicar e interpretar la Convención
Americana de los Derechos Humanos y otros tratados de Derechos Humanos a los cuales se somete el llamado sistema
interamericano de protección de Derechos Humanos.

La COIDH tiene dos funciones específicas.


- Una función jurisdiccional, a través de la cual evalúa la responsabilidad de los Estados, respecto a situaciones que
sean planteadas como infracciones a la Convención Americana de Derechos Humanos. El instrumento regional
prescribe que sólo la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y los Estados partes de la Convención, están
facultados para someter a consideración del organismo un caso y que para que pueda ser tramitada una controversia
contra un Estado, éste debe haber reconocido o reconocer la competencia expresamente de la Corte, para todos
los casos o bien bajo la condición de reciprocidad, por un período específico de tiempo o para una situación
particular.
- La otra función es la Consultiva, la cual el organismo ejerce según lo preceptuado en el artículo 64: "Los Estados
miembros de la Organización podrán consultar a la Corte acerca de la interpretación de esta Convención o de otros
tratados concernientes a la protección de los derechos humanos en los Estados Americanos.”

El problema de la Interrelación de la jurisdicción interna con la internacional


La relación entre los Derechos reconocidos en la Constitución, La Carta de la UE y el Convenio Europeo de Derechos
Humanos, así como la relación entre los órganos jurisdiccionales encargados de su interpretación (T.C., T.J.U.E. y T.E.D.H.)
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

es complicada. Partimos de varios ordenamientos que se relacionan sin una regulación clara y precisa sobre la articulación
de dichos ordenamientos.

Las normas relativas a los derechos fundamentales y a las libertades que la Constitución reconoce se interpretarán de
conformidad con la Declaración Universal de Derechos Humanos y los Tratados y acuerdos internacionales sobre las
mismas materias ratificados por España (art. 10 Constitución Española)

La interpretación a que alude el citado art. 10.2 del texto constitucional no convierte a tales tratados y acuerdos
internacionales en canon autónomo de validez de las normas y actos de los poderes públicos desde la perspectiva de los
derechos fundamentales. Si así fuera, sobraría la proclamación constitucional de tales derechos, bastando con que el
constituyente hubiera efectuado una remisión a las Declaraciones internacionales de derechos humanos o, en general, a
los tratados que suscriba al Estado español sobre derechos fundamentales y libertades públicas (STC 64/1991)

La validez de las disposiciones y actos impugnados en amparo debe medirse sólo por referencia a los preceptos
constitucionales que reconocen los derechos y libertades susceptibles de protección en esta clase de litigios, siendo los
textos y acuerdos internacionales del art. 10.2 una fuente interpretativa que contribuye a la mejor identificación del
contenido de los derechos cuya tutela se pide a este Tribunal Constitucional.

La adhesión de España a las Comunidades Europeas no ha alterado ni el canon de validez en los procesos de amparo ni el
carácter del Tribunal Constitucional como «intérprete supremo de la Constitución» (art. 1.1 LOTC) en tales procesos y
respecto de las materias sobre las que se ha producido, en favor de los órganos comunitarios, la atribución del «ejercicio
de competencias derivadas de la Constitución» (art. 93 C.E.) En efecto, la vinculación al Derecho Comunitario -
instrumentada, con fundamento del art. 93 C.E., en el-Tratado de adhesión- y su primacía sobre el Derecho nacional en
las referidas materias no pueden relativizar o alterar las previsiones de los arts. 53.7 y 161.1 b), C.E. Es por ello evidente
que no cabe formular recurso de amparo frente a normas o actos de las instituciones de la Comunidad, sino sólo, de
acuerdo con lo dispuesto en el art. 41.2 LOTC, contra disposiciones, actos jurídicos o simple vía de hecho de los poderes
públicos internos.

La remisión que el art. 10.2 de la C.E. hace a la Declaración Universal de los Derechos Humanos y a los Tratados y Acuerdos
internacionales sobre las mismas materias suscritos por España para la interpretación de las normas constitucionales
sobre derechos fundamentales y libertades públicas, autoriza y aún aconseja, referirse, para la búsqueda de estos
criterios, a la doctrina sentada por el Tribunal Europeo de los Derechos Humanos (STC 36/1984)

“Que el Convenio Europeo no obligue a España a reconocer en su ordenamiento jurídico interno la fuerza ejecutoria directa
de las Sentencias del TEDH no implica la carencia de todo efecto interno de la declaración realizada por dicho Tribunal
sobre la existencia de infracción de un derecho reconocido en el Convenio. Ha de tenerse en cuenta que el Convenio no
sólo forma parte de nuestro Derecho interno, conforme al art. 96.1 de la C.E., sino que además, y por lo que aquí interesa,
las normas relativas a los derechos fundamentales y libertades públicas contenidas en la C.E., deben interpretarse de
confomidad con los tratados y acuerdos internacionales sobre las mismas materias ratificadas por España (art. 10.2 C.E.),
entre los que ocupa un especial papel el Convenio para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades
Fundamentales” (STC 145/1991)

El TEDH es el órgano cualificado que tiene por misión la interpretación del Convenio, y sus decisiones son además
obligatorias y vinculantes para nuestro Estado, cuando sea Estado demandado. De ello se sigue que, declarada por
Sentencia de dicho Tribunal una violación de un derecho reconocido por el Convenio Europeo que constituya asimismo la
violación actual de un derecho fundamental consagrado en nuestra Constitución, corresponde enjuiciarla a este Tribunal,
como Juez supremo de la Constitución y de los derechos fundamentales, respecto de los cuales nada de lo que a ello
afecta puede serle ajeno. Por tanto, ha de valorarse, en el plano de nuestro Derecho interno, si existen medidas para
poder corregir y reparar satisfactoriamente la violación de ese derecho fundamental (STC 245/1991)

En nuestro país el Convenio Europeo de los Derechos Humanos ha sido ratificado por el procedimiento previsto en el
artículo 94 de nuestra Carta Magna y forma parte de nuestro derecho interno con arreglo a las previsiones del art. 96.1
del texto constitucional. Ahora bien ¿ello implica la instauración de un sistema judicial jerárquicamente integrado con los
sistemas estatales, siendo por tanto el TEDH una instancia superior respecto a los órganos jurisdiccionales estatales?. La
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

respuesta a tal interrogante ha sido contundente por parte de nuestros Tribunal Supremo y Constitucional a lo largo de
las diversas y transcendentes resoluciones que han venido dictando en estos últimos años, al negar tal carácter,
manteniéndose que el TEDH se configura como un órgano de tipo jurisdiccional internacional, no supranacional.

Ante la ausencia de una entidad supraestatal dotada de poder coercitivo, es común que las decisiones judiciales
internacionales carezcan de fuerza ejecutiva; ahora bien, esto no significa que no haya de cumplirse y acatarse por parte
del Estado miembro una resolución del TEDH, sino que debe de adoptar los medios correspondientes para su
cumplimiento por lo que podemos hablar en este sentido de una ejecución o eficacia en un sentido amplio en relación
con la obligación de resultado adquirida por los Estados parte propia de una obligación de derecho internacional

Resulta claro que la falta de previsión legal en España de una regulación concreta sobre la viabilidad de la ejecución de las
sentencias del TEDH ante situaciones como las señaladas, supone un alto grado de incertidumbre y consiguientemente
de inseguridad jurídica; sin que además existan mecanismos procesales previstos para tal fin.

Podríamos hablar de dos grandes influencias. Una primera en la que el Tribunal Constitucional español, como el resto de
órganos que desempeñan esa función en los demás Estados miembros, influyen en los Tribunales Europeos y, otra a la
inversa, en la que los Tribunales Europeos influyen en los Órganos encargados de la justicia constitucional de cada Estado.

- La primera influencia se ve de forma muy evidente en el Tribunal de Justicia de la Unión Europea el cual ha afirmado
que todas las normas constitucionales de los Estados miembros han de ser tenidas en cuenta para definir un marco
común de protección en la Unión, al no tener un derecho comunitario constitucional escrito. Igualmente pasa con
las normas del Convenio Europeo de Derechos Humanos que, aunque no son formalmente aplicadas por el Tribunal
de Justicia, sí son tomadas en consideración para la identificación de los principios que unen a los Estados miembros.

- La segunda influencia es más clara si cabe. El Tribunal Constitucional español utiliza habitualmente la jurisprudencia
del Tribunal Europeo de Derechos Humanos en materia de derechos fundamentales sobre todo teniendo en cuenta
la propia redacción del artículo 10.2 de la Constitución Española, si bien no es el único artículo por el cual pudiera
tener "entrada" en nuestro ordenamiento jurídico la normativa internacional sobre derechos fundamentales y su
interpretación por los tribunales internacionales competentes.

Sin embargo, son conflictivas las relaciones entre los ordenamientos nacional y supranacional y, por derivación, entre los
tribunales internos y los internacionales. Aunque alguna de las premisas sobre las que se asientan las relaciones entre los
dos ordenamientos están claras y no son discutidas, como por ejemplo el efecto directo de las normas comunitarias sobre
el ordenamiento interno del Estado miembro sin necesidad de complemento alguno por parte de dicho Estado, otras, por
el contrario, encierran una polémica sobre la que resulta más difícil acercar posturas.

Tal es el caso de la supremacía del derecho comunitario sobre el derecho constitucional de cada Estado, lo que es de vital
importancia, dado que, en función de las tesis adoptadas, deberá el Tribunal Constitucional español supeditarse o no a la
jurisprudencia de otros Tribunales Europeos y, por ello, su posición con respecto a los mismos variará notablemente, sin
embargo el Tribunal Constitucional no suele tener en cuenta el derecho comunitario, o por lo menos, lo hace en menor
medida que la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos.

La primacía del derecho comunitario sobre el derecho interno de rango infraconstitucional está admitida sin fisuras, pero
tal primacía sobre las normas constitucionales es más discutible, entre otras razones por la reticencia de pérdida de
soberanía que supone la Unión Europea y por la consideración de que los valores constitucionales de cada Estado son
superiores a cualquier norma internacional. Ésta se afirma sin duda por parte del Tribunal de Justicia de la Unión, como
una exigencia para la propia existencia de la Comunidad. La primera sentencia del tribunal de Justicia en este sentido es
la de 15 de julio de 1964 en la que se afirma que «…al derecho nacido del Tratado, en razón de su naturaleza específica
original, no puede oponérsele judicialmente un texto interno, de cualquier clase que sea».

Sin embargo, ningún tribunal constitucional ha hecho suya de forma clara esta concepción de prevalencia del Tribunal de
Justicia, ni siquiera el Tribunal Constitucional español que establece que incluso cualquier autoridad española cuando
aplique el derecho comunitario deberá tener en cuenta la Constitución. De hecho, el Tribunal Constitucional suele
referirse a las normas comunitarias como normas “no constitucionales” o normas “infra constitucionales”.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

No obstante, la hipótesis de una concreta contradicción entre los Tratados de la Unión y la Constitución de un Estado
miembro es difícil de imaginar. En el caso de España, artículos como el 95 de la Constitución imposibilitan que coexistan
norma constitucional y norma de tratado de forma contradictora. Más relevancia, más repercusión y, sobre todo, muchas
más posibilidades de que ocurra, es la contradicción entre el modo de interpretar una norma entre un Tribunal
Constitucional y un Tribunal europeo. El ejemplo más evidente es el de los derechos fundamentales. Una constitución
interna y una norma europea pueden reconocer un mismo derecho, por lo que el nivel de contradicción entre dichas
normas es nulo, pero sin embargo, la interpretación o alcance que hagan de ese derecho el Tribunal Constitucional y el
Tribunal Europeo sí pueden entrar en conflicto.

El problema teórico pasó a ser real por ejemplo en Alemania. Su jurisprudencia constitucional puso límites al Tribunal de
Justicia en la sentencia de 29 de mayo de 1974, por la que el Tribunal Constitucional federal se declaró competente para
controlar al derecho comunitario derivado, en el caso de que la interpretación de ese derecho por el Tribunal de Justicia
contradijera las normas constitucionales internas.

En el caso de España, por ejemplo, también han existido reticencias con respecto a la jurisprudencia de tribunales
europeos. En la sentencia del Tribunal Constitucional 245/1991, de 16 de diciembre, y con relación a una resolución del
Tribunal Europeo de Derechos Humanos, declaraba que sus resoluciones eran meramente declarativas, sin efectos
directos internos anulatorios ni ejecutoriedad a cargo de tribunales españoles.

Con relación a la primacía del Derecho Comunitario (U.E.) frente al Derecho interno, dicha primacía ha sido sancionada
por la jurisprudencia del Tribunal de Justicia de manera inequívoca, aunque no es menos cierto que no ha logrado ser
plasmado en los correspondientes Tratados de la Unión Europea.

La STJCE de 9 de marzo de 1978 (Simmenthal) le atribuyó el siguiente significado y eficacia: sobre el juez nacional pesa la
obligación de dejar sin aplicación toda disposición de la ley nacional eventualmente contraria al Derecho Comunitario. En
sus propios términos: «el juez nacional encargado de aplicar, en el marco de su competencia, las disposiciones del Derecho
Comunitario, está obligado a garantizar la plena eficacia de dichas normas dejando, si procede, inaplicadas, por su propia
iniciativa, cualesquiera disposiciones contrarias de la legislación nacional, aunque sean posteriores, sin que esté obligado
a solicitar o a esperar la derogación previa de éstas por vía legislativa o por cualquier otro procedimiento constitucional».

La doctrina Simmenthal suscitó algunas reservas iniciales en el Tribunal Supremo español, a pesar de que fue reiterada en
la STJCE de 11 de junio de 1989. La aceptación de esta doctrina -primacía del Derecho Comunitario sobre el Derecho legal
nacional- fue de hecho cuestionada por algunas decisiones de la Sala Tercera del Tribunal Supremo (Sentencias de 23 y
30 de noviembre de 1990), al considerarse dicha Sala incompetente para declarar la incompatibilidad con el derecho
Comunitario de normas con rango de ley posteriores a él.

La razón que se esgrimió no fue otra que el «límite infranqueable» impuesto a la jurisdicción contencioso-administrativa
por el artículo 1 de su Ley Jurisdiccional (de 1956; y en los mismos términos, en la vigente Ley de 1998), cuya competencia
queda ceñida al enjuiciamiento de las «disposiciones (de carácter general) con categoría o rango inferior a la ley».

Sin embargo, la STC 28/1991, de 14 de febrero, corrigió la posición del tribunal supremo. A tal fin argumentó que la
contradicción de la ley con el Derecho Comunitario no pasa de ser «[.] un puro problema de selección del Derecho aplicable
al caso concreto, ajeno a la constitucionalidad de la ley [.]». De este modo, el juez ordinario queda investido de unos
poderes de inaplicación que en otro caso le estarían vedados -tal como había mantenido el Supremo-; y todo ello en plena
conformidad con la doctrina Simmenthal.

Sin embargo, la postura del TC sobre la vinculatoriedad del Derecho Comunitario para con los Tribunales ordinarios es
más contundente:
Sentencia del TC 232/2015, de 5 de noviembre de 2015:
• ni el fenómeno de la integración europea, ni el art. 93 CE a través del que ésta se instrumenta, ni el principio de
primacía del Derecho de la Unión que rige las relaciones entre ambos ordenamientos, han dotado a las normas del
Derecho de la Unión Europea, originario o derivado, «de rango y fuerza constitucionales»
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

• dejar de aplicar una ley interna, sin plantear cuestión de inconstitucionalidad, por entender un órgano jurisdiccional
que esa ley es contraria al Derecho de la Unión Europea, sin plantear tampoco cuestión prejudicial ante el Tribunal
de Justicia de la Unión Europea, es contrario al derecho a un proceso con todas las garantías (art. 24.2 CE) si existe
una «duda objetiva, clara y terminante» sobre esa supuesta contradicción

• dejar de plantear la cuestión prejudicial y aplicar una ley nacional supuestamente contraria al Derecho de la Unión
(según la parte) no vulnera el derecho a la tutela judicial efectiva si esa decisión es fruto de una exégesis racional de
la legalidad ordinaria, pues solo estos parámetros tan elevados forman parte de los derechos consagrados en el art.
24 CE

• sí corresponde a este Tribunal velar por el respeto del principio de primacía del Derecho de la Unión cuando, como
aquí ocurre según hemos avanzado ya, exista una interpretación auténtica efectuada por el propio Tribunal de
Justicia de la Unión Europea. En estos casos, el desconocimiento y preterición de esa norma de Derecho de la Unión,
tal y como ha sido interpretada por el Tribunal de Justicia, puede suponer una «selección irrazonable y arbitraria de
una norma aplicable al proceso», lo cual puede dar lugar a una vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva

• el Tribunal de Justicia de la Unión Europea ha desarrollado hasta la fecha una consolidada jurisprudencia que abunda
en la obligación que tienen los órganos jurisdiccionales de los Estados miembros de garantizar que dichas Sentencias
se lleven a efecto

• Esta obligación, cuya existencia es inherente al principio de primacía antes enunciado, recae sobre los Jueces y
Tribunales de los Estados miembros, permitiendo así un control en sede judicial ordinaria de la conformidad del
Derecho interno con el Derecho de la Unión Europea

El Pleno de la Sala de lo Penal del Supremo adoptó el 21 de octubre de 2013 por unanimidad un acuerdo en relación a
las sentencias del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), en el que establecía que el recurso de revisión es el
cauce para ejecutar las sentencias del TEDH.

El acuerdo decía textualmente: En tanto no exista en el ordenamiento jurídico una expresa previsión legal para la
efectividad de las sentencias dictadas por el TEDH que aprecien la violación de derechos fundamentales de un
condenado por los tribunales españoles, el recurso de revisión del artículo 954 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal
cumple este cometido".

Se procedió a reformar la LOPJ (mediante la L.O. 7/2015, de 21 de julio, y que entró en vigor el 1 octubre 2015) y que
añadió un nuevo artículo 5 bis, que queda redactado como sigue:
«Artículo 5 bis. Se podrá interponer recurso de revisión ante el Tribunal Supremo contra una resolución judicial firme, con
arreglo a las normas procesales de cada orden jurisdiccional, cuando el Tribunal Europeo de Derechos Humanos haya
declarado que dicha resolución ha sido dictada en violación de alguno de los derechos reconocidos en el Convenio Europeo
para la Protección de los Derechos Humanos y Libertades Fundamentales y sus Protocolos, siempre que la violación, por
su naturaleza y gravedad, entrañe efectos que persistan y no puedan cesar de ningún otro modo que no sea mediante esta
revisión.»
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Lección 4
Límites de los derechos fundamentales.
(Sentencia del Tribunal Constitucional 2/1982) No existen derechos ilimitados. Todo derecho tiene sus límites que, en
relación a los derechos fundamentales, establece la Constitución por sí misma en algunas ocasiones, mientras en otras
el límite deriva de una manera mediata o indirecta de tal norma, en cuanto ha de justificarse por la necesidad de
proteger o preservar no sólo otros derechos constitucionales, sino también otros bienes constitucionalmente
protegidos.
Art. 10 CE «el respeto a la Ley y a los derechos de los demás son fundamento del orden político y de la paz social».
Se produce así, en definitiva, un régimen de concurrencia normativa, no de exclusión, de tal modo que tanto las
normas que regulan el derecho fundamental como las que establecen límites a su ejercicio vienen a ser igualmente
vinculantes y actúan recíprocamente. Como resultado de esta interacción, la fuerza expansiva de todo derecho
fundamental restringe, por su parte, el alcance de las normas limitadoras que actúan sobre el mismo; de ahí la
exigencia de que los límites de los derechos fundamentales hayan de ser interpretados con criterios restrictivos y en
el sentido más favorable a la eficacia y a la esencia de tales derechos (Sentencia del Tribunal Constitucional 159/1986,
entre otras).
Límites establecidos por la propia C.E.
Ejemplo: Artículo 18 «El domicilio es inviolable. Ninguna entrada o registro podrá hacerse en el sin consentimiento del
titular o resolución judicial, salvo en caso de flagrante delito»
Ejemplo: Artículo 20 (sobre la libertad de expresión) «Estas libertades tienen su límite en el respeto a los derechos
reconocidos en este Título, en los preceptos de las Leyes que lo desarrollan y, especialmente, en el derecho al honor, a
la intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud y de la infancia»

La suspensión de los derechos fundamentales.


Los derechos reconocidos en los artículos 17, 18, apartados 2 y 3, artículos 19, 20, apartados 1, a) y d), y 5, artículos
21, 28, apartado 2, y artículo 37, apartado 2, podrán ser suspendidos cuando se acuerde la declaración del estado de
excepción o de sitio en los términos previstos en la Constitución. Se exceptúa de lo establecido anteriormente el
apartado 3 del artículo 17 para el supuesto de declaración de estado de excepción.
Una ley orgánica podrá determinar la forma y los casos en los que, de forma individual y con la necesaria intervención
judicial y el adecuado control parlamentario, los derechos reconocidos en los artículos 17, apartado 2, y 18, apartados
2 y 3, pueden ser suspendidos para personas determinadas, en relación con las investigaciones correspondientes a la
actuación de bandas armadas o elementos terroristas.
Procederá la declaración de los estados de alarma, excepción o sitio cuando circunstancias extraordinarias hiciesen
imposible el mantenimiento de la normalidad mediante los poderes ordinarios de las Autoridades competentes.
Las medidas a adoptar en los estados de alarma, excepción y sitio, así como la duración de los mismos, serán en
cualquier caso las estrictamente indispensables para asegurar el restablecimiento de la normalidad. Su aplicación se
realizará en forma proporcionada a las circunstancias. Finalizada la vigencia de los estados de alarma, excepción y sitio
decaerán en su eficacia cuantas competencias en materia sancionadora y en orden a actuaciones preventivas
correspondan a las Autoridades competentes, así como las concretas medidas adoptadas en base a éstas, salvo las
que consistiesen en sanciones firmes.
El Estado de excepción: Cuando el libre ejercicio de los derechos y libertades de los ciudadanos, el normal
funcionamiento de las instituciones democráticas, el de los servicios públicos esenciales para la comunidad, o
cualquier otro aspecto del orden público, resulten tan gravemente alterados que el ejercicio de las potestades
ordinarias fuera insuficiente para restablecerlo y mantenerlo, el Gobierno, de acuerdo con el apartado 3 del art. 116
de la Constitución, podrá solicitar del Congreso de los Diputados autorización para declarar el estado de excepción.
A los anteriores efectos, el Gobierno remitirá al Congreso de los Diputados una solicitud de autorización que deberá
contener los siguientes extremos:
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

a. Determinación de los efectos del estado de excepción, con mención expresa de los derechos cuya suspensión se
solicita, que no podrán ser otros que los enumerados en el apartado 1 del art. 55 de la Constitución.
b. Relación de las medidas a adoptar referidas a los derechos cuya suspensión específicamente se solicita.
c. Ámbito territorial del estado de excepción, así como duración del mismo, que no podrá exceder de treinta días.
d. La cuantía máxima de las sanciones pecuniarias que la Autoridad gubernativa esté autorizada para imponer, en
su caso, a quienes contravengan las disposiciones que dicte durante el estado de excepción.
El Congreso debatirá la solicitud de autorización remitida por el Gobierno, pudiendo aprobarla en sus propios términos
o introducir modificaciones en la misma. El Gobierno, obtenida la autorización a que hace referencia el artículo
anterior, procederá a declarar el estado de excepción, acordando para ello en Consejo de Ministros un decreto con el
contenido autorizado por el Congreso de los Diputados.
Si durante el estado de excepción, el Gobierno considerase conveniente la adopción de medidas distintas de las
previstas en el decreto que lo declaró, procederá a solicitar del Congreso de los Diputados la autorización necesaria
para la modificación del mismo, para lo que se utilizará el procedimiento que se establece en los artículos anteriores.
El Gobierno, mediante decreto acordado en Consejo de Ministros, podrá poner fin al estado de excepción antes de
que finalice el período para el que fue declarado, dando cuenta de ello inmediatamente al Congreso de los Diputados.
Si persistieran las circunstancias que dieron lugar a la declaración del estado de excepción, el Gobierno podrá solicitar
del Congreso de los Diputados la prórroga de aquél, que no podrá exceder de treinta días.
La Autoridad gubernativa podrá detener a cualquier persona si lo considera necesario para la conservación del orden,
siempre que, cuando menos, existan fundadas sospechas de que dicha persona vaya a provocar alteraciones del orden
público. La detención no podrá exceder de diez días y los detenidos disfrutarán de los derechos que les reconoce el
art. 17, 3, de la Constitución. La detención habrá de ser comunicada al Juez competente en el plazo de veinticuatro
horas. Durante la detención, el Juez podrá, en todo momento, requerir información y conocer personalmente, o
mediante delegación en el Juez de Instrucción del partido o demarcación donde se encuentre el detenido, la situación
de éste.
Cuando la autorización del Congreso comprenda la suspensión del art. 18, 2 de la Constitución, la Autoridad
gubernativa podrá disponer inspecciones y registros domiciliarios si lo considera necesario para el esclarecimiento de
los hechos presuntamente delictivos o para el mantenimiento del orden público. La inspección o el registro se llevarán
a cabo por la propia Autoridad o por sus agentes, a los que proveerá de orden formal y escrita. El reconocimiento de
la casa, papeles y efectos, podrá ser presenciado por el titular o encargado de la misma o por uno o más individuos de
su familia mayores de edad y, en todo caso, por dos vecinos de la casa o de las inmediaciones, si en ellas los hubiere,
o, en su defecto, por dos vecinos del mismo pueblo o del pueblo o pueblos limítrofes. No hallándose en ella al titular
o encargado de la casa ni a ningún individuo de la familia, se hará el reconocimiento en presencia únicamente de los
dos vecinos indicados. La asistencia de los vecinos requeridos para presenciar el registro será obligatoria y
coercitivamente exigible. Se levantará acta de la inspección o registro, en la que se harán constar los nombres de las
personas que asistieren y las circunstancias que concurriesen, así como las incidencias a que diere lugar. El acta será
firmada por la autoridad o el agente que efectuare el reconocimiento y por el dueño o familiares y vecinos. Si no
supieran o no quisiesen firmar se anotará también esta incidencia.
Cuando la autorización del Congreso comprenda la suspensión del artículo 18, 3, de la Constitución, la Autoridad
gubernativa podrá intervenir toda clase de comunicaciones, incluidas las postales, telegráficas y telefónicas. Dicha
intervención sólo podrá ser realizada si ello resulta necesario para el esclarecimiento de los hechos presuntamente
delictivos o el mantenimiento del orden público. La intervención decretada será comunicada inmediatamente por
escrito motivado al Juez competente. La Autoridad gubernativa podrá intervenir y controlar toda clase de transportes,
y la carga de los mismos.
Cuando la autorización del Congreso comprenda la suspensión del artículo 19 de la Constitución, la Autoridad
gubernativa podrá prohibir la circulación de personas y vehículos en las horas y lugares que se determine, y exigir a
quienes se desplacen de un lugar a otro que acrediten su identidad, señalándoles el itinerario a seguir. Igualmente
podrá delimitar zonas de protección o seguridad y dictar las condiciones de permanencia en las mismas y prohibir en
lugares determinados la presencia de personas que puedan dificultar la acción de la fuerza pública. Cuando ello resulte
necesario, la Autoridad gubernativa podrá exigir a personas determinadas que comuniquen, con una antelación de
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

dos días, todo desplazamiento fuera de la localidad en que tengan su residencia habitual. Igualmente podrá disponer
su desplazamiento fuera de dicha localidad cuando lo estime necesario.
La Autoridad gubernativa podrá suspender todo tipo de publicaciones, emisiones de radio y televisión, proyecciones
cinematográficas y representaciones teatrales, siempre y cuando la autorización del Congreso comprenda la
suspensión del artículo 20, apartados 1, a) y d), y 5 de la Constitución. Igualmente podrá ordenar el secuestro de
publicaciones. El ejercicio de las potestades a que se refiere el apartado anterior no podrá llevar aparejado ningún tipo
de censura previa.
Cuando la autorización del Congreso comprenda la suspensión del artículo 21 de la Constitución, la Autoridad
gubernativa podrá someter a autorización previa o prohibir la celebración de reuniones y manifestaciones. También
podrá disolver las reuniones y manifestaciones a que se refiere el párrafo anterior. Las reuniones orgánicas que los
partidos políticos, los sindicatos y las asociaciones empresariales realicen en cumplimiento de los fines que
respectivamente les asignen los artículos 6.º y 7.º de la Constitución, y de acuerdo con sus Estatutos, no podrán ser
prohibidas, disueltas ni sometidas a autorización previa. Para penetrar en los locales en que tuvieran lugar las
reuniones, la Autoridad gubernativa deberá proveer a sus agentes de autorización formal y escrita. Esta autorización
no será necesaria cuando desde dichos locales se estuviesen produciendo alteraciones graves del orden público
constitutivas de delito.
La Autoridad gubernativa podrá prohibir las huelgas y la adopción de medidas de conflicto colectivo, cuando la
autorización del Congreso comprenda la suspensión de los artículos 28, 2, y 37, 2 de la Constitución.
Los extranjeros que se encuentren en España vendrán obligados a realizar las comparecencias que se acuerden, a
cumplir las normas que se dicten sobre renovación o control de permisos de residencia y cédulas de inscripción
consular y a observar las demás formalidades que se establezcan. Quienes contravinieren las normas o medidas que
se adopten, o actuaren en connivencia con los perturbadores del orden público, podrán ser expulsados de España,
salvo que sus actos presentaren indicios de ser constitutivos de delito, en cuyo caso se les someterá a los
procedimientos judiciales correspondientes.
Los apátridas y refugiados respecto de los cuales no sea posible la expulsión se someterán al mismo régimen que los
españoles. Las medidas de expulsión deberán ir acompañadas de una previa justificación sumaria de las razones que
la motivan.
La Autoridad gubernativa podrá ordenar la intervención de industrias o comercios que puedan motivar la alteración
del orden público o coadyuvar a ella, y la suspensión temporal de las actividades de los mismos, dando cuenta a los
Ministerios interesados. Podrá, asimismo, ordenar el cierre provisional de salas de espectáculos, establecimientos de
bebidas y locales de similares características. La Autoridad gubernativa podrá ordenar las medidas necesarias de
vigilancia y protección de edificaciones, instalaciones, obras, servicios públicos e industrias o explotaciones de
cualquier género. A estos efectos podrá emplazar puestos armados en los lugares más apropiados para asegurar la
vigilancia, sin perjuicio de lo establecido en el artículo 18, 1, de la Constitución.
Si durante el estado de excepción el Juez estimase la existencia de hechos contrarios al orden público o a la seguridad
ciudadana que puedan ser constitutivos de delito, oído el Ministerio Fiscal, decretará la prisión provisional del
presunto responsable, la cual mantendrá, según su arbitrio, durante dicho estado.
Cuando la declaración del estado de excepción afecte exclusivamente a todo o parte del ámbito territorial de una
Comunidad Autónoma, la Autoridad gubernativa podrá coordinar el ejercicio de sus competencias con el Gobierno de
dicha Comunidad.

El Estado de Sitio: Cuando se produzca o amenace producirse una insurrección o acto de fuerza contra la soberanía o
independencia de España, su integridad territorial o el ordenamiento constitucional, que no pueda resolverse por
otros medios, el Gobierno, de conformidad con lo dispuesto en el apartado 4 del artículo 116 de la Constitución, podrá
proponer al Congreso de los Diputados la declaración de estado de sitio. La correspondiente declaración determinará
el ámbito territorial, duración y condiciones del estado de sitio.
La declaración podrá autorizar, además de lo previsto para los estados de alarma y excepción, la suspensión temporal
de las garantías jurídicas del detenido que se reconocen en el apartado 3 del artículo 17 de la Constitución.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

En virtud de la declaración del estado de sitio, el Gobierno, que dirige la política militar y de la defensa, de acuerdo
con el artículo 97 de la Constitución, asumirá todas las facultades extraordinarias previstas en la misma y en la presente
Ley. A efectos de lo dispuesto anteriormente, el Gobierno designará la Autoridad militar que, bajo su dirección, haya
de ejecutar las medidas que procedan en el territorio a que el estado de sitio se refiera.
La Autoridad militar procederá a publicar y difundir los oportunos bandos, que contendrán las medidas y prevenciones
necesarias, de acuerdo con la Constitución, la presente ley y las condiciones de la declaración del estado de sitio. En
la declaración del estado de sitio el Congreso de los Diputados podrá determinar los delitos que durante su vigencia
quedan sometidos a la Jurisdicción Militar.
Sentencia del Tribunal Constitucional 83/2016, de 28 de abril de 2016: “Aunque formalizada mediante decreto del
Consejo de Ministros, la decisión de declarar el Estado de alarma, dado su contenido normativo y efectos jurídicos,
debe entenderse que queda configurada en nuestro ordenamiento como una decisión o disposición con rango o valor
de ley. Y, en consecuencia, queda revestida de un valor normativo equiparable, por su contenido y efectos, al de las
leyes y normas asimilables cuya aplicación puede excepcionar, suspender o modificar durante el estado de alarma”.
Legislación antiterrorista: En la propia Ley de Enjuiciamiento Criminal se estableció que se suspendieran para personas
sospechosas de pertenecer a bandas terroristas:
a) La garantía de duración máxima de 72 horas de la detención, que puede prorrogarse tres días más con
autorización judicial. Cuando se acuerde la incomunicación de un detenido la asistencia letrada únicamente la
puede efectuar una abogada de oficio.
b) La inviolabilidad del domicilio pues la policía puede entrar sin mandamiento judicial, si bien debe comunicarlo
inmediatamente a la autoridad judicial.
c) El secreto de las comunicaciones, de tal manera que se pueden intervenir las comunicaciones, si bien esta
decisión deberá ser confirmada o revocada judicialmente en el plazo de 72 horas.
Sentencia del Tribunal Constitucional 71/1994: "el propio constituyente ha sido consciente de la existencia, como
problema actual, del terrorismo y del peligro que el mismo implica para la vida y la integridad de las personas y para
el propio orden democrático. Por ello ha introducido en el art. 55.2 una habilitación al legislador, para establecer un
régimen específico de suspensión de determinados derechos fundamentales con la finalidad de facilitar las
investigaciones correspondientes a la actuación de bandas armadas o elementos terroristas, posibilidad de suspensión
que la Constitución ha estimado como necesaria para el propio sostenimiento del Estado democrático de Derecho".

• Artículo 384 bis (Ley de enjuiciamiento criminal)


Firme un auto de procesamiento y decretada la prisión provisional por delito cometido por persona integrada o
relacionada con bandas armadas o individuos terroristas o rebeldes, el procesado que estuviere ostentando función o
cargo público quedará automáticamente suspendido en el ejercicio del mismo mientras dure la situación de prisión.

• Artículo 504 bis


Cuando, en virtud de los dispuesto en los dos artículos anteriores, se hubiere acordado la libertad de presos o detenidos
por los delitos a que se refiere el artículo 384 bis, la excarcelación se suspenderá por un período máximo de un mes, en
tanto la resolución no sea firme, cuando el recurrente fuese el Ministerio Fiscal. Dicha suspensión no se aplicará cuando
se hayan agotado en su totalidad los plazos previstos en el artículo 504, y las correspondientes prórrogas, en su caso,
para la duración de la situación de prisión provisional.

• Artículo 520 bis


1. Toda persona detenida como presunto partícipe de alguno de los delitos a que se refiere el artículo 384 bis será
puesta a disposición del Juez competente dentro de las setenta y dos horas siguientes a la detención. No obstante,
podrá prolongarse la detención el tiempo necesario para los fines investigadores, hasta un límite máximo de otras
cuarenta y ocho horas, siempre que, solicitada tal prórroga mediante comunicación motivada dentro de las
primeras cuarenta y ocho horas desde la detención, sea autorizada por el Juez en las veinticuatro horas siguientes.
Tanto la autorización cuanto la denegación de la prórroga se adoptará en resolución motivada.
2. Detenida una persona por los motivos expresados en el número anterior, podrá solicitarse del Juez que decrete su
incomunicación, el cual deberá pronunciarse sobre la misma, en resolución motivada, en el plazo de veinticuatro
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

horas. Solicitada la incomunicación, el detenido quedará en todo caso incomunicado sin perjuicio del derecho de
defensa que le asiste y de lo establecido en los artículos 520 y 527, hasta que el Juez hubiere dictado la resolución
pertinente.
3. Durante la detención, el Juez podrá en todo momento requerir información y conocer, personalmente o mediante
delegación en el Juez de Instrucción del partido o demarcación donde se encuentre el detenido, la situación de éste.
• Artículo 553
Los Agentes de policía podrán, asimismo, proceder de propia autoridad a la inmediata detención de las personas
cuando haya mandamiento de prisión contra ellas, cuando sean sorprendidas en flagrante delito, cuando un
delincuente, inmediatamente perseguido por los Agentes de la autoridad, se oculte o refugie en alguna casa o, en casos
de excepcional o urgente necesidad, cuando se trate de presuntos responsables de las acciones a que se refiere el
artículo 384 bis, cualquiera que fuese el lugar o domicilio donde se ocultasen o refugiasen, así como al registro que,
con ocasión de aquélla, se efectúe en dichos lugares y a la ocupación de los efectos e instrumentos que en ellos se
hallasen y que pudieran guardar relación con el delito perseguido.
Del registro efectuado, conforme a lo establecido en el párrafo anterior, se dará cuenta inmediata al Juez competente,
con indicación de las causas que lo motivaron y de los resultados obtenidos en el mismo, con especial referencia a las
detenciones que, en su caso, se hubieran practicado. Asimismo, se indicarán las personas que hayan intervenido y los
incidentes ocurridos.

• Artículo 579
1. Podrá el Juez acordar la detención de la correspondencia privada, postal y telegráfica que el procesado remitiere
o recibiere y su apertura y examen, si hubiere indicios de obtener por estos medios el descubrimiento o la
comprobación de algún hecho o circunstancia importante de la causa.
2. Asimismo, el Juez podrá acordar, en resolución motivada, la intervención de las comunicaciones telefónicas del
procesado, si hubiere indicios de obtener por estos medios el descubrimiento o la comprobación de algún hecho o
circunstancia importante de la causa
3. De igual forma, el Juez podrá acordar, en resolución motivada, por un plazo de hasta tres meses, prorrogable por
iguales períodos, la observación de las comunicaciones postales, telegráficas o telefónicas de las personas sobre
las que existan indicios de responsabilidad criminal, así como de las comunicaciones de las que se sirvan para la
realización de sus fines delictivos.
4. En caso de urgencia, cuando las investigaciones se realicen para la averiguación de delitos relacionados con la
actuación de bandas armadas o elementos terroristas o rebeldes, la medida prevista en el número 3 de este artículo
podrá ordenarla el Ministro del Interior o, en su defecto, el Director de la Seguridad del Estado, comunicándolo
inmediatamente por escrito motivado al Juez competente, quien, también de forma motivada, revocará o
confirmará tal resolución en un plazo máximo de setenta y dos horas desde que fue ordenada la observación.

Los deberes constitucionales.


La noción de deber constitucional. La Constitución proclama en su artículo 9.1 un deber de sujeción genérica de todos
los ciudadanos a la Constitución y al ordenamiento jurídico, lo que supone por sí mismo una obligación genérica de
cumplir con los deberes nacidos de las normas jurídicas. Sin embargo, además de las obligaciones que establecen las
leyes y reglamentos, en la Constitución se establece una serie de deberes propios para los ciudadanos.

El artículo 9.1 CE dispone que “Los ciudadanos y los poderes públicos están sujetos a la Constitución y al resto del
ordenamiento jurídico”. Como expone López Guerra, la vinculación de los poderes públicos a la Constitución no plantea
problemas doctrinales, ya que ésta surge históricamente como norma destinada a limitar el poder del Estado,
regulando su estructura y sus relaciones con los ciudadanos.

La situación es distinta en relación con los ciudadanos, cuya vinculación por la Constitución también está
expresamente establecida por el Art. 9.1 CE, pero que ha sido, sin embargo, una cuestión ampliamente debatida por
la doctrina.

Así, Valera Díaz ha afirmado que la vinculación de los particulares por la Constitución en ningún caso se corresponde
con una sujeción efectiva de los ciudadanos, pues ésta sólo podría derivar de la Ley. La Constitución no tendría, según
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dicha posición, la función de limitar directamente la actuación de los ciudadanos, sino tan sólo la del poder público.
Refiriéndonos ahora tan sólo a los deberes directamente impuestos a los particulares por la Constitución, estas
afirmaciones se fundamentan en la constatación de que, frente al incumplimiento de dichos deberes, la Constitución
no contempla ninguna sanción. De esta manera, se concluye, los mandatos aparentemente encaminados a los
particulares deben entenderse dirigidos a los poderes públicos para que éstos establezcan los cauces mediante los
que queden obligados los ciudadanos.

Por el contrario, Espín y López Guerra entienden que la exclusión de la sujeción de los particulares por la Constitución,
que está expresamente afirmada por el Art. 9.1 CE, carece de apoyatura constitucional. Es preciso, por tanto, dilucidar
las nociones de deber y obligación constitucional, antes de examinar el contenido y las consecuencias de determinados
preceptos de la CE que, al menos aparentemente, imponen deberes a los ciudadanos.

Los deberes jurídicos, con carácter genérico, son aquellos comportamientos cuya exigibilidad deriva directamente de
una norma y que, en cuanto tales, obligan tan sólo a facilitar el cumplimiento de la norma. Las obligaciones, en cambio,
comprenderían los comportamientos exigibles en el marco de una relación jurídica en la que existe otro sujeto con
capacidad de exigir su cumplimiento.

Aplicando estos conceptos a la noción de deber constitucional, puede afirmarse que la Constitución impone a los
ciudadanos deberes jurídicos que, con la mediación de la ley, se convierten en obligaciones específicas. En efecto, por
lo general, la Constitución impone deberes genéricos (él deber de defender a España, el deber de contribuir al
sostenimiento de los gastos públicos) y se remite a la ley para su plasmación en obligaciones concretas para los
ciudadanos. De los primeros se deriva un simple sometimiento a la norma constitucional, lo que supone una genérica
obligación de no obstaculizar su cumplimiento. A través de las leyes de desarrollo, por el contrario, el particular queda
obligado a determinados comportamientos jurídicamente exigibles.

El artículo 30 CE establece en sus apartados 3 y 4 lo siguiente: “Podrá establecerse un servicio civil para el cumplimiento
de fines de interés general. Mediante ley podrán regularse los deberes de los ciudadanos en los casos de grave riesgo,
catástrofe o calamidad pública”.

Por lo que se refiere al servicio civil para el cumplimiento de fines de interés general, parece poco discutible que, pese
a que en esta ocasión el constituyente no ha efectuado una remisión expresa a la Ley, sólo el legislador podrá imponer
obligaciones de esa naturaleza a los ciudadanos.

Por su parte, y esta vez sí que con una expresa remisión a la interpositio legislatoris, el apartado 4 del Art. 30 prevé
que mediante ley podrán imponerse deberes a los ciudadanos en casos de grave riesgo, catástrofe o calamidad pública.
Esta previsión constitucional se encuentra desarrollada en la Ley 2/1985, de 21 de enero, de Protección Civil. La
diferencia entre ambas prestaciones reside, fundamentalmente, en el carácter regular o periódico que la CE parece
asociar al servicio civil para fines de interés general, frente al carácter eventual de los deberes a que se refiere el Art.
30.4, que viene determinado por la propia excepcionalidad de las circunstancias que los justifican.

Los deberes militares de los españoles vienen establecidos en el Art. 30 apartados 1 y 2 de la CE, que establecen: “1.
Los españoles tienen el derecho y el deber de defender a España. 2. La ley fijará las obligaciones militares de los
españoles y regulará, con las debidas garantías, la objeción de conciencia, así como las demás causas de exención del
servicio militar obligatorio, pudiendo imponer, en su caso, una prestación social sustitutoria”.

Ambos aspectos, derecho y deber, plantean como es lógico una diferente problemática. En cuanto al derecho a
defender España, hay que distinguir, al igual que sucede con la diferenciación constitucional entre deber y obligación,
entre su reconocimiento genérico por la CE y las manifestaciones concretas del mismo, que dependen del legislador.
Como derecho cabe definirlo como derecho a participar en la defensa de la Nación en la forma que establezca la ley
al regular las obligaciones militares de los españoles. La CE no especifica de forma expresa ninguna concreción del
derecho, lo que otorga al legislador una amplia libertad para su regulación, de manera que puede calificarse como un
derecho de configuración legal.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

El servicio de armas ha estado tradicionalmente reservado a los varones. Sin embargo, actualmente el servicio de
armas es una concreción o manifestación de un derecho constitucional, lo que obliga al legislador a regularlo de
manera que no exista discriminación por razón de sexo.

El deber de defender a España.


Como hemos visto, el art. 30 CE se remite a la ley para que ésta establezca las específicas obligaciones militares en
que se concreta el deber defender a España.

Tradicionalmente este deber se concretaba, en primer lugar, en el servicio militar obligatorio, encaminado a
proporcionar a los españoles una formación de esa naturaleza que les permita, llegado el caso, participar de manera
eficaz en la defensa de la patria.

No obstante, la y como afirma la Exposición de Motivos de la Ley 17/99, La Constitución define en su artículo 8 la
misión de las Fuerzas Armadas y habilita al legislador en su artículo 30 a disponer lo necesario para dotarlas de
personal. Esa habilitación se cifra en autorizarle a fijar las obligaciones militares de los españoles, que pueden llegar a
consistir en la realización de un servicio militar obligatorio.

Pero la Constitución no impone la fórmula de conscripción forzosa como única posible para la capacitación y
organización del personal de las Fuerzas Armadas. Nada impide que en esta Ley se sustituya la atribución imperativa
de obligaciones militares por su adquisición voluntaria mediante el encuadramiento en unas Fuerzas Armadas
enteramente profesionales. De este modo, se suspende la prestación del servicio militar obligatorio y se introduce un
nuevo sistema en el que todo el personal militar estará vinculado a las Fuerzas Armadas por una relación de servicios
profesionales.
Por ello, la Disposición adicional decimotercera de la repetida Ley establece que “Queda suspendida la prestación del
servicio militar regulada en la Ley Orgánica 13/1991, de 20 de diciembre, del Servicio Militar, a partir del 31 de
diciembre del año 2002“.
Los españoles varones nacidos con posterioridad al 31 de diciembre del año 1982 no prestarán el servicio militar
obligatorio y, en consecuencia, quedan suspendidas las operaciones de reclutamiento de dicho personal.
En fin, esa suspensión se ha adelantado al 31 de diciembre de 2001 por R.D. 247/2001, de 9 de marzo, que establece
en su art. 1 que “Se adelanta al 31 de diciembre de 2001 la fecha de la suspensión de la prestación del Servicio Militar”.
Añadiendo el art. 2 que “Los españoles que en dicha fecha se encuentren prestando el Servicio Militar o lo tengan
pendiente y estén clasificados como aptos, con aplazamiento de incorporación o pendientes de clasificación, pasarán
a la reserva del Servicio Militar.”
La segunda y, en definitiva, más importante obligación militar de los españoles es la de acudir a filas en caso de que
una situación de guerra o, al menos, de grave riesgo de enfrentamiento bélico, obligue al Gobierno a movilizar a más
personal militar del que en ese momento se encuentre en servicio activo.
Sobre esta cuestión, el art. 4.2 de la Ley 17/1999 dispone que “Cuando las necesidades de la defensa nacional no
puedan ser atendidas por los efectivos de militares profesionales, el Gobierno podrá adoptar las medidas necesarias
para la incorporación de reservistas a las Fuerzas Armadas“
En todos los supuestos de incorporación de reservistas, el Gobierno informará al Congreso de los Diputados de las
medidas adoptadas y habilitará los créditos extraordinarios que se precisen para financiar el coste de las operaciones.
La incorporación de reservistas obligatorios requerirá la autorización previa del Congreso de los Diputados. El Gobierno
también podrá autorizar la incorporación de reservistas para misiones en el extranjero.

El término reservistas: comprende a los españoles que pueden ser llamados a incorporarse a las Fuerzas Armadas para
satisfacer las necesidades de la defensa nacional.
a. Reservistas temporales, que son los militares que mantienen una relación de servicios de carácter temporal al
finalizar su compromiso, así como los militares de carrera y los militares profesionales de tropa y marinería que
mantienen una relación de servicios de carácter permanente que hayan renunciado a su condición de militar.
b. Reservistas voluntarios, que son los españoles que resulten seleccionados para adquirir tal condición al optar a
las plazas que se convoquen al efecto.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

c. Reservistas obligatorios, que son los españoles que sean declarados como tales por decisión del Gobierno.
Las causas derivadas de mantener obligaciones familiares de carácter excepcional de aquellos reservistas que
constituyan el sostén económico o personal de su familia, así como aquellas otras de carácter personal, profesional o
de otra índole que permitan suspender su incorporación, se establecerán reglamentariamente

Objeción de conciencia.
El Art. 30 CE reconoce al derecho a la objeción de conciencia, remitiéndose a la ley para su regulación. Esa ley es hoy
la Ley 22/1998, de 6 de julio, desarrollada por R.D. 700/1999 de 30 de abril. El art. 1 de la Ley define la objeción de
conciencia diciendo que Los españoles sujetos a obligaciones militares que, por motivos de conciencia en razón de una
convicción de orden religioso, ético, moral, humanitario, filosófico u otros de la misma naturaleza, sean reconocidos
como objetores de conciencia quedarán exentos del servicio militar, debiendo realizar en su lugar una prestación social
sustitutoria.
Debe destacarse igualmente que, correlativamente a la suspensión del servicio militar obligatorio, por R.D. 342/2001,
de 4 de abril se ha adelantado a 31 de diciembre de 2001 la suspensión de la prestación social sustitutoria del servicio
militar.
En cuanto a las causas que motivan el nacimiento del derecho, la circunstancia que le da origen es la oposición a la
violencia. El fundamento de dicha oposición debe ser entendido con gran amplitud, corno en la práctica ha reflejado
la ley, puesto que, en puridad, es indiferente que sean razones religiosas, ideológicas, filosóficas o de parecida índole
las que originen dicha oposición. De hecho, la ley habla de razones de orden religioso, ético, moral, humanitario,
filosófico y análogos. La cláusula final permite entender amparadas también las razones de orden político. Frente a
esta amplitud en cuanto al fundamento de la oposición a la violencia, lo que si debe interpretarse de forma estricta es
el rechazo a la violencia: debe ser incondicional y general, sin acepción de motivos. No sería admisible, en efecto, una
objeción de conciencia cuya oposición a las armas dependiese de los objetivos a los que se encaminase su empleo.

En cuanto derecho de configuración legal cuya regulación constitucional es sumamente parca, el legislador dispone
de una amplísima libertad para su configuración. La Constitución advierte al legislador que debe regular la objeción de
conciencia «con las debidas garantías», inciso que ha de ser entendido en un doble sentido: por un lado, como
referencia a las garantías que deben rodear el reconocimiento al objetor de su derecho, sin restricciones injustificadas
o desproporcionadas al mismo. En todo caso, el legislador siempre deberá respetar, como es obvio, el contenido
esencial del derecho, definible como el derecho «a ser declarado exento del deber general de prestar el servicio militar
simplemente a no prestarlo), sustituvéndolo, en su caso, por una prestación social sustitutoria» (STC l60/87).

El legislador debe procurar impedir que, al socaire de razones de índole ideológica o política, no estrictamente
calificables cornos de oposición a la violencia, pueda emplearse el derecho como una vía de fraude respecto a las
obligaciones militares derivadas del deber constitucional de defender España. En este sentido, el Tribunal
Constitucional ya ha declarado que no puede bastar la simple alegación de una convicción personal para tener derecho
a ser declarado exento del servicio militar, sino que es preciso cumplir con los requisitos establecidos por el legislador
al objeto de acreditar la concurrencia de tal convicción.

La Constitución prevé que la posibilidad de que el legislador imponga eventualmente a los objetores la obligación de
cumplir con una prestación social sustitutoria del servicio militar. Dicha prestación tiene como finalidad imponer a los
objetores la carga de un servicio civil a la comunidad que compense su exención del servicio militar. La referida
jurisprudencia constitucional ha establecido asimismo la posibilidad no la obligación del legislador para prever una
duración de esta prestación más prolongada que la del servicio militar, solución por la que optó el legislador
inicialmente. La justificación de tal desigualdad es la mayor dureza y sacrificio que se presumen al servicio militar. Por
lo demás, la objeción de conciencia constituye una excepción al cumplimiento de un deber constitucional, por lo que
el derecho a la misma puede ser interpretado restrictivamente. Por ello no puede objetarse que el legislador compense
el ejercicio de tal derecho con una mayor duración de la prestación social sustitutoria siempre que no se incurra a su
vez en un tratamiento perjudicial y desproporcionado del derecho a la objeción, que, aun no estando reconocido como
fundamental, es un derecho constitucionalmente garantizado. En la actualidad, la situación de actividad de la
prestación social sustitutoria tiene la misma duración que la fijada para el ser vicio militar en filas.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Deber tributario.
La Constitución establece en su art. 31 la obligación de «todos» de contribuir al sostenimiento de los gastos públicos.
A semejanza de los deberes militares, los deberes tributarios reconocidos constitucionalmente se plasman en
obligaciones concretas tras la correspondiente intervención del legislador mediante las leyes fiscales. Y también en
este caso, la Constitución contiene determinados principios que deben ser incorporados por el legislador en dicha
legislación. El sujeto pasivo de los deberes tributarios queda especificado por la Constitución en términos genéricos,
mediante el término «todos». Con dicho término quedan incluidas, sin ninguna duda, todas las personas físicas y
jurídicas residentes en España, con independencia de que posean la nacionalidad española.

El art. 31 de la CE especifica determinados caracteres a los que debe ajustarse el sistema tributario. Así, éste ha de ser
un sistema «justo» basado en la contribución de todos según su capacidad económica, y debe responder a los
principios de igualdad y progresividad. La justicia puede entenderse como un valor presente en el sistema tributario
cuando se cumplen los demás rasgos del mismo constitucionalmente exigidos: la generalidad, la igualdad (que se
traduce en la proscripción de cualquier tipo de discriminación) y la progresividad.
El criterio de la contribución según la capacidad económica debe entenderse estrictamente referido, tras las
Sentencias del Tribunal Constitucional 209/88, y 45/89, a la capacidad personal. De esta manera la personalidad del
sistema tributario reconocida por la Constitución, aunque no excluye técnicas impositivas de acumulación de las rentas
provenientes de los sujetos pertenecientes a una familia, sí impide que tal acumulación origine un incremento fiscal
respecto a lo que cada integrante de dicha unidad familiar tendría que pagar de forma independiente. La tributación
conjunta y el eventual incremento fiscal se justificaría en las denominadas economías de escala de la vida en común.
Sin embargo, dicho incremento resultaría discriminatorio, según la citada jurisprudencia, respecto a quienes, en
igualdad del supuesto de hecho convivencial (uniones de hecho), no quedasen obligados a la declaración conjunta.
La Constitución impone también el principio de progresividad fiscal, que responde a una aspiración de justicia (que
paguen proporcionalmente más impuestos quienes cuentan con un mayor nivel de renta). A su vez, se establece un
límite al sistema impositivo, al excluir que éste pueda poseer carácter confiscatorio. Está por determinar a partir de
qué porcentaje de los ingresos individuales ha de calificarse de confiscatoria la tributación al Estado. El Tribunal
Constitucional, en una primera aproximación a la cuestión ha establecido que la prohibición constitucional de
confiscación obliga a no agotar la riqueza imponible, sustrato de toda imposición. Y la imposición tendría el «alcance
confiscatorio» prohibido por la Constitución «si mediante la aplicación de las diversas figuras tributarias vigentes, se
llegara a privar al sujeto pasivo de rentas y propiedades», lo que supondría además vulnerar el art. 33.1 de la CE.
El resultado confiscatorio sería evidente, añade el Tribunal, si la progresividad del impuesto sobre la renta de las
personas físicas alcanzase un tipo medio de gravamen del 100 por 100 de la renta. Pero fuera de esos supuestos
evidentes de confiscatoriedad, el Tribunal se limita a señalar «la dificultad de situar con criterios técnicamente
operativos la frontera en la que lo progresivo o, quizás mejor, lo justo, degenera en confiscatorio», dejando por
consiguiente abierto el límite a la progresividad (STC 150/90). En cualquier caso, consideraba admisibles los límites
fiscales vigentes entonces (46 % de la base imponible la cuota íntegra del impuesto sobre la renta).
El deber de conocer el castellano: El artículo 3 de la Constitución establece el derecho y el deber de los españoles de
conocer el castellano. En los territorios en donde existe más de una lengua oficial se debe partir del respeto por parte
de los poderes públicos a ambas lenguas, sin embargo, se establece respecto del castellano un deber genérico a todos
los españoles para su conocimiento. Sentencia del Tribunal Constitucional 82/1986 «sólo del castellano se establece
constitucionalmente un deber individualizado de conocimiento, y con él, la presunción de que todos los españoles lo
conocen»
El deber de colaboración con la justicia: El artículo 118 de la Constitución establece la obligación de cumplir con las
sentencias, así como el deber de prestar colaboración por el Poder Judicial en el desarrollo de los procesos judiciales.
Todo esto se pone en relación con el artículo 463 del Código Penal que establece que “El que, citado en legal forma,
dejare voluntariamente de comparecer, sin justa causa, ante un juzgado o tribunal en proceso criminal con reo en
prisión provisional, provocando la suspensión del juicio oral, será castigado con la pena de prisión de tres a seis meses
o multa de seis a 24 meses. En la pena de multa de seis a 10 meses incurrirá el que, habiendo sido advertido, lo hiciera
por segunda vez en causa criminal sin reo en prisión, haya provocado o no la suspensión. Si el responsable de este delito
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

fuese abogado, procurador o representante del Ministerio Fiscal, en actuación profesional o ejercicio de su función, se
le impondrá la pena en su mitad superior y la de inhabilitación especial para empleo o cargo público, profesión u oficio,
por tiempo de dos a cuatro años”.
El deber comparecencia ante las comisiones de investigación: Establecido en el artículo 76.2 de la Constitución y
referido a las Comisiones de Investigación que puedan constituirse en el Parlamento. Esta obligación alcanza a todos
los españoles y extranjeros que residan en España y, pese a que no es un órgano judicial sino político, se configura
como un deber similar al establecido en el apartado anterior.
La obligatoriedad de la enseñanza básica: El artículo 27 de la Constitución, cuando regula el derecho a la educación,
establece la obligación de un tipo de enseñanza considerada como básica. Esta obligación implica el deber de
escolarización durante una etapa concreta de la vida de una persona, con el fin de que acceda a los conocimientos y
formaciones considerados básicos.
Los deberes de asistencia de los padres para con los hijos: Establecido en el artículo 39.3 de la Constitución. Esta
obligación es genérica respecto de cualquier hijo con relación a uno o a sus progenitores, referida al sustento básico
del hijo que incluye, educación, vestido, alimento, cobijo, cuidado y salud.
Deber de conservación del medio ambiente: Establecido en el artículo 45.1 de la Constitución.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Lección 5:
El derecho a la vida.
• Artículo 15 de la Constitución
«Todos tienen derecho a la vida y a la integridad física y moral, sin que, en ningún caso, puedan ser sometidos
a tortura ni a penas o tratos inhumanos o degradantes. Queda abolida la pena de muerte, salvo lo que puedan
disponer las leyes penales militares para tiempos de guerra.»
Ley Orgánica 11/1995, de 27 de noviembre, de abolición de la pena de muerte en tiempo de guerra.
Adicional de clase: {El propio código penal militar abolió la pena de muerte incluso en los tiempos de guerra. El cómo
la jurisprudencia ha entendido este derecho y como lo configura, es decir, que la jurisprudencia es quien realiza se
interpretación y que tipo de alcance posee. El TC ha establecido que el derecho a la vida no lleva aparejado el derecho
a la muerte, es decir, que una eutanasia no está relacionada con el derecho a la vida. El nasciturus, el concebido, pero
no nacido no es titular del derecho a la vida, es un bien jurídico constitucionalmente protegido, ante cualquier tipo de
conducta que afecte a la vida de ese nasciturus habrá que ponderar ese tipo conducta. El derecho a la vida no significa
que puedes decidir cuándo morir.}
Para el estudio de este derecho, como el de todos los derechos fundamentales, lo hacemos sobre la base de las
sentencias del Tribunal Constitucional.
Así en la sentencia 53/1985 (la cual es muy importante, ya que es fue la primera regulación del aborto, pero está
derogada y fue reemplazada por la del 2010) se decía que ”El derecho a la vida, reconocido y garantizado en su doble
significación física y moral por el art. 15 de la Constitución, es la proyección de un valor superior del ordenamiento
jurídico constitucional -la vida humana- y constituye el derecho fundamental esencial y troncal en cuanto es el supuesto
ontológico sin el que los restantes derechos no tendrían existencia posible. Indisolublemente relacionado con el derecho
a la vida en su dimensión humana se encuentra el valor jurídico fundamental de la dignidad de la persona, reconocido
en el art. 10 como germen o núcleo de unos derechos «que le son inherentes». La relevancia y la significación superior
de uno y otro valor y de los derechos que los encarnan se manifiesta en su colocación misma en el texto constitucional,
ya que el art. 10 es situado a la cabeza del título destinado a tratar de los derechos y deberes fundamentales, y el art.
15 a la cabeza del capítulo donde se concretan estos derechos, lo que muestra que dentro del sistema constitucional
son considerados como el punto de arranque, como el prius lógico y ontológico para la existencia y especificación de
los demás derechos”.
(La ley del 2010 fue recurrida ante el Tribunal Constitucional, pero lleva 8 años sin dictar sentencia y no se ha
dado ni fecha para debatirlo en pleno)

Igualmente se establece que: “El art. 15 de la Constitución establece que «todos tienen derecho a la vida». La vida es
un concepto indeterminado sobre el que se han dado respuestas plurívocas no sólo en razón de las distintas
perspectivas (genética, médica, teológica, etc.), sino también en virtud de los diversos criterios mantenidos por los
especialistas dentro de cada uno de los puntos de vista considerados, y en cuya evaluación y discusión no podemos ni
tenemos que entrar aquí. Sin embargo, no es posible resolver constitucionalmente el presente recurso sin partir de una
noción de la vida que sirva de base para determinar el alcance del mencionado precepto.”
Adicional de clase: (Importante es una legislación derogada, por lo que ya no se puede aplicar {cuidado en el examen}. El código
penal castigaba el aborto, aunque había 3 supuestos en los que se lo permitía el aborto:
- Cuando la vida de la madre estaba en peligro.
- Cuando es fruto de una violación {debe haber un nexo causal, violación y denuncia de la misma, no era necesaria que hubiese
una sentencia}.
- Que el feto tuviera unos problemas genéticos que no tenían ningún tipo de tratamiento, {patologías no curables}).
Desde el punto de vista de la cuestión planteada basta con precisar:
a) Que la vida humana es un devenir, un proceso que comienza con la gestación, en el curso de la cual una
realidad biológica va tomando corpórea y sensitivamente configuración humana, y que termina en la muerte;
es un continuo sometido por efectos del tiempo a cambios cualitativos de naturaleza somática y psíquica que
tienen un reflejo en el status jurídico público y privado del sujeto vital.
b) Que la gestación ha generado un tertium existencialmente distinto de la madre, aunque alojado en el seno de
ésta.
c) Que dentro de los cambios cualitativos en el desarrollo del proceso vital y partiendo del supuesto de que la
vida es una realidad desde el inicio de la gestación, tiene particular relevancia el nacimiento, ya que significa
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el paso de la vida albergada en el seno materno a la vida albergada en la sociedad, bien que con distintas
especificaciones y modalidades a lo largo del curso vital. Y previamente al nacimiento tiene especial
trascendencia el momento a partir del cual el nasciturus es ya susceptible de vida independiente de la madre,
esto es, de adquirir plena individualidad humana.
Según el Tribunal Constitucional el derecho a la vida no incluye un derecho a la propia muerte: Así en la STC 120/1990
se dice que “El derecho fundamental a la vida, en cuanto derecho subjetivo, da a sus titulares la posibilidad de recabar
el amparo judicial y, en último término, el de este Tribunal frente a toda actuación de los poderes públicos que
amenace su vida o su integridad. De otra parte y como fundamento objetivo del ordenamiento impone a esos mismos
poderes públicos y en especial al legislador, el deber de adoptar las medidas necesarias para proteger esos bienes,
vida e integridad física, frente a los ataques de terceros, sin contar para ello con la voluntad de sus titulares e incluso
cuando ni siquiera quepa hablar, en rigor, de titulares de ese derecho (Sentencia del Tribunal Constitucional 53/1985).
Tiene, por consiguiente, el derecho a la vida un contenido de protección positiva que impide configurarlo como un
derecho de libertad que incluya el derecho a la propia muerte. Ello no impide, sin embargo, reconocer que, siendo la
vida un bien de la persona que se integra en el círculo de su libertad, pueda aquélla fácticamente disponer sobre su
propia muerte, pero esa disposición constituye una manifestación del agere licere, en cuanto que la privación de la
vida propia o la aceptación de la propia muerte es un acto que la ley no prohíbe y no, en ningún modo, un derecho
subjetivo que implique la posibilidad de movilizar el apoyo del poder público para vencer la resistencia que se oponga
a la voluntad de morir, ni, mucho menos, un derecho subjetivo de carácter fundamental en el que esa posibilidad se
extienda incluso frente a la resistencia del legislador, que no puede reducir el contenido esencial del derecho.
En virtud de ello, no es posible admitir que la Constitución garantice en su art. 15 el derecho a la propia muerte y, por
consiguiente, carece de apoyo constitucional la pretensión de que la asistencia médica coactiva es contraria a ese
derecho constitucionalmente inexistente”.
Sobre el tema del aborto y el derecho del derecho a la vida del nasciturus, el Tribunal Constitucional ha dicho que el
nasciturus no es, en sentido estricto, titular del derecho a la vida. En la STC53/1985 se dice en contraposición a la
teoría de los que recurrían al Tribunal que “Los recurrentes pretenden deducir tal titularidad, no sólo de los
mencionados debates parlamentarios acerca de la inclusión del nasciturus en el término «todos» del art. 15, sino
también de la interpretación sistemática de la Constitución, así como de los tratados y acuerdos internacionales
ratificados por España, a que remite el art. 10.2 de la Constitución para la interpretación de las normas relativas a los
derechos fundamentales y libertades en ella reconocidos. No existe, sin embargo, fundamento suficiente en apoyo de
su tesis.
Por lo que se refiere a la primera, los mismos recurrentes reconocen que la palabra «todos» utilizada en otros
preceptos constitucionales (arts. 27, 28, 29, 35 y 47) hace referencia a los nacidos, como se deduce del contexto y del
alcance del derecho que regulan, pero estiman que de ello no puede concluirse que ese mismo significado haya de
atribuirse a dicho término en el art. 15. La interpretación sistemática de éste ha de hacerse, a su juicio, en relación con
otros preceptos constitucionales (arts. 1.1, 10, 14, 39 y 49). Pero los mismos términos generales en que esta
argumentación se desarrolla y la misma vaguedad de la conclusión a que llegan los recurrentes la convierten en
irrelevante, por lo que se refiere a la cuestión concreta planteada de la titularidad del derecho a la vida que pueda
corresponder al nasciturus.
En cuanto a la interpretación del art. 15, de conformidad con la Declaración Universal de Derechos Humanos y los
tratados y acuerdos internacionales ratificados por España, lo cierto es que la versión auténtica francesa utiliza
expresamente el término «persona» en el art. 6 del Pacto Internacional de Derechos civiles y políticos -al igual que lo
hace la versión auténtica española- y en el art. 2 del Convenio Europeo para la protección de los derechos humanos y
libertades fundamentales. Y si bien el Tribunal de Derechos Humanos no ha tenido ocasión de pronunciarse sobre este
extremo, la Comisión Europea de Derechos Humanos, en su función relativa a la admisión de demandadas, si lo ha
hecho en relación con el art. 2 del Convenio en el asunto 8416/1979, en su decisión de 13 de mayo de 1980, poniendo
de manifiesto por lo que se refiere a la expresión everyone o toute personne de los textos auténticos que, aun cuando
no aparece definida en el Convenio, la utilización que de dicha expresión se hace en el mismo y el contexto dentro del
cual se emplea en el mencionado art. 2 lleva a sostener que se refiere a las personas ya nacidas y no es aplicable al
nasciturus (Ftos. jcos. 9 y 17); asimismo, al examinar el término «vida», la Comisión se planteó en qué sentido puede
interpretarse el art. 2 en cuestión en relación con el feto, aunque no llegó a pronunciarse en términos precisos sobre
tal extremo por estimar que no era necesario para decidir sobre el supuesto planteado (indicación médica para
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proteger la vida y la salud de la madre), limitándose a excluir, de las posibles interpretaciones, la de que el feto pudiera
tener un «derecho a la vida» de carácter absoluto”
No obstante el Tribunal también matiza que “En definitiva, los argumentos aducidos por los recurrentes no pueden
estimarse para fundamentar la tesis de que al nasciturus le corresponda también la titularidad del derecho a la vida,
pero, en todo caso, y ello es lo decisivo para la cuestión objeto del presente recurso, debemos afirmar que la vida del
nasciturus, de acuerdo con lo argumentado en los fundamentos jurídicos anteriores de esta sentencia, es un bien
jurídico constitucionalmente protegido por el art. 15 de nuestra norma fundamental”.
“De las consideraciones anteriores se deduce que si la Constitución protege la vida con la relevancia a que antes se ha
hecho mención, no puede desprotegerla en aquella etapa de su proceso que no sólo es condición para la vida
independiente del claustro materno, sino que es también un momento del desarrollo de la vida misma; por lo que ha
de concluirse que la vida del nasciturus, en cuanto éste encarna un valor fundamental -la vida humana- garantizado
en el art. 15 de la Constitución, constituye un bien jurídico cuya protección encuentra en dicho precepto fundamento
constitucional.
En un sentido similar la STC 75/1984 establece que “No hay inconveniente en reconocer de acuerdo con lo que allí se
dice, que, según este precepto (art. 15 C.E.) la vida humana en formación en un bien que constitucionalmente merece
protección”.
Por todo ello, con relación a los supuestos de aborto el Tribunal Constitucional tiene la tesis (STC 53/1985) de que el
legislador puede tomar en consideración situaciones características de conflicto que afectan de una manera específica
a un ámbito determinado de prohibiciones penales. Tal es el caso de los supuestos en los cuales la vida del nasciturus,
como bien constitucionalmente protegido, entra en colisión con derechos relativos a valores constitucionales de muy
relevante significación, como la vida y la dignidad de la mujer, en una situación que no tiene parangón con otra alguna,
dada la especial relación del feto respecto de la madre, así como la confluencia de bienes y derechos constitucionales
en juego.
Se trata de graves conflictos de características singulares, que no pueden contemplarse tan sólo desde la perspectiva
de los derechos de la mujer o desde la protección de la vida del nasciturus. Ni ésta puede prevalecer
incondicionalmente frente a aquéllos, ni los derechos de la mujer pueden tener primacía absoluta sobre la vida del
nasciturus, dado que dicha prevalencia supone la desaparición, en todo caso, de un bien no sólo constitucionalmente
protegido, sino que encarna un valor central del ordenamiento constitucional. Por ello, en la medida en que no puede
afirmarse de ninguno de ellos su carácter absoluto, el intérprete constitucional se ve obligado a ponderar los bienes y
derechos en función del supuesto planteado, tratando de armonizarlos si ello es posible o, en caso contrario,
precisando las condiciones y requisitos en que podría admitirse la prevalencia de uno de ellos.
Por otra parte, el legislador, que ha de tener siempre presente la razonable exigibilidad de una conducta y la
proporcionalidad de la pena en caso de incumplimiento, puede también renunciar a la sanción penal de una conducta
que objetivamente pudiera representar una carga insoportable, sin perjuicio de que, en su caso, siga subsistiendo el
deber de protección del Estado respecto del bien jurídico en otros ámbitos. Las leyes humanas contienen patrones de
conducta en los que, en general, encajan los casos normales, pero existen situaciones singulares o excepcionales en
las que castigar penalmente el incumplimiento de la Ley resultaría totalmente inadecuado; el legislador no puede
emplear la máxima constricción -la sanción penal- para imponer en estos casos la conducta que normalmente sería
exigible, pero que no lo es en ciertos supuestos concretos.
Es preciso examinar la constitucionalidad de cada una de las indicaciones o supuestos de hecho en que el proyecto
declara no punible la interrupción del estado de embarazo (El modelo que existía en el momento de la sentencia)
a) El núm. 1 contiene en realidad dos indicaciones que es necesario distinguir: El grave peligro para la vida de la
embarazada y el grave peligro para su salud.
En cuanto a la primera, se plantea el conflicto entre el derecho a la vida de la madre y la protección de la vida
del nasciturus. En este supuesto es de observar que si la vida del nasciturus se protegiera incondicionalmente,
se protegería más a la vida del no nacido que a la vida del nacido, y se penalizaría a la mujer por defender su
derecho a la vida, lo que descartan también los recurrentes, aunque lo fundamenten de otra manera; por
consiguiente, resulta constitucional la prevalencia de la vida de la madre.
En cuanto a la segunda, es preciso señalar que el supuesto de grave peligro» para la salud de la embarazada
afecta seriamente a su derecho a la vida y a la integridad física. Por ello, la prevalencia de la salud de la madre
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tampoco resulta inconstitucional, máxime teniendo en cuenta que la exigencia del sacrificio importante y
duradero de su salud bajo la conminación de una sanción penal puede estimarse inadecuada.
b) En cuanto a la indicación prevista en el núm. 2 -que el embarazo sea consecuencia de un delito de violación y
siempre que el aborto se practique dentro de las doce primeras semanas- basta considerar que la gestación
ha tenido su origen en la comisión de un acto no sólo contrario a la voluntad de la mujer, sino realizado
venciendo su resistencia por la violencia, lesionando en grado máximo su dignidad personal y el libre desarrollo
de su personalidad, y vulnerando gravemente el derecho de la mujer a su integridad física y moral, al honor,
a la propia imagen y a la intimidad personal. Obligarla a soportar las consecuencias de un acto de tal naturaleza
es manifiestamente inexigible; la dignidad de la mujer excluye que pueda considerársele como mero
instrumento, y el consentimiento necesario para asumir cualquier compromiso u obligación cobra especial
relieve en este caso ante un hecho de tanta trascendencia como el de dar vida a un nuevo ser, vida que
afectará profundamente a la suya en todos los sentidos. Por ello la mencionada indicación no puede estimarse
contraria a la Constitución.
c) El núm. 3 del artículo en cuestión contiene la indicación relativa a la probable existencia de graves taras físicas
o psíquicas en el feto. El fundamento de este supuesto, que incluye verdaderos casos limite, se encuentra en
la consideración de que el recurso a la sanción penal entrañaría la imposición de una conducta que excede de
la que normalmente es exigible a la madre y a la familia. La afirmación anterior tiene en cuenta la situación
excepcional en que se encuentran los padres, y especialmente la madre, agravada en muchos casos por la
insuficiencia de prestaciones estatales y sociales que contribuyan de modo significativo a paliar en el aspecto
asistencial la situación, y a eliminar la inseguridad que inevitablemente ha de angustiar a los padres acerca de
la suerte del afectado por la grave tara en el caso de que les sobreviva.
Sobre esta base y las consideraciones que antes hemos efectuado en relación a la exigibilidad de la conducta, entiende
el TC que este supuesto no es inconstitucional.
• Artículo 14. Interrupción del embarazo a petición de la mujer. (Ley Orgánica 2/2010, de 3 de marzo, de salud
sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo)
Podrá interrumpirse el embarazo dentro de las primeras catorce semanas de gestación a petición de la embarazada,
siempre que concurran los requisitos siguientes:
- Que se haya informado a la mujer embarazada sobre los derechos, prestaciones y ayudas públicas de apoyo a
la maternidad.
- Que haya transcurrido un plazo de al menos tres días, desde la información mencionada en el párrafo anterior
y la realización de la intervención.
• Artículo 15. Interrupción por causas médicas.
Excepcionalmente, podrá interrumpirse el embarazo por causas médicas cuando concurra alguna de las circunstancias
siguientes:
- Que no se superen las veintidós semanas de gestación y siempre que exista grave riesgo para la vida o la salud
de la embarazada y así conste en un dictamen emitido con anterioridad a la intervención por un médico o
médica especialista distinto del que la practique o dirija. En caso de urgencia por riesgo vital para la gestante
podrá prescindirse del dictamen.
- Que no se superen las veintidós semanas de gestación y siempre que exista riesgo de graves anomalías en el
feto y así conste en un dictamen emitido con anterioridad a la intervención por dos médicos especialistas
distintos del que la practique o dirija.
- Cuando se detecten anomalías fetales incompatibles con la vida y así conste en un dictamen emitido con
anterioridad por un médico o médica especialista, distinto del que practique la intervención, o cuando se
detecte en el feto una enfermedad extremadamente grave e incurable en el momento del diagnóstico y así lo
confirme un comité clínico.
Sobre la Eutanasia:
El término eutanasia deriva del griego, que significa «buen morir»: «eu» (bien) y «thánatos» (muerte).
- En primer lugar, tenemos la eutanasia activa, en la cual, un sujeto, de una forma u otra, realiza conductas de
matar a otra que ha manifestado su deseo de morir, normalmente un enfermo sin cura posible. Este tipo de
eutanasia contempla a su vez dos clasificaciones:
➢ Por un lado, tenemos la eutanasia activa indirecta, usando técnicas paliativas del dolor o la angustia
que, indirectamente, pueden implicar una anticipación de la muerte.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

➢ Por otro lado, la eutanasia directa activa consistente en la causación de la muerte indolora a petición
del afectado cuando éste es víctima de enfermedades incurables progresivas a través de medios
directamente encaminados a provocar la muerte del enfermo.
Este tipo de eutanasia es ilegal bajo la legislación española y se encuentra penada en el artículo 143.3 del
Código Penal- al paciente
- En segundo lugar, la eutanasia pasiva, es decir, la omisión de determinadas medidas que sólo sirven para
prolongar artificial o innecesariamente la vida, cuya aplicación en contra de la voluntad del paciente podría
incluso constituir un delito contra su libertad o su integridad moral.
El típico ejemplo de esta modalidad de eutanasia es la desconexión del aparato médico al paciente como interrupción
del tratamiento curativo. Esta figura es a priori atípica, siempre y cuando exista una mera interrupción de un
tratamiento médico curativo que acaba provocando la muerte por el curso natural de las cosas, o lo que es lo mismo,
la muerte la provoca la enfermedad.
Artículo 143 del Código Penal
1. El que induzca al suicidio de otro será castigado con la pena de prisión de cuatro a ocho años.
2. Se impondrá la pena de prisión de dos a cinco años al que coopere con actos necesarios al suicidio de una
persona.
3. Será castigado con la pena de prisión de seis a diez años si la cooperación llegara hasta el punto de ejecutar la
muerte.
4. El que causare o cooperare activamente con actos necesarios y directos a la muerte de otro, por la petición
expresa, seria e inequívoca de éste, en el caso de que la víctima sufriera una enfermedad grave que conduciría
necesariamente a su muerte, o que produjera graves padecimientos permanentes y difíciles de soportar, será
castigado con la pena inferior en uno o dos grados a las señaladas en los números 2 y 3 de este artículo.
Legislación autonómica sobre la denominada “muerte digna”
• Ley 2/2010, de 8 de abril, de Derechos y Garantías de la Dignidad de la Persona en el Proceso de la Muerte.
(Andalucía)
• Ley 10/2011, de 24 de marzo, de derechos y garantías de la dignidad de la persona en el proceso de morir y de
la muerte. (Aragón)
• Ley Foral 8/2011, de 24 de marzo, de derechos y garantías de la dignidad de la persona en el proceso de la
muerte. (Navarra)
• Ley 4/2017, de 9 de marzo, de Derechos y Garantías de las Personas en el Proceso de Morir (Madrid)
• Ley 1/2015, de 9 de febrero, de derechos y garantías de la dignidad de la persona ante el proceso final de su
vida. (Canarias)
• Ley 1/2015, de 9 de febrero, de derechos y garantías de la dignidad de la persona ante el proceso final de su
vida. (Canarias)
La ley tiene como objeto regular el ejercicio de los derechos de la persona durante el proceso final de su vida, los
deberes del personal sanitario que atiende a estos pacientes, así como las garantías que las instituciones sanitarias
estarán obligadas a proporcionar con respecto a ese proceso.
La ley tiene como fines:
a) Proteger la dignidad de la persona en el proceso final de su vida.
b) Garantizar la autonomía de los pacientes y el respeto a su voluntad en el proceso final de su vida, incluyendo
la manifestada de forma anticipada mediante el testamento vital.
Derecho a la información asistencial
1) Las personas que se encuentren en el proceso final de su vida o que afronten decisiones relacionadas con
dicho proceso tienen derecho a recibir información en los términos que establecen los artículos 4 y 5 de la Ley
41/2002, de 14 de noviembre (Ley básica reguladora de la autonomía del paciente y de derechos y obligaciones
en materia de información y documentación clínica).
2) Cuando a pesar del explícito ofrecimiento de información asistencial por los profesionales sanitarios
implicados en la atención de los pacientes estos rechacen voluntaria y libremente ser informados, se respetará
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

dicha decisión, haciéndoles ver la trascendencia de la misma y se les informará sobre la posibilidad de designar
una persona que acepte recibir la información y tomar las decisiones en su representación.
Derecho a la toma de decisiones y al consentimiento informado
1. Las personas que se encuentren en el proceso final de su vida o que afronten decisiones relacionadas con dicho
proceso tienen derecho a tomar decisiones respecto a las intervenciones sanitarias que les afecten.
2. Sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo 11, toda intervención en este ámbito requiere el previo
consentimiento libre y voluntario de los pacientes, una vez que hayan recibido y valorado la información.
3. El consentimiento será verbal, por regla general, dejándose en todo caso constancia en la historia clínica, sin
perjuicio de lo dispuesto en el artículo 8.2 de la Ley 41/2002, de 14 de noviembre (se prestará por escrito en
los casos siguientes: intervención quirúrgica, procedimientos diagnósticos y terapéuticos invasores y, en
general, aplicación de procedimientos que suponen riesgos o inconvenientes de notoria y previsible
repercusión negativa sobre la salud del paciente.)
Derecho al rechazo y a la retirada de una intervención
1. Toda persona tiene derecho a rechazar la intervención propuesta por los profesionales sanitarios, tras un
proceso de información y decisión, aunque ello pueda poner en peligro su vida. Dicho rechazo deberá constar
por escrito. Si no pudiere firmar, firmará en su lugar otra persona que actuará como testigo a su ruego, dejando
constancia de su identificación y del motivo que impide la firma por la persona que rechaza la intervención
propuesta. Todo ello deberá constar por escrito en la historia clínica.
2. Igualmente, los pacientes tienen derecho a revocar el consentimiento informado emitido respecto de una
intervención concreta, lo que implicará necesariamente la interrupción de dicha intervención, aunque ello pueda
poner en peligro sus vidas, sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo 6.1.o) de la Ley 11/1994, de 26 de julio, de
Ordenación Sanitaria de Canarias ((Cuando exista un riesgo para la salud y cuando exista riesgo inmediato grave
para la integridad física o psíquica de la persona enferma y no sea posible conseguir su autorización).
3. La revocación del consentimiento informado deberá constar por escrito. Si la persona no pudiere firmar, firmará
en su lugar otra persona que actuará como testigo a su ruego, dejando constancia de su identificación y del
motivo que impide la firma de quien revoca su consentimiento informado. Todo ello deberá constar por escrito
en la historia clínica.
Derecho a realizar la manifestación anticipada de voluntad:
1. Toda persona mayor de edad, capaz y libre puede formalizar su manifestación anticipada de voluntad en las
condiciones establecidas en la legislación básica y en las condiciones que se establezcan reglamentariamente.
2. Una vez inscrita en el Registro de Manifestaciones Anticipadas de Voluntad en el ámbito sanitario, la
manifestación anticipada de voluntad se incorporará a la historia clínica.
3. Cuando en la manifestación anticipada de voluntad se designe a una persona representante, esta actuará
siempre buscando el mayor beneficio y el respeto a la dignidad de la persona a la que represente.
4. Para la toma de decisiones en las situaciones clínicas no contempladas explícitamente en la manifestación
anticipada de voluntad, a fin de presumir la voluntad que tendría la persona si estuviera en ese momento en
situación de capacidad, quien la represente tendrá en cuenta los valores u opciones vitales recogidos en la
citada manifestación.
Derechos de las personas en situaciones de incapacidad respecto a la información, la toma de decisiones y el
consentimiento informado.
1. Cuando la persona se encuentre en situación de incapacidad, la recepción de la información, la prestación del
consentimiento y la toma de decisiones la llevará a cabo el representante designado para tal función mediante
una manifestación anticipada de voluntad o, de no existir esta, siguiendo las disposiciones legales vigentes en
la materia.
2. En el caso de pacientes incapacitados judicialmente, se actuará según lo dispuesto en la resolución judicial de
incapacitación salvo que en ella no exista prohibición o limitación expresa sobre la recepción de información
o la prestación del consentimiento informado.
3. La situación de incapacidad no obsta para que los pacientes sean informados y participen en el proceso de
toma de decisiones de modo adecuado a su grado de discernimiento.
4. El ejercicio de los derechos de los pacientes que se encuentren en situación de incapacidad se hará siempre
buscando su mayor beneficio y el respeto a su dignidad personal.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Derechos de los pacientes menores de edad


1. Todo paciente menor de edad tiene derecho a recibir información sobre su enfermedad e intervenciones
sanitarias propuestas, de forma adaptada a su capacidad de comprensión. También tiene derecho a que su
opinión sea escuchada, en los términos previstos en el artículo 9.3.c) de la Ley 41/2002, de 14 de noviembre.
2. Cuando los pacientes sean menores de edad y no sean capaces intelectual ni emocionalmente de entender el
alcance de la intervención sanitaria propuesta, el otorgamiento del consentimiento informado corresponderá
a las personas que sean sus representantes legales, de conformidad con lo dispuesto en el artículo 9.3.c) de la
Ley 41/2002, de 14 de noviembre.
Derecho de los pacientes a recibir cuidados paliativos integrales y a la elección del domicilio para recibirlos.
1. Todas las personas en situación terminal o de agonía tienen derecho a recibir cuidados paliativos integrales
de calidad.
2. Los pacientes en situación terminal o de agonía, si así lo desean, tienen derecho a que se les proporcionen en
el domicilio que designen en el territorio de la Comunidad Autónoma de Canarias los cuidados paliativos que
precisen, siempre que se den las condiciones necesarias para ello.
Derecho de los pacientes al tratamiento del dolor.
- Los pacientes tienen derecho a recibir la atención idónea que prevenga y alivie el dolor, incluida la sedación si
el dolor es refractario al tratamiento específico.
Derecho de los pacientes a la administración de sedación paliativa.
- Los pacientes en situación terminal o de agonía, sea fruto de una enfermedad progresiva o de un proceso
súbito, tienen derecho a recibir sedación paliativa, cuando esté médicamente indicado.
Derecho a la intimidad personal y familiar y a la confidencialidad.
- Los pacientes, ante el proceso final de su vida, tienen derecho a que se preserve su intimidad personal y
familiar y a la protección de todos los datos relacionados con su atención sanitaria.
Derecho al acompañamiento.
En los términos expresados en el artículo 23 y siempre que la asistencia se preste en régimen de internamiento en un
centro sanitario, los pacientes, ante el proceso final de la vida, tienen derecho a:
a) Disponer, si así lo desean, de acompañamiento familiar.
b) Recibir, cuando así lo soliciten, auxilio espiritual de acuerdo con sus convicciones y creencias.
Sobre el derecho a la vida en relación a la asistencia médica coactiva: La STC 120/1990 dice que “no es posible admitir
que la Constitución garantice en su art. 15 el derecho a la propia muerte y, por consiguiente, carece de apoyo
constitucional la pretensión de que la asistencia médica coactiva es contraria a ese derecho constitucionalmente
inexistente”. “Desde la perspectiva del derecho a la vida, la asistencia médica obligatoria autorizada por la resolución
judicial recurrida no vulnera dicho derecho fundamental, porque en este no se incluye el derecho a prescindir de la
propia vida, ni es constitucionalmente exigible a la Administración penitenciaria que se abstenga de prestar una
asistencia médica que, precisamente, va dirigida a salvaguardar el bien de la vida que el artículo 15 de la Constitución
protege”.
Sobre las intervenciones médicas obligatorias y determinadas creencias religiosas, el Tribunal Constitucional también
se ha pronunciado, por ejemplo en la STC 154/2002 en donde se dice “Como ya dijimos en la STC 141/2000, de 29 de
mayo, FJ 4, <<el derecho que asiste al creyente de creer y conducirse personalmente conforme a sus convicciones no
está sometido a más límites que los que le imponen el respeto a los derechos fundamentales ajenos y otros bienes
jurídicos protegidos constitucionalmente>>. En este sentido, y sirviendo de desarrollo al mencionado precepto
constitucional, prescribe el art. 3.1 LOLR que "el ejercicio de los derechos dimanantes de la libertad religiosa y de culto
tiene como único límite la protección del derecho de los demás al ejercicio de sus libertades públicas y derechos
fundamentales, así como la salvaguardia de la seguridad, de la salud y de la moral pública, elementos constitutivos del
orden público protegido por la ley en el ámbito de una sociedad democrática”.
La relacionada existencia de límites en el ejercicio del derecho fundamental a la libertad religiosa es expresión o
manifestación de que, en general, los derechos fundamentales no tienen carácter absoluto. Así, hemos dicho en la STC
57/1994, de 28 de febrero, FJ 6, citada al efecto por la STC 58/1998, de 16 de marzo, FJ 3, que "los derechos
fundamentales reconocidos por la Constitución sólo pueden ceder ante los límites que la propia Constitución
expresamente imponga, o ante los que de manera mediata o indirecta se infieran de la misma al resultar justificados
por la necesidad de preservar otros derechos o bienes jurídicamente protegidos (SSTC 11/1981, FJ 7, y 1/1982, FJ 5,
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

entre otras)", y que, "en todo caso, las limitaciones que se establezcan no pueden obstruir el derecho fundamental más
allá de lo razonable (STC 53/1986, FJ 3)".
De lo expuesto se desprende, según afirman las mencionadas Sentencias, que "todo acto o resolución que limite
derechos fundamentales ha de asegurar que las medidas limitadoras sean necesarias para conseguir el fin perseguido
(SSTC 69/1982, FJ 5, y 13/1985, FJ 2), ha de atender a la proporcionalidad entre el sacrificio del derecho y la situación
en la que se halla aquél a quien se le impone (STC 37/1989, FJ 7), y, en todo caso, ha de respetar su contenido esencial
(SSTC 11/1981, FJ 10; 196/1987, FFJJ 4 a 6; 12/1990, FJ 8, y 137/1990, FJ 6)".
En el Convenio Europeo: El artículo 2 consagra uno de los valores fundamentales de las sociedades democráticas que
forman el Consejo de Europa (S. McCannan contra Reino Unido, de 27 de septiembre de 1995). Los poderes públicos
tienen el deber de no lesionar por sí mismos la vida humana y el deber de protegerla efectivamente frente a agresiones
de los particulares.
La obligación impuesta por el artículo 2 del Convenio va más allá del deber primordial de asegurar el derecho a la vida
estableciendo una legislación penal concreta, disuadiendo de cometer ataques contra la persona y basándose en un
mecanismo de aplicación concebido para prevenir, reprimir y sancionar las violaciones. Puede asimismo implicar, en
algunas circunstancias bien definidas, la obligación positiva para las autoridades de tomar preventivamente medidas
de orden práctico para proteger al individuo cuya vida está amenazada. (S. Osman contra Reino Unido de 28-10- 1998
y S. Mastromatteo contra Rep. Italiana de 24 de octubre de 2002).
También se aplica a la situación de un detenido que padecía una enfermedad mental con signos que indicaban que
podía atentar contra su vida (S. Keenan contra Reino Unido 2001,242, secc. 3, núm, 27229/1995). El Estado tiene la
obligación de realizar una investigación pública con examen completo, imparcial y profundo de las circunstancias
en la que se ha cometido el homicidio (S McCannan contra Reino Unido, de 27 de septiembre de 1995).
El artículo 2 del Convenio no tiene ninguna relación con las cuestiones relativas a la calidad de vida o a lo que una
persona ha escogido hacer con ella. No es posible deducir del artículo 2 un derecho a morir, ni de la mano de un
tercero ni con la ayuda de la autoridad pública (S. Diane P. contra Reino Unido de 29 de abril de 2002, secc 4ª, núm,
2346/2000).
Sobre la legítima defensa: circunstancias en las que cabe hacer legítimamente uso de la violencia, la cual puede
desembocar, a su vez, en una muerte involuntaria; por ello se exige que el recurso a la fuerza sea absolutamente
necesario, realizándose aquí no un juicio de proporcionalidad sino un “juicio de indispensabilidad” (S. McCann contra
Reino Unido, de 27 de septiembre de 1995).
Titulares del derecho: En STEDH de 29 de octubre de 1992, el Tribunal no se pronuncia sobre si el derecho a la vida
reconocido en el artículo 2 del Convenio es igualmente aplicable para el feto. Previamente el Informe de la Comisión
nº 1315/1980, en relación con el Asunto 8416/1979, había señalado que la expresión “todos” del artículo 2 se refiere
a las personas ya nacidas y no es aplicable al nasciturus.

El derecho a la integridad física y moral


Igualmente examinamos este derecho a la luz de la jurisprudencia del Tribunal Constitucional. Conforme a la sentencia
120/1990 “Este mismo precepto constitucional garantiza el derecho a la integridad física y moral, mediante el cual se
protege la inviolabilidad de la persona, no sólo contra ataques dirigidos a lesionar su cuerpo o espíritu, sino también
contra toda clase de intervención en esos bienes que carezca del consentimiento de su titular”.
En este sentido, la Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, de Nueva
York, de 10 de diciembre de 1984 (ratificada por España el 19 de octubre de 1987 y en vigor en general desde el 26 de
junio de 1987, y para España desde el 20 de noviembre siguiente), define la tortura como «todo acto por el cual se
inflija intencionadamente a una persona dolores o sufrimientos graves, con el fin de obtener de ella o de un tercero
información o una confesión, de castigarla por un acto que haya cometido o se sospeche que ha cometido, o de
intimidar o coaccionar a esa persona o a otros, o por cualquier razón basada en cualquier tipo de discriminación,
cuando dichos dolores o sufrimientos sean infligidos por un funcionario público u otra persona en el ejercicio de
funciones públicas, a instigación suya o con su consentimiento o aquiescencia».
Según la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos recogida en la Sentencia del Tribunal
Constitucional 120/1990, fundamento jurídico 9.º, para encuadrar una pena o trato en alguna de las categorías del
art. 3 del Convenio de Roma de 1950 ha de atenderse a la intensidad de los sufrimientos infligidos a una persona.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Habiendo declarado este Tribunal, de conformidad con esa doctrina, que las tres nociones también recogidas en el
art. 15 CE («torturas», «penas o tratos inhumanos», penas o tratos «degradantes») son, en su significado jurídico
«nociones graduadas de una misma escala» que en todos sus tramos entrañan, sean cuales fueran los fines,
«padecimientos físicos o psíquicos ilícitos e infligidos de modo vejatorio para quien los sufre, y con esa propia intención
de vejar y doblegar la voluntad del sujeto paciente» (SSTC 120/1990, fundamento jurídico 9.º y 137/1990, fundamento
jurídico 7.º). Y en particular, respecto al concreto ámbito penitenciario, se ha dicho que para apreciar la existencia de
«tratos inhumanos o degradantes» es necesario que «éstos acarreen sufrimientos de una especial intensidad o
provoquen una humillación o sensación de envilecimiento que alcance un nivel determinado, distinto y superior al que
suele llevar aparejada una condena» (SSTC 65/1986).
Conforme a la Sentencia del Tribunal Constitucional 215/1994 En la esterilización de disminuidos psíquicos, sea cual
fuere la gravedad de la deficiencia, ha de acordarse judicialmente. La deficiencia psíquica del incapaz cuya
esterilización se interesa debe ser una deficiencia «grave» y, consecuentemente, generadora de la imposibilidad de
comprender los aspectos básicos de su sexualidad y de la medida de intervención corporal cuya autorización su
representante legal promueve. La grave deficiencia psíquica ha de ser verificada por el juzgador no sólo a través de los
dictámenes de los especialistas que exige el precepto sino también por la propia exploración judicial del incapaz.
Finalmente, el procedimiento en el que ha de resolverse el otorgamiento o denegación de la autorización solicitada
cuenta con la preceptiva intervención del Ministerio Fiscal, quien, como es obvio, debe pronunciarse acerca de la
concurrencia o no de los requisitos formales (previa declaración judicial de incapacidad y nombramiento de
representante legal, fehaciencia de la petición de esterilización formulada por el mismo, emisión de los dictámenes
de los especialistas y exploración del incapaz por el Juez) y materiales que antes se han indicado.
Respecto de la asistencia médica coactiva a los presos en huelga de hambre, la Sentencia del Tribunal Constitucional
120/1990 dijo que: este derecho constitucional resultará afectado cuando se imponga a una persona asistencia médica
en contra de su voluntad, que puede venir determinada por los más variados móviles y no sólo por el de morir y, por
consiguiente, esa asistencia médica coactiva constituirá limitación vulneradora del derecho fundamental, a no ser que
tenga justificación constitucional.
A tal fin, como ya ha reiterado en diversas ocasiones este Tribunal, conviene tener presente, de una parte, que sólo
ante los límites que la propia Constitución expresamente imponga al definir cada derecho o ante los que de manera
mediata o indirecta de la misma se infieran al resultar justificados por la necesidad de preservar otros derechos
constitucionalmente protegidos, puedan ceder los derechos fundamentales (SSTC 11/1981, fundamento jurídico 7.º;
2/1982, fundamento jurídico 5.º, 110/1984, fundamento jurídico 5.º), y de otra que, en todo caso, las limitaciones que
se establezcan no pueden obstruir el derecho «más allá de lo razonable» (STC 53/1986, fundamento jurídico 3.º), de
modo que todo acto o resolución que limite derechos fundamentales ha de asegurar que las medidas limitadoras sean
«necesarias para conseguir el fin perseguido» (SSTC 62/1982, fundamento jurídico 5.º; 13/1985, fundamento jurídico
2.º)y ha de atender a la «proporcionalidad entre el sacrificio del derecho y la situación en que se halla aquel a quien se
le impone» (Sentencia del Tribunal Constitucional 37/1989, fundamento jurídico 7.º) y, en todo caso, respetar su
cometido esencial (SSTC 11/1981, fundamento jurídico 10; 196/1987. fundamentos jurídicos 4.º, 5.º y 6.º; 197/1987,
fundamento jurídico 11), si tal derecho aún puede ejercerse.
En aplicación de esta doctrina, procede examinar si la asistencia médica que autoriza la resolución recurrida viene
justificada en la protección de derechos o valores constitucionalmente reconocidos y si, en su caso, cumple la
condición de ser proporcionada en atención a la situación de aquellos a los que se impone.
Y aquí debemos recordar que, según dejamos expuesto, la asistencia médica se impone en el marco de la relación de
sujeción especial que vincula a los solicitantes de amparo con la Administración penitenciaria y que ésta, en virtud de
tal situación especial. viene obligada a velar por la vida y la salud de los internos sometidos a su custodia; deber que
le viene impuesto por el art. 3.4 de la LOGP, que es la Ley a la que se remite el art. 25.2 de la Constitución como la
habilitada para establecer limitaciones a los derechos fundamentales de los reclusos, y que tiene por finalidad, en el
caso debatido, proteger bienes constitucionalmente consagrados, como son la vida y la salud de las personas.
Cacheos y registros corporales: Según la Sentencia del Tribunal Constitucional 37/1989 “El derecho fundamental aquí
comprometido no ampara, ciertamente, la intimidad del imputado o procesado frente a la resolución judicial que, en
el caso de una investigación penal, disponga la obtención o identificación, sobre su propio cuerpo, de huellas del posible
delito, sin perjuicio del necesario respeto a la dignidad de la persona y de su intimidad frente a todo trato que pudiera
considerarse degradante”. En la Sentencia del Tribunal Constitucional 7/1994 se establece que “el derecho a la
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

integridad física no se infringe cuando se trata de realizar una prueba prevista en la ley y acordada razonadamente
por la autoridad judicial en el seno de un procedimiento”.
Artículo 16 Identificación de personas (Ley Seguridad Ciudadana)
1) En el cumplimiento de sus funciones de indagación y prevención delictiva, así como para la sanción de infracciones
penales y administrativas, los agentes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad podrán requerir la identificación de
las personas en los siguientes supuestos:
a) Cuando existan indicios de que han podido participar en la comisión de una infracción.
b) Cuando, en atención a las circunstancias concurrentes, se considere razonablemente necesario que acrediten
su identidad para prevenir la comisión de un delito.
En estos supuestos, los agentes podrán realizar las comprobaciones necesarias en la vía pública o en el lugar donde se
hubiese hecho el requerimiento, incluida la identificación de las personas cuyo rostro no sea visible total o
parcialmente por utilizar cualquier tipo de prenda u objeto que lo cubra, impidiendo o dificultando la identificación,
cuando fuere preciso a los efectos indicados.
En la práctica de la identificación se respetarán estrictamente los principios de proporcionalidad, igualdad de trato y
no discriminación por razón de nacimiento, nacionalidad, origen racial o étnico, sexo, religión o creencias, edad,
discapacidad, orientación o identidad sexual, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.
Artículo 20. Registros corporales externos (Ley seguridad ciudadana)
1. Podrá practicarse el registro corporal externo y superficial de la persona cuando existan indicios racionales para
suponer que puede conducir al hallazgo de instrumentos, efectos u otros objetos relevantes para el ejercicio de
las funciones de indagación y prevención que encomiendan las leyes a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad.
2. Salvo que exista una situación de urgencia por riesgo grave e inminente para los agentes:
a) El registro se realizará por un agente del mismo sexo que la persona sobre la que se practique esta
diligencia.
b) Y si exigiera dejar a la vista partes del cuerpo normalmente cubiertas por ropa, se efectuará en un lugar
reservado y fuera de la vista de terceros. Se dejará constancia escrita de esta diligencia, de sus causas y de
la identidad del agente que la adoptó.
3. Los registros corporales externos respetarán los principios del apartado 1 del artículo 16, así como el de injerencia
mínima, y se realizarán del modo que cause el menor perjuicio a la intimidad y dignidad de la persona afectada,
que será informada de modo inmediato y comprensible de las razones de su realización.
4. Los registros a los que se refiere este artículo podrán llevarse a cabo contra la voluntad del afectado, adoptando
las medidas de compulsión indispensables, conforme a los principios de idoneidad, necesidad y proporcionalidad.
El Tribunal Supremo confirma la legitimidad de los registros personales superficiales, es decir, de aquellos que no
suponen inspecciones o intervenciones en zonas íntimas (las cuales precisarían autorización judicial motivada). En
consecuencia, y a diferencia de otras intervenciones corporales, el cacheo, supone siempre una actuación externa
sobre el cuerpo humano (Auto de la Sala 2ª del T.S. de 2 de noviembre de 1.995). Existe la excepción
Jurisprudencialmente admitida de obligar a expulsar droga escondida en la boca con la finalidad de ocultación, al
respecto la Sentencia del Tribunal Supremo de 15 de enero de 1993 (Referencia Aranzadi 1993/120) afirma: "... Se
trata de una denominada intervención corporal con finalidad de búsqueda y aprehensión de los efectos de un delito
contra la salud pública, equivalente a un vulgar cacheo policial, que no puede alcanzar la trascendencia de un registro
anal o vaginal”.
En el cacheo superficial, se debe actuar siempre rigiéndose por los principios de necesidad y de proporcionalidad, y
habremos de tener en cuenta la gravedad del delito. Respecto del cacheo a mujeres, deben regirse por las mismas
normas habilitantes que el cacheo de los varones, ahora bien, con la única salvedad de que deben ser personas del
mismo sexo las que practiquen el cacheo. No obstante, y dada la dificultad que puede suponer el no contar con un
agente femenino o masculino, en instantes puntuales de las intervenciones, se actuará siempre con proporcionalidad
a la gravedad del delito que estemos investigando, nada impide que se puedan registrar prendas de ropa y objetos
que la persona a cachear porte, abrigos, gabardinas, chaquetas, bolsos, etc.
En el Convenio Europeo: Este derecho impone al Estado un deber de investigar las denuncias de tortura y de tratos
inhumanos o degradantes, incluso cuando han sido infligidos por particulares (Sentencia del Tribunal Europeo de
Derechos Humanos Indelicato c. Italia de 18 de octubre de 2001).
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Desde un punto de vista territorial, bastará decir que el Tribunal ha afirmado que las obligaciones del Estado
únicamente existen en relación con las acciones cometidas dentro de su jurisdicción (Al-Ádsani c. Reino Unido de 21
de noviembre de 2001).
Con los términos “tortura” y “tratos inhumanos o degradantes” no se hace referencia a fenómenos cualitativamente
diferentes, sino que se trata de nociones graduadas dentro de una misma escala (Sentencia del Tribunal Europeo de
Derechos Humanos Irlanda c. Reino Unido de 18 de enero de 1978). La conducta contemplada consiste, en todo caso,
en infligir un sufrimiento físico o psíquico tendente bien a humillar a la víctima ante los demás o ante si misma (tratos
degradantes), bien a doblegar su voluntad forzándola a actuar contra su conciencia (tratos inhumanos). Así, en esta
perspectiva gradualista, la tortura no sería sino la forma agravada y más cruel de los tratos inhumanos o degradantes.
También se reputa tortura toda forma de expulsión, -incluidas la extradición, así como la denegación de asilo- a un
país donde el expulsado corra el riesgo de ser condenado a la pena de muerte (Sentencia del Tribunal Europeo de
Derechos Humanos Soering c. Reino Unido de 7 de julio de 1989).
No se estima prohibida en sí misma la cadena perpetua, salvo que provoque un grave deterioro del estado de salud
del reo, ni se establecen límites para la tipificación interna de las penas privativas de libertad.
Los malos tratos policiales son injustificables en términos absolutos, por lo que no cabe hacer consideraciones de
proporcionalidad ni ponderaciones con otros bienes jurídicos en juego, ni siquiera con intereses vitales del Estado
como puede ocurrir en el contexto de la lucha antiterrorista (Sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos
Selmounic c. Turquía de 28 de julio de 1999). Cuando hay indicios de malos tratos policiales (heridas, contusiones...)
pesa sobre la policía la carga de demostrar la corrección de su actuación (Sentencoa del Tribunal Europeo de Derechos
Humanos Ribitsch c. Austria de 4 de diciembre de 1995).
El artículo 3 exige de los Estados la protección de la salud e integridad física de las personas privadas de libertad,
especialmente en lo que a la obtención de cuidados médicos respecta. Por eso, el fallecimiento de un detenido en
condiciones sospechosas exige la realización de una investigación efectiva. La efectividad requiere en primer lugar que
las personas responsables de la investigación sean independientes de las implicadas en los hechos, lo que implica que
aquéllas no estén subordinadas jerárquicamente a las últimas.
En este sentido y en relación con España, el TEDH ha considerado que el médico forense es un funcionario de la
Administración y por lo tanto no independiente (Sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos Martínez Sala
y otros c. España de 2 de noviembre de 2004).En segundo lugar, se contribuye a la efectividad cuando las autoridades
toman todas las medidas razonables para la obtención de pruebas, ya se trate de testimonios testificales o informes
periciales, incluso la realización de autopsias (Sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos Slimani c. Francia
de 27 de junio de 2004).
Al amparo de este precepto el TEDH también excluyó que los castigos corporales pudieran ser empleados como
sanción penal (Sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos Tyrer c. Reino Unido de 25 de abril de 1978).
Asimismo, queda proscrita toda norma que permita el castigo físico en las escuelas (Sentencia del Tribunal Europeo
de Derechos Humanos Campbell c. Reino Unido de 25 de marzo de 1993).
Las conductas contempladas en este precepto no son exclusivamente castigos corporales, ya que el Tribunal también
ha considerado trato inhumano prender fuego a la vivienda de una persona, en presencia de su familia y obligándola
a abandonar su hogar (STEDH Altun c. Turquía de 1 de junio de 2004).
El tribunal ha estimado que la desaparición de una persona, aun cuando en sí misma no llegue a constituir violación
del artículo 3, puede considerarse trato inhumano y degradante en relación con su madre (Sentencia del Tribunal
Europeo de Derechos Humanos Kurt, de 25 de mayo de 1998). Que un familiar de un desaparecido sea o no víctima
de un tratamiento contrario al artículo 3 dependerá de factores específicos como la proximidad del parentesco, las
circunstancias particulares de la relación, el grado de participación en los hechos y en la búsqueda de información y,
sobre todo, la manera en que las autoridades reaccionan ante la angustia e incertidumbre del demandante (Sentencia
del Tribunal Europeo de Derechos Humanos Akdeniz y otros de 31 de mayo de 2001).
No obstante, sí ha establecido al respecto que no es contraria al Convenio la exigencia impuesta a los abogados para
prestar asistencia jurídica obligatoria o de oficio en los supuestos previstos en las leyes procesales nacionales
(Sentencia de 26 y 27 de octubre de 1983 en el asunto Van der Mussele contra Bélgica) y, en la misma línea que
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tampoco es contraria al artículo 4 la exigencia de realización de trabajos a una persona privada legalmente de libertad
siempre que las tareas no excedan de los límites “normales” en la materia y se orienten a facilitar la reinserción social
del condenado y siempre que se cuente con base legal suficiente (Sentencia de 24 de junio de 1982 en el asunto Van
Droogenbroeck contra Bélgica).

El derecho a la libertad y seguridad (aquí)


Conforme al artículo 17 de la Constitución, “1- Toda persona tiene derecho a la libertad y a la seguridad. Nadie puede
ser privado de su libertad, sino con la observancia de lo establecido en este artículo y en los casos y en las formas
previstas en la Ley. 2- La detención preventiva no podrá durar más del tiempo estrictamente necesario para la
realización de las averiguaciones tendentes al esclarecimiento de los hechos, y, en todo caso, en el plazo máximo de
setenta y dos horas, el detenido deberá ser puesto en libertad o a disposición de la autoridad judicial. 3- Toda persona
detenida debe ser informada de forma inmediata, y de modo que le sea comprensible, de sus derechos y de las razones
de su detención, no pudiendo ser obligada a declarar. Se garantiza la asistencia de abogado al detenido en las
diligencias policiales y judiciales, en los términos que la Ley establezca. 4- La Ley regulará un procedimiento de habeas
corpus para producir la inmediata puesta a disposición judicial de toda persona detenida ilegalmente. Asimismo, por
la Ley se determinará el plazo máximo de duración de la prisión provisional.”
La detención es una pura situación fáctica consistente en que la persona se vea impedida u obstaculizada para
autodeterminar, por obra de su voluntad, una conducta lícita, sin que puedan encontrarse situaciones intermedias
entre detención y libertad (Sentencia del Tribunal Constitucional 98/86 de 10 de julio). Según el artículo 489 LECrim.
“Ningún español ni extranjero podrá ser detenido sino en los casos y en la forma que las leyes prescriban". No resulta
constitucional la denominada "retención" y sólo cabria admitir como límites a la detención las situaciones intermedias
reguladas en los artículos 14 a 20 de la L.O. 4/2015 de Seguridad Ciudadana.
• Artículo 16 Identificación de personas (LO 4/2015)
1. En el cumplimiento de sus funciones de indagación y prevención delictiva, así como para la sanción de
infracciones penales y administrativas, los agentes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad podrán requerir la
identificación de las personas en los siguientes supuestos:
a. Cuando existan indicios de que han podido participar en la comisión de una infracción.
b. Cuando, en atención a las circunstancias concurrentes, se considere razonablemente necesario que
acrediten su identidad para prevenir la comisión de un delito.
En estos supuestos, los agentes podrán realizar las comprobaciones necesarias en la vía pública o en el lugar
donde se hubiese hecho el requerimiento, incluida la identificación de las personas cuyo rostro no sea visible
total o parcialmente por utilizar cualquier tipo de prenda u objeto que lo cubra, impidiendo o dificultando
la identificación, cuando fuere preciso a los efectos indicados.
En la práctica de la identificación se respetarán estrictamente los principios de proporcionalidad, igualdad
de trato y no discriminación.
2. Cuando no fuera posible la identificación por cualquier medio, incluida la vía telemática o telefónica, o si la
persona se negase a identificarse, los agentes, para impedir la comisión de un delito o al objeto de sancionar
una infracción, podrán requerir a quienes no pudieran ser identificados a que les acompañen a las
dependencias policiales más próximas en las que se disponga de los medios adecuados para la práctica de
esta diligencia, a los solos efectos de su identificación y por el tiempo estrictamente necesario, que en ningún
caso podrá superar las seis horas.
3. En las dependencias policiales se llevará un libro-registro en el que sólo se practicarán asientos relacionados
con la seguridad ciudadana. Constarán en él las diligencias de identificación practicadas, así como los
motivos, circunstancias y duración de las mismas, y sólo podrán ser comunicados sus datos a la autoridad
judicial competente y al Ministerio Fiscal.
4. A las personas desplazadas a dependencias policiales a efectos de identificación, se les deberá expedir a su
salida un volante acreditativo del tiempo de permanencia en ellas, la causa y la identidad de los agentes
actuantes.
• Artículo 17 Restricción del tránsito y controles en las vías públicas (LO 4/2015)
1. Los agentes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad podrán limitar o restringir la circulación o permanencia en
vías o lugares públicos y establecer zonas de seguridad en supuestos de alteración de la seguridad ciudadana
o de la pacífica convivencia, o cuando existan indicios racionales de que pueda producirse dicha alteración,
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

por el tiempo imprescindible para su mantenimiento o restablecimiento. Asimismo podrán ocupar


preventivamente los efectos o instrumentos susceptibles de ser utilizados para acciones ilegales, dándoles el
destino que legalmente proceda.
2. Para la prevención de delitos de especial gravedad o generadores de alarma social, así como para el
descubrimiento y detención de quienes hubieran participado en su comisión y proceder a la recogida de los
instrumentos, efectos o pruebas, se podrán establecer controles en las vías, lugares o establecimientos
públicos, siempre que resulte indispensable proceder a la identificación de personas que se encuentren en
ellos, al registro de vehículos o al control superficial de efectos personales.
Protección de la Seguridad Ciudadana, donde encuentran su cobertura legal los distintos controles policiales realizados
en calles o carreteras, solicitudes de identificación, detenciones momentáneas de vehículos para notificar denuncias
por infracciones de tráfico. Es decir, la momentánea privación del derecho a la libre deambulación o circulación, por
la aplicación de normas de policía que garanticen la seguridad. (Auto T.S. de 03-07-96), así se han considerado lícitas
y diversas a la detención propiamente dicha la práctica de diligencias de identificación y cacheo por la Policía, así como
la prueba de alcoholemia que, sin embargo, han de someterse al principio de proporcionalidad y de racionalidad, (SSTC
10-7-86 y 18-11-93 y SSTS. de 31- 1 y 14-02-94); al igual ocurre con las diligencias de identificación y cacheo de los
sospechosos, siempre que dichas medidas sean sometidas a los principios de proporcionalidad y de necesidad (SSTC
de 7-7-95 y de 02-02-96).

Respecto del concepto constitucional de libertad personal: La STC 120/1990 dice que, según reiterada doctrina de este
Tribunal -SSTC 126/1987), 22/1988, 112/1988 y 61/1990, por citar las más recientes- la libertad personal protegida
por este precepto es la «libertad física», la libertad frente a la detención, condena o internamientos arbitrarios, sin que
pueda cobijarse en el mismo una libertad general de actuación o una libertad general de autodeterminación individual,
pues esta clase de libertad, que es un valor superior del ordenamiento jurídico -art. 1.1 de la Constitución-, sólo tiene
la protección del recurso de amparo en aquellas concretas manifestaciones a las que la Constitución les concede la
categoría de derechos fundamentales incluidos en el capítulo segundo de su título I.

Respecto del concepto de seguridad: Conforme a la STC 109/1987 la seguridad a que se refiere el artículo 17.1 de la
Constitución no es la seguridad jurídica del artículo 9.3 de la misma norma. Según la STC 126/1987 El derecho que
consagra el artículo 17 es un derecho a la seguridad personal y por consiguiente a la ausencia de perturbaciones
procedentes de medidas de detención o de otras similares, que puedan restringir la libertad personal o ponerla en
peligro.

Respecto de la privación de libertad: Según la Sentencia del Tribunal Constitucional 98/1986 una recta identificación
del concepto de «privación de libertad», que figura en el art. 17.1 de la Constitución, es condición necesaria para la
exigencia y aplicación del íntegro sistema de garantías que disponen el referido artículo de la norma fundamental, y
en este sentido hay que subrayar que no es constitucionalmente tolerable que situaciones efectivas de privación de
libertad -en las que, de cualquier modo, se impida u obstaculice la autodeterminación de la conducta lícita- queden
sustraídas a la protección que a la libertad dispensa la Constitución por medio de una indebida restricción del ámbito
de las categorías que en ella se emplean. Debe considerarse como detención cualquier situación en que la persona se
vea impedida u obstaculizada para autodeterminar, por obra de su voluntad, una conducta lícita, de suerte que la
detención no es una decisión que se adopte en el curso de un procedimiento, sino una pura situación fáctica, sin que
puedan encontrarse zonas intermedias entre detención y libertad.

• Artículo 490 (Ley enjuiciamiento Criminal)


Cualquier persona puede detener:
1. Al que intentare cometer un delito, en el momento de ir a cometerlo.
2. Al delincuente, «in fraganti».
3. Al que se fugare del establecimiento penal en que se halle extinguiendo condena.
4. Al que se fugare de la cárcel en que estuviere esperando su traslación al establecimiento penal o lugar en que
deba cumplir la condena que se le hubiese impuesto por sentencia firme.
5. Al que se fugare al ser conducido al establecimiento o lugar mencionado en el número anterior.
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6. Al que se fugare estando detenido o preso por causa pendiente.


7. Al procesado o condenado que estuviere en rebeldía.
• Artículo 492 (Ley enjuiciamiento Criminal)
La autoridad o agente de policía judicial tendrá obligación de detener:
1. A cualquiera que se halle en alguno de los casos del artículo 490.
2. Al que estuviere procesado por delito que tenga señalada en el Código pena superior.
3. Al procesado por delito a que esté señalada pena inferior, si sus antecedentes o las circunstancias del hecho
hicieren presumir que no comparecerá cuando fuere llamado por la Autoridad judicial.
4. Al que estuviere en el caso del número anterior, aunque todavía no se hallase procesado, con tal que concurran
las dos circunstancias siguientes:
a. Que la Autoridad o agente tenga motivos racionalmente bastantes para creer en la existencia de un
hecho que presente los caracteres de delito.
b. Que los tenga también bastantes para creer que la persona a quien intente detener tuvo participación
en él.
• Artículo 496 (Ley de enjuiciamiento Criminal)
El particular, Autoridad o agente de Policía judicial que detuviere a una persona en virtud de lo dispuesto en los
precedentes artículos, deberá ponerla en libertad o entregarla al Juez más próximo al lugar en que hubiere hecho la
detención dentro de las veinticuatro horas siguientes al acto de la misma.
Si demorare la entrega, incurrirá en la responsabilidad que establece el Código Penal, si la dilación hubiere excedido
de veinticuatro horas.

Según la Sentencia del Tribunal Constitucional 140/1986 el art. 17.1, al hacer mención del derecho a la libertad y
seguridad, lo hace en términos generales, sin limitar su alcance a situaciones anteriores a la condena penal y, en
consecuencia, sin excluir ninguna privación de libertad -anterior o posterior a la Sentencia condenatoria- de la
necesidad de que se lleve a cabo con las garantías previstas en el mismo artículo y apartado, esto es, que se realice «en
los casos y en la forma previstos en la Ley». Lo que supone que la protección alcanza tanto a las detenciones preventivas
y las situaciones de prisión provisional anteriores a la Sentencia, como a la privación de libertad, consecuencia de ésta,
y a la forma en que tal privación se lleva a cabo en la práctica. Abona esta conclusión, resultante de la letra del art.
17.1 el que, en apartados distintos del mismo artículo se regule específicamente la detención preventiva y se remita a
la Ley a fijación del plazo máximo de duración de la prisión provisional. Debe entenderse pues que la privación de
libertad a que se refiere el art. 17.1 se refiere tanto a supuestos de privación anteriores a la condena penal, como a
aquellos determinados por la misma, y que se han de llevar a cabo en su virtud. En otras palabras, el mandato del
tantas veces citado artículo constitucional comprende también el derecho a no ser privado de libertad por Sentencia
firme sino en los casos y en la forma previstos en la Ley.

Según la Sentencia del Tribunal Constitucional los derechos del artículo 17 corresponden al detenido, a quien haya sido
privado provisionalmente de libertad por razón de la presunta comisión de un ilícito penal y para su puesta a disposición
de la autoridad judicial. Las garantías del artículo 17.3 hallan su sentido en asegurar la situación de quien, privado de
su libertad, se encuentra ante la eventualidad de quedar sometido a un procedimiento penal, procurando así la norma
constitucional que aquella situación de sujeción no devenga en ningún caso en productora de la indefensión del
afectado.

Conforme a la Sentencia del Tribunal Constitucional 341/1993 Los derechos y garantías que dispone el art. 17 (núms.
2 y 3) de la Constitución corresponden al afectado por una «detención preventiva». El «detenido» al que se refieren
estas previsiones constitucionales es, en principio, el afectado por una medida cautelar de privación de libertad de
carácter penal y así hemos tenido ya ocasión de advertir que «las garantías exigidas por el art. 17.3 -información al
detenido de sus derechos y de las razones de su detención, inexistencia de cualquier obligación de declarar y asistencia
letrada- hallan (...) su sentido en asegurar la situación de quien, privado de su libertad, se encuentra ante la
eventualidad de quedar sometido a un procedimiento penal, procurando así la norma constitucional que aquella
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situación de sujeción no devenga en ningún caso en productora de la indefensión del afectado» (Sentencia del Tribunal
Constitucional 107/1985)

Conforme a la Sentencia del Tribunal Constitucional 140/1986 el derecho a la libertad del art. 17.1, es el derecho de
todos a no ser privados de la misma, salvo «en los casos y en la forma previstos en la Ley»: En una Ley que, por el hecho
de fijar las condiciones de tal privación, es desarrollo del derecho que así se limita. En este sentido el Código penal y en
general las normas penales, estén en él enmarcadas formalmente, o fuera de él en leyes sectoriales, son garantía y
desarrollo del derecho de libertad en el sentido del artículo 81.1 de la C. E., por cuanto fijan y precisan los supuestos en
que legítimamente se puede privar a una persona de libertad. De ahí que deban tener carácter de Orgánicas. No puede
hablarse por ello de un «derecho al rango» de Ley Orgánica, como contenido en el art. 17.1, sino más bien, de que el
derecho en este artículo reconocido a la libertad y seguridad, incluye todas sus garantías previstas en diversos
preceptos constitucionales (el mismo art. 17, los arts. 25.1, 53.1 y 2, y 81.1), cuya vulneración supone la del mismo
derecho.

Conforme a la Sentencia del Tribunal Constitucional 178/1985 debe exigirse "una proporcionalidad entre el derecho a
la libertad y la restricción de esta libertad, de modo que se excluyan -aun previstas en la Ley- privaciones de libertad
que, no siendo razonables, rompan el equilibrio entre el derecho y su limitación". En un sentido similar la Sentencia del
Tribunal Constitucional 341/1993 cuando dice que este precepto remite a la Ley, en efecto, la determinación de los
«casos» en los que se podrá disponer una privación de libertad, pero ello en modo alguno supone que quede el
legislador apoderado para establecer, libre de todo vínculo, cualesquiera supuestos de detención, arresto o medidas
análogas. La Ley no podría, desde luego, configurar supuestos de privación de libertad que no correspondan a la
finalidad de protección de derechos, bienes o valores constitucionalmente reconocidos o que por su grado de
indeterminación crearan inseguridad o incertidumbre insuperable sobre su modo de aplicación efectiva y tampoco
podría incurrir en falta de proporcionalidad.

Respecto de la asistencia de letrado: La Sentencia del Tribunal Constitucional 196/1987 dice que “en el ejercicio del
derecho a la asistencia letrada tiene lugar destacado la confianza que al asistido le inspiren las condiciones
profesionales y humanas de su Letrado y, por ello, procede entender que la libre designación de éste viene integrada
en el ámbito protector del derecho; es preciso, sin embargo, matizar que el elemento de confianza alcanza especial
relieve cuando se trata de la defensa de un acusado en un proceso penal, donde frecuentemente se plantean complejos
problemas procesales y sustantivos; pero no ocurre lo mismo en el supuesto de detención en primeras diligencias
policiales, constitutiva de una situación jurídica en la que la intervención del Letrado responde a la finalidad, de acuerdo
con lo dispuesto en el art. 520 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, de asegurar, con su presencia personal, que los
derechos constitucionales del detenido sean respetados, que no sufra coacción o trato incompatible con su dignidad y
libertad de declaración y que tendrá el debido asesoramiento técnico sobre la conducta a observar en los
interrogatorios, incluida la de guardar silencio, así como sobre su derecho a comprobar, una vez realizados y concluidos
con la presencia activa del Letrado, la fidelidad de lo transcrito en el acta de declaración que se le presenta a la firma.

Estas circunstancias caracterizadoras de la situación del detenido unidas a que el art. 17.3 de la Constitución habilita
al legislador para establecer los términos del derecho a la asistencia letrada del mismo, sin imponerle formas concretas
de designación conducen a entender que la relación de confianza, aun conservando cierta importancia, no alcanza, sin
embargo, la entidad suficiente para hacer residir en ella el núcleo esencial del derecho, pues no debe olvidarse que,
una vez concluido el período de incomunicación, de breve duración por imperativo legal, el detenido recupera el
derecho a elegir Abogado de su confianza y que las declaraciones ante la policía, en principio, son instrumentos de la
investigación que carecen de valor probatorio.

La esencia del derecho del detenido a la asistencia letrada es preciso encontrarlo, no en la modalidad de la designación
del Abogado, sino en la efectividad de la defensa, pues lo que quiere la Constitución es proteger al detenido con la
asistencia técnica de un Letrado, que le preste su apoyo moral y ayuda profesional en el momento de su detención y
esta finalidad se cumple objetivamente con el nombramiento de un Abogado de oficio, el cual garantiza la efectividad
de la asistencia de manera equivalente al Letrado de libre designación.

La especial naturaleza o gravedad de ciertos delitos o las circunstancias subjetivas y objetivas que concurran en ellos
pueden hacer imprescindible que las diligencias policiales y judiciales dirigidas a su investigación sean practicadas con
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el mayor secreto, a fin de evitar que el conocimiento del estado de la investigación por personas ajenas a esta propicien
que se sustraigan a la acción de la justicia culpables o implicados en el delito investigado o se destruyen o oculten
pruebas de su comisión.

En atención a ello, la Ley de Enjuiciamiento Criminal concede a la autoridad judicial la competencia exclusiva para
decretar la incomunicación del detenido, medida excepcional de breve plazo de duración que tiene por objeto aislar
al detenido de relaciones personales, que pueden ser utilizadas para transmitir al exterior noticias de la investigación
en perjuicio del éxito de ésta. En tal situación, la imposición de Abogado de oficio se revela como una medida más de
las que el legislador, dentro de su poder de regulación del derecho a la asistencia letrada, establece al objeto de
reforzar el secreto de las investigaciones criminales. Teniendo en cuenta que la persecución y castigo de los delitos
son pieza esencial de la defensa de la paz social y de la seguridad ciudadana, los cuales son bienes reconocidos en los
artículos 10.1 y 104.1 de la Constitución y, por tanto, constitucionalmente protegidos, la limitación establecida en el
art. 527 a) de la Ley de enjuiciamiento criminal encuentra justificación en la protección de dichos bienes que, al entrar
en conflicto con el derecho de asistencia letrada al detenido, habilitan al legislador para que, en uso de la reserva
específica que le confiere el art. 17.3 de la Constitución, proceda a su conciliación, impidiendo la modalidad de libre
elección de Abogado.

Respecto del procedimiento de Habeas Corpus: La pretensión del Habeas Corpus es establecer remedios eficaces y
rápidos para los eventuales supuestos de detenciones de la persona no justificados legalmente, o que transcurran en
condiciones ilegales. Por consiguiente, el Habeas Corpus se configura como una comparecencia del detenido ante el
Juez, comparecencia de la que proviene etimológicamente la expresión que da nombre al procedimiento, y que
permite al ciudadano, privado de libertad, exponer sus alegaciones contra las causas de la detención o las condiciones
de la misma, al objeto de que el Juez resuelva, en definitiva, sobre la conformidad a Derecho de la detención.

La eficaz regulación del Habeas Corpus exige, por tanto, la articulación de un procedimiento lo suficientemente rápido
como para conseguir la inmediata verificación judicial de la legalidad y las condiciones de la detención, y lo
suficientemente sencillo como para que sea accesible a todos los ciudadanos y permita, sin complicaciones
innecesarias, el acceso a la autoridad judicial.

La Sentencia del Tribunal Constitucional 98/1986 dice que el órgano judicial que conoce de la petición de «habeas
corpus» juzga de la legitimidad de una situación de privación de libertad a la que puede poner fin o modificar en
atención a las circunstancias en las que la detención se produjo o se está realizando, pero sin extraer de éstas -de lo
que las mismas tuvieron de posibles infracciones del ordenamiento- más consecuencias que la de la necesaria
finalización o modificación de dicha situación de privación de libertad (art. 8.2 de la Ley Orgánica 6/1984, de 24 de
mayo), y adoptando, en su caso, alguna o algunas de las decisiones a las que se refiere el artículo 9.º del mismo texto
legal. No puede ser de otro modo si se repara en que el procedimiento previsto en el art. 17.4 de la Constitución tiene
un carácter especial, de cognición limitada, pues a través de él se busca sólo «la inmediata puesta a disposición judicial
de toda persona detenida ilegalmente». Mediante este procedimiento la norma fundamental ha abierto un medio de
defensa de los derechos sustantivos establecidos en el resto de los apartados de su art. 17, que permite hacer cesar de
modo inmediato las situaciones irregulares de privación de libertad, mas no es un proceso al término del cual puedan
obtenerse declaraciones sobre los agravios que, a causa de la ilegalidad de la detención, se hayan infligido a los que la
hayan padecido, quienes -resuelta en cualquier sentido su petición de «habeas corpus»- podrán buscar, por las vías
jurisdiccionales adecuadas, la reparación en Derecho de aquellas lesiones. No cabe descartar que una resolución
desestimatoria en el procedimiento de «habeas corpus» pueda contrariar, por inmotivada o por falta de fundamento
razonable, el derecho a la tutela judicial efectiva y tampoco que en la misma, de otro modo, se haya denegado la
protección del derecho a la libertad personal que se establece en el art. 17.4 por causa de una errónea interpretación
del contenido del derecho reconocido en el art. 17.1 de la norma fundamental, derecho éste que, tanto en una como
en otra hipótesis, sería el conculcado en último término por el juzgador.

El Habeas corpus está regulado en la Ley Orgánica 6/1984. Mediante el procedimiento del Habeas Corpus, regulado
en la presente Ley, se podrá obtener la inmediata puesta a disposición de la Autoridad judicial competente, de
cualquier persona detenida ilegalmente. Conforme al artículo 1 de la Ley Orgánica 6/1984, se consideran personas
ilegalmente detenidas:
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a. Las que lo fueren por una autoridad, agente de la misma, funcionario público o particular, sin que concurran
los supuestos legales, o sin haberse cumplido las formalidades prevenidas y requisitos exigidos por las Leyes.
b. Las que estén ilícitamente internadas en cualquier establecimiento o lugar.
c. Las que lo estuvieran por plazo superior al señalado en las Leyes si, transcurrido el mismo, no fuesen puestas
en libertad o entregadas al Juez más próximo al lugar de la detención.
d. Las privadas de libertad a quienes no les sean respetados los derechos que la Constitución y las Leyes Procesales
garantizan a toda persona detenida.
Es competente para conocer la solicitud de Habeas Corpus el Juez de Instrucción del lugar en que se encuentre la
persona privada de libertad; si no constare el del lugar en que se produzca la detención, y, en defecto de los anteriores,
el del lugar donde se hayan tenido las últimas noticias sobre el paradero del detenido.

Si la detención obedece a la aplicación de la Ley Orgánica que desarrolla los supuestos previstos en el artículo 55.2 de
la Constitución, el procedimiento deberá seguirse ante el Juez Central de Instrucción correspondiente. En el ámbito
de la Jurisdicción Militar será competente para conocer de la solicitud de Habeas Corpus el Juez Togado Militar de
Instrucción constituido en la cabecera de la circunscripción jurisdiccional en la que se efectúo la detención.

Podrán instar el procedimiento de Habeas Corpus que esta Ley establece:


a. El privado de libertad, su cónyuge o persona unida por análoga relación de afectividad; descendientes,
ascendientes, hermanos y, en su caso, respecto a los menores y personas incapacitadas, sus representantes
legales.
b. El Ministerio Fiscal.
c. El Defensor del Pueblo.
Asimismo, lo podrá iniciar, de oficio, el Juez competente a que se refiere el artículo anterior. El procedimiento se
iniciará, salvo cuando se incoe de oficio, por medio de escrito o comparecencia, no siendo preceptiva la intervención
de Abogado ni de Procurador. En dicho escrito o comparecencia deberán constar:
a. El nombre y circunstancias personales del solicitante y de la persona para la que se solicita el amparo judicial
regulado en esta Ley.
b. El lugar en que se halle el privado de libertad, autoridad o persona, bajo cuya custodia se encuentre, si fueren
conocidos, y todas aquellas otras circunstancias que pudieran resultar relevantes.
c. El motivo concreto por el que se solicita el Habeas Corpus.
Promovida la solicitud de Habeas Corpus el Juez examinará la concurrencia de los requisitos para su tramitación y dará
traslado de la misma al Ministerio Fiscal. Seguidamente, mediante auto, acordará la incoación del procedimiento, o,
en su caso, denegará la solicitud por ser ésta improcedente. Dicho auto se notificará, en todo caso, al Ministerio Fiscal.
Contra la resolución que en uno u otro caso se adopte, no cabrá recurso alguno. En el auto de incoación el Juez
ordenará a la autoridad a cuya disposición se halle la persona privada de libertad o a aquel en cuyo poder se encuentre,
que la ponga de manifiesto ante él, sin pretexto ni demora alguna o se constituirá en el lugar donde aquélla se
encuentre.

Antes de dictar resolución, oirá el Juez a la persona privada de libertad o, en su caso, a su representante legal y
Abogado, si lo hubiera designado, así como al Ministerio Fiscal; acto seguido oirá en justificación de su proceder a la
autoridad, agentes, funcionario público o representante de la institución o persona que hubiere ordenado o practicado
la detención o internamiento y, en todo caso, a aquella bajo cuya custodia se encontrase la persona privada de
libertad; a todos ellos dará a conocer el Juez las declaraciones del privado de libertad.

El Juez admitirá, si las estima pertinentes, las pruebas que aporten las personas a que se refiere el párrafo anterior y
las que propongan que puedan practicarse en el acto. En el plazo de veinticuatro horas, contadas desde que sea
dictado el auto de incoación, los Jueces practicarán todas las actuaciones a que se refiere este artículo y dictarán la
resolución que proceda.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

1. Si estima que no se da ninguna de las circunstancias a que se refiere el artículo primero de la Ley, acordará el
archivo de las actuaciones, declarando ser conforme a Derecho la privación de libertad y las circunstancias en que
se está realizando.
2. Si estima que concurren alguna de las circunstancias del artículo primero de la Ley, se acordará en el acto alguna
de las siguientes medidas:
a. La puesta en libertad del privado de ésta, si lo fue ilegalmente.
b. Que continúe la situación de privación de libertad de acuerdo con las disposiciones legales aplicables al caso,
pero, si lo considerase necesario, en establecimiento distinto, o bajo la custodia de personas distintas de las
que hasta entonces la detentaban.
c. Que la persona privada de libertad sea puesta inmediatamente a disposición judicial, si ya hubiere
transcurrido el plazo legalmente establecido para su detención.
Podrá decretar la prisión provisional el juez o magistrado instructor, el juez que forme las primeras diligencias, así
como el juez de lo penal o tribunal que conozca de la causa. La prisión provisional sólo se adoptará cuando
objetivamente sea necesaria, de conformidad con lo establecido en los artículos siguientes, y cuando no existan otras
medidas menos gravosas para el derecho a la libertad a través de las cuales puedan alcanzarse los mismos fines que
con la prisión provisional. Así, para la adopción de esta medida cautelar privativa de libertad deberán darse los
siguientes presupuestos de manera conjunta (Art. 503 Ley de enjuiciamiento criminal):
1. La existencia de un hecho delictivo con pena igual o superior a 2 años, si bien también es posible cuando la pena
no llega a ese máximo, pero el imputado tiene antecedentes penales no cancelados ni susceptibles de cancelación
por delito doloso.
2. La existencia de motivos bastantes para creer responsable penal al imputado (lo que ya existía también en la
anterior regulación).
3. La persecución, con la prisión provisional, de alguno de los siguientes fines:
a) Asegurar la presencia del imputado en el proceso cuando pueda inferirse racionalmente un riesgo de fuga.
Para valorar la existencia de este peligro se atenderá conjuntamente a la naturaleza del hecho, a la gravedad
de la pena que pudiera imponerse al imputado, a la situación familiar, laboral y económica de éste, así como
a la inminencia de la celebración del juicio oral.
b) El de evitar que el inculpado oculte, altere o destruya fuentes de prueba, o pueda influir sobre otros imputados,
testigos o peritos, bien por si mismo o bien por medio de terceros.
c) El de evitar que el imputado pueda actuar contra bienes jurídicos de la víctima, especialmente si es familia (es
decir, alguna de las personas enumeradas en el Art. 173.2 Código Penal). Con la peculiaridad de que, en este
caso, no se tiene en cuenta la gravedad de la pena a la hora de adoptar la medida de prisión provisional.
d) Otro supuesto en el que cabe acordar la prisión provisional: la de evitar que el imputado siga cometiendo
hechos delictivos de no adoptarse esta medida.
La prisión provisional durará el tiempo imprescindible para alcanzar cualquiera de los fines previstos en el artículo
anterior y en tanto subsistan los motivos que justificaron su adopción. Cuando la prisión provisional se hubiera
decretado en virtud de lo previsto en los párrafos a o c del apartado 1.3 o en el apartado 2 del artículo anterior, su
duración no podrá exceder de un año si el delito tuviere señalada pena privativa de libertad igual o inferior a tres años,
o de dos años si la pena privativa de libertad señalada para el delito fuera superior a tres años. No obstante, cuando
concurrieren circunstancias que hicieran prever que la causa no podrá ser juzgada en aquellos plazos, el juez o tribunal
podrá, acordar mediante auto una sola prórroga de hasta dos años si el delito tuviera señalada pena privativa de
libertad superior a tres años, o de hasta seis meses si el delito tuviera señalada pena igual o inferior a tres años.

Si fuere condenado el imputado, la prisión provisional podrá prorrogarse hasta el límite de la mitad de la pena
efectivamente impuesta en la sentencia, cuando ésta hubiere sido recurrida. Cuando la prisión provisional se hubiere
acordado en virtud de lo previsto en el apartado 1.3.b del artículo anterior, su duración no podrá exceder de seis
meses.
Derechos penitenciarios
En materia de seguridad dentro de los centros penitenciarios el TC se ha pronunciado al respecto de:
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

a. El cacheo con desnudo integral: Tal medida de seguridad que regula el art. 23 LOGP ha sido tratada por el
Tribunal Constitucional en las sentencias de 28 de febrero de 1994, SSTC 57/11994, 204/2000 de 24 de julio y
en el ATC 94/1999 de 14 de abril, con relación al derecho a la dignidad personal y al derecho a la integridad
corporal como parte integrante de la intimidad personal, art. 18 CE, y expresa así su rechazo a la posible
interdicción de la tortura, así como de las penas o tratos inhumanos o degradantes, art. 15 CE. En síntesis el
Tribunal Constitucional dirá que la Administración penitenciaria en correspondencia con su deber de velar por
el orden y seguridad de los establecimientos, puede establecer los oportunos controles para impedir que las
comunicaciones íntimas puedan ser ocasión de introducir objetos peligrosos o sustancias estupefacientes, con
evidente riesgo para la salud y la integridad física de los internos y para la seguridad y buen orden del
establecimiento, máxime si, dichas comunicaciones, son el cauce habitual para la introducción en el Centro
Penitenciario estupefacientes u objetos peligrosos, siendo válido la aplicación de las medidas de control si están
justificadas por su finalidad, se fundamentan en circunstancias del centro penitenciario y de la previa conducta
de los reclusos y además por los medios utilizados para su práctica no se produce afectación de los derechos
fundamentales de intimidad y dignidad.
b. La exploración con Rayos X: Tal materia es tratada por la STC 35/1996 de 11 de marzo, en su conexión al derecho
fundamental a la integridad física y moral, art. 15 CE y en la que analiza la exploración mediante rayos X, a fin
de indagar la posible ocultación en cavidades corporales de objetos prohibidos, declarando la
constitucionalidad de las medidas que no vulneran la integridad física, siempre que se realicen de forma aislada,
por personal médico especializado, previos informes de éstos —personal médico— se utilicen aparatos
homologados y el nivel de radiación resulte ser de menor intensidad que los máximos permitidos por la
Organización Mundial de la Salud. Aunque condiciona su uso al fin perseguido, el de garantizar la seguridad u
orden del establecimiento penitenciario, en atención al historial del recluso.
Podemos decir, a modo de conclusión, que en el ámbito penitenciario el Tribunal Constitucional ha hecho efectivo el
principio básico que consagra la CE y es que el recluso no deja de ser una persona titular de derechos y obligaciones
por el hecho de ingresar en prisión, sino que conserva sus derechos fundamentales no afectados por la resolución
judicial condenatoria. En este sentido, el Tribunal Constitucional se ha pronunciado sobre la mayoría de los derechos
de los reclusos susceptibles de amparo constitucional. En concreto, lo ha hecho sobre los siguientes: el derechos a la
vida e integridad física (art. 15 CE), el derecho a la libertad (art. 17 CE), el derecho de reunión (art. 21CE), el derecho al
trabajo (art. 25.2 y 28 CE), el derecho a la igualdad ante la ley (art. 14 CE), el derecho a la intimidad personal y familiar
(art. 18 CE) y el derecho a la libertad ideológica (art. 16 CE) el derecho a la libertad de expresión [art. 20.1 a) CE] (el uso
del euskera en el procedimiento sancionador), el derecho al secreto de las comunicaciones (art. 18.3 CE) el derecho a
elegir libremente residencia y circular por el territorio (art. 19 CE) el derecho a recibir información veraz [art. 20.1 d)
CE]: el principio de legalidad (art. 25.1 CE) el derecho a la educación (art. 27.1 CE) así como la inexistencia a un derecho
a la reinserción o reeducación social. Pocos han sido los derechos fundamentales de los reclusos han quedado fuera
del prima del Tribunal Constitucional.

Tribunal Europeo de Derechos Humanos


En el convenio europeo: El legislador debe fijar con suficiente precisión y accesibilidad los supuestos y la duración de
la privación de libertad. De aquí se sigue que, aunque hayan sido autorizadas o ratificadas por un juez, son ilícitas las
privaciones de libertad carentes de cobertura legal (STEDH Riera Blume c. España de 14 de octubre de 1999). El artículo
5.1 contiene una lista exhaustiva de motivos por los que una persona puede ser privada de su libertad. No obstante,
nada impide que una detención no pueda encontrar justificación en más de un subapartado (STEDH Eriksen c. Noruega
de 27 de mayo de 1997).

El TEDH ha venido manteniendo tradicionalmente que tiene que existir una relación entre los motivos de privación de
libertad y las condiciones de dicha privación, por lo que en principio, una persona que ha sido considerada enferma
mental al amparo del subapartado e) nada más podría ser detenida para ingresar en un hospital, clínica u otra
institución apropiada (STEDH Hutchison Reid c. Reino Unido). Sin embargo, el Tribunal ha ido matizando al entender
que la imposibilidad de ingresar al detenido en una clínica no convierte automáticamente su detención en ilegal, ya
que no siempre las autoridades pueden garantizar la existencia de plazas en instituciones apropiadas. Habrá que
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

valorar las circunstancias de cada caso y el equilibrio entre la gestión de los recursos públicos y la necesidad de
internamiento (STEDH Morsink c. Países Bajos de 11 de mayo de 2004).

En relación con la detención preventiva (artículo 5c) CEDH), indicios racionales son aquéllos idóneos para persuadir a
un observador objetivo de que la persona en cuestión puede haber cometido el delito (STEDH Fox, Campbell y Hartley
c. Reino Unido de 30 de agosto de 1990).

Por lo que respecta al internamiento por razones psiquiátricas, el TEDH exige que las órdenes de internamiento sean
revisadas periódicamente (STEDH Matter c. Eslovaquia de 5 de julio de 1999). Recuerda que el cumplimiento del
artículo 5.1 e) del Convenio requiere que la enajenación del afectado se haya constatado previamente, salvo casos de
urgencia, por un informe médico objetivo, sin que quepa prolongar la privación de libertad más allá de la subsistencia
del problema (STEDH Johnson c. Reino Unido de 24 de octubre de 1997). Solamente en supuestos en los que la
detención se haya producido por un comportamiento violento resulta aceptable que la consulta médica se efectúe
inmediatamente después de la detención. Asimismo se acepta que ante la negativa del interesado a presentarse al
examen médico el informe se realice a partir de la información que conste en el expediente (STEDH R.L. et M.-J.D. c.
Francia de 19 de mayo de 2004).

La ausencia de datos registrados, tales como la fecha, la hora y el lugar de la detención, el nombre del detenido, así
como los motivos de la privación de libertad y el nombre de la persona que la realizó muestran la naturaleza imprecisa
y poco fiable de los registros de detención preventiva, lo que debe considerarse incompatible con el fin mismo del
artículo 5 del Convenio (STEDH Ipek c. Turquía de 17 de febrero de 2004). La duración de la detención preventiva no
puede durar más del tiempo estrictamente necesario para el esclarecimiento de los hechos (STEDH Günay c. Turquía
de 27 de septiembre de 2001).

El párrafo tercero, garantiza el control judicial de la detención al señalar que la persona detenida “deberá ser
conducida sin dilación a presencia de un juez o de otra autoridad habilitada por la ley para ejercer poderes judiciales”.
La “dilación” ha de valorarse en cada caso, a pesar de lo cual los Estados apenas tienen margen de interpretación. En
algunos casos, como en materia terrorista, el Tribunal ha sido comprensivo con las dificultades que plantea la
investigación, pero siempre subrayando que los Estados no tienen carta blanca (STEDH Murray c. Reino Unido de 28
de octubre de 1994).

Por otro lado, el TEDH señala que el hecho de que el detenido no sea conducido a disposición judicial no significa que
se haya vulnerado el artículo 5.3, ya que no puede haber violación de dicho precepto si el detenido ha sido liberado
con celeridad. El Tribunal ha considerado que la liberación después de tres días de detención sin control judicial no
infringe el artículo 5.3 (STEDH Ikincisoy c. Turquía de 24 de julio de 2004), mientras que cuatro días y seis horas de
detención sin control judicial sí que supone la vulneración del artículo 5.3 (STEDH Brogan y otros c. Reino Unido de 29
de noviembre de 1998). En general, lo razonable del período de detención no puede afirmarse in abstracto, ya que
depende de las circunstancias del caso, de la motivación de las decisiones de las autoridades domésticas y de la prueba
de los hechos alegados por el recurrente. La detención continuada únicamente puede justificarse por razones de
interés público y buscando el equilibrio con el respeto de la libertad individual (STEDH Cevizovic c. Alemania de 29 de
julio de 2004).

En cuanto a la prisión provisional, cualquier opción legislativa en cuanto a su duración habrá de superar el principio de
proporcionalidad y, en concreto, deberá tomar en consideración la gravedad del delito imputado y, probablemente,
graduar la duración máxima según la gravedad de los distintos delitos (STEDH Neumeister c. Austria de 27 de junio de
1968). La gravedad del delito debe ser por lo tanto un elemento modulador de la prisión provisional, pero no puede
ser el factor determinante de la misma. En la sentencia Ilijkov c. Bulgaria de 26 de julio de 2001 el Tribunal declaró
contrarias al Convenio la legislación y práctica forense estableciendo la necesidad de acordar la prisión provisional
siempre que la pena superase una cierta gravedad, salvo circunstancias muy excepcionales cuya concurrencia había
de ser probada por el reo. Así ha vuelto a apreciarlo el TEDH en la sentencia Nikolova c. Bulgaria de 30 de septiembre
de 2004, en la que además el Tribunal subraya que el arresto domiciliario está sometido a las condiciones del artículo
5.3 del Convenio.

El artículo 5.4 ampara asimismo la revisión de condena (Hill c. Reino Unido de 27 de abril de 2004).
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Este precepto guarda además relación con el artículo 5.3, ya que si no se constata vulneración de este último por haber
sido liberado el detenido en un plazo razonable, tampoco será de aplicación el artículo 5.4 (STEDH Ikincisoy c. Turquía
de 27 de julio de 2004).

En general en cuanto a los supuestos de privación de libertad, el TEDH no sólo exige que se respete el numerus clausus
del artículo 5 del CEDH, sino que exige, además, que en el caso concreto sea respetado el principio de
proporcionalidad.

La reparación a que se refiere el artículo 5.5 únicamente procede en aquellos supuestos en los que se haya constatado
una detención contraria a lo dispuesto en algunos de los restantes apartados del artículo 5 (STEDH Benham c. Reino
Unido de 10 de junio de 1996).
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Lección 6
Derecho a la libertad ideológica
El Artículo 16 de la Constitución dice que se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las
comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público
protegido por la Ley. Nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias.
Sobre la libertad ideológica: Conforme a la jurisprudencia del Tribunal Constitucional se puede concluir que, según la STC
20/1990 Sin la libertad ideológica consagrada en el art. 16.1 de la Constitución, no serían posibles los valores superiores
de nuestro ordenamiento jurídico que se propugnan en el art. 1.1 de la misma para constituir el Estado social y
democrático de derecho que en dicho precepto se instaura. Para que la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo
político sean una realidad efectiva y no la enunciación teórica de unos principios ideales, es preciso que a la hora de
regular conductas y, por tanto, de enjuiciarlas, se respeten aquellos valores superiores sin los cuales no se puede
desarrollar el régimen democrático que nos hemos dado.

Las libertades que garantiza el art. 16.1 exceden del ámbito personal porque significan el reconocimiento y la garantía de
la opinión pública libre y, por tanto, del pluralismo político propugnado por el art. 1.1 de la Constitución como uno de los
valores superiores de nuestro ordenamiento jurídico.
Esta libertad ideológica y religiosa tiene una dimensión interna y una externa. Como especificó la STC 19/1985 “el derecho
fundamental recogido en el art. 16 de la Constitución comprende, junto a las modalidades de la libertad de conciencia y la
de pensamiento, íntimas y también exteriorizadas, una libertad de acción respecto de las cuales el art. 16.2 establece un
acotamiento negativo en cuanto dispone que «nadie podrá ser obligado a declarar sobre su conciencia, religión o
creencias».”
La STC 120/1990, a su vez especificó que “no se agota en una dimensión interna del derecho a adoptar una determinada
posición intelectual ante la vida y cuanto le concierne y a representar o enjuiciar la realidad según personales convicciones.
Comprende, además, una dimensión externa de agere licere, con arreglo a las propias ideas sin sufrir por ello sanción o
demérito ni padecer la compulsión o la injerencia de los poderes públicos.”
El art. 16.1 C.E. garantiza la libertad ideológica sin más limitaciones en sus manifestaciones que las necesarias para el
mantenimiento del orden público protegido por la ley.

Sobre la libertad ideológica y la libertad de expresión, la citada STC 120/1990 establece que “no hay inconveniente en
reconocer, que entre tales manifestaciones, y muy principalmente, figura la de expresar libremente lo que se piense. A la
libertad ideológica que consagra el art. 16.1 C.E. le corresponde «el correlativo derecho a expresarla que garantiza el art.
20.1 a)» (STC 20/1990, fundamento jurídico 5.º), aun cuando ello no signifique que toda expresión de ideología quede
desvinculada del ámbito de protección del art. 16.1, pues el derecho que éste reconoce no puede entenderse «simplemente
absorbido» por las libertades del art. 20 (STC 20/1990, fundamento jurídico 3.º), o que toda expresión libremente emitida
al amparo del art. 20 sea manifestación de la libertad ideológica del art. 16.1.

Ley Orgánica 6/2002, de 27 de junio, de Partidos Políticos (Artículo 9)


1. Los partidos políticos ejercerán libremente sus actividades. Deberán respetar en las mismas los valores
constitucionales, expresados en los principios democráticos y en los derechos humanos. Desarrollarán las funciones
que constitucionalmente se les atribuyen de forma democrática y con pleno respeto al pluralismo.
2. Un partido político será declarado ilegal cuando su actividad vulnere los principios democráticos, particularmente
cuando con la misma persiga deteriorar o destruir el régimen de libertades o imposibilitar o eliminar el sistema
democrático, mediante alguna de las siguientes conductas, realizadas de forma reiterada y grave:
a) Vulnerar sistemáticamente las libertades y derechos fundamentales, promoviendo, justificando o exculpando
los atentados contra la vida o la integridad de las personas, o la exclusión o persecución de personas por razón
de su ideología, religión o creencias, nacionalidad, raza, sexo u orientación sexual.
b) Fomentar, propiciar o legitimar la violencia como método para la consecución de objetivos políticos o para
hacer desaparecer las condiciones precisas para el ejercicio de la democracia, del pluralismo y de las libertades
políticas.
c) Complementar y apoyar políticamente la acción de organizaciones terroristas para la consecución de sus fines
de subvertir el orden constitucional o alterar gravemente la paz pública, tratando de someter a un clima de
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

terror a los poderes públicos, a determinadas personas o grupos de la sociedad o a la población en general, o
contribuir a multiplicar los efectos de la violencia terrorista y del miedo y la intimidación generada por la misma.
Sin embargo, también ha dejado claro que ese derecho no ampara, en ningún caso, expresiones de carácter xenófobo o
racista, así la STC 214/1991 «del examen de la totalidad de declaraciones del demandado publicadas, no sólo de las
parcialmente transcritas en el escrito de demanda, es indudable que las afirmaciones, dudas y opiniones acerca de la
actuación nazi con respecto a los judíos y a los campos de concentración, por reprobables o tergiversadas que sean -y
ciertamente lo son al negar la evidencia de la historia-, quedan amparadas por el derecho a la libertad de expresión (art.
20.1 C.E.), en relación con el derecho a la libertad ideológica (art. 16 C.E.), pues, con independencia de la valoración que
de las mismas se haga, lo que tampoco corresponde a este Tribunal, sólo pueden entenderse como lo que son: opiniones
subjetivas e interesadas sobre acontecimientos históricos»
«Pero también es indudable que, en las declaraciones publicadas, el demandado no se limitó a manifestar sus dudas sobre
la existencia de cámaras de gas en los campos de concentración nazis, sino que en sus declaraciones, que han de valorarse
en sus conjunto, efectuó juicios ofensivos al pueblo judío («... si hay tantos ahora, resulta difícil creer que hayan salido tan
vivos de los hornos crematorios...»; «... quieren ser siempre las víctimas, los eternos perseguidos, si no tienen enemigos,
los inventan...»), manifestando, además, expresamente su deseo de que surja un nuevo Führer (con lo que ello significa en
cuanto al pueblo judío a la luz de la experiencia histórica). Se trata, con toda evidencia, de unas afirmaciones que
manifiestamente poseen una connotación racista y antisemita, y que no pueden interpretarse más que como una
incitación antijudía, con independencia de cualquier juicio de opinión sobre la existencia de hechos históricos. Esta
incitación racista constituye un atentado al honor de la actora y al de todas aquellas personas que, como ella y su familia,
estuvieron internadas en los campos nazis de concentración»

De otra parte, y en relación con lo anterior, ni la libertad ideológica (art.16 C.E.) ni la libertad de expresión (art. 20.1 C. E.)
comprenden el derecho a efectuar manifestaciones, expresiones o campañas de carácter racista o xenófobo, puesto que,
tal como dispone el art. 20.4, no existen derechos ilimitados y ello es contrario no sólo al derecho al honor de la persona
o personas directamente afectadas, sino a otros bienes constitucionales como el de la dignidad humana (art. 10 C.E.), que
han de respetar tanto los poderes públicos como los propios ciudadanos, de acuerdo con lo dispuesto en los arts. 9 y 10
de la Constitución. La dignidad como rango o categoría de la persona como tal, del que deriva y en el que se proyecta el
derecho al honor (art. 18.1 C.E.), no admite discriminación alguna por razón de nacimiento, raza o sexo, opiniones o
creencias.

Sin embargo, el TEDH ha dictad una sentencia en octubre de 2015 en la que se pronunció a favor de Dogu Perinçek, líder
del Partido Patriótico turco, supremacista y estalinista un controvertido político turco que negó el llamado 'genocidio
armenio' durante una conferencia en Suiza, país que lo condenó en aplicación de su ley anti racismo. Según el tribunal de
Estrasburgo el derecho a la libertad de Expresión, enunciado en el Artículo 10 de la Convención Europea de los Derechos
Humanos, ampara el afirmar que "el genocidio armenio es una gran mentira internacional".
El grupo de cabildeo Suiza-Armenia lo demandó, y un tribunal suizo lo condenó y multó en 2007 porque "sus motivaciones
fueron un acto de tendencia racista", según consta en los documentos preliminares de la causa en Estrasburgo. Agotada
la vía ordinaria, Perinçek apeló al Tribunal Europeo de Derechos Humanos en junio de 2008 alegando que se había
socavado su derecho a la libertad de expresión.

Así pues, de la conjunción de ambos valores constitucionales, dignidad e igualdad de todas las personas, se hace obligado
afirmar que ni el ejercicio de la libertad ideológica ni la de expresión pueden amparar manifestaciones o expresiones
destinadas a menospreciar o a generar sentimientos de hostilidad contra determinados grupos étnicos, de extranjeros o
inmigrantes, religiosos o sociales, pues en un Estado como el español, social, democrático y de Derecho, los integrantes
de aquellas colectividades tienen el derecho a convivir pacíficamente y a ser plenamente respetados por los demás
miembros de la comunidad social.

Sobre la relación de la libertad ideológica y religiosa con el cumplimiento de los deberes legalmente establecidos, la STC
321/1994 ya dijo que «En primer lugar, porque como en varias ocasiones ha declarado este Tribunal (SSTC 15/1982,
101/1983, 160/1987, 1227/1988), el derecho a la libertad ideológica reconocido en el art. 16 C.E. no resulta suficiente para
eximir a los ciudadanos por motivos de conciencia del cumplimiento de deberes legalmente establecidos, con el riesgo
aparejado de relativizar los mandatos legales»
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Sobre los límites de estos derechos mencionamos la STC 20/1990 en donde se dice que «no hay derechos absolutos o
ilimitados, también lo es que la libertad ideológica invocada por el recurrente, por ser esencial, como hemos visto, para la
efectividad de los valores superiores y especialmente del pluralismo político, hace necesario que el ámbito de este derecho
no se recorte ni tenga «más limitación (en singular utiliza esta palabra el art. 16.1 C.E.), en sus manifestaciones, que la
necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la ley».

Se ha considerado que nuestra Constitución plasma lo que se conoce como 'indiferentismo ideológico', en el sentido de
que admite cualquier tipo de ideología, con el límite del orden público, frente a lo que sucede en otros ordenamientos,
como el alemán, en el que quedan proscritas las ideologías contrarias a los principios recogidos en la Constitución, de tal
forma que se admite incluso la defensa de ideologías contrarias al ordenamiento constitucional, siempre que respeten las
formalidades establecidas y que no recaigan en supuestos punibles de acuerdo con la protección penal (Arts. 510 y 515.4
del Código Penal, este último, precisamente, prohíbe las asociaciones que promuevan el odio por motivos ideológicos o
religiosos).

El Tribunal Constitucional, SSTC 13/2001, 48/2003, 235/2007 ó 12/2008, ha sido muy claro a estos efectos cuando ha
señalado que en nuestro sistema no tiene cabida un modelo de democracia militante que imponga la adhesión a la
Constitución y al resto del Ordenamiento Jurídico. Por ello, se dice que la Constitución ampara también a quienes la
niegan, permitiendo ataques al sistema democrático o a la esencia misma de la constitución, con el único límite de la
lesión efectiva de bienes o derechos de relevancia constitucional.

En este sentido cabe recordar como la exigencia de juramento o promesa a la Constitución y al resto del ordenamiento
se ha considerado como un acto formal del que no cabe derivar adhesión ideológica, admitiendo en consonancia fórmulas
que permitan compatibilizar la exigencia formal del juramento (o promesa) con las ideas de la persona que ha de prestarlo
(SSTC 101/1983, de 18 de noviembre, 122/1983, de 16 de diciembre o 119/1990, de 21 de junio). Ese 'indiferentismo' se
ha visto matizado por la Ley Orgánica 6/2002, de 27 de junio, de Partidos Políticos al señalar la ilegalidad de los partidos
cuya actividad 'vulnere los principios democráticos' (art. 9), sin embargo, la ilegalidad apunta a las actividades
inconstitucionales e ilegales y no al mantenimiento de una ideología contraria a la democracia

La libertad religiosa
• Artículo 16 Constitución española
1. Se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades sin más limitación, en
sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la ley.
2. Nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias.
3. Ninguna confesión tendrá carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la
sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás
confesiones.
• Artículo 14
Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo,
religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.
• Artículo 27.3
Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral
que esté de acuerdo con sus propias convicciones
• Artículo 22 (Carta de Derechos Fundamentales de la U.E.)
Diversidad cultural, religiosa y lingüística
La Unión respeta la diversidad cultural, religiosa y lingüística.
• Artículo 21
No discriminación
1. Se prohíbe toda discriminación, y en particular la ejercida por razón de sexo, raza, color, orígenes étnicos o sociales,
características genéticas, lengua, religión o convicciones, opiniones políticas o de cualquier otro tipo, pertenencia
a una minoría nacional, patrimonio, nacimiento, discapacidad, edad u orientación sexual.
• Artículo 9 (Convenio Europeo de Derechos Humanos)
Libertad de pensamiento, de conciencia y de religión
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

1- Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho implica la
libertad de cambiar de religión o de convicciones, así como la libertad de manifestar su religión o sus
convicciones individual o colectivamente, en público o en privado, por medio del culto, la enseñanza, las
prácticas y la observancia de los ritos.
2- La libertad de manifestar su religión o sus convicciones no puede ser objeto de más restricciones que las que,
previstas por la ley, constituyan medidas necesarias, en una sociedad democrática, para la seguridad pública,
la protección del orden, de la salud o de la moral públicas, o la protección de los derechos o las libertades de
los demás.

• Artículo 18. (Declaración Universal de Derechos del Hombre)


Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de
cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente,
tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia.

• Artículo 2.
Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color,
sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento
o cualquier otra condición.

La libertad religiosa se corresponde con la vertiente trascendente de la libertad ideológica, pero más que por el contenido
de las ideas, la libertad religiosa se distingue por su ejercicio comunitario o colectivo (sin perjuicio de su componente
individual) que alcanza su máxima expresión externa mediante los actos de culto.
La libertad religiosa se ha regulado mediante la Ley Orgánica 7/1980, de 5 de julio, de libertad religiosa, a su vez
desarrollada por el Real Decreto 142/1981, de 9 de enero, sobre organización y funcionamiento del Registro de Entidades
Religiosas y el RD 1980/1981, de 19 de junio, sobre constitución de la Comisión Asesora de Libertad Religiosa.

El límite a estos derechos reconocidos en el primer párrafo del artículo 16 CE lo constituye el orden público 'protegido por
la ley', es decir no hace referencia a un orden público de carácter policial sino aquél que se deriva conforme de lo
establecido en el ordenamiento jurídico tendente a proteger ese orden establecido y, en particular, los derechos
fundamentales. En última instancia, el concepto de orden público será el admisible en una sociedad democrática. El
Tribunal Constitucional se ha ceñido a esta interpretación estricta de la cláusula de orden público, que sólo será invocable
cuando se haya constatado en sede judicial la existencia de un peligro cierto para la seguridad, la salud o la moralidad
públicas (STC 46/2001, de 15 de febrero).

Ley Orgánica 7/1980, de 5 de julio, de libertad religiosa


El Estado garantiza el derecho fundamental a la libertad religiosa y de culto, reconocida en la Constitución.
Las creencias religiosas no constituirán motivo de desigualdad o discriminación ante la Ley. No podrán alegarse motivos
religiosos para impedir a nadie el ejercicio de cualquier trabajo o actividad o el desempeño de cargos o funciones públicas.
Ninguna confesión tendrá carácter estatal.
La libertad religiosa y de culto garantizada por la Constitución comprende, con la consiguiente inmunidad de coacción, el
derecho de toda persona a:
a. Profesar las creencias religiosas que libremente elija o no profesar ninguna; cambiar de confesión o abandonar la
que tenía, manifestar libremente sus propias creencias religiosas o la ausencia de las mismas, o abstenerse de
declarar sobre ellas.
b. Practicar los actos de culto y recibir asistencia religiosa de su propia confesión; conmemorar sus festividades;
celebrar sus ritos matrimoniales; recibir sepultura digna, sin discriminación por motivos religiosos, y no ser
obligado a practicar actos de culto o a recibir asistencia religiosa contraria a sus convicciones personales.
c. Recibir e impartir enseñanza e información religiosa de toda índole, ya sea oralmente, por escrito o por cualquier
otro procedimiento; elegir para sí, y para los menores no emancipados e incapacitados, bajo su dependencia,
dentro y fuera del ámbito escolar, la educación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones.
d. Reunirse o manifestarse públicamente con fines religiosos y asociarse para desarrollar comunitariamente sus
actividades religiosas de conformidad con el ordenamiento jurídico
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Asimismo, comprende el derecho de las Iglesias, Confesiones y Comunidades religiosas a establecer lugares de culto o de
reunión con fines religiosos, a designar y formar a sus ministros, a divulgar y propagar su propio credo, y a mantener
relaciones con sus propias organizaciones o con otras confesiones religiosas, sea en territorio nacional o en el extranjero.

Para la aplicación real y efectiva de estos derechos, los poderes públicos adoptarán las medidas necesarias para facilitar
la asistencia religiosa en los establecimientos públicos militares, hospitalarios, asistenciales, penitenciarios y otros bajo su
dependencia, así como la formación religiosa en centros docentes públicos.

Quedan fuera del ámbito de protección de la presente Ley las actividades, finalidades y Entidades relacionadas con el
estudio y experimentación de los fenómenos psíquicos o parapsicológicos o la difusión de valores humanísticos o
espiritualistas u otros fines análogos ajenos a los religiosos.

El ejercicio de los derechos dimanantes de la libertad religiosa y de culto tiene como único límite:
• la protección del derecho de los demás al ejercicio de sus libertades públicas y derechos fundamentales,
• la salvaguardia de la seguridad, de la salud y de la moralidad pública, elementos constitutivos del orden público
protegido por la Ley en el ámbito de una sociedad democrática.

Los derechos reconocidos en esta Ley ejercitados dentro de los límites que la misma señala serán tutelados mediante
amparo judicial ante los Tribunales ordinarios y amparo constitucional ante el Tribunal Constitucional en los términos
establecidos en su Ley Orgánica.

Las Iglesias, Confesiones y Comunidades religiosas y sus Federaciones gozarán de personalidad jurídica una vez inscritas
en el correspondiente Registro público, que se crea, a tal efecto, en el Ministerio de Justicia.

La inscripción se practicará en virtud de solicitud, acompañada de documento fehaciente en el que consten su fundación
o establecimiento en España, expresión de sus fines religiosos, denominación y demás datos de identificación, régimen
de funcionamiento y órganos representativos, con expresión de sus facultades y de los requisitos para su válida
designación.

La cancelación de los asientos relativos a una determinada Entidad religiosa sólo podrá llevarse a cabo a petición de sus
órganos representativos o en cumplimiento de sentencia judicial firme.

Real Decreto 594/2015: Registro de Entidades religiosas


Regula el Registro de Entidades Religiosas, creado de conformidad con lo establecido en el artículo 5 de la Ley Orgánica
7/1980, de 5 de julio, de Libertad Religiosa, las entidades y actos susceptibles de inscripción, los procedimientos de
inscripción y los efectos jurídicos derivados de la misma.

El Registro de Entidades Religiosas radicará en el Ministerio de Justicia con carácter de registro general y público. En el
Registro de Entidades Religiosas podrán inscribirse:
1. Las Iglesias, Confesiones y Comunidades religiosas, así como sus Federaciones.
2. Los siguientes tipos de entidades religiosas, siempre que hayan sido erigidas, creadas o instituidas por una Iglesia,
Confesión o Comunidad religiosa o Federaciones de las mismas inscritas en el Registro:
a. Sus circunscripciones territoriales.
b. Sus congregaciones, secciones o comunidades locales.
c. Las entidades de carácter institucional que formen parte de su estructura.
d. Las asociaciones con fines religiosos que creen o erijan, así como sus federaciones.
e. Los seminarios o centros de formación de sus ministros de culto.
f. Los centros superiores de enseñanza que impartan con exclusividad enseñanzas teológicas o religiosas propias
de la Iglesia, Confesión o Comunidad religiosa inscrita.
g. Las comunidades monásticas o religiosas y las órdenes o federaciones en que se integren.
h. Los institutos de vida consagrada y sociedades de vida apostólica, sus provincias y casas, así como sus
federaciones.
i. Cualesquiera otras entidades que sean susceptibles de inscripción de conformidad con los Acuerdos entre el
Estado español y las confesiones religiosas.
Tendrán acceso al Registro, de acuerdo con el procedimiento que se establece en este real decreto, los siguientes actos:
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

a. La fundación o establecimiento en España de la entidad religiosa.


b. Las modificaciones estatutarias.
c. La identidad de los titulares del órgano de representación de la entidad.
d. La incorporación y separación de las entidades a una federación.
e. La disolución de la entidad.
f. Los lugares de culto.
g. Los ministros de culto.
h. Cualesquiera otros actos que sean susceptibles de inscripción o anotación conforme los Acuerdos entre el
Estado español y las confesiones religiosas.
Las entidades inscribibles gozarán de personalidad jurídica una vez inscritas en el Registro de Entidades Religiosas. Solo
podrá denegarse la inscripción cuando no se reúnan los requisitos establecidos en la Ley Orgánica 7/1980, de 5 de julio,
de Libertad Religiosa o en el Real decreto 594/2015. La solicitud de inscripción se dirigirá al Registro de Entidades
Religiosas del Ministerio de Justicia.

La inscripción de Iglesias, Confesiones y Comunidades religiosas se iniciará por sus representantes legales o personas
debidamente autorizadas mediante solicitud que deberá acompañarse de documento elevado a escritura pública en el
que consten los siguientes datos:
a. Denominación, que no podrá incluir términos que induzcan a confusión sobre su naturaleza religiosa. No serán
admisibles las denominaciones que incluyan expresiones contrarias a las leyes. Tampoco podrá coincidir o
asemejarse, de manera que pueda crear confusión, con ninguna otra previamente inscrita en el Registro de
Entidades Religiosas. Los solicitantes aportarán su traducción al castellano o a alguna de las lenguas cooficiales de
las comunidades autónomas para el caso de que la denominación de la entidad no figure en castellano o en alguna
de las lenguas cooficiales de las comunidades autónomas. Dicha traducción no formará parte de la denominación
de la entidad. En todo caso, las denominaciones deberán estar formadas con letras del alfabeto en castellano o en
cualquiera de las lenguas cooficiales.
b. Domicilio.
c. Ámbito territorial de actuación.
d. Expresión de sus fines religiosos y de cuantos datos se consideren necesarios para acreditar su naturaleza religiosa.
A estos efectos pueden considerarse como tales, sus bases doctrinales, la ausencia de ánimo de lucro y sus
actividades religiosas específicas representadas por el ejercicio y fomento del culto, el mantenimiento de lugares
y objetos de culto, la predicación, la intervención social, la difusión de información religiosa, la formación y
enseñanza religiosa y moral, la asistencia religiosa, la formación y sustento de ministros de culto, y otros análogos.
e. Régimen de funcionamiento, órganos representativos y de gobierno, con expresión de sus facultades y de los
requisitos para su válida designación.
f. Relación nominal de los representantes legales. En el caso de que éstos fuesen extranjeros deberán acreditar su
residencia legal en España en los términos establecidos por la legislación vigente.
Será necesario presentar, además, el acta de la fundación o establecimiento en España en documento elevado a escritura
pública. En dicha acta se podrá hacer constar la relación nominal de, al menos, veinte personas mayores de edad y con
residencia legal en España que avalan la fundación o establecimiento de la Iglesia, Confesión o Comunidad religiosa.

Será de aplicación a la inscripción de Federaciones lo establecido anteriormente y, además, los siguientes documentos:
a. Acta fundacional en la que deberá constar la denominación, domicilio y número registral de cada una de las
entidades fundadoras, salvo que estén pendientes de inscripción, así como los datos de identificación de los
representantes legales de cada una de éstas.
b. Cada una de las entidades que se integren en la Federación deberán acreditar en la escritura pública de fundación
de la misma, la certificación del acuerdo adoptado para su integración, expedido por las personas o cargos con
facultad para certificar, en el que se expresará la aceptación de los estatutos de la Federación y la designación de
la persona o personas que represente a la entidad religiosa en el acto constitutivo de la Federación.

Para la inscripción de una entidad religiosa dependiente de otra establecida en el extranjero se deberá aportar, además
de los requisitos previstos los siguientes:
a. Copia de los estatutos vigentes de la entidad extranjera.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

b. Certificado de la entidad extranjera que contenga la identidad de sus representantes legales o de los titulares de
sus órganos de representación en el país de origen y de quienes hayan sido designados como tales en España.
c. Certificado o documento que acredite que la entidad extranjera está legalmente reconocida en su país de origen.
Los documentos a que hace referencia el apartado anterior deberán estar debidamente legalizados y traducidos, en su
caso, de acuerdo con los convenios internacionales sobre la materia que sean aplicables.

La instrucción de los expedientes de inscripción corresponderá a la Subdirección General de Relaciones con las
Confesiones. El órgano competente podrá recabar informe a la Comisión Asesora de Libertad Religiosa, así como cualquier
otro que considere necesario acerca de la solicitud de inscripción. El Ministro de Justicia dictará la resolución procedente
en la que se indicará a los interesados, si ésta es favorable, los datos de identificación de la inscripción practicada.

Transcurrido el plazo de seis meses a partir de la fecha en que la solicitud haya tenido entrada en cualquiera de los
Registros del Ministerio de Justicia, si no se hubiese dictado y notificado resolución, se entenderá estimada.

Las entidades religiosas inscritas podrán anotar en el Registro de Entidades Religiosas a sus ministros de culto que
ostenten residencia legal en España. En todo caso, deberán anotarse aquellos ministros de culto que estén habilitados
para realizar actos religiosos con efectos civiles.

Para efectuar dicha anotación los representantes legales de la entidad deberán presentar certificación de la Iglesia,
Confesión o Comunidad religiosa a que pertenezcan que acredite tal condición y, si los hubiere, el visto bueno del órgano
supremo en España de la entidad conforme a sus propias normas. Cuando se trate de entidades integradas en una
Federación inscrita, será necesario también el visto bueno del órgano competente de la respectiva Federación cuando así
se disponga en sus estatutos, sin perjuicio de lo dispuesto en los Acuerdos de Cooperación con el Estado respecto de las
entidades o Federaciones firmantes de los mismos.

Las entidades deberán comunicar al Registro las bajas de sus ministros de culto y solicitar su cancelación en el plazo de
un mes desde que la baja tuvo lugar. La cancelación de la inscripción de una entidad sólo podrá efectuarse:
a) A petición de sus representantes legales debidamente facultados.
b) En cumplimiento de sentencia judicial firme.
La cancelación producirá efectos desde la fecha de su resolución y dará lugar al traslado de la entidad a la Sección Histórica
del Registro.

Libertad religiosa (de nuevo)


Las Iglesias, Confesiones y Comunidades religiosas inscritas tendrán plena autonomía y podrán establecer sus propias
normas de organización, régimen interno y régimen de su personal. En dichas normas, así como en las que regulen las
instituciones creadas por aquéllas para la realización de sus fines, podrán incluir cláusulas de salvaguarda de su identidad
religiosa y carácter propio, así como del debido respeto a sus creencias, sin perjuicio del respeto de los derechos y
libertades reconocidos por la Constitución, y en especial de los de libertad, igualdad y no discriminación.

Las Iglesias, Confesiones y Comunidades religiosas podrán crear y fomentar, para la realización de sus fines, Asociaciones,
Fundaciones e Instituciones con arreglo a las disposiciones del ordenamiento jurídico general.

El Estado, teniendo en cuenta las creencias religiosas existentes en la sociedad española, establecerá, en su caso, Acuerdos
o Convenios de cooperación con las Iglesias, Confesiones y Comunidades religiosas inscritas en el Registro que por su
ámbito y número de creyentes hayan alcanzado notorio arraigo en España. En todo caso, estos Acuerdos se aprobarán
por Ley de las Cortes Generales.

Real Decreto 593/2015, de 3 de julio, por el que se regula la declaración de notorio arraigo de
las confesiones religiosas en España
Para la declaración de notorio arraigo en España las iglesias, confesiones o comunidades religiosas deberán reunir los
requisitos siguientes:
a. Llevar inscritas en el Registro de Entidades Religiosas treinta años, salvo que la entidad acredite un reconocimiento
en el extranjero de, al menos, sesenta años de antigüedad y lleve inscrita en el citado Registro durante un periodo
de quince años.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

b. Acreditar su presencia en, al menos, diez comunidades autónomas y/o ciudades de Ceuta y Melilla.
c. Tener 100 inscripciones o anotaciones en el Registro de Entidades Religiosas, entre entes inscribibles y lugares de
culto, o un número inferior cuando se trate de entidades o lugares de culto de especial relevancia por su actividad y
número de miembros.
d. Contar con una estructura y representación adecuada y suficiente para su organización a los efectos de la declaración
de notorio arraigo.
e. Acreditar su presencia y participación activa en la sociedad española.
El procedimiento se iniciará mediante solicitud de la entidad interesada dirigida al titular de la Subdirección General de
Relaciones con las Confesiones, en la que deberán constar los siguientes datos:
a) Identificación de la entidad solicitante con indicación de su número de inscripción en el Registro de Entidades
Religiosas.
b) Identificación de los representantes legales de la entidad.
c) Memoria explicativa que acredite el cumplimiento de los requisitos mencionados en el artículo anterior.
d) Domicilio a efectos de notificaciones.
Si la entidad solicitante formara parte de una federación o existiera un órgano superior inscrito de ámbito nacional,
deberán ser estos últimos quienes presenten la solicitud. La solicitud, junto con la documentación que deba acompañarse,
podrá presentarse en formato y con firma electrónica en el Registro Electrónico del Ministerio de Justicia.

La instrucción y propuesta de resolución del procedimiento corresponderá a la Subdirección General de Relaciones con
las Confesiones. Si la solicitud no reúne los requisitos se requerirá a la entidad solicitante para que, en un plazo de diez
días, subsane la falta o acompañe los documentos preceptivos, con indicación de que, si así no lo hiciera, se le tendrá por
desistida de su petición.

Se solicitará a la Comisión Asesora de Libertad Religiosa que emita informe, que tendrá carácter de preceptivo y no
vinculante.

Instruido el procedimiento, e inmediatamente antes de redactar la propuesta de resolución, se pondrá de manifiesto a la


entidad solicitante para que, en un plazo no inferior a diez días ni superior a quince, pueda alegar y presentar los
documentos y justificaciones que estime pertinentes. Si antes del vencimiento del plazo la entidad solicitante manifiesta
su decisión de no efectuar alegaciones ni aportar nuevos documentos o justificaciones, se tendrá por realizado el trámite.

El órgano competente para resolver el procedimiento es el Ministro de Justicia, mediante Orden ministerial. En ésta se
expresará si se acuerda conforme con el informe de la Comisión Asesora de Libertad Religiosa o si se aparta de él. En el
primer caso, se usará la fórmula «de acuerdo con la Comisión Asesora de Libertad Religiosa»; en el segundo, la de «oída
la Comisión Asesora de Libertad Religiosa». La resolución en la que se declare el notorio arraigo de la confesión religiosa
en España se publicará en el «Boletín Oficial del Estado», sin perjuicio de que toda resolución que ponga fin al
procedimiento sea debidamente notificada a la entidad solicitante.

Transcurrido el plazo de seis meses, a partir de la fecha en que la solicitud haya tenido entrada en cualquiera de los
Registros del Ministerio de Justicia, si no se hubiese dictado y notificado la resolución, se entenderá estimada.

Contra la resolución del procedimiento, que pone fin a la vía administrativa, podrá interponerse recurso potestativo de
reposición ante el Ministro de Justicia, o ser impugnada directamente ante el orden jurisdiccional contencioso-
administrativo en los términos establecidos la Ley 29/1998, de 13 de julio, reguladora de la Jurisdicción Contenciosa-
administrativa.

La pérdida de la condición de notorio arraigo en España se produce por la modificación sustancial de alguna de las
circunstancias requeridas para la obtención de la misma. El procedimiento para la pérdida de notorio arraigo se iniciará
de oficio por acuerdo del titular de la Dirección General de Cooperación Jurídica Internacional y Relaciones con las
Confesiones.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Con anterioridad al acuerdo de iniciación del procedimiento, se podrá abrir un período de información previa con
audiencia al interesado, con el objeto de determinar las circunstancias concretas, su alcance y la conveniencia o no de
iniciar el procedimiento. A la vista de lo actuado, el titular de la Dirección General de Cooperación Jurídica Internacional
y Relaciones con las Confesiones podrá acordar la iniciación del procedimiento para la pérdida de la condición de notorio
arraigo en España.

El órgano competente para resolver el procedimiento es el Ministro de Justicia, mediante Orden ministerial. En ésta se
expresará si se acuerda conforme con el informe de la Comisión Asesora de Libertad Religiosa o si se aparta de él. En el
primer caso, se usará la fórmula «de acuerdo con la Comisión Asesora de Libertad Religiosa»; en el segundo, la de «oída
la Comisión Asesora de Libertad Religiosa». La resolución en la que se declare la pérdida del notorio arraigo de la confesión
religiosa en España se publicará en el «Boletín Oficial del Estado», sin perjuicio de que toda resolución que ponga fin al
procedimiento sea debidamente notificada a la entidad interesada. Transcurrido el plazo de seis meses, a partir de la
fecha en que se haya acordado el inicio del procedimiento, sin que se hubiese dictado y notificado la resolución, se
producirá la caducidad del procedimiento

Contra la resolución del procedimiento, que pone fin a la vía administrativa, podrá interponerse recurso potestativo de
reposición ante el Ministro de Justicia, o ser impugnada directamente ante el orden jurisdiccional contencioso-
administrativo en los términos establecidos en la Ley 29/1998, de 13 de julio.

Libertad religiosa (de nuevo)


Se crea en el Ministerio de Justicia una Comisión Asesora de Libertad Religiosa compuesta de forma paritaria y con
carácter estable por representantes de la Administración del Estado, de las Iglesias, Confesiones o Comunidades religiosas
o Federaciones de las mismas, en las que, en todo caso, estarán las que tengan arraigo notorio en España, y por personas
de reconocida competencia cuyo asesoramiento se considere de interés en las materias relacionadas con la presente Ley.
En el seno de esta Comisión podrá existir una Comisión Permanente, que tendrá también composición paritaria.

A dicha Comisión corresponderán las funciones de estudio, informe y propuesta de todas las cuestiones relativas a la
aplicación de esta Ley, y particularmente, y con carácter preceptivo, en la preparación y dictamen de los Acuerdos o
Convenios de cooperación a que se refiere el artículo anterior.

Real Decreto 932/2013, Comisión Asesora de Libertad Religiosa


La Comisión Asesora de Libertad Religiosa es el órgano consultivo del Gobierno en materia de libertad religiosa. La
Comisión podrá asimismo asesorar a las Administraciones Públicas en relación con la aplicación tanto de la Ley Orgánica
de Libertad Religiosa, como de los Acuerdos celebrados por parte del Estado español con las confesiones religiosas, sin
perjuicio de las competencias que la normativa vigente atribuya en la materia a otros órganos.

La Comisión tiene por objeto el estudio, seguimiento, informe y la realización de propuestas de todas aquellas materias
relacionadas con el desarrollo, impulso y promoción efectiva del derecho de libertad religiosa. Para el cumplimiento de
los fines establecidos en el artículo anterior, la Comisión tendrá las funciones siguientes:
a. Conocer e informar preceptivamente los proyectos de acuerdos o convenios de cooperación a que se refiere el
artículo 7 de la Ley Orgánica 7/1980, de 5 de julio.
b. Conocer e informar los proyectos de disposiciones de carácter general que afecten a la aplicación de la Ley
Orgánica 7/1980, de 5 de julio.
c. Conocer e informar los proyectos de disposiciones de carácter general que afecten a la aplicación y desarrollo de
los acuerdos celebrados entre el Estado español y las confesiones religiosas.
d. Conocer e informar los anteproyectos de ley y cualesquiera otras disposiciones generales de la Administración
General del Estado que regulen materias concernientes al derecho de libertad religiosa.
e. Emitir informe sobre la declaración de notorio arraigo de las iglesias, confesiones o federaciones de las mismas.
f. Emitir informe de las cuestiones relacionadas con la inscripción y cancelación de las entidades religiosas, que le
sean sometidas a su consulta.
g. Emitir informes sobre las normas que incidan en el ejercicio del derecho de libertad religiosa que hayan sido
dictadas por las Comunidades Autónomas, que el Gobierno, a través del Ministro de Justicia, someta a su consulta.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

h. Emitir informes sobre los asuntos concernientes a su ámbito de competencias que el Gobierno, a través del
Ministro de Justicia, someta a su consideración.
i. Estudiar y presentar propuestas al Gobierno de cuantas medidas considere oportunas en el ámbito de la libertad
religiosa, sin perjuicio de las competencias que la normativa vigente atribuya en la materia a otros órganos.
j. Elaborar y elevar anualmente un informe al Gobierno sobre la situación del derecho de libertad religiosa en España.
k. Recabar información sobre actuaciones de las Administraciones Públicas relacionadas con el desarrollo y ejercicio
del derecho de libertad religiosa.
l. Cualquier otra función que, en el ámbito de sus competencias, se le atribuya por alguna disposición legal o
reglamentaria.
La Comisión está constituida por el Presidente, el Vicepresidente, los Vocales y el Secretario. La Comisión actuará en Pleno,
Comisión Permanente y Grupos de Trabajo. A efectos de mantener la paridad, el Pleno estará compuesto por las siguientes
personas:
1. El Presidente, al que corresponderán tres votos.
2. El Vicepresidente, que asistirá a las reuniones con voz pero sin voto cuando el Presidente asista a las reuniones del
Pleno.
3. El Secretario, que asistirá con voz pero sin voto.
4. Un representante, con la categoría de Director General o asimilado, propuesto por cada uno de los Departamentos
Ministeriales de Asuntos Exteriores y de Cooperación, de Hacienda y Administraciones Públicas, de Interior, de
Educación, Cultura y Deporte, de Empleo y Seguridad Social, de la Presidencia y de Sanidad, Servicios Sociales e
Igualdad.
A cada uno de estos representantes le corresponderán tres votos.
5. Los doce representantes de las Iglesias, Confesiones y Comunidades religiosas o Federaciones de las mismas. A cada
uno de estos representantes le corresponderá dos votos.
6. Las seis personas de reconocida competencia en el campo de la libertad religiosa. A cada una de ellas le
corresponderán cuatro votos
La Comisión Permanente estará compuesta por las siguientes personas:
a. El Vicepresidente, al que corresponderá un voto.
b. El Secretario.
c. Nueve Vocales, designados por el Pleno, repartidos del modo siguiente:
I. Tres representantes de la Administración General del Estado. A cada uno de estos representantes le
corresponderá un voto.
II. ii. Cuatro representantes de las entidades religiosas, de los cuales al menos tres serán de confesiones religiosas
con Acuerdo con el Estado. A cada uno de estos representantes le corresponderá un voto.
III. iii. Dos personas de reconocida competencia en la materia. A cada una de ellas le corresponderán dos votos.
La Comisión Permanente será presidida por el Vicepresidente de la Comisión.

La Comisión, a propuesta del Presidente o Vicepresidente, o a iniciativa de sus vocales, podrá constituir Grupos de Trabajo
especializados, de carácter temporal, que estime necesarios para el desempeño de sus funciones. Su composición vendrá
determinada por la materia objeto de estudio o informe. El número de sus miembros, que no será superior a cinco, se
determinará en función de los asuntos a tratar. Los Grupos de Trabajo estarán presididos por un miembro de la Comisión
designado por el Presidente o, en su caso, por el Vicepresidente y el Secretario de la Comisión asistirá a sus reuniones con
voz pero sin voto.

A las sesiones de los Grupos de Trabajo podrán asistir como invitadas personas vinculadas con las entidades religiosas o
expertas en los asuntos que sean objeto de estudio, designadas por el Presidente a propuesta del mismo o de la mayoría
de los vocales, con voz pero sin voto.

Aconfesionalidad del Estado


El artículo 16.3 de la Constitución establece que “ninguna confesión tendrá carácter estatal”. Estamos ante una
disposición que atiende al pluralismo de creencias existente en la sociedad española, y actúa como una garantía de la
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

libertad religiosa de todos (STC 340/1993). Se trata, a juicio del Tribunal Constitucional, del “presupuesto para la
convivencia pacífica entre las distintas convicciones religiosas existentes en una sociedad plural y democrática (art. 1.1
CE)” (STC 177/1996).

La separación entre la Iglesia y el Estado y el reconocimiento de la libertad religiosa es la solución que, con distintos
matices, se ha ido abriendo paso en el constitucionalismo europeo para hacer frente al problema del pluralismo religiosos
y, con ello, a la convivencia pacífica en una comunidad política en la que concurren distintas sensibilidades religiosas.

De esta forma, el Estado protege la libertad religiosa de todos los ciudadanos y evita también identificarse con cualquiera
de esas creencias.

El carácter aconfesional del Estado español supone la afirmación de un principio de neutralidad, que posee diversos
significados:
a. Impide a las confesiones religiosas trascender los fines que les son propios y ser equiparadas al Estado, ocupando
igual posición jurídica (STC 340/1993, sobre la inconstitucionalidad de la ley que equiparaba la Iglesia Católica al
Estado en cuanto a beneficios en materia de arrendamientos).
b. Asimismo, esta neutralidad “veda cualquier tipo de confusión entre funciones religiosas y estatales” (STC
24/1982).
c. Para el Tribunal Constitucional, con el artículo 16.3 CE “el Estado se prohíbe a sí mismo cualquier concurrencia,
junto a los ciudadanos, en calidad de sujeto de actos o de actitudes de signo religioso” (STC 24/1982).
d. Por último, el principio de neutralidad también impide “que los valores o intereses religiosos se erijan en
parámetros para medir la legitimidad o justicia de las normas y actos de los poderes públicos” (STC 24/1982).

El carácter aconfesional del Estado español no obliga a eliminar toda institución que tenga un origen religioso. Así, por
ejemplo, para el TC el descanso semanal en domingo es en la actualidad una institución secular y laboral, disponible para
las partes, que se mantiene no por su significado religioso, sino por su carácter tradicional (STC 19/1985). Tampoco lesiona
la libertad religiosa en ninguna de sus vertientes, objetiva o subjetiva, la inclusión “por secular tradición” del patronazgo
de la Virgen María en los Estatutos del Colegio de Abogados de Sevilla (STC 34/2011).

Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes
relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones. Que ninguna confesión pueda tener carácter
estatal significa que el Estado no puede adherirse ni prestar su respaldo a ningún credo religioso, que no debe existir
confusión alguna entre los fines religiosos y los fines estatales (STC 46/2001).

En esta perspectiva comparada, se comprende que la aconfesionalidad implica la neutralidad del Estado frente a las
distintas confesiones y, más en general, ante el hecho religioso. Nadie podrá sentir que, por motivos religiosos, el Estado
le es más o menos próximo que a sus conciudadanos. Por el contrario, la separación entre Iglesia y Estado, que es
practicada en países como Estados Unidos o Francia, va un paso más allá: diferenciar nítidamente entre las esferas de la
religión y la política, de manera que el Estado no pueda mantener relaciones oficiales con las confesiones religiosas.

Resulta claro, entonces, el significado de la aconfesionalidad: comparte con la separación su rechazo a la existencia de
una religión de Estado; pero permite que éste mantenga relaciones oficiales con las confesiones religiosas y, por tanto,
que otorgue relevancia jurídica al fenómeno religioso.

Las relaciones de cooperación con las confesiones religiosas no estén excluidas por la aconfesionalidad del Estado, es más,
en España hay un mandato constitucional explícito al respecto. Ello trae consigo dos consecuencias.

Por un lado, mientras que la aconfesionalidad opera directamente ex constitutione sin necesidad de desarrollo legislativo
alguno, las relaciones de cooperación habrán de ser establecidas mediante acuerdos con las confesiones religiosas.

Por otra parte, las relaciones de cooperación encuentran un tope en la aconfesionalidad del Estado, que, en ningún caso,
puede ser puesta en entredicho. Así, por ejemplo, la STC 340/1993 declaró inconstitucional la norma de la antigua
legislación de arrendamientos urbanos que asimilaba a la Iglesia Católica 1a la Administración pública a efectos del goce
de privilegios arrendaticios.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

En el Estado laico, existe una estricta separación (que evite toda posible contaminación) entre el Estado y cualquier
elemento de procedencia religiosa.

El Estado aconfesional sería una especie de término intermedio entre:


a. Estado confesional
b. Estado laico

Otra forma de abordar el problema es desde la perspectiva de las relaciones del Estado con las confesiones religiosas, en
un Estado laico, el hecho religioso es ajeno al Estado, quedando en el ámbito de la esfera privada, por el contrario, en el
aconfesional, si bien se pretende una cierta neutralidad del Estado ante el hecho religioso, no impide que el Estado tenga
relaciones con las comunidades religiosas.

Otra forma de ver el problema es hablar de laicismo negativo y laicismo positivo:


a) El laicismo negativo es la versión clásica de laicismo, en el que no está bien visto que lo público entre en relación
siquiera con el fenómeno religioso.
b) El laicismo positivo, se asemejaría a aconfesionalidad, en el sentido de que, con un previo presupuesto de
neutralidad, sí se vería bien una relación entre el Estado y las comunidades religiosas.

Nuestro Tribunal Constitucional ha usado este concepto en varias ocasiones:


STC 46/2001: Se exige a los poderes públicos una actitud positiva, desde una perspectiva que pudiéramos llamar
asistencial o prestacional, según el cual "Para la aplicación real y efectiva de estos derechos [los que se enumeran en los
dos anteriores apartados del precepto legal], los poderes públicos adoptarán las medidas necesarias para facilitar la
asistencia religiosa en los establecimientos públicos militares, hospitalarios, asistenciales, penitenciarios y otros, bajo su
dependencia, así como la formación religiosa en centros docentes públicos". Y como especial expresión de tal actitud
positiva respecto del ejercicio colectivo de la libertad religiosa, en sus plurales manifestaciones o conductas, el art. 16.3
de la Constitución, tras formular una declaración de neutralidad (SSTC 340/1993, de 16 de noviembre, y 177/1996, de 11
de noviembre), considera el componente religioso perceptible en la sociedad española y ordena a los poderes públicos
mantener "las consiguientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones", introduciendo de
este modo una idea de aconfesionalidad o laicidad positiva que "veda cualquier tipo de confusión entre fines religiosos y
estatales" (STC 177/1996).

Por «neutralidad ideológica del Estado» hay que entender que los poderes públicos, cualquiera que sea su naturaleza
(legislativa, ejecutiva, judicial) o nivel (estatal, autonómico, local), deben abstenerse de tomar partido sobre ideas y
creencias religiosas.
Ello implica, asimismo, que los poderes públicos deben, en principio, dar el mismo trato a todas las ideas y creencias.
Semejante deber de neutralidad ideológica del Estado, así entendido, probablemente está implícito en la Constitución; y
ello no sólo como derivación del principio de aconfesionalidad del Estado, sino por la prohibición de discriminación por
motivo de religión u opinión (art. 14 CE).

En la práctica, poner la línea que separa entre la necesaria neutralidad de los poderes públicos con la supuesta necesaria
existencia de relaciones y respeto a las creencias religiosas, no es sencillo. Sobre todo, cuando se mezclan tradiciones o
costumbres arraigadas. Por ejemplo: Juramento de cargos frente a Biblias y crucifijos. Los Presidentes de EE.UU. juran con
la biblia de Lincoln, por tradición, mientras otros lo ven como una clara muestra de pérdida de neutralidad.
Cuando se hace alusión al principio de neutralidad del Estado en materia religiosa y, con independencia de que se haya
previsto expresamente como un valor fundamental del Estado (tal es el caso del ordenamiento francés) o de forma
implícita, estamos haciendo referencia al modo en que deben discurrir las relaciones entre el poder público y los
particulares en el ámbito de la libertad religiosa.

La confesionalidad - aunque según expresa la recomendación parlamentaria del Consejo de Europa de 2 de febrero de
1993- no constituye necesariamente un obstáculo para la tolerancia de las creencias religiosas; sin embargo, el Consejo
de Europa considera que nuestra sociedad democrática debe fundarse en los derechos del hombre y la primacía del
Derecho laico.

La recomendación parlamentaria del Consejo de Europa (2 de febrero de 1993) sobre tolerancia religiosa en una sociedad
democrática, expresa en su núm.6 que «Europa occidental ha elaborado un modelo de democracia laica dentro del cual
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

son toleradas todas las creencias religiosas por principio». Aunque afirma que «La historia ha demostrado que la misma
tolerancia puede existir bajo un régimen religioso…»

De la aconfesionalidad se extraen algunas consecuencias:


1. Se prohíbe a las instituciones públicas realizar actitudes de signo religioso. En consecuencia, los centros docentes
públicos han de ser ideológicamente neutrales (STC 177/1996). Esa neutralidad obliga a los poderes públicos a no
imponer coactivamente el estudio de una confesión ideológica o religiosa determinada (STC 101/2004)
2. La aconfesionalidad no es óbice al reconocimiento de efectos civiles a los matrimonios celebrados según las
normas de Derecho canónico.
3. La aconfesionalidad debe coexistir con la cooperación del Estado con las confesiones religiosas, y supone una
limitación al principio de laicidad del Estado, alejándola de una concepción separatista.

Constitución de los EE.UU.:


- Los Senadores y representantes ya mencionados, los miembros de las distintas legislaturas locales y todos los
funcionarios ejecutivos y judiciales, tanto de los Estados Unidos como de los diversos Estados, se obligarán mediante
juramento o protesta a sostener esta Constitución; pero nunca se exigirá una declaración religiosa como condición
para ocupar ningún empleo o mandato público de los Estados Unidos.
- El Congreso no hará ley alguna por la que adopte una religión como oficial del Estado o se prohíba practicarla
libremente, o que coarte la libertad de palabra o de imprenta, o el derecho del pueblo para reunirse pacíficamente
y para pedir al gobierno la reparación de agravios.

Constitución francesa:
• Artículo 1
Francia es una República indivisible, laica, democrática y social que garantiza la igualdad ante la ley de todos los
ciudadanos sin distinción de origen, raza o religión y que respeta todas las creencias. Su organización es
descentralizada.

La ley francesa sobre la laicidad (Ley n° 2004-228 del 15 de marzo de 2004). Es una ley francesa que prevé la prohibición
de llevar símbolos religiosos en las escuelas públicas francesas. Entró en vigor el 2 de septiembre de 2004.

Esta ley prohíbe llevar símbolos "ostensibles" (es decir, visibles y llevados con la intención de que sean vistos) de
pertenencia a una religión. Entre los artículos prohibidos por esta ley se encontrarían el hijab musulmán, la kipá judía, el
turbante sij y grandes cruces cristianas. Siempre se permite, por otra parte, llevar símbolos discretos como pequeñas
cruces, estrellas de David y manos de Fátima. La ley anterior dejaba la decisión en manos del director de cada colegio
público.

La ley de separación de la Iglesia y el Estado (en francés: Loi du 9 décembre 1905 concemant la séparation des Églises et
de l’État) se aprobó por la Cámara de Diputados de Francia el 9 de diciembre de 1905. Promulgada durante la Tercera
República, estableció un estado secular en Francia.

El modelo plasmado por la Ley de Separación sufrió un matiz importante con el regreso a la relación concordataria con la
Santa Sede en 2008, con la firma del Acuerdo sobre reconocimientos de grados y diplomas de enseñanza superior de 18
de diciembre de 2008, con entrada en vigor el 1 de enero de 2009, y que ha supuesto el reconocimiento oficial de la
enseñanza religiosa.

Hay que tener en cuenta que estos acuerdos, con valor de tratado internacional, desplazan en lo que sea incompatible la
legislación interna, en virtud de la primacía del Derecho Internacional. No supone, por tanto, una derogación de la ley,
pero sí que no será de aplicación a la Iglesia Católica en lo que respecta a los aspectos del acuerdo.

Este acercamiento se ha intensificado en 2016, cuando Francia y la Santa Sede han llegado a un nuevo acuerdo sobre la
titularidad eclesiástica de la institución cultural francesa Trinità dei monti el 25 de julio de ese año, con entrada en vigor
el 25 de noviembre

Constitución italiana de 1947


Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

• Artículo 3
Todos los ciudadanos tendrán la misma dignidad social y serán iguales ante la ley, sin distinción de sexo, raza, lengua,
religión, opiniones políticas ni circunstancias personas y sociales.

• Artículo 8
Todas las confesiones religiosas serán igualmente libres ante la ley.
Las confecciones religiosas distintas de la católica tendrán derecho a organizarse según sus propios estatutos en la medida
en que no se opongan al ordenamiento jurídico italiano.
Sus relaciones con el Estado serán reguladas por ley sobre la base de acuerdos con las representaciones respectivas.

• Artículo 19
Todos tendrán derecho a profesar libremente su propia fe religiosa en cualquier forma, individual o asociada, hacer
propaganda de la misma y practicar el culto respectivo en privado o en publico, con tal de que no se trate de ritos contrarios
a las buenas costumbres.

• Artículo 20
El carácter eclesiástico y la finalidad de religión o de culto de una asociación no podrán constituir causa delimitaciones
legislativas especiales ni de gravámenes fiscales para su constitución, capacidad jurídica y cualesquiera formas de
actividad.

Delitos contra los sentimientos religiosos


En estos delitos se impone un difícil equilibrio, dada la necesaria y ponderada protección de una serie de derechos
fundamentales de igual rango, como son la libertad ideológica y religiosa, la libertad de expresión, y la igualdad de todos
ante la ley.

La protección del derecho a la libertad ideológica, religiosa y de culto, está reconocida en la Constitución en su artículo
16, y en otros textos internacionales de carácter universal, como la Declaración Universal de Derechos Humanos y el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos de Nueva York, así como en las Constituciones de países de nuestra órbita
cultural.

Por su parte, y desde la Ley Orgánica de Libertad Religiosa 7/1980, de 5 de julio, se tutelan todas las manifestaciones
religiosas, con el único requisito de su inscripción en el registro de entidades religiosas del Ministerio de Justicia, por lo
que ya el Código Penal actual, el de 1995, protege estos derechos respecto a todas las religiones reconocidas.

Como dijera el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, en su Sentencia de 20 de agosto de 1994, "la libertad de
pensamiento, de conciencia y de religión representa uno de los logros de las sociedades democráticas".

Y nuestra Carta Magna les concede un lugar preferente pues, no en vano, aparecen recogidos inmediatamente después
del artículo 15, derecho a la vida, el derecho básico, troncal y soporte de todos los demás, como dijera la Sentencia del
Tribunal Constitucional 53/1985, de 11 de abril.

Y es que, como dijera igualmente el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, en su Sentencia de 25 de mayo de 1993
(Caso "Kokkinakis contra Grecia"), la libertad de conciencia, junto con las libertades de pensamiento y religión "es uno de
los fundamentos de las sociedades democráticas" y, su dimensión religiosa, en particular, constituye "uno de los
elementos más importantes que definen la identidad de los creyentes y su concepción de la vida".

Conductas delictivas:
Cinco son las conductas que el Código Penal sanciona en relación a estos delitos:
1- Ataques al ejercicio de la libertad religiosa
Se incluyen en este apartado, los actos de violencia, intimidación y amenazas dirigidos, tanto a impedir practicar
los actos propios de las creencias que se profesen como forzar a practicarlos o a revelar si se profesa o no una
religión o a mudar la que se profesa.

2- Perturbación del derecho a asistir a actos religiosos.


Consecuencia del derecho a la libertad religiosa, es poder practicar los actos, funciones, ceremonias o
manifestaciones de la confesión religiosa propia -exigiéndose como requisito que esté inscrita en el Ministerio de
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Justicia-, por lo que se sanciona al que "con violencia, amenaza, tumulto o vías de hecho" (modo comisivo
violento, abierto), "impidiere, interrumpiere o perturbare" tales actos (hecho objetivo), distinguiéndose entre
que el hecho se realizara en lugar destinado al culto -que lleva aparejado pena de prisión-o no -en cuyo caso, la
pena es, sólo, de multa.

3- Actos de profanación de los sentimientos religiosos.


Se sanciona la realización de "actos de profanación" en templo, lugar destinado al culto o en ceremonias
religiosas, (conducta objetiva), "en ofensa de los sentimientos religiosos legalmente tutelados" (animo que debe
guiar al autor).
"Profanar" es tratar sin respeto objetos o símbolos sagrados, con actos de cierta entidad y magnitud. Desde
destruirlos a destinarlos a otros usos impropios, con ánimo de herir los sentimientos religiosos de la colectividad

4- Escarnio de creencias.
Se castiga, igualmente, hacer escarnio de dogmas, creencias, ritos o ceremonias, así como vejar públicamente a
los miembros de una confesión religiosa (hecho objetivo), "para ofender los sentimientos religiosos" (elemento
finalístico) mediante la "palabra, por escrito o mediante cualquier tipo de documento" (medios comisivos).
Asimilándose, también, tal conducta cuando se dirija a "quienes no profesan religión o creencia alguna".
"Escarnio" es una clase de injuria, consistente en burlarse o ridiculizar los sentimientos religiosos. Y su castigo
exige "publicidad", es decir, que no se trate de una ofensa privada, dirigida, únicamente al afectado o afectados.
Ha de tratarse, por tanto, no de un simple ejercicio de libertad de expresión, amparado por la Constitución, con
independencia de su sentido crítico o incluso de su mejor o peor gusto.

5- Ofensas al respeto debido a los difuntos.


El destino de cualquier cadáver es el enterramiento en lugar autorizado, la incineración o cremación o su
utilización para fines científicos o de enseñanza. La conducta delictiva aquí contemplada, consiste en "violar los
sepulcros o sepulturas", "profanar un cadáver o sus cenizas" o "destruir, alterar o dañar", con ánimo o propósito
de ultraje, "urnas funerarias, panteones, lápidas o nichos". Como se aprecia, se castiga tanto el ataque a cadáveres
como a las cenizas de un muerto, extendiéndose la protección a los recipientes o lugares en que se les deposita.
Al tiempo, debe acreditarse una inequívoca voluntad de ofender su memoria y el respeto que se les debe por lo
que si no concurre tal propósito, no se dará el delito. Así, en los supuestos de docencia médica en que se utilizan
cadáveres, o en los casos de extracción y trasplante de órganos, investigación policial y práctica de autopsias o
utilización de órganos o tejidos humanos. Y si no se cumple la legislación administrativa en la materia, pero las
infracciones ocurren dentro de dicho ámbito, no cabrá reputar de delito tales conductas sino, en su caso, de
infracciones de tipo administrativo, sancionables conforme establecía el Decreto 2263/1974, de 20 de julio de
Policía Sanitaria y Mortuoria, materia que ha sido transferida a las Comunidades Autónomas, que han actualizado
su régimen jurídico en la materia e incrementado las sanciones.
Por otro lado, la palabra "ultraje" tiene un sentido injurioso, de desprecio, que es, justamente, lo contrario a
honrar y respetar.

• Artículo 522 Código Penal


Incurrirán en la pena de multa de cuatro a diez meses:
1. Los que por medio de violencia, intimidación, fuerza o cualquier otro apremio ilegítimo impidan a un
miembro o miembros de una confesión religiosa practicar los actos propios de las creencias que profesen, o
asistir a los mismos.
2. Los que por iguales medios fuercen a otro u otros a practicar o concurrir a actos de culto o ritos, o a realizar
actos reveladores de profesar o no profesar una religión, o a mudar la que profesen.

• Artículo 523
El que con violencia, amenaza, tumulto o vías de hecho, impidiere, interrumpiere o perturbare los actos, funciones,
ceremonias o manifestaciones de las confesiones religiosas inscritas en el correspondiente registro público del
Ministerio de Justicia e Interior, será castigado con la pena de prisión de seis meses a seis años, si el hecho se ha
cometido en lugar destinado al culto, y con la de multa de cuatro a diez meses si se realiza en cualquier otro lugar.

• Artículo 524
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

El que en templo, lugar destinado al culto o en ceremonias religiosas ejecutare actos de profanación en ofensa de
los sentimientos religiosos legalmente tutelados será castigado con la pena de prisión de seis meses a un año o
multa de 12 a 24 meses.

• Artículo 525
1. Incurrirán en la pena de multa de ocho a doce meses los que, para ofender los sentimientos de los miembros
de una confesión religiosa, hagan públicamente, de palabra, por escrito o mediante cualquier tipo de
documento, escarnio de sus dogmas, creencias, ritos o ceremonias, o vejen, también públicamente, a quienes
los profesan o practican.
2. En las mismas penas incurrirán los que hagan públicamente escarnio, de palabra o por escrito, de quienes no
profesan religión o creencia alguna.
• Artículo 526
El que, faltando al respeto debido a la memoria de los muertos, violare los sepulcros o sepulturas, profanare un
cadáver o sus cenizas o, con ánimo de ultraje, destruyere, alterare o dañare las urnas funerarias, panteones,
lápidas o nichos será castigado con la pena de prisión de tres a cinco meses o multa de seis a 10 meses.

Bien jurídico protegido


El bien jurídico protegido en ellos es la libertad ideológica en su vertiente religiosa y de culto, garantizada por el art. 16
de la CE. En concreto, se tutelan diversas manifestaciones externas de este derecho a auto determinarse en la conciencia
y creencias, y también los íntimos sentimientos que a la libertad religiosa se asocian.

El bien jurídico que en el mismo se protege es colectivo, por lo que en todo caso la acusación formulada por la sola
acusación popular es bastante para acordar la apertura de la fase de enjuiciamiento. En estos delitos, se sancionan
ataques de una cierta gravedad, por lo que se suele exigir el empleo de medios violentos o coactivos, que excluyen las
meras perturbaciones o discrepancias.

Del mismo modo, se exige "publicidad", esto es, su realización mientras se lleva a cabo una procesión o se celebra una
misa o se entierra a un difunto, por lo que actos de naturaleza privada, aunque sean ofensivos en sí, no tienen
trascendencia penal (así, disfrazarse con ornamentos religiosos en la sacristía de una iglesia, cuando no hay nadie).

Dado el amplio alcance que tienen los derechos de libertad de información y expresión (artículo 20 de la Constitución
Española), no se castigan los ejercicios de crítica histórica, política o literaria, sino las vejaciones y burlas que superan tales
niveles, por su entidad, persistencia o modo de presentarse.

Sujetos pasivos
Los sujetos pasivos, ofendidos por la acción típica, han de pertenecer o realizar actos de confesiones legalmente
reguladas, por lo que se hace necesario que se trate de religiones o confesiones inscritas en el Registro de Entidades
Religiosas, del Ministerio de Justicia, creado por el Real Decreto 142/1981, de 9 de enero.

La inscripción en dicho Registro público expresión formal de un reconocimiento jurídico dispensado a los grupos o
comunidades religiosas, orientado a facilitar el ejercicio colectivo de su derecho a la libertad religiosa.

Dolo: intención de herir los sentimientos religiosos


Estamos ante delitos que permiten su comisión, con pluralidad de medios, siempre que tenga un claro propósito doloso
(voluntario) y con la finalidad de afectar a los derechos de matiz religioso o de herir dichos sentimientos.

Requiere un dolo específico o ánimo deliberado de ofender los sentimientos religiosos legalmente tutelados. Es decir, son
delitos que exigen un elemento finalístico, de tipo subjetivo, con el que se busca humillar, ofender o burlarse de
sentimientos tan respetables como los aquí tratados.

La prueba de esta intención o elemento psicológico ha de ser indiciaria o indirecta, pues dicho animus debe inferirse del
conjunto de circunstancias de hecho objetivas que resulten demostradas.

Motivos racistas y discriminatorios


Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Hay que recordar que, en relación con este tipo específico de delitos, es aplicable la agravante recogida en el art. 22.4º
del CP, que se refiere a cometer el delito por "motivos racistas y discriminatorios".

"Son circunstancias agravantes: cometer el delito por motivos racistas, antisemitas u otra clase de discriminación referente
a la ideología, la religión o creencias de la víctima, la etnia, raza o nación a la que pertenezca, su sexo u orientación sexual
o minusvalía que padezca".

Casuística jurisprudencial
En muchas ocasiones, se archiva la denuncia por entender que no ha existido burla sino un ejercicio de crítica. Así el
Juzgado de lo Penal N°. 8 de Madrid, Sentencia 235/2012 de 8 Jun. 2012, Rec. 33/2011, considera que no existe una «burla
tenaz» exigida como elemento objetivo, aunque sí un inequívoco sentido satírico, provocador y crítico.

Por otro lado, con mucha frecuencia, los tribunales han absuelto del delito por entender que no existía intención de
lesionar los sentimientos religiosos ajenos.

Por ejemplo, la sentencia de la AP de Valladolid (Sec. 4ª) nº 367/05 de 21 de octubre, absolvió al acusado que había
exhibido en época de Semana Santa y en el recorrido de la procesión, una pancarta con la imagen de la Virgen María y de
Jesús con la leyenda "Adúltera con su bastardo". En este caso se concluyó que la conducta "no estaba dirigida a lesionar
los sentimientos religiosos ajenos, sino a su deseo de expresar y exteriorizar opiniones discrepantes" (FJ 2º)

Derecho a la libertad religiosa y de culto: Alcance y límites


Sentencias del Tribunal Constitucional a destacar son:
• La previsión de asistencia religiosa católica a las Fuerzas Armadas no es inconstitucional, porque, al ser voluntaria,
respeta la libertad de los individuos y, al no excluir la posibilidad de asistencia religiosa por parte de otras
confesiones, no es discriminatoria (STC 24/1982);

• El reconocimiento de efectos civiles a las sentencias de separación y nulidad matrimonial dicta das por los
tribunales eclesiásticos no es inconstitucional, porque existe un trámite de control de adecuación al ordenamiento
estatal por parte de los tribunales españoles (STC 66/1982);

• La negativa de un militar a tomar parte en un rito católico inserto dentro de una ceremonia castrense —cuya
legitimidad, en todo caso, sería más que discutible en términos constitucionales— no puede ser sancionada
disciplinariamente (STC 177/1996);

Además de las libertades ideológica, religiosa y de culto, aunque no se recoge expresamente la libertad de conciencia, se
considera incluida como una vertiente más de aquéllas, a partir de lo cual se abre la pregunta de si cabe la objeción de
conciencia. La objeción de conciencia se configura como la facultad de oponerse, por razones ideológicas, al cumplimiento
de deberes establecidos de forma general por el ordenamiento.

La Constitución hace referencia a dicha objeción con respecto al servicio militar (art. 30.2 CE) y a la denominada 'cláusula
de conciencia' de los periodistas (art. 20.1 d) CE), pero la doctrina del Tribunal Constitucional ha reconocido también la
objeción de médicos y personal sanitario en relación con la interrupción voluntaria del embarazo (53/1985, de 11 de abril)
y prácticas vinculadas a reproducción asistida (STC 116/1999, de 17 de junio). La objeción de conciencia no se admite, sin
embargo, de forma general, habiéndose negado, por ejemplo, para formar parte de mesas electorales (STS, Sala 3ª de 30
de enero de 1979, 29 7 30 de marzo de 1993 y de 28 de octubre de 1998) o a la denominada 'objeción fiscal ‘.

Sin embargo, los casos de conflicto entre derechos más dramáticos son aquellos en los que las creencias ideológicas o
religiosas se contraponen al derecho a la vida en los que a la hora de ponderar los derechos en conflicto se valorará desde
la posición del individuo, estableciéndose un deber de protección a la vida en casos de personas sometidas a una especial
tutela del Estado (SSTC 120/1990, de 27 de junio, y 137/1990, de 19 de julio) a la edad o madurez de la persona (STC
154/2002, de 18 de julio), sin que pueda imponerse a la sanidad pública un tratamiento especial compatible con la fe de
la persona afectada, ni un reintegro de los gastos efectuados en la sanidad privada por esos motivos (STC 166/1996, de
28 de octubre).

El tema de la objeción de conciencia ha adquirido cierta relevancia en los últimos tiempos generando una gran cantidad
de pronunciamientos judiciales relativos a la posibilidad o no de objetar a la asignatura de la educación para la ciudadanía
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

prevista en la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación. El Tribunal Supremo, por su parte ha tenido ya ocasión
de unificar esta doctrina en la Sentencia de la Sala Tercera de 11 de febrero de 2009 (rec. 905/2008), en la que afirma que
no existe un derecho constitucional general a la objeción de conciencia, ni siquiera como proyección del artículo 16 de la
Constitución, porque éste encuentra su límite en la Ley. A mayor abundamiento, el Tribunal Supremo opone a la objeción
de conciencia el artículo 9.1 de la Constitución y afirma que lo contrario supondría hacer depender las normas de su
conformidad a cada conciencia individual. Sólo la objeción de conciencia a la prestación del servicio militar se reconoce
en la Constitución, de forma que, cualquier otro reconocimiento dependerá de la estricta voluntad del legislador.

No hay que olvidar que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha establecido que, cualquiera que sea el régimen de
relación del Estado con las confesiones religiosas, el respeto por la libertad religiosa en sentido estricto excluye las
intervenciones estatales desproporcionadas en la vida interna de las confesiones religiosas. Véase la STEDH Serif c. Grecia
de 14 de diciembre de 1999, que consideró excesiva la pretensión de las autoridades griegas de utilizar sus potestades de
participación en el nombramiento de dignatarios musulmanes a fin de lograr una dirección unificada de dicha confesión
en territorio helénico. Además, aunque el Convenio Europeo de Derechos Humanos no impone la cooperación con las
confesiones religiosas, el Estado que las prevea no puede discriminar entre ellas. Así, la STEDH Iglesia Metropolitana de
Bessarabia c. Moldavia de 13 de diciembre de 2001 consideró que la denegación de reconocimiento de una confesión
religiosa basada en que favorece el secesionismo de una parte del territorio vulnera la libertad religiosa.

Otros pronunciamientos del TEDH: no cabe privar de las facultades inherentes a la patria potestad sólo por ser miembro
de una secta minoritaria, distinta de la religión originaria del hijo (STEDH Hoffmann c. Austria de 23 de junio de 1993).

El TEDH no apreció vulneración del artículo 9 cuando un militar oficial fundamentalista fue apartado del servicio por
quebrantamiento de la disciplina (STEDH Kalaç c. Turquía de 1 de julio de 1997) o cuando un empleado público fue
despedido por incumplimiento del contrato al haberse ausentado del trabajo invocando respeto del Sabbath (Konttinen
c. Finlandia, nº24949/94, Decisión de la Comisión de 3 de diciembre de 1996).

La prohibición del sacrificio privado de animales no vulnera la libertad religiosa de una determinada comunidad, ya que
se trata de una limitación claramente respaldada por razones sanitarias, máxime cuando es posible adquirir dicho
producto en establecimientos públicos que reúnen todas las condiciones exigidas por dicha confesión (STEDH Tsedek c.
Francia de 27 de abril de 2000).

En relación con la manifestación de ideas y creencias que repugnan a una amplia mayoría de la sociedad, la jurisprudencia
ha tendido a considerar que pueden limitarse para proteger la tranquilidad moral de dicha mayoría (STEDH Otto-
Preminger Institut c. Austria de 20 de septiembre de 1994).

Es ilícito el proselitismo que ofrece ventajas materiales o sociales, o hace presión sobre personas en dificultad, o ejerce
presiones psicológicas (STEDH Kokkinakis c. Grecia de 25 de mayo de 1993).

Se excluye las intervenciones estatales desproporcionadas en la vida interna de las confesiones religiosas. Así, la STEDH
Serif c. Grecia de 14 de diciembre de 1999 consideró excesiva la pretensión de las autoridades griegas de utilizar sus
potestades de participación en el nombramiento de dignatarios musulmanes a fin de lograr una dirección unificada de
dicha confesión en territorio helénico. En el mismo sentido se pronuncia el Tribunal en la Sentencia Alto Consejo Espiritual
de la Comunidad Musulmana c. Bulgaria de 16 de diciembre de 2004).

- La sentencia del TJUE de 14 de marzo de 2017.


Despido de una trabajadora por una norma interna en vigor en la empresa por la que se prohibía el uso de
cualquier signo visible de convicciones políticas, filosóficas o religiosas.
No constituirá una discriminación indirecta si:
• Puede justificarse objetivamente con una finalidad legítima, como la instauración por parte de la empresa de
una política de neutralidad para con sus clientes, y
• Si los medios para la consecución de esta finalidad son adecuados y necesarios

- La sentencia del TJUE de 27 de junio de 2017


El Tribunal de Justicia de la Unión Europea cree que las exenciones fiscales de la que disfruta la Iglesia católica en
España "pueden constituir ayudas estatales prohibidas si se otorgan respecto de actividades económicas y en la
medida en que se otorguen respecto de tales actividades“.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

El caso al que hace referencia la sentencia es el de un colegio religioso a las afueras de Madrid que sobre la base
del Concordato entre España y a Santa Sede (muy anterior a la entrada del país en la UE) solicitó la devolución del
impuesto municipal sobre construcciones, instalaciones y obras, por un importa de casi 24.000 euros.
La legislación europea dice claramente que no puede haber ayudas de Estado, subvenciones o privilegios para
una determinada empresa, que le de ventajas competitivas e injustas respecto a sus competidores. En la sentencia
el Tribunal estipula que la exención del impuesto municipal solicitada "parece cumplir, en todo caso, dos de los
cuatro requisitos exigidos para poder ser calificada de ayuda estatal prohibida, en la medida en que conferiría a
la congregación a cargo del colegio una ventaja económica selectiva y supone una disminución de los ingresos del
Ayuntamiento y, por tanto, el empleo de fondos estatales".

- La sentencia del TEDH de 1 de julio de 2014


Enjuiciaba una la norma francesa que estableció la prohibición del velo integral en lugares públicos.
• En cuanto a la seguridad y al orden público, se asume como válido que un Estado considere esencial identificar
a los individuos para prevenir lesiones sobre la seguridad de personas y bienes, así como para luchar contra
el fraude de identidad. En ese sentido, se avala la necesidad de despojarse de indumentarias con
connotaciones religiosas en el marco de controles de seguridad y la obligación de aparecer con el rostro
descubierto en las fotografías destinadas a documentos oficiales.

• El propio T.E.D.H. consideró hasta qué punto tanto la religión que obliga al uso de la prenda, como la norma
que lo prohíbe, coloca a las afectadas frente a un complejo y perverso dilema, que puede ocasionarles la
consecuencia de aislarlas y ser rechazadas por sus familias y por la comunidad en la que desarrollan su vida
diaria

Esta injerencia o limitación en la vestimenta, entendida en los términos de la jurisprudencia del Tribunal, sólo
puede ser compatible con lo dispuesto en los arts. 8.2 y 9.2 cuando del convenio cuando:
• Se establece por ley
• Persigue uno o más de los objetivos legítimos allí recogidos y
• Cumple el requisito de la necesidad en una sociedad democrática (En palabras del TEDH, en una sociedad
democrática puede ser necesario establecer limitaciones, por más que el Estado tenga la obligación de
observar una posición de neutralidad e imparcialidad y debe respetarse al Estado en su tarea de dirección
política, como agente mejor situado para evaluar como la expresión de símbolos religiosos en el ámbito
público puede afectar a la convivencia democrática)

En un sentido similar a esta sentencia, posteriormente, el TEDH falló a favor de la ley belga que prohíbe llevar
niqab, el velo islámico que cubre todo el rostro, por considerar que esta prohibición se justifica por las necesidades
de la "convivencia social", que solo pueden valorar las autoridades estatales.

- La resolución del Comité de DDHH de la ONU de 22 de octubre de 2018


El Comité de Derechos Humanos de la ONU dictaminó el pasado 22 de octubre de 2018 que la prohibición en
Francia del niqab, el velo islámico de cuerpo entero, era una violación de los derechos humanos e instó al país a
revisar la legislación.
Al Comité no le convenció la afirmación de Francia de que una prohibición de la cobertura facial era “necesaria y
proporcionada desde el punto de vista de la seguridad o para alcanzar el objetivo de ‘vivir juntos’ en la sociedad”.

- Sentencia TJUE de 11 de septiembre de 2018


El despido de un médico católico, jefe de servicio, por parte de un hospital católico y motivado porque se haya
vuelto a casar después de divorciarse puede constituir una discriminación por religión y por tanto prohibida
Debe poder someterse a un control judicial efectivo la decisión de una iglesia u otra organización cuya ética se
base en la religión o las convicciones y que gestione centros de trabajo de imponer a empleados que ejerzan
responsabilidades directivas el requisito de mantener una actitud de buena fe y lealtad hacia dicha ética.

Acuerdo entre la Santa sede y el Estado español


El concordato entre el Estado español y la Santa Sede de 1953 fue firmado en la Ciudad del Vaticano, el 27 de agosto de
1953 por el secretario de Estado de la Santa Sede Domenico Tardini, Alberto Martín Artajo y Fernando María Castiella y
Maíz, embajador de España ante la Santa Sede.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

- Instrumento de Ratificación de España al Acuerdo entre la Santa Sede y el Estado Español, se firmó en la Ciudad
del Vaticano el 28 de julio de 1976.
- Instrumento de Ratificación del Acuerdo entre el Estado español y la Santa Sede sobre asuntos económicos,
firmado en Ciudad del Vaticano el 3 de enero de 1979.
- Instrumento de Ratificación del Acuerdo entre el Estado español y la Santa Sede sobre asuntos jurídicos, firmado
el 3 de enero de 1979 en la Ciudad del Vaticano.
- Instrumento de Ratificación del Acuerdo entre el Estado español y la Santa Sede sobre Enseñanza y Asuntos
Culturales, firmado en la Ciudad del Vaticano el 3 de enero de 1979.
- Instrumento de Ratificación del Acuerdo entre el Estado español y la Santa Sede sobre la asistencia religiosa a las
Fuerzas Armadas y el Servicio Militar de clérigos y religiosos, firmado en Ciudad del Vaticano el 3 de enero de
1979.
- Acuerdo entre el Reino de España y la Santa Sede sobre asuntos de interés común en Tierra Santa y anejo, hecho
en Madrid el 21 de diciembre de 1994.

Acuerdo entre el Estado español y otras religiones


Ley 24/1992, de 10 de noviembre, por la que se aprueba el Acuerdo de Cooperación del Estado con la Federación de
Entidades Religiosas Evangélicas de España.

Ley 25/1992, de 10 de noviembre, por la que se aprueba el Acuerdo de Cooperación del Estado con la Federación de
Comunidades Israelitas de España.

Ley 26/1992, de 10 de noviembre, por la que se aprueba el Acuerdo de Cooperación del Estado con la Comisión Islámica
de España.

Derecho a la libertad de enseñanza


Artículo 27
1. Todos tienen el derecho a la educación. Se reconoce la libertad de enseñanza.
2. La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios
democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales.
3. Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa
y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones.
4. La enseñanza básica es obligatoria y gratuita.
5. Los poderes públicos garantizan el derecho de todos a la educación, mediante una programación general de la
enseñanza, con participación efectiva de todos los sectores afectados y la creación de centros docentes.
6. Se reconoce a las personas físicas y jurídicas la libertad de creación de centros docentes, dentro del respeto a los
principios constitucionales.
7. Los profesores, los padres y, en su caso, los alumnos intervendrán en el control y gestión de todos los centros
sostenidos por la Administración con fondos públicos, en los términos que la ley establezca.
8. Los poderes públicos inspeccionarán y homologarán el sistema educativo para garantizar el cumplimiento de las
leyes.
9. Los poderes públicos ayudarán a los centros docentes que reúnan los requisitos que la ley establezca.
10. Se reconoce la autonomía de las Universidades, en los términos que la ley establezca.
En la importante sentencia 5/1981 el Tribunal Constitucional dijo que La libertad de enseñanza que explícitamente
reconoce nuestra Constitución (art. 27.1) puede ser entendida como una proyección de la libertad ideológica y religiosa y
del derecho a expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas u opiniones que también garantizan y protegen
otros preceptos constitucionales (especialmente arts. 16.1 y 20.1 a).

Esta conexión queda, por lo demás, explícitamente establecida en el art. 9 del Convenio para la protección de los derechos
humanos y de las libertades fundamentales firmado en Roma en 4 de noviembre de 1950, en conformidad con el cual hay
que interpretar las normas relativas a derechos fundamentales y libertades públicas que nuestra Constitución incorpora,
según dispone el artículo 10.2.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

En cuanto que la enseñanza es una actividad encaminada de modo sistemático y con un mínimo de continuidad a la
transmisión de un determinado cuerpo de conocimientos y valores, la libertad de enseñanza, reconocida en el art. 27.1
de la Constitución implica:
• De una parte, el derecho a crear instituciones educativas (art. 27.6).
• El derecho de quienes llevan a cabo personalmente la función de enseñar, a desarrollarla con libertad dentro de
los límites propios del puesto docente que ocupan (art. 20.1 c).
Del principio de libertad de enseñanza deriva también el derecho de los padres a elegir la formación religiosa y moral que
desean para sus hijos (art. 27.3).

Se trata en todos los casos de derechos que tienen límites necesarios que resultan de su propia naturaleza, con
independencia de los que se producen por su articulación con otros derechos o de los que, respetando siempre su
contenido esencial, pueda establecer el legislador.

Aunque la libertad de creación de centros docentes (art. 27.6) incluye la posibilidad de crear instituciones docentes o
educativas que se sitúan fuera del ámbito de las enseñanzas regladas, la continuidad y sistematicidad de la acción
educativa justifica y explica que la libertad de creación de centros docentes como manifestación específica de la libertad
de enseñanza haya de moverse en todos los casos dentro de límites más estrechos que los de la pura libertad de expresión.

Así, en tanto que ésta (art. 20.4 de la Constitución) está limitada esencialmente por el respeto a los demás derechos
fundamentales y por la necesidad de proteger a la juventud y a la infancia, el ejercicio de la libertad de creación de centros
docentes tiene la limitación adicional, impuesta en el mismo precepto que la consagra, del respeto a los principios
constitucionales que, como los del Título Preliminar de la Constitución (libertad, igualdad, justicia, pluralismo, unidad de
España, etc.), no consagran derechos fundamentales, y la muy importante, derivada del art. 27.2 de la Constitución, de
que la enseñanza ha de servir determinados valores (principios democráticos de convivencia, etc.) que no cumplen una
función meramente limitativa, sino de inspiración positiva.

Es claro, por último, que cuando en el ejercicio de esta libertad se acomete la creación de centros docentes que han de
impartir enseñanzas regladas, e insertos, por tanto, en el sistema educativo, los centros creados, además de orientar su
actividad, como exige el apartado segundo del art. 27, hacia el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto
a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales, con las precisiones y
matizaciones que de algunos aspectos de este enunciado hace el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales (art. 13), se han de acomodar a los requisitos que el Estado imponga para los centros de cada nivel.

La libertad de enseñanza presenta la naturaleza propia de los derechos de libertad y está conectada, como ha recordado
el Tribunal Constitucional (STC 5/1985), con otros derechos reconocidos en los artículos 16, 35 y 38 de la Constitución.

La libertad de enseñanza supone la libertad de creación de centros docentes que también reconoce la Constitución
(artículo 27.6) y esta última entraña la imposición del ideario (STC 5/1981 y STC 77/1985, de 27 de junio).

La neutralidad no puede exigirse sino a los centros públicos puesto que el ideario equivale a tomar partido, al expresar
ciertas convicciones ideológicas o religiosas que a través de él se pretenden inculcar al educando. Esta libertad de crear
centros con ideario propio tiene el límite expreso (artículo 27.6) en el respeto a los principios constitucionales, expresión
en apariencia más estricta que la empleada en el apartado 2 del artículo 27, pero con la que debe conectarse.

Otros dos límites de la libertad de creación de centros con ideario propio son:
• la ciencia misma con la que el ideario no puede entrar en conflicto puesto que frente a una enseñanza
científicamente falsa habría que oponer el derecho a la educación de los educandos a recibir una enseñanza
científicamente solvente.
• También opera como límite el ejercicio de la libertad de cátedra con el que debe conectarse el derecho a imponer
un ideario (SSTC 5/1981 y 77/1985), de tal suerte que el profesor del centro privado no está obligado a adherirse
al ideario del centro ni menos convertirse en propagandista sino que debe sólo respetarlo.
La Constitución impone el mandato a los poderes públicos de ayudar a los centros docentes "que reúnan los requisitos
que la ley establezca" (artículo 27.9). Este precepto constitucionaliza el régimen de conciertos incorporando a los colegios
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

que lo deseen al sistema público. No impone, desde luego, la concertación y los centros privados pueden o no acogerse a
la ayuda pública.

El resultado ha sido el de un sistema de enseñanza compuesto de centros públicos y de innumerables colegios privados
concertados, es decir, financiados con dinero público. El ejercicio de la libertad de creación de centros docentes ha
contribuido, de esta manera, a la prestación del servicio público educativo. Pero este estado de cosas no sido producto
de un inexistente derecho a la subvención, derecho que no aprecia el Tribunal Constitucional (STC 86/1985, de 10 de
julio), si no de la extensión decidida por el poder público de la financiación estatal y autonómica de centros privados que
cumplían los requisitos legales y se sometían a las servidumbres impuestas por la ley.

Tanto respecto de la libertad de enseñanza como en relación con el derecho a la educación juegan las finalidades previstas
en el artículo 27.2 CE: pleno desarrollo de la personalidad en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a
los derechos y libertades fundamentales. Ni hay un derecho a recibir enseñanzas contrarias a estas finalidades ni la
libertad de impartirlas.

Para asegurar el cumplimiento de esta prescripción constitucional y de toda la legalidad educativa, los poderes públicos
están facultados (artículo 27.8 CE) para inspeccionar y homologar el sistema educativo. La homologación de los títulos
obtenidos por los alumnos no es resultado del ejercicio de la facultad estatal sino producto del derecho a la educación.
En efecto, puede afirmarse, en línea con la jurisprudencia del TEDH (caso Régimen lingüístico de la enseñanza en Bélgica)
que, derivado del derecho proclamado, existe el de que lo estudiado, conforme a la legalidad, tenga validez oficial.

En relación con la libertad de enseñanza hay que destacar tres pronunciamientos jurisprudenciales recientes y de gran
relevancia:
- Por un lado, la STC 38/2007, en la que se reconoce a las confesiones religiosas el derecho a determinar la idoneidad
de los profesores de religión y del credo objeto de enseñanza en los centros públicos.
- Por otro lado, destaca la Sentencia del Tribunal Supremo, Sala Tercera, de lo Contencioso-administrativo, Sección
4ª, de 12 Dic. 2008, rec. 570/2005, que reconoce el derecho de los padres a poder elegir la lengua de escolarización
de sus hijos, en la medida en que deben ser consultados sobre cuál es su lengua habitual.
- Por último, vinculada directamente con las libertades del artículo 16 de la Constitución, el tema de la objeción de
conciencia ha adquirido cierta relevancia en los últimos tiempos generando una gran cantidad de pronunciamientos
judiciales relativos a la posibilidad o no de objetar a la asignatura de educación para la ciudadanía prevista en la Ley
Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación.
El Tribunal Supremo, por su parte ha tenido ya ocasión de unificar esta doctrina en la Sentencia de la Sala Tercera de 11
de febrero de 2009 (rec. 905/2008), en la que afirma que no existe un derecho constitucional general a la objeción de
conciencia, ni siquiera como proyección del artículo 16 de la Constitución, porque éste encuentra su límite en la Ley. A
mayor abundamiento, el Tribunal Supremo opone a la objeción de conciencia el artículo 9.1 de la Constitución y afirma
que lo contrario supondría hacer depender las normas de su conformidad a cada conciencia individual. Sólo la objeción
de conciencia a la prestación del servicio militar se reconoce en la Constitución, de forma que, cualquier otro
reconocimiento dependerá de la estricta voluntad del legislador.

Además de las limitaciones derivadas de los apartados 2 y 8 del artículo 27 CE, los centros públicos y los privados
concertados están obligados a organizarse conforme a lo previsto legalmente que, en todo caso, deberá dar cumplimiento
al mandato de participación de profesores, padres y alumnos en el control y gestión de los centros, tal y como prevé el
artículo 27.7 CE. Esta participación enlaza con el artículo 9.2 CE, pero no es un derecho propiamente educativo aunque
module su ejercicio.

Derecho a la libertad de cátedra.


Los sujetos activos de este derecho son los profesionales de la enseñanza, sea cual sea su nivel de docencia y sean o no
miembros del profesorado público. Así lo ha entendido el Tribunal Constitucional español en una sentencia de 1981: "El
objeto de este derecho viene constituido por la libertad, por parte del docente, para poder transmitir, sin previa censura y
sin ningún tipo de coacción, los criterios científicos, artísticos y culturales, que aquel considera cómo válidos desde una
metodología determinada."
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

El derecho a la libertad de cátedra supone, en el ámbito de la enseñanza superior, el reconocimiento del derecho a la
autonomía universitaria.

En los niveles inferiores este carácter gradualmente se va disminuyendo, puesto que son los planes de estudio,
establecidos por la autoridad competente, los que determinan cuál ha de ser el contenido mínimo de la enseñanza, y son
también estas autoridades las que establecen cuál es el elenco de medios pedagógicos entre los que puede optar el
profesor, no pudiendo éste orientar ideológicamente su enseñanza con entera libertad con-forme con sus convicciones.

Se podría decir que es un derecho situado entre la libertad de expresión y el derecho a la Educación. El Tribunal
Constitucional, en su sentencia 5/1981, señala que "la libertad de cátedra tiene un ámbito variable determinado,
fundamentalmente por: la naturaleza pública o privada del centro docente y el nivel o grado educativo a que corresponde
el puesto docente ocupado". Esto nos sirve para determinar los ámbitos así como los caracteres en los que pueda ser
gozado este derecho por los docentes. El contenido del derecho a la libertad de cátedra implicaría, el derecho a expresar
las ideas y las convicciones científicas que asuma cada profesor en el ejercicio de sus actividades docentes.
Esto supone:
a. Que el centro donde se imparta docencia no puede imponer al profesor la obligatoriedad de transmitir a sus
alumnos los criterios científicos e ideológicos, los valores y conceptos que la dirección del centro establezca con
carácter de uniformidad. Supone fundamentalmente la posibilidad de expresar las ideas y convicciones que cada
profesor asume como propias, en relación a la materia objeto de enseñanza, y por lo tanto violaría la libertad
cualquier predeterminación de esos conceptos o ideas.
b. No puede ser sometida la actividad docente a una previa censura.
c. Supone también la posibilidad de determinar libre-mente no solamente el con-tenido de las enseñanzas, sino
también el método de exposición a utilizar. Lo cual no supone negar la potestad de establecer por parte del centro
educativo o por parte del Estado orientaciones pedagógicas. Pero esa potestad debe ser compatible con la libertad
del profesor, de tal forma que no quede anulada.
En cuanto a los límites, el derecho a la libertad de cátedra es concreción de la libertad de expresión y del derecho a la
Educación, por lo que los límites de estos dos derechos son también los límites de aquella. Así:
1. El respeto a los demás derechos fundamentales, especialmente: el derecho al honor, a la intimidad y a la propia
imagen.
2. La protección de la juventud y de la infancia.
3. Otra limitación sería el abuso del derecho. Así, puede considerase como un ejercicio abusivo de la libertad de
cátedra, aquella actitud del profesor que consiste en transmitir opiniones que no guardan relación con la materia
impartida o que son fruto exclusivamente de una opción ideológica transmitida con una exclusiva finalidad
proselitista o denigratoria.
La libertad de cátedra la ha tratado el Tribunal Constitucional en su sentencia 5/1981 al decir que aunque
tradicionalmente por libertad de cátedra se ha entendido una libertad propia sólo de los docentes en la enseñanza
superior o, quizá más precisamente, de los titulares de puestos docentes denominados precisamente «cátedras» y todavía
hoy en la doctrina alemana se entiende, en un sentido análogo, que tal libertad es predicable sólo respecto de aquellos
profesores cuya docencia es proyección de la propia labor investigadora, resulta evidente, a la vista de los debates
parlamentarios, que son un importante elemento de interpretación, aunque no la determinen, que el constituyente de
1978 ha querido atribuir esta libertad a todos los docentes, sea cual fuere el nivel de enseñanza en el que actúan y la
relación que media entre su docencia y su propia labor investigadora.

Se trata, sin embargo, como en principio ocurre respecto de los demás derechos y libertades garantizados por la
Constitución, de una libertad frente al Estado o, más generalmente, frente a los poderes públicos, y cuyo contenido se ve
necesariamente modulado por las características propias del puesto docente o cátedra cuya ocupación titula para el
ejercicio de esa libertad. Tales características vienen determinadas, fundamentalmente, por la acción combinada de dos
factores: la naturaleza pública o privada del centro docente en primer término, y el nivel o grado educativo al que tal
puesto docente corresponde, en segundo lugar.

En los centros públicos de cualquier grado o nivel la libertad de cátedra tiene un contenido negativo uniforme en cuanto
que habilita al docente para resistir cualquier mandato de dar a su enseñanza una orientación ideológica determinada, es
decir, cualquier orientación que implique un determinado enfoque de la realidad natural, histórica o social dentro de los
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

que el amplio marco de los principios constitucionales hace posible. Libertad de cátedra es incompatible con la existencia
de una ciencia o una doctrina oficiales.

Junto a este contenido puramente negativo, la libertad de cátedra tiene también un amplio contenido positivo en el nivel
educativo superior que no es necesario analizar aquí. En los niveles inferiores, por el contrario, y de modo, en alguna
medida gradual, este contenido positivo de la libertad de enseñanza va disminuyendo puesto que, de una parte, son los
planes de estudios establecidos por la autoridad competente, y no el propio profesor, los que determinan cuál haya de
ser el contenido mínimo de la enseñanza, y son también estas autoridades las que establecen cuál es el elenco de medios
pedagógicos entre los que puede optar el profesor (art. 27.5 y 8) y, de la otra y sobre todo, éste no puede orientar
ideológicamente su enseñanza con entera libertad de la manera que juzgue más conforme con sus convicciones.

En un sistema jurídico político basado en el pluralismo, la libertad ideológica y religiosa de los individuos y la
aconfesionalidad del Estado, todas las instituciones públicas y muy especialmente los centros docentes, han de ser, en
efecto, ideológicamente neutrales. Esta neutralidad, que no impide la organización en los centros públicos de enseñanzas
de seguimiento libre para hacer posible el derecho de los padres a elegir para sus hijos la formación religiosa y moral que
esté de acuerdo con sus propias convicciones (art. 27.3 de la Constitución), es una característica necesaria de cada uno
de los puestos docentes integrados en el centro, y no el hipotético resultado de la casual coincidencia en el mismo centro
y frente a los mismos alumnos, de profesores de distinta orientación ideológica cuyas enseñanzas se neutralicen
recíprocamente.

La neutralidad ideológica de la enseñanza en los centros escolares públicos regulados en la L.O.E.C.E. impone a los
docentes que en ellos desempeñan su función una obligación de renuncia a cualquier forma de adoctrinamiento
ideológico, que es la única actitud compatible con el respeto a la libertad de las familias que, por decisión libre o forzadas
por las circunstancias, no han elegido para sus hijos centros docentes con una orientación ideológica determinada y
explícita

Derecho a la libertad de creación artística y de investigación.


Existen quienes esgrimen que la propiedad intelectual se encuentra tutelada en el art. 33 CE como propiedad privada,
mientras que otra corriente sostiene que el artículo que rige los derechos de la propiedad intelectual es el artículo 20.1.b)
CE. Una tercera vertiente sostiene que el derecho de propiedad intelectual se encuentra tutelado en su vertiente moral
por el artículo 20, 1.b) CE mientras que el 33 CE tutela la parte patrimonial que conforma tal derecho.

Se constata la tendencia doctrinal moderna a escindir la protección constitucional del derecho de autor en dos: la
protección constitucional del derecho moral de autor quedaría incluida, en atención a su naturaleza jurídica, dentro de la
protección que cada Constitución dispense a los derechos de la personalidad, mientras que la protección constitucional
del derecho patrimonial de autor se incluiría en el precepto que cada Constitución dedicase al reconocimiento y
delimitación del derecho de propiedad ordinaria (en nuestra constitución artículo 33). Máxime si se piensa que el
contenido patrimonial del derecho de autor aparece modulado por la función social, fundamento principal de su
formulación legal así como de los llamados «límites del derecho de autor»

El inciso 1.b del artículo 20 CE, que protege la creación literaria, artística y científica, se debe entender como la
consagración constitucional del "derecho a la libertad de creación" o el "derecho a la libre creación intelectual", y que
lleva implícita la protección de la propiedad intelectual7, coincidente con el artículo 1 del TRLPI, que plenamente posee
una redacción concorde con la norma constitucional citada. La libertad de creación es una referencia a la propiedad
intelectual, mientras que la libertad de expresión se encuentra regulada en otros apartados del mismo artículo 20 CE.

La norma constitucional efectivamente pretende proteger al autor incluso antes de la creación de la obra por cuanto se
trata de reconocer la libertad del individuo de elegir el contenido de su creación y la forma en que la expresará. Esa
libertad de creación literaria, está redactada conforme a la propiedad intelectual, por cuanto ésta última también
pretende establecer un régimen jurídico que se ajuste a una protección de lo expresado por el autor en su obra (el
contenido), por lo cual, debe entenderse que el contenido es resultado de la opinión, idea o expresión artística, literaria
o científica del autor que precede a la creación de la obra. No debemos olvidar que uno de los requisitos para proteger la
propiedad intelectual es que inicialmente el autor posea la conciencia de la creación de una obra de tal índole. Prueba de
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

lo anterior, es la importancia que otorga el legislador a la originalidad de la obra entendida como la expresión única del
individuo que la crea.

El Tribunal Supremo ha establecido en su jurisprudencia que "La elevación al rango constitucional artículo 20.1.b) del
derecho a la producción y creación literaria, artística, científica y técnica introduce relevantes factores de derecho público
en la comprensión del nexo jurídico entre el autor y la obra producida como fruto de su actividad creadora; factores cuya
presencia en el orden constitucional obligan a superar el tradicional enfoque de dicho nexo desde una visión estrictamente
iusprivatista que se plasma en la regulación del instituto jurídico de la propiedad intelectual, entendida ésta como el
conjunto de facultades patrimoniales atribuidas al autor de una obra literaria, científica o artística para explotarla
económicamente y disponer de ella a su voluntad, (...)"

La sentencia concluye señalando que el artículo 20.1.b) CE al constitucionalizar el derecho de autor, protege dos vertientes
adicionales al componente patrimonial implícito de dicho derecho, que son:
a. El reconocimiento y protección al derecho a la libertad de creación literaria, artística, científica y técnica.
b. El reconocimiento del derecho a la producción literaria, artística, científica y técnica, exteriorizado en una obra.

El Tribunal sostiene que la ubicación de este derecho en el Título Primero de la CE, implica considerar a la propiedad
intelectual como un derecho fundamental inherente a la dignidad de la persona y al libre desarrollo de la personalidad en
donde la obra viene a objetivar la relación de paternidad del autor con respecto a su producción intelectual para hacer
exigible las facultades morales sobre el resultado de la creación intelectual.

Efectivamente la protección constitucional del Derecho de autor no solo ha sido reconocida por el Tribunal Constitucional
de tal forma, sino que además debe entenderse consagrada tanto en su componente moral como patrimonial, dentro del
artículo 20 de la CE y por tanto como un derecho fundamental. Así interpretado, el derecho de autor como derecho
humano positivado en calidad de fundamental, reviste dos cualidades inescindibles:
a. Con respecto al autor. Es el reconocimiento de un atributo del ser humano como creador de una obra intelectual
en la que se inscribe su impronta personal, su intelecto y su espíritu o bien que denota un esfuerzo personalísmo
en razón de la originalidad de la obra.
b. Con respecto al usuario: Es una garantía social de fomento y acceso al conocimiento, convirtiéndose en un
derecho de todos los seres humanos.
Ciertamente, el derecho de autor como derecho fundamental, posee esta doble condición que se hace más evidente en
su desarrollo en la sociedad del conocimiento. Si en España se reconoce al derecho de autor constitucionalmente como
un derecho fundamental, por tanto, corresponderá aplicar esta interpretación que se ajusta adecuadamente a la
formalización de un espectro jurídico propio de la nueva era digital que nos corresponde enfrentar.

Derecho a la educación.
Como tal derecho a la educación, la sentencia 86/1985 estableció que se requerían algunas precisiones sobre la relación
que media sobre los distintos preceptos incluidos en el art. 27 de nuestra Ley fundamental, pues mientras algunos de
ellos consagran derechos de libertad (así, por ejemplo, apartados 1, 3 y 6), otros imponen deberes (así, por ejemplo,
obligatoriedad de la enseñanza básica, apartado 4), garantizan instituciones (apartado 10), o derechos de prestación (así,
por ejemplo, la gratuidad de la enseñanza básica, apartado 3) o atribuyen, en relación con ello, competencias a los poderes
públicos (así, por ejemplo, apartado 8), o imponen mandatos al legislador. La estrecha conexión de todos estos preceptos,
derivada de la unidad de su objeto, autoriza a hablar, sin duda, en términos genéricos, como denotación conjunta de
todos ellos, del derecho a la educación, o incluso del derecho de todos a la educación, utilizando como expresión
omnicompresiva la que el mencionado artículo emplea como fórmula liminar. Este modo de hablar no permite olvidar,
sin embargo, la distinta naturaleza jurídica de los preceptos indicados.

El derecho de todos a la educación incorpora así junto a su contenido primario de derecho de libertad, una dimensión
prestacional, en cuya virtud los poderes públicos habrán de procurar la efectividad de tal derecho y hacerlo, para los
niveles básicos de la enseñanza, en las condiciones de obligatoriedad y gratuidad que demanda el apartado 4. ° de este
art. 27 de la norma fundamental. Al servicio de tal acción prestacional de los poderes públicos se hallan los instrumentos
de planificación y promoción mencionados en el núm. 5 del mismo precepto, así como el mandato, en su apartado 9. ° de
las correspondientes ayudas públicas a los Centros docentes que reúnan los requisitos que la Ley establezca. El citado art.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

27.9, en su condición de mandato al legislador no encierra un derecho subjetivo a la prestación pública. Esta, materializada
en la técnica subvencional o, de otro modo, habrá de ser dispuesta por la Ley, Ley de la que nacerá, con los requisitos y
condiciones que en la misma se establezcan, la posibilidad de instar dichas ayudas y el correlativo deber de las
administraciones públicas de dispensarlas, según la previsión normativa.

El que en el art. 27.9 no se enuncie como tal un derecho fundamental a la prestación pública y el que, consiguientemente,
haya de ser sólo en la Ley en donde se articulen sus condiciones y límites, no significa, obviamente, que el legislador sea
enteramente libre para habilitar de cualquier modo este necesario marco normativo. La Ley que reclama el art. 27.9 no
podrá, en particular, contrariar los derechos y libertades educativas presentes en el mismo artículo y deberá, asimismo,
configurar el régimen de ayudas en el respeto al principio de igualdad. Como vinculación positiva, también, el legislador
habrá de atenerse en este punto a las pautas constitucionales orientadoras del gasto público, porque la acción
prestacional de los poderes públicos ha de encaminarse a la procuración de los objetivos de igualdad y efectividad en el
disfrute de los derechos que ha consagrado nuestra Constitución (arts. 1.1, 9.2, y 31.2, principalmente). Desde esta última
advertencia, por lo tanto, no puede, en modo alguno, reputarse inconstitucional el que el legislador, del modo que
considere más oportuno en uso de su libertad de configuración, atienda, entre otras posibles circunstancias, a las
condiciones sociales y económicas de los destinatarios finales de la educación a la hora de señalar a la Administración las
pautas y criterios con arreglo a los cuales habrán de dispensarse las ayudas en cuestión

En lo referente al ideario del centro docente la sentencia 5/1981 dijo que El derecho que el art. 34 de la L.O.E.C.E. reconoce
a los titulares de los centros privados para «establecer un ideario educativo propio dentro del respeto a los principios y
declaraciones de la Constitución», forma parte de la libertad de creación de centros, en cuanto equivale a la posibilidad
de dotar a éstos de un carácter u orientación propios. Esta especificidad explica la garantía constitucional de creación de
centros docentes que, en otro caso, no sería más que una expresión concreta del principio de libertad de empresa que
también la Constitución (art. 38) consagra.

Como derivación de la libertad de creación de centros docentes, el derecho de los titulares de éstos a establecer un ideario
educativo propio se mueve dentro de los límites de aquella libertad ya aludidos de manera sumaria en el apartado
anterior. Es precisamente la existencia de estos límites la que hace indispensable que, como señala en su escrito el
Abogado del Estado, el establecimiento de un ideario propio del centro haya de entenderse sometido al sistema de
autorización reglada a que la Ley (art. 33) sujeta la apertura y funcionamiento de los centros privados, pues el
establecimiento de ideario en cuanto determina el carácter propio del centro, forma parte del acto de creación.

Actualmente este derecho se regula en la Ley Orgánica 8/1985, en la 2/2006 de educación, modificada por la Ley Orgánica
8/2013 de mejora de la calidad educativa. La ley establece que el sistema educativo español, configurado de acuerdo con
los valores de la Constitución y asentado en el respeto a los derechos y libertades reconocidos en ella, se inspira en los
siguientes principios:
a. La calidad de la educación para todo el alumnado, independientemente de sus condiciones y circunstancias.
b. La equidad, que garantice la igualdad de oportunidades, la inclusión educativa y la no discriminación y actúe como
elemento compensador de las desigualdades personales, culturales, económicas y sociales, con especial atención
a las que deriven de discapacidad.
c. La transmisión y puesta en práctica de valores que favorezcan la libertad personal, la responsabilidad, la
ciudadanía democrática, la solidaridad, la tolerancia, la igualdad, el respeto y la justicia, así como que ayuden a
superar cualquier tipo de discriminación.
d. La concepción de la educación como un aprendizaje permanente, que se desarrolla a lo largo de toda la vida.
e. La flexibilidad para adecuar la educación a la diversidad de aptitudes, intereses, expectativas y necesidades del
alumnado, así como a los cambios que experimentan el alumnado y la sociedad.
f. La orientación educativa y profesional de los estudiantes, como medio necesario para el logro de una formación
personalizada, que propicie una educación integral en conocimientos, destrezas y valores.
g. El esfuerzo individual y la motivación del alumnado.
h. El esfuerzo compartido por alumnado, familias, profesores, centros, Administraciones, instituciones y el conjunto
de la sociedad.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

i. La autonomía para establecer y adecuar las actuaciones organizativas y curriculares en el marco de las
competencias y responsabilidades que corresponden al Estado, a las Comunidades Autónomas, a las
corporaciones locales y a los centros educativos.
j. La participación de la comunidad educativa en la organización, gobierno y funcionamiento de los centros
docentes.
k. La educación para la prevención de conflictos y para la resolución pacífica de los mismos, así como la no violencia
en todos los ámbitos de la vida personal, familiar y social.
l. El desarrollo de la igualdad de derechos y oportunidades y el fomento de la igualdad efectiva entre hombres y
mujeres.
m. La consideración de la función docente como factor esencial de la calidad de la educación, el reconocimiento
social del profesorado y el apoyo a su tarea.
n. El fomento y la promoción de la investigación, la experimentación y la innovación educativa.
o. La evaluación del conjunto del sistema educativo, tanto en su programación y organización y en los procesos de
enseñanza y aprendizaje como en sus resultados.
p. La cooperación entre el Estado y las Comunidades Autónomas en la definición, aplicación y evaluación de las
políticas educativas.
q. La cooperación y colaboración de las Administraciones educativas con las corporaciones locales en la planificación
e implementación de la política educativa.
El sistema educativo español se orientará a la consecución de los siguientes fines:

a. El pleno desarrollo de la personalidad y de las capacidades de los alumnos.


b. La educación en el respeto de los derechos y libertades fundamentales, en la igualdad de derechos y
oportunidades entre hombres y mujeres y en la igualdad de trato y no discriminación de las personas con
discapacidad.
c. La educación en el ejercicio de la tolerancia y de la libertad dentro de los principios democráticos de convivencia,
así como en la prevención de conflictos y la resolución pacífica de los mismos.
d. La educación en la responsabilidad individual y en el mérito y esfuerzo personal.
e. La formación para la paz, el respeto a los derechos humanos, la vida en común, la cohesión social, la cooperación
y solidaridad entre los pueblos así como la adquisición de valores que propicien el respeto hacia los seres vivos y
el medio ambiente, en particular al valor de los espacios forestales y el desarrollo sostenible.
f. El desarrollo de la capacidad de los alumnos para regular su propio aprendizaje, confiar en sus aptitudes y
conocimientos, así como para desarrollar la creatividad, la iniciativa personal y el espíritu emprendedor.
g. La formación en el respeto y reconocimiento de la pluralidad lingüística y cultural de España y de la
interculturalidad como un elemento enriquecedor de la sociedad.
h. La adquisición de hábitos intelectuales y técnicas de trabajo, de conocimientos científicos, técnicos, humanísticos,
históricos y artísticos, así como el desarrollo de hábitos saludables, el ejercicio físico y el deporte.
i. La capacitación para el ejercicio de actividades profesionales.
j. La capacitación para la comunicación en la lengua oficial y cooficial, si la hubiere, y en una o más lenguas
extranjeras.
k. La preparación para el ejercicio de la ciudadanía y para la participación activa en la vida económica, social y
cultural, con actitud crítica y responsable y con capacidad de adaptación a las situaciones cambiantes de la
sociedad del conocimiento.
Las enseñanzas que ofrece el sistema educativo son las siguientes:
a. Educación infantil.
b. Educación primaria.
c. Educación secundaria obligatoria.
d. Bachillerato.
e. Formación profesional.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

f. Enseñanzas de idiomas.
g. Enseñanzas artísticas.
h. Enseñanzas deportivas.
i. Educación de personas adultas.
j. Enseñanza universitaria.
La educación primaria y la educación secundaria obligatoria constituyen la educación básica.

STC 133/2010
“la invocada facultad de los padres de elegir para sus hijos una educación ajena al sistema de escolarización obligatoria
por motivos de orden pedagógico no está comprendida, ni siquiera prima facie, en ninguna de las libertades
constitucionales que la demanda invoca y que el art. 27 CE reconoce”

“La libertad de enseñanza de los padres se circunscribe en este contexto, por tanto, a la facultad de enseñar a los hijos sin
perjuicio del cumplimiento de su deber de escolarización, de un parte, y a la facultad de crear un centro docente cuyo
proyecto educativo”

Derecho a la educación en el TEDH


TEDH, sobre el Derecho a la educación: «el procedimiento total mediante el cual en cualquier sociedad los adultos inculcan
a los más jóvenes sus creencias, hábitos y demás valores» (Asunto n.º 7511/1976 y 7743/1976 Campbell y Cosans contra
Reino Unido de 25 de febrero de 1982) con la finalidad primordial de promover «el desarrollo y la formación del carácter
y el espíritu de los alumnos, así como su autonomía personal» (Asunto n.º 1448/04 Hasan y Eylem Zengin contra Turquía
de 9 de octubre de 2007)

Sobre la inclusión en el centro educativo de un ideario o formación religiosa determinada: La inclusión de este tipo de
asignaturas en el contexto educativo forma parte del derecho siempre que, como ha dejado fuera de dudas en diversas
ocasiones el TEDH «sean difundidas de manera objetiva, crítica y pluralista, permitiendo a los alumnos desarrollar un
sentido crítico al respecto del hecho religioso en una atmósfera serena, preservada de todo proselitismo… Aquí se
encuentra el límite que no hay que rebasar»

Asuntos:
n.º 5095/71; 5920/72; 5926/72 Kjeldsen, Busk Madsen y Pedersen contra Dinamarca de 7 de diciembre de 1976.
Asunto n.º 30814/06 Lautsi y otros contra Italia (Gran Sala) de 18 de marzo de 2011.

Sobre el contenido de determinadas asignaturas como «Educación para la ciudadanía», «Educación sexual» o «Ética»
deben impartir se de manera «objetiva, crítica y pluralista» y preservada de todo intento de adoctrinamiento o
proselitismo .

Asuntos:
• Asunto n.º 5095/71; 5920/72; 5926/72 Kjeldsen, Busk Madsen y Pedersen contra Dinamarca de 7 de diciembre
de 1976;
• Asunto n.º 51188/99 Alejandro Jiménez Alonso y Pilar Jiménez Merino contra España de 25 de mayo de 2000;
• Asunto n.º 45216/07 Appel-Irrgang y otros contra Alemania de 11 de octubre de 2009
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Lección 7
El derecho al honor
El derecho al honor es el que ha gozado de protección por parte de nuestro ordenamiento de manera tradicional, al
configurar uno de los derechos clásicos de la personalidad y ha sido objeto de una larga interpretación jurisprudencial,
fruto de la cual se distinguen un aspecto inmanente y otro trascendente del honor: el primero consiste en la estima que
cada persona tiene de sí misma; el segundo, por su parte, radica en el reconocimiento de los demás de nuestra dignidad
(STS de 23 de marzo de 1987), se vincula así, pues, con la fama, con la opinión social. En este sentido hay que tener
presente que el honor está vinculado a las circunstancias de tiempo y lugar de forma tal que el concepto actual del honor
poco tiene que ver, no ya con el propio de nuestro siglo de oro, sino con el de hace pocas décadas (STC 185/1989, de 13
de noviembre).

Desde el punto de vista personal, por su parte, la afectación al honor habrá de valorarse teniendo en cuenta la relevancia
pública del personaje, su afectación a la vida profesional o a la privada, y las circunstancias concretas en la que se produce
(en un momento de acaloramiento o con frialdad...) así como su repercusión exterior (SSTC 46/2002, de 25 de febrero;
20/2002, de 28 de enero; 204/2001, de 15 de octubre; 148/2001, de 27 de junio...)

El primer párrafo del precepto que comentamos cuenta ya con un contenido complejo, pues en él se protegen, en primer
lugar, el derecho al honor, en segundo lugar, el derecho a la intimidad, tanto personal como familiar, y en tercer lugar el
derecho a la propia imagen, derechos como veremos con rasgos comunes, pero también con aspectos que permiten
distinguir tres derechos diferenciados. En definitiva, y tal y como ha señalado la STC 14/2003, son tres derechos
autónomos y sustantivos, aunque estrechamente vinculados entre sí, en tanto que derechos de la personalidad, derivaos
de la dignidad humana y dirigidos a la protección del patrimonio moral de las personas.

Aunque el derecho en principio es un derecho de las personas individualmente consideradas, cabe poner de relieve como
el Tribunal Constitucional ha reconocido el derecho a un pueblo o etnia (el pueblo judío, STC 214/1991, caso Violeta
Friedman). Por otra parte se admite que puedan ser titulares del derecho personas jurídico privadas; sin embargo, ha
negado el carácter de derecho fundamental a personas jurídicos públicas (STC 107/1988, de 8 de junio).

Derecho al Honor. Concepto:


- Subjetivo: el concepto que una persona tiene de si misma en relación con su conciencia de su propia dignidad.
- Objetivo: la reputación o la consideración que los demás tienen de uno, distinguir de la fama que solo afecta a las
personas con relevancia pública.

Conforme a la Jurisprudencia:
- Incluye a grupos o colectivos
- A personas jurídicas (STC139/95) y fallecidos (STC190/96)
- Su contenido depende de cada caso y tiempo (185/89)
- Ampara la buen reputación protegiendo a la persona frente a expresiones o mensajes de la desmerezcan (49/01)
- El honor de los políticos (232/02) la critica a la acción política no ampara el insulto o vejación innecesaria
- No justifica actuaciones ilegales o delictivas (50/83, 16/81)
- Cabe en las relaciones laborales (ATC1322/87)

Ha de tomarse en consideración si la información o la opinión se proyectan sobre una materia de interés general o sobre
personas que ejerzan un cargo público o una profesión de notoriedad o proyección pública, pues entonces el peso de las
libertades de expresión e información es más intenso. La relevancia pública o interés general constituye un requisito para
que pueda hacerse valer la prevalencia de las libertades de expresión e información cuando las informaciones o las
opiniones redunden en descrédito del afectado.

La prevalencia que la jurisprudencia constitucional ha otorgado al derecho fundamental a la libertad de expresión cuando
entra en conflicto con el derecho al honor de una persona que ocupa un cargo público es funcional. El sacrificio del
derecho al honor del cargo público solo se justifica cuando tal libertad se ejercita conforme a su naturaleza y su función
constitucionales, esto es, cuando contribuyen al debate político en una sociedad democrática, incluso cuando se haga de
un modo hiriente o desabrido.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Como ha señalado reiteradamente el Tribunal Constitucional ( SSTC 180/1999, de 11 de octubre , FJ 4, 52/2002, de 25 de


febrero, FJ 5 y 51/2008, de 14 de abril , FJ 3), el honor constituye un «concepto jurídico normativo cuya precisión depende
de las normas, valores e ideas sociales vigentes en cada momento». Dicho tribunal ha definido su contenido afirmando
que este derecho protege frente a atentados en la reputación personal entendida como la apreciación que los demás
puedan tener de una persona, independientemente de sus deseos ( STC 14/2003, de 28 de enero , FJ 12), impidiendo la
difusión de expresiones o mensajes insultantes, insidias infamantes o vejaciones que provoquen objetivamente el
descrédito de aquella ( STC 216/2006, de 3 de julio , FJ 7).

Las libertades de expresión e información se encuentran limitadas por el derecho al honor ( art. 20.4 de la Constitución ),
si bien este derecho constituye no solo un límite a dichas libertades sino también un derecho fundamental en sí mismo (
art. 18.1 de la Constitución ) que protege un determinado ámbito de dignidad e indemnidad para su titular, por lo que se
produce una limitación recíproca entre tales derechos fundamentales y libertades públicas.

Las personas jurídicas de derecho público no son titulares del derecho al honor:
- El Tribunal Constitucional, en la Sentencia 107/1988, de 5 de julio, declaró:
«[E]s preciso tener presente que el honor tiene en nuestra Constitución un significado personalista, en el sentido
de que el honor es un valor referible a personas individualmente consideradas, lo cual hace inadecuado hablar del
honor de las instituciones públicas o de clases determinadas del Estado, respecto de las cuales es más correcto,
desde el punto de vista constitucional, emplear los términos dignidad, prestigio y autoridad moral, que son valores
que merecen la protección penal que les dispense el legislador, pero que no son exactamente identificables con el
honor, consagrado en la Constitución como derecho fundamental».

El derecho a la intimidad
El derecho a la intimidad se vincula a la esfera más reservada de las personas, al ámbito que éstas siempre preservan de
las miradas ajenas, aquél que desea mantenerse oculto a los demás por pertenecer a su esfera más privada (SSTC
151/1997, de 29 de septiembre), vinculada con la dignidad y el libre desarrollo de la personalidad (art. 10.1 CE). De esta
forma el derecho a un núcleo inaccesible de intimidad se reconoce incluso a las personas más expuestas al público (STC
134/1999, de 15 de julio). La intimidad, de acuerdo con el propio precepto constitucional, se reconoce no sólo al individuo
aisladamente considerado, sino también al núcleo familiar (SSTC 197/1991, de 17 de octubre o 231/1988, de 2 de
diciembre).
Partiendo de las anteriores premisas, conviene hacer algunas puntualizaciones: Por una parte, al igual que sucede con el
honor, la extensión del derecho se ve condicionada por el carácter de la persona o el aspecto concreto de su vida que se
ve afectado, de acuerdo también con las circunstancias particulares del caso. Por otra, el Tribunal Constitucional ha
interpretado en alguna ocasión que el alcance de la intimidad viene marcado por el propio afectado (STC 115/2000, de 5
de mayo, STC 83/2002 y STC 196/2004), no obstante esta afirmación habrá que ponerla en relación con lo anterior pues,
de lo contrario, el alcance del derecho pondría en riesgo, por ejemplo, la libertad de información.

El derecho a la intimidad implica la existencia de un ámbito propio y reservado frente a la acción y el conocimiento de
los demás, necesario, según las pautas de nuestra cultura para mantener una calidad mínima de vida humana.

Sin embargo, no se nos puede pasar inadvertido que somos los individuos quienes definimos, expresa o implícitamente,
cuál es nuestra esfera privada y qué difusión le damos a la información relativa a la misma.

La referencia anterior no debe hacer creer que las únicas injerencias a la intimidad provienen de excesos en las
libertades de expresión o información, al contrario, la protección del derecho se muestra imprescindible también en el
ámbito laboral, donde habrá que deslindar aquel control idóneo, necesario y equilibrado de la actividad laboral (STC
186/2000, de 10 de julio), de aquéllos otros que supongan una injerencia en la intimidad de los trabajadores afectados
injustificada o desproporcionada (STC 98/2000, de 10 de abril); o en otros casos en los que existe una relación especial
de sujeción, como acontece en el ámbito penitenciario (204/2000, de 24 de julio y 218/2002, de 25 de noviembre). En
los últimos años ha cobrado una gran importancia la necesidad de protección de la intimidad frente a determinados de
controles de carácter general como son los que implica la utilización de la videovigilancia, desarrollada por la Ley
Orgánica 4/1997, de 4 de agosto, por la que se regula la utilización de videocámaras por las Fuerzas y Cuerpos de
Seguridad en lugares públicos.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Es preciso añadir que en determinados supuestos la intimidad cederá frente a otros bienes jurídicamente protegibles
como sucede, por ejemplo, en los supuestos de investigación de la paternidad (STC 7/1994, de 17 de enero) o la
maternidad (STC 95/1999, de 31 de mayo) o de controles fiscales (STC 110/1984, de 26 de noviembre), siempre que
estén justificados y resulten proporcionales sobre la base de otros derechos u otros bienes jurídicamente protegidos de
interés general, como son los derechos de los hijos (art. 39 CE) o garantía de la proporcionalidad impositiva (art. 31CE).

Finalmente, conviene mencionar como en los últimos años tiende a extenderse el alcance del derecho a la intimidad y
familiar, en relación con el derecho a la intimidad del domicilio, a supuestos en los que se produce es una agresión
ambiental, ya provenga esta de ruidos u olores. Esta posibilidad alcanza su máximo reconocimiento en la Sentencia del
Tribunal Europeo de Derechos Humanos de 9 de diciembre de 1994, en el asunto López Ostra, de la que se hizo eco
nuestro Tribunal Constitucional (STC 119/2001, de 24 de mayo), aunque desestimando la vulneración de los derechos
invocados en el caso concreto. En un sentido parecido, destacan también la STC 16/2004, sobre el ruido y la STS de 13
de octubre de 2008, sobre el ruido producido por el aeropuerto de Barajas.

El derecho a la propia imagen


El derecho a la propia imagen salvaguarda la proyección exterior de dicha imagen como medio de evitar injerencias no
deseadas (STC 139/2001, de 18 de junio), de velar por una determinada imagen externa (STC 156/2001, de 2 de julio) o
de preservar nuestra imagen pública (STC 81/2001, de 26 de marzo). Este derecho está íntimamente condicionado por
la actividad del sujeto, no sólo en el sentido de que las personas con una actividad pública verán más expuesta su
imagen, sino también en el sentido de que la imagen podrá preservarse cuando se desvincule del ámbito laboral propio
(STC 99/1994, de 11 de abril).

Estos tres derechos podrán verse afectados, por tanto, de manera independiente, pero también, con frecuencia, de
forma conjunta, dada su evidente proximidad.

El derecho a la propia imagen (art. 18.1 CE) se configura como un derecho de la personalidad, que atribuye a su titular la
facultad de disponer de la representación de su aspecto físico que permita su identificación, lo que conlleva tanto el
derecho a determinar la información gráfica generada por los rasgos físicos que le hagan reconocible que puede ser
captada o tener difusión pública, como el derecho a impedir la obtención, reproducción o publicación de su propia
imagen por un tercero no autorizado (por todas STC 158/2009)

Cuando se trata de la captación y difusión de fotografías de niños en medios de comunicación social, es preciso tener en
cuenta, además de lo anteriormente señalado, que el ordenamiento jurídico establece en estos supuestos una
protección especial, en aras a proteger el interés superior del menor, como destacan el Tribunal Supremo en la
Sentencia impugnada en amparo (así como las precedentes Sentencias de primera instancia y de apelación que aquélla
confirma) y el Ministerio Fiscal en su escrito de alegaciones.

En efecto, cabe recordar que, de conformidad con el art. 20.4 CE, las libertades de expresión e información tienen su
límite en el respeto a los derechos reconocidos en el título I, en las leyes que lo desarrollan “y, especialmente, en el
derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud y de la infancia”. Asimismo, no
deben dejar de ser tenidas en cuenta las normas internacionales de protección de la infancia (sobre cuyo valor
interpretativo ex art. 10.2 CE no es necesario insistir), y, entre ellas, muy en particular, la Convención de la Naciones
Unidas sobre los derechos del niño (ratificada por España por Instrumento de 30 de noviembre de 1990), que garantiza
el derecho de los niños a la protección de la ley contra las injerencias arbitrarias o ilegales en su vida privada (art. 16),
así como la Resolución del Parlamento Europeo relativa a la Carta europea de los derechos del niño, en la que se
establece que “todo niño tiene derecho a no ser objeto por parte de un tercero de intrusiones injustificadas en su vida
privada, en la de su familia, ni a sufrir atentados ilegales a su honor” (apartado 29 del § 8 de la Resolución A 3- 0172/92
de 8 de julio).

Las imágenes sacadas de las redes sociales han generado mucha jurisprudencia contradictoria:
- En la sentencia del Tribunal Supremo de 15 de febrero de 2017 se condenó a un medio de comunicación que
publicó una foto sacada del Facebook de la persona protagonista de la noticia publicada.
- En la sentencia del Tribunal Supremo del 20 de julio de 2018 se consideró legítimo el uso de una foto sacada del
twitter de la persona afectada por la imagen.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Grabaciones y doctrina constitucional


El Tribunal Constitucional, en su sentencia de fecha 3 de marzo de 2016, avalaba la posibilidad de instalar cámaras de
vigilancia en el puesto de trabajo, sin que fuese necesario informar al trabajador y sin el consentimiento del mismo para
ello.

Con anterioridad dicho Tribunal había avalado la instalación de cámaras de vigilancia en el puesto de trabajo, siempre
que el trabajador fuese informado expresamente de que estaba siendo grabado y que prestase su consentimiento a
ello. Sin embargo, este nueva sentencia rectifica la doctrina anterior, dando luz verde a que el empresario pueda
instalar, como parte de la capacidad de vigilancia y control otorgada en el artículo 20.3 del Estatuto de los Trabajadores,
cámaras de vigilancia en el centro de trabajo, aunque no cuente con el consentimiento expreso por parte del trabajador
y sin que exista información específica sobre la grabación de imágenes.

El Tribunal Constitucional fundamenta este giro en su jurisprudencia en dos nuevas premisas:


1. En el ámbito laboral, se considera que el consentimiento del trabajador se entiende implícito por el mero hecho
de firmar el contrato de trabajo. Es decir, que ya no es necesario que el trabajador manifieste expresamente su
consentimiento a ser grabado en su puesto de trabajo.
2. Es suficiente con que exista una referencia informativa general sobre la existencia de cámaras de vigilancia en el
centro de trabajo, aunque no se especifique concretamente el fin de las mismas.

Finalmente, el Constitucional matiza dicho giro jurisprudencial al afirmar que cualquier tipo de restricción a los derechos
fundamentales de los trabajadores debe cumplir un triple requisito:
1. Necesidad (sospechas razonables sobre el ilícito cometido por el trabajador)
2. Idoneidad (método seleccionado susceptible de conseguir el objetivo propuesto)
3. Y proporcionalidad (que la medida llevada a cabo proporcione más beneficios para el interés general del
empleador que perjuicios al trabajador).

Grabaciones y TEDH
La reciente sentencia del TEDH de 5 de septiembre de 2017 (Caso Barbulescu vs. Rumanía)

Control del empresario de correo electrónico del trabajador:


• la existencia de la Normativa de uso de medios conocida por el Empleado, en virtud la cual podía afirmarse que
este no tenía una expectativa razonable de privacidad;
• que el acceso a la cuenta de mensajería instantánea por parte del Empleador se realizó bajo la creencia de que
no iba a interferir en la vida privada del Empleado, pues había afirmado que solo utilizaba la herramienta
informática con fines profesionales;
• que el acceso se produjo con la única finalidad de constatar su incumplimiento laboral

Regulación común estos derechos


Estos derechos tienen su más inmediato riesgo del ejercicio de las libertades de expresión e información, lo que llevará
a que el ejercicio en la ponderación de bienes entre los derechos del artículo 18 y 20 constituyan un ejercicio habitual
por parte de los operadores del derecho.

El desarrollo de la protección de estos derechos lo efectúa, principalmente, la L.O. 1/1982, de 5 de mayo, de protección
civil del derecho al honor, la intimidad y la propia imagen, en la que se intentan deslindar los supuestos de intromisión
ilegítima (art. 7), de aquellos que no puedan reputarse como tales, por mediar consentimiento o por recoger imágenes
públicas (art. 8). Junto a esta Ley hay que mencionar igualmente la protección penal a través de los delitos de injurias y
calumnias (arts 205-210; 491 CP), y la que ofrece la L.O. 4/1997, de 4 de agosto, por la que se regula la utilización de
videocámaras por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad en lugares públicos, desarrollada por el Real Decreto 596/1999, de
16 de abril, donde se establecen, por lo que a la garantía de la intimidad se refiere, desde la información sobre la
existencia de videocámaras a la destrucción de las grabaciones, salvo las que contengan imágenes relacionadas con
infracciones penales o administrativas graves, con la correspondiente obligación de reserva por parte de los que tengan
acceso a las imágenes (art. 8 y 9 L.O. 4/1997).
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Ley Orgánica 1/1982, de 5 de mayo, de Protección Civil del Derecho al Honor, a la Intimidad Personal y Familiar y a la
Propia Imagen.

El Derecho al Honor, a la Intimidad Personal y Familiar y a la Propia Imagen es irrenunciable, inalienable e


imprescriptible. La renuncia a la protección prevista en esta Ley será nula, sin perjuicio de los supuestos de autorización
o consentimiento

La Protección Civil del Honor, de la Intimidad y de la Propia Imagen quedará delimitada por las leyes y por los usos
sociales atendiendo al ámbito que, por sus propios actos, mantenga cada persona reservado para sí misma o su familia.
No se apreciará la existencia de intromisión ilegitima en el ámbito protegido cuando estuviere expresamente autorizada
por ley o cuando el titular del derecho hubiere otorgado al efecto su consentimiento expreso

El consentimiento a que se refiere el párrafo anterior será revocable en cualquier momento, pero habrán de
indemnizarse en su caso, los daños y perjuicios causados, incluyendo en ellos las expectativas justificadas

El consentimiento de los menores e incapaces deberá prestarse por ellos mismos si sus condiciones de madurez lo
permiten, de acuerdo con la legislación civil.

En los restantes casos, el consentimiento habrá de otorgarse mediante escrito por su representante legal, quien estará
obligado a poner en conocimiento previo del Ministerio Fiscal el consentimiento proyectado. Si en el plazo de ocho días
el Ministerio Fiscal se opusiere, resolverá el Juez.

El ejercicio de las acciones de Protección Civil del Honor, la Intimidad o la Imagen de una persona fallecida corresponde
a quien ésta haya designado a tal efecto en su testamento. La designación puede recaer en una persona jurídica

Tendrán la consideración de intromisiones ilegítimas:


1. El emplazamiento en cualquier lugar de aparatos de escucha, de filmación, de dispositivos ópticos o de
cualquier otro medio apto para grabar o reproducir la vida íntima de las personas.
2. La utilización de aparatos de escucha, dispositivos ópticos, o de cualquier otro medio para el conocimiento de la
vida íntima de las personas o de manifestaciones o cartas privadas no destinadas a quien haga uso de tales
medios, así como su grabación, registro o reproducción.
3. La divulgación de hechos relativos a la vida privada de una persona o familia que afecten a su reputación y buen
nombre, así como la revelación o publicación del contenido de cartas, memorias u otros escritos personales de
carácter íntimo.
4. La revelación de datos privados de una persona o familia conocidos a través de la actividad profesional u oficial
de quien los revela.
5. La captación, reproducción o publicación por fotografía, filme, o cualquier otro procedimiento, de la imagen de
una persona en lugares o momentos de su vida privada o fuera de ellos, salvo los casos previstos en la ley.
6. La utilización del nombre, de la voz o de la imagen de una persona para fines publicitarios, comerciales o de
naturaleza análoga.
7. La imputación de hechos o la manifestación de juicios de valor a través de acciones o expresiones que de
cualquier modo lesionen la dignidad de otra persona, menoscabando su fama o atentando contra su propia
estimación.
8. La utilización del delito por el condenado en sentencia penal firme para conseguir notoriedad pública u obtener
provecho económico, o la divulgación de datos falsos sobre los hechos delictivos, cuando ello suponga el
menoscabo de la dignidad de las víctimas.

No se reputará, con carácter general, intromisiones ilegítimas las actuaciones autorizadas o acordadas por la Autoridad
competente de acuerdo con la Ley, ni cuando predomine un interés histórico, científico o cultural relevante.

En particular, el derecho a la propia imagen no impedirá:


- Su captación, reproducción o publicación por cualquier medio cuando se trate de personas que ejerzan un cargo
público o una profesión de notoriedad o proyección pública y la imagen se capte durante un acto público o en
lugares abiertos al público.
- La utilización de la caricatura de dichas personas, de acuerdo con el uso social.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

- La información gráfica sobre un suceso o acaecimiento público cuando la imagen de una persona determinada
aparezca como meramente accesoria.
- Las excepciones contempladas en los párrafos a) y b) no serán de aplicación respecto de las autoridades o
personas que desempeñen funciones que por su naturaleza necesiten el anonimato de la persona que las
ejerza.

La tutela judicial frente a las intromisiones ilegítimas en los derechos a que se refiere la presente Ley podrá recabarse
por las vías procesales ordinarias o por el procedimiento previsto en el artículo 53.2 de la Constitución. También podrá
acudirse, cuando proceda, al recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional. La tutela judicial comprenderá la
adopción de todas las medidas necesarias para poner fin a la intromisión ilegítima de que se trate y, en particular, las
necesarias para:

- El restablecimiento del perjudicado en el pleno disfrute de sus derechos, con la declaración de la intromisión
sufrida, el cese inmediato de la misma y la reposición del estado anterior. En caso de intromisión en el derecho al
honor, el restablecimiento del derecho violado incluirá, sin perjuicio del derecho de réplica por el procedimiento
legalmente previsto, la publicación total o parcial de la sentencia condenatoria a costa del condenado con al menos
la misma difusión pública que tuvo la intromisión sufrida.

- Prevenir intromisiones inminentes o ulteriores.


- La indemnización de los daños y perjuicios causados.
- La apropiación por el perjudicado del lucro obtenido con la intromisión ilegítima en sus derechos.
- Estas medidas se entenderán sin perjuicio de la tutela cautelar necesaria para asegurar su efectividad.
La existencia de perjuicio se presumirá siempre que se acredite la intromisión ilegítima. La indemnización se extenderá
al daño moral, que se valorará atendiendo a las circunstancias del caso y a la gravedad de la lesión efectivamente
producida, para lo que se tendrá en cuenta, en su caso, la difusión o audiencia del medio a través del que se haya
producido.

La indemnización corresponderá a los ofendidos o perjudicados por el delito que hayan ejercitado la acción. De haberse
ejercitado por el Ministerio Fiscal, éste podrá solicitar la indemnización para todos los perjudicados que hayan resultado
debidamente identificados y no hayan renunciado expresamente a ella.

Las acciones de protección frente a las intromisiones ilegítimas caducarán transcurridos cuatro años desde que el
legitimado pudo ejercitarlas.

Ley Orgánica 4/1997, de 4 de agosto, por la que se regula la utilización de videocámaras por las Fuerzas y Cuerpos de
Seguridad en lugares públicos. Regula la utilización por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad de videocámaras para grabar
imágenes y sonidos en lugares públicos, abiertos o cerrados, y su posterior tratamiento, a fin de contribuir a asegurar la
convivencia ciudadana, la erradicación de la violencia y la utilización pacífica de las vías y espacios públicos, así como de
prevenir la comisión de delitos, faltas e infracciones relacionados con la seguridad pública.

Asimismo, esta norma establece específicamente el régimen de garantías de los derechos fundamentales y libertades
públicas de los ciudadanos que habrá de respetarse ineludiblemente en las sucesivas fases de autorización, grabación y
uso de las imágenes y sonidos obtenidos conjuntamente por las videocámaras.

La captación, reproducción y tratamiento de imágenes y sonidos, en los términos previstos en esta Ley, así como las
actividades preparatorias, no se considerarán intromisiones ilegítimas en el derecho al honor, a la intimidad personal y
familiar y a la propia imagen.

La instalación de videocámaras o de cualquier medio técnico análogo está sujeta al régimen de autorización, que se
otorgará, en su caso, previo informe de un órgano colegiado presidido por un Magistrado y en cuya composición no
serán mayoría los miembros dependientes de la Administración autorizante.

Las instalaciones fijas de videocámaras por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y de las Corporaciones Locales
serán autorizadas por el Delegado del Gobierno en la Comunidad Autónoma de que se trate, previo informe de una
Comisión cuya presidencia corresponderá al Presidente del Tribunal Superior de Justicia de la misma Comunidad. La
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composición y funcionamiento de la Comisión, así como la participación de los municipios en ella, se determinarán
reglamentariamente.

La resolución por la que acuerde la autorización deberá ser motivada y referida en cada caso al lugar público concreto
que ha de ser objeto de observación por las videocámaras. Dicha resolución contendrá también todas las limitaciones o
condiciones de uso necesarias, en particular la prohibición de tomar sonidos, excepto cuando concurra un riesgo
concreto y preciso, así como las referentes a la cualificación de las personas encargadas de la explotación del sistema de
tratamiento de imágenes y sonidos y las medidas a adoptar para garantizar el respeto de las disposiciones legales
vigentes. Asimismo, deberá precisar genéricamente el ámbito físico susceptible de ser grabado, el tipo de cámara, sus
especificaciones técnicas y la duración de la autorización, que tendrá una vigencia máxima de un año, a cuyo término
habrá de solicitarse su renovación.

Para autorizar la instalación de videocámaras se tendrán en cuenta, conforme al principio de proporcionalidad, los
siguientes criterios: asegurar la protección de los edificios e instalaciones públicas y de sus accesos; salvaguardar las
instalaciones útiles para la defensa nacional; constatar infracciones a la seguridad ciudadana, y prevenir la causación de
daños a las personas y bienes.

En las vías o lugares públicos donde se haya autorizado la instalación de videocámaras fijas, podrán utilizarse
simultáneamente otras de carácter móvil para el mejor cumplimiento de los fines previstos en esta Ley, quedando, en
todo caso, supeditada la toma, que ha de ser conjunta, de imagen y sonido, a la concurrencia de un peligro concreto

En casos excepcionales de urgencia máxima o de imposibilidad de obtener a tiempo la autorización indicada en razón
del momento de producción de los hechos o de las circunstancias concurrente, se podrán obtener imágenes y sonidos
con videocámaras móviles, dando cuenta, en el plazo de setenta y dos horas, mediante un informe motivado, al máximo
responsable provincial de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad y a la Comisión aludida en el párrafo anterior, la cual, si lo
estima oportuno, podrá requerir la entrega del soporte físico original y emitir el correspondiente informe.

Principios de utilización de las videocámaras.


1. La utilización de videocámaras estará presidida por el principio de proporcionalidad, en su doble versión de
idoneidad y de intervención mínima.
2. La idoneidad determina que sólo podrá emplearse la videocámara cuando resulte adecuado, en una situación
concreta, para el mantenimiento de la seguridad ciudadana, de conformidad con lo dispuesto en esta Ley.
3. La intervención mínima exige la ponderación, en cada caso, entre la finalidad pretendida y la posible afectación
por la utilización de la videocámara al derecho al honor, a la propia imagen y a la intimidad de las personas.
4. La utilización de videocámaras exigirá la existencia de un razonable riesgo para la seguridad ciudadana, en el
caso de las fijas, o de un peligro concreto, en el caso de las móviles.
5. No se podrán utilizar videocámaras para tomar imágenes ni sonidos del interior de las viviendas, ni de sus
vestíbulos, salvo consentimiento del titular o autorización judicial, cuando se afecte de forma directa y grave a
la intimidad de las personas, así como tampoco para grabar conversaciones de naturaleza estrictamente
privada. Las imágenes y sonidos obtenidos accidentalmente en estos casos deberán ser destruidas
inmediatamente, por quien tenga la responsabilidad de su custodia.

Conservación de las grabaciones.


1. Las grabaciones serán destruidas en el plazo máximo de un mes desde su captación, salvo que estén
relacionadas con infracciones penales o administrativas graves o muy graves en materia de seguridad pública,
con una investigación policial en curso o con un procedimiento judicial o administrativo abierto.
2. Cualquier persona que por razón del ejercicio de sus funciones tenga acceso a las grabaciones deberá observar
la debida reserva, confidencialidad y sigilo en relación con las mismas.
3. Se prohíbe la cesión o copia de las imágenes y sonidos obtenidos de conformidad con esta Ley, salvo en los
supuestos previstos en el apartado 1.
4. Reglamentariamente la Administración competente determinará el órgano o autoridad gubernativa que tendrá
a su cargo la custodia de las imágenes obtenidas y la responsabilidad sobre su ulterior destino, incluida su
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inutilización o destrucción. Dicho órgano será el competente para resolver sobre las peticiones de acceso o
cancelación promovidas por los interesados.

El público será informado de manera clara y permanente de la existencia de videocámaras fijas, sin especificar su
emplazamiento, y de la autoridad responsable.

Toda persona interesada podrá ejercer los derechos de acceso y cancelación de las grabaciones en que razonablemente
considere que figura. No obstante, el ejercicio de estos derechos podrá ser denegado por quien custodie las imágenes y
sonidos, en función de los peligros que pudieran derivarse para la defensa del Estado, la seguridad pública, la protección
de los derechos y libertades de terceros o las necesidades de las investigaciones que se están realizando.

Cuando no haya lugar a exigir responsabilidades penales, las infracciones a lo dispuesto en la presente Ley serán
sancionadas con arreglo al régimen disciplinario correspondiente a los infractores y, en su defecto, con sujeción al
régimen general de sanciones en materia de tratamiento automatizado de datos de carácter personal.

El Tribunal Constitucional
La jurisprudencia del Tribunal Constitucional ha dado algunos criterios de interés ante cualquier conflicto entre estos
derechos fundamentales a través de reiterada jurisprudencia:
1. No existen Derechos Fundamentales absolutos.
Reiterada jurisprudencia del Tribunal Constitucional desde la STC 78/1995, ha insistido en que no existen
derechos fundamentales absolutos, ni límites absolutos, siendo preciso analizar caso por caso.
2. No se admitirán insultos o calificaciones claramente difamatorias.
En cada supuesto de confluencia entre derecho de la información y de sus límites, derecho al honor, intimidad,
imagen o protección de la infancia y juventud, hay que analizar si existe animus injuriando o intención de
injuriar, como punto de partida, porque no se admitirán insultos o calificaciones claramente difamatorias (SSTC
204/2001, y 20/2002, entre otras).
3. El ejercicio de cargos públicos.
En los supuestos en que la persona afectada ejerza un cargo público o se trate de personas expuestas al público
por su profesión o notoriedad, éstas tendrán que soportar un mayor grado de crítica o afectación a su intimidad
(SSTC 101/2003).
4. Los usos de cada momento.
Hay que considerar que las expresiones e informaciones deberán contrarrestarse con los usos sociales de cada
momento, con los que sean actuales. Ejerciendo una ponderación en cuanto a la proporcionalidad entre las
circunstancias concurrentes en cada caso, y la libertad ejercitada, y el interés público existente.
5. La vida privada no ha de afectarse de forma innecesaria.
En el ejercicio de la labor informativa no deben desvelarse innecesariamente aspectos de la vida privada o la
intimidad de la persona que no sean relevantes para la información (STC 185/2002, 127/2003).
6. Carácter prevalente del derecho de información.
Si el Tribunal Constitucional otorga carácter prevalente al derecho información, lo hace para favorecer la
formación de una opinión pública libre, y el desarrollo del pluralismo social y político (STC 21/2000), salvo en
pro de presunción de inocencia en relación a asuntos penales, donde privará el art. 18 CE frente al 20 CE (STC
219/1992).
7. Dos requisitos inexcusables en la información.
Desde la STC 28/1996 el Tribunal Constitucional ha mantenido que 2 son los requisitos que ha de cumplir una
información para obtener la protección del TC frente a cualquiera de sus límites constitucionales;
- Relativa a un hecho noticioso, es decir, relativa a asuntos de interés general o relevancia pública.
- Que se trate de información veraz.
Por lo tanto, la información deberá referirse a un hecho noticioso o noticiable, de interés público y ser veraz. En
ausencia de alguno de esos requisitos no estará respaldada la libertad de información frente a la singularidad de
los derechos límites señalados en el art. 20.4 CE.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

8. Nueva orientación de la doctrina del Tribunal Constitucional más favorable al derecho a la intimidad y propia
imagen.
El Tribunal Constitucional en los últimos años ha llevado a cabo un cambio en su doctrina, en los que el TC
valora cuándo el interés público y relevante en esa noticia permite su difusión y cuándo no. Concluyendo que
los individuos deciden qué aspectos de su personalidad desean preservar de su difusión pública, otorgando a los
afectados la facultad de poder impedir la captación, reproducción y difusión de su imagen no autorizada.
9. Derechos personalísimos.
Los derechos del art. 18 CE son «derechos personalísimos», «derechos de la personalidad», «derechos ligados a
la persona». Son derechos vinculados a la dignidad humana, con lo que los conecta con el art. 10 CE y con el
conjunto de tratados internacionales sobre derechos y libertades fundamentales. Estos derechos implican un
«espacio», un «ámbito propio y reservado».
10. Poderación.
La labor jurisdiccional de protección del derecho a la intimidad y de los derechos del art. 18 CE, especialmente
en los casos de colisión con otros derechos fundamentales, es imprescindible la realización de una
«ponderación» que valore los hechos relevantes y equilibre los bienes jurídicos en conflicto.
Sentencia 18/2015:
• el derecho fundamental a la propia imagen hemos mantenido que dicho derecho no puede ser concebido como
una faceta o manifestación más del derecho a la intimidad o el honor, pues si bien todos los derechos
identificados en el art. 18.1 CE mantienen una estrecha relación, en tanto se inscriben en el ámbito de la
personalidad, cada uno de ellos tiene un contenido propio específico
• el derecho a la propia imagen pretende salvaguardar un ámbito propio y reservado, aunque no íntimo, frente a
la acción y conocimiento de los demás
• se salvaguarda reconociendo la facultad de evitar la difusión incondicionada de su aspecto físico.
• ante supuestos de colisión entre el referido derecho y la libertad informativa consagrada en el art. 20.1 d) CE,
hemos manifestado que deberán ponderarse los diferentes intereses en litigio y, conforme a las circunstancias
concurrentes, dilucidar qué derecho o interés merece mayor protección.
• la libertad de información ocupa una posición especial, puesto que a través de este derecho no sólo se protege
un interés individual sino que su tutela entraña el reconocimiento y garantía de la posibilidad de existencia de
una opinión pública libre, indisolublemente unida al pluralismo político propio del Estado democrático.
• legitimidad de las informaciones que impliquen una intromisión en otros derechos fundamentales requiere no
sólo que la información cumpla la condición de la veracidad, sino también que su contenido se desenvuelva en
el marco del interés general del asunto al que se refiere, ‘pues sólo entonces puede exigirse de aquellos a
quienes afecta o perturba el contenido de la información que, pese a ello, la soporten en aras, precisamente,
del conocimiento general y difusión de hechos y situaciones que interesan a la comunidad’, sin que baste a tales
efectos la simple satisfacción de la curiosidad ajena.
• no es el titular del derecho a la propia imagen el sujeto obligado a su protección ni quien debe erigir –por así
decirlo– obstáculos o barreras defensivas frente a posibles injerencias de terceros, sino que son los terceros
quienes vienen constitucionalmente obligados a respetar el derecho fundamental.

En el Convenio Europeo
El derecho al honor no aparece como tal entre los derechos garantizados por el Convenio Europeo de Derechos
Humanos (Convenio de Roma). La jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos considera el honor como
un término metajurídico de difícil definición, con un doble sentido: objetivo (buena reputación) y subjetivo
(autoestima).

Ahora bien, ni el TEDH ni el CEDH hablan de honor, sino de "reputación ajena", y se usa como límite a la libertad de
expresión. En este concepto prima la dimensión objetiva y ha dado origen a otros conceptos como:
- La reputación pública: hace referencia a los ataques a la reputación de una persona en cuanto personaje
público, es decir, en el ejercicio de sus funciones públicas. La primera sentencia que trata esta cuestión es la
STEDH LINGENS de 8 de julio de 1986.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

- La reputación comercial: en la STEDH MARKT INTERN de 20 de noviembre de 1989 (Aranzadi: TEDH 1989/20) el
TEDH dice que la publicación de una serie de reportajes en la revista Markt Intern sobre la calidad de los
productos de una empresa inglesa, partiendo de un hecho aislado que se mostraba como algo generalizado,
atenta contra la reputación comercial de la mercantil objeto de los artículos.
En la STEDH JACUBOWSKI de 23 de junio 1994 (Aranzadi: TEDH 1994/23), entendió que el envío de cartas a los clientes
de una empresa, por parte de un antiguo empleado, criticando sus actuaciones lesionaba la reputación comercial, sin
que en este caso pudiese primar la libertad de expresión.
- La reputación profesional: En la STEDH BERGENS TIDENDE de 2 de mayo de 2000 (Aranzadi: TEDH 2000/128), el
Tribunal admitió que un reportaje en el que varias pacientes de una clínica de cirugía estética denunciaban la
mala praxis del médico con términos muy duros, podía tener graves repercusiones en el prestigio profesional
del médico.
El artículo 10 del CEDH ampara tanto los juicios de valor o informaciones moderados, favorables o inocuos, como los
que molesten, hieran o incomoden. Así lo ha recogido la jurisprudencia europea -que nuestro Tribunal Constitucional ha
hecho suya- en relación con este artículo del CEDH.

La reputación ajena está considerada en el CEDH como un límite a las libertades de información y de expresión. Se
destaca así que no existe un plano de absoluta igualdad entre derechos y libertades.

Titulares del derecho al honor


El Tribunal Europeo de Derechos Humanos reconoce el derecho al honor tanto a personas físicas -privadas y públicas-,
como jurídicas, e incluso a los colectivos. Para las personas físicas, la distinción entre persona pública y privada no es
baladí, pues el TEDH advierte que cualquier persona tiene derecho a la vida privada o a la reputación, si bien en la
condición subjetiva de la persona, ser pública o privada, puede derivar en un mayor grado de injerencia en sus derechos
de la personalidad.

Las personas jurídicas son titulares del derecho al honor en su dimensión de "prestigio comercial". Por este motivo, el
TEDH no reconoce como límite específico a la libertad de expresión o de información el respeto a las instituciones. Esta
afirmación sólo tiene una excepción: el respeto a la autoridad e imparcialidad del Poder Judicial (artículo 10.2 CEDH)

El reconocimiento del honor de los colectivos se deduce de las sentencias OTTO-PREMINGER-INSTITUT de 20 de


septiembre de 1992 (Aranzadi: TEDH 1994/29) y WINGROVE de 25 de noviembre de 1996 (Aranzadi: TEDH 1996/62), en
las que el Tribunal entendió que lo atacado eran los sentimientos religiosos de cierta parte de la población.

El TEDH incluye dentro del concepto "persona pública" a representantes políticos, personas que desempeñan funciones
públicas, como, por ejemplo, los jueces, los cargos políticos en instituciones o empresas y los funcionarios en general. En
relación con ellos se establecen dos matices:
- Los límites serán más amplios en la medida que el ataque se centre en la dimensión pública del personaje, es
decir, en el ejercicio de su cargo o función.
- No todos los personajes que enumerábamos antes han de soportar un mismo grado de sacrificio de sus
derechos de la personalidad, sino que los funcionarios los han de soportar en menor medida que los
representantes políticos.
Así, en la STEDH CASTELLS de 22 de abril de 1992 (Aranzadi: TEDH 1992/1) dirá el Tribunal: "los límites de la crítica
admisible son más amplios con relación al Gobierno que a un simple particular e incluso que a un político"

Técnica de la ponderación judicial (balancing)


1. Que las expresiones se produzcan en el contexto de un asunto de interés público. En este sentido, el TEDH no
diferencia los asuntos políticos de otros asuntos de interés general; tampoco exige que se trate de un debate
político abierto (BERGENS).
2. El animus con que se han realizado las manifestaciones. El TEDH no ampara el animus injuriandi, pero si el
animus narrandi (JERSILD), criticandi (OBERSCHLICK) o retroquendi (NILSEN Y JOHNSEN).
3. Principio de veracidad: la exceptio veritatis sólo se aplica en caso de ejercicio de la libertad de información, pues
las opiniones no pueden ser sometidas a examen de veracidad. Ahora bien, el TEDH también exige a los
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

periodista la transmisión de noticias veraces y dignas de crédito (STEDH BLADET 20 de mayo de 1999), para ello
es necesario no sólo que exista una base fáctica, sino que los hechos no se tergiversen de forman que el público
se haga una idea equivocada de lo sucedido (STEDH MARKT INTERN y STEDH BEERMAN de 20 de noviembre de
1989)
4. Difusión de las declaraciones a través de los medios de comunicación o ante un grupo de personas.
5. Principio de necesidad: para que la injerencia en la libertad de expresión o información encaje en el artículo
10.2 CEDH, es necesario que se corresponda con una necesidad social imperiosa y que sea proporcionada al fin
legítimo perseguido. Este requisito de proporcionalidad obligará a escoger la utilización del medio menos lesivo.
El derecho a la intimidad comprende y ampara el derecho a la libre elección y práctica de la orientación sexual,
resultando inadmisibles cualesquiera normas que la repriman (STEDH Dudgeon contra Reino Unido de 23 de octubre de
1981).Así, se reputa contraria al derecho a la intimidad la exclusión de los homosexuales de las Fuerzas Armadas (STEDH
Smith y Grady contra Reino Unido, de 27 de septiembre de 1999). La protección del derecho a la intimidad obliga a los
Estados a proteger específicamente a los menores e incapaces, sancionando las agresiones sexuales que puedan
producirse contra los mismos (STEDH X e Y contra Países Bajos, de 26 de marzo de 1985). Vulnera el derecho a la
intimidad la prohibición de que los transexuales no puedan cambiar de nombre y de mención en el Registro Civil, así
como la prohibición de que los mismos puedan contraer matrimonio (SETDH B. contra Francia, de 25 de marzo de 1992).

La protección de la vida familiar garantizada en el artículo 8 del Convenio no puede limitarse a la familia basada en el
matrimonio, sino que debe extenderse a un reconocimiento legal por parte del Estado de la relación familiar
extramatrimonial, que incluirá no sólo la relación entre madre natural e hija, sino también entre ésta y la familia de
aquélla (STEDH Marchx cintra Bélgica, de 13 de junio de 1979). El Tribunal prima el interés del futuro niño sobre el deseo
de los padres en los casos de peticiones de reproducción asistida (STEDH Dickson v. Reino Unido). Del derecho a la
intimidad familiar se deriva el derecho de visita y contacto de los progenitores con sus hijos, aun cuando éstos sean
extramatrimoniales (STEDH E.P. contra Italia, de 16 de noviembre de 1999 y Sommerfeld contra Alemania, de 11 de
octubre de 2001). Del respeto al artículo 8 del Convenio, se deriva la exigencia de que los padres deban ser oídos en los
procedimientos judiciales en los que se ventila la privación de la patria potestad (STEDH Venema contra Países Bajos, de
17 de diciembre de 2002).

El Derecho al secreto de las comunicaciones


Según el art. 18.3 CE se garantiza el secreto de las comunicaciones y, en especial, de las postales, telegráficas y telefónicas,
salvo resolución judicial.
- Este derecho es una modernización del tradicional derecho al secreto de la correspondencia, a fin de preservar
el carácter reservado de todas las comunicaciones realizadas a través de cualquier instrumento. El secreto de las
comunicaciones abarca el hecho mismo de la comunicación y la identidad de las personas con las que se ha
establecido.
- Las pruebas conseguidas conculcando este derecho carecen de validez.
"En una sociedad tecnológicamente avanzada como la actual, el secreto de las comunicaciones constituye no sólo garantía
de libertad individual, sino instrumento de desarrollo cultural, científico y tecnológico colectivo" (STC 132/2002, de 20 de
mayo).
La protección del derecho de las comunicaciones tiene una entidad propia, diferenciada de su vinculación con el derecho
a la intimidad, ya que las comunicaciones deberán resultar protegidas con independencia de su contenido, esto es, ya se
trate de comunicaciones de carácter íntimo o de otro género. En efecto, según ha destacado la doctrina y la jurisprudencia,
el artículo 18.3 CE tiene un contenido puramente formal, protegiendo tanto de las intromisiones de los poderes públicos
como de los particulares (STC 114/1984, de 29 de noviembre).
En concreto, y siguiendo la jurisprudencia del Tribunal Constitucional, el 18.3 de la CE consagra la libertad de las
comunicaciones y garantiza su secreto, sea cual fuere la forma de interceptación, mientras dure el proceso de
comunicación, en el marco de comunicaciones indirectas, es decir, que empleen medios técnicos, y frente a terceros
ajenos a la comunicación, SSTC 114/1984, 49/1999, 70/2002, 184/2003, 281/2006. En este marco, el secreto de la
comunicación se vulnera no sólo con la interceptación de la misma, sino también con el simple conocimiento antijurídico
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

de lo comunicado. Además, el secreto cubre, tanto el contenido de la comunicación, como la identidad subjetiva de los
interlocutores, SSTC 123/2002, 56/2003, 230/2007.
Aunque en el artículo 18.3 CE se mencionan sólo las comunicaciones postales, telegráficas o telefónicas, dado el carácter
abierto de su enunciado, cabe entender comprendidas otro tipo de comunicaciones como pueda ser el correo electrónico,
chats u otros medios, siempre que se efectúen mediante algún artificio instrumental o técnico, pues la presencia de un
elemento ajeno a aquéllos entre los que media el proceso de comunicación es indispensable para configurar el ilícito
constitucional del precepto; en consecuencia, el levantamiento del secreto por uno de los intervinientes no se
consideraría violación del artículo 18.3 CE, sino, en su caso, vulneración del derecho a la intimidad (STC 114/1984).
Titulares del derecho son cualquier persona física o jurídica, nacional o extranjera, recogiendo la doctrina del Tribunal
Europeo de Derechos Humanos (TEDH) para quien las nociones "vida privada" y correspondencia" del art. 8 del convenio
incluyen tanto locales privados como profesionales (STEDH de 16 de febrero de 2000, asunto Amann), igualmente
reconocida por el Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas ( STJCE de 18 de mayo de 1982, A.M.S. v. Comisión).
En el Código Penal de 1995 (L.O.10/1995, de 23 de noviembre) tienen cabida la tipificación de la interceptación de
comunicaciones por parte de particulares, personas físicas (art. 197) o jurídicas (art. 200), citándose expresamente no
sólo las postales y las telefónicas, sino también el correo electrónico. Mención aparte merece la intervención efectuada
por funcionario público o agente sin las garantías constitucionales o legales, variando la pena dependiendo de si ha
divulgado o no los hechos. (art. 536 Código penal) (STS 2ª de 22 de marzo de 2001).
La protección de este tipo de comunicaciones supone que no podrá interferirse o intervenirse la comunicación de
cualquier persona, salvo resolución judicial y con las garantías previstas. Sin embargo, en virtud del medio de
comunicación elegido se presentan distintos matices.
En el caso de las comunicaciones postales se garantiza el secreto de la comunicación así como de cualquier dato relativo
al envío. Ahora bien, tal y como señala la STC 281/2006, el 18.3 de la CE no protege el secreto postal, sino el secreto de
las comunicaciones postales, de forma que, dentro del ámbito de este derecho fundamental no se incluyen todos los
intercambios realizados mediante servicio postal, sino sólo los que supongan una forma concreta de comunicación.
Los operadores postales deberán garantizar el secreto de las comunicaciones postales en la forma prevista en la Ley
43/2010, de 30 de diciembre, del servicio postal universal, de los derechos de los usuarios y del mercado postal y en su
reglamento de desarrollo, aprobado por Real Decreto 1829/1999, de 3 de diciembre. En el ámbito penal las garantías de
la intervención se señala en el art. 584 LECrim).
El concepto de correspondencia se ha configurado por parte de la jurisprudencia de forma muy amplia (STS 2ª de 23 de
marzo de 2001) y sólo últimamente se empieza a diferenciar el tratamiento de ciertos paquetes postales los calificados
como "etiqueta verde" conforme al Convenio de fecha de 14 de diciembre de 1989 (ratificado por España en 1992) en el
que se prohibía que los paquetes contuvieran cartas o documentos personales, estando sometidos a inspección aduanera
o también de aquellos que por sus características evidenciaran la ausencia de mensajes personales (SSTS 1 de diciembre
de 2000, 14 de septiembre de 2001 y 11 de diciembre de 2002, entre otras).
El ordenamiento también prevé así mismo un supuesto de intervención de carácter civil, el relativo a las garantías que se
imponen a concursados y quebrados para salvaguardar la masa de la quiebra (art. 1 de la Ley Orgánica 8/2003, de 9 de
julio, para la reforma concursal).
La intervención de las comunicaciones telegráficas reviste un carácter similar a la del correo (art. 580 y ss. LECrim)
La mayor incidencia del derecho garantizado por el art. 18.3 CE la encontramos en las comunicaciones telefónicas, donde
se plantean distintos grados de posible vulneración del secreto: intervención, grabación o recuento (STC 217/1989, de 21
de diciembre), es decir se admite la vulneración del derecho no sólo cuando se accede a lo comunicado, sino también
cuando se conoce con quién o con qué número se comunica, e incluso la duración de la comunicación, según ha puesto
de relieve el TEDH (S de 30 de julio de 1998, caso Valenzuela) o nuestro Tribunal Constitucional, el cual , no obstante ha
destacado 'la menor intensidad de la injerencia' cuando no se accede al contenido de la comunicación (STC 123/2002, de
20 de mayo).
La regulación legal de las intervenciones la encontramos en el art. 579 LECrim. de acuerdo con la redacción de la L.O.
13/2015, de 5 de octubre, cuyas garantías han sido luego desarrolladas por la doctrina jurisprudencial.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

El Real Decreto 424/2005, de 15 de abril, que aprueba el Reglamento sobre las condiciones para la prestación de servicios
de comunicaciones electrónicas, el servicio universal y la protección de los usuarios, desarrolla la Ley 32/2003 de 3 de
noviembre, General de Telecomunicaciones, que a su vez desarrolla la normativa europea. Desde el punto de vista de las
empresas que hayan de cumplir las medidas este Decreto regula. en su título V, los aspectos relativos a la intervención de
las comunicaciones, estableciendo, en particular, las obligaciones que se imponen a las empresas de telecomunicación en
relación con las intervenciones telefónicas, así como las exigencias en orden a afectar mínimamente a la intimidad y a la
obligación de confidencialidad por parte de los que llevan a cabo las citadas intervenciones.
En el ámbito comunitario europeo es necesario mencionar la Directiva del Parlamento Europeo y del Consejo relativa a
la conservación de datos generados o tratados en relación con la prestación de servicios de comunicaciones electrónicas
de acceso público o de redes públicas de comunicaciones (art. 15.1 Directiva 2006/24/CE, de 15 de marzo de 2006).
En España se permitirán las intervenciones telefónicas para los delitos graves, entendido en el sentido de "delitos
calificables de infracciones punibles graves" a lo que el Tribunal Constitucional considera necesario añadir "el bien jurídico
protegido y la relevancia social de la actividad" (SSTC 202/2001, de 21 de noviembre, y 14/2001, de 29 de enero), tales
como el tráfico de drogas a gran escala o delitos contra la salud pública (entre otras, SSTC 32/1994, de 31 de enero;
207/1996, de 16 de diciembre) o también "el uso de tecnologías de la información" (STC 104/2006, de 3 de abril).
En todo lo relativo a las comunicaciones telefónicas, ha sido clave la jurisprudencia desarrollada por el Tribunal Europeo
de Derechos Humanos (TEDH) habiendo destacado la necesidad de que la interceptación esté prevista mediante ley,
resultando accesible al justiciable y predecible y que sea necesaria en una sociedad democrática (SS de 25 de marzo de
1998, Caso Kopp, y de 28 de septiembre de 2000, caso Messina, entre otras) así como la exigencia de proporcionalidad (S
de 20 de junio de 2000, caso Foxley). La atención del TEDH se ha centrado también en precisar que la vigilancia puede
sufrir un control en tres estadios: cuando se ordena, mientras se lleva a cabo o cuando ha cesado; controles que podrán
ser sometidos a control por parte del poder judicial (S de 6 de septiembre de 1978, asunto Klass).
De entre las distintas Sentencias del TEDH, dos han tenido una especial incidencia para España, la del caso Valenzuela
Contreras (S de 30 de julio de 1998) y la del asunto Prado Bugallo (S. de 18 de febrero de 2003). En la primera se pusieron
de relieve las deficiencias de la regulación española anteriores a la L.O. 4/1988; en la segunda, si bien se aprecian
favorablemente los cambios introducidos, se estima que aun resulta insuficiente la determinación de la naturaleza de las
infracciones que pueden dar lugar a las intervenciones, la fijación de los límites temporales y de las condiciones de
aportación de la prueba al juicio oral.
Artículo 579 De la correspondencia escrita o telegráfica
1. El juez podrá acordar la detención de la correspondencia privada, postal y telegráfica, incluidos faxes, burofaxes y
giros, que el investigado remita o reciba, así como su apertura o examen, si hubiera indicios de obtener por estos
medios el descubrimiento o la comprobación del algún hecho o circunstancia relevante para la causa, siempre que la
investigación tenga por objeto alguno de los siguientes delitos:
1.º Delitos dolosos castigados con pena con límite máximo de, al menos, tres años de prisión.
2.º Delitos cometidos en el seno de un grupo u organización criminal.
3.º Delitos de terrorismo.
2. El juez podrá acordar, en resolución motivada, por un plazo de hasta tres meses, prorrogable por iguales o inferiores
períodos hasta un máximo de dieciocho meses, la observación de las comunicaciones postales y telegráficas del
investigado, así como de las comunicaciones de las que se sirva para la realización de sus fines delictivos.
3. En caso de urgencia, cuando las investigaciones se realicen para la averiguación de delitos relacionados con la
actuación de bandas armadas o elementos terroristas y existan razones fundadas que hagan imprescindible la medida
prevista en los apartados anteriores de este artículo, podrá ordenarla el Ministro del Interior o, en su defecto, el
Secretario de Estado de Seguridad. Esta medida se comunicará inmediatamente al juez competente y, en todo caso,
dentro del plazo máximo de veinticuatro horas, haciendo constar las razones que justificaron la adopción de la
medida, la actuación realizada, la forma en que se ha efectuado y su resultado. El juez competente, también de forma
motivada, revocará o confirmará tal actuación en un plazo máximo de setenta y dos horas desde que fue ordenada la
medida.
4. No se requerirá autorización judicial en los siguientes casos:
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

a. Envíos postales que, por sus propias características externas, no sean usualmente utilizados para contener
correspondencia individual sino para servir al transporte y tráfico de mercancías o en cuyo exterior se haga
constar su contenido.
b. Aquellas otras formas de envío de la correspondencia bajo el formato legal de comunicación abierta, en las que
resulte obligatoria una declaración externa de contenido o que incorporen la indicación expresa de que se
autoriza su inspección.
c. Cuando la inspección se lleve a cabo de acuerdo con la normativa aduanera o proceda con arreglo a las normas
postales que regulan una determinada clase de envío.
De las observaciones del TEDH en el asunto Valenzuela se hicieron eco tanto la jurisprudencia ordinaria (entre otras, STS
2ª de 22 de noviembre de 1999) como la constitucional (véase, por todas, STC 202/2001, de 21 de noviembre)
Entre los requisitos que ha precisado la jurisprudencia cabe destacar: en primer lugar la necesidad de motivación, cuya
carencia llevará a la invalidación de, en su caso, las pruebas obtenidas (STC, entre otras, 54/1996, de 26 de marzo). La
resolución judicial que autoriza la medida o su prórroga debe expresar o exteriorizar tanto las razones fácticas como
jurídicas que apoyan la necesidad de la intervención. Deberá precisarse con la mayor certeza posible el objeto de la
medida: número o números de teléfono y personas cuyas conversaciones han de ser intervenidas con determinación del
grado de intervención, el tiempo de duración de la intervención (que revestirá un carácter razonable), quiénes han de
llevarla a cabo y cómo, y los periodos en los que deba de darse cuenta al juez de sus resultados para controlar su ejecución
(véase, entre otras, STC 202/2001, de 21 de noviembre; STS de 16 de diciembre de 2002; ATS de 18 de junio de 1992).
Siempre partiendo de la existencia de unas sospechas que "han de fundarse en datos fácticos o indicios que permitan
suponer que alguien intenta cometer, está cometiendo o ha cometido una infracción grave o en buenas razones o fuertes
presunciones de que las infracciones están a punto de cometerse" (STC 202/2001, citada).
Un supuesto especial es la intervención de las comunicaciones, o en su caso medidas que afecten a la inviolabilidad del
domicilio, que pueda llevar a cabo el Centro Nacional de Inteligencia, en cuyo caso el Secretario de Estado Director del
citado Centro deberá solicitar previa autorización al Magistrado del Tribunal Supremo Competente, regulándose el
régimen de este tipo de intervenciones en la Ley Orgánica 2/2002, de 6 de mayo, reguladora del control judicial previo
del Centro Nacional de Inteligencia.
En otro orden de cosas, se comprueba como los privados de libertad ven reducido su derecho al secreto de las
comunicaciones, en primer lugar de forma general, en virtud de las limitaciones a las comunicaciones telefónicas que
impone la legislación penitenciaria (art. 47.1-3 del Reglamento Penitenciario, RD 190/1996, de 9 de febrero). En segundo
lugar, una mayor incidencia en el derecho se deriva de los arts. 46 y 51 L.O. General Penitenciaria (L.O. 1/1979, de 26 de
septiembre) que permiten que las comunicaciones puedan ser suspendidas o intervenidas motivadamente por el Director
del establecimiento, quien dará cuenta a la autoridad judicial competente (SSTC 106/2001, de 23 de abril; 192, 193 y
194/2002, de 20 de noviembre). Estas limitaciones derivarían de la situación de sujeción especial de los internos, en
conexión con el art. 25.2 CE (STC 58/1998, de 16 de marzo).
Las condiciones de legitimidad de la limitación del derecho al secreto de las comunicaciones afectan también a las
resoluciones de prórroga, de tal forma que no sólo necesitarán también de motivación, que no podrá ser mera
reproducción de la primera, sino que se exige que el Juez conozca los resultados de la intervención acordada (resultados,
utilidad para el proceso...) (SSTC 49/1999, de 5 de abril; 138/2001, de 18 de junio). Además, se produciría una vulneración
del derecho desde el momento en que expirara la orden judicial sin ser renovada (STEDH de 20 de junio de 2000, caso
Foxley).
Por su parte, como efecto del caso Prado, donde el TEDH todavía señala deficiencias en nuestro ordenamiento en la
regulación de las intervenciones telefónicas, el Tribunal Constitucional en la Sentencia 184/2003, de 23 de octubre,
reconoce las carencias del art. 579 LECrim. en lo que respecta al plazo máximo de duración de las intervenciones, la
naturaleza y gravedad de los hechos en virtud de cuya investigación pueden acordarse; al control del resultado de las
intervenciones telefónicas y de los soportes en los que conste dicho resultado, a las condiciones de incorporación a los
atestados y al proceso de las conversaciones intervenidas. Por estas y otras razones el Alto Tribunal concluye que la
situación actual no se ajusta a las exigencias de previsibilidad y certeza en el ámbito del derecho fundamental al secreto
de las comunicaciones, por lo que insta al legislador para que en el plazo más breve posible regule con la suficiente
precisión esta materia.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Por su parte, la regulación de los estados excepcionales permite la suspensión del secreto de las comunicaciones, si así lo
prevé el decreto que declare el estado de excepción o de sitio (arts. 55 y 116 CE). La intervención podrá efectuarla
entonces la autoridad gubernativa, pero deberá ser comunicada inmediatamente al Juez "por escrito motivado" (art. 18
de la L.O. 4/1981, de 1 de junio, de los estados de alarma, excepción y sitio).
Finalmente, el artículo 55. 2 CE permite la posibilidad de restringir el secreto de las comunicaciones a bandas armadas o
elementos terroristas, lo cual ha sido desarrollado por el art. 579.4 LECrim. (L.O. 4/1988, de 25 de mayo) que establece
como, en caso de urgencia, la intervención podrá ordenarla el Ministro del Interior o, en su defecto, el Director de la
Seguridad del Estado, comunicándolo inmediatamente por escrito motivado al Juez competente, quien, revocará o
confirmará la medida (Sentencia 71/1994, de 3 de marzo). En cualquier caso, como ha señalado el TEDH habrán de
conciliarse los imperativos de la defensa de la sociedad democrática y la salvaguarda de los derechos individuales (STEDH
de 6 de septiembre de 1978, asunto Klass).
La protección de los datos frente al uso de la informática es nuestra Constitución una de las primeras en introducirlo dado
que es precisamente en los años de su redacción cuando comienzan a apreciarse los peligros que puede entrañar el
archivo y uso ilimitado de los datos informáticos. Nuestros constituyentes tomaron, en este caso, el ejemplo de la
Constitución portuguesa, sólo dos años anterior a la española.
Una primera interpretación llevó a considerar este derecho como una especificación del derecho a la intimidad, pero el
Tribunal Constitucional ha interpretado que se trata de un derecho independiente, aunque obviamente estrechamente
relacionado con aquél (SSTC 254/1993, de 20 de julio y 290/2000, de 30 de noviembre). El Alto Tribunal además señaló la
vinculación directa de este derecho para los poderes públicos sin necesidad de desarrollo normativo (STC 254/1993).
En concreto, la STC 94/1988 señaló que nos encontramos ante un derecho fundamental a la protección de datos por el
que se garantiza a la persona el control sobre sus datos, cualesquiera datos personales, y sobre su uso y destino, para
evitar el tráfico ilícito de los mismos o lesivo para la dignidad y los derechos de los afectados; de esta forma, el derecho a
la protección de datos se configura como una facultad del ciudadano para oponerse a que determinados datos personales
sean usados para fines distintos a aquél que justificó su obtención.
Este derecho está estrechamente vinculado con la libertad ideológica, pues evidentemente el almacenamiento y la
utilización de datos informáticos puede suponer un riesgo para aquélla, no solamente por lo que se refiere a 'datos
sensibles', entre los que se encuentran los de carácter ideológico o religioso sobre los cuales según indica el artículo 16
de la Constitución nadie estará obligado a declarar, sino también por su posible utilización ajena a las finalidades para los
que fueron recabados (SSTC 11/98, de 13 de enero; 44 y 45/1999, de 22 de marzo, entre otras, en relación con la libertad
sindical), o la inclusión de datos sin conocimiento del afectado (STC 202/1999, de 8 de noviembre). Otro riesgo puede
provenir por efectuarse accesos indebidos a ficheros ajenos (STC 144/1999, de 22 de julio, en torno a una indebida
utilización por parte de una Junta Electoral de Zona de datos incluidos en el Registro Central de Penados y Rebeldes).
Interceptación de las comunicaciones telefónicas y telemáticas, la captación y grabación de comunicaciones orales
mediante la utilización de dispositivos electrónicos, la utilización de dispositivos técnicos de seguimiento, localización
y captación de la imagen, el registro de dispositivos de almacenamiento masivo de información y los registros remotos
sobre equipos informáticos. Artículos 588 bis L.E.Criminal y siguientes
Durante la instrucción de las causas se podrá acordar alguna de las citadas medidas de investigación siempre que medie
autorización judicial dictada con plena sujeción a los principios de especialidad, idoneidad, excepcionalidad, necesidad y
proporcionalidad de la medida.
El principio de especialidad exige que una medida esté relacionada con la investigación de un delito concreto. No podrán
autorizarse medidas de investigación tecnológica que tengan por objeto prevenir o descubrir delitos o despejar sospechas
sin base objetiva.
El principio de idoneidad servirá para definir el ámbito objetivo y subjetivo y la duración de la medida en virtud de su
utilidad.
Solo podrá acordarse la medida:
a) cuando no estén a disposición de la investigación, en atención a sus características, otras medidas menos gravosas
para los derechos fundamentales del investigado o encausado e igualmente útiles para el esclarecimiento del hecho,
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

b) cuando el descubrimiento o la comprobación del hecho investigado, la determinación de su autor o autores, la


averiguación de su paradero, o la localización de los efectos del delito se vea gravemente dificultada sin el recurso
a esta medida.
Estas medidas de investigación solo se reputarán proporcionadas cuando, tomadas en consideración todas las
circunstancias del caso, el sacrificio de los derechos e intereses afectados no sea superior al beneficio que de su adopción
resulte para el interés público y de terceros. Para la ponderación de los intereses en conflicto, la valoración del interés
público se basará en la gravedad del hecho, su trascendencia social o el ámbito tecnológico de producción, la intensidad
de los indicios existentes y la relevancia del resultado perseguido con la restricción del derecho.
El juez podrá acordar las medidas reguladas en este capítulo de oficio o a instancia del Ministerio Fiscal o de la Policía
Judicial. Cuando el Ministerio Fiscal o la Policía Judicial soliciten del juez de instrucción una medida de investigación
tecnológica, la petición habrá de contener:
1. La descripción del hecho objeto de investigación y la identidad del investigado o de cualquier otro afectado por
la medida.
2. La exposición detallada de las razones que justifiquen la necesidad de la medida, así como los indicios de
criminalidad que se hayan puesto de manifiesto durante la investigación previa a la solicitud de autorización del
acto de injerencia.
3. Los datos de identificación del investigado o encausado y, en su caso, de los medios de comunicación empleados
que permitan la ejecución de la medida.
4. La extensión de la medida con especificación de su contenido.
5. La unidad investigadora de la Policía Judicial que se hará cargo de la intervención.
6. La forma de ejecución de la medida.
7. La duración de la medida que se solicita.
8. El sujeto obligado que llevará a cabo la medida, en caso de conocerse.

En el Convenio Europeo
La interceptación de las comunicaciones por parte de las autoridades estatales exige, en aplicación del Convenio, además
de que se realice con autorización judicial que ésta tenga suficiente cobertura legal (STEDH Valenzuela Contreras contra
España, de 30 de julio de 1998). Es decir, el juez sólo podrá dar una autorización para interceptar una comunicación entre
particulares en aplicación de una norma legal (STEDH Rinzivillo contra Italia, de 21 de diciembre de 2000), incluso de que
se las comunicaciones intervenidas se produzcan en el interior de dependencias policiales (STEDH P.G. contra reino Unido,
de 25 de septiembre de 2001). No obstante, la violación del derecho al secreto de las comunicaciones, no siempre supone
una invalidación automática de las pruebas así obtenidas, manteniéndose por parte del Tribunal una posición flexible en
los supuestos en que son objeto de investigación delitos graves (SETDH Luidi contra Suiza, de 15 de junio de 1992). Ha
establecido también el Tribunal que el artículo 8 del Convenio protege no sólo la comunicación en sí misma, sino que
también resultan protegidas por el secreto las circunstancias de la comunicación, tales como el momento, la duración o
la identidad de los comunicantes (STEDH Malone contra Reino Unido, de 2 de agosto de 1984).
Especial referencia al secreto de las comunicaciones entre abogado y cliente:

Sentencia del TEDH de 25 de julio de 2017 (caso M. contra Países Bajos)


Existe violación del derecho a un juicio justo la prohibición impuesta a un detenido o preso de comunicarse abiertamente
con su abogado, al comprometer de manera clara el desarrollo de un juicio justo y del procedimiento que se lleva a cabo
contra él.
El art. 24 de la Constitución española consagra el derecho de todos a la tutela judicial efectiva, y como derechos accesorios
para su garantía, consagra además, entre otros, el derecho a no sufrir indefensión. Este derecho debe ponerse en conexión
con el art. 17.3 CE, que garantiza la asistencia de abogado al detenido en las diligencias policiales y judiciales, en los
términos que la Ley establezca.
Para que el Abogado pueda llevar a cabo esta encomiable misión, es necesario que cliente y abogado puedan mantener
comunicaciones libres de injerencias, en las cuales se respete el derecho al secreto de las comunicaciones como
manifestación de su derecho a la intimidad, reconocido por el art. 18.3 CE
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Tribunal Supremo (19 de octubre de 2010): el Tribunal Constitucional ha resaltado en numerosas resoluciones la especial
responsabilidad que incumbe a los órganos judiciales de velar por evitar la indefensión del justiciable en el proceso.
Asimismo, ha destacado la íntima conexión que existe entre el derecho de defensa y el de asistencia letrada, derecho que
tiene como finalidad, al igual que todas las demás garantías que conforman el derecho en el que se integran, el de asegurar
la efectiva realización de los principios de igualdad de partes y de contradicción, y que imponen a los órganos judiciales el
deber positivo de evitar desequilibrios entre la respectiva posición procesal de las partes o limitaciones en la defensa que
puedan inferir en alguna de ellas resultado de indefensión.
Ley Orgánica General Penitenciaria 1/1979: Artículo 51.2
Las comunicaciones de los internos con el Abogado defensor o con el Abogado expresamente llamado en relación con
asuntos penales y con los Procuradores que los representen, se celebrarán en departamentos apropiados y no podrán ser
suspendidas o intervenidas salvo por orden de la autoridad judicial y en los supuestos de terrorismo
Ha manifestado la mayor parte de la jurisprudencia del Tribunal Constitucional, en relación al art. 51.2 LOGP, entre otras,
la STC 183/1994 declarando “la imposibilidad constitucional de interpretar este último precepto en el sentido de considerar
alternativas las dos condiciones de orden de la autoridad judicial” y “supuestos de terrorismo que en el mismo se
contienen”, añadiendo más adelante que “dichas condiciones habilitantes deben, por el contrario, considerarse
acumulativas”.

El derecho a la inviolabilidad del domicilio.


Según el 18.2 CE “el domicilio es inviolable. Ninguna entrada o registro podrá hacerse en el sin consentimiento del titular
o resolución judicial, salvo en caso de flagrante delito.”
Se trata de una garantía de vida privada, que no sólo se fundamenta en la seguridad personal frente a terceros, sino que
en su vertiente positiva es expresión del derecho genérico a tener una vida privada e íntima. El concepto constitucional
de domicilio no coincide con el propio de otros sectores del Ordenamiento (civil, fiscal...): comprende aquel espacio
aislado del exterior donde la persona realiza su vida privada.
Según STC 137/1985 “el domicilio inviolable es un espacio en el cual el individuo vive sin estar sujeto necesariamente a los
usos y convenciones sociales y ejerce su libertad más íntima. Así, a través de este derecho no sólo es objeto de protección
el espacio físico en sí mismo considerado, sino lo que en él hay de emanación de la persona y de esfera privada en ella.”
Por tanto, no sólo se impide la entrada o registro en el domicilio, sino también se protege frente a escuchas mediante
aparatos mecánicos o electrónicos, aunque no haya existido penetración directa de personas. A los efectos
constitucionales, es domicilio una habitación de hotel donde se habita, una caravana o una segunda residencia, y no lo es
el domicilio legal donde no se habita. No forman parte del domicilio las mesas de una oficina pública, pero sí de las
dependencias de una sociedad donde una persona jurídica realiza una actividad privada. Por ello, el derecho a la
inviolabilidad de domicilio corresponde a las personas físicas, pero también a las jurídicas.
La CE establece diversos supuestos en que es lícita la entrada en el domicilio de una persona: el consentimiento del titular
(o de uno de los titulares), una resolución judicial que lo autorice o la comisión de un delito flagrante. La CE no contempla
de forma expresa la existencia del caso del necesidad o fuerza mayor, pero éste es deducible racionalmente y así está
previsto por la ley.
La inviolabilidad del domicilio se vincula al derecho a la intimidad de las personas, pues protege el ámbito donde la
persona desarrolla su intimidad al amparo de miradas indiscretas, como consecuencia de ello es lógico que el Tribunal
Constitucional haya dado al término domicilio un significado mucho más amplio que el otorgado por el Código Civil. Para
el Alto Tribunal, el domicilio es el espacio donde e individuo vive ejerciendo su libertad más íntima, al margen de
convenciones sociales, así como todo espacio apto para que, eventualmente o de forma permanente, pueda ocurrir lo
anterior. En concreto, se consideran domicilio a efectos constitucionales: las segundas viviendas, los vehículos o
caravanas, las habitaciones de hotel (STC 10/2002, de 17 de enero o el domicilio empresarial de las personas jurídicas,
aunque en algunos de estos casos con ciertas cortapisas derivadas de las propias características del alojamiento. En
cambio, no tendrán la consideración de domicilio, las celdas de los reclusos en los centros penitenciarios (STC 11/2006).
Para que se admita la vulneración del derecho no es necesaria la penetración física sino que se comprende también la
que se efectúa mediante aparatos visuales o auditivos (STC 22/1984, de 17 de febrero).
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Sin embargo, esa vinculación con la intimidad personal parece quebrarse cuando se reconoce el derecho a personas
jurídicas (STC 137/1985, de 17 de octubre; 69/1999, de 26 de abril), aunque sea de forma más matizada, con menor
intensidad que en el caso de las personas físicas.
La Constitución señala tres situaciones en las que se admite la entrada y registro domiciliarios: a) consentimiento del
titular; b) resolución judicial; c) flagrante delito. A éstas hay que añadir otra, no consignada, pero igualmente admisible,
dadas sus características, la situación de urgente necesidad, como la que se produce en casos de catástrofe, ruina
inminente u otros similares con la finalidad de evitar daños inminentes y graves para personas o cosas, es decir en
supuestos en los que es necesaria la quiebra de la inviolabilidad domiciliaria para preservar otros bienes protegidos, en
particular la vida o integridad de las personas (art. 21.3 L.O. 1/1992, de 21 de febrero, sobre protección de la seguridad
ciudadana).
En torno al consentimiento del titular, el concepto de 'titular' del domicilio hay que entenderlo más en sentido real que
jurídico, será aquella o aquellas personas que residen en el 'domicilio', pudiendo así ser varios los titulares, en cuyo caso
bastaría el consentimiento de uno de ellos, si el resto no se oponen, aunque teniendo en cuenta que habrá de considerarse
titular a efectos del art. 18.2, en ciertos casos, sólo a aquél frente a quien se dirija la actuación de entrada o registro (STC
22/2003, de 10 de febrero)
Cuando la autorización de entrada proceda de resolución judicial deberá motivar no sólo las razones en las que se basa,
sino así mismo, su alcance, estableciendo dependencias en las que procede la entrada y alcance del registro, pues la
resolución judicial ha de actuar como garante del derecho (STC 139/1999, de 22 de julio, entre otras).
Hay que tener presente que, si en la mayor parte de los casos las entradas y registros domiciliarios serán consecuencia de
procedimientos penales, también caben los registros o entradas administrativos (por ejemplo, relacionados con
inspecciones) o de carácter civil (embargos o lanzamientos). En un primer momento el Tribunal Constitucional exigía que
la resolución de entrada domiciliaria fuera en todo caso una resolución separada en el caso de 'entradas administrativas'
(STC 22/1984, de 17 de febrero), sin embargo, en un momento posterior se estimó innecesaria una resolución separada
en supuestos en los que dicha entrada fuera inherente a la resolución principal (STC 160/1991, de 18 de julio). No
obstante, el alcance de la entrada domiciliaria no puede dejarse a la discrecionalidad de la Administración, sino que la
resolución judicial deberá precisar el número o periodo de entradas autorizado, así como el número de personas
habilitadas, debiendo dar cuenta al Juez de los resultados (STC 50/1995, de 23 de febrero).
En el ámbito penal, por su parte es necesario tener presente que el registro domiciliario se utiliza como medio de
obtención de pruebas, de manera que la carencia de resolución judicial o una imprecisa parcial puede llevar a la
invalidación de las pruebas (STC, entre otras, 149/2001, de 27 de junio).
Si el supuesto es el flagrante delito, la jurisprudencia estima que existe tal en supuestos en los que existe inmediatez
temporal, espacial y personal, o de acuerdo con los términos del Tribunal Constitucional, se requiere evidencia e
inmediatez, de manera que cuando no concurrieran tales circunstancias será necesaria la correspondiente resolución
judicial (SSTC 341/1993, de 18 de noviembre; 94/1996, de 28 de mayo).
La L.O. 4/1981, de 1 de junio, de los estados de alarma, excepción y sitio, prescribe -para los dos últimos estados- un
régimen especial de inspecciones o registros domiciliarios en los supuestos en los que la correspondiente declaración
comprenda la suspensión del art. 18.2 CE. La regulación, no obstante, no está exenta de garantías, sino que contempla,
entre otros requisitos, la presencia de dos vecinos como testigos del registro domiciliario y el levantamiento de un acta
del registro efectuado, acta que se remitirá al juez junto con la motivación del acto. (art. 17 y 32 L.O.).
Así mismo, en relación con el art. 55.2 CE, el art. 553 LECrim., de conformidad con la L.O. 4/1988, de 25 de mayo, plantea
la posibilidad de entradas y registros sin necesidad de autorización previa, aunque con la obligación de dar cuenta
inmediata al Juez.
Autorización judicial para actos de la administración. Art. 91.2 LOPJ: [Competencias de Juzgados de lo Contencioso-
administrativo]
Corresponde también a los Juzgados de lo Contencioso-Administrativo autorizar, mediante auto, la entrada en los
domicilios y en los restantes edificios o lugares cuyo acceso requiera el consentimiento del titular, cuando ello proceda
para la ejecución forzosa de actos de la Administración.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Ejecución de sentencias, 22/84 doble autorización; cambio de orientación 160/91, basta la del Tribunal que dictó de la
sentencia

En el Convenio Europeo
La protección de la morada se extiende a la protección de las personas que la habitan frente a molestias externas de
extraordinaria necesidad que la hagan difícilmente habitable (STEDH López Ostra contra España, de 9 de diciembre de
1994), molestias entre las que cabe incluir a los ruidos excesivos (STEDH Hatton contra Reino Unido, de 2 de diciembre de
2001). En virtud del artículo 8 del Convenio, los Estados asumen la obligación positiva de proteger la forma de vida y
asentamiento tradicional de determinados colectivos raciales y culturales, sin que de ello pueda derivarse para éstos el
derecho de establecer excepciones en las reglas urbanísticas y medioambientales generales (STEDH Coster contra Reino
Unido, de 18 de enero de 2001).
Por otra parte, el Tribunal ha establecido que las personas jurídicas no pueden oponer la inviolabilidad del domicilio frente
a la ejecución del derecho comunitario (STEDH Hoecsht contra Comisión, de 21 de septiembre de 1989).

Protección de Datos
El artículo 18.4 establece que la ley limitará el uso de la informática para garantizar el honor y la intimidad personal y
familiar de los ciudadanos y el pleno ejercicio de sus derechos.
El desarrollo del derecho está marcado por el Convenio del Consejo de Europa de 28 de enero de 1981, para la protección
de datos de carácter personal.
La L.O.15/1999, de 13 de diciembre, de protección de datos de carácter personal. Hay que destacar además el Real
Decreto 1720/2007, de 21 de diciembre, por el que se aprueba el Reglamento de desarrollo de la Ley Orgánica 15/1999,
de 13 de diciembre, de protección de datos de carácter personal.
Real Decreto-ley 5/2018, de 27 de julio, de medidas urgentes para la adaptación del Derecho español a la normativa de
la Unión Europea en materia de protección de datos.
El Reglamento (UE) 2016/679 del Parlamento Europeo y del Consejo, de 27 de abril de 2016, relativo a la protección de
las personas físicas en lo que respecta al tratamiento de sus datos personales y a la libre circulación de estos datos y por
el que se deroga la Directiva 95/46/CE (Reglamento General de Protección de Datos), es plenamente aplicable en España
desde el pasado 25 de mayo de 2018
Mediante la protección de datos se intenta que lograr la adecuación y exactitud de las bases de datos, así como la
cancelación de los datos cuando dejen de ser necesarios, así como el conocimiento y la posibilidad de acceso por parte
de los afectados, con un especial deber de protección para los datos denominados sensibles, aquellos que afectan a la
ideología, religión o creencias (Art. 16.2 CE) y los relativos a la salud. La Ley regula el régimen de creación, modificación o
supresión de ficheros informáticos, así como de su cesión. Las garantías, por una parte, consisten en la creación de la
Agencia de protección de datos, con el fin de velar por el cumplimiento de la Ley, y el Registro general de protección de
datos en el que deberán inscribirse todos los ficheros de acuerdo con la Ley. Por un último se establece un régimen
sancionatorio.
Los derechos del artículo 18 CE al encontrarse en la Sección 1ª del Capítulo II del Título I de la Constitución están sometidos
a reserva de ley orgánica (art. 81 CE), que en todo caso deberá respetar su contenido esencial, y vinculan a todos los
poderes públicos (art. 53.1 CE), y, entre las garantías jurisdiccionales podrá recabarse la tutela de los tribunales ordinarios
mediante un procedimiento basado en los principios de preferencia y sumariedad y, subsidiariamente, la tutela del
Tribunal Constitucional mediante un recurso de amparo (art. 53.2 CE)
Los datos de carácter personal sólo se podrán recoger para su tratamiento, así como someterlos a dicho tratamiento,
cuando sean adecuados, pertinentes y no excesivos en relación con el ámbito y las finalidades determinadas, explícitas y
legítimas para las que se hayan obtenido. Los datos de carácter personal objeto de tratamiento no podrán usarse para
finalidades incompatibles con aquellas para las que los datos hubieran sido recogidos. No se considerará incompatible el
tratamiento posterior de éstos con fines históricos, estadísticos o científicos.
Los datos de carácter personal serán exactos y puestos al día de forma que respondan con veracidad a la situación actual
del afectado. Si los datos de carácter personal registrados resultaran ser inexactos, en todo o en parte, o incompletos,
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

serán cancelados y sustituidos de oficio por los correspondientes datos rectificados o completados, sin perjuicio de las
facultades que a los afectados reconoce el artículo 16.
Los datos de carácter personal serán cancelados cuando hayan dejado de ser necesarios o pertinentes para la finalidad
para la cual hubieran sido recabados o registrados. No serán conservados en forma que permita la identificación del
interesado durante un período superior al necesario para los fines en base a los cuales hubieran sido recabados o
registrados.
Los interesados a los que se soliciten datos personales deberán ser previamente informados de modo expreso, preciso e
inequívoco:
a. De la existencia de un fichero o tratamiento de datos de carácter personal, de la finalidad de la recogida de éstos y
de los destinatarios de la información.
b. Del carácter obligatorio o facultativo de su respuesta a las preguntas que les sean planteadas.
c. De las consecuencias de la obtención de los datos o de la negativa a suministrarlos.
d. De la posibilidad de ejercitar los derechos de acceso, rectificación, cancelación y oposición.
e. De la identidad y dirección del responsable del tratamiento o, en su caso, de su representante.
Cuando el responsable del tratamiento no esté establecido en el territorio de la Unión Europea y utilice en el tratamiento
de datos medios situados en territorio español, deberá designar, salvo que tales medios se utilicen con fines de trámite,
un representante en España, sin perjuicio de las acciones que pudieran emprenderse contra el propio responsable del
tratamiento.
Los datos de carácter personal objeto del tratamiento sólo podrán ser comunicados a un tercero para el cumplimiento de
fines directamente relacionados con las funciones legítimas del cedente y del cesionario con el previo consentimiento del
interesado.
El consentimiento exigido en el apartado anterior no será preciso:
a. Cuando la cesión está autorizada en una ley.
b. Cuando se trate de datos recogidos de fuentes accesibles al público.
c. Cuando el tratamiento responda a la libre y legítima aceptación de una relación jurídica cuyo desarrollo,
cumplimiento y control implique necesariamente la conexión de dicho tratamiento con ficheros de terceros. En este
caso la comunicación sólo será legítima en cuanto se limite a la finalidad que la justifique.
d. Cuando la comunicación que deba efectuarse tenga por destinatario al Defensor del Pueblo, el Ministerio Fiscal o
los Jueces o Tribunales o el Tribunal de Cuentas, en el ejercicio de las funciones que tiene atribuidas. Tampoco será
preciso el consentimiento cuando la comunicación tenga como destinatario a instituciones autonómicas con
funciones análogas al Defensor del Pueblo o al Tribunal de Cuentas.
e. Cuando la cesión se produzca entre Administraciones públicas y tenga por objeto el tratamiento posterior de los
datos con fines históricos, estadísticos o científicos.
f. Cuando la cesión de datos de carácter personal relativos a la salud sea necesaria para solucionar una urgencia que
requiera acceder a un fichero o para realizar los estudios epidemiológicos en los términos establecidos en la
legislación sobre sanidad estatal o autonómica.
De acuerdo con lo establecido en el apartado 2 del artículo 16 de la CE, nadie podrá ser obligado a declarar sobre su
ideología, religión o creencias.
Cuando en relación con estos datos se proceda a recabar el consentimiento a que se refiere el apartado siguiente, se
advertirá al interesado acerca de su derecho a no prestarlo.
Sólo con el consentimiento expreso y por escrito del afectado podrán ser objeto de tratamiento los datos de carácter
personal que revelen la ideología, afiliación sindical, religión y creencias. Se exceptúan los ficheros mantenidos por los
partidos políticos, sindicatos, iglesias, confesiones o comunidades religiosas y asociaciones, fundaciones y otras entidades
sin ánimo de lucro, cuya finalidad sea política, filosófica, religiosa o sindical, en cuanto a los datos relativos a sus asociados
o miembros, sin perjuicio de que la cesión de dichos datos precisará siempre el previo consentimiento del afectado.
Los datos de carácter personal que hagan referencia al origen racial, a la salud y a la vida sexual sólo podrán ser recabados,
tratados y cedidos cuando, por razones de interés general, así lo disponga una ley o el afectado consienta expresamente.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Quedan prohibidos los ficheros creados con la finalidad exclusiva de almacenar datos de carácter personal que revelen la
ideología, afiliación sindical, religión, creencias, origen racial o étnico, o vida sexual. Los datos de carácter personal
relativos a la comisión de infracciones penales o administrativas sólo podrán ser incluidos en ficheros de las
Administraciones públicas competentes en los supuestos previstos en las respectivas normas reguladoras.
El responsable del fichero, y, en su caso, el encargado del tratamiento deberá adoptar las medidas de índole técnica y
organizativas necesarias que garanticen la seguridad de los datos de carácter personal y eviten su alteración, pérdida,
tratamiento o acceso no autorizado, habida cuenta del estado de la tecnología, la naturaleza de los datos almacenados y
los riesgos a que están expuestos, ya provengan de la acción humana o del medio físico o natural.
No se registrarán datos de carácter personal en ficheros que no reúnan las condiciones que se determinen por vía
reglamentaria con respecto a su integridad y seguridad y a las de los centros de tratamiento, locales, equipos, sistemas y
programas.
El responsable del fichero y quienes intervengan en cualquier fase del tratamiento de los datos de carácter personal están
obligados al secreto profesional respecto de los mismos y al deber de guardarlos, obligaciones que subsistirán aun
después de finalizar sus relaciones con el titular del fichero o, en su caso, con el responsable del mismo.
Los ciudadanos tienen derecho a no verse sometidos a una decisión con efectos jurídicos, sobre ellos o que les afecte de
manera significativa, que se base únicamente en un tratamiento de datos destinados a evaluar determinados aspectos de
su personalidad.
El afectado podrá impugnar los actos administrativos o decisiones privadas que impliquen una valoración de su
comportamiento, cuyo único fundamento sea un tratamiento de datos de carácter personal que ofrezca una definición
de sus características o personalidad. En este caso, el afectado tendrá derecho a obtener información del responsable del
fichero sobre los criterios de valoración y el programa utilizados en el tratamiento que sirvió para adoptar la decisión en
que consistió el acto.
El interesado tendrá derecho a solicitar y obtener gratuitamente información de sus datos de carácter personal sometidos
a tratamiento, el origen de dichos datos, así como las comunicaciones realizadas o que se prevén hacer de los mismos.
La información podrá obtenerse mediante la mera consulta de los datos por medio de su visualización, o la indicación de
los datos que son objeto de tratamiento mediante escrito, copia, telecopia o fotocopia, certificada o no, en forma legible
e inteligible, sin utilizar claves o códigos que requieran el uso de dispositivos mecánicos específicos.
El derecho de acceso a qué se refiere este artículo sólo podrá ser ejercitado a intervalos no inferiores a doce meses, salvo
que el interesado acredite un interés legítimo al efecto, en cuyo caso podrán ejercitarlo antes.
El responsable del tratamiento tendrá la obligación de hacer efectivo el derecho de rectificación o cancelación del
interesado en el plazo de diez días. Serán rectificados o cancelados, en su caso, los datos de carácter personal cuyo
tratamiento no se ajuste a lo dispuesto en la presente Ley y, en particular, cuando tales datos resulten inexactos o
incompletos.
La cancelación dará lugar al bloqueo de los datos, conservándose únicamente a disposición de las Administraciones
públicas, Jueces y Tribunales, para la atención de las posibles responsabilidades nacidas del tratamiento, durante el plazo
de prescripción de éstas. Cumplido el citado plazo deberá procederse a la supresión. Si los datos rectificados o cancelados
hubieran sido comunicados previamente, el responsable del tratamiento deberá notificar la rectificación o cancelación
efectuada a quien se hayan comunicado, en el caso de que se mantenga el tratamiento por este último, que deberá
también proceder a la cancelación.
Los datos de carácter personal deberán ser conservados durante los plazos previstos en las disposiciones aplicables o, en
su caso, en las relaciones contractuales entre la persona o entidad responsable del tratamiento y el interesado. Los
procedimientos para ejercitar el derecho de oposición, acceso, así como los de rectificación y cancelación serán
establecidos reglamentariamente. No se exigirá contra prestación alguna por el ejercicio de los derechos de oposición,
acceso, rectificación o cancelación.
Las actuaciones contrarias a lo dispuesto en la presente Ley pueden ser objeto de reclamación por los interesados ante la
Agencia de Protección de Datos, en la forma que reglamentariamente se determine.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

El interesado al que se deniegue, total o parcialmente, el ejercicio de los derechos de oposición, acceso, rectificación o
cancelación, podrá ponerlo en conocimiento de la Agencia de Protección de Datos o, en su caso, del organismo
competente de cada Comunidad Autónoma, que deberá asegurarse de la procedencia o improcedencia de la denegación.
El plazo máximo en que debe dictarse la resolución expresa de tutela de derechos será de seis meses. Contra las
resoluciones de la Agencia de Protección de Datos procederá recurso contencioso-administrativo. Los interesados que,
como consecuencia del incumplimiento de lo dispuesto en la presente Ley por el responsable o el encargado del
tratamiento, sufran daño o lesión en sus bienes o derechos tendrán derecho a ser indemnizados.
Cuando se trate de ficheros de titularidad pública, la responsabilidad se exigirá de acuerdo con la legislación reguladora
del régimen de responsabilidad de las Administraciones públicas. En el caso de los ficheros de titularidad privada, la acción
se ejercitará ante los órganos de la jurisdicción ordinaria.
• Reglamento de la U.E. (Reglamento 2016/679 del Parlamento Europeo y del Consejo de 27 de abril de 2016)
• Directiva U.E. Directiva 2016/680 relativa a la protección de las personas físicas en lo que respecta al tratamiento
de datos personales por parte de las autoridades competentes para fines de prevención, investigación, detección
o enjuiciamiento de infracciones penales o de ejecución de sanciones penales, y a la libre circulación de dichos
datos
El nuevo Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) entró en vigor en mayo de 2016 y es aplicable a partir de
mayo de 2018.
En este periodo transitorio y aun cuando siguen vigentes las disposiciones de la Directiva 95/46 y las correspondientes
normas nacionales de desarrollo, los responsables y encargados de tratamiento deben ir preparando y adoptando las
medidas necesarias para estar en condiciones de cumplir con las previsiones del RGPD en el momento en que sea de
aplicación.
El RGPD es una norma directamente aplicable, que no requiere de normas internas de trasposición ni tampoco, en la
mayoría de los casos, de normas de desarrollo o aplicación. Por ello, los responsables deben ante todo asumir que la
norma de referencia es el RGPD y no las normas nacionales, como venía sucediendo hasta ahora con la Directiva 95/46.
No obstante, la ley que sustituirá a la actual Ley Orgánica de Protección de Datos (LOPD) sí podrá incluir algunas
precisiones o desarrollos en materias en las que el RGPD lo permite.
El principio de responsabilidad proactiva
El RGPD describe este principio como la necesidad de que el responsable del tratamiento aplique medidas técnicas y
organizativas apropiadas a fin de garantizar y poder demostrar que el tratamiento es conforme con el Reglamento.
En términos prácticos, este principio requiere que las organizaciones analicen qué datos tratan, con qué finalidades lo
hacen y qué tipo de operaciones de tratamiento llevan a cabo. A partir de este conocimiento deben determinar de forma
explícita la forma en que aplicarán las medidas que el RGPD prevé, asegurándose de que esas medidas son las adecuadas
para cumplir con el mismo.
En síntesis, este principio exige una actitud consciente, diligente y proactiva por parte de las organizaciones frente a todos
los tratamientos de datos personales que lleven a cabo.
El enfoque de riesgo
El RGPD señala que las medidas dirigidas a garantizar su cumplimiento deben tener en cuenta la naturaleza, el ámbito, el
contexto y los fines del tratamiento así como el riesgo para los derechos y libertades de las personas.
De acuerdo con este enfoque, algunas de las medidas que el RGPD establece se aplicarán sólo cuando exista un alto riesgo
para los derechos y libertades, mientras que otras deberán modularse en función del nivel y tipo de riesgo que los
tratamientos presenten.
La aplicación de las medidas previstas por el RGPD debe adaptarse, por tanto, a las características de las organizaciones.
Lo que puede ser adecuado para una organización que maneja datos de millones de interesados en tratamientos
complejos que involucran información personal sensible o volúmenes importantes de datos sobre cada afectado no es
necesario para una pequeña empresa que lleva a cabo un volumen limitado de tratamientos de datos no sensibles.
El Reglamento se aplica al tratamiento total o parcialmente automatizado de datos personales, así como al tratamiento
no automatizado de datos personales contenidos o destinados a ser incluidos en un fichero.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Y no se aplicará, en particular:
• a. Al ejercicio de actividades no comprendidas en el ámbito de aplicación del Derecho de la Unión
• b. A la actividad de las autoridades con fines de prevención o investigación de delitos o de protección de la
seguridad pública,
• c. Ni al tratamiento de datos efectuado por una persona física en el ejercicio de actividades exclusivamente
personales o domésticas.
El Reglamento se aplica al tratamiento de datos personales en el contexto de las actividades de un establecimiento del
responsable o del encargado en la Unión, independientemente de que el tratamiento tenga lugar en la Unión o no.
Y, muy especialmente, según el número 2 del mismo artículo, el Reglamento se aplica también al tratamiento de datos
personales de residentes en la Unión “por parte de un responsable o encargado no establecido en la Unión, cuando las
actividades de tratamiento estén relacionadas con: a) la oferta de bienes o servicios a dichos interesados en la Unión,
independientemente de si a estos se les requiere su pago, o b) el control de su comportamiento, en la medida en que este
tenga lugar en la Unión.”
El consentimiento para el tratamiento de los datos deberá “libre, específico, informada e inequívoco” y el responsable del
tratamiento de los datos deberá poder probar que el titular “consintió el tratamiento de sus datos”.
Por tanto, en virtud del principio de responsabilidad, el responsable del tratamiento aplicará las medidas adecuadas para
poder demostrar que ese consentimiento se prestó en la forma adecuada.
Los datos personales serán:
a) tratados de manera lícita, leal y transparente en relación con el interesado («licitud, lealtad y transparencia»);
b) recogidos con fines determinados, explícitos y legítimos, y no serán tratados ulteriormente de manera
incompatible con dichos fines;
c) adecuados, pertinentes y limitados a lo necesario en relación con los fines para los que son tratados
d) exactos y, si fuera necesario, actualizados; se adoptarán todas las medidas razonables para que se supriman o
rectifiquen sin dilación los datos personales que sean inexactos con respecto a los fines para los que se tratan
(«exactitud»);
e) e) mantenidos de forma que se permita la identificación de los interesados durante no más tiempo del necesario
para los fines del tratamiento de los datos personales; los datos personales podrán conservarse durante períodos
más largos siempre que se traten exclusivamente con fines de archivo en interés público, fines de investigación
científica o histórica o fines estadísticos
f) f) tratados de tal manera que se garantice una seguridad adecuada de los datos personales, incluida la protección
contra el tratamiento no autorizado o ilícito y contra su pérdida, destrucción o daño
El tratamiento solo será lícito si se cumple al menos una de las siguientes condiciones:
a) El interesado dio su consentimiento para el tratamiento de sus datos personales para uno o varios fines
específicos;
b) El tratamiento es necesario para la ejecución de un contrato en el que el interesado es parte o para la aplicación
a petición de este de medidas precontractuales;
c) El tratamiento es necesario para el cumplimiento de una obligación legal aplicable al responsable del tratamiento;
d) El tratamiento es necesario para proteger intereses vitales del interesado o de otra persona física;
e) El tratamiento es necesario para el cumplimiento de una misión realizada en interés público o en el ejercicio de
poderes públicos conferidos al responsable del tratamiento;
f) El tratamiento es necesario para la satisfacción de intereses legítimos perseguidos por el responsable del
tratamiento o por un tercero, siempre que sobre dichos intereses no prevalezcan los intereses o los derechos y
libertades fundamentales del interesado que requieran la protección de datos personales, en particular cuando
el interesado sea un niño.
Condiciones para el consentimiento
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Cuando el tratamiento se base en el consentimiento del interesado, el responsable deberá ser capaz de demostrar que
aquel consintió el tratamiento de sus datos personales. Si el consentimiento del interesado se da en el contexto de una
declaración escrita que también se refiera a otros asuntos, la solicitud de consentimiento se presentará de tal forma que
se distinga claramente de los demás asuntos, de forma inteligible y de fácil acceso y utilizando un lenguaje claro y sencillo.
El interesado tendrá derecho a retirar su consentimiento en cualquier momento. La retirada del consentimiento no
afectará a la licitud del tratamiento basada en el consentimiento previo a su retirada. Antes de dar su consentimiento, el
interesado será informado de ello. Será tan fácil retirar el consentimiento como darlo.
Al evaluar si el consentimiento se ha dado libremente, se tendrá en cuenta en la mayor medida posible el hecho de si,
entre otras cosas, la ejecución de un contrato, incluida la prestación de un servicio, se supedita al consentimiento al
tratamiento de datos personales que no son necesarios para la ejecución de dicho contrato.
En relación con la oferta directa a niños de servicios de la sociedad de la información, el tratamiento de los datos
personales de un niño se considerará lícito cuando tenga como mínimo 16 años. Si el niño es menor de 16 años, tal
tratamiento únicamente se considerará lícito si el consentimiento lo dio o autorizó el titular de la patria potestad o tutela
sobre el niño, y solo en la medida en que se dio o autorizó. Los Estados miembros podrán establecer por ley una edad
inferior a tales fines, siempre que esta no sea inferior a 13 años
Prohibiciones
Quedan prohibidos el tratamiento de datos personales que revelen el origen étnico o racial, las opiniones políticas, las
convicciones religiosas o filosóficas, o la afiliación sindical, y el tratamiento de datos genéticos, datos biométricos dirigidos
a identificar de manera unívoca a una persona física, datos relativos a la salud o datos relativos a la vida sexual o la
orientación sexual de una persona física. Excepcionalmente se podrán autorizar con consentimientos expresos y explícitos
y para finalidades concretas y lícitas.
El tratamiento de datos personales relativos a condenas e infracciones penales o medidas de seguridad conexas sólo
podrá llevarse a cabo bajo la supervisión de las autoridades públicas o cuando lo autorice el Derecho de la Unión o de los
Estados miembros que establezca garantías adecuadas para los derechos y libertades de los interesados. Solo podrá
llevarse un registro completo de condenas penales bajo el control de las autoridades públicas.
Derechos de los interesados: divido en 5 secciones;
1. Transparencia y modalidades (art. 12. Transparencia de la información, comunicación y modalidades de ejercicio
de los derechos del interesado);
2. Información y acceso a los datos personales (arts. 13. Información que deberá facilitarse cuando los datos
personales se obtengan del interesado, a 15. Derecho de acceso del interesado);
3. Rectificación y supresión (arts. 16. Derecho de rectificación, a 20. Derecho a la portabilidad de los datos --
incluyendo el importante art. 17. Derecho de supresión («el derecho al olvido»)--;
4. Derecho de oposición y decisiones individuales automatizadas (arts. 21. Derecho de oposición, y 22. Decisiones
individuales automatizadas, incluida la elaboración de perfiles)
5. Limitaciones (art. 23. Limitaciones).
Responsabilidad del tratamiento de los datos:
1. Obligaciones generales (art. 24. Responsabilidad del responsable del tratamiento; 25. Protección de datos desde
el diseño y por defecto; 26. Corresponsables del tratamiento; 27. Representantes de responsables o encargados
del tratamiento no establecidos en la Unión; 28. Encargado del tratamiento; 29. Tratamiento bajo la autoridad
del responsable o del encargado del tratamiento; 30. Registro de las actividades de tratamiento, y 31. Cooperación
con la autoridad de control;
2. Seguridad de los datos personales (arts. 32. Seguridad del tratamiento, a 34. Comunicación de una violación de
la seguridad de los datos personales al interesado;
3. Evaluación de impacto relativa a la protección de datos y consulta previa (arts. 35. Evaluación de impacto relativa
a la protección de datos, a 36. Consulta previa);
4. Delegado de protección de datos (arts. 37. Designación del delegado de protección de datos, a 39. Funciones del
delegado de protección de datos)
5. Códigos de conducta y certificación (arts. 40. Códigos de conducta, a 43. Organismo de certificación)
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Con carácter general, los responsables deben facilitar a los interesados el ejercicio de sus derechos, y los procedimientos
y las formas para ello deben ser visibles, accesibles y sencillos. Se requiere que los responsables posibiliten la presentación
de solicitudes por medios electrónicos, especialmente cuando el tratamiento se realiza por estos medios.
El ejercicio de los derechos será gratuito para el interesado, excepto en los casos en que se formulen solicitudes
manifiestamente infundadas o excesivas, especialmente por repetitivas, el responsable podrá cobrar un canon que
compense los costes administrativos de atender a la petición o negarse a actuar (el canon no podrá implicar un ingreso
adicional para el responsable, sino que deberá corresponderse efectivamente con el verdadero coste de la tramitación de
la solicitud).
Obligaciones
Articular procedimientos que permitan fácilmente que los interesados puedan acreditar que han ejercido sus derechos
por medios electrónicos. El responsable debe demostrar el carácter infundado o excesivo de las solicitudes que tengan
un coste para el interesado.
El responsable deberá informar al interesado sobre las actuaciones derivadas de su petición en el plazo de un mes (podrá
extenderse dos meses más cuando se trate de solicitudes especialmente complejas y deberá notificar esta ampliación
dentro del primer mes). Si el responsable decide no atender una solicitud, deberá informar de ello, motivando su negativa,
dentro del plazo de un mes desde su presentación.
Derecho de acceso
ANTERIOR REGULACIÓN. Debían facilitarse todos los datos de base del afectado, pero no copias o documentos (excepto
en el caso de la historia clínica).
ACTUAL REGULACIÓN. Se reconoce el derecho a obtener una copia de los datos personales objeto del tratamiento.
Derecho al olvido
No está considerado un derecho autónomo o diferenciado de los clásicos derechos sino la consecuencia de la aplicación
del derecho al borrado de los datos personales.
Es una manifestación de los derechos de cancelación u oposición en el entorno online (según la jurisprudencia que el
Tribunal de Justicia de la UE estableció en el caso Google Spain).
El derecho a la protección de los datos personales forma parte de los derechos protegidos al amparo del artículo 8 del
CEDH, que garantiza el derecho al respeto de la vida privada y familiar, el domicilio y la correspondencia y determina las
condiciones bajo las cuales podrían ser aceptables las limitaciones a ese derecho.
En 1981, quedó abierto para su firma el Convenio para la protección de las personas con respecto al tratamiento
automatizado de datos de carácter personal (Convenio nº 108 del Consejo de Europa)
El Convenio nº 108 se aplica a todo el procesamiento de datos llevado a cabo tanto por el sector privado como público,
por ejemplo, el procesamiento de datos que realizan las autoridades judiciales y policiales. Protege a las personas físicas
contra los abusos que pueden conllevar la recogida y el tratamiento de datos personales, a la vez que busca regular los
flujos transfronterizos de datos.
En la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea se garantiza el respeto a la vida privada y familiar (artículo
7), sino que también establece el derecho a la protección de datos (artículo 8), elevando explícitamente el nivel de dicha
protección al de derecho fundamental en el Derecho de la UE.
Este derecho «sin embargo, [...] no constituye una prerrogativa absoluta, sino que debe ser considerado en relación con
su función en la sociedad». El artículo 52, apartado 1, de la Carta reconoce, por tanto, que pueden introducirse limitaciones
al ejercicio de derechos como los consagrados en los artículos 7 y 8 de la misma, siempre que tales limitaciones estén
establecidas por la ley, respeten el contenido esencial de dichos derechos y libertades, y respetando el principio de
proporcionalidad, sean necesarias y respondan efectivamente a objetivos de interés general reconocidos por la Unión o
a la necesidad de proteger los derechos y libertades de los demás
Por consiguiente, tanto el TEDH como el TJUE han afirmado reiteradamente que es necesario realizar un ejercicio de
ponderación con otros derechos cuando se aplica e interpreta el artículo 8 del CEDH y el artículo 8 de la Carta. Algunos
ejemplos importantes ilustrarán cómo se alcanza dicho equilibrio. Uno de los derechos que puede entrar en conflicto con
el derecho a la protección de datos es el derecho a la libertad de expresión.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Sentencia del TJUE, asunto C-73/07, Tietosuojavaltuutettu contra Satakunnan Markkinapörssi Oy y Satamedia Oy, de 16
de diciembre de 2008. El Tribunal tuvo que examinar la difusión de los datos fiscales de Markkinapörssi y Satamedia
relacionados con alrededor de 1 200 000 personas físicas, los cuales habían sido legítimamente obtenidos de la
administración fiscal finlandesa. El Tribunal destacó en primer lugar la importancia que tiene la libertad de expresión en
toda sociedad democrática y sostuvo que los conceptos relacionados con ella, entre ellos el de periodismo, deben ser
interpretados ampliamente. Para luego observar que, para obtener una ponderación de los dos derechos fundamentales,
las excepciones y restricciones a la protección de los datos deben aplicarse solo dentro de los límites de lo que resulte
estrictamente necesario.
En el asunto Axel Springer AG contra Alemania, el TEDH consideró que una prohibición impuesta por un tribunal nacional
sobre el propietario de un diario que deseaba publicar un artículo sobre la detención y la condena de un reconocido actor
vulneraba el artículo 10 del CEDH. El TEDH reiteró los criterios que había establecido en su jurisprudencia al ponderar la
libertad de expresión con el derecho al respeto a la vida privada:
• en primer lugar, si el evento sobre el que hablaba el artículo publicado en cuestión era de interés general: la
detención y la condena de una persona era un hecho judicial público y, por tanto, de interés público;
• en segundo lugar, si la persona afectada era un personaje público: la persona afectada era un actor lo bastante
conocido para ser considerado una figura pública; y
• en tercer lugar, el modo en que se obtuvo la información y si dicha información era fiable: la información había
sido facilitada por la oficina del Ministerio Fiscal y la exactitud de la información incluida en ambas publicaciones
no era motivo de desacuerdo entre las partes.
Por lo tanto, el TEDH resolvió que las limitaciones de publicación impuestas sobre la empresa no habían sido
razonablemente proporcionadas al objetivo legítimo de proteger la vida privada del demandante. El Tribunal concluyó
que había existido una violación del artículo 10 del CEDH.

Derecho al olvido: Visión del TC y del TEDH


En la reciente sentencia del Tribunal Constitucional 58/2018 se declaraba que utilizar nombres propios como criterio para
la búsqueda y localización de noticias en la hemeroteca digital de un periódico puede vulnerar el denominado “derecho
al olvido”
Tribunal Constitucional dice que la relevancia pública de la información viene determinada tanto por la materia de la
misma como por la condición de la persona a la que se refiere pero, además, debe venir marcada por la “actualidad” de
la noticia, es decir, por su conexión más o menos inmediata con el tiempo en el que se difunde. Usando las palabras de la
Corte, “si se refiere a un hecho sucedido hace años, sin ninguna conexión con un hecho actual, puede haber perdido parte
de su interés público”. Por ello, cuestiona en estos casos la prevalencia del derecho a la información sobre el derecho a la
intimidad de una persona que, transcurrido un lapso de tiempo, opta por solicitar que esos datos que pudieron tener
relevancia pública en su día sean olvidados.
Sin embargo, en la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de 10 de marzo de 2009 (en el asunto Times
Newspapers Ltd. vs Reino Unido) sostuvo que los archivos periodísticos que se publican en Internet contribuyen de forma
sustancial a la preservación y accesibilidad de las noticias y de la información, constituyendo una fuente importante para
la educación y la investigación histórica, particularmente en la medida en que la prensa proporciona dicha accesibilidad
en la red de forma fácil y, generalmente, gratuita. En consecuencia, aunque la función principal de la prensa en una
sociedad democrática sea actuar como un vigilante de lo público, cumple igualmente una valiosa función secundaria al
mantener y poner a disposición de los lectores los archivos que contienen noticias publicadas tiempo atrás.
Curiosamente, a los pocos días de publicarse la sentencia del Tribunal Constitucional, el Tribunal Europeo de Derechos
Humanos dictó otra resolución de fecha 28 de junio de 2018 en la que llegaba justo a la conclusión contraria. Negó el
derecho de dos ciudadanos alemanes que habían sido condenados en 1993 por asesinato a desvincular su nombre de las
búsquedas de información en tres medios germanos, llegando a afirmar literalmente que las pretensiones de los
demandantes menoscababan el derecho de cualquier ciudadano a "realizar una investigación sobre los hechos pasados".
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Lección 8
Libertad de expresión
La libertad de expresión es la base de buena parte del sistema democrático en el que se asienta nuestro Constitución.
Se relaciones muy estrechamente con la libertad ideológica y con la libertad informativa, de tal manera que, en algunos
casos se solapan todos estos derechos.
Cuando afecta a un ciudadano, el Tribunal Constitucional habla en ocasiones de “Libertad de opinión” o de “libertad
de expresión en sentido estricto”.
La Constitución Española reconoce y protege los derechos "a expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas
y opiniones" así como a "comunicar y recibir libremente información" a través de la palabra por de pronto y también
a través de cualquier otro medio de difusión (art. 20 C.E.). Por su parte el Convenio de Roma de 1950 les dedica su art.
10, según el cual " toda persona tiene derecho a la libertad de expresión", con las dos subespecies a las que luego
hemos de aludir necesariamente, a cuya luz han de ser interpretadas las propias normas constitucionales relativas a
los derechos y libertades fundamentales (art. 10 C.E)
Una disección analítica de las normas de la Constitución antes invocadas, dentro de este contexto, pone de manifiesto
que en ellas se albergan dos derechos distintos por su objeto y a veces por sus titulares. En efecto, en un primer
aspecto, se configura la libertad de pensamiento o ideológica, libertad de expresión o de opinión, mientras en otro, se
construye el derecho de información con un doble sentido, comunicarla y recibirla. El objeto allí es la idea y aquí la
noticia o el dato. Esta distinción, fácil en el nivel de lo abstracto, no es tan nítida en el plano de la realidad donde -
como otras semejantes, por ejemplo, hecho y derecho- se mezclan hasta confundirse, aun cuando en éste no haya
ocurrido así.
En tal sentido se ha pronunciado el Tribunal Constitucional desde antiguo y ha intentado delimitar ambas libertades,
a pesar de las dificultades que en ocasiones conlleva la distinción entre información de hechos y valoración de
conductas personales, por la íntima conexión de una y otra, ya que "esto no empecé a que cada una tenga matices
peculiares que modulan su respectivo tratamiento jurídico, impidiendo el confundirlas indiscriminadamente".
Años después, insistía el TC en la tesis de que la libertad de expresión tiene por objeto pensamientos, ideas y opiniones,
concepto amplio en el cual deben incluirse también lo juicios de valor. El derecho a comunicar y recibir libremente
información versa en cambio sobre hechos noticiables y aun cuando no sea fácil separar en la vida real aquélla y éste,
pues la expresión de ideas necesita a menudo apoyarse en la narración de hechos y, a la inversa, ésta incluye no pocas
veces elementos valorativos, lo esencial a la hora de ponderar el peso relativo del derecho al honor y cualquiera de
estas dos libertades contenidas en el art. 20 de la Constitución es detectar el elemento preponderante en el texto
concreto que se enjuicie en cada paso para situarlo en un contexto ideológico o informativo (STC 6/1988).
Es evidente que estos dos derechos o libertades no tienen carácter absoluto aun cuando ofrezcan una cierta vocación
expansiva. Un primer límite inmanente es su coexistencia con otros derechos fundamentales, tal y como se configuran
constitucionalmente y en las leyes que los desarrollan, entre ellos -muy especialmente- a título enunciativo y nunca
numerus clausus, los derechos al honor, a la intimidad y a la propia imagen. Así se expresa el párrafo cuarto del art.
20 de nuestra Constitución.
Una especial diferencia entre esta libertad de expresión y la libertad de información es que en la primera no es posible
someterse el juicio valorativo a una prueba de veracidad. El ordenamiento jurídico no puede exigir probar la veracidad
de los juicios de valor. No se ampara el “derecho al insulto” (STC 105/1990)
Posición preferente de la libertad de expresión y de la libertad de información por su vinculación con los valores de
pluralidad y democracia:
• Desde la STC 30/1982 el TC otorga preferencia al derecho a la libertad de expresión cuando ésta contribuye al
debate democrático, en la línea iniciada por el TS Norteamericano (New York Times vs Sullivan)
• Inicialmente el TC establece que esa posición de preferencia para destacar el papel esencial en una democracia
de los medios de comunicación, e incluso como a través de mensajes al margen de los medios de comunicación
se contribuye a una opinión pública libre (STC 165/1987). El criterio esencial es la existencia de un interés
público para formar una sociedad informada, libre y una opinión pública con igualmente libre.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Posteriormente el TC matiza esa doctrina y en la STC 105/1983 liga esa posición preferente al concepto de que se
refiera la información a “hechos de relevancia pública”.
Para apreciar ese interés público el TC entiende que siempre existirá cuando haga referencia al debate político (STC
107/1988)
El sujeto pasivo de ese interés normalmente será un cargo público, aunque paulatinamente el TC ha ido incorporando
a las “personas públicas”. Se requiere un “interés público en el mensaje”. En este caso nos movemos entre conceptos
muy ambiguos (en ocasiones se exigirá veracidad, en otras no, en otras se valorará el carácter vejatorio en otros no)
dado que lo que se entienda por veracidad o por expresiones vejatorias dependerá en gran medida de si se le atribuye
al mensaje una posición de preferencia o no.
Sentencia del TC 112/2016, de 20 de junio de 2016:
• La libertad de expresión comprende la libertad de crítica «aun cuando la misma sea desabrida y pueda
molestar, inquietar o disgustar a quien se dirige, pues así lo requieren el pluralismo, la tolerancia y el espíritu
de apertura, sin los cuales no existe sociedad democrática»
• Límite: manifestaciones del discurso del odio, la labor de control constitucional que debe desarrollarse es la de
«dilucidar si los hechos acaecidos son expresión de una opción política legítima, que pudieran estimular el
debate tendente a transformar el sistema político, o si, por el contrario, persiguen desencadenar un reflejo
emocional de hostilidad, incitando y promoviendo el odio y la intolerancia incompatibles con el sistema de
valores de la democracia»
Sentencia Tribunal Supremo 623/2016 de 13 de julio de 2016
• El castigo del enaltecimiento del terrorismo persigue la justa interdicción de lo que tanto el TEDH (v.gr. SSTEDH
de 8 de julio de 1999, Sürek vs. Turquía, y de 4 de Diciembre de 2003, Müslüm vs. Turquía), como nuestro
Tribunal Constitucional (STC 235/2007, de 7 de noviembre) y esta misma Sala (STS 812/2011, de 21 de julio)
vienen denominando en sintonía con una arraigada tendencia de política criminal «discurso del odio»:
alabanza o justificación de acciones terroristas.
• No se trata de modo alguno de penalizar el humor negro, simplemente de comprobar si las expresiones que se
difunden por la acusada pueden ser constitutivas de una ofensa, o una burla, en suma, de una humillación, a
quien ha sufrido el zarpazo del terrorismo. Llevada a cabo esa comprobación en sentido afirmativo nos
corresponde aplicar la respuesta penal que ofrece el Código Penal en represión de una acción típicamente
antijurídica y culpable, esto es, de un delito.
TEDH, Sentencia Handyside c. Reino Unido (1976): la libertad de expresión “constituye uno de los fundamentos
esenciales de una sociedad democrática, una de las condiciones primordiales de su progreso y del desarrollo de cada
persona”. Lo cual exigiría, según el propio Tribunal, dar protección “no sólo a las ‘informaciones’ o ‘ideas’ que son
favorablemente recibidas o consideradas como inofensivas o indiferentes, sino también para aquellas que chocan,
inquietan u ofenden al Estado o a una fracción cualquiera de la población. Tales son las demandas del pluralismo, la
tolerancia y el espíritu de apertura, sin las cuales no existe una ‘sociedad democrática’”.
Un pluralismo y unas exigencias de tolerancia que, sin embargo, han de contar con límites. No pueden reconocerse
libertades absolutas y, de hecho, el propio Convenio prescribe que el ejercicio de estas libertades entraña “deberes y
responsabilidades” (art. 10.2 CEDH)
El discurso del odio como límite a la libertad de expresión:
Convenio de Europa: Recomendación del Comité de Ministros a los Estados miembros sobre “discurso del odio”,
adoptada el 30 de octubre de 1997. Incluye dentro de esta categoría a
“Todas las formas de expresión que difunden, incitan, promueven o justifican el odio racial, la xenofobia, el
antisemitismo y otras formas de odio racial y de intolerancia, incluyendo: la intolerancia expresada a través de un
nacionalismo agresivo y etnocéntrico, la discriminación y la hostilidad contra minorías, los inmigrantes y personas de
origen inmigrante”.
El TEDH ha reconocido como discurso del odio “todas las formas de expresión que propaguen, inciten, promuevan o
justifiquen el odio basado en la intolerancia (incluida la intolerancia religiosa)” (STEDH (Sección 1ª) de 4 de diciembre
de 2003, caso Müslum Günduz c. Turquía)
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

El discurso del odio como límite a la libertad de expresión:


“La incitación al odio no necesariamente supone una llamada a cometer actos de violencia y otras conductas
criminales. Sin embargo, cualquier ataque contra un grupo específico de la sociedad, ya sea por medio de insultos o de
declaraciones que busquen ridiculizarlo o difamarlo, es suficiente para que las autoridades privilegien el combate
contra los discursos racistas frente a la libertad de expresión, cuando ella es ejercida de forma irresponsable” (STEDH
(Sección 1ª) de 9 de febrero de 2012, caso Vejdeland y otros c. Suecia)
Por su parte, el Protocolo adicional al Convenio sobre la ciberdelincuencia relativo a la penalización de actos de índole
racista y xenófoba cometidos por medio de sistemas informáticos, de 28 de enero de 2003, ha definido como “material
racista y xenófobo”:
"todo material escrito, toda imagen o cualquier otra representación de ideas o teorías, que propugne, promueva o
incite al odio, la discriminación o la violencia, contra cualquier persona o grupo de personas, por razón de la raza, el
color la ascendencia o el origen nacional o étnico, así como de la religión en la medida en que ésta se utilice como
pretexto para cualquiera de esos factores” (art. 2).
Recomendación General n. 15 sobre líneas de actuación para combatir el discurso del odio de la Comisión Europea
contra el Racismo y la Intolerancia, adoptada el 8 de diciembre de 2015, ha definido como discurso del odio:
“El uso de una o más formas de expresión específicas –por ejemplo, la defensa, promoción o instigación del odio, la
humillación o el menosprecio de una persona o grupo de personas, así como el acoso, descrédito, difusión de
estereotipos negativos o estigmatización o amenaza con respecto a dicha persona o grupo de personas y la justificación
de esas manifestaciones- basada en una lista no exhaustiva de características personales o estados que incluyen la
raza, color, idioma, religión o creencias, nacionalidad u origen nacional o étnico, al igual que la ascendencia, edad,
discapacidad, sexo, género, identidad de género y orientación sexual”.
La citada Recomendación ha especificado como elementos esenciales para reconocer los actos constitutivos de
discurso del odio:
1) El fomento, promoción o instigación en cualquiera de sus formas, al odio, la humillación o el menoscabo, así
como el acoso, descrédito, difusión de estereotipos negativos, estigmatización o amenaza;
2) uso que no solo tiene por objeto incitar a que se cometan actos de violencia, intimidación, hostilidad o
discriminación, sino también actos que cabe esperar razonablemente que produzcan tal efecto;
3) motivos que van más allá de la raza, color, idioma, religión o creencias, nacionalidad, origen étnico y
ascendencia.
4) ha excluido la sátira o informes y análisis objetivos.
En palabras del TEDH, este tipo de discursos atentan “contra la dignidad, incluso la seguridad, de tales partes o grupos
de la población. Los discursos políticos que incitan al odio basado en prejuicios religiosos, étnicos o culturales
representan un peligro para la paz social y la estabilidad política en los Estados democráticos” (STEDH (Sección 2ª) de
16 de julio de 2009, Féret c. Bélgica)
El TEDH se ha acercado a este conflicto principalmente a través de dos vías para enjuiciar limitaciones nacionales a la
libertad de expresión ante supuestos de discurso del odio [21]:
• La primera de ellas, aplicando la doctrina del abuso de derecho (art. 17 CEDH) con un efecto “guillotinante”
por el que ha cercenado cualquier género de protección a este tipo de discursos.
• La segunda, más matizada, le ha llevado a analizar estas restricciones desde la perspectiva del art. 10 CEDH a
través del denominado test de Estrasburgo, en virtud del cual el Tribunal Europeo considera, a la luz del caso
en concreto, tres elementos: a) previsión legal de la injerencia; b) fin legítimo; c) necesidad en una sociedad
democrática
El artículo 17 del CEDH prescribe que las disposiciones del Convenio no pueden ser interpretadas de forma que
implique “un derecho cualquiera a dedicarse a una actividad o a realizar un acto tendente a la destrucción de los
derechos o libertades reconocidos en el presente Convenio o a limitaciones más amplias de estos derechos o libertades
que las previstas en el mismo”
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Libertad de expresión e internet: El Relator Especial de las Naciones Unidas (ONU) para la Libertad de Opinión y de
Expresión, la Representante para la Libertad de los Medios de Comunicación de la Organización para la Seguridad y la
Cooperación en Europa (OSCE), la Relatora Especial de la Organización de Estados Americanos (OEA) para la Libertad
de Expresión y la Relatora Especial sobre Libertad de Expresión y Acceso a la Información de la Comisión Africana de
Derechos Humanos y de los Pueblos (CADHP), emitieron una declaración conjunta sobre este tema en 2011.
a) La libertad de expresión se aplica a Internet del mismo modo que a todos los medios de comunicación. Las
restricciones a la libertad de expresión en Internet solo resultan aceptables cuando cumplen con los
estándares internacionales que disponen, entre otras cosas, que deberán estar previstas por la ley y perseguir
una finalidad legítima reconocida por el derecho internacional y ser necesarias para alcanzar dicha finalidad
b) Al evaluar la proporcionalidad de una restricción a la libertad de expresión en Internet, se debe ponderar el
impacto que dicha restricción podría tener en la capacidad de Internet para garantizar y promover la libertad
de expresión

El derecho de información.
Especial incidencia cuenta la formulación de las libertades de expresión e información (párrafo 1, apartados a) y d),
respectivamente del artículo 20), libertades no siempre fácilmente distinguibles, pero que es necesario matizar para
hacer plenamente operativos los mandatos constitucionales; de esta forma, la libertad de expresión hace referencia
a la libertad para comunicar pensamientos, ideas, opiniones por cualquier medio de difusión ya sea de carácter general
o más restringido (pasquines...), aunque se garantice una especial protección en el primer caso.
Por su parte, la libertad de información se refiere a la comunicación de hechos mediante cualquier medio de difusión
general, esto es la libertad de expresión conlleva un matiz subjetivo, mientras que libertad de la información contiene
un significado que pretende ser objetivo. Evidentemente expresión e información con frecuencia no se dan separados,
sino, por el contrario, unidos puesto que con las noticias es frecuente intercalar opiniones propias del informador. De
esta forma se considerará que nos enfrentamos a una manifestación de la libertad de expresión o, por el contrario, de
la de información de acuerdo con el carácter predominante del mensaje (STC160/2003, 9/2007, 29/2009).
El precepto constitucional exige la veracidad en el caso de la información, lo cual se ha interpretado como necesidad
de veracidad subjetiva, es decir que el informante haya actuado con diligencia, haya contrastado la información de
forma adecuada a las características de la noticia y a los medios disponibles (SSTC, entre otras, 6/1988, de 21 de enero,
240/1992, de 21 de diciembre; 47/2002, de 25 de febrero; 75/2002, de 8 de abril), puesto que de exigirse una verdad
objetiva eso haría imposible o dificultaría en extremo el ejercicio de la libertad de información.
Ambas libertades, expresión e información, podrán ser ejercidas por cualquier persona (STC 6/1981, de 16 de marzo),
sin perjuicio de que, al menos la segunda, habitualmente sea ejercida por los profesionales de la información, lo cual
conducirá a que éstos cuenten con garantías específicas como son la cláusula de conciencia y el derecho al secreto
profesional. Por otra parte, el ejercicio de la libertad de expresión puede verse restringido o matizado para
determinados colectivos como funcionarios o fuerzas armadas (SSTC 241/1999; de 20 de diciembre; 102/2001, de 23
de abril) o como consecuencia de una relación laboral (SSTC 186/1996, de 25 de noviembre; 90/1999, de 26 de mayo).
STC 123/1993: la veracidad de la información, este Tribunal Constitucional ha establecido una consolidada doctrina
(SSTC 6/1988, 171/1990, 219/1992 y 240/1992, entre otras), que sintetizamos, reiterando nuevamente que la regla
de la veracidad no exige que los hechos o expresiones contenidos en la información sean rigurosamente verdaderos,
puesto que las afirmaciones erróneas o equivocadas son inevitables en un debate libre, sino que impone al
comunicador un específico deber de diligencia en la comprobación razonable de la veracidad en el sentido de que la
información rectamente obtenida y razonablemente contrastada es digna de protección, aunque su total exactitud
sea controvertible o se incurra en errores circunstanciales que no afecten a la esencia de lo informado, debiéndose,
por el contrario, negar la garantía constitucional a quienes actúen con menosprecio de la veracidad o falsedad de lo
comunicado, transmitiendo, de manera negligente o irresponsable, como hechos, simples rumores carentes de toda
constatación o meras opiniones gratuitas que, realmente, son insinuaciones insidiosas.
Las libertades de expresión e información con frecuencia entran en colisión con los derechos al honor, a la intimidad
y la propia imagen, que aparecen como límite expresamente reconocido en el precepto constitucional. En caso de
conflicto deberá llevarse a cabo la correspondiente ponderación de bienes, teniendo que analizar cada una de las
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

circunstancias concurrentes, de forma tal que cada caso necesitará de un examen particularizado sin que quepa la
aplicación automática de reglas generales. No obstante, existen unas pautas, puestas de relieve en especial por la
jurisprudencia, que será necesario tener presentes a la hora de analizar cualquier conflicto entre los derechos del
artículo 18.1 y los del artículo 20:
a) En ningún caso resultará admisible el insulto o las calificaciones claramente difamatorias (SSTC 204/2001, de
15 de octubre; 20/2002, de 28 de enero; STC 181/2006; STC 9/2007);
b) El cargo u ocupación de la persona afectada será un factor a analizar, teniendo en cuenta que los cargos
públicos o las personas que por su profesión se ven expuestas al público tendrán que soportar un grado mayor
de crítica o de afectación a su intimidad que las personas que no cuenten con esa exposición al público (STC
101/2003, de 2 de junio);
c) Las expresiones o informaciones habrán de contrastarse con los usos sociales, de forma tal que, por ejemplo,
expresiones en el pasado consideradas injuriosas pueden haber perdido ese carácter o determinadas
informaciones que antes pudieran haberse considerado atentatorias del honor o la intimidad ahora resultan
inocuas;
d) No se desvelarán innecesariamente aspectos de la vida privada o de la intimidad que no resulten relevantes
para la información (STC 185/2002, de 14 de octubre; 127/2003, de 30 de junio).
Sin embargo, más allá de estos aspectos de carácter subjetivo el Tribunal Constitucional ha destacado el carácter
prevalente o preferente de la libertad de información por su capacidad para formar una opinión pública libre,
indisolublemente unida al pluralismo político propio del Estado democrático (STC 21/2000, de 31 de enero; SSTC 9 y
235/2007).
No obstante, es necesario tener presente que esa prevalencia no juega de forma automática sino sólo en supuestos
en los que no concurran otros factores, como pueda ser la presunción de inocencia (STC 219/1992, de 3 de diciembre),
en los que la ponderación lleve a primar intimidad, honor o propia imagen sobre las libertades de expresión o, en
particular, de información (STC, por sólo citar una, 158/2003, de 15 de septiembre).
De los derechos contenidos en los apartados a) y d) del art. 20.2 de la Constitución se plantea la cuestión de si además
del derecho a difundir ideas o informaciones también surge un derecho a crear medios de comunicación, el Tribunal
Constitucional respondió afirmativamente en la Sentencia 12/1982, de 31 de marzo, en la que, no obstante, distinguía
entre los medios escritos entre los que la creación resulta libre a otros medios que necesitan de soportes técnicos para
los que la decisión se deja en manos del legislador, el cual deberá valorar tanto las limitaciones técnicas como la
incidencia en la formación de la opinión pública y, con respecto a esta última cuestión, optar entre un monopolio
público, sometido a las garantías que la propia Constitución impone (art. 20.3 CE) o el acceso de otras empresas en los
términos que fijara el propio legislador.
En líneas muy generales, en el sector audiovisual es posible distinguir entre medios de comunicación de titularidad
pública y medios de comunicación de titularidad privada. Siendo estos últimos de existencia evidente, los primeros
crearse o no, según se entienda conveniente, pero en la media en la que se decida crearlos, los mismos se encuadran
dentro del artículo 20 de la Constitución, y particularmente deben respetar las previsiones de su apartado tercero
(SSTC 6/1981 y 86/1982).
La regulación de la radio y, en mayor medida, la televisión ha estado condicionada por su consideración de servicios
públicos, sin embargo su régimen ha evolucionado a medida que lo hacían las condiciones técnicas de emisión y
también de acuerdo con la evolución de la doctrina del Tribunal Constitucional, el cual desde una postura de dejar en
manos del legislador toda opción en ese terreno, al calificarla de 'política', fue matizando su postura inicial hasta
estimar después que la decisión del legislador no era totalmente libre sino que debía de permitir un acceso a esos
medios a medida que fueran permitiéndolo las condiciones técnicas (STC 31/1994, de 31 de enero) y, por otra parte,
señaló la diferente incidencia en la opinión pública y, en consecuencia, su consideración como 'servicio público' de los
diferentes medios, descartándola en la televisión por satélite y, en lo que a programación se refiere, en la televisión
por cable (SSTC 181/1990, de 15 de noviembre; 206/1990, de 17 de diciembre; 127/1994, de 5 de mayo), necesitando,
pues, cada medio de una regulación diferenciada.
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En líneas muy generales, en el sector audiovisual es posible distinguir entre medios de comunicación de titularidad
pública y medios de comunicación de titularidad privada. Siendo estos últimos de existencia evidente, los primeros
crearse o no, según se entienda conveniente, pero en la media en la que se decida crearlos, los mismos se encuadran
dentro del artículo 20 de la Constitución, y particularmente deben respetar las previsiones de su apartado tercero
(SSTC 6/1981 y 86/1982).
Teniendo presente estas consideraciones y superando la dimensión estrictamente constitucional del derecho a la
creación de medios de comunicación, antes mencionado, hay que recordar la evolución espectacular que ha sufrido
el sector audiovisual en los últimos tiempos, a través de una amplia batería de leyes, sujetas a constantes
modificaciones, y finalmente derogadas, para quedar resumidas en tres normas fundamentales: la Ley 32/2003, de 3
de noviembre, General de Telecomunicaciones, la Ley 17/2006, de 5 de junio, de la radio y la televisión de titularidad
estatal y la Ley 7/2010, de 31 de marzo, General de la Comunicación Audiovisual.
El Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) ha dictado sentencia en el caso de Haldimann and Others v. Suiza
(nº recurso 21830/09), en la que considera que ha habido una violación del derecho a la libertad de expresión,
contemplado en el artículo 10 del Convenio Europeo de Derechos Humanos (CEDH), en la condena de cuatro
periodistas por haber grabado y difundido una entrevista de un corredor de seguros privado con una cámara oculta,
como parte de un documental de televisión para denunciar el engañoso consejos proporcionados por corredores de
seguros.
Este caso ha sido el primero en el que el TEDH ha examinado el uso de cámaras ocultas por los periodistas para
proporcionar información pública sobre un tema de interés general. El Tribunal pone el acento en que la persona
filmada no fue grabada en actividades propias de su vida íntima o personal, sino como representante de una categoría
profesional particular.
La Ley 7/2010 es sin duda la clave para entender el nuevo régimen jurídico. Sus elementos fundamentales son los
siguientes:
- Deroga toda la normativa anterior (entre otras: la Ley 4/1980, del Ente Público RTVE, la Ley 46/1983, de
regulación del tercer canal de televisión, las Leyes 31/1987 y 11/1991, reguladoras del sector radiofónico, la Ley
10/1988, de Televisión Privada, la Ley 37/1995, de televisión por satélite, la Ley 41/1995, de televisión local por
ondas terrestres, o las Leyes 60/1997 y 10/2005, reguladoras de la TDT), manteniendo únicamente vigente la
regulación de la televisión por cable (Leyes 12/1997, 11/1998 y 32/2003).
- Prevé nuevas formas de comunicación audiovisual como son la televisión en movilidad y la televisión en alta
definición, que se unen a las ya existentes (TDT, televisión por cable, televisión digital por satélite y comunicación
audiovisual radiofónica).
- Modifica formalmente el régimen de servicio público que, sin embargo, mantiene su esencia anterior. Así, los
servicios de comunicación audiovisual se consagran como servicios de interés económico general y quedan
sujetos a comunicación previa (si se trata de segmentos liberalizados) o a licencia previa otorgada mediante
concurso (el equivalente a las antiguas concesiones de televisión privada), si se utiliza el espacio radioeléctrico a
través de hondas hertzianas. En este marco hay que recordar que ahora, igual que antes, todo el sector
audiovisual (excepto la televisión por cable) está publificado, cabiendo formas distintas de gestión, que
básicamente podrá ser directa por los poderes públicos (Estado, Comunidades Autónomas y Entidades Locales)
o indirecta (antes concesiones de televisión privada, ahora licencias) por particulares.
- Para el caso concreto del servicio de interés económico general de comunicación audiovisual de titularidad
estatal, la gestión directa se encomienda a la Corporación RTVE, regulada, la Ley 17/2006 y por la Ley 8/2009, de
financiación de CRTVE.
- La Ley establece que las Cortes Generales, los Parlamentos autonómicos y los órganos de Gobierno Local se
encargarán, según el caso, del control de la gestión y del cumplimiento de la función de servicio público. En lo que
hace a las Cortes Generales, hay que destacar la existencia de una Comisión mixta para el control parlamentario
de la CRTVE, regulada por la Resolución de las Mesas del Congreso de los Diputados y del Senado, de 27 de febrero
de 2007, sobre la regulación del control parlamentario ejercido por la Comisión Mixta Congreso de los Diputados-
Senado de Control Parlamentario de la Corporación RTVE y sus Sociedades, y por la Resolución de las Mesas del
Congreso de los Diputados y del Senado, de 12 de noviembre de 2007, sobre el ejercicio de las funciones atribuidas
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

a las Cortes Generales mediante la Ley 17/2006, de 5 de junio, de la Radio y la Televisión de Titularidad Estatal.
Asimismo, se habrá de estar a los Mandatos-Marco, que prevé el artículo 4 de la Ley 17/2006, y que son el
instrumento elegido para concretar los objetivos generales y las líneas estratégicas del servicio público esencial
de la CRTVE. El primer Mandato-Marco fue aprobado por los Plenos del Congreso de los Diputados y del senado
de 11 y 12 de diciembre de 2007.
- Por último, crea un Consejo Estatal de Medios Audiovisuales: un organismo público de los de la disposición
adicional décima de la Ley 6/1997, de 14 de abril, de Organización y Funcionamiento de la Administración General
del Estado, como autoridad independiente supervisora y reguladora de la actividad de los medios de
comunicación de titularidad estatal o que estén bajo su competencia.
El derecho a recibir una comunicación audiovisual plural.
Todas las personas tienen el derecho a que la comunicación audiovisual se preste a través de una pluralidad de medios,
tanto públicos, comerciales como comunitarios que reflejen el pluralismo ideológico, político y cultural de la sociedad.
Además, todas las personas tienen el derecho a que la comunicación audiovisual se preste a través de una diversidad
de fuentes y de contenidos y a la existencia de diferentes ámbitos de cobertura, acordes con la organización territorial
del Estado. Esta prestación plural debe asegurar una comunicación audiovisual cuya programación incluya distintos
géneros y atienda a los diversos intereses de la sociedad, especialmente cuando se realice a través de prestadores de
titularidad pública.
Reglamentariamente se determinarán los requisitos y condiciones en que deberán prestarse los servicios
audiovisuales de pago.
La comunicación audiovisual nunca podrá incitar al odio o a la discriminación por razón de género o cualquier
circunstancia personal o social y debe ser respetuosa con la dignidad humana y los valores constitucionales, con
especial atención a la erradicación de conductas favorecedoras de situaciones de desigualdad de las mujeres.
Los operadores de servicios de comunicación audiovisual promoverán el conocimiento y la difusión de las lenguas
oficiales en el Estado y de sus expresiones culturales. En este sentido, los operadores de titularidad pública
contribuirán a la promoción de la industria cultural, en especial a la de creaciones audiovisuales vinculadas a las
distintas lenguas y culturas existentes en el Estado. La comunicación audiovisual debe respetar el honor, la intimidad
y la propia imagen de las personas y garantizar los derechos de rectificación y réplica. Todo ello en los términos
previstos por la normativa vigente.
Todas las personas tienen el derecho a que la comunicación informativa se elabore de acuerdo con el deber de
diligencia en la comprobación de la veracidad de la información y a que sea respetuosa con el pluralismo político,
social y cultural. Todas las personas tienen el derecho a ser informados de los acontecimientos de interés general y a
recibir de forma claramente diferenciada la información de la opinión
El derecho a la diversidad cultural y lingüística.
Todas las personas tienen el derecho a que la comunicación audiovisual incluya una programación en abierto que
refleje la diversidad cultural y lingüística de la ciudadanía. Las Comunidades Autónomas con lengua propia podrán
aprobar normas adicionales para los servicios de comunicación audiovisual de su ámbito competencial con el fin de
promover la producción audiovisual en su lengua propia.
Para la efectividad de este derecho, los prestadores del servicio de comunicación televisiva de cobertura estatal o
autonómica deben reservar a obras europeas el 51% del tiempo de emisión anual de cada canal o conjunto de canales
de un mismo prestador con exclusión del tiempo dedicado a informaciones, manifestaciones deportivas, juegos,
publicidad, servicios de teletexto y televenta. A su vez, el 50% de esa cuota queda reservado para obras europeas en
cualquiera de las lenguas españolas. En todo caso, el 10% del total de emisión estará reservado a productores
independientes del prestador de servicio y la mitad de ese 10% debe haber sido producida en los últimos cinco años.
Los prestadores de un catálogo de programas deben reservar a obras europeas el 30% del catálogo. De esa reserva la
mitad lo será en alguna de las lenguas oficiales de España.
Los prestadores del servicio de comunicación audiovisual televisiva de cobertura estatal o autonómica deberán
contribuir anualmente a la financiación anticipada de la producción europea de películas cinematográficas, películas
y series para televisión, así como documentales y películas y series de animación, con el 5 % de los ingresos devengados
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en el ejercicio anterior conforme a su cuenta de explotación, correspondientes a los canales en los que emiten estos
productos audiovisuales con una antigüedad menor a siete años desde su fecha de producción. Para los prestadores
de servicios de comunicación audiovisual de titularidad pública de cobertura estatal o autonómica esta obligación será
del 6 %.
La financiación de las mencionadas obras audiovisuales podrá consistir en la participación directa en su producción o
en la adquisición de los derechos de explotación de las mismas. Como mínimo, el 60 % de esta obligación de
financiación, y el 75 % en el caso de los prestadores de servicios de comunicación audiovisual de titularidad pública,
deberá dedicarse a películas cinematográficas de cualquier género.
El derecho a una comunicación audiovisual transparente.
Todos tienen el derecho a conocer la identidad del prestador del servicio de comunicación audiovisual, así como las
empresas que forman parte de su grupo y su accionariado.
A tal efecto, se considera que el prestador está identificado cuando dispone de un sitio web en el que hace constar: el
nombre del prestador del servicio; su dirección de establecimiento; correo electrónico y otros medios para establecer
una comunicación directa y rápida; y el órgano regulador o supervisor competente.
Todos tienen el derecho a conocer la programación televisiva con una antelación suficiente, que en ningún caso será
inferior a 3 días. En el caso de la programación televisiva, además la programación se dará a conocer mediante una
guía electrónica de programas, cuyo contenido gratuito básico deberá estar asimismo disponible en un servicio de
información de programación en Internet mediante un archivo procesable por máquinas, de formato descargable,
cuya estructura deberá ser de conocimiento público, y ubicado en una página web cuya disponibilidad será
responsabilidad del prestador del servicio de comunicación audiovisual. La programación sólo podrá ser alterada por
sucesos ajenos a la voluntad del prestador del servicio audiovisual o por acontecimientos sobrevenidos de interés
informativo o de la programación en directo. El servicio de información de la programación en Internet deberá
disponer de mecanismos de aviso de que la programación ha sufrido modificaciones de última hora.
Los derechos del menor.
Los menores tienen el derecho a que su imagen y voz no sean utilizadas en los servicios de comunicación audiovisual
sin su consentimiento o el de su representante legal, de acuerdo con la normativa vigente.
En todo caso, está prohibida la difusión del nombre, la imagen u otros datos que permitan la identificación de los
menores en el contexto de hechos delictivos o emisiones que discutan su tutela o filiación. Está prohibida la emisión
de contenidos audiovisuales que puedan perjudicar seriamente el desarrollo físico, mental o moral de los menores, y,
en particular, la de aquellos programas que incluyan escenas de pornografía, maltrato, violencia de género o violencia
gratuita.
Aquellos otros contenidos que puedan resultar perjudiciales para el desarrollo físico, mental o moral de los menores
solo podrán emitirse en abierto entre las 22 y las 6 horas, debiendo ir siempre precedidos por un aviso acústico y
visual, según los criterios que fije la autoridad audiovisual competente. El indicador visual deberá mantenerse a lo
largo de todo el programa en el que se incluyan dichos contenidos. Cuando este tipo de contenidos se emita mediante
un sistema de acceso condicional, los prestadores del servicio de comunicación audiovisual deberán incorporar
sistemas de control parental.
Asimismo, se establecen tres franjas horarias consideradas de protección reforzada, tomando como referencia el
horario peninsular: entre las 8 y las 9 horas y entre las 17 y las 20 horas, en el caso de días laborables, y entre las 9 y
las 12 horas sábados, domingos y fiestas de ámbito estatal. Los contenidos calificados como recomendados para
mayores de 13 años deberán emitirse fuera de esas franjas horarias, manteniendo a lo largo de la emisión del
programa que los incluye el indicativo visual de su calificación por edades.
Será de aplicación la franja de protección horaria de sábados y domingos a los siguientes días: 1 y 6 de enero, Viernes
Santo, 1 de mayo, 12 de octubre, 1 de noviembre y 6, 8 y 25 de diciembre.
Todos los prestadores de servicios de comunicación audiovisual televisiva, incluidos los de a petición, utilizarán, para
la clasificación por edades de sus contenidos, una codificación digital que permita el ejercicio del control parental. El
sistema de codificación deberá estar homologado por la autoridad audiovisual.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

En horario de protección al menor, los prestadores del servicio de comunicación audiovisual no podrán insertar
comunicaciones comerciales que promuevan el culto al cuerpo y el rechazo a la autoimagen, tales como productos
adelgazantes, intervenciones quirúrgicas o tratamientos de estética, que apelen al rechazo social por la condición
física, o al éxito debido a factores de peso o estética
Las comunicaciones comerciales no deberán producir perjuicio moral o físico a los menores. En consecuencia, tendrán
las siguientes limitaciones:
a. No deben incitar directamente a los menores a la compra o arrendamiento de productos o servicios
aprovechando su inexperiencia o credulidad.
b. No deben animar directamente a los menores a que persuadan a sus padres o terceros para que compren
bienes o servicios publicitados.
c. No deben explotar la especial relación de confianza que los menores depositan en sus padres, profesores, u
otras personas.
d. No deben mostrar, sin motivos justificados, a menores en situaciones peligrosas.
e. No deben incitar conductas que favorezcan la desigualdad entre hombres y mujeres.
f. Las comunicaciones comerciales sobre productos especialmente dirigidos a menores, como los juguetes, no
deberán inducir a error sobre las características de los mismos, ni sobre su seguridad, ni tampoco sobre la
capacidad y aptitudes necesarias en el menor para utilizarlas sin producir daño para sí o a terceros.
Los derechos de las personas con discapacidad.
Las personas con discapacidad visual o auditiva tienen el derecho a una accesibilidad universal a la comunicación
audiovisual, de acuerdo con las posibilidades tecnológicas.
Las personas con discapacidad auditiva tienen el derecho a que la comunicación audiovisual televisiva, en abierto y
cobertura estatal o autonómica, subtitule el 75% de los programas y cuente al menos con dos horas a la semana de
interpretación con lengua de signos. Las personas con discapacidad visual tienen el derecho a que la comunicación
audiovisual televisiva, en abierto y cobertura estatal o autonómica, cuente al menos con dos horas audiodescritas a la
semana.
Los poderes públicos y los prestadores fomentarán el disfrute pleno de la comunicación audiovisual para las personas
con discapacidad y el uso de buenas prácticas que evite cualquier discriminación o repercusión negativa hacia dichas
personas.
La libertad de prestación del servicio de comunicación audiovisual.
Los prestadores del servicio de comunicación audiovisual tienen el derecho a fijar la dirección editorial mediante la
selección de los contenidos y la determinación de los horarios.
Los prestadores del servicio de comunicación audiovisual tienen el derecho a organizar sus contenidos a través de un
canal o de un catálogo de programas.
La libertad de prestación del servicio de comunicación audiovisual se ejercerá de acuerdo a las obligaciones que como
servicio de interés general son inherentes a la comunicación audiovisual y a lo previsto en la normativa en materia
audiovisual.
Los prestadores del servicio de comunicación audiovisual facilitarán el acceso a la documentación, instalaciones y
equipos a las autoridades competentes para el cumplimiento de la normativa vigente.
El Consejo Estatal de Medios Audiovisuales como autoridad independiente supervisora y reguladora de actividad de
los medios de titularidad del Estado o que estén bajo su competencia, tiene por finalidad velar y garantizar el
cumplimiento de los siguientes objetivos:
a. El libre ejercicio de la comunicación audiovisual en materia de radio, televisión y servicios conexos e
interactivos en las condiciones previstas en la Ley 7/2010.
b. La plena eficacia de los derechos y obligaciones establecidos en Ley 7/2010 en especial todo lo referente al
menor.
c. La transparencia y el pluralismo del sector de los medios de comunicación audiovisual.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

d. La independencia e imparcialidad del sector público estatal de radio, televisión y servicios conexos e
interactivos, y el cumplimiento de la misión de servicio público que le sea encomendada.
El derecho de rectificación y réplica
Por su parte, los afectados por el ejercicio de la libertad de información, tanto personas físicas como jurídicas, cuentan
con el derecho de rectificación cuando consideren las informaciones difundidas inexactas y cuya divulgación pueda
causarles perjuicios.
Este derecho ha sido desarrollado por la Ley Orgánica 2/1984, de 26 de mayo, reguladora del derecho de rectificación,
y según el Tribunal Constitucional en SSTC 35/1983, 6/1988 y 51/2007, se configura como un derecho de configuración
legal, subjetivo e instrumental, que se agota con la rectificación de la información publicada.
La rectificación debe ceñirse a hechos y el director deberá publicarla con relevancia semejante a la que tuvo la
información en el plazo de tres días siguientes a la recepción, salvo que la publicación o difusión tenga otra
periodicidad, en cuyo caso se hará en el número siguiente. De no respetarse los plazos o no difundirse la rectificación
el perjudicado podrá ejercitar la correspondiente acción ante el Juez.
Toda persona, natural o jurídica, tiene derecho a rectificar la información difundida, por cualquier medio de
comunicación social, de hechos que le aludan, que considere inexactos y cuya divulgación pueda causarle perjuicio.
Podrán ejercitar el derecho a rectificación el perjudicado aludido o su representante y, si hubiese fallecido aquél, sus
herederos o los representantes de éstos.
El derecho se ejercitará mediante la remisión del escrito de rectificación al director del medio de comunicación dentro
de los siete días naturales siguientes al de publicación o difusión de la información que se desea rectificar, de forma
tal que permita tener constancias de su fecha y de su recepción. La rectificación deberá limitarse a los hechos de la
información que se desea rectificar. Su extensión no excederá sustancialmente de la de ésta, salvo que sea
absolutamente necesario
Siempre que el derecho se ejercite de conformidad con lo establecido anteriormente, el director del medio de
comunicación social deberá publicar o difundir íntegramente la rectificación, dentro de los tres días siguientes al de
su recepción, con relevancia semejante a aquella en que se publicó o difundió la información que se rectifica, sin
comentarios ni apostillas.
Si la información que se rectifica se difundió en publicación cuya perioricidad no permita la divulgación de la
rectificación en el plazo expresado, se publicará ésta en el número siguiente. Si la noticia o información que se rectifica
se difundió en espacio radiofónico o de televisión que no permita, por la periodicidad de su emisión, divulgar la
rectificación en el plazo de tres días, podrá exigir el rectificante que se difunda en espacio de audiencia y relevancia
semejantes, dentro de dicho plazo. La publicación o difusión de la rectificación será siempre gratuita
Si, en los plazos señalados no se hubiera publicado o divulgado la rectificación o se hubiese notificado expresamente
por el director o responsable del medio de comunicación social que aquélla no será difundida, o se haya publicado o
divulgado sin respetar lo dispuesto en el artículo anterior, podrá el perjudicado ejercitar la acción de rectificación
dentro de los siete días hábiles siguientes ante el Juez de Primera Instancia de su domicilio o ante el del lugar donde
radique la dirección del medio de comunicación
La acción se ejercitará mediante escrito, sin necesidad de Abogado ni Procurador, acompañando la rectificación y la
justificación de que se remitió en el plazo señalado; se presentará igualmente la información rectificada si se difundió
por escrito; y, en otro caso, reproducción o descripción de la misma tan fiel como sea posible
El Juez, de oficio y sin audiencia del demandado, dictará auto no admitiendo a trámite la demanda si se considera
incompetente o estima la rectificación manifiestamente improcedente. En otro caso convocará al rectificante, al
director del medio de comunicación o a sus representantes a juicio verbal, que se celebrará dentro de los siete días
siguientes al de la petición. La convocatoria se hará telegráficamente, sin perjuicio de la urgente remisión, por
cualquier otro medio, de la copia de la demanda a la parte demandada.
Cuando el Juez de Primera Instancia hubiese declarado su incompetencia podrá el perjudicado acudir al órgano
competente dentro de los siete días hábiles siguientes al de la fecha de notificación de la correspondiente resolución,
en la cual se deberá expresar el órgano al que corresponda el conocimiento del asunto
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

El juicio se tramitará conforme a lo establecido en la Ley de Enjuiciamiento Civil para los juicios verbales, con las
siguientes modificaciones:
a. El Juez podrá reclamar de oficio que el demandado remita o presente la información enjuiciada, su grabación
o reproducción escrita.
b. Sólo se admitirán las pruebas que, siendo pertinentes, puedan practicarse en el acto.
c. La sentencia se dictará en el mismo o al siguiente día del juicio.
El fallo se limitará a denegar la rectificación o a ordenar su publicación o difusión en la forma y plazos previstos en el
artículo tercero de esta Ley, contados desde la notificación de la sentencia que impondrá el pago de las costas a la
parte cuyos pedimentos hubiesen sido totalmente rechazados.
Sentencia del Tribunal Supremo 492/2017 de 13 de septiembre de 2017
La Sala de lo Civil del Tribunal Supremo ha reconocido que el Gobierno de Gibraltar está legitimado para litigar en
España en ejercicio del derecho de rectificación sobre informaciones publicadas en medios de comunicación españoles
que sean perjudiciales para las instituciones y la sociedad gibraltareñas.
La Sala Primera indica que, aunque Gibraltar no tiene el reconocimiento de Estado independiente en el Derecho
internacional, conforme a la legislación interna española reúne los requisitos precisos para reconocerle personalidad
jurídica y, por tanto, puede ser parte en un proceso ante los tribunales españoles para ejercer dicho derecho.
El secreto profesional
El art. 20.1 d) de la C.E. reconoce y protege "el derecho a comunicar o recibir libremente información veraz. La Ley
regulará el derecho a la cláusula de conciencia y al secreto profesional en el ejercicio de estas libertades".
El art. 24.2 último párrafo de la C.E. a su vez dispone: "la Ley regulará los casos en que, por razón de parentesco o de
secreto profesional, no se estará obligado a declarar sobre hechos presuntamente delictivos".
Aunque el secreto profesional aparece mencionado en los artículos transcritos referido a los derechos de
comunicación, información y defensa, lo cierto es que está también directamente relacionado con la protección de
otros derechos fundamentales. De este modo, se puede afirmar que la figura jurídica del secreto profesional es crucial
para la protección de derechos fundamentales como son la intimidad, el derecho de defensa o los ya mencionados
derechos de comunicación e información; es decir, es una figura jurídica compleja que constituye una pieza clave en
la salvaguarda de distintos derechos fundamentales.
De lo expuesto, se infiere que siendo básico el secreto para el ejercicio de determinadas profesiones, su fundamento
sería distinto atendiendo a la profesión elegida. Así, en el ejercicio de la medicina, psicología... es fundamental
preservar el derecho a la intimidad del paciente. El fundamento del secreto por parte del abogado se basará
especialmente en preservar el derecho de defensa; por su parte, el ejercicio de la profesión periodística basará la
necesidad del secreto en el derecho a la libertad de comunicación.
Cualquiera que sea el fundamento o soporte del secreto profesional, lo cierto es que constituye un derecho-deber del
profesional cuya infracción da lugar a responsabilidad penal (aparte de la disciplinaria a tenor de las normas
deontológicas de cada profesión). El art. 199.2 del C.P. castiga: "el profesional que, con incumplimiento de las
obligaciones de sigilo o reserva, divulgue los secretos de otra persona, será castigado con la pena de prisión de uno a
cuatro años, multa de doce a veinticuatro meses e inhabilitación especial para dicha profesión por tiempo de dos a seis
años". La expresión del tipo penal "con incumplimiento de sus obligaciones de sigilo o reserva" remite a la regulación
propia de cada profesión.
Secreto del abogado. Como ya se ha indicado, el fundamento principal del secreto del abogado se halla en el derecho
de defensa consagrado en el art. 24 C.E. Esta especial fundamentación otorga al secreto profesional del abogado
características especiales que lo diferencian claramente de otros secretos profesionales. El secreto del abogado es
bastión de la independencia de los mismos y le exime tanto de la obligación de los hechos que conozcan como
consecuencia de las explicaciones de sus clientes (art.263 L.E. Crim.) como de testificar sobre aquellos hechos que el
imputado haya confiado a su letrado en calidad de defensor (art.416.2 L.E.Crim.). Asimismo, el art. 542.3 de la L.O.P.J.
dispone que los abogados deberán guardar secreto de todos los hechos o noticias que conozcan por razón de
cualquiera de las modalidades de su actuación profesional, no pudiendo ser obligados a declarar sobre los mismos.
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Sólo así el cliente puede hablar con libertad y con confianza con su abogado, narrándole todos los hechos, sean o no
delictivos, de tal forma que éste con todos los datos en la mano pueda plantear de forma más conveniente la estrategia
procesal que sea más adecuada para la defensa de su cliente. En este mismo sentido el Código Deontológico Europeo
expone "sin garantía de confidencialidad no puede haber confianza de forma que el secreto profesional es considerado
como el derecho y la obligación fundamental y primordial del abogado" y añade "el abogado debe respetar el secreto
de cualquier información confidencial de la que tenga conocimiento en el marco de su actividad profesional".
De la enorme importancia que se da al secreto profesional en la regulación de la abogacía es ejemplo (además de los
preceptos ya citados) el que, en el Estatuto General de la Abogacía Española, aprobado por el Real Decreto 658/2001
de 22 de junio, se haga referencia al mismo en los artículos 21 b, 25.2 a), 28.2, 28.6, 28.8, 32.1 y 42.1.
El secreto profesional consiste en el derecho que ostentan los periodistas a no revelar la identidad de sus fuentes ni
el material de trabajo en que se basan para publicar una determinada información. También puede ejercerse por el
director de un medio para no revelar la identidad de quien publica una carta al director (STC 15/1993).
El secreto profesional de los profesionales de la información no se ha regulado aun, por lo cual se plantean dudas en
torno a su alcance, lo que ha conducido, por ejemplo, a que no se considerara suficientemente contrastada una
información de la que no se quiso revelar la fuente (STC 21/2000, de 31 de enero).
STC 123/1993 (Entre el secreto profesional y el deber de demostrar que ha contrastado la noticia) En el caso aquí
contemplado nos encontramos ante una serie de artículos periodísticos en los que su autor, de manera sistemática y
abundante, introduce afirmaciones, algunas hechas incluso en tono jocoso, que presentan a la víctima de un asesinato
como una persona entregada a una vida deshonrosa e inmoral, tanto en el terreno profesional como en el familiar y
social, imputándole conductas degradantes absolutamente incompatibles con el más elemental concepto del honor y
dignidad. Pues bien, a pesar de la gravedad de las imputaciones , en ningún momento el autor de la información ha
manifestado o alegado, que hubiese empleado de diligencia en comprobar la veracidad de sus asertos y tampoco, en
las actuaciones judiciales o en este recurso de amparo existe circunstancia o dato que permita apreciar que se hubiese
preocupado en absoluto de tomarse la molestia de contrastar mínimamente esa veracidad, ya que no se cumple ese
específico deber de diligencia con la simple afirmación de que lo comunicado es cierto o con alusiones indeterminadas
a fuentes policiales o colegas del fallecido en cuanto que, a este efecto, carecen de relevancia la remisión a fuentes
anónimas o genéricas. Lo cual, desde luego, no supone, en modo alguno, que el informador venga obligado a revelar
sus fuentes de conocimiento, sino tan sólo a acreditar que ha hecho algo más que menospreciar la veracidad o falsedad
de su información, dejándola así reducida a un conjunto de rumores e insinuaciones vejatorias que no merecen
protección constitucional.
Jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
El art. 10 del Convenio Europeo de Derechos Humanos de 1.950 protege el derecho a la libertad de expresión,
señalando "
1. Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión. Este derecho comprende la libertad de opinión y la libertad
de recibir o de comunicar informaciones o ideas sin que pueda haber injerencia de las autoridades públicas y sin
consideración de fronteras. El presente artículo no impide que los Estados sometan las empresas de radiodifusión,
de cinematografía o de televisión a un régimen de autorización previa.
2. El ejercicio de estas libertades, que entrañan deberes y responsabilidades, podrá ser sometido a ciertas
formalidades, condiciones, restricciones o sanciones previstas por la ley, que constituyan medidas necesarias, en
una sociedad democrática, para la seguridad nacional, la integridad territorial o la seguridad pública, la defensa
del orden y la prevención del delito, la protección de la salud o de la moral, la protección de la reputación o de los
derechos ajenos, para impedir la divulgación de informaciones confidenciales o para garantizar la autoridad y la
imparcialidad del poder judicial".
Caso Goodwin C. Reino Unido. Sentencia de 27/3/1996.
El periodista Goodwin recibió ciertas informaciones acerca de la situación financiera de una compañía que resultaron
provenir de documentos confidenciales de la empresa. Ésta solicitó ante los tribunales la identidad del confidente. Las
autoridades requirieron al periodista la fuente de información, y al negarse éste, le impusieron una multa. El Tribunal
Europeo en la sentencia de 27/3/1.996 concede el amparo solicitado por el periodista por entender que las razones
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aducidas por las autoridades británicas para justificar la medida restrictiva no fueron relevantes y suficientes;
concretamente se estimó que las razones expuestas por la empresa, como miedo a posteriores divulgaciones o
desenmascaramiento de empleados infieles, no eran suficientemente relevantes para el interés público.
La sentencia indicada consideró que no existía relación de proporcionalidad entre el fin perseguido y los medios
empleados porque se trataba de salvaguardar intereses de una empresa privada; pero cabe preguntarse si el criterio
sería el mismo si los intereses en juego fuesen de carácter público
Sentencia de 21 de enero de 1.992 (FRESSOZ Y ROIRE C. Francia).
En este supuesto los periodistas publican fotocopias de las declaraciones fiscales que obtuvieron de un funcionario de
Hacienda desconocido que violó, con la entrega de las mismas, su deber de secreto. Conoce esta sentencia de una
cuestión que afecta a un interés público como es conocer la procedencia o identidad de un funcionario que viola del
deber de secreto profesional. El Tribunal considera que la condena de los periodistas por el Estado Francés vulnera el
art. 10 del Convenio; sin embargo, es necesario realizar una serie de matizaciones o precisiones a este fallo judicial. La
condena de los periodistas por el Estado Francés se basó únicamente en la reproducción de los documentos
pertenecientes a los servicios fiscales y conseguidos con violación del secreto profesional del funcionario. El T.E.D.H.
parte del presupuesto de que los datos fiscales revelados podían ser conocidos por gran parte del público, de forma
que, aunque la publicación de los impresos de renta estaba prohibida, las informaciones que vehiculaban no eran en
sí mismas secretas; siendo así, se estimó por el tribunal que la condena de los periodistas por haber simplemente
publicado el soporte, a saber los impresos de declaración fiscal, no puede estar justificada respecto del art. 10 del
Convenio Europeo de Derechos Humanos, pues este precepto, por esencia, deja a los periodistas el cuidado de decidir
si es o no necesario reproducir el soporte de sus informaciones para asentar su credibilidad
Sentencia de 25 de febrero de 2.003 (ROEMEN Y SCHARIT C. Luxemburgo).
Nuevamente se plantea el supuesto de la publicación de una información obtenida tras la entrega ilegal de un
expediente administrativo al periodista. En este caso, el periodista no fue sancionado por el Estado de Luxemburgo,
sino que presentó la demanda tras haber sufrido un registro judicial de su domicilio y lugar de trabajo, registro que
también afectó a la abogada del periodista
El T.E.D.H. otorga el amparo solicitado por el periodista y su abogada, no obstante reconocer que la persecución de
una investigación criminal puede justificar una limitación del secreto profesional, en base a las siguientes
consideraciones:
1) La entrada y registro es un acto más grave que el requerimiento de divulgar la identidad de la fuente.
2) Falta de proporcionalidad en la medida porque pudieron adoptarse otras líneas de investigación menos
agresivas.
3) Porque el registro del despacho de la letrada afecta a las relaciones abogado-cliente.
De la Jurisprudencia analizada, cabe concluir que el artículo 10 del Convenio Europeo de Derechos Humanos no
exonera al periodista de revelan sus fuentes de información cuando existen en juego intereses prevalentes (seguridad,
salud, prevención del delito etc.).
Recomendación nº R (2.000) 7 del Consejo de Europa. Atendiendo a la creciente importancia que el tema del secreto
de las fuentes periodísticas va adquiriendo en la Jurisprudencia del T.E.D.H., el Comité de Ministros del Consejo de
Europa aprobó una recomendación más concreta, cuyos puntos más significativos son los siguientes:

A) Se definen los sujetos activos y pasivos del secreto periodístico. Sujeto activo son los periodistas, entendiéndose
por tales todas aquellas personas físicas o jurídicas que practican de manera habitual o profesional la recogida y
la difusión de informaciones al público mediante cualquier medio de comunicación de masas. De esta definición
se desprende que las personas jurídicas gozan de la condición de periodistas y que dicha condición es
independiente de la titulación o colegiación de quien la ejerce, pues la clave está residenciada en la participación
habitual en la recogida y difusión de información al público.
En cuanto al sujeto pasivo, la Recomendación incide en que la petición para que se divulgue la fuente de
información no debería poder ser efectuada más que por las personas o autoridades públicas que tuvieran un
interés legítimo directo en su divulgación. Asimismo, obtenida la información, la autoridad requirente deberá
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velar para que la publicidad de la misma sea la estrictamente necesaria, cuestión de la que debería ser informado
el periodista antes de acceder al requerimiento.
B) Objeto del secreto: La Recomendación enumera varios elementos para precisar a que se refiere cuando
menciona la información que identifique una fuente como:
1. El nombre y los datos personales, así como la voz e imagen de la fuente;
2. las circunstancias concretas de la obtención de las informaciones conseguidas por un periodista ante una
fuente;
3. La parte no publicada de la información proporcionada por una fuente a un periodista;
4. Los datos personales de los periodistas y de sus patronos relacionados con su actividad profesional.
En todo caso, la reserva del periodista debe estar directamente relacionada con la protección de la fuente de
información, sin que sean admisibles otras intenciones en su negativa al requerimiento, como facilitar la huida
de una fuente ya identificada etc.
C) Contenido y límites del derecho: El derecho a no revelar la fuente de información no se salvaguarda
exclusivamente con la prohibición de requerimiento al periodista para que la aporte, sino que se extiende a otras
formas de injerencia: pinchazo telefónico, registro etc. En este sentido, como ya se ha comentado, el T.E.D.H.
estimó que la injerencia consistente en un registro es más grave que el requerimiento con advertencia de sanción
dirigido al periodista para que aporte las fuentes de información.
Por otro lado, el derecho del periodista al secreto profesional no es (ni puede ser) un derecho absoluto y sus
límites deben coincidir con aquellos supuestos recogidos en el apartado segundo del Art. 10 del Convenio
Europeo de Derechos Humanos, por recoger el mismo interés prevalentes en una sociedad democrática que
deben sobreponerse, con las debidas cautelas y garantías, al derecho del periodista a mantener el secreto de la
fuente de información.
Directamente relacionado con el derecho a la intimidad de los pacientes, hallamos el deber-derecho de los
profesionales de la medicina de guardar secreto de los datos relativos a aquellos conocidos en el ejercicio de la
actividad médica. La protección de la información confidencial derivada de las relaciones médico-enfermo, además de
encontrar su fundamento en las normas corporativas inherentes a la profesión, se halla fundamentalmente en el
derecho a la intimidad recogido en el art.18 C.E.
En este sentido, el artículo segundo de la Ley 41/2002, de 14 de noviembre, reguladora de la autonomía del paciente
y de derechos y obligaciones en materia de información y documentación clínica, dispone que la dignidad de la
persona, el respeto a la autonomía de la voluntad y a su intimidad orientarán toda la actividad encaminada a obtener,
utilizar, archivar, custodiar y transmitir la información y la documentación clínica.
La protección del secreto médico, y por extensión del historial clínico, es merecedora por afectar al derecho
constitucional a la intimidad de una reforzada protección jurídica; no obstante, esta protección no puede ser absoluta
y tendrá que ser valorada y ponderada en relación con otros intereses en juego.

Los secretos oficiales


Ley 9/1968, de 5 de abril, reguladora de los Secretos Oficiales.
Los Órganos del Estado estarán sometidos en su actividad al principio de publicidad, de acuerdo con las normas que
rijan su actuación, salvo los casos en que por la naturaleza de la materia sea ésta declarada expresamente clasificada,
cuyo secreto o limitado conocimiento queda amparado por la Ley 9/1968. A los efectos de esta Ley podrán ser
declaradas materias clasificadas los asuntos, actos, documentos, informaciones, datos y objetos cuyo conocimiento
por personas no autorizadas pueda dañar o poner en riesgo la seguridad y defensa del Estado
Las materias clasificadas serán calificadas en las categorías de secreto y reservado en atención al grado de protección
que se requieran. Dicha calificación corresponderá exclusivamente, en la esfera de su competencia, al Consejo de
Ministros y a la Junta de Jefes de Estado Mayor. La cancelación de cualquiera de las calificaciones de la Ley será
dispuesta por el órgano que hizo la respectiva declaración.
Las calificaciones de secreto o reservado, hechos con arreglo a los términos de la presente Ley y de las disposiciones
que reglamentariamente se dicten para su aplicación determinarán, entre otros, los siguientes efectos:
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a. Solamente podrán tener conocimiento de las materias clasificadas los órganos y las personas debidamente
facultadas para ello y con las formalidades y limitaciones que en cada caso se determinen.
b. La prohibición de acceso y las limitaciones de circulación a personas no autorizadas en locales, lugares o zonas
en que radiquen las materias clasificadas.
c. El personal que sirva en la Administración del Estado y en las Fuerzas Armadas estará obligado a cumplir cuantas
medidas se hallen previstas para proteger las materias clasificadas.
La persona a cuyo conocimiento o poder llegue cualquier materia clasificada, siempre que le conste esta condición,
estará obligada a mantener el secreto y entregarla a la autoridad civil o militar más cercana y, si ello no fuese posible,
a poner en conocimiento de ésta su descubrimiento o hallazgo. Esta autoridad lo comunicará sin dilación al
departamento ministerial que estime interesado o a la Presidencia del Gobierno, adoptando entretanto las medidas
de protección que su buen juicio le aconseje

Ley trasparencia
Ley 19/2013, de transparencia, acceso a la información pública y buen gobierno
La presente Ley tiene un triple alcance:
1. Incrementar y reforzar la transparencia en la actividad pública –que se articula a través de obligaciones de
publicidad activa para todas las Administraciones y entidades públicas–
2. Reconocer y garantizar el acceso a la información –regulado como un derecho de amplio ámbito subjetivo y
objetivo
3. Establece las obligaciones de buen gobierno que deben cumplir los responsables públicos así como las
consecuencias jurídicas derivadas de su incumplimiento –lo que se convierte en una exigencia de
responsabilidad para todos los que desarrollan actividades de relevancia pública
Derecho de acceso a la información pública
El derecho de los ciudadanos a acceder a los registros y documentos que se encuentren en los archivos administrativos,
establecida en el 105 de la Constitución
Desde la perspectiva del Derecho comparado, tanto la Unión Europea como la mayoría de sus Estados miembros
cuentan ya en sus ordenamientos jurídicos con una legislación específica que regula la transparencia y el derecho de
acceso a la información pública. España no podía permanecer por más tiempo al margen y, tomando como ejemplo
los modelos que nos proporcionan los países de nuestro entorno, adopta esta nueva regulación.
Ley canaria 12/2014, de 26 de diciembre, de transparencia y de acceso a la información pública.
La cláusula de conciencia
La cláusula de conciencia ha sido desarrollada por la L.O. 2/1997, de 19 de junio, de la cláusula de conciencia de los
profesionales de la información, por la que se permite la rescisión del contrato laboral a esos profesionales cuando el
medio de comunicación cambie sustancialmente su línea ideológica u orientación informativa, o cuando se produzca
un traslado dentro de la empresa que suponga una ruptura con la orientación profesional del informador (art. 2),
habiéndose admitido el cese de la relación previo al ejercicio de la acción (STC 225/2002, de 9 de diciembre). Por otra
parte admite la negativa motivada por parte de los profesionales de la información para 'la elaboración de
informaciones contrarias a los principios éticos de la información' (art. 3). La finalidad de la ley es 'garantizar la
independencia' en el ejercicio de sus funciones (art. 1). Quedan fuera del marco de protección otros trabajadores de
empresas informativas (STC199/1999, de 18 de noviembre).
En este sentido, el articulado de la Ley Orgánica responde a la necesidad de otorgar a los profesionales de la
información un derecho básico en la medida en que ellos son el factor fundamental en la producción de informaciones.
Su trabajo está presidido por un indudable componente intelectual, que ni los poderes públicos ni las empresas de
comunicación pueden olvidar. La información no puede ser objeto de consideraciones mercantilistas, ni el profesional
de la información puede ser concebido como una especie de mercenario abierto a todo tipo de informaciones y
noticias que son difundidas al margen del mandato constitucional de veracidad y pluralismo.
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En consecuencia, los elementos definidores de la Ley Orgánica tienen un doble punto de partida: en primer lugar, la
consideración del profesional de la información como agente social de la información, que ejerce su trabajo bajo el
principio ineludible de la responsabilidad; y, en segundo lugar, la concepción de las empresas de comunicación como
entidades que, más allá de su naturaleza jurídica -empresas públicas o privadas-, participan en el ejercicio de un
derecho constitucional, que es condición necesaria para la existencia de un régimen democrático.
La cláusula de conciencia es un derecho constitucional de los profesionales de la información que tiene por objeto
garantizar la independencia en el desempeño de su función profesional.
En virtud de la cláusula de conciencia los profesionales de la información tienen derecho a solicitar la rescisión de su
relación jurídica con la empresa de comunicación en que trabajen:
a. Cuando en el medio de comunicación con el que estén vinculados laboralmente se produzca un cambio sustancial
de orientación informativa o línea ideológica.
b. Cuando la empresa les traslade a otro medio del mismo grupo que por su género o línea suponga una ruptura
patente con la orientación profesional del informador.
El ejercicio de este derecho dará lugar a una indemnización, que no será inferior a la pactada contractualmente o, en
su defecto, a la establecida por la Ley para el despido improcedente.
Los profesionales de la información podrán negarse, motivadamente, a participar en la elaboración de informaciones
contrarias a los principios éticos de la comunicación, sin que ello pueda suponer sanción o perjuicio.
STC 199/1999 "... Como actores destacados con el proceso de la libre comunicación social, los profesionales de la
comunicación pueden invocar derechos cuya configuración concreta es mandato que la Constitución [art. 20.1 d) in
fine] da al legislador" y que no sirven "para asegurar la permanencia de la actividad profesional, sino sólo el modo de
su ejercicio". Pues bien, esa relación instrumental del derecho a la cláusula de conciencia respecto al ejercicio de la
libertad de información resulta indispensable para determinar desde la perspectiva constitucional si en el presente
caso ha existido o no una vulneración de tal derecho, siendo obviamente indiferente a los efectos de esta
interpretación el contenido y alcance que a la citada cláusula se le haya dado en otros Ordenamientos jurídicos o en
los convenios colectivos de otros países. Y en tanto aquel derecho, como ya se ha dicho, asegura el modo de ejercitar
la libertad de información a los profesionales de la comunicación, resulta imprescindible para su configuración
constitucional atender al doble carácter del derecho de información a cuyo ejercicio sirve.
Sentencia del Tribunal Constitucional 145/2015:
• Aplicación de la doctrina de la sentencia 53/1985 de la objeción de conciencia de los médicos en los abortos a
los farmacéuticos a la hora de dispensar píldoras con efectos abortivos.
• Declara la vulneración del derecho de un farmacéutico a la objeción de conciencia en relación con su libertad
ideológica y anula una multa impuesta por negarse a vender el citado medicamento.

El derecho de reunión y manifestación


Artículo 21. Se reconoce el derecho de reunión pacífica y sin armas. El ejercicio de este derecho no necesitará
autorización previa. En los casos de reuniones en lugares de tránsito público y manifestaciones se dará comunicación
previa a la autoridad, que sólo podrá prohibirlas cuando existan razones fundadas de alteración del orden público, con
peligro para personas o bienes.
En el Anteproyecto de texto constitucional, al igual que en el previo borrador se establecía que el ejercicio del derecho
de reunión no necesitaría de autorización previa 'salvo en los casos de reuniones al aire libre y de manifestaciones'. La
Ponencia, por su parte, pasa a hablar de reuniones en lugares de tránsito público, en lugar de 'al aire libre',
correspondiéndose la primera expresión más con el espíritu de la norma. La Comisión Constitucional del Congreso
ofrece ya la versión definitiva del texto del actual artículo 21, declarando con carácter general la falta de necesidad de
autorización previa, mientras que introduce la necesidad de comunicación previa para las reuniones en lugares de
tránsito público o manifestaciones.
El derecho de reunión se configura como un derecho del que participan elementos de la libertad de expresión y del
derecho de asociación, de tal forma que ha podido definirse como la agrupación temporal para reivindicar una
finalidad por medio de la expresión de ideas o como 'una manifestación colectiva de la libertad de expresión ejercitada
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a través de una asociación transitoria' (STC 85/1988, de 28 de abril; SSTC 66/1995, 42/2000, 124/2005, 110/2006,
170/2008, 37 y 38/2009).
Los elementos configurados son, pues, una agrupación de más de 20 personas, en un momento prefijado y con una
duración determinada y la expresión de unas ideas, con frecuencia con fines reivindicativos. En los supuestos en los
que no se dieran los elementos citados nos encontraríamos ante meras 'aglomeraciones', en consecuencia no
amparadas por el artículo 21 de la Constitución. Además de los derechos ya mencionados el derecho de reunión se
vincula con otros como la participación política, las libertades sindicales o el derecho de huelga en cuanto que cauce
de expresión de estos derechos, lo que conduce a calificar el derecho de reunión como un derecho instrumental.
En el artículo 21 hay que distinguir dos apartados el primero que genéricamente se refiere al derecho de reunión y el
segundo que recoge unos supuestos específicos del mismo: las reuniones en lugares de tránsito público. De esta forma
la afirmación general del párrafo primero se reduce a las reuniones que se celebren en lugares cerrados o en lugares
abiertos pero que no sean de tránsito público.
El único requisito que se exige con carácter general es que la reunión sea pacífica y sin armas. En cuanto al primer
aspecto constituye en sí un límite intrínseco al derecho, pues una reunión no pacífica no constituiría ejercicio del
derecho sino claramente un abuso del mismo, excluido, por tanto, de la protección por parte del ordenamiento. Con
relación al término 'sin armas', en buena medida unido a la primera exigencia, se entiende que hay que comprender
en él no sólo las armas en sentido estricto sino también cualquier instrumento que pueda ser utilizado como tal (bates
de béisbol o paraguas cuando no tengan como finalidad la que les es propia, esto es proteger de la lluvia).
En el segundo párrafo, por su parte, se establecen unas limitaciones a los supuestos en que las reuniones se celebren
en lugares de tránsito público, ya sean de forma estática (reuniones) o de manera ambulatoria (manifestaciones),
estos supuestos cuentan con una regulación especial debido a que las repercusiones o la afectación de otros derechos
o bienes será más intensa que en las reuniones que se celebran en lugares cerrados, por este motivo la Constitución
exige que en esos supuestos la reunión 'se comunique' a la autoridad competente, que, a su vez, puede llevar a una
prohibición de la manifestación cuando existan fundadas razones para presumir la alteración del orden público, que
habrá de ser entendido de forma restrictiva y de acuerdo con lo establecido en el ordenamiento, pero además se
añade 'con peligro para personas o bienes' con lo cual habría que interpretarlo que el riesgo de otro tipo de desórdenes
que no implicaran peligro para personas o bienes no podría conducir a la prohibición de una manifestación. Según la
jurisprudencia del Tribunal Constitucional, la comunicación a la que se refiere el artículo 21.2 de la Constitución no es
en ningún caso una autorización, sino una mera declaración de conocimiento a fin de que la Administración Pública
competente pueda adoptar las medidas necesarias para asegurar el ejercicio del derecho y la adecuada protección de
los bienes y derechos de terceros que se vean afectados (SSTC 2/1982, 66/1995, 182/2004, 110/2006).
La regulación del derecho la efectuó la L.O. 9/1983, de 15 de julio, reguladora del derecho de reunión, modificada (art.
4.3) por la L.O. 4/1997, de 4 de agosto, por la que se regula la utilización de videocámaras por las Fuerzas y Cuerpos
de Seguridad en lugares públicos y por la L.O. 9/1999, de 21 de abril.
La Ley Orgánica reproduce la distinción que aparece en los dos párrafos del artículo 21 CE, a la vez que exceptúa del
régimen de la Ley las reuniones privadas, de partidos, sindicatos o sociedades mercantiles, profesionales o de carácter
similar, aunque hay que entender que siempre que no se celebren en lugares que no sean de tránsito público. Esta
exención no tiene apenas repercusiones por lo que respecta al régimen de las reuniones en lugares cerrados, salvo en
los supuestos de declaración del estado de excepción o de sitio (art. 55 CE, en relación con el art. 116 CE, desarrollado
por la L.O. 4/1981, de 1 de junio, de los estados de alarma, excepción y sitio) en los que el derecho de reunión puede
ser prohibidas o sometidas a autorización previa, de conformidad con los términos de la correspondiente declaración
del estado excepcional.
Se podrá ejercer el derecho de reunión sin sujeción a las prescripciones de la Ley Orgánica 9/1983, cuando se trate de
las reuniones siguientes:
a. Las que celebren las personas físicas en sus propios domicilios.
b. Las que celebren las personas físicas en locales públicos o privados por razones familiares o de amistad.
c. Las que celebren los Partidos Políticos, Sindicatos, Organizaciones Empresariales, Sociedades Civiles y
Mercantiles, Asociaciones, Corporaciones, Fundaciones, Cooperativas, Comunidades de Propietarios y demás
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Entidades legalmente constituidas en lugares cerrados, para sus propios fines y mediante convocatoria que
alcance exclusivamente a sus miembros, o a otras personas nominalmente invitadas.
d. Las que celebren los profesionales con sus clientes en lugares cerrados para los fines propios de su profesión.
e. Las que se celebren en unidades, buques y demás establecimientos militares, que se regirán por su legislación
específica.
Ninguna reunión estará sometida al régimen de previa autorización. La autoridad gubernativa protegerá las reuniones
y manifestaciones frente a quienes trataren de impedir, perturbar o menoscabar el lícito ejercicio de este derecho. Las
reuniones, sometidas a la Ley Orgánica 9/1983, sólo podrán ser promovidas y convocadas por personas que se hallen
en el pleno ejercicio de sus derechos civiles.
Del buen orden de las reuniones y manifestaciones serán responsables sus organizadores, quienes deberán adoptar
las medidas para el adecuado desarrollo de las mismas. Los participantes en reuniones o manifestaciones, que causen
un daño a terceros, responderán directamente de él. Subsidiariamente, las personas naturales o jurídicas
organizadoras o promotoras de reuniones o manifestaciones responderán de los daños que los participantes causen
a terceros, sin perjuicio de que puedan repetir contra aquéllos, a menos que hayan puesto todos los medios razonables
a su alcance para evitarlos
La autoridad gubernativa suspenderá y, en su caso, procederá a disolver las reuniones y manifestaciones en los
siguientes supuestos:
a. Cuando se consideren ilícitas de conformidad con las Leyes Penales.
b. Cuando se produzcan alteraciones del orden público, con peligro para personas o bienes.
c. Cuando se hiciere uso de uniformes paramilitares por los asistentes.
Tales resoluciones se comunicarán previamente a los concurrentes en la forma legalmente prevista
Los organizadores y promotores de reuniones, incluidas en el ámbito de aplicación de la presente Ley, que se celebren
en lugares, locales o recintos cerrados, podrán solicitar la presencia de delegados de la autoridad gubernativa
La celebración de reuniones en lugares de tránsito público y de manifestaciones deberán ser comunicadas por escrito
a la autoridad gubernativa correspondiente por los organizadores o promotores de aquéllas, con una antelación de
diez días naturales, como mínimo y treinta como máximo. Si se tratare de personas jurídicas la comunicación deberá
hacerse por su representante.
Cuando existan causas extraordinarias y graves que justifiquen la urgencia de convocatoria y celebración de reuniones
en lugares de tránsito público o manifestaciones, la comunicación, a que hace referencia el párrafo anterior, podrá
hacerse con una antelación mínima de veinticuatro horas.
En el escrito de comunicación se hará constar:
a. Nombre, apellidos, domicilio y documento oficial de identificación del organizador u organizadores o de su
representante, caso de personas jurídicas, consignando también la denominación, naturaleza y domicilio de
éstas.
b. Lugar, fecha, hora y duración prevista.
c. Objeto de la misma.
d. Itinerario proyectado, cuando se prevea la circulación por las vías públicas.
e. Medidas de seguridad previstas por los organizadores o que se soliciten de la autoridad gubernativa.
La autoridad gubernativa notificará al Ayuntamiento afectado los datos contenidos en el escrito de comunicación,
excepto cuando se trate de una convocatoria urgente de las previstas en el párrafo segundo del artículo anterior, a fin
de que éste informe en un plazo de veinticuatro horas sobre las circunstancias del recorrido propuesto. En caso de no
recibirse el informe en dicho plazo, el mismo se entenderá favorable. El informe se referirá a causas objetivas tales
como el estado de los lugares donde pretenda realizarse, la concurrencia con otros actos, las condiciones de seguridad
de los lugares con arreglo a la normativa vigente y otras análogas de índole técnico. En todo caso, el informe no tendrá
carácter vinculante y deberá ser motivado.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Si la autoridad gubernativa considerase que existen razones fundadas de que puedan producirse alteraciones del
orden público, con peligro para personas o bienes, podrá prohibir la reunión o manifestación o, en su caso, proponer
la modificación de la fecha, lugar, duración o itinerario de la reunión o manifestación. La resolución deberá adoptarse
en forma motivada y notificarse en el plazo máximo de setenta y dos horas desde la comunicación realizada por los
promotores.
De no ser aceptada por los organizadores o promotores la prohibición u otras modificaciones propuestas, podrán
interponer recurso contencioso-administrativo ante la Audiencia competente, en el plazo de cuarenta y ocho horas,
trasladando copia de dicho recurso debidamente registrada a la autoridad gubernativa con el objeto de que aquélla
remita inmediatamente el expediente a la Audiencia
Las manifestaciones que no se hubieran ajustado al régimen de la Ley no por ello habrían de reputarse ilegales -sino
sólo no amparadas por la Ley Orgánica-, salvo los supuestos tipificados en el Código Penal (arts. 513-514: reuniones
para cometer delitos o integradas por personas que porten armas) y hay que interpretar que de no producirse
alteraciones del orden público o de incurrir en algún motivo expreso de ilegalidad no podrían ser disueltas.
Hay que destacar, como ha hecho la jurisprudencia, el principio pro libértate frente a los intentos de limitación
injustificada o con escasa justificación (STC 36/1982, de 16 de junio; STC 163/2006; STC 170/2008), distinguiendo las
reuniones celebradas en espacios abiertos, aun en las inmediaciones de lugares de tránsito público de éstos (STC
225/2002, de 9 de diciembre), o justificando una invasión de la vía pública, con el subsiguiente corte de tráfico (STC
42/2000, de 14 de febrero), siempre sobre la base de la correspondiente ponderación de bienes (STC 59/1990, de 29
de marzo).
La regulación del derecho de reunión al encontrarse en la Sección 1ª del Capítulo II del Título I de la Constitución está
sometido a reserva de ley orgánica (art. 81 CE), que en todo caso deberá respetar su contenido esencial, y vinculan a
todos los poderes públicos (art. 53.1 CE), y, entre las garantías jurisdiccionales además de la tutela de los tribunales
ordinarios mediante un procedimiento basado en los principios de preferencia y sumariedad al que se ha hecho
referencia, subsidiariamente, podrá recabarse la tutela del Tribunal Constitucional mediante un recurso de amparo
(art. 53.2 CE).
Sentencia del Tribunal Supremo 161/2015 de 17 de marzo de 2015:
El Tribunal Supremo anuló la sentencia de la Audiencia Nacional sobre el asedio al Parlament de Cataluña y ha
condenado a ocho de los acusados a 3 año de prisión por un delito contra las instituciones del Estado de los previstos
en el artículo 498 del Código Penal.
Los magistrados analizan la interpretación realizada por la Audiencia Nacional en relación con la colisión de dos
derechos fundamentales en conflicto: el de libertad de expresión y el derecho de reunión, para concluir que el tribunal
de instancia incurrió en un patente error a la hora de solucionar ese conflicto, surgido por la convergencia de bienes
jurídicos constitucionalmente protegibles, puesto que esos dos derechos "colisionaban con el derecho de participación
de los ciudadanos a través de sus legítimos representantes en el órgano legislativo”.
Sentencia del Tribunal Supremo 161/2015 de 17 de marzo de 2015:
El Supremo dice también que la sentencia ahora anulada "altera las claves constitucionales que han de presidir la tarea
jurisdiccional de ponderación. Y lo hace recurriendo a una errónea y traumática desjerarquización de uno de los
derechos convergentes -el derecho constitucional de participación política a través de los legítimos representantes en
el órgano legislativo-, que, pese al esfuerzo argumental empeñado, se aparta de las claves definitorias de nuestro
sistema".
Los magistrados analizan asimismo cómo el ejercicio de la libertad de expresión y del derecho de reunión no pueden
operar como elementos neutralizantes de otros derechos y principios indispensables para la vigencia del sistema
constitucional.
"(…) paralizar el trabajo ordinario del órgano legislativo supone afectar no ya el derecho fundamental de participación
política de los representantes políticos y, en general, de los ciudadanos catalanes, sino atacar los valores superiores del
orden democrático", señala la resolución.
Sin modificar el relato de hechos de la sentencia de instancia, el Supremo considera que las conductas ahora
sancionadas encajan en el artículo 498 del Código Penal porque los acusados contribuyeron con su acción a reforzar
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

la violencia e intimidación sufrida por los diputados autonómicos, impidiéndoles el normal desarrollo de sus
respectivas funciones representativas.

El derecho de asociación
Artículo 22
1. Se reconoce el derecho de asociación.
2. Las asociaciones que persigan fines o utilicen medios tipificados como delito son ilegales.
3. Las asociaciones constituidas al amparo de este artículo deberán inscribirse en un registro a los solos efectos
de publicidad.
4. Las asociaciones sólo podrán ser disueltas o suspendidas en sus actividades en virtud de resolución judicial
motivada.
5. Se prohíben las asociaciones secretas y las de carácter paramilitar.
Durante el régimen franquista la regulación del derecho de asociación no respondía, claro está, al principio de
pluralismo y, en consecuencia, su establecimiento (artículo 16 del Fuero de los españoles) estaba fuertemente
condicionado en la Ley 191/1964, de 24 de diciembre, de Asociaciones; y esta última estuvo extrañamente vigente
hasta la aprobación de la Ley Orgánica 1/2002, de 22 de marzo, reguladora del derecho de asociación. El Tribunal
Constitucional (STC 67/1985 y STC 173/1998, de 23 de julio) aunque la consideró vigente en aquello en lo que no
padeciera inconstitucionalidad material sobrevenida, ya advirtió que no era desarrollo cabal del artículo 22 de la
Constitución por cuanto respondía a principios opuestos al pluralismo actual.
Nuestra Constitución regula autónomamente las manifestaciones históricamente más polémicas del derecho de
asociación: los partidos políticos (artículo 6, STC 48/2003, de 12 de marzo) y los sindicatos (artículo 7), así como las
excepciones a la libertad negativa: los colegios profesionales (artículo 36) y las organizaciones profesionales (artículo
52).
La Ley Orgánica 1/2002 opera en nuestro ordenamiento como ley general de asociaciones y, como su propia
disposición final segunda establece, sus preceptos no orgánicos (los orgánicos son en todo caso de aplicación directa
a toda asociación) son supletorios respecto de cualesquiera otras normas reguladoras de tipos específicos de
asociaciones (partidos, sindicatos, organizaciones empresariales, iglesias, confesiones y comunidades religiosas,
federaciones deportivas, asociaciones de consumidores y usuarios o cualesquiera otras reguladas por leyes
especiales). La Ley Orgánica 1/2002 opera, en definitiva, como régimen común.
Todas las personas tienen derecho a asociarse libremente para la consecución de fines lícitos.
El derecho de asociación comprende la libertad de asociarse o crear asociaciones, sin necesidad de autorización previa.
Nadie puede ser obligado a constituir una asociación, a integrarse en ella o a permanecer en su seno, ni a declarar su
pertenencia a una asociación legalmente constituida.
La constitución de asociaciones y el establecimiento de su organización y funcionamiento se llevarán a cabo dentro
del marco de la Constitución, de la presente Ley Orgánica y del resto del ordenamiento jurídico.
La organización interna y el funcionamiento de las asociaciones deben ser democráticos, con pleno respeto al
pluralismo. Serán nulos de pleno derecho los pactos, disposiciones estatutarias y acuerdos que desconozcan
cualquiera de los aspectos del derecho fundamental de asociación.
Las entidades públicas podrán ejercitar el derecho de asociación entre sí, o con particulares, como medida de fomento
y apoyo, siempre que lo hagan en igualdad de condiciones con éstos, al objeto de evitar una posición de dominio en
el funcionamiento de la asociación.
Las asociaciones que persigan fines o utilicen medios tipificados como delito son ilegales. Se prohíben las asociaciones
secretas y las de carácter paramilitar.
La condición de miembro de una determinada asociación no puede ser, en ningún caso, motivo de favor, de ventaja o
de discriminación a ninguna persona por parte de los poderes públicos. Podrán constituir asociaciones, y formar parte
de las mismas, las personas físicas y las personas jurídicas, sean éstas públicas o privadas, con arreglo a los siguientes
principios:
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a. Las personas físicas necesitan tener la capacidad de obrar y no estar sujetas a ninguna condición legal para el
ejercicio del derecho.
b. Los menores no emancipados de más de catorce años con el consentimiento, documentalmente acreditado,
de las personas que deban suplir su capacidad, sin perjuicio del régimen previsto para las asociaciones
infantiles, juveniles o de alumnos en el artículo 7.2 de la Ley Orgánica 1/1996, de 15 de enero, de Protección
Jurídica del Menor.
c. Los miembros de las Fuerzas Armadas y de la Guardia Civil habrán de atenerse a lo que disponga su legislación
específica para el ejercicio del derecho de asociación en lo que se refiere a asociaciones profesionales.
d. Los Jueces, Magistrados y Fiscales habrán de atenerse a lo que dispongan sus normas específicas para el
ejercicio del derecho de asociación en lo que se refiere a asociaciones profesionales.
e. Las personas jurídicas de naturaleza asociativa requerirán el acuerdo expreso de su órgano competente, y las
de naturaleza institucional, el acuerdo de su órgano rector.
f. Las asociaciones podrán constituir federaciones, confederaciones o uniones, previo el cumplimiento de los
requisitos exigidos para la constitución de asociaciones, con acuerdo expreso de sus órganos competentes.
Las asociaciones se constituyen mediante acuerdo de tres o más personas físicas o jurídicas legalmente constituidas,
que se comprometen a poner en común conocimientos, medios y actividades para conseguir unas finalidades lícitas,
comunes, de interés general o particular, y se dotan de los Estatutos que rigen el funcionamiento de la asociación.
El acuerdo de constitución, que incluirá la aprobación de los Estatutos, habrá de formalizarse mediante acta
fundacional, en documento público o privado. Con el otorgamiento del acta adquirirá la asociación su personalidad
jurídica y la plena capacidad de obrar.
El acta fundacional ha de contener:
a. El nombre y apellidos de los promotores de la asociación si son personas físicas, la denominación o razón social
si son personas jurídicas, y, en ambos casos, la nacionalidad y el domicilio.
b. La voluntad de los promotores de constituir una asociación, los pactos que, en su caso, hubiesen establecido y la
denominación de ésta.
c. Los Estatutos aprobados que regirán el funcionamiento de la asociación, cuyo contenido se ajustará a las
prescripciones del artículo siguiente.
d. Lugar y fecha de otorgamiento del acta, y firma de los promotores, o de sus representantes en el caso de personas
jurídicas.
e. La designación de los integrantes de los órganos provisionales de gobierno.
Los Estatutos deberán contener los siguientes extremos:
a. La denominación.
b. El domicilio, así como el ámbito territorial en que haya de realizar principalmente sus actividades.
c. La duración, cuando la asociación no se constituya por tiempo indefinido.
d. Los fines y actividades de la asociación, descritos de forma precisa.
e. Los requisitos y modalidades de admisión y baja, sanción y separación de los asociados y, en su caso, las clases
de éstos. Podrán incluir también las consecuencias del impago de las cuotas por parte de los asociados.
f. Los derechos y obligaciones de los asociados y, en su caso, de cada una de sus distintas modalidades.
g. Los criterios que garanticen el funcionamiento democrático de la asociación.
h. Los órganos de gobierno y representación, su composición, reglas y procedimientos para la elección y
sustitución de sus miembros, sus atribuciones, duración de los cargos, causas de su cese, la forma de
deliberar, adoptar y ejecutar sus acuerdos y las personas o cargos con facultad para certificarlos y requisitos
para que los citados órganos queden válidamente constituidos, así como la cantidad de asociados necesaria
para poder convocar sesiones de los órganos de gobierno o de proponer asuntos en el orden del día.
i. El régimen de administración, contabilidad y documentación, así como la fecha de cierre del ejercicio
asociativo.
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j. El patrimonio inicial y los recursos económicos de los que se podrá hacer uso.
k. Causas de disolución.
La integración en una asociación constituida es libre y voluntaria, debiendo ajustarse a lo establecido en los Estatutos.
La condición de asociado es intransmisible, salvo que los Estatutos dispongan otra cosa, por causa de muerte o a título
gratuito.
Todo asociado ostenta los siguientes derechos:
a. A participar en las actividades de la asociación y en los órganos de gobierno y representación, a ejercer el
derecho de voto, así como a asistir a la Asamblea General, de acuerdo con los Estatutos.
b. A ser informado acerca de la composición de los órganos de gobierno y representación de la asociación, de su
estado de cuentas y del desarrollo de su actividad.
c. A ser oído con carácter previo a la adopción de medidas disciplinarias contra él y a ser informado de los hechos
que den lugar a tales medidas, debiendo ser motivado el acuerdo que, en su caso, imponga la sanción.
d. A impugnar los acuerdos de los órganos de la asociación que estime contrarios a la ley o a los Estatutos.
Son deberes de los asociados:
a. Compartir las finalidades de la asociación y colaborar para la consecución de las mismas.
b. Pagar las cuotas, derramas y otras aportaciones que, con arreglo a los Estatutos, puedan corresponder a cada
socio.
c. Cumplir el resto de obligaciones que resulten de las disposiciones estatutarias.
d. Acatar y cumplir los acuerdos válidamente adoptados por los órganos de gobierno y representación de la
asociación.
Los asociados tienen derecho a separarse voluntariamente de la asociación. El derecho de asociación incluye el
derecho a la inscripción en el Registro de Asociaciones competente, que sólo podrá denegarse cuando no se reúnan
los requisitos establecidos en la Ley Orgánica. El Registro Nacional de Asociaciones, cuya dependencia orgánica se
determinará reglamentariamente, tendrá por objeto la inscripción de las asociaciones, y demás actos inscribibles
conforme al artículo 28, relativos a:
a. Asociaciones, federaciones, confederaciones y uniones de asociaciones de ámbito estatal y todas aquéllas que
no desarrollen principalmente sus funciones en el ámbito territorial de una Comunidad Autónoma.
b. Asociaciones extranjeras que desarrollen actividades en España, de forma estable o duradera, que deberán
establecer una delegación en territorio español. Cuando el ámbito de actividad de la asociación extranjera sea
principalmente el de una o varias Comunidades Autónomas, el Registro Nacional comunicará la inscripción a
las referidas Comunidades Autónomas.
En cada Comunidad Autónoma existirá un Registro Autonómico de Asociaciones, que tendrá por objeto la inscripción
de las asociaciones que desarrollen principalmente sus funciones en el ámbito territorial de aquéllas.
En todo caso, los Registros comprendidos en este artículo deberán comunicar al Registro Nacional de Asociaciones los
asientos de inscripción y disolución de las asociaciones de ámbito autonómico.
El derecho de asociación regulado en esta Ley Orgánica será tutelado por los procedimientos especiales para la
protección de los derechos fundamentales de la persona, correspondientes en cada orden jurisdiccional, y, en su caso,
por el procedimiento de amparo constitucional ante el Tribunal Constitucional en los términos establecidos en su Ley
Orgánica.
Salvo los supuestos de disolución por voluntad de los asociados, las asociaciones sólo podrán ser suspendidas en sus
actividades, o disueltas, por resolución motivada de la autoridad judicial competente. La disolución de las asociaciones
sólo podrá declararse en los siguientes casos:
a. Cuando tengan la condición de asociación ilícita, de acuerdo con las leyes penales.
b. Por las causas previstas en leyes especiales o en esta ley, o cuando se declare nula o disuelta por aplicación de la
legislación civil.
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En los procesos a que se refiere el apartado anterior, el órgano judicial competente, de oficio o a instancia de parte,
podrá acordar la suspensión provisional de la asociación hasta que se dicte sentencia.
El orden jurisdiccional contencioso-administrativo será competente en todas las cuestiones que se susciten en los
procedimientos administrativos instruidos en aplicación de la presente Ley Orgánica, de conformidad con las reglas
establecidas en la Ley Orgánica del Poder Judicial y en la Ley reguladora de la Jurisdicción Contencioso-administrativa.
El orden jurisdiccional civil será competente, en los términos establecidos en la Ley Orgánica del Poder Judicial, en
relación con las pretensiones derivadas del tráfico jurídico privado de las asociaciones, y de su funcionamiento interno.
Los acuerdos y actuaciones de las asociaciones podrán ser impugnados por cualquier asociado o persona que acredite
un interés legítimo, si los estimase contrarios al ordenamiento jurídico, por los trámites del juicio que corresponda.
Los asociados podrán impugnar los acuerdos y actuaciones de la asociación que estimen contrarios a los Estatutos
dentro del plazo de cuarenta días, a partir de la fecha de adopción de los mismos, instando su rectificación o anulación
y la suspensión preventiva en su caso, o acumulando ambas pretensiones por los trámites establecidos en la Ley de
Enjuiciamiento Civil. En tanto se resuelven las contiendas de orden interno que puedan suscitarse en las asociaciones,
las solicitudes de constancia registral que se formulen sobre las cuestiones controvertidas sólo darán lugar a
anotaciones provisionales.
En lo que atañe a los extranjeros, la Ley Orgánica 4/2002, de 11 de enero sobre derechos y libertades de los extranjeros
en España y su integración social, y la reforma en ella llevada a cabo por la Ley Orgánica 8/2000, de 22 de diciembre,
condiciona el ejercicio del derecho de asociación a la obtención de autorización de estancia o residencia en España
(artículo 8.1). Una vez lograda, el extranjero puede ejercer el derecho en las mismas condiciones que los españoles.
Conviene reparar ahora en el contenido del derecho y desglosarlo. Aunque el artículo 22 sólo proclama expresamente
la libertad positiva de asociarse, ésta viene inexorablemente acompañada de la libertad de no asociarse. Si la libertad
positiva refleja el pluralismo social y la actividad organizada de un grupo de personas (tres como mínimo son
necesarios para constituir una asociación según el artículo 5.1 de la Ley Orgánica 1/2002) encaminada a fines lícitos
sin ánimo de lucro, la libertad negativa, acaso la más polémica, implica el derecho a no ser obligado a pertenecer a
ninguna asociación (STC 5/1981, de 13 de febrero).
La libertad de asociarse se manifiesta ad extra en el acuerdo de constitución que refleja esa voluntad de tres o más
personas de actuar de consuno en la consecución de los fines asociativos; y ad intra en la capacidad de fijar esos fines,
de organizar la asociación y establecer el régimen interno de acuerdo, claro está, con el orden jurídico. La libertad de
asociarse implica, por tanto, la facultad de auto organización (STC 218/1988, de 22 de noviembre) que se convierte en
límite del control judicial sobre la vida interna de la asociación (STC 56/1995, de 6 de marzo).
Con relación a la libertad negativa de asociación el Tribunal Constitucional ha tenido que pronunciarse al respecto de
varias situaciones de afiliación obligatoria a diversas asociaciones, por lo general de índole profesional. Este tipo de
asociaciones no son creadas por la voluntad asociativa sino que son de creación legal y de incorporación obligatoria
para quienes desarrollan determinadas actividades. La justificación de su existencia se basa en las funciones públicas
que desarrollan y en que tienen una base constitucional en los artículos 36 (colegios profesionales) y 52
(organizaciones profesionales), tal y como advierte la STC 113/1994, de 14 de abril, y más recientemente las SSTC
76/2003, 90/2004 y 110/2005.
Hay, pues, fines públicos en la actividad de estos entes que pueden asimilarse a corporaciones de derecho público y
que, según el Tribunal Constitucional, son compatibles con el derecho de asociación siempre y cuando, recuerda el
Alto Tribunal, se respeten tres criterios fundamentales: que la adscripción obligatoria no venga acompañada de
prohibición o impedimento de asociarse libremente; que no se convierta en regla sino que se mantenga en la
excepcionalidad; que haya justificación constitucional suficiente porque existan fines de interés público que no se
puedan alcanzar sin adscripción obligatoria.
Según estos criterios el Tribunal Constitucional ha considerado constitucional la adscripción obligatoria a las cámaras
agrarias (STC 132/1989, de 18 de julio), a las cámaras de la propiedad urbana (STC 113/1994, de 14 de abril), así como
a los colegios profesionales (STC 88/1989, de 11 de mayo).
Recientemente, sin embargo, las SSTC 76/2003, de 23 de abril, 96/2003, de 22 de mayo y 108/2003, de 2 de junio
entienden contraria a la libertad negativa de asociación la colegiación obligatoria en los colegios de secretarios,
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interventores y tesoreros de la Administración local con habilitación nacional, para el Tribunal Constitucional (que
resume su jurisprudencia anterior) estos colegios no son relevantes para garantizar la ordenación del ejercicio de la
profesión ni para asegurar su correcto funcionamiento, al menos no en la intensidad suficiente que permita identificar
la existencia de intereses públicos constitucionalmente relevantes que justifiquen la colegiación obligatoria.
El Código Penal de 1995 desarrolla, en sus artículos 515 a 521, los supuestos de los apartados 2 y 4 del artículo 22, en
especial el tipo del artículo 515, de manera mucho más amplia de lo que hacía el artículo 173 y siguientes del Código
Penal anterior. El artículo 515 estipula:
" Son punibles las asociaciones ilícitas teniendo tal consideración:
1. Las que tengan por objeto cometer algún delito o, después de constituidas, promueva su comisión.
2. Las bandas armadas, organizaciones y grupos terroristas.
3. Las que, aun teniendo por objeto un fin ilícito, empleen medios violentos o de alteración o control de la
personalidad.
4. Las organizaciones de carácter paramilitar.
5. Las que promuevan la discriminación, el odio o la violencia contra personas, grupos o asociaciones por razón
de su ideología, religión o creencias, la pertenencia de sus miembros o de algunos de ellos a una etnia, raza o
nación, su sexo, orientación sexual, situación familiar, enfermedad minusvalía, o inciten a ello".
El artículo 22.4 CE estipula que "las asociaciones sólo podrán ser disueltas o suspendidas en sus actividades en virtud
de resolución judicial motivada", previsión desarrollada en los artículos 36 a 41 de la Ley Orgánica 1/2002. Pero el
control judicial va más allá de los supuestos de suspensión y disolución -de la que se ocuparán los jueces civiles o
penales según los casos- y alcanza a los acuerdos asociativos. En realidad, lo que el control judicial viene a verificar es
la legalidad del funcionamiento asociativo y particularmente si los derechos de los socios son respetados (ATC
213/1991). Como el Tribunal Constitucional ha manifestado (SSTC 218/1988, de 22 de noviembre, 185/1993, de 31 de
mayo y 96/1994, 21 de marzo) no se trata de entrar a valorar la conducta de los asociados suplantando la valoración
de ella efectuada por los órganos internos sino verificar si existió una base razonable para que tales órganos tomasen
la decisión que afectó al socio. Está latente tensión entre derecho de asociación y derechos, a veces fundamentales,
de los asociados debe resolverse siempre con respeto de la libertad de asociación que impone un cierto autocontrol
de la labor judicial, a quien corresponde una cuidadosa labor de ponderación (STC 56/1995).

Ley 4/2003, de 28 de febrero, de Asociaciones de Canarias.


La presente Ley tiene por objeto la regulación y el fomento de las asociaciones que son de competencia de la Comunidad
Autónoma de Canarias, según el artículo 30.7 del Estatuto de Autonomía. Se rigen también por esta Ley las asociaciones
cuyo objeto social no sea lucrativo y que al propio tiempo no se encuentren sometidas a un régimen legal específico.
No están incluidas en el ámbito de aplicación de la Ley 4/2003:
a. Las entidades que se rijan por las disposiciones relativas al contrato de sociedad, tales como sociedades civiles,
mercantiles, cooperativas y mutualidades así como las uniones temporales de empresas y las agrupaciones de
interés económico, así como, en general, todas aquellas cuyo fin consista en la obtención de beneficios
económicos para su distribución entre los socios.
b. Los partidos políticos, sindicatos, asociaciones empresariales, así como las uniones, coaliciones o federaciones
de éstos.
c. Las asociaciones religiosas, deportivas o las uniones o federaciones de éstas.
d. Las iglesias, confesiones y comunidades religiosas.
e. Las asociaciones de consumidores y usuarios y las uniones, coaliciones o federaciones de éstas.
f. Los colegios u organizaciones profesionales, o las uniones o federaciones de éstas.
g. Las comunidades de bienes y propietarios.

Libertad de residencia y circulación


Artículo 19
Los españoles tienen derecho a elegir libremente su residencia y a circular por el territorio nacional.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Asimismo, tienen derecho a entrar y salir libremente de España en los términos que la ley establezca. Este derecho no
podrá ser limitado por motivos políticos o ideológicos.
Este precepto reconoce a los españoles la libertad tanto para circular libremente por el territorio nacional como para
fijar el lugar de residencia. Ello significa la posibilidad de trasladarse de un lugar a otro, de una Comunidad Autónoma
a otra o de fijar la residencia en una u otra con independencia del origen, sin ningún tipo de trabas, la libertad alcanza
pues todo el territorio nacional. Esta libertad se vincula con lo establecido en el artículo 139.2 de la Constitución que
señala la imposibilidad de poner obstáculos a la libre circulación, lo que no obsta para que cada Comunidad Autónoma
pueda establecer sus propios derechos y deberes en el marco de sus competencias siempre que no impidan o dificulten
la libertad de circulación o residencia en cualquier parte del territorio.
Hay que hacer notar que la libertad de circulación y de residencia en la actualidad no viene impuesta solamente por
el ordenamiento interno, sino también por la normativa comunitaria. En este sentido aunque el derecho tiene como
sujeto expreso a 'los españoles', la libertad de circulación y de residencia, por vía del Derecho de la Unión Europea
(art. 18 TCE), se extiende a todos los ciudadanos comunitarios y a sus familias, de conformidad con las Directivas de
desarrollo, sin que los Estados puedan restringir el derecho más que por causa de orden o seguridad públicos o de
salud pública, cuya apreciación correspondiente a Estado receptor pero siempre con el control del Tribunal de Justicia
de las Comunidades Europeas, quien ha propiciado una interpretación restringida de las mencionadas cláusulas.
El Tribunal Constitucional, por su parte, ha extendido el ámbito de aplicación de la libertad de circulación y de
residencia a los extranjeros si bien no en iguales términos que a los españoles: estas libertades en el caso de los
extranjeros sólo podrán limitarse en virtud de ley o en virtud de resolución judicial, sin que puedan restringirse de
forma general o ilimitada y sin el respeto a las garantías establecidas por el ordenamiento (SSTC 94/1993, de 21 de
marzo, o 242/1994, de 20 de julio). La regulación actual de la libertad de circulación de los extranjeros la encontramos
en el art. 5 de la L.O. 4/2000, de 11 de enero, sobre derechos y libertades de los extranjeros de su integración social,
modificada por la L.O 8/2000, de 22 de diciembre, por la L.O.14/2003, de 20 de noviembre, y por la LO 2/2009, de 11
de diciembre.
Esta última reforma trae causa de dos elementos fundamentales: por un lado, la resolución en sentido positivo de una
serie de recursos de inconstitucionalidad planteados contra la LO 4/2000 (SSTC 259 a 256/2007), y por otro lado, la
evolución constante del Derecho de la Unión Europea, que en el marco de la creación de un mercado único en el que
la libre circulación de personas esté garantizada, obliga a los distintos Estados miembros a actualizar y adaptar su
legislación a las exigencias comunitarias.
La Ley además de remitirse a los supuestos generales plantea que 'excepcionalmente por razones de seguridad
pública, de forma individualizada, motivada y en proporción a las circunstancias que concurran en cada caso' el
Ministerio del Interior podrá imponer medidas limitativas como 'el alejamiento de fronteras o núcleos de población
concretados singularmente'.
Por su parte, la libre circulación sólo podrá ser suspendida con motivo de la declaración de cualquiera del estado de
excepción o sitio, siempre que así se establezca expresamente en la autorización correspondiente, y podrá limitarse
su ejercicio en caso de declaración de estado de alarma, de acuerdo con las características y motivos que provocaran
la declaración de este estado excepcional. En ambos casos habrá de señalarse el alcance de las medidas (art. 55 CE en
relación con art. 116 CE, desarrollado por la L.O. 4/1981, de 1 de junio, de los estados de alarma, excepción y sitio). Al
margen de esto podrá limitarse o restringirse por circunstancias de carácter excepcional, ya sean naturales (p.ej., el
cierre de una carretera a causa de unas inundaciones) o de otro carácter (p.ej., restricción de movimientos en un área
para facilitar las tareas policiales en la búsqueda de unos delincuentes). En ocasiones la limitación puntual del derecho
puede venir dada por el ejercicio de otros derechos por parte de otras personas, tal es el caso del derecho de
manifestación o del derecho de huelga que puede condicionar temporalmente la libertad de circulación (SSTC
26/1981, de 17 de julio; 59/1990, de 29 de marzo).
Otras limitaciones de este derecho tendrán un carácter individual, así las que se derivan de las impuestas, a su vez, al
derecho de libertad (artículo 17 CE), pues obviamente cualquier privación de libertad supone una afectación a la
libertad de circulación y de residencia. De igual forma el Juez puede restringir la libertad de circulación en supuestos
en los que mediante resolución judicial imponga el alejamiento de un lugar o la prohibición de acercarse a una persona.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

La libertad de residencia comprende tanto el del lugar de residencia estable como aquellos pasajeros, aunque, sin
duda, tiene una mayor incidencia el primer supuesto.
La libertad de residencia sólo podrá restringirse ante supuestos de similar carácter que en la libertad de circulación,
pero hay que ver cómo podemos considerar además otros casos que pueden incidir en el derecho, como pudieran ser
el traslado forzoso de personas con motivo de la realización de obras públicas como es la construcción de una presa,
en cuyo caso, deberán ponderarse los diferentes derechos o bienes en conflicto para establecer si ha de prevalecer
este derecho fundamental o si, por el contrario, en aras del interés público ha de sacrificarse el derecho de unos en
base al interés general (STC 160/1991, de 18 de julio).
También se ha esgrimido como supuesta vulneración de la libertad de elección de residencia la obligación de residir
en el lugar en el que ostentan el cargo impuesta a los funcionarios públicos Se trata en realidad de un conflicto
aparente, puesto que la imposición de la residencia viene dada por la asunción de un cargo público, de tal forma que
al asumir simultáneamente se están asumiendo las obligaciones que impone. Por otra parte, la citada obligación en la
actualidad ya no tiene el carácter tan restrictivo que pudiera tener en el pasado, ya que se admite la residencia en
lugares distintos a aquél en el que se prestan los servicios siempre que se garantice el pleno cumplimiento (STC
90/1995, de 9 de junio).
El segundo párrafo del artículo 19 reconoce el derecho de entrar y salir libremente de España de acuerdo con lo
establecido en la ley, es decir se trata ya de un derecho de configuración legal. Este derecho se encuentra condicionado
no sólo por la posible exigencia de unos determinados documentos para poder salir del país (documento de identidad
o pasaporte), sino de también por las exigencias establecidas por el país de destino (por ejemplo, visado). Al margen
de los requisitos de carácter formal que pueden condicionar la salida de España, es necesario tener presente cómo la
salida del país puede limitarse por resolución judicial.
El último inciso añade que el derecho no podrá restringirse 'por motivos ideológicos o políticos', disposición incluida
como contraste con el régimen anterior o con el aplicado en los regímenes totalitarios en el que se niega el pasaporte
y por ende la salida del país a las personas sospechosas de ideología contraria al régimen.
En relación con el alcance de este derecho para extranjeros no comunitarios, la jurisprudencia del Tribunal
Constitucional ha venido a clarificar la cuestión. Así, para el Alto Tribunal no existe un derecho a entrar en España,
pero una vez dentro, los extranjeros que estén en situación legal, gozarán de todos sus derechos, de acuerdo con lo
previsto en la Ley Orgánica 4/2000, y los ilegales, tendrán únicamente los derechos que pertenecen a la persona por
el mero hecho de serlo, y particularmente, el derecho a no ser expulsados sino es por causa legal y conforme a
procedimiento. SSTC 99/85, 24/2000, 53/2002, 72/2005.
La libertad de circulación y el derecho a elegir el lugar de residencia al encontrarse en la Sección 1ª del Capítulo II del
Título I de la Constitución está sometido a reserva de ley orgánica (art. 81 CE), que en todo caso deberá respetar su
contenido esencial, y vinculan a todos los poderes públicos (art. 53.1 CE). Entre las garantías jurisdiccionales podrá
recabarse la tutela de los tribunales ordinarios mediante un procedimiento basado en los principios de preferencia y
sumariedad y, subsidiariamente, la tutela del Tribunal Constitucional mediante un recurso de amparo (art. 53.2 CE)
STC 28/1999 (LIBERTAD DE RESIDENCIA Y PROPIEDAD PRIVADA) “El que la libre elección de domicilio forme parte del
contenido de la libertad de residencia proclamada en el art. 19 C.E., en modo alguno justifica conductas tales como
"invadir propiedades ajenas o desconocer sin más legítimos derechos de uso de bienes inmuebles" (ATC 227/1983,
fundamento jurídico 2º). Y es que el carácter instrumental que tienen los derechos al disfrute de un bien en relación
con el derecho a la elección del domicilio, según hemos expuesto en el párrafo anterior, no debe alterar la consideración
de que se trata de derechos privados, por más que sean los que permitan el desenvolvimiento de las relaciones y los
ámbitos vitales garantizados por el derecho fundamental a la libertad de elección de residencia. Y como tales derechos
privados deben ser tratados, sin que la protección de la personalidad y la autonomía privada que está en la base de su
regulación implique que deban incorporarse al contenido de los derechos fundamentales protegibles en amparo. De
esta manera, el derecho a la libre elección del domicilio no puede entenderse como derecho a fijar el domicilio en el
concreto bien que uno desee, sin más, sino como un límite a los poderes públicos en orden a constreñir esa elección por
razones distintas a las derivadas de la libre configuración de las relaciones civiles (art. 33 C.E.), del uso del suelo de
acuerdo con el interés general (art. 47 C.E.) u otras que resulten constitucionalmente admisibles. Por eso hemos
declarado que "nada tiene que ver ese derecho con la validez o no de la adquisición de un inmueble" (ATC 180/1984,
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

fundamento jurídico 4º) o con las condiciones de la prórroga arrendaticia establecidas en la legislación de
arrendamientos urbanos (AATC 227/1983 y 236/1985), pero también hemos afirmado que "la libertad de elección de
residencia que atribuye a los españoles el art. 19 de la C.E. comporta la obligación correlativa de los poderes públicos
de no adoptar medidas que restrinjan u obstaculicen ese derecho fundamental" (STC 8/1986, fundamento jurídico 3º).
En conclusión, los condicionamientos que pueda sufrir el derecho a la libre elección de domicilio derivados de la
inexistencia o pérdida de los derechos privados que habiliten para el disfrute del bien en cuestión quedan, en principio,
al margen de la protección constitucional del derecho a la libertad de residencia”
STC 85/1989 “Carece también de relevancia la alegada infracción del derecho a la libre elección de residencia y
circulación por el territorio nacional (art. 19 de la C.E.), pues, de una parte, como pone de manifiesto la Audiencia
Nacional, la obligación de comparecer periódicamente ante el Juzgado instructor es mandato expreso del art. 530 de
la L.E.Crim., que exige la comparecencia apud acta de todo imputado en situación de libertad provisional. Y de otra
parte, como este Tribunal ha dicho en supuestos similares al que nos ocupa (ATC 650/1984), la presentación ante el
Juzgado, por ser una medida cautelar legalmente prevista, aunque ciertamente significa una restricción del derecho
de libre elección de residencia, no constituye una vulneración al mismo aquella resolución judicial que, como ocurre en
el presente caso, impone tal obligación dentro de los supuestos legales y en forma razonada en términos de Derecho.
Todo ello sin olvidar que en este caso se ha permitido al recurrente efectuar la comparecencia ante el Juzgado de la
ciudad por el elegido como lugar de residencia”
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Lección 9
Los derechos políticos del artículo 23.
Artículo 23
1. Los ciudadanos tienen el derecho a participar en los asuntos públicos, directamente o por medio de
representantes, libremente elegidos en elecciones periódicas por sufragio universal.
2. Asimismo, tienen derecho a acceder en condiciones de igualdad a las funciones y cargos públicos, con los
requisitos que señalen las leyes.
En lo que atañe al derecho de participación política son pocos los antecedentes históricos en nuestro
constitucionalismo. La vena del liberalismo revolucionario que se plasma el artículo 6º de la Declaración de derechos
del hombre y del ciudadano de 1789, según el cual la ley es la expresión de la voluntad general y "todos los ciudadanos
tienen el derecho de participar personalmente, o por sus representantes, en su formación", queda arrinconada en las
expresiones constitucionales españolas cuya representación política acaba montándose, como también en la propia
Francia, sobre el sufragio censitario y la consiguiente concepción de éste como función pública, otorgada y ejercida
conforme a prescripciones legales. Sólo la Constitución de 1869 rompe la tendencia proclamando el derecho de voto
(artículo 16). Ni siquiera la Constitución de 1931 proclama un derecho de participación sino la igualdad de sexo en los
derechos electorales "conforme determinen las leyes" (artículo 36).
Son dos derechos diferentes, el 23.2 el derecho a acceder a los cargos públicos. Y el 23.1 son ciudadanos, el derecho
a poder votar.
Con la proclamación de la República, en abril de 1931, la igualdad de los sexos pasó por fin a ser una posibilidad real
con la aprobación de la nueva constitución. Los compiladores del anteproyecto se habían mostrado más bien cautos
con respecto a la cuestión de la igualdad de los sexos y habían sugerido la siguiente redacción: “No podrán ser
fundamento de privilegio jurídico: el nacimiento, la clase social, la riqueza, las ideas políticas y las creencias religiosas.
Se reconoce en principio la igualdad de derechos de los dos sexos”.
El Gobierno provisional, en un decreto de 8 de mayo de 1931, concedió el voto a todos los hombres mayores de
veintitrés años y declaró que las mujeres y los curas podían ser elegidos para ser diputados. En las elecciones
celebradas en junio de aquel año fueron elegidas dos mujeres diputadas, Clara Campoamor (Partido Radical) y Victoria
Kent (Izquierda Republicana): dos mujeres de un total de 465 diputados. A finales de aquel mismo año otra mujer
diputada, Margarita Nelken (Partido Socialista), ingresó en las Cortes. De las tres, Clara Campoamor, abogada, fue la
más asidua defensora de los derechos de la mujer y desempeñó un papel importante en el debate acerca del sufragio
femenino.
El anteproyecto sólo había dado el voto a la mujer soltera y a la viuda, propuesta que defendió A. Ossorio Gallardo
sobre la curiosa base que, hasta que los maridos estuviesen preparados para la vida política, el sufragio femenino
podía ser una fuente de discordia doméstica. En general, sin embargo, la oposición a conceder el voto a la mujer,
casada o soltera, estaba basada en el temor a que no estuviese todavía lo suficientemente independizada de la Iglesia
y su voto fuese en su mayor parte derechista, poniendo así en peligro la existencia misma de la República.
Los republicanos de izquierda, radicales y radicales-socialistas fueron los que más se opusieron. Los radical-socialistas
presentaron una enmienda el 1 de septiembre de 1931 para restringir los derechos electorales exclusivamente a los
hombres. Al día siguiente, el doctor Novoa Santos proporcionó argumentos biológicos para dar fuerza a los
argumentos de conveniencia política: a la mujer no la dominaban la reflexión y el espíritu crítico, se dejaba llevar
siempre de la emoción, de todo aquello que hablaba a sus sentimientos; el histerismo no era una simple enfermedad,
sino la propia estructura de la mujer.
Los radicales propusieron una enmienda con el fin de que se omitiera la palabra mismos en el artículo que rezaba: Los
ciudadanos de uno y otro sexo, mayores de veintitrés años, tendrán los mismos derechos electorales conforme
determinen las leyes. Guerra del Río, defensor de la moción, arguyó que tal modificación permitiría a las Cortes
conceder el voto a la mujer en una ley electoral que podría ser revocada si la mujer votaba por los partidos
reaccionarios. La enmienda fue rechazada (153 en contra, 93 a favor), pero los radicales y radical-socialistas que habían
votado sin someterse a la disciplina de partido pronto se arrepintieron.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

El hecho de que Clara Campoamor defendiera el sufragismo femenino y de que Victoria Kent se opusiera provocó un
gran debate. En el debate del día 1 de octubre de 1931, Victoria Kent propuso que se aplazara la concesión del voto a
la mujer; no era, decía, una cuestión de la capacidad de la mujer, sino de oportunidad para la República. El momento
oportuno sería al cabo de algunos años, cuando las mujeres pudiesen apreciar los beneficios que les ofrecía la
República. Clara Campoamor replicaba diciendo que la mujer había demostrado sentido de la responsabilidad social,
que el índice de analfabetos era mayor en los hombres que en las mujeres y que sólo aquellos que creyesen que las
mujeres no eran seres humanos podían negarles la igualdad de derechos con los hombres.
Advirtió a los diputados de las consecuencias de defraudar las esperanzas que las mujeres habían puesto en la
República: No dejéis a la mujer que, si es regresiva, piense que su esperanza estuvo en la Dictadura; no dejéis a la
mujer que piense, si es avanzada, que su esperanza está en el comunismo. Guerra del Río aplaudió los sentimientos
expresados por Clara Campaomor, quien, según él, servía de portavoz de lo que siempre fue, es y será mañana ideal
del Partido Republicano Radical: la igualdad absoluta de derechos para ambos sexos. Sin embargo, siguió diciendo, los
radicales pensaban que era prematura la inmediata concesión del voto a la mujer, y por tanto votarían en contra.
Ovejero, en nombre de los socialistas, dijo que, aunque sabían que existía la posibilidad de perder escaños en las
próximas elecciones, eso no tenía importancia comparado con la educación política de la mujer española; querían el
sufragio femenino para llamar a la conciencia de la mujer y convertirla en cooperadora eficaz del resurgimiento
español.
Cuando el artículo 34 - que establecía la equiparación de derechos electorales para los ciudadanos de uno y otro sexo
mayores de veintitrés años - fue finalmente aprobado por 161 votos a favor y 121 en contra, se produjo un clamor: La
concesión del voto a las mujeres, acordada ayer por la Cámara, determinó un escándalo formidable, que continuó
luego en los pasillos. Las opiniones eran contradictorias. El banco azul fue casi asaltado por grupos de diputados que
discutían con los ministros y daban pruebas de gran exaltación. (La Voz, 2 de octubre de 1931). Votaron a favor: el
Partido Socialista (con alguna sonada excepción como la de Indalecio Prieto), la derecha y pequeños núcleos
republicanos (catalanes, progresistas y Agrupación al servicio de la República); en contra, Acción Republicana, y los
radical-socialistas y radical (con la excepción de Clara Campoamor y otros cuatro diputados).
Las primeras elecciones en las que participaron las mujeres fueron las de 1933, e inevitablemente se les echó la culpa
de la victoria de la derecha. Era, sin embargo, una conclusión superficial. Aun aceptando que una parte del electorado
femenino hubiera podido influir en el resultado favorable a las derechas de los comicios del 33, si se sumaban todos
los votos de izquierda emitidos en esas elecciones todavía superaban a los de los conservadores. Se trataba sobre todo
de un problema de estrategia y unidad, como se encargaría de demostrar las elecciones de febrero de 1936 con el
triunfo del Frente Popular.
Tras la segunda guerra mundial, La Declaración Universal de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, de 10 de
diciembre de 1948, consagra internacionalmente el derecho de participación directa o a través de representantes
libremente elegidos (artículo 21.1) en elecciones periódicas con sufragio universal. En parecidos términos se expresa
el artículo 25, apartados a) y d) del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, de 19 de diciembre de 1966. La
generosa pauta marcada por la Declaración de 1948 no es, empero, seguida por el Convenio Europeo de Derechos
Humanos, de 4 de noviembre de 1950 cuyo artículo 3 del Protocolo Adicional 1º, de 20 de marzo 1951, reconoce, más
restringidamente, un derecho a elecciones libres con escrutinio secreto para la elección del cuerpo legislativo.
Nuestro constituyente siguió, pues, la estela de los documentos de Naciones Unidas, proclamando un genérico
derecho de participación política que se completa directamente con los artículos 68.1 y 69.2 CE.
Derechos de Partición en los asuntos públicos o “derechos políticos”
a. Que integran un grupo de derechos fundamentales consustanciales al Estado democrático como el Estado
español tal como reconoce el a. 1 CE Esta forma de estado que se supone que el poder emana del pueblo
(a.2 CE), y por tanto solo puede ejercerse por él o alguien expresamente consentido por él. Lo que reconoce
el art. 23 CE
b. Pero la CE manifiesta en su Preámbulo su voluntad de “establecer una sociedad democrática avanzada”
Lo que se traduce:
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

• En un mandato a los poderes públicos en su art. 9 de “facilitar la participación de todos los ciudadanos en
la vida política, económica, cultural y social”.
• Y en una extensión de la participación de los ciudadanos que va más allá de las formas tradicionales,
referentes a la participación en la designación de los representantes políticos.
Como reflejo, en el texto constitucional se prevén supuestos y formas muy distintas de participación que no se limitan
a la participación política:
1. El art. 48 se refiere a «la participación libre y eficaz de la juventud en el desarrollo político, social, económico y
cultural»;
2. El artículo 125 prevé «la participación de los ciudadanos en la Administración de Justicia mediante la institución
del Jurado»
3. Y el art. 129.1 se refiere a las «formas de participación de los interesados en la Seguridad Social».
4. Y otras muchas disposiciones constitucionales se refieren a formas de intervención, directa o indirecta, de los
ciudadanos en actividades de poderes públicos (arts. 51, 105) o entidades privadas (art. 129.2).
El Derecho de Sufragio Activo (art. 23.1 CE)
1- Al que se refiere el a 23.1 de la CE, que establece que <<los ciudadanos tienen el derecho a participar en los
asuntos públicos, directamente o por medio de representantes, libremente elegidos en elecciones periódicas
por sufragio universal».
2- (contenido) se trata en primer lugar de un Derecho Fundamental de todos los ciudadanos lo q. impide q sea
considerado como un deber exigible jurídicamente; esto es,
- no cabe la penalización jurídica de la abstención, frente a lo que ocurre en otros ordenamientos.
- que únicamente (abstención) se revela como
I. una actitud posible ante consultas electorales que se consideren irrelevantes o inapropiadas, e incluso
puede ser una expresión de una crítica global al sistema electoral o político.
II. Desde esta perspectiva, la abstención sería claramente una expresión de actitudes y convicciones de
corte ideológico, y, por lo tanto, se situaría bajo la directa protección del art. 16 de la CE.
Ello no impide que votar constituya también una función imprescindible para el funcionamiento del Estado democráti-
co, “sobre cuyo ejercicio descansa la entera arquitectura del sistema democrático».”
- Lo que (STS de 20 de diciembre de 1990) hace que resulte en términos del Tribunal Supremo «genéricamente
inexcusable, aun cuando pueda ser excusado a título individual».
- La participación tiene pues un valor objetivo, como se traduce en el mandato constitucional de facilitar la
participación de los ciudadanos (art. 9.2).
Por ello, el TC (con ocasión de elecciones de carácter no político (STC 208/89)) ha declarado que está
constitucionalmente legitimado el poder público para fomentar la participación y luchar contra la abstención, aun
cuando ésta sea también una posible opción abierta a los ciudadanos.
El TC en sentencias como STC 51/1984 Pese a algunas consideraciones doctrinales en contra, ha restringido “por la
misma dicción del artículo” el ámbito objetivo de este derecho a la participación política
Es un Derecho que tienen todos los ciudadanos españoles

1. la consolidación de la democracia hizo abandonar los sistemas de sufragio restringido para en su lugar instaurar el
sufragio universal sin restricciones debidas a la «capacidad» del individuo
- en los inicios del constitucionalismo, votaban los cualificados económicamente (sufragio censitario) o
intelectualmente (sufragio de capacidades).
2. la titularidad del derecho, (esto es, su traducción a la efectiva posibilidad de su ejercicio) se hace depender, en la
legislación electoral española, únicamente de diversos requisitos vinculados a la naturaleza y finalidad del derecho
(para un correcto ejercicio) como son:
- (…) “la inscripción en el censo electoral vigente»”. indispensable a tenor del a. 2.2 LOREG, y que permite una
constancia fehaciente de su titularidad.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

- o la exigencia de mayoría de edad;


- y la exclusión de los incapaces en virtud de sentencia judicial firme, así como los internados en hospital
psiquiátrico con autorización judicial.
Que acredita la capacidad del elector (También en estos casos resulta evidente la conexión entre la causa de la
restricción (esto es, la presumible falta de capacidad de decidir sobre las opciones sometidas al elector)

- la privación de la titularidad del derecho a «los condenados por Sentencia judicial a la pena principal o accesoria
de privación del sufragio durante el tiempo de su cumplimiento», que refleja, en el art. 3.1.a) de la LOREG, las
previsiones del Código penal.

El artículo 23.1 conecta de forma estrecha con la proclamación realizada en el artículo 1.1 CE: "España se constituye
en un Estado social y democrático de derecho". La participación entendida como derecho ofrece la vertiente individual
indispensable del Estado democrático. Y la anterior proclamación se refuerza con la mención (artículo 1.2) de que la
soberanía nacional reside en el pueblo español del que emanan todos los poderes del Estado. Aparece en juego
también el artículo 9.2 que encomienda a los poderes públicos fomentar entre otras, la participación política. Porque
se trata de un derecho de participación política, no de una participación de cualquier otra naturaleza en asuntos
públicos (STC 51/1984, de 25 de abril, la primera de varias sentencias en donde se descarta la proyección del derecho
de participación política a otras esferas de la vida social). Mediante este tipo de participación el ciudadano contribuye
a la formación democrática de la voluntad estatal, y ésta se produce directamente a través de la elección de
representantes que forman los órganos en donde esa se expresa.
Como el propio artículo 23.1 establece, la participación puede ser directa o indirecta. La primera se refleja en nuestra
Constitución en la previsión del referéndum del artículo 92 o del referéndum de reforma constitucional (artículos 167.3
y 168.3, Ley Orgánica 2/1980, de 18 de enero, de las distintas modalidades de referéndum), así como en la más
modesta iniciativa legislativa popular (artículo 87.3, Ley Orgánica 3/1984, de 26 de marzo, de la iniciativa legislativa
popular). En cambio, la representación política es el eje de la estructura democrática del estado y el verdadero
mecanismo a través del cual se legitima el funcionamiento de las principales instituciones en cada esfera territorial:
Cortes Generales (artículos 66.1, 68.1 y 69.2) parlamentos autonómicos (artículos 143, 151 y 152), municipios (artículo
140) y diputaciones provinciales (artículo 141.2).
El artículo 23.1 exige que la elección de los representantes se realice mediante elecciones periódicas y sufragio
universal; lo segundo va de suyo con la proclamación del derecho, lo primero es indispensable para que la soberanía
nacional se actualice de cuando en cuando, en periodo razonable que nuestra Constitución fija en cuatro años para el
Congreso de los Diputados y el Senado, extensión temporal asignada también a otras instituciones representativas.
La universalidad de sufragio no es la única característica del voto como se ocupan de recordar los artículos 68.1 y 69.2
que, si bien se refieren respectivamente a las elecciones de cada una de las cámaras de las Cortes calificando el sufragio
de universal, libre, igual, directo y secreto, estos rasgos pueden predicarse asimismo de otras elecciones. La excepción
podría residir únicamente en el carácter no siempre estrictamente directo de alguna elección celebrada en España: la
de diputados provinciales.
El Tribunal Constitucional ha precisado, desde la STC 51/1984, ya citada, que la titularidad del derecho corresponde
en exclusiva a las personas físicas y no la ha reconocido ni siquiera a los partidos políticos (STC 36/1990, de 1 de marzo),
a pesar de que estos sean considerados en el artículo 6 CE "instrumentos fundamentales de la participación política".
Su carácter instrumental coloca a los partidos no en la posición de usurpar la participación política individual sino en
la de promoverla concurriendo a su formación y manifestación. Esto, no obstante, no ha impedido que el Tribunal
Constitucional reconozca interés legítimo suficiente a los partidos políticos (SSTC 53/1982 y 35/1985) y a los grupos
parlamentarios (SSTC 81/1991, 177/2002, 361/2006 y 74/2009) para, por la vía del recurso de amparo, reclamar el
respeto de tales derechos fundamentales.
Como se anticipaba al comienzo de esta sinopsis el derecho a acceder en condiciones de igualdad a funciones y cargos
públicos con los requisitos que señalen de las leyes ha sido desdoblado por el Tribunal Constitucional (STC 7/1989, de
19 de enero) en dos derechos nítidamente diferenciados: el de acceso a cargo público representativo y el de acceso a
la función pública. El primero englobaría al sufragio pasivo y los derechos de los representantes políticos.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Hay que partir de un concepto restrictivo de cargo público representativo (STC 71/1989, de 21 de abril), ligado a la
elección por sufragio universal, directa o indirecta, mediante la cual se forma democráticamente la voluntad estatal.
Luego no todo cargo público es representativo, sólo el elegido por sufragio universal. Se trata de un derecho
democrático del ciudadano y de un derecho de libertad y de autonomía del representante; por eso la titularidad es
exclusivamente de los ciudadanos, individualmente o asociados (grupos políticos, grupos parlamentarios). El Tribunal
Constitucional no admite, pues, la titularidad de los partidos políticos (STC 5/1983, de 4 de febrero) apoyándose
también en la prohibición de mandato imperativo estipulada en el artículo 67.2 CE.
La referencia "los requisitos que señalen las leyes" ha servido al Tribunal Constitucional para reiterar hasta la saciedad
que éste es un típico derecho de configuración legal, sin la cual no es factible su ejercicio. El Alto Tribunal recuerda,
no obstante, que no toda infracción de la legalidad constituye lesión del derecho fundamental.
El Tribunal Constitucional distingue tres momentos que consagran una triple dimensión del derecho: acceso,
permanencia y ejercicio del cargo. En cada uno de ellos se ejercen derechos diversos, facultades concretas, al amparo
del artículo 23.2 CE. En el momento del acceso se ejerce el sufragio pasivo (artículo 68.5 CE y SSTC 60/1987, de 20 de
mayo y 84/2003, de 8 de mayo) estrictamente ligado al sufragio activo pues ambos sirven al mismo y jurídico, es decir,
a la representación, pero distinguibles y autónomos. La Constitución reclama igualdad en el acceso y, por lo tanto, en
el sufragio pasivo. En este sentido son determinantes las causas de inelegibilidad y de incompatibilidad establecidas
en la Constitución (artículo 70.1) y precisadas en la Ley Orgánica 5/1985, de 19 de junio, de Régimen Electoral General,
en el Reglamento del Congreso de los Diputados, de 10 de febrero de 1982 y en el Reglamento del Senado, de 3 de
mayo de 1994 (STC 45/1983, de 25 de mayo).
Durante la campaña electoral tienen los candidatos derechos al uso, en igualdad de oportunidades, de los medios
públicos, lo que origina una dimensión prestacional del derecho.
La igualdad de los candidatos también ha de predicarse del mismo sistema electoral, y en este sentido se ha tenido el
Tribunal Constitucional que pronunciar a propósito de la llamada barrera electoral, que consideró, en su actual
configuración, no desproporcionada ni lesiva de derecho fundamental alguno (STC 193/1989, de 16 de noviembre).
El Tribunal Constitucional (SSTC 101/1983, de 18 de noviembre y 74/1991, de 8 de abril) hubo de plantearse,
confirmándola, la constitucionalidad, primero, de la exigencia de acatamiento a la constitución para adquirir
plenamente la condición de parlamentario y, segundo, acerca del empleo de la fórmula "por imperativo legal", no
prevista en los reglamentos parlamentarios pero empleada por algunos para superar el requisito.
El segundo momento es el de la permanencia en el cargo representativo. No sólo se tiene derecho a acceder sino
también a permanecer: quien ha sido elegido por los electores no puede ser despojado de su cargo, pues tiene derecho
a permanecer en él el tiempo previsto constitucionalmente para la duración de su mandato (artículos 68.4 y 69.6 CE).
Los pronunciamientos más célebres del Tribunal Constitucional al respecto se produjeron en las SSTC 24/1983, de 6
de abril y 28/1984, de 28 de febrero; en ellas nuestro Alto Tribunal operó una interpretación extensiva de la prohibición
de mandato imperativo alguno (artículo 67.2 CE) a todo cargo público representativo, incluyendo los concejales y
excluyendo de paso que los partidos sean titulares de derechos que sólo a las personas físicas corresponde ejercer.
Con la misma lógica que respecto de los momentos anteriores el derecho de acceso a cargo público representativo ha
de contener también un ius in officium, es decir, un conjunto de facultades que identifican la labor del representante
y que, junto con el derecho a permanecer, forman el estatuto del parlamentario (STC 37/1985, de 8 de marzo y
36/1990, de 28 de febrero, STC 208/2003, STC 141/2007 y STC 74/2009). Entre ellos el derecho a la remuneración,
condicionada al cumplimiento del deber de asistencia.
Las funciones de los parlamentarios son derechos fundamentales de los representantes y atribuciones de un órgano.
Estas funciones del representante que conforman el contenido del derecho son aquellas que materializan lo esencial
de la actividad parlamentaria y que desglosa la jurisprudencia del Tribunal Constitucional en derecho a la información
(STC 203/2002, de 28 de octubre), derecho de interrogación (artículos 110 y 111 CE y SSTC 177/2002, de 19 de octubre
y 40/2003, de 27 de febrero), un derecho a la tramitación de las propuestas (STC 40/2003, de 27 de febrero), un
derecho de enmienda (STC 118/1995, de 17 de julio), además de la posibilidad de constituir grupo parlamentario (STC
64/2002, de 11 de marzo). Todas estas facultades se integran en el ius in officium y conforman el bloque de las
funciones parlamentarias, configuradas en los reglamentos parlamentarios, sin cuyo ejercicio resultaría imposible el
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

ejercicio del propio derecho del representante e indirectamente tampoco el ejercicio del derecho de participación
política de los ciudadanos.
El art. 23.2 tiene una primera dimensión política: el derecho a presentarse como candidato a elecciones a instancias
representativas de carácter público, esto es, las Cortes Generales, y los órganos de las entidades en que el Estado se
organiza territorialmente. Por el contrario, la jurisprudencia constitucional ha considerado que no son «cargos
públicos» afectados por las disposiciones del artículo 23.2 relativos al sufragio pasivo, los integrantes de instituciones
representativas no pertenecientes al aparato estatal o a organizaciones públicas territoriales.
Así, el Tribunal Constitucional ha estimado que el art. 23.2 «no protege el derecho de acceso, en las mismas
condiciones, a cargos o funciones que no tienen la naturaleza de oficios públicos, sino de representación del personal
al servicio de las Administraciones públicas ante las mismas» (STC 149/88). No protege, pues, cargos representativos
sindicales o corporativos.
En fin, la delimitación legal prevista en el artículo 23.2 se traduce en que el legislador cuente con una amplia libertad
para especificar las condiciones en que ha de producirse la elección de representantes, la proclamación de los elegidos
y la efectiva toma de posesión de sus cargos. Por ello, el Tribunal Constitucional ha afirmado en muchas ocasiones que
la Constitución no se pronuncia en favor de un sistema electoral concreto, ni prohíbe cláusulas que exijan un
porcentaje mínimo de votos para ser elegido, así como que los Reglamentos parlamentarios pueden imponer
requisitos para la toma de posesión de los electos.
Por lo que se refiere a la titularidad del derecho, el artículo 23.2 CE la predica (en relación con el apartado 1 del mismo
artículo) de los ciudadanos. Pero, como ocurre respecto del derecho de sufragio activo, la Constitución exige, en este
aspecto, una lectura conjunta de sus preceptos, particularmente a la vista de las disposiciones del art. 13.2 (referente
a las elecciones municipales) y 93 (integración en organizaciones supranacionales).
Ya se vio que el artículo 13.2 de la Constitución prevé la posible titularidad, por no nacionales, de los derechos de
sufragio activo y pasivo en las elecciones municipales. Precisamente, la inclusión de las palabras «y pasivo» en dicho
artículo fue el objeto de la reforma constitucional de 27 de agosto de 1992, para acomodar la normativa española a
las previsiones del reformado Tratado de la Comunidad Europea. Como resultado, deben extenderse al derecho de
sufragio pasivo en las elecciones municipales, respecto de los no nacionales, las consideraciones efectuadas en
relación con el derecho de sufragio activo, no sólo en los supuestos de ciudadanos de la Unión Europea, sino también
en casos de acuerdos bilaterales con países extracomunitarios, que prevean la extensión del derecho de sufragio a sus
nacionales residentes en España. En cuanto a las elecciones al Parlamento Europeo, la previsión del artículo 19.2 del
Tratado de la Comunidad Europea, que confiere la cualidad de elegible en esas elecciones en los Estados miembros de
la Unión a todo ciudadano de la misma que resida en un Estado miembro del que no sea nacional, supone que podrán
presentarse como candidatos en tales elecciones, cuando se realicen en España, no sólo los ciudadanos españoles,
sino los residentes nacionales de países integrados en la Unión Europea. Así lo reconoce el artículo 210 bis de la LOREG,
reformado para recoger las previsiones del Tratado de la Unión Europea.
El derecho de acceso a la función pública no es derecho a desempeñar funciones determinadas sino garantía de
igualdad de oportunidades, posibilidad igual si se cumplen los requisitos legales no discriminatorios (STC 47/1990, de
20 de marzo). Es, por lo tanto, un derecho reaccional para impugnar (STC 50/1986 y STC 200/1991, de 28 de octubre,
STC 107/2003, STC 37/2004 y STC 87/2008). Impide a los poderes públicos exigir requisitos no relacionados con el
mérito y la capacidad (SSTC 193/1987, de 9 de diciembre; 206/1988, de 7 de noviembre; 67/1989, de 18 de abril;
27/1991, de 14 de febrero y 215/1991, de 14 de febrero). El acceso y la consiguiente selección que le precede sólo son
legítimos, en definitiva, si los requisitos legales sirven para constatar el mérito y la capacidad, valorándolos de forma
adecuada. Es cierto, sin embargo, que, salvo excepciones contadas en la jurisprudencia ordinaria, los tribunales han
venido respetando la discrecionalidad técnica de los órganos de selección; sólo cuando la arbitrariedad ha sido muy
notable se ha entrado en la valoración de los méritos llevada a cabo por el órgano administrativo competente.
La jurisprudencia del Tribunal Constitucional, muy abundante, se ha centrado en la interpretación del término cargo
público y en lo que debe entenderse por acceso. Respecto de lo primero, consagra el Tribunal Constitucional que cargo
público hace referencia a función pública profesional (STC 163/1991, de 18 de agosto), de ahí que haya culminado la
férrea conexión entre los artículos 23.2 y 103.3 CE. En cambio, ha interpretado extensivamente el concepto de acceso
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

comprendiendo dentro de él también los ascensos, aunque en estos últimos los principios de igualdad, mérito y
capacidad se proyecten con otra intensidad (STC 192/1990, de 29 de noviembre).
Acerca de las normas de acceso, exige el Tribunal Constitucional que sean generales y abstractas, no ad personam
(SSTC 148/1986, de 25 de noviembre y 127/1991, de 6 de junio); y a propósito de la valoración de los méritos exigidos,
éstos han de corresponderse con el cargo a desempeñar (SSTC 148/1986, de 25 de noviembre y 193/1987, de 9 de
diciembre). En esta línea argumental rechaza que la residencia, el centro de titulación o la edad (SSTC 42/1981, de 22
de diciembre y 75/1983, de 1 de marzo) sean criterios legítimos, mientras que el cumplimiento de los plazos (STC
72/1987, de 23 de mayo) o, en determinadas circunstancias, el conocimiento de lengua cooficial distinta del castellano
pueda constituir requisitos razonables (STC 82/1986, de 26 de junio). Sobre las oposiciones restringidas el Tribunal
Constitucional las ha rechazado como norma, aunque las admita a título excepcional (SSTC 27/1991, de 14 de febrero
y 16/1998, de 26 de enero). Considera en cambio que es admisible valorar los servicios prestados y la antigüedad (SSTC
67/1989, de 18 de abril y 60/1994, de 28 de febrero), siempre que no constituyan requisitos para presentarse a las
pruebas de acceso sino únicamente méritos a tener en cuenta por los órganos de selección, así como el sistema de
libre designación entre quienes ya son funcionarios, en tanto que es indiferente nombrar por méritos objetivos
(concurso) o realizando una apreciación subjetiva, (SSTC 235/2000 y 30 y 126/2008).
El desarrollo legal de este derecho es plural y sectorial y va desde la norma legal a las convocatorias mismas de los
procesos de selección que operan como regla de cada oposición. Entre las normas más relevantes: la Ley 53/1984, de
2 de diciembre, sobre Incompatibilidades del personal al servicio de las Administraciones públicas, Ley 30/1984, de 2
de agosto de medidas para la reforma de la función pública, en lo que se mantiene vigente, y la Ley 7/2007, de 12 de
abril, del Estatuto Básico del Empleado Público.
Sentencia del Tribunal Constitucional 78/2016: (contra una resolución del Presidente de la Asamblea de Madrid que
la expulsó de una sesión plenaria y la suspendió de su condición de diputada en activo durante un mes)
“el derecho fundamental que ha podido vulnerar directamente la decisión impugnada –y en el que ha de incardinarse
su queja– es el garantizado en el art. 23.2 CE, en relación con el reconocido en el art. 23.1 CE, dada la íntima relación
existente entre ellos cuando se trata de una pretensión ejercida por cargos públicos o representantes parlamentarios
en el ejercicio de sus funciones (SSTC 161/1988, de 20 de septiembre, FJ 6; 181/1989, de 3 de noviembre, FJ 4; 23/1990,
de 13 de diciembre, FJ 4, y 220/1991, de 25 de noviembre, FJ 4, por todas).”
Sentencia Tribunal Constitucional 143/2016 (contra acuerdos de la Mesa de la Junta General del Principado de Asturias
que aprobaron una reducción de plazo para la tramitación de un proyecto de ley presupuestaria)
“El derecho de acceso en condiciones de igualdad a las funciones y cargos públicos (art. 23.2 CE) incorpora el derecho
de los parlamentarios y de los grupos en que se integran a ejercer sus funciones en condiciones de igualdad dentro de
la legalidad parlamentaria. Este ius in officium es definido como un derecho de configuración legal, en el sentido de
que compete básicamente a los Reglamentos de las Cámaras fijar y ordenar los derechos y atribuciones que
corresponden a los parlamentarios, de modo que, una vez reconocidos y configurados aquellos derechos y facultades,
se integran en su estatus representativo. Solo cabe apreciar una vulneración del art. 23.2 CE si los órganos de las
Asambleas impiden o coartan ilegítimamente el núcleo esencial de la función representativa o adoptan decisiones
jurídicamente reprobables que contraríen la naturaleza de la representación o la igualdad de los representantes”
Sentencia Tribunal Constitucional 32/2017, de 27 de febrero de 2017 (Vulneración del derecho al ejercicio de las
funciones representativas por denegación de documentación solicitada para el ejercicio de la función de fiscalización
de la idoneidad para el cargo de los designados como miembros del Consejo de Gobierno autonómico)
No se puede afectar al núcleo de la función representativa parlamentaria de los diputados, como es, indudablemente,
el ejercicio de la función legislativa o de control de la acción del Gobierno, siendo vulnerado el art. 23.2 CE si los propios
órganos de las Asambleas impiden o coartan su práctica o adoptan decisiones que contraríen la naturaleza de la
representación o la igualdad de los representantes. Tales circunstancias imponen a los órganos parlamentarios una
interpretación restrictiva de todas aquellas normas que puedan suponer una limitación al ejercicio de aquellos
derechos o atribuciones que integran el status constitucionalmente relevante del representante público y el deber de
motivar las razones de su aplicación, so pena, no sólo de vulnerar el derecho fundamental del representante de los
ciudadanos a ejercer su cargo(art. 23.2 CE), sino también de infringir el de éstos a participar en los asuntos públicos.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Conforme a las sentencias del Tribunal Constitucional (por ejemplo la STC 246/2012), el núcleo esencial de la función
representativa se corresponde con aquellas funciones que sólo pueden ejercer los titulares del cargo público por ser
la expresión del carácter representativo de la institución (SSTC 141/2007, fundamento jurídico tercero y 169/2009,
fundamento jurídico tercero) y de las que no pueden ser privados incluso en el caso de que los titulares del cargo
público hayan optado por abandonar el grupo político de procedencia (SSTC 5/1983, fundamento jurídico quinto;
185/1993, fundamento jurídico quinto y 298/2006, fundamento jurídico séptimo). Por esta razón, entre las funciones
que pertenecen al núcleo inherente a la función representativa que constitucionalmente corresponde a los miembros
de una corporación local se encuentran, en todo caso, la de participar en la actividad de control del gobierno local, la
de participar en las deliberaciones del Pleno de la corporación, la de votar en los asuntos sometidos a votación en este
órgano, así como el derecho a obtener la información necesaria para poder ejercer las anteriores (SSTC 169/2009, FJ
3; 20/2011, FJ 4; y 9/2012, FJ 4).
Sentencia TC 11/2017, de 30 de enero de 2017 (inadmisión a trámite de dos proposiciones no de ley. Vulneración del
derecho al ejercicio de las funciones representativas: inadmisión de iniciativas parlamentarias sin motivación
suficiente)
• acceder en condiciones de igualdad a las funciones y cargos públicos, con los requisitos que señalen las leyes»,
no sólo garantiza el acceso igualitario a las funciones y cargos públicos, sino también que los que hayan
accedido a los mismos se mantengan en ellos y los desempeñen de conformidad con lo que la ley disponga
• puede decirse que son primordialmente los representantes políticos de los ciudadanos quienes dan
efectividad a su derecho a participar en los asuntos públicos. De suerte que el derecho del art. 23.2 CE, así
como, indirectamente, el que el art. 23.1 CE reconoce a los ciudadanos, quedaría vacío de contenido, o sería
ineficaz, si el representante político se viese privado del mismo o perturbado en su ejercicio.

El Derecho de Petición.
Está reconocido en el artículo 29 de la Constitución y en la Ley orgánica 4/2001.
Toda persona natural o jurídica, prescindiendo de su nacionalidad, puede ejercer el derecho de petición, individual o
colectivamente, en los términos y con los efectos establecidos por la presente Ley y sin que de su ejercicio pueda
derivarse perjuicio alguno para el peticionario. No obstante, no resultarán exentos de responsabilidad quienes con
ocasión del ejercicio del derecho de petición incurriesen en delito o falta.
Los miembros de las Fuerzas o Institutos armados, o de los Cuerpos sometidos a disciplina militar, sólo podrán ejercer
este derecho individualmente y con arreglo a lo dispuesto en su legislación específica.
El derecho de petición podrá ejercerse ante cualquier institución pública, administración, o autoridad, así como ante
los órganos de dirección y administración de los organismos y entidades vinculados o dependientes de las
Administraciones públicas, respecto de las materias de su competencia, cualquiera que sea el ámbito territorial o
funcional de ésta.
Las peticiones podrán versar sobre cualquier asunto o materia comprendido en el ámbito de competencias del
destinatario, con independencia de que afecten exclusivamente al peticionario o sean de interés colectivo o general.
No son objeto de este derecho aquellas solicitudes, quejas o sugerencias para cuya satisfacción el ordenamiento
jurídico establezca un procedimiento específico distinto al regulado en la presente Ley.
Las peticiones se formularán por escrito, pudiendo utilizarse cualquier medio, incluso de carácter electrónico, que
permita acreditar su autenticidad, e incluirán necesariamente la identidad del solicitante, la nacionalidad si la tuviere,
el lugar o el medio elegido para la práctica de notificaciones, el objeto y el destinatario de la petición.
En el caso de peticiones colectivas, además de cumplir los requisitos anteriores, serán firmadas por todos los
peticionarios, debiendo figurar, junto a la firma de cada uno de ellos su nombre y apellidos.
El peticionario podrá dar cuenta del ejercicio de su derecho a institución u órgano diferente de aquel ante quien dirigió
la petición, remitiéndole copia del escrito sin otro efecto que el de su simple conocimiento.
Los peticionarios podrán exigir la confidencialidad de sus datos.
En el ámbito territorial de las Comunidades Autónomas cuyos Estatutos establezcan la cooficialidad lingüística, los
peticionarios tendrán derecho a formular sus peticiones a la Administración General del Estado o a los organismos
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

públicos vinculados o dependientes de ella en cualquiera de las lenguas oficiales y a obtener respuesta en la lengua
de su elección.
En aquellas peticiones que se dirijan a las instituciones autonómicas y entidades locales, el uso de la lengua se ajustará
a lo previsto en la legislación autonómica correspondiente.
La institución, administración u órgano instructor deberá traducir al castellano los documentos, expedientes o partes
de los mismos que deban surtir efectos fuera del territorio de la Comunidad Autónoma y los documentos dirigidos a
los interesados que así lo soliciten expresamente. Si deben surtir efectos en el territorio de una Comunidad Autónoma
donde sea cooficial esa misma lengua distinta al castellano, no será precisa su traducción.
El escrito en que se deduzca la petición, y cualesquiera otros documentos y comunicaciones, podrán presentarse ante
cualquier registro o dependencia admitida a estos efectos por la legislación reguladora del Régimen Jurídico de las
Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común.
La administración, institución pública o autoridad que reciba una petición acusará recibo de la misma y lo comunicará
al interesado dentro de los diez días siguientes a su recepción. Esta actuación se llevará a efecto por el órgano
correspondiente de acuerdo con la norma organizativa de cada entidad.
Recibido el escrito de petición, la autoridad u órgano al que se dirija procederá a comprobar su adecuación a los
requisitos previstos por la presente Ley, previas las diligencias, comprobaciones y asesoramientos que estime
pertinentes. Como resultado de tal apreciación deberá declararse su inadmisión o tramitarse la petición
correspondiente.
Si el escrito de petición no reuniera los requisitos establecidos en la ley o no reflejara los datos necesarios con la
suficiente claridad, se requerirá al peticionario para que subsane los defectos advertidos en el plazo de quince días
con el apercibimiento de que, si así no lo hiciera, se le tendrá por desistido de su petición, notificándose entonces su
archivo con expresión de la causa.
Asimismo, se podrá requerir al peticionario la aportación de aquellos datos o documentos complementarios que obren
en su poder o cuya obtención esté a su alcance y que resulten estrictamente imprescindibles para tramitar la petición.
La no aportación de tales datos y documentos no determinará por sí sola la inadmisibilidad de la petición, sin perjuicio
de sus efectos en la contestación que finalmente se adopte.
No se admitirán las peticiones cuyo objeto sea ajeno a las atribuciones de los poderes públicos, instituciones u
organismos a que se dirijan, así como aquéllas cuya resolución deba ampararse en un título específico distinto al
establecido en esta Ley que deba ser objeto de un procedimiento parlamentario, administrativo o de un proceso
judicial.
Tampoco se admitirán aquellas peticiones sobre cuyo objeto exista un procedimiento parlamentario, administrativo o
un proceso judicial ya iniciado, en tanto sobre los mismos no haya recaído acuerdo o resolución firme. La declaración
de inadmisibilidad será siempre motivada y deberá acordarse y notificarse al peticionario en los cuarenta y cinco días
hábiles siguientes al de presentación del escrito de petición.
Cuando la inadmisión traiga causa de la existencia en el ordenamiento jurídico de otros procedimientos específicos
para la satisfacción del objeto de la petición, la declaración de inadmisión deberá indicar expresamente las
disposiciones a cuyo amparo deba sustanciarse, así como el órgano competente para ella.
En otro caso, se entenderá que la petición ha sido admitida a trámite.
Siempre que la declaración de inadmisibilidad de una petición se base en la falta de competencia de su destinatario,
éste la remitirá a la institución, administración u organismo que estime competente en el plazo de diez días y lo
comunicará así al peticionario.
Cuando un órgano u autoridad se estime incompetente para el conocimiento de una petición remitirá directamente
las actuaciones al órgano que considere competente, si ambos pertenecieran a la misma institución, administración u
organismo.
Una vez admitida a trámite una petición, la autoridad u órgano competente vendrán obligados a contestar y a notificar
la contestación en el plazo máximo de tres meses a contar desde la fecha de su presentación. Asimismo podrá, si así
lo considera necesario, convocar a los peticionarios en audiencia especial.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Cuando la petición se estime fundada, la autoridad u órgano competente para conocer de ella, vendrá obligado a
atenderla y a adoptar las medidas que estime oportunas a fin de lograr su plena efectividad, incluyendo, en su caso,
el impulso de los procedimientos necesarios para adoptar una disposición de carácter general.
La contestación recogerá, al menos, los términos en los que la petición ha sido tomada en consideración por parte de
la autoridad u órgano competente e incorporará las razones y motivos por los que se acuerda acceder a la petición o
no hacerlo. En caso de que, como resultado de la petición, se haya adoptado cualquier acuerdo, medida o resolución
específica, se agregará a la contestación.
La autoridad u órgano competente podrá acordar, cuando lo juzgue conveniente, la inserción de la contestación en el
diario oficial que corresponda. Anualmente la autoridad u órgano competente confeccionará una memoria de
actividades derivadas de las peticiones recibidas.
El derecho de petición es susceptible de tutela judicial mediante las vías establecidas en el artículo 53.2 de la
Constitución, sin perjuicio de cualesquiera otras acciones que el peticionario estime procedentes. Podrán ser objeto
de recurso contencioso-administrativo, por el procedimiento de protección jurisdiccional de los derechos
fundamentales de la persona, establecido en los artículos 114 y siguientes de la Ley 29/1988, de 13 de julio, reguladora
de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa:
a. La declaración de inadmisibilidad de la petición.
b. La omisión de la obligación de contestar en el plazo establecido.
c. La ausencia en la contestación de los requisitos mínimos establecidos en la ley
Las peticiones dirigidas al Congreso de los Diputados, al Senado o a las Asambleas Legislativas de las Comunidades
Autónomas se tramitarán de conformidad a lo establecido en sus respectivos Reglamentos que deberán recoger la
posibilidad de convocar en audiencia especial a los peticionarios, si así se considerara oportuno, quedando sujetas, en
todo caso, las decisiones que adopten al régimen de garantías fijado en el artículo 42 de la Ley Orgánica del Tribunal
Constitucional.
En los supuestos en que una iniciativa legislativa popular haya resultado inadmitida por no cumplir con todos los
requisitos previstos en su normativa reguladora, a petición de sus firmantes podrá convertirse en petición ante las
Cámaras, en los términos establecidos en sus respectivos Reglamentos.
Queda excluida de la aplicación de esta Ley el régimen de las quejas dirigidas al Defensor del Pueblo y a las instituciones
autonómicas de naturaleza análoga, que se regirán por su legislación específica.
Las peticiones formuladas por los internos en el ámbito regulado por la Ley Orgánica 1/1979, de 26 de septiembre,
General Penitenciaria, se ajustarán a lo dispuesto en la misma.
El Tribunal Constitucional ha estudiado este derecho en varias sentencias, entre las que citamos la STC 161/1988.
En la primera dice el art. 29.1 de la Constitución, al establecer que «todos los españoles tendrán el derecho de petición
individual y colectiva, por escrito, en la forma y con los efectos que determina la ley», reconoce un derecho uti cives
del que disfrutan por igual todos los españoles, en su condición de tales, que les permite dirigir, con arreglo a la Ley a
que se remite la Constitución, peticiones a los poderes públicos, solicitando gracia o expresando súplicas o quejas, sin
que en él se incluya el derecho a obtener respuesta favorable a lo solicitado.
Basta este somero esbozo de su contenido para comprender que el derecho de petición del art. 29.1 de la Constitución
no protege pretensiones que se deduzcan con base en reglas singulares ordenadoras de las funciones y facultades que
correspondan a quiénes ostenten el status específico de miembros de órganos colegiados».
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Lección 10
La Tutela Judicial Efectiva
Artículo 24
1. Todas las personas tienen derecho a obtener la tutela efectiva de los jueces y tribunales en el ejercicio de sus
derechos e intereses legítimos, sin que, en ningún caso, pueda producirse indefensión.
2. Asimismo, todos tienen derecho al Juez ordinario predeterminado por la ley, a la defensa y a la asistencia de
letrado, a ser informados de la acusación formulada contra ellos, a un proceso público sin dilaciones indebidas
y con todas las garantías, a utilizar los medios de prueba pertinentes para su defensa, a no declarar contra sí
mismos, a no confesarse culpables y a la presunción de inocencia.
La ley regulará los casos en que, por razón de parentesco o de secreto profesional, no se estará obligado a declarar
sobre hechos presuntamente delictivos.
Tutela judicial efectiva (24,1 C.E.): Macro-derecho que incluye:
- Derecho de acceso a la justicia
- Derecho a obtener una resolución motivada y congruente
- Derecho al acceso a los recursos legalmente previstos
- Derecho a la ejecución de las resoluciones judiciales
Garantías del artículo 24,2 (garantías procesales)
Nos encontramos sin lugar a dudas ante el artículo más complejo de la parte dogmática de nuestra Constitución
española. No en vano es el derecho que más demandas de recurso de amparo constitucional genera. La titularidad de
este derecho es de todas las personas. La tutela judicial efectiva protege, antes que nada, a los individuos, personas
físicas, nacionales o extranjeras, titulares de derecho e intereses legítimos, y frente a los poderes públicos. Pero, esto
no obstante, el Tribunal Constitucional ha reconocido también la titularidad de este derecho a las personas jurídicas
(STC 19/1983), y excepcionalmente a las personas jurídico-públicas, exigiendo en este caso que la situación procesa
de éstas se análoga a la de los particulares, es decir, que la persona pública no goce de privilegios procesales (SSTC
19/1983, 91/1991, 100/2000, 175/2001 y 11 y 28/2008).
El derecho a la tutela judicial es el equivalente, en el Derecho anglosajón, a la obligación de respetar el due process of
law, que también aparece contemplado en las Enmiendas VI y XIV de la Constitución de los Estados Unidos de América.
Es el derecho a la tutela judicial efectiva un auténtico derecho fundamental de carácter autónomo y con contenido
propio (STC 89/1985), pero igualmente el Tribunal Constitucional precisa, en relación con su naturaleza, que "no es la
de un derecho de libertad ejercitable sin más, directamente a partir de la Constitución, sino la de un derecho de
prestación, que sólo puede ejercerse por los cauces que el legislador establece o, dicho de otro modo, es un derecho
de configuración legal" (STC 99/1985).
De forma muy sucinta se podría estructurar, siguiendo a los profesores De Esteban y González-Trevijano, de la
siguiente forma.
En primer lugar, tenemos el derecho de libre acceso a los Jueces y Tribunales; en este sentido la STC 223/2001 señala
que "desde la STC 37/1995, de 7 de febrero, este Tribunal ha venido reiterando que el núcleo del derecho fundamental
a la tutela judicial proclamado por el artículo 24.1 CE consiste en el acceso a la jurisdicción"; con idéntico sentido
encontramos también las SSTC 73/2004, 237/2005, 119/2008, 29/2010. Ello implica tres cuestiones; primera, dirigirse
al órgano judicial competente; segunda, la admisión de cualquier tipo de pretensión -independiente es evidentemente
que prospere o no-; tercera y última, el costo de los procesos no puede ser un obstáculo (el artículo 119 de la
Constitución consagra la justicia gratuita en los términos que establezca la ley, en concreto, la Ley 1/1996, de 10 de
enero, de asistencia jurídica gratuita).
En segundo lugar, está el derecho a obtener una sentencia que ponga fin al litigio suscitado en la instancia adecuada
(SSTC 144/2003, 290/2006, 24/2010).
En tercer término, el derecho al cumplimiento de la sentencia (artículos 117.3 y 118 CE y SSTC 224/2004, 282/2006,
20/2010). Por último, en cuarto lugar, el derecho a entablar los recursos legales (SSTC 37/1993, 111/2000, 21/2002,
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

59/2003). En lo que respecta al procedimiento civil, en relación con el 24 CE, en esta materia de recursos, ver el artículo
469.1.4 y 469.2, sobre el recurso extraordinario por infracción procesal en el proceso civil de la Ley 1/2000, de 7 de
enero, de Enjuiciamiento Civil.
Respecto de la prohibición de la indefensión, nos encontramos realmente ante una cláusula de cierre, "la idea de
indefensión engloba, entendida en un sentido amplio, a todas las demás violaciones de derechos constitucionales que
puedan colocarse en el marco del artículo 24 CE" (STC 48/1984 y SSTC 146/2003, 199/2006 y 28/2010). Se origina por
tanto la indefensión, siguiendo la abundante jurisprudencia constitucional, cuando de forma ilegítima se priva o limita
los medios de defensa producida en el seno de un proceso, produciendo en una de las partes, sin que le sea imputable,
un perjuicio definitivo en sus derechos e intereses sustantivos. Se daría pues indefensión, como más adelante veremos
de forma colateral, cuando se infringe una norma procesal, se priva a una parte o se la limita en sus medios de defensa
o ante la falta imputabilidad al justiciable.
En parecidas palabras se manifiesta el Tribunal Constitucional al indicar que "viene declarando reiteradamente que,
en el contexto del artículo 24.1 CE, la indefensión es una noción material que se caracteriza por suponer una privación
o minoración sustancial del derecho de defensa; un menoscabo sensible de los principios de contradicción y de igualdad
de las partes que impide o dificulta gravemente a una de ellas la posibilidad de alegar y acreditar en el proceso su
propio derecho, o de replicar dialécticamente la posición contraria en igualdad de condiciones con las demás partes
procesales. Por otro lado, para que la indefensión alcance la dimensión constitucional que le atribuye el artículo 24 CE
se requiere [...], que la indefensión sea causada por la incorrecta actuación del órgano jurisdiccional" (STC 40/2002).
En lo que atañe al derecho a un proceso penal con garantías, ya desde muy temprano el Tribunal Constitucional apuntó
que se aplica a cualquier tipo de proceso (STC 13/1981). Es interesante apreciar las influencias de los artículos 118 y
520.2 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal de 14 de septiembre de 1882, modificados ambos por la Ley 53/1978, sobre
el artículo 24.2 de la Constitución. La primera garantía que señala la Constitución en su artículo 24.2 es el derecho al
juez natural, esto es, el juez ordinario predeterminado por la ley, sin entrar en las diferencias que especialmente la
doctrina italiana incluye entre juez natural y predeterminado u ordinario. Lo contrario de la garantía del juez
predeterminado por la ley, supondría una posible manipulación del litigio al sustraer éste del conocimiento del Juez
natural (STC 47/1983). El principio de la predeterminación legal se extiende a todos los órdenes jurisdiccionales. De
forma coherente se entiende que quedan prohibidos los jueces excepcionales, tal y como establece la jurisprudencia
constitucional (SSTC 199/1987 y 62/1990, y SSTC 181/2004 y 115/2006) y del Tribunal de Estrasburgo (caso Bulut,
STEDH, de 22 de febrero de 1996).
A continuación, se constitucionaliza el derecho a la defensa y asistencia de letrado. Las partes pueden elegir su letrado
o en su defecto se les asignará uno de oficio. La asistencia de un profesional es esencial para que no se dé la indefensión
de una de las partes. Sólo será viable que la parte del procedimiento no esté asistida cuando así lo contemplen y lo
permitan las diferentes leyes de procedimiento al efecto.
Cabe pues el denominado derecho a la autodefensa. En este sentido hay que tener presente lo preceptuado en
relación con la asistencia de letrado y procurador por la Ley 1/2000, de 7 de enero, de Enjuiciamiento Civil y por la Ley
de Enjuiciamiento Criminal de 14 de septiembre de 1882. Por lo demás, el principio de contradicción que rige el
proceso judicial y la igualdad o equilibrio en la defensa de las partes, hace necesaria la efectividad de este derecho
para la consecución de una justicia procesal.
El derecho a ser informado de la acusación formulada es simplemente esencial para que el acusado pueda preparar
su defensa (SSTC 44/1983 y 179/1990), nuevamente la ausencia de este derecho devendría en una manifiesta
indefensión de la parte afectada. Esto se concreta pues en conocer los hechos que se le imputan y la calificación
jurídica de los mismos. Es obvio que, en el caso de no entender la lengua oficial correspondiente, el imputado tiene
derecho a la efectividad de ese derecho a la información a través de un intérprete que lógicamente proporciona, en
todos sus términos, el Juzgado que conoce de la causa. Esto es coherente con el artículo 6, apartado 3, letra e), del
Convenio Europeo de Derechos Humanos. Respecto del contenido de este artículo, el Tribunal Europeo de Derechos
Humanos determina que "comporta, para cualquiera que no hable o no comprenda la lengua empleada por la
audiencia, el derecho de ser asistido gratuitamente por un intérprete sin que quepa después la posibilidad de reclamar
el pago de los gastos de esta asistencia" (STEDH de 26 de abril de 1979, caso Luedicke).
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

El principio acusatorio es por tanto un presupuesto del derecho a ser informado de la acusación misma (STC 47/1991).
También debe darse una correlación entre la acusación y la sentencia, aunque la variación de la calificación jurídica
sin alteración del hecho objeto de acusación debe poder ser discutida por las partes (STC 153/1990). Por último, este
derecho a ser informado relega en el ámbito procesal penal la reformatio in peius, esto es, que en vía de recurso se
condene sin que ninguna parte acusadora sostuviera la acusación (SSTC 167/2002, 64/2003, 215/2009).
Por tanto, en conclusión, el artículo 24 no permite que ningún Juez penal juzgue ex officio, por tanto, sin previa
acusación formulada por aquel que posea la legitimación activa para ello (STC 225/1988). Este principio se mantiene
tanto para la primera como para la segunda instancia, e igualmente para la apelación de la sentencia, en el caso de
que ésta se dé (STC 53/1989).
El siguiente derecho es a un proceso público. La relación con el artículo 120.1 CE es directa. La publicidad hemos de
entenderla como una garantía para el acusado. El control público evita así los juicios secretos. Pero según el artículo
24.2 el proceso debe ser público y sin dilaciones indebidas. La expresión dilaciones indebidas configura lo que en
Derecho se denomina un concepto jurídico indeterminado, que de forma casuística deben ir precisando los tribunales.
En una variada jurisprudencia del Tribunal Constitucional, los criterios específicos que en cada caso concreto han de
aplicarse para determinar si ha habido o no dilación indebida son los siguientes:
1. Las circunstancias del proceso;
2. La complejidad objetiva del mismo;
3. La duración de otros procesos similares;
4. La actitud procesal del recurrente;
5. El interés que en el litigio arriesga éste;
6. La actitud de los órganos judiciales;
7. Los medios de que disponen éstos.
Estos siete criterios se han extraído del contraste entre las siguientes Sentencias del Tribunal Constitucional 36/1984,
5/1985, 152/1987, 223/1988, 28/1989, 50/1989, 81/1989, 224/1991, 220/2004, 63/2005 y 5/2010
Asimismo, todos tienen derecho a un proceso con todas las garantías. Se trata ésta de una cláusula residual que ha
permitido al Tribunal Constitucional integrar en el artículo 24 de la Constitución garantías establecidas en textos
internacionales, aplicando para ello el artículo 10.2 de la Constitución.
La garantía más importante que se ha incorporado por esta vía ha sido la del juez imparcial, entendida en términos
más amplios que la regla general de que quien instruye no falla (SSTC 147/1982, 60/1995, 154/2001, 231/2002). Pero
existen otras, como por ejemplo la relativa a que la condena se base en una actividad probatoria que el órgano judicial
haya examinado directa y personalmente, SSTC 167/2003 y 115/2008).
Otro derecho que configura el proceso es el derecho a utilizar los medios de prueba pertinentes para la defensa. La
fase probatoria normalmente es la más relevante del procedimiento, es cuando los letrados tratan de demostrar al
órgano judicial los argumentos a su favor. El juez o Tribunal tiene que velar por el buen desarrollo de esta fase de
forma que las pruebas sean, como no puede ser de otra manera, obtenidas legalmente, deben ser pertinentes, esto
es, relacionadas con el litigio, por un lado, y útiles al mismo, por otro. Por tanto, tienen que estar destinadas a
esclarecer los hechos objeto del litigio. Nuevamente, el incumplimiento o vulneración de este derecho provocaría la
indefensión de la parte afectada. Es por tanto preciso fundamentar la inadmisión de medios probatorios que puedan
incidir en la sentencia (SSTC 30/1986 y 45/1990). Concluyendo en lo referido a este derecho, podemos seguir lo
apuntado en el fundamento jurídico segundo de la STC 73/2001, al señalar que "la lesión del derecho invocado sólo se
habrá producido si, en primer término, la falta de práctica de la prueba es imputable al órgano judicial y, en segundo
término, si esa falta generó indefensión material a los recurrentes en el sentido de que este Tribunal aprecie, en los
términos alegados en la demanda de amparo, la relación de la práctica de la prueba con los hechos que se quisieron
probar y no se probaron y la trascendencia de la misma en orden a posibilitar una modificación del sentido del fallo"
(STC 183/1999, de 11 de octubre, F. 4; SSTC 170/1998, de 21 de julio; 37/2000, de 14 de febrero, y 246/2000, de 16
de octubre. El derecho a no declarar contra sí mismo y no confesarse culpable es otra garantía procesal
constitucionalizada. Indicar que el segundo es un reflejo del primero, siendo pues realmente un único derecho
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

fundamental que, tan sólo es ejercitable en el ámbito sancionador, tanto en su vertiente penal como en la
administrativa (SSTC 110/1984 y 197/1995).
En relación con la prueba del test de alcoholemia, el Tribunal Constitucional ha limitado el alcance de esta garantía a
las actividades de prueba que consistan en prestar declaración o testimonio, no pudiéndose invocar respecto de
pruebas documentales y periciales, como son, por ejemplo, la presentación de documentos o la práctica del test, SSTC
76/1990, 161/1997, 188/2002, 68/2004 y 319/2006). Estamos pues ante un derecho de carácter instrumental que
constituye una manifestación del derecho de defensa. El fundamento jurídico sexto de la citada STC 197/1995,
determina de estos dos derechos que sobre los mismos "los órganos judiciales deben ilustrar desde el primer acto
procesal en el que pueda dirigirse contra una determinada persona el procedimiento [...]. Tanto uno como otro, son
garantías o derechos instrumentales del genérico derecho de defensa, al que prestan cobertura en su manifestación
pasiva, esto es, la que se ejerce precisamente con la inactividad del sujeto sobre el que recae o puede recaer una
imputación, quien, en consecuencia, puede optar por defenderse en el proceso en la forma que estime más conveniente
para sus intereses, sin que en ningún caso pueda ser forzado o inducido, bajo constricción o compulsión alguna, a
declarar contra sí mismo o a confesarse culpable (SSTC 36/1983 y 127/1992)".
La presunción de inocencia "ha dejado de ser un principio general del derecho que ha de informar la actividad judicial
para convertirse en un derecho fundamental que vincula a todos los poderes públicos y que es de aplicación inmediata"
(STC 31/1981). Estamos por tanto ante una presunción de la denominadas iuris tantum. Esto significa que toda persona
se presume su inocencia hasta que no quede demostrada su culpabilidad. Es una presunción que por tanto admite
prueba en contrario, pero lo relevante es que quien acusa es quien tiene que demostrar la culpabilidad, el acusado
pues no tiene que demostrar su inocencia, ya que de ella se parte. La carga de la prueba es así de quien acusa. La
presunción de inocencia se basa en dos principios claves: primero, el de la libre valoración de la prueba, que
corresponde efectuar a jueces y Tribunales por imperativo del artículo 117.3 CE; segundo, para desvirtuar esta
presunción es preciso que se den medios de prueba válidos y lícitamente obtenidos utilizados en el juicio oral, dando
siempre lugar a la defensa del acusado (SSTC 64/1986 y 82/1988). En resumen, siguiendo el fundamento jurídico
noveno de la STC 124/2001: "en definitiva, nuestra doctrina está construida sobre la base de que el acusado llega al
juicio como inocente y sólo puede salir de él como culpable si su primitiva condición es desvirtuada plenamente a partir
de las pruebas aportadas por las acusaciones. En palabras de la ya citada STC 81/1998 (F. 3) la presunción de inocencia
opera... como el derecho del acusado a no sufrir una condena a menos que la culpabilidad haya quedado establecida
más allá de toda duda razonable". Se pueden citar también las SSTC 117/2002, 35/2006 y 1/2010.
Concluye el artículo 24.2 con una exclusión específica al deber constitucional de colaborar con la justicia que
contempla el artículo 118 CE. El fundamento de la exclusión es doble, por un lado, no obligar a declarar contra un
familiar por el evidente condicionamiento que el parentesco produce, por otro, la salvaguarda del derecho al secreto
profesional que disfrutan los abogados, médicos, sacerdotes, etc.
Téngase presente que los periodistas tienen reconocido su derecho al secreto profesional específicamente en el
artículo 20.1. d) CE. Realmente la exclusión del artículo 24.2 in fine no contempla un derecho o un mandato al
legislador, parece lo más acertado, a tenor de la redacción empleada por los constituyentes, que estamos ante una
simple habilitación para que el legislador regule esta materia, y la regule respetando los términos y las limitaciones
que el propio constituyente marca en el artículo citado.
Sobre el acceso a la Justicia:
- Sobre los costes económicos del proceso: SSTC 217/2007 y 9 y 10/2008 se debe asegurar que aquellos que no
tienen medios económicos, puedan tener acceso a estos derechos.
- El Tribunal Constitucional ya dictó hace un par de años el auto 197/2010, donde se manifiesta que la exigencia
del pago de un tributo como presupuesto para acceder a la justicia implica una seria duda sobre la
constitucionalidad de dicha medida. Por ello, termina dando la razón a un recurrente al que se le impidió litigar
porque no había abonado el importe en cuestión, alegando que tal exigencia colisionaba con el artículo 24 de
la Constitución en cuanto que “el pago del tributo se torna en un obstáculo insalvable y desproporcionado
para la satisfacción del derecho a la tutela judicial efectiva”.
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- No es menos cierto que, posteriormente, el propio TC en sus sentencias 20/2012 y 103/2012 no declaró
inconstitucionales los preceptos legales que exigían esas tasas pero hacía referencia a personas jurídicas con
un volumen de negocio de varios millones de euros.
- Se dictó la Ley 10/2012, de 20 de noviembre, por la que se regulan determinadas tasas en el ámbito de la
Administración de Justicia y del Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses.
Constituye el hecho imponible de la tasa el ejercicio de la potestad jurisdiccional originada por el ejercicio de los
siguientes actos procesales:
a. La interposición de la demanda en toda clase de procesos declarativos y de ejecución de títulos ejecutivos
extrajudiciales en el orden jurisdiccional civil, la formulación de reconvención y la petición inicial del proceso
monitorio y del proceso monitorio europeo.
b. La solicitud de concurso necesario y la demanda incidental en procesos concursales.
c. La interposición del recurso contencioso-administrativo.
d. La interposición del recurso extraordinario por infracción procesal en el ámbito civil.
e. La interposición de recursos de apelación contra sentencias y de casación en el orden civil y contencioso-
administrativo.
f. La interposición de recursos de suplicación y de casación en el orden social.
g. La oposición a la ejecución de títulos judiciales.
Sentencia del Tribunal Constitucional 140/2016, de 21 de julio de 2016:
La doctrina de este Tribunal tiene asentado, así, que el derecho a una justicia gratuita deviene instrumental del ejercicio
del derecho fundamental a la tutela judicial efectiva (por todas, SSTC 9/2008, de 21 de enero, FJ 2, y 10/2008, de 21 de
enero, FJ 2, así como las que en ellas se citan). Ahora bien, el art. 119 CE consagra un derecho de configuración legal,
en cuya consecuencia ha de reconocerse libertad al legislador para regular los requisitos de su otorgamiento, pudiendo
«modular la gratuidad en función del orden jurisdiccional afectado –penal, laboral, civil, etc...– o incluso del tipo
concreto de proceso y, por supuesto, en función de los recursos económicos de los que pueda disponer en cada
momento» (STC 16/1994, de 20 de enero, FJ 3).
En la STC 20/2012, de 16 de febrero, declaramos que la tasa judicial del art. 35 de la Ley 53/2002 no era contraria al
derecho de acceso a la jurisdicción (art. 24.1 CE), no solamente porque su cuantía no resultaba desproporcionada en
función de la alta capacidad económica que se atribuye a las entidades que venían sujetas a su pago, sino porque con
ella se perseguía una finalidad legítima, la de «financiar el servicio público de la Administración de Justicia con cargo a
los justiciables que más se benefician de la actividad jurisdiccional, disminuyendo correlativamente la financiación
procedente de los impuestos»
De esta manera, «el derecho a la tutela judicial efectiva puede verse conculcado por aquellas normas que impongan
condiciones impeditivas u obstaculizadoras (del acceso a la jurisdicción), siempre que los obstáculos legales sean
innecesarios y excesivos y carezcan de razonabilidad y proporcionalidad respecto de los fines que lícitamente puede
perseguir el Legislador en el marco de la Constitución» (STC 4/1988, de 21 de enero, FJ 5; en el mismo sentido SSTC
48/1995, de 14 de febrero, FJ 2; 76/1996, de 30 de abril, FJ 2; 138/2005, de 26 de mayo, FJ 4; 273/2005, de 27 de
octubre, FJ 5, y 20/2012, de 16 de febrero, FJ 5).
En aplicación de esta doctrina, nuestra STC 20/2012, FJ 10, fijó el criterio en relación con las tasas (cuotas fija y variable)
del art. 35 de la Ley 53/2002, de que, la posible contradicción de su exigencia con el derecho fundamental de acceso
a la jurisdicción, solo se produciría, si dichas tasas resultaran «tan elevadas que impiden en la práctica el acceso a la
jurisdicción o lo obstaculizan en un caso concreto en términos irrazonables». Criterio que reiteramos en la STC
79/2012, de 17 de abril, FJ 5, esta vez a propósito del derecho de acceso al recurso [también, sobre este último, STC
190/2012, de 29 de octubre, FJ 2 a)].
Estimar parcialmente el presente recurso de inconstitucionalidad y, en consecuencia:
1. Declarar la pérdida sobrevenida del objeto del presente recurso, en lo que se refiere a la impugnación del art.
3.1 de la Ley 10/2012, de 20 de noviembre.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

2. Declarar la pérdida sobrevenida del objeto del presente recurso en lo que se refiere a la impugnación de los
arts. 1 y 7, en su aplicación a las personas físicas.
3. Declarar la inconstitucionalidad y nulidad del art. 7, apartado 1, de la Ley 10/2012, de 20 de noviembre, en los
siguientes incisos: «en el orden jurisdiccional civil: … apelación: 800 €; casación y extraordinario por infracción
procesal: 1.200 €»; «en el orden jurisdiccional contencioso-administrativo: abreviado: 200 €; ordinario: 350 €;
apelación: 800 €; casación: 1.200 €»; y «en el orden social: suplicación: 500 €; casación: 750 €»; con los efectos
indicados en el anterior fundamento jurídico 15.
4. Declarar la inconstitucionalidad y nulidad del art. 7, apartado 2, de la Ley 10/2012, de 20 de noviembre, con
los efectos indicados en el anterior fundamento jurídico 15.
5. Desestimar el recurso en todo lo demás.
La pérdida de objeto sobrevenido a la que hace referencia el fallo se refiere a que la ley 10/2012 fue reformada
(después de la presentación del recurso) por:
- R.D.-ley 1/2015, de 27 de febrero, de mecanismo de segunda oportunidad, reducción de carga financiera y
otras medidas de orden social («B.O.E.» 28 febrero).
- Ley 25/2015, de 28 de julio, de mecanismo de segunda oportunidad, reducción de la carga financiera y otras
medidas de orden social («B.O.E.» 29 julio).

1.- Vulneración del derecho a la Tutela Judicial Efectiva (artículo 24.1 de la Constitución):
Es constante, reiterada y uniforme la doctrina del Tribunal Constitucional que configura el acceso a los tribunales como
una parte del contenido esencial del derecho a la tutela judicial efectiva. Es más, conforme al Tribunal Constitucional,
el acceso a los tribunales no solo es una parte esencial del derecho fundamental, sino que es el primero de sus
contenidos en un “orden lógico y cronológico” (SSTC 226/206; 330/2006; 148/2007; 251/2007; 25/2008 entre otras
muchas).
Si bien es cierto es que este derecho, como otros muchos, es de configuración legal, es decir, el Legislador está
legitimado para que, con las leyes que aprueba, pueda perfilar y desarrollar dicho derecho, dicha acción del legislador
no puede imponer condiciones impeditivas o dificultar el acceso a la jurisdicción con obstáculos insalvables o excesivos
que carezcan de razonabilidad y proporcionalidad (STC 251/2007; 26/2008 entre otras).
Centrando el asunto en el tema de las tasas judiciales, el Tribunal Constitucional ya se ha pronunciado en varias
ocasiones, así citamos:
- El Auto del Tribunal Constitucional 197/2010 ya establecía con claridad la estimación de un recurso de amparo
a un ciudadano que se le denegó el acceso a los tribunales por el impago de una tasa judicial, argumentado
que la exigencia del tributo “se torna en un obstáculo insalvable y desproporcionado para la satisfacción del
derecho a la tutela judicial efectiva”.
- En las STC 20/2012 y 103/2012 el tribunal constitucional, si bien no declaró la inconstitucionalidad de la anterior
legislación sobre tasas, sí vinculó la constitucionalidad al argumento de que sólo se exigían a entidades con una
manifiesta solvencia (personas jurídicas que tributaban por el impuesto de sociedades y que no tenía la
consideración de empresas de reducida dimensión, es decir, que facturan más de seis millones de euros
anuales). Así, dado que con la anterior regulación la exigencia de la tasa se producía con personas jurídicas de
manifiesta solvencia, el Tribunal Constitucional salvó la constitucionalidad de dicha normativa. A sensu
contrario, si se exige la tasa de forma indiscriminada a toda persona (física y jurídica) y sin tener en cuenta su
solvencia económica, la inconstitucionalidad es manifiesta con la misma argumentación.
- En la STC 20/2012, además, se motivo el argumento que defendemos en este otrosí con razones de derecho
internacional, así se afirma que solo es constitucional subordinar la prestación de la actividad jurisdiccional en
el orden civil al abono de unas tasas judiciales por la interposición de la demanda, siempre que, en la línea de
la doctrina del Tribunal Europeo de Derechos Humanos iniciada con la Sentencia Kreuz contra Polonia, de 19
de junio de 2001 (asunto núm. 28249/95), y consolidada posteriormente (por todas, SSTEDH de 26 de julio de
2005, Kniat c. Polonia, asunto 71731/01; 28 de noviembre de 2006, Apostol c. Georgia, asunto 40765/02; y 9
de diciembre de 2010, Urbanek c. Austria, asunto 35123/05), su cuantía no sea excesiva a la luz de las
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circunstancias propias de cada caso, de modo que no se impida en la práctica el acceso a la jurisdicción o lo
obstaculice en un caso concreto en términos irrazonables.
Ley 1/1996, de 10 de enero, de Asistencia Jurídica Gratuita
En los términos y con el alcance previstos en esta ley y en los tratados y convenios internacionales sobre la materia en
los que España sea parte, tendrán derecho a la asistencia jurídica gratuita:
a) Los ciudadanos españoles, los nacionales de los demás Estados miembros de la Unión Europea y los
extranjeros que se encuentren en España, cuando acrediten insuficiencia de recursos para litigar.
b) Las Entidades Gestoras y Servicios Comunes de la Seguridad Social, en todo caso.
c) Las siguientes personas jurídicas cuando acrediten insuficiencia de recursos para litigar:
1. Asociaciones de utilidad pública, previstas en el artículo 32 de la Ley Orgánica 1/2002, de 22 de marzo,
reguladora del Derecho de Asociación.
2. Fundaciones inscritas en el Registro Público correspondiente.
d) En el orden jurisdiccional social, además, los trabajadores y beneficiarios del sistema de Seguridad Social, tanto
para la defensa en juicio como para el ejercicio de acciones para la efectividad de los derechos laborales en
los procedimientos concursales.
Asimismo, el derecho a la asistencia jurídica gratuita se reconoce a los trabajadores y beneficiarios de la
Seguridad Social para los litigios que sobre esta materia se sustancien ante el orden contencioso-
administrativo.
e) En el orden contencioso-administrativo, así como en la vía administrativa previa, los ciudadanos extranjeros
que acrediten insuficiencia de recursos para litigar tendrán derecho a la asistencia letrada y a la defensa y
representación gratuita en los procedimientos que puedan llevar a la denegación de su entrada en España, a
su devolución o expulsión del territorio español, y en todos los procedimientos en materia de asilo.
f) En los litigios transfronterizos en materia civil y mercantil, las personas físicas, que sean ciudadanos de la Unión
Europea o nacionales de terceros países que residan legalmente en uno de los Estados miembros, en los
términos que en él se establecen.
g) Con independencia de la existencia de recursos para litigar, se reconoce el derecho de asistencia jurídica
gratuita, que se les prestará de inmediato, a las víctimas de violencia de género, de terrorismo y de trata de
seres humanos en aquellos procesos que tengan vinculación, deriven o sean consecuencia de su condición de
víctimas, así como a los menores de edad y las personas con discapacidad intelectual o enfermedad mental
cuando sean víctimas de situaciones de abuso o maltrato.
h) Con independencia de la existencia de recursos para litigar, se reconoce el derecho de asistencia jurídica
gratuita a quienes a causa de un accidente acrediten secuelas permanentes que les impidan totalmente la
realización de las tareas de su ocupación laboral o profesional habitual y requieran la ayuda de otras personas
para realizar las actividades más esenciales de la vida diaria, cuando el objeto del litigio sea la reclamación de
indemnización por los daños personales y morales sufridos.
i) Con independencia de la existencia de recursos para litigar, se reconoce el derecho de asistencia jurídica
gratuita a las asociaciones que tengan como fin la promoción y defensa de los derechos de las víctimas del
terrorismo, señaladas en la Ley 29/2011, de 22 de septiembre, de reconocimiento y protección integral a las
víctimas del terrorismo.
Se reconocerá el derecho de asistencia jurídica gratuita a aquellas personas físicas que careciendo de patrimonio
suficiente cuenten con unos recursos e ingresos económicos brutos, computados anualmente por todos los conceptos
y por unidad familiar, que no superen los siguientes umbrales:
a. Dos veces el indicador público de renta de efectos múltiples vigente en el momento de efectuar la solicitud
cuando se trate de personas no integradas en ninguna unidad familiar.
b. Dos veces y media el indicador público de renta de efectos múltiples vigente en el momento de efectuar la
solicitud cuando se trate de personas integradas en alguna de las modalidades de unidad familiar con menos
de cuatro miembros.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

c. El triple de dicho indicador cuando se trate de unidades familiares integradas por cuatro o más miembros o
que tengan reconocida su condición de familia numerosa de acuerdo con la normativa vigente.
El derecho a la asistencia jurídica gratuita comprende las siguientes prestaciones:
1. Asesoramiento y orientación gratuitos previos al proceso a quienes pretendan reclamar la tutela judicial de sus
derechos e intereses, así como información sobre la posibilidad de recurrir a la mediación u otros medios
extrajudiciales de solución de conflictos.
2. Asistencia de abogado al detenido, preso o imputado que no lo hubiera designado, para cualquier diligencia
policial que no sea consecuencia de un procedimiento penal en curso o en su primera comparecencia ante un
órgano jurisdiccional, o cuando ésta se lleve a cabo por medio de auxilio judicial y el detenido, preso o imputado
no hubiere designado abogado en el lugar donde se preste. No será necesario que el detenido, preso o imputado
acredite previamente carecer de recursos, sin perjuicio de que si no se le reconoce con posterioridad el derecho
a la asistencia jurídica gratuita, deba abonar al abogado los honorarios devengados por su intervención.
3. Defensa y representación gratuitas por abogado y procurador en el procedimiento judicial, cuando la
intervención de estos profesionales sea legalmente preceptiva o, cuando no siéndolo, sea expresamente
requerida por el Juzgado o Tribunal mediante auto motivado para garantizar la igualdad de las partes en el
proceso.
4. Inserción gratuita de anuncios o edictos, en el curso del proceso, que preceptivamente deban publicarse en
periódicos oficiales.
5. Exención del pago de tasas judiciales, así como del pago de depósitos necesarios para la interposición de
recursos.
6. Asistencia pericial gratuita en el proceso a cargo del personal técnico adscrito a los órganos jurisdiccionales, o,
en su defecto, a cargo de funcionarios, organismos o servicios técnicos dependientes de las Administraciones
públicas.
7. Obtención gratuita de copias, testimonios, instrumentos y actas notariales
8. Reducción del 80 por 100 de los derechos arancelarios que correspondan por el otorgamiento de escrituras
públicas y por la obtención de copias y testimonios notariales no contemplados en el número anterior, cuando
tengan relación directa con el proceso y sean requeridos por el órgano judicial en el curso del mismo, o sirvan
para la fundamentación de la pretensión del beneficiario de la justicia gratuita.
9. Reducción del 80 por 100 de los derechos arancelarios que correspondan por la obtención de notas,
certificaciones, anotaciones, asientos e inscripciones en los Registros de la Propiedad y Mercantil, cuando tengan
relación directa con el proceso y sean requeridos por el órgano judicial en el curso del mismo, o sirvan para la
fundamentación de la pretensión del beneficiario de la justicia gratuita.
La asistencia jurídica gratuita en el transcurso de una misma instancia se extiende a todos sus trámites e incidencias,
incluida la ejecución, pero no podrá aplicarse a un proceso distinto.
El derecho a la asistencia jurídica gratuita se mantendrá para la interposición y sucesivos trámites de los recursos
contra las resoluciones que pongan fin al proceso en la correspondiente instancia, aplicándose en este caso lo
dispuesto en el artículo 32 de la presente Ley.
Cuando la competencia para el conocimiento de los recursos a los que se refiere el apartado anterior corresponda a
un órgano judicial cuya sede se encuentre en distinta localidad, el secretario judicial, una vez recibidos los autos
judiciales, requerirá a los respectivos Colegios la designación de abogado y, en su caso, procurador de oficio ejercientes
en dicha sede jurisdiccional.
Cuando el Abogado designado para un proceso considere insostenible la pretensión que pretende hacerse valer,
deberá comunicarlo a la Comisión de Asistencia Jurídica Gratuita, dentro de los 15 días siguientes a su designación,
exponiendo los motivos jurídicos en los que fundamenta su decisión. Transcurrido dicho plazo sin que se produzca tal
comunicación, o sin que el Abogado pida su interrupción por falta de la documentación necesaria para evaluar la
pretensión, éste queda obligado a asumir la defensa.
Sobre el acceso a la Justicia:
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

- Sobre los plazos de caducidad: gozan de legitimidad constitucional por el principio de seguridad jurídica (STC
1/2007, 13/2008)
- Sobre la fianza exigida para el ejercicio de la acción penal: es constitucional siempre que la cuantía de la misma
se adecúe proporcionalmente a la capacidad económica (STC 79/1999)
- El suplicatorio de los Diputados y Senadores: En este caso se diferencia entre si se ejercita contra ellos una
acción penal por el desempeño de sus funciones, en cuyo caso es constitucional, o si se ejercita otro tipo de
acciones (por ejemplo demanda civil de tutela de derecho al honor, en cuyo caso fue declarar inconstitucional
por la STC 9/1990)
- En general se establece la obligación de interpretar los requisitos de acceso a la justicia “pro actione”, es decir,
de forma favorable al ciudadano que pretende acceder a la justicia no siendo constitucionales interpretaciones
que dificulten el derecho (STC 185/2006)
Sobre la motivación:
En particular, el deber de motivación supone (por todas, STC 214/2000, de 18 de septiembre, FJ 4) que las resoluciones
judiciales han de venir apoyadas en razones que permitan conocer cuáles han sido los criterios jurídicos esenciales
fundamentadores de la decisión, cuál ha sido su ratio decidendi. STC 5/2002, de 14 de enero de 2002 (F.J. 2º)
Centrada así la cuestión planteada, debemos señalar que es cierto, como alega el recurrente, que la obligación de
motivar las Sentencias no es sólo una obligación impuesta a los órganos judiciales por el art. 120.3 CE, sino también, y
principalmente, un derecho de los intervinientes en el proceso que forma parte del derecho fundamental a la tutela
judicial efectiva proclamado por el art. 24.1 CE, que únicamente se satisface si la resolución judicial, de modo explícito
o implícito, contiene los elementos de juicio suficientes para que el destinatario y, eventualmente, los órganos
encargados de revisar sus decisiones puedan conocer cuáles han sido los criterios jurídicos que fundamentan la
decisión. Es, por lo tanto —y sobre todo— una garantía esencial para el justiciable mediante la cual es posible
comprobar que la decisión judicial es consecuencia de la aplicación razonada del ordenamiento jurídico y no el fruto
de la arbitrariedad. STC 6/2002, de 14 de enero de 2002 (F.J. 3º)
Sobre la congruencia:
STC 35/2002 Como es sabido, la congruencia viene referida al deber de decidir por parte de los órganos judiciales,
resolviendo los litigios que a su consideración se sometan, exigiendo que el órgano judicial emita los pertinentes
pronunciamientos en correlación con las distintas pretensiones formuladas por las partes a lo largo del proceso.
En su modalidad de incongruencia omisiva o ex silentio, se produce "cuando el órgano judicial deje sin contestar alguna
de las pretensiones sometidas a su consideración por las partes, siempre que no quepa interpretar razonablemente el
silencio judicial como una desestimación tácita, cuya motivación pueda inducirse del conjunto de los razonamientos
contenidos en la resolución y sin que sea necesaria, para la satisfacción del derecho a la tutela judicial efectiva, una
contestación explícita y pormenorizada a todas y cada una de las alegaciones que se aducen como fundamento a su
pretensión pudiendo bastar, en atención a las circunstancias particulares concurrentes, con una respuesta global o
genérica, aunque se omita respecto de alegaciones concretas no sustanciales (SSTC 91/1995, 56/1996, 58/1996,
85/1996, 26/1997)" (STC 124/2000, de 16 de mayo, FJ 3).
Derecho a los recursos:
a) En el ámbito que no sea el derecho penal: Subordinación a la voluntad del legislador:
- se considera constitucional que en este ámbito el legislador no prevea recursos ordinarios
- por lo que configura el derecho el acceso a los mismos que están previstos en el ordenamiento jurídico
- y también a que los jueces interpreten los requisitos para acceder al mismo de una forma que no obstaculice
excesivamente el derecho
b) En el ámbito penal: Constitucionalmente se exige la posibilidad de que una sentencia penal se revise por un
tribunal superior.
Disposición Adicional decimoquinta de la LOPJ:
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La interposición de recursos ordinarios y extraordinarios, la revisión y la rescisión de sentencia firme a instancia del
rebelde, en los órdenes jurisdiccionales civil, social y contencioso-administrativo, precisarán de la constitución de un
depósito a tal efecto. En el orden penal este depósito será exigible únicamente a la acusación popular.
En el orden social y para el ejercicio de acciones para la efectividad de los derechos laborales en los procedimientos
concursales, el depósito será exigible únicamente a quienes no tengan la condición de trabajador o beneficiario del
régimen público de la Seguridad Social. El depósito únicamente deberá consignarse para la interposición de recursos
que deban tramitarse por escrito.
Todo el que pretenda interponer recurso contra sentencias o autos que pongan fin al proceso o impidan su
continuación, consignará como depósito:
a) 30 euros, si se trata de recurso de queja.
b) 50 euros, si se trata de recurso de apelación o de rescisión de sentencia firme a instancia del rebelde.
c) 50 euros, si se trata de recurso extraordinario por infracción procesal.
d) 50 euros, si el recurso fuera el de casación, incluido el de casación para la unificación de doctrina.
e) 50 euros, si fuera revisión.
Asimismo, para la interposición de recursos contra resoluciones dictadas por el Juez o Tribunal que no pongan fin al
proceso ni impidan su continuación en cualquier instancia será precisa la consignación como depósito de 25 euros. El
mismo importe deberá consignar quien recurra en revisión las resoluciones dictadas por el Secretario Judicial. Se
excluye de la consignación de depósito la formulación del recurso de reposición que la ley exija con carácter previo al
recurso de queja.
El Ministerio Fiscal también quedará exento de constituir el depósito que para recurrir viene exigido en esta Ley. El
Estado, las Comunidades Autónomas, las entidades locales y los organismos autónomos dependientes de todos ellos
quedarán exentos de constituir el depósito referido. No se admitirá a trámite ningún recurso cuyo depósito no esté
constituido.
Si el recurrente hubiera incurrido en defecto, omisión o error en la constitución del depósito, se concederá a la parte
el plazo de dos días para la subsanación del defecto, con aportación en su caso de documentación acreditativa. De no
efectuarlo, se dictará auto que ponga fin al trámite del recurso, o que inadmita la demanda, quedando firme la
resolución impugnada. Si se estimare total o parcialmente el recurso, o la revisión o rescisión de sentencia, en la misma
resolución se dispondrá la devolución de la totalidad del depósito.
Cuando el órgano jurisdiccional inadmita el recurso o la demanda, o confirme la resolución recurrida, el recurrente o
demandante perderá el depósito, al que se dará el destino previsto en esta disposición.
Los depósitos perdidos y los rendimientos de la cuenta quedan afectados a las necesidades derivadas de la actividad
del Ministerio de Justicia, destinándose específicamente a sufragar los gastos correspondientes al derecho a la
asistencia jurídica gratuita, y a la modernización e informatización integral de la Administración de Justicia.
Sobre la ejecución de sentencias:
La intangibilidad de lo decidido en resolución judicial firme, fuera de los casos legalmente establecidos, es, pues, un
efecto íntimamente conectado con la efectividad de la tutela judicial tal como se consagra en el art. 24.1 CE, de tal
suerte que éste es también desconocido cuando aquélla lo es, siempre y cuando el órgano jurisdiccional conociese la
existencia de la resolución firme que tan profundamente afecta a lo que haya de ser resuelto (SSTC 182/1994, de 20
de julio, FJ 3; y 171/1991, de 16 de septiembre, FJ 3).
A este respecto, es preciso traer a colación la reiterada doctrina de este Tribunal, que constituye ya un cuerpo
jurisprudencial consolidado, sobre el derecho a la intangibilidad, invariabilidad o inmodificabilidad de las resoluciones
judiciales como vertiente del derecho a la tutela judicial efectiva. Aunque la protección de la integridad de las
resoluciones judiciales firmes se conecta dogmáticamente con el principio de seguridad jurídica que nuestra
Constitución protege en su art. 9.3, existe una innegable conexión entre la inmodificabilidad de las resoluciones
judiciales y el derecho fundamental a la tutela judicial efectiva del art. 24.1 CE, pues si éste comprende la ejecución
de los fallos judiciales, su presupuesto lógico ha de ser el principio de la inmodificabilidad de las resoluciones judiciales
firmes, que así entra a formar parte de las garantías que el art. 24.1 CE consagra
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Sobre la ejecución de sentencias (indemnidad):


Así, hemos mantenido que la vulneración del derecho a la tutela judicial efectiva no sólo se produce por irregularidades
acaecidas dentro del proceso que ocasionen privación de garantías procesales, sino que tal derecho puede verse
lesionado igualmente cuando su ejercicio, o la realización por el trabajador de actos preparatorios o previos necesarios
para el ejercicio de una acción judicial, produzca como consecuencia una conducta de represalia por parte del
empresario. Por tal razón, hemos dicho que el derecho consagrado en el art. 24.1 CE no sólo se satisface mediante la
actuación de los Jueces y Tribunales, sino también a través de la garantía de indemnidad, lo cual significa que del
ejercicio de la acción judicial o de los actos preparatorios o previos al mismo no pueden seguirse consecuencias
perjudiciales en el ámbito de las relaciones públicas o privadas para la persona que los protagoniza. En el campo de
las relaciones laborales, la garantía de indemnidad se traduce en la imposibilidad de adoptar medidas de represalia
derivadas del ejercicio por el trabajador de la tutela de sus derechos (SSTC 14/1993, de 18 de enero, FJ 2; 54/1995, de
24 de febrero, FJ 3; 197/1998, de 13 de octubre, FJ 4; 140/1999, de 22 de julio, FJ 4; 101/2000, de 10 de abril, FJ 2; y
196/2000, de 24 de julio, FJ 3)
Derecho a no sufrir indefensión: El derecho constitucional a no sufrir indefensión, consagrado en el artículo 24.1 de la
CE, exige a quien la denuncia la obligación de un actuar diligente durante el proceso, haciendo uso de todos los medios
a su alcance para evitar su padecimiento (STS de 5 de mayo de 2008, RC n.º 735/2001).
Su incumplimiento excluye toda idea de indefensión, conforme reiterada doctrina del TC que declara que sólo es
constitucionalmente relevante la indefensión imputable a actos u omisiones de los órganos judiciales, esto es, que sea
causada por la incorrecta actuación del órgano jurisdiccional, quedando excluida del ámbito protector del artículo 24
CE la indefensión debida a la pasividad, desinterés, negligencia, error técnico o impericia de la parte o de los
profesionales que la representen o defiendan (SSTC 101/1989, de 5 de junio, FJ 5; 237/2001, de 18 de diciembre, FJ 5;
109/2002, de 6 de mayo, FJ 2; 87/2003, de 19 de mayo, FJ 5; y 5/2004, de 16 de enero, FJ 6 y 160/2009, de 29 junio,
FJ 4 ).
- Derecho de defensa
El derecho de defensa es un derecho fundamental que asegura la efectiva realización de los principios de
igualdad de partes y de contradicción que imponen a los órganos judiciales el deber positivo de evitar
desequilibrios entre la respectiva posición procesal de las partes o limitaciones en la defensa que puedan generar
a alguna de ellas situación de indefensión.
El artículo 24.2 CE reconoce el derecho a un proceso sin dilaciones indebidas.
→ La dilación indebida es un concepto jurídico indeterminado y abierto que supone una demora
extraordinaria en la tramitación del procedimiento penal. La L.O. 5/2010, de 22 de junio que modifica
la Ley Orgánica 10/95, de 23 de noviembre regula la atenuante de la dilación extraordinaria e indebida
del proceso.
→ El derecho a la presunción de inocencia como garantía constitucional y derecho fundamental del
imputado previsto en el artículo 24.2 de la CE protege a quienes por su situación en relación con un
determinado proceso, podrían ser considerados culpables o presuntos culpables. El art. 6.2 de la
Convención europea establece que: "Toda persona acusada de una infracción se presume inocente
hasta que su culpabilidad haya sido legalmente declarada".
- Derecho a un proceso con todas las garantías
El principio de legalidad procesal recogido en el artículo 1 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal conforma el marco
según el cual, el proceso ha de iniciarse, desarrollarse y finalizar conforme a los requisitos, condiciones y plazos
establecidos por ley formal, por expresa reserva del artículo 117 de la Constitución Española.
- Derecho a un juez ordinario predeterminado por la ley
La garantía jurisdiccional a un Juez Ordinario predeterminado por la ley se halla contenida esencialmente en los
arts. 24.2 CE (el derecho al Juez ordinario predeterminado por la ley) y 117.3 CE: el ejercicio de la potestad
jurisdiccional en todo tipo de procesos, juzgando y haciendo ejecutar lo juzgado, corresponde exclusivamente a
los Juzgados y Tribunales determinados por las leyes, según las normas de competencia y procedimiento que las
mismas establezcan.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

STC 103-2018: Obligación de los Abogados de prestar Asistencia Jurídica Gratuito


El Pleno del Tribunal Constitucional, por unanimidad, desestimó un recurso de inconstitucionalidad contra la Ley
2/2017, de 21 de junio, que modificó la Ley 1/1996, de 10 enero, de Asistencia Jurídica Gratuita.
La sentencia, de la que ha fue ponente el Magistrado Juan Antonio Xiol, desestima el recurso al apreciar que la
“obligatoriedad de prestar el servicio de asistencia jurídica trae causa de la necesidad de asegurar el derecho
constitucional a la asistencia jurídica gratuita reconocido en el artículo 119 de la Constitución como derecho
prestacional y de configuración legal, cuyo contenido y condiciones de ejercicio corresponde delimitar al legislador
atendiendo a los intereses públicos y a las disponibilidades presupuestarias”.
Directiva (UE) 2016/343 del Parlamento Europeo y del Consejo de 9 de marzo de 2016 por la que se refuerzan en el
proceso penal determinados aspectos de la presunción de inocencia y el derecho a estar presente en el juicio
Presunción de inocencia
Los Estados miembros garantizarán que se presume la inocencia de los sospechosos y acusados hasta que se pruebe
su culpabilidad con arreglo a la ley.
Referencias públicas a la culpabilidad
Los Estados miembros adoptarán las medidas necesarias para garantizar que, mientras no se haya probado la
culpabilidad de un sospechoso o acusado con arreglo a la ley, las declaraciones públicas efectuadas por las autoridades
públicas y las resoluciones judiciales que no sean de condena no se refieran a esa persona como culpable. Todo ello
sin perjuicio de los actos procesales encaminados a demostrar la culpabilidad del sospechoso o acusado, y de las
resoluciones preliminares de carácter procesal, adoptadas por las autoridades judiciales u otras autoridades
competentes y que se basen en indicios o en pruebas de cargo.

Presentación de los sospechosos y acusados


Los Estados miembros adoptarán las medidas adecuadas para garantizar que los sospechosos y acusados no sean
presentados como culpables, ante los órganos jurisdiccionales o el público, mediante el uso de medios de coerción
física.
El apartado anterior no impedirá a los Estados miembros aplicar los medios de coerción física que sean necesarios por
motivos del caso específico, relacionados con la seguridad o la necesidad de evitar que los sospechosos o acusados se
fuguen o entren en contacto con terceras personas.
Carga de la prueba
Los Estados miembros garantizarán que la carga de la prueba para determinar la culpabilidad de los sospechosos y
acusados recaiga en la acusación. Esta disposición se entiende sin perjuicio de cualquier obligación del juez o tribunal
competente de buscar pruebas tanto de cargo como de descargo, y del derecho de la defensa a proponer pruebas con
arreglo al Derecho nacional aplicable.
Los Estados miembros garantizarán que cualquier duda sobre la culpabilidad beneficie siempre al sospechoso o
acusado, incluso cuando el órgano jurisdiccional valore si el interesado debe ser absuelto.
Derecho a guardar silencio y derecho a no declarar contra sí mismo
Los Estados miembros garantizarán que los sospechosos y acusados tengan derecho a guardar silencio en relación con
la infracción penal de que sean sospechosos o se les acuse.
Los Estados miembros garantizarán que los sospechosos y acusados tengan derecho a no declarar contra sí mismos.
El ejercicio del derecho a no declarar contra sí mismo no impedirá a las autoridades competentes recabar las pruebas
que puedan obtenerse legalmente mediante el ejercicio legítimo de poderes coercitivos y que tengan una existencia
independiente de la voluntad de los sospechosos o acusados.
Los Estados miembros podrán permitir a sus autoridades judiciales que, al dictar sentencia, tomen en consideración
un comportamiento cooperador por parte de los sospechosos y acusados.
El ejercicio por parte de los sospechosos y acusados del derecho a guardar silencio y a no declarar contra sí mismos
no se utilizará en su contra ni se considerará prueba de haber cometido la infracción penal de que se trate.
Derecho a estar presente en el juicio
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Los Estados miembros garantizarán que los sospechosos y acusados tengan derecho a estar presentes en el juicio.
Los Estados miembros pueden disponer que, aun en ausencia del sospechoso o acusado, pueda celebrarse un juicio
que pueda dar lugar a una resolución de condena o absolución del sospechoso o acusado, siempre que:
a) El sospechoso o acusado haya sido oportunamente informado del juicio y de las consecuencias de la
incomparecencia,
b) El sospechoso o acusado, tras haber sido informado del juicio, esté formalmente defendido por un letrado
designado o bien por el sospechoso o acusado o bien por el Estado.
Derecho a un nuevo juicio
Los Estados miembros velarán por que, cuando los sospechosos o acusados no estén presentes en el juicio y no se
cumplan las condiciones fijadas anteriormente, estos tengan derecho a un nuevo juicio, u otras vías de recurso, que
permita una nueva apreciación del fondo del asunto, incluido el examen de nuevas pruebas, y pueda desembocar en
la revocación de la resolución original.
En este sentido, los Estados miembros garantizarán que dichos sospechosos o acusados tengan derecho a estar
presentes, a participar efectivamente, de conformidad con los procedimientos previstos en el Derecho nacional, y a
ejercer su derecho de defensa.
Vías de recurso
Los Estados miembros velarán por que, en caso de vulneración de los derechos establecidos en la presente Directiva,
los sospechosos y acusados dispongan de vías efectivas de recurso.
Sin perjuicio de las disposiciones y sistemas nacionales en materia de admisibilidad de la prueba, los Estados miembros
garantizarán que se respeten el derecho de defensa y las garantías de un juicio justo a la hora de valorar las
declaraciones que haga un sospechoso o acusado, o las pruebas que se obtengan vulnerando su derecho a guardar
silencio o a no declarar contra sí mismos.
Transposición
Los Estados miembros pondrán en vigor las disposiciones legales, reglamentarias y administrativas necesarias para dar
cumplimiento a lo establecido en la presente Directiva a más tardar el 1 de abril de 2018. Informarán de ello
inmediatamente a la Comisión.
Directiva (UE) 2016/1919 del Parlamento Europeo y del Consejo de 26 de octubre de 2016 relativa a la asistencia
jurídica gratuita a los sospechosos y acusados en los procesos penales y a las personas buscadas en virtud de un
procedimiento de orden europea de detención
La presente Directiva se aplicará a los sospechosos o acusados en los procesos penales que tengan derecho a la
asistencia de letrado con arreglo a la Directiva 2013/48/UE y que:
a. estén privados de libertad;
b. deban ser asistidos por un letrado de conformidad con el Derecho nacional o de la Unión, o
c. deban o puedan asistir a un acto de investigación o de obtención de pruebas, incluidos, como mínimo, los
siguientes:
I. Ruedas de reconocimiento,
II. Careos,
III. Reconstrucciones de los hechos.
La presente Directiva se aplicará también, desde el momento de su detención en el Estado miembro de ejecución, a
las personas buscadas que tengan derecho a la asistencia de letrado con arreglo a la Directiva 2013/48/UE.
Los Estados miembros velarán por que los sospechosos y acusados que no dispongan de recursos suficientes para
sufragar la asistencia de un letrado, tengan derecho a la asistencia jurídica gratuita cuando el interés de la justicia así
lo requiera.
Los Estados miembros podrán aplicar una evaluación de medios económicos, de méritos o de ambas cosas, para
decidir si se ha de conceder la asistencia jurídica gratuita de conformidad con el apartado
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

El Estado miembro de ejecución velará por que las personas buscadas tengan derecho a la asistencia jurídica gratuita
desde el momento de su detención en virtud de una orden europea de detención y hasta su entrega, o hasta que la
decisión de no proceder a la entrega sea firme.
Las decisiones sobre la concesión o la denegación de la asistencia jurídica gratuita y sobre la designación de letrados
serán adoptadas sin demora injustificada por una autoridad competente. Los Estados miembros adoptarán las
medidas oportunas para garantizar que la autoridad competente adopte sus decisiones de forma diligente respetando
los derechos de defensa.
Los Estados miembros adoptarán las medidas necesarias, también en materia de financiación, para asegurarse de que:
a) existe un sistema eficaz de asistencia jurídica gratuita de calidad adecuada,
b) los servicios de asistencia jurídica gratuita son de una calidad adecuada para garantizar la equidad de los
procesos, con el debido respeto a la independencia de la profesión jurídica.
Los Estados miembros velarán por que se proporcione formación adecuada al personal que intervenga en la toma de
decisiones sobre la asistencia jurídica gratuita en los procesos penales y en los procedimientos de orden europea de
detención.
Los Estados miembros garantizarán que, en la aplicación de la presente Directiva, se tomen en consideración las
necesidades específicas de los sospechosos, los acusados y personas buscadas que sean vulnerables.
Transposición
Los Estados miembros pondrán en vigor las disposiciones legales, reglamentarias y administrativas necesarias para dar
cumplimiento a lo establecido en la presente Directiva a más tardar el 25 de mayo de 2019. Informarán
inmediatamente de ello a la Comisión.
Sentencia TEDH de 6 de noviembre de 2018 (Caso de Arnaldo Otegi Mondragón contra España)
El TEDH considera que en este caso se violó el artículo 6.1 del Convenio Europeo de Derechos Humanos, que establece
el derecho a ser juzgado por un tribunal independiente e imparcial. Así, condena por unanimidad a España por no
atender la recusación por parcialidad que presentaron Arnaldo Otegi, Rafa Díez, Arkaitz Rodríguez, Miren Zabaleta y
Sonia Jacinto en 2011 contra la jueza de la Audiencia Nacional, Ángela Murillo.
En concreto, alegaba que durante el juicio de marzo de 2010 por el homenaje al preso de ETA Jose Mari Sagardui
Gatza, Murillo preguntó a Otegi si condenaba el terrorismo y, ante su negativa a responder, la magistrada afirmó: "Ya
sabía yo que no me iba a contestar esa pregunta".
En su sentencia, el tribunal concluye que "el recelo de los demandantes (hacia Murillo) podía considerarse
objetivamente justificado”.

Derechos materiales a la acción punitiva del Estado (artículo 25 de la C.E)


Artículo 25
1. Nadie puede ser condenado o sancionado por acciones u omisiones que en el momento de producirse no
constituyan delito, falta o infracción administrativa, según la legislación vigente en aquel momento.
2. Las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción
social y no podrán consistir en trabajos forzados. El condenado a pena de prisión que estuviere cumpliendo la
misma gozará de los derechos fundamentales de este Capítulo, a excepción de los que se vean expresamente
limitados por el contenido del fallo condenatorio, el sentido de la pena y la ley penitenciaria. En todo caso, tendrá
derecho a un trabajo remunerado y a los beneficios correspondientes de la Seguridad Social, así como al acceso
a la cultura y al desarrollo integral de su personalidad.
3. La Administración civil no podrá imponer sanciones que, directa o subsidiariamente, impliquen privación de
libertad.
Los documentos internacionales suscritos por España también estipulan el principio de legalidad. El primero fue la
Declaración Universal de Derechos Humanos, de 10 de diciembre de 1948 cuyo artículo 11.3 lo proclama para extraer
después expresamente una de sus consecuencias: que no se impondrán a nadie penas mayores que las previstas en
el momento de la comisión del delito. Por su parte, el artículo 15.1 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Políticos, de 19 de noviembre de 1966, además de la proclamación estricta del principio de legalidad y de la prohibición
de que se impongan penas mayores a las previstas en el momento de la comisión del delito así como de la previsión
de la retroactividad de las penas más leves, advierte que todo ello no impide el castigo de actos u omisiones que
constituyan delito según los principios generales del derecho reconocidos en las naciones civilizadas.
En el ámbito europeo, el Convenio Europeo de Derechos Humanos, de 4 de noviembre de 1950 ofrece tres aspectos:
la proclamación del principio y la prohibición de imposición de penas mayores a las previstas en el momento de la
comisión (artículo 7.1) y la advertencia, idéntica a la del Pacto, en la que se admite que el principio de legalidad no es
óbice para castigar acciones u omisiones consideradas criminales a la luz de los principios generales del derecho
reconocidos por las naciones civilizadas. Esta última previsión choca contra la estricta concepción del principio de
legalidad según viene considerándose en el Derecho español, mientras que la necesidad de incorporar la tradición del
common law ha obligado al Tribunal Europeo de Derechos Humanos a elaborar una jurisprudencia, a nuestros ojos
discutible, donde los contornos del principio de legalidad se desdibujan.
El apartado 1 del artículo 25 proclama como derecho fundamental el principio de legalidad penal extendiéndolo al
Derecho administrativo sancionador. Una tradicional manifestación del garantismo que se expande a otro ámbito
donde se pueden producir limitaciones de derechos. Del mismo modo que los derechos procesales se han proyectado
fuera del ámbito jurisdiccional al procedimiento administrativo sancionador, también el principio de legalidad lo ha
hecho, pero como ha reiterado una abundantísima jurisprudencia del Tribunal Constitucional que va de la STC
18/1981, de 8 de junio, a las SSTC 50 y 55/2003, ambas 17 de diciembre, de una forma menos intensa, lo que se
traduce en un exigencia menos estricta de ley (no se precisa la ley orgánica ni siquiera ley formal, pudiendo bastar el
decreto-ley o el decreto legislativo) e incluso en la posible colaboración del reglamento administrativo para completar
la previsión legal que debe ser, eso sí, suficientemente precisa de los hechos sancionables y de la graduación de las
sanciones. Por tanto, mientras que en la esfera penal la reserva de ley es absoluta, y es de ley orgánica (SSTC 25/1984,
23 de febrero, y 159/1986, de 12 de diciembre), esta dimensión formal se atenúa en el campo del Derecho
administrativo sancionador (STC 52/2003, de 17 de marzo).
A la garantía formal explicada -reserva de ley- hay que añadir, como contenidos de este derecho fundamental, una
garantía material que se manifiesta en la triple exigencia de lex scripta, lex previa y lex certa. La primera, reproducida
los artículos 1.1 y 2.1 del Código Penal atañe a los actos y omisiones sancionables y a las sanciones mismas que su
comisión acarrea a los autores, y tiene como consecuencia fundamenta que la costumbre no puede ser fuente de
derecho penal (SSTC 42/1987, 60/2000, 113/2003 y 24/2004).
La segunda -lex previa- exige que los actos y omisiones estén sancionados según la legislación vigente en el momento
de su comisión, es decir, se prohíbe la retroactividad de las disposiciones sancionadoras no favorables, concretando,
con rango de derecho fundamental, el principio ya sentado en el artículo 9.3 CE (SSTC 3/1988, 20/2003, 82/2006). A
sensu contrario el artículo 2.2 del Código Penal prevé la retroactividad de las disposiciones favorables aunque ya se
haya dictado sentencia firme y el reo esté cumpliendo condena. En este mismo sentido se pronuncia la jurisprudencia
del Tribunal Constitucional, SSTC 99/2000 y 75/2002, según la cual la retroactividad de la ley penal favorable se deduce
del artículo 9.3 de la Constitución, careciendo por ello de rango de derecho fundamental. De lo anterior se infiere
también que a nadie se puede imponer sanción mayor a la prevista en la legislación vigente en el momento de cometer
el hecho punible.
La tercera exigencia -lex certa- se traduce en el principio de tipicidad, estricto en el ámbito penal (artículos 10 y 12 del
Código Penal) concretado como principio de taxatividad. Ello significa que las exigencias de seguridad jurídica reclaman
una determinación exacta de los actos y omisiones punibles y de las sanciones que su comisión acarrea. El supuesto
de hecho ha de hallarse estrictamente delimitado y con la máxima claridad, tal y como exige la abundante
jurisprudencia del Tribunal Constitucional, desde la STC 62/1982, de 15 de octubre, a la STC 13/2003, de 28 de enero.
La necesidad de tipos claro recogidos en la ley se extiende al Derecho administrativo sancionador (STC 100/2003, de
2 de junio) y si bien puede entrar a completar el reglamento administrativo (STC 42/1987, de 7 de abril), sólo es
admisible cuando esa remisión no se convierta en una regulación independiente si no que se mantenga claramente
subordinada a la ley (STC 52/2003, de 17 de marzo).
El principio de taxatividad conduciría derechamente a considerar inconstitucionales las leyes penales en blanco,
aquellas que se remiten en un reglamento administrativo para completar su supuesto de hecho. Se infringiría no sólo
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

el artículo 25.1 CE sino los artículos 9.3, 53.1 y 81.1 CE. El Tribunal Constitucional ha acotado el margen de este tipo
de normas penales en las SSTC 127/1990, de 5 de julio y 120/1998, de 15 de junio, y SSTC 34 y 82/2005 y 283/2006.
En íntima conexión con el apartado 1 del artículo 25, el apartado 3 prohíbe a la Administración civil imponer sanciones
que directa o subsidiariamente impliquen privación de libertad. El Tribunal Constitucional se ha planteado la expulsión
de los extranjeros (STC 115/1987, de 7 de julio), y sobre todo la legitimidad constitucional de las sanciones
disciplinarias administrativas que, en el ámbito castrense, pueden suponer privación de libertad (Ley Orgánica 8/1998,
de 2 de diciembre, de Régimen Disciplinario de las Fuerzas Armadas y SSTC 21/1981, de 15 de junio y 31/1985, de 5
de marzo). La excepción militar a la regla inveterada de que la privación de libertad sólo puede acordarse judicialmente
no excluye desde luego el posterior control judicial de la medida administrativa.
El apartado 2 del artículo 25 presenta un contenido difuso que podía agruparse en los siguientes contenidos: principio
general de orientación de las penas; recordatorio de la titularidad los derechos fundamentales de los condenados y
proclamación del derecho al trabajo y a la cultura de los internos en prisión. En realidad este apartado traza las líneas
esenciales de la relación de sujeción especial penitenciaria que tempranamente se tradujo en la Ley Orgánica 1/1979,
de 26 de septiembre, General Penitenciaria.
Algunos autores han visto en este apartado un reconocimiento de derechos de los condenados, pero como el Tribunal
Constitucional ha afirmado, se trata más bien de mandatos al legislador de los que no pueden derivarse directamente
derechos articulables en amparo sino, en la medida en la que la ley lo disponga, derechos de configuración legal (ATC
15/1984 y SSTC 28/1988 y 81/1997, de 22 de abril).
No existe, pues, un derecho a la reeducación o a la reinserción social, pues tanto una como otra son objetivos, metas
a alcanzar con la ejecución de la pena. Tampoco se deriva a favor del reo derecho alguno a la proporcionalidad de las
penas, proporcionalidad que corresponde valorar al legislador (STC 136/1999, de 20 de julio).
La prohibición de trabajos forzados concretaría la proscripción de trato inhumano o degradante prevista en el artículo
15 CE y enlazaría con el recordatorio, acaso superfluo, de que el condenado goza de los derechos fundamentales
reconocidos en la Constitución "a excepción de los que se vean expresamente limitados por el contenido del fallo
condenatorio, el sentido de la pena y la ley penitenciaria". Como es obvio, la estancia en prisión supone para quienes
la sufren una radical limitación de su libertad y la exigencia de someterse al régimen carcelario que por sí mismo
entraña sacrificios de sus derechos.
Ello, no obstante, y dado el carácter educativo con vistas a la reinserción que han de tener las penas, debe la
Administración respetar los derechos y no imponer a los internos más sacrificios que los que la ordenada vida en
prisión requiere. En este terreno es donde el Tribunal Constitucional ha tenido ocasión de pronunciarse en relación a
varios derechos fundamentales concretos. Ha partido siempre de la relación de especial sujeción penitenciaria para
verificar si ésta consentía o requería las limitaciones denunciadas en los casos concretos. Así se ha referido al derecho
de comunicación escrita y oral (STC 73/1983, de 30 de julio), al derecho a la intimidad (SSTC 57/1994, de 30 de julio, y
89/1987, de 3 de junio) y al derecho al secreto de las comunicaciones de los internos (STC 175/1997, de 27 de octubre);
ha excluido la existencia del derecho a las comunicaciones íntimas (STC 89/1987, de 3 de junio), y considerado legítima
la alimentación intravenosa de presos en huelga de hambre, justificándola en la obligación de la Administración
penitenciaria de velar por la vida, integridad y salud de los internos (artículo 3.4 de la Ley Orgánica 1/1979, de 26 de
septiembre, General Penitenciaria); y a los efectos del artículo 18.2 de la Constitución, ha entendido que las celdas de
los reclusos en los centros penitenciarios no tendrán la consideración de domicilio (STC 11/2006)

Derechos administrativo sancionador


La potestad sancionadora de las Administraciones públicas, reconocida por la Constitución, se ejercerá cuando haya
sido expresamente reconocida por una norma con rango de Ley, con aplicación del procedimiento previsto para su
ejercicio y, cuando se trate de entidades locales, de conformidad con lo dispuesto en el título XI de la Ley 7/1985, de
2 de abril, Reguladora de las Bases del Régimen Local.
El ejercicio de la potestad sancionadora corresponde a los órganos administrativos que la tengan expresamente
atribuida, por disposición de rango legal o reglamentario.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Serán de aplicación las disposiciones sancionadoras vigentes en el momento de producirse los hechos que constituyan
infracción administrativa. Las disposiciones sancionadoras producirán efecto retroactivo en cuanto favorezcan al
presunto infractor
Sólo constituyen infracciones administrativas las vulneraciones del ordenamiento jurídico previstas como tales
infracciones por una Ley, sin perjuicio de lo dispuesto para la administración local en el título XI de la Ley 7/1985, de
2 de abril, Reguladora de las Bases del Régimen Local.
Únicamente por la comisión de infracciones administrativas podrán imponerse sanciones que, en todo caso, estarán
delimitadas por la Ley.
Las disposiciones reglamentarias de desarrollo podrán introducir especificaciones o graduaciones al cuadro de las
infracciones o sanciones establecidas legalmente que, sin constituir nuevas infracciones o sanciones, ni alterar la
naturaleza o límites de las que la Ley contempla
Sólo podrán ser sancionadas por hechos constitutivos de infracción administrativa las personas físicas y jurídicas que
resulten responsables de los mismos aun a título de simple inobservancia.
Las responsabilidades administrativas que se deriven del procedimiento sancionador serán compatibles con la
exigencia al infractor de la reposición de la situación alterada por el mismo a su estado originario, así como con la
indemnización por los daños y perjuicios causados que podrán ser determinados por el órgano competente, debiendo,
en este caso, comunicarse al infractor para su satisfacción en el plazo que al efecto se determine, y quedando, de no
hacerse así, expedita la vía judicial correspondiente.
Cuando el cumplimiento de las obligaciones previstas en una disposición legal corresponda a varias personas
conjuntamente, responderán de forma solidaria de las infracciones que, en su caso, se cometan y de las sanciones que
se impongan. Serán responsables subsidiarios o solidarios por el incumplimiento de las obligaciones impuestas por la
Ley que conlleven el deber de prevenir la infracción administrativa cometida por otros, las personas físicas y jurídicas
sobre las que tal deber recaiga, cuando así lo determinen las Leyes reguladoras de los distintos regímenes
sancionadores.
Las sanciones administrativas, sean o no de naturaleza pecuniaria, en ningún caso podrán implicar, directa o
subsidiariamente, privación de libertad.
El establecimiento de sanciones pecuniarias deberá prever que la comisión de las infracciones tipificadas no resulte
más beneficiosa para el infractor que el cumplimiento de las normas infringidas.
En la determinación normativa del régimen sancionador, así como en la imposición de sanciones por las
Administraciones Públicas se deberá guardar la debida adecuación entre la gravedad del hecho constitutivo de la
infracción y la sanción aplicada, considerándose especialmente los siguientes criterios para la graduación de la sanción
a aplicar:
1. La existencia de intencionalidad o reiteración.
2. La naturaleza de los perjuicios causados.
3. La reincidencia, por comisión en el término de un año de más de una infracción de la misma naturaleza cuando
así haya sido declarado por resolución firme.
Garantía de procedimiento.
El ejercicio de la potestad sancionadora requerirá procedimiento legal o reglamentariamente establecido.
Los procedimientos que regulen el ejercicio de la potestad sancionadora deberán establecer la debida separación
entre la fase instructora y la sancionadora, encomendándolas a órganos distintos.
En ningún caso se podrá imponer una sanción sin que se haya tramitado el necesario procedimiento.
Los procedimientos sancionadores garantizarán al presunto responsable los siguientes derechos:
A ser notificado de los hechos que se le imputen, de las infracciones que tales hechos puedan constituir y de las
sanciones que, en su caso, se les pudieran imponer, así como de la identidad del instructor, de la autoridad competente
para imponer la sanción y de la norma que atribuya tal competencia. A formular alegaciones y utilizar los medios de
defensa admitidos por el Ordenamiento Jurídico que resulten procedentes.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Los procedimientos sancionadores respetarán la presunción de no existencia de responsabilidad administrativa


mientras no se demuestre lo contrario. Los hechos declarados probados por resoluciones judiciales penales firmes
vincularán a las Administraciones Públicas respecto de los procedimientos sancionadores que substancien.
hechos constatados por funcionarios a los que se reconoce la condición de autoridad, y que se formalicen en
documento público observando los requisitos legales pertinentes, tendrán valor probatorio sin perjuicio de las pruebas
que en defensa de los respectivos derechos o intereses puedan señalar o aportar los propios administrados.
Se practicarán de oficio o se admitirán a propuesta del presunto responsable cuantas pruebas sean adecuadas para la
determinación de hechos y posibles responsabilidades. Sólo podrán declararse improcedentes aquellas pruebas que
por su relación con los hechos no puedan alterar la resolución final a favor del presunto responsable.
Artículo 90 de la ley Ley 39/2015, de 1 de octubre, del Procedimiento Administrativo Común de las Administraciones
Públicas.
En el caso de procedimientos de carácter sancionador, además del contenido previsto en los dos artículos anteriores,
la resolución incluirá la valoración de las pruebas practicadas, en especial aquellas que constituyan los fundamentos
básicos de la decisión, fijarán los hechos y, en su caso, la persona o personas responsables, la infracción o infracciones
cometidas y la sanción o sanciones que se imponen, o bien la declaración de no existencia de infracción o
responsabilidad.
En la resolución no se podrán aceptar hechos distintos de los determinados en el curso del procedimiento, con
independencia de su diferente valoración jurídica. No obstante, cuando el órgano competente para resolver considere
que la infracción o la sanción revisten mayor gravedad que la determinada en la propuesta de resolución, se notificará
al inculpado para que aporte cuantas alegaciones estime convenientes en el plazo de quince días.
La resolución que ponga fin al procedimiento será ejecutiva cuando no quepa contra ella ningún recurso ordinario en
vía administrativa, pudiendo adoptarse en la misma las disposiciones cautelares precisas para garantizar su eficacia en
tanto no sea ejecutiva y que podrán consistir en el mantenimiento de las medidas provisionales que en su caso se
hubieran adoptado.
Cuando la resolución sea ejecutiva, se podrá suspender cautelarmente, si el interesado manifiesta a la Administración
su intención de interponer recurso contencioso-administrativo contra la resolución firme en vía administrativa. Dicha
suspensión cautelar finalizará cuando:
a. Haya transcurrido el plazo legalmente previsto sin que el interesado haya interpuesto recurso contencioso
administrativo.
b. Habiendo el interesado interpuesto recurso contencioso-administrativo:
1. No se haya solicitado en el mismo trámite la suspensión cautelar de la resolución impugnada.
2. El órgano judicial se pronuncie sobre la suspensión cautelar solicitada, en los términos previstos en ella.
Cuando las conductas sancionadas hubieran causado daños o perjuicios a las Administraciones y la cuantía destinada
a indemnizar estos daños no hubiera quedado determinada en el expediente, se fijará mediante un procedimiento
complementario, cuya resolución será inmediatamente ejecutiva. Este procedimiento será susceptible de terminación
convencional, pero ni ésta ni la aceptación por el infractor de la resolución que pudiera recaer implicarán el
reconocimiento voluntario de su responsabilidad. La resolución del procedimiento pondrá fin a la vía administrativa.
La expresión “non bis idem” encierra un tradicional principio general del Derecho con un doble significado: de una
parte, su aplicación impide que una persona sea sancionada o castigada dos veces por la misma infracción cuando
exista identidad de sujeto, hecho y fundamento. Por otra parte, es un principio procesal en virtud del cual un mismo
hecho no puede ser objeto de dos procesos distintos o, si se quiere, no pueden darse dos procedimientos con el mismo
objeto.
Esta vertiente procesal impide no sólo la dualidad de procedimientos –administrativo y penal- sino también el inicio
de un nuevo proceso en cada uno de esos órdenes jurídicos como consecuencia de los efectos de la litispendencia y
de la cosa juzgada.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Lección 11
La libertad de empresa y la economía de mercado
El modelo económico de la Constitución Española, también denominada constitución económica está constituido por
el juego articulado del Preámbulo cundo se refiere al objetivo de un “orden económico justo” y los siguientes
preceptos: art. 1.1, 33, 38 y 51 que como derechos fundamentales de libertad anudan la democracia al sistema de
libre mercado y por ende de libre empresa y por el otro los preceptos que habilitan la intervención pública en el
decurso de aquellas libertades como los artículos 128 y 131. Todo ellos articulan un modelo flexible que respetando
la libertad de empresa, y la propiedad privada permite la intervención pública para la satisfacción de los intereses
generales con el fin de alcanzar los valores del art. 1 y los objetivos del art 9, igualdad material, mediante la reserva al
sector público, la planificación y la intervención o regulación de los diversos sectores de las economía como dice
Guillen la Constitución Económica se asienta sobre el principio de competencia económica en el mercado.

Artículo 128
1. Toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general.
2. Se reconoce la iniciativa pública en la actividad económica. Mediante ley se podrá reservar al sector público recursos
o servicios esenciales, especialmente en caso de monopolio y asimismo acordar la intervención de empresas cuando
así lo exigiere el interés general.

Artículo 131
1. El Estado, mediante ley, podrá planificar la actividad económica general para atender a las necesidades colectivas,
equilibrar y armonizar el desarrollo regional y sectorial y estimular el crecimiento de la renta y de la riqueza y su más
justa distribución.
2. El Gobierno elaborará los proyectos de planificación, de acuerdo con las previsiones que le sean suministradas por
las Comunidades Autónomas y el asesoramiento y colaboración de los sindicatos y otras organizaciones profesionales,
empresariales y económicas. A tal fin se constituirá un Consejo, cuya composición y funciones se desarrollarán por ley.

Es un principio fundamental del modelo económico social y al tiempo una garantía institucional que protege la modelo
frente a inmisiones y perversiones del mismo, ya frente a intervenciones desproporcionadas de los poderes públicos
en los sectores económicos ya en la entrada de las empresas públicas a competir en el mercado en mejores condiciones
que la iniciativa privada. En todo caso ha de respetarse el núcleo duro (Guillen) o contenido esencial del derecho, que
puede definirse como la libertad de acceso al mercado, la libertad de ejercicio en él y la libertad de cesación en el
mercado.

Sin perjuicio de los límites del Derecho constitucional a la libertad de empresa (Viciano citado por Guillen), intrínsecos
por la propia economía de mercado o extrínsecos por todo el aspecto social de los derechos del capítulo III, el art 9.2,
el 128 y el 131.

La doctrina del Tribunal Constitucional, al respecto, viene sentada en su sentencia 292/2000 (Fundamento jurídico 17
in fine), es reprochable la utilización sin más del término como el de razones de interés público «pues encierra un
grado de incertidumbre aún mayor. Basta reparar en que toda actividad administrativa, en último término, persigue
la salvaguardia de intereses generales, cuya consecución constituye la finalidad a la que debe servir con objetividad la
Administración con arreglo al art. 103.1 C.E.», si bien dicho criterio le ha servido para justificar diversas actuaciones
administrativas, por ejemplo, en la STC 149/1991 en la que la actuación administrativa basada en el “interés público”.
Así se llega a afirmar que una actuación administrativa «por razones de interés público debidamente motivadas es
perfectamente constitucional, siempre que los intereses públicos hechos valer por el Estado correspondan al ámbito de
sus competencias sectoriales».

En realidad, limitaciones similares a las que aparecen en la directiva de servicios han sido tratadas por nuestro Tribunal
Constitucional con relación a la unidad del mercado nacional, y a las supuestas trabas o tratos diferenciadores dentro
del Estado. Como ya dijo el Tribunal Constitucional en su sentencia 96/2002 cuando declaró la inconstitucionalidad, y
consiguiente nulidad, de la disposición adicional octava de la Ley 42/1994, de 30 de diciembre, de Medidas Fiscales,
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Administrativas y del Orden Social, que disponía un reembolso tributario estatal a residentes en la Unión Europea que
operan en el País Vasco o Navarra, «la unidad del orden económico implica la exigencia de la adopción de medidas de
política económica aplicables con carácter general (STC 96/1984, de 19 de octubre, FJ 5)». Continúa diciendo que «en
consecuencia, la efectiva unicidad del orden económico nacional requiere la unidad de mercado en la medida en que
están presentes dos supuestos irreductibles: la libre circulación de bienes y personas por todo el territorio nacional,
que ninguna autoridad puede obstaculizar directa o indirectamente (art. 139.2 CE), y la igualdad de las condiciones
básicas de ejercicio de la actividad económica (arts. 139.1 y 149.1.1 CE), sin los cuales no es posible alcanzar en el
mercado nacional el grado de integración que su carácter unitario impone (STC 64/1990, de 5 de abril, FJ 3).»

La conclusión fue que la medida enjuiciada quebraba la libertad de empresa del art. 38 CE, y, además, resulta lesionada
tanto la libertad de circulación del art. 139.2 CE (por tratarse de unas medidas que imponen trabas injustificadas al
desarrollo de las empresas en condiciones básicas de igualdad) como la garantía constitucional del art. 139.1 CE, en
cuanto manifestación concreta del principio de igualdad del art. 14 CE, que, aunque no exige que las consecuencias
jurídicas de la fijación de la residencia deban ser, a todos los efectos, las mismas en todo el territorio nacional
(pudiendo ser las cargas fiscales distintas sobre la base misma de la diferencia territorial), sí garantiza el derecho a la
igualdad jurídica, «es decir, a no soportar un perjuicio -o una falta de beneficio- desigual e injustificado en razón de
los criterios jurídicos por los que se guía la actuación de los poderes públicos» (STC 8/1986, de 21 de enero, FJ 4).

Sin embargo, pese a que dicha unidad de mercado interior ha sido proclamada de esa manera por el Tribunal
Constitucional, también ha reconocido que la imposición de determinados requisitos no supone, per se, una
conculcación de los principios de unidad de mercado, libre circulación de bienes o servicios o igualdad, como dejó
sentado en la sentencia 284/1993 cuando se enjuiciaba una impugnación contra la Ley del Parlamento de Cataluña
23/1991, de 29 de noviembre, de Comercio Interior, al decir que los requisitos contenidos en el art. 3.1 de la Ley
catalana ni entrañan una discriminación en favor de las empresas radicadas en el territorio de la Generalidad ni
suponen un obstáculo que impida la actividad comercial en ese ámbito territorial de las empresas cuya radicación se
halle fuera del mismo. Por lo tanto, tales requisitos dejan a salvo la igualdad básica de todos los españoles en el
ejercicio de la actividad mercantil.

El Tribunal Constitucional en su STC 37/1981 decía que Como es obvio, tal precepto, en muy directa conexión con
otros de la misma Constitución y, señaladamente, con el 128 y el 131, en conexión con los cuales debe ser interpretado,
viene a establecer los límites dentro de los que necesariamente han de moverse dos poderes constituidos al adoptar
medidas que incidan sobre el sistema económico de nuestra sociedad. El mantenimiento de esos límites, como el de
aquellos que definen los demás derechos y libertades consagrados en el Capítulo Segundo del Título I de la
Constitución está asegurado en ésta por una doble garantía, la de la reserva de ley y la que resulta de la atribución a
cada derecho o libertad de un núcleo del que ni siquiera el legislador puede disponer, de un contenido esencial (art.
53.1 de la Constitución). No determina la Constitución cuál sea este contenido esencial de los distintos derechos y
libertades y las controversias que al respecto puedan suscitarse han de ser resueltas por este Tribunal al que, como
intérprete supremo de la Constitución (art. 1 de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional), corresponde, en último
término y para cada caso concreto, llevar a cabo esa determinación.

Al respecto, la Constitución española:


1.- Subordina al interés general toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad, lo que
debe relacionarse con el derecho a la propiedad privada y a la herencia, que, como se ha expuesto, está delimitado
en su contenido por la función social que debe cumplir, permitiéndose a la Administración la privación a los
particulares de sus bienes y derechos por causa justificada de utilidad pública e interés social, mediante la
correspondiente indemnización, y de conformidad con lo dispuesto en las Leyes.
Asimismo, se reconoce la iniciativa pública en la actividad económica, pudiéndose reservar mediante Ley al sector
público recursos o servicios esenciales, especialmente en caso de monopolio y acordar la intervención de empresas
cuando así lo exigiere el interés general. Esta materia está relacionada con el artículo 38, que reconoce la libertad
de empresa en el marco de la economía de mercado, correspondiendo a los poderes públicos garantizar y proteger
su ejercicio y la defensa de la productividad, de acuerdo con las exigencias de la economía general, y en su caso, de
la planificación.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

2.- La Ley establecerá las formas de participación de los interesados en la Seguridad Social y en la actividad de los
organismos públicos cuya función afecte directamente a la calidad de vida o al bienestar social, disponiendo la
Constitución que "los poderes públicos promoverán eficazmente las diversas formas de participación en la empresa
y fomentarán, mediante una legislación adecuada, las sociedades cooperativas. También establecerán los medios
que faciliten el acceso de los trabajadores a la propiedad de los medios de producción".

3.- Se obliga a los poderes públicos a atender a la modernización y desarrollo de todos los sectores económicos y,
en particular, de la agricultura, de la ganadería, de la pesca y de la artesanía, a fin de equiparar el nivel de vida de
todos los españoles. Con el mismo fin, se dispensará un tratamiento especial a las zonas de montaña.

4.- Asimismo, la Constitución trata de la planificación de la actividad económica, que podrá hacer el Estado,
mediante Ley, con el fin de atender a las necesidades colectivas, equilibrar y armonizar el desarrollo regional y
sectorial y estimular el crecimiento de la renta y de la riqueza y su más justa distribución. El Gobierno elaborará los
proyectos de planificación, de acuerdo con las previsiones que le sean suministradas por las Comunidades
Autónomas y el asesoramiento y colaboración de los sindicatos y otras organizaciones profesionales, empresariales
y económicas, a cuyos efectos se constituirá un Consejo, cuya composición y funciones se desarrollarán por Ley.

5.- La Constitución también trata sobre los bienes de dominio público y comunales, cuya regulación legal se inspirará
en los principios de inalienabilidad, imprescriptibilidad e inembargabilidad, así como su desafectación.
Se consideran bienes de dominio público estatal los que determine la Ley y, en todo caso, la zona marítimo-
terrestre, las playas, el mar territorial y los recursos naturales de la zona económica y la plataforma continental.
Por Ley se regularán el Patrimonio del Estado (sobre lo que habrá que estar a la Ley 33/2003, de 3 de noviembre,
del Patrimonio de las Administraciones Públicas) y el Patrimonio Nacional (regulado por la Ley 23/1982, de 16 de
junio), su administración, defensa y conservación.

6.- El artículo 133 se refiere a la potestad tributaria, reservando en exclusiva al Estado y mediante Ley de Cortes
Generales la potestad originaria para establecer tributos.
En este contexto, las Comunidades Autónomas y las Corporaciones Locales sólo podrán establecer y exigir los
tributos que previamente haya creado el Estado, de acuerdo con la Constitución y las Leyes.
Por otra parte, todo beneficio fiscal que afecte a los tributos del Estado deberá establecerse en virtud de Ley. Y las
Administraciones Públicas sólo podrán contraer obligaciones financieras y realizar gastos de acuerdo con las Leyes.
En relación con esta materia, debe hacerse mención a la ley 58/2003, de 17 de diciembre, General Tributaria.

7.- El artículo 134 trata de los Presupuestos Generales del Estado, como instrumento de la política económica, cuyo
examen, enmienda y aprobación corresponde a las Cortes Generales, siendo competencia del Gobierno la
aprobación del Proyecto de Ley de Presupuestos, así como la ejecución de los mismos.
Sobre esta materia debe estarse a lo dispuesto por la Ley 47/2003, de 26 de noviembre, General Presupuestaria.
Artículo 134
1. Corresponde al Gobierno la elaboración de los Presupuestos Generales del Estado y a las Cortes Generales, su
examen, enmienda y aprobación.
2. Los Presupuestos Generales del Estado tendrán carácter anual, incluirán la totalidad de los gastos e ingresos del
sector público estatal y en ellos se consignará el importe de los beneficios fiscales que afecten a los tributos del
Estado.
3. El Gobierno deberá presentar ante el Congreso de los Diputados los Presupuestos Generales del Estado al menos
tres meses antes de la expiración de los del año anterior.
4. Si la Ley de Presupuestos no se aprobara antes del primer día del ejercicio económico correspondiente, se
considerarán automáticamente prorrogados los Presupuestos del ejercicio anterior hasta la aprobación de los
nuevos.
5. Aprobados los Presupuestos Generales del Estado, el Gobierno podrá presentar proyectos de ley que impliquen
aumento del gasto público o disminución de los ingresos correspondientes al mismo ejercicio presupuestario.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

6. Toda proposición o enmienda que suponga aumento de los créditos o disminución de los ingresos presupuestarios
requerirá la conformidad del Gobierno para su tramitación.
7. La Ley de Presupuestos no puede crear tributos. Podrá modificarlos cuando una ley tributaria sustantiva así lo
prevea.

8.- El artículo 136, finalmente, regula el Tribunal de Cuentas, como supremo órgano fiscalizador de las cuentas y de
la gestión económica del Estado, así como del sector público.

9- El antiguo 135 de la Constitución (ya derogado) establecía únicamente que el Gobierno estaba autorizado a emitir
deuda pública o a contraer crédito.
El actual 135 de la Constitución establece:
Todas las Administraciones Públicas adecuarán sus actuaciones al principio de estabilidad presupuestaria.
El Estado y las Comunidades Autónomas no podrán incurrir en un déficit estructural que supere los márgenes
establecidos, en su caso, por la Unión Europea para sus Estados Miembros.
Una ley orgánica fijará el déficit estructural máximo permitido al Estado y a las Comunidades Autónomas, en relación
con su producto interior bruto. Las Entidades Locales deberán presentar equilibrio presupuestario.
El Estado y las Comunidades Autónomas habrán de estar autorizados por ley para emitir deuda pública o contraer
crédito.
Los créditos para satisfacer los intereses y el capital de la deuda pública de las Administraciones se entenderán
siempre incluidos en el estado de gastos de sus presupuestos y su pago gozará de prioridad absoluta. Estos créditos
no podrán ser objeto de enmienda o modificación, mientras se ajusten a las condiciones de la ley de emisión.
El volumen de deuda pública del conjunto de las Administraciones Públicas en relación con el producto interior
bruto del Estado no podrá superar el valor de referencia establecido en el Tratado de Funcionamiento de la Unión
Europea.
Los límites de déficit estructural y de volumen de deuda pública sólo podrán superarse en caso de catástrofes
naturales, recesión económica o situaciones de emergencia extraordinaria que escapen al control del Estado y
perjudiquen considerablemente la situación financiera o la sostenibilidad económica o social del Estado, apreciadas
por la mayoría absoluta de los miembros del Congreso de los Diputados.
Una ley orgánica desarrollará los principios a que se refiere este artículo, así como la participación, en los
procedimientos respectivos, de los órganos de coordinación institucional entre las Administraciones Públicas en
materia de política fiscal y financiera. En todo caso, regulará:
a) La distribución de los límites de déficit y de deuda entre las distintas Administraciones Públicas, los supuestos
excepcionales de superación de los mismos y la forma y plazo de corrección de las desviaciones que sobre uno y
otro pudieran producirse.
b) La metodología y el procedimiento para el cálculo del déficit estructural.
c) La responsabilidad de cada Administración Pública en caso de incumplimiento de los objetivos de estabilidad
presupuestaria.
Las Comunidades Autónomas, de acuerdo con sus respectivos Estatutos y dentro de los límites a que se refiere este
artículo, adoptarán las disposiciones que procedan para la aplicación efectiva del principio de estabilidad en sus
normas y decisiones presupuestarias.
Artículo 135 redactado por el artículo único de la Reforma de la Constitución Española de 27 de septiembre de 2011
(«B.O.E.» 27 septiembre). Vigencia: 27 septiembre 2011
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Artículo 38.- Se reconoce la libertad de empresa en el marco de la economía de mercado. Los poderes públicos
garantizan y protegen su ejercicio y la defensa de la productividad, de acuerdo con las exigencias de la economía
general y, en su caso, de la planificación.
El derecho a la libertad de empresa reconocido en este artículo forma parte de lo que ha sido denominado como
"Constitución económica", cuyos rasgos característicos se resumen de la forma siguiente:
- Abundancia de preceptos constitucionales de naturaleza económica, dentro de los cuáles cabría destacar los
llamados principios rectores de la política económica y social.
- Flexibilidad e indeterminación de estos preceptos, en cuanto pretenden fundamentalmente una Constitución
económica abierta y no sometida a modelos económicos fijos.
- Dualismo en la interpretación de los preceptos que comprenden esta Constitución económica, según se
interpreten en el marco de la economía general o en función de la distribución territorial del poder a favor de
las Comunidades Autónomas.
La libertad de empresa como un derecho o libertad constitucionalmente garantizado es un exponente emblemático
de estos principios que acabamos de enunciar, más aún cuando este derecho debe modularse en función de un
parámetro como es la economía de mercado, que no contiene un concepto técnico jurídico, sino que se remite a
consideraciones de carácter económico con el propósito de establecer el modelo global del sistema económico y
social.

Por ello se hace necesario referirse a la doctrina del Tribunal Constitucional para determinar el alcance y contenido de
este artículo 38.

La Sentencia 37/1987, de 26 de marzo, señala que esta disposición constitucional garantiza el ejercicio de la libre
empresa al tiempo que la defensa de la productividad, de acuerdo con las exigencias de la economía general, entre las
que hay que incluir las que pueden imponerse en virtud de determinados bienes o principios constitucionalmente
protegidos.

La libertad de empresa deber ejercerse, como ha quedado reseñado, en el marco de la economía de mercado
debiéndose entender esta última, de acuerdo con el Tribunal Constitucional, como la defensa de la competencia que
constituye un presupuesto y un límite de aquella libertad, evitando aquellas prácticas que puedan afectar o dañar
seriamente a un elemento tan decisivo en la economía de mercado como es la concurrencia entre empresas y no como
una restricción de la libertad económica" (STC 1/1982, 208/1999, de 11 de noviembre).

El Tribunal Constitucional ha dicho que no solo la economía de mercado es el marco obligado de la libertad de empresa
sino además que dicha libertad se halla naturalmente relacionada con la necesaria unidad de la economía nacional y
la exigencia de que exista un mercado único que permita al Estado el desarrollo de su competencia constitucional de
coordinación de la planificación general de la actividad económica (SSTC 96/1984, 64/1990 y 118/1996). Sin la igualdad
de las condiciones básicas de ejercicio de la actividad económica no es posible alcanzar en el mercado nacional el
grado de integración que su carácter le impone (STC 64/1990). Parece pues, innecesario destacar el carácter básico
que, la competencia estatal "ex" art. 149.1.13 reviste en cuanto a la defensa de la competencia se refiere, pues nos
hallamos ante un elemento definitorio del mercado. Además, la libertad de empresa es no sólo un corolario de lo que
hemos denominado "Constitución económica" sino sobre todo una garantía de las relaciones entre empresarios y
trabajadores, sin que suponga limitación alguna a los derechos fundamentales de estos últimos (SSTC 88/1985,
80/2001, 20/2002 y 75/2010, de 19 octubre).

Y es que este artículo 38 viene a establecer los límites dentro de los que necesariamente han de moverse los poderes
constituidos al adoptar medidas que incidan sobre el sistema económico de nuestra sociedad. El mantenimiento de
estos límites está asegurado por una doble garantía: por un lado, la reserva de ley y por otro, la que resulta de la
atribución a cada derecho o libertad de un núcleo del que ni siquiera el legislador puede disponer de un contenido
esencial. No determina la Constitución cual debe ser este contenido esencial, por lo que corresponde al Tribunal
Constitucional el resolver las controversias que al respecto puedan plantearse. (SSTC 37/1981 y 109/2003).
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

La incorporación de España a la Unión Europea ha tenido, sin duda, en la libertad de empresa un importante apoyo.
Las cuatro libertades comunitarias, a saber, libre circulación de personas, bienes, servicios y capitales, enmarcadas en
un sistema de libre competencia real y efectivo constituyen elementos sustanciales de la organización económica que
reconoce la Constitución.

En el ámbito interno y consecuencia tanto de la adhesión de nuestro país a las instituciones europeas como al
desarrollo de este principio constitucional de la libertad de empresa habría que referirse a la Ley 15/2007, de 3 de
julio, de Defensa de la Competencia como a la Ley 3/1991, de 10 de enero, de Competencia Desleal. Ambos textos
contienen constantes referencias a la importancia de la economía de mercado.

En la Exposición de Motivos de la Ley de Defensa de la Competencia pone de manifiesto cómo la existencia de una
competencia efectiva entre las empresas constituye uno de los elementos definitorios de la economía de mercado,
disciplina la actuación de las empresas y reasigna los recursos productivos en favor de los operadores o las técnicas
más eficientes. Esta eficiencia productiva se traslada al consumidor en la forma de menores precios o de un aumento
de la cantidad ofrecida de los productos, de su variedad y calidad, con el consiguiente incremento del bienestar del
conjunto de la sociedad.

Por ello, resulta preciso disponer de un sistema que, sin intervenir de forma innecesaria en la libre toma de decisiones
empresariales, permita contar con los instrumentos adecuados para garantizar el buen funcionamiento de los
procesos del mercado.

Con este objeto se promulgó la Ley 16/1989, de Defensa de la Competencia, de 17 de julio, sobre cuya base se ha
articulado un sistema basado en la existencia de dos órganos administrativos especializados de ámbito nacional para
la lucha contra las prácticas restrictivas de la competencia y el control de concentraciones económicas, el Servicio y el
Tribunal de Defensa de la Competencia.

Desde su entrada en vigor, se produjeron modificaciones, algunas de gran calado, y, además, se ha aprobado la Ley
1/2002, de 21 de febrero de Coordinación de las Competencias del Estado y las Comunidades Autónomas en materia
de defensa de la competencia. En la Unión Europea, en los últimos años se ha producido una importante reforma del
marco comunitario de defensa de la competencia, que ha fructificado en el nuevo Reglamento (CE) núm. 139/2004
del Consejo, de 20 de enero de 2004, sobre el control de las concentraciones entre empresas y, sobre todo, en la
modernización de la lucha contra las conductas restrictivas de la competencia centrada en el Reglamento (CE) núm.
1/2003 del Consejo, de 16 de diciembre de 2002, relativo a la aplicación de las normas sobre competencia previstas
en los artículos 101 y 102 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea .

La Ley de Defensa de la Competencia de 2007 se dictó para abordar la reforma del sistema español de defensa de la
competencia en el sentido de reforzar los mecanismos ya existentes y dotarlo de los instrumentos y la estructura
institucional óptima para proteger la competencia efectiva en los mercados, teniendo en cuenta el nuevo sistema
normativo comunitario y las competencias de las Comunidades Autónomas para la aplicación de las disposiciones
relativas a prácticas restrictivas de la competencia según lo dispuesto en la Ley 1/2002.

La Ley se estructura en cinco títulos que regulan, respectivamente, las cuestiones sustantivas, los aspectos
institucionales, la Comisión Nacional de la Competencia, las cuestiones procedimentales y el régimen sancionador.

El título primero recoge los aspectos sustantivos de los tres tipos de instrumentos principales de esta política: régimen
aplicable a las conductas restrictivas de la competencia, principios del control de concentraciones y sistema de
seguimiento y propuesta en materia de ayudas públicas.

Por lo que respecta al capítulo primero, relativo a las conductas restrictivas de la competencia, la Ley introduce
cambios principalmente en tres líneas. En primer lugar, se aclaran y simplifican los diferentes tipos de infracción. En
segundo lugar, se pasa del régimen de autorización singular de acuerdos prohibidos a un sistema de exención legal en
línea con el modelo comunitario. En tercer lugar, se aclaran los efectos de la exención legal y el tratamiento de las
conductas «de mínimos».
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

En cuanto a los tipos de infracción, se mantiene la prohibición de los acuerdos entre empresas y del abuso de posición
de dominio, así como del falseamiento de la libre competencia por actos desleales, aclarándose la redacción de este
último tipo. Sin embargo, se elimina la referencia específica al abuso de dependencia económica, que ya se encuentra
regulado en la Ley 3/1991, de Competencia Desleal, y puede, por tanto, incardinarse en el falseamiento de la libre
competencia por actos desleales.

En cuanto al capítulo segundo, relativo a los aspectos sustantivos del control de las concentraciones económicas, la
Ley aporta novedades en tres ámbitos principales. En primer lugar, aclara y amplía el concepto de concentración a
efectos de control, estableciendo un procedimiento «simplificado» para aquellas operaciones menos susceptibles de
afectar a la competencia. En segundo lugar, flexibiliza el régimen de notificación obligatoria con efecto suspensivo en
tanto no recaiga resolución favorable de la Administración. Finalmente, refuerza la participación de la Comisión
Nacional de la Competencia en el control de concentraciones, limita el papel del Gobierno en el mismo y concreta los
criterios de valoración sustantiva que guiarán las decisiones de ambos órganos.

El capítulo tercero se ocupa de las ayudas públicas. En este ámbito se completan las competencias de la Comisión
Nacional de la Competencia, que podrá analizar los criterios de concesión de las ayudas desde la perspectiva de la
competencia con el fin de emitir informes y dirigir recomendaciones a los poderes públicos. Para ello, se establecen
determinadas obligaciones de información a la Comisión Nacional de la Competencia y se prevé expresamente la
posible participación complementaria de los órganos competentes de las Comunidades Autónomas mediante la
emisión de informes con respecto a las ayudas que concedan las Administraciones autonómicas y locales en el ámbito
territorial de su competencia. Todo ello, por supuesto, sin perjuicio del sistema de control por parte de la Comisión
Europea previsto en la normativa comunitaria.

El título segundo se ocupa del esquema institucional. El capítulo primero se refiere a los órganos administrativos
competentes para la aplicación de esta Ley, con una novedad principal, la creación en el ámbito estatal de una
institución única e independiente del Gobierno, la Comisión Nacional de la Competencia, que integrará a los actuales
Servicio y Tribunal de Defensa de la Competencia que desaparecen. La Comisión Nacional de la Competencia presenta
una estructura piramidal centrada en la existencia de dos órganos separados, la Dirección de Investigación y el Consejo,
que realizan con independencia sus respectivas funciones de instrucción y resolución bajo la supervisión y
coordinación del Presidente, apoyado en un conjunto de servicios comunes. En el capítulo segundo se prevén
mecanismos para la coordinación de todos los órganos administrativos que intervienen en la aplicación de la Ley, así
como la coordinación con los reguladores sectoriales, con objeto de velar por la coherencia de la política de
competencia, la eficiencia en la asignación de los recursos públicos y la seguridad jurídica de los operadores
económicos.

Una de las cuestiones más controvertidas en relación con el cumplimiento de las normas sobre defensa de la
competencia es el régimen de ayudas y subvenciones que puede poner en peligro el principio de igualdad de
oportunidades en el mercado. El Tribunal Constitucional ha establecido una doctrina jurisprudencial "completa y
estable" en materia subvencional que podemos resumir en tres puntos:
• El Estado no dispone de un poder para subvencionar de carácter general, entendido como poder libre o
desvinculado del poder competencial.
• La técnica de reparto territorial de las subvenciones para su gestión descentralizada resulta la más ajustada al
modelo diseñado por la Constitución.
• Las dotaciones presupuestarias deben territorializarse en los Presupuestos del Estado.

Esta doctrina se recoge, entre otras, en SSTC 13/1992, 79/1992, 330/1993, 213/1994, 59/1995, 16/1996, 68/1996,
109/1996, 70/1997, 71/1997 y 175/2003.

La Ley 3/1991, de 10 de enero, de Competencia Desleal obedece, como expresamente declara su Preámbulo tanto a
homologar nuestro ordenamiento concurrencial con el de los países de nuestro entorno geográfico y económico,
especialmente con aquellos de la Comunidad Europea como a la necesidad de adecuar dicho ordenamiento de la
competencia a los valores que han cuajado en nuestra Constitución económica.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Y continúa el Preámbulo "la Constitución española de 1978 hace gravitar nuestro sistema económico sobre el principio
de libertad de empresa y, consiguientemente, en el plano institucional, sobre el principio de libertad de competencia.
Por ello, el legislador tiene la obligación de establecer los mecanismos precisos para impedir que tal principio pueda
verse falseado por prácticas desleales, susceptibles de perturbar el funcionamiento concurrencial del mercado".

La ley de Competencia Desleal ha sido profundamente reformada por Ley 29/2009, de 30 de diciembre que modifica
el régimen legal de la competencia desleal y de la publicidad para la mejora de la protección de los consumidores y
usuarios, reforma en su mayor parte debida a la necesidad de incorporar la Directiva 2005/29/CE del Parlamento
Europeo y del Consejo, de 11 de mayo de 2005, relativa a las prácticas comerciales desleales de las empresas en sus
relaciones con los consumidores en el mercado interior, y la Directiva 2006/114/CE del Parlamento Europeo y del
Consejo, de 12 de diciembre de 2006, sobre publicidad engañosa y publicidad comparativa. La incorporación al
Derecho español de estas directivas, que lleva a cabo esta Ley, ha comportado una modificación importante de otras
leyes: el Texto Refundido de la Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios y otras leyes
complementarias, aprobado por el Real Decreto Legislativo 1/2007, de 16 de noviembre, que lleva esta protección al
ámbito de la Ley anterior; la Ley 7/1996, de 15 de enero, de Ordenación del Comercio Minorista, y la Ley 34/1988, de
11 de noviembre, General de Publicidad.

Libertad de empresa y división territorial del poder: STC 64/1989: “Este Tribunal ha tenido ya, en diversas ocasiones,
oportunidad de pronunciarse acerca del significado de la llamada «constitución económica», como conjunto de normas
destinadas a proporcionar el marco jurídico fundamental para la estructura y funcionamiento de la actividad
económica, resaltando la importancia que, especialmente en Estados como el nuestro de estructura territorial
compuesta, adquiere la exigencia de que los principios básicos del orden económico sean unos y los mismos en todo el
ámbito nacional, como proyección concreta del más general principio de unidad que el art. 2 de la Constitución
consagra (SSTC 1/1982, fundamento jurídico 1.º; 11/1984, fundamento jurídico 5.º; 29/1986, fundamento jurídico 4.º).

De nuestra doctrina conviene recordar ahora que la efectiva unicidad del orden económico nacional requiere la
existencia de un mercado único y que la unidad de mercado descansa, a su vez, como han señalado las SSTC 96/1984,
fundamento jurídico 3.º y 88/1986, fundamento jurídico 6.º, sobre dos supuestos irreductibles, la libre circulación de
bienes y personas por todo el territorio español, que ninguna autoridad podrá obstaculizar directa o indirectamente
(art. 139.2 C.E.), y la igualdad de las condiciones básicas de ejercicio de la actividad económica (arts. 139.1, 149.1.1.º),
sin los cuales no es posible alcanzar en el mercado nacional el grado de integración que su carácter unitario impone”.

Libertad de empresa y división territorial del poder: STC 52/1988: “entre las condiciones básicas para el ejercicio de la
libertad de empresa se halla la garantía de la libre circulación de bienes en todo el territorio nacional, pero la
interpretación conforme a esta exigencia constitucional de lo dispuesto en el art. 149.1.1 de la C.E. y, en el caso, en el
art. 12.1.2 del Estatuto de Autonomía de Cataluña, no impide, por extensiva que se pretenda esta interpretación, la
atribución a las Comunidades Autónomas de competencias para regular las características que debe reunir un
determinado producto o las de los materiales o el régimen de fabricación de aquellos artículos que han de ser utilizados
en su territorio (cuando esa competencia autonómica proviene de un título competencial, cuyo ejercicio puede y debe
comportar normalmente una diversidad de condiciones de fabricación y homologación del producto), ni obstaculiza
por sí misma al empresario para ejercer su actividad libremente, ni excluye su acceso al mercado en cualquier parte
del territorio nacional, o fuera del mismo, aunque ello le obligue a una cierta diversificación de la producción. Pero esta
consecuencia no es incompatible con la atribución a las Comunidades Autónomas de la competencia para regular
diversamente las características que deben reunir ciertos productos industriales al efecto de garantizar la protección
de los bienes o fines jurídicos que su Estatuto de Autonomía les asigna, ni, en suma, puede entenderse que resulte del
art. 149.1.1 de la C.E. o del art. 12.2 del Estatuto de Cataluña, la necesidad de absoluta uniformidad de las
características legalmente exigibles a todos los productos industriales, en todo el territorio nacional, pues ello
significaría una restricción excesiva de la legítima acción autonómica en cumplimiento de aquellos fines”.

El derecho a la propiedad privada


El artículo 33.1 de la Constitución reconoce como derechos la propiedad privada y la herencia, a continuación, en el
apartado 2 proclama su función social y, en el apartado 3 garantiza que nadie podrá ser privado de sus bienes y
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

derechos sino por causa justificada de utilidad pública o interés social, mediante la correspondiente indemnización y
de conformidad con lo dispuesto en las leyes. Esto es, reconoce constitucionalmente el instituto jurídico de la
expropiación forzosa.

La propiedad es el derecho de gozar y disponer de una cosa, sin más limitaciones que las establecidas en las leyes. El
propietario tiene acción contra el tenedor y el poseedor de la cosa para reivindicarla. Nadie podrá ser privado de su
propiedad sino por Autoridad competente y por causa justificada de utilidad pública, previa siempre la
correspondiente indemnización. Si no precediere este requisito, los Jueces ampararán y, en su caso, reintegrarán en
la posesión al expropiado.

En este apartado seguimos a Francisca López Quetglas cuando dice que el derecho a la propiedad privada constituye
un auténtico derecho fundamental, postura que mayoritariamente mantiene la doctrina y que, como se ha
adelantado, no es compartida por el Tribunal Constitucional que viene prefiriendo una comprensión restringida de los
derechos fundamentales, en virtud de la cual el término sólo correspondería a los derechos comprendidos en la
Sección Primera del Capítulo Segundo del Título Primero («De los derechos fundamentales y de las libertades
públicas», arts. 15 a 29 incluido el preliminar artículo 14, dedicado al principio de igualdad).

Ello lleva, ante todo, a evitar la calificación como derecho fundamental de los derechos comprendidos en la Sección
segunda de dicho Capitulo, él más cualificado de los cuales sería el derecho de propiedad, a los que prefiere designar
como derechos constitucionales».

El Tribunal Constitucional ha señalado que el concepto de dominio recogido en este artículo "no puede entenderse
como un tipo abstracto". Por el contrario, la progresiva incorporación de finalidades sociales relacionadas con el uso
y aprovechamiento de los distintos tipos de bienes sobre los que el derecho de propiedad puede recaer ha producido
una diversificación de la institución dominical en una pluralidad de figuras o situaciones jurídicas reguladas con un
significado y alcance diverso. De ahí que se venga reconociendo con general aceptación doctrinal y jurisprudencial la
flexibilidad o plasticidad actual del dominio que se manifiesta en la existencia de diferentes tipos de propiedades
dotadas de status jurídicos diversos, de acuerdo con la naturaleza de los bienes sobre los que cada derecho de
propiedad recae" (STC 37/1987, de 26 de mayo).

En efecto, la propiedad, sobre todo, ha sido uno de los derechos que más ha evolucionado desde el punto de vista
constitucional y legislativo. Ha pasado de entenderse como el derecho individual y personal por antonomasia a
articularse como una institución jurídica objetiva, cargada de limitaciones impuestas por la función social a la que se
encuentra sujeta.

El Tribunal Constitucional en la sentencia citada con anterioridad, acotando el concepto constitucional de la propiedad
privada señala que "su contenido esencial no puede hacerse desde la exclusiva consideración subjetiva del derecho o
de los intereses individuales que a éste subyacen, sino que debe incluir igualmente la necesaria referencia a la función
social, entendida, no como mero límite externo a la definición de su ejercicio, sino como parte integrante del derecho
mismo".

Y continúa nuestro Alto Tribunal insistiendo en esta idea al afirmar que "la Constitución reconoce un derecho a la
propiedad privada que se configura y protege, ciertamente, como un haz de facultades individuales sobre las cosas,
pero también y al mismo tiempo como un conjunto de derechos y obligaciones establecido, de acuerdo con las leyes,
en atención a valores e intereses de la comunidad..."

Utilidad individual y función social definen, por tanto, ineludiblemente el contenido de propiedad sobre cada categoría
o tipo de bienes.

En el mismo sentido el Tribunal Supremo configura el derecho de propiedad como un derecho estatutario, modificable,
por tanto, por el ordenamiento jurídico, que no dará lugar, por norma general, a indemnización, ya que, al ser creación
de la ley, el titular tendrá únicamente aquellas facultades que en cada caso la norma jurídica le conceda (STS de
7/11/1988, 2/11/1989 y 5/11/1996, entre otras muchas).
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Pero el Tribunal Constitucional parece que ha dado un nuevo paso adelante en esta concepción estatutaria del derecho
de propiedad, especialmente en el ámbito urbanístico.

En la sentencia STC 61/1997 ha dicho que el Estado puede plasmar una determinada concepción del derecho de
propiedad urbana en sus líneas más fundamentales como, por ejemplo, la que disocia la propiedad del suelo del
derecho de edificar, modelo éste que ha venido siendo tradicional en nuestro urbanismo. Esta Sentencia realizó una
operación de legislación negativa sobre el entonces vigente Texto Refundido de la Ley del Suelo, Real Decreto
Legislativo 1/1992, de 26 de junio. Este texto refundido traía causa de la ley 8/1990 de25 de julio, de reforma del
régimen urbanístico y valoraciones del suelo, que a su vez sustituyó a la reforma de la ley del Suelo y ordenación
urbana (Ley 3/1956) operada por Texto Refundido 1346/1976.

La línea jurisprudencial precedente ha sido confirmada en la sentencia 164/2001, que a su vez realizó una nueva
operación de legislación negativa sobre la entonces vigente ley del Régimen del Suelo y Valoraciones, Ley 6/1998, de
13 de abril. Ambas resoluciones han producido un impacto en el Derecho urbanístico ya que vienen a confirmar que
la regulación de la propiedad del suelo ha abandonado el ámbito del Derecho Civil. La propiedad privada casi
desaparece cuando se trata del suelo afectado por un proceso urbanizador.

Por otra parte, debe hacerse referencia a la Ley de Expropiación Forzosa de 17 de diciembre de 1954. En efecto, de
entre todas las restricciones de la propiedad y otros derechos patrimoniales legítimos, la expropiación forzosa a la que
se refiere el apartado tercero de este artículo 33 de la Constitución es la más enérgica y radical, debiendo, en todo
caso, ser objeto de indemnización por la Administración expropiante.

Así lo tiene reiteradamente reconocido la jurisprudencia del Tribunal Supremo cuando, entre otras, en sentencia de
18 de febrero de 1991 y la más reciente de 10 de febrero de 2000 señala que "las llamadas expectativas urbanísticas
que la jurisprudencia viene concediendo es uno de los elementos a ponderar en la determinación del justiprecio como
forma de obtener el valor de reposición compensatoria del sacrificio patrimonial que para el expropiado supone la
privación del bien o derecho a expropiar, siempre que se den los factores para su admisión".

En el mismo sentido el Tribunal Constitucional se ha pronunciado manifestando que "el titular de un interés
patrimonial legítimo debe ser indemnizado por la Administración al haber sido expropiado... (pues) la expropiación
forzosa constituye una garantía constitucional reconocida en el artículo 33.3 de la Norma Fundamental, que alcanza
tanto a la medidas ablatorias del derecho de propiedad privada en sentido estricto, como a la privación de toda clase
de bienes y derechos individuales e incluso de intereses legítimos de contenido patrimonial" (STC 227/1998 de 29 de
noviembre).

La expropiación forzosa se constituye así en la transmisión imperativa de los derechos e intereses patrimoniales
legítimos por causa de utilidad pública o interés social de una persona que debe recibir, a cambio, la justa
indemnización que pudiera corresponderle por los daños y perjuicios sufridos.

Cuestión fundamental en los procedimientos expropiatorios es la determinación del valor del bien expropiado. La
vigente ley del Suelo señala en su artículo 21.1 b) ¿las valoraciones del suelo, las instalaciones, construcciones y
edificaciones, y los derechos constituidos sobre o en relación con ellos, se rigen por lo dispuesto en esta Ley cuando
tengan por objeto la fijación del justiprecio en la expropiación, cualquiera que sea la finalidad de ésta y la legislación
que la motive?

El Tribunal Constitucional ha manifestado, en este sentido, que la indemnización por la expropiación debe
corresponderse con el valor económico del bien objeto de expropiación, siendo por ello preciso que entre éste y la
cuantía de la indemnización exista un equilibrio proporcional con el daño expropiado y su reparación.

Existe ya una doctrina consolidada del justiprecio como valor de sustitución que puede incluso ser superior al precio
de mercado y que tiene en cuenta el impacto subjetivo de la privación del bien para el sujeto expropiado.

El Tribunal Supremo, por su parte, tiene declarado que el valor real del bien indemnizable no es sin más el valor de
mercado, sino más bien el valor objetivo del bien o derecho, establecido en términos de equidad y mediante el empleo
de criterios estimativos o excluyentes, es decir el valor que permita mantener el patrimonio del expropiado, tanto sin
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

menoscabo injusto como sin enriquecimiento injusto (SSTS de 18 marzo 1982, 18 abril 1989 y 18 de febrero de 1992,
entre otras).

Y es que como destaca la doctrina más reciente, el precio justo de la expropiación debe aproximarse al valor de
sustitución que otorga al perjudicado la cantidad suficiente para sustituir o reponer en su patrimonio otro bien de
naturaleza análoga del que ha sido desposeído, de suerte que se responda a los principios de conversión y
equivalencia.

Debe recordarse, finalmente, que existe la posibilidad de expropiar mediante Decreto-ley (en este Sentido, entre otras,
STC 11/1983 y 166/1986 sobre RUMASA), y también cabe la figura de la expropiación por ley singular (STC 48/2005
sobre una ley singular de expropiación aprobada por el Parlamento canario). La expropiación legislativa debe, no
obstante, cumplir con las garantías constitucionales, como son la declaración del fin de utilidad pública o interés social,
la relativa a la indemnización y el cumplimiento del procedimiento previsto en la ley.

Dentro del tema de las leyes singulares de expropiación es obligada la mención a la sentencia del Tribunal
Constitucional 48/2005, en donde se considera que la ley dictada por el Parlamento de Canarias y que habilitó la
expropiación no respetó los límites antes mencionados, además de recalcar la excepcionalidad de este tipo de leyes,
derivando por todo ello en la inconstitucionalidad de la misma, además de sonrojar nuevamente al Parlamento de
Canarias.

Es la sentencia dictada por una cuestión de inconstitucionalidad promovida por la Sala de lo Contencioso-
Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Canarias, en relación con la Ley del Parlamento de Canarias 2/1992,
de 26 de junio, sobre declaración de utilidad pública de la expropiación forzosa de los edificios núm. 5 de la calle
Teobaldo Power y núm. 44 y 46 de la calle del Castillo, en Santa Cruz de Tenerife, para proceder a la ampliación de la
sede del Parlamento de Canarias.

Sobre todo, en lo referente a la limitación de las garantías del expropiado, así en el fundamento jurídico sexto de la
sentencia se dice «Por ello es obligado cuestionarse si, dado un procedimiento expropiatorio legalmente establecido,
el expropiado tiene derecho a que cada una de sus fases se verifique a través de actos que puedan ser objeto de
revisión jurisdiccional en todos sus extremos y con el mayor alcance. En otras palabras, si entre las garantías
expropiatorias se incluye el derecho a que los intereses afectados sean en todo caso tutelables por los Tribunales
ordinarios y sólo por ellos, con exclusión de otras jurisdicciones no judiciales. Por esta vía se vendría a excluir una
posibilidad que el art. 33.3 CE, en sí mismo, no impide: que alguna de las fases del procedimiento expropiatorio se
lleve a cabo mediante normas con rango de ley, dado que este tipo de normas son accesibles a un control judicial
limitado, por cuanto un juicio de constitucionalidad negativo sólo puede llevar al Juez ordinario a plantear una cuestión
de inconstitucionalidad, en cuya sustanciación no tiene intervención (inmediata) el particular afectado». Con todo ello
en el fundamento séptimo se concluye que «Además de no venir justificada por circunstancias excepcionales, la Ley
recurrida ofrece una estructura y contenido que no permiten que la defensa de los derechos e intereses de los
particulares expropiados pueda satisfacerse en esta sede sin perjuicio de su contenido material ni menoscabo de la
naturaleza propia de nuestra jurisdicción».

En el ámbito del Consejo de Europa también podemos encontrar ejemplos de regulación de la propiedad.

El Protocolo Adicional de 20 de marzo de 1952 al Convenio Europeo para la protección de los Derechos Humanos y las
Libertades Públicas, ratificado por España el 2 de noviembre de 1990 reconoce en su artículo 1 el derecho a la
propiedad privada.

En el apartado primero se reconoce el derecho de toda persona física o moral al respeto de sus bienes sin que nadie
pueda ser privado de su propiedad más que por causa de utilidad pública y en las condiciones previstas por la Ley y
los principios generales del Derecho Internacional.

El apartado segundo reconoce a los Estados el poder de regular el uso de los bienes conforme al interés general. Dice
textualmente este apartado: "las disposiciones precedentes se entienden sin perjuicio del derecho que poseen los
Estados de poner en vigor las leyes que juzguen necesarias para la reglamentación del uso de los bienes de acuerdo
con el interés general o para garantizar el pago de los impuestos u otras contribuciones o de multas".
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

La jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha dado a este artículo una significación más acorde con
el concepto tradicional de la propiedad que con la concepción estatutaria.

En la sentencia MARCKX de 13 junio 1979 reconoce el derecho de uso y disfrute de los bienes y el respeto al derecho
fundamental de la propiedad. En la sentencia EX-REY DE GRECIA y otros miembros de su familia contra GRECIA de 23
noviembre 2000, el Tribunal defiende la protección de este derecho incluso en contra de las disposiciones de derecho
interno y en la sentencia Belvedere Alberghiera S.R.L. contra Italia de 30 mayo 2000, corrige la jurisprudencia italiana
que permitía la expropiación indirecta, en el sentido de que debe basarse directamente en la Ley.

En la sentencia de la herencia Sponrrong y Lönroth contra Suecia de 23 septiembre 1982 consideró el Tribunal Europeo
que la duración excesiva del procedimiento expropiatorio puede dejar vacío el contenido del derecho de propiedad,
principio que ya se estableció en el caso Mandyside de 7 diciembre 1976. En el mismo sentido, por ejemplo, Caso Kurt
y Firat contra Turquía, de 21 de abril de 2009.

En la sentencia más reciente de 1 marzo 2001 en el caso Malama contra Grecia el Tribunal reitera la necesidad de que
se respete el principio de proporcionalidad entre la necesidad de protección de la propiedad privada y las razones de
interés general para restringirla. En este mismo sentido, por ejemplo, el Caso Aizpurua Ortiz y Otros contra España,
Sentencia de 2 febrero de 2010, que presenta interés por tratarse de una expropiación sobre derechos, en este caso
sobre una pensión de jubilación.

El derecho de fundación
Artículo 34
1. Se reconoce el derecho de fundación para fines de interés general, con arreglo a la ley.
2. Regirá también para las fundaciones lo dispuesto en los apartados 2 y 4 del artículo 22.

Este artículo introduce en nuestro más alto texto normativo la referencia de un derecho innovador en cuanto que no
cuenta con precedentes ni en otras constituciones españolas anteriores ni en los textos constitucionales del Derecho
comparado. Hasta ese momento, la fundación venía recogida en el artículo 85 del Código Civil como una prolongación
de la libertad individual, por la que los particulares tienen la posibilidad de vincular bienes, constituyendo una
organización a la que el ordenamiento jurídico reconoce una personalidad independiente, en atención al patrimonio
que la conforma.

La Constitución consagra el derecho de fundación como un derecho fundamental de segundo grado, excluido de la
tutela del recurso de amparo, a pesar de la remisión que en este artículo 34 se hace al derecho de asociación que sí
tiene esta tutela constitucional.

La diferencia de este tratamiento jurídico entre los derechos de asociación y fundación se produjo durante la
tramitación del proyecto constitucional en el Senado. Tanto en el informe de la Ponencia como en el Dictamen de la
Comisión constitucional y en el texto aprobado por el Pleno del Congreso de los Diputados el derecho de fundación se
integraba en el artículo 22, incluido, por tanto, en la Sección Primera, del Capítulo II del Título I. Fue en el Senado
cuando se produce esta modificación. Por un lado, se traslada el derecho de fundación a la Sección Segunda que
comprende los derechos y deberes, perdiendo, entre otras garantías, la protección constitucional del recurso de
amparo y por otro lado, se matiza el derecho de fundación en el sentido de que su reconocimiento constitucional
engloba a aquellas fundaciones que persigan fines de interés general, excluyendo, en consecuencia, figuras como la
fundación-empresa que en sus distintas modalidades constituye una de tantas importaciones de la doctrina alemana
a nuestro derecho y que no encaja en el concepto de fundación protegido por este artículo 34.

Este concepto clásico del derecho de fundación recogido en el artículo 34 es el que ha seguido el Tribunal
Constitucional en la interpretación de este precepto. En su sentencia 49/1988, de 22 de marzo se señala que el
concepto de fundación reconocido en la Constitución es el que la considera como "la persona jurídica constituida por
una masa de bienes vinculados por el fundador o fundadores a un fin de interés general". La fundación nace, por tanto,
de un acto de disposición de bienes que realiza el fundador, quien los vincula a un fin por él determinado y establece
las normas por las que ha de administrarse al objeto de que sirvan para cumplir los fines deseados de manera
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permanente. Tanto la manifestación de voluntad como la organización han de cumplir los requisitos que marquen las
leyes, que prevén, además, una forma de acción administrativa (el Protectorado) para garantizar el cumplimiento de
los fines de la fundación y la recta administración de los bienes que la forman.

Como concluye el Tribunal Constitucional en esta sentencia, el derecho de fundación "es una manifestación más de la
autonomía de la voluntad respecto de los bienes, por cuya virtud una persona puede disponer de su patrimonio
libremente, dentro de los límites y con las condiciones legalmente establecidas". (STC 48/1988 citada). Esta doctrina
se reitera en la STC 341/2005 de 21 de diciembre, que además lleva a cabo una clarificación competencial del régimen
de Fundaciones tras la aprobación de la vigente ley 50/2002, de 26 de diciembre. En concreto, el Tribunal
Constitucional afirma que al tratarse de una materia que no figura en los listados de los arts. 148.1 y 149.1 CE, la
consagración del derecho de fundación en el art. 34 CE no es norma atributiva de competencias, sino que debe
acogerse en los Estatutos de autonomía, respecto de las fundaciones que desarrollen principalmente sus funciones en
sus respectivos territorios. La competencia estatal se circunscribe a la regulación de las condiciones básicas que
garanticen la igualdad de todos los españoles en el ejercicio del derecho de fundación, y a la competencia para
disciplinar el régimen jurídico de las fundaciones en los aspectos civiles y procesales.

Otro aspecto significativo de este derecho al incorporarse en esta Sección Segunda del Capítulo II del Título I de la
Constitución, es que por imperativo de su artículo 53.1 el derecho de fundación vincula a todos los poderes públicos
y, en consecuencia, no se trata de un principio programático o meramente informador del ordenamiento jurídico, es
precisa una ley formal que desarrolle el contenido esencial de este derecho para poder ser invocado
jurisdiccionalmente.

Según el art. 2 de la ley, son fundaciones las organizaciones constituidas sin fin de lucro que, por voluntad de sus
creadores, tienen afectado de modo duradero su patrimonio a la realización de fines de interés general. Las
fundaciones se rigen por la voluntad del fundador, por sus Estatutos y, en todo caso, por la Ley.

Las fundaciones deberán perseguir fines de interés general, enunciándose, con carácter meramente ilustrativo, los de
defensa de los derechos humanos, de las víctimas del terrorismo y actos violentos, asistencia social e inclusión social,
cívicos, educativos, culturales, científicos, deportivos, sanitarios, laborales, de fortalecimiento institucional, de
cooperación para el desarrollo, de promoción del voluntariado, de promoción de la acción social, de defensa del medio
ambiente, y de fomento de la economía social, de promoción y atención a las personas en riesgo de exclusión por
razones físicas, sociales o culturales, de promoción de los valores constitucionales y defensa de los principios
democráticos, de fomento de la tolerancia, de desarrollo de la sociedad de la información, o de investigación científica
y desarrollo tecnológico (art. 3). En ningún caso podrán constituirse fundaciones con la finalidad principal de destinar
sus prestaciones al fundador o a los patronos, a sus cónyuges o personas ligadas con análoga relación de afectividad,
o a sus parientes hasta el cuarto grado inclusive, así como a personas jurídicas singularizadas que no persigan fines de
interés general (art. 3.1).

Salvo aquellas que se dediquen a la conservación y restauración de bienes del patrimonio histórico español, siempre
que cumplan las exigencias de la Ley 16/1985, de 25 de junio, del Patrimonio Histórico Español, en particular respecto
de los deberes de visita y exposición pública de dichos bienes.

Las fundaciones tienen personalidad jurídica desde la inscripción de la escritura pública de su constitución en el
correspondiente Registro de Fundaciones, pudiendo únicamente utilizar esta denominación las entidades inscritas en
dicho Registro público (artículo 4).

En un breve repaso de las novedades más significativas del nuevo texto legal, destaca en el capítulo I la regulación de
las fundaciones extranjeras, que queda circunscrita a aquellas que pretendan ejercer actividades en España de manera
estable. Se especifica que el Registro competente para su inscripción dependerá del ámbito, autonómico o
supraautonómico en que desarrollen principalmente sus actividades, y que se sancionará el incumplimiento de los
requisitos legales con la prohibición de usar la denominación «Fundación» en nuestro territorio.

La capacidad para fundar se extiende tanto a las personas físicas como a las jurídicas, sean estas públicas o privadas
(artículo 8); La escritura de constitución de una fundación deberá contener, al menos, los siguientes extremos: El
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nombre, apellidos, edad y estado civil del fundador o fundadores, si son personas físicas, y su denominación o razón
social, si son personas jurídicas, y, en ambos casos, su nacionalidad y domicilio y número de identificación fiscal, la
voluntad de constituir una fundación, la dotación, su valoración y la forma y realidad de su aportación, los Estatutos
de la fundación, la identificación de las personas que integran el Patronato, así como su aceptación si se efectúa en
el momento fundacional (art. 10).

En los Estatutos de la fundación se hará constar: La denominación de la entidad, los fines fundacionales, el domicilio
de la fundación y el ámbito territorial en que haya de desarrollar principalmente sus actividades las reglas básicas para
la aplicación de los recursos al cumplimiento de los fines fundacionales y para la determinación de los beneficiarios, la
composición del Patronato, las reglas para la designación y sustitución de sus miembros, las causas de su cese, sus
atribuciones y la forma de deliberar y adoptar acuerdos, cualesquiera otras disposiciones y condiciones lícitas que el
fundador o fundadores tengan a bien establecer (art. 10).

En toda fundación deberá existir, con la denominación de Patronato, un órgano de gobierno y representación de la
misma, que adoptará sus acuerdos por mayoría en los términos establecidos en los Estatutos. Corresponde al
Patronato cumplir los fines fundacionales y administrar con diligencia los bienes y derechos que integran el patrimonio
de la fundación, manteniendo el rendimiento y utilidad de los mismos (art. 14).

El Patronato estará constituido por un mínimo de tres miembros, que elegirán entre ellos un Presidente, si no estuviera
prevista de otro modo la designación del mismo en la escritura de constitución o en los Estatutos. Asimismo, el
Patronato deberá nombrar un Secretario, cargo que podrá recaer en una persona ajena a aquél, en cuyo caso tendrá
voz pero no voto, y a quien corresponderá la certificación de los acuerdos del Patronato. Podrán ser miembros del
Patronato las personas físicas que tengan plena capacidad de obrar y no estén inhabilitadas para el ejercicio de cargos
públicos. Las personas jurídicas podrán formar parte del Patronato, y deberán designar a la persona o personas físicas
que las representen en los términos establecidos en los Estatutos (art. 15).

El patrimonio de la fundación está formado por todos los bienes, derechos y obligaciones susceptibles de valoración
económica que integren la dotación, así como por aquellos que adquiera la fundación con posterioridad a su
constitución, se afecten o no a la dotación. La administración y disposición del patrimonio corresponderá al Patronato
en la forma establecida en los Estatutos y con sujeción a lo dispuesto en la Ley. La fundación deberá figurar como
titular de todos los bienes y derechos integrantes de su patrimonio, que deberán constar en su inventario anual. Los
órganos de gobierno promoverán, bajo su responsabilidad, la inscripción a nombre de la fundación de los bienes y
derechos que integran el patrimonio de ésta, en los Registros públicos correspondientes (arts. 19 y 20).

El funcionamiento de las fundaciones se rige por el principio de transparencia, ya que están obligadas no sólo a destinar
su patrimonio y rentas a los fines fundacionales, sino además a proporcionar información suficiente sobre sus fines y
actividades y actuar con criterios de imparcialidad y no-discriminación en la determinación de sus beneficiarios
(artículo 23). Las fundaciones se encuentran sometidas a normas de contabilidad, auditoría y presupuestos estrictas
(artículo 25), así como los medios de obtención e ingresos (artículo 26) y el destino de los mismos (artículo 27),
pudiendo subrayar al respecto la limitación legal de no poder participar en sociedades mercantiles en las que deban
responder personal e ilimitadamente de las deudas sociales (artículo 24). Con objeto de facilitar la gestión contable
de las fundaciones de menores dimensiones, se autoriza la utilización de modelos abreviados de rendición de cuentas
cuando cumplan los requisitos establecidos legalmente al efecto para las sociedades mercantiles. Por otra parte, las
fundaciones de reducido tamaño podrán adoptar un modelo simplificado de llevanza de contabilidad y estarán exentas
de la obligación general de someter las cuentas anuales a auditoría externa. Además, la obligación de aprobar un
presupuesto anual ha sido sustituida por la de presentar un plan de actuación, con lo que, manteniéndose la finalidad
esencial de ofrecer información acerca de los proyectos fundacionales, se facilita en gran medida la gestión de estas
entidades.

De especial consideración es la figura del Protectorado al que le corresponde facilitar el recto ejercicio del derecho de
fundación y garantizar su constitución y funcionamiento. El Protectorado velará por el correcto ejercicio del derecho
de fundación y por la legalidad de la constitución y funcionamiento de las fundaciones. El Protectorado será ejercido
por la Administración General del Estado, en la forma que reglamentariamente se determine, respecto de las
fundaciones de competencia estatal Art. 34)
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

El Protectorado es ejercido por la Administración General del Estado, correspondiéndole, entre otras, las siguientes
funciones: asesorar a las fundaciones sobre asuntos de su régimen jurídico y económico, de las actividades que
desarrollen o los fines que persigan, velar por el cumplimiento de los fines fundacionales, verificar si los recursos
económicos han sido aplicados a los fines, dar publicidad a las actividades de las fundaciones y ejercer
provisionalmente las funciones del órgano de gobierno de la fundación si por cualquier causa faltasen las personas
llamadas a integrarlo . En todo caso, el Protectorado está legitimado para ejercitar la correspondiente acción de
responsabilidad por los actos relacionados en el artículo 17.2 y para instar el cese de los patronos en el supuesto
contemplado en el párrafo d) del artículo 18.2. Asimismo, está legitimado para impugnar los actos y acuerdos del
Patronato que sean contrarios a los preceptos legales o estatutarios por los que se rige la fundación. Cuando el
Protectorado encuentre indicios racionales de ilicitud penal en la actividad de una fundación, dictará resolución
motivada, dando traslado de toda la documentación al Ministerio Fiscal o al órgano jurisdiccional competente,
comunicando esta circunstancia a la fundación interesada (art. 35).

Las fundaciones pueden modificar sus estatutos, fusionarse con otras fundaciones y proceder a su extinción en
determinados supuestos.

El patronato es el órgano competente para acordar las modificaciones estatutarias, siempre que resulte conveniente
para la fundación o hayan variado las circunstancias que determinaron su constitución. Si el patronato no cumpliera
con la obligación de modificar los estatutos, el Protectorado la podrá llevar a cabo de oficio o a instancia de quien
tenga interés legítimo en ello (artículo 29).

También corresponde al patronato proponer la fusión de una fundación con otra, que requerirá el acuerdo de las
fundaciones interesadas. Al acuerdo de fusión podrá oponerse el Protectorado por razones de legalidad y mediante
acuerdo motivado (artículo 30).

Las causas de extinción de las fundaciones previstas en la ley son las siguientes: a) expiración del plazo para el que
fueron constituidas, b) imposibilidad de realización del fin fundacional, c) cumplimiento de dicho fin, d) fusión con otra
fundación, e) cuando concurra cualquier otra causa prevista en los estatutos o en las leyes (artículo 31). La extinción
de la fundación, salvo en caso de fusión, determinará la apertura del procedimiento de liquidación que se llevará a
cabo por el órgano de gobierno de la fundación bajo el control del Protectorado. Los bienes y derechos resultantes de
la liquidación se destinarán a las fundaciones o entidades no lucrativas privadas que persigan fines de interés general,
y que tengan afectados sus bienes e incluso para el supuesto de su disolución, a la consecución de aquellos y que
hayan sido designados en el negocio fundacional o en los estatutos de la fundación extinguida. En su defecto este
destino podrá decidirse, a favor de las mismas fundaciones y entidades mencionadas, por el patronato cuando tenga
reconocida esa facultad por el fundador y, a falta de esta facultad, corresponde al Protectorado cumplir este cometido
(artículo 33).

En el capítulo VIII, regulador del Registro de Fundaciones de competencia estatal, se prevé por vez primera la creación
de una sección de denominaciones, en la que se anotarán los nombres de las fundaciones inscritas en los Registros
estatal y autonómicos, así como las denominaciones sobre cuya utilización exista reserva temporal, con objeto de
evitar duplicidades.

De otro lado, se crea en el Consejo Superior de Fundaciones una Comisión de cooperación e información registral que
se encargará de establecer mecanismos para la colaboración e información mutua entre Registros.

El libre ejercicio de las profesiones


Se regula en el artículo 35 junto con el derecho al trabajo. Es un derecho de configuración legal en el que el Parlamento
puede desarrollar requisitos y limitaciones.

STC 83/1984: “no impide que, en la práctica, el ejercicio de determinadas actividades requiera la posesión de
determinados medios. Configurado en la forma que hoy lo está el ejercicio de la actividad de dispensación al público
de las especialidades farmacéuticas, ni puede entenderse que sea contrario al principio de igualdad ante la Ley
subordinar ese ejercicio a la posesión de un determinado título académico”.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

STC 42/1986: “Compete, pues, al legislador, atendiendo a las exigencias del interés público y a los datos producidos
por la vida social, considerar cuándo existe una profesión, cuándo esta profesión debe dejar de ser enteramente libre
para pasar a ser profesión titulada, esto es, profesión para cuyo ejercicio se requieren títulos, entendiendo por tales la
posesión de estudios superiores y la ratificación de dichos estudios mediante la consecución del oportuno certificado o
licencia”.

STC 225/1993 “al considerar la posibilidad de limitar o regular el derecho del art. 38 C.E. en relación con el del art. 35.1
C.E. y plantearse cuál debía ser el rango legal de la norma limitativa o reguladora, este Tribunal ha afirmado que el
derecho garantizado en el art. 35.1 no es el derecho a desarrollar cualquier actividad, sino el de elegir libremente
profesión y oficio, "ni en el art. 38 se reconoce el derecho a acometer cualquier empresa, sino sólo el de iniciar y sostener
en libertad la actividad empresarial". Por lo que se concluía que "La regulación de las distintas profesiones, oficios o
actividades empresariales en concreto no es por tanto una regulación del ejercicio de los derechos constitucionalmente
garantizados en los arts. 35.1 o 38" (STC 83/1984, fundamento jurídico 3º)”.

STC 122/1989: “en la STC 42/1981, de 22 de diciembre, se declaraba que la competencia reservada al Estado por el
citado art. 149.1.30 de la Constitución comprende como tal «la competencia para establecer los títulos
correspondientes a cada nivel y ciclo educativo, en sus distintas modalidades, con valor habilitante tanto desde el punto
de vista académico como para el ejercicio de las profesiones tituladas, es decir, aquellas cuyo ejercicio exige un título
(ad ex: Graduado Escolar, Bachiller, Diplomado, Arquitecto Técnico o Ingeniero Técnico en la especialidad
correspondiente, Licenciado, Arquitecto, Ingeniero, Doctor), así como comprende también la competencia para expedir
los títulos correspondientes y para homologar los que no sean expedidos por el Estado». Y esta misma doctrina se
reitera en la STC 82/1986. Es claro, por tanto, que la competencia que los órganos centrales del Estado tienen para
regular las condiciones de obtención, expedición y homologación de los títulos profesionales se vincula directamente a
la existencia de las llamadas profesiones tituladas, concepto éste que la propia Constitución utiliza en el art. 36, y que
implícitamente admite, como parece obvio, que no todas las actividades laborales, los oficios o las profesiones en
sentido lato son o constituyen profesiones tituladas. Como ha declarado este Tribunal en la STC 83/1984, tales
profesiones tituladas existen cuando se condicionan determinadas actividades «a la posesión de concretos títulos
académicos», y en un sentido todavía más preciso, la STC 42/1986 define las profesiones tituladas como aquellas «para
cuyo ejercicio se requieren títulos, entendiendo por tales la posesión de estudios superiores y la ratificación de dichos
estudios mediante la consecución del oportuno certificado o licencia». Según señalábamos en esta última Sentencia,
corresponde al legislador, atendiendo a las exigencias del interés público y a los datos producidos por la vida social,
determinar cuándo una profesión debe pasar a ser profesión titulada, y no es dudoso que, con arreglo al texto del art.
149.1.30 de la Constitución, es el legislador estatal quien ostenta esta competencia exclusiva”.

STC 111/1993: “A la vista de esta doctrina, no solo resulta avalada la distinción entre "título académico oficial" y
"capacitación oficial" y la identificación de las profesiones tituladas con aquellas para cuyo ejercicio se requiere poseer
estudios universitarios acreditados por la obtención del correspondiente "título" oficial, sino que dado el
reconocimiento constitucional a la libre elección de profesión u oficio (art. 35 C.E.), se perfila la posibilidad de diversos
grados de control estatal de las actividades profesionales según sea la mayor o menor importancia constitucional de
los intereses que con su ejercicio se ponen en juego. De manera que cuanta más relevancia social tuvieran dichos
intereses, mayor sería el nivel de conocimientos requeridos para el desempeño de la actividad profesional que sobre
ellos incidiera; y, lógicamente, mayor habría de ser el grado de control estatal sobre los mismos y más grave la sanción
imponible en caso de desempeño de los "actos propios" de dicha profesión por quienes no estuvieran oficialmente
capacitados para ello”.

Los principios rectores de la política social y económica


Los principios rectores de la política social y económica se diferencias de los derechos fundamentales en que los
primeros no pueden ser alegados directamente ante los tribunales. Es decir, realmente no son derechos de los
ciudadanos sino obligación de los Poderes Públicos para que orienten sus políticas hacia la consecución de
determinados fines. Por eso la Constitución dice que el reconocimiento, el respeto y la protección de los principios
rectores informarán la legislación positiva, la práctica judicial y la actuación de los poderes públicos pero que solo
podrán ser alegados ante la Jurisdicción ordinaria de acuerdo con lo que dispongan las leyes que los desarrollen.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Por ello para poder alegar un principio rector ante un tribunal de justicia no basta con su declaración en la Constitución
sino que se debe esperar a que dicho principio tenga un desarrollo legal para posteriormente poder ser alegado.

Por ello, aunque en ocasiones se les denomine derechos no lo son plenamente.


- Desde el punto de vista de la vinculación:
Cuando dice “informarán” no quiere decir que no sean normas vinculantes. Los poderes públicos deben
cumplir y están vinculados por estas normas.
Se dice “informarán” por razones técnicas debido a la imprecisión de los términos en que se formulan estos
derechos del capítulo III, por razones económicas debido a que requieren presupuestos para ser efectivos,
por razones políticos debido a que son principios novedosos…
- Desde el punto de vista de la eficacia:
Son un prototipo de normas con eficacia indirecta, requieren de un acto de intermediación para ser efectivos.
Requieren de una ley que los desarrolle (entendido en sentido amplio o estricto según cada parte de la
doctrina)
Muchos de estos principios rectores actúan como límites a DF, por tanto interpretamos que lo que se
establece es una reserva de ley, que será imprescindible para hablar de estos derechos sociales (cap. III) tales
como derechos.
El papel del legislador es más importante en este caso que no en el desarrollo legal del Capítulo II porque
convierte los enunciados del capítulo III en auténticos derechos subjetivos exigibles ante los tribunales.

Estos principios son:


a) Los poderes públicos aseguran la protección social, económica y jurídica de la familia. Los poderes públicos
aseguran, asimismo, la protección integral de los hijos, iguales éstos ante la ley con independencia de su filiación, y de
las madres, cualquiera que sea su estado civil. La ley posibilitará la investigación de la paternidad. Los padres deben
prestar asistencia de todo orden a los hijos habidos dentro o fuera del matrimonio, durante su minoría de edad y en
los demás casos en que legalmente proceda. Los niños gozarán de la protección prevista en los acuerdos
internacionales que velan por sus derechos.
b) Los poderes públicos promoverán las condiciones favorables para el progreso social y económico y para una
distribución de la renta regional y personal más equitativa, en el marco de una política de estabilidad económica. De
manera especial realizarán una política orientada al pleno empleo. Asimismo, los poderes públicos fomentarán una
política que garantice la formación y readaptación profesionales; velarán por la seguridad e higiene en el trabajo y
garantizarán el descanso necesario, mediante la limitación de la jornada laboral, las vacaciones periódicas retribuidas
y la promoción de centros adecuados.
c) Los poderes públicos mantendrán un régimen público de Seguridad Social para todos los ciudadanos que garantice
la asistencia y prestaciones sociales suficientes ante situaciones de necesidad, especialmente en caso de desempleo.
La asistencia y prestaciones complementarias serán libres.
d) El Estado velará especialmente por la salvaguardia de los derechos económicos y sociales de los trabajadores
españoles en el extranjero y orientará su política hacia su retorno.
e) Se reconoce el derecho a la protección de la salud. Compete a los poderes públicos organizar y tutelar la salud
pública a través de medidas preventivas y de las prestaciones y servicios necesarios. La ley establecerá los derechos y
deberes de todos al respecto. Los poderes públicos fomentarán la educación sanitaria, la educación física y el deporte.
Asimismo, facilitarán la adecuada utilización del ocio.
f) Los poderes públicos promoverán y tutelarán el acceso a la cultura, a la que todos tienen derecho. Los poderes
públicos promoverán la ciencia y la investigación científica y técnica en beneficio del interés general.
g) Todos tienen el derecho a disfrutar de un medio ambiente adecuado para el desarrollo de la persona, así como el
deber de conservarlo. Los poderes públicos velarán por la utilización racional de todos los recursos naturales, con el
fin de proteger y mejorar la calidad de la vida y defender y restaurar el medio ambiente, apoyándose en la
indispensable solidaridad colectiva.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

h) Los poderes públicos garantizarán la conservación y promoverán el enriquecimiento del patrimonio histórico,
cultural y artístico de los pueblos de España y de los bienes que lo integran, cualquiera que sea su régimen jurídico y
su titularidad. La ley penal sancionará los atentados contra este patrimonio.
i) Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán
las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la
utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación.
j) Los poderes públicos realizarán una política de previsión, tratamiento, rehabilitación e integración de los disminuidos
físicos, sensoriales y psíquicos, a los que prestarán la atención especializada que requieran y los ampararán
especialmente para el disfrute de los derechos que este Título otorga a todos los ciudadanos.
k) Los poderes públicos garantizarán, mediante pensiones adecuadas y periódicamente actualizadas, la suficiencia
económica a los ciudadanos durante la tercera edad. Asimismo, y con independencia de las obligaciones familiares,
promoverán su bienestar mediante un sistema de servicios sociales que atenderán sus problemas específicos de salud,
vivienda, cultura y ocio.
l) Los poderes públicos garantizarán la defensa de los consumidores y usuarios, protegiendo, mediante procedimientos
eficaces, la seguridad, la salud y los legítimos intereses económicos de los mismos. Los poderes públicos promoverán
la información y la educación de los consumidores y usuarios, fomentarán sus organizaciones y oirán a éstas en las
cuestiones que puedan afectar a aquéllos, en los términos que la ley establezca. La ley regulará las organizaciones
profesionales que contribuyan a la defensa de los intereses económicos que les sean propios. Su estructura interna y
funcionamiento deberán ser democráticos
Al relegar a la ley la eficacia de estos derechos se corren riesgos tales como situar la eficacia de los derechos en un
ámbito infraconstitucional

Por mucho que se diga que la CE es muy avanzada porque reconoce muchos derechos sociales, ese reconocimiento es
muy embrionario, casi tanto como el que daban las constituciones liberales a sus derechos clásicos.

Derecho al medio ambiente natural y urbano


Artículo 45
1. Todos tienen el derecho a disfrutar de un medio ambiente adecuado para el desarrollo de la persona, así como el
deber de conservarlo.
2. Los poderes públicos velarán por la utilización racional de todos los recursos naturales, con el fin de proteger y
mejorar la calidad de la vida y defender y restaurar el medio ambiente, apoyándose en la indispensable solidaridad
colectiva.
3. Para quienes violen lo dispuesto en el apartado anterior, en los términos que la ley fije se establecerán sanciones
penales o, en su caso, administrativas, así como la obligación de reparar el daño causado.

Debemos referirnos a la importancia que en estos momentos tiene la protección del entorno natural en los Tratados
constitutivos de la Unión Europea. Éstos no contenían en su redacción original ninguna mención al medio ambiente,
por lo que tuvo que ser la jurisprudencia del Tribunal de Justicia la que reconociera que éste era un objetivo implícito
de la Comunidad (STJCE sobre Directiva para la eliminación de residuos; STJCE sobre Directiva de industria de óxido
de titanio).

El Tratado de la Unión Europea (TUE) incluye entre sus objetivos en el art. 3 el establecimiento de "un nivel elevado
de protección y mejora de la calidad del medio ambiente". En un sentido similar, el art. 11 Tratado de Funcionamiento
de la UE (TFUE) señala que "las exigencias de la protección del medio ambiente deberán integrarse en la definición y
en la realización de las políticas y acciones de la Unión, en particular con objeto de fomentar un desarrollo sostenible

A pesar de su creciente importancia, en 1978 existían muy pocos precedentes de Constituciones que hicieran una
referencia a la materia. El más cercano lo encontramos en la Constitución portuguesa de 1976 cuyo artículo 66 es
titulado "Del ambiente y la calidad de vida". Su primer apartado establece que "Todos tendrán derecho a un ambiente
humano de vida, salubre y ecológicamente equilibrado y el deber de defenderlo". A continuación, se enumeran una
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

serie de deberes del Estado entre los que aparecen prevenir y controlar la contaminación y sus efectos y las formas
perjudiciales de erosión; ordenar el espacio territorial de forma tal que resulten paisajes biológicamente equilibrados;
crear y desarrollar reservas y parques naturales y de recreo o promover el aprovechamiento racional de los recursos
naturales. Algunas de estas fórmulas servirán de inspiración directa a nuestro artículo 45.

Progresivamente se van sucediendo reformas en las Constituciones de nuestro entorno que reflejan la creciente
preocupación por el medio ambiente. Así, el artículo 9 de la Constitución de la República Italiana de 1947 fija que "La
República (...) salvaguardará el paisaje y el patrimonio histórico y artístico de la Nación".

En la vigente Ley Fundamental de Bonn el art. 21 indica que "El Estado protegerá, teniendo en cuenta su
responsabilidad con las generaciones futuras, dentro del marco del orden constitucional, los fundamentos naturales
de la vida a través de la legislación y, de acuerdo con la ley y el derecho, por medio de los poderes ejecutivo y judicial".
El artículo 15 establece que "Con fines de socialización, el suelo, los recursos naturales y los medios de producción
pueden ser situados bajo un régimen de propiedad colectiva o de otras formas de gestión colectiva por una ley que
fije el modo y el monto de la indemnización".

El art. 149.1.23ª establece que el Estado tendrá competencia exclusiva sobre "legislación básica sobre protección del
medio ambiente, sin perjuicio de las facultades de las Comunidades Autónomas de establecer normas adicionales de
protección".

a. Reparto de competencias entre Estado y Comunidades Autónomas


Existen distintas etapas en la jurisprudencia constitucional al respecto. En un primer momento (STC 227/88)
reconoció al Estado la posibilidad de dictar una legislación sumamente minuciosa en aras de garantizar el debido
respeto al medio ambiente en todas las Comunidades Autónomas. La STC 149/1991, en relación con la Ley de
Costas, llegará a afirmar que en materia medioambiental la interpretación de la Constitución obliga al Estado a
dejar menor margen de desarrollo a la normativa autonómica.
Sin embargo, esta doctrina fue superada a mediados de los 90, en particular con la STC 156/1995, en la que se
afirmaba el carácter de la legislación básica como patrón mínimo indispensable para la protección del medio
ambiente. La materia ambiental se estratifica por niveles, debiendo el estatal ser suficientemente homogéneo
pero mejorable como para su adaptación a las circunstancias de cada Comunidad en su normativa autonómica.
En cuanto a las competencias ejecutivas la doctrina constitucional ha seguido una tendencia similar, ya que
recientemente se ha restringido la posibilidad del Estado de asumir funciones como las potestades autorizatorias,
sancionadoras o inspectoras que son asumidas por las Comunidades Autónomas. Es de destacar en este sentido
la STC 194/2004, que permite a las autonomías asumir en exclusiva la gestión de los Parques Naturales ubicados
en su territorio. El Estado por su parte mantiene competencias en materia de gestión de bienes de dominio
público en función de la legislación sectorial, la coordinación de las políticas ambientales de las demás
Administraciones (STC 329/1993) y determinadas funciones en el área de la evaluación de impacto ambiental
relacionadas con la supervisión de las actividades.

b. Competencias de las Corporaciones Locales


El artículo 25 de la Ley 7/1985, de 2 de abril, de Bases del Régimen Local, consagra numerosos preceptos
ambientales, si bien destaca el del apartado f ("protección del medio ambiente"). En la práctica esto se plasma
en numerosos servicios obligatorios de los incluidos en el artículo 26 (recogida de residuos, limpieza viaria,
alcantarillado, etc.). Además, los municipios mayores de 50.000 habitantes realizan con carácter obligatorio la
protección del medio ambiente.
En la práctica, y en la medida en que son la Administración territorial más cercana al ciudadano y al territorio,
observamos cómo las entidades locales realizan una ingente cantidad de tareas relacionadas con el medio
ambiente, como la ordenación del tráfico viario, la gestión del transporte público, la prevención de incendios,
disciplina urbanística, etc.

DERECHO PENAL
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

El apartado 3 del artículo 45 impone la existencia de normas punitivas de naturaleza administrativa y penal destinadas
a castigar las conductas que dañan el medio ambiente. Ya hemos tenido ocasión de comprobar que prácticamente
todas las normas que hemos tratado contenían regímenes sancionadores que podían ser aplicados por la
Administración competente, por lo que nos centraremos en las disposiciones penales.

Actualmente es la Ley Orgánica 10/1995, de 23 de noviembre, del Código Penal, recoge un buen número de delitos
medioambientales. El Título XVI del Libro II se titula "De los delitos relativos a la ordenación del territorio y la
protección del patrimonio histórico y del medio ambiente", y en el mismo se incluyen más de una docena de tipos que
persiguen las acciones contra el entorno natural. Éstos incluyen la provocación de emisiones, vertidos, radiaciones,
extracciones o excavaciones; la liberación de radiaciones ionizantes u otras sustancias en el aire, tierra o aguas; la
alteración del hábitat de flora amenazada; la introducción de especies de flora o fauna no autóctonas perjudiciales; el
establecimiento de depósitos o vertederos de desechos o residuos que sean tóxicos o peligrosos o el maltrato de
animales domésticos, entre otros. Además, se debe recordar que otros preceptos fuera de este Título también castigan
conductas que puede considerarse que atentan contra el medio ambiente. Como ejemplo encontramos los delitos
contra la seguridad colectiva enumerados en el Título siguiente, que castigan entre otros los incendios forestales, y
que tienen un indudable impacto ecológico.

El elemento común de estos preceptos es que el bien jurídico protegido es el "equilibrio en los sistemas naturales"
(artículos 325 y 328) o el "equilibrio biológico" (artículo 333), si bien en algunos tipos se amplía al más genérico "la
salud de las personas" (artículo 325). Otro aspecto básico de su configuración es que se definen como delitos de
peligro, lo que permite su comisión aún en el caso de que todavía no se hubiera producido la realización efectiva del
daño.

Entre la jurisprudencia podemos destacar la STC 127/1990, de 5 de julio, dictada en relación con el artículo 347 bis del
Código Penal de 1973. En ésta se afirma que el delito ambiental "requiere tan sólo que, contraviniendo las leyes o
reglamentos protectores del medio ambiente, se produzca un peligro grave para las condiciones de la vida animal, sin
requerir dicho precepto la relación causal entre el vertido y la muerte concreta de las especies piscícolas". Por su parte,
la STS de la Sala Segunda de 30 de junio de 2004 reconoce que el presupuesto de aplicación de estos tipos es la nota
de gravedad, si bien afirma que este elemento del tipo es "valorativo y excesivamente ambiguo", por lo que ofrece un
amplio margen para la interpretación.

Las penas que se fijan en estos preceptos pueden llegar hasta los 4 años de prisión (artículo 325.2), y se desarrollan
además varias circunstancias agravantes (artículos 326 y 338) que permiten su imposición en grado superior. En
cumplimiento del mandato constitucional el artículo 339 CP fija que "Los Jueces o Tribunales, motivadamente, podrán
ordenar la adopción, a cargo del autor del hecho, de medidas encaminadas a restaurar el equilibrio ecológico
perturbado, así como adoptar cualquier otra medida cautelar necesaria para la protección de los bienes tutelados en
este Título"

Por último, dentro del Derecho Penal podemos resaltar la Directiva 2008/99/CE, del Parlamento Europeo y del
Consejo, de 19 de noviembre, que impone a los Estados miembros la punición por la vía penal de las conductas más
graves contra el medio ambiente. Su incidencia sin embargo será escasa en nuestro ordenamiento pues su contenido
se encuentra casi en su totalidad previsto ya en el Título XVI del Libro II del Código Penal.

Derecho a la vivienda, a la utilización del sueldo y a la acción urbanística


Artículo 47
Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán
las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la
utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación. La comunidad participará en las
plusvalías que genere la acción urbanística de los entes públicos

Al igual que los derechos reconocidos en el Capítulo III del Título I, "De los principios rectores de la política social y
económica", el art. 47 actúa como un mandato a los poderes públicos en cuanto que éstos están obligados a definir y
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

ejecutar las políticas necesarias para hacer efectivo aquel derecho, configurado como un principio rector o directriz
constitucional que tiene que informar la actuación de aquellos poderes (STC 152/ 1988, de 20 de julio, FJ 2).

Hay que hacer notar que la legislación sobre la vivienda tiene una especial complejidad que deriva del enorme número
de normas que la componen, de los cambios permanentes a los que dichas normas están sometidas y del número de
fuentes normativas que inciden especialmente en la regulación del derecho urbanístico dada la pluralidad de los entes
públicos competentes en la materia. La obligación que el art. 47 impone a los poderes públicos se precisa en el art.
148.1. 3ª CE al establecer que las Comunidades Autónomas podrán asumir como competencia exclusiva "la
ordenación del territorio, urbanismo y vivienda", competencia que ha sido efectivamente incluida en todos los
Estatutos de Autonomía.

Por ello junto a la normativa autonómica habrá que considerar la existencia de un derecho estatal sobre la materia,
así como la normativa municipal que derive de la articulación de las competencias de gestión y ejecución urbana que
la legislación sobre régimen local, especialmente la Ley Reguladora de las Bases del Régimen Local de 1985, atribuye
a los Ayuntamientos.

Siendo el urbanismo, como función pública, un fenómeno relativamente reciente, no puede hablarse propiamente de
regulación en España hasta la Ley del Suelo de 1956, que se propuso superar el concepto localista de las normas
anteriores sobre la materia (en buena parte ordenanzas municipales) para abordar la planificación como elemento
angular de la política urbanística

Derecho a la protección del Patrimonio histórico cultural y artístico


Artículo 46
Los poderes públicos garantizarán la conservación y promoverán el enriquecimiento del patrimonio histórico, cultural
y artístico de los pueblos de España y de los bienes que lo integran, cualquiera que sea su régimen jurídico y su
titularidad. La ley penal sancionará los atentados contra este patrimonio.

Como señala Perez Luño, son tres las notas esenciales que podrían caracterizar el contenido del artículo 46 de la
Constitución. La primera, sería la de ser una cláusula general sin casuística. La segunda, es su dinamismo, ya que no se
trata de un patrimonio cerrado, sino que abre la posibilidad de su enriquecimiento constante y de su promoción. La
tercera, sería la democratización de la cultura haciendo accesibles los bienes del patrimonio cultural a todos los
ciudadanos.

Ahora bien, el contenido de este artículo 46 no puede entenderse en toda su extensión si no se pone en conexión con
otros preceptos constitucionales que regulan la materia cultura. Además de la declaración que se hace en el Preámbulo
respecto a la promoción de la cultura como fin último de la Constitución y, por tanto, del Estado, también el artículo
9.2, establece que corresponde a los poderes públicos facilitar la participación de los ciudadanos en la vida cultural.
Además, el artículo 48, dentro de la categoría de los principios rectores de la política social y económica, establece
que los poderes públicos promoverán las condiciones para la participación libre y eficaz de la juventud en el desarrollo
cultural. Con parecidos términos, el artículo 50 recoge un mandato concreto a los poderes públicos para que
establezcan un sistema de servicios sociales que atienda a los problemas de salud, vivienda, cultura y ocio de los
ciudadanos durante la tercera edad.

El tenor literal del artículo 46 establece con claridad que todos los poderes públicos están obligados a intervenir para
garantizar la conservación y promover el enriquecimiento del patrimonio histórico, cultural y artístico de los pueblos
de España, así como de los bienes materiales que lo integran. Pero además es evidente que, en un Estado compuesto
como el nuestro, en el cual la propia Constitución proclama en su Preámbulo, que uno de los fines del Estado es
proteger a todos los españoles y pueblos de España en el ejercicio de los derechos humanos, sus culturas y tradiciones,
no cabe duda de que las Comunidades Autónomas, como poderes públicos, deben ser actores importantes a la hora
de llevar a cabo esta tarea de protección y promoción del patrimonio histórico.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Por ello, el artículo 148 en sus apartados 15ª, 16ª y 17ª recoge distintas materias relacionadas con la cultura; museos,
bibliotecas, patrimonio monumental de interés de la Comunidad Autónoma o fomento de la cultura, como asumibles
por las Comunidades Autónomas.

Fruto de esta complejidad en la distribución competencial, el Tribunal Constitucional en su Sentencia 84/1983 ya


afirmó que existe en la materia cultura en sentido amplio un impreciso deslinde competencial por la amplitud de la
materia en relación especialmente a lo que establece el artículo 149.2, el cual afirma que, sin perjuicio de las
competencias que podrán asumir las Comunidades Autónomas, el Estado considerará el servicio a la cultura como
deber y atribución esencial. Por todo ello, la doctrina ha subrayado que en esta materia más que un reparto
competencial lo que se produce en realidad es la concurrencia de competencias entre Estado y Comunidades
Autónomas ordenada a un fin, que es la preservación y estímulo de los valores culturales, como ha afirmado la STC
49/1984. Esta concurrencia competencial impregna toda la materia cultura en sus múltiples manifestaciones, incluida
evidentemente la de la protección y enriquecimiento del patrimonio histórico, cultural y artístico.

El texto fundamental que desarrolla el artículo 46 de la Constitución es la Ley 16/1985, de 25 de junio, del Patrimonio
Histórico Español, desarrollada a su vez por el RD 111/1986, de 10 de enero, modificado por RD 64/1994, de 21 de
enero.

En este sentido, la Ley persiguió un triple objetivo: actualizar la normativa al respecto que databa de 1933, y aplicar
en España los nuevos criterios para la protección y conservación de bienes históricos, artísticos y culturales adoptados
por organismos internacionales, especialmente la Convención de París de 17 de noviembre de 1970 sobre las medidas
que deben adoptarse para prohibir e impedir la importación, la exportación y la transferencia de propiedad ilícita de
bienes culturales. Por último, y no menos importante, la ley pretendió, proceder a una distribución competencial entre
las distintas Administraciones Públicas que forman el Estado Autonómico.

La Ley, en su artículo 1.2, en línea con la concepción de patrimonio histórico consagrada por la doctrina italiana,
extiende el concepto de Patrimonio Histórico Español a "los inmuebles y objetos muebles de interés artístico, histórico,
paleontológico, arqueológico, etnográfico, científico o técnico. ¿También forman parte del mismo el patrimonio
documental y bibliográfico, los yacimientos y zonas arqueológicas, así como los sitios naturales, jardines y parques que
tengan valor artístico, histórico o antropológico?

Para estos bienes, la Ley establece la obligatoriedad de ser inventariados o declarados de interés cultural. Pieza
esencial en la configuración de la protección que regula la Ley es por tanto la Declaración de Bien de Interés Cultural.
A este respecto, son las Comunidades Autónomas las administraciones competentes con carácter general, mientras
que según el artículo 6 de la Ley, la Administración General del Estado lo será cuando se le atribuya de modo expreso
por una norma esa competencia, o sea necesaria su intervención para la defensa contra la exportación ilícita y la
expoliación de bienes del Patrimonio Histórico Español.

Garantía de los principios rectores del Capítulo III


Bajo esta rúbrica tienen cabida preceptos de muy variada naturaleza, desde auténticos derechos sociales -como el
derecho a la protección de la salud o la vivienda- a fines de interés general -la distribución equitativa de la renta, el
progreso social y económico- o verdaderos mandatos al legislador -por ejemplo, las sanciones contra atentados al
patrimonio histórico, cultural y artístico de los pueblos de España-.

De todos ellos, sin distinción, predica el artículo 53 que "informarán la legislación positiva, la práctica judicial y la
actuación de los poderes públicos, y que "sólo podrán ser alegados ante la jurisdicción ordinaria de acuerdo con lo que
dispongan las leyes que los desarrollen".

A la vista de la redacción del precepto constitucional, resulta claro que el Capítulo Tercero no recoge auténticos
derechos; se trata, en dicción constitucional que obvia tal mención, de "principios" que cumplen más bien una función
orientadora de la actuación de los poderes públicos (especialmente del Legislativo y el Ejecutivo, aunque
expresamente se cita también la práctica judicial). No son tampoco normas de aplicación inmediata o cuyos "derechos"
tienen su origen inmediato en la Constitución, porque requieren de un desarrollo legislativo para poder ser alegados
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

ante los Tribunales ordinarios. No pueden tener, por sí mismos, acceso al Tribunal Constitucional, aunque se
encuentran, eso sí, protegidos por el principio general de rigidez constitucional y por la correlativa posibilidad de
cuestionar la inconstitucionalidad de una norma con rango legal que los vulnere.

En esta línea, el Tribunal Constitucional ha tenido ocasión de señalar (STC 80/1982, de 20 de diciembre) que "el valor
normativo inmediato de los artículos 39 a 52 de la Constitución ha de ser modulado en los términos del artículo 53.3
de la Norma Fundamental", precepto que "impide considerarlos normas sin contenido, obligando a los poderes
públicos a tenerlos presentes en la interpretación tanto de las restantes normas constitucionales como de las leyes"
(SSTC 19/1982, de 5 de mayo y 14/1992, de 10 de febrero, entre otras).

En definitiva, a tenor de lo dispuesto en el artículo 53 que se comenta, la protección reforzada que la Constitución
contempla para los derechos y libertades fundamentales de la Sección 1ª del Capítulo Segundo del Título I queda
rebajada en cuanto a los derechos y deberes de la Sección 2ª del mismo Capítulo y aún mucho más difuminada por lo
que se refiere los principios rectores de la política social y económica del Capítulo III. Pero eso no significa que no
tengan valor normativo esos artículos, ni que no vinculen a los poderes públicos. Es más, pueden determinar la
inconstitucionalidad de las normas aprobadas por los poderes públicos en contra de esos principios.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Lección 12
El Derecho al trabajo
Artículo 35
1. Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, a la libre elección de profesión u oficio, a la
promoción a través del trabajo y a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia, sin
que en ningún caso pueda hacerse discriminación por razón de sexo.
2. La ley regulará un estatuto de los trabajadores.
Pese a la progresiva constitucionalización y reconocimiento jurídico de los derechos económicos y sociales, cuestiones
tan importantes como su fundamentación ético-política, naturaleza, valor normativo y modo de protección continúan
siendo objeto de densos debates, tanto en el ámbito de diferentes dogmáticas, como en la teoría y filosofía jurídicas.
En todos ellos, se pone de manifiesto que estos derechos ofrecen rasgos y peculiaridades que ensombrecen la
conveniencia e, incluso, la posibilidad de reconocerles rango iusfundamental.
A la impresión de encontrarnos ante uno de los conceptos más inciertos y menos unívoco del derecho público, se
añade, la existencia de una cierta conciencia que los derechos sociales en general, y muy particularmente los derechos
prestacionales, o no son auténticos derechos fundamentales, representando una suerte de retórica jurídica o bien, en
el mejor de los casos, son derechos disminuidos o en formación.
Las diferencias estructurales conllevarían consecuencias prácticas de especial trascendencia. La primera, que, a
diferencia de los derechos de libertad, los derechos sociales no pueden ser protegidos como pretensiones justiciables,
esto es, como demandas cuya satisfacción pueda ser exigida ante los tribunales. Se trata de lo que Alexy llama la
objeción de la justiciabilidad deficiente. La segunda, que, en la mayor parte de los casos, estos derechos poseen un
contenido tan general que no pueden deducirse pretensiones jurídicas concretas por vía de interpretación. En un
sistema político basada en la división de poderes, esta tarea está encomendada al poder legislativo.
La diferente estructura de unos y otros derechos ha conducido a la teoría jurídica a negar o, al menos, poner en serias
dudas la posibilidad real de que los derechos sociales pudieran generar obligaciones jurídicas aplicables y/o exigibles
a los poderes públicos.
El tema se convertirá en un clásico de la dogmática constitucional alemana de la posguerra, en la que un importante
sector encabezado por Forsthoff sostendrá que los derechos sociales no son constitucionalizables. A su juicio, el Estado
de Derecho y Estado Social no son compatibles en el plano constitucional, ya que no se puede, sin más, extender la
Constitución del Estado de Derecho hasta la garantía de la previsión de la existencia ya que “la constitución no es un
supermercado donde se puedan satisfacer todos los deseos”.
La del Estado de Derecho es una constitución de garantías y, puesto que sólo se puede garantizar lo que ya existe y no
un mero plan o programa, dicha constitución se vincula en gran medida con el statu quo social. La misma está indicada,
por su lógica y estructura, para la garantía de la libertad, para el aseguramiento de la certeza de la libertad en el marco
de ley. En el caso de la previsión de la existencia, el interés del individuo es, sin embargo, de signo opuesto: se trata
de asegurar su participación en los servicios del Estado. Esto provoca que los derechos sociales no sean un tipo de
formulaciones apto para fundamentar derechos y deberes concretos”.
El derecho al trabajo es una de las bases sobre las que se asienta jurídicamente el modelo laboral de nuestra
Constitución. Este modelo comprende otras disposiciones constitucionales de carácter fundamental como son, entre
otras, el reconocimiento del papel de los sindicatos (artículo 7), el reconocimiento del derecho de huelga (artículo 28),
el reconocimiento de la negociación colectiva y los conflictos colectivos (artículo 37), y la distribución de la renta, la
formación profesional y la seguridad e higiene en el trabajo (artículo 40). Todos ellos constituyen una sistemática que
conforma la estructura de las relaciones laborales desde el punto de vista constitucional.
El Derecho al trabajo como parte de esta "Constitución laboral" aparece configurado como un derecho "dinámico"
que comprende no sólo su reconocimiento formal sino también y principalmente el deber de los Poderes públicos de
promover su realización efectiva.
Así, lo ha interpretado nuestro Tribunal Constitucional cuando por ejemplo, en su sentencia 22/1981, de 2 de junio,
establece que "el derecho al trabajo no se agota en la libertad de trabajar, supone también el derecho a un puesto de
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

trabajo y como tal presenta un doble aspecto: individual y colectivo, ambos reconocidos en el artículo 35.1 y 40.1 de
nuestra Constitución, respectivamente. En su aspecto individual, se concreta en el igual derecho de todos a un
determinado puesto de trabajo si se cumplen los requisitos necesarios de capacitación y en el derecho a la continuidad
y estabilidad en el empleo, es decir, a no ser despedido si no existe una causa justa" (También Sentencia del Tribunal
Constitucional 109/2003).
En este precepto se reconoce al mismo nivel que el derecho al trabajo, la libre elección de profesión y oficio, la
promoción a través del trabajo y una remuneración suficiente. Según la jurisprudencia del Tribunal Constitucional la
reserva de ley que impone el artículo 53.1 de la Constitución en relación con los derechos y libertades de este artículo
35 comporta la existencia de un contenido esencial de los mismos que los garantice constitucionalmente (Sentencia
del Tribunal Constitucional 83/1984).
Se considera el derecho al trabajo como un derecho "dinámico" y, por tanto, comprensivo de una remuneración
suficiente para satisfacer las propias necesidades de la persona y su familia sin que puede hacerse discriminación por
razón de sexo. El Tribunal Constitucional al reconocer que el artículo 35 de la Constitución, ubicado dentro de una
sección situada fuera del marco de los derechos dotados de la protección constitucional de amparo, no especifica, a
la hora de proclamar el derecho a una remuneración suficiente, más que la discriminación por razón de sexo, lo cual
no debe llevarnos a la idea de que en el campo particular de las relaciones laborales la fórmula del artículo 14 de la CE
sufre una rotunda reducción. Esto no es así, tanto respecto a los criterios concretamente definidos en el precepto
constitucional que acabamos de citar como en orden a los susceptibles de inclusión en la formula genérica con la que
se cierra el precepto cuando dice que la discriminación queda también vedada respecto de cualquier otra condición o
circunstancia personal o social (Sentencia del Tribunal Constitucional 31/1984, de 7 de marzo).
Sobre este artículo 35, la sentencia 227/1998, de 26 de noviembre, del Tribunal Constitucional señala textualmente
que este precepto al disponer que la "ley regulará un Estatuto de los Trabajadores" no se limita a configurar una
reserva de ley, sino que impone al legislador la normación de un régimen jurídico específico para los trabajadores y le
encomienda simultáneamente la tarea de acotar, otorgándole así relieve constitucional, un determinado sector social,
constituido por las personas físicas vinculadas por el dato común de la prestación de actividad configurada como
relación contractual laboral, a lo que viene a añadirse la circunstancia de que el concepto o categoría de trabajador es
determinante del ámbito subjetivo de determinados derechos, de distinto carácter reconocidos por la Constitución
(arts. 7, 28.1 y 2, 37.1 y 42).
En el marco de sus disposiciones generales, el Estatuto de los Trabajadores regula su ámbito de aplicación que
comprende a los trabajadores que voluntariamente presten sus servicios retribuidos por cuenta ajena y dentro del
ámbito de organización y dirección de otra persona, física o jurídica, denominada empleador o empresario. Quedan,
por tanto, excluidas: a) la situación estatutaria de los funcionarios públicos, b) las prestaciones personales obligatorias,
c) las actividades de consejero o miembros de los órganos de administración de las sociedades mercantiles, d) los
trabajos realizados a título de amistad, benevolencia o buena vecindad, e) los trabajos familiares, y f) la actividad de
las personas que intervengan en operaciones mercantiles por cuenta de uno o más empresarios
Precisamente sobre el concepto de trabajador se ha pronunciado el Tribunal Constitucional en sentencia 227/1998 ya
citada cuando dice: "...que el ámbito objetivo de aplicación del Estatuto de los Trabajadores en cuanto sede natural de
la definición de la categoría de trabajador no se encomienda al legislador en términos de absoluta libertad de
configuración. Por el contrario, las normas que en particular delimitan dicho ámbito subjetivo, en forma de exclusión
o delimitación negativa de determinadas personas en razón de su actividad profesional o laboral, dada la relevancia
constitucional que dicha exclusión adquiere, habrán de evitar que, por medio de las mismas, no se lleve a cabo una
restricción constitucionalmente legítima de los trabajadores como sector social".
Como derechos laborales básicos, los trabajadores tienen los siguientes: la libre elección de profesión u oficio, la libre
sindicación, la negociación colectiva, la adopción de medidas de conflicto colectivo, la huelga, la reunión y la
participación en la empresa. En contrapartida, son deberes laborales: cumplir con las obligaciones concretas de cada
puesto de trabajo, de conformidad con las reglas de la buena fe y la diligencia, observar las medidas de seguridad e
higiene que se adopten, cumplir las órdenes e instrucciones del empresario en el ejercicio regular de sus facultades
directivas, no concurrir con la actividad de la empresa, contribuir a la mejora de la productividad, y finalmente, los
derechos derivados de los respectivos contratos de trabajo.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

El derecho de representación colectiva se sustancia en la participación de los trabajadores en las empresas a través de
los delegados de personal, en las empresas o centros de trabajo que tengan menos de 50 y más de 10 trabajadores y
comités de empresa en aquellos centros laborales con más de 50 trabajadores. El número de miembros del comité de
empresa se determina en función de una escala que va de cinco representantes, para empresas de 50 a 100
trabajadores, a un máximo de 75 representantes, en empresa de más de mil trabajadores.
Los delegados de personal y los miembros de comité de empresa se eligen por todos los trabajadores mediante
sufragio personal, directo, libre y secreto, estableciendo la ley un procedimiento electoral fundado en la transparencia
y la seguridad jurídica.
Los trabajadores de una misma empresa o centro de trabajo tienen derecho a reunirse en asamblea.
La asamblea podrá ser convocada por los delegados de personal, el comité de empresa o centro de trabajo, o por un
número de trabajadores no inferior al 33% de la plantilla. La asamblea será presidida, en todo caso, por el comité de
empresa o por los delegados de personal mancomunadamente, que serán responsables del normal desarrollo de la
misma, así como de la presencia en la asamblea de personas no pertenecientes a la empresa. Sólo podrá tratarse en
ella de asuntos que figuren previamente incluidos en el orden del día. La presidencia comunicará al empresario la
convocatoria y los nombres de las personas no pertenecientes a la empresa que vayan a asistir a la asamblea y acordará
con éste las medidas oportunas para evitar perjuicios en la actividad normal de la empresa.
Conforma a la STC 11/1981 El derecho al trabajo no se agota en la libertad de trabajar; supone también el derecho a
un puesto de trabajo, y como tal presenta un doble aspecto: individual y colectivo, ambos reconocidos en los artículos
35.1 y 40.1 de nuestra Constitución, respectivamente. En su aspecto individual, se concreta en el igual derecho de
todos a un determinado puesto de trabajo si se cumplen los requisitos necesarios de capacitación y en el derecho a la
continuidad o estabilidad en el empleo, es decir, a no ser despedidos si no existe una justa causa. En su dimensión
colectiva, el derecho al trabajo implica además un mandato a los poderes públicos para que lleven a cabo una política
de pleno empleo, pues en otro caso el ejercicio del derecho al trabajo por una parte de la población lleva consigo la
negación de ese mismo derecho para otra parte de la misma.
La política de empleo basada en la jubilación forzosa es una política de reparto o redistribución de trabajo, y como tal
supone la limitación del derecho al trabajo de un grupo de trabajadores para garantizar el derecho al trabajo de otro
grupo. A través de ella se limita temporalmente al primero el ejercicio del derecho individual al trabajo mediante la
fijación de un período máximo en que ese derecho puede ejercitarse, con la finalidad de hacer posible al segundo el
ejercicio de ese mismo derecho. La limitación del derecho que la política de empleo a través de la jubilación forzosa
lleva implícita no tiene, por consiguiente, su origen y justificación en la realización de una política económica de pleno
empleo; de aquí que no pueda afirmarse que con ella se limita un derecho reconocido en el artículo 35 de la
Constitución en aras de un principio orientador de política económica recogido en el artículo 40 de la misma.

La Libertad sindical
Artículo 28.1 “Todos tienen derecho a sindicarse libremente. La ley podrá limitar o exceptuar el ejercicio de este derecho
a las Fuerzas o Institutos armados o a los demás Cuerpos sometidos a disciplina militar y regulará las peculiaridades
de su ejercicio para los funcionarios públicos. La libertad sindical comprende el derecho a fundar sindicatos y a afiliarse
al de su elección, así como el derecho de los sindicatos a formar confederaciones y a formar organizaciones sindicales
internacionales o a afiliarse a las mismas. Nadie podrá ser obligado a afiliarse a un sindicato”
Este precepto recoge los dos derechos de autotutela de los que disponen los trabajadores en el Estado social para
defender sus intereses de parte más débil frente a la parte económicamente más fuerte, es decir, los empleadores. Es
obvia, por lo demás, su conexión con el artículo 7 CE que reconoce a los sindicatos centralidad en las relaciones
laborales y, en general, en la vida económica y social.
Como era lógico, ninguna de nuestras Constituciones históricas, salvo la de 1931, reconocieron la libertad sindical, y
la de la Segunda República lo hizo sucintamente en el artículo 39, proclamándola junto con el derecho de asociación
y exigiendo la inscripción de los sindicatos en el registro correspondiente. Sin embargo, es en 1978 la primera vez que
una Constitución española proclama el derecho de huelga
El apartado 1 del artículo 28 reconoce la libertad sindical y el apartado 2 el derecho de huelga. Respecto de la primera
debe apuntarse que la titularidad del derecho está sometida a ciertas restricciones, pues si bien el texto del precepto
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

constitucional dice "todos" hay algunas exclusiones recogidas en este artículo y en algún otro precepto de la
Constitución. En efecto, el propio artículo 28.1 autoriza legislador para que limite o exceptúe del ejercicio del derecho
de sindicación a militares (artículo 180 de la Ley 85/1978, de 28 de diciembre, de Reales Ordenanzas para las Fuerzas
Armadas) y otras personas encuadradas en cuerpos sometidos a disciplina militar, es decir, la Guardia Civil (artículo 11
de la Ley Orgánica 11/2007, de 22 de octubre, reguladora de los derechos y deberes de los miembros de la Guardia
Civil), todo ello de acuerdo con el artículo 1.3 de la Ley Orgánica 11/1985, de 2 de agosto, de Libertad sindical, y STC
101/1991, de 13 de mayo.
En lo que atañe a los funcionarios públicos, el artículo 28.1, en relación con el artículo 103.3 CE, no autoriza la privación,
pero sí ciertas " peculiaridades" no necesariamente comunes a toda clase de funcionarios (STC 141/1985, de 22 de
octubre). En todo caso, el artículo 15 a) de la Ley 7/2007, de 12 de abril, del Estatuto Básico del Empleado Público,
reconoce este derecho con carácter general, sin especialidades respecto del previsto en la Ley Orgánica 11/9185. El
artículo 127.1 CE contiene la más enérgica prohibición de ejercicio de la libertad sindical a un sector del funcionariado,
pues la veda absolutamente a los jueces, magistrados (artículo 1.4 de la Ley Orgánica 11/1985, de 2 de agosto, de
Libertad Sindical y artículo 395 de la Ley Orgánica 6/1985, de 1 de julio, del Poder Judicial) y fiscales (artículo 59 de la
Ley 50/1981, de 30 de diciembre, del Estatuto del Ministerio Fiscal), tal y como dispone en su desarrollo directo el
artículo 1.4 de la Ley Orgánica 11/1985, de Libertad sindical. Los policías pueden sindicarse, pero sometidos al régimen
privativo regulado en los artículos 18 a 24 de la citada Ley Orgánica 2/1986).
Los extranjeros gozan de libertad sindical, pero su ejercicio, como el de tantos otros derechos, se condiciona a la
obtención de autorización de estancia o residencia (artículo 11 de la Ley Orgánica 4/2000, de 11 de enero, sobre
derechos y libertades de los extranjeros en España, redactado en los términos previstos en la Ley Orgánica 2/2009, de
modificación de la anterior).
El artículo 1.1 de la Ley Orgánica 11/1985, de Libertad sindical dispone que la titularidad del derecho corresponde a
los trabajadores y que este término, como aclara el apartado 2 del mismo precepto, se refiere a quienes están sujetos
a una relación laboral o una relación de carácter administrativo o estatutario al servicio de las Administraciones
públicas, es decir, los trabajadores por cuenta ajena (ATC 362/1992).
En definitiva, está vedado el ejercicio de la libertad sindical a los empresarios (ATC 113/1984). En cambio, gozan de un
régimen especial los trabajadores autónomos, de acuerdo con las previsiones de la Ley 20/2007, de 11 de julio, del
Estatuto del trabajo autónomo, así como los jubilados, pensionistas y desempleados quienes pueden afiliarse a
sindicatos ya existentes, pero no fundar sindicatos que tengan por objeto la defensa de esos intereses singulares
(artículo 3.1 de la Ley Orgánica de Libertad sindical y ATC 620/1985).
Por lo demás hay que recordar que el Tribunal Constitucional ha reconocido la titularidad de este derecho a los
sindicatos (Sentencias del Tribunal Constitucional 38/1981, 224/2000, 36/2004).
El contenido del derecho a la libertad sindical está, en lo esencial, trazado en el artículo 28.1 CE. Para integrarlo son
útiles, ex artículo 10.2 CE, los Convenios de la OIT número 87, sobre libertad sindical y protección del derecho de
sindicación, de 9 de julio de 1948, y número 98, relativo a la aplicación de los principios del derecho de sindicación y
negociación colectiva, de 1 de julio de 1949. Hay que distinguir, como reiteradamente hace el Tribunal Constitucional,
entre contenido esencial y contenido adicional del derecho, este último dispuesto por el legislador y que se integra
también en el ámbito constitucionalmente protegido. El contenido esencial, además de lo establecido en el artículo
28.1 CE, se integraría con el derecho de huelga (artículo 28.2 CE) y con el derecho a la negociación colectiva (artículo
37.1 CE y Sentencias del Tribunal Constitucional 37/1983, de 11 de mayo, 9/1998, 13 de enero y 225/2001, de 26 de
noviembre).
El artículo 28.1 concreta el genérico derecho de sindicación en el derecho a fundar sindicatos y en el de afiliarse al de
su elección, y debe entenderse también comprendido el derecho de no afiliarse, sin que la no afiliación merme el
derecho del trabajador a la actividad sindical (Sentencia del Tribunal Constitucional 134/1994, de 9 de mayo). También
comprende el derecho de los sindicatos a formar confederaciones y a fundar organizaciones sindicales internacionales
o afiliarse a ellas. En la Constitución vemos, pues, que hay una vertiente individual -derechos de fundación y de
afiliación- y una vertiente colectiva, disfrutada por los sindicatos SSTC 38/1981, de 23 de noviembre, 98/1985, de 29
de julio, 137/1992, de 29 de octubre y las más recientes Sentencias del Tribunal Constitucional 224/2000, de 2 de
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

octubre, 257/2000, de 30 de octubre, 265/2000 y 269/2000, ambas de 13 de noviembre y 308/2000, de 18 de


diciembre).
El artículo 2 de la Ley Orgánica de Libertad sindical especifica estos derechos de ejercicio individual (apartado primero),
añadiendo a los derechos proclamados en la Constitución los de elección directa de representantes sindicales y el
derecho de acción sindical, y también concreta los de ejercicio colectivo (apartado 2), entre los que se encuentra
también el derecho a la actividad sindical que luego se desglosa, a lo largo de la Ley, en facultades específicas: de los
representantes de los trabajadores y de los dirigentes sindicales (artículos 5 a 11), todos garantizados, entre otros
mecanismos (artículos 12 a 15), por la indemnidad salarial (Sentencia del Tribunal Constitucional 214/2001, de 29 de
octubre). En definitiva, se tutela la libertad sindical contra toda injerencia o conducta antisindical de la Administración
(Sentencia del Tribunal Constitucional 75/1995, de 17 de mayo) o de los empresarios (Sentencias del Tribunal
Constitucional 134/1994, de 17 de 9 de mayo y 171/2003, de 29 de diciembre).
Especial mención merece el derecho a la autoorganización normativa y funcional de los sindicatos (artículos 4 y 5 de
la Ley de Libertad sindical, expresión del derecho de asociación (artículo 22.1 CE) y sometidos al principio de
democracia interna (artículo 7 CE y 4.2 c) de la Ley Orgánica de Libertad sindical).
Los contenidos adicionales del derecho se recogen en los artículos 8 a 10 de la Ley Orgánica de Libertad sindical (STC
1/1994, de 17 de enero) y destacan, sobre todos, las facultades concedidas a los sindicatos más representativos, figura
consagrada por la STC 98/1985, de 29 de junio, y que ocupan una posición preeminente en la acción sindical, gozando
de tal condición por el apoyo recibido en las elecciones sindicales (Sentencia del Tribunal Constitucional 147/2001, de
27 de julio).
Artículo 1. de la Ley Orgánica 11/1985, de 2 de agosto, de Libertad Sindical.
Todos los trabajadores tienen derecho a sindicarse libremente para la promoción y defensa de sus intereses económicos
y sociales.
A los efectos de esta Ley, se consideran trabajadores tanto aquellos que sean sujetos de una relación laboral como
aquellos que lo sean de una relación de carácter administrativo o estatutario al servicio de las Administraciones
Públicas. Quedan exceptuados del ejercicio de este derecho los miembros de las fuerzas armadas y de los Institutos
Armados de carácter militar.
De acuerdo con lo dispuesto en el artículo 127.1 de la Constitución, los Jueces, Magistrados y Fiscales no podrán
pertenecer a sindicato alguno mientras se hallen en activo. El ejercicio del Derecho de Sindicación de los miembros de
cuerpos y Fuerzas de Seguridad que no tengan carácter militar, se regirá por su normativa específica, dado el carácter
armado y la organización jerarquizada de estos Institutos.
La Libertad Sindical comprende:
• El derecho a fundar sindicatos sin autorización previa, así como el derecho a suspenderlos o a extinguirlos, por
procedimientos democráticos.
• El derecho del trabajador a afiliarse al sindicato de su elección con la sola condición de observar los estatutos
del mismo o a separarse del que estuviese afiliado, no pudiendo nadie ser obligado a afiliarse a un sindicato.
• El derecho de los afiliados a elegir libremente a sus representantes dentro de cada sindicato.
• El derecho a la actividad sindical.
Las Organizaciones Sindicales en el ejercicio de la Libertad Sindical, tienen derecho a:
• Redactar sus estatutos y reglamento, organizar su administración interna y sus actividades y formular su
programa de acción.
• Constituir federaciones, confederaciones y organizaciones internacionales, así como afiliarse a ellas y retirarse
de las mismas.
• No ser suspendidas ni disueltas sino mediante resolución firme de la Autoridad Judicial, fundada en
incumplimiento grave de las leyes.
El ejercicio de la actividad sindical en la empresa o fuera de ella, que comprenderá, en todo caso, el derecho a la
negociación colectiva, al ejercicio del derecho de huelga, al planteamiento de conflictos individuales y colectivos y a la
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presentación de candidaturas para la elección de comités de empresa y delegados de personal, y de los


correspondientes órganos de las Administraciones Públicas, en los términos previstos en las normas correspondientes.
Los sindicatos constituidos al amparo de la Ley, para adquirir la personalidad jurídica y plena capacidad de obrar,
deberán depositar, por medio de sus promotores o dirigentes sus estatutos en la oficina pública establecida al efecto.
Las normas estatutarias contendrán al menos:
• La denominación de la organización que no podrá coincidir ni inducir a confusión con otra legalmente
registrada.
• El domicilio y ámbito territorial y funcional de actuación del sindicato.
• Los órganos de representación, Gobierno y Administración y su funcionamiento, así como el régimen de
provisión electiva de sus cargos, que habrán de ajustarse a principios democráticos.
• Los requisitos y procedimientos para la adquisición y pérdida de la condición de afiliados, así como el régimen
de modificación de estatutos, de fusión y disolución del sindicato.
• El régimen económico de la organización que establezca el carácter, procedencia y destino de sus recursos,
así como los medios que permitan a los afiliados conocer la situación económica.
Tendrán la consideración de sindicatos más representativos a nivel estatal:
• Los que acrediten una especial audiencia, expresada en la obtención, en dicho ámbito del 10 % o más del total
de delegados de personal de los miembros de los comités de empresa y de los correspondientes órganos de
las Administraciones Públicas.
• Los sindicatos o entes sindicales, afiliados, federados o confederados a una organización sindical de ámbito
estatal que tenga la consideración de más representativa de acuerdo con lo previsto en la letra a).
• Las organizaciones que tengan la consideración de sindicato más representativo según el número anterior,
gozarán de capacidad representativa a todos los niveles territoriales y funcionales para:
• Ostentar representación institucional ante las Administraciones Públicas u otras entidades y organismos de
carácter estatal o de Comunidad Autónoma que la tengan prevista.
• La negociación colectiva, en los términos previstos en el Estatuto de los trabajadores.
• Participar como interlocutores en la determinación de las condiciones de trabajo en las Administraciones
Públicas a través de los oportunos procedimientos de consulta o negociación.
• Participar en los sistemas no jurisdiccionales de solución de conflictos de trabajo.
• Promover elecciones para delegados de personal y comités de empresa y órganos correspondientes de las
Administraciones Públicas.
• Obtener cesiones temporales del uso de inmuebles patrimoniales públicos en los términos que se establezcan
legalmente.
Tendrán la consideración de sindicatos más representativos a nivel de Comunidad Autónoma:
• Los sindicatos de dicho ámbito que acrediten en el mismo una especial audiencia expresada en la obtención
de, al menos, el 15 % de los delegados de personal y de los representantes de los trabajadores en los comités
de empresa, y en los órganos correspondientes de las Administraciones Públicas, siempre que cuenten con un
mínimo de 1.500 representantes y no estén federados o confederados con organizaciones sindicales de ámbito
estatal.
• Los sindicatos o entes sindicales afiliados, federados o confederados a una organización sindical de ámbito de
Comunidad Autónoma que tenga la consideración de más representativa de acuerdo con lo previsto en el
apartado anterior
Los trabajadores afiliados a un sindicato podrán, en el ámbito de la empresa o centro de trabajo:
• Constituir secciones sindicales de conformidad con lo establecido en los estatutos del sindicato.
• Celebrar reuniones, previa notificación al empresario, recaudar cuotas y distribuir información sindical, fuera
de las horas de trabajo y sin perturbar la actividad normal de la empresa.
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• Recibir la información que le remita su sindicato.


Sin perjuicio de lo que se establezca mediante convenio colectivo, las secciones sindicales de los sindicatos más
representativos y de los que tengan representación en los comités de empresa y en los órganos de representación que
se establezcan en las Administraciones Públicas o cuenten con delegados de personal, tendrán los siguientes derechos:
• Con la finalidad de facilitar la difusión de aquellos avisos que puedan interesar a los afiliados al sindicato y a
los trabajadores en general, la empresa pondrá a su disposición un tablón de anuncios que deberá situarse en
el centro de trabajo y en lugar donde se garantice un adecuado acceso al mismo de los trabajadores.
• A la negociación colectiva, en los términos establecidos en su legislación específica.
• A la utilización de un local adecuado en el que puedan desarrollar sus actividades en aquellas empresas o
centros de trabajo con más de 250 trabajadores.
Quienes ostenten cargos electivos a nivel provincial, autonómico o estatal, en las organizaciones sindicales más
representativas, tendrán derecho:
• Al disfrute de los permisos no retribuidos necesarios para el desarrollo de las funciones sindicales propias de
su cargo, pudiéndose establecer, por acuerdo, limitaciones al disfrute de los mismos en función de las
necesidades del proceso productivo.
• A la excedencia forzosa, o a la situación equivalente en el ámbito de la función pública, con derecho a reserva
del puesto de trabajo y al cómputo de antigüedad mientras dure el ejercicio de su cargo representativo,
debiendo reincorporarse en su puesto de trabajo dentro del mes siguiente a la fecha del cese.
• A la asistencia y el acceso a los centros de trabajo para participar en actividades propias de su sindicato o del
conjunto de los trabajadores, previa comunicación al empresario, y sin que el ejercicio de ese derecho pueda
interrumpir el desarrollo normal del proceso productivo.
Serán nulos y sin efecto los preceptos reglamentarios, las cláusulas de los convenios colectivos, los pactos individuales
y las decisiones unilaterales del empresario que contengan o supongan cualquier tipo de discriminación en el empleo
o en las condiciones de trabajo, sean favorables o adversas, por razón de la adhesión o no a un sindicato, a sus acuerdos
o al ejercicio en general de actividades sindicales.
Cualquier trabajador o sindicato que considere lesionados los derechos de libertad sindical, por actuación del
empleador, asociación patronal, Administraciones Públicas o cualquier otra persona, entidad o corporación pública o
privada, podrá recabar la tutela del derecho ante la jurisdicción competente a través del proceso de protección
jurisdiccional de los derechos fundamentales de la persona.
Expresamente serán consideradas lesiones a la libertad sindical los actos de injerencia consistentes en fomentar la
constitución de sindicatos dominados o controlados por un empleador o una asociación empresarial, o en sostener
económicamente o en otra forma sindicatos con el mismo propósito de control.
El Derecho de huelga
La Constitución de 1978 es la primera de las españolas en reconocer el derecho de huelga, que no aparece ni en la
Declaración Universal de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, de 10 de diciembre de 1948, ni en el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos, de 19 de diciembre de 1966, ni en el Convenio Europeo de Derechos
Humanos, de 4 de noviembre de 1950. Sí lo hallamos en el artículo 8.1 d) de Pacto Internacional de Derechos Sociales,
Económicos y Culturales, de 19 de diciembre de 1966, así como en el artículo 6.4º de la Carta Social Europea, de 18 de
octubre de 1961.
El artículo 28.2 CE reconoce este derecho a los trabajadores para "la defensa de sus intereses" y prevé el
mantenimiento durante la huelga de los "servicios esenciales de la comunidad". Un punto polémico a lo largo de su
tramitación parlamentaria fue la sustitución de la expresión "intereses profesionales" por la más amplia "sus intereses".
El artículo 12 del Real Decreto-Ley 17/1977, de 4 de marzo, sobre relaciones de trabajo, al especificar cuando la huelga
es ilegal, parece, en sus apartados a) y d), ceñirla a la defensa de los intereses profesionales, pero según la capital STC
11/1981, de 8 de abril, que se pronunció sobre el Real Decreto-Ley, el interés profesional ha de entenderse en sentido
amplio -afectación de sus intereses- a la luz del artículo 28.2 y no como afectación a una categoría laboral específica.
Esta sentencia, además de precisar que la inconstitucionalidad formal sobrevenida del Real Decreto-Ley 17/1997 no
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

afectaba a su vigencia, se pronunció en general sobre la huelga fijando el alcance del derecho. Entre otros aspectos se
pronuncia acerca del tipo de huelga que nuestra Constitución permite. En el marco del artículo 11 del Real Decreto-
Ley 17/1977, no es preciso que la huelga esté ligada a la negociación del convenio colectivo -huelga contractual- siendo
posibles otras huelgas profesionales incluso las de solidaridad sin que sea menester un interés directo, bastando un
interés profesional que justifique la solidaridad con otros trabajadores.
En cuanto a la titularidad del derecho, corresponde a los trabajadores individualmente, pero se ejerce colectivamente
pues no es posible la huelga individual, que sería, sin más, un incumplimiento del contrato de trabajo. Pueden hacer
huelgas, como precisa la STC 11/1981, sólo los trabajadores por cuenta ajena, no los llamados trabajadores
independientes; esta prohibición continua vigente a la luz de la Ley 20/2007, de 11 de julio, del Estatuto del trabajo
autónomo, y en relación a ella se ha de tener en cuenta que los trabajadores autónomos, por su propia naturaleza, no
realizan huelgas, sino a lo sumo lo que ha venido a denominarse paros reivindicativos o huelgas empresariales, que
son conflictos colectivos pero no de naturaleza laboral, que enfrentan a aquéllos con el Gobierno, que se amparan
mejor en la libertad de empresa del artículo 38 de la Constitución, y que consisten en un cese voluntario de la actividad
empresarial, pero sin que se les reconozca derecho alguno y sin que se les exima de responder de los perjuicios que
con ello causen. Respecto de los extranjeros, son titulares del derecho, pero su ejercicio se condiciona a la obtención
de autorización de estancia o residencia (artículo 11 de la Ley Orgánica 4/2000, sobre derechos y libertades de los
extranjeros en España). Los funcionarios públicos pueden ejercer este derecho en los términos que señale sus normas
reguladoras (STC 90/1984, de 5 de octubre), así como también el personal laboral de la Administración militar (SSTC
11/1981, 26/1981, de 17 de julio y 26/1986, de 19 de febrero). Los miembros de cuerpos y fuerzas de seguridad del
Estado no podrán ejercer su derecho de huelga con el fin de alterar el normal funcionamiento del servicio (artículo 6.8
de la Ley Orgánica 2/1986, de 13 de marzo, de Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. Los militares están privados
del ejercicio del derecho de huelga (artículo 181 de Ley 85/1978, de 28 de diciembre, de Reales Ordenanzas), lo mismo
que los miembros de la Guardia Civil (artículo 12 de la Ley Orgánica 11/2007, de 22 de octubre, reguladora de los
derechos y deberes de los miembros de la Guardia Civil).
El derecho de huelga comprende la facultad de sumarse o no sumarse a una huelga convocada, vertientes positiva y
negativa (artículo 6.4 del Real Decreto-Ley 17/1977 y STC 254/1988, de 21 de diciembre) y consiste en la suspensión
unilateral del contrato de trabajo, perdiendo trabajador los emolumentos correspondientes a los días de huelga y
cesando la obligación empresarial de cotizar a la Seguridad Social. La huelga no extingue, pues, el contrato de trabajo
(artículo 6 del Real Decreto-Ley 17/1977). La huelga limita los derechos del empresario que ni podrá contratar
trabajadores foráneos (artículo 6.5 del Real Decreto-Ley y STC 66/2002, de 21 de febrero) ni cerrar la empresa, salvo
las excepciones contempladas en el artículo 12 del Real Decreto-Ley y según lo establecido en el artículo 13, pues el
cierre vaciaría de contenido el derecho de huelga (STC 11/1981). La dimensión negativa del derecho de huelga supone,
como no podría ser de otra manera que los piquetes pueden informar, pero nunca coaccionar (SSTC 33/1981, 62/2002
y 80/2005).
Para el ejercicio del derecho de huelga el artículo 3 del Real Decreto-Ley 17/1977 exige la concurrencia de varios
requisitos: acuerdo expreso de declarar la huelga adoptado por quien tiene facultad para ello (trabajadores a través
de sus representantes o directamente por los trabajadores) preaviso al empresario y a la autoridad laboral,
comunicando las reivindicaciones de la huelga, y formación de un comité de huelga. A este corresponderá garantizar
los servicios necesarios para la seguridad de personas y cosas y el mantenimiento de las instalaciones y materias primas
para la posterior reanudación de la actividad (artículo 6.7).
Los límites del derecho se completan con las precisiones contenidas en los artículos 7.2 y 11 del Real Decreto-Ley.
Ambos preceptos coincide en privar de la cobertura del derecho a ciertas modalidades de cesación del trabajo. Así el
artículo 7.2 declarando abusivas las huelgas rotatorias en sectores estratégicos con la finalidad de interrumpir el
proceso productivo, las de celo o reglamento y, en general, cualquier forma de alteración colectiva en la régimen de
trabajo distinta a la huelga. El artículo 11 considera ilegales las huelgas sostenidas por motivos políticos o con otra
finalidad ajena al interés profesional de los afectados, las de solidaridad si no hay interés profesional que sostener, las
que se propongan alterar lo pactado en convenio colectivo durante la vigencia del mismo, y las que no se ajusten a lo
previsto en el Real Decreto-Ley. Queda asimismo vedado el ejercicio del derecho de huelga si se han abierto los
procedimientos de conflicto colectivo de trabajo (artículo 17.2).
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Aún debe analizarse el alcance de la limitación al ejercicio del derecho de huelga que supone la exigencia constitucional
de mantenimiento de los servicios esenciales de la comunidad. La cuestión ha suscitado una abundante jurisprudencia
del Tribunal Constitucional (sobre todo la STC 26/1981). Dos son los puntos más delicados ¿Qué son los servicios
mínimos y quienes pueden fijarlos?
La Sentencia del Tribunal Constitucional 26/1981 expresa una caracterización finalista y casuística de los servicios
esenciales, también llamados servicios mínimos, que exige ponderar, caso por caso, la extensión material y personal
de la huelga, su duración y demás circunstancias, así como las concretas necesidades del servicio y, sobre todo, la
naturaleza de los derechos y bienes constitucionalmente protegidos sobre los que la huelga repercute. La esencialidad
no es, pues, la de la actividad industrial o mercantil afectada por la huelga, sino la de los derechos o bienes
constitucionales a los que la actividad interrumpida sirve.
La fijación de los servicios esenciales corresponde a la autoridad gubernativa (artículo 10 del Real Decreto-Ley
17/1977), entendiendo la STC 11/1981 que no todo órgano de la Administración pública puede fijarlos sino únicamente
aquellos que ejercen potestades de gobierno (y también la STC 27/1989, de 3 de febrero SSTC 193 y 310/2006 y
36/2007). El Tribunal Constitucional ha reconocido la posibilidad de fijar los servicios esenciales a los órganos de
gobierno de las Comunidades Autónomas (STC 53/1986, de 5 de mayo). A la autoridad gubernativa corresponde la
carga de motivar la necesidad de las medidas que en cada caso adopte.
La declaración de huelga, cualquiera que sea su ámbito, exige, en todo caso, la adopción de acuerdo expreso en tal
sentido, en cada centro de trabajo.
Están facultados para acordar la declaración de huelga:
a. Los trabajadores, a través de sus representantes. El acuerdo será adoptado, en reunión conjunta de dichos
representantes, por decisión mayoritaria de los mismos. De la reunión, a la que habrán de asistir al menos el
75 por 100 de los representantes, se levantará acta, que deberán firmar los asistentes.
b. Directamente los propios trabajadores del centro de trabajo, afectados por el conflicto, cuando el 25 por 100
de la plantilla decida se someta a votación dicho acuerdo. La votación habrá de ser secreta y se decidirá por
mayoría simple. El resultado de ésta se hará constar en acta.
El acuerdo de declaración de huelga habrá de ser comunicado al empresario o empresarios afectados y a la autoridad
laboral por los representantes de los trabajadores.
La comunicación de huelga deberá hacerse por escrito y notificada con cinco días naturales de antelación, al menos, a
su fecha de iniciación. Cuando el acuerdo de declaración de huelga lo adopten directamente los trabajadores mediante
votación, el plazo de preaviso comenzará a contarse desde que los representantes de los trabajadores comuniquen al
empresario la celebración de la misma. La comunicación de huelga habrá de contener los objetivos de ésta, gestiones
realizadas para resolver las diferencias, fecha de su inicio y composición del comité de huelga.
Cuando la huelga afecte a empresas encargadas de cualquier clase de servicios públicos, el preaviso del comienzo de
huelga al empresario y a la autoridad laboral habrá de ser, al menos, de diez días naturales. Los representantes de los
trabajadores deberán dar a la huelga, antes de su iniciación, la publicidad necesaria para que sea conocida por los
usuarios del servicio.
La composición del comité de huelga no podrá exceder de doce personas. Corresponde al comité de huelga participar
en cuantas actuaciones sindicales, administrativas o judiciales se realicen para la solución del conflicto.
El ejercicio del derecho de huelga no extingue la relación de trabajo, ni puede dar lugar a sanción alguna, salvo que el
trabajador, durante la misma, incurriera en falta laboral. Durante la huelga se entenderá suspendido el contrato de
trabajo y el trabajador no tendrá derecho al salario.
Se respetará la libertad de trabajo de aquellos trabajadores que no quisieran sumarse a la huelga. En tanto dure la
huelga, el empresario no podrá sustituir a los huelguistas por trabajadores que no estuviesen vinculados a la empresa
al tiempo de ser comunicada la misma, salvo caso de incumplimiento de las obligaciones establecidas para decretar la
huelga. Los trabajadores en huelga podrán efectuar publicidad de la misma, en forma pacífica, y llevar a efecto
recogida de fondos sin coacción alguna.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

El comité de huelga habrá de garantizar durante la misma la prestación de los servicios necesarios para la seguridad
de las personas y de las cosas, mantenimiento de los locales, maquinaria, instalaciones, materias primas y cualquier
otra atención que fuese precisa para la ulterior reanudación de las tareas de la empresa. Corresponde al empresario
la designación de los trabajadores que deban efectuar dichos servicios.
El Gobierno, a propuesta del Ministerio de Trabajo, teniendo en cuenta la duración o las consecuencias de la huelga,
las posiciones de las partes y el perjuicio grave de la economía nacional, podrá acordar la reanudación de la actividad
laboral en el plazo que determine, por un período máximo de dos meses o, de modo definitivo, mediante el
establecimiento de un arbitraje obligatorio.
La huelga es ilegal:
a. Cuando se inicie o sostenga por motivos políticos o con cualquier otra finalidad ajena al interés profesional de
los trabajadores afectados.
b. Cuando sea de solidaridad o apoyo, salvo que afecte directamente al interés profesional de quienes la
promuevan o sostengan.
c. Cuando tenga por objeto alterar, dentro de su período de vigencia, lo pactado en un convenio o lo establecido
por laudo.
d. Cuando se produzca contraviniendo lo dispuesto en el presente Real Decreto-ley 17/1077, o lo expresamente
pactado en convenio colectivo para la solución de conflictos.
Sentencia del Tribunal Constitucional 89/2018 (Libertad sindical y libertad de expresión)
La legítima actuación en el seno de la empresa, para defender los intereses a cuyo fin se articulan las representaciones
de los trabajadores, necesitan de garantías frente a todo acto de injerencia, impeditivo u obstante del ejercicio de esa
libertad. Y entre ellas figura la de la indemnidad, esto es, el derecho del trabajador a no sufrir, por razón de su afiliación
o actividad sindical, menoscabo alguno en su situación profesional o económica en la empresa, «lo que veda cualquier
diferencia de trato por razón de la afiliación o actividad sindical de los trabajadores y sus representantes, en relación
con el resto de los trabajadores»
Sentencia del TSJ de Cataluña de 2 de mayo de 2018
Huelga del 8 de noviembre de 2017 en Cataluña (supuesta huelga política)
“La huelga política se caracteriza por tener al empresario por sujeto pasivo del cese en el trabajo y a los poderes
públicos como únicos destinatarios de la misma. En este sentido, hay que enfatizar que el art.11.a) RD-L no declara la
ilegalidad de todas las huelgas políticas sino sólo de aquellas cuya motivación sea clara y exclusivamente
extraprofesional o cuya motivación profesional resulte por completo marginal”
Existe una huelga "mixta", que tiene unos motivos políticos: situación política en Catalunya en Septiembre y Octubre
de 2017, aplicación del art.155 CE y cese del “Govern” de la Generalitat y dictado del RD-Ley 15/2017; pero que están
relacionados con otros claramente laborales, así por ejemplo -siempre según el sindicato demandado-: reducción de
costes salariales y empobrecimiento, crisis económica y reforma laboral, políticas de salida de la crisis, la gran cantidad
de personas trabajadoras que - reciente incorporadas al mercado laboral, o que hace años que forman parte del
mismo, o bien que están a punto de salir- no pueden vivir de su salario, la afectación del RD-Ley 15/17 al tejido
productivo, con la "fuga de empresas”.
Sentencia del TSJ de Galicia de 26 de abril de 2018 (Huelga feminista del 8 de marzo)
Vulneración del Derecho de huelga por Radio Televisión de Galicia por sustituir a una trabajadora en huelga y emitir
el programa “Galicia Noticias Mediodía”
Ni el empresario puede imponer a los trabajadores no huelguistas la realización de las tareas que corresponden a los
que secundaron la convocatoria, ni los trabajadores que libremente decidieron no secundarla pueden sustituir el
trabajo de sus compañeros con dos únicas excepción conectadas a las previsiones legales sobre el aseguramiento de
determinados servicios mínimos esenciales para la comunidad (art. 10 del Real Decreto-ley 17/1977 ), y a las
previsiones sobre los servicios de seguridad y de mantenimiento en la empresa ( art. 6.7 del Real Decreto-ley 17/1977
), y cuando los trabajadores designados para el mantenimiento de los referidos servicios se negaran o se resistieran a
prestarlos, quedando entonces justificada su sustitución a tales efectos.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

Derecho a la salud y a la seguridad social


Artículo 41
Los poderes públicos mantendrán un régimen público de Seguridad Social para todos los ciudadanos, que garantice la
asistencia y prestaciones sociales suficientes ante situaciones de necesidad, especialmente en caso de desempleo.

Artículo 43
1. Se reconoce el derecho a la protección de la salud.
2. Compete a los poderes públicos organizar y tutelar la salud pública a través de medidas preventivas y de las
prestaciones y servicios necesarios. La ley establecerá los derechos y deberes de todos al respecto.

El artículo 41 de la Constitución, encuadrado en el capítulo de principios rectores de la política social y económica, se


ocupa de la Seguridad Social. Y lo hace, a grandes rasgos, con dos notas distintivas de interés:
1. De una manera flexible, que impide "hablar de un modelo único de Seguridad Social" ( STC 37/1994), que "no
cierra posibilidades para la evolución del sistema (...) hacia ámbitos desconocidos en la actualidad o hacia
técnicas que hasta ahora no se han querido o podido utilizar" ( STC 206/1997). Como dice la STC 206/1997,
aquello que sea la Seguridad Social "no es deducible por sí solo del tenor del artículo 41 de la Constitución
Española", de manera que habrá que atender, aparte de a otros preceptos constitucionales con incidencia en
la materia, de manera fundamental a la obra del legislador.
2. Sin romper con el modelo preexistente, pero modificándolo sustancialmente, ya que "si bien, en el sistema
español actual, se mantienen características del modelo contributivo, no es menos cierto que, al tenor del
mandato constitucional (...), el carácter de régimen público de la Seguridad Social su configuración como
función del Estado, y la referencia a la cobertura de situaciones de necesidad - que habrán de ser precisadas
en cada caso - implica que las prestaciones de la Seguridad Social (...) no se presenten ya - y aun teniendo en
cuenta la pervivencia de notas contributivas - como prestaciones correspondientes y proporcionales en todo
caso a las contribuciones y cotizaciones de los afiliados, y resultantes de un acuerdo contractual. El carácter
público y la finalidad constitucionalmente reconocida del sistema de la Seguridad Social supone que éste se
configure como un régimen legal, en tanto que las aportaciones de los afiliados, como las prestaciones a
dispensar, sus niveles y condiciones, vienen determinados, no por un acuerdo de voluntades, sino por reglas
que se integran en el ordenamiento jurídico y que están sujetas a las modificaciones que el legislador
introduzca" (Sentencia del Tribunal Constitucional 65/1987).

Para conseguir esos fines, se han aprobado varias leyes que han hecho evolucionar la configuración del sistema de
Seguridad Social (normas actualmente derogadas):
a. La Ley General de Sanidad de 1986, que extiende la asistencia sanitaria a todos los ciudadanos y el Real
Decreto 1088/1989, que hace llegar la cobertura de la asistencia sanitaria de la Seguridad Social a las
personas sin recursos económicos suficientes.
b. La Ley 26/1990 de pensiones no contributivas de vejez y de invalidez a favor de las personas carentes de
recursos que se encuentren en situación de necesidad, hayan o no cotizado previamente, así como la
universalización de las prestaciones de protección a la familia y la extensión de los servicios sociales.
c. La Ley 8/1987, de regulación de los planes y fondos de pensiones, modificada parcialmente, entre otras, por
la Ley 30/1995 de ordenación de los seguros privados y por la Ley 24/2001

El Real Decreto legislativo 1/1994, de 20 de junio, por el que se aprueba el Texto refundido de la Ley General de la
Seguridad Social es la vigente ley de Seguridad Social

La acción protectora del sistema, que comprende:


a. La asistencia sanitaria en los casos de maternidad, de enfermedad común o profesional y de accidentes, sean
o no de trabajo.
b. La recuperación profesional, cuya procedencia se aprecie en los casos que se mencionan en el apartado
anterior.
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

c. Prestaciones económicas en las situaciones de incapacidad temporal, maternidad, riesgo durante el


embarazo, invalidez, en sus modalidades contributiva y no contributiva, jubilación, en sus modalidades
contributiva y no contributiva, desempleo, en sus niveles contributivo y asistencial, muerte y supervivencia,
así como las que se otorguen en las contingencias y situaciones especiales que reglamentariamente se
determinen por Real Decreto, a propuesta del Ministro de Trabajo y Asuntos Sociales.
d. Prestaciones familiares por hijo a cargo, en sus modalidades contributiva y no contributiva.
e. Prestaciones de servicios sociales que puedan establecerse en materia de reeducación y rehabilitación de
inválidos y de asistencia a la tercera edad, así como en aquéllas otras materias en que se considere
conveniente.
Y como complemento de todas estas prestaciones, podrán otorgarse los beneficios de la asistencia social.
La Constitución Española de 1978, en su artículo 43, reconoce el derecho a la protección de la salud, encomendando
a los poderes públicos ( " concepto genérico que incluye a todos aquellos entes ( y sus órganos ) que ejercen un poder
de imperio, derivado de la soberanía del Estado y procedente, en consecuencia, a través de una mediación más o menos
larga, del propio pueblo" Sentencia del Tribunal Constitucional 35/1983, de 11 de mayo ) organizar y tutelar la salud
pública a través de medidas preventivas y de las prestaciones y servicios necesarios. En su artículo 41, de indudable
conexión temática con el artículo comentado, la Constitución establece que los poderes públicos mantendrán un
régimen público de Seguridad Social para todos los ciudadanos, que garantice la asistencia y prestaciones sociales
suficientes ante situaciones de necesidad. A su vez, el artículo 38.1.a) de la Ley General de la Seguridad Social incluye
dentro de la acción protectora del ámbito de la Seguridad Social "la asistencia sanitaria en los casos de maternidad,
de enfermedad común o profesional y de accidentes, sean o no de trabajo". En fin, el título VIII del texto constitucional
diseña una nueva organización territorial del Estado que posibilita la asunción por las Comunidades Autónomas de
competencias en materia de sanidad, reservando para aquél la sanidad exterior, la regulación de las bases y la
coordinación general de la sanidad y la legislación sobre productos farmacéuticos.
La Ley 14/1986, de 25 de abril, General de Sanidad, tiene como objetivo primordial, establecer la estructura y el
funcionamiento del sistema sanitario público en el nuevo modelo político y territorial que deriva de la Constitución de
1978. Según su artículo 1, su objeto consiste en la regulación general de todas las acciones que permitan hacer efectivo
el derecho a la protección de la salud reconocido en el artículo 43 y concordantes de la Constitución. La ley tiene la
condición de norma básica, en el sentido del artículo 149.1.16 de la Constitución, y es de aplicación en todo el territorio
nacional.
Titulares de los derechos a la protección de la salud y a la atención sanitaria son:
a. Todos los españoles y los extranjeros en el territorio nacional, en los términos previstos en el artículo 12 de la
Ley Orgánica 4/2000.
b. Los nacionales de los Estados miembros de la Unión Europea que tienen los derechos que resulten del derecho
comunitario europeo y de los tratados y convenios que se suscriban por el Estado español y les sean de
aplicación
c. Los nacionales de Estados no pertenecientes a la Unión Europea que tienen los derechos que les reconozcan
las leyes, los tratados y convenios suscritos.

Todas las estructuras y servicios públicos al servicio de la salud se integrarán en el Sistema Nacional de Salud, conjunto
de servicios de salud de la Administración del Estado y de los servicios de salud de las Comunidades Autónomas en los
términos establecidos en la Ley (art. 44), que tiene como características fundamentales:
a) La extensión de sus servicios a toda la población
b) La organización adecuada para prestar una atención integral a la salud
c) La coordinación y, en su caso, la integración de todos los recursos sanitarios públicos en un dispositivo único.
d) La financiación mediante recursos de las Administraciones Públicas, cotizaciones y tasas por la prestación de
determinados servicios.
e) La prestación de una atención integral de la salud, procurando altos niveles de calidad debidamente evaluados
y controlados. (art. 46)
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

En cada Comunidad Autónoma se constituirá un servicio de salud integrado por todos los centros, servicios y
establecimientos de la propia Comunidad, Diputaciones y Ayuntamientos y cualesquiera otras Administraciones
territoriales intracomunitarias, que estará gestionado bajo la responsabilidad de la respectiva Comunidad Autónoma
La financiación de la asistencia sanitaria prestada se realizará con cargo a:
a) cotizaciones sociales
b) transferencias del Estado
c) tasas por la prestación de determinados servicios
d) aportaciones de las Comunidades Autónomas y de las Corporaciones Locales
e) tributos estatales cedidos
Se reconoce el derecho al libre ejercicio de las profesiones sanitarias, de acuerdo con lo establecido en los artículos 35
y 36 de la Constitución (art. 88). En este punto hay que citar la Ley 44/2003, de 21 de noviembre, de ordenación de las
profesiones sanitarias, que tiene por objeto la regulación de los aspectos de las profesiones sanitarias tituladas en lo
que se refiere a su ejercicio por cuenta propia o ajena, a la estructura general de la formación de los profesionales, al
desarrollo profesional de éstos y a su participación en la planificación y ordenación de las profesiones sanitarias. Las
disposiciones de la ley son aplicables tanto si la profesión se ejerce en los servicios sanitarios públicos como en el
ámbito de la sanidad privada. También ha de tenerse en cuenta la Ley 55/2003, de 16 de diciembre, del Estatuto Marco
del personal estatutario de los servicios de salud, que tiene por objeto establecer las bases reguladoras de la relación
funcionarial especial del personal estatutario de los servicios de salud que conforman el Sistema Nacional de Salud, a
través del Estatuto Marco de dicho personal.

Derecho al matrimonio y la familia


Artículo 32
1. El hombre y la mujer tienen derecho a contraer matrimonio con plena igualdad jurídica.
2. La ley regulará las formas de matrimonio, la edad y capacidad para contraerlo, los derechos y deberes de los
cónyuges, las causas de separación y disolución y sus efectos.

El Tribunal Constitucional se ha pronunciado declarando este principio de igualdad entre cónyuges de forma general
en Sentencias como la 45/1989 y la 159/1989, o en manifestaciones concretas donde, por ejemplo, rechaza de plano
la aplicación de la legislación preconstitucional que suspendía el contrato de trabajo para el personal femenino tras
contraer matrimonio (SSTC 7/1983 y 58/1984); manifiesta que el sistema tributario debe ser neutral respecto de la
situación de los cónyuges (SSTC 45/1989 y 212/2001), o que en el ámbito doméstico el hombre y mujer son iguales
ante las responsabilidades familiares (STC 242/1988).
La formulación del derecho a contraer matrimonio, más allá de constituir una especificación del derecho a la igualdad
de ambos cónyuges contiene una reserva material a la ley para desarrollar la institución (formas del matrimonio, edad,
y capacidad para contraerlo, derechos y deberes de los cónyuges) las causas de separación y disolución y sus efectos.
Una vez promulgada la Constitución quedó derogado el Concordato de 1953 por el Acuerdo entre el Estado Español y
la Santa Sede sobre asuntos jurídicos, de 3 de enero de 1979. Acuerdo que, reconociendo plenos efectos civiles al
matrimonio canónico lleva a cabo la articulación de la legislación canónica y la estatal, desde el constitucionalmente
reconocido principio de cooperación entre la Iglesia Católica y el Estado Español. (Art. 16.3 CE). Así, se sustituye el
sistema de matrimonio civil subsidiario, que rigió en España de 1938 a 1978, por el de matrimonio civil facultativo o
sistema de libre elección, a tenor de lo dispuesto en el art. 49 del Código Civil
La primera regulación del divorcio tras la aprobación de la Constitución se operó por la Ley 30/1981, de 1 de julio, por
la que se modifica la regulación del matrimonio en el Código Civil y se determina el procedimiento a seguir en las
causas de nulidad, separación y divorcio. Ley que, pese a su carácter moderado ya que no contemplaba el divorcio por
mutuo acuerdo requería la previa separación fue objeto de una fuerte oposición por los sectores más conservadores
de la sociedad española. Actualmente esta materia ha sido profundamente revisada por la Ley 15/2005, de 8 de julio,
por la que se modifican el Código Civil y la Ley de Enjuiciamiento Civil en materia de separación y divorcio, aprobada
con la intención de facilitar y acortar los trámites procesales en materia de divorcio. Esta ley supera el concepto de
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

separación-sanción, eliminando las causas de separación, y evita la perpetuación del conflicto entre cónyuges cuando
existe un cese efectivo de la convivencia y una permanente voluntad en este sentido, sin exigir la previa separación
judicial o de hecho para que pueda darse el divorcio.
También se aprobó la Ley 11/1981, de 13 de mayo, de modificación del Código civil en materia de filiación, patria
potestad y régimen económico del matrimonio. A esta ley hay que añadir las leyes 21/1987, de 11 de noviembre, en
materia de adopción y la 11/1990, de 15 de octubre, sobre reforma del Código civil, en aplicación del principio de no
discriminación por razón de sexo.
En el vigente Código Penal de 1995 esta materia se regula en el Título XII de "Delitos contra las relaciones familiares",
en particular en el Capítulo Primero "de los matrimonios ilegales" (artículos 217 a 219)
El Tribunal Constitucional en sentencias como la 184/1990, de 15 de noviembre; la 29/1991, de 14 de febrero; la
66/1994, de 28 de febrero o la 214/1994, de 14 de julio ha señalado que el matrimonio y las uniones de hecho no son
realidades constitucionalmente equiparables, ya que el matrimonio es un derecho constitucional y la unión de hecho
no está reconocida en el Texto Fundamental. En la práctica esto supone que ha de ser el legislador quién determine
en la situación que han de encontrarse las parejas de hecho. En esta línea el legislador de la Ley 24/1994, de
Arrendamientos Urbanos, ha asimilado la relación matrimonial con las relaciones análogas de afectividad (donde
podrían incluirse las parejas homosexuales)
También muchas Comunidades Autónomas están legislando sobre parejas estables de hecho, entre otras:
- Modificación de la Ley 9/1998, de 15-7-1998 del Código de Familia de Cataluña por ley 3/2005 de 8 de abril -
Ley 6/1999, de 26 de marzo, de Aragón, sobre parejas estables no casadas
- Comunidad Autónoma del País Vasco. Ley reguladora de las parejas de hecho.Ley 2/2003, de 7 de mayo
- Ley de Parejas de Hecho de Andalucía. Ley 5/2002, de 16 de diciembre LAN 2002\581
- Ley de Parejas Estables no Casadas de Aragón. Ley 6/1999, de 26 de marzo
- Ley de Parejas Estables de Asturias. Ley 4/2002, de 23 de mayo
- Ley de Parejas de Hecho de Cantabria. Ley 1/2005, de 16 de mayo LCTB 2005\166
- Ley de Parejas Estables de las Illes Balears. Ley 18/2001, de 19 de diciembre LIB 2001\366
- Ley de Parejas de Hecho de Extremadura. Ley 5/2003, de 20 de marzo LEXT 2003\83
- Ley de Parejas de Hecho de Canarias. Ley 5/2003, de 6 de marzo
- Ley Foral de Igualdad Jurídica de Parejas Estables de Navarra. Ley Foral 6/2000, de 3 de julio
- Comunidad de Madrid. Ley de Uniones de Hecho. Ley 11/2001, de 19 de diciembre LCM 2002\2
- Ley de Uniones de Hecho de Comunidad Valenciana. Ley 1/2001, de 6 de abril.
STC 198/2012 “Centrándonos ahora en el matrimonio como garantía institucional, y para resolver las dudas de
constitucionalidad planteadas por los recurrentes, es preciso determinar si la regulación contenida en la Ley 13/2005,
y que da nueva redacción al párrafo segundo del art. 44 CC, hace del matrimonio una institución irreconocible y, por
tanto, desnaturalizada, o si el legislador ha actuado dentro del amplio margen que la Constitución le otorga. En este
punto, es preciso recordar que el art. 44 CC, que encabeza el Capítulo II del Título IV del Código Civil, relativo a los
requisitos del matrimonio, dispone en su párrafo primero que “(E)l hombre y la mujer tienen derecho a contraer
matrimonio conforme a las disposiciones de este Código”, estableciendo el nuevo párrafo segundo que “(E)l
matrimonio tendrá los mismos requisitos y efectos cuando ambos contrayentes sean del mismo o de diferente sexo”.
Resulta indiscutible, pues, que la nueva regulación legal del matrimonio no sólo ha abierto las puertas de esta
institución a las parejas del mismo sexo, sino que, al optar por esta solución normativa de entre las diversas que estaban
a su alcance, ha equiparado de forma absoluta los matrimonios contraídos entre personas homosexuales y personas
heterosexuales. Así pues, debemos constatar que la institución matrimonial, antes de la reforma y después de ella, se
ha modificado jurídicamente, debiendo determinar este Tribunal si esa modificación resulta contraria o no a la garantía
institucional del Matrimonio”
“Es trasladable a nuestro razonamiento la afirmación mantenida por el TEDH respecto del art. 12 CEDH, consistente
en que “en los años 50, el matrimonio era, evidentemente, entendido en el sentido tradicional de unión entre dos
personas de sexo diferente” (STEDH en el asunto Schalk y Kopf c. Austria, de 22 de noviembre de 2010, § 55). En el
Asignatura: Derecho Constitucional III Alumna: Margarita López Profesor: Gerardo Pérez

año 1978, cuando se redacta el art. 32 CE era entendido mayoritariamente como matrimonio entre personas de distinto
sexo, también en el seno de los debates constituyentes. Lo que el constituyente se planteaba en el año 1978 respecto
del matrimonio no tenía nada que ver con la orientación sexual de los contrayentes, sino con la voluntad de desligar el
matrimonio y la familia, de proclamar la igualdad de los cónyuges en el seno de la institución, y de constitucionalizar
la separación y la disolución. Estas cuestiones, así como la determinación de la edad para contraer, protagonizaron
casi en exclusiva los debates constituyentes sobre el actual art. 32 CE, que fuera el 27 del Anteproyecto constitucional,
y que no encontró su redacción definitiva hasta la Comisión Mixta Congreso-Senado. Dicho de otro modo, en el año
1978, en que se delibera y aprueba el texto constitucional, los problemas que ocuparon al constituyente a la hora de
regular la institución matrimonial fueron básicamente, tal y como se deduce de los trabajos parlamentarios, la cuestión
del divorcio, la diferenciación conceptual entre matrimonio y familia, y la garantía de la igualdad entre el hombre y la
mujer en el matrimonio, una igualdad que, en aquel momento, estaba todavía construyéndose”
“Estando claro, por tanto, que la única diferencia entre la institución matrimonial antes y después de julio de 2005 se
refiere al hecho de que los contrayentes puedan pertenecer al mismo sexo de modo que el matrimonio puede ser tanto
entre personas de distinto sexo como entre personas del mismo sexo, es preciso determinar si esa circunstancia, es
decir, la posibilidad de la existencia de estos últimos, es, hoy por hoy, en nuestra sociedad, un elemento que hace
irreconocible el matrimonio o que, por el contrario, se integra en la imagen que permite reconocer la institución
matrimonial. Dicho de otro modo, se trata de determinar cuan integrado está el matrimonio entre personas del mismo
sexo en nuestra cultura jurídica, acudiendo para ello a los elementos que sirven para conformar esa cultura.
Si se acude al Derecho comparado, en la balanza de la integración del matrimonio entre personas del mismo sexo en
la imagen actual del matrimonio pesa el hecho de que la equiparación del matrimonio entre personas de distinto sexo
y entre personas del mismo sexo se ha consolidado, en los últimos años, en el seno de varios ordenamientos jurídicos
integrados en la cultura jurídica occidental”
Artículo 39. Los poderes públicos aseguran la protección social, económica y jurídica de la familia
La protección jurídico constitucional de la familia se encuadra dentro del catálogo de los llamados derechos sociales y
como tales su llegada a los textos constitucionales y a las declaraciones internacionales está temporalmente hablando
ubicada en siglo XX. En concreto, en nuestra historia constitucional el precedente con el que, por cierto, guarda mucha
similitud, está en el artículo 43 de la Constitución republicana de 1931. Por supuesto que la protección a la familia
aparece regulada en las Constituciones europeas de nuestra órbita jurídico política: artículo 36 de la Constitución
portuguesa de 1976; artículo 6 de la Ley Fundamental de Bonn de 1949; artículo 29 de la Constitución italiana de 1948
o los párrafos noveno y décimo del Preámbulo de la Constitución francesa de 1958. También en las Declaraciones
Internacionales: artículo 24 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, artículo 10.3 del Pacto Internacional
de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, y la Declaración de los derechos del Niño, proclamada por la Asamblea
General de las Naciones Unidas de 20 de noviembre de 1959.
Normas que conforman el régimen de familia son las siguientes:
- Ley 1/1982 de Protección del Derecho al Honor, a la Intimidad personal y familiar y a la propia imagen
- Ley 13/1983, de 24 de octubre, de reforma del Código Civil en materia de tutela.
- Ley 21/1987, de 11 de noviembre, por la que se modifican determinados artículos de Código Civil y de la Ley de
Enjuiciamiento Civil, en materia de adopción.
- Ley 11/1990, de 15 de octubre, sobre reforma del Código Civil en aplicación del principio de no discriminación
por razón de sexo
- Ley 35/1994, de 23 de diciembre, de modificación del Código Civil en materia de autorización del matrimonio
civil por los Alcaldes
- Ley Orgánica 1/1996, de 15 de enero, de protección jurídica del menor, de modificación parcial del Código Civil
y de la Ley de Enjuiciamiento Civil.
- Ley Orgánica 10/1995, de 23 de noviembre, del Código Penal. En los Capítulos II y III del Título XII, sobre alteración
de la paternidad, estado y condición del menor y derechos y deberes familiares.
- Ley 39/1999, de 5 de noviembre, para promover la conciliación de la vida familiar y laboral de las personas
trabajadoras.
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- Ley 40/2003, de 18 de noviembre de Protección a las Familias Numerosas.


- Ley 42/2003, de 21 de noviembre, de modificación del Código Civil y de la Ley de Enjuiciamiento Civil en materia
de relaciones familiares de los nietos con los abuelos.
- La Ley 51/2003 de 2 de diciembre de Igualdad de oportunidades, no discriminación y accesibilidad universal de
las personas con discapacidad
- Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de protección integral contra la violencia de género.
- Ley 13/2005, de 1 de julio, por la que se modifica el Código Civil en materia de derecho a contraer matrimonio,
para posibilitar que la institución matrimonial se extienda a contrayentes del mismo sexo.
- Ley 15/2005, de 8 de julio, por la que se modifican el Código Civil y la Ley de Enjuiciamiento Civil en materia de
separación y divorcio
- Ley 14/2006 de Técnicas de Reproducción Humana asistida de 26 de mayo.
- Ley 39/2006, de 14 de diciembre de Dependencia
- Ley 39/1999, de 5 de noviembre de Conciliación de vida familiar y laboral
- Ley Orgánica 3/2007 de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres ()
- Ley 54/2007, de 28 de diciembre de adopción internacional

Protección de los consumidores


Artículo 51
1. Los poderes públicos garantizarán la defensa de los consumidores y usuarios, protegiendo, mediante
procedimientos eficaces, la seguridad, la salud y los legítimos intereses económicos de los mismos.
2. Los poderes públicos promoverán la información y la educación de los consumidores y usuarios, fomentarán sus
organizaciones y oirán a éstas en las cuestiones que puedan afectar a aquéllos, en los términos que la ley
establezca.
En desarrollo de este precepto constitucional se dictó la Ley 26/ 1984, de 19 de julio, General para la Defensa de los
Consumidores y Usuarios, ley dictada con cierto apresuramiento como consecuencia del conflicto social que supuso
el síndrome tóxico producido por el aceite de colza adulterado, verdadero toque de atención sobre la necesidad de
garantizar a los ciudadanos un mínimo de seguridad en relación con el consumo. La Ley fue objeto de varias
modificaciones, la mayoría para integrar Directivas comunitarias. Por ello, y en cumplimiento de la previsión recogida
en la disposición final quinta de la Ley 44/2006, de 29 de diciembre, de Mejora de la Protección de los Consumidores
y Usuarios, que habilitaba al Gobierno para que, en el plazo 12 meses, procediese a refundir en un único texto la Ley
26/1984, de 19 de julio, General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios y las normas de transposición de las
directivas comunitarias dictadas en materia de protección de los consumidores y usuarios que inciden en los aspectos
regulados en ella, regularizando, aclarando y armonizando los Textos Legales que tengan que ser refundidos, se dictó
el vigente Real Decreto Legislativo 1/2007, de 16 de noviembre, que aprueba el texto refundido de la Ley General para
la Defensa de los Consumidores y Usuarios y otras leyes complementarias.
Protección de los discapacitados
Artículo 49. Los poderes públicos realizarán una política de previsión, tratamiento, rehabilitación e integración de los
disminuidos físicos, sensoriales y psíquicos, a los que prestarán la atención especializada que requieran y los
ampararán especialmente para el disfrute de los derechos que este Título otorga a todos los ciudadanos.

Los beneficiarios del art. 49 son los disminuidos físicos, sensoriales y psíquicos en razón de la existencia de una
deficiencia que les impide o dificulta su inserción normal en las relaciones vitales habituales de la vida social. De la
misma manera que es irrelevante que la deficiencia sea de nacimiento o sobrevenida, también es irrelevante, a los
efectos de la protección que ofrece este precepto, que la causa de la dificultad de inserción provenga de un defecto
físico o sensorial o de un problema psíquico, ya que lo que se valora es la existencia cierta de la minusvalía. La
Organización Mundial de la Salud publicó en 1976 el documento sobre Clasificación Internacional de deficiencias,
discapacidades y minusvalías, diferenciando cada uno de los supuestos y entendiendo por minusvalía la "situación
desventajosa para un individuo determinado, consecuencia de una deficiencia o de una discapacidad que limita o
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impide el desempeño de un papel que es normal en su caso, en función de la edad, sexo y factores sociales y
culturales"; parece evidente que el sentido que dan los constituyentes a los titulares de los derechos que se consagran
en el art. 49 coincide básicamente con la definición de la OMS.
La Ley 13/ 1982, de 7 de abril, de Integración Social de los Minusválidos; esta Ley, de ya dilatada vigencia, establece el
marco legal protector referido a las personas con minusvalías, así como el procedimiento de evaluación de las
minusvalías concretas en función de las cuales las personas que las padecen se convierten en titulares de la protección
específica que otorga la Ley.
Ley 51/2003, de 2 de diciembre, de Igualdad de oportunidades, no discriminación y accesibilidad universal de las
personas con discapacidad. Como señala su Exposición de Motivos, transcurridos más de veinte años desde la
promulgación de la Ley de Integración Social de los Minusválidos, sin poner en cuestión su vigencia, se considera
necesario promulgar otra norma legal, que la complemente y que sirva de renovado impulso a las políticas de
equiparación de las personas con discapacidad. Dos razones justifican esta nueva Ley: la persistencia en la sociedad
de desigualdades, pese a las inequívocas proclamaciones constitucionales y al meritorio esfuerzo hecho a partir de
aquella Ley, y, lo que es más importante todavía, los cambios operados en la manera de entender el fenómeno de la
«discapacidad» y, consecuentemente, la aparición de nuevos enfoques y estrategias: hoy es sabido que las desventajas
que presenta una persona con discapacidad tienen su origen en sus dificultades personales, pero también y sobre todo
en los obstáculos y condiciones limitativas que en la propia sociedad, concebida con arreglo al patrón de la persona
media, se oponen a la plena participación de estos ciudadanos. En esta perspectiva se mueven dos estrategias de
intervención relativamente nuevas y que desde orígenes distintos van, sin embargo, convergiendo progresivamente.
Se trata de la estrategia de «lucha contra la discriminación» y la de «accesibilidad universal».
Pronunciamiento sobre el ocio y la cultura
Artículo 44. Los poderes públicos promoverán y tutelarán el acceso a la cultura, a la que todos tienen derecho.
La Constitución Española contiene numerosas referencias a la cultura, que empiezan en el Preámbulo de la
Constitución, donde se dice que "La Nación española proclama su voluntad de proteger a todos los españoles y pueblos
de España en el ejercicio de sus culturas y tradiciones y de promover el progreso de la cultura". Luego, la cultura vuelve
a aparecer en diversos artículos de la Constitución, como el 9.2 ( corresponde a los poderes públicos (...) facilitar la
participación de todos los ciudadanos en la vida cultural ), el 46 ( los poderes públicos garantizarán la conservación y
promoverán el enriquecimiento del patrimonio (...) cultural de los pueblos de España (...) ), el 48 ( los poderes públicos
promoverán las condiciones para la participación libre y eficaz de la juventud en el desarrollo (...) cultural ) y el 50 ( los
poderes públicos promoverán el bienestar de los ciudadanos de la tercera edad mediante un sistema de servicios
sociales que atenderán sus problemas específicos de (...) cultura (...) ).
Está claro que el concepto de cultura, ya de por sí enormemente amplio, discutido y proteico, no tiene el mismo valor
ni el mismo ámbito en sus distintas apariciones en el texto constitucional. En la Constitución se puede reconocer, al
menos, un triple tratamiento jurídico de la cultura, en sus vertientes de (i) libertad (de creación, de cátedra, de
manifestación de las distintas formas con que aparecen los fenómenos culturales ) , (ii) diversidad ( reconocimiento y
coexistencia de culturas distintas ) y (iii) actividad promocional ( dirigida a facilitar el acceso y disfrute de lo que es un
derecho ). En cualquier caso, y como señala Prieto de Pedro, el núcleo principal del concepto cultura en la Constitución
se encuentra en el artículo 20.1.b), en la referencia a lo artístico, lo literario, lo científico y lo técnico, que no son sino
ámbitos de las llamadas manifestaciones de forma de la cultura, si bien es el artículo 44.1 donde el concepto de cultura
se comporta como un concepto integral de todas las demás nociones y contenidos presentes en la Constitución.
Son varias las leyes que se ocupan de manifestaciones culturales y de actividades científicas y de investigación. Las
más importantes son las siguientes:
1. Cinematografía y sector audiovisual.
La legislación vigente está esencialmente integrada por la ley del cine, Ley 55/2007, de 28 de diciembre, con
independencia del desarrollo legislativo de las Comunidades Autónomas en esta materia. Tras la primera
regulación integral abordada por la Ley 15/2001, de 9 de junio, de fomento y promoción de la cinematografía
y el sector audiovisual, esta ley trata de dar respuesta a cuatro objetivos fundamentales: la definición y el apoyo
a los sectores independientes que existen en nuestra cinematografía, tanto en el ámbito de la producción como
en los de distribución y exhibición; la creación de mecanismos que eviten los desequilibrios que actualmente
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existen en el mercado audiovisual; la adaptación de las nuevas tecnologías y formatos que se han ido
introduciendo en este campo, con especial atención a cuanto suponen los inminentes procesos de
digitalización; el respaldo a la creación y a los autores como fuente de origen de la relación que las obras tienen
que mantener con sus destinatarios naturales, los ciudadanos.
Debe tenerse muy presente, según la Exposición de motivos de la ley, junto a su dimensión cultural, el carácter
industrial de la actividad cinematográfica y audiovisual y del conjunto de la acción de sus agentes de
producción, distribución y exhibición, a fin de que la política de protección y fomento pueda ser considerada
dentro del marco jurídico y de los mecanismos y herramientas que posibilitan la mejora de competitividad de
nuestras empresas, incluidas las ayudas e incentivos fiscales o la inserción en las políticas específicas de
investigación y desarrollo. Por cuanto hace la su dimensión de desarrollo del art. 44.1 de la Constitución, Las
medidas de fomento recogidas en esta Ley se desarrollan plenamente en un ámbito cultural, con absoluta
adecuación a los objetivos y principios rectores de la Convención sobre la protección y promoción de la
diversidad de las expresiones culturales, adoptada en la Conferencia General de la UNESCO celebrada en París
el 20 de octubre de 2005, siendo ratificada por España, de acuerdo con el instrumento de ratificación publicado
en el «Boletín Oficial del Estado» de 12 de febrero de 2007, así como con pleno respeto a otros acuerdos de
carácter internacional en la materia, como la Declaración Universal de Derechos Lingüísticos.
2. Museos y Bibliotecas.
La Ley del Patrimonio Histórico español rubrica su Título VII: Del Patrimonio Documental y Bibliográfico y de los
Archivos, Bibliotecas y Museos. El art. 59 ofrece las definiciones legales de las instituciones de naturaleza
cultural.
Son Archivos los conjuntos orgánicos de documentos, o la reunión de varios de ellos, reunidos por las personas
jurídicas públicas o privadas, en el ejercicio de sus actividades, al servicio de su utilización para la investigación,
la cultura, la información y la gestión administrativa. Asimismo, se entienden por Archivos las instituciones
culturales donde se reúnen, conservan, ordenan y difunden para los fines anteriormente mencionados dichos
conjuntos orgánicos.
Son Bibliotecas las instituciones culturales donde se conservan, reúnen, seleccionan, inventarían, catalogan,
clasifican y difunden conjuntos o colecciones de libros, manuscritos y otros materiales bibliográficos o
reproducidos por cualquier medio para su lectura en sala pública o mediante préstamo temporal, al servicio de
la educación, la investigación, la cultura y la información.
Son Museos las instituciones de carácter permanente que adquieren, conservan, investigan, comunican y
exhiben para fines de estudio, educación y contemplación conjuntos y colecciones de valor histórico, artístico,
científico y técnico o de cualquier otra naturaleza cultural.
El Patrimonio Histórico Español el Patrimonio Documental y Bibliográfico está constituido por cuantos bienes,
reunidos o no en Archivos y Bibliotecas, se declaren integrantes del mismo (art. 48 de la Ley). En este ámbito,
además de la regulación de los archivos dimanante de la citada ley 16/1985, y del art. 37 de la Ley 30/1992 de
26 de noviembre, de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y Procedimiento administrativo Común,
respecto de los Archivos y registros administrativos, en conexión con lo dispuesto en el art. 105 de la
Constitución, debe destacarse la Ley 21/2005, de 17 de noviembre de Restitución a la Generalidad de Cataluña
de los documentos incautados con motivo de la Guerra Civil custodiados en el Archivo General de la Guerra
Civil Española y de creación del Centro Documental de la Memoria Histórica.
En el ámbito de las Bibliotecas, es destacable la Ley 10/2007, de 22 de junio de la lectura, del libro y de las
bibliotecas. El capítulo quinto está dedicado a las bibliotecas. Incorpora los principios, valores y normas que
gozan de mayor consenso entre los profesionales de las bibliotecas y las organizaciones internacionales
relacionadas con las mismas. Igualmente, y debido al impacto de las tecnologías de la información y la
comunicación en la actividad bibliotecaria, se prevé su utilización en los aspectos de dicha actividad en los que
su uso se considera de especial importancia.
Por otro lado, se delimitan los intereses y fines que son propios de la Administración General del Estado en
materia de bibliotecas. Asimismo, se mencionan los medios y se definen las estructuras fundamentales para la
consecución de tales fines e intereses. Especial mención merece el Sistema Español de Bibliotecas, previsto en
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la citada Ley 16/1985, de 25 de junio, en el que priman las relaciones voluntarias de cooperación entre las
distintas administraciones.
Por su parte, la Biblioteca Nacional tiene su Estatuto aprobado por Real Decreto 1581/1991 del 31 Octubre.
En el ámbito de los Museos, la Ley 46/2003, de 26 de noviembre, reguladora del Museo del Prado, trata de una
relevante institución cultural de nuestro país, símbolo para una sociedad contemporánea, caracterizada por un
creciente interés por las manifestaciones culturales. La ley consagra un nuevo marco jurídico para una
institución centenaria, con el siguiente modelo jurídico organizativo:
a. un régimen jurídico de derecho público (el Museo se define como un organismo público de carácter
especial, que tiene como órganos rectores un Presidente, un Real Patronato y un Director), con
posibilidad de actuación en el marco del derecho privado,
b. un régimen de personal basado en el derecho laboral,
c. un régimen de contratación sometido a la Ley de Contratos de las Administraciones Públicas, y
d. un régimen presupuestario específico, para facilitar la gestión presupuestaria y permitir la aplicación
de los recursos financieros propios a las actividades del Museo.
La Ley 13/1986, de 14 de abril, de fomento y coordinación general de la investigación científica y técnica,
modificada por la Ley 13/1996, de 30 de diciembre, de medidas fiscales, administrativas y del orden social,
trata de favorecer una política científica integral, coherente y rigurosa, que corrija los males tradicionales de
la producción científica y técnica española, que la propia Exposición de motivos de la Ley centra en la
insuficiente dotación de recursos y la desordenada coordinación y gestión de los programas investigadores.

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