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DERECHO CONSTITUCIONAL°

MLC

I. DERECHOS FUNDAMENTALES EN GENERAL

DERECHOS FUNDAMENTALES (CAPÍTULO III CPR)

¿Qué son, y cuáles son los derechos fundamentales?

Los derechos fundamentales, también llamados derechos humanos, derechos subjetivos


públicos o “derechos esenciales que emanan de la naturaleza humana” (de acuerdo con la
nomenclatura de nuestra Constitución) representan el límite del poder del Estado frente a
los individuos, y además son un límite a la voluntad soberana.

Algunas características generalmente reseñadas sobre los derechos fundamentales son las
siguientes:

1. Son inalienables, irrenunciables e imprescriptibles.


2. Son pretendidamente universales.
3. Son derechos del individuo frente al Estado.

Que sean inalienables significa que no pueden comerciarse o enajenarse. No puedo


“negociar” mis derechos laborales mínimos o a la integridad física, por ejemplo. Esta es la
razón por la cual se permite la donación de órganos para trasplantes, pero no su venta.

Que sean irrenunciables significa que tampoco puedo renunciar a ellos, en el sentido de
limitar mi propia legitimidad procesal para hacerlos valer en juicio. Esto naturalmente se
entiende sin perjuicio de mi libertad absoluta para no ejercer las acciones que cautelan
dichos derechos.

Que sean imprescriptibles significa que éstos no se extinguen por su no uso. Además, se
ha entendido que las acciones para reclamar la responsabilidad de un Estado por su
infracción a los derechos fundamentales, son también imprescriptibles.

Los derechos humanos tienen además una pretensión de universalidad. Esto se


desprende de la “Declaración Universal de Derechos Humanos” de 1948 de las Naciones
Unidas. No obstante, muchos de estos derechos no son reconocidos por todas las
legislaciones del mundo. El criterio de “universalidad” de estos derechos es occidentalista
y, según sus críticos, euro centrista. Muchas sociedades orientales y Estados musulmanes
no reconocen algunos de estos derechos, por motivos culturales.

La “universalidad” de los derechos humanos tiene el mismo problema del cognitivismo


ético. ¿Es posible (o deseable) llegar a una verdad moral universal, aplicable a todos los
seres humanos, independiente de sus realidades culturales?
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Por último, y posiblemente lo más importante, es que los derechos fundamentales se
configuran como derechos del individuo frente al Estado.

Lo anterior significa que, por regla muy general, los individuos particulares (no actuando
como agentes del Estado) no pueden violar los derechos humanos.

Si un particular atenta, por ejemplo, contra la vida o integridad física de otro, se aplican
los estatutos de responsabilidad penal y responsabilidad civil, pero no el estatuto de
Derechos Humanos.

Lo anterior es exacto en relación al Sistema Interamericano. En los requerimientos ante la


Corte Interamericana de Derechos Humanos, siempre el sujeto pasivo o requerido es un
Estado.

En cambio, como veremos, las acciones constitucionales cautelares de los derechos


fundamentales del artículo 19, pueden hacerse valer no únicamente contra órganos del
Estado, sino contra toda persona, institución o grupo, incluyendo particulares. No
obstante, a diferencia de las acciones internacionales (que buscan una responsabilidad del
Estado), la acción de protección es cautelar: sólo tiene como objeto reestablecer el
imperio del derecho.

De producirse algún tipo de responsabilidad, ésta debe hacerse valer a través de un juicio
de lato conocimiento.

En nuestro sistema jurídico, los derechos fundamentales se encuentran contemplados en


el capítulo III de la Constitución (específicamente en el artículo 19), en conjunto con los
Tratados Internacionales sobre Derechos Humanos. Ambos estatutos son muy similares en
su contenido, aunque con distintas herramientas procesales para cautelar su
cumplimiento.

Recordemos que la interpretación de las normas sobre derechos fundamentales tiene


características especiales.

Las normas constitucionales, y en general las normas sobre derechos fundamentales,


tienen una estructura de principios, no de reglas. Su aplicación no es binaria sino
ponderada.

Esto es especialmente relevante a propósito de los derechos fundamentales, ya que éstos


tienden a colisionar entre sí, y no hay derechos absolutos.

El paradigma actual de aplicación de los derechos fundamentales es obra de Robert Alexy.

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En apretada síntesis, la propuesta de Alexy, vinculada al neoconstitucionalismo, postula la
existencia de valores objetivos presentes en la Constitución. La argumentación jurídica
constitucional no sería otra cosa que una argumentación moral.

Los valores morales, incorporados en la Constitución a través de principios “flexibles”, no


son obligaciones absolutas sino relativas. Esto significa que los valores morales pueden
entrar en conflicto entre ellos pero no predominan prima facie, sino únicamente después
de considerar ambos valores, e incluso pueden ambos valores ser aplicados en distinta
medida.

Esto significa que las normas constitucionales, y especialmente las relativas a derechos
fundamentales, no se aplican como reglas, sino que se ponderan. Se “pesan” para
determinar cuál es la más relevante, considerando todas las circunstancias del caso.

Los derechos fundamentales se encuentran consagrados en la Constitución, y también en


Tratados Internacionales, que representan los dos grandes estatutos de derechos
fundamentales que forman parte de nuestro sistema jurídico:

1. Un estatuto nacional de derechos fundamentales consagrado en el artículo 19 de la


Constitución política, cuyas herramientas procesales son la acción de protección y la
acción de amparo: son llamados derechos fundamentales, derechos subjetivos
públicos o libertades públicas.

2. Un estatuto internacional de derechos fundamentales consagrado en diversos


Tratados Internacionales ratificados por Chile: es el Derecho Internacional de los
Derechos Humanos.

El estatuto nacional, como ya hemos mencionado, se encuentra en el Capítulo III de la


actual Constitución, y específicamente en su artículo 19, el más largo del texto, que
contiene 26 numerales. El resto del Capítulo III contempla dos acciones cautelares para
proteger los derechos del artículo 19: la acción de protección y la acción de amparo o
habeas corpus.

El encabezado del artículo 19 señala: “La Constitución asegura a todas las personas: […]”.
El Proyecto Bachelet 2018 señala como encabezado (también del artículo 19): “Esta
Constitución, a través de los órganos y autoridades en ella establecidos, asegura y
garantiza a todas las personas como derecho directamente aplicable: […]”

Algunos elementos importantes sobre el artículo 19:

1. Se especifican 25 derechos (más una cláusula de salvaguarda general de primacía de los


derechos fundamentales contemplados en la Constitución), pero esto no significa que el
listado del artículo 19 sea taxativo. En otras palabras, existen derechos fundamentales
que no están mencionados en el artículo 19, pero no por eso se niega su existencia.

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Esta importante construcción teórica surge del texto de la Novena Enmienda (del Bill of
Rights de EE.UU):

The enumeration in the Constitution, of certain rights, shall not be construed to deny or
disparage others retained by the people. (“La enumeración de ciertos derechos en la
Constitución no debe interpretarse como la negación o desprecio de otros derechos, que
retiene el pueblo”).

2. Los 25 derechos están enumerados y parecen seguir un orden de prioridad (por


ejemplo, el derecho a la vida, considerado el más importante ya que es el presupuesto del
goce de los otros derechos, está en el número 1). Sin embargo, este orden no implica que
los derechos enumerados prioritariamente prevalezcan necesariamente sobre los
enumerados posteriormente.

En otras palabras, ante la colisión de derechos fundamentales no necesariamente


prevalecen de manera absoluta algunos derechos sobre otros, sino que es necesario
ponderarlos (de acuerdo a la teoría de Alexy).

Salvo la dignidad humana, no existen derechos absolutos. Todos los derechos pueden
ceder frente a otros derechos, considerando las circunstancias del caso.

3. Como ya señalamos, el encabezado del artículo 19 señala que “La Constitución asegura
a todas las personas” los derechos enumerados.

Recordemos que la palabra “Persona” es genérica para personas naturales y personas


jurídicas. La pregunta es si el encabezado se refiere a ambas o únicamente a personas
naturales. ¿Pueden ser las personas jurídicas titulares de derechos fundamentales?

El tema es discutido en el derecho comparado. En EE.UU., en el caso Burwell v. Hobby


Lobby, se estimó que una corporación era titular de la objeción de conciencia, corolario de
la libertad religiosa.

*Disposición aprobada en la CC: “Titularidad de los derechos”


Las personas naturales son titulares de derechos fundamentales. Los derechos podrán ser
ejercidos y exigidos individual o colectivamente.
Los Pueblos y Naciones Indígenas son titulares de derechos fundamentales colectivos.
La Naturaleza será titular de los derechos reconocidos en esta Constitución que le sean
aplicables.

4. Casi todos los derechos fundamentales han sido concretizados a través de estatutos
legales. En otras palabras, existen diversas leyes que regulan en distinta medida una
aplicación práctica de estos derechos fundamentales.

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Por ejemplo, la igualdad, a través de la reciente Ley Antidiscriminación o “Ley Zamudio”; la
libertad de emitir opinión, a través de diversas leyes que regulan el ejercicio del
periodismo y los abusos de publicidad; la libertad religiosa, a través de la Ley N° 19.638; el
derecho de autor y la propiedad industrial, respectivamente a través de las leyes 17.336 y
19.039, entre muchas otras.

No obstante, es necesario tener presente el numeral 26 del artículo 19, que garantiza
“que los preceptos legales que por mandato de la Constitución regulen o complementen
las garantías que ésta establece o que las limiten en los casos en que ella lo autoriza, no
podrán afectar los derechos en su esencia, ni imponer condiciones, tributos o requisitos
que impidan su libre ejercicio”.

La Dignidad Humana:

La dignidad humana, también llamada la condición humana, la personalidad en sentido


amplio o la calidad humana, es aquello que nos hace seres humanos y nos otorga la
aptitud para ser titular de derechos y obligaciones.

No está consagrada específicamente en el artículo 19, pero se le considera uno de los


derechos fundamentales más importantes. En rigor no es un derecho en sí mismo, sino
algo más importante: es la condición de la existencia y fundamento de validez de todos los
derechos fundamentales. Es por esto que la dignidad humana se considera absoluta e
inviolable. A diferencia de todo el resto de derechos fundamentales, la dignidad humana
nunca va a ceder frente a consideración alguna.

En el texto de la Constitución actual, la dignidad sólo es mencionada en el artículo 1° (“Las


personas nacen libres e iguales en dignidad y derechos”), pero su importancia es
fundamental para la dogmática.

En el Proyecto Bachelet 2018, el inciso segundo del artículo primero, a renglón seguido
señala: “La dignidad del ser humano es inviolable. A su respeto y protección está obligado
el Estado, así como todas personas y las diversas formas en que las mismas se agrupan”.

La Ley Fundamental alemana (GrundGesetz) señala en su artículo 1.1: “La dignidad


humana es intangible. Respetarla y protegerla es obligación de todo poder público.”

¿Qué significa dignidad humana?

El concepto de dignidad ha tenido distintas construcciones teóricas. La más importante es


la que proviene de la obra de Immanuel Kant, que en sus obras Crítica de la Razón
Práctica y Metafísica de las Costumbres plantea una fórmula moral universal.

Esta fórmula moral es conocida como el “imperativo categórico”, es decir, una orden que
no depende de las circunstancias particulares de un caso determinado (no es un

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“imperativo hipotético”). Se concibe, en términos kantianos, a priori, por intuición, antes
de la experiencia.

El imperativo categórico señala que lo que debemos hacer, o cómo debemos actuar, es
“actuar de manera tal como si la acción fuera la máxima de una ley universal”.

Otra manera de expresar lo mismo, también explicada por Kant, es el origen del concepto
de dignidad humana: “Actúa siempre tratando a los demás como fines en sí mismos, y no
como medios”.

Si utilizamos a un ser humano no como un fin, sino como un medio para alcanzar otro fin
(como la seguridad, la protección o el bienestar de la sociedad) estamos negando a esa
persona su dignidad humana. Estamos degradando su calidad de ser humano.
Una de las principales consecuencias jurídicas del principio absoluto de la dignidad
humana (esto es, tratar a los seres humanos como fines y no como medios) es la
prohibición absoluta de la tortura o apremios ilegítimos.

La prohibición absoluta de la tortura es un principio universal. Sólo existe un autor


norteamericano que ha justificado la tortura a través de un análisis utilitarista en un caso
muy específico (“ticking bomb”).

Otra consecuencia jurídica importante es la prohibición de la esclavitud, que en nuestro


sistema está considerada a propósito de la igualdad ante la ley, pero también tiene
relevancia en la interpretación, por ejemplo, de la libertad de trabajo.

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II. DERECHOS FUNDAMENTALES EN EL ARTÍCULO 19

Memorándum

1. Los derechos fundamentales son derechos del individuo frente al Estado. Es por
esto que también se les denomina “derechos subjetivos públicos” o “libertades
públicas”. No obstante, los derechos consagrados en el artículo 19 también
pueden ser cautelados frente a particulares.

2. Los derechos fundamentales tienden a colisionar entre sí. En la interpretación de


su alcance debe ponderarse su aplicación. Salvo la dignidad humana, no existen
derechos absolutos.

3. El catálogo del artículo 19 no es taxativo ni tiene un orden de prelación.

4. Existe un estatuto nacional (artículo 19) y un estatuto internacional (diversos


tratados sobre derechos fundamentales, siendo especialmente importante el
Pacto de San José de Costa Rica) sobre derechos fundamentales, con distintas
acciones judiciales que amparan dichos derechos y distintas consecuencias
jurídicas.

ARTÍCULO 19 N° 1: DERECHO A LA VIDA.

“La Constitución asegura a todas las personas:


1º.- El derecho a la vida y a la integridad física y psíquica de la persona.
La ley protege la vida del que está por nacer.
La pena de muerte sólo podrá establecerse por delito contemplado en ley aprobada con
quórum calificado.
Se prohíbe la aplicación de todo apremio ilegítimo”.

Se ha señalado que el derecho a la vida es el más importante de los derechos consagrados


en el artículo 19 (razón por la cual está mencionado en primer lugar), ya que es
presupuesto del disfrute de todos los demás. Pero, ¿qué significa?

Evidentemente el derecho a la vida implica el derecho a no morir, esto es, a no ser privado
de la existencia. Es por esto que la excepción a este derecho es la aplicación de la pena de
muerte, que en nuestro sistema no está abolida.

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Pero, ¿implica únicamente el derecho a no morir? ¿O puede además interpretarse como
un “derecho a desarrollar la propia vida” (es decir, un derecho a tener un propio plan de
vida)?

El artículo 2.1 de la GrundGesetz (Ley Fundamental Alemana) señala, previo a garantizar el


derecho a no morir, el que es considerado el derecho fundamental más importante en la
doctrina alemana:
“Toda persona tiene el derecho al libre desarrollo de su personalidad siempre que no
viole los derechos de otros ni atente contra el orden constitucional o la ley moral”.

El “libre desarrollo de la personalidad” implica el derecho fundamental de todas las


personas a realizar su plan de vida con una libertad amplia, salvo el derecho de terceros.

El Proyecto Bachelet 2018 consagraba en su artículo 19 N° 2, justo a continuación del


derecho a la vida, el “derecho a la personalidad”: “Cada persona tiene el derecho a
desarrollar libremente su personalidad, con el sólo límite del respeto al ordenamiento
jurídico y a la dignidad y derechos de todas las otras personas”.

El libre desarrollo de la personalidad tiene un significado amplísimo, pero a propósito del


derecho a la vida, implica que éste no significa una obligación de vivir.

El plan de vida de una persona puede no contemplar el soportar un sufrimiento indecible


para mantener su propia vida.

Por lo tanto, el “derecho a la vida” no implica, por ejemplo, una prohibición constitucional
de la eutanasia. El caso de la Parroquia de San Roque es un ejemplo de la peor manera de
entender el derecho a la vida.

Los huelguistas de hambre están desarrollando su plan de vida. El “mantener” su vida no


es un “derecho” que pueda imponérseles. De hecho, atentaría contra su integridad
psíquica, consagrada en el mismo numeral 1°.

Naturalmente, la vida es algo que sólo puede predicarse de las personas naturales. El
Código Civil define las personas naturales en su art. 55 como “todos los individuos de la
especie humana, cualquiera que sea su edad, sexo, estirpe o condición”.

Siempre de acuerdo a lo señalado por el Código Civil, la vida humana comienza desde el
nacimiento. Señala el artículo 74: “La existencia legal de toda persona principia al nacer,
esto es, al separarse completamente de su madre”. -

Agrega el inciso segundo que “La criatura que muere en el vientre materno, o que perece
antes de estar completamente separada de su madre, o que no haya sobrevivido a la
separación un momento siquiera, se reputará no haber existido jamás.”.

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Agrega el artículo 75 (disposición, como ya sabemos, replicada por el artículo 19 N° 1
inciso segundo de la Constitución) que “La ley protege la vida del que está por nacer”. La
interpretación más generalizada de esta disposición (aunque no la única) es la diferencia
entre dos estatutos de protección.

En virtud de esta interpretación, el inciso II no consagra una prohibición constitucional de


un aborto, sino una remisión a un estatuto de protección legal (Código Penal – Código
Sanitario). Esta interpretación fue la sostenida por el Tribunal Constitucional en el análisis
del proyecto que incorporó las tres causales de aborto justificado.

La protección de la vida, naturalmente, sólo se extiende hasta la muerte.

Hay que recordar que la muerte tiene una regulación en el derecho civil de las personas.

Tener presente diferencia entre muerte real o presunta. En el caso de la muerte real,
tener además presente la categoría de muerte clínica (abolición total e irreversible de
todas las funciones encefálicas) y su protocolo para efectos de trasplantes (Ausencia de
movimientos voluntarios y de reflejos tronco-encefálicos y apnea luego de tres minutos de
desconexión de ventilador)

Integridad física y síquica:

La Constitución chilena contempla en el mismo numeral el derecho a la vida y a la


integridad física y síquica. No obstante, es común en otras regulaciones que estos
derechos estén formulados por separado.

El artículo 5 del Pacto de San José de Costa Rica señala que toda persona tiene derecho a
que se respete su integridad física, psíquica y moral, añadiendo que nadie debe ser
sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes, y que toda
persona privada de libertad será tratada con el respeto debido a la dignidad inherente al
ser humano.

Consecuencia de esto es que, en un régimen de privación de libertad, los procesados


deben estar separados de los condenados y sometidos a un tratamiento adecuado a su
condición de personas no condenadas.

En el caso de los menores de edad que, de acuerdo con los estatutos de responsabilidad
penal juvenil, puedan ser procesados, éstos deben ser separados de los adultos y llevados
ante tribunales especializados, con la mayor celeridad posible.

Las penas privativas de la libertad deben tener como finalidad esencial la reforma y la
readaptación social de los condenados.

Pena de muerte:

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Naturalmente, la gran excepción al derecho a la vida (entendido como derecho a no
morir), en el sentido de una afectación a la vida de una persona realizada legítimamente
por el Estado, es la pena de muerte. Justamente por ser una excepción está establecida en
el numeral 1:

“La pena de muerte sólo podrá establecerse por delito contemplado en ley aprobada con
quórum calificado”.

Gran parte de los Estados occidentales han abolido la pena de muerte, o en la práctica no
la aplican.

El Pacto de San José de Costa Rica contiene una norma programática destinada a eliminar
paulatinamente el ámbito de aplicación de la pena de muerte en los países del Sistema
Interamericano.

El artículo 4.2, luego de consagrar el derecho a la vida, señala: “En los países que no han
abolido la pena de muerte, ésta sólo podrá imponerse por los delitos más graves, en
cumplimiento de sentencia ejecutoriada de tribunal competente y de conformidad con
una ley que establezca tal pena, dictada con anterioridad a la comisión del delito.
Tampoco se extenderá su aplicación a delitos a los cuales no se la aplique actualmente”. A
renglón seguido, el artículo 4.3 señala: “No se restablecerá la la pena de muerte en los
Estados que la han abolido”.

¿Cuál es la situación de Chile?

El año 2001, mediante la Ley N° 19.734, se derogaron todas las disposiciones del Código
Penal que contemplaban la pena de muerte, pero esta se mantuvo en algunos delitos del
Código de Justicia Militar, y también se mantuvo la mención a la pena de muerte en la
disposición constitucional que ya hemos mencionado.

Eso significa que en Chile la pena de muerte no está abolida. La abolición es la supresión
absoluta de una institución del sistema jurídico.

En principio, de acuerdo con lo dispuesto en el Pacto San José de Costa Rica, la pena de
muerte podría ser reestablecida. Pero las limitaciones (gravedad del delito, sentencia
ejecutoriada y prohibición de retroactividad), y especialmente la prohibición de extender
su aplicación a delitos a los cuales no se la aplique actualmente, limitan casi de manera
absoluta su reincorporación al Código Penal o a otras leyes.

*Reciente modificación constitucional (Ley 21.383, publicada el 25 de octubre de 2021):

Artículo 19 N.º 1 agrega el siguiente inciso final:

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“El desarrollo científico y tecnológico estará al servicio de las personas y se llevará a cabo
con respeto a la vida y a la integridad física y psíquica. La ley regulará los requisitos,
condiciones y restricciones para su utilización en las personas, debiendo resguardar
especialmente la actividad cerebral, así como la información proveniente de ella”.

Esta ley de reforma constitucional fue una moción del Senado (senadores Coloma, De
Urresti, Girardi, Goic y Chahuán).

De acuerdo con el texto de la moción, la neuro tecnología (el conjunto de métodos e


instrumentos que permiten una conexión directa de dispositivos técnicos con el sistema
nervioso) está abriendo las posibilidades a la auscultación y exposición pública de
pensamientos, deseos, emociones, subconsciente y toda la información producida por la
actividad neuronal.

Algunos autores del ámbito de la neurociencia han recomendado reconocer cinco


derechos humanos vinculados:

 Derecho a la privacidad mental.


 Derecho a la identidad y autonomía personal.
 Derecho al libre albedrío y a la autodeterminación.
 Derecho al acceso equitativo a la aumentación cognitiva.
 Derecho a la protección de sesgos de algoritmos o procesos automatizados de toma
de decisiones.

Extra (estatus del nasciturus):

El debate doctrinario y político sobre la personalidad del embrión se ha sustentado, desde


hace más de 20 años, en la interpretación que se otorga al inciso segundo del artículo 19
N°1 de la Constitución, que expresa que la ley protege la vida del que está por nacer.

Quienes afirman que el concebido no es persona, indican que si lo fuera el inciso citado
carecería de sentido, ya que es el inciso primero del citado numeral el que reconoce el
derecho a la vida y a la integridad física y psíquica de la persona. La postura contraria
afirma que el inciso segundo señalado es sólo una precisión o un refuerzo, en orden a
establecer un mandato al legislador o la reserva legal del estatuto de protección al que
está por nacer.

Si bien son numerosas las veces en que nuestra Constitución utiliza el vocablo persona,
sobre todo en el artículo 19 (La Constitución asegura a todas las personas), tanto en su
encabezado como en varios de sus numerales, la Carta Fundamental no define el
concepto, por lo que usualmente se ha recurrido al Código Civil, extrapolando sus
definiciones al ámbito del Derecho Público.

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En este punto, conforme a lo dispuesto en el artículo 55 del Código Civil, que define a la
persona natural, podemos indicar que son personas los individuos de la especie humana
cualquiera sea su edad, sexo, estirpe o condición. Dicha definición permite,
indiscutiblemente, incluir al concebido no nacido, puesto que se trata de un individuo de
la especie humana, ya que proviene de gametos humanos, y a la vez es un ser distinto de
sus progenitores, con un genotipo propio y único.
Sin embargo, quienes postulan la inexistencia de personalidad del nasciturus utilizan la
disposición del artículo 74 del mismo cuerpo legal, que expresa que la existencia legal de
toda persona principia al nacer, esto es, al separarse completamente de la madre, para
afirmar que no queda duda que antes de nacer, el ser humano no es ni ha sido persona
para efectos legales o que para nuestro ordenamiento jurídico, persona es el ser humano
nacido, lo que traería aparejado el hecho de que no pueda ser considerado como sujeto
de derechos. Pero ello no es así.

Como es posible apreciar, la norma se refiere a la existencia legal de la persona, haciendo


referencia solamente al inicio de los derechos civiles y su ejercicio, pero no al punto de
partida de los derechos esenciales, puesto que estos no comienzan sino con la existencia
misma, ya que son inherentes a las personas y anteriores a la ley, por lo que se tienen
desde que se es ser humano y por el solo hecho de serlo, por ende, desde la concepción.

Lo anterior ha sido confirmado por el Tribunal Constitucional, en autos Rol 740-2008, al


señalar que la doctrina constitucional chilena se ha inclinado mayoritariamente por
sostener, a diferencia de lo sustentado por profesores de otras disciplinas del derecho,
que la protección constitucional de la persona se inicia desde el momento mismo de la
concepción.

De hecho, el legislador protege al embrión desde antes de su nacimiento, como deja en


evidencia la disposición del artículo 75 del citado Código, que expresa: La ley protege la
vida del que está por nacer. El juez, en consecuencia, tomará, a petición de cualquiera
persona o de oficio, todas las providencias que le parezcan convenientes para proteger la
existencia del no nacido, siempre que crea que de algún modo peligra.

Este mandato al legislador es coherente y armónico con lo planteado por la Constitución


en el numeral primero del artículo 19.

En este orden de ideas, corresponde precisar que el mandato al legislador para la


protección de la vida del que está por nacer, incluido en el inciso segundo del numeral
primero del artículo 19 de la Carta Fundamental, no estuvo ajena a las discusiones, pues
se consideraba como suficiente que al asegurar el derecho a la vida (que encabeza el
citado artículo) se subentendía la extensión de la protección de la vida humana desde su
inicio hasta su fin.  Sin embargo, la inclusión del citado inciso tuvo por finalidad reforzar la
protección del que está por nacer, mandatando al legislador para proteger la vida del
concebido,  lo que bajo ningún supuesto podría entenderse como una exclusión del

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derecho a la vida que la Constitución asegura a todas las personas o como la posibilidad
para que el legislador decida cuándo proteger al nasciturus y cuándo no.

Así las cosas, en el caso chileno es posible afirmar que el concepto constitucional de
persona presenta una amplitud tal que incluye al nasciturus. Quitarle al que está por nacer
su calidad de persona sería equivocar totalmente el sentido del artículo 19, cuyo objetivo
es reconocer derechos fundamentales, principalmente aquellos emanados de la
naturaleza humana. Si el embrión no fuera persona, el inciso segundo no estaría ubicado
en el artículo 19 N°1 de la Carta Fundamental.

A mayor abundamiento, tanto en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos


como en la Convención Americana de Derechos Humanos, se reconoce que persona es
todo ser humano y que toda persona tiene derecho a que se respete su vida.  Este
derecho estará protegido por la ley y, en general, a partir del momento de la concepción,
lo que nos permite concluir que el nasciturus puede y debe ser considerado persona, y
consecuentemente, titular del derecho a la vida, lo que implica el derecho a no ser privado
arbitrariamente de ella.

Esto incluye, por cierto, el derecho para el desarrollo completo intrauterino y la


posibilidad de llegar a la conclusión natural de este proceso, i.e. el nacimiento, ya que al
considerar persona al nasciturus se le reconoce el derecho a su preservación ante
cualquier tipo de menoscabo o detrimento arbitrario, debiendo ser considerado como un
paciente distinto de la mujer embarazada, con la finalidad de que pueda acceder a una
atención médica que pretenda preservar su vida y salud, sin manipularlo como objeto,
pues ello negaría su calidad de persona y titular del derecho a la vida.

Algunas disposiciones sobre este derecho aprobadas en la CC:

“Derecho a la vida. Toda persona tiene derecho a la vida. Ninguna persona podrá ser
condenada a muerte ni ejecutada”.
“Imprescriptibilidad y prohibición de la amnistía. Los crímenes de guerra, los delitos de
lesa humanidad, la desaparición forzada y la tortura, el genocidio y el crimen de agresión y
otras penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes son imprescriptibles,
inamnistiables y no serán susceptibles de ningún impedimento a la investigación”.
“Toda persona tiene derecho al libre desarrollo y pleno reconocimiento de su identidad,
en todas sus dimensiones y manifestaciones, incluyendo las características sexuales,
identidades y expresiones de género, nombre y orientaciones sexoafectivas.”

ARTÍCULO 19 N° 2: IGUALDAD ANTE LA LEY

“La Constitución asegura a todas las personas:

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2º.- La igualdad ante la ley. En Chile no hay persona ni grupo privilegiados. En Chile no
hay esclavos y el que pise su territorio queda libre. Hombres y mujeres son iguales ante
la ley.
Ni la ley ni autoridad alguna podrán establecer diferencias arbitrarias”.

Este artículo viene a reiterar lo dispuesto en el artículo 1° de la Constitución, pero su


desarrollo no es especialmente robusto como derecho fundamental.

La consigna de la igualdad entre los seres humanos, si bien tiene raíces profundas en el
cristianismo y en otras religiones, tiene su origen jurídico moderno en la Revolución
Francesa: a diferencia del antiguo régimen, no existirían personas ni clases privilegiadas en
la sociedad.

La igualdad ante la ley o igualdad de derechos es el más profundo de los valores y


conquistas de la era moderna, que se manifiesta en la reconquista de la Democracia
(directa o representativa) y el voto universal.

Pero la Igualdad como principio es una conquista que va mutando con los tiempos. En
Chile, las mujeres tuvieron derecho absoluto a voto desde 1949. Y recién el año 1999 se
consagró constitucionalmente la igualdad entre hombres y mujeres.

En EE.UU, hasta los años 60 permanecía la doctrina “separate but equal”, en virtud de la
cual la segregación racial en distintos lugares era considerada constitucionalmente
legítima.

Últimamente muchos autores han abogado por las llamadas “políticas del
reconocimiento” de minorías étnicas y culturales en las sociedades modernas.

Will Kymlicka ha hecho hincapié en el multiculturalismo de las sociedades modernas y la


necesidad de garantizar a las minorías el espacio de reconocimiento que implica lo que
denomina derechos de autogobierno (delegación de facultades), derechos poliétnicos
(fomento y apoyo económico) y derechos especiales de representación (escaños
reservados).

Otros autores se refieren a esto como “discriminación positiva”.

Como puede notarse, las políticas de reconocimiento y multiculturalismo han sido


importantes en la configuración del proceso constituyente. Se ha planteado incluir
escaños reservados para pueblos originarios, la plurinacionalidad e incluso el
reconocimiento a creencias religiosas.

Como las políticas de reconocimiento requieren una discriminación positiva, se produce


una tensión con la igualdad.

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¿Cuál es la consecuencia jurídica más importante del principio de igualdad?

La consecuencia jurídica más importante del principio de igualdad constitucional es la


prohibición constitucional de la discriminación a todo evento y por cualquier causa. El
problema interpretativo es qué se entiende por “discriminación arbitraria”.

El artículo 3.3 de la Ley Fundamental Alemana desarrolla un poco más esta prohibición de
discriminación: “Nadie podrá ser perjudicado ni favorecido a causa de su sexo, su
ascendencia, su raza, su idioma, su patria y su origen, sus creencias y sus concepciones
religiosas o políticas. Nadie podrá ser perjudicado a causa de un impedimento físico o
psíquico”.

En el Proyecto Bachelet 2018 la igualdad constitucional se encontraba consagrada en dos


numerales.

El numeral 4° es prácticamente idéntico al actual numeral 2°, agregando lo siguiente:


“Nadie puede ser discriminado negativamente a causa de su raza, color, sexo, género,
idioma, religión, opinión o creencias públicas, discapacidad, posición económica o social,
nacimiento o cualquiera otra condición;”

En tanto, el numeral 5° consagra la igualdad entre hombres y mujeres, agregando: “Es


obligación del Estado promover esta igualdad, adoptando las medidas legislativas y
administrativas para eliminar toda discriminación que la afecte;”

¿Qué ocurre con la llamada “discriminación positiva”?

Por último, la expresión “En Chile no hay esclavos y el que pise su territorio queda libre”,
que pareciera un resabio de la igualdad de la Revolución Francesa, tiene una construcción
teórica actual muy relevante a propósito del Derecho del Trabajo. Según algunos autores,
esta disposición se refiere a lo que se conoce como “esclavitud moderna”.

Gran parte de las discriminaciones ocurren justamente en el ámbito laboral (por ejemplo,
para postular a un empleo, o bien en el término de la relación laboral). La discriminación
en materia laboral está regulada en la legislación laboral, pero además existe una ley de
aplicación general que regula distintos ámbitos de discriminación en base a distintos
criterios. Es la Ley 20.609 (denominada ley antidiscriminación, y popularmente “Ley
Zamudio”).

Esta ley define en su artículo 2 discriminación arbitraria como “toda distinción, exclusión o
restricción que carezca de justificación razonable, efectuada por agentes del Estado o
particulares, y que cause privación, perturbación o amenaza en el ejercicio legítimo de los
derechos fundamentales establecidos en la Constitución Política de la República o en los
tratados internacionales sobre derechos humanos ratificados por Chile y que se
encuentren vigentes, en particular cuando se funden en motivos tales como la raza o

15
etnia, la nacionalidad, la situación socioeconómica, el idioma, la ideología u opinión
política, la religión o creencia, la sindicación o participación en organizaciones gremiales o
la falta de ellas, el sexo, la maternidad, la lactancia materna, el amamantamiento, la
orientación sexual, la identidad de género, el estado civil, la edad, la filiación, la apariencia
personal y la enfermedad o discapacidad”.

Regula la ley una acción judicial especial (acción de no discriminación arbitraria) con una
naturaleza cautelar y sancionatoria, la cual puede interponerse ante el juez de letras del
domicilio del solicitante o ante el del domicilio del responsable de la acción u omisión
discriminatoria.

La acción debe ser deducida dentro de noventa días corridos contados desde la ocurrencia
de la acción u omisión discriminatoria, o desde el momento en que el afectado adquirió
conocimiento cierto de ella (pero en ningún caso después de un año de acontecida la
acción u omisión).

Es una acción informal que puede incluso, en casos urgentes, interponerse verbalmente,
levantándose acta por la secretaría del tribunal competente.

La demanda puede ser declarada inadmisible de plano en los siguientes casos:

a. Cuando se ha recurrido de protección o de amparo, o tutela laboral.


b. Cuando se interponga para impugnar leyes vigentes.
c. Cuando se interponga para impugnar sentencias.
d. Cuando carezca de fundamento.
e. Cuando la acción haya sido deducida fuera de plazo.

El juicio tiene la siguiente estructura básica (artículos 8 a 12):

Demanda – aceptación a tramitación o inadmisibilidad:


Si se acepta – Informes del requerido u otro pertinente (diez días).
Evacuado informe o transcurrido el plazo – Audiencia al quinto día.

La audiencia es de conciliación y prueba (en caso de fracasar la conciliación). Sana crítica.

Sentencia:
-Declara si ha existido o no discriminación arbitraria y, en el primer caso, deja sin efecto el
acto discriminatorio, dispone que no sea reiterado u ordena que se realice el acto omitido,
fijando, en el último caso, un plazo perentorio prudencial para cumplir con lo dispuesto.
Podrá también adoptar las demás providencias que juzgue necesarias para restablecer el
imperio del derecho y asegurar la debida protección del afectado.

-Si existió discriminación arbitraria, el tribunal aplicará, además, una multa de cinco a
cincuenta unidades tributarias mensuales, a beneficio fiscal, a las personas directamente

16
responsables del acto u omisión discriminatorio. Si la sentencia estableciere que la
denuncia carece de todo fundamento, el tribunal aplicará al recurrente una multa de dos a
veinte unidades tributarias mensuales, a beneficio fiscal.

Apelación: 5 días. Conoce la Corte de Apelaciones competente de acuerdo al tribunal de


primera instancia.

La causa goza de preferencia preferencia para su vista y fallo, y puede resolverse en


cuenta o previa vista de la causa. El recurso debe resolverse dentro de los cinco días
hábiles siguientes a aquel en que quede en estado de fallo.

Disposiciones sobre este derecho aprobadas en la CC:

La Constitución asegura el derecho a la igualdad. En Chile no hay persona ni grupo


privilegiado. Queda prohibida toda forma de esclavitud.

Se asegura el derecho a la protección contra toda forma de discriminación, en especial


cuando se funde en uno o más motivos tales como nacionalidad o apatridia, edad, sexo,
orientación sexual o afectiva, identidad y expresión de género, diversidad corporal,
religión o creencia, etnia, pertenencia a un pueblo y nación indígena o tribal, opiniones
políticas o de cualquier otra naturaleza, clase social, ruralidad, situación migratoria o de
refugio, discapacidad, condición de salud mental o física, estado civil, filiación o cualquier
otra condición social.

ARTÍCULO 19 N° 3: DERECHOS PROCESALES FUNDAMENTALES.

“La Constitución asegura a todas las personas:


3º.- La igual protección de la ley en el ejercicio de sus derechos […]”.

Este numeral consagra un conjunto de derechos procesales básicos (principalmente


penales) que también están consagrados en los códigos respectivos. Por regla general, y a
diferencia del resto de los derechos del artículo 19 estos derechos no son directamente
aplicables por un juez, sino límites para el legislador.

“[…] Toda persona tiene derecho a defensa jurídica en la forma que la ley señale y
ninguna autoridad o individuo podrá impedir, restringir o perturbar la debida
intervención del letrado si hubiere sido requerida. Tratándose de los integrantes de las
Fuerzas Armadas y de Orden y Seguridad Pública, este derecho se regirá, en lo
concerniente a lo administrativo y disciplinario, por las normas pertinentes de sus
respectivos estatutos.

La ley arbitrará los medios para otorgar asesoramiento y defensa jurídica a quienes no
puedan procurárselos por sí mismos. La ley señalará los casos y establecerá la forma en

17
que las personas naturales víctimas de delitos dispondrán de asesoría y defensa jurídica
gratuitas, a efecto de ejercer la acción penal reconocida por esta Constitución y las leyes.
Toda persona imputada de delito tiene derecho irrenunciable a ser asistida por un
abogado defensor proporcionado por el Estado si no nombrare uno en la oportunidad
establecida por la ley. […]”

“[…] Nadie podrá ser juzgado por comisiones especiales, sino por el tribunal que
señalare la ley y que se hallare establecido por ésta con anterioridad a la perpetración
del hecho.
Toda sentencia de un órgano que ejerza jurisdicción debe fundarse en un proceso previo
legalmente tramitado. Corresponderá al legislador establecer siempre las garantías de
un procedimiento y una investigación racionales y justos.

La ley no podrá presumir de derecho la responsabilidad penal.

Ningún delito se castigará con otra pena que la que señale una ley promulgada con
anterioridad a su perpetración, a menos que una nueva ley favorezca al afectado.
Ninguna ley podrá establecer penas sin que la conducta que se sanciona esté
expresamente descrita en ella;”

Los derechos procesales fundamentales garantizados por la Constitución chilena son los
siguientes:

1. Derecho a defensa.
2. Gratuidad de la defensa (o garantía de acceso a la defensa).
3. Obligatoriedad de la defensa en sede penal.
4. Tribunal previo.
5. Legalidad y racionalidad del procedimiento.
6. Prohibición de presunción de derecho de la responsabilidad penal.
7. Prohibición de retroactividad y mandato de retroactividad de la ley penal más
favorable.
8. Principio de legalidad o tipicidad.

Dentro del conjunto de derechos consagrados en este numeral, los más importantes son
ciertas garantías que constituyen el límite constitucional a la potestad punitiva del Estado:
el Derecho Penal.

El Derecho Penal es Derecho Público. Lo que regula el Derecho Penal es la llamada


“Potestad punitiva del Estado”, esto es, la facultad o poder que tiene el Estado para
imponer penas –que representan una afectación máxima a los derechos del individuo-
frente a la ocurrencia de determinados hechos: los delitos.

En la antigüedad, el derecho penal era la venganza privada (ley del talión). Las
comunidades germánicas que invadieron el Imperio Romano contemplaban la venganza

18
colectiva (Sippe), una costumbre que curiosamente también existía en los usos de los
pueblos precolombinos, como los Mapuche.

Las bases del derecho penal moderno fueron establecidas por el jurista italiano Cesare
Bonesana, marqués de Beccaria, conocido como Cesare Beccaria.

Beccaria dotó de un fundamento contractualista y económico al derecho penal a través de


la obra De los delitos y las penas (1764), obra fundamental que transformaría el derecho
penal a través de un conjunto de principios que obligan incluso al legislador. Al cometer
un delito, una persona no pierde su titularidad de derechos fundamentales.

Los primeros Códigos penales datan de comienzos del siglo XIX. No obstante, el derecho
penal de la actualidad fue desarrollado a mediados del siglo XX, fundamentalmente por la
Escuela Italiana y la Escuela Alemana.

Pese a la limitación institucional del Derecho Penal moderno (esto es, que sea una
potestad exclusiva del Estado), su justificación está sujeta a un continuo cuestionamiento
que proviene de un déficit filosófico y de justicia política.

El Estado, al aplicar penas a la comisión de delitos, afecta a lo menos los siguientes


derechos fundamentales de sus propios ciudadanos:

1. Eventualmente, el derecho a la vida.


2. Libertad ambulatoria.
3. Derechos políticos.

Si se produce un mal (el delito), ¿qué sentido tiene que el Estado responda con otro mal
(la pena)?

Distintas respuestas se han dado a esta pregunta…

La respuesta clásica es que la ley penal es una reacción al hecho producido. La sanción es
una respuesta al delito. El mismo delito genera la consecuencia penal. Es la llamada
retribución.

Tiene un componente muy vinculado al derecho canónico y la penitencia: el delito genera


una necesidad de expiación. No obstante, tiene un fundamento filosófico difícil de
controvertir: fue defendida por Kant y Hegel, entre otros.

Pese a lo anterior, pareciera no cumplir con una finalidad racional. Equivale, rudamente, a
decir: “¿Por qué sancionamos un delito? Porque sí”.

19
Se ha señalado también que la finalidad de la pena tiene un componente preventivo. No
sancionamos porque se cometió un delito, sino para que no se cometan nuevos delitos. Es
la llamada prevención.

El ideal es que la generalidad de la población no cometa delitos. Por eso hablamos, en


primera instancia, de prevención general.

Esta prevención general puede ser negativa, si nos dirigimos hacia las personas que están
pensando cometer un delito (“no lo haga, porque vendrá una sanción”), y también
positiva, dirigiéndonos a las personas que no tienen pensado cometer un delito (“actúe
correctamente, y evitará una pena”).

Kant acusa la inmoralidad de esta doctrina: estamos utilizando a una persona (el
delincuente) no como un fin en sí mismo, sino como un medio para intimidar a otros
(instrumentaliza a un ser humano).

Pero además cada nuevo delito demostraría el fracaso del sistema penal: no existe
prevención de los delitos a través de las normas penales…
Pero la prevención también puede dirigirse al mismo delincuente: queremos que él no
cometa nuevos delitos, y por esto lo sancionamos (lo dejamos en prisión para evitar que
siga cometiendo delitos). Es la llamada prevención especial.

Dos problemas: el primero es que si queremos evitar que una persona vuelva a cometer
delitos, cualquier delito, hasta los de menor entidad, tendría que acarrear una condena de
por vida. Incluso si realmente queremos excluir a la persona de la sociedad, justificaría la
pena de muerte ante cualquier delito.

Y en segundo lugar, ¿por qué necesariamente la persona que cometió un delito va a volver
a cometer un delito? Esto se vincula con una imputación de peligrosidad criminal que
equivale, en gran medida a adivinar el futuro…

Existe un déficit de justificación de la potestad punitiva del Estado.

Por este motivo, el Derecho Penal cuenta con un diseño institucional de límites
constitucionales. La voluntad soberana, que puede establecer leyes penales, debe tener
unas fronteras bien delimitadas por los derechos fundamentales de los individuos frente
al Estado.

Cada ley penal es una afectación a los derechos fundamentales de los individuos, que a
diferencia de la colisión de los derechos fundamentales entre sí, no se encuentra
adecuadamente justificada (la “seguridad” de la sociedad no es un derecho fundamental
de los individuos).

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En otras palabras, debemos cuidarnos de que el Estado, amparado en la voluntad
soberana, se convierta en una máquina moledora de carne.

Siguiendo la doctrina clásica de Beccaria, la ley penal está tan íntimamente vinculada al
contrato social y a los derechos fundamentales de los individuos, que sus bases deben
necesariamente sustraerse de la voluntad soberana. Es por eso que los límites de las leyes
penales, en todos los sistemas jurídicos occidentales, están establecidos
constitucionalmente.

Estos principios son los siguientes:


-Principio de legalidad.
-Prohibición de presunción de derecho de la responsabilidad penal.
-Prohibición de retroactividad y mandato de retroactividad de la ley penal más favorable.

Principio de legalidad:

El principio de legalidad en materia penal se encuentra íntimamente relacionado con el


principio de tipicidad: la conducta sancionada con una pena –la afectación más grave que
puede realizar el Estado a los derechos fundamentales- debe estar expresamente descrita
en una norma jurídica.

Pero además es necesario que dicha norma jurídica tenga legitimidad democrática. Es
decir, es necesario que la conducta sancionada como delito y su pena asociada estén
establecidas en una ley en sentido estricto. No puede haber delito ni pena vía
reglamentaria o administrativa.

Este principio fundamental se encuentra establecido en el artículo 19 N° 3 inciso final de la


Constitución:

“Ninguna ley podrá establecer penas sin que la conducta que se sanciona esté
expresamente descrita en ella”.

En principio, el artículo 19 N° 3 inciso final de la Constitución prohíbe las denominadas


“Leyes penales en blanco”.

Una ley penal en blanco es aquella que describe parcialmente una conducta típica,
dejando el complemento de la descripción a una norma de rango infralegal, como una
ordenanza o reglamento.

Si bien es un instrumento legislativo que en ciertas materias parece inevitable, se trata de


una ley penal que violaría, en primera instancia, el principio de legalidad, y genera el
riesgo de dejar en manos de la autoridad política de turno la invasión más grave del
Estado en los derechos fundamentales.

21
Un ejemplo de Ley penal en blanco es la Ley 20.000 (ley de drogas) y su reglamento. La ley
20.000 sanciona con determinadas penas la venta, producción, concertación para el
consumo y otras conductas relacionadas con sustancias sicotrópicas y estupefacientes,
pero no señala cuáles son dichas sustancias. Éstas se encuentran contempladas en el
reglamento de la ley.

Artículo 63 Ley 20.000.- Un reglamento señalará las sustancias y especies vegetales a que
se refieren los artículos 1º, 2º, 5º y 8º; los requisitos, obligaciones y demás exigencias que
deberán cumplirse para el otorgamiento de las autorizaciones a que se refiere el artículo
9º, y las normas relativas al control y fiscalización de dichas plantaciones.

Dijimos que, en principio, el artículo 19 N° 3 inciso final de la Constitución prohibiría las


denominadas “Leyes penales en blanco”. Una razón histórica pareciera llevar a la
conclusión opuesta.

En la redacción original de la disposición constitucional ésta establecía: “Ninguna ley


podrá establecer penas sin que la conducta que se sanciona esté expresa y
completamente descrita en ella”. La expresión “expresa y completamente” fue finalmente
reemplazada por el vocablo “expresamente”, lo cual limitaría el principio de legalidad a
una mera exigencia de tipicidad.

Sin perjuicio que la redacción de la Constitución pareciera dar cabida a las leyes penales
en blanco, éstas son muy cuestionadas por la dogmática penal, dado el riesgo ya señalado.
El Proyecto Bachelet 2018 reincorporaba la expresión “expresa y completamente” en la
disposición pertinente.

Prohibición de presunción de derecho de la responsabilidad penal:

En el proceso penal existe un principio fundamental de presunción de inocencia. Hasta


que una persona sea condenada por sentencia firme, para todos los efectos debe
considerársele inocente, sin importar la evidencia que hasta el momento de la sentencia
condenatoria pueda haberse desplegado ni, por supuesto, la eventual “peligrosidad” del
individuo.

Es por esto que la llamada “prisión preventiva” es siempre excepcional y está sujeta a
diversos controles procesales.

Ahora bien, ¿qué significa la prohibición de la “presunción de derecho” de la


responsabilidad penal?

Jurídicamente una presunción es la hipótesis de un hecho que desconocemos pero que


asumimos como la regla general en el estado de cosas. Lo relevante de una presunción es
que, quien señale lo contrario, debe probarlo.

22
Estudiarán en teoría de la prueba que existen presunciones simplemente legales y
presunciones de derecho. Lo que las diferencia es que las presunciones legales admiten
prueba en contrario, mientras que las presunciones de derecho no. Si algo se presume de
derecho, no podrá probarse lo contrario.

La prohibición de la presunción de derecho de responsabilidad penal, límite constitucional


a las leyes penales, implica que éstas no pueden establecer hipótesis en las que un
imputado no podrá probar su inocencia.

Prohibición de retroactividad y mandato de retroactividad de la ley penal más favorable:

Finalmente, el último límite constitucional penal garantista es la prohibición de


retroactividad y mandato de retroactividad de la ley penal más favorable. Este principio no
es otra cosa que la regulación de los efectos de la ley penal en el tiempo.

Señala el artículo 19 N°3 inciso VIII de la Constitución: “Ningún delito se castigará con otra
pena que la que señale una ley promulgada con anterioridad a su perpetración, a menos
que una nueva ley favorezca al afectado”.

Existen, por tanto dos principios constitucionales que regulan el estatuto temporal de
cualquier ley penal:

1. Prohibición de retroactividad.
2. Mandato de aplicación de la ley penal más favorable, mandato que puede
traducirse en: a) la aplicación retroactiva de una ley penal; y b) la aplicación
ultraactiva de una ley penal.

Como dijimos anteriormente, esta limitación supralegal a la ley penal es universal.

El artículo 9 de la Convención Americana de Derechos Humanos (Pacto de San José de


Costa Rica) señala:

“Nadie puede ser condenado por acciones u omisiones que en el momento de cometerse
no fueran delictivos según el derecho aplicable. Tampoco se puede imponer pena más
grave que la aplicable en el momento de la comisión del delito. Si con posterioridad a la
comisión del delito la ley dispone la imposición de una pena más leve, el delincuente se
beneficiará de ello”.

ARTÍCULO 19 N° 6: LIBERTAD RELIGIOSA:


“La Constitución asegura a todas las personas:

23
6º.- La libertad de conciencia, la manifestación de todas las creencias y el ejercicio libre
de todos los cultos que no se opongan a la moral, a las buenas costumbres o al orden
público.
Las confesiones religiosas podrán erigir y conservar templos y sus dependencias bajo las
condiciones de seguridad e higiene fijadas por las leyes y ordenanzas.

Las iglesias, las confesiones e instituciones religiosas de cualquier culto tendrán los
derechos que otorgan y reconocen, con respecto a los bienes, las leyes actualmente en
vigor. Los templos y sus dependencias, destinados exclusivamente al servicio de un culto,
estarán exentos de toda clase de contribuciones”.

Hasta el texto constitucional de 1925, todas las constituciones chilenas consagraban un


Estado confesional: aquel Estado que reconoce una religión como oficial.

La Constitución de 1833, por ejemplo, señalaba en su artículo 5: “La religión de la


República de Chile es la Católica Apostólica Romana; con exclusión del ejercicio público de
cualquier otra.”

Recién en 1865 se dicta una Ley interpretativa constitucional del Artículo 5:


Se permite el ejercicio de otros cultos en dependencias particulares y se permite a los
disidentes fundar y sostener escuelas privadas para la enseñanza de sus religiones.

Desde fines del siglo XIX, con la promulgación de las “leyes laicas”, comenzó una gran
presión política para constituir un Estado laico: aquél en el cual existe una separación
entre la o las religiones y el Estado.

Con ocasión del debate constituyente que comenzaría en 1924, el Gobierno chileno
comenzó tratativas con la Santa Sede para realizar una separación “pacífica”. En virtud de
una negociación informal entre el Estado chileno y la Santa Sede, se acordó lo siguiente:

1. Chile no debía convertirse en Estado ateo (se exige la invocación del nombre de
Dios en la promulgación de la Constitución).
2. Libertad de enseñanza sin añadir la palabra “laica”.
3. Abolición del patronato y el pase regio.
4. Mención de los concordatos a propósito de la facultad del Presidente de la
República de negociar Tratados Internacionales.
5. Celebración de un concordato y compensación económica del Estado al suprimir el
presupuesto del culto.

Con estas condiciones, la Constitución de 1925 consagró la libertad de culto de una


manera muy similar al actual texto:

Artículo 10: La Constitución asegura a todos los hombres:

24
N° 2 “La manifestación de todas las creencias, la libertad de consciencia y el ejercicio libre
de todos los cultos que no se opongan a la moral, a las buenas costumbres o al orden
público, pudiendo por tanto las respectivas confesiones religiosas erigir y conservar
templos y sus dependencias con las condiciones de seguridad e higiene fijadas por las
ordenanzas.

Las iglesias, las confesiones e instituciones religiosas de cualquier culto, tendrán los
derechos que otorgan y reconocen, con respecto a los bienes, las leyes actualmente en
vigor; pero quedaran sometidas, dentro de las garantías de esta constitución, al derecho
común para el ejercicio del dominio de sus bienes futuros. 
Los templos y sus dependencias, destinados al servicio de un culto, estarán exentos de
contribuciones.”

El contenido fundamental de la libertad religiosa, como está consagrado en la


Constitución chilena, es el siguiente:

1. En el marco de un Estado laico, se garantiza la libertad para ejercer todos los cultos
que no se opongan a la moral, las buenas costumbres o el orden público. Esta
limitación (general en el derecho comparado) implica una exclusión de los cultos
potencialmente destructivos, aunque la definición de cuáles serían estos cultos
tiende a variar en cada Estado.

2. La disposición también garantiza la “libertad de conciencia”. En términos generales,


implica la posibilidad de, incluso sin reivindicar creencias religiosas, negarse a
cumplir con ciertas obligaciones legales que atentan contra los propios dictados
morales, sean religiosos o no religiosos. Es la llamada “objeción de conciencia”, que
comúnmente se ha estimado que no tiene una aplicación iusfundamental directa,
sino que debe ser regulada por la ley.

3. Una norma que no es común en el derecho comparado es la consagración


constitucional de la exención tributaria para los templos y dependencias de un culto
(aunque la exención sí existe en el derecho comparado), con los problemas
interpretativos de cuándo un templo está destinado exclusivamente al servicio de
un culto, y qué significa “toda clase de contribuciones”.

Algunas disposiciones en el derecho comparado…

Primera Enmienda, Bill of Rights de EE.UU.: (1791)

El Congreso no podrá hacer ninguna ley con respecto al establecimiento de la religión (*1),
ni prohibiendo la libre práctica de la misma (*2); ni limitando la libertad de expresión, ni
de prensa; ni el derecho a la asamblea pacífica de las personas, ni de solicitar al gobierno
una compensación de agravios.

25
En lo pertinente a la libertad religiosa, consagra la llamada establishment clause (*1) y la
free exercise clause (*2). Thomas Jefferson se refirió a esta disposición como el wall of
separation entre la Iglesia y el Estado.

El artículo 14 de la Constitución Argentina garantiza a “todos los habitantes de la Nación”


el “profesar libremente su culto”. Sin embargo, el artículo 2 señala que “El Gobierno
federal sostiene el culto católico apostólico romano”.

“Sostener” se ha entendido como un sostén económico. En la práctica, el Gobierno


argentino destina 3.5 millones de dólares anuales para “sostener” a la iglesia católica.

La Constitución peruana también garantiza en términos amplios la libertad religiosa, pero


en su artículo 50 señala lo siguiente:

“Dentro de un régimen de independencia y autonomía, el Estado reconoce a la Iglesia


Católica como elemento importante en la formación histórica, cultural y moral del Perú, y
le presta su colaboración”.

Marco legal de la libertad religiosa en Chile: Ley 19.638 (1999):

La libertad religiosa como derecho fundamental cuenta además con una ley que especifica
este derecho, y cuya finalidad principal es consagrar una personalidad jurídica especial (las
llamadas “personas jurídicas religiosas”). La Ley 19.638, además de especificar las
facultades que confiere la libertad religiosa consagrada en la Constitución, establece un
procedimiento para que los cultos puedan obtener personalidad jurídica (obteniendo la
exención tributaria).

Antes de esta ley, todas las religiones debían constituirse como corporaciones o
sociedades de derecho privado. Las únicas religiones que habían sido reconocidas por ley
y tenían personalidad jurídica de derecho público eran la Iglesia Católica Apostólica
Romana (reconocida constitucionalmente) y la Iglesia Ortodoxa de Chile, tributaria del
Patriarcado de Antioquía.

Esto conllevaba un problema de igualdad ante la ley y de laicidad del Estado. Si se


garantizaba la libertad religiosa (y por ende, una igualdad normativa de los cultos), ¿cómo
era posible que algunas religiones tuvieran personalidad jurídica de derecho público y
otras de derecho privado?

La Ley N° 19.638 posibilitó a toda religión acogerse a un estatuto de personalidad jurídica


de derecho público, sometiendo sus estatutos a la aprobación de la autoridad.
El problema es que en las personas jurídicas de derecho público la autorización tiene
carácter declarativo, mientras que en las personas jurídicas de derecho privado tiene
carácter constitutivo.

26
En otras palabras, respecto de las personas jurídicas de derecho privado la autorización
produce efectos ex nunc, mientras que respecto de las personas jurídicas de derecho
público produce efectos ex tunc. En este último caso, la autoridad no constituye la
persona jurídica, sino que la reconoce.

Para acogerse a la personalidad jurídica de derecho público, las confesiones religiosas


deben inscribirse en un registro público que lleva el Ministerio de Justicia. Los estatutos
deben contener los “elementos esenciales que la caracterizan y los órganos a través de los
cuales actúa en el ámbito jurídico y que la representan frente a terceros” (art. 12).

El problema es que de acuerdo con el artículo 11 de la ley, que es coherente con la calidad
de persona jurídica de derecho público de estas instituciones, el Ministerio de Justicia no
puede denegar el registro. Sólo puede objetar la constitución si faltare algún requisito
formal, pero con la única consecuencia que deben subsanarse los defectos.

En la práctica, el Ministerio de Justicia sí rechazó en una ocasión la personalidad jurídica


por motivos sustanciales. El año 2003 se rechazó la constitución de la “Iglesia de la
Unificación” (popularmente conocida como la “Secta Moon”).

El culto recurrió de protección ante el rechazo, basándose, entre otros motivos, en que el
Ministerio no estaba legalmente facultado para denegar el registro. La Corte confirmó el
rechazo por motivos políticos, pero jurídicamente el culto estaba en lo correcto.

Disposiciones sobre este derecho aprobada en la CC:

Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia, de religión y


cosmovisión; este derecho incluye la libertad de profesar y cambiar de religión o
creencias. Ninguna religión, ni creencia es la oficial del Estado, sin perjuicio de su
reconocimiento y libre ejercicio en el espacio público o privado, mediante el culto, la
celebración de los ritos, las prácticas espirituales y la enseñanza.

Podrán erigir templos, dependencias y lugares para el culto; mantener, proteger y acceder
a los lugares sagrados y aquellos de relevancia espiritual, rescatar y preservar los objetos
de culto o que tengan un significado sagrado.

El Estado reconoce la espiritualidad como elemento esencial del ser humano.


Las agrupaciones religiosas y espirituales podrán organizarse como personas jurídicas de
conformidad a la ley. Respetando los derechos, deberes y principios que esta Constitución
establece. Éstas no podrán perseguir fines de lucro y sus bienes deberán gestionarse de
forma transparente de acuerdo con lo que establezca la ley.

*Adicionalmente:

27
“Chile es un Estado Laico, donde se respeta y garantiza la libertad de religión y de
creencias espirituales. Ninguna religión, ni creencia en particular es la oficial del Estado,
sin perjuicio de su reconocimiento y libre ejercicio, el cual no tiene más limitación que lo
dispuesto por esta Constitución.”

(disposición incompatible con la visión animista de la naturaleza)

ARTÍCULO 19 N° 8: DERECHO A VIVIR EN UN MEDIO AMBIENTE NO CONTAMINADO

“La Constitución asegura a todas las personas:


8º.- El derecho a vivir en un medio ambiente libre de contaminación. Es deber del Estado
velar para que este derecho no sea afectado y tutelar la preservación de la naturaleza.
La ley podrá establecer restricciones específicas al ejercicio de determinados derechos o
libertades para proteger el medio ambiente”.

La contaminación afecta muchos derechos fundamentales: la vida, la integridad física, e


incluso la integridad psíquica. Naturalmente, este derecho se refiere a algo más específico.

Por otra parte, en las sociedades industriales de nuestra era, es absolutamente imposible
garantizar en sentido absoluto el “vivir en un medio ambiente libre de contaminación”.
Toda actividad humana genera contaminación en mayor o menor medida.

A lo que se refiere este artículo es a un compromiso del Estado con el llamado “desarrollo
sustentable”.

El desarrollo sustentable es un concepto económico y se define como la satisfacción de


las necesidades de las generaciones actuales, sin comprometer la satisfacción de las
necesidades de las generaciones futuras.

En otras palabras, se refiere a evitar el agotamiento de los recursos naturales y a evitar el


“punto de no retorno” en la transformación del entorno.

En virtud de lo dispuesto en el inciso segundo, algunos autores han señalado que se trata
de una “supragarantía”, ya que éste señala expresamente que la ley “podrá establecer
restricciones específicas al ejercicio de determinados derechos o libertades para proteger
el medio ambiente”.

La Ley de Bases Generales del Medio Ambiente (N° 19.300) regula, entre otras materias, el
llamado Estudio de Impacto Ambiental, documento que debe describir
pormenorizadamente las características de un proyecto o actividad que se pretenda llevar
a cabo o su modificación, y proporcionar antecedentes fundados para la predicción,
identificación e interpretación de su impacto ambiental y describir la o las acciones que
ejecutará para impedir o minimizar sus efectos significativamente adversos.

28
Algunos proyectos que deben someterse al Estudio de Impacto Ambiental son:

a) Acueductos, embalses, y en general proyectos relativos al curso de las aguas;


b) Centrales de energía;
c) Reactores nucleares;
d) Puertos y aeropuertos;
e) Proyectos de desarrollo urbano o turístico;
f) Proyectos de explotación forestal;
g) Aplicación masiva de productos químicos; entre otros.

La ley crea además el Ministerio del Medio Ambiente y el Consejo de Ministros para la
sustentabilidad, presidido por el/la Ministro/a del Medio Ambiente y conformado además
por las/os ministras/os de Agricultura, Hacienda, Salud, Economía, Energía, Obras
Públicas, Vivienda y Urbanismo, Transportes y Telecomunicaciones, Minería y
Planificación.

La administración del sistema de evaluación ambiental corresponde al Servicio de


Evaluación Ambiental, servicio público funcionalmente descentralizado, con personalidad
jurídica y patrimonio propio, sometido a la supervigilancia del Presidente de la República a
través del Ministerio del Medio Ambiente.

La Ley 20.600 creó los Tribunales Ambientales, tribunales especiales encargados de


resolver controversias relativas a materias ambientales, entre ellas:

a) Reclamaciones que se interpongan en contra de los decretos supremos que establezcan


las normas primarias o secundarias de calidad ambiental y las normas de emisión;
b) Demandas de reparación del medio ambiente dañado (acción especial de la Ley
19.300);
c) Reclamaciones en contra de las resoluciones de la Superintendencia del Medio
Ambiente, entre otras;

Existen 3 Tribunales Ambientales:

1. Primer Tribunal Ambiental, con asiento en la comuna de Antofagasta, y con


competencia territorial en las Regiones de Arica y Parinacota, de Tarapacá, de
Antofagasta, de Atacama y de Coquimbo.
2. Segundo Tribunal Ambiental, con asiento en la comuna de Santiago, y con
competencia territorial en las regiones de Valparaíso, Metropolitana de Santiago,
del Libertador General Bernardo O'Higgins y del Maule.
3. Tercer Tribunal Ambiental, con asiento en la comuna de Valdivia, y con
competencia territorial en las regiones de Ñuble, del Biobío, de La Araucanía, de Los
Ríos, de Los Lagos, de Aysén del General Carlos Ibáñez del Campo, y de Magallanes
y de la Antártica Chilena.

29
ARTÍCULO 19 N° 12: LIBERTAD DE EXPRESIÓN

“La Constitución asegura a todas las personas:


12º.- La libertad de emitir opinión y la de informar, sin censura previa, en cualquier
forma y por cualquier medio, sin perjuicio de responder de los delitos y abusos que
se cometan en el ejercicio de estas libertades, en conformidad a la ley, la que deberá ser
de quórum calificado.

La ley en ningún caso podrá establecer monopolio estatal sobre los medios de
comunicación social.

Toda persona natural o jurídica ofendida o injustamente aludida por algún medio de
comunicación social, tiene derecho a que su declaración o rectificación sea gratuitamente
difundida, en las condiciones que la ley determine, por el medio de comunicación social
en que esa información hubiera sido emitida.

Toda persona natural o jurídica tiene el derecho de fundar, editar y mantener diarios,
revistas y periódicos, en las condiciones que señale la ley.

El Estado, aquellas universidades y demás personas o entidades que la ley determine,


podrán establecer, operar y mantener estaciones de televisión.

Habrá un Consejo Nacional de Televisión, autónomo y con personalidad jurídica,


encargado de velar por el correcto funcionamiento de este medio de comunicación. Una
ley de quórum calificado señalará la organización y demás funciones y atribuciones del
referido Consejo.

La ley regulará un sistema de calificación para la exhibición de la producción


cinematográfica”

La garantía de una prensa libre es uno de los pilares de la democracia.

La disposición de la Constitución chilena, coherente con su inspiración individualista, hace


mayor hincapié en el control de los medios de comunicación y la libertad para crearlos y
mantenerlos. Pero lo realmente importante de la libertad de prensa es la garantía más
amplia posible para investigar y publicar las informaciones relativas a las autoridades
políticas.

Uno de los casos más importantes e influyentes a nivel mundial fue el fallo de la Corte
Suprema de EE. UU. en New York Times v. Sullivan (1964).

30
En 1960, el periódico New York Times publicó un inserto en el cual se acusaba a la policía
de Alabama de actuar arbitrariamente contra Martin Luther King Jr., quien había sido
arrestado 7 veces por participar en protestas pacíficas por los derechos civiles de los
afroamericanos.

Sullivan, comisionado de la policía de Alabama, demandó al periódico por injurias,


ganando en primera instancia ante la Corte de Alabama (500.000 dólares).

La Corte Suprema revocó la decisión, estableciendo que de acuerdo con la Primera


Enmienda, todas las informaciones podían ser publicadas, incluso siendo informaciones
falsas, a menos que se probara que se sabía de la falsedad de la información o se hubiese
sido negligente en averiguar su veracidad. Es el estándar conocido como “actual malicie”.

En Chile, posiblemente el caso más importante y con mayores repercusiones fue la


censura e incautación de “El Libro Negro de la Justicia Chilena” (1999), de la periodista
Alejandra Matus. El libro detalla las malas prácticas del Poder Judicial, incluyendo
gravísimas acusaciones contra el Presidente de la Corte Suprema de la época, Servando
Jordán.

El libro fue incautado al día siguiente de su publicación y Matus fue acusada del delito de
desacato tipificado en la Ley de Seguridad Interior del Estado. Matus pidió asilo político en
EE. UU.

El caso llegó a la Comisión Interamericana de DD.HH. pero no alcanzó a llegar a la Corte,


ya que el Congreso chileno derogó el delito de desacato. Luego de esta modificación,
Matus volvió a Chile y republicó el libro.

Vinculación del N°12 con el N°4:

El 19 N°4 protege a la vida privada de la persona y su familia, el 19 N°12 consiste en la


libertad de expresión, por lo tanto yo podría publicar una información incluso siendo
informaciones falsas, a menos que se probara que se sabía de la falsedad de la
información o se hubiese sido negligente en averiguar su veracidad (actual malice) esa es
la vinculación entre la libertad de prensa y el conflicto con la vida privada.

Modificación a raíz del falo de la CIDH:

Otro caso relativo a la libertad de expresión, que sí llegó a la Corte Interamericana, tuvo
que ver con la película La Última Tentación de Cristo, prohibida en Chile en 1988. La
Constitución disponía la existencia un sistema de “censura cinematográfica” que prohibió
numerosas películas en la década de los ‘80.

Gracias a esto, la Corte Interamericana apuntó que se había violado el derecho a la


libertad de expresión por parte de Chile y condenaron a este a que reformara su

31
constitución. Se implantó un consejo de calificación el cual sería el encargado de clasificar
las películas a través de su contenido por límites de edad.

Disposiciones sobre este derecho aprobadas en la CC:

Toda persona, natural o jurídica, tiene derecho a la libertad de expresión y opinión, en


cualquier forma y por cualquier medio. Este derecho comprende la libertad de buscar,
recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole.

No existirá censura previa sino únicamente las responsabilidades ulteriores que determine
la ley.

ARTÍCULO 19 N° 16: LIBERTAD DE TRABAJO Y DERECHOS LABORALES

“La Constitución asegura a todas las personas:


16º.- La libertad de trabajo y su protección.

Toda persona tiene derecho a la libre contratación y a la libre elección del trabajo con una
justa retribución.

Se prohíbe cualquiera discriminación que no se base en la capacidad o idoneidad personal,


sin perjuicio de que la ley pueda exigir la nacionalidad chilena o límites de edad para
determinados casos.

Ninguna clase de trabajo puede ser prohibida, salvo que se oponga a la moral, a la
seguridad o a la salubridad públicas, o que lo exija el interés nacional y una ley lo declare
así. Ninguna ley o disposición de autoridad pública podrá exigir la afiliación a organización
o entidad alguna como requisito para desarrollar una determinada actividad o trabajo, ni
la desafiliación para mantenerse en éstos. La ley determinará las profesiones que
requieren grado o título universitario y las condiciones que deben cumplirse para
ejercerlas. Los colegios profesionales constituidos en conformidad a la ley y que digan
relación con tales profesiones, estarán facultados para conocer de las reclamaciones que
se interpongan sobre la conducta ética de sus miembros. Contra sus resoluciones podrá
apelarse ante la Corte de Apelaciones respectiva. Los profesionales no asociados serán
juzgados por los tribunales especiales establecidos en la ley.[…]”.

“[…] La negociación colectiva con la empresa en que laboren es un derecho de los


trabajadores, salvo los casos en que la ley expresamente no permita negociar. La ley
establecerá las modalidades de la negociación colectiva y los procedimientos adecuados
para lograr en ella una solución justa y pacífica. La ley señalará los casos en que la
negociación colectiva deba someterse a arbitraje obligatorio, el que corresponderá a
tribunales especiales de expertos cuya organización y atribuciones se establecerán en ella.

32
No podrán declararse en huelga los funcionarios del Estado ni de las municipalidades.
Tampoco podrán hacerlo las personas que trabajen en corporaciones o empresas,
cualquiera que sea su naturaleza, finalidad o función, que atiendan servicios de utilidad
pública o cuya paralización cause grave daño a la salud, a la economía del país, al
abastecimiento de la población o a la seguridad nacional. La ley establecerá los
procedimientos para determinar las corporaciones o empresas cuyos trabajadores estarán
sometidos a la prohibición que establece este inciso;”.

Como ya tuvimos ocasión de señalar, este artículo no consagra un derecho al trabajo, sino
una libertad de trabajo. No obstante, es importante ya que señala las bases
fundamentales de la legislación laboral, cuyo detalle se encuentra en el Código del Trabajo
y otras leyes especiales.
Un principio constitucional de la legislación laboral es la prohibición de discriminación. La
Constitución prohíbe cualquiera discriminación que no se base en la capacidad o
idoneidad personal, la nacionalidad chilena o la edad, en determinados casos.

El Código del Trabajo define en el artículo 2 inciso IV los actos de discriminación,


entendiendo por tales “las distinciones, exclusiones o preferencias basadas en motivos de
raza, color, sexo, maternidad, lactancia materna, amamantamiento, edad, estado civil,
sindicación, religión, opinión política, nacionalidad, ascendencia nacional, situación
socioeconómica, idioma, creencias, participación en organizaciones gremiales, orientación
sexual, identidad de género, filiación, apariencia personal, enfermedad o discapacidad u
origen social, que tengan por objeto anular o alterar la igualdad de oportunidades o de
trato en el empleo y la ocupación”.

Un elemento fundamental de la relación laboral es el contrato de trabajo, que puede ser


individual o colectivo. De acuerdo con el artículo 7, el contrato individual es “una
convención por la cual el empleador y el trabajador se obligan recíprocamente, éste a
prestar servicios personales bajo dependencia y subordinación del primero, y aquél a
pagar por estos servicios una remuneración determinada”.
De acuerdo con el artículo 9, el contrato de trabajo es consensual. La sanción por la falta
de escrituración es una multa para el empleador.

Dijimos que de acuerdo con la regulación constitucional, ninguna clase de trabajo puede
ser prohibida, salvo que se oponga a la moral, a la seguridad o a la salubridad públicas, o
que lo exija el interés nacional y una ley lo declare así. También señalamos que podían
prescribirse límites de edad. El Código del Trabajo contiene algunas limitaciones, entre
las que encontramos las siguientes:

1. Menores de dieciocho años y mayores de quince podrán celebrar contratos de


trabajo sólo para realizar trabajos ligeros que no perjudiquen su salud y desarrollo,
siempre que cuenten con autorización expresa de sus representantes.

33
2. Los menores de veintiún años no podrán ser contratados para trabajos mineros
subterráneos sin someterse previamente a un examen de aptitud.

3. Los menores de dieciocho años tienen prohibición de trabajar en cabarets y otros


establecimientos análogos que presenten espectáculos vivos, como también en los
que expendan bebidas alcohólicas que deban consumirse en el mismo
establecimiento, y en cualquier caso, trabajar en recintos o lugares donde se
realicen o exhiban espectáculos de significación sexual.

4. Menores de quince años podrán trabajar, previa autorización de sus


representantes y del Tribunal de Familia competente, en espectáculos de teatro,
cine, radio, televisión, circo u otras actividades similares.

También autoriza la Constitución que pueda discriminarse en razón de la nacionalidad.


De acuerdo con el artículo 19 del Código, al menos el 85% de los trabajadores que sirvan a
un mismo empleador será de nacionalidad chilena, exceptuándose el empleador que no
ocupa más de veinticinco trabajadores.

No obstante, esta regulación contiene varias reglas que matizan este porcentaje:

1. Se toma en cuenta el número total de trabajadores que un empleador ocupe


dentro del territorio nacional y no el de las distintas sucursales separadamente.
2. Se excluye al personal técnico especialista.
3. Para estos efectos, se considera como chileno al extranjero cuyo cónyuge o
conviviente civil o sus hijos sean chilenos o que sea viudo o viuda de cónyuge
chileno, y también a los extranjeros residentes por más de cinco años en el país.

El Código del Trabajo también regula el contrato colectivo de trabajo, que es aquel
celebrado por uno o más empleadores con una o más organizaciones sindicales o con
trabajadores que se unan para negociar colectivamente, o con unos y otros, con el objeto
de establecer condiciones comunes de trabajo y de remuneraciones por un tiempo
determinado.

La negociación colectiva es un derecho garantizado en la Constitución, con algunas


excepciones como algunas empresas con participación del Estado, y respecto de algunos
trabajadores, como aquellos que tienen facultades de representación del empleador y que
estén dotados de facultades generales de administración, como gerentes y subgerentes.

El derecho a huelga, por otra parte, sólo se encuentra garantizado indirectamente en la


Constitución a contrario sensu, ya que la disposición constitucional señala que no podrán
declararse en huelga los funcionarios del Estado ni de las municipalidades, ni de ciertas
empresas privadas. No obstante, está garantizado en el Código del Trabajo (artículos 345 y
siguientes).

34
Se prohíbe el reemplazo de los trabajadores en huelga. La Inspección del Trabajo puede
requerir el retiro inmediato de los trabajadores reemplazantes.

No podrán declararse en huelga los trabajadores que presten servicios en corporaciones o


empresas, cualquiera sea su naturaleza, finalidad o función, que atiendan servicios de
utilidad pública o cuya paralización cause grave daño a la salud, a la economía del país, al
abastecimiento de la población o a la seguridad nacional.

Esta calificación se realiza cada dos años (en julio), por resolución conjunta de los
Ministros del Trabajo, Defensa y Economía. La calificación puede ser reclamada ante la
Corte de Apelaciones. Actualmente hay 91 empresas con esta calificación, entre las que se
encuentran Enel Distribución, Gasco, Metrogas, Colbún Transmisión, Aguas Andinas, y los
terminales portuarios de Antofagasta y Arica (son empresas con participación del Estado).

ARTÍCULO 19 N° 24: DERECHO DE PROPIEDAD

“La Constitución asegura a todas las personas:


24º.- El derecho de propiedad en sus diversas especies sobre toda clase de bienes
corporales o incorporales.

Sólo la ley puede establecer el modo de adquirir la propiedad, de usar, gozar y disponer de
ella y las limitaciones y obligaciones que deriven de su función social. Esta comprende
cuanto exijan los intereses generales de la Nación, la seguridad nacional, la utilidad y la
salubridad públicas y la conservación del patrimonio ambiental.

Nadie puede, en caso alguno, ser privado de su propiedad, del bien sobre que recae o de
alguno de los atributos o facultades esenciales del dominio, sino en virtud de ley general o
especial que autorice la expropiación por causa de utilidad pública o de interés nacional,
calificada por el legislador. El expropiado podrá reclamar de la legalidad del acto
expropiatorio ante los tribunales ordinarios y tendrá siempre derecho a indemnización por
el daño patrimonial efectivamente causado, la que se fijará de común acuerdo o en
sentencia dictada conforme a derecho por dichos tribunales. […]”

El derecho de propiedad o dominio es el más importante de los derechos reales. Los


derechos reales son aquellos que se tiene sobre una cosa, a diferencia de los derechos
personales, que pueden exigirse de una persona determinada.

Como todos los derechos reales, la propiedad es un derecho absoluto, erga omnes: se
tiene la propiedad sobre una cosa frente a todas las personas (no respecto de una persona
en específico).

Se dice además que el derecho real de propiedad es pleno: confiere todas las facultades
posibles sobre una cosa: usar, gozar y disponer. Otros derechos reales, como el usufructo,

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sólo otorgan las facultades de uso y goce, mientras quien conserva la llamada nuda
propiedad sólo posee la facultad de disposición.

El dominio o propiedad está definido en el inciso primero del artículo 582 del Código Civil:
“El dominio (que se llama también propiedad) es el derecho real en una cosa corporal,
para gozar y disponer de ella arbitrariamente; no siendo contra la ley o contra derecho
ajeno”.

La importancia de la regulación constitucional es que ésta reconoce la llamada “función


social de la propiedad”, en virtud de la cual ésta puede eventualmente ceder frente a
consideraciones sociales.

La función social de la propiedad, de acuerdo a lo establecido en el texto constitucional,


implica limitaciones a la propiedad y obligaciones para el propietario.

Esta función social se deriva, siempre de acuerdo con el texto constitucional, de los
intereses generales de la Nación, la seguridad nacional, la utilidad y la salubridad públicas
y la conservación del patrimonio ambiental.

El acto de mayor afectación a la propiedad en virtud de su función social es la privación


total de ésta. Es la llamada expropiación, regulada someramente en la Constitución y en
una ley orgánica (DL 2186 de 1978).

La Constitución contiene las siguientes reglas acerca de la expropiación:

1. Sólo puede realizarse a través de una ley.


2. El expropiado puede reclamar en contra del acto expropiatorio.
3. Sea que haya reclamado o no, siempre tendrá derecho a ser indemnizado.
4. A falta de acuerdo sobre la forma de pago, la indemnización debe ser pagada en
dinero efectivo y al contado.
5. El monto de la indemnización, a falta de acuerdo, es determinado por peritos.
6. La toma de posesión del bien expropiado es posterior a la indemnización.
7. De existir un reclamo, puede suspenderse la toma de posesión.

La utilización masiva e intensa de la expropiación en la propiedad agraria durante los años


‘60 y comienzos de los ‘70 generó un rechazo y desconfianza hacia la expropiación por
parte de los terratenientes. Por esta razón, la regulación constitucional y legal de la
expropiación tiende en gran medida a desvirtuar la función social de la propiedad.

Otras regulaciones tienen presente la necesidad de lograr un equilibrio. Por ejemplo, la


GrundGesetz (Ley fundamental alemana) señala en su artículo 14.3.: “La expropiación está
permitida sólo por razones de bien común. Podrá ser efectuada sólo por ley o en virtud de
una ley que establezca el modo y el monto de la indemnización. La indemnización se fijará
considerando en forma equitativa los intereses de la comunidad y de los afectados. En

36
caso de discrepancia sobre el monto de la indemnización quedará abierta la vía judicial
ante los tribunales ordinarios”.

Concluye la disposición del artículo 19 Nº 24 con dos regímenes de propiedad especiales


muy importantes: las minas y las aguas (una “especie de propiedad”).

Sobre las minas, señala el artículo 19 Nº 24 que “El Estado tiene el dominio absoluto,
exclusivo, inalienable e imprescriptible de todas las minas, comprendiéndose en éstas las
covaderas, las arenas metalíferas, los salares, los depósitos de carbón e hidrocarburos y
las demás sustancias fósiles, con excepción de las arcillas superficiales, no obstante la
propiedad de las personas naturales o jurídicas sobre los terrenos en cuyas entrañas
estuvieren situadas. Los predios superficiales estarán sujetos a las obligaciones y
limitaciones que la ley señale para facilitar la exploración, la explotación y el beneficio de
dichas minas”.

Aunque el Estado sea dueño de las minas, puede otorgarlas en concesión. En el derecho
minero se distinguen las concesiones de exploración de las concesiones de explotación o
pertenencias.

La disposición constitucional contiene además una regulación somera del procedimiento


de concesión, el que está regulado con más detalle en el Código de Minería.

En principio, todos los minerales son susceptibles de concesión, salvo:

a) Los hidrocarburos líquidos o gaseosos;


b) El litio (la reciente licitación del litio es para su explotación, pero se mantiene como
no concesible);
c) Los yacimientos existentes en las aguas marítimas sometidas a la jurisdicción
nacional;
d) Los yacimientos situados en zonas de importancia para la seguridad nacional.

Existen dos minerales que, si bien son concesibles, el Estado tiene la primer opción de
compra en cualquier producto minero en los que tengan presencia significativa: son el
uranio y el torio.

La disposición del numeral 24 concluye con una polémica inclusión de los derechos de
aprovechamiento de las aguas.

Las aguas son bienes nacionales de uso público. En rigor debiese ser un bien común a la
humanidad, pero la escasez del agua dulce, tanto en nuestro país como en el mundo
entero, hace necesaria una gestión eficiente de este recurso.

Es por eso que el agua, en tanto bien nacional de uso público, también es concesible a
particulares. A esto se refiere el inciso final del artículo 19 Nº 24: “Los derechos de los

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particulares sobre las aguas, reconocidos o constituidos en conformidad a la ley,
otorgarán a sus titulares la propiedad sobre ellos”.

Disposiciones sobre este derecho en el proyecto:

El derecho de propiedad está consagrado en el artículo 78. Comienza señalando que


“Toda persona, natural o jurídica, tiene derecho de propiedad en todas sus especies y
sobre toda clase de bienes, salvo aquellos que la naturaleza ha hecho comunes a todas las
personas y los que la Constitución o la ley declaren inapropiables” (nótese que esta
redacción confunde el derecho de propiedad con el derecho a la propiedad).

Agrega que corresponderá a la ley determinar “el modo de adquirir la propiedad, su


contenido, límites y deberes, conforme con su función social y ecológica”, y finaliza con
algunas reglas sobre la expropiación: principio de legalidad, causa de utilidad pública o
interés general, derecho a indemnización por el “justo precio” del bien expropiado, pago
previo a la toma de posesión y el derecho a reclamar de la legalidad del acto
expropiatorio, del monto y de la modalidad de pago. Concluye señalando que la causa
invocada para llevar a cabo la expropiación siempre debe estar “debidamente fundada”.

A continuación, el artículo 79 consagra el derecho de los pueblos y naciones indígenas “a


sus tierras, territorios y recursos”, señalando que la propiedad de las tierras indígenas
goza de especial protección, y que el Estado “establecerá instrumentos jurídicos eficaces
para su catastro, regularización, demarcación, titulación, reparación y restitución”. Con
respecto a esta última, se señala que “constituye un mecanismo preferente de reparación,
de utilidad pública e interés general”, lo que lo vincula directamente con la expropiación.

III. ACCIÓN DE PROTECCIÓN

El mecanismo para proteger los derechos fundamentales en nuestro sistema es la Acción


constitucional de protección de garantías fundamentales, acción cautelar que otorga una
amplia libertad a la judicatura para tomar todas las medidas necesarias para restablecer el
imperio del derecho.

No es un recurso propiamente tal (pese a que tradicional y coloquialmente se le conoce


así), ya que un recurso es un mecanismo de impugnación de resoluciones judiciales, y eso
es justamente algo para lo que no sirve la acción de protección.

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Se encuentra contemplado en el Artículo 20 de la Constitución, y también por un Auto
Acordado de la Corte Suprema, el que señala plazo de interposición, legitimación activa y
forma de vista del recurso, entre otros aspectos procesales.

Artículo 20.- El que por causa de actos u omisiones arbitrarios o ilegales sufra privación,
perturbación o amenaza en el legítimo ejercicio de los derechos y garantías establecidos
en el artículo 19, números 1º, 2º, 3º inciso quinto, 4º, 5º, 6º, 9º inciso final, 11º,12º, 13º,
15º, 16º en lo relativo a la libertad de trabajo y al derecho a su libre elección y libre
contratación, y a lo establecido en el inciso cuarto, 19º, 21º, 22º, 23º, 24°, y 25º podrá
ocurrir por sí o por cualquiera a su nombre, a la Corte de Apelaciones respectiva, la que
adoptará de inmediato las providencias que juzgue necesarias para restablecer el imperio
del derecho y asegurar la debida protección del afectado, sin perjuicio de los demás
derechos que pueda hacer valer ante la autoridad o los tribunales correspondientes.

Procederá, también, el recurso de protección en el caso del Nº 8º del artículo 19, cuando
el derecho a vivir en un medio ambiente libre de contaminación sea afectado por un acto
u omisión ilegal imputable a una autoridad o persona determinada.

La primera parte de la disposición: “El que por causa de actos u omisiones arbitrarios o
ilegales sufra privación, perturbación o amenaza en el legítimo ejercicio de los derechos y
garantías establecidos en el artículo 19 […]”; puede desglosarse en los siguientes
elementos:

1. “El que”
2. “por causa de actos u omisiones”
3. “arbitrarios o ilegales”
4. “sufra privación, perturbación o amenaza en el legítimo ejercicio de los derechos y
garantías establecidos en el artículo 19”

1. “El que…”

Esta fórmula, propia de los tipos penales, implica que cualquier persona afectada está
legitimada activamente para recurrir de protección.

En el ámbito constitucional tiene un significado aún más amplio. Puede ser incluso un
menor de edad o incapaz, o también -de manera discutible como ya mencionamos- una
persona jurídica.

Como veremos más adelante, tampoco es necesario el patrocinio de un abogado (puede


interponerse de manera personal). Lo único que sí ha requerido la jurisprudencia es que
exista un interés personal (entendido como una afectación directa) respecto de la persona
que deduce la acción. No es una “acción popular”.

2. “por causa de actos u omisiones”

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La acción de protección no procede únicamente contra determinados actos, sino también
contra omisiones (esto es, la falta de una acción requerida).

Esto tiene importancia respecto de omisiones de los servicios públicos. Si


constitucionalmente se requiere que un determinado órgano del Estado actúe en un
determinado sentido y no lo hace, procede la acción de protección.

3. “arbitrarios o ilegales”

La acción de protección procede contra actos u omisiones arbitrarios o ilegales.

Los actos ilegales son actos contrarios a derecho, pero también puede proceder la acción
de protección frente a un acto u omisión no ilegal, pero sí arbitrario: que establezca una
diferencia de trato entre personas que debiesen ser tratadas de la misma manera.

4. “sufra privación, perturbación o amenaza…”

La acción de protección no procede únicamente cuando ya se ha vulnerado un derecho


fundamental, sino también cuando hay una perturbación de éste, o incluso una amenaza.

Esto es especialmente relevante a propósito de algún proyecto que aún no se ha


concretado, o incluso una política que no ha sido implementada. Basta la amenaza para
motivar fundadamente una acción de protección.

La segunda parte de la disposición: “[…] números 1º, 2º, 3º inciso quinto, 4º, 5º, 6º, 9º
inciso final, 11º, 12º, 13º, 15º, 16º en lo relativo a la libertad de trabajo y al derecho a su
libre elección y libre contratación, y a lo establecido en el inciso cuarto, 19º, 21º, 22º, 23º,
24°, y 25º[…]”; así como el inciso II de la disposición: “Procederá, también, el recurso de
protección en el caso del Nº 8º del artículo 19, cuando el derecho a vivir en un medio
ambiente libre de contaminación sea afectado por un acto u omisión ilegal imputable a
una autoridad o persona determinada”; se refieren a qué derechos están protegidos por
esta acción.
Como puede apreciarse, la enumeración no es completa, aunque sí bastante amplia. Hay
algunos derechos del catálogo del artículo 19 que no dan origen a la acción de
protección.

A. Derechos excluidos de la protección constitucional:

1. En el numeral 3, el único inciso protegido es el quinto, que se refiere al tribunal previo:


“Nadie podrá ser juzgado por comisiones especiales, sino por el tribunal que señalare la
ley y que se hallare establecido por ésta con anterioridad a la perpetración del hecho”.

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Como estudiamos en su momento, las disposiciones del 19 Nº 3 son más bien dirigidas al
legislador.

2. El numeral 7 no está protegido por la acción de protección, ya que tiene una acción
constitucional específica tan importante como la acción de protección: la acción de
amparo o habeas corpus.

3. El numeral 8, el derecho a vivir en un medio ambiente libre de contaminación, tiene una


limitación puntual que está establecida en la misma disposición constitucional:

“Procederá, también, el recurso de protección en el caso del Nº 8º del artículo 19, cuando
el derecho a vivir en un medio ambiente libre de contaminación sea afectado por un acto
u omisión ilegal imputable a una autoridad o persona determinada”.

Recordemos que el numeral 8 es considerado una “supragarantía”, ya que el mismo


constituyente inclina la balanza de ponderación. Señala el inciso segundo de dicho
numeral: “La ley podrá establecer restricciones específicas al ejercicio de determinados
derechos o libertades para proteger el medio ambiente”.

4. En el numeral 9, el derecho a la protección de la salud, sólo está protegido el inciso


final: “Cada persona tendrá el derecho a elegir el sistema de salud al que desee acogerse,
sea éste estatal o privado”.

Este numeral es probablemente uno de los más criticables de no estar cubierto por la
acción de protección y refleja el desmedro de los derechos sociales frente a los
individuales.

5. Los numerales 10 (derecho a la educación) y 14 (derecho de petición) no están


protegidos de manera alguna.

El primero es otro de aquellos derechos sociales de escasa importancia para el


constituyente, mientras que el segundo es principalmente el fundamento de la acción
procesal, y respecto de la petición a la autoridad administrativa existen otras vías.

6. En el numeral 16 (libertad de trabajo) sólo está protegido, como señala el mismo


artículo 20, la libertad de trabajo y el derecho a su libre elección y libre contratación.

A contrario sensu, no se protege la justa retribución, la discriminación (aunque como ya


vimos esta tiene una acción cautelar específica) ni el derecho de negociación colectiva.
Además, como ya vimos, el derecho de huelga está regulado de manera muy precaria.

41
7. Finalmente, los numerales 17 (admisión a empleos públicos), 18 (derecho a la seguridad
social), 20 (igual repartición de tributos y cargas públicos) y 26 (salvaguarda de los
derechos fundamentales) tampoco están protegidos de manera alguna.

Por último, la tercera parte de la disposición: “[…] podrá ocurrir por sí o por cualquiera a
su nombre, a la Corte de Apelaciones respectiva, la que adoptará de inmediato las
providencias que juzgue necesarias para restablecer el imperio del derecho y asegurar la
debida protección del afectado, sin perjuicio de los demás derechos que pueda hacer
valer ante la autoridad o los tribunales correspondientes”; puede desglosarse en los
siguientes elementos:

1. “podrá ocurrir por sí o por cualquiera a su nombre”


2. “a la Corte de Apelaciones respectiva”
3. “la que adoptará de inmediato las providencias que juzgue necesarias para
restablecer el imperio del derecho y asegurar la debida protección del afectado”
4. “sin perjuicio de los demás derechos que pueda hacer valer ante la autoridad o los
tribunales correspondientes”

1. “podrá ocurrir por sí o por cualquiera a su nombre”

Como ya se mencionó y revisaremos nuevamente a propósito de la tramitación procesal,


la acción de protección no requiere patrocinio de abogado.

Sin embargo, los alegatos ante la Corte de Apelaciones (y eventualmente ante la Corte
Suprema en la apelación de esta acción) sí requieren la comparecencia de un abogado.

2. “a la Corte de Apelaciones respectiva”

La Corte de Apelaciones es el tribunal competente para conocer en primera instancia de la


acción de protección. En segunda instancia es la Corte Suprema.

Que sea la “Corte de Apelaciones respectiva” se refiere a que sólo una (eventualmente
dos) Corte de Apelaciones es la competente, como veremos más adelante.

3. “la que adoptará de inmediato las providencias que juzgue necesarias para
restablecer el imperio del derecho y asegurar la debida protección del afectado”

La Corte de Apelaciones tiene amplias facultades en la acción de protección. Puede


eventualmente revocar (limitadamente) decisiones de la administración, imponer
obligaciones autoejecutivas a personas naturales y jurídicas (también de manera limitada,
y con efectos relativos) y ordenar la ejecución de actos en derecho público y derecho
privado, aunque la ejecución de estas resoluciones es discutida.

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Como veremos, generalmente la primera resolución de la Corte es solicitar un informe a la
autoridad o persona recurrida. Si no se evacúa el informe, la Corte puede imponer multas
ante el incumplimiento.

La expresión “adoptará de inmediato” se refiere a la posibilidad de decretar una Orden de


no innovar, que revisaremos más adelante.

4. “sin perjuicio de los demás derechos que pueda hacer valer ante la autoridad o los
tribunales correspondientes”

Salvo excepciones, la acción de protección no es incompatible con acciones posteriores o


simultáneas que puedan hacerse valer frente al mismo hecho. El hecho que motiva la
protección puede, por ejemplo, generar responsabilidad civil, penal o administrativa.

La acción de protección es únicamente cautelar (restablecer el imperio del derecho) y con


carácter de urgencia. Para establecer responsabilidades se requiere un juicio de lato
conocimiento. La acción de protección no es apta para establecer responsabilidades.

B. Tramitación de la acción de protección:

La tramitación de la acción de protección no se encuentra regulada ni en la Constitución ni


en alguna ley, sino en un auto acordado de la Corte Suprema (modificado por distintos
autos acordados posteriores), lo cual ha traído problemas de constitucionalidad.

Este auto acordado regula cuatro aspectos fundamentales:

1. Tribunal competente
2. Procedimiento
3. Sentencia
4. Apelación

1. Tribunal competente:

El tribunal competente para conocer y resolver una acción de protección es la Corte de


Apelaciones en cuyo territorio hubiere ocurrido el acto u omisión arbitrario o ilegal, o
donde éstos hubieren producido sus efectos, a elección del recurrente.

43
Hay 17 Cortes de apelaciones en el país: una por cada región del país, salvo la Región
Metropolitana que tiene dos.

La acción debe interponerse dentro del plazo fatal de treinta días corridos contados desde
la ejecución del acto o la ocurrencia de la omisión o, según la naturaleza de éstos, desde
que se haya tenido noticias o conocimiento cierto de los mismos.

2. Procedimiento:

El libelo de protección puede interponerse por el afectado o por cualquiera otra persona
en su nombre, capaz de parecer en juicio, aunque no tenga para ello mandato especial,
por escrito en papel simple o por cualquier medio electrónico.

Presentado el recurso, el Tribunal examinará en cuenta si ha sido interpuesto en tiempo y


si se mencionan hechos que puedan constituir la vulneración de derechos fundamentales.

Si su presentación es extemporánea o no se señalan dichos hechos, el recurso es


declarado inadmisible.

Contra esta resolución procede: recurso de reposición ante el mismo tribunal (dentro de
tercero día).

En subsidio, apelación para ante la Corte Suprema, recurso que también será resuelto en
cuenta.

*En cuenta – Previa vista de la causa*

Son las dos formas de tramitar un recurso de apelación.

En cuenta: el recurso se resuelve únicamente con el mérito de la cuenta que da el relator


de la causa en la sala.
Previa vista de la causa: trámite complejo, denominado también la citación para oír
sentencia en segunda instancia, que consiste en los siguientes trámites: anuncio –
relación – alegatos.

Para que una apelación se revise previa vista de la causa, es necesario solicitarlo. No
obstante, en algunos casos (como los mencionados recién) la misma norma limita la
tramitación únicamente en cuenta.

3. Orden de no innovar:

Admitido el libelo de protección, la regla general es que la acción, antes de ser resuelta en
el fondo, no afecta el desarrollo de la acción u omisión arbitraria o ilegal, lo cual puede
traer consecuencias irreversibles en casos urgentes.

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En tales casos, la Corte puede paralizar o suspender los efectos de la acción u omisión a
través de una “Orden de no innovar” (ONI).

Si la acción es admitida a tramitación, la Corte de Apelaciones ordenará que informe, por


la vía que estime más rápida y efectiva, la persona o personas, funcionarios o autoridad
que según el libelo o en concepto del Tribunal son los causantes del acto u omisión
arbitraria o ilegal, fijándole un plazo breve y perentorio para emitir el informe, remitiendo
todos los antecedentes que existan en su poder sobre el asunto motivo de la acción.

También puede solicitar informe a los terceros que, en concepto de la Corte, pudieren
resultar afectados por la sentencia de protección.

Recibido el informe y los antecedentes requeridos, o sin ellos, el Tribunal ordenará traer
los autos en relación y dispondrá agregar extraordinariamente la causa a la tabla del día
subsiguiente.

4. Sentencia:

Luego de la vista de la causa, la Corte de Apelaciones debe resolver la acción dentro del
quinto día hábil.

La sentencia puede acoger o rechazar el recurso. De acogerlo, puede adoptar algunas de


las medidas mencionadas anteriormente (recordemos que son facultades muy amplias,
pero también muy limitadas). También puede condenar en costas.

La sentencia es notificada personalmente o por el Estado diario. Sea que acoja o rechace
el recurso, es apelable para ante la Corte Suprema dentro de los cinco días siguientes.

5. Apelación:

Recibidos los autos en la Secretaría de la Corte Suprema, el Presidente del Tribunal


ordenará dar cuenta preferente del recurso en la Sala que corresponda, la cual si lo estima
conveniente, se le solicita con fundamento plausible y especialmente cuando se le pide de
común acuerdo por recurrente, recurrido y quienes hayan sido considerados como partes
en el procedimiento, podrá ordenar que sea resuelto previa vista de la causa, disponiendo
traer los autos en relación, evento en el cual el recurso se agregará extraordinariamente a
la tabla respectiva de la Sala que corresponda.

La Corte Suprema también puede solicitar informes a cualquier autoridad o persona.


También tiene el plazo de cinco días para resolver, y contra su resolución no procede
recurso alguno.

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