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¿Qué es el dolo y la culpa?

Imputación subjetiva. Bien


explicado
24 SEPTIEMBRE, 2021

Sumario. 1. Introducción; 2. La imputación subjetiva; 3. Distinción entre dolo y


culpa; 4. El dolo; 4.1. Evolución histórica; 4.2. Concepción moderna; 4.3. Tipos
de dolo; 4.3.1. Dolo directo (primer grado); 4.3.2. Dolo indirecto (segundo
grado); 4.3.3. Dolo eventual; 5. La culpa; 5.1. Modalidades de la culpa; 5.2. La
culpa consciente; 5.3. La culpa inconsciente; 6. Elementos especiales
subjetivos del tipo; 6.1. Tendencia interna trascendente; 6.1.1. Delitos
mutilados en dos actos; 6.1.2. Delitos de resultado cortado; 6.2. Tendencia
interna intensificada; 7. La preterintencionalidad (dolo y culpa); 8.
Conclusiones; 9. Bibliografía.

1. Introducción 

A lo largo de la historia del derecho penal podemos encontrar momentos en


los que no se tomaba en cuenta la subjetividad en el agente activo. Así, al
momento de atribuirle responsabilidad penal, bastaba únicamente con
verificar la realización objetiva de su conducta lesiva.

Hoy en día, la doctrina penal contemporánea sostiene que la sola producción


objetiva de un resultado típico no es suficiente para realizar el juicio de
tipicidad, pues también es necesario analizar el aspecto subjetivo del autor.
Ello en estricto cumplimiento del artículo VII del Título Preliminar del Código
Penal, que contiene la prohibición de cualquier forma de atribución de
responsabilidad penal puramente objetiva.

Responsabilidad Penal

Artículo VII.- La pena requiere de la responsabilidad penal del autor. Queda


proscrita toda forma de responsabilidad objetiva.

Tanto más si en el art. 11 del CP se reconoce el tipo subjetivo al referirse al


hecho punible (delitos y faltas) de la siguiente forma:

Artículo 11.- Delitos y faltas


Son delitos y faltas las acciones u omisiones dolosas o culposas penadas por
la ley.

De esta forma, se instituye una característica del sistema penal


contemporáneo, esto es, la tipificación de la conducta humana con relevancia
penal desde un doble componente objetivo y subjetivo del tipo penal (Van
Weezel, 2011, p. 23).

2. La imputación subjetiva

La superación de la imputación subjetiva sobre la conducta típica va más allá


de verificar un acontecimiento causal, pues pretende analizar si el agente
activo, al momento de obrar, actuó conociendo y queriendo realizar dicha
conducta, con lo cual nos referimos al elemento cognoscitivo y volitivo
del dolo; o si el agente activo obra a título de culpa u obra con un ánimo
específico o tendencia interna advertida por el legislador en la redacción de la
norma, lo que respectaría a los elementos especiales subjetivos del tipo.

Así, la imputación subjetiva analiza además del grado de conocimiento, el


grado de evitabilidad del agente activo que termina produciendo el hecho
típico. La superación positiva de este análisis configura la tipicidad a nivel
subjetivo. En cambio, de encontrarse una causal que fracture la atribución de
responsabilidad subjetiva (como, por ejemplo, el error de tipo), decaerá en
atipicidad. Tal y como desarrolla la siguiente jurisprudencia (La Rosa Gómez,
1999, p. 103):

[…] Solo existe tipicidad cuando el hecho se ajusta al tipo; es decir, cuando
corresponde a las características objetivas y subjetivas del modelo legal
formulado por el legislador. Por lo tanto, la tipicidad no está limitada
solamente a la descripción del hecho objetivo —manifestación de la voluntad y
resultado perceptible del mundo exterior—, sino que también contiene la
dirección de la voluntad del autor como proceso psicológico necesario para la
constitución del tipo de delito, esto es, la parte subjetiva, que corresponde a
los procesos psíquicos y constitutivos, tales como el dolo, culpa y elementos
subjetivos del injusto o del tipo […]

3. Distinción entre dolo y culpa

En la teoría del delito, se distinguen clásicamente dos formas del tipo


subjetivo, el dolo y la culpa. Hoy en día, la necesidad de esta diferenciación no
responde únicamente a mera didáctica. Sino también, al momento de
determinar si la conducta del autor fue dolosa o culposa, para luego
establecer consecuencias tales como un aumento de punibilidad o la
imposibilidad de aplicar una pena ante determinados tipos que no admiten un
accionar culposo (Villa Stein, 2014, p. 319).

Buscar una única definición no se ajustaría a las exigencias contemporáneas


que se requieren para acreditar la imputación subjetiva. Por ello, lo que resulta
sistemáticamente más aconsejable es identificar las distintas clases de dolo o
de culpa, para proceder luego a formular una definición general con base en el
denominador común presente en cada una de ellas (García Cavero, 2019, p.
498).

Por tanto, dentro del dolo se reconocen actualmente tres clases: i) dolo


directo, ii) dolo indirecto y iii) dolo eventual. En cuanto a la culpa, en cuanto a
sus modalidades, se distingue
entre i) imprudencia, ii) negligencia, iii) impericia e iv) infracción al deber de
cuidado (Jeschek y Weigend, 2002, p. 437).

4. El dolo

El dolo, a lo largo del tiempo, ha sido definido por numerosos e importantes


autores. Por ello, podemos encontrar aquella definición clásica consistente en
que el dolo es la voluntad consciente, encaminada u orientada a la
perpetración de un acto que la ley tipifica como delito.

En palabras del maestro Manzini, el dolo es la voluntad consciente y no


coaccionada de ejecutar un hecho lesivo a un interés jurídicamente tutelado.
Mientras que para Jiménez de Asúa, el dolo es la producción del resultado
típico, con intención y conocimiento de realizar dicha acción (Almanza y Peña,
2014, p. 180).

4.1.  Evolución histórica

En suma, puede decirse que el dolo es conocimiento y voluntad de realizar un


delito o una conducta típica. Lo anterior permite establecer que el dolo está
integrado, entonces, por dos elementos: un elemento cognitivo (conocimiento
de realización de la acción típica) y un elemento volitivo (querer realizar la
acción típica) (Roxin, 1997).
La afirmación anterior fue objeto de discusión entre las distintas escuelas
penales, pues, para el causalismo, el elemento cognitivo del dolo se
enmarcaba dentro del conocimiento de la antijuridicidad del hecho. Por eso,
tanto el dolo como la culpa eran analizados dentro de la culpabilidad para la
corriente causalista (Almanza y Peña, 2014, p. 181).

En cambio, el finalismo propuso el dolo y la culpa como elementos de la


tipicidad, con lo cual nos ubicamos en el tipo subjetivo. Pues aquel
conocimiento de antijuridicidad, en otras palabras, ese conocimiento del autor
respecto a que el comportamiento que está realizando se encuentra prohibido
por el derecho penal, hoy en día es un criterio que nada tiene que ver con el
dolo, pues se enmarca como un elemento de la culpabilidad.

4.2.  Concepción moderna

Es por esto que hoy en día el elemento cognitivo del dolo únicamente se


aboca al conocimiento de que se está realizando la acción típica y no en el
conocimiento de la antijuridicidad del hecho, antes denominado dolus
malus  o dolo malo. Pues este último será competencia de análisis dentro del
elemento de la culpabilidad como causal de justificación y fuera del juicio de
tipicidad.

Por otro lado, el elemento volitivo se refiere a la intencionalidad del autor al


momento de la comisión del delito. Así lo ha recogido la jurisprudencia: 

Para actuar dolosamente, el sujeto de la acción debe de saber qué es lo que


hace y conocer los elementos que caracterizan su acción como típica,
asimismo, no basta tener mero conocimiento de los elementos objetivos del
tipo, sino que es necesario además querer realizarlos voluntariamente.
(Expediente 132-98, citado por Rojas Vargas, 2000)

4.3.  Tipos de dolo

La doctrina distingue diversas clases de dolo; estas categorías implican una


simplificación de los complejos procesos psíquicos que se dan en la mente
del sujeto y su interacción con los elementos objetivos del tipo (Jescheck y
Weigend, 2002, p. 401).

4.3.1.  Dolo directo (primer grado)


En este tipo de dolo, el autor tiene el total control mental de conocer y querer
cuál es la conducta típica que se plantea realizar y la comete,
independientemente de que aquella acción dé sus resultados esperados,
como, por ejemplo, cuando el que decide matar a su víctima llega a la puerta
de su casa, la espera, la ve y le dispara al corazón (Almanza y Peña, 2014, p.
184).

En esta clase de dolo predomina el elemento volitivo; por eso, algunos autores
lo asocian a la figura de intención clara o propósito definido.

En cuanto al elemento cognitivo, no es primordial que el agente conozca que


está realizando todos los elementos del tipo objetivo, basta con que asuma
querer lograr su resultado. Por ejemplo, quien desde una gran distancia y
consciente de que es mal tirador, dispara con toda la intención de matar a otro
(Villavicencio, 2006, p. 368).

4.3.2.  Dolo indirecto (segundo grado)

El agente, cuando ejecuta un hecho ilícito, advierte o es capaz de entender


que, además del resultado que buscó generar, se producirán, de manera
inevitable, otras consecuencias.

Dicho de otro modo, entiende que, al cometer el hecho ilícito, surgirán


consecuencias necesarias e inevitables (efectos colaterales). Como ocurre,
por ejemplo, con aquel que decide matar a un funcionario, colocando un
explosivo en la carrocería del vehículo en el que viaja, con lo cual también
asesinaría al chofer y a su otro acompañante (Villavicencio, 2006).

Aquí es dominante el elemento cognoscitivo del dolo, ya que el sujeto activo


no quiere directamente las consecuencias que sabe que se van a ocasionar,
pero las admite como necesarias y vinculadas al resultado principal que
busca (Muñoz, 2002, p. 72).

Cabe destacar que no es necesario que el agente verifique o esté convencido


de que necesariamente ocurrirán estos efectos colaterales o consecuencias,
sino que basta con que sea consciente de que estos pueden ocurrir al
momento en que comete la acción típica. Identificar esta variación del dolo no
significará necesariamente una diferencia en la punibilidad (Muñoz, 2002).
4.3.3.  Dolo eventual

Es aquel que se produce cuando el sujeto se representa el hecho como una


posibilidad que podría llegar a ocurrir; no obstante, actúa aceptando dicha
posibilidad, como ocurre en el ejemplo de una persona que le tira una flecha a
un sujeto que tiene una manzana sobre la cabeza (Almanza y Peña, 2014, pp.
184-185).

Este tipo de dolo se manifiesta cuando el autor: i) considera seriamente la


posibilidad de realización del hecho y ii) se conforma con ello.

Nos referimos a consideración seria, cuando el autor valora el riesgo que se


produzca el tipo en un grado relativamente elevado. Por otro lado, nos
referimos a conformarse con ello cuando el autor acepta que puede llegar a
producirse el tipo o, por lo menos, se resigna a su resultado actuando con
temeridad e indiferencia pese a lo anterior. Podemos graficar este tipo de dolo
a través de la siguiente jurisprudencia (Rojjassi, 1997, pp. 152-153). 

La descarga eléctrica se produjo debido a que el procesado ex-profesamente


así lo hizo con la intención de asustarlo, sin medir las consecuencias fatales
que podía ocasionar; que, por lo tanto, tal resultado es imputable al acusado
por dolo eventual, toda vez que por las circunstancias del caso —aquel
reconoce que advirtió que el agraviado se encontraba sudoroso y que ello, se
sabe, aumenta la conducción de electricidad—, se confirma que el resultado
producido era previsible, siendo su accionar conectar energía eléctrica en la
rejilla del establecimiento cuando el menor se encontraba sujetado a esta,
siendo un medio idóneo para dicho resultado, por lo que no se trata de un
homicidio por omisión impropia, sino de un homicidio simple imputable a
título de dolo eventual, pues el resultado muerte se produjo debido a una
conducta comisiva, resultando ser esta, el hecho de conectar energía
eléctrica. 

Con el propósito de diferenciarlo de la culpa consciente, ofrecemos el


siguiente ejemplo contenido en la siguiente ejecutoria del 13 de mayo de 1998,
recaída en el Expediente 8619-97 (Rojjassi, 1997).

Las lesiones que sufriera la agraviada fueron causadas por el inculpado, quien
al desprender su accionar el procesado ha debido de sopesar la acción que
realizaba y que continuó haciendo. Forcejeó pudiendo causar un daño
corporal a la agraviada, dada su superioridad física y corporal, por tanto, la
conducta del agente es atribuible a título de dolo eventual, puesto que, aunque
el querer de éste no estuvo referido a producir la muerte de la agraviada, es
evidente que pudo prever su producción, diferenciándose este accionar de uno
de tipo culposo.

5. La culpa 

El tipo culposo individualiza una conducta, la diferencia consiste en que esta


conducta culposa no está individualizada en razón de la finalidad del autor,
sino porque en la forma en que se llega al resultado típico es mediante la
infracción de un deber de cuidado, ya que, en este tipo de delitos, no se trata
de verificar el conocimiento del autor, sino de determinar lo que este debía
conocer en función de determinadas exigencias normativas (Almanza y Peña,
2014, p. 184).

La particularidad de la culpa radica en que, para configurarla, no requiere


imputarle un conocimiento pleno al autor, sino un conocimiento en menor
grado que, unido a deberes de cuidado objetivamente establecidos, habría
llevado a evitar la realización del tipo penal.

No podemos, por tanto, equiparar este conocimiento con el elemento de


cognoscibilidad que ocurre en el caso del dolo, sino se trata de un
conocimiento cuantitativamente menor que el exigido para el dolo; por tanto,
la culpa tiene lugar en el insuficiente conocimiento imputado al autor sobre la
lesividad de su hecho y el criterio de evitabilidad del que se deriva la
posibilidad que tuvo de no cometer dicha lesión (Jakobs, 2005, p. 373).

Lo anteriormente señalado puede graficarse en el ejemplo en que un


conductor maneja su automóvil a 60 km/h en zona urbana, gira en una curva
sin reducir la velocidad y atropella a un transeúnte que cruzaba en ese
momento por el crucero peatonal. Dado que al ciudadano que maneja un
automóvil le incumbe, por su rol general, conocer los riesgos que genera su
conducción para los transeúntes, se le podrá imputar un conocimiento en
cierto grado de la posibilidad de atropellar a alguien, este grado de
conocimiento no genera un deber de dejar de conducir, sino de asumir ciertos
deberes de cuidado al momento de la conducción (García Cavero, 2019, p.
559).

5.1. Modalidades de la culpa


Hoy en día, la doctrina dominante establece el criterio de determinación de la
conducta culposa sobre la base de los conocimientos y capacidades
especiales del autor; por tanto, la imputación subjetiva, en este sentido,
consiste en determinar si el autor en sus circunstancias concretas tuvo
acceso un determinado grado de conocimiento que le permita evitar cometer
el resultado típico (García Cavero, 2019).

Elaborado a partir de Almanza y Peña (2014, p. 186).

5.2. La culpa consciente

También llamada culpa con representación, recibe tal denominación cuando


el sujeto se representó de forma previa (con conocimiento) el evento que
terminó ocasionando una lesión en el bien jurídico. Sin embargo, momento
previo a que ello ocurriese, el agente confía en que no se producirá el
resultado, se descarta la predominancia de un accidente (sin voluntad) en este
tipo de culpa porque el agente no quiere causar la lesión, pero advierte esta
posibilidad y, a pesar de ello, lleva a cabo la conducta. Dicho de otro modo, a
pesar de conocer la posibilidad, confía en que no se produzca.

5.3. La culpa inconsciente

En cambio, la culpa inconsciente, o también llamada culpa sin representación,


ocurre cuando el sujeto no se representó ni previó el proceso que afectó el
bien jurídico que exigía de un cuidado especial y, por tanto, debió de ser
previsto por el agente activo. Porque aun teniendo los conocimientos
necesarios que le permitirían realizar esta representación mental y advertir tal
riesgo, simplemente no lo advierte (no tiene conocimiento). Aquí el
fundamento de la punición de este tipo de culpa reside justamente en esa
posibilidad de conocimiento que debió tener el agente para advertir tal peligro.
Pues, en este caso, el agente activo ni conoce del peligro virtual sobre el
resultado ni se lo representa a sí mismo.

6. Elementos especiales subjetivos del tipo


Generalmente, el aspecto subjetivo del tipo queda integrado por el dolo o la
culpa. Sin embargo, algunos tipos exigen algo más. Denominados como
elementos especiales subjetivos, resultan ser fines o propósitos exigidos por
el legislador al momento de redactar el tipo penal. Son entendidos, por tanto,
como intenciones que exceden el mero querer de la realización del tipo,
conocidos también como ánimos particulares o propósitos
específicos (Zaffaroni y Slokar, 2000, p. 517).

Estos delitos requieren, como su propio nombre lo dice, identificar elementos


subjetivos adicionales a los generales, con los cuales trasciende o
se intensifica la parte objetiva de la conducta típica y, por ello, deben estar
debidamente ubicados en la redacción del tipo (Valderrama, 2021).

6.1. Tendencia interna trascendente

Puede dividirse a su vez en:

6.1.1. Delitos mutilados en dos actos

Son aquellos en los que la finalidad ulterior o posterior se obtendrá con una
segunda acción posterior y distinta a la realización de la primera acción. Por
ejemplo, el delito de promoción o favorecimiento al tráfico ilícito de drogas del
segundo párrafo del art. 296 del Código Penal.

6.1.2. Delitos de resultado cortado

Donde la consumación se da de manera anticipada, pues la finalidad queda


acreditada con la generación de una primera acción sin necesidad de una
segunda acción posterior. Ejemplo: en el delito de fraude procesal (art. 416
del Código Penal) no se requiere comprobar la obtención de una resolución
favorable (segunda acción), sino que basta con haber emprendido el fraude
(primera acción).

6.2. Tendencia interna intensificada

En este tipo de delitos no se evidencia una trascendencia del elemento


subjetivo que interactúe con la parte objetiva de la redacción de la norma, sino
que, en este tipo de tendencia, el elemento subjetivo descrito en el tipo penal
supone una intensificación del ánimo primigenio que contiene la conducta
típica, intensificando de esta forma aquella parte subjetiva de la acción típica.

Como sucede en los delitos de asesinato por placer, en los cuales además
del animus necandi, propio del delito de homicidio, este agravante se
configura, pues el móvil resulta ser la satisfacción personal del sujeto activo
en la realización del homicidio, lo cual lo convierte en un homicidio calificado.

Artículo 108.- Homicidio calificado

Será reprimido con pena privativa de libertad no menor de quince años el que
mate a otro concurriendo cualquiera de las circunstancias siguientes:

1. Por ferocidad, codicia, lucro o por placer.


2. Para facilitar u ocultar otro delito.
3. Con gran crueldad o alevosía.
4. Por fuego, explosión o cualquier otro medio capaz de poner en peligro
la vida o salud de otras personas.

7. La preterintencionalidad (dolo y culpa)

El llamado delito preterintencional es un supuesto de tipificación simultánea


de dolo y culpa. Se trata de una figura compuesta en la que el resultado
sobrepasa el dolo del agente activo. En un primer momento, el agente realiza
un actuar doloso que termina produciendo, además, un resultado culposo, con
lo cual se configura un delito praeter intentionem («más allá de la intención»).

Así lo ha recogido el legislador peruano en la redacción del delito de homicidio


preterintencional previsto y sancionado en el artículo 121 del último párrafo al
prever el supuesto de quien ocasiona la muerte de la víctima a consecuencia
de las lesiones que le infrinja en el momento de la ejecución del delito de robo.

Artículo 189. Robo agravado

[…]

La pena será de cadena perpetua cuando el agente actúe en calidad de


integrante de una organización criminal, o si, como consecuencia del hecho,
se produce la muerte de la víctima o se le causa lesiones graves a su
integridad física o mental.

8. Conclusiones

La tipificación de una conducta humana con relevancia penal consiste en


imputar no solo de manera objetiva, sino que debe ser también
subjetivamente imputable al autor; por tanto, existe un componente objetivo y
un componente subjetivo en el tipo penal.

La imputación subjetiva tiene la tarea de identificar si la acción típica


producida por el autor corresponde al obrar de una persona que conoce y
quiere realizarla, incluso en algunos casos obra con un ánimo o
intencionalidad (dolo) o cuando el autor obra infringiendo un deber de cuidado
(culpa) u obra con un componente tendencial en particular (elementos
subjetivos del tipo).

La diferencia trascendental entre el dolo y la culpa consiste en el grado de


conocimiento imputable al autor, ya que, para configurar la culpa, no se
requiere advertir un conocimiento pleno del autor, sino un conocimiento en
menor grado que, unido a deberes de cuidado objetivamente establecidos,
habría llevado a evitar la realización del tipo penal.

9. Bibliografía

 Almanza Altamirano, F. y Peña Gonzáles, O. (2014).  Teoría del delito.


Manual práctico para su aplicación en la teoría del caso. Lima: APECC.

 García Cavero, P. (2019) Derecho penal. Parte general. Lima: Ideas.


 Jakobs, G. (2005). Actuar y omitir. En Guillermo Jorge Yacobucci (Dir.). Los
desafíos del derecho penal en el Siglo XXI. Libro Homenaje al profesor
doctor Günther Jakobs. Lima: Ara Editores.

 Jescheck, H. y Weigend, T. (2002). Tratado de derecho penal. Parte general.


Granada: Comare.

 La Rosa Gómez de la Torre, M. (1999). Expediente 2163-97-B.


En: Jurisprudencia del proceso penal sumario. Lima: Grijley.

 Muñoz Conde, F. (2002). Derecho penal. Parte general. Valencia: Tirant lo


Blanch.

 Rojas Vargas, F. (2000). Jurisprudencia penal patrimonial. Lima: Grijley.

 Rojjassi Pella, C. (1997). Expediente 3242-94-Lima En:


Ejecutorias  supremas penales, Lima: Legrima.

 Roxin, C. (1997). Derecho penal: Parte general. Estructura de la teoría del


delito, Madrid: Civitas.

 Van Weezel, A. (2011). El dolo eventual como espacio de


discrecionalidad. Doctrina y Jurisprudencia Penal, (7), 23-52.

 Valderrama Macera, D (2021) Los elementos del tipo


penal  En: bit.ly/3zGjVZQ

 Villa Stein, J. (2014). Derecho penal. Parte general. Lima: Ara Editores.

 Villavicencio, F. (2006). Derecho penal. Parte general. Lima: Grijley.

 Zaffaroni, E.; Alagia, A. y Slokar, A. (2005). Manual de derecho penal. Parte


general. Buenos Aires: Ediar.

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