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John Locke, el pensador pragmático
LA AVENTURA DE PENSAR
JOHN LOCKE
LA AVENTURA DE PENSAR
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LA AVENTURA DE PENSAR
mente libre. Por ello, el hombre siempre puede obedecer a una ley o
violarla. Siempre es libre para decidir su curso de acción, lo cual está
íntimamente relacionado con su propuesta del liberalismo político.
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LA AVENTURA DE PENSAR
esos tratados —que son iniciales— resultan más importantes que co-
nocidas.Y, sin embargo, forman la base de los temas que hoy tanto
nos interesan: los derechos humanos y la tolerancia. Locke escribió
una carta sobre esta cuestión fundamental, que tuvo gran influencia
sobre Voltaire,5 y a través de él influyó prácticamente sobre toda
Europa. La tolerancia promueve la idea de que deben convivir ideo-
logías diferentes en un mismo país. Entre 1690 y 1704, mientras de-
sarrollaba su actividad en diferentes funciones gubernamentales,
Locke publicó tres Cartas adicionales a su texto sobre la tolerancia,
así como sus Pensamientos sobre la educación, un estudio sobre la
racionalidad del cristianismo, un tratado titulado Dirección del
entendimiento y otras ediciones consecutivas de su Ensayo sobre el
entendimiento humano, con importantes ampliaciones.
Precisamente en Pensamientos sobre la educación volvió a
mostrar su gran preocupación sobre el tema: «Quizá pueda asombrar
que recomiende razonar con los niños y, sin embargo, no puedo dejar
de pensar que es la verdadera manera en que hay que comportarse con
ellos. Entienden las razones desde que saben hablar y, si no me equi-
voco, gustan de ser tratados como criaturas razonables desde mucho
antes de lo que suele imaginarse. Se trata de una especie de orgullo
que hay que desarrollar en ellos y del que hay que servirse tanto como
sea posible, a modo de poderoso instrumento para conducirles».
Según Locke: «Cuando hablo de razonamientos entiendo sola-
mente los que se refieren a la inteligencia y están al alcance del espí-
ritu del niño. Nadie supone que un niño de tres o de siete años puede
argumentar como un hombre maduro. Los largos discursos y los
razonamientos filosóficos asombran todo lo más y confunden el es-
píritu del niño, pero no lo instruyen. Cuando digo que hay que tra-
tarlos como a criaturas razonables, entiendo, pues, que debéis hacerles
comprender, por la suavidad de vuestros modales y por el aire
tranquilo que conservaréis hasta en vuestras reprimendas, que lo que
hacéis es razonable en sí mismo, al mismo tiempo que útil y necesario
para ellos; que no es por capricho, por pasión o por fantasía por lo que
les ordenáis o les prohibís esto o aquello. Eso están perfecta-
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