Está en la página 1de 3

HUMILLACIÓN: LA EMOCIÓN QUE ESTIGMATIZA

La humillación es una emoción compleja perteneciente a las llamadas emociones


“autoconscientes”. Este tipo de emociones requieren que la persona tenga una representación
de sí misma, surgen de forma tardía en el desarrollo infantil, no tienen una expresión facial
universalmente reconocible y, además en la humillación, se da un fuerte componente cultural
que hace que no se experimente por igual en todos los contextos.
Entender la esencia de una emoción como la humillación no es fácil, así que voy a intentar
aclarar ciertos conceptos importantes para poder obtener una mayor comprensión del
término.

Las emociones son procesos psicológicos que nos sirven de sistema de alarma, advirtiéndonos
de aquello que puede suponer un peligro para nuestra existencia o por el contrario, de aquello
que nos puede resultar agradable. Las emociones pues son indispensables para nuestra
correcta adaptación al entorno que nos rodea y por tanto para nuestra supervivencia.
Las emociones cumplen tres tipos de funciones fundamentales:
Función adaptativa: como ya hemos comentado anteriormente, las emociones nos
ayudan a actuar de manera adecuada en cada situación, procurándonos una correcta
adaptación al ambiente.
Función social: cada emoción cuenta con una expresión facial determinada,
universalmente reconocible, que facilita la interacción social.
Función motivacional: la emoción dirige la conducta hacia una meta establecida, y
además marca el grado de intensidad que se va a aplicar.
Como proceso psicológico, cualquier emoción no puede observarse de forma directa, sino que
se debe inferir a partir del análisis y la comprensión del comportamiento humano.
Para que se origine una emoción, debe haber en primer lugar un suceso o una serie de sucesos
que la desencadenen y que además sean relevantes para la persona que los experimente.
Además, se tiene que dar un proceso de valoración subjetiva por parte del sujeto. Esta
valoración, es lo que difiere una emoción de otra.
El proceso emocional estaría formado por tanto por una valoración cognitiva del evento, que
aportaría información sobre qué consecuencias puede tener un determinado acontecimiento
para el individuo, y en función de dichas consecuencias, un afrontamiento, que puede ser
diferente en cada individuo. Esa diferencia es la que determina si el evento supone un daño o
amenaza, o si por el contrario puede ser un reto a superar.
A la hora de estudiar las emociones, podemos hacer dos grandes grupos:
A. Emociones primarias: el desarrollo de estas emociones está ligado a la maduración de
los sistemas neurales. Entre las emociones primarias se encuentran la sorpresa, el
asco, la alegría, la tristeza, el miedo y la ira. Las emociones primarias conllevan un
procesamiento cognitivo distintivo, una determinada representación facial y una
reacción conductual y un afrontamiento diferente.
B. Emociones secundarias: aparecen cuando se forma la identidad personal, en torno a
los 2-3 años de edad, cuando el niño empieza a internalizar las normas sociales y sabe
lo que está bien o lo que está mal. Es por eso por lo que también son llamadas
emociones sociales, morales o autoconscientes y son la vergüenza, la culpa, el orgullo
y el hubris. Otra característica que diferencian a este tipo de emociones es su
dependencia cultural, ya que no se experimentan de la misma forma en todas las
culturas.
Una de las emociones autoconscientes que ha sido tradicionalmente poco estudiada pero que
cuenta en los últimos tiempos con un mayor apoyo empírico, es la humillación.
La humillación se asocia con la rabia dirigida hacia la fuente originaria de dicha humillación,
pero también se asocia con un sentimiento de indefensión y absoluto desamparo que puede
llevar incluso al suicidio.
La humillación comparte una serie de características centrales con otras emociones como la ira
o la vergüenza. Con la ira comparte la valoración cognitiva de la injusticia, y con la vergüenza
comparte la internalización de una identidad devaluada.
Sin embargo, a diferencia de la vergüenza o la ira, en la que sólo se da una valoración del
evento, devaluación del yo o injusticia respectivamente, en la humillación la valoración del
evento incluye ambos constructos, es decir, la devaluación del yo se siente como injusta.
En los estudios de la humillación entendiéndola como una forma de dinámica social, se
conceptualiza como un proceso en el que interviene un agente perpetrador que actúa contra
una víctima, y que por lo tanto, requiere que haya un vínculo entre ambos lo suficientemente
significativo como para que a la víctima le afecte. La humillación implica experiencias para la
víctima tan negativas como sentirse estigmatizado, socialmente expuesto, denigrado o
atacado, lo que implica deseos de evitación.

La humillación provoca sentimientos profundos que tienen que ver con la pérdida del
autorrespeto.
Es aquella emoción que surge cuando la persona siente que ha perdido su valor como ser
humano, que ya no es merecedora de un trato igualitario por parte de los otros, y que está
sometido al otro, dañando su identidad.

Veamos un ejemplo de una situación en la que se puede producir un sentimiento de


humillación, en este caso entre un grupo de alumnos ante un profesor autoritario:

“El profesor X, empieza su clase cada día ordenando silencio de forma tajante. Desde que
empieza la hora hasta que se va, sus gritos y malos modos hacia sus alumnos, son constantes.
No permite ni comentarios ni desorden en su clase. Si algún alumno se salta las normas, es
castigado de inmediato. Cada día, un alumno debe salir a la pizarra a realizar un ejercicio. Si lo
hace correctamente, le ordena que vuelva a su sitio sin más, pero si se equivoca, le increpa
llamándole “inútil” y avergonzándole ante el resto de sus compañeros”.

Cuando un profesor adquiere con su alumnado una forma autoritaria de ejercer su docencia,
éstos pueden llegar a experimentar humillación. Al sentirse humillados, pueden ver socavada
su autoestima, sentirse incapaces para el aprendizaje o incluso acumular un fuerte sentimiento
de frustración.
Del mismo modo, al sentirse humillados, los alumnos pueden desmotivarse ante el aprendizaje
y experimentar falta de interés hacia la materia impartida. No obstante, cuando el alumno
canaliza su humillación hacia la ira, puede sobreponerse a esa falta de interés y desmotivación
enfocando sus emociones hacia la acción, en este caso, intentar superar la asignatura a pesar
de las dificultades.

La humillación puede ser quizás la emoción más desgarradora que pueda existir. La persona
humillada siente que su identidad como ser humano está profundamente socavada, denigrada
y herida de forma a veces irreparable. Sin embargo, frente al que intenta humillar, está el
poder de no permitirlo, y ese poder se va fraguando desde la cuna, con la educación, el
respeto a la libertad y condición individuales, y sobre todo, con una gran dosis de amor.
Quisiera finalmente terminar mi breve disertación con una reflexión de Eleanor Roosevelt:

“Nadie puede hacerte sentir inferior sin tu consentimiento”.

También podría gustarte