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Luego de que Adolf Hitler desviase fuerzas de la imparable Fall Blau hacia Stalingrado,
se libraron dentro de la ciudad intensos combates urbanos, sin que ningún bando se
hiciese con el control total de las ruinas. En noviembre de 1942, una contraofensiva
soviética atraparía al 6º Ejército Alemán, que sería aniquilado cien días después.
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Para diciembre de 1941, era claro que el rumbo de la guerra en la Unión Soviética no
era el que el Alto Mando Alemán había planeado. Leningrado y Sebastopol continuaban
resistiendo en el norte y el sur respectivamente (véase Sitio de Leningrado y Sitio de
Sebastopol), y la ofensiva contra Moscú había llegado a un punto muerto. Entonces,
cuando menos lo esperaban, los alemanes se encontraron luchando contra una
contraofensiva soviética desde la capital rusa, y tuvieron que enfrentar el hecho que a
pesar de haber asesinado y capturado a cientos de miles de soldados del Ejército Rojo
en los últimos meses, de alguna manera el Alto Mando Soviético había encontrado
reservas suficientes para emprender una poderosa contraofensiva. Tardíamente, los
invasores comprenderían que para fines prácticos, las reservas enemigas eran
inagotables.
El 1 de junio, Adolf Hitler y el Mariscal Fedor von Bock presentaron a los generales del
Grupo de Ejércitos Sur la Operación Azul los cuarteles generales de esta unidad,
ubicados en Poltava. Al 6º Ejército de Paulus se le encargó la tarea de limpiar a
Voronezh, y luego dirigirse a Stalingrado acompañado del 4º Ejército Panzer de
Hermann Hoth. Una vez allí, se encargarían de destruir los complejos industriales, y de
proteger el Cáucaso desde el norte. En aquel momento, Hitler no consideraba necesaria
la captura de la ciudad.
No contento con esto, Hitler dividió al Grupo de Ejércitos Sur en dos fuerzas: A y B, y
los colocó al mando de los Mariscales Wilhelm List y Maximilian von Weichs. Sin
esperar la opinión de Fedor von Bock, Hitler lo retiró del mando.
Aunque las reservas alemanas de combustible eran alarmantemente escasas, Hitler tomó
otra decisión polémica: dividió las fuerzas que se dirigían a Stalingrado, quitándole las
unidades mecanizadas al 6º Ejército de Paulus y desviando el ejército Panzer de Hoth
hacia el sur, para ayudar en la captura del resto de las fuerzas de Timoshenko, que se
esperaba tomaría lugar cerca de Rostov del Don. A Hitler le obsesionaba la idea de
anular los restos de las fuerzas de Timoshenko antes de que reforzaran Rostov, lo cual
no se logró a plena cabalidad, ya que muchas se retiraron a tiempo. Rostov fue atacada y
reconquistada por los alemanes el 24 de julio.
La ciudad [editar]
La ciudad tenía una importante industria y era el nudo ferroviario más desarrollado de la
línea que unía Moscú, el Mar Negro y el Cáucaso, existiendo igualmente un puerto
fluvial en servicio para la navegación por el Volga. La urbe se extendía unos 50
kilómetros a lo largo de la orilla oeste (izquierda) del Volga pero con menos de 10
kilómetros de anchura. Ningún puente existía sobre el río, empleándose barcazas para
comunicar una y otra orilla. La orilla este (derecha) apenas estaba poblada. Importante
es considerar que llegado el invierno, el Volga se hiela con una capa muy gruesa, que
permite el paso sobre él de grandes pesos.
Stalin había previsto una rápida caída de Rostov, por esta razón, el 19 de julio había
ordenado que Stalingrado quedase en estado de sitio total y se comenzaron los
preparativos para resistir a los alemanes, que se acercaban. No se permitió a los civiles
abandonar la ciudad, para alentar a todo el pueblo soviético con la valentía de los
habitantes. No obstante, trabajadores clave de la industria armamentista fueron enviados
a los Urales, para seguir trabajando allí.
El 28 de julio, preocupado por el avance alemán hacia el Volga, que podía dividir a
Rusia en dos, Stalin prohibió la rendición sin importar las razones, y ordenó la
formación de una línea en la retaguardia de la infantería, que derribaría a todo soldado
soviético que retrocediese sin permiso. Esta orden de Stalin, la 227, muy pronto fue
conocida popularmente como la Orden ¡Ni un paso atrás!
Por su parte, confiado en el derrumbe del Ejército Rojo en sur de Rusia, Hitler ordenó
que se iniciase el avance sobre el Cáucaso del Grupo de Ejércitos A, aunque Stalingrado
aún no había sido tomada por el 6° Ejército de Paulus. En realidad, aprendiendo de sus
errores pasados, Stalin había permitido la retirada de las fuerzas de Timoshenko, pero
Hitler se había excedido de nuevo en subestimar al enemigo y no había considerado
esto.
A inicios de agosto, Hitler cambió de opinión de nuevo, y ordenó a las fuerzas de Hoth
que se dirigieran al este, hacia Stalingrado, después de haberles ordenado inicialmente
que fueran al sur. El general Hoth obedeció preocupado, ya que las órdenes cambiantes
de Hitler les estaban restando combustible a sus tanques, que estaba muy escaso. Por
otro lado, el bombardeo alemán de Astracán en el Mar Caspio había dañado las
refinerías de la ciudad, y tomaría un tiempo repararlas, en caso de que lograran
capturarlas.
Stalin, que instaba a Zhukov a salirles al camino e interceptar dichas fuerzas enemigas,
replicaba:
¿No entienden que si entregan Stalingrado, el sur del país quedará separado del centro, y
probablemente no podremos defenderlo? Además de perder nuestra principal vía fluvial, no sólo
es una catástrofe para Stalingrado si no para el país, dado que se perderá el petróleo también.
Se lanzó una contraofensiva que logró aliviar en parte la situación respecto del norte de
la ciudad, la orden de Zhukov era terminante: « ¡No entreguéis Stalingrado!».
La ciudad-osario [editar]
La llegada de Chuikov [editar]
Las fuerzas alemanas atenazaron Stalingrado. Hitler, que no había deseado la guerra de
guerrillas en Moscú y Leningrado, ahora bramaba por la conquista de la ciudad, eso
implicaba la guerra calle por calle, casa por casa, el tipo de combate para lo cual la
Wehrmacht no estaba preparada.
Este repentino cambio de objetivos halla explicación en el hecho de que la toma del
Cáucaso había fallado a manos del Mariscal de Campo List, y por lo tanto, Hitler
deseaba tomar la ciudad como una forma simbólica de ocultar la carencia estratégica de
los pozos petroleros. De esta manera, Hitler se convenció a sí mismo que si lograba
conquistarla, abriría de nuevo la puerta a esa riqueza.
El nuevo comandante se encontró con menos de 20.000 hombres y 60 tanques, así como
unas deficientes defensas. Chuikov reforzó las defensas antiaéreas de la ciudad y
asimismo fortificó aquellos lugares donde se pudiera contener al enemigo, en especial la
colina de Mamaev Kurgan y el barranco de Tsaritsa. Además retiró la mayor parte de su
artillería a la ribera oriental del Volga y fomentó el despliegue de francotiradores, entre
ellos el famoso Vasili Záitsev.
El mismo día que Chuikov tomó el mando del 62º Ejército, Paulus se encontraba en
Vinnitsa, en el Wehrwolf con Hitler, que quería saber cuando caería la ciudad. Paulus se
encontraba preocupado por los flancos de su 6° Ejército, que estaba desprovisto de
unidades mecanizadas de consistencia y era resguardado por ejércitos de varias
nacionalidades: rumanos, italianos, húngaros. Estas fuerzas de inferior calidad
resultarían ser el talón de Aquiles de las fuerzas alemanas en Stalingrado, unos 20.000
efectivos en aquel momento. No obstante, Hitler minimizó esta debilidad, convencido
de que el frente soviético estaba al borde del colapso, falsa confianza que fue contagiada
a Paulus.
Por el sur, el XLVIII Cuerpo Panzer del 4º Ejército Panzer avanzaba hacia el centro de
la ciudad. Un enorme silo de cereales fue aislado por las fuerzas alemanas, quedando
atrapados unos 50 soldados soviéticos. No obstante, estos resistieron por varios días, sin
agua ni comida, hasta que finalmente fueron exterminados en su totalidad. El general
Paulus decidió que el enorme silo sería colocado en la banda que sus soldados recibirían
al conquistar la ciudad.
Probablemente este fue el momento más crítico para los soviéticos en la batalla, ya que
los alemanes asaltaron al 62º Ejército en un momento muy grave. En efecto, el desastre
solamente pudo ser evitado gracias a la rápida llegada de las tropas de Rodimtsev, si
bien esto fue reconocido después. La reactivación del 8º Ejército del Aire Soviético,
donde servía un hijo de Stalin, también fue importante.
Rattenkrieg [editar]
Para mediados de septiembre, ocho de las veinte divisiones del 6º Ejército Alemán se
encontraban luchando encarnizadamente dentro de la ciudad, no obstante, los soviéticos
no paraban de alimentar el frente con refuerzos de Siberia y Mongolia. El general
Paulus, enfermo de disentería, era presionado continuamente para reportar la fecha en
que caería Stalingrado, y desarrolló un 'tic' en el ojo izquierdo, que luego se extendió
por el lado izquierdo de su cara.
En este momento, las bajas alemanas se dispararon, ya que el soldado alemán no estaba
entrenado para combatir en las calles, que es la lucha más dura entre todas las formas de
combate. Aunque Paulus sabía que las bajas soviéticas era por lo menos el doble que las
alemanas, sus recursos humanos se disipaban rápidamente ya que nada más contaba con
una división en la reserva.
En este campo de batalla, los alemanes estaban bajo constante tensión ya que el soldado
soviético se había convertido en un maestro del camuflaje, y las emboscadas eran
comunes. La noche no ofrecía descanso al alemán, ya que los defensores de la ciudad
preferían atacar de noche, neutralizando el peligro de los bombarderos alemanes. Sin
embargo, la noche no era una limitación para los bombarderos rusos, que pasaban sobre
la ciudad arrojando pequeñas bombas de 400 kilos. Finalmente, el 6º Ejército solicitó a
la Luftwaffe que mantuviera la presión sobre la aviación soviética en la noche, porque
"las tropas no tienen descanso".
La artillería pesada se volvió inútil en este ambiente de lucha urbana, ya que debido a la
falta de precisión de la misma, no se podía atacar una casa ocupada por el enemigo,
porque las casas vecinas estaban ocupadas por tropas amigas. Chuikov ordenó que la
artillería fuera trasladada a la orilla oriental del Volga, y que atacase detrás de las líneas
alemanes, con el objetivo de destruir las líneas de comunicación y las formaciones de
infantería en la retaguardia. Para saber hacia donde disparar, un oficial de observación
debía asomarse por la azotea de un edificio en la ciudad, lo que en muchos casos
significaba la muerte a manos de un francotirador alemán. Solamente los Katyusha
fueron dejados en Stalingrado, ocultos en el banco de arena del Volga.
Debido a la escasez de municiones y armamento, Chuikov aplicó la práctica del uno por
uno donde se enviaban los soldados por parejas: uno con fusil y otro con municiones, la
idea era, además de obtener un relevo inmediato en caso de la muerte de alguno,
mostrar un gran número de soldados a los alemanes. Estos últimos usaron a civiles
como escudo antichoque o para recoger a los soldados y oficiales muertos.
Pese a que la iniciativa, la razón de bajas enemigas per capita y los mejores medios
técnicos correspondían a las tropas alemanas, el ejército invasor tuvo grandes
dificultades en conquistar una ciudad que, al haber sido salvajemente bombardeada,
disponía de condiciones ideales para una defensa calle por calle. Los ataques
combinados de infantería y blindados resultaban inútiles en el caos de la lucha urbana.
Para desgastar al oponente, las medidas impuestas por Chuikov fueron extremas, se
envió a miles de soldados sin experiencia para apoderarse de las trincheras alemanas
con una carnicería como resultado; sin embargo, sólo a ese tremendo costo se logró
terminar con la superioridad técnica alemana. Pronto la ciudad se cubrió de una
atmósfera repulsiva y pútrida, la razón era obvia: los cadáveres de ambos bandos se
descomponían bajo los escombros. La pestilencia y las enfermedades pronto se hicieron
sentir.
Desde ahí, una división escogida de soldados alemanes capturó la «Casa de los
Especialistas», donde se hicieron fuertes y comenzaran a disparar contra las lanchas que
iban y venían trayendo soldados. Los cañones de 88 mm, los Stukas y la artillería
alemana competían en hundir las barcazas que traían soldados del otro lado del Volga,
el mar Caspio empezó a recibir cadáveres.
Las bajas alemanas entre el primer y segundo día de combate sumaron 2.500 efectivos,
contra 6.000 soldados soviéticos; para los rusos la pérdida era terrorífica: casi 3.000
soldados morían por día.
Aunque las tropas alemanas lograron penetrar en la ciudad o lo que quedaba de ella y
conquistarla en un 80%, nunca se hicieron completamente con el total, puesto que los
muelles no pudieron ser alcanzados, y mientras estos muelles estuvieran en manos
soviéticas, los refuerzos y suministros necesarios para proseguir la batalla podrían afluir
con regularidad. Batallones y brigadas alemanas que intentaron llegar a los muelles
fueron prácticamente aniquilados al 50% de sus efectivos.
Lo que los rusos no podían notar era que los alemanes estaban al borde de su capacidad
ofensiva, de hecho no tenían las suficientes fuerzas para conquistar la ciudad, pues la
línea de abastecimientos era insuficiente.
Para octubre, Hitler y sus comandantes cayeron en la cuenta de que no podrían tomar la
ciudad en otoño. El invierno se aproximaba, por tanto se hicieron todos los arreglos para
pasar allí el más crudo de los inviernos, en recuerdo del terrible invierno anterior. Para
fines de octubre se dejaron sentir las enfermedades en el soldado alemán: paratifoidea,
tifus, disentería, empezaron a hacer estragos.
A fines de octubre los alemanes se enteraron por medio de prisioneros de que los rusos
preparaban una gigantesca contraofensiva. Ellos mismos habían notado los movimientos
en sus flancos. Para protegerse, Paulus había levantado una barrera en su flanco
izquierdo para prevenir los ataques procedentes por el norte, sirviéndose de las unidades
rumanas, italianas y húngaras.
En efecto, el alto mando soviético preparaba una gran ofensiva dirigida a esos flancos y
se estaba acumulando cerca de 1.700.000 hombres, es decir, cerca de 200 divisiones, la
mayoría siberianas, además de carros de combate y cañones procedentes de Moscú y los
Urales. El plan consistía en un inmenso cerco de todo el 6° Ejército, irrumpiendo en la
retaguardia alemana por dos flancos, atacando allí donde las fuerzas del eje fueran más
débiles. Si bien en un primer momento Stalin se negaba a desviar recursos del propio
combate urbano, vio en estos planes la mejor oportunidad de cambiar el frente sur, y de
revertir toda la situación de Stalingrado, por lo cual apoyó la idea del cerco, aunque esto
significara reducir el cupo de municiones del 62º ejército rojo que defendía por sí solo
la ciudad. La idea de rodear a un ejército alemán en estas condiciones eran en todo
osado, pero no había otra posibilidad viable luego de los constantes errores en las
ofensivas soviéticas de comienzo del 42.
Llegó el invierno con sus nevadas y la ciudad quedó sumida en un manto blanco con
temperaturas que rondaban los -18 °C. Los combates callejeros cesaron casi por
completo durante la noche.
De noche, los grupos enfrentados hacían señales de tregua temporales con banderas que
asomaban en los orificios de las ruinas. Y se permitía tácitamente retirar algunos caídos
en la tierra de nadie, y además se realizó un intercambio no oficial de abastos entre
pequeños grupos de ambos bandos, realizado muy a escondidas en treguas concertadas
espontáneamente. De ser sorprendidos por la oficialidad, la ejecución era inmediata por
confraternizar con el enemigo. De día, la lucha se reanudaba.
El OKW alemán ordenó retirar el grueso del 6° Ejército desde Stalingrado por el
sudoeste hacia el Don, y así evitar el encierro, aun podía hacerse ya que había brechas
importantes que aún no estaban cerradas, pero Hitler clavó literalmente a Paulus y sus
hombres con una contraorden directa, y tuvieron que devolverse en una penosa
reinversión de sus pasos. Hitler, basándose en una promesa de Goering, prometió
abastecimiento desde el aire, lo que exasperó a Von Richtofen pues el tiempo
encapotado impedía volar a los aviones. En estas condiciones Paulus radió un mensaje
directo a Hitler:
La División 94º al mando del general Walther von Seydlitz-Kurzbach, al ver que Paulus
carecía de iniciativa ordenó a su tropa evacuar su sector y forzar el bloqueo, esperaba
que las demás divisiones le siguieran en su retirada no autorizada. Apenas dejó su
posición, le cayó encima el 62º Ejército Soviético y fueron aniquilados sin
contemplaciones, no hubo prisioneros.
Hitler, obsesionado, dijo a Von Richtofen: «Si Paulus sale de Stalingrado, jamás
volveremos a tomar la plaza».
De este modo, unos 250.000 soldados quedaron atrapados en una bolsa con la orden,
por parte de Hitler, de no retroceder ni rendirse. Pese a que Goering, mariscal del aire y
jefe supremo de la Luftwaffe, prometió abastecer a las tropas desde el aire, la llegada de
recursos a las tropas alemanas fue casi imposible y apenas se realizaron algunos vuelos.
Solo un aeródromo quedaba disponible, en Pitomnik, y algunos Junker Ju52 llegaron
con abastecimientos y de vuelta, empezaron a evacuar heridos, los pocos aviones no
daban abasto y los afortunados que podían subir escapaban del infierno, los heridos
colgaban de las puertas y algunos desesperados se aventuraban en las alas, ninguno
llegó a salvo.
Además unos 10.000 civiles rusos quedaron atrapados en la bolsa también, de los cuales
nunca se volvió a tener noticia.
Aún para los generales más incrédulos del régimen nazi, el hecho de que Hitler
abandonara al 6° Ejército era algo impensable, por lo cual sentían esperanzas de un
posible rescate, de esta manera la Wehrmacht se aseguraba de hacer todo lo posible por
rescatar a este ejército cercado lejos de Alemania.
La ofensiva empezó el 12 de diciembre y el día 16, pero cuando estaban a apenas unos
50 km, fue detenida misteriosamente por una orden de Hitler; la detención significó que
los soviéticos le atacaran con todo y lo hicieran retroceder 200 Km. El ataque, que fue
llevado a cabo por la sexta división blindada de manera implacable al comienzo, se vio
amenazado por otro contraataque ruso en la retaguardia, por lo cual se decidió frenar el
intento de manera definitiva. Para empeorar las cosas el aeródromo de Tsasinskaia, el
principal de los Ju-52 para reaprovisionamiento, cayó en poder ruso. Los repetidos
intentos ulteriores de romper la bolsa del exterior (Von Manstein) fueron todos
igualmente infructuosos.
El 18 de diciembre Paulus inspeccionó su frente y comprobó que la moral combativa y
el estado físico general de sus hombres lentamente se desintegraban. Se impuso un
riguroso racionamiento para intentar pasar el invierno. Paulus quien era admirador
incondicional de Hitler, se dio cuenta que para el Führer el 6° Ejército o lo que quedara
de él era poco menos que una pieza sacrificable en el juego de la guerra, la vida de los
soldados no tenía la menor importancia para él.
El 28 de enero Paulus trasladó el cuartel general hacia los sótanos del Univermag y allí
se hacinaron unos 3.000 heridos de diversa consideración, enfermos de tifus,
paratifoidea y disentería, a aquellos casos graves o que requerían cirugía prolongada
eran colocados afuera para que murieran de frío. Pronto se hizo un muro de 2 metros de
alto que rodeaba el edificio, los ladrillos del muro eran cadáveres.
Las consecuencias de esta catástrofe nazi fueron inmensas y de gran alcance. Por
primera vez, Alemania perdía la iniciativa de la guerra y tenía que colocarse a la
defensiva. Alemania ya no podría avanzar más hacia el este. Después de esta batalla la
Unión Soviética surgió engrandecida y con la iniciativa de la guerra que la asolaba en
las manos de sus líderes.
Alemania perdió todo el 6° Ejército y parte del 4º Ejército Panzer e incontables recursos
materiales que no se pudieron reemplazar con la misma facilidad con que la URSS
podía con sus propias bajas (aún más terribles incluso que las alemanas).
Los rusos, aparte de recibir una ciudad derruida al 99%, habían sufrido un millón de
muertos civiles y más de 750.000 bajas militares. De estos, 13.000 habían muerto
ejecutados por sus propios compatriotas, acusados de cobardía, deserción,
colaboracionismo, etc. cabe destacar que no fue hasta la caída del régimen soviético que
se pudo discutir abiertamente las cifras de bajas de la batalla, que si bien nunca serán
exactas, de hacer cálculos reales la mas probable que el costo de vidas sea
increíblemente excesivo, resumiendo aquella frase de los generales rusos "El tiempo es
sangre".
El triunfo de esta batalla trascendió los límites de la Unión Soviética e inspiró a todos
los aliados e incentivó a la resistencia en todas partes. El rey Jorge VI de Inglaterra le
regaló a la ciudad una espada forjada especialmente en su honor, y hasta el poeta
chileno Pablo Neruda escribió el poema "Canto de amor a Stalingrado", recitado por
primera vez el 30 de septiembre de 1942 y el poema "Nuevo canto de amor a
Stalingrado" en 1943,5 celebrando la victoria, lo cual transformó esta lucha en un
símbolo y en un punto de quiebre para toda la guerra.