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Ayer, volviendo a mi casa, desde una ciudad vecina, por la ruta observé un montecito a la vera

del camino, y no sé por qué, recordé algo que me sucedió hace algunos años atrás.

¿Conoces , acaso, el llamado Bosque de los Espíritus? Es un sitio….inquietante.

A diferencia de otros sitios similares, donde los árboles proporcionan refugio a las aves, donde
se las oye cantar, gorjear y jugar; y la fresca umbría nos brinda su sombra en verano o abrigo
en invierno, el Bosque de los Espíritus tiene un halo de misterio. El silencio se ha asentado allí;
el sol no parece penetrar nunca las retorcidas ramas de los viejos árboles, ningún atisbo de
vida se deja ver en la penumbra de su ramaje.

Amigo que me escuchas, por favor, siéntate un momento y escucha mi relato. Tiempo atrás,
siendo yo un muchacho, decidí tomar unas vacaciones en algún lugar alejado y tranquilo; tomé
mi mochila y partí rumbo a la aventura. En una estación de servicio me dijeron de una playa
magnífica, con un mar azul espléndido, pero el camino era largo. Consultando mi mapa, les dije
que podía cortar camino por un bosque allí señalado. Horrorizados, los nativos del lugar me
dijeron que si apreciaba mi vida no fuera por allí. El lugar era conocido como El Bosque de los
Espíritus . La gente que entraba de noche a ese lugar, muy difícilmente se la solía ver otra vez,
ruidos raros y sombras misteriosas se veian por el Bosque. Tomé todo esto como una historia
de gente supersticiosa, o que me quería vender algún recuerdo con ese cuento y partí hacia
allí. Al llegar a ese lugar comencé a arrepentirme de mi arrebato de valor; era como me habían
dicho, y lo describí poco antes.

El sol comenzaba a ocultarse, y la noche se presentaba nublada, ventosa, y curiosamente, fría,


a pesar de la época del año en que estábamos: verano. No tenía alternativas: o cruzaba el
Bosque de los Espíritus lo más rápido posible, y no sabía cuánto tiempo me podía tomar, tal
vez tres horas, tal vez cinco; o retrocedía muchos kilómetros caminando, con la tormenta ya
encima y perdiendo casi un día entero. Decidí cruzar el Bosque, me armé de valor, tomé mi
linterna…y me interné en lo desconocido. Al rato de caminar por la oscuridad más profunda,
con el viento silbando entre los árboles, comencé a escuchar ruidos como de pasos, algo
parecido a voces guturales, casi gruñidos en la profundidad del Bosque…¿o estaban cerca de
mí…? Alguien…o algo… acechándome, observándome, siguiéndome sin poder yo verlo…o
verlos…como depredadores a su presa. Dirigí el rayo de luz de la linterna hacia los árboles,
pero…nada…nada humano al menos que produjera esos ruidos. Sombras veloces, enormes
algunas, un poco más pequeñas otras, y los mismos gruñidos, algún aullido a lo lejos, otro más
cercano. ¿lobos? Me pregunté..¡¡ Qué tontería…! En nuestro país no hay lobos…pero… ¿y esos
gruñidos, esas sombras casi humanas, caminando erguidas, pero con instinto de depredador,
qué es? Recordé los comentarios de gente que entraba al bosque y no se la veía más, recordé
las leyendas de los hombres – lobo, tan afectas a todo campamento infanto-juvenil…pero esto
era la realidad.: algo me estaba cazando a mí…y no pensaba en convertirme en parte de la
estadística. Recordé mi viejo cuchillo de campamento que tenia en la mochila, y con éste en
una mano y la linterna en la otra, continué camino. Pero estaba visto que la noche me tenia
reservada otra sorpresa. Un tremendo aullido sonó detrás de mí y escuché el golpe de una
patas contra el suelo cubierto de hojas corriendo en mi dirección, Giré para hacer frente a lo
que me atacaba, pero “eso” fue más rápido. Algo enorme me golpeó con fuerza inaudita y la
linterna voló lejos, apagándose. Un sordo gruñido y mis gritos se oían en la noche en todo el
Bosque. ¡¡El cuchillo…el cuchillo…!!!, gritaba mi mente… No podía ver nada, por la oscuridad
reinante. Sólo esa masa oscura, un tanto amorfa. peluda, con rancias vaharadas que me
sofocaban, un aliento caliente, áspero, hediente a cadáver que me daba en la cara…hasta que
levanté el cuchillo y golpeé lo más fuerte que pude….Un tremendo aullido nuevamente se dejó
oir en la noche; golpeé una y otra vez, a veces cortando, otras fallando, hasta que ese peso que
me agobiaba salió de encima mío, y el frío viento de la noche refrescando mi cara, cara y
manos empapados en algo pegajoso…sangre…¿mía o de eso que me atacó? No pude pensar
mucho más. Nuevamente la cosa que me atacaba saltando encima de mí y simultáneamente
sentí cómo el cuchillo penetraba el cuerpo infernal, y el resbalón en la tierra mojada, lo que
hizo que me golpeara fuertemente la cabeza perdiendo el sentido….

Desperté en un hospital de la zona, donde me llevaran dos vecinos de la zona que dijeron
haberme encontrado a la salida del bosque, con las ropas desgarradas, lleno de barro,
moretones, sangre por todos lados y un tremendo golpe en la cabeza. Pregunté que había
pasado y quienes me habían llevado, pero la gente del hospital fue muy esquiva respecto a las
explicaciones del caso. Atribuyeron todo a una pelea con alguien que me quiso asaltar, me
golpearon en la cabeza y con la consiguiente amnesia parcial. Pregunté nuevamente quienes
me habían llevado allí, pero me dijeron que esa gente no quiso dar sus nombres. Al recibir el
alta, volví a casa, donde familiares y amigos me pidieron cuente la historia. La mayoría no
creyó una palabra, pensando que era para encubrir una simple riña con un ratero. Lo cierto es
que me enteré que cada tanto siguen las desapariciones en el Bosque de los Espíritus, al cual
nunca volví. Te preguntarás qué me atacó. Realmente, no lo sé…¿un perro salvaje? ¿La leyenda
del hombre-lobo hecha realidad? ¿un loco suelto que me atacó?

Amigo que has tenido la bondad de escucharme; si alguna vez te hablan de una playa
magnífica, con un mar azul espléndido, toma la ruta más larga. No importa cuánto tardes, no
quieras acortar camino, acortando tu vida.

El Bosque de los Espíritus, y sus habitantes, sigue allí, siniestro, esperando a quienes tengan la
osadía y la mala suerte de penetrar en sus dominios…

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