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del camino, y no sé por qué, recordé algo que me sucedió hace algunos años atrás.
A diferencia de otros sitios similares, donde los árboles proporcionan refugio a las aves, donde
se las oye cantar, gorjear y jugar; y la fresca umbría nos brinda su sombra en verano o abrigo
en invierno, el Bosque de los Espíritus tiene un halo de misterio. El silencio se ha asentado allí;
el sol no parece penetrar nunca las retorcidas ramas de los viejos árboles, ningún atisbo de
vida se deja ver en la penumbra de su ramaje.
Amigo que me escuchas, por favor, siéntate un momento y escucha mi relato. Tiempo atrás,
siendo yo un muchacho, decidí tomar unas vacaciones en algún lugar alejado y tranquilo; tomé
mi mochila y partí rumbo a la aventura. En una estación de servicio me dijeron de una playa
magnífica, con un mar azul espléndido, pero el camino era largo. Consultando mi mapa, les dije
que podía cortar camino por un bosque allí señalado. Horrorizados, los nativos del lugar me
dijeron que si apreciaba mi vida no fuera por allí. El lugar era conocido como El Bosque de los
Espíritus . La gente que entraba de noche a ese lugar, muy difícilmente se la solía ver otra vez,
ruidos raros y sombras misteriosas se veian por el Bosque. Tomé todo esto como una historia
de gente supersticiosa, o que me quería vender algún recuerdo con ese cuento y partí hacia
allí. Al llegar a ese lugar comencé a arrepentirme de mi arrebato de valor; era como me habían
dicho, y lo describí poco antes.
Desperté en un hospital de la zona, donde me llevaran dos vecinos de la zona que dijeron
haberme encontrado a la salida del bosque, con las ropas desgarradas, lleno de barro,
moretones, sangre por todos lados y un tremendo golpe en la cabeza. Pregunté que había
pasado y quienes me habían llevado, pero la gente del hospital fue muy esquiva respecto a las
explicaciones del caso. Atribuyeron todo a una pelea con alguien que me quiso asaltar, me
golpearon en la cabeza y con la consiguiente amnesia parcial. Pregunté nuevamente quienes
me habían llevado allí, pero me dijeron que esa gente no quiso dar sus nombres. Al recibir el
alta, volví a casa, donde familiares y amigos me pidieron cuente la historia. La mayoría no
creyó una palabra, pensando que era para encubrir una simple riña con un ratero. Lo cierto es
que me enteré que cada tanto siguen las desapariciones en el Bosque de los Espíritus, al cual
nunca volví. Te preguntarás qué me atacó. Realmente, no lo sé…¿un perro salvaje? ¿La leyenda
del hombre-lobo hecha realidad? ¿un loco suelto que me atacó?
Amigo que has tenido la bondad de escucharme; si alguna vez te hablan de una playa
magnífica, con un mar azul espléndido, toma la ruta más larga. No importa cuánto tardes, no
quieras acortar camino, acortando tu vida.
El Bosque de los Espíritus, y sus habitantes, sigue allí, siniestro, esperando a quienes tengan la
osadía y la mala suerte de penetrar en sus dominios…