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ICSE - Catedra Garcia - CBC sede Avellaneda

Material de Cátedra

La recuperación de la democracia

Américo García y Eduardo Javier González

El fin de la dictadura

Ya en los primeros años de la década del ´80 la dictadura cívico militar mostraba evidentes signos de
agotamiento. Por un lado, los militares en el gobierno no habían podido estabilizar la economía, más allá de
las profundas transformaciones estructurales de carácter regresivas, que se habían apoyado en el terrorismo
de estado y en la represión. No había crecimiento económico, por el contrario, el PBI per capita había
descendido notoriamente, la inflación continuaba en niveles muy altos, la desocupación, producto de la
quiebra de pequeñas y medianas empresas, golpeaba a los trabajadores y mantenía bajo el poder
adquisitivo de los salarios. Aunque en forma tibia, comenzaban a manifestarse reclamos sindicales y
políticos, al tiempo que se iba fortaleciendo la organización del movimiento de derechos humanos con
apoyo interno e internacional.
Por diferencias internas en el gobierno dictatorial también había fracasado un intento de apertura hacia la
política de manera gradual y controlada. La situación, que mostraba cierta debilidad del gobierno, llevó a
que los principales partidos políticos comenzaran a reclamar una mayor apertura y el retorno a la
democracia, proceso que desembocó en la convocatoria a la “Asamblea Multipartidaria” a mediados del mes
de julio de 1981.1

Esta movilización incipiente de carácter político y sindical, va a confluir en una manifestación callejera el día
30 de marzo de 1982, organizada por la CGT Brasil, que conducía el dirigente Saúl Ubaldini, bajo la consigna
“Paz, Pan y Trabajo” y que fue fuertemente reprimida.

Tres días después, la dictadura hizo desembarcar tropas en las islas Malvinas con la evidente intención de
tratar de contrarrestar su deterioro a través de la reivindicación de una causa con profundo sentir en el
pueblo argentino. Aún hoy se sigue debatiendo si esta acción contó con un apoyo mayoritario de la
población. Lo cierto es que al sentimiento nacional por la recuperación de las Islas, se sumó el estricto
control y manipulación de la información por parte de la dictadura. Pero ello tuvo un límite que fue la
impensada reacción internacional en contra, especialmente desde Gran Bretaña y EE.UU.

La derrota en Malvinas, la revelación de los tormentos a que habían sido sometido los soldados, la evidencia
del ocultamiento y falseamiento de la información, deterioró aun más la imagen de la dictadura e impulsó a
las fuerzas sociales y políticas a exigir la convocatoria a elecciones y el retorno de la democracia.

El 16 de diciembre de 1982, la Multipartidaria convocó a la “Marcha por la Democracia” en la Plaza de Mayo


con la idea de entregar un petitorio a las autoridades en el que se reclamaba la “normalización institucional”
y la fijación de un calendario electoral. Se calcula que se concentraron más de 100.000 personas que fueron
nuevamente reprimidas, con el saldo de una persona muerta y un centenar de heridos.

1
Los partidos convocantes fueron: Justicialista (PJ), Unión Cívica Radical (UCR), Movimiento de Integración y Desarrollo
(MID), Partido Intransigente (PI) y Democracia Cristiana (DC)

1
Estas movilizaciones políticas y sindicales habían sido precedidas por la “Marcha de la Resistencia” realizada
por primera vez a fines de 1981 por las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Finalmente, el gobierno
dictatorial fijó fecha de elecciones para el mes de octubre de 1983.

Los condicionamientos de la dictadura

El gobierno que asumiera después de la realización de las elecciones se encontraría con una serie de
transformaciones en la estructura económica y social y por ciertas decisiones en materia política que irían a
condicionar su accionar. En primer lugar, la dictadura intentaría convalidar la represión, sin que el futuro
gobierno procediera a la revisión de esas actividades. Para ello dictó una ley que popularmente pasó a
denominarse de “autoamnistía” que pretendía extinguir las acciones penales derivadas de los delitos
cometidos por las fuerzas represivas. En segundo lugar, las transformaciones operadas en el plano
económico habían concentrado el poder en un grupo de grandes empresas nacionales y extranjeras, con
capacidad para condicionar cualquier política económica que pretendiera alterar el rumbo de
concentración, apertura comercial y financiera y desregulación que había caracterizado a la política
económica de la dictadura. En tercer lugar, el elevado volumen alcanzado por los compromisos financieros
externos, que había sido asumido por el Estado Nacional, a partir de la estatización de la deuda privada, se
convertía también en una traba para una política que pretendiera desde el fortalecimiento de las acciones
estatales revertir el regresivo cambio que había impulsado la política económica dictatorial.

El gobierno de Alfonsín

Las elecciones del 30 de octubre de 1983 fueron ganadas por la UCR que llevaba de candidato a Presidente a
Raúl Alfonsín. Su triunfo se explicaba fundamentalmente en las expectativas democráticas y de vigencia de
los derechos humanos que su discurso despertaba en la mayoría de la población y especialmente en las
capas medias; como así también en los errores de campaña del Partido Justicialista. Mientras el candidato
radical prometía derogar la ley de “autoamnistía” y enjuiciar a los responsables de la represión; el candidato
justicialista sembraba dudas acerca de la viabilidad de esa derogación. Puede parecer un hecho anecdótico
que el candidato justicialista a gobernador de la Provincia de Buenos Aires, en el acto de cierre de la
campaña, quemara un féretro con el nombre de Raúl Alfonsín. Sin embargo, su significación en términos de
la violencia política que buena parte de la ciudadanía condenaba y rechazaba, pareciera haber sido
determinante en la decisión de muchos votantes, polarizando la elección y desplazando a terceras opciones.

El nuevo gobierno enfrentaba una situación por demás contradictoria. Por un lado, contaba con una gran
fortaleza política derivada del mensaje del voto que coincidía con su propuesta de construir un estado de
derecho y tratar de disciplinar a los poderes corporativos. Eso implicaba consolidar un conjunto de reglas,
capaces de zanjar los conflictos de una manera pacífica, ordenada, transparente y equitativa. Pero por otro
lado, enfrentaba la herencia dejada por la dictadura, expresada en un modelo económico social regresivo
que había consolidado el poder de un grupo social asociado a las grandes empresas nacionales y
multinacionales con capacidad para obturar la adopción de políticas que contradijeran sus intereses y una
abultada deuda externa de la cual debía hacerse cargo el Estado.
Ese modelo regresivo había implicado un retroceso muy marcado del poder adquisitivo de los salarios, el
aumento de la desocupación, el cambio en las condiciones de numerosos trabajadores que habían pasado

2
de la contratación formal a la informalidad laboral. La normalización sindical, que implicaba la devolución
de la conducción gremial a sus dirigentes naturales sumado a que el sindicalismo se había transformado en
el núcleo de poder del partido justicialista, iba a ser otra fuente de presión hacia el gobierno constitucional,
a través de las demandas sindicales a favor de la recuperación salarial y los derechos perdidos durante el
periodo dictatorial.

La apertura financiera implementada por la dictadura, que había llegado a integrar al sistema financiero
argentino al circuito internacional, más el financiamiento de la fuga de capitales como consecuencia de la
propia crisis del modelo económico que nunca llegó a consolidar su funcionamiento en términos de cierta
estabilidad y permanencia, condujo a un elevado endeudamiento. Ello hizo que la deuda externa se
quintuplicara entre 1975 y 1983, y que sus dificultades en el pago llevaran a su estatización en 1982. Su
monto total ascendía a cerca de los 45.000 millones de dólares, que era equivalente en ese momento al valor
de las exportaciones por cinco años. A su vez, la estatización lograda por los grandes grupos económicos se
combinaba con los cuantiosos beneficios de la promoción industrial que significaban un abultado subsidio a
un selecto grupo de grandes empresas. Y a ello se sumaba la persistencia de una creciente inflación que
alcanzaría para todo el año 1983 al 430 %.2

La instauración de un modelo de acumulación basado en la “valorización financiera” no sólo había dejado


como rémora la deuda externa, sino que condicionaba fuertemente la capacidad del aparato estatal de
incidir en algún intento de revisar las políticas macro-económicas. Un Estado desarticulado tenía límites
muy concretos a la hora de intentar “disciplinar” a los grupos económicos concentrados nacionales y
transnacionales que habían sido beneficiados por la dictadura, e incluso a la dirigencia sindical peronista.3

En su diferenciación durante la campaña electoral, el candidato de la UCR había prometido la derogación de


la ley de autoamnistía y el enjuiciamiento a los jefes militares responsables de la represión, básicamente, a
aquellos oficiales que habían integrado las juntas militares. Si bien es cierto que los militares se iban con un
gran deterioro de su imagen y de su gobierno, después del fracaso en su intento de recuperación de las Islas
Malvinas y la profundización de la crisis económico-social, conservaban cierta cohesión interna para resistir
y boicotear los juicios a los jefes responsables de la represión.

Frente a la iniciativa de los partidos opositores de crear una Comisión en el ámbito legislativo para investigar
el accionar represivo, el gobierno de Alfonsín convocó a un conjunto de personalidades destacadas en
distintas actividades, encabezadas por el escritor Ernesto Sábato para conformar la CONADEP (Comisión
Nacional sobre la Desaparición de Personas) que realizó un trabajo exhaustivo tomando los testimonios de
sobrevivientes de los centros clandestinos y familiares de las víctimas, que sirvió de base para la acusación a
los integrantes de las juntas militares.

2
Azpiazu,Daniel; Programas de Ajunte en la Argentina; Ponencia presentada en San Pablo(Brasil) entre los días 5 a 7 de
marzo de 1991; mime.
3
Pita Fernando: “Breve Síntesis de Historia Argentina: Desde el Modelo Agroexportador hasta la actualidad”. Material de
Cátedra. 2017

3
En un principio el gobierno nacional intentó que fueran las propias fuerzas armadas quienes llevaran
adelante el juicio. Este camino fracasó frente a la complicidad de sus integrantes. Es por ello que se decidió
reformar mediante una ley el Código de justicia militar para que los responsables de la represión fueran
juzgados por la justicia civil. Cabe recordar que el oficialismo no tenía mayoría en el Senado y que la
bancada justicialista estaba en contra de esta reforma. En esta cámara sucedió algo que se prolongaría en
forma conflictiva hacia el futuro. Los integrantes de un bloque provincial, el Moviendo Popular Neuquino,
votaron a favor, pero exigieron una modificación en la redacción de la legislación que abarcó, entonces,
además de los responsables de dirigir la represión, a aquellos que hubieran “obedecido órdenes
aberrantes”, con lo cual el enjuiciamiento se disparó hacia abajo, incluyendo a numerosos oficiales de las
fuerzas armadas.

El Juicio a las Juntas finalizó con fallos ejemplares siendo un proceso inédito que la justicia de un estado
democrático juzgara a la dictadura que lo precedió. La Cámara Federal en diciembre de 1985 dictó las
siguientes sentencias; reclusión perpetua y destitución para Jorge Rafael Videla y Eduardo Emilio Massera;
17 años de prisión para Roberto Eduardo Viola; 8 años de prisión para Armando Lambruschini; cuatro años y
medio de prisión a Orlando Ramón Agosti; y absolvió a Leopoldo Galtieri, a Jorge Isaac Anaya y a los
brigadieres Graffigna y Lami Dozo, a quienes en ese momento no se les pudo probar los delitos de los que se
los acusaba. Aunque estos últimos luego serán enjuiciados por denuncias por violación a los Derechos
Humanos y por sus responsabilidades en la conducción militar y política de la Guerra de Malvinas.

Según la socióloga Paula Canelo, ”…ya en agosto de 1983, Alfonsín había presentado su fórmula de los “tres
niveles de responsabilidad” para las fuerzas de represión: los que planificaron y supervisaron el plan; los que
cometieron excesos en el cumplimiento de órdenes emanadas de sus superiores; y quienes se limitaron a
cumplir las órdenes recibidas. Según el dirigente radical, la ley de autoanmistía, redactada durante el breve
mandato del dictador Bignone a los efectos de exculpar a todos los militares involucrados en la represión,
contenía el grave defecto de equiparar “al limitado grupo de jefes que tomó la decisión de iniciar y continuar
una represión fuera de las leyes y a quienes aprovecharon la ocasión para cometer diversos delitos, con
aquellos que se limitaron a ejecutar órdenes.(Clarín, 13/08/1983)…” . 4

El gobierno retomó su concepción de los tres niveles de responsabilidades, posteriormente, luego de la


“Rebelión Carapintada de Semana Santa”; en la cual oficiales subalternos se insurreccionan ante las
autoridades forzando el clima político para la sanción de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final,
disposiciones legales que excluyen del proceso de enjuiciamiento a todo el personal militar y de fuerzas de
seguridad, de menor graduación, y a civiles vinculados a la represión ilegal.

En el aspecto económico el gobierno democrático hizo inicialmente una mala lectura de la situación que
recibía, de las transformaciones que se habían operado en la economía argentina y del poder de veto y de
presión que habían acumulado los sectores empresarios más poderosos.

El ministro de economía Bernardo Grinspun pretendió aplicar un plan basado en la reactivación económica y
en una mejor distribución del ingreso, vía una recomposición del poder adquisitivo de los salarios, controles

4
Canelo, Paula; “Los Años de Alfonsín”; Siglo Veintiuno; Buenos Aires, 2006.

4
parciales de precios, reducción del déficit fiscal, aumentos de los derechos de importación y créditos para
pequeñas y medianas empresas. Si bien hubo un aumento del consumo que impulsó algo el crecimiento
económico, la inflación siguió en alza, alcanzando el Índice de Precios al Consumidor (IPC) en 1984 un 688 %,
mientras que el peso del pago de los intereses de la deuda impedía reducir el elevado déficit fiscal.

En relación a la deuda externa el candidato a presidente se había comprometido a realizar una investigación
de su origen para detectar la presencia de deuda ilegítima y, una vez en el gobierno, alentó la conformación
de una especie de club de países deudores, ya que la situación de endeudamiento comprendía a casi toda
Latinoamérica. Al mismo tiempo, iniciaba conversaciones con los acreedores y con el Fondo Monetario
Internacional (FMI). El Ministro de Economía planteó su propia estrategia ante el organismo y frente al
rechazo de éste intentó una negociación directa con los acreedores externo. Cabe señalar que la entidad
financiera internacional, frente a la situación de endeudamiento global existente, se había convertido en
una especie de representante y gestor de los bancos acreedores, por lo que estos últimos le exigían a los
países deudores el previo acuerdo con el FMI, lo que les garantizaba la ejecución de una política que ponía el
acento en los ajustes necesarios en el sector público para atender los pagos de la deuda.5

Finalmente, el gobierno de Alfonsín asumió la totalidad de los compromisos externos sin distinciones y firmó
un acuerdo con el FMI aceptando sus condicionalidades. En el ámbito latinoamericano no hubo tampoco
condiciones para la conformación de un club de deudores y solamente el gobierno peruano adoptó una
política nacional limitando el pago de los intereses de la deuda. El agravamiento de la situación económica y
la suspensión de la asistencia del FMI por los incumplimientos en los acuerdos determinaron el cambio del
Ministro de Economía y la iniciación de una nueva etapa.

Del plan austral a la hiperinflación

Es de destacar que el año 1985 marcó un punto de inflexión en el gobierno Alfonsín y no únicamente en el
plano de la política hacia el sector militar; sino que además, comenzaron a madurar otros proyectos. En un
acto multitudinario que convocó el líder radical, en el predio de Parque Norte, a escasos metros del
Aeroparque Metropolitano, Alfonsín expuso la premisa de “modernización” de la democracia. Qué
significaba para Alfonsín “modernizar” la democracia? “No se trata de modernizar con arreglo a un criterio
exclusivo de eficientismo técnico, aun considerando la dimensión tecnológica de la modernización como
fundamental; se trata de poner en marcha un proceso modernizador tal que tienda progresivamente a
incrementar el bienestar general, de modo que la sociedad en su conjunto pueda beneficiarse de sus frutos.
Una modernización que se piense y se practique pura y exclusivamente como un modo de reducir costos, de
preservar competitividad y de acrecentar ganancias es una modernización estrecha en su concepción y,
además, socialmente injusta, puesto que deja por completo de lado las consecuencias que los cambios
introducidos por ella acarrearán respecto del bienestar de quienes trabajan y de la sociedad en su
conjunto…”6.

5
Para un análisis del programa de Grinspun puede verse: N. Restivo y H. Rovelli: “El accidente Grinspun”. Capital
Intelectual. 2011
6
Alfonsín, Raúl, “Discurso de Parque Norte”; Buenos Aires; 1985.

5
Pero, al final de su mandato, apuntando a reducir los gastos estatales y, a su vez, dar muestras de buena
voluntad a los acreedores internos y externos, Alfonsín promovió la “privatización” de algunas empresas
estatales, entre ellas, la compañía aérea de bandera nacional, Aerolíneas Argentinas, y su empresa asociada
de vuelos de cabotaje, Austral. Estos proyectos fueron rechazados por los legisladores opositores, en su
mayoría justicialistas, quienes a la postre, en el gobierno justicialista subsiguiente al de Alfonsín, si
realizarían drásticas reformas estatales y privatizaciones en una escala superior a lo pensado por el gobierno
radical.

Es desde estas pujas en la sociedad y dentro del Estado que el gobierno de Alfonsín empezó a recibir
presiones, para las cuales le costaba encontrar soluciones adecuadas entre la satisfacción de las demandas y
los límites de intereses sectoriales en pugna. Esas disputas se manifestaron claramente en los aumentos
injustificados de los precios, lo que a su vez le generó problemas económicos y políticos en la puja por la
distribución del ingreso entre las centrales sindicales, que mayoritariamente se encolumnaban en el partido
Justicialista, principal opositor, y los grupos económicos que desdibujaban la conducción política del estado
por parte del gobierno, dejando una sensación generalizada de incompetencia en su manejo. Es en este
contexto que debe entenderse el sentido del discurso de Parque Norte junto con el cambio del ministro de
economía que recaló en el economista Juan Vital Sourrouille, realizando un brusco giro en la política
económica impulsada por el anterior ministro Grinspun y dirigiéndolo hacia las reformas estatales
solicitadas desde el exterior por los acreedores externos de la Argentina y el poder económico de los grandes
empresarios nacionales y extranjeros.

La nueva conducción económica puso en marcha a mediados de 1985 un original plan de contención de la
inflación. Con anterioridad a su lanzamiento introdujo una serie de reajustes en precios claves para tener un
“colchón” hacia adelante: precios industriales, tipo de cambio, tarifas de servicios públicos y precio de los
combustibles, y un impulso deliberado al aumento del precio de la carne.

El plan se basó en tres premisas claves: disminución del déficit fiscal, congelamiento de precios y cambio del
signo monetario. Para la primera cuestión estaban destinados los ajustes de precios mencionados, a lo que
se sumaba una fuerte reducción del gasto público y el compromiso del gobierno de no financiar el déficit con
emisión monetaria.
El congelamiento de precios se anunciaba como transitorio y perseguía frenar la inercia inflacionaria y
desindexar la economía, pero cristalizaba durante su duración un esquema de precios relativos7 que
combinaba altas tarifas de servicios, elevado tipo de cambio y salarios retrasados. El cambio de signo
monetario, la creación del austral, estuvo destinado básicamente a actuar sobre las expectativas que
alimentaban la inflación.

El programa fue respaldado por el FMI y se llegó a un acuerdo con la banca acreedora, de manera tal que la
deuda siguió siendo un factor de presión sobre el conjunto de la economía, en especial sobre las cuentas
públicas. Cabría aclarar que al haber sido absorbida por el Estado, la deuda influye fuertemente tanto en el

7
En economía se habla de precios relativos cuando se hace referencia al precio de un bien o servicio en relación al precio
de otro bien. En un contexto inflacionario no todos los precios suben en la misma magnitud; en tal sentido, se dice que
varían los precios relativos, porque los precios de ciertos bienes suben por encima de otros precios.

6
comportamiento del sector externo como en el sector público. Es obvio que los compromisos externos se
pagan en dólares, los que se obtienen por las diferencias entre lo que un país exporta (vende) o importa
(compra), o sea, que obliga al país a tener un saldo positivo. Porque el otro recurso sería endeudarse aún
más, pagar deuda con nueva deuda. A su vez, como la deuda es estatal, el Estado tiene que comprar los
dólares para cancelar sus vencimientos. Es decir, el Estado tiene que tener pesos disponibles para comprar
los dólares con que pagar. Eso lleva a reducir otros gastos, a subir los impuestos o a un aumento del déficit
del sector público.

Inicialmente los resultados del plan en términos de contener el proceso inflacionario fueron muy favorables.
En los primeros ocho meses de aplicación, entre julio de 1985 y febrero de 1986, el índice de precios al
consumidor creció a un promedio de 2.8 % mensual, cuando el promedio de inflación mensual en el primer
semestre de 1985 había sido del 26.2 %. Pero en lo que hace al nivel de actividad, la recesión económica
recién comenzó a revertirse a partir del II trimestre de 1986, la desocupación creció del 4.9 % hasta un 5.9 %
entre octubre de 1985 y abril de 1986 y los salarios retrocedieron un 9,1 %. 8

La combinación de precios congelados y el registro de aumentos que seguían siendo altos a pesar de la baja
significativa, llevó al gobierno a flexibilizar ciertos precios, con lo cual reaparecieron las presiones
inflacionarias, y en el mes de agosto de 1986 el IPC registró una suba del 8.8 %. El gobierno ensayó entonces
una política con criterios más ortodoxos de control monetario, fiscal y salarial y pautas para precios
industriales, tarifas y tipo de cambio. Pero las presiones inflacionarias ya habían reaparecido.
Un elemento decisivo que afectaba el posible éxito del programa estabilizador fue el deterioro de las cuentas
del sector externo. Cabe hacer notar que la Argentina tenía superávit comercial, es decir, las exportaciones
de bienes y servicios eran superiores a las importaciones, pero el peso del pago de los intereses de la deuda
externa era tal que ocasionaba un fuerte desequilibrio en el balance de pagos externo. Esta situación se vio
agravada por una importante caída internacional de los precios de los cereales y de los productos derivados
de los cultivos de oleaginosas que produjo una baja en la entrada de divisas extranjeras, generándole al
gobierno radical un problema de difícil resolución: tener los dólares necesarios para la importación de
bienes de capital requeridos por sectores productivos de la economía nacional y, por otro lado, atender al
pago de la deuda externa exigida por los organismos financieros internacionales.9 Al respecto dice Mónica
Peralta Ramos: “Esta circunstancia dejaba en claro que la deuda externa había afectado definitivamente
las condiciones de funcionamiento económico prevalecientes desde comienzos de la década de 1960.”
10
(Subrayado propio)

Ensayos posteriores de nuevos congelamientos, en febrero y octubre de 1987, no tuvieron tampoco un


resultado satisfactorio en términos de una estabilización continuada, aunque lograron contener el
recrudecimiento inflacionario. De todos modos, el aumento de los precios al consumidor durante el año

8
García, Américo: “El Plan Austral y el Programa de Emergencia Peruano. Una comparación entre dos experiencias
latinoamericanas para abatir la inflación.” En La Economía de América Latina. Fundación Raul Prebisch. Documento de
Trabajo 1. Editorial Tesis. 1988
9
Rapoport, Mario; Historia Económica, Política y Social de la Argentina. Ediciones Macchi; Buenos Aires, 2000.
10
Peralta Ramos Mónica: La Economía Política Argentina: Poder y Clases Sociales (1930-2006)”. FCE 2007.

7
1987 fue del 174.8 %, con una gran pérdida de credibilidad en la política gubernamental que se reflejó en el
resultado adverso en las elecciones de gobernadores y legisladores en octubre de ese año.

Un testigo en la Semana Santa de 1987

Felices Pascuas: La extorsión de los militares y el poder

Por Miguel Monserrat, ex Diputado Nacional, ex Presidente de la Asamblea Permanente por los Derechos
Humanos
(Extractado del discurso del 9 de noviembre de 2011 en un homenaje realizado por la Fundación Acción para
la Comunidad)

Esto es una reivindicación histórica muy importante, que corre junto a la posibilidad que se ha dado en el
país de que se haga justicia y que se esté juzgando a los responsables de crímenes de lesa humanidad. Desde
luego que hubo en la recuperación democrática situaciones conflictivas, hubo pasos importante: el juicio a
las juntas, la Conadep, la que yo como diputado no apoyé pero después reconocí que a lo que parecía muy
limitada en sus posibilidades, las personas que lo integraron le dieron vida y fuerza para que finalmente
hiciera un trabajo muy importante. Yo estuve en contra pero después reconocí que en eso quizás me había
equivocado.
Todo eso fue positivo, pero después vino el proceso de las presiones, los cambios y los chantajes. Recién
recordábamos lo que pasó en aquella Semana Santa de 1987, aquella movilización formidable que después
apareció como frustrada. Y hay algo que siempre pensé, que tengo que dejar un testimonio de eso, que lo
tengo que decir, que lo tengo que escribir. Pero esto quiero decir hoy: yo estuve en Casa de Gobierno en
aquella jornada ya histórica de Semana Santa de 1987, donde se juntó una multitud, que se veía desde los
balcones de Casa de Gobierno hasta Avenida de Mayo y la 9 de julio o más allá, hasta el Congreso.
Impresionante, pocas veces visto, para apoyar el orden institucional y para evitar que se quebrantara lo que
con tanto esfuerzo se había conseguido, aunque fueran solamente los primeros pasos para volver a la
normalidad institucional.
Se dice y se recuerda que todos los sectores políticos, empresarios, económicos, intelectuales estuvieron allí
congregados para impedir que se diera un golpe de Estado. Y yo creo que en esto hubo una parte de
irrealidad. Y de la actitud de muchos sectores que estaban allí: empresarios, sindicatos, políticos, no fue del
todo sincero; porque decían que estaban dispuestos a dar la vida para evitar que se produjera el
quebrantamiento del orden institucional, contra un golpe de Estado, pero lo que ocurría no era un golpe de
Estado; lo que se estaba planteando era un chantaje de un grupo beligerante de las Fuerzas Armadas con el
acompañamiento pasivo de todo el resto de las Fuerzas Armadas y de los factores de poder económico.
Algunos decían que estaban en contra de un golpe de Estado, pero en realidad sabían que no había un
intento de golpe de Estado. Había un intento de hacer una extorsión al Estado, a la política y al pueblo
argentino, para lograr la impunidad de los represores, de los genocidas. Y lo lograron. Los que estaban allí,
en la Casa de Gobierno, en los corrillos, yo los escuchaba hablar y decir: “Esto se arregla fácil. Hay que
llamarlos a los muchachos y preguntarles ¿Ustedes que quieren? ¿Cómo lo podemos arreglar?” Y esto era
desde Alsogaray, que no era el único, hasta muchos otros.

8
Ahí estaban todos para impedir un golpe, pero no para impedir que se hiciera un acuerdo miserable con los
sublevados, que era para conseguir su impunidad. Y en cuanto a eso, estaban de acuerdo en que se
resolviera de la manera en que se resolvió.
Esto lo tenía guardado y lo quería decir, y aproveché esta circunstancia para decirlo en honor a la verdad. Allí
había mucha hipocresía. No en todos, por supuesto. El pueblo estaba consecuentemente defendiendo la
democracia y en contra de la instalación de la dictadura y la represión, pero no era la actitud de los factores
de poder, que son el verdadero enemigo histórico del pueblo argentino, que actúan siempre en
combinación, en acuerdo, de forma explícita o tácita, con los factores de poderes externo, con los intereses
imperiales. Son la quinta columna del país. Yo la denomino así. No son la oligarquía cómplice. No. Son una
quinta columna, lo demuestran a cada paso, cada día. En cada cuestión que se plantea están dispuestos a
defender a los de afuera y no a defender los intereses del país. Y tampoco están dispuestos a abogar y
trabajar en pos de la unidad y la integración de América Latina para que pueda darle a su pueblo el destino
que se merece. 11

El panorama económico y político complicaba cada vez más la gestión del gobierno radical. En el mes de
julio de 1988, los precios al consumidor crecieron un 25.6 %, lo que en términos de su equivalencia anual
significaba casi un 1500 %, una verdadera situación de hiperinflación, que tiempo después mostraría su cara
más agresiva. El gobierno optó entonces por otro camino, intentando un acuerdo con diversas cúpulas
empresariales, que incluía una concertación de precios y un desdoblamiento del mercado cambiario, con
un dólar comercial y un dólar financiero. Por el primer mercado, con una cotización menor, se liquidaban las
exportaciones agropecuarias tradicionales lo cual derivó en protestas por parte del sector agropecuario e
incidentes, que incluyeron una rechifla al discurso presidencial, en la inauguración de la feria anual de la
Sociedad Rural. También la Confederación General del Trabajo expresaba su oposición a la política
gubernamental y a la caída del poder adquisitivo del salario convocando a su decimosegundo paro nacional.
El denominado “Plan Primavera” contó con el apoyo explícito del Banco Mundial y se especulaba con la idea
de que su viabilidad y la consecución de algunos objetivos propuestos, aunque eso fuera parcial, iban a
permitir llegar a las elecciones presidenciales sin demasiadas turbulencias. Tan fue así, que esa institución
internacional anunció el otorgamiento de un crédito por U$S 1.000 millones, que se transformaba en un
alivio financiero frente a las dificultades de financiamiento externo que tenía el país. El plan se completó con
el adelantamiento de la fecha de las elecciones.

Entre las medidas que pueden mencionarse del Plan Primavera, interesa destacar el congelamiento de la
cotización del dólar comercial y la fijación de un techo para el dólar financiero (el mercado de cambio se
había desdoblado), y un control monetario estricto que llevó a un alza notoria de la tasa de interés. Se
generó así, sobre todo para los sectores exportadores, la posibilidad de concretar un gran negocio
financiero, que el “saber popular” en la Argentina había bautizado como la “bicicleta financiera”, y que ya
había funcionado durante la gestión de Martínez de Hoz en épocas de la dictadura. Para los exportadores el
negocio consistía en vender sus dólares, depositar en un banco los pesos obtenidos a una tasa de interés
que esos meses rondaba el 11 % mensual y, luego de un par de meses, volver a comprar dólares cuyo precio

11
También puede consultarse: Monserrat Miguel: “Derechos humanos: avances y retrocesos”, en Comunidad y Desarrollo.
Segunda época N° 21, diciembre 2013.

9
se mantenía fijo. De esta manera, por la diferencia existente entre la tasa de interés, los precios internos y la
evolución del dólar obtenían un rendimiento mensual en dólares de alrededor del 8 %, un negocio que no
existía en ningún país del mundo.

Según Alejandro Rofman12, “La fina ingeniería económico-financiera, destinada a aplacar los reclamos
sociales y las tensiones políticas, se desbarrancó a principios de 1989. La banca financiera multilateral, los
acreedores externos, los grandes grupos económicos y la dirigencia política opositora, por distintas vías,
unas públicas y otras subterráneas, decidieron que era preferible apostar al candidato opositor y descartar
todo tipo de acuerdo con el proyecto oficialista”.

Una serie de circunstancias explican este entramado. Mientras las encuestas electorales le daban ventaja al
candidato justicialista, en el mes de enero de 1989 asumía una nueva administración en EE. UU., cuya
conducción expresaba sus dudas sobre la consistencia del plan de Argentina, lo que se transmitió a las
instituciones financieras internacionales, produciendo también un estancamiento en las negociaciones con
los acreedores externos. Se originó entonces una corrida sobre el dólar, compras masivas, que llevaron al
Banco Central a suspender las licitaciones de ventas de dólares que realizaba diariamente. Esto último
enardeció a aquellas empresas e inversores que habían confiado en la palabra oficial y se habían mantenido
en sus posiciones en australes. Claro está que esa actitud perseguía la obtención de pingües ganancias como
mostramos más arriba. La respuesta (venganza?) empresarial, y en especial de las exportadoras y de
poderosos grupos económicos, comenzó a generar una situación caótica pocas veces vista en la historia
argentina.

La devaluación posterior del austral, las presiones sobre el mercado cambiario ilegal (marginal o negro en el
decir popular), la negativa del Banco Mundial a girar parte del crédito que se había acordado contribuyeron
a desequilibrar la situación económica, financiera y cambiaria, deteriorar aún más al gobierno y restarle
posibilidades al candidato oficialista en las adelantadas elecciones presidenciales. El impacto de la
devaluación, en un país como la Argentina, exportador de bienes agropecuarios, repercutió fuertemente
sobre el precio de los alimentos, cuestión que deterioraba el poder adquisitivo de los salarios.

“De ahí en más se iniciaría una puja despiadada entre grupos económicos y segmentos más poderosos del
capital a fin de ganar posiciones, tanto en el plano económico como en el político. El escenario estaba
montado para lo que luego sería conocido como hiperinflación. El círculo vicioso de la estampida del dólar,
de la vorágine de precios expresaba la lucha entre los principales grupos económicos por incrementar su
cuota de poder. Estos grupos presionaban al gobierno y a los partidos políticos a fin de imponer
medidas económicas tendientes a satisfacer intereses sectoriales y a dar un determinado rumbo a la
política económica después de las elecciones.” 13 (Subrayado propio) Ese tipo de confrontación, entre los
grandes grupos empresarios y la política gubernamental, por un lado, y entre los propios empresarios por el
otro, desestabilizaba cada vez más la situación económica y política del país.

12
Rofman Alejandro, Romero Luis A.: “Sistema Socioeconómico y Estructura Regional en la Argentina”. Amorrortu, 1997
13
Peralta Ramos Mónica: citado

10
Tasa de Inflación - IPC Evolución mensual - En %

1984 1985 1986 1987 1988


Enero 12.5 25.1 3.0 2.6 9.1
Febrero 17.0 20.7 1.7 6.5 10.4
Marzo 20.3 26.5 4.6 8.2 14.8
Abril 18.5 29.5 4.7 3.4 17.2
Mayo 17.1 25.1 4.0 4.2 15.7
Junio 17.9 30.5 4.5 8.0 18.0
Julio 18.3 6.2 6.8 10.1 25.6
Agosto 22.8 3.1 8.8 13.7 27.6
Septiembre 27.5 2.0 7.2 11.7 11.7
Octubre 19.3 1.9 6.1 19.5 9.0
Noviembre 15.0 2.4 5.3 10.3 5.7
Diciembre 19.7 3.2 4.7 3.4 68

Dic/Dic 688.0 385.4 81.9 174.8 387.7

Fuente: En base a información de INDEC

En este marco, el candidato por el partido justicialista obtuvo un amplio triunfo en la elecciones, obteniendo
la mayoría también en las dos cámaras del Congreso, pero debido a las normas constitucionales vigentes el
gobierno recién podía ser traspasado el 10 de diciembre, siete meses más tarde. Se desencadenaron a partir
de ahí una serie de presiones, tanto sobre el presidente en ejercicio, para forzar su renuncia y adelantar el
traspaso del gobierno, como sobre el presidente electo para conocer e influir en las futuras decisiones
políticas y designaciones de su gabinete.

Las consecuencias de estas tensiones fueron la potenciación de la disputa por la apropiación del excedente
por parte de los grupos económicos, una exponencial suba de los precios y del dólar y la caída abrupta de
los salarios. La crítica situación social mostró su cara más dramática en los saqueos de supermercados y
negocios de alimentos en varias ciudades, con una represión que causó once muertos y cientos de
detenidos, la imposición del estado de sitio y finalmente el anuncio de Alfonsín de su renuncia a partir del 30
de junio.

El gobierno de Menem y el Plan de convertibilidad

Los inicios del gobierno de Menem

El contexto internacional tras la asunción de Carlos Saúl Menem como presidente estaba atravesado por la
ruptura del orden bipolar que había marcado al mundo después de la segunda guerra mundial a través de la
Guerra Fría. La caída del muro de Berlín en 1989, el desmembramiento de la Unión Soviética un año más
tarde y el posterior derrumbe del resto de los países del llamado “socialismo real” consolidaron el poder
hegemónico político y militar de los Estados Unidos. A partir de este nuevo panorama, el equilibrio de

11
fuerzas que expresaba el enfrentamiento entre capitalismo y comunismo se quebró. El resto de las potencias
capitalistas, fundamentalmente Japón y los países europeos, no cuestionaron el liderazgo estadounidense,
como se evidenció en la ocupación durante la presidencia de George Bush (padre) de Kuwait después de la
Guerra del Golfo que se inició en 1990.14

A su vez, el “fin del comunismo” dio un nuevo impulso a las políticas neoliberales en un marco donde se
anunciaba el “fin de las ideologías”. América Latina, y principalmente la Argentina, sería la mejor expresión
de una serie de políticas caracterizadas por la apertura económica y financiera, la privatización de empresas
estatales, la eliminación de controles de precios y la desregulación de la actividad económica y financiera. El
esquema se completaba con el mejoramiento de los ingresos de los sectores más poderosos a través de la
disminución impositiva y una redistribución regresiva del ingreso, aumentos de salarios por debajo de la
inflación y recortes a las políticas sociales del Estado de Bienestar. El discurso neoliberal planteaba un
esquema de política que se conoció como de “derrame”, lo cual querría decir, que el crecimiento económico
tendría en una segunda etapa un mejoramiento del nivel de vida de los sectores populares; pero el resultado
real fue una gran concentración de los ingresos a favor de los sectores más poderosos económicamente y
una profundización de la brecha social. Los niveles de pobreza e indigencia llegaron a niveles nunca visto
antes, en sociedades donde la fragmentación social se profundizaba a pasos agigantados. Así como la
dictadura a través del terrorismo había disciplinado a gran parte de los trabajadores, la hiperinflación y la
desocupación estructural complementarían este camino.

El gobierno de Menem dejó de lado no solamente sus propuestas electorales de “revolución productiva” y
“salariazo” sino que se acomodó pragmáticamente a la nueva situación internacional de globalización y a
los nuevos condicionantes internos ejercidos por un poder económico cada vez más concentrado y
fortalecido. En tal sentido, las decisiones gubernamentales se orientaban a seguir estrictamente las
recomendaciones del Consenso de Washington15, abandonando las clásicas posturas de tercera posición
que caracterizaron al Partido Justicialista y alineando la política exterior de la Argentina con la estrategia
internacional de los EE. UU. Esto último estuvo gráficamente expresado por el canciller argentino Guido Di
Tella en su frase de mantener “relaciones carnales” con los EE.UU.

Estos cambios tan marcados en el pensamiento y la política de un gobierno peronista quedaron


palmariamente reflejados en la respuesta a una entrevista al Presidente Menem, cuando ante la pregunta:
“Es probable que sus políticas causen huelgas. ¿Cómo va a reaccionar?; contestaba: “Vamos a tomar
medidas para impugnar a los sindicalistas ante tribunales. Los que no trabajen van a ser reemplazados por
lo que deseen trabajar. Lamentablemente, tenemos que ser duros.” 16

14
Pita Fernando: citado
15
Un listado de las medidas programáticas que incluye el Consenso de Washington puede verse en Pita Fernando “Breve
Reseña sobre el Neoliberalismo”. UBASUR Apunte 3 Año 2019
16
Brown Jonathan: Breve Historia de la Argentina. Prometeo 2009.

12
En esa misma línea el nuevo presidente nombró como ministro de economía a Miguel Roig, un ejecutivo del
poderoso grupo económico Bunge y Born17, cuya designación ya había anunciado un mes antes para tratar
de apaciguar conflictos y calmar las expectativas por la orientación que tendría su gobierno. Otras
designaciones ministeriales recaían también en empresarios y en dirigentes extrapartidarios.18.

Leyes de Emergencia y de Reforma del Estado

Las principales medidas económicas se implementaron a través de las leyes de Reforma del Estado (N°
23.696) y de Emergencia Económica (N° 23.697) que permitían gobernar por decreto y privatizar las
empresas públicas. La primera fue a fondo con el proyecto más moderado que había tratado de impulsar el
gobierno de Alfonsín de privatizar las empresas públicas (teléfonos, aviación comercial, ferrocarriles), donde
solamente quedaron exceptuadas las empresas vinculadas a la seguridad y a la defensa nacional; la
segunda establecía la suspensión por 180 días (aunque luego se renovaría indefinidamente) de los
regímenes de promoción industrial, regional y de exportaciones y las preferencias que beneficiaban a las
manufacturas nacionales en las compras estatales; además se autorizaron los despidos de empleados
públicos y se puso fin a los esquemas salariales de “privilegio” en la administración . Asimismo, se derogaron
las restricciones que existían para las inversiones extranjeras, poniendo en igualdad de condiciones al
capital nacional y al capital extranjero. El objetivo declarado de estas medidas se centraba en superar la
inflación y reducir las cuentas públicas y en menor medida en lograr mayores niveles de productividad y
competitividad de la economía. Previamente, se plantearon las bases de este esquema: reforma tributaria,
apertura del comercio exterior y la firma para establecer el Mercado Común del Cono Sur (MERCOSUR) con
Paraguay, Brasil y Uruguay.

La supresión de los privilegios y subsidios que el Estado otorgaba a grandes sectores empresarios
desencadenó fuertes presiones, en forma deliberada, sobre la cotización del dólar, sobre los precios y sobre
la propia composición del gabinete de Menem. También la ley de Reforma del Estado que abría las puertas a
una generalizada privatización de las empresas estatales se tradujo en una disputa entre diferentes grupos
económicos tras la captura de enormes recursos y poder de mercado que estaban en manos del Estado y
serían transferidos al sector privado.

El plan tenía objetivos ambiciosos y pretendía introducir reformas de carácter estructural que debían
traducirse en la eliminación de los subsidios, el fin de la especulación financiera y cambiaria y la
privatización de las empresas del Estado.

Pero el plan ideado por los ejecutivos de Bunge y Born (primero Roig y después Rapanelli) terminó en un
estrepitoso fracaso. La inflación no se contuvo debido a la puja entre los propios sectores empresariales
para defender su porción del excedente social que se disputaban, el déficit fiscal no disminuyó, la deuda
17
El grupo Bunge y Born era uno de los principales exportadores de cereales, productos primarios e industriales,
propietario de grandes empresas en sectores claves de la economía como alimentación, textil y petroquímica.
Tradicionalmente fue un adversario político del peronismo.
18
Entre esas designaciones cabe resaltar la del capitán/ingeniero Alvaro Alzogaray, de larga tradición liberal y
antiperonista, como “delegado personal” del presidente en asuntos económicos y la de su hija, María Julia Alzogaray, como
interventora de la empresa estatal de telecomunicaciones ENTEL.

13
externa aumentó y estos desequilibrios, sumandos a las diferencias internas en el gabinete nacional,
culminaron en la renuncia del ministro de economía.

El presidente optó entonces por la designación en el ministerio de una persona de su entorno y de su plena
confianza, Erman González. Para tratar de encauzar la situación heredada dejó sin efecto parte de las
medidas tomadas por su antecesor que habían entrado en conflicto con grupos económicos, entre ellas el
aumento de las retenciones a las exportaciones de granos y la suspensión de la prefinanciación de las
exportaciones. Se estableció un mercado único de cambios y se eliminaron todas las restricciones a la
compra y venta de dólares. A pesar de ello la especulación con el dólar persistió y se produjo una verdadera
estampida en su cotización. Ello desencadenó nuevos y fuertes incremento en los precios y una violenta
suba en la tasa de interés.

El gobierno decidió entonces la implementación de un drástico plan para hacer frente a esta nueva situación
de crisis. En los primeros días de 1990 se anunciaba el denominado “Plan Bonex” que consistió en una
sustitución compulsiva de la mayor parte de los depósitos bancarios a plazo fijo por títulos públicos en
dólares (Bonex) a pagar en un plazo de diez años, lo que implicó un nuevo incremento de la deuda externa.
Esto fue el inicio de un proceso posterior de transformación del sector bancario, que incluyó la privatización
de varias entidades financieras de provincia y la fusión, absorción y concentración de la banca privada en
manos de entidades de capital externo. Mónica Peralta Ramos resume la situación: “a seis meses de
asumido el gobierno, el programa económico del peronismo se debatía en una crisis sin fin aparente. El
intento de imponer desde el gobierno la hegemonía de un grupo económico sobre los demás y de impulsar
reformas estructurales orientadas a recortar los subsidios y prebendas del Estado había naufragado
estrepitosamente. Diversos sectores del empresariado (…) se embarcaron en una cruenta lucha por obtener
mayores transferencias de ingresos a su favor. Al hacerlo (…) precipitaron a la economía en un túnel sin
aparente salida.”19

Estas disputas, como las que se precipitaron a fines de 1988 y principios de 1989, como así también los
procesos inflacionarios anteriores, parecieran demostrar que la pelea por la apropiación de la riqueza social
entre las distintas fracciones de propietarios del capital ha tenido en la Argentina, en diferentes situaciones
históricas, como forma pragmática de expresión la especulación cambiaria y la explosión inflacionaria. Es así
como en febrero de 1990 se producía un nuevo estallido hiperinflacionario que hacía peligrar no solo la
continuidad de la alianza social y política que sostenía al gobierno, sino la del propio gobierno.

Presiones militares y solución ¿final?

La cuestión militar, no resuelta del todo por el gobierno de Alfonsín, a pesar de la sanción de las leyes de
obediencia debida y de punto final, volvió a aparecer públicamente. El presidente Menem terminó cediendo
a las presiones militares y tras las controvertidas consignas de “pacificación nacional” y de “reconciliación”
suscribió una serie de decretos, entre octubre y diciembre de 1989, que determinaron el indulto de civiles y
militares que habían cometido delitos de lesa humanidad violatorios de los derechos humanos y aún delitos

19
Peralta Ramos, Mónica, citado.

14
comunes. Los indultos fueron de tal amplitud que abarcaron a los ex miembros de la junta de comandantes
que habían sido condenados por el juicio a las juntas en 1985; a jefes militares procesados que no habían
sido alcanzados por la ley de obediencia debida, como el caso de Guillermo Suarez Mason; a jefes y
militantes guerrilleros acusados de “subversión”, como Mario Eduardo Firmenich, líder de Montoneros; al ex
Ministro de Economía de la dictadura, José Alfredo Martínez de Hoz; a todos los oficiales que habían
participado en la rebeliones militares contra el gobierno de Alfonsín e incluso a dirigentes políticos acusados
de malversación de fondos públicos. Si bien la Constitución Nacional autoriza al Presidente a “indultar o
conmutar penas por delitos sujetos a la jurisdicción federal”, surgieron dudas y cuestionamientos a la
decisión, especialmente para el caso de quienes todavía estaban en situación de procesamiento judicial20.
Pero más allá de esta discusión de carácter jurídico, expresa Emilio Mignone, quien fuera un referente de las
organizaciones defensoras de los derechos humanos: “Una cosa, sin embargo, es la legalidad de la decisión y
otra su admisibilidad ética y política. El perdón concedido por Menem no convocó a la reconciliación, como
se pretende. Al negar la justicia conduce a la venganza privada y a la violencia. Opus justitiae pax -la paz es
obra de la justicia-, decía la sabiduría antigua. Sin justicia no habrá paz. Ya en libertad los ex comandantes
no pueden aparecer en público porque son abucheados e insultados. Viajan rodeados de guardias. Como
ninguno de los indultados se manifiesta arrepentido y algunos, por el contrario, glorifican sus acciones,
como lo hizo el ex general Videla en una carta, es de temer la repetición de los hechos incriminados.”21

El plan de convertibilidad

En un contexto sumamente convulsionado asumió el Ministerio de Economía Domingo Cavallo a comienzos


de marzo de 1991. Se lanzó entonces el llamado Plan de Convertibilidad, que a partir del cambio de moneda,
nuevamente se volvió al peso, que reemplazó al austral, se estableció una paridad fija de 1 peso = 1 dólar.22
Esta paridad cambiaria sería sostenida por las reservas de divisas en poder del Banco Central. Ello implicaba
varias cuestiones. En primer lugar, el gobierno se comprometía a no emitir dinero que no estuviera
respaldado por esas reservas, las cuales deberían igualar a la base monetaria. O sea, que las reservas debían
igualar a la cantidad de dinero, en pesos, en poder del público más los depósitos en los bancos en cuenta
corriente y caja de ahorro. La importancia de esta decisión radicaba en el hecho que de esta manera el
Banco Central podía responder con sus divisas a la totalidad del dinero con el cual se podían comprar esos
dólares. Y esto era una forma de desarmar cualquier especulación en contra del peso. Se controlaba así las
expectativas por una posible devaluación, tratando de generar confianza en la población acerca de la
continuidad de la paridad cambiaria. Pero en segundo lugar, esta decisión implicaba también que el
gobierno limitaba la utilización de la herramienta de la política monetaria y cambiaria. Esto último se
complementaba con la adopción de un criterio impulsado por las ideas neoliberales de la independencia del
Banco Central, con respecto al Poder Ejecutivo, para lo cual se reformó la carta orgánica de esa institución.
Al respecto dice Rofman: “…el Estado renunció no solamente a la emisión sin respaldo en reservas en oro y
divisas para garantizar la Convertibilidad, sino que se comprometió a no financiar un eventual déficit con la

20
Años más tarde la Corte Suprema de Justicia de la Nación declaró la inconstitucionalidad de los indultos.
21
https://web.archive.org/web/20020620191418/http://www.nuncamas.org/document/nacional/indulto_intro.htm
22
La ley de convertibilidad N° 23.928 estableció inicialmente una paridad de 1 dólar igual a 10.000 australes, pero luego
esta moneda fue sustituida por el peso en una relación de 1 peso = 10.000 australes.

15
citada emisión, por lo que el nivel de circulación interna dependió, desde entonces, del monto de recursos
acumulados en el Banco Central en activos externos.” 23

Las medidas complementarias dispuestas se traducían en una ampliación de la apertura financiera que
había caracterizado a la política económica desde la dictadura cívico militar, con el agravante de dejar a la
economía argentina a merced del movimiento especulativo del capital financiero internacional, con muy
poca capacidad de regulación por parte de la autoridad monetaria. A su vez, se profundizaba la apertura
externa mediante rebajas arancelarias y menores regulaciones para las importaciones.

La otra decisión básica de la ley de convertibilidad consistió en la prohibición de todo mecanismo de


indexación para actualizar precios, tarifas, deudas o conceptos similares. Ello tenía que ver con una
interpretación acerca de lo que se denominaba “inflación inercial”, esto es, que la inflación tenía un
componente de indexación, basada en la inflación pasada que la potenciaba hacia el futuro.

Bajo la conducción económica de Domingo Cavallo, el gobierno enfrentó la cuestión de la deuda externa,
que había llegado a casi 60.000 millones de dólares, adhiriendo en 1992 al denominado Plan Brady. Para un
porcentaje importante de ese monto se renegociaron los plazos de pago, llevándose en algunos casos a 30
años. Pero no hubo una quita significativa en los montos adeudados. El gobierno se comprometió a encarar
un amplio y profundo programa de privatización de empresas en poder del Estado y a usar los fondos
obtenidos para disminuir su nivel de endeudamiento.

A pesar de la renegociación, la deuda externa siguió siendo un condicionante de la política económica,


porque dadas las cláusulas de pago que se establecieron se afectaba fuertemente al sector público y se
influía sobre el sector externo. Tal como dijimos para el caso del gobierno de Alfonsín, el sector público debía
tener un superávit operativo para responder al pago de los intereses y amortizaciones de deuda. De lo
contrario, el camino alternativo seguía siendo el mayor endeudamiento. Y había que generar, entonces, los
dólares para poder pagar. En tal sentido, el gobierno debía orientar la política fiscal de manera tal de tener
un superávit operativo que fuera equivalente al monto de amortizaciones e intereses de la deuda que debían
pagarse. Y eso es lo que se comprometió con las instituciones financieras multilaterales. Pero también la
deuda fue un condicionante para las actividades productivas, ya que la magnitud alcanzada a la larga
resultaría incompatible con el crecimiento económico, máxime en un contexto internacional fuertemente
influido por la libre circulación del capital financiero y las constantes oscilaciones de los precios de los
bienes exportados por un país como Argentina.

Los recursos provenientes de la privatización más los ajustes en las cuentas públicas que incluyeron la
transferencia de servicios (salud y educación) a las provincias posibilitaron en los primeros años de la
aplicación del plan reducir fuertemente los desequilibrios fiscales y proveer los fondos para hacer frente a
los compromisos de la deuda. Pero a diferencia del ajuste recesivo del gobierno anterior se implementó lo
que Rofman denomina “una variante novedosa; el ajuste expansivo. Como el grueso de los impuestos que
percibe el fisco está constituido por gabelas al consumo, fue preciso estimular la expansión de las ventas
para obtener los ingresos tributarios necesarios a fin de asegurar la existencia de superávit presupuestario.

23
Rofman Alejandro, citado.

16
Entonces, el crecimiento económico es un requisito fundamental del plan, más allá de cuales son los
sectores productivos y los agentes sociales favorecidos.”24 De todos modos, y sin contradecir la cita anterior,
hubo también una reforma tributaria de carácter regresivo que descargó la suba de impuestos sobre
sectores de menor capacidad de pago: suba de las tasas del Impuesto al Valor Agregado (IVA), mayor
imposición de ganancias para contribuyentes chicos y medianos y menores alícuotas para sectores altos y
disminución de aportes patronales.

El Plan de Convertibilidad tuvo desde sus comienzos un logro significativo en la contención del proceso
inflacionario y cierta repercusión favorable en el aumento de la actividad productiva. En el primer caso, la
evolución del Índice de Precios al Consumidor pasó de un promedio mensual del 14.9 % para los primeros
tres meses de 1991, a un promedio del 2.2 % para el periodo de abril a diciembre de ese año. Mientras que en
el año siguiente, la inflación total para los 12 meses fue del 17.5 %, esto es, a un promedio mensual del 1.5
%. El crecimiento económico estuvo básicamente vinculado a una importante expansión del consumo,
especialmente por parte de los sectores sociales con acceso al crédito, y por la recuperación de la capacidad
ociosa del sector industrial proveniente de las crisis hiperinflacionaria de los años 1989 y 1990. Con estas
características, el PBI subió en el año 1991 un 9.1 % y en 1992: 7.9 %, para totalizar en el periodo entre 1991 y
1994 un crecimiento promedio del 7.8 % anual,

Otro “éxito” del plan fue atemperar los conflictos entre los distintos grupos económicos y que fuera el
mercado el que actuara como componente o como disciplinador del conflicto social. Este acuerdo entre los
grandes grupos es lo que se vio reflejado en la posibilidad de hacer descender la tasa de inflación. Una
explicación de este éxito la resume Hugo Nochteff: “En abril de 1991, las líneas iniciales de la estrategia de
gobierno, hasta ese momento administradas de modo caótico, se integraron en un esquema consistente
tanto técnicamente desde el punto de vista del corto plazo, como políticamente, en la medida en que
lograron articular un programa de grandes transformaciones que conciliara las demandas e intereses de
las fracciones que constituyen el nuevo bloque hegemónico: los grandes conglomerados de capital
local, las empresas transnacionales, los acreedores y la cúpula del sector agropecuario; y obtuviera,
fundamentalmente a través de la estabilización y un “boom” del consumo, la legitimación electoral del
programa.”25 (Subrayado propio)

Las características principales del programa privatizador 26*

Un primer aspecto que llama la atención cuando se analiza el programa de privatización de empresas
estatales que encaró la administración gubernamental de la Argentina en la década de los noventa, sobre
todo cuando se lo compara con otras experiencias internacionales, está dado por su extensión, su rápido
ritmo y su profundidad. Prácticamente, en los cuatro años que van entre 1990 y 1994, la Argentina privatizó

24
Rofman, Alejandro: citado.
25
Nochteff Hugo: “La política económica en la Argentina de los noventa. Una mirada de conjunto”, en Epoca: Los años 90:
balance de una década de concentración económica y regresividad social. 1999
26
* Extractado de García Américo: “Servicios Públicos y Fortalecimiento de los Consumidores”. Trabajo expuesto en el
XVII Congreso Mundial de Consumers International, Lisboa 13 al 17 de octubre de 2003.

17
todos sus grandes servicios públicos domiciliarios, telefonía, gas, electricidad y agua potable. Asimismo, en
el sector de transporte e infraestructura para el transporte, se privatizó la empresa de aeronavegación de
bandera nacional, se desmanteló y se vendieron todos los buques de la empresa naviera de cargas, se
concesionaron los ferrocarriles de carga y de pasajeros y los subterráneos de la Ciudad de Buenos Aires, al
igual que las vías navegables troncales y los puertos; se concesionaron alrededor de 10.000 km de la red vial
nacional y los aeropuertos. Pero el extenso programa privatizador fue más allá aún, transfiriendo al sector
privado actividades de la industria manufacturera, como el caso de la producción de acero y parte de la
petroquímica; y se privatizaron también sectores correspondientes a la explotación de los recursos naturales
no renovables, como el caso de los hidrocarburos: petróleo y gas natural.27

Un segundo aspecto es que la Argentina comenzó su programa privatizador por los grandes servicios
públicos, al contrario de otras experiencias internacionales, Gran Bretaña por caso, que iniciaron su proceso
de privatizaciones por sectores económicos de menor importancia relativa y que tenían un entorno
competitivo28. De esta manera, los costos de aprendizaje del programa fueron mayores en Argentina, si se lo
mide, en términos de mayores tarifas, en especial para los usuarios residenciales, aunque también para los
usuarios comerciales e industriales que usan como insumos los servicios públicos.

En tercer lugar, dada las formas que adquirió el programa privatizador, se transfirieron al sector privado
monopolios públicos, sin un proceso previo de transformaciones o adecuaciones que permitieran un
contexto de mayor competencia. Así, los monopolios públicos derivaron en monopolios privados. Si bien es
cierto que en algunos servicios se utilizó para la privatización esquemas de segmentación vertical o
segmentación en el ámbito geográfico, como básicamente fueron los casos del gas natural y la electricidad29,
ello tampoco implicó un mayor grado de competencia, ya que simplemente derivó en empresas
monopólicas a escala regional.

Finalmente, y no lo menos importante, por cierto, en términos políticos, el programa privatizador derivó en
una confluencia de intereses económicos de los sectores dominantes que permitió la superación de la crítica
situación hiperinflacionaria de mediados y de fines de 1989. La mayoría de los consorcios ganadores
estuvieron integrados, por lo menos en el momento de la adjudicación, por grupos ligados a los acreedores
externos, por grandes grupos económicos con intereses locales y por empresas transnacionales prestadoras
de servicios. La participación de los acreedores externos les posibilitaba restablecer el pago de la deuda
externa, mediante la utilización de su capitalización para la adquisición de las empresas estatales
subastadas, aportando el diseño financiero y los títulos de deuda. Los grupos económicos locales ponían su
capacidad de lobby ante autoridades gubernamentales en búsqueda de ventajosas condiciones

27
Un programa de tal extensión y profundidad solo es comparable a nivel internacional con lo sucedido en algunos países
del este europeo.
28
Antes de 1984, año en que fue privatizada British Telecom, fueron privatizadas un conjunto de industrias que enfrentaban
un mercado relativamente competitivo, tal el caso, entre otras, de Amershan International, dedicada a la fabricación y venta
de materiales radioactivos para usos médicos; National Freight, una empresa transportista de carga y la Rolls-Royce
fabricante no solo de automóviles de lujo, sino principalmente de motores y turbinas para aviones.(Vickers y Yarrow: “Un
análisis económico de la privatización”, FCE, 1991)
29
Como consecuencia de diversas fusiones y adquisiciones se ha tendido a reintegrar tanto horizontal como verticalmente
ambos sectores energéticos.

18
regulatorias, a la vez que junto a las corporaciones transnacionales accedían a nuevos mercados
monopólicos u oligopólicos, con elevadas tasas de rentabilidad prácticamente aseguradas y un escaso
riesgo empresario. Las empresas transnacionales agregaban su experiencia en la gestión y en la operación
técnica.30

Por las razones apuntadas es que una cuestión notoria en el programa privatizador de los noventa en la
Argentina, derivado en forma directa de los objetivos básicos, explícitos y no explícitos, y de las formas de su
implementación es, sin duda, la debilidad regulatoria que imperó desde sus comienzos en las actividades
privatizadas. Los objetivos priorizados por la administración gubernamental de Carlos Menem, no fueron
tanto el logro de servicios públicos de mayor eficiencia, mejor calidad y tarifas adecuadas que permitieran
una mayor competitividad de la economía argentina y la incorporación masiva de los usuarios, como el
hecho de dar señales precisas hacia el establishment internacional y nacional de que el país se alineaba con
el pensamiento hegemónico que imponían las nuevas condiciones de la economía global en la última
década del siglo XX. En buena medida, los objetivos político-institucionales primaron sobre los económicos;
fenómeno que asume un papel protagónico para explicar la celeridad con la que se encaró el programa de
privatizaciones. A su vez, la deficitaria situación fiscal y los condicionamientos que en materia de política
económica imponían los elevados niveles de deuda externa y sus consiguientes pagos en conceptos de
amortizaciones e intereses, podían ser disminuidos a partir de la aplicación de los fondos recaudados vía
privatización para una solución, al menos parcial, de ambos problemas.

La adopción de estos criterios de naturaleza macroeconómica y la necesidad auto impuesta por el gobierno
de dar señales de su orientación en materia económica, determinaron un desinterés notorio por la fijación
de reglas claras y firmes en materia regulatoria. Es evidente que si imperaba un objetivo recaudatorio para
aliviar el crónico déficit fiscal de la economía argentina o, como aconteció previamente al lanzamiento del
Plan de Convertibilidad, la obtención de un colchón financiero que sirviera para su apuntalamiento, la
atracción hacia los inversores nacionales e internacionales debía ser necesariamente una perspectiva cierta
de obtención de una alta rentabilidad, para lo que marcos regulatorios excesivamente detallados constituían
sin duda una limitación en su logro. Resultado de ello, entonces, fue la constitución de entes reguladores
con una escasa independencia de la administración y con un débil poder regulatorio, puestos en marcha
simultáneamente y aún con posterioridad a la transferencia de las empresas privatizadas.

Como una derivación directa de lo expresado en el párrafo anterior, existió también una escasa
preocupación por la defensa de los derechos e intereses de los usuarios, que pueden ejemplificarse en el
hecho de la inexistencia, en algunos casos, de reglamentos que establecieran derechos y obligaciones de las
partes (empresas prestatarias y usuarios) o que los mismos fueran redactados por las propias empresas, y en
la ausencia de eficaces mecanismos de participación de este sector en los esquemas de regulación,
prácticamente limitados a una formal expresión en acotadas audiencias públicas que, en la generalidad de
los casos, no fueron ni consideradas al momento de adoptar las decisiones finales

30
Abeles, Martín “El proceso de privatizaciones en la Argentina de los noventa: ¿reforma estructural o consolidación
hegemónica?, en Revista Época, año 1 N° 1, dic 1999.

19
Las características que adquirió el programa privatizador y las formas en que el mismo fue llevado a cabo, en
especial su celeridad, extensión y profundidad, así como también la existencia de varios casos de ofertas
predatorias, determinaron también la introducción de numerosas modificaciones en casi todos los
contratos. La mayoría de esos cambios y renegociaciones no fueron introducidos con el objetivo del
mejoramiento de los mecanismos regulatorios y el progresivo ajuste hacia un sistema de regulación más
efectivo, equitativo y justo, sino que, por el contrario, estuvieron originados en cuestiones planteadas por las
propias empresas prestatarias o en la conveniencia de hacerlos funcionales a la adopción de determinados
objetivos de la política económica y resueltos, por tanto, en función de la solución de dichas cuestiones, esto
es, resultaron funcionales a la problemática de las empresas o a los objetivos gubernamentales.

Además de esta situación de casi renegociación permanente, cabe señalar que dichas renegociaciones se
realizaron en un marco de muy escasa transparencia, sin la participación de los usuarios ni de las
organizaciones que los nuclean, sin que se realizaran audiencias públicas que permitieran escuchar las
opiniones de los diferentes actores involucrados en la prestación de los servicios y, en algunos casos, hasta
sin la participación de los propios entes reguladores de la actividad. Ejemplos de los resultados de estas
renegociaciones (siempre en el marco de garantizar el nulo riesgo empresario que caracteriza a la casi
totalidad de las privatizaciones realizadas en la Argentina) fueron la dolarización de las tarifas que pretendió
establecer un seguro de cambio para las empresas privatizadas, la imposición de cláusulas de actualización
tarifaria basada en la adopción de índices de países extranjeros, el perdón de los incumplimientos incurridos
por parte de las empresas o el levantamiento de sanciones impuestas o que correspondía imponer por parte
de los reguladores o la extensión de los plazos de concesión, situaciones demostrativas de las ventajas
obtenidas por las empresas privatizadas en cada renegociación contractual que se encaró.

Pero una vez agotados los recursos que se obtuvieron por la privatización de las empresas estatales,
alrededor de 25.000 millones de dólares, el programa fue perdiendo vitalidad, al haber arrancado con un
valor del dólar relativamente bajo, con lo cual comenzó un periodo de deterioro del sector externo. Esa
subvaluación del dólar estimuló las importaciones de bienes, muchos de los cuales competían con la
producción nacional, lo que condujo al cierre de empresas, desocupación de la mano de obra y una
continuidad del proceso de desindustrialización que había caracterizado a la política económica de la
dictadura y que el gobierno radical de 1983 no había podido revertir. Hubo una profundización de la
apertura comercial con fuertes rebajas de los aranceles y de las protecciones no arancelarias. Este proceso se
hizo con tal rapidez e intensidad que impidió que las empresas, en especial medianas y pequeñas, pudieran
adaptarse a las nuevas condiciones impuestas y reconvertirse.

El impacto de estas decisiones se hizo notar en el plano laboral. Es así como la suma de las tasas de
desocupación y subocupación pasaron del 16.9 % registradas a mediados de 1989, en pleno proceso de alta
inflación, al 29.7 % a mediados de 1995, circunstancias que afectó principalmente al sector industrial. Estas
cifras denotan dos cuestiones agravantes de la situación social. Una, la suba del desempleo estructural, es
decir, de aquellas personas que no encuentran trabajo, y la otra, el incremento de la diferenciación entre
aquellas personas con empleo formal, registrado y aquellos trabajadores con empleo informal, temporarios

20
y de aquellos que buscan un mejor trabajo con más alta remuneración. La alta desocupación constituye
también una limitación para las demandas sindicales por mejoras en las condiciones salariales y de trabajo.

El programa económico, fuertemente inspirado en las ideas neoliberales, incluyó también la llamada
“flexibilidad laboral”, que se sumó a la caída del salario real de los trabajadores y que trajo aparejado el
crecimiento del trabajo “en negro”, de condiciones precarias, con gran inseguridad en cuanto a la
continuidad del empleo en el tiempo, la quita de importantes derechos, como así también la falta de
cobertura de salud y de beneficios previsionales. También aparecieron una serie de mecanismos que
facilitaban la elusión de la legislación laboral como las empresas de servicios eventuales y las locaciones de
servicios y de obra que disimulaban una contratación formal. Se reglamentaron mediante modificaciones en
las leyes laborales largos períodos de prueba que facilitaban la contratación temporaria y el despido y
eludían el pago de indemnizaciones. Fueron los llamados “contratos basura”. Esas leyes ponían también a
discreción del empleador horarios de trabajo y vacaciones fraccionadas y en cualquier periodo del año, con
la consiguiente desorganización de la vida del trabajador/a y de su familia. Se les permitió a las empresas
abonar parte de los salarios con los llamados “tickets canasta”, que no tributaban para la jubilación, no se
incluían para el cálculo del aguinaldo y para eventuales indemnizaciones en caso de despido. Durante una
década estuvieron congelados los salarios de los empleados públicos, como también el Salario Mínimo, Vital
y Móvil fijado en 200 pesos. En el año 1990 el gobierno eligió un día emblemático para el peronismo, el 17 de
octubre, para prohibir el derecho de huelga en cualquier servicio que el Ministerio de Trabajo calificara como
esencial. A través de la Ley de Riesgos de Trabajo se crearon las Aseguradoras de Riesgos de Trabajo a partir
de lo cual se eximió a los empleadores de la responsabilidad por enfermedades y accidentes, sus
reparaciones tuvieron montos máximos bajos y se pagaban en cuotas.

El sector financiero tuvo un comportamiento contradictorio. Por un lado, contribuyó a la expansión


productiva y del consumo, facilitando crédito para estas actividades. Pero por otro lado, siguió estimulando
fuertemente la especulación. La paridad cambiaria fija de 1 peso = 1 dólar, que el gobierno se comprometía
a garantizar, el Ministro de Economía llegó a afirmar que sería por cien años, favorecía la “bicicleta
financiera”. Entraban dólares, que se convertían en pesos y que aprovechaban las mayores tasas de interés
que regían en la Argentina en comparación con lo que pasaba en el mercado internacional. Luego, con esos
pesos se podía volver a comprar dólares que retornarían a sus países de origen o se depositarían en cuentas
de los mal llamados “paraísos fiscales”. Esto le daba cierta debilidad al programa y lo hacía muy
dependiente de la situación financiera internacional.

Precisamente esa fragilidad del programa se mostró a fines de 1994 frente a la crisis que sufrió México.
Muchos inversores (y especuladores) vieron la similitud en el funcionamiento de la economía de ambos
países por lo que decidieron retirar parte de sus inversiones financieras de la Argentina. A estas
consecuencias se las denominó “efecto tequila” e implicaron una corrida bancaria, suba de la tasa de interés
intentando retener los depósitos, disminución de los créditos y la crisis de algunas instituciones financieras.
El encarecimiento del crédito más la apertura indiscriminada de las importaciones agravó fuertemente la
situación de numerosas empresas pequeñas y medianas, llevándolas a la quiebra y cierre.

21
La reforma constitucional de 1994

Pero antes del “tequila”, el año 1993 fue para el presidente Menem una exhibición de resultados valorados
por la población en general. En primer lugar, la estabilidad de los precios fue un respiro a la experiencia de la
incertidumbre causada por las hiperinflaciones vividas durante el gobierno radical del presidente Alfonsín y
en los comienzos de la gestión menemista. Un segundo logro fue la llamada Reforma del Estado, que en
realidad se transformó en un amplio proceso de privatizaciones, que impactó fuertemente en la población y
recibió de parte de la prensa hegemónica grandes elogios al resaltar que se ponía fin a los años de
experiencia de las empresas públicas, catalogadas en amplios sectores como ineficientes, en un camino que
aspiraba a lograr la inversión y la gestión de estas empresas por parte capitales nacionales y extranjeros.

A partir de esta situación favorable en la imagen gubernamental, desde el oficialismo se comenzó a trabajar
la idea de realizar una reforma constitucional al efecto de poder lograr introducir la cláusula de la reelección
presidencial por otro período consecutivo, cláusula que no existía en la Constitución Nacional sancionada
en 1953.

En el mes de octubre de 1993 se realizaron las elecciones para la renovación parcial de la Cámara de
Diputados. Los guarismos favorecieron ampliamente al partido justicialista triunfando por 20 puntos
porcentuales en el distrito de la Provincia de Buenos Aires, mientras que en el padrón total de la nación el
justicialismo obtuvo el 42% de los votos, en tanto que la Unión Cívica Radical cosechó un 30,7% de los votos
emitidos.

La sorpresa la dio el distrito de la Capital Federal, siempre esquivo al peronismo, coronando a Antonio
Erman González, ministro y político del círculo íntimo del presidente Menem, como diputado capitalino y
ganando la elección.

Ante este panorama político nacional, Alfonsín, el líder de la Unión Cívica Radical apoyado por sus dirigentes
políticos, emprendió fatigosas reuniones durante el mes de noviembre y diciembre del mismo año con el
presidente Menem sobre temas referidos a la futura reforma constitucional. A la UCR las victorias
contundentes del peronismo la pusieron en una encrucijada: asumía la situación de adversidad electoral y
empezaba una negociación directa con el oficialismo o se sometería nuevamente a una contienda electoral,
en este caso el plebiscito sobre la necesidad de la reforma constituyente que Menem pensaba realizar en
esos momentos. La decisión de la cúpula radical fue evitar otra derrota electoral y buscó el diálogo con el
oficialismo a los efectos de tratar la agenda de temas más sobresalientes de una reforma constitucional.

El denominado “Pacto de Olivos”, firmado el 13 de diciembre de 1993 en la Residencia Presidencial de la


localidad de Olivos, selló finalmente las reuniones entre el presidente Menem y el principal líder de la
oposición, Alfonsín, acordando la agenda de los temas que tendrían que tratarse en las reuniones de trabajo
de la Convención Constituyente y evitó, de esta manera, la realización del plebiscito dando paso directo a las
elecciones de los Convencionales Constituyentes.

Los aspectos tratados en el Pacto de Olivos y que luego tomarían forma en la redacción de la nueva
Constitución fueron los siguientes:

22
1°.- Se acordó la posibilidad de la reelección presidencial al mandato inmediatamente siguiente, pero
acortando la duración del mandato a cuatro años.

2°.- El peronismo aceptó el pedido del radicalismo de la elección de un tercer senador por cada provincia,
siendo dos electos por la mayoría y uno por la primera minoría, de tal manera, el radicalismo u otras
minorías obtendrían representantes en la Cámara de Senadores, en vez del anterior mecanismo electoral
indirecto que dejaba en manos de la mayoría de las legislaturas provinciales la designación de los
senadores.

3°.- Ante el desgaste de la figura presidencial en un país presidencialista, se aceptó la propuesta de crear el
cargo de “Jefatura de Gabinete” designado por el Presidente de la Nación, cuya tarea en líneas generales
sería la de coordinar el trabajo de todos los ministros del Poder Ejecutivo Nacional, así como también elevar
las directivas del Presidente de la Nación hacia esos ministerios y monitorear las decisiones presidenciales
en todos los ámbitos de incumbencia del Ejecutivo Nacional. Esta Jefatura es removible como cualquier
funcionario del Poder Ejecutivo Nacional para de esta manera evitar crisis políticas profundas que alteren la
autoridad presidencial.

4°.- Se estipuló la autonomía política, económica y fiscal de la Ciudad de Buenos Aires. Para ello se acordó
que las autoridades del gobierno fueran electas en forma directa por sus habitantes.

5°.- Se incorporó el balotaje (segunda vuelta) en la elección presidencial cuando ninguna fuerza política
alcanzara el 45 % de los votos o no obtuviera una brecha mayor a 10 puntos porcentuales sobre la segunda
fuerza política votada, en caso de obtener un porcentaje entre el 40 % y el 45 %.

6°.- Si bien estos temas acapararon la atención de la prensa y de la ciudadanía en general, hubo otros no
menos importantes, a saber:

a.- La República Argentina incorporó con rango constitucional un conjunto de Tratados Internacionales,
entre ellos: Declaración Universal de Derechos Humanos; Convención Americana de Derechos Humanos
(Pacto de San José); Convención sobre los Derechos del Niño; Convención sobre la Eliminación de Todas las
Formas de Discriminación contra la Mujer; Convención contra la Tortura.
b.- Se le dio carácter constitucional a los derechos de usuarios y consumidores y a la protección del medio
ambiente.
c.- Si bien al retorno de la democracia se dictaron leyes de protección a los pueblos originarios, con la
reforma constitucional se acordó la preexistencia en el territorio nacional de los pueblos originarios; razón
por la cual, todos los estados provinciales deben respetar territorios culturales y de residencia siendo éstos
de propiedad comunitaria de los pueblos originarios.
d.- Quizás el más polémico de los temas abordados durante las reuniones de los convencionales
constituyentes, fue el manejo y la percepción por parte de las autoridades provinciales de los impuestos a la
renta de las actividades extractivas mineras y petroleras, como así también el manejo de los recursos
ictícolas y otras actividades provinciales.

23
Resultados regresivos

Entre las transformaciones que se produjeron durante la administración menemista cabe mencionar los
cambios en los sectores empresarios donde hubo ganadores y perdedores. “Se produjo un avance de las
(empresas) extranjeras por sobre las nacionales, de las privadas por sobre las estatales, de las empresas de
servicios por sobre las industriales y, entre estas últimas, un avance de las agroindustriales por sobre las de
las demás ramas de la industria.”31

Hubo también un crecimiento exponencial del desempleo en todas sus manifestaciones, tanto en el
desempleo abierto como en subempleo, y esto a pesar de los primeros años de expansión; como así en las
condiciones de vida de amplios sectores de la población verificado en el aumento de los indicadores de
pobreza. Ese aumento de la desocupación estuvo directamente relacionado con la quiebra y desaparición de
numerosos establecimientos industriales, como consecuencia de la desindustrialización que caracterizó al
período, pero también como resultado del programa de privatizaciones y por la incorporación de tecnología
estimulada por la reducción de aranceles que abarataron la provisión de bienes de capital importado. El
índice de pobreza mostró también las negativas y graves consecuencias sociales. Para el caso del Gran
Buenos Aires llegó al 41,2 % en el año 1990, derivación directa de los episodios de hiperinflación, cuando
cinco años antes (1985) había sido del 8 %, para terminar sobre el fin del periodo menemista en un 29 %
(1998).

El modelo fracasa desde su propia lógica de funcionamiento y porque no pudo superar ciertas restricciones
estructurales de la economía argentina. “Sin el motor del consumo interno ni de la inversión pública, sin la
posibilidad de incrementar fuertemente las exportaciones debido al atraso cambiario, y con la inversión
privada estancada tras el auge del primer quinquenio, el modelo sólo podía seguir funcionando mediante la
incorporación de capitales externos que permitieran sostener la paridad cambiaria y el creciente déficit
fiscal. Pero estos capitales requerían como contrapartida para ingresar al país tasas de interés cada vez más
altas. Estas elevadas tasas desalentaron aún más las inversiones productivas, favoreciendo así el proceso de
expansión del sector financiero vigente desde inicios de la década de los noventa.”32 El deterioro de la
condiciones de comercialización externa determinaron que la continuidad del programa se asentara en la
entrada de capitales y por consiguiente en un cada vez mayor endeudamiento externo. La deuda pasó de
58.400 millones de dólares en el año 1991 a 127.000 millones en 1997.

Las consecuencias de la aplicación del Plan de Convertibilidad terminaron siendo una gran polarización
social, con amplias capas excluidas, una extendida desocupación de carácter estructural, la desaparición de
empresas pequeñas y medianas vinculadas al mercado interno, concentración de la riqueza y del ingreso en
grandes empresas nacionales y multinacionales, extranjerización de la economía por la compra de empresas
de capital local de diversos tamaños y en diferentes sectores de la producción de bienes y servicios y de la
comercialización. Hubo un activo proceso de concentración y centralización del capital, encabezado por las
empresas transnacionales, a través de la compra de las empresas del estado y de un amplio proceso de

31
Castellani, A y Gaggero A: “Estado y grupos económicos en la Argentina de los noventa”, en Pucciarelli Alfredo
(Coordinador) “Los años de Menem”, Siglo XXI. 2011
32
Castellani A…Citado

24
fusiones y adquisiciones de empresas, que llegaron a abarcar a grandes empresas de capital local. Se
consolidó un modelo basado en la hegemonía del capital financiero, una tendencia que comenzó con las
transformaciones originadas en la experiencia de la dictadura cívico militar. Esta consideración no es
gratuita, la similitud de las políticas fue reconocida por el propio Ministro de Economía de la etapa
dictatorial, Alfredo Martínez de Hoz, al expresar que “los lineamientos generales de esta política económica
son los mismos que se adoptaron durante el gobierno de Videla”.33

Final de una etapa

Las transformaciones impulsadas en la década de los ´90 pusieron fin a un ciclo histórico de acumulación
del capital. Este proceso tuvo un giro significativo en el momento de la instauración del golpe de estado de
1976 y afectó la dinámica de la acumulación de capital de las distintas ramas de la producción con respecto
a la descripta durante el comienzo del modelo de industrialización por sustitución de importaciones (ISI).

El Plan de Convertibilidad y la Reforma del Estado, fundamentalmente el proceso de privatizaciones, a partir


de abril de 1991, fueron las políticas centrales que orientaron los grandes cambios en la escena económica
argentina. Pero ello comenzó con la política impuesta por la dictadura cívico-militar argentina entre 1976 y
1983. Fue la implementación del modelo de valorización financiera y el terrorismo de Estado.

En estos dos ciclos hubo un objetivo de refundar estructuralmente la sociedad. En la época dictatorial el
control y el disciplinamiento de los sectores populares se intentarían a través de la desindustrialización, la
concentración del ingreso y la represión. Ya con la democracia la hiperinflación y la desocupación
cumplieron esa tarea desciplinadora. Era la manera de remover las bases económicas y sociales del ISI,
porque supuestamente este era ineficiente a nivel internacional y discriminaba a la producción
agropecuaria.
Se trataba entonces de remover las bases económicas y sociales del anterior modelo a partir de la
instalación de un nuevo patrón de acumulación con características de irreversibilidad. La reconstitución de
las condiciones de dominación pasó también por la destrucción de las instituciones, por el vaciamiento de
las organizaciones vigentes hasta entonces y por la redefinición del E.

Para la concepción política e ideológica imperante, el neoliberalismo (el pensamiento único) las políticas
aplicadas desde la década de 1940 podrían diferenciarse en cuanto a estilo o grados pero no en cuanto a su
naturaleza, y eran las que habían conducido a la supuesta decadencia argentina. Por ello, en el nuevo
camino elegido, se persiguieron los siguientes objetivos: a) reestructurar la relación entre el capital y el
trabajo asalariado, incrementando la rentabilidad empresaria; b) armonizar el desarrollo entre campo e
industria a través de la quita a esta última de los privilegios adquiridos y de la restitución al primero de parte
del poder económico perdido; c) reestructurar las relaciones empresariales dentro de la industria mediante
una drástica concentración del capital; d) lograr acuerdos entre las cúpulas de las diferentes fracciones del
capital provocando una gran concentración económica y acrecentando el poder económico y político de un
nuevo actor social: el capital financiero.

33
Peralta Ramos Mónica: citado

25
Se trataba de constituir un nuevo país y una nueva cultura a través del sometimiento y disciplinamiento de
los sectores populares. Se produjo el pasaje de una economía productiva hacia una especulativa, a través de
la traslación del eje de la economía del sector industrial al financiero. Si se comparan las cifras de los censos
económicos de 1974 y 1994 puede observarse que el número de establecimientos industriales cayó un 15 %
y el empleo industrial un 25 %.

Un aspecto significativo de esta reestructuración social se encuentra el la redistribución profunda de los


ingresos y la riqueza en contra de los trabajadores. En el periodo que va desde el denominado “rodrigazo” a
mediados de 1975 hasta el primer semestre de 1976 el poder adquisitivo del salario cayó un 40 %
aproximadamente y nunca más volvió a recuperarse a pesar de algunas oscilaciones.

La reducción violenta de los salarios, la reforma financiera a través de la legislación impuesta en 1977 y que
aún hoy sigue vigente, la apertura comercial externa indiscriminada, para los bienes, servicios y dinero; la
privatización amplia de las empresas del Estado sin una regulación efectiva; y el endeudamiento externo,
fueron los mecanismos que permitieron la colosal transferencia de recursos hacia el capital concentrado
tanto local como extranjero. Y sus resultados fueron la exclusión social, la alta desocupación de carácter
estructural, la polarización social, la desaparición de una ancha franja de pequeños y medianos empresarios
vinculados al mercado interno y la crisis de las economías del interior del país.

El proceso de reforma y redefinición del Estado, no incluyó solamente la privatización, sino que se le
quitaron funciones básicas de regulación, se eliminaron y vaciaron instituciones y organizaciones que venían
actuando desde los años 30 y se reformó la estructura impositiva haciéndola más regresiva.

Alianza y crisis

En las elecciones realizadas en el último año del siglo XX resulta electa la fórmula de la “Alianza para el
Trabajo, la Justicia y la Educación” integrada por una coalición de partidos políticos liderados por la Unión
Cívica Radical, bajo la conducción de Fernando de la Rúa con la adhesión de un frente denominado
FREPASO, integrado por dirigentes peronistas opositores a las políticas implementadas durante las
presidencias de Menem y sectores partidarios de centroizquierda liderados por Carlos Álvarez.

De la Rúa había obtenido en 1997 un triunfo electoral en la elección de Jefe de Gobierno de la Ciudad de
Buenos Aires, siendo el primer intendente electo por voto directo de la ciudadanía después de la reforma de
la Constitución Nacional.

El nuevo gobierno recibía una situación económica y social de extremada fragilidad. Si bien la permanencia
de la paridad cambiaria de 1 peso = 1 dólar había producido un descenso importante de la inflación,
también, desde un arranque bajo de la paridad y la disminución de los aranceles de importación, se había
desembocado en un proceso de aguda y desigual competencia de los bienes importados con la producción
nacional. Ello condujo a una situación de masivas quiebras y cierres de fábricas nacionales, debido a que en
muchos casos era más económico importar que fabricar localmente.

26
Por supuesto que no todas las industrias colapsaban, todavía un sector de los grandes grupos económicos
concentrados nacionales y extranjeros siguieron gozando de las “mediaciones” estatales a su favor. Una de
la más importante, a pesar de la política de desregulación del ministro Cavallo, era la garantía de enormes
porciones de mercados cautivos, como el caso de la industria automotriz, surgida en simultáneo con los
procesos de concesión de los servicios públicos antes en manos del Estado y ahora manejados por empresas
privadas, que habían obtenido elevadas tarifas transformadas en altas ganancias.

El fin del gobierno menemista dejó un durísimo saldo en el aspecto de las cuentas públicas donde la paridad
cambiaria fija de la convertibilidad no corrigió el déficit fiscal, un enorme retroceso en el tejido social
impactando de lleno en el mercado de trabajo con un gran crecimiento de la informalidad o de los
trabajadores inscriptos como monotributistas.

La desocupación creció por dos vías. En primera instancia, hubo una gran cantidad de trabajadores estatales
que se acogieron al llamado “retiro voluntario”, que consistía en una indemnización y agilización de los
trámites jubilatorios, un sistema diseñado a los efectos de evitar conflictos políticos por un despido masivo
de trabajadores estatales. También los procesos de privatización dejaron numerosos trabajadores en la
calle. Muchos invirtieron estas indemnizaciones en el área de servicios y comercios, con resultados en
general no del todo satisfactorio en materia de los ingresos percibidos por esas actividades.

Otra causal del masivo desempleo que dejó como balance la experiencia neoliberal de la Convertibilidad fue
la “desgigantización” fabril. En parte, por renovaciones tecnológicas y también por el atraso cambiario
derivado de la paridad fija del 1 a 1, sumado a las facilidades otorgadas por el gobierno para la importación
que llevó a la quiebra a muchas empresas, especialmente pequeñas y medianas.34

Cabe acotar que no fueron errores o efectos “no deseados” las medidas económicas que acompañaron al
Plan de Convertibilidad, ya que subyacía, y para algunos economistas neoliberales aún hoy lo siguen
sosteniendo, la liberalización del mercado junto al clima de competencia pondría al consumidor como el
sujeto activo que permitirá asignar correctamente los recursos económicos, y dejando fuera del mercado las
producciones ineficientes. Y entonces, ¿qué sucedería con el desempleo? La mano de obra se reconvertiría
para ingresar nuevamente al mercado laboral, buscando opciones sectoriales o territoriales. Efectivamente,
se produjo cierta absorción de la mano de obra de manera parcial y con nuevas modalidades de
contratación popularmente conocidas como de “flexibilidad laboral”. Desde ya, ésta era la racionalidad
imperante y quedó demostrado que ese modelo ideal en el mundo real no funcionó así.

No obstante, se produjo a fines de 1999 un derrumbe cada vez más acentuado de las actividades
comerciales e industriales, pese al salto importante de las exportaciones que no alcanzaron a paliar la crítica
situación del mercado interno. La recesión, que en realidad empezó un año antes, en 1998, hizo que cayera
también la recaudación de impuestos generando un faltante de recursos fiscales que complicaba la
continuidad de la convertibilidad. Es decir, que el panorama económico se complicaba por dos frentes: el
fiscal y el externo. La política económica de la convertibilidad dejaba al Estado Nacional con un gran déficit

34
Rapoport, Mario, citado. Las empresas fabriles más afectadas fueron las de uso intensivo de mano de obra, por ej. Los
talleres textiles. Pg. 1026 .

27
con una notable incapacidad de poder realizar en el futuro obras públicas y asumir los compromisos de la
aún pesada deuda externa. Esta última pasaba de 66.627 millones de dólares en el año 1993, llegando en
1999 último año de gestión menemista a 118.794 millones de dólares.35

De la Rúa realizó su campaña electoral buscando reactivar la situación complicada de los trabajadores
desocupados, retornar a una economía productivista y realizar todas las reformas administrativas y
judiciales a los efectos de finalizar con el manejo corrupto de las instituciones republicanas atribuidos a la
gestión de Menem.

El gobierno del presidente De la Rúa entendió desde el comienzo de su gestión los severos límites externos y
soportó las presiones que los grandes grupos económicos nacionales y extranjeros seguían ejerciendo.

Sin embargo, los problemas del gobierno de la Alianza en parte derivaban del agravamiento de la crisis
financiera en el ámbito internacional, producto del endeudamiento generalizado y la especulación, y de los
impactos de la crisis del fin de siglo en el sudeste asiático, que determinó que los inversores financieros
empezaran a repatriar sus inversiones a plazas más seguras.36

Ante este escenario, pese a una cierta recuperación del nivel de las exportaciones por el incremento de los
precios de los cereales, el gobierno de la Alianza decidió no salir de la convertibilidad; es decir mantener la
paridad fija de 1 peso = 1 dólar, para satisfacer el régimen cambiario útil a los grandes grupos concentrados
y, a su vez, mostrar seriedad a la plaza financiera internacional.

A raíz de una falta de decisión con respecto a impulsar la reactivación de la economía argentina y al
mantener las pautas centrales de la convertibilidad, durante el año 2000 ocurrió la renuncia del
vicepresidente Carlos Álvarez. Aunque luego este propiciará la asunción como ministro de economía de
Domingo Cavallo, el artífice del endeudamiento estatal de empréstitos de los grandes grupos de empresas
en 1982 al ser presidente del Banco Central de la República Argentina durante la dictadura militar, y el
ministro del presidente Menem que pergeñó la Reforma Estatal y la convertibilidad en los años 90.

Pero el temor a un default de la Argentina, el nuevo Ministro de la Alianza realizó dos movidas muy
arriesgadas:

1°.- En diciembre de 2000 reestructuró la deuda externa con la operación conocida como”blindaje”,
consistente en la promesa de fondos por U$S 39.700 millones, a cambio de avanzar en la reforma tributaria y
previsional y privatizar el Banco Nación.37 Lejos de enfrascarse en la búsqueda de soluciones hacia el
espectro productivo, el gobierno de la Alianza sólo promete ajustes en la distribución de los ingresos, en este
caso a las jubilaciones y pensiones, y la venta de la banca pública, en este caso el Banco Nación, a inversores
privados. Cabe hacer notar que la privatización de esta entidad, fundada en 1890, podría afectar

35
Rapoport, Mario; citado.
36
Cantamutto, Francisco; Wainer, Andrés; ”Economía Política de la Convertibilidad”; Capital Intelectual; Buenos
Aires;2013.
37
Cantamutto, Francisco; Wainer, Andrés; citado.

28
enormemente al estado nacional al privar de una herramienta de crédito para financiar proyectos de
interés o necesidad nacionales.

Evolución deuda externa - En miles de millones de dólares

Año Pública Privada Total

1981 20.0 15.7 35.7


1982 28.6 15.0 43.6
1983 31.7 13.4 45.1
1984 35.5 10.7 46.2
1985 40.9 8.4 49.3
1986 44.7 6.7 51.4
1987 51.8 6.5 58.3
1988 53.5 5.0 58.5
1989 58.4 4.9 63.3
1990 55.6 6.7 62.3
1991 52.7 8.6 61.3
1992 50.7 12.3 63.0
1993 53.6 18.8 72.4
1994 61.3 24.6 85.9
1995 67.2 32.0 99.1
1996 74.1 36.5 110.6
1997 74.9 50.1 125.0
1998 83.1 58.8 141.9
1999 84.7 60.5 145.3
2000 84.9 61.7 146.6
2001 88.3 52.0 140.2

Fuente: en base a datos de Basualdo Eduardo: “Estudios de Historia Económica Argentina”. Siglo XXI. 2010

2°.- Frente a la persistencia de la situación fiscal y externa crítica, seis meses después, surge la 2° etapa
denominada “megacanje” que consistió en extender los plazos mediante la renovación de títulos de deuda.
La mayor parte de los U$S 29.477 millones involucrados estaban en manos de bancos asociados a la ABA
(Asociación de Bancos Argentinos), entidad que agrupaba a la banca privada no cooperativa o de la banca
estatal o provincial que opera en Argentina, que fungieron a la vez como colocadores de deuda. Amén de las
elevadas tasas pactadas (hasta12.44% en dólares), la operación elevó la deuda total, se pagaron importantes
comisiones y fue denunciada por grandes irregularidades.

29
Lo interesante de esta movida financiera es que el FMI decidió realizar un préstamo a la Argentina por unos
6.300 millones de dólares, cifra que coincidió con las reservas fugadas durante los meses previos.38 A su vez,
el gobierno acató las “recomendaciones” del FMI y decidió realizar un ajuste en las partidas destinadas al
pago de las jubilaciones y pensiones recortando un 13% a sus beneficiarios; medida llevada a cabo por la
entonces Ministra de Trabajo y Previsión Social, Patricia Bullrich (la misma que se desempeñó al frente de la
cartera de Seguridad en el gobierno de Cambiemos del presidente Macri).

Luego se extendería el recorte salarial del 13% a los empleados estatales y en forma simultánea, el gobierno
nacional recortaría las distribuciones de los ingresos tributarios coparticipados con las provincias, llevando
a algunas de ellas a emitir las llamadas “cuasimonedas”.39

Pese a todos estos esfuerzos, los organismos multinacionales de crédito observaron que no hubo
restricciones mayores al gasto estatal de la Nación, razón por la cual, a principios de diciembre de 2000
muchos inversores bancarios empezaron retirar el dinero del banco con el objetivo de preferir su tenencia y
fuga al exterior y no arriesgarse a pérdidas ante la caída de la economía productiva y financiera.

El 2 de diciembre de 2000 el otrora ministro exitoso de la convertibilidad, Domingo Cavallo, apeló a un


recurso extremo para una economía capitalista: decretó la imposibilidad de retirar los depósitos bancarios
hasta nuevo aviso (corralito).

La Alianza quedó atrapada en sus contradicciones, al mantener ciegamente únicamente decisiones de


política financiera abandonando los aspectos de recuperación del aparato productivo. Siendo éste
encorsetado fuertemente por la paridad 1 a 1 que mantuvo de la Convertibilidad y amén de un retraso
cambiario que empezó a ser inviable para el desarrollo y las necesidades económicas de los grupos
económicos concentrados.

El sector financiero sacó enormes ganancias, ya que a lo dicho más arriba, con el “corralito” los bancos
negociaron como sacar dinero de las instituciones crediticias, con cobro de comisiones muy jugosas. Y, en
operaciones de préstamos de último momento en dólares al propio estado con altísimas tasas.40

Lo que tomó por sorpresa al gobierno de la Alianza es la actitud de una parte importante de sus votantes, la
clase media, afectada por todas estas medidas financieras, amén de no lograr la tan esperada reactivación
económica, sumado a un instantáneo frente con los sectores desocupados, movimientos sociales surgidos al
calor del desamparo de las instituciones estatales nacionales y provinciales. Surgieron así los genéricamente
denominados como”movimiento de trabajadores desocupados” o simplemente “piqueteros”, que
realizaban piquetes cortando rutas o calles para lograr hacer ver sus reclamos ya que los sindicatos
tradicionales no ofrecieron instancias de apoyo a los desocupados.

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Cantamutto, Francisco; Wainer, Andrés; citado.
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A los efectos de evitar la parálisis de las actividades económicas en general, muchos estados provinciales emitieron
bonos o monedas de estricta circulación local para suplir la falta de la moneda real emitida por la Nación.
40
Cantamutto, Francisco; Wainer, Andrés; citado.

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Ante las cada vez mayores movilizaciones populares, algunos episodios de saqueos, el presidente De la Rúa
en la noche del 18 de diciembre de 2001 anunció medidas extremas de seguridad, dictando el estado de
sitio. Nadie pudo entrever que el 19 y 20 de diciembre de 2001 lejos de amedrentar a la población, se
desarrollaron movilizaciones aún mayores desbordando a las fuerzas de seguridad, y con el resultado de 35
víctimas fatales.

El 21 de diciembre, ante una Plaza de Mayo desbordada de manifestantes duramente reprimidos, el


gobierno de la Alianza cesó, quedando en las retinas de los protagonistas de esos hechos, el retiro en
helicóptero del renunciante presidente De la Rúa de la Casa de Gobierno y poniendo un telón de fondo a la
convertibilidad que ya se mostró como una herramienta económica extenuada.

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