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TRATADO DE PNEUMATOLOGÍA

- Fundamentación bíblica del tratado


EN EL ANTIGUO TESTAMENTO
a) El «espíritu» de Dios en el Antiguo Testamento

En el AT, el término ruah es polisémico y en ocasiones uno de los significados se superpone a


otro distinto o complementario. No obstante, cabe señalar algunas acepciones más
significativas:

a) Sentido físico: de acuerdo


con la etimología, en
ocasiones «espíritu» (ruah)
tiene un sentido puramente
físico: es el aire o el viento
que mueve, sopla, agita,
arrasa (cf. Ex 14,21; 1 Re
19,12; Ez 13, 13; 27 ,26).

d) Sentido divino: pero también


b) Sentido vital: otras veces, abundan los textos en los que se
«espíritu» tiene claros subraya que el «espíritu» es a
modo de un exponente
acentos bioló gicos: es el
constitutivo de Dios: es el
há lito, la respiració n; de «espíritu de Yahvé», el «espíritu
forma que, cuando se de Dios», el «santo espíritu» o,
interrumpe, sobreviene la simplemente, el «espíritu», con
muerte. o sin pronombre que le preceda
(«el espíritu»).

c) Sentido espiritual:
asimismo, ruah tiene una
acepció n anímica o
espiritual. Indica cierta
contraposició n entre
materia y espíritu. En este
sentido, significa el elemento
vital del hombre, o sea, el
alma.
Aquí nos interesa este último sentido, el referido al ser de Dios; es decir, ruah como espíritu de
Dios. La Biblia se abre con la afirmación de que, antes de la creación, «el espíritu de Dios
(ruah Elohim) aleteaba sobre las aguas» (Gn 1,2). A partir de este primer dato, el «espíritu de
Dios» permanece en el hombre, aun cuando este se separe de Él (Gn 6,3), porque fue
«modelado por Dios» y «le infundió un espíritu vivificante» (Is 15, 11). El «espíritu de Dios»
se hace presente en momentos decisivos de la historia de Israel, por ejemplo, en la designación
de José como administrador en Egipto con vistas al papel que ha de desempeñar para que el
pueblo de Israel se establezca en Egipto (Gn 41,38).

Asimismo, el «espíritu de Dios» influye positivamente en las decisiones importantes de Moisés


(Ex 31,2; Nm 11,14-17.24-29; 24,2-4; 27 ,18-20; Dt 34,9-10), etc. También, se repite y se
destaca la presencia «del espíritu de Yahvé» obre los grandes personajes bíblicos: Otiel (Jue
3,10), Gedeón (Jue 6,34), Jefté (Jue 11,29), Sansón (Jc 13,25; 14,19; 15,14), Samuel (1Sm
10,6. 9-10), Saúl (1Sm 11,6), David (1Sm 16,13; 2 Si 23,2), etc. El «espíritu de Dios» es
invocado en los Salmos (cf. Sal 51,13; 104,29-30; 143,10) y es exaltado por los profetas,
especialmente por Isaías (Is 11,2; 32,15; 42, 1; 44,3; 59,21; 61, 1-3; 63, 10-11.14), Ezequiel (Ez
1,28; 3, 12.14.24; 8, 1-3; 11,1,1.5.24; 36,26-28: 37,1-5.10-14; 39,29; 43,4-6) y Daniel (Dn 4,5-
6.15; 5,11-14; 13,44), etc.

Pero se violentan los textos si, dentro de esa pluralidad de significaciones, se intenta
personificar ese espíritu y más aún si se pretende identificarlo con la tercera Persona de la
Trinidad. Ese «espíritu» es «espíritu de Dios» o «espíritu de Yahvé», por lo tanto, se identifica
con Dios; es su fuerza divina que da aliento y vida, que ilumina y fortalece a los profetas en su
misión, pero no es «una persona»: es más bien la potencia de Dios que se manifiesta y
acompaña la vida de los hombres (proceso de personalización progresiva)

EN EL NUEVO TESTAMENTO
b) La revelación del Espíritu Santo en el Nuevo Testamento

En el NT el término «espíritu» (pneûma) —que se encuentra 379 veces— sigue siendo


polisémico, pues mantiene casi todas las significaciones reseñadas en el AT (viento, hálito,
respiración, alma…), y además engloba otras diversas denominaciones, que se subliman en
esta afirmación de san Juan: «Dios es espíritu» (Jn 4,24).

Viento: El espíritu (en hebreo ruah) es


el soplo, y en primer lugar el del Hálito: Primero, el vocablo significa
viento. Hay en el viento un misterio: de “hálito” o “aliento”, el “aire” que se
violencia irresistible unas veces, respira. Esta acepción se destaca en
derriba las casas, los cedros, los navíos Jer 14:6. Segundo, el término se usa
de alta mar (Ez 13, 13; 27,26); otras con un énfasis particular en la calidad
veces se insinúa en un murmullo (1Re invisible, intangible y fugaz del
19,12); a veces seca con su soplo “aire”: “Acuérdate de que mi vida es
tórrido la tierra estéril (Ex 14, 21; cf. Is un soplo; mis ojos no volverán a ver
30, 27-33), y otras veces derrama sobre el bien” (Job 7:7).
ella el agua fecunda que hace germinar
la vida (1Re 18, 45).

Respiración: Lo mismo que el viento Alma: Si bien el alma es el signo de la


sobre la tierra maciza e inerte, así el vida, sin embargo no es su fuente.
hálito respiratorio, frágil y vacilante, es Esta es una diferencia que separa
la fuerza que sostiene y anima al cuerpo profundamente la mentalidad semítica
con su masa y la platónica.

Pero incluso Dios-espíritu recibe en el NT diversas calificaciones, tales como «espíritu del
Padre», «espíritu de la verdad», «espíritu de su Hijo», «espíritu del Señor», «Espíritu Santo»
(con o sin mayúscula) y otros calificativos, como «Paracletos» o, simplemente, «el Espíritu».
Paracletos: La palabra “Paráclito” es una palabra de la
literatura joánica. Designa, no la naturaleza, sino la
función de alguien: el que es “llamado al lado de” (para-
kaleo; ad-vocatus) desempeña el papel activo de asistente,
de abogado, de apoyo (el sentido de “consolador” deriva
de una falsa etimología y no está atestiguado en el NT).
Esta función corresponde a Jesucristo, que en el cielo es
“nuestro abogado cerca del Padre”, intercediendo por los
pecadores (1Jn 2,1), y acá en la tierra al Espíritu Santo que
actualiza la presencia de Jesús, siendo para los creyentes el
revelador y el defensor de Jesús (Jn 14, 16s.26s; 15,26s;
16,7-11.13ss).

No obstante, a lo largo del NT se encuentran textos en los que claramente se hace referencia a
la persona del Espíritu Santo, distinta del Padre y del Hijo. He aquí algunos testimonios más
significativos:
a) Textos que contraponen claramente las tres divinas personas: son los cuatro testimonios que
afirman la Trinidad de modo más expreso: • La teofanía en el Jordán con ocasión del
Bautismo de Jesús (cf. Mt 3,16-17 y par.). • La transfiguración en el monte Tabor (cf. Mt
17,1-8 y par.). • El mandato del envío hecho por Jesús a los Apóstoles después de su
resurrección (cf. Mt 28,19-20).
b) O La despedida final de la segunda carta de san Pablo a los Corintios (cf. 2Co 13, 13). b)
Testimonios en los que expresamente se menciona al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo
separadamente: en este segundo grupo de testimonios cabe citar el amplio saludo de san
Pablo en la primera carta a los Tesalonicenses (1Ts 1,1-6) y el relato del hecho de la
Encarnación en la carta a los Gálatas (Ga 4,4-6). También los textos en los que el Apóstol
menciona funciones diversas de las tres divinas personas (Ef 3,1-12; 1Co 12,3-18; Rm 1,1-
14; Tt 3,3-14).
c) Testimonios que nombran a Jesús y al Espíritu Santo distinguiéndolos entre sí: es el
caso, por ejemplo, de la Anunciación (Lc 1,35) o cuando se habla del Mesías "nacido de
mujer" (Ga 4,4-6) o cuando se afirma que el Espíritu resucitó a Jesús de entre los muertos
(Rm 8,10-11), etc. A este respecto, se han de tomar en consideración los diversos
testimonios históricos en los que se narra que los creyentes, después de la aceptación de
Cristo por el Bautismo, recibían el Espíritu Santo (Hch 2,38; 8,17-18.38-39; 11,15; 19,1-7,
etc.).
d) El Espíritu Santo es una Persona distinta del Padre y del Hijo: el carácter personal del
Espíritu Santo viene señalado porque "es el Espíritu de la verdad que procede del Padre" (Jn
15,26); es el Espíritu que "el Padre enviará en mi nombre" (Jn 14,26); es el Espíritu que "yo
pediré al Padre y os enviará otro Paráclito" (Jn 14,16); es decir, otro distinto a Jesús, que
permanecerá con ellos para siempre. Estos y otros textos señalan la diferencia de las tres
divinas Personas, pues el Espíritu Santo "procede del Padre" y "será enviado" por el Hijo
(Jn 16,7); pero también se dice que será enviado tanto por el Padre en nombre del Hijo (Jn
14,26) como por el Hijo, una vez que Jesús haya retornado al Padre (Jn 15,26). Sobre todo,
hay que destacar las afirmaciones de la personalidad del Espíritu Santo: es preciso hacer
mención de aquellos testimonios en los que Jesús habla del Espíritu Santo adoptando
frecuentemente el pronombre personal él: "El dará testimonio de mí" (Jn 15,26); "Él me
glorificará" (Jn 16,14)…
e) La divinidad del Espíritu Santo: hay textos en los que Jesús afirma la divinidad del
Espíritu Santo, pues completará su misión y lo señala como una prolongación de su obra
redentora. A este respecto, conviene citar la recomendación que Jesús hace a los Apóstoles
de que, cuando tengan que confesar su nombre ante los tribunales, "el Espíritu Santo os
enseñará lo que habéis de decir" (Lc 12,11-12), o cuando les asegura que es conveniente
que Él se vaya, "porque si no me fuera, el Abogado no vendrá a vosotros" (Jn 16,7-8), y
sobre todo la pluralidad de acciones divinas que llevará a cabo para completar su obra y que
recogemos más abajo.
Por otro lado, es muy importante comprender la estrechísima unión que se da entre el Hijo y el
Espíritu, tal y como nos lo manifiesta el NT. Jesús no revela plenamente el Espíritu Santo hasta que
él mismo no ha sido glorificado por su Muerte y su Resurrección. Sin embargo, lo sugiere poco a
poco, incluso en su enseñanza a la muchedumbre, cuando revela que su Carne será alimento para la
vida del mundo (cf. Jn 6, 27. 51.62-63). Lo sugiere también a Nicodemo (cf. Jn 3, 5-8), a la
Samaritana (cf. Jn 4, 10. 14. 23-24) y a los que participan en la fiesta de los Tabernáculos (cf. Jn 7,
37-39). A sus discípulos les habla de él abiertamente a propósito de la oración (cf. Lc 11, 13) y del
testimonio que tendrán que dar (cf. Mt 10, 19-20).
f) Asimismo, se descubre que la misión de Cristo y del Espíritu Santo se realiza en la Iglesia,
Cuerpo de Cristo y Templo del Espíritu Santo. Esta misión conjunta asocia desde ahora a
los fieles de Cristo en su Comunión con el Padre en el Espíritu Santo: El Espíritu Santo
prepara a los hombres, los previene por su gracia, para atraerlos hacia Cristo. Les
manifiesta al Señor resucitado, les recuerda su palabra y abre su mente para entender su
Muerte y su Resurrección. Les hace presente el Misterio de Cristo, sobre todo en la
Eucaristía para reconciliarlos, para conducirlos a la Comunión con Dios, para que den
"mucho fruto" (Jn 15, 5. 8. 16). Así, la misión de la Iglesia no se añade a la de Cristo y del
Espíritu Santo, sino que es su sacramento: con todo su ser y en todos sus miembros ha sido
enviada para anunciar y dar testimonio, para actualizar y extender el Misterio de la
Comunión de la Santísima Trinidad.

- Desarrollo patrístico del tratado (Enunciados de los Primeros Concilios Ecuménicos)


 El símbolo niceno, nacido de la lucha contra el arrianismo, pone de manifiesto la
verdadera divinidad del Hijo y su consustancialidad (homousía) con el Padre; Dz
54.
 El símbolo niceno-constanetinopolitano, profesión oficial de fe del segundo concilio
ecuménico de Constantinopla (381), que apareció con motivo de la lucha contra el
arrianismo y el macedonianismo, recalca, al mismo tiempo que la divinidad del
Hijo, también la divinidad del Espíritu Santo; Dz 86.
 Un sínodo romano, que tuvo lugar bajo el pontificado del papa San Almas() (382),
ofrece una condenación colectiva de los errores antitrinitarios de la antigüedad,
sobre todo del macedonianismo; Dz 58-82.
 El símbolo Quicumque (atanasiano), que no fue compuesto por San Atanasio, sino
por un autor latino desconocido, del siglo v-vi, contiene de forma clara y bien
estructurada una síntesis de la doctrina de la Iglesia sobre la Trinidad y la
encarnación. Frente al sabelianismo, pone bien de manifiesto la trinidad de Personas
; y frente al triteísmo, la unidad numérica de la esencia divina; Dz 39s.
 La formulación más perfecta de la doctrina trinitaria en la época patrística la
constituye el símbolo del concilio XI de Toledo (675), que está compuesto, a
manera de mosaico, de textos de padres (sobre todo de San Agustín, San Fulgencio,
San Isidoro de Sevilla) y de sínodos anteriores (principalmente del concilio vi de
Toledo, celebrado el año 638) ; Dz 275-281.
 En la edad media, son de importancia, por lo que respecta a la formulación
eclesiástica del dogma trinitario, el concilio IV de Letrán (1215), que condenó el
error triteísta de Joaquín de Fiore (Dz 428 ss), y el concilio de Florencia, que en el
Decretum pro lacobitis (1441) presentó un compendio de la doctrina sobre la
Trinidad, el cual puede considerarse como meta final de la evolución del dogma (Dz
703 ss).

- Temas contemporáneos del tratado: Concilio Vaticano II, debates teológicos
abiertos, relación con temas ecuménicos.
Concilio Vaticano II
 Dispuso Dios en su sabiduría revelarse a Sí mismo y dar a conocer el misterio de su
voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, Verbo encarnado,
tienen acceso al Padre en el Espíritu Santo y se hacen consortes de la naturaleza
divina (DV, 2).
 Así, pues, la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura están íntimamente unidas y
compenetradas. Porque surgiendo ambas de la misma divina fuente, se funden en
cierto modo y tienden a un mismo fin. Ya que la Sagrada Escritura es la palabra de
Dios en cuanto se consigna por escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo, y la
Sagrada Tradición transmite íntegramente a los sucesores de los Apóstoles la
palabra de Dios, a ellos confiada por Cristo Señor y por el Espíritu Santo para que,
con la luz del Espíritu de la verdad la guarden fielmente, la expongan y la difundan
con su predicación; de donde se sigue que la Iglesia no deriva solamente de la
Sagrada Escritura su certeza acerca de todas las verdades reveladas (DV, 9).
BIBLIOGRAFÍA
Vanegas, E. Síntesis Teológica. Fundación Universitaria unimonserrate. Seminario
Conciliar de Bogotá. Programa de Teología. Bogotá, D.C. 2018-II.
Ott, L. Manual de Teología Dogmática. Sección de Teología y Filosofía. Volumen 29.
Barcelona, Biblioteca Herder, 1966.
Parte Segunda, Dios Trino en Personas. Sección primera, Formulación Dogmática y
Fundamento Positivo del Dogma Trinitario. Capítulo primero: Herejías
Antitrinitarias y Declaraciones de la Iglesia.
Denzinger, E. El Magisterio de la Iglesia. Manual de los Símbolos, Definiciones y
Declaraciones de la Iglesia en Materia de Fe y Costumbres. Versión directa de los textos
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Zañartu, S. El Concilio de Constantinopla I y el proceso previo. Algunas anotaciones.
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http://dx.doi.org/10.4067/S0049-34492007000300009
Concilio Cuarto de Letrán (año 1215). Bajo la autoridad del Papa Inocencio III, este
Concilio condenó las herejías de los Albingenses, del Abad Joaquín de Fiori, los
Valdenses,etc.
Tomado de:
https://campus.academiadederecho.org/upload/webs/sistemasproc/Links/IV
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Concilio Vaticano II. Constitución Dogmática Dei Verbum, sobre la divina Revelación.
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Molina, L. (2011). Ruah Elohim en el Pentateuco: Su Personalidad y Naturaleza.
Corporación Universitaria Adventista. Facultad de Teología. Licenciatura en Educación
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Dufour, X. (1972). Vocabulario de Teología Bíblica. Biblioteca Herder. Sección Sagrada Escritura,
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