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EL ESPÍRITU SANTO

EN LA SAGRADA ESCRITURA

Antiguo Testamento
La palabra
El término hebreo ruah, traducido casi siempre por el griego pneuma, significa
soplo, aliento, aire, viento, alma.
Los 378 empleos de ruah en el Antiguo Testamento se distribuyen en tres grupos de
importancia cuantitativa sensiblemente igual:
1) Es el viento, el soplo del aire;
2) es la fuerza viva en el hombre, principio de vida (aliento), sede del conocimiento y
de los sentimientos;
3) es la fuerza de vida de Dios por la que él obra y hace obrar, tanto en el plano físico
como en el «espiritual».
Ruah (soplo) no implica una oposición a «cuerpo» o «corporal». Se trata más bien de
una corporeidad sutil que de una sustancia incorporal.
En la Biblia, la ruah, no es algo desencarnado; es, más bien, la animación de un cuerpo.
Se opone a «carne», pero «carne» no es idéntica a «cuerpo», es la realidad puramente
terrestre del hombre, caracterizada por la debilidad y por su carácter perecedero:

«El egipcio es un hombre y no un dios, y sus caballos son carne y no


espíritu»
(Is 31, 3)
Si el pensamiento griego se mueve en categorías de sustancia, el judío se mueve en el plano
de la fuerza, de la energía, del principio de acción. El espíritu-soplo es el que actúa y hace
actuar y, si se trata del soplo de Dios, anima y hace actuar para realizar el plan de Dios. Es
siempre energía de vida.

«¿Qué queremos decir cuando hablamos de «espíritu», cuando decimos


«Dios es espíritu»? ¿Hablamos en griego o en hebreo? Si hablamos en
griego, decimos que Dios es inmaterial, etc. Si hablamos hebreo,
decimos que Dios es huracán, una tempestad, un poder irresistible. De
ahí nacen todas las ambigüedades cuando hablamos de espiritualidad.
¿Consiste la espiritualidad en hacerse inmaterial o en estar animado por
el Espíritu Santo?»
- cardenal J. Daniélou
El soplo-espíritu (el Espíritu) recibe diversos calificativos en consonancia con los efectos
que se derivan de ese principio. Por ello, la Biblia habla de espíritu de inteligencia (Éx 28,
3), de sabiduría (Dt 31, 3; 34, 9; 35, 31), pero también celos (Núm 5, 14), de un «espíritu
malo enviado por Yahveh» (1 Sam 16, 14; 18, 10).
Pero el calificativo que más nos interesa es el de espíritu o soplo de Dios, que expresa el
sujeto por cuyo poder son producidos diversos efectos en el mundo, en el hombre, en los
que reciben el don de guía, de profeta, de hombre religioso, etc.
En ocasiones, «el espíritu del Señor» (de Dios) es una circunlocución que expresa a Dios
mismo, por ejemplo, en Is 40, 13: «ellos se rebelaron y ofendieron su espíritu santo».
Salmo 51, 13. Encontramos la expresión «espíritu santo». Es santo porque es de Dios,
porque su realidad pertenece a la esfera de la existencia de Dios. Dios es santo porque es
Dios. Pero tratándose de este espíritu (Espíritu), el Antiguo Testamento expresa en escasa
medida el valor de santificación, al menos en el sentido de un principio interior de vida
perfecta: esto será, más bien, el fruto de la observancia de la torah.
El Espíritu (Soplo) es, en primer lugar, lo que hace actuar de manera que se realice el plan
de Dios en la historia.
La acción del soplo de Yahveh
El Espíritu obra efectos y suscita una experiencia de visión y de sabiduría.
Los relatos yahvista y elohísta presentan a Balaam manipulado por Yahveh y pronunciando,
contra su propia voluntad, un oráculo de Dios.

Núm 24, 2ss: «Cuando Balaam alzó sus ojos y vio a Israel acampado por
tribus, vino sobre él el espíritu de Yahveh y pronunció su oráculo
diciendo: Oráculo de Balaam, hijo de Beor, oráculo del hombre que ve
lo secreto, oráculo del que oye las palabras de Dios, del que ve la visión
de Sadday, del que, al caer en éxtasis, se le abren los ojos»
Samuel (10, 5-6) es invadido por el espíritu de Yahveh. La experiencia de Dios influye en
tal grado la vida del hombre que hay manifestaciones psicosomáticas.
En otros testimonios el espíritu (Espíritu) venido de Dios da un discernimiento y sabiduría
conformes a lo normal. Pero estas experiencias tienen en común con las precedentes la
característica de asegurar la realización del plan de Dios para su pueblo:
 Gn 41, 38
 Núm 11, 16ss
Los jueces
Éstos son una especie de jefes o guerreros carismáticos, suscitados por Dios en las
circunstancias críticas en que se encontraba Israel durante los 150 años que separan la
conquista de Josué y la institución de la realeza:
 Otniel: «El espíritu de Yahveh vino sobre él…» (Jue 3, 10).
 Gedeón: «El espíritu de Yahveh revisitó a Gedeón…» (Jue 6, 34).
Los profetas
Nuestras confesiones de fe presentan al Espíritu Santo como «el que habló por los
profetas».
Interesan de manera especial tres autores: Isaías, Ezequiel y Joel.
El libro de Isaías emplea unas cincuenta veces la palabra ruah, y el de Ezequiel cuarenta y
seis veces.
Isaías expresa en primer lugar lo que es común al sentimiento bíblico sobre la ruah, el
soplo: lo que existe de vida digna de este nombre viene del soplo de Dios. Dios comunica la
vida.
Isaías 11, sobre el rey mesías, pertenece a un tiempo en que existía en Jerusalén una realeza
davídica.
 Is 11, 1-2
 Is 42, 1
Ezequiel vio la ruina de Jerusalén que había predicho, la destrucción del templo del que
había «visto» marchar la Presencia, por último, la deportación a Babilonia. Han muerte el
orden del culto y del pueblo que lo celebraba. Pero, así como Yahveh está más presente que
nunca a sus fieles, su Espíritu reanimará sus huesos, su soplo los devolverá a la vida y,
además, se comunicará a sus corazones.
 Ez 36, 25-27
 Ez 37, 3-5. 20.
La catástrofe de la invasión y la prueba del exilio, interpretadas por los grandes profetas,
llevaron a una visión del Espíritu de Dios que purifica los corazones, que penetra en la
interioridad y santifica al pueblo de Dios.
El profeta Joel, unos 350-340 años antes de Cristo, en un anuncio de acontecimientos
escatológicos, extiende el don del Espíritu Santo a todos los pueblos
 Joel 3, 1-2.
Escritos de sabiduría
Los libros de sabiduría del Antiguo Testamento son aquellos que reflexionan sobre el
sentido de la vida, el origen y el destino del hombre, y el misterio de Dios. Algunos
ejemplos son los Salmos, los Proverbios, Job y Eclesiastés.
La sabiduría procede de Dios, es como su acción en beneficio de sus criaturas para
conducirlas rectamente, porque existe en Dios la inclinación a querer y a hacer el bien. Ella
goza de una difusión universal.
El cometido específico de la sabiduría consiste en guiar a los hombres en conformidad con
la voluntad de Dios.
La acción de la sabiduría es similar a la del Espíritu, será idéntica excepto en que ella
carece del carácter de una fuerza o energía interior de transformación.
El libro de Sabiduría caracteriza al Espíritu de Dios como un Espíritu inteligente, santo,
único y múltiple, sutil, ágil, penetrante, inmaculado, claro, inofensivo, agudo, libre,
bienhechor, estable, seguro, tranquilo, todopoderoso y omnisciente.
 Sab 7, 22 – 8, 1
Este Espíritu es el que penetra en todos los espíritus inteligentes puros sutiles y el que
revela la sabiduría de Dios a los que la buscan con sinceridad.
Yves Congar (1904-1995) afirma que de estos datos interesan dos valores para la teología
del Espíritu Santo:
 En primer lugar, una cierta personalización del Espíritu (Prov 8, 11-31. Eclo 1, 1-
10; 4, 11-19; 15, 1-10. A veces, la personalización no pasa de ser una expresión
literaria. Con todo, el monoteísmo riguroso de la religión judía asociaba a Dios
realidades que eran Dios pero que, en Dios, representaban modo de acción, de
presencia, de estar (con los hombres).
 La Sabiduría nos ofrece también una reflexión muy interesante sobre la noción
misma de espíritu. Éste se caracteriza por su sutileza y pureza, que le permiten
insinuarse por doquier y, permaneciendo único, ser en todo hombre y en toda cosa
principio de vida, de novedad, de conducta santa.
En la Biblia judía, el Soplo-Espíritu de Dios es la acción de Dios. Es aquello por lo que
Dios se manifiesta activo para dar, primero, la animación, la vida; y esto en el plano de lo
que llamamos naturaleza.
Es, en segundo lugar, el medio por el que Dios conduce a su pueblo suscitando para él
héroes, guerreros, reyes, guías, profetas, sabios. El Mesías anunciado colmará todo esto en
un plano superior.
El progreso es claro en el Antiguo Testamento. Desembocará en el Nuevo Testamento,
unido a una revelación y a una experiencia más perfecta del Espíritu.
Puede constatarse un compromiso progresivo a la para que una revelación más completa de
Dios mismo. Padre, Hijo y Espíritu Santo: Al Padre se le atribuye la creación; al Hijo la
revelación y la redención; al Espíritu la santificación, la habitación, la intimidad.
Nuevo Testamento

Experiencias principales de la revelación del Espíritu en la época mesiánica:


 Bautismo
 Concepción y acción de Jesús
 Existencia cristiana según san Pablo
 Vida de la Iglesia de los orígenes
 Testimonio supremo de Juan

Los Evangelios

 Mc 1,1ss
Es el comienzo de ese tiempo escatológico caracterizado por la donación del Espíritu sobre
un pueblo de Dios con vocación universal.
En su bautismo por Juan, Jesús es designado y consagrado como aquel por cuya palabra,
sacrificio y acción el Espíritu entra en nuestra historia como don mesiánico y, al menos en
arras, como don escatológico.
Sin duda el Espíritu había intervenido previamente en la historia de la alianza. Por su
acción, María engendró a Jesús, al que Lc 1, 35 designa como Hijo de Dios, atribuyendo
este título a su concepción por el Espíritu. No obstante, ni Lucas ni Mateo, que nos narran
el nacimiento de Jesús, deducen de ese nacimiento que Jesús obrara por el Espíritu y
finalmente lo transmitiera, sino que lo vinculan con el Bautismo.
El acontecimiento del bautismo de Jesús inaugura un nuevo capítulo. Los evangelistas (que
operan con la pneumatología heredada del Antiguo Testamento) señalan que el Espíritu se
tiene por un acto de Dios que expresa su amor y engendra una unión correspondiente con
él.
Un primer envío del Espíritu – santo Tomás habla de “misión” del Espíritu Santo – ha
constituido santo e Hijo de Dios a este ser diminuto, a Jesús, suscitado en el seno de María.
En el acontecimiento del bautismo se lleva a cabo una nueva misión o comunicación. En
ese acontecimiento se constituye Jesús y, en todo caso, lo declara mesías, como aquel sobre
quien reposa el Espíritu, aquel que obrará por el Espíritu, aquel que, glorificado y
constituido Señor, dará el Espíritu.
Hay unanimidad en el testimonio de los evangelios, así como claras diferencias.
 Para Juan (1, 32-34), Jesús tiene ya el Espíritu y el bautismo del Jordán es sólo una
forma de testimonio concedida al Bautista.
 Jesús es bautizado por Juan en el Jordán. Lucas añade que Jesús fue bautizado
después de una enorme muchedumbre y que estaba orando.
 Se abre el cielo y el Espíritu desciende sobre Jesús (permanece sobre él, dice Juan),
“bajo una forma corporal como de paloma”.

Acerca del símbolo de «la paloma»

La paloma no fue símbolo del Espíritu ni el en AT ni en los rabinos. ¿Es necesario buscar
otra significación que la de un par de alas manifestando que un don viene del cielo? A
veces, el don del Espíritu a los profetas estaba representado sensiblemente por un
mensajero alado (Is 6). La paloma es un mensajero.
El mensajero es dado en las palabras celestes. Pero la paloma era un símbolo de Israel,
pueblo elegido. Por consiguiente, la paloma puede ser la representación, la presencia
simbólica de este pueblo y del movimiento de penitencia con el que Jesús ha querido
solidarizarse porque Él es el nuevo Adán, representa y engloba al nuevo pueblo de Dios (Mt
3, 14-15).
En la tradición cristiana, la paloma será el símbolo del Espíritu Santo. Se pone de
manifiesto en la iconografía y en toda una serie de textos, incluidos los litúrgicos.

La Palabra y el Espíritu

Al igual que cuando tiene lugar el anuncio de María (Lc 1, 35), la Palabra y el Espíritu
vienen juntos. Esta palabra, el testimonio del Padre, es dirigida a la muchedumbre y a Jesús
(según Mateo y Lucas); sólo a Jesús (según Marcos); el cuarto evangelio pone en boca del
Bautista el haber visto, como una paloma, descender y permanecer sobre Jesús, pero no
recoge palabra alguna del cielo.
Esta palabra es: «Este es mi Hijo amado, en quien me he complacido» (Mt 3, 17); o «Tú
eres mi Hijo amado; en ti me he complacido» (Mc 1, 11). No se trata de un llamamiento
como en el caso de los profetas; estamos ante una declaración que resuena en la conciencia
de Jesús, es la confirmación de una condición que califica a Jesús en lo que es.
Esta palabra une un versículo del salmo 2, 7, salmo real y mesiánico: «El Señor me ha
dicho: “Tú eres hijo mío, yo te he engendrado en este día”» y el primer versículo del primer
Canto del Siervo, Is 42, 1: «Mirad a mi Siervo, a quien sostengo, a mi elegido, en quien se
complace mi alma. Puse mi Espíritu sobre él».
Es el momento inaugural de la vocación y del envío de Jesús como Mesías al que se
representa como realizando los rasgos de profeta, de rey en la línea de David y de su casa y
los rasgos de Siervo también.
La vida pública de Jesús
Durante su vida pública Jesús actúa como el Mesías, es decir, el ungido por el Espíritu.
 Mt 4, 1.
 Mc 1, 12.
 Lc 4, 1.
Según Mt el Espíritu «condujo» a Jesús al desierto, y según Mc «lo arrojó» para ser
tentado: Jesús tienen que librarse de Satanás, antes de librar a los demás. Mediante la
tentación: «Si eres Hijo de Dios…», Jesús toma una mayor consciencia de su misión y de
su filiación del Padre, y vence al demonio para luego vencerlo en los demás.
Cada uno de los Sinópticos da un matiz a su teología: En Mc Jesús rehace la obra de Adán,
mediante una alusión al paraíso (a las fieras y a los ángeles que le sirven). Mt, recurriendo a
Dt 8, 3; 6, 16; 6, 13, retrata a Jesús como un nuevo Moisés, que supera la prueba con
renovada fidelidad al plan de Dios a su Palabra.
Lucas ofrece mayor continuidad: Jesús «era conducido en el desierto» por cuarenta días, lo
que alude a los cuarenta años del pueblo en el Sinaí.
Los tres presentan a Jesús victorioso de la tentación con la fuerza del Espíritu, y de
este modo inicia la lucha con Satanás durante toda su vida.
 Los inicios de su ministerio
Es una teología más propia de Lucas, desarrollada sobre todo en 4, 14-21 «Jesús volvió a
Galilea por la fuerza del Espíritu, y su fama se extendió por la región. Iba enseñando en sus
sinagogas, alabado por todos (vv. 14-15)».
En seguida fue a Nazaret, donde había crecido, y el primer sábado de su ministerio se
levantó en la sinagoga para leer la Escritura. Escogió el texto en el cual Isaías (61, 1-2)
contempla su ministerio profético como obra de la unción del Espíritu. Y Jesús concluyó:
«Esta Escritura que acabáis de oír se ha cumplido hoy» (v. 21).
Este texto, que también tiene las trazas de un programa de acción, nos permite mirar toda la
obra profética de Jesús como del Espíritu en él. Incluso Juan ve en Cristo al profeta
escatológico que tiene y comunica el Espíritu sin medida (Jn 3, 34).

El Espíritu Santo en las cartas paulinas

En su propia vida, Pablo ha descubierto la obra del Espíritu que es quien actúa por su
ministerio. Su actividad en los fieles incorporados a la Iglesia, es siempre en favor de ésta.
Por ello todos los carismas son eclesiales, para el servicio de la comunidad.
Pablo ha evangelizado con la fuerza del Espíritu (1 Tes 1, 5).
Atestigua la obra del Espíritu en las comunidades que él evangelizaba (Gál 3, 2-5; 1 Cor 1,
5).

Pablo es testigo de la experiencia cristiana del Espíritu. Ha descubierto la nueva ley del
Espíritu, que no sólo se opone a la ley de la carne, sino también supera la pedagogía de la
ley mosaica: «El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu
Santo que se nos ha dado» (Rom 5, 5).

¿Quién es el Espíritu Santo para san Pablo?


En las cartas paulinas, se designa más de cien veces como "pneuma" al Espíritu de Dios, así
como el empleo absoluto "el Espíritu" y su pertenencia a Dios con el calificativo de "santo"
(pneuma hagion). En dos ocasiones, habla del "Espíritu de Jesucristo" (Rm 8,9; Flp 1,19) o
el "Espíritu de su Hijo" (Gal 4,6). Para Pablo, el Espíritu no es una fuerza anónima, sino la
fuerza operativa del Señor exaltado en la gloria, el don y la fuerza escatológicos de Dios.
Pablo centra su atención en la unidad de la acción salvífica de la Trinidad, donde el Espíritu
Santo aparece como sujeto en el proceso de liberación (Gal 4, 5-7), de revitalización (Rm
8,10s) y de santificación (1 Cor 6,11); él otorga los carismas (1 Cor 12) y actúa como
testigo (Rm 8,16), intercesor (Rm 8,26), revelador (2 Cor 6,4.6), inspirador de los
predicadores (1 Ts 1,5) y como guía (Rm 8,14).
Para Pablo, el Espíritu es quien opera la comunión (koinonia tou pneumatos Flp 2,1). En
fin, el E.S. solo puede definirse a partir de lo que hace en los cristianos y en la comunidad,
ya que estos experimentan la nueva vida en la libertad, en la relación de amor que los
conduce a la unidad en Cristo crucificado y resucitado, con sus hermanos, consigo mismos
y con Dios.
Los Hechos de los Apóstoles

Los Hechos narran la experiencia del Espíritu en la Iglesia que nació en Pentecostés. Es el
Cristo resucitado quien lo ha enviado a los discípulos, como lo había prometido. Y una vez
descendido sobre ellos, el Espíritu es el que da origen a la comunidad eclesial, y la guía en
su desarrollo llamando y enviando a los elegidos para la misión de extenderla y de predicar
el Evangelio en todo el mundo.
- En los Hechos de los Apóstoles, Lucas utiliza la expresión "pneuma" (espíritu) 68 veces
para mostrar cómo la promesa de Jesús a sus seguidores se hizo realidad en el día de
Pentecostés (Hch 2,1-4).
- Los discípulos recibieron el Espíritu Santo y, con valentía, predicaron la resurrección de
Jesús (2, 14-36).
- Lucas aprovechó las tradiciones orales y escritas de la comunidad cristiana primitiva para
elaborar su obra. Algunas de estas tradiciones incluyen la narración de la resurrección de
Jesús y la venida del Espíritu Santo en Pentecostés.
- La interpretación teológica de Lucas es clara: el Espíritu Santo es el poder que impulsa a
los cristianos a predicar el evangelio y a llevar a cabo la obra de Dios en el mundo.
- Existe un claro paralelismo entre la escena del bautismo en el Evangelio y el relato de
Pentecostés. Ambos acontecimientos hablan de la donación del ES, y en ambas ocasiones lo
que sigue es la predicación profética. Lo que Lucas nos quiere transmitir es que hubo una
poderosa experiencia creyente de los primeros discípulos que inesperada, se conectó con el
ES.
- Lucas combinó de manera magistral las tradiciones orales y escritas de la comunidad
cristiana primitiva en su obra, añadiendo detalles y diálogos para dar vida a la historia.
- El papel del Espíritu Santo en los Hechos de los Apóstoles de Lucas es fundamental para
comprender la expansión del cristianismo en los primeros siglos de la era cristiana.

Evangelio de Juan

San Juan es, junto con Pablo, el gran pneumatólogo del Nuevo Testamento por la referencia
constante al Espíritu de la verdad, al paráclito y al consolador.
El testimonio del Espíritu en favor de Jesús que bautiza, se divide en tres partes:

a) El testimonio del Espíritu: Para san Juan, Jesús antes de la Pascua es el portador del
Espíritu, así lo testimonia dos veces seguidas (Jn 1,32.33) haciendo hincapié en que éste
permanece sobre él desde el bautismo. En el lugar de la escena del bautismo, el cuarto
evangelio presenta también por dos veces el testimonio del bautista en favor del
infinitamente superior a él, que llega tras él (1,26s; 1,33) que bautizará no solo con agua
sino con el Espíritu Santo. Este testimonio del bautista es una palabra clave de la teología
joánica usada a menudo en conexión con el Espíritu: así da testimonio en favor de Jesús a
través del bautista (1,32s), de los discípulos (15,26s), en conexión con prácticas
comunitarias (1 Jn 5,6-8) donde el agua y la sangre significan el bautismo y la muerte de
cruz como comienzo y consumación de la actividad terrena de Jesús.
b) El agua viva del Espíritu: Juan presenta a Jesús resucitado como el bautizador en el
Espíritu (7,38s); la fiesta de las tiendas se celebraba con gran expectación mesiánica por
ello ahora con la fe en Jesús como Hijo y revelador del Padre, se cumple esa promesa, por
cuanto se derrama el agua viva del Espíritu. En el AT, Ez 36 añora el agua purificadora; en
el Salmo 119 se entiende la presencia divina en la palabra y en la ley como fuentes de vida,
ahora Juan usando la trilogía palabra, Espíritu y vida manifiesta la convicción de que se
cumplen esos anhelos para los creyentes y su presencia viva y permanente en ellos.
c) Glorificación y envío del Espíritu: Con el pasaje de Jn 7,39 se pone de manifiesto la
relación íntima entre muerte-resurrección (glorificación) y don del Espíritu. Según Jn 19,30
en la cruz "entregó su espíritu" (paredoken to pneuma) no solo murió, sino que donó
Espíritu a los suyos. Así incluyendo Jn 19,34 y 1 Jn 5,6-8, cabe decir que para san Juan
"muerte, resurrección, glorificación y comunicación del Espíritu... están unidas entre sí de
un modo teológicamente indisoluble" (F. Porsch, Anwalt, 102).
Por su parte, Jn 20,21-23 parece, por el contrario, tener otro acento. ¿Se cumple en esta
escena el anuncio del bautismo en el Espíritu de Jn 1,33? Ciertos indicios parecen sugerir
que el evangelista recogió ahí una tradición anterior sobre la colación del Espíritu por parte
del resucitado y que la incorporó a su concepción pneumatológica mediante el motivo del
envío, típico en él (v.21 "como el padre me envió así los envío yo..."). En el momento de su
marcha, el Señor resucitado equipa a los suyos con el Espíritu, a fin de que puedan cumplir
su misión de ser testigos de la fe frente a la incredulidad del mundo (pecado del mundo).
Queda claro en 1,33 y 20,22 que el otorgamiento del Espíritu no constituye un proceso
singular que lo encierre todo, sino que se actualiza de continuo en la misión. La infusión del
Espíritu en Jn 20,22 viene a ser así la iniciación del bautismo en el Espíritu, que el Señor
glorificado, en tanto que bautizador en el Espíritu, realiza en la Iglesia como tiempo del
Espíritu.

El Espíritu como representante de quien ha sido exaltado junto al Padre.

Aquí encontramos la tensión entre promesa y cumplimiento que no desaparece con la


exaltación y glorificación de Jesús. Los discursos de despedida reflejan la situación de los
discípulos que han llegado a la fe, que han experimentado a Jesús vivo y que en el tiempo
de la ausencia física de su Señor viven de su Espíritu y transmiten el testimonio.
El siguiente esquema reúne las funciones que se le asignan al Espíritu según la promesa de
Jesús:

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