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Unidad 2 – 1a parte - Historia de EEUU

La revolución: fundamentos teóricos. La independencia y la situación internacional. Los


Artículos de Confederación. Predominio del interés agrario. Las Ordenanzas del Noroeste.
Bibliografía: Jones, Maldwyn A. Historia de los Estados Unidos. 1607 - 1992. Cátedra. 1995.
Las medidas tomadas por el Parlamento inglés inmediatamente después del fin de la guerra
de los 7 años, crearon tensiones en las colonias, pero las concesiones posteriores
aquietaron los ánimos, aun cuando en los ámbitos donde se habían gestado las reacciones,
tales como los comités de correspondencia, persistían las expectativas de promover un
corte violento con la metrópolis, esperando que se produjera un episodio que alterara la
relación colonial.
Este elemento irritativo se produjo en la década de 1770, cuando el Parlamento dictó
medidas que reforzaban el monopolio del ingreso de té en las colonias por parte de la
Compañía de las Indias Orientales, esta compañía había crecido en influencia, riqueza e
importancia después de la guerra de los 7 años, cuando desalojó a su rival francesa de los
puntos comerciales más atractivos de la India, y sus directores tenían una gran capacidad
de convencer, mediante sustanciales coimas, a los parlamentarios para que legislaran
medidas a su favor.
En las colonias americanas, la concesión a esa compañía, se interpretó como una afrenta,
quienes habían esperado ansiosamente un motivo de ruptura, lo encontraron. La poderosa
compañía tenía su propia flota mercante para el transporte de bienes, cuando sus barcos
llegaron a América se encontraron que no podían desembarcar el té, ya que los cuerpos
representativos coloniales, que con el correr de tiempo habían adquirido cada vez mayores
responsabilidades, habían prohibido el desembarco del té en los diversos puertos.
Entre los responsables coloniales había diversas expectativas. Por una parte, los que
deseaban la independencia, no querían ninguna concesión que pudiera impedir la crisis,
pero había quienes, considerando que poco tiempo atrás el Parlamento se había mostrado
dispuesto a negociar, pensaban que en esta oportunidad se podía repetir lo mismo. Las
colonias tenían representantes oficiosos en Londres quienes, a través de sus variados
contactos políticos, quizás podrían lograr alguna concesión que evitara el conflicto.
Cuando los barcos llegaron a los puertos coloniales, les fue negado el permiso de
desembarco, los capitanes, desconcertados, permanecieron a bordo, enviando a
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Londres un barco correo pidiendo instrucciones. En el puerto de Boston, (capital de


Massachusetts), un grupo de revolucionarios, que se autodenominaban los “Hijos de la
Libertad”, disfrazados de indígenas, subieron a los barcos y tiraron el té al agua, este
episodio fue llamado la “fiesta del té de Boston”, aludiendo irónicamente a la tradicional
costumbre británica de tomar el té.
Los capitanes de los barcos que estaban esperando la solución del diferendo en otros
puertos coloniales, al conocer los hechos de Boston, partieron por temor a sufrir un ataque
similar. Cuando el episodio de la destrucción del té se conoció en Gran Bretaña los
miembros del Parlamento discutieron medidas de castigo. Hay que señalar que la
Compañía de las Indias Orientales, tenía una carta (concesión) real, es decir, que gozaba
de la protección de la corona, a pesar de ser una empresa privada.
En el Parlamento se decidieron medidas punitivas contra Boston y Massachusetts, se
disolvió el Consejo, que era el órgano representativo de los colonos, y había sido ineficaz en
la protección del té; el gobernador civil fue reemplazado por un gobernador militar; el puerto
de Boston fue cerrado para actividades civiles, solo operarían los barcos de la marina real, y
como estas medidas implicaban fuerzas militares que las hicieran cumplir, se imponía sobre
los ciudadanos la obligación de darle casa y comida a los oficiales y tropa. El castigo
cesaría cuando la colonia pagase el costo del té perdido.
Si bien las otras colonias habían prohibido el desembarco del té, no habían afectado la
propiedad, por lo que no se las castigaría. Sin embargo, el proyecto de ruptura del vínculo
colonial era compartido por muchos agitadores quienes promovieron una apresurada
convocatoria para la reunión del I Congreso Continental, que sesionaría en Filadelfia. La
capital de Pennsylvania era la ciudad colonial más importante, y además, para la reunión,
estaba más o menos a mitad de camino para los que provenían del norte y para los del sur.
En este congreso se discutieron las medidas de castigo a Massachusetts y Boston, que se
calificaron de “Leyes intolerables”. En su mayoría, los hombres reunidos en Filadelfia desde
los comités de correspondencia, habían operado para promover un movimiento
independentista. Por ello, en vez de buscar una salida negociada, como había sucedido en
la crisis de fines de la década anterior, se mostraron muy desafiantes, redactando un
documento en el que se victimizaban definiendo las políticas británicas como “agravios” que
avasallaban sus derechos.
Al enviar este documento sabían que la respuesta británica iba a ser violenta, por lo que
decidieron el fin de las sesiones, pero se comprometieron a organizar un segundo
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congreso que fuese más representativo, porque debido a la necesidad de discutir la


situación, el procedimiento para elegirlos por cada colonia fue poco transparente, de modo
que, con más tiempo, se elegirían nuevos miembros de un congreso con mayor legitimidad
de origen.
Así se formó el II Congreso Continental, que también sesionó en la ciudad de Filadelfia por
los mismos motivos que el anterior. La respuesta británica, como era obvio, fue el envío de
tropas para reprimir lo que ya se consideraba una rebelión. Los efectivos se dirigieron, en
principio al norte, la cuna de la revuelta, donde se había instalado un gobernador militar,
quien en Boston se enteró que los rebeldes estaban acumulando armas en un pequeño
pueblo del interior, y envió tropas a confiscarlas, los milicianos, para dar tiempo a que las
armas fueran trasladadas, emboscaron a los soldados en Lexington, donde se produjo la
primer acción armada.
Al conocerse estos hechos, los miembros del II Congreso Continental decidieron que tenían
que tomar una decisión política, y un comité, presidido por el representante de Virginia,
Thomas Jefferson, redactó la Declaración de Independencia, que fue adoptada el 4 de julio
de 1776. El documento consta de 3 partes, la primera es una declaración de principios, muy
en consonancia con el ideario ilustrado, definiendo los derechos imprescriptibles del
hombre, a la vida, a la libertad, y a la búsqueda de la felicidad. La segunda enumera los
agravios que según ellos, justificaban la ruptura y finalmente la última proclama la existencia
de los Estados Unidos de América.
Sin duda los miembros del congreso sabían que la mera declaración no garantizaba la
independencia, por lo que debían tomar medidas para hacerla efectiva. Por lo que se
concentraron en dos aspectos esenciales: la creación de un ejército y el diseño de una
política exterior que favoreciera sus propósitos. La organización del Ejército continental se
basó en las milicias coloniales, su mayor desafío consistía en transformar a los
indisciplinados milicianos en soldados más o menos profesionales.
La decisión de nombrar a George Washington como general fue muy acertada, ya que, si
bien su experiencia bélica provenía de su participación en la guerra “de franceses e indios”
(de los 7 años en Europa), al frente de tropas auxiliares, su liderazgo fue muy importante
para el triunfo final. El Congreso hizo otra excelente elección cuando nombró a Benjamin
Franklin representante diplomático ante Francia. Franklin era muy conocido en los círculos
intelectuales europeos por sus aportes científicos, lo que le permitió tener contactos muy
valiosos con las personalidades más influyentes.
Franklin operó sobre la secular rivalidad de Francia e Inglaterra, buscando el
reconocimiento diplomático para la nueva nación. Los asesores del rey creían, en
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general, que la aventura estadounidense estaba condenada al fracaso, ya que, por


entonces, Gran Bretaña era la gran potencia europea, que los había humillado en la guerra
de los 7 años. Pero, en América, contra todas las previsiones, el ejército continental logró
una victoria sorprendente, y esta nueva realidad hizo cambiar de opinión a quienes
sostenían que la ayuda a los rebeldes podría significar la recuperación de algunas
posesiones perdidas en la guerra anterior.
Finalmente los partidarios de apoyar la rebelión, superaron a quienes consideraban los
peligros de asociarse a un proyecto republicano hostil a la monarquía y el gobierno francés
reconoció al nuevo país, estableciendo una alianza, con lo que la revolución colonial se
internacionalizó, convirtiéndose en otro episodio de la serie de guerras del siglo XVIII. La
decisión francesa implicó, rápidamente, a su aliada España, que adoptó las mismas
decisiones.
El reconocimiento internacional logrado por los Estados Unidos, alentó a otros países
europeos a reconocerlos diplomáticamente, a fin de establecer relaciones comerciales, ya
que su legitimación le había abierto la posibilidad de negociar préstamos de centros
financieros europeos. Con esos recursos disponibles, comerciantes de Holanda, la Liga
Hanseática, Rusia, se apresuraron a vender bienes al nuevo país. Gran Bretaña intentó
impedir que dichos bienes cruzaran el Atlántico, pero por medio de la Liga de la Neutralidad
Armada, los barcos de guerra de los países involucrados protegerían a los mercantes de la
presión de la armada real británica.
En América del Norte, el ejército continental, a pesar de muchos reveses, continuaba
resistiendo la presión británica, las acciones bélicas, que habían comenzado en el norte, se
desplazaron a las colonias centrales y finalmente se concentraron en el sur. Washington
venció en Yorktown al general Cornwallis, quien retornó a Europa con sus tropas en 1781.
La última derrota de sus fuerzas puso a los miembros del Parlamento en una disyuntiva:
tenían que decidir qué decisiones adoptar respecto a América.
El rey, Jorge III, presionaba a favor de la continuidad del esfuerzo, pero había opiniones
alternativas. El grupo político Whig, muy hostil al monarca, sostenía que los americanos se
merecían la independencia por haber desafiado los intentos “tiránicos” del rey. Adam Smith,
un intelectual influyente, opinaba que era más razonable concederles la independencia,
porque si los americanos no querían ser súbditos ingleses, debían ser locos o estúpidos, y
una vez independientes, volverían a ser consumidores de los productos que la industria
británica ya fabricaba eficientemente.
Finalmente, la mayoría parlamentaria llegó a la conclusión de que la renovación del
esfuerzo bélico iba a tener consecuencias muy negativas sobre las finanzas del país.
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Las guerras del siglo XVIII se habían financiado con los bonos de la deuda nacional que
emitía el Banco de Inglaterra, pero, para mantener la confianza en la libra esterlina, los
intereses de los bonos se pagaban regularmente, pero esos pagos dependían de los
impuestos votados por el Parlamento. Para mantener el esfuerzo bélico, hubiera sido
necesario ampliar la emisión de bonos, con el consiguiente aumento de impuestos, que los
parlamentarios temían, con razón, serían impagables.
Por consiguiente comenzaron negociaciones para definir la paz con las ex colonias, y se
llegó al tratado de París, de 1783, en el que Gran Bretaña reconocía la independencia de
los Estados Unidos de América, ambos países se comprometían a definir las fronteras que
separaban al nuevo país de Canadá, aún colonia británica, mediante la creación de
comisiones de expertos agrimensores que definieran los límites que luego deberían ser
ratificados por ambas diplomacias.
En cuanto a Francia, las expectativas de recuperar parte de los espacios perdidos en la
guerra de los 7 años, fueron, en gran medida, frustradas. El apoyo internacional que ofreció
a los revolucionarios fue crítico, sin esa alianza, la independencia hubiera tenido costos
mucho más altos. La marina francesa desafió a la marina británica en el Caribe y en el
Índico, y en ambos casos fue derrotada, por lo que sus diplomáticos no tenían mucho que
ofrecer en la mesa de negociaciones. Por otra parte, y a diferencia de la decisión británica,
la corona francesa amplió su ya abrumadora deuda, que años después, iba a provocar la
crisis financiera que devino en el proceso revolucionario.
Terminada la guerra de independencia, el II Congreso Continental seguía siendo la
autoridad del nuevo país. Durante la guerra, había definido sus atribuciones en un
documento llamado Artículos de Confederación. Básicamente los estados delegaban en el II
Congreso responsabilidades de carácter internacional. Es decir, que el II Congreso era la
voz de los Estados Unidos en el mundo, era responsable por las decisiones respecto a la
guerra, negociaba la paz, pero, lo que sucedía en los Estados estaba fuera de su
competencia.
En este período, perduran muchas condiciones del período colonial. A diferencia de las
colonias españolas, estas nunca tuvieron una autoridad central, cada una tenía gobernador,
cuerpo representativo y cortes de justicia. Al producirse la independencia, el cambio fue que
el gobernador se elegía localmente, los cuerpos representativos se llamaron Legislaturas, y
el poder judicial continuó aplicando el common law. Por eso, el II Congreso, surgido como
una necesidad del momento revolucionario, no podía aspirar a intervenir en la vida interna
de los Estados.
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Durante la década de 1780, las actividades del II Congreso se redujeron en gran medida,
excepto en una ocasión cuando intervino para morigerar tensiones entre los estados. La
independencia atrajo una gran cantidad de inmigrantes europeos, deseosos de establecerse
en el nuevo país, donde convertirse en propietario de tierra era mucho más factible que en
sus lugares de origen. Una serie de comunidades se establecieron en los valles del Ohio, y
al crecer esta población, los estados originarios reclamaron que dichas tierras les
pertenecían, en general, estas demandas se basaban en las imprecisiones de las cartas
originales.
Los congresistas rechazaron dichos reclamos, afirmando que se trataba de tierras que no
estaban comprendidas en las cartas reales del siglo XVII y por lo tanto, asumían la
responsabilidad de organizar esos territorios. Así dictaron las Ordenanzas del Noroeste, en
las que establecieron pautas para la creación de nuevos estados, que serían adoptadas en
futuras anexiones. Teniendo en cuenta la extensión, decidieron que se organizarían no más
de cinco, no menos de tres estados, con el fin de mantener un equilibrio, que no existía
entre los estados originales. El requisito para convertirse en estado dependía del número de
habitantes. También establecían que los nuevos estados tendrían las mismas atribuciones
que los estados fundadores.
Estas Ordenanzas fueron las más importantes decisiones del II Congreso en tiempos de
paz. La vida del país, en el período, transcurría en los estados, que se manejaban con una
extrema autonomía, las legislaturas multiplicaban sus decisiones, y, siendo mayoría los
agricultores, la legislación favorecía sus expectativas, desoyendo las demandas de sectores
urbanos, comerciales y financieros. Las medidas en muchos casos demagógicas,
favorecían la inflación, la falta de una moneda común dificultaba el comercio entre los
estados, que establecían aduanas para el ingreso y egreso de productos y se multiplicaban
los reclamos por espacios que no estaban bien definidos por las cartas fundacionales.
El II Congreso Continental, de acuerdo con los Artículos de Confederación, no tenía
poderes para intervenir a fin de solucionar estos problemas. No tenía funciones
recaudatorias, por lo que, una vez alcanzada la paz, el ejército continental fue licenciado,
pero, al no haber fondos para pagarles a los veteranos, éstos recibieron bonos que muy
rápidamente se depreciaron, ya que había dudas respecto a la posibilidad presente o futura
de que fuesen pagados. Por lo que, la mayoría de los veteranos los vendieron a precio vil, y
el ejército nacional desapareció, volviendo a la situación colonial de depender de las milicias
de ciudadanos para la defensa de cada estado.

Unidad II 2a parte – Historia de Estados Unidos


La Constitución y sus compromisos. Las diez primeras enmiendas. Presidencias de
Washington. Política exterior. El ocaso federalista.
Resumen:
Hacia fines de la década de 1780, los problemas derivados del sistema institucional basado
en los Artículos de Confederación se multiplicaban. Los estados actuaban prácticamente
como países independientes, y el II Congreso Continental carecía de atribuciones para
solucionar los muchos conflictos pendientes. Había reclamos cruzados respecto a los
límites entre los estados, debido a la confusa redacción de las cartas de fundación, y
aumentaban los problemas económicos.
La situación era satisfactoria para los intereses rurales, que avanzaban ocupando nuevas
tierras, al ritmo de la creciente inmigración europea, pero los sectores urbanos, con
intereses comerciales, financieros y mercantiles, cuestionaban las condiciones que
dificultaban hasta la parálisis al comercio y la manufactura. Asimismo se acumulaban las
deudas originadas durante la guerra de independencia, que el II Congreso no podía pagar,
ya que carecía de la atribución de cobrar impuestos.
Para aquellos preocupados por el futuro, la falta de unidad nacional presagiaba conflictos
que, tarde o temprano, provocarían la disolución del nuevo país. Había además, una
cuestión social subyacente, en el sentido que, los sectores que habían liderado el
movimiento independentista, provenían de las clases ilustradas coloniales y esperaban
convertirse en líderes del período independiente. Sin embargo, en las legislaturas de los
estados, predominaban los demagogos que contando con el respaldo de las mayorías
rurales, desafiaban el orden heredado.
La extrema debilidad del II Congreso inspiró un movimiento para ampliar sus poderes,
modificando los Artículos de Confederación. Pero líderes intelectuales y políticos lograron
imponer un cambio mucho más profundo, promoviendo un nuevo sistema, que no tenía
antecedentes coloniales, por lo que se trató de un experimento institucional: la Constitución.
En la redacción de este documento, participaron hombres que partieron de la necesidad de
establecer un gobierno central, que calificaron como “federal”.
La denominación “federal”, anteriormente, había sido sinónimo de confederal (tal como los
Artículos de Confederación). Sin embargo, la prédica de Alexander Hamilton, el más
importante estadista en la concepción del instrumento constitucional, se realizó en una serie
de artículos, en forma de cartas intercambiadas entre Hamilton, Madison y Jay, en los que
expresaban las críticas al sistema imperante y la necesidad de

establecer un modelo diferente donde se dotara de poderes a un gobierno nacional. Estos


artículos se publicaron bajo el título de “Los papeles del Federalista”.
Considerando que no había en la tradición colonial ningún antecedente de gobierno central,
hubo una fuerte influencia teórica. La Constitución estableció, siguiendo a Montesquieu, la
división de poderes: ejecutivo, a cargo de un presidente, legislativo, el Congreso, dividido en
dos cámaras y Judicial. Esa división de poderes ya existía en las colonias: gobernador,
cuerpo representativo, y cortes; con la independencia, se mantuvo, pero no había
antecedentes coloniales para un poder nacional centralizado.
Los constituyentes tuvieron muchas diferencias, que fueron solucionando mediante
negociaciones, por ejemplo, en el caso del Congreso, se planteó el problema de la
representación de los estados pequeños y de los estados grandes, el acuerdo fue la división
en dos cámaras: Senadores, donde los estados, sin importar su población, estarían
igualmente representados, mientras que los Representantes, dependerían del número de
habitantes de los estados.
En el poder judicial, se incluyó la Corte Suprema de Justicia, cuya función principal consiste
en interpretar la constitucionalidad de las leyes, y este problema de la interpretación, está
muy ligado al modelo del common law, que funciona en gran medida en base a
precedentes. Esta institución ya existía en Gran Bretaña, cuna del common law, donde
estaba compuesta por jueces que pertenecían a la Cámara de los Lores. Se incluyeron
también cortes federales, con jurisdicción en todo el país.
Cuando finalmente se logró, a partir de muchas negociaciones, la redacción de la
Constitución, para que entrara en vigencia era necesario que fuera aceptada por una
mayoría de estados. En esta oportunidad, se multiplicaron las voces disidentes. Para
muchos estadounidenses, que no tenían la experiencia previa de un gobierno nacional, la
constitución podía significar el inicio de un proceso de tiranía y abuso del poder. Como se
trataba de un experimento, nadie podía imaginar cómo iba a funcionar.
Para vencer muchas resistencias a aceptar el nuevo instrumento, los constituyentes
recurrieron, una vez más, al compromiso y la negociación, ofreciendo incluir en el texto las
primeras enmiendas, que se llamarían “Declaración de derechos”. La posibilidad de incluir
enmiendas se debía a la idea que en el futuro, las condiciones generales podían cambiar, y
por lo tanto, ya que la constitución sería para siempre, se podrían introducir innovaciones
para adaptar el instrumento a nuevas situaciones.
La primera enmienda establece que el gobierno federal no adoptará una religión oficial, es
decir, convalida la tolerancia religiosa, muy conectada con los orígenes del

país. La segunda enmienda permite a los ciudadanos a mantener sus armas, si bien hoy es
objeto de serias controversias, entonces fue muy importante para la aceptación del nuevo
sistema, porque garantizaba la supervivencia de las milicias estaduales, que, en caso de un
proyecto tiránico, podrían proteger las libertades ciudadanas, equilibrando la existencia del
ejército que el gobierno federal tenía la potestad de organizar y que, para muchos, podía
ser el medio para un abuso de poder.
Las dos primeras no pertenecen a la tradición colonial inglesa, las siguientes ponen sobre
papel tradicionales libertades que los súbditos ingleses habían ido logrando con el correr del
tiempo, respondían a una tradición no escrita, pero escrupulosamente tenida en cuenta por
los jueces del common law, y se habían aplicado en las colonias. En lo político: libertad de
expresión, libertad de publicar las ideas, libertad de reclamar a las autoridades. En lo civil:
habeas corpus, juicio por jurados, inviolabilidad de los papeles privados, libertad de no
declarar contra uno mismo (para evitar la tortura). Se incluía un reconocimiento a los
derechos de los estados.
La propuesta de incluir la Declaración de Derechos, dividió a los opositores a la
Constitución, la opinión moderada consideró factible su aceptación, que finalmente tuvo
lugar, comenzando así la puesta en marcha del gobierno federal. Como sucede hasta
nuestros días, si bien el gobierno está conformado por tres poderes en equilibrio, para las
mayorías, por un atavismo monárquico, el rol presidencial es dominante. El presidente es
elegido por voto indirecto (por el Colegio Electoral), pero el primero fue nombrado por los
constituyentes, el general George Washington.
La decisión de nombrar al general de la independencia fue muy acertada, considerando que
neutralizaba los temores respecto a una posible tiranía, ya que si Washington hubiese
querido transformarse en un tirano, lo hubiera logrado muy fácilmente cuando era el
comandante en jefe del Ejército Continental. Sin embargo, siempre se mostró dispuesto a
aceptar los dictados del poder civil del II Congreso, aun cuando en muchas oportunidades,
disentía con los congresistas que se mostraban poco dispuestos a satisfacer sus reclamos.
La puesta en práctica del gobierno federal significaba un gran desafío, ya que se trataba de
un proyecto teórico para el que no había modelos europeos que pudieran servir de
inspiración. La Constitución, al establecer el equilibrio de poderes, definía las atribuciones y
también las limitaciones de cada uno de los tres poderes. Esto dio origen a los primeros
partidos políticos, que se diferenciaron por la lectura que cada uno hacía de tales poderes.
Los federalistas, liderados por Hamilton, subrayaban las atribuciones, mientras que los anti
federalistas, liderados por Jefferson, enfatizaban las limitaciones.

Para superar las controversias suscitadas en torno al gobierno federal, Washington convocó
a su gabinete a las figuras más representativas de ambos partidos, Hamilton, fue Secretario
del Tesoro, y Jefferson Secretario de Estado. Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo,
los federalistas iban ocupando cada vez más espacios en el gobierno, por lo que Jefferson
optó por alejarse. Cabe señalar, que entre los federalistas había una gran cantidad de
hombres educados, con la formación necesaria para poner en marcha la complicada
maquinaria estatal, mientras que los anti federalistas, dominantes en áreas rurales, no
contaban con muchos intelectuales.
En la primera presidencia de Washington, Hamilton fue la figura descollante, y como
Secretario del Tesoro, se hizo cargo de los problemas que se habían acumulado durante la
guerra y después. El primer problema a resolver era el de la deuda externa. A diferencia de
los Artículos de Confederación, la Constitución habilitaba el cobro de impuestos federales al
gobierno nacional, esos recursos se destinarían a los reclamos de pago de los acreedores
extranjeros. Hamilton presentó en el Congreso un informe sobre la renegociación de la
deuda externa y como pagarla con los nuevos impuestos, y esta propuesta fue aceptada por
ambos grupos políticos.
El informe sobre deuda tenía una segunda parte que dio lugar a agitadas controversias en
el Congreso. Se trataba de la deuda interna, fundamentalmente el pago de los bonos que el
II Congreso Continental había emitido cuando desmovilizó al Ejército Continental, y que,
debido a la imposibilidad de ese congreso de recaudar impuestos, se depreciaron
velozmente, al punto que los veteranos de la guerra de independencia los vendieron a
precio vil y fueron atesorados por especuladores. Hamilton proponía pagarlos sin tener en
cuenta la situación, pues consideraba que el crédito interno del país tenía que ser
mantenido a toda costa. La oposición anti-federalista, cuestionaba la decisión, pero la
mayoría federalista se impuso.
Un segundo informe de Hamilton establecía la creación del Banco de los Estados Unidos.
Estaba inspirado en el Banco de Inglaterra, era una corporación financiera que tendría una
concesión (carta) del gobierno federal por un período determinado, que podía renovarse. La
nueva moneda, el dólar, debía ser confiable por ser respaldada por las políticas monetarias
del Banco. Los anti federalistas se opusieron, porque creían que los bancos de los estados
garantizaban la actividad financiera, y desconfiaban de una autoridad central que, como en
el caso de Inglaterra, influenciaría sobre las decisiones políticas nacionales. La mayoría
federalista aprobó el proyecto.
El tercer informe se refiere a los impuestos federales, según la Constitución, se cobrarían
sobre actividades que implicaran a más de un estado, ya que las actividades que se
limitaban a un solo territorio, pagarían los impuestos locales de siempre. En

este caso, Hamilton y los federalistas, eligieron como caso testigo, una actividad que se
desarrollaba en un estado nuevo, Kentucky, donde la población era furiosamente anti-
federalista. Los granjeros de Kentucky producían una bebida alcohólica con mucha
demanda por su bajo precio en muchos lugares, por lo que fueron los primeros en tener que
pagar las nuevas imposiciones federales.
El cuarto informe de Hamilton propuso la protección de las manufacturas. A fines del siglo
XVIII, la doctrina económica preponderante de Adam Smith y la escuela de Manchester,
rechazaba el proteccionismo. Hamilton no ignoraba estas teorías, pero al mismo tiempo,
consideraba que la economía estadounidense, desde el período colonial había mostrado un
gran dinamismo en la producción primaria, lo mismo que el comercio nacional e
internacional, pero en el caso de las manufacturas, él era consciente que no podía competir
con las británicas, por lo que, para tener una economía integrada, pensaba que sería
necesario proteger la manufactura nacional.
Este informe fue ignorado en el Congreso, tanto por los federalistas como por la oposición;
los federalistas representaban sectores comerciales que se oponían al proteccionismo, ya
que una medida de ese tipo implicaría represalias económicas que los perjudicarían,
mientras que los anti-federalistas representaban sectores rurales que deseaban la
importación libre de bienes, ya que una política proteccionista implica costos más altos y
calidad más baja de los productos locales. Asimismo, si bien el liderazgo de Hamilton era
indudable, sus proyectos, como en este caso, no eran seguidos ciegamente por los
hombres de su partido.
Al cumplirse los cuatro años que señalaba la Constitución, Washington fue renovado en el
cargo, para cubrir la transición de monarquía a república, y darle estabilidad al sistema,
muchos dirigentes pensaban que tenía que ser presidente hasta su muerte. Sin embargo,
en esta segunda presidencia, comenzó a ser cuestionado, en gran parte debido a la
situación internacional. Las guerras entre Francia y los otros países europeos, impusieron
severas limitaciones a las actividades comerciales estadounidenses. La condición de
neutralidad del país no fue respetada por la marina británica, que aplicaba el “derecho de
registro”, confiscando toda carga que se dirigía a puertos franceses.
Cabe señalar que los derechos de neutrales, como doctrina internacional, estaba lejos de
ser convalidada, aún durante la primer guerra mundial, en el siglo XX, no se respetó.
Washington y sus ministros decidieron enviar una misión diplomática a Gran Bretaña, a
cargo del Secretario de Estado John Jay, para negociar algún acuerdo que protegiera a sus
comerciantes. Para los federalistas, la situación era ideológicamente complicada, ya que en
la lucha entre la Francia revolucionaria y Gran Bretaña, estable

y predecible, elegían a esta última, mientras que los anti-federalistas simpatizaban con
Francia, aunque cuestionaban los excesos de la dirigencia radicalizada.
Hay que recordar que a fines del siglo XVIII, Estados Unidos era un país poco importante en
el concierto mundial, mientras que Gran Bretaña lideraba la reacción europea anti
revolucionaria. Por eso, Jay no pudo cumplir su cometido, ya que los negociadores
británicos no hicieron las concesiones comerciales que él pretendía. En compensación, el
Foreign Office mostró una disposición amigable en lo referente a la definición de la frontera
con Canadá, iniciada después del reconocimiento de la independencia, por sendas
comisiones de expertos, ofreciendo retirar sus fuerzas de los Grandes Lagos, demostrando
así una actitud amistosa y de confianza.
Jay aceptó la oferta, y volvió a Estados Unidos con un tratado que no cumplía con las
expectativas originales. Por ello, cuando fue analizado por el presidente y su gabinete,
decidieron que sería tratado en el Congreso en una sesión secreta, justificada por la
situación internacional. El tratado fue aceptado por la mayoría federalista, pero los anti-
federalistas se indignaron, y a pesar del carácter secreto de la sesión, lograron sacar
irregularmente, una copia que dieron a la prensa partidaria.
La reacción contra el tratado, multiplicada por las publicaciones opositoras, desató una
brutal crítica contra Jay, acusado de ser un títere de Gran Bretaña, los federalistas en
general, y aún el propio presidente Washington, que se suponía estaba por encima de las
cuestiones partidarias, fue ferozmente cuestionado, a tal punto, que decidió que, una vez
terminado su segundo mandato, se iba a retirar a su vida privada, ya que su figura no había
logrado superar los conflictos entre facciones.
Así, el presidente al abandonar el cargo, dio un discurso de despedida que tuvo enorme
repercusión, al referirse a la política internacional de su país, sostuvo que Estados Unidos
debía tener amistad con todos los países europeos pero no debía establecer alianzas con
ninguno, de modo de evitar quedar atrapado en la lógica del permanente conflicto bélico
que los caracterizaba, añadiendo que el futuro de su país estaba en el continente
americano.
Al terminar esta presidencia fue necesario poner en práctica el sistema constitucional de
elecciones a través del voto indirecto, por medio del Colegio Electoral. En este caso, la
mayoría de los votos la logró Thomas Jefferson, pero el Colegio Electoral decidió consagrar
a John Adams, que había sido el vicepresidente de Washington y tenía el apoyo de los
grupos federalistas que dominaban el poder federal. Si bien la elección fue legal, este
presidente sufrió una merma de legitimidad.

Durante los últimos años del siglo XVIII, las condiciones en la Francia revolucionaria
cambiaban rápidamente. Los grupos radicalizados que habían instaurado el “Terror”, fueron
eliminados por dirigencias más moderadas, pero esos cambios políticos se produjeron por
una mayor intervención del ejército. Adams y los federalistas, conscientes de las críticas
que había suscitado el tratado Jay con Gran Bretaña, intentaron un acercamiento con
Francia, pero ante lo imprevisible de la situación allí, decidieron enviar una misión secreta
exploratoria.
Tres agentes secretos (X, Y, Z en la jerga diplomática) se dirigieron a París a fin de recabar
información sobre cuáles serían las demandas francesas para alcanzar un acuerdo, pero, al
intentar una entrevista con el ministro Talleyrand, se encontraron con la sorpresa de que
quienes manejaban la agenda les reclamaron el pago de una coima para poder ingresar a la
audiencia. Desconcertados, comunicaron la imprevista condición a su gobierno, solicitando
nuevas instrucciones. El gobierno federalista decidió quebrar el secreto de la misión, dando
a publicidad la solicitud de coima, para indirectamente debilitar la posición pro francesa de
los anti-federalistas.
De este modo, el posible acuerdo con Francia fracasó, y el gobierno utilizó esta nueva
situación para una serie de medidas inspiradas por la posibilidad de una guerra. Hubo una
convocatoria para organizar el ejército federal, y se votaron en el Congreso leyes anti
sedición que suspendían algunas de las libertades garantizadas por la Declaración de
Derechos. Asimismo, se decidió la expulsión de extranjeros peligrosos, muchos franceses
que trabajaban en la prensa opositora.
Los anti federalistas, que comenzaban a llamarse “republicanos”, desconfiaron de la
verdadera razón para estas medidas, sospechando que se trataba de un movimiento
dirigido en su contra. Dos legislaturas, Virginia y Kentucky, dominadas por los anti
federalistas, rechazaron aplicar esas medidas excepcionales. Esta decisión era claramente
anti constitucional, porque las legislaturas no pueden abolir decisiones tomadas por el
Congreso federal, como sí podían hacerlo cuando regían los Artículos de Confederación.
Cabe señalar que la situación internacional profundizaba las diferencias existentes entre
federalistas y republicanos. Las mutuas sospechas se agigantaban al establecer analogías
con las fuerzas europeas en pugna. Para los federalistas, los opositores esperaban la
oportunidad para instaurar un régimen de terror jacobino, mientras que para los
republicanos (anti-federalistas), que adoptaron ese nombre implicando que sus adversarios
eran monárquicos y que los federalistas pretendían introducir un sistema político inspirado
en el modelo inglés.

Cuando Talleyrand se enteró de lo que había sucedido, muy rápidamente buscó disminuir
las tensiones, culpando a los traductores que habían originado la confusión. Por otra parte,
la resistencia de la oposición a las medidas restrictivas debilitó aún más al gobierno de
Adams. En las siguientes elecciones presidenciales, nuevamente una amplia mayoría votó
por Thomas Jefferson, pero, en este caso, el Colegio Electoral aceptó la decisión popular
eligiendo al candidato más votado, quien asumió la presidencia en 1801.

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