Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Las guerras del siglo XVIII se habían financiado con los bonos de la deuda nacional que
emitía el Banco de Inglaterra, pero, para mantener la confianza en la libra esterlina, los
intereses de los bonos se pagaban regularmente, pero esos pagos dependían de los
impuestos votados por el Parlamento. Para mantener el esfuerzo bélico, hubiera sido
necesario ampliar la emisión de bonos, con el consiguiente aumento de impuestos, que los
parlamentarios temían, con razón, serían impagables.
Por consiguiente comenzaron negociaciones para definir la paz con las ex colonias, y se
llegó al tratado de París, de 1783, en el que Gran Bretaña reconocía la independencia de
los Estados Unidos de América, ambos países se comprometían a definir las fronteras que
separaban al nuevo país de Canadá, aún colonia británica, mediante la creación de
comisiones de expertos agrimensores que definieran los límites que luego deberían ser
ratificados por ambas diplomacias.
En cuanto a Francia, las expectativas de recuperar parte de los espacios perdidos en la
guerra de los 7 años, fueron, en gran medida, frustradas. El apoyo internacional que ofreció
a los revolucionarios fue crítico, sin esa alianza, la independencia hubiera tenido costos
mucho más altos. La marina francesa desafió a la marina británica en el Caribe y en el
Índico, y en ambos casos fue derrotada, por lo que sus diplomáticos no tenían mucho que
ofrecer en la mesa de negociaciones. Por otra parte, y a diferencia de la decisión británica,
la corona francesa amplió su ya abrumadora deuda, que años después, iba a provocar la
crisis financiera que devino en el proceso revolucionario.
Terminada la guerra de independencia, el II Congreso Continental seguía siendo la
autoridad del nuevo país. Durante la guerra, había definido sus atribuciones en un
documento llamado Artículos de Confederación. Básicamente los estados delegaban en el II
Congreso responsabilidades de carácter internacional. Es decir, que el II Congreso era la
voz de los Estados Unidos en el mundo, era responsable por las decisiones respecto a la
guerra, negociaba la paz, pero, lo que sucedía en los Estados estaba fuera de su
competencia.
En este período, perduran muchas condiciones del período colonial. A diferencia de las
colonias españolas, estas nunca tuvieron una autoridad central, cada una tenía gobernador,
cuerpo representativo y cortes de justicia. Al producirse la independencia, el cambio fue que
el gobernador se elegía localmente, los cuerpos representativos se llamaron Legislaturas, y
el poder judicial continuó aplicando el common law. Por eso, el II Congreso, surgido como
una necesidad del momento revolucionario, no podía aspirar a intervenir en la vida interna
de los Estados.
5
Durante la década de 1780, las actividades del II Congreso se redujeron en gran medida,
excepto en una ocasión cuando intervino para morigerar tensiones entre los estados. La
independencia atrajo una gran cantidad de inmigrantes europeos, deseosos de establecerse
en el nuevo país, donde convertirse en propietario de tierra era mucho más factible que en
sus lugares de origen. Una serie de comunidades se establecieron en los valles del Ohio, y
al crecer esta población, los estados originarios reclamaron que dichas tierras les
pertenecían, en general, estas demandas se basaban en las imprecisiones de las cartas
originales.
Los congresistas rechazaron dichos reclamos, afirmando que se trataba de tierras que no
estaban comprendidas en las cartas reales del siglo XVII y por lo tanto, asumían la
responsabilidad de organizar esos territorios. Así dictaron las Ordenanzas del Noroeste, en
las que establecieron pautas para la creación de nuevos estados, que serían adoptadas en
futuras anexiones. Teniendo en cuenta la extensión, decidieron que se organizarían no más
de cinco, no menos de tres estados, con el fin de mantener un equilibrio, que no existía
entre los estados originales. El requisito para convertirse en estado dependía del número de
habitantes. También establecían que los nuevos estados tendrían las mismas atribuciones
que los estados fundadores.
Estas Ordenanzas fueron las más importantes decisiones del II Congreso en tiempos de
paz. La vida del país, en el período, transcurría en los estados, que se manejaban con una
extrema autonomía, las legislaturas multiplicaban sus decisiones, y, siendo mayoría los
agricultores, la legislación favorecía sus expectativas, desoyendo las demandas de sectores
urbanos, comerciales y financieros. Las medidas en muchos casos demagógicas,
favorecían la inflación, la falta de una moneda común dificultaba el comercio entre los
estados, que establecían aduanas para el ingreso y egreso de productos y se multiplicaban
los reclamos por espacios que no estaban bien definidos por las cartas fundacionales.
El II Congreso Continental, de acuerdo con los Artículos de Confederación, no tenía
poderes para intervenir a fin de solucionar estos problemas. No tenía funciones
recaudatorias, por lo que, una vez alcanzada la paz, el ejército continental fue licenciado,
pero, al no haber fondos para pagarles a los veteranos, éstos recibieron bonos que muy
rápidamente se depreciaron, ya que había dudas respecto a la posibilidad presente o futura
de que fuesen pagados. Por lo que, la mayoría de los veteranos los vendieron a precio vil, y
el ejército nacional desapareció, volviendo a la situación colonial de depender de las milicias
de ciudadanos para la defensa de cada estado.
país. La segunda enmienda permite a los ciudadanos a mantener sus armas, si bien hoy es
objeto de serias controversias, entonces fue muy importante para la aceptación del nuevo
sistema, porque garantizaba la supervivencia de las milicias estaduales, que, en caso de un
proyecto tiránico, podrían proteger las libertades ciudadanas, equilibrando la existencia del
ejército que el gobierno federal tenía la potestad de organizar y que, para muchos, podía
ser el medio para un abuso de poder.
Las dos primeras no pertenecen a la tradición colonial inglesa, las siguientes ponen sobre
papel tradicionales libertades que los súbditos ingleses habían ido logrando con el correr del
tiempo, respondían a una tradición no escrita, pero escrupulosamente tenida en cuenta por
los jueces del common law, y se habían aplicado en las colonias. En lo político: libertad de
expresión, libertad de publicar las ideas, libertad de reclamar a las autoridades. En lo civil:
habeas corpus, juicio por jurados, inviolabilidad de los papeles privados, libertad de no
declarar contra uno mismo (para evitar la tortura). Se incluía un reconocimiento a los
derechos de los estados.
La propuesta de incluir la Declaración de Derechos, dividió a los opositores a la
Constitución, la opinión moderada consideró factible su aceptación, que finalmente tuvo
lugar, comenzando así la puesta en marcha del gobierno federal. Como sucede hasta
nuestros días, si bien el gobierno está conformado por tres poderes en equilibrio, para las
mayorías, por un atavismo monárquico, el rol presidencial es dominante. El presidente es
elegido por voto indirecto (por el Colegio Electoral), pero el primero fue nombrado por los
constituyentes, el general George Washington.
La decisión de nombrar al general de la independencia fue muy acertada, considerando que
neutralizaba los temores respecto a una posible tiranía, ya que si Washington hubiese
querido transformarse en un tirano, lo hubiera logrado muy fácilmente cuando era el
comandante en jefe del Ejército Continental. Sin embargo, siempre se mostró dispuesto a
aceptar los dictados del poder civil del II Congreso, aun cuando en muchas oportunidades,
disentía con los congresistas que se mostraban poco dispuestos a satisfacer sus reclamos.
La puesta en práctica del gobierno federal significaba un gran desafío, ya que se trataba de
un proyecto teórico para el que no había modelos europeos que pudieran servir de
inspiración. La Constitución, al establecer el equilibrio de poderes, definía las atribuciones y
también las limitaciones de cada uno de los tres poderes. Esto dio origen a los primeros
partidos políticos, que se diferenciaron por la lectura que cada uno hacía de tales poderes.
Los federalistas, liderados por Hamilton, subrayaban las atribuciones, mientras que los anti
federalistas, liderados por Jefferson, enfatizaban las limitaciones.
Para superar las controversias suscitadas en torno al gobierno federal, Washington convocó
a su gabinete a las figuras más representativas de ambos partidos, Hamilton, fue Secretario
del Tesoro, y Jefferson Secretario de Estado. Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo,
los federalistas iban ocupando cada vez más espacios en el gobierno, por lo que Jefferson
optó por alejarse. Cabe señalar, que entre los federalistas había una gran cantidad de
hombres educados, con la formación necesaria para poner en marcha la complicada
maquinaria estatal, mientras que los anti federalistas, dominantes en áreas rurales, no
contaban con muchos intelectuales.
En la primera presidencia de Washington, Hamilton fue la figura descollante, y como
Secretario del Tesoro, se hizo cargo de los problemas que se habían acumulado durante la
guerra y después. El primer problema a resolver era el de la deuda externa. A diferencia de
los Artículos de Confederación, la Constitución habilitaba el cobro de impuestos federales al
gobierno nacional, esos recursos se destinarían a los reclamos de pago de los acreedores
extranjeros. Hamilton presentó en el Congreso un informe sobre la renegociación de la
deuda externa y como pagarla con los nuevos impuestos, y esta propuesta fue aceptada por
ambos grupos políticos.
El informe sobre deuda tenía una segunda parte que dio lugar a agitadas controversias en
el Congreso. Se trataba de la deuda interna, fundamentalmente el pago de los bonos que el
II Congreso Continental había emitido cuando desmovilizó al Ejército Continental, y que,
debido a la imposibilidad de ese congreso de recaudar impuestos, se depreciaron
velozmente, al punto que los veteranos de la guerra de independencia los vendieron a
precio vil y fueron atesorados por especuladores. Hamilton proponía pagarlos sin tener en
cuenta la situación, pues consideraba que el crédito interno del país tenía que ser
mantenido a toda costa. La oposición anti-federalista, cuestionaba la decisión, pero la
mayoría federalista se impuso.
Un segundo informe de Hamilton establecía la creación del Banco de los Estados Unidos.
Estaba inspirado en el Banco de Inglaterra, era una corporación financiera que tendría una
concesión (carta) del gobierno federal por un período determinado, que podía renovarse. La
nueva moneda, el dólar, debía ser confiable por ser respaldada por las políticas monetarias
del Banco. Los anti federalistas se opusieron, porque creían que los bancos de los estados
garantizaban la actividad financiera, y desconfiaban de una autoridad central que, como en
el caso de Inglaterra, influenciaría sobre las decisiones políticas nacionales. La mayoría
federalista aprobó el proyecto.
El tercer informe se refiere a los impuestos federales, según la Constitución, se cobrarían
sobre actividades que implicaran a más de un estado, ya que las actividades que se
limitaban a un solo territorio, pagarían los impuestos locales de siempre. En
este caso, Hamilton y los federalistas, eligieron como caso testigo, una actividad que se
desarrollaba en un estado nuevo, Kentucky, donde la población era furiosamente anti-
federalista. Los granjeros de Kentucky producían una bebida alcohólica con mucha
demanda por su bajo precio en muchos lugares, por lo que fueron los primeros en tener que
pagar las nuevas imposiciones federales.
El cuarto informe de Hamilton propuso la protección de las manufacturas. A fines del siglo
XVIII, la doctrina económica preponderante de Adam Smith y la escuela de Manchester,
rechazaba el proteccionismo. Hamilton no ignoraba estas teorías, pero al mismo tiempo,
consideraba que la economía estadounidense, desde el período colonial había mostrado un
gran dinamismo en la producción primaria, lo mismo que el comercio nacional e
internacional, pero en el caso de las manufacturas, él era consciente que no podía competir
con las británicas, por lo que, para tener una economía integrada, pensaba que sería
necesario proteger la manufactura nacional.
Este informe fue ignorado en el Congreso, tanto por los federalistas como por la oposición;
los federalistas representaban sectores comerciales que se oponían al proteccionismo, ya
que una medida de ese tipo implicaría represalias económicas que los perjudicarían,
mientras que los anti-federalistas representaban sectores rurales que deseaban la
importación libre de bienes, ya que una política proteccionista implica costos más altos y
calidad más baja de los productos locales. Asimismo, si bien el liderazgo de Hamilton era
indudable, sus proyectos, como en este caso, no eran seguidos ciegamente por los
hombres de su partido.
Al cumplirse los cuatro años que señalaba la Constitución, Washington fue renovado en el
cargo, para cubrir la transición de monarquía a república, y darle estabilidad al sistema,
muchos dirigentes pensaban que tenía que ser presidente hasta su muerte. Sin embargo,
en esta segunda presidencia, comenzó a ser cuestionado, en gran parte debido a la
situación internacional. Las guerras entre Francia y los otros países europeos, impusieron
severas limitaciones a las actividades comerciales estadounidenses. La condición de
neutralidad del país no fue respetada por la marina británica, que aplicaba el “derecho de
registro”, confiscando toda carga que se dirigía a puertos franceses.
Cabe señalar que los derechos de neutrales, como doctrina internacional, estaba lejos de
ser convalidada, aún durante la primer guerra mundial, en el siglo XX, no se respetó.
Washington y sus ministros decidieron enviar una misión diplomática a Gran Bretaña, a
cargo del Secretario de Estado John Jay, para negociar algún acuerdo que protegiera a sus
comerciantes. Para los federalistas, la situación era ideológicamente complicada, ya que en
la lucha entre la Francia revolucionaria y Gran Bretaña, estable
y predecible, elegían a esta última, mientras que los anti-federalistas simpatizaban con
Francia, aunque cuestionaban los excesos de la dirigencia radicalizada.
Hay que recordar que a fines del siglo XVIII, Estados Unidos era un país poco importante en
el concierto mundial, mientras que Gran Bretaña lideraba la reacción europea anti
revolucionaria. Por eso, Jay no pudo cumplir su cometido, ya que los negociadores
británicos no hicieron las concesiones comerciales que él pretendía. En compensación, el
Foreign Office mostró una disposición amigable en lo referente a la definición de la frontera
con Canadá, iniciada después del reconocimiento de la independencia, por sendas
comisiones de expertos, ofreciendo retirar sus fuerzas de los Grandes Lagos, demostrando
así una actitud amistosa y de confianza.
Jay aceptó la oferta, y volvió a Estados Unidos con un tratado que no cumplía con las
expectativas originales. Por ello, cuando fue analizado por el presidente y su gabinete,
decidieron que sería tratado en el Congreso en una sesión secreta, justificada por la
situación internacional. El tratado fue aceptado por la mayoría federalista, pero los anti-
federalistas se indignaron, y a pesar del carácter secreto de la sesión, lograron sacar
irregularmente, una copia que dieron a la prensa partidaria.
La reacción contra el tratado, multiplicada por las publicaciones opositoras, desató una
brutal crítica contra Jay, acusado de ser un títere de Gran Bretaña, los federalistas en
general, y aún el propio presidente Washington, que se suponía estaba por encima de las
cuestiones partidarias, fue ferozmente cuestionado, a tal punto, que decidió que, una vez
terminado su segundo mandato, se iba a retirar a su vida privada, ya que su figura no había
logrado superar los conflictos entre facciones.
Así, el presidente al abandonar el cargo, dio un discurso de despedida que tuvo enorme
repercusión, al referirse a la política internacional de su país, sostuvo que Estados Unidos
debía tener amistad con todos los países europeos pero no debía establecer alianzas con
ninguno, de modo de evitar quedar atrapado en la lógica del permanente conflicto bélico
que los caracterizaba, añadiendo que el futuro de su país estaba en el continente
americano.
Al terminar esta presidencia fue necesario poner en práctica el sistema constitucional de
elecciones a través del voto indirecto, por medio del Colegio Electoral. En este caso, la
mayoría de los votos la logró Thomas Jefferson, pero el Colegio Electoral decidió consagrar
a John Adams, que había sido el vicepresidente de Washington y tenía el apoyo de los
grupos federalistas que dominaban el poder federal. Si bien la elección fue legal, este
presidente sufrió una merma de legitimidad.
Durante los últimos años del siglo XVIII, las condiciones en la Francia revolucionaria
cambiaban rápidamente. Los grupos radicalizados que habían instaurado el “Terror”, fueron
eliminados por dirigencias más moderadas, pero esos cambios políticos se produjeron por
una mayor intervención del ejército. Adams y los federalistas, conscientes de las críticas
que había suscitado el tratado Jay con Gran Bretaña, intentaron un acercamiento con
Francia, pero ante lo imprevisible de la situación allí, decidieron enviar una misión secreta
exploratoria.
Tres agentes secretos (X, Y, Z en la jerga diplomática) se dirigieron a París a fin de recabar
información sobre cuáles serían las demandas francesas para alcanzar un acuerdo, pero, al
intentar una entrevista con el ministro Talleyrand, se encontraron con la sorpresa de que
quienes manejaban la agenda les reclamaron el pago de una coima para poder ingresar a la
audiencia. Desconcertados, comunicaron la imprevista condición a su gobierno, solicitando
nuevas instrucciones. El gobierno federalista decidió quebrar el secreto de la misión, dando
a publicidad la solicitud de coima, para indirectamente debilitar la posición pro francesa de
los anti-federalistas.
De este modo, el posible acuerdo con Francia fracasó, y el gobierno utilizó esta nueva
situación para una serie de medidas inspiradas por la posibilidad de una guerra. Hubo una
convocatoria para organizar el ejército federal, y se votaron en el Congreso leyes anti
sedición que suspendían algunas de las libertades garantizadas por la Declaración de
Derechos. Asimismo, se decidió la expulsión de extranjeros peligrosos, muchos franceses
que trabajaban en la prensa opositora.
Los anti federalistas, que comenzaban a llamarse “republicanos”, desconfiaron de la
verdadera razón para estas medidas, sospechando que se trataba de un movimiento
dirigido en su contra. Dos legislaturas, Virginia y Kentucky, dominadas por los anti
federalistas, rechazaron aplicar esas medidas excepcionales. Esta decisión era claramente
anti constitucional, porque las legislaturas no pueden abolir decisiones tomadas por el
Congreso federal, como sí podían hacerlo cuando regían los Artículos de Confederación.
Cabe señalar que la situación internacional profundizaba las diferencias existentes entre
federalistas y republicanos. Las mutuas sospechas se agigantaban al establecer analogías
con las fuerzas europeas en pugna. Para los federalistas, los opositores esperaban la
oportunidad para instaurar un régimen de terror jacobino, mientras que para los
republicanos (anti-federalistas), que adoptaron ese nombre implicando que sus adversarios
eran monárquicos y que los federalistas pretendían introducir un sistema político inspirado
en el modelo inglés.
Cuando Talleyrand se enteró de lo que había sucedido, muy rápidamente buscó disminuir
las tensiones, culpando a los traductores que habían originado la confusión. Por otra parte,
la resistencia de la oposición a las medidas restrictivas debilitó aún más al gobierno de
Adams. En las siguientes elecciones presidenciales, nuevamente una amplia mayoría votó
por Thomas Jefferson, pero, en este caso, el Colegio Electoral aceptó la decisión popular
eligiendo al candidato más votado, quien asumió la presidencia en 1801.