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Fin del absolutismo

Independencia de los Estados Unidos

Antecedentes
Entre 1620 y 1732 oleadas de inmigrantes británicos fundaron Trece Colonias en la costa este
de Norteamérica. Cada colonia tenía una relativa autonomía política y su propio sistema de
gobierno. Pero esta situación cambiaría debido a la Guerra de los Siete años (1756-1763).
Esta fue una guerra motivada principalmente por el control colonial, entre los reinos de Francia
y España, por un lado, y Gran Bretaña y Prusia por el otro. Al final de la guerra la monarquía
británica sale victoriosa y se queda con la mayor parte de las colonias de Francia y España
en Norteamérica y la India. Eso convierte a Gran Bretaña en la mayor potencia mundial del
siglo XVIII. Pero la Corona Británica quedó endeudada y eso traería consecuencias en las
Trece Colonias.

La Corona elevó los impuestos a los colonos americanos, a pesar de que estos estaban
acostumbrados a solo pagar impuestos locales establecidos por su propia legislatura. En 1765
se impuso un nuevo impuesto a los colonos, la Ley del Timbre (Stamp Act) que exigía, para
todo documento, el uso de papel producido en Londres y timbrado con un sello fiscal en
relieve. Esto provocó la reacción de la parte de la población letrada y con mayores cualidades
de comunicación. La ley fue derogada, pero en 1767 se intentó otra forma de recaudar tributos
gravando las importaciones de papel, pinturas, tintes, plomo y té. Nuevamente hubo una
respuesta negativa y se revocaron todas las propuestas excepto la del té. El problema de los
impuestos fue escalando en un problema de representatividad política. Las colonias
cuestionaban que la metrópoli tuviera autoridad para imponerle impuestos cuando ellos no
tenían representantes en el Parlamento británico. Gran Bretaña contestaba que el Parlamento
también los representaba. Por un tiempo bajó la tensión cuando por fin fue revocada la Ley
del Timbre.

En 1773 el Parlamento británico concedió a la Compañía Inglesa de las Indias Orientales el


derecho exclusivo de vender té en América, con perjuicio de los comerciantes locales. El 16
de diciembre de ese año un grupo de colonos disfrazados de amerindios invadió tres barcos

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que cargaban té y arrojó el cargamento al mar. Esto se conoció como el Motín de Boston
(Boston Tea Party).

Como sanción a este motín el Parlamento británico emitió una serie de leyes que fueron
conocidas como las Leyes intolerables (Intolerable Acts). Estas determinaban que los puestos
políticos del gobierno de Massachusetts fueran establecidos por Gran Bretaña, que los
funcionarios reales puedan ser juzgados en Gran Bretaña si el Imperio considera que en
Massachusetts no se puede conseguir un proceso justo, que se cerrara el puerto de Boston
hasta haber pagado por los daños del Motín del té, que las tropas británicas ahora también
podían hospedarse en casas particulares.

Además de estas leyes punitivas, el Parlamento aprobó la Ley de Quebec. Quebec era un
territorio ganado por los ingleses a los franceses al final de la Guerra de los Siete Años,
convertido en colonia británica con población francesa y católica. La Ley de Quebec extendía
las fronteras de la provincia de Quebec abarcando territorio ocupado por indios, reconocía el
derecho al ejercicio de la fe católica, reestablecía el derecho de la Iglesia católica a imponer
diezmos. Esto se interpretó como un intento de obstaculizar la expansión de los colonos.

La imposición de impuestos y sanciones pese a no contar con representación en el Parlamento


británico, la priorización de los intereses de la Compañía de las Indias Orientales y el freno a
la expansión hacia el oeste, agudizaron la crisis política y la necesidad de independencia.

Guerra de Independencia
En 1774 se reunió un Primer Congreso Continental con delegados de las colonias. Se organizó
un boicot contra los artículos británicos, se formaron milicias rebeldes. El primer
enfrentamiento tuvo lugar al año siguiente cuando rebeldes tomaron depósitos de armas y
tropas británicas trataron de recuperar el control. El Segundo Congreso Continental (1775)
asumió funciones de gobierno y creó el Ejército Continental -sin el apoyo de Quebec-,
nombrando a George Washington como su comandante en jefe. El 4 de julio de 1776 se firma
la Declaración de la Independencia.

La Guerra de la Independencia despertó el interés de otras potencias. Durante un par de años


Francia apoyó a los colonos con armas, pero tras su victoria en la Batalla de Saratoga se
decidió por un respaldo más sólido. En 1778 se firmó el Triple Tratado de Amistad y Francia

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declaró la guerra a Gran Bretaña. España se sumó a la guerra con el fin de debilitar la
presencia británica al norte de sus colonias en América y expulsarla de Gibraltar. Por lo tanto,
la intervención de potencias extranjeras determinó que la Guerra de la Independencia no se
realizara exclusivamente en el continente americano. También hubo combates en Gibraltar,
las Islas Baleares y el subcontinente indio.

Al principio la victoria estaba del lado británico pero la intervención de Francia y España inclinó
la balanza a favor de los colonos. El 19 de octubre de 1781 marcó un triunfo colono importante
en la Batalla de Yorktown. Finalmente, el 3 de setiembre de 1783, por el Tratado de París (Paz
de Versalles), el Parlamento británico reconoció la independencia de las Trece Colonias.

Conseguida la independencia las colonias debían determinar su propio rumbo político. ¿Se
unirían en una sola nación o cada una formaría una nación separada? En 1787 se celebró el
Congreso de Filadelfia donde se acordó formar un gobierno federal, cada colonia se convertía
en un Estado, pero todas obedecían a un mismo presidente y una misma Constitución. Se
convocaron elecciones y George Washington fue elegido como primer presidente de los
Estados Unidos de América.

Importancia de la Declaración de Independencia


La Declaración de la Independencia de los Estados Unidos (The unanimous declaration of the
thirteen United States of America) es el documento que proclama la soberanía de las Trece
Colonias y que encierra los principios y valores fundacionales de la nación que conformarían
pronto. La redacción original estuvo a cargo de Thomas Jefferson y luego el documento fue
editado por el Congreso de Filadelfia. El texto fue aprobado el 4 de julio de 1776.

El documento tiene un valor que trasciende al hecho de dar nacimiento a un país. Las ideas
contenidas en él inspiraron a intelectuales europeos e hispanoamericanos y sus respectivos
procesos emancipatorios. Diversas revoluciones en el mundo tomaron el mismo camino de
aprobar un acta de independencia. La Declaración comienza de la siguiente manera:

“Sostenemos como evidentes en sí mismas estas verdades: que todos los hombres son creados iguales;
que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad
y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los
gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando quiera
que una forma de gobierno se haga destructora de estos principios, el pueblo tiene el derecho a
reformarla o abolirla e instituir un nuevo gobierno que se funde en dichos principios, y a organizar sus
poderes en la forma que a su juicio ofrecerá las mayores probabilidades de alcanzar su seguridad y
felicidad.”
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El documento sintetizaba una serie de críticas al rey y lo calificaba de tirano. No reflejaba solo
un anhelo separatista sino por un orden social diferente al monárquico. No era un texto
filosófico sino un documento legal, pero se apoyaba en una concepción del derecho natural y
una noción de ciudadanía que inspiraría a otros pueblos. Sin embargo, también encerraba una
importante contradicción: Thomas Jefferson era dueño de esclavos en Virginia y, al mismo
tiempo, defendía la idea de que “los hombres son creados iguales”. Esta contradicción sería
tema de discusión en las siguientes décadas y se resolvería en la Guerra de Secesión (1861-
1865). De igual manera el texto no decía nada respecto al derecho de los indios y las mujeres.
Estos vacíos se resolverían a lo largo del siglo XX.

Revolución Francesa

Contexto
A fines del siglo XVIII Francia experimentaría un proceso social y político, cuyos efectos se
sentirían en todo Europa. El concepto de revolución, proveniente de la Astronomía y que
denota la trayectoria orbital de un astro, paso a significar el cambio radical de un orden social;
pero un cambio que es percibido no solo por una élite académica sino por la población general,
como si todos fueran testigos directos del cambio histórico (Briggs y Clavin, 1997, p. 12)
Durante la Baja Edad Media (siglos XIV y XV) las ciudades experimentaron un importante
crecimiento gracias al comercio y la manufactura. Los barrios formados alrededor de un
mercado fueron conocidos como burgos y sus habitantes como burgueses. Pero la burguesía
era más que un grupo humano establecido en un lugar. No pertenecían a la nobleza, ni al
clero ni al campesinado. Por su actividad económica (mercantil, comercial, artesanal,
manufacturera, artes liberales) no tenían un lugar dentro del orden jerárquico feudal. Poco a
poco, ingresando a la modernidad, la burguesía se iría convirtiendo en una clase social
importante y sólida. La consolidación económica de esta clase iba de la mano con el
desmoronamiento del antiguo orden feudal y la transición a una economía capitalista.

Las burguesías europeas fueron creciendo y en Francia la burguesía apoyó económicamente


la concentración de poder de Luis XIV. Al mismo tiempo la monarquía absoluta retornaba el
favor con políticas proteccionistas para las actividades mercantilistas. Sin embargo, el
permanente crecimiento de esta clase social requería la modernización del sistema

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económico; esto es, el paso del trabajo servil premoderno en el campo al trabajo asalariado
moderno en la ciudad. La burguesía fue consolidando poder económico y era una cuestión de
tiempo para que aspirara a uno de carácter político.

La expansión del mercado exigía mayor mano de obra en la industria, pero los trabajadores
se encontraban en el campo atados a relaciones de servidumbre. Para la burguesía era una
necesidad la transformación del campesino en obrero asalariado. Esta coincidencia de
industrialización, modernización del trabajo, liberación de la servidumbre, crecimiento de la
clase burguesa, fue asentando una visión del progreso histórico como de un proceso
emancipatorio. El sistema político imperante -luego denominado Antiguo Régimen- se fue
entendiendo como obsoleto, carente de vigencia. Había que modernizar la economía, pero
también la política y las ideas que afianzaran un Nuevo Régimen. En ese contexto tomó forma
el movimiento de la Ilustración.

Las circunstancias económicas de Francia no eran las más favorables. La deuda pública había
crecido, junto con el desempleo y los precios de los alimentos. Pero no todos eran igualmente
afectados. La sociedad francesa se componía de tres estamentos. El primer Estado se
conformaba del alto clero de la Iglesia católica; que representando el 1 % de la población
nacional poseía el 10 % de las tierras. El segundo Estado se conformaba de la nobleza; que
abarcaba el 2 % de la población nacional. El resto de la población conformaba el tercer Estado;
que incluía a la burguesía, los trabajadores manufactureros y los campesinos, y se
caracterizaba por no tener privilegios jurídicos ni exoneraciones tributarias. Sucedía que el
tercer Estado terminaba sosteniendo la economía del país con sus impuestos, dado que el
primer y el segundo Estado se resistían a ceder sus privilegios aristocráticos y pagar
impuestos también. El problema en Francia no era solo la pobreza y la crisis económica sino
la marcada desigualdad. Era cuestión de tiempo para que estallara una revolución. Hubo
propuestas de reforma del sistema fiscal para que el clero y la nobleza también paguen
impuestos. Las recomendaciones de ministros como Turgot, Necker, Calonne y Brienne fueron
desestimadas y estos fueron destituidos. Ante esta resistencia el ministro Necker pidió al rey
Luis XVI que convoque los Estados Generales.

Etapa monárquica de la revolución


Los Estados Generales eran asambleas excepcionales convocadas por el rey a la que acudían
representantes de los tres estamentos sociales. Fueron convocados por primera vez en 1302

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por el rey Felipe IV. En 487 años fueron convocados solo 21 veces. La última vez había sido
en 1614 por Luis XIII. Ahora, en 1789, los Estados generales eran convocados para resolver
la crisis financiera que estaba escalando en crisis política.

Finalmente, el 5 de mayo de 1789 tuvo lugar esta asamblea en Versalles. Los miembros del
Tercer Estado exigían que la Asamblea representara a la nación como un todo (un voto por
cabeza y no por estamento), que se redacte una Constitución y que se limite el poder absoluto
del monarca. En cambio, el rey esperaba que por cada estamento se emitiera un voto y que
la discusión se limitara al tema económico. La situación se agravó cuando el tercer Estado
proclamó la Asamblea Nacional el 7 de junio del mismo año y convocó a los demás Estados
a que se les unan. Después de varios días de tensión que incluyeron el juramento de muchos
diputados de la asamblea de mantenerse firmes hasta escribir una Constitución, por fin el rey
accedió. La Asamblea Nacional duró del 27 de junio al 7 de julio de 1789. Mientras tanto Luis
XVI estaba concentrando tropas en París, en dirección a Versalles. El 9 de julio la Asamblea
Nacional se nombra a sí misma Asamblea Constituyente. Corrió el rumor de que el ministro
Necker había sido apresado en la prisión de la Bastilla, cuando en realidad había sido
destituido. Sumado al temor de un ataque a la Asamblea, estallaron revueltas en París que
terminaron con el asalto a la Bastilla, símbolo del poder absolutista; pero eso no detuvo la
escalada de violencia y saqueos.

La Asamblea tomó control de la situación, organizó la Guardia Nacional, reemplazó la bandera


de los Borbón por la tricolor que hasta ahora se emplea y dispuso varias medidas importantes:
la redacción de una Constitución y de la Declaración de los Derechos del Hombre y el
Ciudadano, la abolición de la servidumbre, la nobleza hereditaria y los privilegios tributarios,
la libertad de prensa y la expropiación de los bienes de la Iglesia. Una parte de la nobleza
huyó al extranjero desde donde conspiraba para conseguir el fracaso de la revolución. Otra
parte de la nobleza exigía al rey que use la fuerza, pero cuando esté lo intentó la población se
levantó y exigió que el rey se traslade de Versalles a París, donde podía ser mejor controlado.

En 1791 se aprueba la Constitución que establece la monarquía constitucional como régimen


político de Francia. Esto es, el rey gobierna bajo la fiscalización de un Parlamento y dentro del
marco de una Constitución. De igual manera, la soberanía ya no reside en el rey sino en el
pueblo. Eso no impide que la ahora Asamblea Legislativa esté compuesta por partidarios de
la monarquía constitucional (que se sentaban a la derecha) y partidarios de una república (que

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se sentaban a la izquierda). Al rey solo le queda aceptar esta Constitución, pero trató de huir
a Austria para solicitar ayuda y restablecer el Antiguo Régimen. Fue capturado y se condicionó
su mantenimiento como rey en tanto jurara respetar la Constitución. Luis XVI aceptó. Ahora el
nuevo peligro era el intento de reponer la monarquía absoluta desde fuera con la invasión de
los ejércitos de Austria y Prusia. El temor a una invasión generó mayor inestabilidad y en
agosto de 1792 las masas tomaron el Palacio de las Tullerías, donde se encontraba el rey.
Los reyes fueron apresados y acusados de traición. La Asamblea Legislativo suspendió las
funciones del rey y convocó la elección de un nuevo parlamento.

Etapa republicana de la revolución


En esta convocatoria se estableció el sufragio universal. De este proceso surgió la Convención
Nacional. Estaba conformada solo por republicanos, cuyos principales partidos eran los
girondinos y los jacobinos. Su primer acto fue la abolición de la monarquía y el establecimiento
de la república. Consiguió repeler la invasión austro-prusiana. Acusó al rey de traición y
conspiración. Luis XVI fue guillotinado el 21 de enero de 1793.

La Convención ahora quería exportar su transformación política al resto de Europa. Esto


despertó la reacción de varios países europeos como Gran Bretaña, Holanda, España, Austria
y Prusia, que formaron la Primera Coalición. La respuesta de la Convención fue acentuar la
autoridad para controlar cualquier saboteo de la revolución, dentro y fuera de Francia. De esa
manera se estableció la dictadura bajo el liderazgo de Robespierre. Toda oposición fue
reprimida, muchos girondinos, nobles y curas fueron arrestados y ejecutados, todos estaban
bajo la incertidumbre de ser acusados de traidores. El régimen del Terror duro de setiembre
de 1793 a julio de 1794. Esta dictadura llegó tan lejos que Robespierre impuso un culto a la
“diosa razón” y denominó a su gestión “la república de la virtud”. Pero su popularidad decayó
con el tiempo y un golpe de Estado terminó con su régimen. Finalmente, Robespierre también
fue guillotinado.

Una nueva Constitución fue aprobada en 1795. El poder ejecutivo residía en el Directorio,
conformado por cinco miembros y el poder legislativo en una asamblea bicameral. El Directorio
fue un régimen moderado, tuvo problemas para afrontar la crisis económica y aunque la
Primera Coalición se desarma y cada integrante firma la paz con Francia, luego se formará
una Segunda Coalición. Para 1799 el general Napoleón Bonaparte regresaba de una campaña
militar en Egipto y contaba con bastante popularidad. Aprovechó esa oportunidad para dar un

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golpe de Estado el 9 de noviembre, conocido como “18 de Brumario” -en alusión al calendario
gregoriano-.

Napoleón concentró el poder en tres cónsules, uno principal y dos consultivos. Promulgó una
nueva Constitución y prácticamente tuvo el control de los órganos del poder legislativo. El
Parlamento no ofrecía oposición. En 1802 Napoleón se convierte en cónsul vitalicio por
plebiscito. En 1804, luego de ser propuesto por un tribuno, un senadoconsulto le confiere el
título de Emperador y proclama la extinción de la Primera República. Así termina la Revolución
Francesa.

Importancia de la Ilustración francesa


La Ilustración puede ser entendida de tres maneras: como un movimiento político, como un
movimiento intelectual y como un momento histórico. Como un movimiento político, puesto
que los ilustrados eran fundamentalmente miembros de la clase burguesa interesados en
obtener el poder político que le podrían arrebatar al absolutismo. Como movimiento intelectual,
debido al impacto cultural del desarrollo científico y técnico de la segunda mitad del siglo XVIII,
que despertaba ideas como libertad de investigación, progreso histórico y crítica de la
tradición. Como un momento histórico, queda mejor explicado en las palabras del filósofo
Immanuel Kant: “La Ilustración es la salida del hombre de su autoculpable minoría de edad”
(Kant, 2009, p. 17); queriendo decir con ello que durante la historia el hombre se caracterizó
por ser solo súbdito de una autoridad, pero ahora en la Ilustración tiene la oportunidad de
ejercer su razón y hacerse ciudadano libre y autónomo.

La Ilustración no fue un fenómeno exclusivamente francés. Tuvo representantes en Inglaterra,


Escocia, España, Alemania, Italia, Holanda y Polonia. Pero Francia reviste de cierta
importancia por haber sido más influyente. Como señalara el historiador Eric Hobsbawm,
Francia moldeó el pensamiento político del siglo XIX como Inglaterra moldeó su economía
(2009, p.61). La transición del siglo XVIII al siglo XIX estuvo caracterizada por cambios
tecnológicos, económicos, políticos y sociales. La sensación de una significativa
transformación histórica estaba presente. La Ilustración se caracterizó precisamente por el
optimismo y la confianza en un futuro mejor. Si la industrialización podía hacer la vida humana
más fácil, había que promover la investigación científica y combatir los intentos de censura.
Pero la industrialización estaba asociada al ascenso de la clase burguesa, la cual también
reclamaba mayor liberalización del comercio. Las nociones de libertad que se defendían en la

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época eran de carácter económico y político. Ya no había lugar para la Monarquía absoluta.
Algunos ilustrados moderados proponían una Monarquía constitucional, otros más radicales
proponían la República como nuevo régimen.

Jean Jacques Rousseau fue un ilustrado peculiar que, a diferencia de otros, no compartía su
visión de progreso. Sostenía que el paso de la vida primitiva a la civilización no fue positivo.
Es en la civilización donde el hombre ha conocido males como la guerra, la explotación, la
miseria, la delincuencia, etc. En cambio, en la vida primitiva, el hombre carecía de vicios,
prejuicios y predisposición a hacer daño. En esas circunstancias el hombre era inocente,
ingenuo, un buen salvaje. Sin embargo, ya no nos encontramos en esas circunstancias. Ahora
existe civilización y no se puede pensar en un retorno a los tiempos primitivos. Rousseau
considera que la libertad e igualdad naturales de las que gozaban los hombres pueden ser
reinstauradas en la civilización, pero bajo nuevos términos. En su obra, El contrato social,
Rousseau entiende que la legitimidad de un gobierno no proviene de la mera obediencia al
Rey. La fuerza no genera legitimidad sino el consenso. Para Rousseau la autoridad del
gobierno es legítima en la medida que el Estado es la expresión de la voluntad general de los
hombres. Esta voluntad general no es de la mayoría sino de la totalidad, es indivisible. Para
Hobbes el contrato social era el acuerdo de los miembros de la sociedad para entregar al Rey
el derecho a ejercer fuerza (monarquía absoluta) para poner orden en la sociedad. Para
Rousseau el contrato social es el acuerdo de la totalidad, pensando en el bien común, en la
formación de un cuerpo político-social, de un Estado que no está separado de la sociedad,
sino que es la expresión de su voluntad general (República). Para Hobbes la soberanía del
Estado reside en el gobierno, para Rousseau reside en el pueblo mismo.

Voltaire fue un defensor de la tolerancia religiosa. Una de sus obras más importantes fue el
Tratado sobre la tolerancia. En la medida que nadie tiene la certeza de conocer los planes de
Dios o la naturaleza del alma, lo más prudente es respetar las diferentes creencias religiosas.
Por lo contrario, la intolerancia está en el empeño de imponer certezas personales y, por lo
tanto, está asociada a la tiranía. La historia de la intolerancia está teñida de guerra y muerte.
Debemos emerger de esa tragedia perdonándonos y tolerando nuestras diferencias.

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Bibliografía

Briggs, Asa y Clavin, Patricia. (1997). Historia contemporánea de Europa (1789-1989)


Barcelona: Crítica.
Hobbsbawn, Eric. (2009). La era de la revolución (1789-1848). Buenos Aires: Crítica.
Kant, Immanuel. “Respuesta a la pregunta ¿Qué es la Ilustración?”, en: I. Kant y otros. ¿Qué
es Ilustración? (2009). Madrid: Tecnos.
Lynch, John. (2001). América latina, entre colonia y nación. Barcelona: Crítica.

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