Está en la página 1de 367

Quiérete

más y mejor

Montse Cazcarra
Prólogo

Quererse. Parece fácil. Suena intuitivo. Todo el mundo sabe querer;


entonces, podemos preguntarnos: ¿Cómo no vamos a saber querernos
anosotros mismos? Lo cierto es que sí sabemos querer; pero, en
ocasiones, nosabemos hacerlo de la mejor manera, no de la más sana.
En el amor no todo vale. Y eso aplica al amor más importante de todos,
aquel que vela por nuestras necesidades, por nuestro bienestar: el
amorpropio.
El amor propio también nos parece algo intuitivo. «Debemos querernos
a
nosotros mismos para poder querer a otras personas», nos
repetimosconvencidos. Y es así. Pero nadie nos explica cómo debemos
querernos; enqué consiste querernos bien, de forma sana. Ni cómo
hacerlo. Laresponsabilidad de aprender a hacerlo recae sobre nosotros,
en nuestracapacidad para observar y aprender de quienes nos rodean. Y,
a veces, lo queaprendemos no necesariamente nos beneficia. Al
contrario. Es posible que,como resultado, hayamos aprendido a
querernos, pero no a querernos bien,no de forma sana. Y esto sucede
precisamente porque las personas de quienesaprendimos tampoco se
saben querer bien, no de forma sana; porque nadieinvirtió tiempo en
enseñárselo; o porque ellos no fueron suficientementeconscientes como
para reconocer que podían hacerlo de otra forma; o porqueno tomaron
medidas al respecto. A diferencia de ti, que eres consciente deque hay
algunas cuestiones sobre cómo quieres y sobre cómo te quieres quete
gustaría mejorar.
Si hoy estás leyendo estas líneas no es por casualidad. Quizás sientas que
no te conoces lo suficiente. O que no te aceptas tal y como eres. O que no
terespetas como deberías. O que no te haces respetar precisamente
porquesientes que no eres capaz de poner límites, de decir «no». O
quizás sientasque no cuentas con la seguridad y la confianza suficientes
como paraatreverte a dar ciertos pasos y avanzar en tus objetivos. O,
simplemente,sientes que no te quieres lo suficiente —o no como te
gustaría—.
Todo lo anterior te ha llevado hasta estas páginas. Pero, probablemente,
mucho antes te ha llevado a hacerte preguntas, a buscar en internet,
aconsultarlo con tus familiares y amigos… Incluso es posible que este no
seael primer libro de autoayuda que pasa por tus manos.
Quizás suene un poco pretencioso, pero me gustaría que este libro dejara
una huella en ti. Una huella a nivel de autoconocimiento, pero también en
loque se refiere al autorrespeto, a la autoaceptación, a la confianza en ti
mismoy, sobre todo, que marcara un antes y un después en tu
autoestima.
A la vez, me gustaría moderar tus expectativas: has estado pensando,
sintiendo y percibiéndote de una forma determinada durante muchos
años;probablemente tantos como alcance tu memoria. Eso no puede
cambiarse dela noche a la mañana; y tampoco por haber leído un libro —
incluso si lohaces de manera proactiva, aplicando conscientemente cada
una de lasreflexiones y cuestionamientos que se proponen—. El cambio
duraderorequiere de tiempo y esfuerzo. Tiempo y esfuerzo que puedes
aprender ainvertir de manera significativa a partir de las reflexiones que
te propongo enlas siguientes páginas.
En cierto modo, el proceso de cambio es como la jardinería. Este libro
puede darte las herramientas necesarias para sembrar una semilla, pero
eres túquien tiene que sembrarla en la vida real. Y no basta con
sembrarla; hay queregarla, hay que cuidarla, hay que mimarla. Y todo
ello requiere de tiempo,de atención y de esfuerzo.
De hecho, es posible que la semilla que este libro tiene como objetivo
proporcionarte, ya te la hayan facilitado otros libros u otras fuentes
deautoconocimiento y de cambio. En otras palabras: es posible que
algunas de
las reflexiones y ejercicios no te resulten nada nuevo. Te invito a no
quedartecon ese pensamiento; sino a plantearte qué puedes hacer, qué
está en tusmanos para que esta vez la semilla germine. Hacer cambios
significativos yverdaderamente duraderos no es fácil; lo sé. Pero el
resultado es tangratificante que merece la pena evitar quedarnos en la
superficie, y apostarpor ir más allá y por conseguir un cambio que nos
acompañe de ahora enadelante.
En este libro encontrarás ejercicios, incluso algún que otro consejo; pero,
sobre todo, encontrarás reflexiones. Reflexiones que tienen como
objetivohacerte pensar, hacerte cuestionar todo lo que has estado dando
por válidohasta ahora. Porque, para mí, es más importante cuestionar
nuestrospensamientos y pensar de forma distinta —potencialmente más
sana—, quehacer las cosas de manera distinta.
El peso de las herramientas, de las técnicas y de las estrategias que se
utilizan en las intervenciones terapéuticas es elevado; pero lo
verdaderamentecrucial es la actitud de quien asiste a terapia. Y, como
sucede en terapia, de tidepende que pases sobre las siguientes páginas
sin más, y te invada unsentimiento de indiferencia; o que hagas tuyas
cada una de las líneas.
Te invito a ser valiente. A ser suficientemente valiente como para
adentrarte
en tu interior y valorar en qué medida te sientes identificado con
lassituaciones que se describen en cada uno de los capítulos;
planteándote dequé manera aplica cada una de las reflexiones y
cuestionándote lo quesientes, lo que piensas y cómo te percibes.
Con el objetivo de interiorizar todos los temas que se tratan, he
considerado
oportuno añadir ejemplos que te ayuden a empatizar con el protagonista
decada una de las historias, y a considerar si en alguna ocasión te has
sentidocomo se sienten ellos.
Como comentaba, este libro también contiene ejercicios. Estos tienen
como
finalidad, en primer lugar, trabajar la introspección: que ahondes en
tuspensamientos, en tus emociones, en tus creencias, en todo aquello que
te haceser quien eres y pensar, sentir y actuar de la manera en que lo
haces. Y, ensegundo lugar, aplicar las reflexiones a tu caso en particular;
es decir,
hacerlas tuyas. Porque el primer paso para el cambio es tomar
conciencia. Y,el segundo, responsabilizarse de uno mismo.
Vamos a trabajar la autoestima, pero quizás no de una forma tan directa
como esperabas. Mi propuesta pretende ir a la raíz de cada una de
lascuestiones implicadas. Vamos a desgranar aquellos aspectos que te
llevan aquererte como te quieres actualmente y trabajaremos todas
aquellascuestiones que te llevarán a quererte más y mejor.
CAPÍTULO 1
Autoestima

«El amarse a uno mismo es el comienzo de


un romance para toda la vida».
Oscar Wilde

Quererse a uno mismo


El amor propio, el quererse a uno mismo, es un concepto que se ha
idohaciendo cada vez más popular. Tanto, que a veces se utiliza a la
ligera.Disfrutar de la soledad, cuidar la alimentación, dedicar unos
minutos al día arelajarnos o a hacer algo que nos gusta… Todas estas
actividades sonnecesarias para sentirnos bien; pero no reflejan amor
propio, sinoautosuficiencia, autocuidado y responsabilidad con uno
mismo. Todas ellasson necesarias y relacionadas con nuestro «yo». Pero
no son equiparables alamor propio.
El amor propio, también conocido como autoestima, trata de algo más
profundo que se alimenta de lo anterior —entre otras cuestiones—, pero
queva más allá.
La autoestima es la valoración que hacemos de nosotros mismos e
incluye la opinión que tenemos sobre nuestra persona.
Cada uno de nosotros tiene una opinión propia acerca de cómo somos en
términos de aspecto físico, así como también en relación a cómo
pensamos,actuamos, sentimos y nos relacionamos. El resultado de esta
valoración es labase de nuestra autoestima. Esta es, por lo tanto, la
valoración que hacemosde nosotros mismos en el más amplio sentido de
la palabra.
Cuando nos queremos, cuando nuestra autoestima está en forma; nos
damos
la oportunidad de sacar lo mejor de nosotros mismos, estamos atentos
anuestras propias necesidades, velamos por nuestro bienestar
emocional, nosrespetamos y nos hacernos respetar.
La autoestima no es estable en el tiempo, sino que evoluciona. A medida
que vamos creciendo y desarrollándonos, vamos cambiando
nuestrapercepción acerca de cómo somos, de qué somos capaces de
hacer y de quépodemos conseguir. Cada situación o tesitura en la que
nos encontramos nospermite descubrir un nuevo rincón de nuestro ser.
Cada experiencia es unanueva oportunidad para conocernos y
desarrollarnos; y, en consecuencia, parareformular nuestra autoestima.
La autoestima también puede verse afectada según el ambiente en que
nos
encontremos. Por ejemplo, es posible que en casa nos mostremos
másseguros que en el trabajo y que, en consecuencia, actuemos con un
mayorgrado de confianza, reafirmando nuestra autoestima. La seguridad
y laconfianza son aspectos clave que trabajaremos a lo largo de este
libro.
Una autoestima en forma nos permite ser conscientes de
aquellosaspectos que podemos mejorar. Pero, a la vez, permite
querernos.
En cambio, una baja autoestima se manifiesta en forma de
inseguridades:
nos sentimos poco valiosos, poco capaces de conseguir nuestros
objetivos,poco merecedores de que nos pasen cosas buenas o de que nos
quieran.
Cómo te ves vs. cómo te ven
¿Alguna vez has pensado que las personas de tu alrededor te ven de
forma
distinta a como tú te ves a ti mismo? Por ejemplo, más atractivo, más
capaz,más seguro… A menudo sucede que las personas que nos rodean
tienen una
concepción de nosotros distinta a la nuestra. En ocasiones más negativa;
pero,mucho más a menudo, más positiva. Y nos preguntamos: ¿Cómo
puede ser?
Si lo que nos dicen entra en conflicto con nuestras creencias (por
ejemplo,
«no soy atractiva»), es posible que lleguemos a la conclusión de que
estánsiendo amables y que nos están diciendo algo positivo con la
intención de quenos sintamos bien, descartando toda posibilidad de que
realmente ellos nosvean así. E incluso es posible que pensemos que están
allanando el terreno yque, tras alabarnos, nos pedirán un favor.
De hecho, es posible que ahora mismo no te venga a la cabeza ningún
comentario positivo. Pero esto no significa que nadie no haya dicho
algopositivo sobre ti, sino que, como no encaja con tus creencias, lo has
apartadoy no le has prestado atención suficiente como para guardarlo en
tu memoria.
¿Por qué no te lo tomas en serio, aunque sea por una vez? ¿Por qué no
partes de la idea de que están siendo sinceros y consideras por qué te
ven deesa forma? ¿Por qué no te permites dejar de lado tus creencias y
estar abiertoa una realidad distinta, igual de posible que la que hasta
ahora has tenido en
tu mente?

EJERCICIO
Piensa en los elogios que sueles recibir. ¿Qué cosas buenas dicen de
ti?
¿Por qué crees que te lo dicen?, ¿en qué se basan? Es decir: ¿Qué motivos
pueden tener para utilizar esos adjetivos para referirse a ti y no otros?
Confiar en uno mismo
La confianza en uno mismo está relacionada con aquello que nos
creemos
capaces de hacer; con la evaluación que hacemos acerca de
nuestrashabilidades. Si nos creemos capaces es más probable que nos
impliquemos enproyectos y retos nuevos que, a su vez, contribuirán a
hacernos sentir máscapaces y mejorarán nuestra autoestima.
Que nos sintamos más o menos capaces depende de las habilidades con
las
que contamos y de las que somos conscientes, del historial de
experiencias deéxitos y fracasos que llevamos a nuestras espaldas, de
nuestro nivel deautocrítica, de la interpretación que hacemos de lo que
nos sucede y de losresultados que hayamos obtenido en experiencias
anteriores (por ejemplo, noes lo mismo atribuir un buen resultado a la
suerte, que hacerlo a nuestrashabilidades), etc.
Algo que debemos tener en cuenta es que muy posiblemente no nos
consideremos igual de capaces de aplicar ciertas competencias o
estrategiascomo la resolución de problemas, la gestión de conflictos, el
poner límites oel expresarnos abiertamente; del mismo modo en
diferentes áreas de nuestravida. Por ejemplo, es posible que en el trabajo
seamos capaces decomunicarnos de forma clara y asertiva; como
resultado, nos sentiremoscapaces y seguros. En cambio, es posible que
en casa nos pase exactamentelo contrario.

La autoestima no se pierde ni se recupera, se deja en un


segundo plano o se fortalece
En consulta, muchas veces he oído eso de «quiero recuperar la confianza
en
mí mismo». Es el momento oportuno para definir los objetivos y, de
paso,aprovecho para hacer una analogía: la autoestima es algo de lo que
nodebemos olvidarnos, ni dejar de lado, ni en un segundo plano. De lo
contario,sucede lo mismo que experimentamos cuando no ejercitamos
nuestrosmúsculos durante un tiempo: que nos atrofiamos.
Lo cierto es que, como en el caso de nuestro cuerpo, podemos dejar a
nuestra autoestima de lado durante un tiempo. De la misma forma
quepodemos dejar de practicar ejercicio físico durante una temporada.
En amboscasos, a corto plazo es posible que no notemos efectos, que no
obtengamosconsecuencias negativas o que las consecuencias sean tan
asumibles quesigamos dejándolo de lado porque «no pasa nada, ya lo
retomaré en cuantopueda».
Lo que sucede es que estamos relegando el bienestar de nuestro cuerpo
a un
segundo o tercer plano. Que no le damos tanta importancia como
deberíatener y que, como los efectos son soportables, no se hace
evidente laimportancia de mantenernos activos.
Sin embargo, si dejamos de lado la actividad física durante un periodo
más
prolongado, empezamos a notar los efectos. Nos cansamos más
fácilmente,nos cuesta más movernos… Consecuencias más o menos
inocuas, pero yaevidentes.
Y lo mismo sucede con nuestra autoestima. Si nos dejamos de lado, si nos
hablamos de cualquier manera, si nos perdemos el respeto, si no
noscuidamos, si nos dejamos llevar por las aproximaciones que a corto
plazo nosresultan más fáciles; nuestra autoestima puede resentirse —
aunque en esemomento no notemos los efectos—. Pero, un buen día, nos
damos cuenta deque ya no nos sentimos tan valiosos. O que ya no nos
vemos tan capaces, ninos sentimos tan seguros como solíamos sentirnos.
Todas las personas somos capaces de desarrollar una autoestima fuerte
y
positiva. Y esto implica ser flexible, ser resistente a todo aquello que no
nossale como queríamos, no caer en la derrota; sino velar por nuestro
desarrollo
y crecimiento. Apostar por seguir sintiéndonos seguros y valiosos a pesar
deque esto nos suponga un esfuerzo.

Peldaños hacia una autoestima positiva


Se ha escrito mucho sobre autoestima. En este libro no seguiremos una
teoría o modelo específico, pero sí que trabajaremos los siguientes
conceptos;necesarios para fortalecer las bases de una autoestima
positiva, sana,resistente y en plena forma, y agrupados lógica y
secuencialmente en formade escalera (siguiendo el modelo de Rodríguez
Estrada, 1988).
El autoconocimiento es el primero de los peldaños. Responde a las
preguntas: ¿Te conoces? ¿Sabes cuáles son tus habilidades, roles
ynecesidades?
Íntimamente ligado con el punto anterior encontramos el autoconcepto:
este
engloba las creencias que tenemos acerca de nosotros mismos; cómo
creemosque somos. Para conocer nuestro autoconcepto deberemos
explorar nuestrodiálogo interno y responder a la pregunta: ¿Tienes un
buen concepto de timismo?
En el siguiente peldaño se encuentra la autoevaluación. Una vez nos
conocemos, sabemos quiénes y cómo somos, es hora de hacer frente a
lapregunta: ¿Cómo valoras todo lo anterior? ¿Dicha valoración es
positiva onegativa? En otras palabras, ¿te evalúas o te devalúas?
Una vez superamos el anterior peldaño, nos encontramos con la
autoaceptación, respondiendo a la pregunta: ¿Te aceptas? Esta
hacereferencia a nuestra capacidad para admitir y reconocer todos los
aspectos denuestro ser; tanto aquellos con las que estamos satisfechos,
como los que nosgustaría mejorar.
Si nos aceptamos, estamos más cerca de alcanzar el siguiente peldaño: el
autorrespeto. Respetarse consiste en satisfacer las necesidades propias,
enexpresar nuestras emociones y opiniones sin hacernos daño ni
culparnos, y enactuar acorde con nuestros principios y valores.
El último peldaño de todos es la autoestima, que responde a las
preguntas:
¿Te sientes valioso? ¿Te sientes capaz?

Objetivo: una autoestima en plena forma


Cuando nuestra autoestima está en plena forma…
…nos sentimos valiosos. Y podemos aceptar las críticas (incluso las
negativas) y las valoramos en tanto que consideramos que nos pueden
ayudara mejorar. Pero no nos dejamos llevar por ellas ciegamente
atribuyéndolesmás peso que a nuestra opinión, pensando que
simplemente porque vienen defuera son más valiosas que nuestro
propio criterio.
…tenemos en cuenta lo que los demás piensan de nosotros, pero no nos
preocupamos en exceso y no cambiamos nuestra actitud, opinión
ocomportamiento si no lo creemos necesario.
…confiamos en nuestro criterio y actuamos en consecuencia, a pesar de
que
la opinión externa vaya en un sentido contrario. Y lo hacemos sin
sentirnos
culpables por ello.
…tenemos claro cuáles son nuestros principios y valores, y estamos
dispuestos a defenderlos incluso en situaciones en las que es probable
que
nos encontremos con una opinión opuesta a la nuestra.
…sentimos que podemos cambiar de opinión y que podemos reconocer
que
nos hemos equivocado sin que nuestra autoestima se vea dañada.
…nos sentimos más capaces. Confiamos en nuestra capacidad para
gestionar las situaciones a las que tenemos que hacer frente, para
solucionarproblemas y gestionar conflictos.
…experimentamos el fracaso como una oportunidad para aprender, no
como una muestra de falta de habilidades o de nuestras carencias.
…nos centramos en el presente, aprendiendo de los errores del pasado;
pero
sin quedarnos anclados en él pensando una y otra vez que nos
equivocamos.
…reconocemos que cada persona tiene competencias y fortalezas
específicas. Como resultado, nos sentimos igual de dignos y valiosos
quecualquier otra persona; ni inferiores, ni superiores.
…aceptamos nuestras emociones, tanto positivas como negativas; y
somos
conscientes de que podemos escoger si compartirlas o no con otras
personassegún nos apetezca o consideremos oportuno.
…aceptamos las emociones y las opiniones de otras personas.
Cuando nuestra autoestima está en plena forma nos sentimos más
capaces, más valiosos y más seguros de nosotros mismos y de
nuestras
habilidades.

EJERCICIO
Este ejercicio no tiene fundamento científico y, por lo tanto, no puede ser
tomado como un test de autoestima. Tampoco lo pretende. El objetivo es
quepuedas visualizar hacia qué lado de la balanza suele inclinarse tu
autoestima:si suele inclinarse hacia una autoestima sana o si, por lo
contrario, no sueleestar en plena forma.
Marca con una «X» las casillas de las afirmaciones que consideras que
describen mejor tu situación actual con respecto a tu amor propio, a
lavaloración que haces de tu valía y de tus cualidades.
Imagina que las afirmaciones anteriores marcadas con una «X»
contribuyen
a hacer que la balanza de tu autoestima se incline hacia un lado u
otro.¿Cómo es tu autoestima? ¿Hacia qué lado se ha inclinado? ¿Está en
plenaforma o consideras que deberías trabajarla?

Es posible que, a la hora de marcar las casillas de ciertas afirmaciones,


hayas tenido dudas. Algunos aspectos te pueden resultar más evidentes
ypuede que otros se den solamente en determinadas ocasiones. Por lo
tanto, teinvito a hacerte la siguiente pregunta: ¿A qué aspectos
consideras que
deberías prestar más atención?
CAPÍTULO 2
¿Quién soy? ¿Cómo soy?

«Somos inmensamente más grandes que la pequeña persona que a


menudo nos hemos condenado a ser».
Craig D. Lounsbrough

¿Cómo te defines?
El autoconcepto recoge cómo nos describimos y responde a la
pregunta:¿Cómo soy? Por ejemplo: Soy tímida, soy optimista, soy
responsable, soyeficiente.
A diferencia de la autoestima, el autoconcepto no incluye cómo nos
sentimos al respecto; es decir, no indica qué tan satisfechos estamos
connuestro nivel de timidez, con nuestro nivel de optimismo, o con
nuestro nivelde responsabilidad o eficiencia; sino que simplemente
describe cómo nospercibimos.
A la hora de conformar nuestro autoconcepto, nos basamos en cómo nos
hemos sentido, qué hemos pensado o cómo hemos actuado en
determinadassituaciones del pasado, desde nuestra infancia —momento
en el que laopinión que los demás tienen sobre nosotros y el apoyo y la
seguridad quenos proporcionan es crucial para nuestro desarrollo—
hasta la actualidad.
Es importante subrayar el papel de la memoria a la hora de conformar
nuestro autoconcepto: es más probable que recordemos aquellas
situaciones
que, de cierta manera, nos han marcado. En otras palabras: que
nosacordemos de hechos de manera selectiva y, por lo tanto,
nuestroautoconcepto se construya a través de recuerdos selectivos.

EJERCICIO
Imagina que en vez de estar leyendo este libro y trabajando en los
ejercicios
propuestos, estuvieras en una sala, rodeado de personas a quienes no
conocesy te pidieran que te presentaras. ¿Qué dirías?

Describir a otros suele ser más fácil que describirnos a nosotros mismos.
Por eso te propongo que repitas el ejercicio; pero, esta vez, hazlo en
tercerapersona, como si te estuvieras viendo desde los ojos de otra
persona. Porejemplo, en mi caso empezaría con un: «Montse es…».

Teniendo en cuenta las descripciones anteriores, escoge los cinco


adjetivos
que mejor te representen. Piensa en cómo eres en distintas áreas de tu
vida.Ten en cuenta también cómo eres emocionalmente, cómo te sueles
relacionary cómo sueles gestionar determinadas situaciones o conflictos.
Ahora piensa en cómo te describirían las personas de tu alrededor. ¿Qué
palabras escogerían? ¿Estás de acuerdo? ¿Puedes ampliar la lista
anteriorincorporando algunos de estos adjetivos?

¿Podemos cambiar?
Natura versus nurtura. Naturaleza versus crianza. Herencia versus
interacción social. Lo innato versus lo adquirido. Una de las
eternasdiscusiones, no solamente de la Psicología, sino de la ciencia en
general.
¿En qué medida nos afecta nuestra genética? ¿Y nuestro entorno? ¿En
qué
medida podemos cambiar si nuestra genética nos lleva a estar
máspredispuestos a determinadas maneras de pensar, sentir o actuar?
Y nuestra educación, ¿en qué medida llegamos tarde para cambiar lo que
hemos aprendido como resultado de años y años de interacciones
connuestros cuidadores y con nuestro entorno? ¿En qué medida
podemos dejarde lado lo que hemos adquirido a través de vivencias en
los años másimportantes para la formación de nuestra identidad?
Y, teniendo en cuenta todo lo anterior, ¿dónde queda nuestra voluntad
de
cambio, de mejora? ¿En qué medida está en nuestras manos reprogramar
todoaquello para lo que nos han programado? ¿Y hacer un reseteo?
Grosso modo, diría que todo lo anterior nos predispone, pero nada es tan
determinante como para sacar a nuestra voluntad de cambio fuera de
laecuación. Y que nos predisponga significa que nuestras
característicasconstituirán una ventaja en algunos aspectos y, en otros,
un obstáculo, unadificultad añadida. Incluso es posible que, en algunos
casos muy específicos,estas dificultades sean mucho más que eso: una
barrera.
Sin embargo, en la mayoría de las ocasiones hablaremos de obstáculos y
de
dificultades añadidas, más que de barreras. En otras palabras, quizás
conmayor dificultad, pero podemos conseguir nuestros objetivos; en
cuyo caso esposible que solamente necesitemos un empujón. Un
empujón que nos permitapasar del terreno inconsciente al consciente a
través de un trabajo interior;plantearnos cómo hemos hecho las cosas
hasta ahora y abogar por hacerlas deforma distinta; aprender nuevas
estrategias para hacerlas cada vez menos dela manera que sabemos que
no nos funciona, y cada vez más de la forma quenos resulta más efectiva,
a pesar de que nos resulte menos natural o intuitiva.
Me resulta difícil pensar que, si estás leyendo estas líneas, consideres
que
no puedes hacer nada al respecto. Porque si estás invirtiendo tiempo
yesfuerzo en estas páginas, significa que quieres cambiar tu situación;
que estano te acaba de convencer y que quieres optar por hacer ciertas
mejoras. Yeso, para mí, es una variable esencial para el cambio, si no la
más importante.
Esto me lleva a otras discusiones. Una que me resulta particularmente
interesante es la siguiente: la aproximación derrotista o, en ocasiones,
protectora, del «yo soy».

La trampa del «yo soy»


Si bien es cierto que saber cómo somos nos resulta de gran utilidad en
tanto
que la respuesta a esta pregunta nos informa sobre qué sí y qué no
podemosesperar de nosotros mismos; los «yo soy» también pueden
resultar limitantes.Es posible que detrás del «yo soy» se escondan
grandes dosis deconformismo e incluso miedo al fracaso. La lógica es la
siguiente:
En muchas ocasiones el pensar que yo soy de determinada manera
implica
que es poco probable que pueda cambiar, que estoy prácticamente
destinadoa tener éxito en una serie de cuestiones y a fracasar en otras;
pero que, encualquier caso, ¿para qué intentar cambiarlo si no seré capaz
de conseguirlo,si no hay nada que pueda hacer al respecto porque «yo
soy así»?
Veamos un ejemplo:
Si integro el «yo soy tímida» como uno de mis «yo soy», es probable
que
no contemple iniciar conversaciones, acercarme a un grupo de personas
parahablar, explicar una anécdota que me haga ser el centro de atención
por unosinstantes… porque esto no son cosas que haría una persona
tímida. Y comoyo soy una persona tímida, no lo hago.
Pero, ¿de qué manera podemos estar 100% seguros de que somos
tímidos y
de que no hay otras variables implicadas?
Es posible que, por ejemplo, tengamos miedo. Este es el caso de Silvia.
Ella
piensa que si inicia una conversación se pone en la tesitura de tener
quecontinuarla. Y, entonces, le vienen a la cabeza una serie de preguntas
como:¿Qué digo? ¿Y si no sé hacerlo?
Indagamos al respecto. La cuestión no es saber iniciar una conversación
o
saber qué decir. Esta es la punta del iceberg. El motivo por el que no
semuestra más abierta en situaciones sociales va más allá. «Si empiezo
aexplicar una anécdota y los demás centran su atención en mí y en mi
relato,corro el riesgo de exponerme a la opinión de los demás. ¿Y si no
les resultointeresante? ¿Y si no me expreso bien? ¿Y si les aburro? ¿Y
si…?».
Si sumamos el dolor de cabeza que supone tener que enfrentarnos a
estas
preguntas, junto a la frustración y a la vergüenza que podemos sentir si
nosale bien, ¿qué obtenemos? Como Silvia, probablemente optemos
pormantenernos en los límites de lo esperable para una persona tímida
porque,de esta forma, no corremos riesgos. Y, si no corremos riesgos, no
nospodemos sentir mal, ¿no?

«Yo soy»: una estrategia protectora


¿Qué consecuencia tiene optar por escudarnos en los «yo soy» y, así,
protegernos de posibles situaciones que pueden no salir como
desearíamos?
Una de ellas es evidente: al quedarnos en nuestra zona de confort,
actuando
según lo esperable acorde con nuestros «yo soy», no pondremos en jaque
anuestra autoestima. Al menos no a corto plazo. Sin embargo, el
escenario amedio-largo plazo no es tan atractivo: es posible que estemos
poniendobarreras y limitaciones a nuestra vida, a la vez que estamos
impidiendonuestro acceso a nuevas experiencias que podrían hacer que
cambiásemos deidea respecto a cómo somos.
En otras palabras: corremos el riesgo de pasar por alto un escenario
mucho
más alentador. Debemos preguntarnos: ¿Y si esto no fuese cierto? ¿Y
sifuésemos perfectamente capaces de acercarnos a un grupo de personas
parahablar y ser, por unos instantes, el centro de atención? ¿Y si esto nos
suponetanta dificultad como satisfacción una vez lo hayamos
conseguido? ¿Y sidescubrimos que no somos tan tímidos?
¡Cuántas experiencias nos estaríamos perdiendo por considerar
quesomos de una forma y nos acomodamos pensando que es algo
que no
podemos cambiar!

EJERCICIO
Completa la frase «yo soy…» con características que consideres que te
definen. Después, piensa en las consecuencias que ha tenido cada uno de
esos«yo soy…» en tu vida. En otras palabras, pregúntate qué acciones o
actitudeshan posibilitado (u obstaculizado) esos «yo soy…», como hemos
visto en elcaso del «yo soy tímida».
Valora la posibilidad de que alguno de los «yo soy…» que has
identificado
hayan supuesto una limitación en tu vida. ¿Qué oportunidades has
podidodejar escapar por actuar de acuerdo con ese «yo soy…»?
Yo no soy lo que poseo o lo que consigo
No somos ni nuestra edad, ni nuestro aspecto físico, ni nuestros logros
académicos, ni nuestro trabajo, ni nuestra estructura familiar, ni
nuestroséxitos… entre otras muchas cosas: cosas que se tienen, no que se
son.Cuestiones que están más relacionadas con el mensaje que la
sociedad nosmanda sobre cuándo somos exitosos y cuándo no; sobre
cuándo podemossentirnos realizados; y, por lo tanto, sobre cuándo
podemos ser.
Hablo de los objetivos estéticos, por ejemplo. No envejecer, usar cierto
rango de talla de ropa, tener cierto aspecto físico… para considerar
queestamos dentro de lo que se espera. Que somos atractivos.
Pero también hablo de objetivos sociales y económicos, aquellos que
hacen
que los demás consideren que somos exitosos. Si tenemos estudios,
trabajofijo con un buen salario, una familia feliz y de película, coches y
propiedades
inmobiliarias, si hacemos viajes…
Todo lo anterior lo aprendemos en nuestras interacciones con el mundo
exterior. Desde pequeños se nos programa para que seamos
alguien.Debemos tener éxito, hacer cosas importantes. Esta mentalidad
refleja lo quenuestra cultura persigue: conseguir, lograr, obtener,
alcanzar. Logros, éxitos,títulos, propiedades... Y, en algunos casos, refleja
las creencias, pero tambiénlas inseguridades de la persona que nos
transmite el mensaje.
Es el caso de Roberto, a cuya madre le hubiera gustado «llegar a más» —
como comenta él mismo, reproduciendo un mensaje que ha escuchado
de laboca de su madre una y mil veces—. Ella le ha inculcado un
desmesuradosentido del éxito y una igualmente desmesurada presión
por conseguir,lograr, alcanzar todo aquello que ella no pudo. Con la
mejor de las
intenciones y siempre queriendo lo mejor para Roberto, su madre
hadepositado en él las esperanzas de conseguir lo que ella no pudo;
como si suhijo fuera una extensión de su persona, su segunda
oportunidad para seralguien.
Nos apegamos a esa idea porque «es lo correcto», porque es lo que
conocemos, porque no seguir esa corriente es casi revolucionario. De
lamisma forma que nos apegamos a nuestros logros y a nuestros
éxitos.Confundimos el tener éxito, con el ser nuestros logros. Y creemos
que nosdefinen.
Confundimos el tener títulos, tener propiedades, tener familia,
tener…,tener…, tener… con ser. Con ser más inteligentes, con ser más
exitosos,
con ser mejores personas. Hemos aprendido a que necesitamos
tenerpara poder ser. Porque si tengo, puedo acceder a ser de la
manera queme han dicho que debo ser para ser feliz, para sentirme
realizado. Quépresión tener que conseguir, lograr, obtener,
alcanzar, para poder ser.
Y no nos basta con conseguir cualquier cosa. Deben ser cosas
importantes;
de lo contrario, no somos nadie. Pero... ¿qué logros son válidos?
¿Quépodemos considerar como importante o significativo? ¿Y cómo
lodiferenciamos de ser cualquier cosa? ¿Basta con tener un trabajo, con
teneramistades, con querernos? ¿O tenemos que tener una carrera
destacable, unafamilia de película, amigos todavía mejores…? ¿Qué
necesitamos para seralguien?
Carla siempre quiso ser conductora de autobús. Es una profesión como
tantas otras; pero creo que estaremos de acuerdo si digo que no es
laprofesión que mayor sensación de logro produce socialmente (no como
serabogada, médico, policía... o astronauta). Sin embargo, no
debemosinfravalorar el beneficio que aporta Carla a las personas que la
rodean, conquienes coincide e interactúa en su día a día.
Me comentaba que ella siente que está en una posición privilegiada para
aportar su granito de arena a nuestra sociedad. Cada día logra causar
impactoen los pasajeros mediante una simple sonrisa y un «buenos
días».
Sabe que causa impacto. Lo ve en sus caras. Algunos le devuelven la
sonrisa, eso sí, sorprendidos; no están acostumbrados a pequeños actos
deamabilidad como los de Carla, en un mundo en el que todos vamos de
unlado para otro, deprisa y corriendo, ignorando las pequeñas cosas.
Otros,toman la iniciativa y le sonríen o, incluso, le preguntan cómo está;
ya lo hanintegrado en su rutina.
Quizás la profesión de Carla no es la que se nos viene a la mente cuando
pensamos en términos de logros y éxitos. Puede que, pensando en
esostérminos, Carla «no sea alguien». Pero queda patente que, para
muchaspersonas, en su día a día, «es alguien». Alguien que les hace
sonreír. Alguienque les recuerda la importancia de las pequeñas cosas.
Alguien que, a pesarde ser nadie, es alguien.
La aproximación reduccionista a la que sucumbimos a la hora de
considerar
a alguien más o menos exitoso, más o menos interesante, y más o
menosatractivo en el más amplio sentido de la palabra, no solamente
deja de ladolos valores como los que demuestra Carla; sino que también
nos pone alborde de terrenos pantanosos. ¿Qué sucede si dejo de tener?,
¿también dejode ser? Por ejemplo, ¿qué sucede si perdemos nuestro
trabajo, si nuestronivel socioeconómico cambia, si nos divorciamos…?
¿Dejamos de ser?, ¿yano somos nosotros? Entonces, ¿quiénes somos? Si
sucede lo anterior, esposible que nos sintamos perdidos, que sintamos
que tenemos que redefinirnuestro «yo». Cuando, realmente, lo que
sucede es que tenemos que haceralgunos ajustes a nuestra vida, no a
nivel de nuestro «yo».

Yo no soy mis roles


Sucede que cada uno de nosotros ejercemos varios roles. En mi caso, el
de
psicóloga. Pero también el de pareja, hija, hermana, amiga, tía... Ejerzo
cadauno de estos roles en un grado distinto, según las circunstancias.
Aunquetodos contribuyen a definirme, es importante no fusionarme con
ninguno deellos. Porque, ¿qué sucede si me fusiono con un rol del ámbito
laboral y mitrabajo no pasa por el mejor momento? ¿Y si lo pierdo? ¿Qué
sucede si mefusiono con mi rol de pareja y decidimos separarnos?
Seguro que lo has adivinado: mi proceso de duelo y adaptación se
complica, porque mi concepto de mí misma se resiente, pierdo parte de
lo queme define, pierdo parte de mi esencia, pierdo parte de mi «yo».
Lo cierto es que soy más que mis roles. Soy mis metas, mi forma de
gestionar las dificultades, la lectura que hago de lo que me sucede, cómo
merelaciono, mis distintas habilidades, mis aficiones...
«Soy Montse y ejerzo el rol de...» es una aproximación más conservadora
y
mucho más flexible y sana, que mantiene intacto mi autoconcepto a pesar
deque algunos de los roles que ejerzo en mi vida se vean afectados.
Y esto me lleva a explicaros el caso de Marcos.
Marcos tiene 38 años. Pide cita para superar una ruptura de pareja.
Cristina
y él salían desde el instituto. Se casaron hace 12 años y tienen un hijo de
3.Comenta que desde que Cristina le dejó siente como si le hubieran
amputadouna extremidad, que le falta algo en su vida. Incluso menciona
que haymomentos en los que se siente vacío.
Para poder entender todos estos sentimientos, le pido que me explique
cómo era su relación de pareja. «Muy buena», me comenta. «Lo daba
todopor ella, no le faltaba de nada. Siempre estaba ahí, incluso antes de
que menecesitase».
Esta es la percepción de Marcos. Como no tengo a Cristina delante para
poder contrastar la información, le pido que me describa cómo veían
susamigos y familiares la relación desde fuera. «Ellos siempre me han
dicho quesoy muy entregado. Mi mujer siempre ha sido lo más
importante para mí.Cuando nació nuestro hijo ocupó el primer lugar,
claro. Pero ya meentiendes…».
Y sí, lo entendía perfectamente. Entendía lo que me quería decir: Cristina
era el centro de su universo. Desde hacía años. Muchos. Con la
ruptura,Marcos no solamente había perdido una pareja, sino que había
perdido unapieza fundamental de su vida. Una pieza que le
proporcionaba sentido.
EJERCICIO
Revisa tu descripción, aquella que has redactado al principio de este
capítulo. En ella, ¿has incluido roles? ¿Cuáles?

Ahora, piensa: ¿Qué sucedería si tus roles cambiasen o si dejaras atrás


alguno de ellos? ¿Cómo te sentirías? ¿Podrías seguir siendo tú, te
seguiríassintiendo bien?

Reformula tu descripción sustituyendo algunos «yo soy…» por «ejerzo el


rol de…».

¿Y si somos nosotros mismos quienes nos ponemos límites?


«En el momento en que dudas si puedes volar, dejas de hacerlo para
siempre».
James Matthew Barrie
Llegados a este punto resulta conveniente introducir el efecto Pigmalión
o
la profecía autocumplida. Esta consiste en hacer una predicción falsa de
unasituación, y en permitir que esta predicción altere nuestro
comportamiento detal manera que el resultado predicho se convierta en
realidad —a pesar de queno necesariamente debería haber sido así—.
Imaginemos que, debido a nuestra falta de confianza, estamos
convencidos
de que no nos van a dar el puesto del trabajo para el cual tenemos
unaentrevista. Como consecuencia, no nos preparamos bien para la
reunión yacabamos mostrando poca motivación e interés porque «total,
no me van aelegir a mí»; aumentando, de esta manera, las probabilidades
de que no nosacaben contratando a nosotros.
Es posible que esto nos haya sucedido en más de una ocasión y que nos
haya pasado desapercibido. También es posible que hayamos
consideradoque estas predicciones que se cumplen son una prueba
fehaciente de que novalíamos para el puesto y nos acabamos diciendo
«ves, ya sabía yo que no meiban a contratar a mí». Hablaremos de esto
más adelante.

¿Cómo te gustaría describirte?


Raramente vamos por la vida preguntándonos si somos quienes
queremos
ser. Esta pregunta es demasiado trascendental para el ajetreo de nuestro
día adía. Pero no solamente requiere tiempo, sino que también requiere
asumir quees posible que las respuestas que obtengamos no nos gusten.
¿Y quédeberíamos hacer, como adultos responsables que somos, si no
nos gustan lasrespuestas que obtenemos?
Cambiar.
Y cambiar requiere de tiempo. Y de esfuerzo. Y en la actualidad no
vamos
muy sobrados de ello. Sin embargo, perdemos algo muy valioso: la
oportunidad de acercarnos a quien queremos ser, a lo que consideramos
comonuestro «yo ideal».

EJERCICIO
A continuación, encontrarás una lista con algunos de los valores más
comunes. Imagina que tuvieras delante una página en blanco, que
tuvieras laposibilidad de construir tu vida y tu persona, que pudieras
escoger los valoresque te gustaría tener. ¿Cuáles escogerías? Márcalos
con una «X»:

Altruismo

Aprendizaje

Autonomía

Colaboración

Compasión

Constancia

Empatía

Equidad

Gratitud
Honestidad

Independencia

Integridad

Justicia

Lealtad

Optimismo

Perseverancia

Prudencia

Respeto

Responsabilidad

Sensibilidad

Servicio

Sinceridad
Solidaridad

Superación

Tolerancia

Valentía

Voluntad

¿Son esos los valores que te gustaría que los demás utilizasen para
describirte, para recordarte cuando pensaran en ti? ¿Querrías añadir
algunomás?

¿Hablas bien de ti mismo?


Reconocer nuestros defectos y lo que queremos mejorar está bien visto;
es
interpretado como un signo de autoconocimiento y de crecimiento
personal.Sin embargo, hablar bien de uno mismo y reconocer nuestros
aciertos no estátan bien aceptado. Intentamos no hacerlo, creyendo que
así evitamos que nostachen de engreídos o prepotentes, o bien que
escuchemos un «no le hacefalta abuela».
Un claro ejemplo de lo anterior es cuando, en una entrevista de trabajo,
nos
piden que enumeremos 3 virtudes. Para muchos, esta pregunta quizás
nos
resulte bastante predecible y puede que la llevemos preparada de casa.
Perocuando la escuchas por primera vez, a la pregunta le suele seguir un
silencioincómodo y una sensación de vergüenza se apodera de nosotros,
¡como siexpresar lo que creemos que son nuestras cualidades positivas
estuviese mal!
Pero no, no está mal. Al contrario. Que reconozcamos lo que se nos da
bien
no nos hace menos humildes, sino más conscientes de nosotros mismos y
denuestras habilidades.
Es posible que, actualmente, seas más capaz de reconocer aquello que
consideras que debes mejorar, que aquello que se te da bien. Sin
embargo,que no seas consciente de ello, que no le prestes atención, no
significa que noexista.

EJERCICIO
Está bien prestar atención a lo positivo que hay en ti, a lo bueno que
ofreces
al mundo. Deja la humildad de lado y piensa: ¿Cuáles son tus cualidades
yvirtudes?, ¿qué se te da bien?, ¿de qué estás orgulloso?

¿En qué capacidades se fundamentan las virtudes de las que puedes


estar
orgulloso? Es decir, imagina que has escrito que eres un buen amigo.
¿Quécualidades te llevan a pensar que eres un buen amigo? Por ejemplo,
eresatento, empático, agradable, sabes escuchar…
Ahora te invito a echar un vistazo a la siguiente lista de cualidades.
Marca
con una «X» aquellas que consideres que te definen, ya sea porque tú
loconsideras así; o bien porque otras personas las han utilizado para
describirteen algún momento de tu vida. Es posible que algunas
cualidades te definan enunos ámbitos de tu vida, pero no en otros. Esto
puede deberse al tipo dedinámicas que se generan con las personas que
te rodean, o bien al rol queadoptas, ya que este puede necesitar de unas o
de otras cualidades. Márcalas
igualmente.

Aceptación

Autonomía

Alegría

Amistad

Asertividad

Autenticidad

Autocontrol
Bondad

Cautela

Compromiso

Compasión

Confianza

Cooperación

Creatividad

Decisión

Determinación

Dignidad

Empatía

Entusiasmo

Flexibilidad
Generosidad

Gratitud

Humildad

Igualdad

Ingenio

Iniciativa

Integridad

Justicia

Lealtad

Optimismo

Orden

Paciencia

Perdón
Persistencia

Prudencia

Resiliencia

Respeto

Responsabilidad

Sensibilidad

Sentido del
humor

Tenacidad

Tolerancia

Valentía
CAPÍTULO 3
Yo y mis emociones

Acepta quién y cómo eres hoy, mientras trabajas en quién y cómo


quieres ser mañana.
¿Nos conocemos?
«Parece que, al final, no le conocía tanto como creía», nos decimos
despuésde una decepción, de que una relación —ya sea sentimental o de
otro tipo—,no haya evolucionado como esperábamos, o haya dado un
giro imprevisto.Nos preguntamos si realmente conocíamos a esa
persona, si las característicasy valores que le habíamos asignado, que
creíamos que poseía, son realmentelos que la definen. Y eso nos genera
inseguridad porque creemos que nospuede volver a suceder con otras
personas, en otras situaciones. No queremosllevarnos más sorpresas —
con cierto tono de recelo—. Acabamos llegando ala conclusión de que
somos incapaces de tener una visión completa de lapersona. Y eso nos
genera inseguridad.
Lo cierto es que jamás llegamos a conocer a alguien completamente. No
al
100%. Cuantas más situaciones hayamos compartido con esa
persona,cuantas más situaciones tengamos en nuestro historial de
interacciones, conmás información contaremos sobre cómo actúa dadas
unas u otrascircunstancias. Y no debemos olvidar que los matices, tanto
de las situacionescomo de las actitudes y acciones son verdaderamente
importantes; lo cual noslleva a pensar que no tenemos la situación bajo
control, en absoluto.
Y yo me pregunto, ¿no nos pasa exactamente lo mismo con nosotros
mismos? ¿Cuándo podemos considerar que nos conocemos
verdaderamente?¿Cuándo podemos afirmarlo con rotunda seguridad?
A medida que voy haciéndome mayor, me doy cuenta de que cada vez me
conozco más y, a la vez, cada vez me quedan más rincones de mi ser, de
mimente, de mi personalidad, de cómo suelo sentir y funcionar… por
explorar ypor descubrir. Cada vez tengo más la sensación de que no nos
llegamos aconocer al 100% e, incluso cuando nos conocemos mucho, las
vicisitudes dela vida nos ponen a prueba y pueden llegar a
sorprendernos. Puede que antedeterminadas situaciones o ante
situaciones en las cuales confluyen variosfactores, actuemos de manera
imprevista, muy distinta a como hemos venidoactuando hasta la
actualidad.
Las emociones tienen un peso muy grande en nuestro día a día, ya que
influyen en nuestras decisiones en mayor o menor grado. Y eso no
estánecesariamente ni bien, ni mal, siempre y cuando sepamos obtener
lainformación que nos proporcionan sin dejarnos llevar por ellas de
maneraincondicional.
Y, precisamente, cómo reaccionemos ante determinadas situaciones nos
proporciona una información de gran valía acerca de cómo funciona
nuestramente, sobre qué nos resulta importante, sobre qué nos gusta y
sobre qué nosafecta negativamente. Todo lo anterior nos permite
identificar a qué aspectosdebemos prestar mayor atención para
conocernos. Si ante determinadassituaciones nos sentimos de cierta
forma es porque, consciente oinconscientemente, se activan una serie de
patrones mentales que nos haceninterpretar la situación de esa manera.
Conocer estos patrones nos permitirá irllenando las páginas del libro que
conforma nuestra persona. Resultanesenciales para conocernos y, por lo
tanto, para trabajarnos.
Para una gestión emocional eficiente primero debemos conocer nuestras
propias emociones y sentimientos, así como también de qué manera
nosinfluyen y en qué situaciones suelen darse. El segundo paso consiste
enregular nuestras emociones; esto es, reflexionar sobre cómo nos
sentimos ygestionar de forma sana nuestras emociones y sentimientos,
dejándolos fluir ala vez que evitamos que tomen el control de la
situación.
A continuación, trabajaremos ambos pasos.
Autoconocimiento emocional
¿En qué medida eres capaz de saber cómo te sientes cuando una
situación te
genera emociones negativas? ¿Y en el caso de las emociones
positivas?¿Cómo puedes diferenciarlas? De hecho, ¿cuántas emociones
serías capaz denombrar?
Todas estas preguntas pueden resultar artificiales, ya que no solemos ir
por
la vida preguntándonos qué emoción sentimos en cada momento. Y
muchomenos evaluamos si se trata de emociones positivas o negativas.
Pero lassentimos. Por este motivo, la siguiente práctica que a priori
puede resultarnosun poco artificial o forzada, nos resulta más útil de lo
que creemos. Vamos adedicarle unos minutos:

EJERCICIO
Escribe 3 situaciones distintas en las que fuiste consciente del peso
emocional que tenían en ti. Descríbelas brevemente. A continuación,
exploraqué emociones experimentaste.
Ahora, escoge una de las situaciones anteriores y pregúntate si había
otras
emociones asociadas. Para ayudarte, echa un vistazo al siguiente listado
deemociones. Marca con una «X» las que experimentaste en la situación
que
has escogido.

Afecto

Agradecimiento

Alegría

Alivio

Amor

Asombro

Atracción

Cariño
Celos

Compasión

Cuidado

Culpa

Decepción

Desamparo

Deseo

Dolor

Entusiasmo

Envidia
Esperanza

Enfado

Euforia

Excitación

Fascinación

Felicidad

Humillación

Impaciencia

Inseguridad

Ira
Irritación

Melancolía

Miedo

Nerviosismo

Orgullo

Preocupación

Rechazo

Remordimiento

Rencor

Resentimiento
Satisfacción

Soledad

Sorpresa

Tensión

Ternura

Tristeza

Pasión

Pánico

Simpatía

Vergüenza
Seguro que has seleccionado más emociones de las que habías
nombrado en
la primera parte del ejercicio. Es normal: no solemos tener en la cabeza
unalista tan extensa de las emociones que podemos sentir. Ser más
concretos a lahora de identificar cómo nos sentimos nos ayudará a hilar
más fino y, así,poder identificar más fácilmente los pensamientos que
hay detrás de lasmismas.

Gestión emocional
Podemos gestionar nuestras emociones de muchas maneras distintas.
Desde
compartirlo con alguien, a romper objetos. Como has podido deducir al
leerestas líneas, hay estrategias más sanas que otras. Que usemos unas u
otrasdependerá de lo que hayamos aprendido. Todos hemos escuchado
alguna vezeso de «llorar es de débiles»; el mensaje con el que nos
quedamos es: si noqueremos ser débiles, no debemos llorar. Pero este
mensaje se olvida de dospuntos muy importantes: primero, que si
lloramos es porque nos sentimostristes, derrotados, impotentes,
frustrados y debemos poder canalizar todasesas emociones de alguna
forma. Y, en segundo lugar, que de poco nos sirveque nos digan qué no
podemos hacer, si no se nos indica por qué estrategiapodemos
reemplazarlo. Es como si nos dijeran: no puedes caminar.¿Entonces,
cómo me desplazo? ¿Voy a gatas, me arrastro, vuelo? ¿Qué hago?Y
recordemos que cuando hemos oído esas frases no éramos
adultosresponsables con recursos a nuestra disposición; sino que
éramos niños queestábamos aprendiendo a autogestionarnos en lo
emocional.
Que escojamos unas u otras estrategias también dependerá de lo
aprendido
en primera persona. Tendremos en cuenta aquello que sabemos que nos
funciona mejor en determinadas situaciones. Habitualmente escogemos
unasu otras de manera casi inmediata en un proceso de toma de
decisiones del queno solemos ser conscientes. En otras ocasiones, las
experiencias pasadas hanmarcado un antes y un después que nos hace
tener en cuenta ciertainformación antes de escoger una u otra estrategia.
Podemos considerar que son estrategias de gestión emocional sanas
todas
aquellas que van encaminadas a una expresión de las emociones que
permite,por un lado, liberar la tensión que generan las mismas; y, por
otro, que nosolamente no producen un perjuicio a las partes implicadas,
sino que nospermiten avanzar, crecer o desarrollarnos.
Echemos un vistazo a varias estrategias:

- Evitación: si la situación genera en nosotros unas emociones


demasiado
intensas como para poder gestionarlas con las herramientas con las
quecontamos en la actualidad, merecerá la pena considerar la
posibilidad deevitarla. Eso sí, si se trata de situaciones que suelen
repetirse de formasistemática, no es recomendable apostar por esta
estrategia a largo plazoya que, al hacerlo, nos mandamos el mensaje
de «no eres capaz, mejorque lo evites». El mensaje que debemos
mandarnos va en la línea de «porahora, mejor evítalo; mientras tanto,
ve pensando qué podrías hacer parahacerle frente de forma sana».
- Afrontamiento: es la estrategia aconsejable cuando hablamos de
situaciones que se dan de forma sistemática o de las que no
podemosescapar. Para aplicarla de forma correcta deberemos
preguntarnos con quéhabilidades debemos contar, y trabajarlas antes
de proceder a hacer frentea la situación.
- Distracción: podemos escoger centrar la atención en unos estímulos en
vez de en otros; utilicémoslo a nuestro favor. Esta estrategia resulta
útilcuando nos sentimos abrumados por determinadas situaciones
como, porejemplo, situaciones sociales o situaciones en las que se
despiertannuestros miedos más irracionales.
- Análisis de las consecuencias: esta estrategia nos ayudará a la hora de
tomar unas u otras decisiones, dadas unas circunstancias concretas. A
lalarga nos ayudará a ser más precavidos. Podemos, por ejemplo,
pensar enqué resultados son más probables que se den si actuamos
de una u otraforma; o en qué es lo peor que puede ocurrir para, así,
explorar quépodemos hacer para evitarlo o bien anticiparnos y estar
preparados.
- Meditación: se trata de una estrategia todoterreno; puede ayudarnos
en
momentos específicos y también a largo plazo, aprendiendo a ser
másconscientes de la conexión cuerpo y mente.
- Ejercicio: a estas alturas todo el mundo conoce los beneficios del
deporte.
En relación a la gestión emocional, el deporte nos proporciona una
vía deescape muy válida, a la vez que contribuye a fomentar la
conexión cuerpoy mente.
- Encontrar una vía de escape en las aficiones: en este punto
(prácticamente) cualquier hobby resulta válido. Pintar, cocinar, cuidar
lasplantas, hacer maquetas, jugar al ajedrez, tocar un instrumento,
dar paseospor la naturaleza, leer… Dos de mis favoritas son: hablar
con alguien yescribir (si puede ser a puño y letra, mejor). Ambas
persiguen —y suelenconseguir— el mismo objetivo: desahogarnos.
Pero, a la vez, nos ofrecenalgo que personalmente considero todavía
más valioso que desahogarnos:tomar distancia, ser capaces de
adoptar una perspectiva distinta, observarla situación con más
claridad; algo muy necesario, sobre todo si queremosir más allá y
trabajar las emociones y lo que dicen sobre cómo nossentimos y
cómo pensamos.

EJERCICIO
Ahora que tienes en mente más emociones y sabes diferenciar entre
estrategias de gestión emocional sanas y no sanas, te propongo que
pienses ensituaciones que se den a menudo en tu día a día: una en la que
consideras que
reaccionas de manera sana; y, otras, en las que crees que deberías
reaccionarde forma distinta.
La siguiente fórmula te ayudará a establecer la relación entre la
situación, la
emoción que experimentas y la conducta que llevas a cabo:

Cuando… (situación), me siento (emoción) y me lleva a… (conducta).

¿Por qué consideras que reaccionas de forma sana? ¿Qué te proporciona


la
estrategia (o estrategias) escogidas?

¿Ha sido siempre así o tu forma de gestionarla es fruto de un


aprendizaje?
Ahora piensa en situaciones del día a día que consideres que puedes
gestionar mejor, de forma potencialmente más sana. Después, piensa
quéestrategias de las mencionadas anteriormente podrías aplicar en
cada uno delos casos.

Acepta tus emociones


«Disculpa el desorden, estoy intentando gestionar mis emociones
de otra
forma».
El siguiente paso lógico en la gestión emocional es la aceptación. Aceptar
cómo nos sentimos nos permite dirigir nuestros recursos a hacer una
mejor ymás sana gestión de las mismas; en vez de centrarnos en intentar
negarlas oesconderlas.
Aceptar cómo nos sentimos nos ayuda, no solamente a aplicar
adecuadamente las estrategias de gestión emocional que consideremos
másoportunas, sino que también nos permite acceder a toda la
información que sedesprende de las emociones y que nos indica cómo
nos sentimos y quémensajes nos pasan por la cabeza.
Exageraría —pero no mucho—, si os dijera que puedo contar con los
dedos
de una mano las veces que no he oído decir un «estoy bien, gracias»
enconsulta, cuando pregunto «¿cómo estás?» a la persona que tengo
delante. Hellegado a la conclusión de que es casi un automatismo.
—¿Cómo estás?
—Bien, gracias.
Respondemos inmediatamente, sin pensar, de manera automática. Y no
solamente en consulta. Lo tenemos integrado. Cierto es que no en todas
lassituaciones es adecuado exponer nuestro verdadero estado
emocional; si nosencontramos a un amigo en el súper no le vamos a
contar nuestras penas,¡cierto! Pero hay otras situaciones como, por
ejemplo, cuando quedamos conalguien para tomar un café y ponernos al
día o, por supuesto, cuandoasistimos a la consulta de nuestro psicólogo,
en las que es más que adecuadomostrar cómo nos sentimos. Sin
embargo, no siempre lo hacemos. Mepregunto por qué.
En parte por el automatismo al que me refería, nos hemos acostumbrado
a
responder que estamos bien. Que actuemos de esta forma no es
casualidad.Debemos echar un vistazo a los mensajes que recibimos —y
que enocasiones también hemos articulado nosotros mismos— con la
mejor de lasintenciones: «no es para tanto», «deja de llorar», «venga,
sonríe que ya hapasado», «intenta relajarte», «tienes que superarlo ya».
Mediante mensajes deeste tipo hemos aprendido a negar cómo nos
sentimos; sobre todo si cómonos sentimos tiene una connotación
negativa. Con estos mensajes no
solamente transmitimos que queremos que la otra persona esté bien;
sino quedebe estar bien. Y también nos lo decimos a nosotros mismos.
No debemos obviar la posibilidad de que afirmemos estar bien cuando
en
realidad no sea así, porque en ocasiones, sencillamente, no sabemos
cómoestamos. En consecuencia, optamos por recurrir a la respuesta más
simple;aunque si ahondamos, somos capaces de descubrir cómo nos
sentimosverdaderamente. Me gusta pensar que si desde pequeños —
tanto en casacomo en la escuela— se invirtieran más recursos en gestión
emocional,podríamos conocernos, entendernos y gestionarnos mejor.
También es posible que optemos por el reduccionista «estoy bien»,
porque
creemos que asumir que no estamos tan bien como decimos puede
hacernosparecer vulnerables, débiles; y no queremos eso.

EJERCICIO
Piensa en una situación reciente en la que te hayan preguntado cómo
estabas y, a pesar de que perfectamente podrías haber mostrado cómo
tesentías, dijiste «bien, gracias». ¿Por qué emociones podrías sustituir
ese«bien»? ¿Cuál de las emociones de la lista proporcionada en
páginasanteriores hubiera encajado mejor en dicha situación?

Autocompasión, que no
lástima
Culturalmente hemos asociado el sentir compasión por uno mismo con
el
sentir lástima. Pero lo cierto es que la autocompasión está más cerca de
la
bondad, de la flexibilidad, de la comprensión, del consuelo, del
tratarnosbien; que de la lástima.
La autocompasión nos proporciona una visión más realista, más
indulgente
y menos crítica de nosotros mismos —justo lo que necesitamos
cuandosufrimos un contratiempo y las cosas no salen tan bien como nos
gustaría—.
La lástima nos sitúa en el terreno de un peligroso victimismo y del
pensar
que poco podemos hacer para cambiar nuestra situación; que por mucho
quenos esforcemos —¡pobres de nosotros!—, no seremos capaces de
cambiarnuestra realidad. El victimismo nos inmoviliza; nos aleja de
aquello quepuede ayudarnos a crecer. Mientras que la autocompasión
nos acerca a lamentalidad de crecimiento: aquella que nos ayudará a
sacar lo mejor denosotros mismos gracias a darnos un respiro,
precisamente porque podemosaceptar que nos hemos equivocado, que
no somos perfectos; pero quepodemos hacer algo para mejorar y
efectivamente destinamos recursos ahacerlo.
«Esta situación me resulta difícil de gestionar», «estoy atravesando un
periodo especialmente duro», «me duele cuando…», «otras personas
sesienten de la misma manera que yo»,… son mensajes autocompasivos y
sealejan de los mensajes propios de la lástima —que perfectamente
podríamoscalificar como autoflagelaciones e incluso como quejas—
como «conexperiencias tan dolorosas a mis espaldas, ¿qué puedo
esperar?», «es mejorque no me esfuerce, no valgo para esto», «siempre
tengo mala suerte»,«parece que la vida no está a mi favor»,…

EJERCICIO
¿Qué tipo de mensajes sueles decirte a ti mismo cuando las cosas no van
tan
bien como te gustaría, cuando se producen contratiempos?
¿Se trata de mensajes que te ayudan a entender por qué te sientes como
te
sientes, de naturaleza autocompasiva; o más bien se trata de mensajes
quepodríamos calificar como quejas, como excusas o como
autoflagelaciones? Sise trata de lo segundo, intenta reformularlos de tal
forma que te ayuden acomprender cómo te sientes y te animen a volver a
intentarlo. Para hacerlo,puedes seguir los ejemplos proporcionados en
esta sección.
CAPÍTULO 4
Lo que nos decimos a nosotros mismos

Eso que te dices a ti mismo, ¿se lo dirías a otra persona? ¿Le estarías
diciendo constantemente que no vale, que no es capaz, que no es
digno?No, ¿verdad? ¿Por qué? Porque crees que le estarías faltando
al respeto,
porque crees que no es apropiado, que le estarías tratando mal.
Entonces, ¿por qué te tratas así? ¿Por qué a ti sí?

Nuestro diálogo interno


¿Alguna vez te has planteado cuántos pensamientos tienes a lo largo de
cadadía? Ya te lo digo yo: estudios que se han hecho al respecto
demuestran quetenemos entre 60 000 y 80 000 pensamientos a lo largo
del día; esto es, entre2500 y 3000 pensamientos cada hora. Otras
investigaciones confirman quenuestro discurso interno es capaz de
generar hasta 4000 palabras por minuto;en cuyo caso, nuestro diálogo
interno sería 10 veces más rápido que el habla.
Estos pensamientos componen lo que conocemos como diálogo interno,
que
no es otra cosa que las conversaciones que mantenemos con
nosotrosmismos. Conversaciones en toda regla. De hecho, Lev Vygotsky,
un célebrepsicólogo centrado en la conexión cerebro-lenguaje, se
preguntó si losmecanismos cerebrales que se activan cuando hablamos
en voz alta son losmismos a los que recurre nuestro cerebro cuando, en
silencio, hablamos paranosotros mismos, cuando tiene lugar nuestro
diálogo interno.
Los estudios posteriores así lo demostraron. En nuestro diálogo interno,
nuestra mente va de pensamiento en pensamiento, y de idea en idea,
comouna mariposa va de flor en flor.
Nuestro diálogo interno se compone por pensamientos inútiles,
literalmente: pensamientos que no nos aportan información. También
deevaluaciones sobre nosotros mismos. Y de decisiones, la mayoría de
ellasbanales, como qué comer o qué vestir. También se compone de
análisis yvaloraciones sobre las situaciones en las que nos encontramos
y las personascon quienes interactuamos. También de opiniones e ideas.
Una parte del diálogo interno es positiva. Otra, neutra. Y otra, negativa.
Ésta última tiene una gran importancia, sobre todo cuando no
nosencontramos en plena forma emocional.
Si queremos mejorar cómo nos sentimos, resulta obvia la necesidad de
equilibrar la balanza entre los pensamientos positivos y los negativos.
E,incluso, de procurar que los pensamientos positivos se den de forma
muchomás frecuente y tengan un mayor peso que los negativos. Y esa,
como puedesimaginar, es una de las metas de este libro.
Sin embargo, es necesario tener en cuenta que no todo el diálogo
negativo
es nocivo: algunos pensamientos negativos nos aportan información
relevanteque puede causar un efecto positivo en nuestra persona. Por
ejemplo, nuestrodiálogo interno puede avisarnos del peligro de una serie
de situaciones comopasar por ciertos lugares a horas intempestivas.
Seguramente nos digamos:«por esta calle no debería pasar» o «será
mejor que continúe por otrocamino». En este caso, el efecto del diálogo
interno negativo no sería nocivo;al contrario, estaría preservando
nuestro bienestar.
Ahora imagina que el próximo sábado tienes una reunión de amigos.
Para
un elevado porcentaje de la población, una reunión de amigos es
unasituación completamente inocua; no les genera ansiedad y su diálogo
internoes positivo: «hace tiempo que no los veo», «vamos a echarnos
unas risas»,«qué ganas tengo de ponernos al día».
Sin embargo, una reunión de amigos puede resultar estresante para una
parte de la población. Esto sucede si percibimos el evento como una
amenaza
(a nuestro bienestar emocional, por ejemplo), en cuyo caso, la
situacióndespierta nuestras inseguridades, y nuestro cuerpo y nuestra
mentereaccionarán de manera similar a cuando estamos cerca de un
callejón oscuro.En estos casos, nuestro diálogo interno adoptará un tono
nocivo, y estarácompuesto por pensamientos del tipo «voy a estar tan
nerviosa que no podréarticular palabra», «seguro que se aburren
conmigo», «con esta camisa me
veo ridículo», «¿qué pensarán
Así pues,de…?».
nuestro diálogo interno negativo puede ser inocuo, si nos
protege
y no nos limita; o bien nocivo, si, como hemos visto en el ejemplo, hace
quenos preocupemos por una situación en la que nuestra integridad no
peligra.
El diálogo interno nocivo nos acerca al estrés, a la ansiedad, a
experimentar
inseguridades, a sentir miedos a sucesos improbables o no peligrosos, a
sentirque no somos capaces o que no valemos.

Acceder a nuestros pensamientos


Resulta difícil imaginar cómo podemos seguir con nuestra vida cotidiana
a
la vez que tenemos decenas de miles de pensamientos al día.
¿Cómopodemos concentrarnos? Esto es posible gracias a que, en primer
lugar, lospensamientos suceden a una velocidad vertiginosa. Excepto
aquellas personasrelacionadas con la neurociencia, el resto de los
mortales no solemos tenerconsciencia de todo el proceso fisiológico y
eléctrico que sucede en nuestrocerebro cada vez que tenemos un
pensamiento. Lo cierto es que se activandiferentes áreas, y que esto
sucede increíblemente rápido —dicen que en lamitad de tiempo de lo
que dura un pestañeo—. A tan elevada velocidadresulta difícil pensar en
la posibilidad de que podamos identificar la mayoríade los pensamientos
que nos pasan por la cabeza.
En segundo lugar, e íntimamente relacionado con el primer punto: no
somos conscientes de muchos de nuestros pensamientos. Con tal flujo
depensamientos por minuto, nuestra mente no puede hacer otra cosa
que acallaralgunos de ellos. Es por este motivo que solamente somos
conscientes de unapequeña parte de ellos. En otras palabras, los
pensamientos suceden en un
nivel de consciencia al que no siempre tenemos acceso. Sin embargo —y
estematiz es muy importante—, que nuestros pensamientos no sean
fácilmenteaccesibles no significa que no puedan tener impacto en cómo
nos sentimos ycómo actuamos.
De hecho, a menudo nos sentimos tristes, pero no necesariamente
identificamos los pensamientos que acompañan o que han propiciado
estatristeza. De igual forma, a veces actuamos de manera
aparentementeimpulsiva, sin pensar, aunque interiormente ha habido un
rápido proceso detoma de decisiones que responde a patrones
aprendidos, que ha posibilitadotan rápida respuesta.

Explorar nuestro diálogo interno


Acceder a nuestro diálogo interno puede no resultar sencillo, pero es
igualmente posible. Para hacerlo, podemos empezar por estar atentos a
unaserie de tendencias de discurso interno. En las siguientes páginas
prestaremosatención a las de connotación negativa, que son las que
están íntimamenterelacionadas con la ansiedad, las inseguridades y los
miedos no justificados.
Centrado en la desesperanza y en el sentimiento de desprotección,
nuestro
diálogo interno puede tener cierto matiz victimista. Con esta
aproximación enmente, consideramos que los obstáculos con los que nos
encontramos soninfranqueables. «No hay nada que pueda hacer», «qué
mala suerte tengo»,«para qué esforzarme, si no va a servir de nada»,
«todo me sale mal», «nadieme entiende». Si nos quedamos atrapados en
este tipo de diálogo interno, noslamentamos constantemente, pero no
intentamos cambiar nada. En otraspalabras: el diálogo de naturaleza
victimista nos inmoviliza. Podemoscontrarrestarlo mediante
autocompasión, como hemos visto en capítulosanteriores.
En algunas ocasiones, es posible que nuestro diálogo interno nos ponga
en
el peor de los escenarios, anticipándonos a hechos que no sabemos ni si
van asuceder; y que son resultado de una percepción sesgada de la
realidad. Laconsecuencia inmediata del diálogo catastrófico es la
preocupación constante
que deriva en ansiedad. «No saldrá bien», «va a ser un desastre», «tengo
unmal presentimiento». En este caso, podríamos intentar contemplar
todos losescenarios posibles, no solamente aquellos de naturaleza
negativa. Porquetodos, tanto los de naturaleza positiva como los de
connotación negativa, sonposibles. Entonces, ¿por qué contemplar
únicamente los negativos?
Es posible que, disfrazado de un halo de motivación, nuestro diálogo
interno adopte un tono de autoexigencia. Cierto es que puede llevarnos a
darlo mejor de nosotros mismos. A priori, puede sonar positivo. Lo que
sucedees que nos pone al límite. A un límite que puede no ser sano y que
puedellevarnos a experimentar estrés. Y no solamente eso, sino que
puede llevarnosa querer alcanzar objetivos muy difícilmente alcanzables
o poco realistas,condenándonos a experimentar frustración. Este tipo de
diálogo está cargadode intolerancia frente a errores e interpreta los
acontecimientos en términosde éxito o fracaso. Cuando no alcanzamos
nuestros objetivos, con este tipo dediálogo interno, nos desgastamos
culpándonos. «Tiene que estar perfecto»,«tengo que dar la talla», «no es
suficiente con que esté bien»…
Es posible que, a la hora de evaluar nuestras acciones, seamos
demasiado
autocríticos, demasiado duros con nosotros mismos. Este es el caso
sisubrayamos aquello que no nos gusta o que consideramos un defecto.
En estetipo de diálogo abundan afirmaciones limitantes del tipo: «no soy
capaz»,«no valgo para esto», «no lo conseguiré». También suele incluir
muchascomparaciones. Todo lo anterior nos lleva a creer que no somos
capaces dealcanzar nuestros objetivos y, como consecuencia, nos
frustramos.

EJERCICIO
¿Te resultan familiares algunas de las afirmaciones anteriores?
¿Cuáles?
¿En qué situaciones suelen darse?

Nuestros pensamientos (a veces) nos engañan


Es así, tal cual. A veces, nuestros pensamientos nos engañan.
Desgranemos
esta afirmación.
Nuestros pensamientos son el resultado de haber procesado nuestra
realidad
mediante los sentidos, filtrándola a través de nuestras creencias.

Nuestras creencias se encuentran en el origen de nuestros


pensamientos, en
lo más profundo. Y las hemos ido adquiriendo a lo largo de nuestra
vida.Hablaremos de ellas más adelante. Por ahora nos basta con saber
que, a travésde nuestras creencias, filtramos e interpretamos nuestra
realidad. El productoresultante de este proceso son los pensamientos,
tanto aquellos de los que
somos conscientes, como aquellos que nos pasan desapercibidos, pero
losefectos de los cuales experimentamos igualmente.
Que dos personas interpreten la misma situación de forma distinta no es
casualidad. De hecho, es una prueba del efecto que estas creencias tienen
a lahora de filtrar un mismo suceso. Y, de la misma manera que dos
personasdistintas pueden hacer una interpretación diferente de una
situación, lo mismosucede a nivel intrapersonal: nosotros mismos
podemos interpretar un hechodeterminado de forma distinta
dependiendo de nuestro estado de ánimo, delos hechos que hayan
sucedido recientemente…
De modo que:
En términos de pensamientos 1+1 no son 2. Sino que, a veces son 2,
a
veces son 3 y, a veces, 4.
La cuestión es que, en el momento en que interpretamos la situación y
nuestra mente llega a la conclusión de que 1+1 son 3, estamos
convencidosde ello, porque es la lectura que hace nuestra mente, lo que
nuestra mente nosdice y en lo que nos basamos a la hora de actuar. En
ocasiones, 1+1 son 4. Deigual forma, actuamos en consecuencia.
Y no, no analizamos si verdaderamente 1+1 son 2, o 3, o 4. Porque es la
información que recibimos de nuestra mente. Información veraz, o eso es
loque nos parece. ¿Qué sentido tendría cuestionarla? En ocasiones, tiene
muchosentido. Sobre todo, cuando 1+1=3 nos duele; o cuando 1+1=4 nos
impideavanzar y nos aleja de nuestros objetivos.

Pensamientos del tipo «todo o nada»


«Las palabras «nunca», «siempre», «todo» o «nada» son peligrosas
porque no te dejan opciones».
Walter Riso
Fijémonos en la siguiente afirmación: «las rosas siempre son rojas». ¿Es
verdad? Muchos de vosotros pensaréis: sí, las rosas son rojas.
Peroexaminemos bien la frase. «Las rosas siempre son rojas». Es decir,
en todoslos casos, sin excepciones. ¿Es así?, ¿no hay rosas de otros
colores? ¿Sontodas las rosas rojas? ¿Siempre son de dicho color?
Quizás sería más conveniente afirmar: «en muchos casos, las rosas son
rojas».
Esto es justamente lo que nos sucede con algunos pensamientos: que les
añadimos palabras como «nunca», «siempre», «todo», «nada»,
«ningún»,«nadie»; cuando, en realidad queremos decir «en contadas
ocasiones»,cuando utilizamos «nunca». «En muchas ocasiones», en vez
de «siempre».«En algunos casos», en lugar de «todo». O «prácticamente
insignificante»,cuando decimos «nada».
Pero eso no es lo que decimos; no escogemos una palabra o
expresión que
represente la realidad, que contemple todos o la mayoría de los
casos,
sino que escogemos la palabra más extrema. Como resultado,
dicotomizamos nuestros pensamientos.
«Bueno, no pasa nada; es una forma de hablar», pensaréis. Pero dejemos
de
lado las rosas, y pensemos en términos de habilidades y
cualidades.Observemos las siguientes afirmaciones:
«Nunca conseguiré mis objetivos», «siempre fracaso», «todo me sale
mal»,
«no sirvo para nada», «no tengo ningún talento», «nadie me valora»,
«nadieme quiere».
Y, ahora, observemos estas otras:
«He conseguido mis objetivos en algunas ocasiones», «a veces fracaso»,
«en algunos casos, las cosas me salen mal», «no se me dan bien
algunasactividades», «no tengo tantos talentos como me gustaría», «poca
gente mevalora», «algunas personas me quieren».
¿Con qué tipo de afirmaciones nos sentiremos más cómodos, más
motivados para activar nuestros recursos, para trabajar en nuestros
objetivos?¿Con qué tipo de afirmaciones nos sentiremos más capaces,
más valiosos?¿Con las primeras o con las segundas?
Que nos digamos cosas como «todo me sale mal» o «no tengo ningún
talento», de vez en cuando, de forma aislada, puede resultar inocuo.
Cierto.La cuestión es que no suele ser de vez en cuando, sino que nuestro
diálogointerno suele estar lleno de expresiones de este tipo cuando
nuestraautoestima no está en plena forma. Y no solamente es
consecuencia, sino,principalmente, causa de ello.
Es posible que puedas llevar una mochila con una piedra, con dos, con
tres,
con cuatro… hasta con seis. Pero imagina que, minuto a minuto, vas
llenandotu mochila de piedras. Esta irá pesando más y más, y cada vez te
resultarámás difícil moverte. Será imposible avanzar. Esto es
precisamente lo que le
pasa a nuestra autoestima. Y no significa que no seas capaz de avanzar,
sinoque llevas contigo una mochila que cada vez pesa más:
Nos hemos dicho en tantas ocasiones que no valemos, que no somos
capaces, que nada nos saldrá bien… que no solamente nos pesa, sino
que
nos lo acabamos creyendo. Hemos comprado el mensaje. Como
consecuencia, cada vez es más probable que, cuando algo no nos
salecomo deseábamos, nos digamos: «ves, si es que todo me sale
mal». En
pocas palabras: corremos el riesgo de interpretar un hecho aislado
como
la confirmación de una regla.

EJERCICIO
Piensa en lo que sueles decir de ti mismo, en tu diálogo interno, cuando
algo no va bien. ¿Qué afirmaciones del estilo «todo me sale mal» o
«nuncavoy a conseguir mis objetivos» suelen pasar por tu mente?

¿Representan la realidad en su totalidad? ¿Sucede así, tal y como


describes,
siempre, en todas las situaciones? Piensa en alguna excepción; te ayudará
a
contestar a las preguntas anteriores.
Sustituye palabras como «todo», «nada», «siempre», «nunca», «nadie»…
por palabras o expresiones que representen todas las posibilidades,
inclusoaquellas que no son mayoritarias, como hemos visto en los
ejemplos.

Cómo nos hablamos importa


«Te sientes principalmente de la forma en que piensas».
Albert Ellis
El uso de palabras extremas como las que hemos visto, en nuestro
diálogo
interno, puede que resulte doloroso; pero no es la única aproximación
que noshace daño y merma nuestra autoestima. Hay otro tipo de
mensajes que nosresultan tan o igual de dolorosos. Me refiero al uso de
palabras duras,palabras que, por respeto, por educación y por empatía
no utilizaríamos conotras personas. «¡Idiota!, ¡¿a quién se le ocurre?!»,
«¿Cómo has sido capaz dedecir semejante tontería?», «Si sabías que no
ibas a ser capaz, ¿para qué lohaces?», «¡La próxima vez ni lo intentes!».
Y yo me pregunto:
¿Hace falta que seamos tan duros con nosotros mismos?
Marisa tiene 45 años y es directora de marketing en una empresa
química.
Dirige un equipo de 15 personas desde hace 8 años. Me pide cita porque
cadavez se siente más alicaída, pero, sobre todo, porque en su vida
laboral lesurgen dudas constantemente. Mejor dicho: inseguridades.
Comenta queincluso cuando tiene que escribir un correo electrónico lo
lee y lo relee variasveces. Analiza a pies juntillas cada frase para no
equivocarse. Comoresultado, invierte demasiado tiempo en tareas
mundanas y, lo peor de todo:que se siente cada vez más y más insegura,
y poco capaz.
Analizamos el origen. Se siente juzgada por una persona de su equipo.
Dicha persona realiza comentarios impertinentes poniendo en duda no
solamente las decisiones que toma, sino también su capacidad de
liderazgo.
«Montse, una cosa es recibir una crítica constructiva; otra muy distinta
es
que te cuestionen una vez tras otra; y que te critiquen sin ofrecer
sugerenciasde mejora. Me mina la moral».
Siente que tiene que dar explicaciones del porqué de sus acciones y
decisiones delante de esa persona; pero, por otro lado, ella sabe que no
es así,que no tiene por qué hacerlo porque ella es la líder del equipo. De
hecho,parece que Marisa ha adoptado un estilo pasivo y que su discurso
está llenode disculpas implícitas y de explicaciones innecesarias de
porqué hace lo quehace —incluso conmigo, que nos acabábamos de
conocer—.
Antes de cerrar la primera sesión, le hago una devolución que formulo a
modo de pregunta:
—¿Cuántas veces, durante la sesión, te has disculpado diciendo que
«eres
un desastre»?
—No sé decirte… ¿Lo he dicho mucho?
Lo cierto es que sí. Marisa me explica cómo últimamente se le olvidan
algunas cosas, «soy un poco desastre», comenta. Menciona que antes
seconsideraba una persona altamente eficiente pero que últimamente
habíacometido algunos errores de novata. «Me he vuelto un desastre»,
añade.También me explica que cuando llega a casa, no tiene ganas de
hacer nada,que la casa está toda por hacer, «¡qué desastre soy!», vuelve a
decirme. Y,cuando le pregunto por sus amistades, me comenta que las
tiene olvidadas,«soy un desastre como amiga…».
—¿En serio lo he dicho tantas veces?
—Sí.
—Pues no me he dado ni cuenta.
Eso, precisamente, ejemplifica lo integrado que lo tiene en su discurso
interno y en la manera en que se refiere a sí misma.
Lo que le sucede a Marisa es que había integrado una palabra que
solemos
utilizar de manera inofensiva para pedir disculpas, para excusarnos.
Decimos«soy un desastre» y esperamos que la otra persona diga,
«tranquila, no pasanada». Pero lo cierto es que «desastre» significa
«desastre», que causa daño odestrucción, o que es de mala calidad. Eso
es justamente lo que, de manerainocente, Marisa se repite una y otra vez.
«¿Cómo no vas a sentirte alicaída, indecisa, insegura, si tú misma te
repites
una y otra vez que eres un desastre? ¿Cómo debe sentirse una persona
que
recibe constantemente el mismo mensaje?» Con esta reflexión cerramos
laprimera visita.

EJERCICIO
¿Qué adjetivos aparentemente inofensivos sueles utilizar para referirte a
ti
mismo cuando cometes un error?

¿En qué situaciones sueles hacerlo?

¿Ese adjetivo o adjetivos son aplicables de forma rigurosa, de manera


literal?
¿Se lo dirías a otra persona? Argumenta tu respuesta: ¿Por qué sí/por
qué
no?

¿Qué otros adjetivos podrías utilizar?


CAPÍTULO 5
La tiranía de nuestros «debos»

«Lo que podemos o no podemos hacer, lo que consideramos posible


o
imposible, pocas veces es un reflejo de nuestra verdadera
capacidad, sino
más bien un reflejo de nuestras creencias acerca de quiénes
somos».
Anthony Robbins

Los «debos»
Parte de nuestro diálogo interno está lleno de pensamientos del tipo
«debo».«Debos» o «deberías» que nos indican cómo debemos ser
nosotros y nuestravida.
Empezamos en un nuevo trabajo y pensamos «debo dar la talla», o «debo
impresionarles», o «debo hacerlo a la perfección». Nos repetimos «no
debodefraudar a mis padres» y «debo labrarme un futuro con el que se
sientanorgullosos», cuando llega la hora de decidir a qué
dedicarnosprofesionalmente. Nos miramos al espejo y nos convencemos
de quedebemos vernos bien, de que debemos ser atractivos. A medida
que vanpasando los años nos enfrentamos a el «debo casarme y tener
hijos» —en estepunto también surge el «no debo defraudar a mi familia»,
en algunos casos—. Y, cuando pensamos acerca de cómo nos va en lo
profesional, en lopersonal, en lo relacional… nos decimos «debo tener
éxito».
Debo, debo, debo... Bajo el disfraz de objetivos vitales y de metas a
perseguir para vivir acorde con nuestros valores y estar satisfechos
connosotros y con nuestra vida, se esconden obligaciones. Obligaciones
quedebemos cumplir sí o sí. Obligaciones que no siempre hemos
escogidovoluntariamente.
Obligaciones que añaden una presión totalmente contraproducente,
quemás que ayudar, nos ponen en una tesitura de naturaleza
dicotómica en
la que o cumplimos con el «debo», o fracasamos.
Podemos pensar que los «debos» están de nuestro lado. Que uno no
tiene
por qué pensar que no vamos a alcanzarlos; al contrario: que como
nosindican los objetivos a alcanzar para sentirnos satisfechos con
nuestra vida, ylos pasos a seguir, los tendremos en cuenta y haremos lo
que haga falta paraconseguirlos.
Pero obviamos varios puntos.
En primer lugar, la subjetividad de los «debos». Siguiendo con el
ejemplo
«debo dar la talla», podemos preguntarnos «¿qué significa dar la
talla?».Estaréis de acuerdo conmigo que significa cumplir lo que se
espera denosotros. Pero, ¿qué se espera de nosotros? ¿Lo sabemos con
certeza?Podemos tener una idea, sí; pero justamente esta está
mediatizada por nuestraopinión, por lo que nosotros consideramos que
significaría dar la talla en esasituación determinada y, sobre todo, por
cómo nos sentimos.
Veamos otro ejemplo: «Debo hacerlo a la perfección». ¿Qué significa
hacerlo a la perfección? Puede significar no cometer ningún error.
¿Perobasta con eso, o hacerlo a la perfección va más allá? Este es otro
ejemplo decómo de subjetivos pueden ser los «debos», que tan posible es
queconsideremos que los hemos cumplido, como que no.
En segundo lugar, los «debos» dejan de ser nuestros aliados en el
momento
en que nos centramos en todo lo negativo que podemos experimentar si
nolos conseguimos. «No debo defraudar a mis padres», porque ¿qué
sucede silos defraudamos? ¿Seremos capaces de lidiar con ello? ¿Nos
confrontaráncon lo que no hemos conseguido?
Y, en tercer lugar, no nos ayudan a perseguir nuestros objetivos y sueños
futuros. ¿Qué será de nosotros después de fracasar en aquello que se
esperabade nosotros? ¿Cómo podemos enfrentarnos a nuevos retos con
estosantecedentes? Si consideramos que hemos fracasado por no haber
cumplidocon nuestros «debos», con aquello que esperábamos o que se
esperaba denosotros, seguramente tengamos que pasar por lo que
podría asemejarse a unproceso de duelo en el que nos enfrentemos a las
consecuencias de la pérdidade unas expectativas que nos habíamos
generado acerca de lo que debíamosconseguir. En este proceso de duelo,
de toma de conciencia de que la realidady de que nuestros resultados no
han sido los que esperábamos —o, mejordicho, los que creíamos que
debíamos conseguir—, nuestra autoestima juegaun papel importante y, a
la vez, puede ser la más perjudicada.
Perjudicada en el sentido de que podemos acabar sacando conclusiones
erróneas, extrapolando los resultados obtenidos en unas
situacionesconcretas, a otras muchas que quizás no tengan nada que ver.
Si he fracasadoen la consecución de un «debo» relacionado con el
trabajo, es probable quepiense que puedo no alcanzar otros «debos»
relacionados también con elámbito profesional. Es probable que se
despierten inseguridades que medigan algo como: «Si no lo he hecho a la
perfección, significa que soyincapaz de hacerlo», «si no lo he conseguido
ahora, jamás lo haré».
Y es en este punto en el que sacamos conclusiones precipitadas.
Generalizamos. Tomamos como muestra representativa una
situaciónaislada que puede meramente quedarse en eso. Entramos
en el terreno
pantanoso de considerar que un intento nos define, que no
podemos
hacerlo mejor, que no hace falta que lo volvamos a intentar. Nos
limita.
Nos inmoviliza.
Y, por si esto fuese poco, la muestra que tomamos corresponde a unos
objetivos que es posible que sean tan subjetivos que son irrealistas en
tantoque resultan muy difíciles de alcanzar. Es decir, que estaremos
extrapolando,sacando conclusiones, basándonos en los resultados de
unos objetivos que, encierta medida y por la naturaleza de los mismos,
estábamos condenados a no
obtener.
EJERCICIO
¿Qué «debos» puedes identificar en tu diálogo interno? ¿Cómo debes
ser?
¿Qué debes y qué no debes hacer? ¿Qué debes conseguir?

Explora su origen. ¿Es algo que suelas escuchar a menudo de alguien


cercano a ti?

Prueba a reemplazar el «debo» por un «me gustaría». Te seguirá


acercando
a tus objetivos a la vez que restará esa innecesaria presión que añaden
los«debos».
El origen de los «debos»
Necesitamos entender por qué nos pasa lo que nos pasa, necesitamos
encontrar una explicación. Para hacerlo, recurriremos a nuestro interior,
a loque hemos aprendido. ¿Y con qué nos encontraremos? Con todo
aquello quenos han ido diciendo, con todo aquello que hemos aprendido
con el paso delos años sobre cómo debemos ser y cómo debemos actuar.
Nuestros «debos» no siempre tienen origen en nosotros mismos; al
contrario, suelen ser fruto de las creencias que nos han inculcado desde
elexterior. Seguramente los hayamos ido integrando en nuestro sistema
decreencias y, por lo tanto, en nuestro diálogo interno, como resultado
de lo queoímos y de lo que nos dicen en las primeras etapas de nuestra
vida.
«Debes demostrar tu valía», «debes labrarte un futuro», «llorar es de
débiles, no debes hacerlo», «debes ser más tolerante, de lo contrario
nadie tequerrá», «no debes confiar en nadie», «debes hacerte respetar».
Son mensajes que hemos podido escuchar alguna vez. Si lo hacemos en
periodos en los que somos especialmente vulnerables a la opinión de
losdemás, o bien salen de la boca de personas importantes para
nosotros, elmensaje calará y los iremos integrando como parte de
nuestras creencias.

Nuestros «debos» y nuestros roles


No podemos pasar por alto que en nuestra vida ejercemos distintos
roles.
Cada rol lleva consigo una serie de expectativas acerca de lo que se
puedeesperar y lo que no de una persona que ostente dicho rol. Estas
expectativastambién tienen su origen en nuestras creencias y en los
mensajes querecibimos desde pequeños. «Debes ser un buen hijo», «una
buena madre»...
Las expectativas de los roles que ejercemos también nos añaden
presión.
No debemos fallar a las personas que nos rodean, ya sea a nuestra
familia de origen, a nuestra pareja, a nuestros hijos, a nuestros
amigos…Porque de hacerlo, estaremos saliéndonos de lo que se
espera de nuestrorol, y significará que no somos un «buen hijo»,
una «buena madre» o una
«buena amiga».
¿Y cómo podemos sentirnos si no somos un «buen hijo», o una «buena
madre», o una «buena amiga»? A priori parece que no hay muchas
opciones.Probablemente experimentemos algo parecido a un fracaso. No
somos lo quese esperaba de nosotros. No somos como debíamos ser.
Pero, ¿es así?
De nuevo, debemos preguntarnos qué significa cada palabra que nos
decimos.
En terapia a menudo me encuentro con mujeres y con hombres que
dudan
sobre sus capacidades para ser «buenas madres» y «buenos padres». Es
algoque les preocupa. Mejor dicho, que les atormenta. Pensar que no son
buenasmadres o buenos padres tiene consecuencias en su estado de
ánimo y en suautoestima. Quieren lo mejor para sus hijos —como buenas
madres y padresque son—, pero son incapaces de verlo. Sin querer, se
centran en aquello queles hace dudar. Por ejemplo, poner límites. Poner
límites a sus hijos es tannecesario como difícil —al menos, al principio—.
Negarle a tu hijo algo quepresenta como una necesidad es duro. En ese
momento, las madres y padresno están teniendo en cuenta que los
pequeños de la casa no tienen una ideaclara de lo que verdaderamente
necesitan y de lo que no. Simplemente venque les niegan a sus hijos algo
que quieren y, a juzgar por cómo lo expresan—entre llantos y
pataletas—, parece que lo necesitan.
Un ejercicio que hago a menudo en terapia es preguntar qué significa ser
una «buena madre» o «buen padre». ¿Qué caracteriza a una «buena
madre» oa un «buen padre»?
Acto seguido les pregunto si podríamos decir, desde la objetividad, que
cumplen con esos criterios.
Todavía no se ha dado ningún caso en el que el resultado fuese negativo.
Y
lo que ahora leemos fríamente en estas frases, os aseguro que
resultatremendamente revelador. Es momento pelos de punta, o
momento lagrimita,o momento ya-puedo-respirar-tranquila.
Es evidente lo que sucede: las emociones que envuelven ciertas
situaciones
con sus hijos hacen que se sientan mal. No les gusta ver a sus hijos llorar,
nitener pataletas. Les parte el corazón. Pero forma parte de la educación,
de
poner límites. Es necesario. Es algo que una buena madre o un buen
padreharían. Pero eso, en aquel momento, les pasa desapercibidos.
Y lo mismo aplica a otros juicios como «¿soy un “buen hijo”?», «¿soy una
“buena amiga”?».

EJERCICIO
«Debo ser un buen…» o «debería ser una buena…». Termina la frase.

¿En qué consiste ser un «buen…» o una «buena…»? ¿Qué criterios debe
cumplir o qué conductas debe llevar a cabo alguien para ser un «buen…»
o«una buena…»?

De los criterios o conductas anteriores, ¿cuáles cumples?


¿Qué puedes concluir?

Responsabilidad y culpa
¿Qué sucede si no alcanzamos nuestros «debos»? Como hemos
comentado,
por un lado, sentimos que hemos fracasado y nos vemos obligados a
hacercambios internos. Como parte de estos cambios, está el lidiar con la
culpa.
La culpa aparece en el momento en que nos damos cuenta de que no
hemos
cumplido con lo que se esperaba de nosotros. Cuando nos damos cuenta
deque las expectativas que se tenían —o las que creemos que se tenían—
sobrenosotros y sobre lo que somos capaces de conseguir distan de la
realidad.
A menudo sucede que la culpa nos atormenta con mayor intensidad
cuando
sentimos que hemos defraudado, que hemos fallado a otras personas.
Dealgún modo podemos lidiar con la culpa por no cumplir con lo que
nosotrosmismos nos habíamos marcado, pero cuando hay otras
personas implicadasnos sentimos peor. Y ya no solamente tenemos que
enfrentarnos a ladecepción de no haber alcanzado nuestros objetivos,
sino que también nosatormenta el hecho de decepcionar a quienes nos
rodean como si lo que ellospensasen tuviese más valor que lo que
nosotros pensamos.
Imaginemos que a todo esto le añadimos un sentimiento de
responsabilidad
acentuado acompañado de un elevado sentido de la autocrítica. Es el
cóctelperfecto para que la culpa domine nuestros pensamientos y nos
recuerdeconstantemente aquello en lo que hemos fallado y cuánto
hemos defraudado aquienes nos rodean.

EJERCICIO
¿En qué momentos experimentas culpa por no cumplir —o creer que no
cumples— con las expectativas que se tienen de ti?

Define de manera específica por qué motivos te sientes culpable.

¿Qué expectativas hay detrás de este sentimiento de culpa? ¿Dónde está


el
origen de estas expectativas?
Imagina que no existiesen tales expectativas, ¿sería aceptable tu
conducta?
¿Qué opinarías?
CAPÍTULO 6
Autocrítica, la justa y necesaria

¿Le dirías a alguien a quien quieres lo que te dices a ti mismo una y


otra
vez?

Dos voces internas: una que nos alienta y otra que nos
hacemás pequeños
La autocrítica consiste en identificar y evaluar los errores propios,
enformarnos una opinión acerca de nuestras acciones, resultados,
capacidades yotros rasgos como nuestro carácter o nuestro físico.
Es conveniente hablar de autocrítica si nuestro objetivo es trabajar
nuestra
autoestima porque si tenemos una visión de nosotros mismos más
negativa delo que debería ser, o si nos otorgamos más responsabilidad
de la que noscorresponde, es posible que nuestra confianza en nuestras
capacidades ynuestra autoestima se vean afectadas.
Es evidente por qué la autocrítica tiene tan mala fama: habitualmente
nos
referimos a ella desde lo negativo y haciendo referencia a dosis de
autocríticamuy elevadas. Tanto, que impiden que avancemos, que
crezcamos. Pero laautocrítica no es necesariamente negativa, sino que
puede indicarnos elcamino hacia el desarrollo y el crecimiento. Es decir
que, grosso modo, laautocrítica cuenta con dos vertientes: la derrotista y
la que nos ayuda a crecer.
Como consecuencia de la vertiente derrotista de la autocrítica, es posible
que pongamos a nuestro «yo» en jaque, en tanto que subrayamos
nuestros
defectos y minimizamos o incluso somos incapaces de reconocer
nuestrasvirtudes. Ante este tipo de situaciones, solemos recurrir a
estrategiasprotectoras como ponernos bajo un foco de luz positiva a
través de unaexplicación que nos disculpe y que reste importancia a lo
sucedido; o bien,buscamos a otros culpables, atribuyendo la causa de lo
sucedido fuera denuestra persona.
Ambas estrategias nos pueden hacer sentir bien a corto plazo; sin
embargo,
fomentan el inmovilismo en tanto que no reconocemos qué
podríamosmejorar, motivo por el cual no nos sentimos motivados para
hacerlo.

Autoestima y autocrítica
Dejar de lado la autocrítica no es una opción ya que, de hacerlo,
estaríamos
desaprovechando oportunidades de crecimiento. Por lo tanto, la
aproximaciónmás deseable es observarnos de forma honesta y
compasiva, y adoptando unaaproximación autocrítica en la dosis
adecuada. Pero no es tarea fácil.
¿Qué podemos hacer para dar con la dosis justa de autocrítica?
- Debemos dejar de poner el foco en buscar la perfección para
enfocarnos
en conseguir una mejora continua. Con retrospectiva, podemos analizar
quépodríamos haber hecho de forma distinta; o qué podríamos hacer de
maneradiferente la próxima vez. La idea no es caer en la trampa de
culparnos omachacarnos por haber hecho lo que hemos hecho o por
haberlo hecho comolo hemos hecho; sino aprender. Aprender de las
situaciones que podríanhaber ido mejor, que son mejorables. Pero sin
reproches.
- No somos nuestros errores. Estos no nos definen. Nuestros errores son
el
resultado de nuestras acciones —al menos, en cierta medida—. De la
mismaforma que tampoco somos nuestros logros o éxitos, como hemos
visto encapítulos anteriores. Sin embargo, no debemos escudarnos en
ello. Nodebemos olvidar que tenemos la oportunidad de actuar de forma
distinta en elfuturo si se nos presenta una situación similar.
- Debemos estar seguros de cómo actuamos, pensamos y sentimos. No
debemos dejar de lado los resultados, por supuesto; pero es todavía
másimportante que nos centremos en nuestra conducta. Debemos
estarsatisfechos por cómo hemos actuado, a pesar de no haber obtenido
losresultados deseados.
- Es conveniente que no hagamos caso a nuestro ego ciegamente; este
puede jugarnos malas pasadas. Puede llevarnos a desarrollar
estrategiasprotectoras que nos alejen del crecimiento y del desarrollo.
- Estar abiertos a escuchar opiniones distintas a la nuestra nos
proporcionará otros puntos de vista y perspectivas que nos
resulteninteresantes de cara a poder mejorar. Incluso cuando la crítica
no estéformulada de la mejor manera, o incluso cuando no sea
constructiva podemosdesgranarla; quedarnos con la esencia del mensaje
y pensar si aplica y en quémedida, si puede resultarnos útil y si nos
ayuda a crecer.
- De nada sirve formular críticas de manera abstracta: «no valgo para
esto»;
sino que debemos hacerlo de manera concreta y específica: «no se me da
bientomar decisiones bajo presión». De esta manera no solamente
evitamos hacergeneralizaciones injustas que mermen nuestra
autoestima; sino que, además,acotamos aquello que podemos mejorar y,
en consecuencia, podemos tomaracciones para trabajarlo.
- No podemos obviar el impacto de las circunstancias externas; a la vez
que
debemos evitar tomarlas como una excusa. En vez de decir «no he
hechoejercicio porque estaba cansada»; podemos decir: «no he hecho
ejercicioporque preferí quedarme sentada en el sofá, con el móvil». De
esta formasituamos el control de la situación en nuestra persona.
Nosotros, comoadultos responsables, contamos con la capacidad de
decidir. Y, enconsecuencia, debemos hacernos responsables de nuestras
decisiones y de lasconsecuencias que se deriven de las mismas.

Cuando nos exigimos demasiado


Es posible que en el pasado te comparasen con otras personas. O que
sigan
haciéndolo en el presente. También es posible que comparasen a
otroscontigo. En este apartado hablaremos de lo segundo.
Uno puede pensar ¿qué problema hay si nos toman como referente?
Estrictamente hablando, no hay ningún problema. La cuestión es que, al
ser elreferente, estamos cargando con la presión de tener que hacerlo
bien, de tenerque dar la talla, de no defraudar… no podemos permitirnos
equivocarnos;precisamente por eso, porque somos el referente y porque
se espera denosotros que seamos perfectos.
Este sería el caso de Selene y Álvaro, quienes eran considerados la más
lista
de clase y el ejemplo a seguir en la familia, respectivamente. Ambos
eranpersonas exigentes; pero esta exigencia traspasaba los límites de
tener quehacerlo bien para conseguir sus objetivos. Sus metas habían
quedadorelegadas a un segundo plano. Lo que más les importaba era no
decepcionar,cumplir con las expectativas que se tenían de ellos.
Una presión que iba más allá de sus elevados niveles de autoexigencia.
Una
presión que se volvía en su contra, que ponía a su autoestima en jaque si
estosno conseguían los objetivos que se habían marcado. Y, añado, estos
objetivossolían ser de elevado nivel de dificultad. Eran los listos, el
ejemplo a seguir;no bastaba con cualquier objetivo si querían evitar
escuchar comentarioscomo «esto es demasiado fácil para ti», «no te
resultará difícil», «seguro quelo consigues en un abrir y cerrar de ojos».

EJERCICIO
Si consideras que eres muy exigente contigo mismo (quizás demasiado),
escoge una tarea o un objetivo en el que deposites elevados niveles
deautoexigencia y pregúntate:

¿Para qué lo haces? ¿Cuál es tu verdadera intención?, ¿cuál es el


propósito
que persigues al hacerlo?

Cuando quieres hacerlo perfecto, ¿estás teniendo en cuenta la verdadera


intención por la que lo haces, o más bien estás dejándote guiar por tu
egoperfeccionista?
¿Dónde estaría el límite? ¿Qué resultados serían suficientemente buenos
como para cumplir con tu propósito?

Dejemos de lado las comparaciones


Si te comparas, que sea contigo mismo. Pero si decides hacerlo con
otras
personas, que sea en igualdad de condiciones.
Las comparaciones están íntimamente ligadas a la autocrítica. De hecho,
la
autocrítica posibilita las comparaciones, dándoles forma y
fuerza.Noscomparamos. Es casi inevitable. Queremos saber si vamos por
buen camino,si estamos dentro de los límites de lo deseable, si lo
estamos haciendo bien.Necesitamos calibrarnos. Y lo hacemos con
aquello que tenemos a nuestroalcance.
Saber si vamos por el buen camino, si estamos dentro de los límites de lo
deseable o si lo estamos haciendo bien es, sin duda, algo subjetivo.
Sinembargo, nuestra inseguridad traducida en dudas constantes nos
lleva a tenerque utilizar esos indicadores —aparentemente los únicos de
los quedisponemos—, para poder encontrar una respuesta que nos
permita dejaratrás nuestras inseguridades.
Pero no es así. A menudo sucede lo contrario.
Nos comparamos y, si nuestra autoestima no está en plena forma, es
probable que salgamos perdiendo. Las inseguridades, las mismas
razones quenos llevan a compararnos, precisamente son las que nos
hacen caer en unaencerrona: compararnos fijándonos única y
exclusivamente en aquellascaracterísticas de las que no nos sentimos
orgullosos, aquellas que sonnuestro talón de Aquiles; a la vez que
dejamos de lado cualquier otracaracterística con la que nos sentimos a
gusto. Lo que nos gusta, aquello de loque podemos sentirnos orgullosos,
lo obviamos. Este escenario crea lasituación perfecta para machacarnos
gratuitamente.
Cuando nuestra autoestima no está en plena forma solemos caer en
lascomparaciones más a menudo. Y, justamente, solemos hacerlo en
base a
características de las cuales no estamos especialmente orgullosos o
creemos que tienen margen de mejora. En ocasiones, incluso
obviando
aquello positivo o aquellas características en las que destacamos
favorablemente.
No importa si tenemos fundamentos para llegar a estas conclusiones,
porque si nuestra autoestima no está en plena forma, nos aseguraremos
deque sean esas las conclusiones que alcancemos. Nuestras
inseguridades nosciegan y filtran la información de tal manera que
confirmamos nuestrahipótesis: que no somos buenos en equis aspecto, o
que tenemos la nariz muygrande, o que tenemos la cadera muy ancha, o
que se nos da fatal el inglés.No importa el resto. Y si no importa el resto,
perdemos cualquier ocasión queteníamos para compensar el resultado
de la comparación, a la vez queobtenemos una visión muy reduccionista
de la realidad y de nosotros mismos.
Veamos un ejemplo:
Vanesa no se siente satisfecha con su cuerpo. Cuando se va a duchar
evita
mirarse en el espejo: prefiere no verse desnuda. Tiene varios complejos:
creeque tiene demasiada barriga, demasiadas piernas y pechos
demasiadopequeños. Aunque parte de esos complejos siempre la han
acompañado,comenta que hay temporadas en las que se siente peor.
Vanesa ha pensadomucho al respecto, se ha hecho preguntas y ha llegado
a las siguientesconclusiones: cuando peor se ha sentido y cuando más
inseguridades ha
experimentado, es cuando empezó a ir al gimnasio y cuando se creó
unacuenta en las redes sociales.
Para Vanesa, ir al gimnasio era un suplicio. Las chicas con las que
coincidía
en las clases dirigidas tenían mejor cuerpo que el suyo —o eso pensaba
ella—. Llegó un punto en el que el mero hecho de saber que tenía que ir
algimnasio era un golpe de realidad: se acordaba de todos sus complejos,
de lopoco que le gustaba su cuerpo.
Por otro lado, el mensaje que se mandaba a ella misma tras pasar unos
minutos en las redes sociales no era mucho más positivo: no paraba de
verimágenes de chicas con cuerpos atléticos que cumplían con todos los
cánonesactuales de belleza; aquellos de los que ella se sentía tan lejos.
Era como estarcomparando su ideal con la realidad, una vez tras otra.
Con Vanesa trabajamos el aprender a establecer comparaciones
realistas.
Por un lado, el intentar no idealizar a las chicas con las que había
compartidolas clases dirigidas: esas chicas tenían defectos, como
personas que son.Defectos de los que ella quizás no era consciente
precisamente porque secentraba en eso que ellas tenían y que a ella le
«faltaba». Defectos a los que,quizás, esas chicas también les prestaban
demasiada atención; justo como lesucedía a Vanesa. Y si ellas, incluso con
esos defectos, le parecían perfectas aVanesa; era posible que Vanesa, con
sus defectos, también pareciera perfecta.
Trabajamos a nivel de identificación en lo relacionado a las redes
sociales:
Vanesa quería verse como esas chicas de figura esbelta y cuya
bellezacumplía con los cánones actuales. Pero lo que Vanesa pasaba por
alto es queesas chicas no tenían la misma vida que tenía ella. Esas chicas
probablementese dedicasen a su imagen: tener un cuerpo como el suyo y
cumplir con loscánones de belleza era su profesión.
—¿Te gustaría dedicarte a ello, Vanesa? —le pregunté.
—No, estoy satisfecha con mi trabajo.
Parece que a Vanesa no le compensaba cambiar de profesión para
tener un
cuerpo como los que tanto anhelaba. Pero todavía había alguna
posibilidad:¿Estaría dispuesta a reordenar sus prioridades?
—¿Cuánto tiempo tendrías que invertir para conseguir un cuerpo como
el
de las chicas de las redes sociales?
—Ufff… Imagino que ir al gimnasio varias horas al día.
—¿Es factible, actualmente, con tu estilo de vida?
—En absoluto. —Vanesa rio.
—¿Qué cambios tendrías que hacer?
—Tendría que cambiar de trabajo, probablemente. Y tendría que pasar
menos tiempo con mi familia. Y tendría que olvidarme del club de
lectura.
—¿Estás dispuesta a hacer estos cambios?
—Podría intentar salir antes del trabajo; pero no cambiarlo. Y podría
pasar
algo menos de tiempo con mi familia, pero… no sé si me compensaría. Y
elclub de lectura es solamente una tarde a la semana, y me lo paso tan
bien…
A Vanesa le gustaba el cuerpo de las chicas de las redes sociales. Querría
verse como ellas. Pero no le convencía todo lo que era necesario hacer
paraalcanzar ese objetivo.
Nos comparamos. Y lo hacemos de forma selectiva, con nuestra
interpretación de lo que vemos —una pequeña parte de la vida y de
lascaracterísticas que posee la otra persona—. Cogemos aquello que
másnos gusta y lo idealizamos, y nos recreamos pensando en lo
poco que nos
parecemos a esa persona en ese aspecto en cuestión. Curiosamente,
escogemos un aspecto en el que, según nuestra opinión, nunca
salimosganando. Y obviamos todas las otras características de la
persona conquien nos comparamos, las cuales quizás se asemejan
más a nosotros delo que pensamos; y obviamos todas las otras
características propias de
las que podemos sentirnos orgullosos.

EJERCICIO
¿Con qué personas sueles compararte habitualmente?
¿Cuáles son los aspectos con los que sueles compararte?
¿Algunas de las comparaciones anteriores te ayudan a crecer? En otras
palabras, ¿qué te aportan?

No te compares, pero si lo haces, que sea contigo mismo, con tu «yo» de


hace unos meses o de hace unos años. ¿Qué cambios has experimentado,
quéaspectos has mejorado durante el último año? ¿Y durante la última
década?

Centrémonos en aquello bueno que hay en nosotros


Probablemente algunas de las comparaciones que has escrito en el
ejercicio
anterior eran viejas conocidas; comparaciones que te acompañan desde
hacetiempo. También es probable que hayas descubierto algunas
comparacionesde las que no eras consciente. Ahora que las has puesto
sobre la mesa, prestaatención a tu diálogo interno y, durante el día de
hoy, déjalas de lado.
En vez de compararte, céntrate en eso que sí eres, en aquellas cualidades
con las que sí cuentas. Puede que no sean exactamente las que ahora
creesque desearías tener, aquellas que consideras que podrían hacerte
feliz; ypuede que no las tengas en el mismo grado que te gustaría. Pero
eso nosignifica que no cuentes con ellas y que no puedas estar orgulloso.
Piénsalofríamente: otras personas estarían orgullosas de estar en tu
lugar, aunqueahora no lo creas, aunque ahora te cueste verlo.
Porque ahí está la clave: en ocasiones, somos incapaces de ver todo
lo
bueno que tenemos, precisamente porque nos centramos en
aquello que
consideramos que nos falta.
Veamos otro ejemplo, esta vez en relación a las capacidades
intelectuales.En la empresa de Felipe hacen inglés un día por semana. A
Felipe siempre
le han costado los idiomas; no es nada nuevo para él. Sin embargo, no
puedeevitar compararse con sus compañeros. Pero no con todos. Felipe
se comparacon Virginia y con David. Se pregunta cómo es posible que no
pueda tener elmismo nivel que ellos; y siente cierta envidia por la
facilidad que tienenambos para aprender nuevas estructuras y por la
fluidez con la que hablan eninglés. Eso le genera inseguridades. Como
consecuencia de las inseguridades,Felipe no se atreve a intervenir en
clase. ¿El resultado? Practica menos y, porlo tanto, desarrolla sus
capacidades lingüísticas en menor medida.
Que Felipe se compare justamente con Virginia y con David, que son
quienes mejor hablan inglés, no es casualidad. De hecho, a la hora
deestablecer comparaciones, Felipe obvia el nivel de sus otros
compañeros, elcual no dista tanto del suyo. Lo cierto es que si se
comparase con los otroscompañeros seguramente se sentiría menos
inseguro y, como consecuencia,más capaz de intervenir en clase; por lo
que acabaría desarrollando suscapacidades en mayor medida.
A la hora de evaluarse, de formular su autoconcepto y, por lo tanto, de
estimar su valía, Felipe deja de lado otros muchos factores. Cuando se
sienteinferior y experimenta las inseguridades en relación al inglés, se
olvida deque es el más hábil a la hora de utilizar los programas de
contabilidadespecíficos de su empresa. De hecho, Felipe es tan hábil que
le pidieron quehiciera una especie de masterclass para su departamento
y los compañeros dela sede en Valencia. Pero eso a él, cuando se está
juzgando por su nivel deinglés, le da igual.
EJERCICIO
¿Cuál suele ser tu talón de Aquiles en lo que a comparaciones se refiere?
¿El aspecto físico, tus capacidades intelectuales, tus logros…?
Especifícalo.

Descríbete: ¿Cómo eres en ese aspecto?

¿Estás teniendo en cuenta ese aspecto en un sentido amplio? Por


ejemplo,
¿estás teniendo en cuenta todo tu físico y no solamente
aquellascaracterísticas que no te gustan? ¿Estás teniendo en cuenta
todas y cada unade las capacidades intelectuales, no solamente aquella
con la que sientes que
no das la talla?
¿Crees que familiares, amigos y compañeros de trabajo estarían de
acuerdo
contigo? Argumenta tu respuesta.

¿Qué conclusión obtienes al respecto?

Sentirse inferior
Es una de las consecuencias inmediatas de compararnos y de que,
casualmente, lo hagamos con respecto a esas características que no
nosconvencen; aquellas que consideramos que podemos mejorar. En
nuestramente se dibuja una especie de jerarquía en la que, ¡sorpresa!,
nos situamosmás bien tirando para abajo. Incluso si solamente nos
comparamos con unapersona. Incluso si solamente tenemos en cuenta
una única característica.Incluso si solamente tenemos en cuenta nuestra
opinión, cargada desubjetividad.
Vemos a los demás como más capaces, como más valiosos… como
mejores, en definitiva. Todas estas razones nos van como anillo al dedo
paraaferrarnos a la idea de que los objetivos que anhelamos están muy
lejos,demasiado; tanto, que no sabemos ni por dónde empezar y que,
enconsecuencia, es mejor quedarnos donde estamos. Una conclusión
muyconveniente si lo que pretendemos es preservar el bienestar de
nuestro ego.
Si no lo probamos, de una cosa podemos estar seguros: no nos
vamos aequivocar. Y el sentirnos inferiores nos proporciona
precisamente eso: la
coartada perfecta para justificar por qué no lo hemos intentado.
Eso sí, si decidimos no intentarlo, debemos responsabilizarnos de las
consecuencias de no hacerlo. No podemos no intentarlo, o intentarlo
amedias, y después quejarnos del camino elegido.
Lo ideal sería que cada uno de nosotros considerásemos nuestras
características de forma aislada. Si no nos comparamos, no
podemossentirnos inferiores. De hecho, preguntémonos: ¿De qué nos
sirve saber quéposición de esa jerarquía imaginaria ocupamos? ¿Es
relevante? ¿A caso loimportante no es evitar que nos invada el miedo y
apostar por el desarrollo yel crecimiento?

¿Qué significa fracasar?


Si retomamos el ejemplo de Felipe y analizamos por qué no se atreve a
intervenir más a menudo en las clases de inglés, seguramente lleguemos
a suconcepto de error o fracaso. Si interviene y no lo hace de forma tan
fluidacomo le gustaría o se equivoca, es probable que lo interprete como
un error.Incluso, dependiendo del estado de ánimo de ese día, es posible
que sientaque ha fracasado.
Seguramente muchos de vosotros pensaréis: ¿Cómo va a considerar un
error en la clase de inglés como un fracaso? Lo cierto es que sí, puede
sonarun tanto desproporcionado; mejor dicho, es desproporcionado. Sin
embargo,seguro que todos tenemos en nuestro recuerdo una experiencia
en la vivimosun pequeño error como algo desproporcionadamente más
intenso.
Qué consideramos un error y qué consideramos un fracaso importa.
Importa porque define cómo nos sentiremos ante una futurible
situación
similar y qué tan motivados estaremos para volverlo a intentar.

EJERCICIO
¿Qué significa, para ti, fracasar?
Piensa en términos concretos: recuerda una situación en la que
consideras
que fracasaste. ¿Es la única lectura posible? ¿Podrías interpretarlo de
otraforma?

Intenta mirar al error como un aprendizaje. ¿Qué has aprendido


«gracias» a
equivocarte?

¿Qué puedes hacer la próxima vez para no equivocarte o para


«equivocarte
mejor»?
Teniendo en cuenta todo lo anterior, ¿podrías considerar que fue un
verdadero fracaso?

No soy mis errores


En algunas ocasiones solemos fusionarnos con nuestros éxitos, pero,
sobre
todo, con nuestros errores o con nuestros fracasos. Los errores,
lasequivocaciones, aquello que no ha salido como queríamos, o las veces
quehemos fallado a alguien cercano, nos atormentan.
Cometemos errores que pueden, o no, derivar en fracasos. Pero no
somosnuestros errores. Ni tampoco nuestros fracasos. Y no
debemos permitir
que eclipsen todo aquello que somos y todo el valor que podemos
aportar.
Un error o un fracaso no implica que no seamos capaces de conseguir
nuestros objetivos, ni tampoco que no seamos capaces de completar con
éxitouna tarea. Simplemente significa que en esa ocasión no hemos
sabido hacerlomejor. Debemos evitar caer en la trampa de generalizar;
de pensar que unerror es representativo, que refleja la norma general.
Si adoptamos la segunda aproximación, muy probablemente tendremos
ganas de volverlo a intentar. Lo intentaremos de nuevo y, con cada
intento,estaremos más cerca de conseguir nuestro objetivo. Pero eso
solamente
sucederá si aprendemos de cada error; si a través de cada error
aprendemos aequivocarnos mejor. Porque con esta aproximación no
somos fracasados, nosomos nuestros errores; somos personas que se
equivocan pero que, sobretodo, aprenden.

EJERCICIO
Piensa en un error que cometiste y del que te resultó difícil desprenderte
o
dejar de lado.

¿A qué área de tu vida pertenece ese error? ¿A tu vida privada, al ámbito


profesional, a tus aficiones…? ¿Qué porcentaje de tu vida representa esa
áreaen concreto?

Piensa en todas aquellas acciones, tareas u objetivos que corresponden a


esa
área. ¿Qué porcentaje de esa área representa la acción, tarea u objetivo
en laque cometiste el error, con respecto al total del área?
Ahora, piensa: ¿Cuántas veces has cometido el mismo error? Divídelo
por
las veces que has llevado a cabo esa acción, tarea u objetivo (es difícil, lo
sé;intenta asignarle un número aproximado). Finalmente multiplícalo
por cien.¿Qué porcentaje obtienes?

¿Qué puedes concluir? Puesto en contexto, ¿te parece tan grave como
creías?

Lo más importante no es cometer errores —debemos asumir que somos


personas y, por lo tanto, cometemos errores—; lo verdaderamente
importantees aprender de ellos. ¿Qué lección aprendiste «gracias» a
cometer ese error?
Autocompasión para hacer frente a los errores
Como personas que somos, cometemos errores y tenemos defectos. Pero
eso no nos hace ni peores personas, ni menos capaces, ni menos
valiosos;sino, al fin y al cabo, personas. Y como personas que somos,
tambiéncontamos con virtudes. Y, lo más importante, contamos con la
capacidad deaprender y de mejorar. Y estas capacidades son
precisamente nuestrasaliadas, porque son las que garantizan que cada
vez nos «equivoquemosmejor».
Podemos practicar la autocompasión si en nuestro diálogo interno nos
tratamos de forma positiva, cariñosa, amable, respetuosa, cercana…
Sivelamos por nuestro bienestar a la hora de escoger las palabras
queutilizamos para opinar sobre nosotros mismos y sobre nuestras
acciones. Sipreservamos el bienestar de nuestra autoestima cuando
opinamos sobrenuestros éxitos y, sobre todo, sobre nuestros errores y
fracasos.
Practicar la autocompasión no es dramatizar, ni evadir nuestra
responsabilidad, sino responsabilizarnos a la vez que no nos recreamos
ennuestros errores; en otras palabras, entendernos y centrarnos en qué
podemoshacer para mejorar nuestra situación, para mejorarnos a
nosotros mismos.Para hacerlo, podemos repetirnos:
«Me perdono por haberme equivocado una y otra vez, porque
siempre lo
he hecho de la mejor forma que he podido».

EJERCICIO
Solo por un día…, en vez de machacarte por haber cometido un error,
¿por
qué no pruebas a decirte lo siguiente?
«Me perdono por haberme equivocado, lo hice de la mejor forma que
pude».

Acto seguido, intenta mirar al error como un aprendizaje. Pregúntate


qué
puedes aprender y apuesta por la responsabilidad: la próxima vez,
equivócate
mejor.
CAPÍTULO 7
Creencias que nos limitan

Tanto si crees que puedes, que eres capaz, que conseguirás tus
objetivos;
como si crees todo lo contrario, estás en lo cierto. Porque creas lo
quecreas, si te dejas llevar por esos mensajes, si permites que guíen
tus
acciones, estarás creando tu realidad. Una realidad que puede ser
tanesperanzadora y exitosa, como limitante. Una realidad que
reflejará la
naturaleza de los mensajes que te mandas.

El peso que arrastramos «gracias» a nuestras creencias


«Recuerda que en lo que crees dependerá mucho lo que eres».
Noah Porter
Las creencias son concepciones de la realidad profundamente arraigadas
ennuestro pensamiento que mediatizan nuestra percepción de la gente
con laque nos relacionamos, de las situaciones que vivimos y de nosotros
mismos(de nuestra forma de ser, de nuestras capacidades...). Las
creencias suelenreflejar las normas que utilizamos y a partir de las
cuales nos guiamos a lahora de interpretar lo que nos sucede. También
nos ofrecen informaciónsobre nosotros mismos, sobre las personas que
nos rodean y sobre el mundoen general. Recogen nuestra visión al
respecto.
¿Cómo te ves? ¿Te consideras una persona interesante, atractiva,
simpática,
exitosa…? ¿O más bien aburrida, del montón, seca,
fracasada…?¿Consideras que eres mejor que el resto o todo lo contrario?
¿Te sientesmerecedor de atención, felicidad y afecto? ¿Consideras que
los demás tienen
más suerte que tú, que les van mejor las cosas y que todo les resulta
másfácil? ¿Eres capaz de ver lo bueno que hay en el mundo? O, por lo
contrario,¿tienes facilidad para poner énfasis en todo aquello que no
funciona? Lasrespuestas a estas preguntas pueden resultar reveladoras
en tanto que ponen
sobre la mesa nuestras creencias.
Nuestras creencias se encuentran en lo más profundo de nuestro
pensamiento. Dar con ellas no es tarea fácil, ya que no somos conscientes
deellas sin un trabajo previo. En el otro extremo encontramos los
pensamientosautomáticos; estos son los que aparecen de repente en
nuestro diálogo internoproporcionándonos información sobre la
situación que acabamos de vivir.
Los pensamientos automáticos nos ayudan a actuar, indicándonos la
forma
en que debemos interpretar una determinada situación, como hemos
visto enanteriores capítulos. A pesar de que aparentemente nos resulten
muy útiles —y, efectivamente, lo sean—, estos están basados en nuestras
creencias. Siestas nos llevan a interpretar la realidad de una forma
determinada, lospensamientos automáticos estarán encaminados a
actuar acorde con dichascreencias. Y, si las creencias tienen una
connotación negativa o limitante, lospensamientos automáticos la
reflejarán.

A pesar de que, como hemos comentado, las creencias son inconscientes,


estas no solamente afectan a nuestros pensamientos, sino que también
tienenefecto en nuestras emociones haciendo que nos sintamos tristes,
nerviosos,enfadados, frustrados, impotentes… Pero no solo eso, sino que
también seacompañan de reacciones corporales como sudar, llorar…
Para acceder a las creencias debemos trabajar primero a nivel de
pensamientos. A pesar de que estos se encuentran en un nivel accesible
de laconciencia, para pescarlos debemos prestar especial atención a
nuestrodiálogo interno. Si prestamos atención a lo que nos pasa por la
cabeza cuando
algo nos va genial, o cuando algo no nos sale como esperábamos, es
posibleque acabemos topándonos con los pensamientos automáticos.
Para entender cómo podemos acceder a nuestras creencias,
analizaremos el
caso de Ingrid. Ingrid tiene 37 años, es bibliotecaria y vive con su hijo y
supareja. Acude a terapia porque está cansada de no conseguir nada.
Lepregunto a qué se refiere con «nada».
«Hace unos meses me apunté al gimnasio; he ido cuatro veces contadas.
El
año pasado quise retomar las clases de guitarra; me descargué un
cursovirtual y lo dejé de lado en seguida. Y hace dos años me volví a
poner con elinglés; incluso me apunté a una academia, pero hice un curso
y ya. Mesaltaba algunas clases, no hacía los deberes… Estaba tirando el
dinero, asíque al año siguiente lo dejé».
Creo que empezaba a entender por qué Ingrid sentía que no conseguía
nada.
En los últimos años había empezado o retomado algunas aficiones a
modo deproyecto personal, y parece que ninguna le había durado
suficiente —o, almenos, no lo suficiente como para que ella se sintiera
satisfecha—.
Todas las experiencias que me había explicado se concentraban en los
tres
últimos años. Le pregunté por periodos anteriores.
«Todo comenzó con una cena de compañeros de instituto. Parecían tan
contentos con sus aficiones... Unos juegan a pádel, otros van al
gimnasiocada día —¡cada día!—, otros están estudiando idiomas… Y me
preguntaronpor mis aficiones. Me sentí tan mal, Montse…».
Le pregunté qué pensamientos la invadieron en ese momento.
—No te sabría decir con exactitud. Creo que sentí como que no estaba
haciendo nada en la vida.
—¿Nada?
—Quiero decir, que trabajo, sí. Pero en mi tiempo libre no hago nada.—
¿Y qué dice esto de ti? ¿Y de tu vida?
—¿Qué quieres decir? No te sigo.
A Ingrid le estaba pasando lo mismo que le suele suceder a muchas
personas llegados a este punto: no estamos acostumbrados a prestar
atencióna nuestros pensamientos y, mucho menos, a analizar qué hay
detrás de losmismos.
—¿Qué significa que en tu tiempo libre no hagas nada? —reformulé.—
Significa que estoy perdiendo el tiempo —contestó con arrebatadora
seguridad.
—¿Y si es así? ¿Y si realmente pierdes el tiempo, qué significa? ¿Qué dice
de ti como persona?
—Que pierdo la oportunidad de conseguir cosas. Que me acomodo.
—¿Conseguir cosas? —Dejé un breve espacio de tiempo; parecía que
Ingrid necesitaba ir asimilando hacia dónde íbamos—. ¿Qué quieres
decircon que pierdes la oportunidad de conseguir cosas?
—Quiero decir que, en vez de estar planteándome nuevos retos, me
estoy
conformando.
—¿Y eso quiere decir que eres una persona conformista, por
ejemplo?—Sí, es posible. Sí.
—¿Y qué pasa si eres una persona conformista?
A Ingrid le cambió la cara. Lo tomé como una buena señal. Como señal
de
que estábamos yendo por buen camino. Esta vez tardó algo más en
responder.
—Que no voy a conseguir nada en la vida.
Sus ojos empezaron a ponerse vidriosos. Merecía la pena continuar y
así se
lo hice saber:
—Parece que pensar que no vas a conseguir nada en la vida te resulta
doloroso. Para poder gestionar estos pensamientos de forma más sana
esnecesario que vayamos a la raíz de los mismos.
—De acuerdo. Entiendo.
—Sigamos pues: imaginemos que fuese cierto que, con tu actitud, no
fueses
a conseguir nada en la vida. ¿Qué significaría?
—Significaría que mi vida no ha servido para nada. Que la he tirado a la
basura. Que no tiene sentido.
Parecía que habíamos llegado al nivel más profundo de la lógica de sus
pensamientos. Cada vez que, por el motivo que fuese, Ingrid no era capaz
demantener una actividad de forma constante, se enfrentaba a una
creencia quele hacía daño: «debo invertir mi tiempo en alcanzar nuevos
objetivos parasentir que mi vida ha tenido sentido». Esa creencia, de
hecho, no era elresultado, sino el origen de todos sus esfuerzos: Ingrid
estaba buscando laforma de sentir que estaba aprovechando su tiempo
libre justamente paraevitar sentir que estaba tirando su vida a la basura.
Y, cada vez que fracasabaen el intento —así es cómo lo experimentaba
ella—, se alejaba de laposibilidad de obtener un sentido de propósito en
la vida.
Parece que habíamos dado con una creencia. Ahora debíamos indagar en
su
origen. Lo localizamos: uno de los mensajes que Ingrid había recibido
desde
pequeña era que el tiempo es oro, que se escapa de las manos y que
debíaaprovecharlo de la mejor forma posible y siempre encaminada a
conseguirobjetivos, a alcanzar una sensación de logro. Algo que no quedó
solamenteen mensajes, sino que se tradujo en las múltiples actividades
extraescolaresque realizaba de pequeña. Cada hora de su tiempo libre
estaba destinada auna actividad. Cada vez que conseguía un logro como
una medalla en unacompetición de patinaje artístico o un diploma de
solfeo, sus padres laanimaban a conseguir más y más, y le decían: «así se
hace», «esa es mipequeña», «ahora, a por otro objetivo», «¡demuestra lo
que vales!». Estosmensajes formulados con la mejor de las intenciones
animaban a Ingrid aseguir queriendo más. Se sentía capaz y valiosa. Pero
dejaron de ser positivoscuando se convirtieron en la única estrategia a
través de la cual se sentía
capaz y valiosa.
Lo conveniente hubiese sido que Ingrid hubiese diversificado; que
hubiese
dado con otras formas de sentirse bien, capaz y valiosa. Pero en ese
momentoIngrid no era consciente de las consecuencias que podía
acarrear depositartodos sus esfuerzos y su autoestima en ello; jugársela
a una sola carta. Era laestrategia que conocía para sentirse bien, capaz y
valiosa; le funcionaba, asíque no se la cuestionaba. Hasta que un día le
sobrepasó la situación y se diocuenta de que la lectura que había
interiorizado de los mensajes que habíarecibido, había causado mella en
su bienestar y decidió hacer algo al respecto.
Ingrid había conseguido desmarcarse de estos mensajes en la primera
etapa
de su adultez. Se había licenciado en Filología Hispánica, había
conseguidoun trabajo en la biblioteca de la universidad y estaba
satisfecha con lo quehabía conseguido. No necesitaba más. «Estaba
cansada de conseguir,conseguir, conseguir. Pero fue ir a esta reunión de
compañeros del instituto yvolví a experimentar lo que sentía hace unos
años».

EJERCICIO
Piensa en una situación reciente en la que experimentaste cierto
malestar
emocional y responde las siguientes preguntas para identificar una de
tuscreencias. El objetivo de este ejercicio es que, como en el caso de
Ingrid,
enlaces pensamiento tras pensamiento para acabar accediendo a los
nivelesmás profundos, a tus creencias.

¿Qué pensaste? ¿Qué te pasó por la cabeza en ese momento?

¿Qué significa? ¿Qué dice de ti o de tu visión sobre tu persona, sobre los


otros o sobre el mundo en general?

Y eso ¿qué significa?

Sigue indagando. ¿Qué hay detrás de esa visión de ti mismo, de los


demás y
del mundo en general?
¿Qué significa?

¿Qué conclusión sacas? ¿Cuál podría ser la creencia detrás de esos


pensamientos?

El origen de nuestras creencias


«Tengo la sensación de que todo lo hago mal». La experiencia me dice
que,
cuando llegáis a consulta y parte del malestar procede de
afirmacionesanálogas a esta, debemos buscar su origen en el entorno.
Nadie nace con una baja confianza en sí mismo. Si la desarrollamos es
como fruto del contacto con nuestro entorno. Un entorno que puede
noproporcionarnos la atención, el cariño y el reconocimiento que
necesitamospara desarrollar una autoestima sana. Un entorno que, a su
vez, no
necesariamente ha recibido todo aquello que necesitaba. Un entorno al
quequizás también le ha faltado atención, cariño y reconocimiento. Un
entornoque, como nosotros, quizás también lleve una mochila con
heridas,necesidades no atendidas y carencias.
Para hablar de nuestras creencias debemos remontarnos a nuestra
infancia y
adolescencia. El origen de nuestras creencias limitantes puede
encontrarse enesas etapas como resultado de nuestras interacciones con
nuestros padres,profesores y figuras que representan (o representaban)
un referente paranosotros. Y esto sucede incluso si hemos tenido lo que
podríamos calificarcomo una infancia feliz.
Nuestras creencias también pueden ser fruto de las experiencias que
hemos
vivido o de las opiniones que hemos recibido por parte de compañeros
declase; o, en la adultez, por parte de amigos, de parejas, de compañeros
deltrabajo, de supervisores… Todos ellos han contribuido a formar
nuestroautoconcepto y, por lo tanto, es posible que hayamos integrado
en nuestrosistema de creencias mensajes que hayamos recibido por
parte de todos losanteriores.
Por favor, no me malinterpretéis. La intención de estas líneas no es
culpar a
nuestro entorno, sino encontrar una explicación de por qué pensamos
comopensamos; por qué opinamos lo que opinamos de nosotros mismos,
de lasotras personas y del mundo en general. En la mayor parte de los
casos, losmensajes que recibimos están formulados con la mejor de las
intenciones. Sino se hizo de otra forma, si no se escogieron mensajes más
alentadores y, enocasiones, más realistas, seguramente sea porque se
ignoraban lasconsecuencias negativas que estos podían tener, o bien
porque se estabaobrando de la mejor forma que se sabía.
Desde que nacemos, estamos sometidos a todo tipo de mensajes que nos
programan, que nos indican cómo debemos pensar, sentir y actuar para
ser deuna determinada manera. Estos mensajes nos resultan muy útiles
para viviren sociedad y para adaptarnos a las normas y costumbres de
nuestro entorno.Sin embargo, este no es el caso de todos y cada uno de
los mensajes querecibimos. Algunos de ellos acaban derivando en
creencias limitantes.
«Debes estudiar para ser alguien», «llorar es de débiles», «demuestra
que
eres un hombre», «nunca tires la toalla», «no vales para esto», «tienes
quemostrar tu valía», «con ese mal genio, nadie te va a querer», «debes
lucharpor tus objetivos y lograr grandes cosas».
¿Te suenan? Seguro que has podido relacionar estas frases con personas
que han pasado por tu vida. Algunas de ellas quizás las hayas escuchado
enprimera persona; otras quizás hayan salido de la boca de familiares y
amigos.Son muy comunes en nuestra sociedad.
Hay algunos mensajes que tienen un carácter claramente limitante, que
esconden la idea de que, si no somos de la manera en que se nos indica
quedebemos ser, no seremos aceptados por quienes nos rodean, no
tendremoséxito, no seremos queridos, no seremos felices… Estos
mensajes nos hacenun flaco favor, en tanto que nos indican una única
forma de ser, de pensar yde sentir; y no contemplan otras posibilidades
igual de legítimas y, sobretodo, igual de válidas.
Por otro lado, encontramos los mensajes que hemos ido recibiendo
sobre lo
que pensábamos, lo que sentíamos y lo que hacíamos. Nuestros padres y,
engeneral, los adultos que han sido un referente para nosotros, son
quienescontribuyen a formarnos una imagen de nosotros mismos. En
otras palabras:acabamos adoptando la imagen que los mayores
proyectan de nosotros. Esposible que en algún momento hayamos
recibido mensajes de naturalezasimilar a la siguiente:
«¿Por qué no pruebas con otra cosa?», cuando le dices a tu padre que
quieres apuntarte a karate.
«Esto no es lo tuyo…», cuando tu madre te ayuda con los deberes de
lengua.
«Deja, ya lo hago yo», cuando intentas echar una mano en la cocina.
Los mensajes anteriores tienen como objetivo hacernos la vida más
fácil o
bien protegernos de posibles fracasos. Sin embargo, si recibimos
mensajescomo estos de manera sistemática, llegamos a la conclusión de
que todo lohacemos mal, de que no se nos da bien nada, de que no
estamos preparados,de que no valemos. Todos estos mensajes van
calando lentamente, se vanconvirtiendo en nuestra normalidad. Y,
además, los creemos a pies juntillas,porque nos encontramos en un
momento de especial vulnerabilidad,momento en que estamos forjando
nuestra propia imagen. Y, por si fuese
poco, estos comentarios salen de la boca de personas que son un
referentepara nosotros, a cuya opinión atribuimos validez y no osamos
cuestionar.
Nuestro entorno sigue teniendo peso en la edad adulta. El historial de
críticas que recibimos por parte de nuestras parejas, amistades o
compañerosde trabajo pueden encontrarse también en el origen de
nuestra bajaautoestima. Es posible que las críticas estén fundamentadas,
pero que seanexcesivas o argumentadas de tal forma que no sean
constructivas. En otrasocasiones, es posible que seamos nosotros
quienes hagamos una lectura másnegativa que la que pretendía la
persona emisora del mensaje. En cualquiercaso, debemos tener muy en
cuenta lo siguiente:
No siempre que se nos corrige o se nos critica hemos hecho algo
mal. Esposible que nos hayamos topado con alguien para quien todo
siempre
está mal, incluso si lo hacemos como nos ha indicado.
«Tengo la sensación de que todo lo hago mal»
Así es como suele suceder: hacemos algo; se nos critica. Quizás lo
hayamos
hecho de forma mejorable; quizás incluso lo hayamos hecho bien.
Realmentepoco importa porque no nos corrigen, sino que nos muestran
cómo tenemosque hacerlo. La forma de hacerlo. La única válida. Lo
intentamos de nuevoaplicando lo que consideramos que hemos
aprendido de las correcciones. Denuevo, nos equivocamos. Y, de nuevo,
nos corrigen. «¿Cómo puede ser, si lohe hecho como me dijo?», nos
preguntamos. Y así, (supuesto) error, tras(supuesto) error, vamos
construyendo una historia de fracasos.
En algunos casos —y esto quizás os parezca un tanto extremo—, en
consulta llegamos a la conclusión de que, con determinadas
personas,hagamos lo que hagamos, lo hacemos todo mal. ¿Cómo es
posible, si lohacemos de la forma indicada? Que, ¡cuidado!, no
necesariamente es la máscorrecta ni la mejor. La respuesta es la
siguiente: resulta que hemos topadocon alguien a quien todo,
absolutamente todo, le parece mal. Incluso sihacemos lo mismo que él o
ella. No importa. Todo. Está. Mal. Excepto si lo
hace él o ella, en cuyo caso está bien.
¿Cuál suele ser nuestra aproximación tras varios intentos? Cedemos al
«trae, ya lo hago yo» o al «deberías haberme hecho caso» o al «la próxima
vez mejor lo hago yo». Cedemos con la mejor de las intenciones: para
evitarun conflicto y porque, experiencia tras experiencia, acabamos
convencidos deque la otra persona lo hace mejor que nosotros. Pero acto
seguido nos invadeun sentimiento de frustración que contribuye a
mermar nuestra autoestima.Acabamos aprendiendo que si lo hacemos
nosotros está mal. Y que, si lo hacela otra persona, es garantía de éxito. Y
no nos planteamos por qué, porquetodo sucede de forma tan
aparentemente inocua y lo tenemos tan integrado ennuestro día a día,
que somos incapaces de ver el poder que mensajes como losanteriores
tienen en nuestra mente.
Con el paso del tiempo, hacemos menos cosas y las que hacemos son
menos importantes porque no nos fiamos de nosotros mismos, ni de
nuestrocriterio, ni de nuestra capacidad para hacerlas. Acabamos
reduciendo nuestravida y cualquier posibilidad de demostrarnos nuestra
propia valía. Y así,crítica tras crítica, cesión tras cesión, vamos
dinamitando nuestra autoestima.
Este era el caso de Sara, una chica de 26 años que, a pesar de ser
perfectamente independiente, se siente incapaz de tomar pequeñas
decisiones.Sara vive en Manchester desde hace 2 años. Tomando el
ejemplo de su amigoJuan, decidió que si quería crecer y convertirse en
una persona adulta nopodía seguir estando cerca de su familia. Tras
acabar sus estudios deTraducción e Interpretación, se marchó de casa de
sus padres —ubicada enun pueblecito de Toledo— a Madrid, en busca de
autonomía e independencia.Autonomía e independencia que no
encontró.
«Seguía estando demasiado cerca», me comentaba. Le pregunté qué
significaba.
«Mi madre, a quien adoro, seguía preparándome los tuppers de la
semana;
seguía planchándome las camisas; seguía viniendo a casa de vez en
cuandopara ver qué podía necesitar… Por favor, no me malinterpretes.
Mi madreresultaba de gran ayuda. En ese momento trabajaba en una
multinacionalcomo traductora; tenía poco tiempo para lo más básico
como prepararme lacomida, hacer las cosas de la casa… La verdad es que
era, y soy, un desastre.Tenía que ir siempre vestida de manera impoluta
y a mí eso de planchar no seme da bien. Mi madre siempre dice que yo no
sirvo para las cosas de casa».
Puesto en contexto sonaba coherente. Puri, la madre de Sara, quería
ayudarla en todo lo posible, quería hacerle la vida fácil. «Demasiado
fácil»,comentaba Sara. «Le estaré eternamente agradecida; pero había
algunas cosasque eran innecesarias, que me impedían convertirme en
una adultaresponsable».
Quería saber a qué se refería. «A veces venía a casa y, para ayudarme, me
limpiaba el polvo y me ordenaba las cosas. Para que te hagas una idea,
unavez reorganizó la cocina a su gusto porque así me iba a resultar más
fácilencontrar las cosas. También me compraba la ropa porque decía que
ellasabía cómo debía vestir en la oficina».
Parecía que Puri, con la mejor de las intenciones, estaba asumiendo
responsabilidades que ya no le correspondían. Su hija era una
adultaresponsable y, como tal, debía actuar de forma autónoma e
independiente.Justamente algo que no podía hacer si la tenía cerca. Y no
solamente eso,sino que los mensajes que le enviaba iban en la línea de:
«deja, ya lo hagoyo», aunque fuese con la mejor de las intenciones.
Porque si era Puri quien loacababa haciendo, era porque ella lo hacía
mejor; porque ella sí que lo sabíahacer —no como Sara—.
Esa falta de autonomía e independencia se convirtieron en
inseguridades;
motivo de consulta de Sara. «Ahora estoy en Manchester, viviendo
sola.Siento que he puesto la distancia que necesitaba. Pero me siento
poco capaz.Todo me genera inseguridad. De hecho, continúo
manteniendo algunascostumbres: solamente pruebo nuevas recetas si
previamente mi madre meexplica cómo hacerlas; no me compro ropa,
espero a ir a visitarla parallevarme la ropa que me ha comprado ella; le
pido consejo sobre cómoordenar las cosas de casa…».
Sara había delegado tanto en su madre o, dicho de otra manera, Puri no
se
había desvinculado lo suficiente como para que su hija sintiese que ella
podíahacerlo, que su propio criterio era tan válido como el de su madre,
que nohacía falta consultarle antes de hacer ciertos movimientos o
tomardeterminadas decisiones. Y no solo eso, sino que los mensajes
implícitos
(pero también explícitos) que Sara recibía por parte de su madre, le
decíanque era mejor que siguiera delegando en ella.

EJERCICIO
Responde a las siguientes preguntas para saber si una creencia
relacionada
con lo que eres capaz de hacer es limitante o si, por lo contrario, te ayuda
acrecer y te acerca a tus objetivos.

¿Qué consideras que no puedes o no eres capaz de hacer, de obtener, de


alcanzar?

¿En qué medida la creencia anterior te ayuda a crecer como persona, a


superarte? ¿En qué medida te anima a vivir la vida que quieres?

¿Te ayuda y te motiva a avanzar? Piensa: ¿Cuál ha sido el precio que has
pagado hasta ahora por pensar y actuar en función a esta creencia?
¿Cuáleshan sido las consecuencias?
Intenta reformular la creencia de manera que no te resulte limitante; al
contrario: la idea es que te ayude a progresar, a superarte, a acercarte a
la vidaque quieres tener. Te resultará útil pensar en situaciones en las
que actuastecontradiciendo a esa creencia. Por ejemplo: en vez de decir
«no soy capaz detomar una decisión sin consultarla previamente»
puedes decir «en ocasionesme siento inseguro tomando decisiones que
no haya consultado previamente,pero eso no significa que no sea capaz
porque, de hecho, en alguna ocasiónhe tomado decisiones de forma
autónoma y me ha ido bien». Otro ejemplo:«puede que no sepa hacerlo
perfectamente, pero soy capaz de aprender y
mejorar».

Mensajes peligrosos, creencias limitantes


Si recibimos mensajes como los que hemos visto a lo largo de este
capítulo
por parte de figuras a las que no les otorgamos credibilidad,
seguramente noscausarán indiferencia. Sin embargo, cuando los
verbalizan figuras que, ya seadebido a su posición de autoridad (como,
por ejemplo, profesores) o bien porla relevancia que les otorgamos
nosotros (por ejemplo, padres, amigos),resulta tremendamente fácil que
estos mensajes calen.
Recordemos cuándo somos especialmente vulnerables a incorporar en
nuestro sistema de creencias mensajes del exterior: en las primeras
etapas de
nuestra vida. No es casualidad que sea justamente cuando tenemos
menosdesarrollado nuestro espíritu crítico y nuestra capacidad para
dudar de lo quese nos dice.
A todos nos ha pasado, durante nuestra infancia hemos tenido a nuestros
padres y madres en un pedestal y creíamos que todo lo que opinaban y
hacíanestaba bien, que era el camino a seguir. Es habitual que suceda
hasta laadolescencia, etapa en la que comenzamos a distanciarnos de sus
opiniones yacciones; empezamos a ser críticos.
Sin embargo, a pesar de nuestra capacidad para poner en duda a
nuestras
padres y madres, no cuestionamos las creencias que, gracias a ellos —
juntocon nuestros profesores, las películas que hemos visto, los libros
que hemosleído, las opiniones de amigos que hemos recibido…—, hemos
idointegrando; porque para cuando desarrollamos una capacidad
deintrospección y de juicio crítico, ya tenemos tan integrados y
tannormalizados esos mensajes como parte de nuestras creencias que no
somoscapaces de reconocerlas y, mucho menos, de ponerlas en duda.
Esto sucede en parte porque, para conformar nuestra identidad,
necesitamos
que haya coherencia entre lo que nosotros pensamos de nosotros
mismos y loque los demás creen que somos (o, cuanto menos, el mensaje
que nos hantransmitido al respecto).
Por lo tanto, en relación a las creencias limitantes, podemos decir
que:1. No somos conscientes de ellas: hace falta hacer un trabajo de
autoconocimiento para identificarlas.
2. No solemos ponerlas a prueba: la consecuencia inmediata de no ser
conscientes de nuestras creencias limitantes es que campan a sus
anchas,afectando nuestro día a día, sin cuestionarlas o ponerlas a prueba.
Algunos ejemplos muy comunes de creencias limitantes son:

- «No soy capaz», cuando nos enfrentamos a una situación nueva.


- «No valgo para nada», cuando algo no nos sale bien.
- «Nadie se fijará en mí», cuando nos miramos al espejo y no podemos
evitar centrarnos en lo que no nos gusta de nuestro físico.
- «No va a salir bien», cuando nos encargamos de preparar una cena en
casa
con amigos o una reunión familiar.
- «Tengo que ser perfecto», cuando sentimos que no somos lo
suficientemente buenos incluso a pesar de ostentar un historial lleno
deéxitos.
- «Si fallo, seré una fracasada», ante una situación que sentimos que
pone a
prueba nuestros conocimientos o capacidades.
- «Debo ser duro para hacerme respetar, de lo contrario se van a reír de
mí»,
en situaciones sociales o en el trabajo, al relacionarnos con otras
personas.
- «Soy un desastre», cuando se nos olvida algo o nos equivocamos.
- «Nadie me quiere», cuando un amigo no nos pregunta cómo estamos
tan a
menudo como nos gustaría.
- «No puedo permitirme llorar, no puedo ser débil», ante una situación
que
nos entristece.
- «Me voy a quedar solo», cuando nuestra pareja nos formula una
queja.- «No se puede confiar en la gente», cuando nos llevamos una
decepción.

EJERCICIO
Echa un vistazo a los ejemplos de creencias limitantes que acabas de
leer.
¿Te han resultado familiares? ¿Cuáles? Escríbelos en la tabla.
Después,intenta pensar en los mensajes que recibías de tu exterior: ¿Qué
mensajespueden estar detrás de las creencias que acabas de escribir?
Seguramente setrate de mensajes que se repetían una y otra vez y que
has acabadoincorporando en tu propio sistema de creencias.
¿Qué se espera de ti?
Las expectativas que tienen de nosotros, lo que las personas de nuestro
alrededor esperan que consigamos, los objetivos que creen que somos —
o nosomos— capaces de conseguir. Todo ello nos afecta. Tanto si lo que
seespera de nosotros es positivo, es decir, que tengamos un futuro
brillante, deéxito; como si lo que se espera de nosotros son objetivos
muy asequibles ynada ambiciosos.
Os presento a Carla. Tiene 42 años y una carrera profesional que muchos
catalogarían como brillante o envidiable. Esas mismas palabras utilizan
sumarido, sus amigas y sus hermanos. Pero Carla no lo siente así. De
hecho,uno de los motivos por los que nos conocimos fue porque decidió
que habíallegado la hora de hacer algo con ese peso que sentía desde
jovencita, con esasombra de perfección que la perseguía desde hacía
décadas.
Carla es la mayor de 3 hermanos: Fran de 34 y Maica de 28. Este dato no
es
gratuito. De hecho, nuestra intervención pivotó alrededor de los
conceptos«hermana mayor» y «ejemplo a seguir». Palabras que
escuchaba una y otravez por parte de su padre.
«Mi padre siempre ha querido lo mejor para nosotros. De pequeños
siempre
nos insistía en que debíamos estudiar y labrarnos un futuro, tener
lasoportunidades que él nunca tuvo».
Julián, el padre de Carla, proviene de una familia muy humilde. Se
incorporó al mercado laboral a muy temprana edad y, desde entonces, se
hadedicado al mundo de la construcción. A juzgar por lo que comentaba
Carla,Julián está satisfecho con su trayectoria, pero desearía que sus
padreshubieran podido pagarle una carrera y haber estudiado
Arquitectura oIngeniería.
La espina de Julián, el anhelo de lo que hubiera querido lograr, se
traducía
en comentarios que él formulaba constantemente para animar a sus hijos
a darlo mejor de ellos. «Tenéis que aprovechar cada oportunidad»,
«tenéis queluchar por llegar a lo más alto».
Lo hacía en cada examen, cada vez que hablaban del colegio y del
instituto.
Sobre todo, a Carla, que era la mayor: «tú, como hermana mayor, tienes
quedar ejemplo».
Carla siempre ha tenido una relación estrecha con sus hermanos. Estos
le
explicaban sus problemas en el instituto y ella, que ya había pasado por
esaetapa, les aconsejaba en base a su experiencia. Sabía que ejercía
ciertainfluencia sobre sus hermanos y, por supuesto, que ellos la
tomaban como unejemplo. No necesitaba que su padre se lo recordase.
En la actualidad, esos mensajes que su padre formulaba con la mejor de
las
intenciones para animar a sus hijos a alcanzar sus objetivos resonaban
en sucabeza invitándola a conseguir más y más. Cada error o cada
contratiempo lointerpretaba como un fracaso; un fracaso que la alejaba
de su objetivo:conseguir, conseguir, conseguir. Objetivo que creía que la
acercaría a lafelicidad y a la plenitud.
Profecía autocumplida
«Creemos demasiado en las creencias, porque es más cómodo no
cuestionarnos a nosotros mismos».
Walter Riso
Seguro que has oído hablar de la profecía autocumplida o del efecto
Pigmalión. Ambos términos hacen referencia a las etiquetas que se nos
poneny al impacto que estas tienen en nuestra actitud y comportamiento.
Como hemos visto a lo largo de estas páginas, desde pequeños recibimos
mensajes acerca de cómo somos, pero también acerca de lo podemos
llegar aser o de lo que somos capaces de conseguir. Estos mensajes van
calando. Abase de escucharlos, los vamos interiorizando e integrando en
nuestroautoconcepto. Nos los creemos tanto, que pueden mediatizar
nuestra actitud yconducta, hasta nuestros éxitos.
La profecía autocumplida funciona de la siguiente manera:
Creemos que no podemos, que no somos capaces de hacer o de
conseguir
algo, o incluso que no lo merecemos. Estos pensamientos nos
inmovilizan,hacen que no nos pongamos manos a la obra y, como
consecuencia, que nodesarrollemos nuestro potencial, o que no
adquiramos los conocimientos
necesarios para conseguir nuestros objetivos. Perdemos cualquier
oportunidad que teníamos de demostrar que nuestras creencias
estánequivocadas, que no reflejan la realidad, que podemos, que somos
capaces.
Por si fuera poco, en nuestro interior nos queda un mal sabor de boca.
«Ni
siquiera lo has intentado», nos decimos. «Ves, no eres capaz de
conseguirlo,y lo sabes, por eso ni lo intentas». Mensajes que todavía nos
alejan más denuestros objetivos.
Lo cierto es que esos mensajes tienen parte de razón. Si nos ceñimos a
los
resultados, podemos afirmar con total seguridad que no lo hemos
conseguido.Es un hecho. Y nuestros pensamientos lo utilizan a su favor
para hacerse másfuertes: lo tomamos como una confirmación irrefutable
de que lo quecreemos es cierto.
Antes podíamos ponerlos en entredicho, podíamos pensar que
todavía no
lo habíamos conseguido porque no lo habíamos probado. Pero
ahora,
después de no intentarlo, después de habernos rendido, después de
habersucumbido al «no puedo, no soy capaz», confirman la
realidad. Aquellarealidad que no nos gusta, que nos hace sentir
menos capaces, ahora esun hecho. Y nuestras creencias ahora son
más fuertes; porque no son
creencias, ahora son hechos.
Y esto sucede porque no tenemos en cuenta que existe otra posibilidad;
que
tenemos otra opción. Que podemos dejar de alimentar esas creencias
que noslimitan, que nos inmovilizan, que nos hacen cada vez más y más
pequeños, ymenos valiosos, y menos capaces.

Pongamos un ejemplo:
De pequeña, a Laura le costaba atarse los cordones de los zapatos y
abrocharse los botones de la ropa. Su madre, al darse cuenta, pensó que
tenía
problemas de coordinación motora. «Mi hija no es capaz de
hacerlo»,concluyó. Como consecuencia de esta afirmación, cuando Laura
tenía queatarse los cordones de los zapatos, le decía: «trae, anda, ya lo
hago yo». Ocuando tenía que abrocharse los botones de la ropa, le decía:
«dame, quetenemos prisa».
En secundaria, el grupo de amigas de Laura se apuntó a la extraescolar
de
hiphop. Laura se lo planteó a su madre, quien le dijo: «¿Estás segura?
Lacoordinación no es lo tuyo, no creo que sea buena idea. ¿No te
apetecería másprobar con robótica?».
La vida de Laura estaba llena de comentarios como estos, acompañados
de
una expresión facial que mostraba tener poca confianza en las
habilidadesmotrices de su hija. Lo que Laura pensaba en ese momento
era: «mi madre noconfía en que pueda hacerlo bien».
Laura, mensaje tras mensaje, iba incorporando en su autoconcepto la
idea
de que es torpe. Pero no solamente eso, sino que la actitud de su madre
hacíaque tuviera muchas menos oportunidades para desarrollar su
capacidadmotora; al menos no tantas como tendría si su madre no
considerase que noes capaz. Esto es debido a que, su madre, con la mejor
de las intenciones,para protegerla de posibles fracasos y para ponerle las
cosas fáciles, decidíaser ella misma quien le hiciera las cosas a Laura; o
decidía «evitarle disgustosa la niña» —palabras textuales—. De esta
forma Laura tenía menosoportunidades para desarrollar sus habilidades
motoras. ¿El resultado?Acababa convirtiéndose en esa niña con
motricidad pobre.
Pero este no es el resultado definitivo.
Laura ahora tiene 32 años y trabaja como administrativa en una
empresa
logística. Sus compañeras de departamento han pensado en apuntarse a
clasesdirigidas en el gimnasio al lado de la oficina. Quieren hacer zumba
y salsa. ALaura le atrae la idea, siempre le ha gustado el baile; pero, como
ya sabemos,es una relación amor-odio y el componente aversivo pesa
más en la ecuación.
Laura ni se lo piensa: «chicas, me gustaría… de verdad que sí. Pero no se
me va a dar nada bien. Soy muy torpe». Laura repite los mensajes que
recibióde pequeña, aquellos mensajes que se ha ido repitiendo desde
entonces y que
la han privado de muchas experiencias en las que le hubiese
gustadoparticipar. Aquellos mensajes que ha llegado a incorporar como
propios en sudiálogo interno.
En terapia trabajamos qué era lo peor que podría pasar. «Que se
confirme
que soy torpe, y que se rían de mí». Le pregunté el nivel de experiencia
desus compañeras. A juzgar por su respuesta, parecía que todas tenían el
mismonivel: principiante.
—¿Qué sucede si se ríen de ti?
—Nada, supongo. —Laura vaciló un poco, pero esa fue su respuesta.—
¿Por qué? —le pregunté.
—Porque probablemente yo también me reiría. De mí, y de ellas. Sin
mala
intención, ¿eh? Hay muy buen rollo. Nos divertiríamos, supongo.
Nada, no pasaba nada si se reían de ella. Y eso es lo peor que podía pasar.
Eso, y que se confirmara que Laura es torpe. Pero eso ya lo sabía. Así que
nopasaba nada por intentarlo.
—¿Y qué ganarías, Laura, si lo intentas?
—Pues me llevaría una experiencia divertida, eso seguro.
—¿Y qué más?
—No entiendo…
—¿Qué más podrías conseguir, si la experiencia va bien? ¿Qué pasaría
con
el «soy torpe»?
—Si la experiencia va bien, el «soy torpe» ya no me importaría
tanto.—Eso es. ¿Y seguirías viéndote igual de torpe?
—Pensaría que soy torpe, pero que puedo bailar.
Acabamos el razonamiento con un:
—¿Y no es eso suficiente para darte una oportunidad?

EJERCICIO
¿En qué ocasiones o frente a qué tareas sueles decirte que no puedes,
que
no eres capaz, que no vas a conseguir tus objetivos?
¿Cuál es la consecuencia de pensar en esos términos? ¿Qué consigues
«gracias» a esos mensajes?

¿En qué te basas para creer que son ciertos, que no puedes, que no eres
capaz, que no vas a conseguir tus objetivos?

¿Es posible que, como a Laura, te suceda que no te has dado una
oportunidad para demostrarte que quizás sí que puedes, que sí que
erescapaz?
¿Qué lección obtienes de todo lo anterior? ¿Qué consejo me darías si yo
estuviera en tu situación?

¿Qué hacemos con nuestras creencias? Ponerlas a prueba


«Un hombre sabio adecua su creencia a la evidencia».
David Hume
Aunque las creencias limitantes estén basadas en mensajes que hemos
recibido en el pasado, o en opiniones formadas a raíz de experiencias
vividas,debemos tener algo claro:
NO necesariamente se basan en hechos, por lo tanto, NO son
necesariamente veraces.
Habitualmente sucede que, o bien no somos capaces de distanciarnos de
nuestras creencias debido a que las tenemos muy normalizadas e
integradasen nuestro día a día; tanto que nos pasan desapercibidas. O
bien, que somoscapaces de ver muy claramente cómo no aplicarían a
otras personas ennuestra misma situación, pero no podemos «cambiar el
chip» y pensarnos deforma distinta.
Para poder distanciarnos y conseguir desvincularnos de las creencias
que
hemos ido incorporando, podemos probar a buscar excepciones. Es
posibleque lo que creemos sobre nosotros, lo que consideramos que
somos o no
somos capaces de conseguir, tenga cierta base en nuestras experiencias
y, porlo tanto, refleje parte de la realidad. Pero eso no significa que sea
una visiónrepresentativa de la misma. De hecho, es posible que refleje
una pequeñaparte, nada más. Una pequeña parte que hemos magnificado
con el tiempo y abase de creer que los mensajes que recibimos son
representativos.
Cuando identifiquemos una creencia, debemos preguntarnos:
¿Escierta? ¿Es así, tal cual lo pensamos? Es posible que
efectivamente
estemos en lo cierto y la creencia sea un reflejo de la realidad. En
cuyocaso, podríamos preguntarnos: ¿Es así siempre, en todos los
casos? ¿En
qué medida refleja fielmente la realidad o es más bien una visión
distorsionada?

EJERCICIO
Piensa en tres aspectos que te gustaría mejorar. Utiliza un adjetivo que
describa cómo eres en cada uno de esos aspectos.
La doble cara de nuestras creencias
Si los ejercicios anteriores no nos convencen, podemos intentar una
aproximación distinta: podemos ponernos en el otro extremo de la
creencia yexaminar si sigue siendo igual de válida. Lo más seguro es que
este no sea el
caso.
Las creencias no suelen tener en cuenta todos los escenarios; no
reflejantodas las posibilidades por lo que, si nos centramos en el
extremo opuesto
de nuestras creencias, es posible que no nos parezcan igual de
válidas.
Uno de los ejercicios más reveladores consiste justamente en eso, en
examinar la cara opuesta de nuestras creencias. Imaginemos que
nuestros
padres siempre nos han dicho que hay que estar encima de los amigos
paraque se sientan queridos y, así, conservarlos. Este es el caso de Eli,
una jovende 29 años que se define, sobre todo, como empática,
entregada y amiga desus amigos. Eli viene a consulta preocupada porque
no sabe relacionarse, o al
menos eso es lo que ella cree.
Exploramos cómo suele comunicarse con sus amistades. Parece que esa
no
es la cuestión: Eli cuenta con habilidades sociales. A juzgar por lo que
meexplica, es empática, atenta, sabe expresarse y sabe escuchar. Lo que
sucedees que Eli es muy entregada. Mucho. Ha llevado el mensaje que
letransmitían sus padres al extremo. Tanto, que prioriza a sus amigos
porencima de otras cuestiones en su vida. A ella no le importa, al
contrario:siente que, al hacerlo, está obrando de acuerdo con sus valores.
El problemaes que se siente decepcionada y frustrada cuando los demás
no hacen lomismo, cuando no se muestran tan entregados ni tan atentos
con ella, cuandolos demás no le otorgan el mismo nivel de prioridad a su
amistad.
«Me siento desplazada», comenta Eli. «Poco querida, como si no
importara». Analizándolo más profundamente, damos con la fórmula
origendel problema: Eli es muy entregada y atenta con sus amigos
porque es suforma de demostrarles su amistad, que los quiere y que le
importan. En sumente, Eli ha hecho la siguiente asociación:

Esta asociación está profundamente enraizada en su mente, tanto que se


ha
convertido en una creencia. De alguna forma, Eli espera que, si ella
esimportante para sus amigos, si sus amigos la quieren, ellos actuarán de
lamisma forma: otorgándole prioridad, siendo atentos y entregados.
Pero parece que no siempre es así. Y en la mente de Eli aparecen
comentarios como: «Si para mí mis amigos son importantes y se
lodemuestro siendo atenta y entregada; y ellos no son atentos ni
entregadosconmigo, es porque para ellos no soy importante».
Al dar por válida esta conclusión, que para Eli tiene tanta lógica como
decir
que si A es B, B es A; Eli está dejando de lado muchas variables que
podríanexplicar por qué sus amigos la quieren, pero no se comportan
como ella.Como, por ejemplo, su personalidad, el concepto de amistad
que tienen,cómo establecen sus prioridades, las preocupaciones varias
que tienen en suvida, la atención que ellos creen que Eli quiere recibir…
Así que le pregunté si, teniendo en cuenta los factores anteriores,
podíamos
estar seguras de que la única razón por la que sus amigos no se
mostraban tanatentos y entregados como ella era que no la querían y
que, por lo tanto, teníamotivos para sentirse dejada de lado, que no
importaba.
—No, no podemos afirmarlo al 100%. Quizás estas variables tengan
cierto
peso.
—Entonces, busquemos pruebas de ello —le propuse.
Ahora, en vez de poner el foco en todas aquellas conductas que Eli tenía
en
su punto de mira para poder demostrar que para sus amigos ella no
eraprioridad, nos centraríamos en todas aquellas conductas que
confirmasen lahipótesis de que sus amigos tenían otra forma de vivir las
relaciones deamistad, que establecían sus prioridades de otra manera…
En definitiva, quelo que ellos sentían por Eli podía quedar relegado a un
segundo o tercerplano.
Muchas veces asumimos que nuestra realidad es única. Que
todas laspersonas que nos rodean se rigen por las mismas
creencias y valores,pero no es así. Pensar en estos términos es
reduccionista y puede tener
consecuencias dolorosas.
EJERCICIO
¿Alguna vez te has sentido como Eli? En caso afirmativo, ¿en qué
situaciones?
¿Qué esperas de la gente? ¿Qué esperas de quienes te rodean? ¿Cuál es la
creencia que puede haber detrás?

¿Qué otra lectura podrías hacer? ¿Qué otras explicaciones puede haber?
Como en el caso de Eli, ¿qué otras variables podrían explicar por qué
quieneste rodean no se comportan acorde con lo que esperas de ellos?

¿Teniendo en cuenta lo anterior, cómo podrías reformular la creencia de


manera que esta fuese más sana y, sobre todo, más realista en tanto
quetuviera en cuenta todos los escenarios posibles, no solamente los que
barajasen la actualidad y que van acorde con tu creencia?
¿A qué conclusión puedes llegar? ¿Qué sugerencias puedes hacerte de
cara
a situaciones futuras?

Coge de la mano a tu niño interno


Aprovechemos la oportunidad, en la edad adulta, de aprender a
pensarnos y a percibirnos de manera sana, constructiva y orientada
al
crecimiento; de la manera que, quizás, no aprendimos en nuestra
infancia.
Todos hemos sido niños. En algunos casos, como comentábamos, niños
con
falta de atención, de afecto y de valoración por parte de nuestros
referentes(padres, profesores…) e iguales (amigos, compañeros de
clase…). Niños concarencias —incluso si podemos considerar que hemos
tenido una infanciafeliz—. Hoy, en nuestra edad adulta no somos más
que aquel niño que unavez fuimos. Somos esa misma personita, pero con
más experiencias ennuestra mochila, con algunas heridas (mal)curadas,
con aprendizajes anuestras espaldas y con un físico distinto. Pero aquel
niño, al fin y al cabo.
Cuando alguien me contacta para valorar empezar un proceso
terapéutico
conmigo, siempre encuadro mi forma de trabajar y matizo que, a
diferenciade otras corrientes psicológicas que se centran en el pasado, la
que utilizo se
centra en el presente. Sin embargo, de vez en cuando recurro al pasado, a
lainfancia y a la adolescencia de la persona a quien tengo delante
paracomprender cómo se siente, cómo piensa y cómo se percibe en la
actualidad,en el momento presente.
Las situaciones que más nos duelen nos recuerdan a cómo se sintió
aquel
niño que alguna vez fuimos. De hecho, a través de estas
situaciones,seguimos siéndolo. Reproducimos los mismos patrones y los
mismosmensajes. Hacemos la misma lectura de la realidad; aunque
optemos por unaactitud más madura, utilizamos las mismas gafas para
interpretar lo que nossucede. Porque puede que no hayamos cambiado
tanto, precisamente por losmotivos mencionados en este capítulo: los
patrones que aprendimos depequeños, aquellos que utilizamos en el
pasado, forman parte de nuestravisión actual de la realidad, los tenemos
interiorizados; no tenemos motivospara ir cuestionándolos. ¿O sí?
Podríamos decir que a Gisela le pasaba algo parecido. Seguía teniendo la
misma relación con su madre que cuando era pequeña. Es una
mujerindependiente que toma decisiones por ella misma, que se muestra
segura delo que hace y que es capaz de plantar cara cuando no está de
acuerdo conalgo. Sin embargo, a sus 31 años, sigue manteniendo las
mismas actitudescon su familia que cuando era adolescente.
Gisela se había separado de su anterior pareja —motivo por el cual
acudió a
consulta— hacía un año y medio. A raíz de la separación, volvió a casa
desus padres porque su salario no le llegaba para vivir por su cuenta.
Losprimeros meses fueron bien, quizás porque Gisela estaba tan
centrada enrecuperarse de la separación que la relación con su madre
quedaba en unsegundo o tercer plano. A medida que se fue recuperando,
Gisela ibasintiendo la necesidad de buscar un piso para ella sola.
El verano pasado inició una relación con Juanjo. Eran amigos y quisieron
probar a ver cómo iba. Y la cosa fue bien. Tanto, que se planteaban irse
avivir juntos.
Habíamos hablado sobre las dinámicas que se daban en su familia de
origen
muy vagamente, pero no fue hasta el día en que Juanjo pidió acudir a una
sesión con ella, que no se evidenció la magnitud del asunto: Gisela tenía
queseguir a pies juntillas las instrucciones que le daban sus padres; en
concreto,su madre, Conchita.
«Tenemos que seguir unas normas muy específicas cuando estamos en
su
casa, casi rituales, antes de hacer esto o hacer lo otro. Y no solamente
cuandoestamos en su casa: el otro día estábamos en el cine viendo una
película ytuvimos que volver deprisa y corriendo porque su madre la
necesitaba»,comentaba Juanjo. «Quiero a Gisela y me apetece mucho
vivir con ella, peronecesito tener la certeza de que, cuando vivamos
juntos, Conchita dejará decontrolar la vida de su hija».
Así es cómo lo sentía Juanjo: Conchita controlaba la vida de Gisela. Y, a
juzgar por su cara, Gisela estaba muy de acuerdo. Aquella
mujerindependiente y sin pelos en la lengua se sentía incapaz de poner
límites a sumadre.
Exploramos por qué Gisela optaba por seguir las más que estrictas
normas
de su madre. En su historial de interacciones había algunas discusiones
quehabían surgido como consecuencia de decir «no» y poner
límites.Discusiones que acababan con Conchita no dirigiéndole la palabra
a su hija,haciéndole el vacío hasta que esta no podía más y le pedía
disculpas —incluso cuando no consideraba que tuviese que hacerlo—.
Estas discusiones y sus consecuencias se remontan a la adolescencia;
momento en el que Gisela quería empezar a tener independencia, a ser
másautónoma y pidió manga ancha en casa.
En la actualidad, Gisela quería impedir esas discusiones. Quería evitar
que
su madre la castigara con el silencio. Un silencio acompañado de
unasensación de falta de afecto, de impotencia, de frustración y, sobre
todo, dedolor. Un silencio que su niña interior conocía demasiado bien.
A Hugo le sucede algo parecido, pero no con su familia, sino con sus
compañeros de trabajo. Estos son muy de la broma y utilizan
cualquierpretexto para echar unas risas. Hugo lo entiende, pero no
puede evitaracordarse de cuando los compañeros de clase se reían de él
porque le costabaleer más que al resto; o cuando se metían con él por
llevar ropa heredada de
su hermano mayor. Hugo sabe que no son las mismas personas y que
laintención de sus compañeros de trabajo no tiene nada que ver con la
quetenían sus compañeros de clase; sin embargo, cada broma y cada
comentariole transporta a ese niño que un día sufrió acoso.
Es por eso que cuidar a nuestro niño interior es tan importante. Porque
seguimos siendo esa personita o, mejor dicho, esa personita sigue
siendoparte de nosotros mismos, sigue estando en nuestra mente
formando parte denuestra interpretación de lo que nos sucede,
ayudándonos a entender lasexperiencias que vivimos.
Me gusta pensar que desde nuestro «yo adulto» podemos acompañar a
nuestro niño interior, enseñarlo a pensar, a sentir y a percibirse de
formadistinta, potencialmente más sana; acompañarlo en todos
aquellosaprendizajes que tan bien le hubieran venido en el pasado.

EJERCICIO
Si pudieras hablarle a tu niño interior, si pudieras aconsejarlo, si tuvieras
la
ocasión de acompañarlo en un aprendizaje, ¿qué le dirías?

Si ese consejo se tradujese en acciones, ¿qué le recomendarías que


hiciera o
que dejase de hacer?
¿Podrías aplicarlo en la actualidad? En caso afirmativo, ¿con qué
obstáculos te encontrarías?

¿De qué manera puedes superar estos obstáculos? ¿Qué recursos tienes
que
poner en marcha para poder llevar a cabo estas acciones?
CAPÍTULO 8
Vemos lo que queremos ver

Nos quedamos con la información que queremos. O, quizás, no con


la
que queremos, sino con la que está en consonancia con nuestras
creencias; la que no nos causa una contradicción interna, porque
esacontradicción interna es tremendamente incómoda y puede
significarque tengamos que hacer cambios: cambiar nuestras
creencias, cambiarnuestra forma de actuar o bien recabar más
información. Y eso suponetiempo y esfuerzo. Tiempo y esfuerzo que
no siempre estamos dispuestos
a invertir.

Lecturas múltiples: ¿Con qué versión de la realidad nos


quedamos?
Es un hecho: existen tantas realidades como personas las interpretan.
Por estarazón, ante un mismo hecho, es muy probable que hagamos una
lecturadistinta a la que harían otras personas; como si cada uno de
nosotros llevaseunas gafas diferentes a través de las cuales vemos e
interpretamos la realidad.Las distintas lecturas son fruto de las
diferentes experiencias, interacciones yaprendizajes que hemos tenido
cada uno de nosotros a lo largo de nuestravida. Incluso estas distintas
lecturas también pueden darse en una mismapersona, dependiendo de la
implicación que tengan en una situación enparticular, de las emociones
que le invadan en ese momento…
Por otro lado, el estar inmersos en una situación y el estar implicados
emocionalmente en la misma nos dificulta —y mucho— el poner
distancia
emocional. Somos incapaces de ver las cosas con perspectiva. Es un
hecho. Aesta dificultad a la hora de ver las cosas con perspectiva,
debemos sumarle elsesgo confirmatorio y la disonancia cognitiva
(descrita por Leon Festinger en1957). Veamos en qué consisten.
El sesgo de confirmación consiste en prestar mayor atención a la
información que confirma nuestras creencias, ideas establecidas o
hipótesis;en parte, con la finalidad de evitar entrar en contradicción con
nosotrosmismos. Esta contradicción recibe el nombre de disonancia
cognitiva y semanifiesta en forma de tensión interna, malestar o cierta
incomodidad. Estatensión interna es consecuencia de que nuestras
creencias no estén enconsonancia con nuestra conducta, con los hechos
que acabamos de vivir ocon la información que recibimos del exterior.
La teoría de la disonancia cognitiva parte de la base de que las
personas
debemos estar en consonancia con nosotros mismos; que
debemospercibir coherencia entre nuestras creencias y nuestra
conducta.
Para disminuir esa incomodidad y librarnos de la disonancia cognitiva,
tenemos tres opciones:
1. Cambiar nuestra conducta.
2. Cambiar nuestra creencia.
3. Añadir nueva información o argumentos que encajen mejor con la
realidad que tenemos delante.

Nuestra mente tiene tendencia a dirigir sus esfuerzos a validar nuestras


creencias. De hecho, a veces vamos más allá y obviamos toda la
informaciónque las contradiga. Y eso justamente nos lleva a evitar el
malestar, a reducirla angustia que nos causa la disonancia cognitiva. Pero
también nos lleva anegar parte de la realidad. Una parte tan o más válida
que cualquier otra.
A menudo acabamos aceptando ciertas lecturas e interpretaciones
comoválidas, cuando no lo son, simplemente para mantener la
coherencia en
nuestra mente.
Digamos que, al dar por válida la lectura que va en consonancia con
nuestras creencias, nos ahorramos el dolor de cabeza que nos supone
entraren contradicción. Esta nos incomoda, hace que nos cuestionemos
cosas para
las que no siempre estamos preparados o, simplemente, no siempre
nosapetece hacerlo.
Susana siempre se ha sentido el patito feo de la familia. Creencia
fundamentada en comentarios que escuchaba a menudo sobre su
hermana porparte de sus tías maternas y de sus amigas de toda la vida.
Comentarios como«Clara siempre ha sido una muñequita», «mira tu
hermana, siempre tanguapa», «si es que parece de anuncio».
Un día, sin esperarlo, Alberto se cruza en el camino de Susana y resulta
que
se siente atraído por ella. A Susana le cuesta pensar que pueda
resultaratractiva. Ya no solamente se compara con su hermana, sino que
hageneralizado eso de creerse el patito feo.
Susana y Alberto quedan para tomar algo. «Me gusta mucho tu sonrisa»,
es
algo que Alberto le dice en algunas ocasiones. Ella se siente incómoda.
Noestá acostumbrada a palabras aduladoras y, mucho menos, a
sentirseatractiva. Le gusta lo que escucha, pero, a la vez, le genera cierto
recelo. Esaspalabras, justamente, entran en contradicción con sus
creencias sobre ellamisma y su atractivo.
«¿Cómo es posible?, ¿cómo puedo parecerle atractiva?», piensa Susana.
«Una de dos, o está ciego; o me lo dice porque quiere acostarse
conmigo».No contempla más opciones. Susana no tiene en cuenta que,
quizás, siAlberto le dice que le gusta su sonrisa es porque le gusta su
sonrisa. Así desimple.
Apoyada por el sesgo confirmatorio, «gracias» al cual Susana ha hecho
caso omiso a cualquier comentario positivo sobre su atractivo físico
durantetoda su vida, seguramente se quede con la primera versión:
Alberto le regalalos oídos porque quiere acostarse con ella. De esta
forma, Susana terminaadoptando como real algo que probablemente no
lo sea, simplemente paraseguir manteniendo la coherencia en su mente.
Susana tiene dos opciones: o cree que la información que recibe no es
correcta —es decir, que le están mintiendo—; o bien puede optar por
cambiarsu creencia, puede seguir creyendo que es el patito feo de la
familia, pero, a lavez, que exista la posibilidad de que resulte atractiva a
alguien.

El arte de mentirse a uno mismo


En algunas ocasiones puede no ser evidente, pero, en otras, resulta muy
fácil identificar cuando alguien, que aparentemente nos está
intentandoconvencer de algo, realmente quiere convencerse a sí mismo.
Por dentropensamos: «¿A quién quieres engañar?».
Lo cierto es que, detrás del intentar convencerse, hay un mecanismo más
complejo basado en, como hemos comentado, seleccionar
cuidadosamente lainformación que tenemos en cuenta a la hora de sacar
conclusiones.
Ese es justamente el límite del autoengaño: cuando mantenemos
unacreencia que contradice la información o el conocimiento con el
que
contamos, cuando aceptamos la mentira como «la realidad».
El autoengaño tiene un objetivo: a pesar de que nos lleve a no considerar
las
consecuencias reales, puede que nos proteja, que salvaguarde nuestro
ego,que mantenga nuestra autoestima en una aparente buena forma. O
puede queevite que tengamos que ponernos en una tesitura incómoda
movilizandorecursos para cambiar o de conducta, o de creencias. En
cualquier caso, nosprotege. Eso sí, temporalmente.
Lo que obviamos cuando nos mentimos a nosotros mismos es que
podemos mentir a otras personas, y podemos intentar
convencernos de
que nos creemos eso que nos decimos, pero realmente no podemos
mentir a nuestra mente. Nuestra mente nos conoce mejor que
nadie. Y
no importa cuánto insistamos; si algo no cuadra, no cuadra, por más
que
intentemos hacerlo encajar.
Cristian estudió Derecho y se ha especializado como abogado penalista.
Reconoce que la elección fue altamente influida por el deseo de su padre:
quetomara las riendas del negocio familiar. «Era lo que se esperaba de
mí»,comenta. Y así hizo.
Conocí a Cristian en 2018. Acudió a consulta para mejorar su estado de
ánimo. Cuando exploramos el área laboral, a Cristian le cambió la
cara;aunque rápidamente reaccionó. Para entonces llevaba 6 años
trabajando en elbufete de su padre y podía hacerse una idea de lo que
significaba ser abogadopenal.
Cuando alguien le pregunta a Cristian por su trabajo, este dice que le
gusta
mucho; que, para él, es más que trabajo; que está altamente
comprometido yque no lo cambiaría por nada. Sin embargo, cuando se le
pregunta por qué se
siente así con respecto al trabajo, cuando se le pide que identifique qué
leaporta, no sabe responder.
Por cómo fue desarrollándose la conversación, podemos decir que
Cristian
mentía a los demás para creerse él mismo su propia mentira. Funcionaba
porrepetición; a cuantas más personas les respondía con el mismo
discurso deéxito y satisfacción, más real creía que se hacían esos
sentimientos; másconvencido estaba de que su mentira era verdad. Lo
cierto es que debíaconseguir que lo fuera; ya había depositado
demasiado tiempo y esfuerzo.¿Cómo iba a hacer frente a una mala
decisión que le había costado años de suvida? ¿Qué sucedería con la
ilusión de su padre y con el bufete? ¿Y con él, aqué se dedicaría si lo
único que sabía hacer era ser abogado? Más vale que leacabara gustando.
Debía gustarle. Ni él ni su padre podrían soportar cualquierotro
resultado.
Cambiamos de estrategia: en vez de insistir en lo que le aporta el trabajo,
exploramos sus valores y lo que le gustaría que le aportase su trabajo
ideal.Cristian no se sorprendió cuando los valores que identificaba no
encajabandel todo en su trabajo actual. De alguna forma, aunque se
empeñase envender una imagen de éxito y satisfacción, él sabía que no
era exactamentecomo lo vivía por dentro. De hecho, al final de la sesión
comentó: «En elúltimo año de universidad me empecé a preguntar si me
gustaría ejercer deello. Pero no le daba importancia; a alguno de mis
compañeros de promociónles sucedía lo mismo. Además, ya me había
comprometido». Y es así,Cristian ya se había comprometido. Ya había
invertido tiempo y esfuerzo enlos primeros cursos. Ya se había
embarcado y su decisión debía ser lacorrecta; su futuro debía gustarle.
A Begoña le sucede algo parecido. Es una mujer de 43 años, casada desde
hace 17 con Raimon. Se conocieron en la facultad y, desde entonces, no
sehan separado: ambos son oftalmólogos y gestionan una prestigiosa
clínica decirugía ocular. Tienen 2 hijos de 4 y 6 años a quienes aman con
locura. Susfamilias de origen se llevan genial entre ellos. «Tengo todo lo
que siempre hedeseado», Begoña lo resume en pocas palabras. «Pero no
soy feliz», añade.
«No soy feliz» es demasiado vago. Concretamos: «No soy feliz en mi
relación de pareja», es la conclusión a la que llegamos con Begoña hecha
unmar de lágrimas.
—¿Se lo has comentado a Raimon? —le pregunto.
—No, claro que no. Eso lo destrozaría.
Begoña llevaba así varios años. Se guardaba sus sentimientos, hacía ver
que
todo estaba bien, que era feliz.
Avanzamos en la sesión. Otra de las conclusiones a las que llegamos es la
siguiente: asumir que la relación no está en su mejor momento no
destrozaríaa su marido, sino a ella. El castillo de naipes que había
construido durante lasúltimas décadas, aquello con lo que siempre había
soñado, estaba a un pasode desmoronarse. Pero reconocerlo resultaba
más doloroso que seguir enmodo piloto automático, actuando como se
supone que debe actuar alguienque lo tiene todo en la vida; aunque eso
suponga seguir siendo infeliz.
Begoña tiene miedo a que su castillo de naipes se derrumbe, a estar
viviendo una mentira. En su mente ella cree que tiene mucho que perder.
Nosolamente su marido ni el bienestar de sus hijos como consecuencia
directa—o eso cree— de un divorcio; sino que también está en juego su
concepto defamilia, el buen funcionamiento de la clínica, todo aquello
que siempre haquerido, todo por lo que ha luchado durante los últimos
años.
Considerar que las cosas no van bien significa replantearse su vida, abrir
la
puerta a la posibilidad de considerar tener que hacer cambios;
cambiosdemasiado dolorosos para ella. Por miedo a estar viviendo una
mentira, seestá mintiendo a sí misma y, literalmente, está viviendo una
mentira; encambio, si hace frente a la situación y asume que los
problemas de parejapueden resolverse, existe la posibilidad de dejar de
vivir esa mentira.
Trabajamos al respecto intentando romper la asociación que su mente
había
hecho entre asumir que la situación real no es la que ella proyecta, y que
nonecesariamente debe significar el fin de su vida tal y como la conoce.
Quehay esperanza, que puede trabajar en fortalecer su relación de
pareja. Peroque eso solamente puede suceder si, en primer lugar,
reconoce que las cosasno van bien.
EJERCICIO
¿En qué situaciones es posible que te estés autoengañando? Es posible
que
suceda cuando la situación acepta más posibilidades de las que
contemplas, ocuando sientes que proyectas una imagen que no
corresponde del todo con turealidad, o cuando desoyes los pensamientos
que te avisan de que hay algoque no acaba de funcionar, o cuando te
aferras a una lectura de la realidadsabiendo que no tienes pruebas
significativas para hacerlo.

¿Qué situaciones difíciles estás dejando de lado «gracias» a utilizar el


autoengaño como escudo protector?

Si supieras que eres capaz de gestionar estas situaciones difíciles, ¿cómo


te
gustaría realmente que fuera tu situación?
Toma las riendas de la situación. Piensa en cómo podrías gestionarla:
¿Qué
opciones tienes y qué recursos necesitas activar para poder hacer frente
a lassituaciones difíciles y, así, poder dejar de autoengañarte? Ten en
cuenta queun recurso perfectamente válido es pedir ayuda.

Fuerzas opuestas: autosabotaje


En nosotros existen fuerzas opuestas. Unas que nos ayudan a
crecer;otras que nos alejan de nuestros objetivos. De algunas de
ellas somos
conscientes; otras, en cambio, pasan desapercibidas. Pero ambas
tienen
impacto en cómo nos percibimos, en cómo nos sentimos y en cómo
actuamos.
Como resultado de nuestro sesgo confirmatorio, de la disonancia
cognitiva
y del autoengaño, es posible que suframos autosabotaje. Sí, eso es
posible.
A priori podemos pensar que queremos lo mejor para nosotros mismos;
que
somos los primeros interesados en velar por nuestra integridad física
yemocional, por nuestro bienestar. Y es así. Pero, quizás, la aproximación
através de la cual queremos poder alcanzar ese bienestar no es la
másadecuada, sobre todo si no nos quedamos en la superficie y si
pensamos entérminos de medio-largo plazo.
Lo cierto es que, si ahondamos en las conductas y respuestas que damos
en
nuestro día a día, veremos que algunas de ellas van en contra de
nuestrosverdaderos intereses; en otras palabras, que nos alejan de
nuestros objetivos eincluso de nuestro bienestar.
Quizás os lo estéis preguntando: no, no lo hacemos a propósito, sino de
manera inconsciente.
El autosabotaje puede manifestarse en forma de pequeñas
manipulaciones y ejerce de mecanismo de protección, ya que
intenta
evitar situaciones desconocidas o situaciones de estrés, que es
justamentelo que a menudo necesitamos para crecer y conseguir
nuestros objetivos.
El sesgo confirmatorio (quedarnos únicamente con la información que
confirma nuestras creencias), la profecía autocumplida (convertirnos
enaquello que nos dicen que somos), las creencias limitantes (aquellas
ideassobre nosotros mismos que nos alejan de nuestros objetivos) y el
autosabotajeestán relacionados.
Veamos un ejemplo:
Paula tiene que entregar un trabajo del curso de Formación Profesional
que
está haciendo. El trabajo es sobre un tema que no acaba de dominar —o
almenos eso es lo que ella cree—. Esto le hace sentir insegura, poco
capaz definalizar el trabajo con éxito; le recuerda todos aquellos
conocimientos quecree que todavía le quedan por adquirir, o todas
aquellas competencias quetodavía debe desarrollar.
Podríamos decir que el trabajo le produce emociones negativas;
despierta
sus inseguridades. Siente que cuando se ponga manos a la obra se dará
cuentade que no está preparada para ello, de que le faltan conocimientos.
Y anticipaque se sentirá mal. Así que lo va dejando de lado, lo va
posponiendo.
Contestar un mensaje, centrarse en una asignación más simple o que
lleva
más por la mano… Cualquier otra tarea le resulta más conveniente, ya
que leproporciona una excusa muy válida para dejar de lado la que le
generainseguridades.
Pero al tratarse de un trabajo académico, tiene plazo de entrega. El día se
va
acercando. Al final tiene que ponerse a ello. ¿Adivináis qué? Tiene
quehacerlo deprisa y corriendo. Con tan poco margen que difícilmente
tendrátiempo de buscar la información que necesita para entenderlo, y
difícilmentese sentirá orgullosa del resultado.
Paula ha saboteado el trabajo. Por miedo a no saber hacerlo bien, por
miedo
a que ponga en evidencia sus carencias, por dejarse llevar por sus
inseguridades, Paula ha conseguido lo que temía: hacer un trabajo
deprisa ycorriendo, y del que no se siente orgullosa.
En otras ocasiones, sucede lo que nos cuenta Iván. Este trabaja en una
agencia de publicidad. Quiere que todo salga sobre ruedas, que se asocie
a supersona con la perfección y la excelencia. Hasta aquí todo bien. Sin
embargo,Iván añade que siempre ha sido perfeccionista, pero que desde
que seincorporó a su nuevo puesto de trabajo se ha dado cuenta de que
su nivel deperfeccionismo deja de ser un aliado y se convierte en un
obstáculo. Le costóreconocerlo. De hecho, no fue consciente de ello hasta
que no registró eltiempo que destinaba a cada proyecto —sugerencia de
su pareja, Jorge—.
Iván destina entre 40 y 50 horas a proyectos que podría tener acabados
en
20 o 30 máximo. Como podéis imaginar, no le salen las cuentas: es
imposiblehacer todas sus tareas, llevar todos los proyectos al día si tiene
que dedicar eldoble o más a cada uno de ellos. ¿El resultado? Hacer horas
extras. Muchas.De hecho, las horas extras han dejado de ser extras y se
han convertido enparte de su jornada laboral. Iván quiere hacer su
trabajo lo mejor posible;cueste lo que cueste —literalmente—. Y eso
significa que a veces le cuesta subienestar emocional; otras, el equilibrio
con su vida privada e, incluso, su
salud.
Analizando cómo suele actuar cuando tiene un proyecto entre manos, y
los
procesos mentales que le llevan a destinar el doble o más de tiempo del
queconsidera que debería, llegamos a la conclusión de que el problema
no estáen el proceso, sino a la hora de considerar que un proyecto está
acabado.
Iván tiene serios problemas a la hora de considerar cuándo una tarea o
un
proyecto está suficientemente bien como para ser entregado y pasar
alsiguiente. De hecho, él siente que es un trabajador mediocre (a pesar
de quetodo su entorno le dice lo contrario) y que, por lo tanto, debe
dedicar horas yhoras para alcanzar el nivel de excelencia que tanto
desea. No se fía de supropio criterio, ni de sus capacidades. Iván no se
conforma con«suficientemente bien»; él quiere llegar al «excelente» —
incluso cuando noes necesario—. El problema es que sus inseguridades
le impiden valorarcualquier tarea que lleve a cabo con la etiqueta de
«excelente». «Excelente»
es un nivel al que, «gracias» a sus inseguridades, nunca creerá
haberalcanzado. Es por esto que la búsqueda de la excelencia de Iván
puedeconsiderarse como una estrategia de autosabotaje.

EJERCICIO
Piensa en los objetivos o las tareas que te cuesta conseguir, en aquellos
para
los que siempre tienes excusas para no empezar y vas posponiendo día
trasdía, o en aquellos que quieres hacer a la perfección.
CAPÍTULO 9
Inseguridad, dudas y críticas

Las inseguridades, las dudas y las críticas son advertencias que nos
proporcionan información. Cómo las utilicemos, ya sea para
prepararnos, para mejorar o para inmovilizarnos, es cosa nuestra.

Falta de confianza
Las inseguridades se manifiestan cuando nos comunicamos, ya sea a la
horade expresar nuestras opiniones o ideas; o al interactuar con otras
personas.Las inseguridades también se manifiestan en forma de
dificultades a la horade escoger entre varias opciones, o como dudas
acerca de nuestrascapacidades para obtener el resultado deseado.
También se encuentran en elorigen de no estar seguros de mostrarnos
tal y como somos, por miedo a noencajar, a no gustar o a que nos dejen
de lado.
Cuando nos sentimos inseguros ante una determinada situación, nos
invade
una sensación de nerviosismo. La inseguridad no nos ayuda; de hecho,
sueleponernos palos a las ruedas ya que nos vemos envueltos en un mar
de dudas.Dudamos de nuestra valía y de nuestras capacidades. Dudas
que nonecesariamente se basan en nuestras capacidades reales, sino que
puedenestar basadas en nuestra opinión (completamente subjetiva);
pero que, sinembargo, tienen poder suficiente como para hacernos creer
que estamos más
cerca de fracasar, de defraudarnos y de defraudar a los demás, que de
obteneréxito.
La relación entre las inseguridades y la autoestima está clara: si mi
autoestima no está en forma, me sentiré inseguro frente a
determinadassituaciones. Estas desencadenarán dudas acerca de mis
capacidades, de lo quesoy capaz de decir o de hacer. Dudas que harán
que me plantee qué tan capazsoy de ejecutar una tarea, de expresarme o
de tomar una decisión. Y estasdudas, en consecuencia, nos hacen sentir
más vulnerables a la vez queamenazan nuestro autoconcepto y nuestra
autoestima.
Las inseguridades pueden inmovilizarnos. Si creo que no se me da bien
comunicarme en contextos sociales, en una fiesta probablemente opte
poraislarme. Incluso es posible que, cuando se me diga algo conteste de
maneramuy seca para evitar que la conversación vaya más allá. Es
justamente este elpunto en el que debemos prestar atención a las dudas
y a las inseguridades.
Porque tener dudas, tener miedos, puede protegernos. El objetivo,
pues,
no es no tener miedos; sino que las inseguridades no nos
inmovilicen.
Sensación de pérdida de criterio
Algo que caracteriza a las inseguridades es que nos generan preguntas
frecuentes. Dudamos de todo. Incluso las decisiones más pequeñas
puedensignificar todo un reto cuando nos falta confianza en nuestro
criterio: creemosque nuestro criterio es erróneo o que no es tan válido
como el de las personasque nos rodean.
Dudar de nuestro criterio nos genera nerviosismo, ¿qué podemos hacer
para
calmarnos? En muchas ocasiones optamos por saciar las dudas
mediantepreguntas: «¿Escogerías esta opción?», «¿qué te parece si hago
esto?», «siestuvieras en mi lugar, ¿qué harías?». Preguntamos a quienes
nos rodean, aaquellas personas en cuyo criterio confiamos.
No hay nada malo en contar con la opinión y el criterio de los demás a la
hora de tomar una decisión. De hecho, esta puede enriquecer el proceso
osacar a la luz aspectos en los que no habíamos pensado. Pero no
hablamos deesto, sino de aquellas preguntas que formulamos con el
objetivo de dar porbuena la opinión y el criterio de los demás, dejando
de lado los nuestros
simplemente porque consideramos que la opinión y el criterio ajeno
sonmejores que los nuestros.
También es conveniente diferenciar entre unas decisiones y otras. No es
lo
mismo buscar opiniones antes de comprar un piso, que pedir la opinión
dequienes nos rodean ante situaciones más mundanas propias del día a
día.

El criterio de los demás por encima del nuestro


Creemos que los demás no se equivocan, o no lo hacen tan a
menudo, o
no en cuestiones importantes. Creemos que saben tomar
mejoresdecisiones. Que su criterio es más válido. Pero ¿es
realmente así?
Como consecuencia inmediata de la percepción de falta de criterio, y con
el
objetivo de poner fin al nerviosismo que sentimos cuando debemos
actuar ylas inseguridades nos inmovilizan, confiaremos en el criterio
externo. Enocasiones, incluso delegaremos decisiones que nos
corresponden en losdemás. Es posible que nosotros nos sintamos menos
capaces, con menos valíapara tomar decisiones o llevar algo a cabo; de
modo que confiaremos más enel criterio ajeno que en el nuestro propio.
La consecuencia inmediata es la dependencia. Veámoslo: si no me siento
capaz, si siento que no tengo criterio; delegaré en los demás porque creo
queotras personas tienen mejor criterio y que son más capaces que yo.
Alhacerlo, no solamente me mando el mensaje de que no he sido capaz;
de quede haberlo hecho yo, no hubiera obtenido los mismos resultados;
sino queademás pierdo la oportunidad de ponerme a prueba y
demostrar que misinseguridades eran infundadas. ¿Resultado?
Inseguridades 1-Autoestima 0.
Como consecuencia del resultado anterior, será más probable que la
próxima vez que me encuentre en una tesitura parecida aparezca de
nuevo elnerviosismo, ya que el problema seguirá estando ahí: no me
siento capaz detomar una decisión. A la vez, es más probable que opte
por pedir ayudaporque he aprendido que, si lo hacen por mí, ¡un
problema menos! Si consigola ayuda, no solamente se reducirá mi
nerviosismo, sino que se afianzarán lasinseguridades. De lo contrario, si
no puedo contar con ayuda externa, esposible que el nerviosismo se
apodere de mí inmovilizándome. Este resultadome manda un mensaje
que ya conozco: «No soy capaz». Con lo cual, denuevo, podemos llegar a
la misma conclusión: «Es mejor que lo hagan otrospor mí».
EJERCICIO
Piensa en una situación reciente en la que pidieses la opinión de otra
persona porque no te sentías seguro y, en el fondo, lo que buscabas es
quetomasen la decisión por ti. Pregúntate:

¿Cuál fue la situación?

¿Qué te aconsejó la persona a quien le pediste opinión?

Imagina que no hubieses podido contar con la opinión de esta persona.


¿Por
qué alternativa hubieses optado?
Si la alternativa sugerida por la otra persona y la alternativa por la que
hubieses optado es la misma, ¿a qué conclusión puedes llegar? Y, si no es
lamisma ¿puedes afirmar que tu alternativa es menos válida que la
propuestapor la otra persona?

¿Qué pensaría una tercera persona acerca de las distintas alternativas


propuestas; la tuya y la sugerida por la persona a quien le pediste su
opinión?

Toma de decisiones
Una de las situaciones en las que las dudas y las inseguridades suelen
salir a
flote con mayor facilidad es cuando debemos tomar una decisión.
Cuantomás importante sea la decisión, cuanto más haya en juego; más
probable esque se despierten nuestras dudas e inseguridades. Así es,
incluso si nuestraautoestima está en plena forma. Sin embargo, cuando
no lo está, estas dudas einseguridades se despiertan ante situaciones en
las que aparentemente no haymucho en juego; situaciones banales, casi
cotidianas. Situaciones que, inclusopara la persona que las vive, resultan
más bien ridículas. Pero queinmovilizan.
Lo cierto es que, en estas decisiones, por banales que sean, no solamente
hay en juego lo evidente. No se trata solamente de las decisiones o de las
consecuencias de las mismas. Sino que también está en juego nuestra
valía, lavaloración que hacemos sobre nuestras capacidades, nuestra
autoestima. Nosjugamos el ahorrarnos escuchar de nuestra propia voz
un «ves, lo sabía, nodebí optar por esa alternativa», o un «¡¿cómo me iba
a salir bien?! Qué tontafui al pensarlo». Nos jugamos la posibilidad de
que la decisión que tomamosconfirme que no somos capaces, que no
tenemos criterio y que no valemos.
¿Pero es realmente así? ¿Cualquier decisión puede ser la prueba de que
no
somos capaces, de que no tenemos criterio, de que no valemos? ¿Es
justopensar en estos términos por no haber obtenido los resultados
esperados trasuna decisión? ¿En qué medida dependen los resultados de
nuestrasdecisiones, de nosotros mismos? ¿Qué otras variables hay
implicadas?
Las dudas son nuestras aliadas
Cuando nos surgen dudas desearíamos tener una bola de cristal que nos
ayudase a decidir la mejor opción para, con toda seguridad, apostar por
ella.Desafortunadamente —o no—, no contamos con una bola de cristal,
pero sícon herramientas, como humanos que somos, para poder tomar
decisiones enbase a nuestros criterios y, así, poder optar por conseguir si
no el resultadodeseado, uno que se aproxime al máximo.
Tener dudas nos aterra. En parte porque nos recuerda que somos
nosotros
quienes tenemos que tomar la decisión. En otras palabras, porque
somosnosotros quienes nos vamos a tener que responsabilizar de las
consecuencias—sean deseables o no—. Y eso nos aterra. Nos aterra
porque no nos sentimoscapaces ni de tomar la decisión, ni de asumir las
consecuencias. Porquetememos que, de equivocarnos, nuestra
autoestima y confianza se lleven ungran golpe. Y tememos no poder
resistirlo.
A menudo, cuando tenemos dudas, nos ponemos en el peor de los
escenarios: aquel en el que no hemos tomado la decisión correcta. Y eso
nosangustia. Y rápidamente lo apartamos de nuestra mente. «¿Y si
fracasamos?»,nos decimos continuamente.
No hay nada malo en plantearnos futuribles escenarios. Pero si lo
hacemos,
hagámoslo bien. Pensemos también en otros posibles resultados.
Pensemos:«¿Y si tenemos éxito?». Es justo considerar todas las opciones,
todas lasalternativas y, por supuesto, todos los resultados, ¿no?
Este es el mensaje que quiero transmitiros.
Las dudas deben ser aliadas que nos ponen en alerta, pero no deben
inmovilizarnos, sino que deben ayudarnos a activar los recursos
necesarios en caso de que los peores escenarios se cumplan.
La presión que sentimos por querer hacerlo bien (a veces por el miedo al
fracaso, a veces por no dar la razón a críticas que recibimos también
denosotros mismos) nos hace un flaco favor. De hecho, yo me pregunto
quésignifica hacerlo bien. Hacerlo bien depende de nuestro nivel de
exigencia,pero también de cuánto nos queramos. Un claro ejemplo es el
doble raseroque aplicamos ante un mismo resultado: para los demás, ese
resultado ya estábien; mientras que para nosotros mismos es
inaceptable, insuficiente.
Por eso considero importante definir qué significa en cada caso hacerlo
bien
o hacerlo mal.

EJERCICIO
Piensa en una situación en la que sueles tener dudas; en la que te cuesta
decidir entre una u otra opción.

¿Cuáles son todos los escenarios posibles?


¿Qué es exactamente lo que quieres conseguir?

¿Qué criterios debe cumplir el resultado para que lo consideres


satisfactorio?

¿Qué dudas tienes? ¿Qué te hace pensar que no obtendrás los resultados
deseados?

Anticípate a los miedos que se manifiestan en forma de dudas y utilízalas


a
tu favor. Traduce las dudas en planes de acción a los que puedas recurrir
encaso de que los escenarios que has anticipado sucedan. Piensa: ¿Qué
podríahacer en caso de que el escenario que plantea cada duda
sucediese?
Necesidad de aprobación
Que tu bienestar emocional no dependa de la opinión de naturaleza
cambiante y, a veces, caprichosa, de los demás. Con gustarte a ti
mismo
es suficiente.
Todos necesitamos cierta dosis de aprobación. Esta nos asegura que nos
acepten en nuestro entorno, que nos quieran en el más amplio sentido de
lapalabra. Es por este motivo que la línea que separa lo esperable de
ladependencia es muy fina, y se encuentra en el equilibrio entre el peso
queotorgamos a nuestro criterio y el que le otorgamos al criterio de los
demás; detal manera que nuestro bienestar emocional no dependa de la
opinión,valoración y aprobación de otros.
La necesidad de aprobación tiene origen en la infancia. Durante esa
etapa
dependemos de nuestro exterior —madres, padres, cuidadores,
profesores…—. Necesitamos que las figuras de referencia nos
proporcionen seguridad yaceptación, que se traducen en una
autoimagen positiva como resultado denuestras interacciones.
En las siguientes etapas, a medida que vamos entrando en la edad adulta,
vamos distanciándonos emocionalmente de nuestros referentes.
Necesitamossu aprobación en menor medida, aunque esta todavía nos
reafirma y nosaporta seguridad. Además, extendemos la necesidad de
aprobación a otraspersonas: parejas, compañeros de trabajo y
supervisores, amistades…
En la edad adulta, la necesidad de aprobación suele manifestarse de la
siguiente manera:

- Experimentar cambios en nuestro estado emocional dependiendo de si


recibimos la aprobación o no de quien tenemos delante. Por ejemplo,
sinos halagan y tienen palabras positivas para nosotros, nos sentimos
muy
contentos y satisfechos; pero, en cambio, si nos critican o
desaprueban,nos sentimos tristes y dudamos de nuestra valía.
- Preocupación excesiva por querer causar una buena impresión, por
gustar
a los demás. Y por excesiva se entiende que dejemos de lado
nuestrasopiniones para ajustarnos a las de los demás, causando un
perjuicio ennuestra coherencia interna.
- Miedo a decir «no» o a declinar una petición: es posible que si decimos
«no» o nos negamos a hacer un favor «perdamos puntos» y la imagen
quelos demás tengan de nosotros sea menos positiva.
- Cambiar nuestra opinión dependiendo de con quién hablemos, con el
objetivo de crear puentes en común que nos acerquen a la otra persona.
- No expresar un desacuerdo con el objetivo de agradar al otro, o bien de
evitar una confrontación o una opinión negativa de nuestra
persona.
- Intentar controlar lo que decimos o cómo nos comportamos, dejando
de
lado la autenticidad y nuestra coherencia interna para aumentar
lasprobabilidades de agradar a los demás.

EJERCICIO
Como hemos comentado, la línea que separa la necesidad de aprobación
sana o esperable de la dependencia es muy fina. Para saber en qué punto
teencuentras, puedes preguntarte:
¿Quiero saber la opinión de los demás o más bien necesito tener su
aprobación? Marca con una «X» el punto en el que ubicarías la medida
enque necesitas obtener la aprobación de los demás. Si consideras que
no lanecesitas en absoluto, tu «X» deberá estar en el extremo izquierdo.
Si, por locontrario, consideras que la necesitas, tu «X» deberá acercarse
al extremoderecho.

No la necesito _____________________________ La necesito

Pregúntate:
¿En qué ámbitos sueles necesitar tener la aprobación de los demás? Por
ejemplo, en lo referente a tu aspecto físico, en cuestiones relacionadas
con eltrabajo, en casa con tu pareja y/o familia, estando con tus
amistades…

¿En qué situaciones o con qué personas te sueles preocupar más por
causar
una buena impresión? ¿Qué impresión quieres causar en cada caso?

¿En qué situaciones o con quién suele costarte más decir «no» o rechazar
una petición?

¿En qué tipo de situaciones sueles mostrarte menos auténtico,


moderando
(quizás en exceso) lo que piensas y cómo te comportas? En otras
palabras,¿con quién sueles cambiar tu opinión con la finalidad de caerle
bien, de tenersu aprobación o simpatía?
No podemos gustar a todo el mundo, ni debemos querer
hacerlo
Pretender gustar a todo el mundo es como querer encontrar una
vacuna
que sirva para todas las enfermedades, a diferentes poblaciones, en
diferentes momentos.
Independientemente de nuestras capacidades, de nuestras virtudes y de
lo
que podamos ofrecer al mundo, siempre habrá personas a quienes no
lesgustemos o quienes nos critiquen. No hay nada malo en ello. Y no,
nosignifica que haya nada malo en nosotros.
Solamente podemos estar seguros de dos cosas: hay tantas
opinionescomo personas, y ninguna es necesariamente más válida
que otra; y
gustar a todo el mundo es un objetivo imposible.
Integrar estas dos afirmaciones nos liberará de presiones innecesarias.
Nos
ayudará a entender que si no obtenemos la aprobación de
alguienprobablemente no signifique que haya algo malo en nosotros.
La regla de los tres tercios, de Bernardo Stamateas, puede ser un recurso
al
que recurrir cuando nos sintamos tentados a cambiar nuestra actitud
oconducta solamente para intentar agradar a alguien. Esta regla consiste
enpensar que un tercio de la gente nos ama, otro tercio nos odia (o no
tiene unaopinión favorable) y el tercio restante no nos conoce, pero
igualmente opinade nosotros.
EJERCICIO
Piensa en alguien que no te guste, que te caiga mal, con quien no quieras
pasar un rato. Anota su nombre.

Ahora, anota el nombre de alguien a quien le caiga bien dicha


persona.
¿Qué crees que le aporta? ¿Por qué crees que le cae bien?

¿Podemos concluir que es perfectamente posible que alguien caiga mal a


una persona, pero que pueda aportar cosas positivas y caer bien a otras?
¿Quépodrías decirte al respecto cuando te encuentres intentando gustar
a todo elmundo o buscando la aprobación de todos los que te rodean?
¿Quéconclusión obtienes al respecto?

Más vulnerables a las críticas


Cuando nuestra autoestima no está en plena forma es más fácil que una
crítica, incluso si está bien fundamentada y está formulada de
maneraconstructiva, nos llegue muy adentro y nos duela. Es probable
que nostomemos tan en serio una crítica que la magnifiquemos y la
generalicemos,que acabemos tomándola como una confirmación de lo
que ya sabíamos: que
lo hacemos todo mal, que nos equivocamos constantemente, que no se
nos dabien una determinada acción… Y puede que nos digamos: «Ves, si
es que yasabía yo que no valía para esto».
Claramente, es una aproximación limitante y derrotista que no nos lleva
a
ningún lado. Como consecuencia, es probable que nos demos por
vencidos,porque «total, yo no valgo para esto». Incluso es posible que
nos inmovilice,que nos rindamos y que tiremos la toalla... «Será mejor
que lo deje y apuestepor algo más sencillo», nos decimos.
Esta aproximación pone más peso en el «no soy capaz» que en el «yo
puedo». Justamente lo último que nuestra autoestima necesita.
Utilizar las críticas a nuestro favor
Es posible que las críticas sean dolorosas, pero algo innegable es que, si
las
sabemos desgranar, podemos aprender de ellas y optar por ser una
mejorversión de nosotros mismos. Para ello debemos dejar de ver las
críticas comotales, y empezar a verlas como posibles puntos de mejora.
Puntos de mejoraque nos sugiere la persona que formula la crítica pero
que, de ningunamanera, bajo ningún concepto, tenemos que aplicar a
pies juntillas. De hecho,debemos ser críticos con las críticas como
veremos a continuación.
Seamos críticos con las críticas. Desgranémoslas, quedémonos con
la
esencia, con lo que verdaderamente pueda ayudarnos a crecer y a
mejorar; saquemos partido de ellas.
Las críticas pueden ofrecernos una visión externa. Una visión que en
ocasiones tanto nos hace falta. Partamos de la base de que
estamosacostumbrados a ser de una determinada manera y a hacer las
cosas de unaforma concreta; estamos acostumbrados a ser como somos.
Resulta muydifícil poder tomar distancia y saber qué aspectos
podríamos hacer de formadistinta, potencialmente mejor.
Immanuel Kant, filósofo alemán, dijo que con las piedras que nos lanzan
podemos erigir un monumento. ¡Hagámoslo!
EJERCICIO
Piensa en una de las últimas críticas que has recibido. Pregúntate:

Más allá de la manera en que se formuló la crítica y de las palabras que


escogieron para verbalizarla, ¿cuál es la esencia del mensaje? ¿Qué crees
quequiso transmitirte la persona que la comunicó?

¿En qué crees que se basa? ¿Y en qué puntos podrías estar de


acuerdo?

¿Puedes reformular la crítica y convertirla en una sugerencia de


mejora?

Tocados y hundidos
«La crítica es, en realidad, un lugar donde ponemos nuestro
enojo.¿Entonces, qué hacemos? Nos ponemos a criticar, que es
mejor que
sentarse a mirar nuestra propia rabia».
Jorge Cassieri
Las consecuencias de las críticas no constructivas son de otro calibre.
Las
críticas destructivas son aquellas que solamente nos indican lo que
hemoshecho mal. Esas críticas pueden estar fundamentadas en un hecho,
la lecturadel cual no está encaminada a la mejora, sino a todo lo
contrario. Algunosejemplos son: «así no se hace», «no sabes hacerlo»,
«no tienes ni idea de loque estás hablando»…
A veces incluso se trata de criticar por criticar. Otras veces, reflejan los
defectos de la persona que critica, quien los proyecta en nosotros. O,
enalgunas ocasiones, se trata de una estrategia poco ética y nada
empática parasalvaguardar su propia autoestima. En todos estos casos
nos duelen. Ymucho. Y, por si fuera poco, ponen en jaque nuestro
bienestar emocional.
Como resultado de las críticas destructivas, es posible que o bien nos
inmovilicemos, o que nos quedemos anclados en rumiaciones
preguntándonos por qué esa persona piensa eso de nosotros. Justamente
loque suele pasar en situaciones de bullying y acoso laboral: nos
preguntamosuna y otra vez en qué se fundamentan las críticas que
recibimos, quépodemos hacer para que no vuelvan a repetirse, qué
podemos hacer paramejorar. Es posible que incluso apostemos por
distintas aproximaciones, quecambiemos nuestra conducta con el único
objetivo de evitar una futuracrítica. Lo que sucede es que, incluso cuando
modificamos nuestra conducta,incluso cuando lo hacemos todo
correctamente, esto no va a ser suficiente.Porque las críticas destructivas
no suelen tener como objetivo quemejoremos; sino que, en ocasiones, su
objetivo es tocarnos y hundirnos.
Porque nuestra conducta no es el problema. El problema es la débil
autoestima, la falta de seguridad y la insatisfacción de la persona
que noscritica. Quien es incapaz de hacer autocrítica. Quien aleja su
mirada desí mismo por miedo a lo que pueda encontrar, así que
dirige su energía a
enjuiciar a los demás.
Nos cuesta entender cómo personas que desprenden seguridad y
fortaleza
por cada uno de los poros de su piel pueden tener una autoestima baja
ysentirse inseguros. Pero si nos tomamos un momento para considerarlo
y loponemos en perspectiva, pronto veremos que nos encaja
perfectamente: lascríticas destructivas son herramientas que personas
con una baja autoestima,a pesar de su disfraz de seguridad y fortaleza,
utilizan para sentirse mejor a
costa de los demás. Es a través de hacernos creer que hacemos las cosas
maly que no valemos, que se sienten más capaces, más fuertes, más
poderosos.
«Cuando a las gentes les faltan músculos en los brazos, les sobran en
la
lengua».
Miguel Delibes
Almudena tiene 29 años y trabaja en un gran almacén. La han ascendido
recientemente y ahora es la responsable de un equipo de unas 30
personas.Todo sería idílico si entre ellas no hubiese dos manzanas
podridas.
El término «manzana podrida» es tan explícito que no hace falta decir
nada
más. «Sí, justo. Eso es lo que son: manzanas podridas», comenta.
Nosreferimos a Loles y a Guille, compañeros que —palabras textuales—
le«amargan la existencia». Se trata de dos personas que llevan más años
queella en la empresa y que se creen con el derecho de poder pisarla —
casiliteralmente—. Siempre ha recibido comentarios incisivos por su
parte, pero,desde que la ascendieron, las críticas son cada vez más
frecuentes y lasituación ha ido in crescendo.
Uno de ellos, Guille, le hace preguntas constantemente. De hecho, más
que
hacerle preguntas, le pide explicaciones y cuestiona sus decisiones.
«Mepregunta “¿por qué?” constantemente y lo acompaña de un “pues
debehacerse así” o “no creo que esa sea la mejor manera”. También me
dice:“¿Por qué haces eso?”, “¡¿quién te ha dicho que se hace así?!”».
Almudenasiente que debe dar explicaciones constantemente, que debe
justificar cadapaso.
La otra manzana podrida es Loles, una veterana que parece confundir la
antigüedad con una posición privilegiada en la jerarquía. Loles se siente
enpleno derecho de tener una opinión para todo. No estaría mal si las
opinionesno fuesen solamente críticas destructivas e invirtiese todo su
tiempo y lasabiduría que le proporciona su experiencia en hacer
sugerencias queverdaderamente aportasen valor. En vez de eso, Loles
opta por perseguir —literalmente— a Almudena repitiendo una y otra
vez lo mal que va todo; queno se están haciendo las cosas como se
debería, que necesitan habersecambios...
Almudena siente que hace las cosas constantemente mal y que, cuando
las
cosas van bien, necesita dar explicaciones de por qué lo hace así y no de
otra
forma. Como resultado, se siente constantemente supervisada y
corregida,incapaz y poco valiosa.
Lo cierto es que Almudena es muy capaz. Tanto, que la han escogido a
ella
entre varios candidatos con más experiencia para hacerse cargo del
equipo.«Estoy muy agradecida por la confianza depositada en mí, pero
cada día meplanteo si hice bien en aceptar el ascenso», me comenta.
Ir a trabajar se ha vuelto un suplicio. Nuestra protagonista se siente
indefensa ante tanto ataque. Lleva aguantando esta situación desde que
entró,pero parece que la cosa ha ido a más. Siente que no puede, que no
es capaz—literalmente—. Duda sobre sus capacidades y sobre su valía.
La semanapasada explotó. Loles y Guille le prepararon una encerrona.
No pudodefenderse. De hecho, fue incapaz de articular palabra; se quedó
paralizada yse echó a llorar. Acabó sufriendo un ataque de ansiedad que
fue el detonantepara que nos conociéramos.
Almudena tiene dudas sobre lo que hace, sobre las decisiones que toma.
Le
pido que se imagine esas mismas acciones y decisiones sin el ruido
causadopor las manzanas podridas de su alrededor. Parece que el
escenario cambiacompletamente.
Lo que sucede es que Loles, Guille y sus comentarios inquisitivos han
hecho que Almudena se sienta cada vez más y más pequeña. Para ellos,
queAlmudena se sienta así es una ventaja. No sabemos para qué, con
quéfinalidad; pero es una ventaja, al fin y al cabo. Quizás a nivel
estratégico paraser ellos quienes muevan el cotarro, como me
comentaba ella misma; o bienporque su autoestima no acepta que
alguien que se ha incorporado haceapenas un par de años destaque y se
lleve el ascenso.
Al finalizar la sesión, concluimos: «Te han hecho sentir pequeñita; tanto,
tan a menudo y con tanta insistencia que te lo has acabado creyendo.
Peroque lo creas porque han hecho un “buen trabajo” de machaque
psicológico yemocional no significa que lo seas».

A la defensiva
«La necesidad de culpar… Se basa en el miedo a ser culpado».
Douglas Stone
En contraposición a las actitudes que hemos visto en este capítulo, nos
encontramos con una alternativa a la que solemos recurrir cuando nos
sentimos vulnerables, poco capaces de defendernos. Esta consiste
enponernos a la defensiva.
«Estar a la defensiva» es una expresión que solemos utilizar a menudo
para
referirnos a esa actitud que adoptamos —predominantemente de
manerainconsciente— cuando no nos sentimos a salvo, o cuando nos
sentimosvulnerables o poco seguros, cuando sentimos que nos atacan.
Aunque, deboañadir, en ocasiones no se trata del comentario en sí, sino
de la interpretaciónque hacemos del mismo.
Nos ponemos a la defensiva (que es muy distinto a defenderse de un
ataque) porque nos sentimos incómodos con el camino que está
tomando laconversación. Ya sea porque se ha puesto en entredicho
nuestro criterio oporque se ha criticado nuestra opinión. Es posible que
optemos por ponernosa la defensiva porque nuestra autoestima está tan
frágil que no podemospermitir que ninguna crítica acabe de romperla.
Sentimos que, siconsideramos que la crítica es cierta, que hay algo que
debemos mejorar,nuestra imagen se verá afectada. Y eso es algo que no
podemos permitirnos.Por lo que directamente construimos un muro
impenetrable, nos enrocamosen nuestra posición y no estamos
dispuestos a escuchar lo que nos quierendecir.
Estamos a la defensiva cuando evitamos que la otra persona
intervenga;cuando en vez de escuchar sus argumentos estamos
preparando nuestrarespuesta; cuando procesamos todo lo que se
nos dice como si fuera en
nuestra contra o como si tuviese la intención de hacernos daño o
dehacernos sentir inferiores. Estamos a la defensiva también
cuando
intentamos evadir nuestra responsabilidad con excusas o mentiras;
si
hacemos un uso constante del «sí, pero…»; y si reconducimos la
situación contrastando una crítica con otra, sacando a la luz errores
de
los demás, en vez de hacer autocrítica.
La consecuencia es que las personas que nos rodean acaban pensando
que
no se nos puede decir nada, que nos sentimos fácilmente atacados y
quevivimos permanentemente en alerta para, así, evitar ser lastimados.
Al ponernos a la defensiva marcamos los límites, nos protegemos y, de
alguna manera, nos defendemos. Nuestro cuerpo se pone en alerta.
Tantonuestro lenguaje no verbal (la posición de nuestro cuerpo, la
expresión facialy los gestos que utilizamos) como el tono de voz reflejan
que estamos
incómodos. En primera instancia nos resulta útil, precisamente por
eso:porque marcamos límites y podemos huir de una situación que
puede poneren jaque a nuestra autoestima. Pero, a la vez, el mensaje que
nos mandamoses: «Más vale que pongas distancia, porque eres incapaz
de gestionar lasituación de otra forma».
Este parece ser el caso de Berta, la mujer de Miguel.
Miguel me contacta para trabajar sus inseguridades. Comenta que
siempre
ha sido una persona insegura. De padre con un estilo narcisista y una
madredependiente, cuando era pequeño aprendió a actuar para
contentar a su padre,buscando constantemente su aprobación. En la vida
adulta sigue haciéndolo,aunque en menor medida. De hecho, ha
aprendido a expresarse de maneraasertiva. Sin embargo, tiende a evitar
el conflicto tanto en casa como en eltrabajo; dos ambientes en los que
dar su opinión le sale caro.
Como consecuencia de todo lo anterior, Miguel piensa no una sino mil
veces antes de abrir la boca. En su cabeza, reformula una y otra vez
elmensaje, procurando evitar el conflicto a toda costa a la vez que
intentaarmarse de valor y expresar su opinión. Sabe que debe hacerlo:
quedarsecallado no es una opción. Tanto en casa como en el trabajo
nunca tiene éxito.O eso es lo que él cree, fruto de las reacciones de su
mujer y de su jefe.
Cuando hay un intercambio de opiniones, Berta parece conseguir que
Miguel se olvide de la esencia del mensaje que quiere transmitirle. Hace
que,casi por arte de magia, Miguel pase de centrarse en la crítica que
quieretransmitirle a su mujer, a plantearse sus propios errores. El otro
día, porejemplo, Berta hizo una receta de cocina heredada de su madre.
En la mesa,comentó: «Está muy lograda, ¿verdad? Casi podría decir que
la ha hecho mimadre». A lo que Miguel respondió: «Está muy rica, la
verdad es que sí. Perocreo que tu madre lo dejaba reposar un poco más;
la textura es distinta». Actoseguido, Berta zanja la conversación con un:
«La cocina no es lo tuyo,Miguel, ¿no te acuerdas cuando intentaste hacer
una paella que se tequemó?».
Automáticamente, la conversación cambiaba de foco. Ahora ya no se
hablaba de la receta de Berta, sino de las pocas habilidades culinarias
deMiguel. «Gracias» a ese mensaje, Miguel ya no podía opinar sobre el
platoque había preparado su mujer porque «la cocina no es lo suyo»; y
Berta, susrecetas y su autoestima quedaban salvaguardadas.
Algo parecido sucedía en el trabajo donde Pepe, el jefe de Miguel,
tampoco
aceptaba críticas y debía tener siempre, siempre, la última palabra.
Siemprehabía algún matiz que debía aportar para ser él quien
sentenciase laconversación. O bien reformulaba el mensaje que acababa
de transmitirMiguel de tal manera que pareciese un mensaje
completamente distinto. Denuevo, Miguel llegaba a la conclusión de que
nunca tenía razón; que eramejor callarse.
Para mí, lo más interesante de todo es cómo dos personas que no
admiten
críticas (uno de los signos de una baja autoestima), y que
reaccionanponiéndose a la defensiva y cambiando el foco de la
conversación, merman laautoestima de un tercero —Miguel, en este
caso, cuya baja autoestima semanifiesta en forma de dudas—. De alguna
manera, los tres padecían de lomismo: baja autoestima. Sin embargo, la
forma de manifestarse eraradicalmente distinta. Son el perfecto ejemplo
de las dos caras de lainseguridad.
Así se lo transmití a Miguel. Esta reflexión le ayudó a ver la conducta de
su
mujer y de su jefe con mayor perspectiva y, lo que es más importante, a
dejarde poner el foco exclusivamente en su persona cuando Berta o
Pepecontrastaban una crítica con otra, o cuando le hacían sentir que su
opinión noera válida. Ahora ponía el foco en entender por qué optaban
por hacerlo.

EJERCICIO
¿Con quién te sientes más identificado, con Miguel, con Berta o con
Pepe?
¿Por qué? ¿Qué tipo de situaciones apoyan tu elección? ¿Qué tipo
decomentarios sueles recibir o sueles verbalizar en esas situaciones?
Relee lo que acabas de escribir. ¿Qué tienen en común las situaciones o
los
comentarios? Por ejemplo, ponen en entredicho tu criterio, hacen una
crítica
de tu actitud… O eres tú quien pone en entredicho el criterio de otra
personay cuestiona su actitud. Si te cuesta ver un patrón en las
situaciones o en loscomentarios, puedes pensar en términos de
emociones: ¿Cómo sueles sentirte
en dichas situaciones?

Cambia el foco e intenta ponerte en el lugar de la otra persona implicada


en
la situación. ¿Qué motivos crees que puede tener para actuar de esa
forma?¿Qué obtiene al hacer comentarios como esos o al actuar de esa
manera?
CAPÍTULO 10
Lo que perdemos por miedo a perder

«La persona que llega más lejos es normalmente la que está


dispuesta a
hacer y a atreverse».
Dale Carnegie

Miedo al fracaso
El miedo al fracaso es algo común; está presente en todos los seres
humanosen menor o mayor medida. Este miedo puede resultar positivo
en tanto quenos lleva a esforzarnos y a superarnos. Pero habitualmente
vemos su otracara, la que nos invita a evitar situaciones desagradables.
De hecho, esposible que este miedo sea tan intenso que nos bloquee, que
nos inmovilice.
Todos podemos equivocarnos. Equivocarse forma parte del
aprendizaje.Pero no siempre lo vemos así. Sobre todo, cuando
nuestra autoestima no
está en plena forma; en cuyo caso raramente nos centraremos en
elcomponente de aprendizaje, sino que damos mayor importancia
al
componente del fracaso.
Nos preguntamos por qué no hemos obtenido los resultados que
deseábamos, por qué hemos fracasado, y las explicaciones que nos
vienen ala cabeza giran en torno a nuestras debilidades y carencias, a
aquello queconsideramos que no se nos da bien. Ponemos nuestro foco
en nuestrapersona y en todo aquello que no nos convence de nosotros
mismos, dejandode lado otras posibles explicaciones igual de factibles.
Pero esto no solamente sucede a posteriori, una vez ya se ha resuelto la
situación, sino que podemos llegar a la misma conclusión incluso antes
deque suceda. Solemos anticiparnos. Exploramos los posibles escenarios
y losposibles resultados a dichos escenarios. No hay nada malo en ello,
alcontrario: forma parte de nuestro mecanismo de toma de decisiones y
resultaútil en tanto que nos ayuda a evaluar la opción más adecuada. Sin
embargo,resulta caprichosa la forma en que seleccionamos unos
escenarios en lugar deotros. Y resulta curioso en base a qué solemos
hacerlo.
Cuando atravesamos un periodo en que nuestra autoestima está en baja
forma, es más probable que demos mayor peso a la versión menos
alentadora,a aquella que subraye nuestros defectos o aquello que
consideramos que nose nos da suficientemente bien.
¿Resultado? Muy probablemente triunfe el inmovilismo. Decidimos
no
intentarlo porque «total, ya sé que no voy a conseguirlo».
El inmovilismo puede tomar forma de evitación de situaciones y
actividades. Por ejemplo, actividades en las que nos sentimos
examinados oaquellas que estamos convencidos que no sabremos
superar con éxito.
Si no tenemos opción de evitarlas y debemos enfrentarnos a ellas, es
probable que experimentemos nerviosismo e, incluso, que nos
bloqueemos.Todo lo anterior reforzará nuestra visión negativa de
nosotros mismos y denuestras capacidades. Es más, lo tomaremos como
signo irrefutable de queestamos en lo cierto, de que realmente no se nos
da bien y de que no vamos aconseguir los resultados deseados. Y así es
como el miedo al fracaso nospuede llevar a fracasar.

EJERCICIO
¿Qué objetivos te gustaría intentar, qué acciones querrías llevar a cabo si
no
despertasen tus miedos e inseguridades?
¿Qué ventajas tiene para ti evitarlas? En otras palabras, ¿de qué te
proteges?

¿Qué capacidades crees que te hacen falta para llevar a cabo las acciones
u
objetivos que planteas?

Ahora, piensa en situaciones en las que pongas en práctica dichas


capacidades de manera exitosa. ¿Qué situaciones son?
¿Qué conclusión puedes obtener?

Repensando el término «fracaso»


Solemos llevar muy mal eso de equivocarnos. Interpretamos los errores
y
las equivocaciones como algo aversivo. Lo mismo le sucede al fracaso.
Loevitamos. No nos gusta sentir que hemos fallado, que hemos
fracasado. Noslleva a pensar que no somos capaces, que no contamos con
las habilidadesnecesarias. Pero el error, la equivocación, el fracaso, ¿son
un verdaderofracaso?
Mi respuesta sería: depende. Depende de si nos quedamos con la
connotación negativa de fracaso; aquella que no nos ayuda a crecer;
aquellaque, más bien al contrario, nos hace un flaco favor.
Cuando hablamos de equivocaciones, de errores y de fracasos, nos
olvidamos de que todos ellos forman parte del aprendizaje. Y no
solo eso,
sino que son una parte esencial del mismo. Tanto, que son los que
activarán los recursos en futuras ocasiones para evitar que
obtengamos
el mismo resultado. Por lo tanto, las equivocaciones, los errores y
los
fracasos no son más que oportunidades para aprender, crecer y
desarrollarnos. Solamente debemos ser capaces de leerlos en clave
de
oportunidad y no de desventaja, ni de contratiempo, ni de
inconveniencia.
Veamos un ejemplo. Una situación que típicamente solemos vivir como
un
fracaso son las rupturas sentimentales. Si las interpretamos en estos
términosprobablemente lleguemos a la conclusión de que no somos
capaces deescoger bien a nuestra pareja, o que no sabemos mantener
una relación.
Si nos enfrentamos a una ruptura pensando que hemos fracasado, ¿con
qué
actitud gestionaremos la situación? ¿Con qué actitud haremos frente
afuturibles nuevas relaciones? Si nos enfrentamos a una ruptura
pensando entérminos de fracaso será más probable que el pensar en
futuras relaciones noscause cierto miedo porque creemos que no
sabemos escoger bien, o porqueestamos convencidos de que no sabemos
mantener una relación de pareja...Pensar en términos de fracaso nos
llena de inseguridades. Inseguridadesinnecesarias que se dan
únicamente como consecuencia de pensar en
términos de fracaso.
En cambio, si interpretamos la ruptura como un cambio en los planes,
como
un nuevo desafío al que debemos hacer frente y a través del cual
podemoscrecer, quizás nos sentiremos más capaces de superarlo.
¿Resultado?Tendremos mayor predisposición a conocer a gente nueva, a
volver aintentarlo y a pensar que tenemos cosas que aportar como
pareja. De hecho,si no lo vivimos como un fracaso, podemos incluso
sentirnos capaces dehacer frente a la soledad. Una soledad con la que
estemos a gusto.
Si abandonamos el término fracaso, si somos capaces de repensar
nuestra
situación, posiblemente seremos capaces de entender cómo una ruptura
puedemejorar nuestra realidad. Posiblemente entenderemos que no
tiene ningúnsentido continuar en pareja cuando las cosas no van bien;
cuando, a pesar dehaberlo intentado, no se ha podido mejorar la
relación. Si me permitís laanalogía, es como si nos doliese la cabeza y no
nos quisiéramos tomar unapastilla porque tomarnos una pastilla
significa fracasar. ¿Tiene sentido alargarel sufrimiento? ¿Tiene sentido
llamar fracaso a poner fin a algo que no noshace bien? ¿No sería, acaso,
más fracaso seguir con ese sufrimiento?
Quizás romper sea la decisión más acertada para ambos miembros si
ponemos al bienestar de todos los implicados en el centro de la
misma.Quizás seguir en pareja cuando las cosas no van bien y vemos
inviable que lasituación mejore en un futuro cercano sea, justamente, lo
que podríamosdefinir como fracaso —y no lo contrario—. Porque es el
bienestar lo quedebe importarnos por encima de cualquier relación.
Porque lo importante noes estar en pareja. Lo importante es estar bien.
EJERCICIO
En relación a las situaciones que consideras que evitas, las cuales has
utilizado en el ejercicio anterior, pregúntate:

Si en vez de evitarlas fueras a por todas y no salieran bien, ¿sería un


fracaso? ¿Podrías hacer otra lectura? ¿Qué sucede si ni lo intentas; no
podríasconsiderar que entonces sí has fracasado?

¿Qué podría ir mal? Y, lo más importante, ¿qué podrías aprender de cada


situación?

¿Podrías aprenderlo de otra forma? Es decir, si todo saliese sobre


ruedas,
¿tendrías los mismos aprendizajes a tus espaldas?
Miedo al éxito
Tener éxito es relativamente fácil. Pero mantenerlo… eso ya no es
tan
sencillo. Y lo sabemos. Y nos da miedo precisamente porque somos
conscientes de que conseguir nuestros objetivos no es el final del
camino,
sino el principio de uno nuevo.
Estamos acostumbrados a leer y a hablar del miedo al fracaso, pero no
debemos olvidarnos del miedo al éxito, del miedo a que las cosas salgan
bien.A priori puede parecer ilógico, incluso absurdo: ¿Quién, en su sano
juicio, vaa tener miedo a que las cosas le salgan bien, a obtener los
objetivos por losque tanto ha luchado? La cuestión no es que nos dé
miedo que las cosas nossalgan bien, sino que nos dan vértigo las
consecuencias que se deriven deléxito.
Que las cosas salgan bien, que tengamos éxito, significa que vamos a
encontrarnos en situaciones nuevas para nosotros, que vamos a tener
queasumir más responsabilidades, que vamos a tener que esforzarnos
más, quevamos a tener que dedicarle más recursos. Que vamos a
encontrarnos ensituaciones que no controlamos. Situaciones en las que
quizás no nossintamos cómodos. Situaciones que nos despiertan
inseguridades.
Tener éxito no implica solamente tener éxito. Tener éxito implica saber
gestionarlo, saber estar a la altura, saber mantener la posición de éxito,
sabergestionar las críticas que conlleva tener éxito… Todo ello puede
resultarnoscuesta arriba, puede causarnos cierto vértigo.
El poder de querer evitar estas situaciones que despiertan nuestras
inseguridades derivadas de haber alcanzado nuestros objetivos, de
haber
tenido éxito, puede ser tan fuerte que nos haga actuar con menor
rendimiento para, justamente, disminuir la probabilidad de
obtener
éxito y, así, que sea menos probable que nos encontremos en
situaciones
que nos causen vértigo.
El miedo al éxito suele ser más frecuente en el terreno laboral. Nos da
miedo brillar y destacar, por lo que pueda traer consigo ese brillo.
Preferimospasar desapercibidos, ser uno más; aunque eso conlleve
perder oportunidades.Oportunidades a las que muchas personas les
gustaría optar; oportunidadesque, realmente, a nosotros nos gustaría
aprovechar.
En ocasiones, el miedo al éxito puede tener su origen en el pensar que no
merecemos tener éxito, que no merecemos lo bueno que nos pueda pasar
o,mejor dicho, lo bueno que podamos obtener. Que creamos que no
merecemosel éxito significa que creemos que no tenemos las
capacidades necesariaspara mantenerlo y que, por lo tanto, acabaremos
perdiendo lo que hemosconseguido. Es decir, que no queremos obtener
éxito por miedo a perderlo ypor lo que pueda significar; que realmente
no lo merecemos, que realmenteno valemos.
Este es el caso de Míriam, una enfermera de 34 años. Míriam lleva en el
mismo hospital desde que se licenció. Trabaja en neonatos y tiene su
trabajopor la mano. De hecho, Míriam es la encargada de acompañar a
las nuevasincorporaciones en su proceso de adaptación.
María José, la enfermera responsable de la UCI perinatal, se jubila el
próximo año. Todo apunta a que Míriam va a ser su sustituta. De
hecho,María José habló con ella y tanteó el terreno. Le comentó que era
ella enquien estaba pensando para tomar el relevo, esperando una
respuesta positivapor su parte. Una respuesta que no obtuvo.
Míriam se bloqueó. En su mente no paraban de venirle situaciones en las
que se encontraría si asumiese el cargo. Gestionar recursos,
resolverconflictos, tomar decisiones… Se le hacía una montaña solo de
pensarlo. Ensu mente se dibujaban las palabras «no puedo» en grandes
letras luminosasde color rojo.
Al llegar a casa lo comenta con Javier, su pareja, como quien no quiere la
cosa, cambiando rápidamente de tema. «Espera un momento; ¿me
estásdiciendo que María José te ha ofrecido su puesto y no le has dicho
que sí?¡Pero si es lo que siempre has deseado! Por fin tendrás la
posibilidad deimplementar las mejoras que siempre comentas. Ahora es
tu oportunidad demejorar cómo funcionan las cosas».
Míriam sabe que es exactamente así; que tiene algunas ideas que pueden
ayudar al funcionamiento de la unidad. Pero el dicho «más vale
maloconocido, que bueno por conocer» refleja perfectamente esta
situación.

EJERCICIO
¿Alguna vez te has sentido como Míriam? ¿En qué situación o
situaciones?

¿En qué podría traducirse el éxito en tu caso? ¿Qué inseguridades se


podrían despertar si tuvieras éxito?

Piensa en términos de capacidades, recursos y conocimientos. ¿Cuáles


debes adquirir, desarrollar o potenciar para poder sobrevivir a las
nuevassituaciones que pueden derivarse de tus éxitos?
¿Qué conclusión obtienes?

Zona de confort
Estando en la zona de confort sacrificamos el vivir y el disfrutar, la
magia de lo nuevo, por la seguridad de lo conocido.
La zona de confort es un término tan popular que lo hemos incorporado
en
nuestro vocabulario cotidiano. Engloba todas aquellas actividades
quellevamos a cabo de manera casi automática, aquellas que nos
resultancómodas y asequibles, fáciles de conseguir, y que requieren que
activemosrecursos con los que ya contamos.
Sin duda, una de las mayores ventajas de la zona de confort es la
comodidad y la seguridad que nos aporta. Aunque precisamente estas
mismascaracterísticas son las que, a la vez, hacen que quedarnos en la
zona deconfort nos precipite a dinámicas o comportamientos que cada
vez nosresultarán menos estimulantes, y, como resultado, nos pueden
llevar asentirnos poco realizados.
La zona de confort nos aleja del desarrollo y del crecimiento, nos aleja de
situaciones que nos pueden resultar estimulantes, ya que activan
recursos quenos permitan desarrollarnos y crecer. Y, sobre todo, nos
aleja de laposibilidad de demostrar nuestra valía, de probar de qué
somos capaces y, deesta forma, de fortalecer nuestra confianza y nuestra
autoestima.

EJERCICIO
¿Qué actividades o situaciones te harían salir de la zona de confort?
¿Cómo sueles actuar en la actualidad?

Piensa en tu forma habitual de gestionar dichas situaciones o


actividades.
¿Cuál sería la aproximación contraria, la que te permitiría salir de la zona
de
confort y crecer?

Imagina que fuese yo quien estuviese en tu situación, ¿qué consejo me


darías? ¿En qué me beneficiaría salir de la zona de confort?
Autenticidad: Yo decido quién quiero ser
Si dejamos que el miedo al fracaso decida por nosotros, ¿en qué
lugarquedan nuestros valores y nuestra potestad para decidir la
vida que
queremos vivir?
Actuar acorde con nuestros valores posibilita una vida auténtica.
Respeto,
amabilidad, honestidad, bondad, responsabilidad, gratitud... son algunos
delos valores más comunes. Podemos escoger de manera más o
menosconsciente qué valores queremos integrar en nuestra vida; y
podemos escogersi queremos vivir acorde con ellos o no cuando nos
encontramos frente unasituación, ante una decisión.
Si lo hacemos, si vivimos acorde con nuestros valores nos sentiremos
satisfechos, orgullosos de nosotros mismos. Tendremos una vida
auténtica,coherente con nuestros valores. Nos sentiremos en paz. De lo
contrario, sidecidimos dejarlos de lado o actuar en su contra se
apoderará de nosotroscierto malestar. Sentiremos que algo no va bien,
que algo no acaba de encajaren nuestra vida.
Os preguntaréis de qué manera se relaciona la autenticidad y la
coherencia
con la autoestima. Somos nosotros quienes decidimos cómo actuar en
cadasituación. Somos nosotros quienes tenemos la potestad para decidir
quécamino seguimos, de qué valores queremos ser abanderados, qué
tipo depersonas queremos ser. Y hacerlo nos hará sentir que tomamos
las riendas denuestra vida, impactando nuestra autoestima
positivamente.
Para ser auténtico y congruente a menudo será necesario echar mano de
recursos como la asertividad, en tanto que tendremos que poner límites
yponer a nuestra opinión por delante del qué dirán. Además, actuar de
maneraauténtica y coherente con nuestros valores, con quienes somos,
nos manda unmensaje que fortalece nuestra autoestima: «me acepto, no
tengo queesconderme, no tengo que ser otra persona solamente para ser
aceptado».
EJERCICIO
¿Cuáles son los valores que te representan? Márcalos con una «X»:

Altruismo

Aprendizaje

Autonomía

Colaboración

Compasión

Empatía

Equidad

Justicia

Honestidad

Independencia
Integridad

Gratitud

Lealtad

Optimismo

Perseverancia

Prudencia

Responsabilidad

Superación

Sacrificio

Sensibilidad

Tolerancia
Servicio

Sinceridad

Solidaridad

Valentía

Voluntad

Respeto
¿En qué situaciones y mediante qué actitudes y acciones demuestras que
vives acorde con esos valores? Piensa en algún ejemplo y
descríbelobrevemente.

¿Qué valores te gustaría añadir a la lista?


¿En qué actitudes y acciones del día a día se traducirían los valores que
te
gustaría trabajar? ¿Qué deberías hacer o decir —o no hace o no decir—
paracomportarte acorde con esos valores? Escríbelas y valora
implementarlas a tuvida cotidiana; te ayudarán a sentirte más cerca de la
versión de ti mismo que
quieres llegar a ser.
CAPÍTULO 11
Ser capaz

Ser o no ser capaz no es cuestión de grado. Es cuestión de tiempo.


Escuestión de esfuerzo. Es cuestión de voluntad. Es cuestión de
actitud.

Ser o no ser capaz


Cuando nos planteamos si somos capaces, o si no lo somos, no lo
hacemospensando que es una cuestión de grado; sino al contrario, lo
planteamos comoalgo dicotómico del tipo blanco y negro, del tipo todo o
nada. Y es así comolo sentimos. O somos capaces o no lo somos. No hay
más. Y este esprecisamente uno de los mayores errores al respecto.
Primero debemos pensar qué significa ser capaz. Es posible que en
nuestra
mente tengamos una (vaga) idea de lo que queremos conseguir, de cuál
esnuestro objetivo. Pero esta idea es tan vaga que el considerar que
somos oque no somos capaces de hacer resulta ambiguo; dependiendo
del día o denuestro estado de ánimo estimaremos que somos más o
menos capaces deconseguirlo.
Para evitar incurrir en este error podemos plantearnos qué es
exactamente
lo que queremos conseguir. Incluso podemos explorar diferentes
escenariosque podríamos considerar como un resultado exitoso. No
debemos quedarnoscon un «hacerlo bien». Porque «bien» es una
descripción demasiado amplia,demasiado ambigua. «Bien» puede tener
matices muy distintos para distintaspersonas. Incluso «bien» puede
depender de nuestro estado de ánimo. Por loque debemos ser más
precisos, de lo contrario es posible que nuestro estado
de ánimo o nuestra autoestima nos seduzcan y nos hagan cambiar de
ideasituando las metas más lejos de lo realmente necesarias, o
infravalorando losresultados obtenidos.
Macarena es una joven de 25 años. Hace un par se independizó y, desde
entonces, se despertaron una serie de inseguridades. Como tareas
entresesiones, acordamos que probaría a hacer cosas nuevas. Cosas
sencillas, nadaimportante. Una de ellas era hacer magdalenas.
A la siguiente sesión le pregunté qué tal le habían ido sus pinitos en la
repostería. «Mal», me dijo. «Ni lo probé». Le pedí que me explicara por
quéno lo había probado. «Porque no me van a salir bien, Montse», me
contestó.
Para Macarena no eran importantes las magdalenas. Para mí tampoco.
Lo
que era importante era la lección que podía obtener de esa experiencia.
Unaexperiencia que debía ser dulce, pero que a Macarena le estaba
resultando untanto amarga.
En primer lugar, clarifiqué que, sin probarlo, era imposible que supiera
cómo le iban a salir las magdalenas. «Soy un desastre en la cocina. De
verdadte lo digo, Montse. Se me da fatal». Insistí: «No hace falta ser un
genio de lacocina para hacer magdalenas. Incluso un desastre, siguiendo
lasinstrucciones, puede hacerlas».
En segundo lugar, le pedí que concretara. «¿Qué significaba hacer “bien”
las magdalenas?». Macarena se rio. Mucho. Me confesó que en su cabeza
seimaginaba unas magdalenas perfectas. Blanditas, esponjosas, doradas.
Deanuncio, vaya.
«¿Necesitas unas magdalenas de anuncio?», le pregunté. Se volvió a reír.
Siendo honesta consigo misma, no necesitaba que sus magdalenas
fuesenperfectas. Solamente necesitaba que fuesen sabrosas. Y que
fuesenesponjosas. Y que no se le quemasen.
Parecía que estábamos algo más cerca de obtener unas magdalenas no
perfectas, pero totalmente aceptables. Y, de paso, entre risas,
Macarenaempezaba a darse cuenta de la importancia irracional que su
mente estabaotorgando a las magdalenas, de lo absurdo de la situación.
Le pregunté qué sucedía si las magdalenas le salían «no bien» según su
criterio. Si resultaba que al sacarlas del horno no habían quedado
esponjosas,sino un mazacote. O si le quedaban más tostadas de lo que
quería. O, alcontrario, si le quedaban algo crudas por dentro.
Macarena se rio otra vez. «No pasa nada, claro. ¡¿Qué va a pasar?!». Sin
embargo, en su cabeza sí que pasaba. Pasaba que no podía permitirse
que lasmagdalenas quedaran hechas un mazacote, quemadas o crudas.
Porque si lesalían «no bien», tenía que asumir un fracaso. Y su
autoestima no estabapreparada para ello.
Le pedí a Macarena que para la próxima sesión trajese una magdalena.
Un
mazacote. O una magdalena quemada o cruda. Pero que trajese
unamagdalena. Ese era nuestro objetivo: hacerlo. Aunque fuese hacerlo
«nobien».
El ejercicio no acababa ahí. Cuando las sacara del horno, no debía
decirse:
«Me han salido mal, soy incapaz de hacerlas bien»; sino algo mucho
másespecífico y encaminado a mejorar de cara a la próxima hornada,
algo asícomo «le ha faltado levadura, o tiempo de cocción, o todo lo
contrario». Leaconsejé que dejase sus habilidades de lado, que no las
cuestionase —almenos por esta vez—, y que pusiese el foco en los
puntos de mejora, enaquello que la ayudaría a mejorar. Porque, como
ella había dicho, «no pasanada porque no salgan bien unas magdalenas».
Pues si no pasa nada, que nopase. Pero hazlas.

EJERCICIO
¿Cuáles son tus «magdalenas»? ¿Qué cosas, qué actividades mundanas,
no
haces por miedo a no hacerlas bien?
¿Qué significa hacerlo bien en este caso?

¿Cuál es el peor escenario, qué es lo peor que puede pasar? Piénsalo


fríamente: ¿Es tan grave, es un escenario tan negativo como para
noprobarlo?

Piensa en términos de soluciones: ¿Qué puedes hacer para evitar o para


poder gestionar con éxito esos escenarios que actualmente te echan
paraatrás?
Utilicemos las dudas a nuestro favor
Como hemos comentado en anteriores capítulos, a menudo desearíamos
poder dejar las dudas de lado. Estas nos molestan, nos ponen en
unaincómoda tesitura en la que nos vemos forzados a plantearnos
escenarios.Escenarios en los que no siempre obtenemos los resultados
que nos gustarían.E interpretamos las dudas como obstáculos.
Obstáculos que nos alejan denuestros objetivos, aunque sea mental y
emocionalmente. Que hacen que noslo pensemos dos veces. O tres. O, en
ocasiones, demasiadas. Que hacen quelleguemos a la conclusión de que
nuestros objetivos no son alcanzables y quelos dejemos de lado por
miedo a no poder superar los obstáculos, lidiar conlas dificultades y
combatir, así, nuestras dudas.
¿Qué tal si probamos a utilizar las dudas a nuestro favor, a verlas como
aliadas? ¿Qué tal si las utilizamos para subrayar aquellos aspectos a los
quedebemos prestar más atención para aumentar las probabilidades de
obtener elresultado que deseamos?
Eso es justamente lo que te propongo. Que apuestes por un cambio de
perspectiva y que, para cada duda que te surja, intentes trazar un plan
que teacerque al éxito.

EJERCICIO
Piensa en un objetivo que quieras conseguir, algo que te pasa por la
cabeza
desde hace un tiempo pero que has ido dejando de lado porque siempre
que tequerías poner a ello te invadían las dudas. ¿Qué objetivo es? ¿Qué
te gustaríaconseguir?
¿Qué dudas te surgen al respecto?

Cambia de perspectiva. Imagina que las dudas no cuestionan tu valía,


sino
que subrayan los aspectos a los que debes prestar atención para
encontrar unnuevo enfoque, desarrollar una capacidad, adquirir nuevos
conocimientos…¿Cuáles son estos aspectos?

«No puedo… todavía»


Si me digo que no puedo, si me lo repito, si me convenzo de ello y lo
integro en mi diálogo interno, de una cosa puedo estar seguro y es
de que
verdaderamente no podré.
Algo de lo que nos olvidamos a menudo es, precisamente, de algo
innegable: que contamos con una gran capacidad de aprendizaje. Hoy
estásleyendo estas líneas, cuestionándote cómo piensas y discerniendo
qué
cuestiones te pueden resultar interesantes integrar para cambiar tu
diálogointerno. Todo esto gracias a lo que has aprendido desde que
naciste. Hasaprendido a leer, a extraer información de un texto, a pensar,
a cuestionar, aopinar. Desde que nacemos no hacemos otra cosa que
aprender. Es algoinnegable. Pero, repito, es algo de lo que nos olvidamos
a menudo.
Cuando se nos presenta una situación que se nos antoja difícil, algo que
consideramos una dificultad para la que en primera instancia no
nosconsideramos capaces, pensamos:
«No puedo hacerlo», «no seré capaz». ¿Dónde queda nuestra
capacidadde aprendizaje? Parece que no hay cabida para ella. La
dejamos de lado,
como si no existiera, a pesar de haber sido una de nuestras mayores
aliadas durante toda nuestra vida.
Y que la dejemos de lado no es casualidad. Si nos olvidamos de nuestra
capacidad de aprender nos alejamos de la posibilidad de fracasar. O esa
es laasociación que hace nuestra mente, aunque en realidad pueda
suceder justo locontrario.
Imagina que ante una situación que requiere de aprendizaje nos
esforzamos
y ponemos toda la carne en el asador. Y resulta que no lo conseguimos.
¿Quélectura hacemos? Probablemente ninguna positiva. Pensaremos que
no lovalemos, que somos incapaces de hacerlo incluso habiéndonos
preparado. Lotomaremos como un fracaso.
Pero imaginemos que ni tan siquiera lo intentamos. Nos protegemos.
Nos
escudamos en un «no lo he intentado». Un «no lo he intentado» es
tentador,ya que protege nuestra autoestima y nos proporciona control
sobre nuestravida. El fracaso ya no será fruto de no ser capaces, sino de
no haber queridointentarlo. De algún modo siempre nos quedará la duda
de qué hubierasucedido si lo hubiésemos intentado, si hubiésemos
puesto toda la carne en elasador. Pero preferimos quedarnos con la duda
y asumir que no lo hemosquerido intentar; a esforzarnos, a arriesgarnos
y a no conseguirlo porque nosresulta más fácil de digerir. Aunque a
medio-largo plazo seacontraproducente.
Intentarlo es arriesgarse a no conseguirlo. Un riesgo que no
siempre
estamos dispuestos a correr, aunque el precio a pagar sea dejar de
lado
nuestros objetivos.
EJERCICIO
Para poder dar la vuelta a este tipo de pensamientos te propongo el
siguiente ejercicio.

Completa la frase con acciones o tareas para las que actualmente no te


consideras capaz. Piensa en distintos ámbitos.

No puedo…

No soy capaz de…

No sé…

No me atrevo a…
Reléelas. ¿Cómo te sientes al subrayar aquellos puntos a mejorar, a
aprender o a desarrollar de forma tan clara y formulados en negativo?
¿Tesientes motivado para trabajar en los aspectos anteriores?

Ahora prueba a reescribir las frases incluyendo el «todavía». Por


ejemplo,
«No puedo… todavía», «todavía no soy capaz de…», «no sé… todavía»,
«todavía no me atrevo a…».

Reléelas. ¿Cómo te sientes al subrayar el componente reversible y


temporal,
al tener en cuenta tu capacidad de aprendizaje?
Eres tu mejor aliado
«Si oyes una voz en tu interior que dice: “no puedes pintar”, pinta
por
todos los medios y esa voz será silenciada».
Vincent Van Gogh
De la misma forma que nos olvidamos de nuestra capacidad de
aprendizaje,
nos olvidamos de las capacidades y los recursos con los que contamos.
Enocasiones somos rígidos. Y esta rigidez nos limita en tanto que impide
queseamos conscientes de que podemos aplicar recursos y habilidades
quetípicamente hemos usado en un ámbito o en un tipo de situación
concreto, aotras. Por ejemplo, las mismas habilidades de gestión del
tiempo o deresolución de conflictos que utilizamos en el trabajo,
podemos aplicarlas encasa; o viceversa.

EJERCICIO
¿Cuáles son tus principales cualidades? En uno de los primeros capítulos
te
hacía la misma pregunta. Una vez acabado este ejercicio, te invito a echar
unvistazo a tu respuesta —puede resultar curioso ver cómo ha cambiado
tupercepción desde que hiciste este ejercicio por primera vez—.
Marca tus cualidades con una «X». Puedes pensar en aquellas que
familiares, compañeros y amigos han utilizado para referirse a ti.

Aceptación
Autonomía

Alegría

Amistad

Asertividad

Autenticidad

Autocontrol

Bondad

Cautela

Compromiso

Compasión

Confianza
Cooperación

Creatividad

Decisión

Determinación

Dignidad

Empatía

Entusiasmo

Flexibilidad

Generosidad

Gratitud

Humildad
Igualdad

Ingenio

Iniciativa

Integridad

Justicia

Lealtad

Optimismo

Orden

Paciencia

Perdón

Persistencia
Prudencia

Resiliencia

Respeto

Responsabilidad

Sensibilidad

Sentido del
humor

Tenacidad

Tolerancia

Valentía
¿Cómo pueden ayudarte las cualidades que has marcado a hacer frente a
las
situaciones en las que no te sientes capaz?
Tu situación actual no es definitiva
El miedo nos paraliza. El aprendizaje nos permite avanzar.
Si ponemos a la capacidad de aprendizaje en nuestro punto de mira nos
daremos cuenta de que, a pesar de que ahora no nos lo parezca,
nuestrasituación puede cambiar. Mejor dicho: nosotros podemos
cambiar nuestrasituación. Tenemos el poder de hacerlo.
De nuevo, nuestras capacidades, nuestros recursos están de nuestro lado
posibilitando el cambio. Pero para eso tenemos que quererlo y tenemos
queatrevernos. Y para atrevernos, precisamente podemos poner en una
balanza loque ganamos si lo conseguimos, y lo que perdemos si no nos
sale bien; ysiempre, siempre, debemos tener muy presente la pieza clave
de este puzle: elaprendizaje.

EJERCICIO
Durante los próximos días ponte a prueba, fuerza la máquina, activa
recursos y adquiere nuevas capacidades. Cada día haz algo que te de
miedo,algo que has estado evitando, algo que te acerque a tus metas y
que te hagacrecer como persona. Puedes comenzar por aquello que te
parece másasequible e ir aumentando el nivel de dificultad de manera
progresiva.

Día 1
Día 2

Día 3

Día 4

Día 5
Día 6

Día 7
CAPÍTULO 12
Poner límites

Siéntete libre de expresar tus derechos, tus opiniones y tus


sentimientossin perjudicar a los demás ni someter a nadie. Siéntete
libre de trazar unpunto y aparte. Siéntete libre de protegerte.
Siéntete libre de decidir qué
quieres en tu vida y qué no.

Lo difícil de poner límites no es ponerlos


Poner límites puede resultar especialmente complejo en algunas
ocasiones yes uno de los retos más comunes en el ámbito de lo
comunicativo yrelacional. No por las habilidades comunicativas que
requiere —es cierto que,a veces, comunicar un mensaje contrario a lo
que se espera resulta difícil—,sino por las consecuencias que pueden
derivarse de hacerlo.
Estas dificultades suelen confundirse con problemas en la comunicación.
«Si no soy capaz de decir “no”, será porque no sé hacerlo, ¿no?»,
pensamos.Es por esto que muchas veces me decís: «me faltan
habilidades sociales» o«no sé comunicarme». Pero, explorando cómo os
soléis comunicar, a travésde ejemplos descubrimos que ese no es el
problema. Que sois perfectamentecapaces de comunicaros, que vuestro
discurso es coherente y vuestrasargumentaciones están bien expuestas.
Entonces, ¿dónde está el problema?
Poner límites es decir «no», es decir «basta», es decir «no me
apetece», es
defender nuestros derechos, es velar por nuestros intereses, es no
darexplicaciones, es no pedir perdón si no creemos que sea
necesario, es
cerrar una puerta. Son acciones que todos sabemos hacer. No
sondifíciles en sí mismas. Lo que nos cuesta es lo que hay detrás. Las
consecuencias de hacerlo.
Bajo una falsa cortina de humildad, nos creemos incapaces de decir: «mi
opinión también es importante», «por aquí no paso» y «no quiero esto en
mivida». La autoestima es clave en este aspecto. Si no me quiero, si yo
mismono me respeto, difícilmente me creeré con potestad para poner
límites ydefenderme, para hacer valer mis derechos. Como consecuencia,
enocasiones, puede que sienta que no se me escucha, que me pisan, que
meningunean. Algo que mermará mi autoestima.
Y, al contrario, si me quiero, si me valoro, si me respeto y si me creo
capaz,
sentiré que puedo expresar mi opinión. Que puedo poner límites,
aunquesuponga un conflicto. Que puedo pedirle a alguien que cambie su
conducta,que deje de hacer algo que me molesta; aunque me enfrente a
la posibilidadde que no esté de acuerdo y eso signifique que tenga que
defender miposición. Que puedo decir «no», declinar una petición o un
favor sin sentirmeculpable, aunque esto signifique romper con las
dinámicas establecidas.
Al poner límites, al hacer todo lo anterior, es posible que me ponga a mí
mismo en una tesitura incómoda, incluso difícil de gestionar. Al
hacerlo,habré roto con el statu quo (con lo establecido, con lo que se
espera de mí) yes posible que eso no guste a mi entorno. Es posible que
tenga quedefenderme o dar explicaciones —motivo por el cual he ido
evitando ponerlímites hasta ahora—. Y todo esto, gestionar situaciones
que me incomodan,defenderme… implica comunicarme de forma
asertiva y, sobre todo,sentirme capaz de ello.
Sentirme capaz de ello es precisamente un punto clave, como hemos
visto
en anteriores capítulos. Si me siento capaz de asumir las consecuencias
quepueda acarrear poner límites, si me siento capaz de defenderme en
caso deque se me ponga en jaque, seré capaz de hacerlo. Y, al hacerlo,
reforzaré miautoestima.
Hay diferentes razones que explican por qué nos resulta difícil o, incluso,
tenemos miedo a decir «no» y a poner límites. A continuación,
veremosalgunas de las más comunes.

Evitar un conflicto es lo más importante


No nos gustan los conflictos. Los evitamos a toda costa. Los
consideramos
una amenaza para la salud de nuestras relaciones (sean del tipo que
sean), ytambién para nuestra estabilidad emocional. Si los conflictos no
son unaopción, a menudo optamos por una de las pocas alternativas que
nos quedan:tragar, mordernos la lengua. Pero, ¿cuál es el resultado?
¿Obtenemos lo quequeremos, o más bien salimos perdiendo? ¿Y a la
larga, en qué nos beneficia?
Los conflictos son propulsores del cambio. Como tales, deben ser
nuestros aliados. Son el instrumento a través del cual podemos
optar aque nuestra situación se parezca un poco más a cómo nos
gustaría que
fuese.
Si algo no nos gusta, debemos decirlo; si queremos que la situación
cambie,
debemos reformularla; y si las reglas que aplican no nos parecen
pertinentes,debemos poder renegociarlas. Y, todo eso, pasa por tener un
conflicto.
Lo que nos da pavor de los conflictos no son los conflictos en sí, sino lo
que
puede derivarse de ellos. Los conflictos no son el problema; sino
nuestrashabilidades para gestionarlos.
Leire parece tener una forma peculiar de entender la confianza y la
intimidad en lo que a amistades se refiere. Eva, una de sus amigas
máscercanas, acude a consulta. Ella sufre las consecuencias a menudo y,
la últimavez, fue la más impactante para ella. Sucedió justo hace unos
días.
¿Sabéis eso de que la información es poder? En el caso de Leire, las
confidencias de sus amigos le proporcionan algo parecido al poder:
atención,algo muy valioso para ella. Utiliza la (jugosa) información que
sus amistadescomparten con ella para hacerse la interesante y obtener la
atención de otraspersonas.
«Es algo a lo que recurre a menudo», comenta Eva. «Lo aprendí al poco
de
conocerla. Le pedí que, por favor, la próxima vez se abstuviera de contar
misconfidencias a terceros. Se enfadó mucho. Estuvo unos días sin
hablarme, yeso que se lo dije muy correctamente. Desde entonces, pienso
mucho quéinformación voy a proporcionarle. Pero el viernes pasado
exploté. La llamé alsalir de la oficina. Tenía que hablar con alguien de lo
que me había pasado.
Le expliqué un problema que había tenido en el trabajo. Al finalizar
laconversación me enteré de que, ¡casualidades de la vida!, conoce a la
otrachica implicada; van juntas al gimnasio. Imagina mi cara al
enterarme. Deinmediato le dije que era top secret, que no dijera nada. No
sabes cómo mearrepiento, Montse… pero ¡¿qué iba a saber yo?!».
¿Podéis imaginar cómo continua la historia? Leire habló con su
compañera
de gimnasio, con quien Eva había tenido la desavenencia en el trabajo.
Evaestá muy decepcionada y dolida. Se siente traicionada, otra vez.
«Leremarqué que era muy importante para mí que no dijese nada, al
menos poresta vez». Pero continua: «No quiero decirle nada; lo único
que voy aconseguir es empeorar la situación. Me la liará, y paso…».
Trabajamos este punto. Eva está en pleno derecho de manifestar su
frustración y desacuerdo ante las acciones de Leire. Se trata de un tema
que lehabía comentado en confianza y, una vez Eva supo que conocía a la
otrachica, le remarcó que debía quedar en secreto. Vale, Eva debe
aprender lalección: Leire no es la persona adecuada a quien contarle
confidencias. Perono por ello debe callarse. Incluso si eso significa tener
un conflicto. Incluso siello supone que Leire le deje de hablar por un
tiempo.

EJERCICIO
¿Te sientes identificado con Eva? ¿Cuándo sueles evitar dar tu opinión o
hacer constar un desacuerdo para evitar un conflicto?

Imagina que fuese ella, Eva, quien estuviese en tu situación. ¿Qué le


aconsejarías? ¿Qué podría hacer?
Querer quedar bien
Queremos quedar bien, gustar y encajar. Pero ¿de qué nos sirve si
para
hacerlo tenemos que cambiar nuestra forma de ser, de sentir y de
opinar?
Os presento a Luis. Un joven de 36 años, casado con Víctor e informático
de profesión. Luis se ha incorporado recientemente a una empresa
familiar,pero con gran potencial, unas semanas antes de Navidad.
Luis está en la cena de Navidad. Le ofrecen más vino. Él cree que ya ha
bebido suficiente y no le apetece beber más. Pero en vez de decir que
noquiere más, articula un «sí, gracias». Probablemente lo haga para no
hacerleun feo al anfitrión, para quedar bien; o quizás haya otros motivos
másprofundos. Esta situación tiene muy poca importancia. Sin embargo,
elsignificado cambia dependiendo del contexto.
Imaginemos que sucede en la cena de empresa, y que Luis se sienta al
lado
de su superior inmediato, Inma, quien le ofrece un poco más de vino. El
vinoprocede de un pequeño viñedo que tiene su familia en Sant Sadurní
d’Anoia.Habían estado hablando sobre ello durante unos minutos; a
Inma le apasionael mundo del vino. Así que Luis pensó que rechazar el
ofrecimiento seríahacerle un feo, y no lo hizo.
Ahora imaginemos que Luis, en vez de estar en la cena de Navidad de la
empresa, está en casa de su familia política. Luis se siente cohibido
delantede su suegro. No es casualidad: su suegro, Manuel, suele ser
bastanteintransigente. Esto es algo que Luis aprendió en las primeras
interaccioneshace años. No hacía falta hablar de política o de economía
para que Manuelimpusiera su opinión. Bastaba con hablar de cuestiones
banales como
gastronomía o cine. Manuel siempre quiere tener la última palabra;
lonecesita. Y Luis ha aprendido a callar, a darle la razón, aunque sea a
través desu silencio para poner fin a la situación cuanto antes y evitar el
conflicto.Entonces, cuando Luis articula «sí, gracias» cuando le ofrecen
más vino auna sabiendas que no le apetece beber más, Luis está
agachando la cabeza y, denuevo, dejando de lado sus necesidades para
evitar un conflicto.
Mientras que en la primera situación la elección de Luis es algo temporal
y
fruto del no querer quedar mal —algo que todos hemos hecho en
algunaocasión y que es perfectamente aceptable de manera aislada—; en
el segundocaso, nos encontramos con una situación de naturaleza muy
distinta: algo quese da de forma repetida y que puede causar mella a
nivel de bienestar.
Lo ideal sería que Luis, durante las primeras interacciones con su
suegro, se
hubiese sentido capaz de decir «no», en vez de decir «sí» cuando no
leapetecía. En ambos casos, Luis podría decir «no» de forma amable pero
firmey hablar desde sus necesidades, velando por sus propios intereses.
Además,también podría explicar brevemente sus razones, sin recurrir a
excusas ni darrodeos. Eso sí, sin extenderse demasiado en las
explicaciones, dandosolamente las justas y necesarias.

Evitar el qué dirán


«Importa mucho más lo que tú piensas de ti mismo que lo que los
otros
opinen de ti».
Séneca
Este punto está íntimamente relacionado con el anterior. Si nos
negamos, si
declinamos hacer un favor o, incluso, si rechazamos un ofrecimiento,
esposible que nos expongamos a una crítica. Que si somos egoístas, que
si nonos importan los demás, que si los hemos decepcionado... A veces
intentamosevitar la crítica a toda costa; incluso si el hacerlo va en
detrimento de nuestrobienestar. Es ahí donde surge el problema que
verdaderamente debeimportarnos.
Lo cierto es que parte de ese problema recae en el hecho de que
otorgamos
a las críticas mayor valor del que deberíamos. O bien, resulta que no
estamos
seguros de poder defendernos de las mismas, en parte porque nos
cuestadesmarcarnos de ellas —justamente por nuestras inseguridades—
y, por lotanto, creemos más conveniente evitarlas.
Querer quedar bien, que los demás no piensen «mal» de nosotros... no
debe
ser el foco de nuestras acciones ni decisiones. Como hemos visto en
capítulosanteriores, debemos ser conscientes de que no podemos
agradar a todo elmundo, de la misma forma que no podemos satisfacer a
todo el mundo. Y esoestá bien, y es más sano que apostar por lo
contrario.

¿Poner límites nos hace más vulnerables?


Otro de los motivos por los que evitamos poner límites es por no
sentirnos
vulnerables. Es posible que pensemos que al poner límites
estamosofreciendo información que nos hace más vulnerables, que
damos pistassobre lo que no nos gusta, sobre lo que nos hace sentir mal.
La informaciónes poder; y eso lo sabemos. Motivo por el cual evitamos
arrojar luz sobre lascuestiones que nos duelen y nos afectan.
De la misma forma que hemos puesto límites o que hemos dicho «no»,
dejando al descubierto nuestras vulnerabilidades —o eso creemos—
,podemos poner límites o decir «no» en el caso hipotético de que se
utilicendichas vulnerabilidades en nuestra contra; en caso de que alguien
decidautilizar esa información a su favor.
Resulta curioso que poner límites, la misma estrategia que creemos
quepuede hacernos sentir vulnerables al reflejar nuestras
debilidades, sea
justamente aquella que nos proteja de las posibles consecuencias
de
mostrarnos más vulnerables si se utiliza la información a nuestra
contra.
Justamente esto es lo que le sucedía a Belén. Acudió a terapia por
motivos
laborales totalmente ajenos a su relación de pareja. Belén se mostraba
comouna chica fría y dura, imperturbable. Sin embargo, contrarrestaba
con lo quecomentó casi de casualidad sobre su relación de pareja. Decía
que llevaba«aguantando» —palabras textuales— situaciones que le
molestaban desde elprincipio de la relación.
Hablamos sobre las razones que la llevaban a evitar hablar de lo que le
molestaba, por qué no ponía sobre la mesa aquello que no le parecía
bien.«Porque si le digo lo que me molesta le estaré poniendo en bandeja
cómopuede hacerme daño», acabó sentenciando. Ahí lo teníamos. El
motivo: noquiero que me hagan daño, por eso no me muestro tal como
soy. Si memuestro vulnerable; si proporciono información sobre mis
miedos o sobre loque no me gusta, corro el riesgo de que crean que
pueden hacerme daño, y
efectivamente lo intenten y lo
logren. La idea es que Belén pueda manifestar lo que considere oportuno
independientemente de si, al hacerlo, le está proporcionando a Edu, su
pareja,información que según ella la pone en una tesitura arriesgada.
«Si Edu te quiere hacer daño, encontrará la forma de hacerlo; le
comuniques lo que te molesta o no. Pero las relaciones no tratan de
hacerdaño; sino de respetarse, de apoyarse el uno al otro. Confía en él. Y
confía enti y en tu capacidad para poner límites. La misma capacidad que
posibilitaráque pongas límites y que puede dejar al descubierto tus
puntos débiles es laque te ayudará a poner freno si, en un caso
hipotético, Edu utiliza lainformación en tu contra». Este fue mi mensaje.

Ceder por no sentirnos culpables


Detrás del «no lo hago» o «no lo digo», o «lo hago» o «lo digo» porque
«no
me quiero sentir culpable», se esconden multitud de asociaciones
quehacemos de manera automática en nuestra mente. «Le ayudaré
porque si nolo hago soy un mal amigo», «si le digo que no cuente
conmigo, estaré siendomala hija», «cedo porque se lo debo»…
En todos estos casos el sentimiento del deber puede alejarnos de lo que
verdaderamente queremos o necesitamos. Es posible que consideremos
que ledebemos algo al otro, que no podemos fallarle, o que está mal
decirle que noporque entre nuestros valores principales encontramos la
lealtad y laresponsabilidad. Pero lo adecuado es que prioricemos
nuestras necesidades.
No se trata de ser egoístas o de ponernos por encima de los demás;
sino
de que haya un equilibrio entre nuestras necesidades y las ajenas.
Para conseguirlo, podemos preguntarnos en qué medida es necesario
nuestro esfuerzo y sacrificarnos más de lo necesario por el mero hecho
de nodecir «no».
Justamente esto es lo que le pregunté a Júlia quien, a sus 24 años, ya se
había dado cuenta de que la vida que llevaba no le convencía. Se sentía
atadaa su familia de origen —sobre todo a su madre—. Unos meses
atrás, se armóde valor y solicitó una beca de investigación en el
extranjero. Hace un par dedías le comunicaron que se la han concedido.
A Júlia le gustaría estar dandosaltos de alegría. Pero en vez de eso, se
encuentra entre la espada y la pared.No quiere abandonar a su madre.
Pero, por otro lado, sabe que, si se quedatrabajando en el hospital, como
quiere su madre, sentirá que no ha tomado lasriendas de su vida.
«Ella siempre dice que lo ha dado todo por nosotros. Y es verdad. Es así.
Se
ha volcado tanto en Adrián y en mí que ahora no quiero abandonarla.
Nidefraudarla. Me sentiría terriblemente culpable».
Adrián es su hermano. Tiene 27 y curiosamente también se sintió como
Júlia en su día. Él salió del nido después de pensarlo mucho: le daba
miedocómo su marcha podía afectar a su madre.
Lo cierto es que Ángeles, la abnegada madre de Júlia y de Adrián, había
querido lo mejor para sus hijos. Sin embargo, todos los esfuerzos
ahorajugaban en su contra: por miedo a las consecuencias de su marcha,
por noquerer parecer desagradecidos, por miedo a sentir que la
abandonan o a queella se sienta abandonada, por miedo a ser malos
hijos… Júlia y Adrián sehabían convertido en una especie de prisioneros
de su abnegación.

EJERCICIO
¿Te has sentido identificado con expresiones como «mala madre», «mal
hijo», «mala pareja», «mala amiga»…? En caso afirmativo, escribe en qué
situaciones suelen pasarte por la cabeza.

Pregúntate: ¿Son justas? Para responder a esta pregunta, imagina que tú


no
eres tú, sino una tercera persona que se ha comportado exactamente
igual quetú hasta ahora. ¿Es justo que esa persona piense que es «mala
madre», «malhijo», «mala pareja», «mala amiga»…, teniendo en cuenta
cómo se hacomportado, lo que ha hecho por y para la otra parte
implicada hasta lafecha? ¿Podemos llegar a la conclusión de que es «mala
madre», «mal hijo»,«mala pareja» o «mala amiga» solamente porque se
niegue a hacer algo en
concreto, o porque ponga límites?

Demasiado implicados como para decir «no»


Es posible que, de tan implicados que estemos, nos sintamos
directamente
responsables de las consecuencias de decir «no» y de poner límites.
Enmuchas ocasiones pensamos que, solamente porque hemos estado
muyimplicados hasta la fecha, debemos continuar dándolo todo y
ofreciendo elmismo grado de implicación. Es posible que confundamos el
haber dadomucho con el tener que seguir dando. Pero no es así.
Tenemos derecho a cambiar de opinión, a pedir que se reformule la
situación, a renegociar los términos. Y a hacerlo sin sentirnos
culpables,
independientemente de cuál haya sido la situación y nuestra
implicación
hasta la fecha.
Este es el caso de Fran. Cuando llegó a consulta estaba desbordado.
Trabajaba a tiempo completo en una fábrica en el turno de noche. Por
lastardes, ayudaba a su hermana Alba. Según me comentaba Fran, Alba
se habíaestablecido por cuenta propia como diseñadora freelance en el
mundo deilustración de cuentos y le iba tan bien que había decidido
iniciar unaeditorial infantil.
Como en cualquier empresa que está comenzando, Alba necesitaba
muchas
manos, pero contaba con pocos recursos. Así que le pidió a Fran que
laayudara unas horitas a la semana. Esas horitas se convirtieron en 5-6
horas aldía. Sin darse cuenta, Fran había pasado a trabajar más de media
jornada consu hermana. Y eso después de su jornada laboral completa en
la fábrica.
«No me importa. Es más, he descubierto que me gusta. Si las cosas van
bien en la editorial, no descarto dejar mi trabajo», me comenta Fran.
A priori, todo parece positivo: ayuda a su hermana a levantar la empresa.
Y,
además, ha encontrado algo que le convence más que su actual trabajo.
Suenagenial. Sin embargo, Fran se siente agotado.
«A lo tonto, a lo tonto, acabo trabajando más de 12 horas al día. El
trabajo
en la fábrica es físico y me agota; y, a pesar de que me encanta trabajar
conAlba codo con codo, pasan los días y veo que la situación no mejora».
Conmejorar se refiere a poder dedicar menos tiempo a la empresa de su
hermana.
Fran siente que tiene que actuar. Ya no puede más. En su mente ha
imaginado una y mil veces qué y cómo le va a decir a Alba que no
puedecontar con él con la misma implicación como hasta ahora. Pero no
sabe cómohacerlo.
«Creo que sí sabes cómo hacerlo, Fran», le comento. «Lo que sucede es
que
a estas alturas sientes que la editorial es casi tan tuya como de Alba
porquehas estado implicado al máximo desde el principio, porque te
gusta trabajarcon tu hermana y porque lo ves como una buena
oportunidad laboral».
«Es verdad», responde Fran. «Además, no quiero fallarle; ella cuenta
conmigo».

EJERCICIO
¿Te sientes identificado con Fran? En caso afirmativo, ¿cuándo sueles
sentirte así?

Imagina que fuese él, Fran, quien estuviese en tu situación. ¿Qué le


aconsejarías?

Miedo a quedarnos solos


Por miedo a perder, nos perdemos a nosotros mismos.
Este es uno de los motivos más complejos por los que nos cuesta poner
límites y decir «no», ya que es uno de los que nos toca más
adentro.Necesitamos rodearnos de personas. Abraham Maslow sitúa la
socializacióny las necesidades que esta cubre, en la pirámide de las
necesidades humanas,después de las de carácter fisiológico y de la
seguridad, como podemos ver acontinuación.
Desde pequeños hemos aprendido que no podemos estar solos.
Necesitamos
a los adultos para lo más básico: para alimentarnos, para mantener
condiciones higiénico-sanitarias,nuestras
para que nos enseñen a vivir
autónomamente… De hecho, lo llevamos en nuestro ADN.
Nuestrosantepasados se cobijaban en la protección y el apoyo de la tribu.
Juntos eranmás fuertes en todos los sentidos. Y para nosotros sigue
siendo así. O esopensamos.
Cuando alcanzamos la edad adulta y salimos del nido no necesitamos de
la
protección de nadie. Podemos bastarnos con nosotros mismos, con
nuestrascapacidades y con nuestros recursos. Aunque a veces no lo
sintamos así ypensemos que verdaderamente necesitamos el apoyo y el
confort que nosproporcionan otras personas. En parte, lo pensamos
porque raramente nosponemos voluntariamente en la tesitura de
prescindir de otras personas ennuestra vida. Sobre todo, de los más
cercanos. De hecho, culturalmente estámal visto tener pocas amistades;
incluso equiparamos el estar sin pareja conestar solos. Si lo hiciéramos,
si prescindiéramos de la compañía de otras
personas de manera voluntaria, quizás nos sorprenderíamos de lo bien
quegestionaríamos la situación.
Pero es el punto que acabo de poner sobre la mesa al que debemos
prestar
especial atención: en la relación que solemos hacer entre no tener pareja
yestar solos, como si se tratase de lo mismo. Una vez contextualizada
laimportancia social de no estar solos, debemos preguntarnos ¿qué
estamosdispuestos a hacer para no estar solos? O, mejor dicho:
¿Qué estamos dispuestos a tolerar, a dejar pasar, por miedo a
quedemos
solos?
A bote pronto os diría que cuanto más dispuestos a tolerar estemos,
menos
nos queremos. Y esta relación no solamente funciona como causa
yconsecuencia, sino que es un círculo vicioso: si no nos queremos, no
nossentiremos capaces de poner límites; y si permitimos que no nos
traten conrespeto, si no ponemos límites, sufriremos y nuestra
autoestima se verágravemente afectada.
A nadie le gusta que le traten mal. ¿Por qué lo permitimos entonces? En
la
mayoría de los casos porque pensamos que si ponemos límites estos no
seránaceptados y perderemos a esa persona. Y, cuando nuestra
autoestima no estáen plena forma, perder a alguien no es algo que nos
podamos permitir ya queno nos vemos capaces de poder conseguir a
alguien que ocupe su lugar (unlugar que creemos que debe ser ocupado,
porque no nos creemos capaces deestar solos). De cierta forma llegamos
a la conclusión de que es a lo mejorque podemos optar. Y que, si
perdemos a esa persona, perdemos una parte denosotros mismos con
ella.
Debemos preguntarnos si queremos en nuestra vida a una persona
queno respete nuestros límites. Si tan bajo es nuestro precio que
podemos
pasar por alto algo tan básico. ¿Lo queremos?
Fijaos que la pregunta es «¿lo queremos?» y no «¿lo necesitamos?».
Porque
no debemos necesitar a nadie. Debemos poder ser libres de escoger
siqueremos o no a alguien en nuestras vidas. Incluso en aquellos casos en
los
que la relación de parentesco nos ate a esa persona, podemos escoger el
papely la relevancia que dicha persona tiene para nosotros.
Es precisamente en este punto donde encaja a la perfección la frase
hecha a
la que de vez en cuando solemos recurrir: Mejor solos que mal
acompañados.En el caso que nos ocupa vendría a ser algo así como:
Mejor solos que acompañados de alguien que no respeta nuestros
límites.
¿Mejor solos? Sí, mejor solos. Mejor solos que lidiando con personas que
no respetan nuestras necesidades ni nuestros límites. Veamos el ejemplo
deGina para entenderlo mejor.
Gina es una joven de 32 años. La conocí a principios de 2016 envuelta de
un halo de frustración. Para aquel entonces llevaba dos años «en pareja»
y lopongo entre comillas porque la relación era peculiar: Isaac estaba
casado;Gina era la otra.
Gina e Isaac hablaban a diario y a menudo quedaban para hacer deporte
o
para tomar un café. Pero, sobre todo, lo que hacían era planes de
futuro.Hablaban sobre dónde vivirían, a qué restaurantes irían, adónde
viajarían… Ytambién de la familia que querían formar. Todo esto cuando
él dejara a sumujer. Algo que nunca sucedía.
Isaac «no podía dejar a su mujer», me comentaba Gina. Llevaban unos
años
intentando tener un bebé y no se quedaban embarazados. Valeria, la
mujer deIsaac, estaba muy apenada y «no podía dejarla en ese estado».
«Eso ladestrozaría», argumentaba Isaac.
Gina vino a varias sesiones. A cada palabra que articulaba en mi cabeza
se
encendía un letrero gigante de luces rojas parpadeantes que decían: ¡Sal
deahí, ya! Podéis imaginar la estrategia que consideramos con Gina. Plan
A:dejar a Isaac. Si en dos años no ha puesto fin a la relación con su mujer,
esaltamente improbable que lo haga. Sin embargo, Gina insistía: «Yo lo
quiero,quiero estar con él y sé que la va a dejar». Tenía un gran enganche
yconfianza casi ciega en él. Sentía que tenía que estar con Isaac costara lo
quecostara, que era cuestión de paciencia y tenacidad. No concebía un
futuro sin
él. Para ella, Isaac era el único hombre en la faz en la Tierra. Sus
palabraseran: «Ningún hombre se fijará en mí» y «él me quiere, no puedo
perderlo».
Exploramos una estrategia intermedia. Gina se sentía cómoda con el Plan
B: hablar con Isaac, darle un ultimátum. De esta forma todavía
habríaposibilidad de tener ese futuro que tanto deseaba.
¿Adivináis que sucedió? A finales de 2018 Gina me pide cita. Yo no había
sabido nada más de ella en casi tres años tras un par de cancelaciones.
Sedisculpó. Estaba avergonzada por no haber podido llevar a cabo la
claraconsecuencia de un ultimátum cuando no se cumplen con los
requisitos: dejara Isaac. Y reconocía que la situación se le había ido de las
manos. Tanto, quepensaba que las únicas alternativas eran estar con
Isaac o irse de este mundo.Estaba desesperada y desesperanzada. Ahora
no llevaban dos años juntos,sino cuatro (casi cinco). «Pero la cosa va
avanzando, Montse», me decíaGina. Cuanto más tiempo pasaba, más
había invertido apostando por su no-relación. Con más motivo, tenía que
salir bien. No había otra. Y esaesperanza, o justo todo lo contrario, era el
ingrediente perfecto para que laspromesas de Isaac tuvieran tanto peso.
La cosa iba avanzando, o eso es lo que Isaac quería que creyera al
compartir con Gina lo mal que estaba con su mujer, lo insoportable que
seestaba volviendo su relación. «Quiere irse de casa, es cuestión de días»,
medecía Gina. La realidad es que llevaban así casi cinco años, aunque
Ginasolamente veía los pequeños avances como si el resto de la situación
y comosi ella misma no importaran.
Ahora el obstáculo para que su amor triunfase no era Valeria —ni el
dolor
por el bebé que no podían tener—, sino los padres de Isaac. Según él,
eranchapados a la antigua y no entenderían cómo iba a dejar a su mujer
por otra.Así que necesitaba tiempo para allanar el terreno. «¿Cuánto?», le
preguntabaGina. A lo que Isaac siempre respondía con un esquivo y
conveniente: «Estoyen ello, dame unos meses más».
Y así, promesa tras promesa, Gina se había conformado con la limosna de
afecto que Isaac le daba de vez en cuando. Durante cuatro años. Cuatro
añosque pesaban mucho. Cuatro años en los que había vivido anhelando
tener una
relación con Isaac; una relación que cada vez sentía como menos
probable.Sin embargo, ella estaba convencida de que debía seguir para
adelante. Laesperanza era lo único que tenía. No podía permitirse poner
fin a su no-relación. Aquella no-relación se había llevado su autoestima
por delante.Ahora se veía vieja y fea y sin posibilidad de encontrar a una
pareja que leaportase lo que le aportaba Isaac —aunque, en lo más
profundo, ella sabíaque no le aportaba nada o, al menos, no lo que ella
quería, ya que no se tenían
en cuenta sus necesidades—.
Esta vez Gina vino a más sesiones y conseguimos transformar la
desesperanza en nuestra aliada. Aunque suene contradictorio, la
desesperanzale daba fuerzas, pero esta vez para poner fin a la relación.
Ahora era un «deperdidos al río». Trabajamos su autoestima y su imagen,
y entendió que podíaconocer a alguien que no la tratase como Isaac, sino
alguien que pudieraproporcionarle lo que ella buscaba: una relación
estable, sin engaños, sinesperanzas rotas, sin segundos platos. Que si no
había conocido a otrapersona no era porque ella fuese vieja, ni fea, ni
porque no tuviese otrasposibilidades; sino porque estaba tan focalizada
en conseguir mover ficha ensu relación con Isaac, que no daba cabida a
otras personas —potencialmentemaravillosas que pudieran ofrecerle lo
que deseaba—.
Gina ahora tocaba de pies al suelo y se sentía más segura de sí misma:
sabía
que Isaac no la debía ningunear (todavía) más, que ya había perdido
muchosaños por la promesa de una relación que era poco probable que
existiera fuerade su mente y que la estaba utilizando para sentirse
atractivo y deseado.

EJERCICIO
¿Te identificas con Gina, en el sentido de que sientes que has dado
mucho a
cambio de nada, solamente por el miedo a perder a esa persona? Es
posibleque no te haya sucedido en el terreno sentimental. Si es tu caso,
piensa enotros ámbitos: los amigos, la familia, el trabajo…
¿Es realmente justo pensar que tienes que dar tanto solamente para no
perder a esa persona? ¿Es un tipo de dinámica que quieras en tu vida?

Imagina que Gina estuviese en tu lugar, que viviese la situación que has
descrito. ¿Qué le aconsejarías?
CAPÍTULO 13
Egoísmo sano

Me pongo en el centro de mi vida y no por ello debo sentirme mal. Al


hacerlo, no soy una persona egoísta ni desconsiderada. Al hacerlo,
ocupo
el puesto que me pertenece. Al hacerlo, velo por aquello que debe
importarme más: mi bienestar.

Ponte en el centro de tu vida


«Tú eres lo único que falta en tu vida».
Osho
Estamos impregnados de una cultura que ensalza el sacrificio por los
demás.Como hemos visto en anteriores capítulos, solemos pensar en
términosdicotómicos de tal manera que acabamos creyendo que, si
sacrificarnos porlos demás está bien visto, hacer lo contrario, anteponer
nuestras necesidadese, incluso, velar por nuestros intereses, está mal.
Esta aproximación, que aboga por dar prioridad a las necesidades e
intereses de los demás, a medio o largo plazo puede traducirse en
estrés,angustia o insatisfacción para con nuestra vida; justamente
porque, al darleprioridad a los demás, corremos el riesgo de olvidarnos
de nosotros mismos.
Como en tantas otras cuestiones en la vida, resulta difícil trazar la línea
entre lo aceptable y lo perjudicial; aunque la clave quizás esté en
encontrar elequilibrio entre lo que estamos dispuestos a ofrecer y velar
por mantener
nuestro bienestar. Incluso entonces estaremos entrando en un
terrenopantanoso, porque ¿qué necesitamos para mantener nuestro
bienestar?
Es posible que optemos precisamente por una aproximación
centrada endarnos a los demás como respuesta a una baja
autoestima. Proporcionar
el apoyo que los demás necesitan nos hace sentir bien, sentimos que
aportamos valor.
Pero es un arma de doble filo porque estaremos entregando las riendas
de
nuestro bienestar a otras personas: nos sentiremos más o menos bien
enfunción de cómo de agradecidas se muestren o de los resultados que
obtenganen aquellas áreas en las que les hemos brindado ayuda.
Corremos el riesgo dedar mucho y recibir poco —o nada— a cambio. Es
entonces cuando podemoscaer fácilmente en el «con todo lo que hago
por él, y mira cómo me trata» o«si yo lo único que espero es un poco de
gratitud».
A Elena le sucedía algo parecido: decidió iniciar un proceso terapéutico
con
el objetivo de aprender a lidiar con el agotamiento emocional que
arrastrabafruto de dar más y más, y de sentir que recibía poco o nada a
cambio.
A Elena no le cuesta dar. Ese no es el problema. Al contrario: al hacerlo
se
siente bien; se siente útil, realizada; siente que es importante en la vida
deotras personas; siente que la necesitan. Todo lo anterior contribuye a
que laautoestima de Elena se encuentre en una aparente buena forma.
Pero, comocomentaba, anteponer las necesidades de los demás a las
nuestras es un armade doble filo y, como consecuencia, el bienestar de la
autoestima de Elena esfrágil. Mucho. Tanto, que queda supeditado a las
respuestas que Elenaobtenga de las personas quienes la rodean y a quien
prioriza.
«Me dan las gracias, sí; pero cuando yo necesito ayuda, nadie está
dispuesto
a dármela», comentaba Elena. «¿De qué me sirve que estén agradecidos,
si ala hora de la verdad no puedo contar con ellos?», continuaba. «Con
todo lo
que he hecho por ellos…» añadía.
Elena se sentía poco apoyada; incluso, a veces, se sentía sola. Sentía que
no
podía contar con nadie; que no se preocupaban por lo que le sucediese.
Comosi de un boomerang se tratase, el bienestar que su autoestima había
experimentado al priorizar a los demás, se desvanecía de repente
cuandosentía que no era recíproco.
Le pedí que me pusiera ejemplos. Según comentaba, su entorno sí que le
proporciona ayuda; pero parece que no lo hacen con el mismo nivel
deprioridad, ni con el mismo grado de implicación que ella. Su pareja,
sufamilia, sus amigos, sus compañeras de trabajo... la tienen muy en
cuenta,pero no actúan como a Elena le gustaría: no actúan como ella ha
actuado enotras situaciones en las que sus allegados han necesitado
ayuda; situacionesen las que Elena les ha dado prioridad,
anteponiéndolos a sus propiasnecesidades.
Con Elena exploramos qué obtenía de anteponer a los demás a sus
propias
necesidades, afianzando las hipótesis que habíamos formulado:
efectivamente, aumentaba su nivel de bienestar de forma temporal.
Tambiénanalizamos las consecuencias a medio y a largo plazo,
explorando lospotenciales resultados (algunos de los cuales ya se hacían
evidentes como,por ejemplo, el agotamiento emocional que
experimentaba y que le habíallevado a buscar ayuda profesional).
Llegamos a un acuerdo: Elena se comprometía a dejar esta aproximación
temporalmente de lado mientras, de forma paralela, reforzábamos
suautoestima mediante estrategias más sanas y cuyas consecuencias
fuesenpositivas tanto en el presente como a largo plazo.

EJERCICIO
¿Sientes que hay algo que has dejado de lado por anteponer las
necesidades
o intereses de otras personas a las tuyas? En caso afirmativo, argumenta
turespuesta.
Identifica las acciones que tendrías que llevar a cabo para poder
reorganizar
tus prioridades y, así, situar a tus necesidades e intereses en su
legítimaposición.

Primero yo, después los demás


No te dejes para después.
Es curiosa la dualidad con la que nuestra sociedad interpreta el egoísmo.
Este tiene muy mala fama; tanta, que acaba convirtiéndose en una
cualidadnegativa de la que debemos renegar. Para muestra un botón: de
pequeños nosdicen «comparte tus juguetes, no seas egoísta». El mensaje
está claro: nodebes ser egoísta, debes compartir.
Más tarde, cuando crecemos, entre amigos también nos decimos «no
seas
egoísta» pero en otro tipo de situaciones como, por ejemplo, a la hora
deescoger un restaurante del gusto de todos. En ese momento, el
egoísmo cobraotro sentido. Ahora, «egoísmo» es poner tus intereses por
delante. «Eso noestá bien», aprendemos.
Lo cierto es que nuestra sociedad piensa en el egoísmo en términos de
todo
o nada. El resultado está claro: fomentar el rechazo del egoísmo que
sepresenta en contraposición al altruismo. Por supuesto, el altruismo
seencuentra en la base del progreso de la sociedad en lo emocional y
relacional.
Sin embargo, el entender el egoísmo en términos del todo o nada hace
quehagamos una lectura, para mí, errónea. Según mi experiencia, parece
que elrechazo al egoísmo que nos instauran desde pequeños nos lleva a
poner anuestra persona en un segundo plano.
Hemos aprendido a actuar según la norma «primero los demás;
después
yo». Siempre. En todas las situaciones.
Y nos parece bien, porque es lo que hemos aprendido y muestra una
versión
de nosotros generosa, bondadosa. Una versión socialmente aceptada.
Enalgunos contextos esta aproximación seguro que nos aporta ventajas.
Pero ospuedo asegurar que no en todos. De hecho, si incorporamos esta
máxima anuestro día a día, el resultado obvio será que los demás estarán
por delantenuestro, literalmente. Y siempre. Priorizaremos su bienestar
al nuestro;velaremos por sus intereses, incluso si son contrarios a los
nuestros; ysatisfaremos sus necesidades antes que las nuestras. Porque
«primero son losdemás; y después yo».
Parte de mi aproximación terapéutica consiste en ponernos a nosotros
mismos en el centro de nuestra vida. En otras palabras: en adoptar
unaestrategia egoísta. Sí, promuevo el egoísmo; pero un egoísmo
sanofundamentado en nuestra capacidad para poner límites y decir
«no», como yahemos visto en el anterior capítulo. De hecho, en muchos
casos forma partede mi lista de objetivos terapéuticos y resulta
satisfactorio que me digáis:«Montse, me he vuelto egoísta». Porque sé
que no es un egoísmoacompañado de desinterés por los demás. Tampoco
estáis dejando de lado elayudarles, el estar ahí cuando os necesitan, el
satisfacer sus necesidades en lamedida que os sea posible. No. Todo esto
lo seguís haciendo. Pero siendoconscientes de que primero estáis
vosotros y vuestras necesidades.
Veamos el caso de Merche.
Merche tiene 36 años. Acude a terapia porque se siente perdida.
Comenta
que su vida no tiene sentido, literalmente. Que va de un lado a
otrocumpliendo con sus obligaciones, pero que no encuentra pasión en
ello, queno tiene motivación para levantarse por la mañana y que siente
su vida vapasando, sin más.
Le pedí a Merche que me pusiera ejemplos de las actividades que lleva a
cabo durante su día a día. Trabaja y mucho, hace algunas horas extras y
llega
tarde a casa. Los días que consigue respetar su horario, dedica su tiempo
atener la casa recogida; y a hacer la cena y la comida del día siguiente
(todoesto con su pareja, con quien comparte responsabilidades). Los días
que tienealgo más de tiempo los dedica a visitar a su familia. Y así, día
tras día.
Merche no hace deporte, ni se dedica tiempo a ella misma (ni para
cuidarse,
ni para relajarse). No para y, a las 11 de la noche, cuando se sienta en el
sofácae rendida. Sin ganas de leer, algo que le gustaría incluir en su
rutina diaria,como hacía antes.
En terapia analizamos sus prioridades a través del siguiente ejercicio:
dibujé
dos pirámides. Nos centramos en la primera. Le pedí a Merche que en la
cimade la pirámide situase aquello más importante en su vida, según su
opinión.Es decir, aquello que, según ella, debería tener máxima prioridad
de acuerdocon sus valores y con el tipo de vida que quiere tener; aquello
que va a hacerque se sienta auténtica y satisfecha con su vida. En
contraposición, lo que seencuentra en la base de la pirámide es aquello
que tiene que estar presente ensu vida, pero en menor grado, ya que no
lo considera una prioridad.

Después le pedí a Merche que resituase las áreas o las facetas de su vida
en
función del tiempo que les dedica.
Comparamos las dos pirámides y sacamos las siguientes
conclusiones:El trabajo se llevaba la palma, como en la gran mayoría de
los casos (es la
consecuencia directa de pasar 8 horas o más trabajando). El trabajo
cobra unagran importancia en nuestras vidas; una importancia que no
podemosarrebatarle tan fácilmente porque nos proporciona un sustento
para vivir. Sinembargo, podemos acotar el tiempo que pasamos en el
trabajo y lainterferencia del mismo en nuestra vida privada. Y en eso
trabajamos: enidentificar los motivos por los que Merche tenía que
quedarse más tiempo enla oficina, haciendo horas extra, y desarrollamos
herramientas para que sutrabajo fuera más eficaz y aprovechase el
tiempo al máximo pudiendo volvera casa cuando acabase su jornada
laboral, y no cuando acabase las tareaspendientes (tareas que, por cierto,
nunca se acababan).
Entre las estrategias, estaba el decir «no» a compañeros que le pedían
ayuda
para acabar sus tareas. Merche les ayuda encantada. Pensaba que era un
quidpro quo: un día te ayudo yo, otro día me ayudas tú. Pero la balanza
no estabadel todo equilibrada; como consecuencia, no solamente sentía
que lasituación era injusta, sino que las tareas de los demás perjudicaban
sus
entregas.
También trabajamos el decir «no» a su jefe. De cada reunión semanal se
derivaban propuestas para nuevos proyectos que Merche debía
desarrollar ypara las que no tenía tiempo. Con su jefe no utilizaría un
«no» rotundo, sino
un «puedo dedicarle tiempo a desarrollar esta propuesta de proyecto,
perotendremos que reajustar prioridades o plazos de entrega».
Las tareas de casa también le robaban mucho tiempo. Merche y su pareja
tenían las tareas distribuidas al 50%. Sin embargo, ella acababa
haciéndolasprácticamente todas por dos razones: porque su pareja no
las hacíasuficientemente bien o porque no les daba prioridad y no
estaban hechascuando ella desearía. Este punto lo trabajamos
relativizando la importancia dela calidad de la ejecución de las tareas del
hogar y el momento en que debíanhacerse. Merche se dio cuenta de que,
quizás, les estaba otorgando demasiadaimportancia y que
verdaderamente podían esperar, o bien podían prescindirdel grado de
perfección que ella deseaba.
La familia de origen de Merche parecía tener una actitud muy
demandante,
motivo por el cual, en la segunda pirámide decidió separar familia de
pareja.Sentía que su familia de origen interfería en su tiempo libre. Su
padre lallamaba para que lo ayudara con una cosa o con la otra, porque
sabe que esresolutiva y que no lo iba a dejar colgado. Y su madre le
enviaba mensajescada día, pidiéndole su opinión o desahogándose. Por
lo que me cuentaMerche, sus padres no están pasando por un buen
momento: tienen algunosproblemas matrimoniales y les cuesta gestionar
la enfermedad de uno de sushermanos. Su madre está agotada y a
menudo se siente perdida, que no sabepor dónde avanzar; y se apoya en
Merche para tomar unas u otras decisiones.
Ahondamos al respecto. Su familia es muy importante para ella, pero eso
no
significaba que siempre debiera acudir a su llamada. Llegamos a
laconclusión de que era mejor proporcionar herramientas, que hacerlo
ellamisma. De esta forma, estaría fomentando la independencia de sus
padres yhermanos. Así lo hizo, aunque con cierto grado de culpabilidad
que empezó adisiparse cuando entendió que la independencia y la
autonomía que estabafomentando no solamente le iba a repercutir
positivamente a ella misma, sinotambién a su familia. También aprendió
que es mejor disfrutar de lacompañía de su familia, que no visitarlos
solamente como respuesta a unallamada de ayuda a la que acudía casi a
regañadientes fruto del agotamiento
que había acumulado.
Gracias a haber liberado tiempo y esfuerzo de otras áreas, Merche ahora
podía invertir tiempo en lo que verdaderamente le importaba. Hacía
yogacada mañana (10 minutos) y se tomaba el café tranquilamente en su
balcón.Era su forma de empezar el día, disfrutando de lo que le gusta.
Había dadorienda suelta a su pasión por la cocina. Se había aficionado a
pintar mandalasal llegar del trabajo para desconectar. E incluso se había
creado un rincón delectura en casa. Ahora sentía que poco a poco estaba
recuperado las riendas
de su vida.

EJERCICIO
¿Qué áreas o facetas de tu vida son importantes para ti?

Distribúyelas en la pirámide, situándolas en una posición u otra según su


grado de importancia: en la cima debes situar aquellas áreas o facetas
queson, según tus valores y la vida que quieres tener, más importantes.
¿A qué áreas o facetas dedicas más tiempo?

Distribúyelas en la pirámide, situándolas según el tiempo que inviertes


en
ellas: en la cima debes situar aquellas áreas o facetas a las que dedicas
mástiempo. Y, en la base, aquellas áreas o facetas a las que dedicas
menos
tiempo.
Echa un vistazo a las dos pirámides.

¿Qué ves? ¿Hay diferencia en cuanto a la posición que ocupan algunas


áreas o facetas, al comparar las dos pirámides? En caso afirmativo,
¿cuáles?

Imagina que estas pirámides no fuesen tuyas, sino mías. ¿Qué me


dirías?

Transforma estas sugerencias en acciones. ¿De qué manera puedes hacer


que las dos pirámides se parezcan más la una a la otra?
El peligro de pensar en términos de «lo merezco»
El verbo «merecer» y la autoestima están íntimamente relacionados.
Cuando nuestra autoestima no está en plena forma, solemos creer que
somosmenos merecedores de éxitos, de todo lo bueno que nos pase; pero
tambiéndel afecto que recibamos y de que se nos trate bien.
En mi opinión, pensar en términos de «lo merezco», resulta peligroso.
¿Quién estipula qué hay que hacer o tener para considerar que hemos
hechoméritos para tener tal cosa? ¿Cuál es el precio a pagar para
considerar que lomerecemos?
Imaginemos que alguien de nuestro alrededor nos infravalora
sistemáticamente. Si acabamos comprando su mensaje, si acabamos
creyendoque no valemos, que no somos capaces, consideraremos que
merecemos todolo malo que nos pase; porque no merecemos más, no
merecemos algo mejor.Pensar en clave de «lo merezco» o «no lo
merezco» habrá abierto la puerta asituaciones injustas en las cuales no
nos defendamos porque consideraremosque mereceremos que nos traten
así; que no nos merecemos que nos tratenmejor.
No hace falta llegar a ese extremo para darnos cuenta de lo perjudicial
que
puede ser mantener este mensaje en nuestro diálogo interno. No es
casualidadel uso que le damos a la frase «tiene lo que merece» cuando
alguien tiene unaactitud reprochable y nos enteramos de que las cosas
podrían irle mejor. Y lomismo aplica, aunque en el sentido contrario,
cuando intentamos buscar unaexplicación de por qué las cosas no nos
van tan bien como nos gustaría:«tengo lo que merezco» suele ser una de
las explicaciones a las querecurrimos. Al aceptarla, estamos aceptando
con una actitud un tantoderrotista ante la vida que, si no tenemos más,
es porque no somos losuficientemente buenos. En otras palabras: que
hay algo en nosotros que noestá del todo bien, o que no nos esforzamos
lo suficiente. Al hacerlo, nos
recordamos todo aquello que podríamos ser, pero que no somos
porquesomos incapaces de serlo, porque no merecemos serlo. En vez de
darnos ungolpecito en la espalda, nos damos de bruces con una realidad
que gracias afrases de este tipo tiene una connotación innecesariamente
más negativa.
Mantenemos en nuestro discurso interno afirmaciones de este tipo
porque
nos protegen. Como si estuviéramos echando balones fuera,
delegamosnuestra responsabilidad a la vida; dejamos que sea ella quien
decida simerecemos más, o si con lo que tenemos, con lo que somos, ya
nos debebastar. Y todos los recursos que destinamos en pensar de esta
forma sonrecursos que dejamos de destinar a lo que verdaderamente
importa:
Tomar las riendas de nuestra vida y responsabilizarnos de quiénes
somos
y de nuestras acciones.
Y también funciona al revés: si pienso «debo merecer todo lo que tengo»,
estoy añadiendo presión innecesaria. De nuevo, ¿quién estipula qué
tengo quehacer para merecer lo que tengo? Sin querer, podemos volver a
caer en latrampa de tener que dar más y más de nosotros, de exigirnos
más y más hastaque nos consideremos merecedores; y eso es poco
probable que suceda sinuestra autoestima no está en plena forma.

EJERCICIO
Haz memoria e intenta identificar situaciones en las que has pensado
que no
merecías algo. ¿Cuáles son? ¿Qué es lo que crees que no mereces?
¿De dónde proviene esta creencia? ¿Por qué crees que no lo mereces?
Tienes derechos; hazlos valer
En el capítulo anterior exploramos distintos motivos por los que nos
puede
resultar difícil decir «no» o rechazar una petición. Pero poner límites
noacaba ahí. Poner límites también significa pedir que nos traten con
respeto ydignidad, poder expresar nuestros propios sentimientos y
opiniones, serescuchados y tomados en serio, establecer nuestras
prioridades y actuar enconsecuencia, ser independientes, decidir qué
hacer con nuestro cuerpo o connuestro tiempo o dinero. Y todo ello, sin
sentirnos culpables. Porque estamosen nuestro pleno derecho. Porque es
legítimo. Porque podemos hacerlo.
Podemos decirnos: «Conozco mis derechos y los hago valer. Y eso no
significa que sea egoísta, ni desconsiderado. Sino que me quiero,
que me
valoro y que me respeto. Y pongo límites si lo considero oportuno».
Imaginemos qué sucede si dejamos de lado nuestros derechos. Sucede
que
conflicto tras conflicto, situación tras situación, vamos optando por
callar. Laotra persona va ganando terreno, va reduciendo nuestros
derechos a la vezque vamos dejando de lado nuestras opiniones e,
incluso, intereses. Lasaportaciones que hacemos a nuestra vida van
perdiendo peso frente a las de laotra persona. Debemos preguntarnos:
¿Queremos que esto suceda?

EJERCICIO
Piensa en experiencias recientes e identifica en qué situaciones te ha
costado:
Pedir que te traten con respeto y dignidad.

Expresar tus sentimientos y opiniones.

Pedir ser escuchado y tomado en serio.

Establecer tus prioridades y actuar en consecuencia.


Ser independiente en tus acciones y decisiones.

Decidir qué hacer con tu tiempo, tu cuerpo o tu dinero.

Tener éxito y celebrarlo.

Disfrutar.

Este ejercicio no acaba aquí. Ahora que has identificado las situaciones
en
las que te cuesta hacer valer tus derechos, presta atención a
situacionesparecidas que puedan darse en el futuro y, a partir de ahora,
hazlos valer.Hazlo con respeto, con empatía, sin pisar los derechos de la
otra persona;pero hazlo. Para hacerlo puedes utilizar la siguiente
fórmula:
«Me siento… (emoción) cuando tú… (acción de la otra persona). Me
gustaría que… (propuesta de cambio)».
Esta fórmula nos permite expresar cómo nos sentimos y, por lo tanto,
fomentar la empatía de la otra persona. Y no solo eso, sino que también
lehacemos una sugerencia de cambio: le aportamos información sobre
quéconsideramos que podría hacer para mejorar la situación. O,
simplemente,podemos optar por articular un: «Me gustaría que…
(propuesta de cambio),en vez de… (acción de la otra persona)» cuando
queremos que la otrapersona cambie su conducta.
Decir «no me importa» sin sentirnos culpables
¿Cuántas veces te has visto hablando sobre un tema durante más tiempo
del
que te apetece por no sentirte culpable al decir «no me importa»?
¿Cuántasveces te has encontrado haciendo algo que no te apetecía o que
no teinteresaba solamente porque te parecía grosero o desconsiderado
no mostrarinterés?
Habitualmente no barajamos la posibilidad de decir «no me importa».
Está
poco aceptado expresar tal cosa abiertamente en situaciones
sociales.Debemos mostrar interés por lo que se nos explica. Es así, si
queremosmantener nuestras relaciones a flote. Sin embargo, es
compatible con el «nome importa». Porque no se trata de decir «no me
importa» de manera tajanteo grosera; sino de expresarlo debidamente,
de forma educada y empática,teniendo en cuenta los sentimientos de la
otra persona. Y si podemos incluirloen nuestras interacciones sociales,
también podemos integrarlo en nuestrodiálogo interno como estrategia
para mantener nuestro criterio y saber a quéqueremos destinar recursos
como nuestro tiempo y nuestra atención.
Cada persona tiene intereses y necesidades distintas. No tenemos por
qué
compartirlas. Es absurdo. Eso es justamente lo que se refleja en el «no
meimporta». No se trata solamente de decir «no me importa», sino de
actuar enconsecuencia. Si a las personas que nos rodean les gusta una
determinada
afición, no estamos obligados a compartirla. Ni a hablar de ello.
Podemoscambiar de tema cuando sintamos que ya no nos apetece seguir
hablando deello; por supuesto, siendo respetuosos y educados, u
optando por hacer uncambio de tema sutilmente.
Lo mismo sucede cuando se nos explica un problema. Es posible que
estemos tentados a ayudar a la otra persona a resolverlo, sobre todo
sitenemos tendencia a responsabilizarnos de los problemas ajenos —
algo quepodemos hacer por sentir que somos importantes para esa
persona, parareafirmar nuestra valía y mejorar temporalmente nuestra
autoestima—.
Lo adecuado es proporcionar apoyo a la vez que velamos por
nuestros
intereses y necesidades.
Antes de responsabilizarnos de un problema que no nos pertenece,
debemos
valorar lo siguiente: que no solamente estaremos destinando
nuestrosrecursos a algo que no nos corresponde; sino que, además,
estaremosprivando a la otra persona de la posibilidad de desarrollarse.
Podemos optarpor proporcionar herramientas y estrategias más que la
mano de obra. Así,todos salimos ganando.
Este era el caso de Ángel, quien recibía llamadas de su hermana pidiendo
ayuda cada dos por tres. Si no era por un problema del coche, era para
que leresolviera papeleo o para que le hiciese gestiones. Viviana, la
hermana deÁngel, es una chica de 26 años muy capaz. Había salido del
nidorecientemente y parecía que le costaba arreglárselas ella sola. Sin
embargo,en otras áreas de su vida, como en el ámbito laboral,
demostraba que podíacon todo y más.
«Resulta curioso que cosas tan básicas se le resistan», comentaba Ángel.
«El otro día estaba en una reunión importante y me llamó porque le
habíansaltado los plomos y no sabía qué hacer. Entiendo que la primera
vez sebloquease; pero ya van tres. Otro ejemplo: el jueves pasado estaba
bañando ami hija de 7 meses y me llama. No se lo cogí. Llamó a mi mujer
al trabajo.Parecía urgente. Me asusté. Vestí a mi hija deprisa y corriendo
y la llamé enseguida. Me explicó un conflicto que había tenido con su
pareja.Sinceramente, hemos llegado a un punto en que siento que me
llamasolamente para explicarme sus problemas. Y me agota. En ese
momento mehubiera gustado decirle: “no me importa lo que te pase”. Sé
que no es así,
¡claro que me importa lo que le pase!, pero no cuando ella quiere que
meimporte, no en ese momento».
Viviana había aprendido a solucionar sus problemas a golpe de llamada.
Antes lo hacía con sus padres: siempre estaban disponibles, incluso antes
deque los necesitara. Ahora que sus padres se habían ido a vivir al
pueblo y lostenía lejos, Ángel había tomado el relevo.
«Por supuesto que me preocupo por mi hermana y quiero estar ahí para
ayudarla cuando lo necesite. Me siento culpable por lo que te voy a decir.
Noquiero parecer egoísta, pero me gustaría que me necesitase menos…
Meimporta lo que le pase y quiero que esté bien. Pero no creo que sea
necesarioque me llame día sí y día también para explicarme sus
pequeños problemillascotidianos, o para que lo deje todo para sacarle las
castañas del fuego».
Con Ángel trabajamos en base a la premisa: «Regala un pescado a un
hombre y le darás alimento para un día; enséñale a pescar y lo
alimentaráspara el resto de su vida». Le pedí que, a partir de ahora, en
vez de responder alas necesidades de su hermana, le diese las claves
para que ella mismaencontrara lo que necesitaba y pudiese resolver sus
propios problemas. Todoesto debía acompañarse de una pequeña charla
que girase entorno alcrecimiento de Viviana, a partir de la cual ella se
sintiese más capaz y segurade sí misma a la hora de sacarse las castañas
del fuego para que no necesitaseque su hermano lo hiciera por ella.

EJERCICIO
¿Alguna vez te has sentido como Ángel? En caso afirmativo, ¿en qué tipo
de situaciones o con qué personas en concreto?
¿Qué podrías hacer para actuar acorde con el «no me importa», para no
implicarte en cuestiones a las que no te apetece dedicarles recursos ni
tiempo,
o no con tal nivel de implicación?
CAPÍTULO 14
Yo me cuido, yo me quiero

Si no te dedicas tiempo a ti mismo, ¿a quién se lo vas a dedicar?

Autocuidado
El autocuidado se refiere a las prácticas cotidianas que llevamos a cabo
con elobjetivo de garantizar y promover nuestro bienestar físico, mental
yemocional. Prácticas que requieren tiempo. Tiempo del que a menudo
nodisponemos. O, mejor dicho, tiempo que a menudo no buscamos, o no
nosreservamos, o destinamos a otras cuestiones que consideramos
másimportantes. Porque creemos que otras personas u otras cuestiones
pasan pordelante nuestro, que no somos prioridad. Que podemos
esperar ycompensarlo en el futuro. Y que eso no va a tener
consecuencias; o que, si lastiene, podremos lidiar con ellas porque en ese
preciso momento nosotros nosomos lo importante.
Este era el caso de Laia, la exitosa dermatóloga propietaria y directora de
un centro médico interprofesional en el que ejercía su profesión a
tiempocompleto. Laia estaba casada con un colega de profesión,
copropietario delcentro médico. Y tenía un hijo.
Laia vino a consulta desbordada. Estaba todo el día de arriba abajo.
Sentía
que no podía más. Ejemplo de ello, comentaba, es que se había
descuidado.Ya no leía, ni hacía deporte, ni dedicaba tiempo a comer con
tranquilidad.Pero cada día dedicaba casi una hora a arreglarse el pelo y a
maquillarse. Alprincipio sentí la tentación de felicitarla por dedicarse ese
tiempo; pensé que
a pesar del ajetreo había podido preservar una rutina de autocuidado.
Pero mesorprendió tanto que encontrase tiempo para arreglarse el pelo
y maquillarse,y no para otras cuestiones que parecían importarle, que
decidí preguntarle alrespecto.
Dedicamos unos minutos a este punto. Laia no se arreglaba el pelo ni se
maquillaba para ella misma, sino que lo hacía para beneficio de su
imagencomo profesional. Creía que su imagen tenía que ser impoluta y
estabadispuesta a destinar los recursos que fuesen necesarios. De alguna
formahabía hecho la conexión:

Imagen cuidada Profesionalidad

Y, como ya sabemos, este tipo de asociaciones juegan malas pasadas si


giramos el orden de los factores:

Imagen no cuidada Falta de profesionalidad

Trabajamos al respecto. Casualmente, ese día yo llevaba el pelo recogido


en
un moño en el que había invertido apenas un minuto. Mi peinado nos
vinocomo anillo al dedo. Le expliqué lo que había tardado y le pedí
quehonestamente me dijera si consideraba que mi peinado me hacía
parecermenos profesional.
«No, Montse. Para nada. De hecho, he pensado: qué peinado más ideal
para
trabajar».
Después exploramos qué caracterizaba, desde su punto de vista, a una
buena profesional. Para ella, tener conocimientos, saberlos aplicar a
cadacaso y, sobre todo, tratar a los clientes con el cariño y la atención con
que legustaría que le tratasen a ella. Añadió una coletilla: y una imagen
impoluta.
No bastó mediar más palabras para que Laia comprendiese que todas las
cuestiones que caracterizan a una buena profesional no están
relacionadas conel tiempo que invierte delante del espejo. En seguida se
comprometió aexplorar otras opciones de peinado y maquillaje que
requirieran menostiempo.
A la siguiente sesión Laia tenía otra actitud. Se sentía empoderada por
poder pensar que su imagen de profesional no estaba relacionada con
eltiempo que dedicase delante del espejo, sino con sus conocimientos y
con eltrato que ofrecía. No solamente fue un alivio poder pensar en esos
términos,
sino que ahora se valoraba más como profesional. Además, había
encontradouna forma de invertir el tiempo en su propio beneficio: cada
mañana salía atomarse el zumo de naranja a la terraza, con tranquilidad,
saboreando esemomento para ella.
Laia estaba reaprendiendo a cuidarse.

EJERCICIO
¿En qué actividades inviertes demasiado tiempo, teniendo en cuenta el
poco
beneficio que suponen para tu bienestar físico y emocional?

¿Cuánto tiempo estarías dispuesto a invertir —pensándolo fríamente—


en
estas actividades?

¿Qué cambios puedes llevar a cabo para asegurarte que inviertes el


tiempo
que realmente consideras que merece cada actividad?
Me doy permiso para…
Resulta curioso cómo podemos ser indulgentes con los demás, lo rápido
que
entendemos que otras personas necesitan su espacio, lo comprensible
queresulta que escuchen sus necesidades. Resulta curioso cómo las
mismasreglas no aplican a nuestra persona. Resulta curioso cómo nos
cuesta sertolerantes y compasivos con nosotros mismos; cómo nos
cuesta escucharnos,identificar nuestras necesidades y actuar al respecto.
Y todavía nos cuestamás si eso significa decir «no», si para ello tenemos
que ser egoístas (en elbuen sentido, como ya hemos visto).
Lo cierto es que nosotros también necesitamos sentir, sanar, poner
límites,
pedir espacio, soñar, crear, crecer, descansar y querernos. Y, cuando
nosconcedemos el tiempo para hacerlo, lo tratamos como una excepción,
comoun favor que nos hacemos, algo a tener en cuenta muy de vez en
cuanto.Como si solamente lo necesitásemos ese día, en ese momento, de
manerapuntual.
¿Por qué no escucharnos más a menudo y proporcionarnos aquello
que
necesitamos?
¿Por qué no apostar por sentir, sanar, poner límites, pedir espacio, soñar,
crear, crecer, descansar y querernos cada día, o siempre que lo
necesitemos?¿Por qué dejar que se convierta en una excepción?

EJERCICIO
Durante los próximos días escúchate, identifica lo que necesitas y actúa
en
consecuencia. Ofrécete un espacio para ti mismo. No esperes encontrarlo,
sino búscalo activamente. Libera espacio para tus necesidades
reorganizando
tus prioridades.

Me doy permiso para sentir…

Me doy permiso para pedir espacio cuando…

Me doy permiso para poner límites cuando…

Me doy permiso para descansar en vez de…


Me doy permiso para quererme, especialmente cuando…

Solo por un día… priorízate. Escucha tus necesidades y actúa en


consecuencia. Despliega todo lo aprendido en capítulos anteriores y
utilizalas estrategias que consideres convenientes para ponerte en el
centro de tuvida. Quizás te cueste hacerlo siempre; por eso, empieza por
hacerlo hoy.Solo por un día.
Pequeños placeres cotidianos
Cada día lo mismo. Día tras día. Rompamos la rutina con pequeños
placeres para los sentidos.
Es curioso cómo solemos preferir quedarnos en la zona de confort y, a la
vez, cómo lo cotidiano nos suele generar cierto rechazo. Lo cotidiano,
lorutinario tiene mala fama. Quizás sea porque asociamos lo cotidiano
conmonotonía, con falta de un componente sorpresa que nos resulta
atractivo,con aburrimiento. Pero afrontémoslo; lo cotidiano está a la
orden del día. Esoes algo evidente e irrefutable. Entonces, ¿por qué no
utilizarlo a nuestrofavor?
Cada día interactuamos con muchas personas de distinta manera. Cada
día
nutrimos nuestros sentidos con distintas experiencias de muy variada
naturaleza.
Cada día es un tesoro para nuestros sentidos, para nuestra mente.
Observamos, olemos, saboreamos, palpamos, escuchamos,
hablamos,
sentimos... infinidad de estímulos.
De hecho, nuestro cerebro puede estar tan abrumado por todos esos
estímulos con los que entramos en contacto que tiene que priorizar. Y así
lohace: dirige nuestra atención a lo que considera importante, a lo que,
amenudo, nos preocupa, dejando de lado todas aquellas experiencias
quepodrían resultar tremendamente enriquecedoras de no pasar
desapercibidas.

Recibir unas palabras de aliento, comer una onza de chocolate, oler el


aroma a café recién hecho, el tacto de las sábanas limpias al meternos a
lacama, hacer sonreír a alguien... Todas estas experiencias están ahí, en
nuestrodía a día. Pero estamos tan ocupados con otras cuestiones que
nos parecenmucho más importantes, que las ponemos en segundo plano.
En undemasiado invisible segundo plano.

EJERCICIO
Lee con atención los siguientes ejemplos de placeres cotidianos. Marca
con
una «X» aquellos con los que disfrutes y proponte integrarlos en tu día a
día.

Tomarme una taza de café o té


Comerme el currusco de pan recién hecho de camino a casa
Darme cuenta de que tengo personas a mi alrededor que me quieren y
me
apoyan
Llevar a cabo o recibir un gesto de amabilidad
Mostrar mi gratitud
Hacer o recibir un halago sincero
El tacto de las sábanas limpias
Leer en la cama
Escuchar una canción que me motive o me emocione
Ver la imagen del fondo de pantalla del móvil
Quedar con amigos
Escribir algo bonito sobre mí y sobre cómo me siento
Que me cuenten (o contar) un chiste o una frase ingeniosa
Unas palabras de afecto
El olor a limpio en la ropa y en la casa
El frío invernal o el calor veraniego en contacto con mi piel
Las flores, su olor, sus colores, su textura
El agua caliente (o fría) de la ducha
Divagar sobre algo que me ilusione
Comprar un libro
Tener unos minutos de inspiración
Oler a comida recién hecha
Llegar a conclusiones reveladoras
El silencio de la noche
Quedarme cinco minutos más en la cama antes de levantarme
Los objetos y fotografías que me traen recuerdos bonitos
Sentir los rayos de sol en la piel
Que me den o dar un abrazo sincero
Gratitud: un paso más cerca de una vida plena
La gratitud es una de las inversiones menos arriesgadas y más
beneficiosas que podemos hacer.
A menudo solemos centrarnos en lo negativo, en aquello que no nos
gusta,
en aquello que nos gustaría que fuese distinto. Al centrarnos en ello,
dejamosde lado todo aquello bueno que hay a nuestro alrededor y en
nuestra vida.Todo aquello que nos aportan las personas que forman
parte de ella, y todo lobueno que nosotros también podemos aportarles.
La gratitud nos permite ser más conscientes de todo aquello de lo que
podemos estar agradecidos pero que, como no nos resulta nada nuevo,
como
lo tenemos muy integrado en nuestra vida, damos por sentado que debe
serasí, que no puede ser de otra forma.
Gratitud no es decir «gracias», es agradecer plenamente siendo
conscientes
de por qué damos las gracias. Gratitud es dedicar unos minutos a pensar
demanera activa por qué motivos podemos estar agradecidos, a quién y
por quépodríamos dar las gracias, qué cosas buenas tenemos en nuestra
vida, con quéestamos satisfechos, incluso qué nos gusta de nosotros
mismos… Y dar lasgracias por todo lo anterior.
Existen muchas formas de practicar la gratitud: desde escribir una carta
a
alguien explicando por qué estamos agradecidos; a dedicar un minuto al
día areflexionar por qué podemos dar gracias reflexionando sobre lo
sucedido enese día en cuestión; a hacer una lista con los motivos y las
personas a quienpodemos estar agradecidos por lo sucedido durante la
semana o a lo largo denuestra vida.

EJERCICIO
Como comentaba, practicar la gratitud no es dar las gracias. Practicar la
gratitud va más allá. Te propongo que empieces a hacerlo (si todavía
noforma parte de tu día a día) con un simple ejercicio que puedes
incorporar atu vida cotidiana.

Me doy las gracias por…


Doy las gracias a la vida por haberme puesto en una situación que me
haresultado difícil, pero que me ha permitido aprender a…

Doy las gracias por tener en mi vida a…

Doy las gracias a… (una persona) por… (una acción). Puedes ir un paso
másallá y que tu gratitud no quede en estas líneas: valora la posibilidad
demanifestarle tu gratitud a esa persona. Un pequeño gesto como este
puedemarcar la diferencia en tu día y en el suyo.

Doy las gracias por haber tenido la oportunidad de…


Me doy las gracias por haberme esforzado para…

Doy las gracias por el apoyo recibido por parte de… (una persona) para…
(un propósito). En este caso también puedes valorar la posibilidad
demanifestar tu gratitud a la persona que te ha mostrado su apoyo.

Soy quien soy gracias a… (experiencias que te han ayudado a crecer y a


ser
quien eres en la actualidad).
Tu camino empieza aquí

Gracias por haber llegado al final de este libro. Espero que mis
reflexioneshayan arrojado luz a aspectos que te ayuden a crecer, a
acercarte a la personaque quieres ser y, sobre todo, a valorarte, a
respetarte y a quererte más y deforma más sana. Deseo que así sea. Este
ha sido el objetivo de cada una delas líneas que he escrito y de cada uno
de los ejercicios que te he propuesto.Y si tu autoestima es más fuerte y
más sana que cuando empezaste a leerlo,puede resultar tentador pensar
que ahora puedes relajarte creyendo que yaestá todo hecho. Siento
decirte que no es así. Como comentaba en el prólogo,en el mejor de los
casos este libro habrá sembrado una semilla hacia elcambio, la mejora y
una autoestima más sana. Pero ahora te toca a ti seguir
trabajando al respecto.
El camino no acaba aquí. Al contrario: esto no ha hecho más que
empezar.
Te invito a echar un vistazo a las respuestas que has dado en los
ejercicios, alos aspectos clave escritos en negrita, a los fragmentos que
quizás hayassubrayado, y a las anotaciones que puedes haber hecho. Te
invito a tenerlosen cuenta en tu día a día y, sobre todo, a actuar en
consecuencia. Es una tareadifícil, lo sé. Ahora quizás lo tengas todo muy
claro, pero no va a ser siempreasí. A medida que vayan pasando los días
esa claridad se irá disipando. Y,sobre todo, en momentos
emocionalmente difíciles, es cuando másnecesitarás dar un paso atrás y
ver la situación con perspectiva para poderaplicar todo aquello que te
has propuesto pensar y hacer de forma distinta; y
así, evitar caer en dar por válidas viejas creencias que no te ayudan a
crecer o
en incurrir en viejos hábitos.
Te propongo que marques en tu calendario un día cada equis tiempo
para
revisar cómo han ido las semanas anteriores y preguntarte si actúas
enconsecuencia a los cambios que quieres hacer o si, por lo contrario,
hasdejado de lado lo trabajado en las páginas anteriores. Puede sonar un
tantoartificial eso de anotar en un calendario una fecha para comprobar
si somosquienes queremos ser, si actuamos acorde con los cambios que
queremosconseguir; lo sé. Pero créeme si te digo que es la única forma
de no bajar laguardia. Al hacerlo, rendimos cuentas con nosotros
mismos, nos obligamos acuestionar cómo pensamos, sentimos y
actuamos. Y esta es la única manerade identificar cuándo debemos
reconducir nuestros pensamientos y nuestraconducta; y de hacerlo a
tiempo, antes de que sea «tarde». Aunque tarde noacaba de aplicar,
porque nunca es tarde para aprender, ni para cambiar.
Así que no te dejes llevar por la tentación de pensar que ya está todo el
trabajo hecho. El viaje no acaba aquí, sino que no ha hecho más que
empezar.Pero es un viaje para el que estás un poco más preparado. Un
viaje en el quete seguirás conociendo. Un viaje en el que te sorprenderás
de lo que erescapaz. Un viaje que te llevará a seguir respetándote un
poco más, valorándoteun poco más. En definitiva, queriéndote más y
queriéndote mejor.
Bibliografía

Alderson-Day, B., y Fernyhough, C. (2015). Discurso interno: desarrollo,


funciones cognitivas, fenomenología y neurobiología. Boletín
psicológico, 141 (5), 931-965.
Festinger, L. (1957). A theory of cognitive dissonance. Stanford,
CA: Stanford University Press.
Heller, R. y Heller, R (2007). Egoísmo sano. Cómo cuidar de uno mismo sin
sentirse culpable. Barcelona, Ediciones Urano.
Maslow, A. (1979). El hombre autorrealizado. Barcelona, Ed. Kairós.
Rodríguez, Mauro (1988). Autoestima Clave del Éxito. México: Manual
Moderno.
Montse Cazcarra, psicóloga, nació el 7 de marzo de 1989 en Barcelona. Se licenció en Psicología
porla Universidad Autónoma de Barcelona. Posteriormente se especializó en Práctica Clínica y
enPsicología Forense.

Actualmente acompaña a personas que desean mejorar algún aspecto de su vida en procesos
dedesarrollo, tanto en lo personal como en lo profesional. También ofrece asistencia emocional a
personasque no están pasando por un buen momento.

A través de la práctica, ha sido testigo de la importancia de la autoestima en diferentes ámbitos,


eindependientemente del motivo de consulta de la persona que inicia un proceso terapéutico,
razón quela ha impulsado a escribir su primer libro.

La autora cree en el cambio y en las segundas y terceras oportunidades para reinventarse y


podermejorar en todos los sentidos. Su enfoque terapéutico se centra en los pensamientos, en las
emociones yen el cambio de conducta; y se ve reflejado en este libro, tanto en las reflexiones
como en los ejerciciosque propone.

@montsecazcarrapsicologia
www.montsecazcarra.com

También podría gustarte