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Doctorado en psicología
Introducción
La clínica actual enfrenta tanto a los terapeutas como a los teóricos e investigadores con la
necesidad de dar respuesta al sufrimiento en el borde de lo decible, cuando las palabras pierden su
capacidad comunicativa y articuladora. Justamente Benyakar (2016) sostiene que es la falla en el
proceso articulador de la vivencia lo que se encuentra en la base de las patologías traumáticas, así
como de las patologías del vacío, lo negativo y las patologías por déficit en general. En estos casos
la memoria juega un papel central que el psicoanálisis desde sus albores ha resaltado e intentado
profundizar en sus misterios. Del recorrido del seminario he elegido la última unidad para
desarrollar los aportes interdisciplinarios (especialmente desde las neurociencias) que enriquecen,
a la vez que brindan nuevos fundamentos al modo en que la memoria es pensada en psicoanálisis
y en las psicoterapias orientadas psicoanalíticamente. Finalmente se presenta una breve viñeta de
una situación clínica que puede entenderse a la luz de los aportes teóricos desarrollados.
La visión clásica que se tenía de la memoria como proceso monolítico y mecánico de recepción,
guardado y evocación se ha modificado radicalmente en las últimas décadas, no sólo desde la
investigación y la práctica clínica, sino también desde las neurociencias. Al respecto Tesone (2009)
considera conveniente hacer el duelo por una rememoración exacta en beneficio de una
reconstrucción creativa. Pero entonces, ¿cómo es conceptualizada la memoria desde las
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neurociencias actualmente? Más allá de las diferencias de nomenclatura, todas las clasificaciones
acerca de tipos de memorias distinguen dos sistemas (la declarativa o explícita y la no declarativa
o implícita) cuya dinámica neurofuncional posee circuitos anatómicamente independientes entre
sí (Zukerfeld & Zukerfeld, 2016).
Esta nominación supone que es un tipo de memoria que podemos expresar en palabras. Alvano
(2020) sostiene que en este tipo de memoria nuestros recuerdos se deben a una intrincada red de
imágenes y asociaciones, creadas por nosotros mismos, que forman el registro de nuestras
experiencias y que se actualizan permanentemente mediante una organización activa de nueva
información dentro del contexto de nuestra experiencia anterior. En ese sentido, Tesone (2009)
sostiene que en el acto de recordar, recreamos continuamente el hecho recordado, en una
recreación continua que se va modificando con la red simbólica que el sujeto va tejiendo.
Esta memoria es multifacética y muy flexible, a diferencia de la memoria implícita. Este tipo de
memoria a su vez puede subdividirse en:
Distintas regiones cerebrales se ponen en juego aquí. A corto plazo, la memoria explícita se
almacena en la corteza prefrontal, ésta se convierte en recuerdos a largo plazo en el hipocampo
para almacenarse luego en las distintas zonas de la corteza, correspondientes a los sentidos
involucrados originalmente. Su recuperación requiere de la activación de las mismas áreas, para
lo que el hipocampo desempeña un papel central” (Alvano, 2020).
Zukerfeld y Zukerfeld (2016) sostienen que en la historia del psicoanálisis se han postulado
diversas nominaciones para considerar lo irrepresentable y sus producciones, a lo que ellos llaman
“lo escindido”, lo que me interesa rescatar es el hecho de que desde diversas perspectivas se ha
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intentado dar cuenta de la dinámica de lo no representado a nivel del psiquismo, siendo esa premisa
misma problemática de por sí, ya que para algunos se trata de lo no advenido a la representación
de cosa ni de palabra, es decir, ni primario ni secundario, sino que implicaría un orden anterior
que, Aulagnier (2007) llama “lo originario”. La frase: “entiendo perfectamente lo que me pasa,
pero me sigue pasando igual” podría considerarse el modo en el que se manifiesta en la clínica un
proceso en el que no se han podido integrar ambos sistemas de memoria.
Siguiendo a Bleichmar (2001) diremos que el interés para la clínica psicoanalítica tiene que ver
con las formas de inscripción de los vínculos, las reacciones afectivas automáticas que se
desarrollan como modalidad de contacto con el otro significativo, las operaciones de los
mecanismos de defensa, las reacciones afectivas que se desencadenan ante ciertos estímulos. Estas
formas automatizadas de estar con los demás fueron denominadas por Stern (1998) "conocimiento
relacional implícito". En este caso, como propone Tesone (2009) el sujeto no tiene una historia, al
modo de un observador que podría describirla, narrarla, él es su historia. Dada su actividad de
rememoración en la cual pasado, presente y futuro se recrean como tiempos en interacción mutua.
Hoy se aceptado sin discusión la diferencia entre aquello que puede ser pensado, representado en
imágenes o puesto en palabras y lo existe inscrito en términos de procedimientos, de esquemas
afectivos-motrices, de operaciones del psiquismo que operan sobre los contenidos (Bleichmar,
2001). ¿Pero no es acaso ese uno de los pilares del descubrimiento freudiano, un tipo de olvido
que no es tal?
Ya a principios de 1900 Freud, en relación a su análisis del caso Dora menciona: “De tal modo,
actuó {agieren} un fragmento esencial de sus recuerdos y fantasías, en lugar de reproducirlo en la
cura" (Freud, 1992 [1905], p. 104). Sus reflexiones avanzarían estableciendo la relación entre
represión, repetición y acción, entendiendo esta última como un modo particular de retorno de lo
reprimido. “El analizado no recuerda, en general, nada de lo olvidado y reprimido, sino que lo
actúa. No lo reproduce como recuerdo sino como acción; lo repite, sin saber desde luego, que lo
hace" (Freud, 1991 [1914], p. 152). Freud hace referencia tanto a conductas como a actitudes y
modos de reaccionar frente al analista, cabe preguntarse entonces: ¿qué novedad aporta al campo
del psicoanálisis la distinción de estas memorias?
Para responder a esa pregunta, tomaremos los aportes de Bleichmar (2001) en relación a la
memoria y los múltiples procesamientos inconscientes. En primera instancia, quizás uno de los
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Estas consideraciones implican un cuestionamiento y una ampliación a una larga tradición iniciada
por Freud en psicoanálisis, de concebir un continuum entre representación y acción: “No hablamos
realmente [al pensar], como tampoco nos movemos realmente cuando nos representamos una
imagen de movimiento. Pero la diferencia entre imaginación y movimiento es sólo cuantitativa”
(Freud, 1992 [1895]: p.). Esta tradición representacional ha tenido consecuencias muy concretas
en la técnica, quizás la más notable ha sido el intento de anular la acción del análisis. Entiendo que
es un tema que sigue despertando controversia, pero creo que es justamente ese el síntoma de que
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Excede los límites de este trabajo considerar la noción freudiana de “agieren” en el sentido propuesto por esta
escuela, pero no deja de ser un aspecto sumamente interesante a considerar.
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hay algo del agieren que insiste, retornando en búsqueda de un lugar dentro de la teoría y del
dispositivo analítico.
Viñeta clínica
C es una mujer joven de 26 años, oriunda de una provincia del sur argentino, reside en Córdoba,
ciudad a la que ha venido a estudiar una carrera universitaria. Su motivo manifiesto de consulta es
que hace ya un par de años que intenta rendir, sin éxito, una de las ultimas materias en la facultad.
Esto la ha llevado a tener que recursar la materia, enfrentándola a repetidas frustraciones. A su
entender su dificultad radica en la sobreexigencia que ha ido en aumento en los últimos años. La
siguiente viñeta corresponde al período inicial del tratamiento, específicamente a la cuarta
entrevista, por lo que la finalidad es centralmente diagnóstica/exploratoria.
C comienza la sesión contando que no ha tenido un buen fin de semana, otra vez la mención de un
familiar acerca del estado de su carrera la llena de frustración y enojo. A partir de allí me cuenta
cómo se está organizando para estudiar, aunque el solo hecho de pensar en la situación de examen
basta para angustiarla. Le pido que me describa qué es lo que la angustia y comenzamos así a
explorar qué le sucede en la situación de examen.
C: Cuando estoy en el examen, todo el tiempo pienso “no escuchas, tenés que concentrarte, no
escuchas”.
C (levantando la voz y en un tono más imperativo, casi enojada): ¡No escuchas, tenés que
concentrarte, así no te va a salir, concéntrate!
Silencio.
C: Con papá y mamá… estudiando con mi mamá… lengua, no me salía y ella pensaba que no me
concentraba.
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Comenzamos a explorar ese momento y empiezan a aflorar recuerdos cargados de afecto. El gesto
duro del rostro de C se transforma en tristeza. Le pregunto qué esta sintiendo:
C: Angustia... Nunca me había percatado del nivel de violencia. Es muy feo… -dice mientras le
caen algunas lágrimas.
Comienza a rememorar diversas situaciones en las que su madre perdía la paciencia con ella y lo
importante que fue para ella tomar distancia (primero emocional y luego físicamente) de su casa.
Antes de terminar la sesión dice: La verdad es que no me acordaba… no pensaba que me movería
tanto traerlo…
T: ¿te sorprendió?
C: Sí, la verdad que sí… de chica en mi casa las cosas eran muy rígidas… Realmente… nunca me
puse a conectar los cables de esas situaciones… encima yo tengo recuerdos y tengo fotos… no sé,
nunca conecté esos cables…
He elegido esta viñeta porque creo que muestra la complejidad de la experiencia clínica, a la vez
que me ha llevado a algunas reflexiones en torno a la memoria. En primera instancia, mi formación
en psicodrama psicoanalítico hace que muchas veces sin levantarme del sillón utilice
intervenciones activas como la descripta en la viñeta. La paciente queda impactada por el
surgimiento del recuerdo de infancia a partir de lo que ella describía como “sobreexigencia”, es
decir, un modo de relacionarse con ella misma. Ahora bien, la posibilidad de asociar y describir
verbalmente (memoria episódica) junto a la sorpresa y el contenido emocional que se despliega
me hace inferir que se trataba de una serie de recuerdos reprimidos. Incluso el último comentario
en relación a “no haber conectado los cables” recuerda lo que Freud decía en relación a este tipo
particular de olvido: “Cuando el paciente se refiere a este olvido, rara vez omite agregar: “En
verdad lo he sabido siempre, sólo que no me pasaba por la cabeza” (Freud, 1991 [1914], p. 150).
En este caso la acción, más específicamente, el modo de estar consigo misma en la situación de
examen, aparecía en lugar de la rememoración.
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Retomando los aportes de la neurociencia, según los cuales, la memoria implícita se almacena en
las distintas zonas de la corteza, de acuerdo a los sentidos involucrados originalmente. Y la
recuperación requiere de la activación de las mismas áreas (Alvano, 2020), esto nos lleva a la
pregunta acerca de esa activación y a la ya mencionada idea freudiana de la continuidad entre lo
sensorio-motriz y la representación psíquica. En el caso de esta viñeta, ¿qué diferencia habría entre
dejar que la paciente asocie a partir de su propio relato y una técnica activa en la que el cuerpo se
pone en juego de otro modo? Esta es una pregunta que, vista a la luz de estos autores cobra nuevos
matices. Finalmente, para Fiorini (2005), es en torno a la problemática del lenguaje y su relación
con el cuerpo y la acción, que vienen surgiendo nuevas posibilidades de intervención.
Bibliografía
Alvano, S. (Ed.). (2020). Trastornos del Estado de Ánimo, de Ansiedad, de Estrés Postraumático
y Obsesivo Compulsivo. Aspectos neurobiológicos, clínicos y terapéuticos (2da ed.). Buenos
Aires: Marketing & Research S.A.