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Claves de la memoria autobiográfica1

JOSÉ MARÍA RUIZ-VARGAS


Facultad de Psicología.
Universidad Autónoma de Madrid

OM
Lo que se recuerda no es el suceso,
sino la experiencia del suceso.
ENDEL TULVING

1. Introducción

.C
Hablar de memoria autobiográfica es hablar de los recuerdos que una persona
tiene de su vida o, más exactamente, de las experiencias de su vida. Esta última
matización, recogida en la cita inicial del psicólogo Endel Tulving –una autoridad
indiscutible en teoría e investigación de la memoria–, nos coloca frente al atributo
DD
esencial, en mi opinión, de la llamada memoria autobiográfica; a saber, el sentido
de “yo” o de “mí” que comporta; porque es a través de los recuerdos
autobiográficos como percibimos nuestro “yo”. Y es que este tipo de memoria, a
diferencia de las demás memorias (a las que me referiré más abajo), constituye el
punto crítico en el que convergen los sentimientos, las motivaciones y los deseos,
las metas y los logros, los valores, las creencias y los significados de cualquier
LA

persona. Como han señalado, al respecto, Singer y Salovey2 (1993), en cada


recuerdo autobiográfico están los elementos esenciales de la emoción, la memoria
y la personalidad. Por todo ello, la memoria autobiográfica se constituye en el
soporte y el organizador de nuestra biografía, de la historia narrada de nuestras
experiencias personales. Una historia que es el resultado de la interacción del yo
FI

con el mundo: “Quienes somos está definido básicamente por lo que hacemos”,
escribe Fivush (1988, 277), porque las personas aprendemos sobre nosotros
mismos mientras nuestro yo actúa. En definitiva, gracias a la memoria
autobiográfica los seres humanos podemos organizar y combinar armónicamente


nuestro conocimiento sobre el mundo y nuestro conocimiento sobre nosotros


mismos. Y el resultado esencial de todo ello es la conciencia de identidad personal
y la capacidad de toda persona para revivir su pasado, interpretar el presente y
planificar su futuro. “Nuestra memoria es nuestra coherencia, nuestra razón,
nuestra acción, nuestro sentimiento. Sin ella no somos nada”, nos dice el genial
director de cine Luis Buñuel en Mi último suspiro (2000, 11), su legado
autobiográfico.

1 Este trabajo apareció publicado en C. Fernández y M. A. Hermosilla (eds.). Autobiografía en


España: Un balance. Madrid: Visor, 2004; pp. 183-220.
2 Mientras no se especifique nada, todos los autores citados son psicólogos de la memoria.

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2 JOSÉ MARÍA RUIZ-VARGAS

2. Un marco teórico para la investigación de la memoria autobiográfica

Me atrevería a decir que sobre la memoria existen más ideas erróneas que
sobre cualquier otro aspecto o proceso cognitivo3. Entre tales creencias falsas
destaca, por su frecuencia y por lo que supone de punto de partida, la poca
importancia que en nuestra sociedad se atribuye a la memoria. Tras muchos años
de estudio, investigación y docencia de la psicología de la memoria, la
constatación de ese error entre la gente de a pie y también entre los estudiantes
de Psicología (de los cursos iniciales de carrera, afortunadamente) me sigue

OM
sorprendiendo extraordinariamente; sobre todo, porque cada vez implica una
mayor paradoja: la gente minusvalora la memoria al tiempo que aumenta su
preocupación por perderla. No me cabe duda de que ello es fruto del
desconocimiento acerca de la verdadera naturaleza de la memoria, o bien de una
falta de reflexión sobre la actuación humana, o de ambas cosas; porque lo que
también he comprobado es que, cuando las mismas personas que minusvaloran la
memoria se enteran o caen en la cuenta de lo que realmente significa la memoria

.C
para la vida, cambian inmediatamente de opinión. En muchas otras ocasiones,
será la propia experiencia vital la encargada de reivindicar la importancia capital
de la memoria. Este último caso queda magistralmente ilustrado en la siguiente
observación de Buñuel (op. cit., 9-11):
DD
...a medida que van pasando los años, esta memoria, en un tiempo
desdeñada, se nos hace más y más preciosa (...) Hay que haber empezado a
perder la memoria, aunque sea sólo a retazos, para darse cuenta de que esta
memoria es lo que constituye toda nuestra vida. Una vida sin memoria no sería
LA

vida...

Para los investigadores de la memoria, la importancia de ésta es el punto de


partida indiscutible de toda su labor. Centrados ya en el contexto científico,
empezaré diciendo que, desde hace década y media, aproximadamente, estamos
FI

asistiendo a un crecimiento exponencial del conocimiento científico sobre la


memoria humana. Los factores responsables de dicho progreso son a la vez
muchos y de naturaleza diversa. No obstante, para los propósitos de este trabajo,
sólo considero oportuno mencionar los cuatro siguientes:


1) La convergencia de intereses y de programas de investigación para


desentrañar la naturaleza de la memoria de tres grupos de científicos que,
tradicionalmente, no han compartido ni sus inquietudes ni sus hallazgos: los
psicólogos cognitivos, los neuropsicólogos y los neurocientíficos. La comunalidad
de intereses y objetivos de estos tres grupos de científicos cognitivos ha
producido, en los últimos años, el surgimiento de una nueva disciplina –la
Neurociencia Cognitiva– que significa, de hecho, un cambio de paradigma.
2) La constatación de que la memoria no es una sola cosa. En efecto, la
abundante literatura sobre el fenómeno de las disociaciones de memoria ha

3 En un trabajo muy reciente (Ruiz-Vargas, 2002a), me he referido a algunas de las creencias


falsas más extendidas sobre la memoria.

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CLAVES DE LA MEMORIA AUTOBIOGRÁFICA 3
certificado sin lugar a dudas que lo que entendemos por memoria no es una
entidad unitaria o indiferenciada sino un conjunto de sistemas independientes,
aunque interactuantes, que difieren entre sí respecto al tipo de información que
representan, las reglas que rigen sus operaciones, y las áreas o regiones
cerebrales en las que se asientan (cf. Schacter & Tulving, 1994; Ruiz-Vargas,
2002b).
3) El cambio paradigmático que ha supuesto la integración, en el seno de la
psicología de la memoria, de dos enfoques o modos de entender y analizar la
memoria que, hasta hace relativamente poco, parecían condenados a no

OM
entenderse. Me refiero al enfoque de laboratorio o cuantitativo, cuyo objetivo es
evaluar el número de elementos almacenados en la memoria, y al enfoque
naturalista/ecológico o cualitativo, cuyo objetivo es evaluar la exactitud o la fidelidad
de la representación del pasado.
4) La consolidación de un área de investigación que, si bien no es
completamente nueva, representa el reconocimiento oficial –en el seno del núcleo
duro de la psicología experimental– de la pertinencia, de la legitimidad epistémica

.C
y del rigor metodológico de la investigación de un tipo de memoria que, como
señala Brewer (1996), abarca un dominio natural y que, mayoritariamente, es
llamada memoria autobiográfica. Esta observación adquiere una especial
relevancia si tenemos en cuenta que, si bien la importancia y el estudio de los
DD
recuerdos personales han estado presentes en la psicología desde sus inicios
como disciplina (e.g., Galton, Freud, Henri y Henri, Hall, entre otros), no sería
hasta la década de 1980 cuando la memoria autobiográfica empieza a ser
estudiada de un modo continuado y sistemático. La razón principal de tal
ausencia, durante la mayor parte del siglo XX, en los programas de investigación
LA

de los psicólogos de la memoria fue de naturaleza metodológica: los recuerdos de


las experiencias personales han resultado difíciles de verificar y, sobre todo, no se
prestan al control experimental. Tras unos años de controversias y disputas
metodológicas entre los partidarios de cada uno de los dos enfoques mencionados
en el punto anterior, la sensatez se ha impuesto finalmente entre la mayoría, que
FI

entiende que la ciencia de la memoria tiene que ser capaz de investigar con el
mismo rigor cualquier fenómeno de memoria en el laboratorio y en la vida
cotidiana.

Naturalmente, entre estos cuatro factores existe una relación causal, que se


manifiesta tanto desde una perspectiva ontológica y/o epistemológica como desde
una perspectiva temporal o histórica. No considero oportuno detenerme en los
detalles de esta observación, pero resulta bastante patente que el reconocido
estatus científico del que actualmente goza la investigación de la memoria
autobiográfica no hubiese sido posible sin el reconocimiento previo por parte de
los neurocientíficos cognitivos de la existencia de diferentes tipos de memoria.

3. Definición de memoria autobiográfica

Para entender la noción de memoria autobiográfica, conviene establecer


previamente un cierto contexto conceptual dentro del cual está teniendo lugar su

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desarrollo y análisis. La consecución de ese objetivo pasa por ofrecer, en primer


lugar, una definición general de memoria; a continuación, hacer referencia a los
distintos tipos o sistemas de memoria humana, para, finalmente, centrarnos en la
definición y características fundamentales de la memoria autobiográfica.
Una definición sencilla, aunque rigurosa, de memoria considera a ésta
como la capacidad de los animales para adquirir, retener y utilizar conocimiento y
habilidades. Desde mediados de los ochenta, ha cambiado sustancialmente la
manera como los científicos cognitivos contemplan la memoria. Como ya he
señalado, la vieja idea de la memoria como una entidad monolítica ha sido

OM
desplazada por la evidencia irrefutable de que ésta consiste, en realidad, en una
colección de diferentes sistemas con manifestaciones propias en los dominios
conductual, cognitivo y cerebral. Aunque existen distintas taxonomías de la
memoria, creo que la propuesta por Schacter y Tulving (1994) es la que ofrece
mayor cobertura teórica a los datos empíricos disponibles. En su clasificación,
estos autores distinguen un sistema a corto plazo o memoria operativa, y cuatro
sistemas de memoria a largo plazo: la memoria de procedimientos (o

.C
procedimental), el sistema de representación perceptiva, la memoria semántica y
la memoria de episodios o episódica4. Para nuestros objetivos resulta
especialmente pertinente detenernos en la definición de los dos últimos sistemas
mencionados, y, de un modo especial, en la memoria episódica5.
DD
Hace casi treinta años, Tulving (1972) distinguió por primera vez entre una
memoria semántica y una memoria episódica6. La memoria semántica es el
sistema encargado de la adquisición, retención y utilización de conocimiento
acerca del mundo en el sentido más amplio, esto es, hechos y conceptos. La
memoria episódica haría lo propio con la información relativa a los sucesos
LA

personales y a los eventos de nuestro pasado que han ocurrido en un momento y


en un lugar específico.
En la memoria episódica, pues, la información está organizada en torno a
un episodio vivido y su recuperación implica necesariamente que las claves
disponibles formasen también parte del contexto de codificación. Esta idea es
FI

fundamental para entender tanto el recuerdo como el olvido de la información


episódica. La regla básica está contenida en el llamado “principio de codificación

4 Agradezco al Profesor Castilla del Pino la oportuna y perspicaz observación de que,


efectivamente, en castellano lo “episódico”, además de significar “perteneciente o relativo al


episodio” (Diccionario de la RAE, 1992), tiene la connotación de discontinuo, incidental,


intermitente, etc., algo que no tiene nada que ver con lo que para los psicólogos de la memoria de
todo el mundo significa “memoria episódica”. Por tanto, y para evitar ese equívoco, quiero precisar
y subrayar que “episódica” en este contexto es el adjetivo derivado de “episodio”, por lo que la
expresión “memoria episódica” se refiere exclusivamente a la memoria de episodios, sucesos o
acontecimientos pasados.
5 La definición y las características de todos y cada uno de los sistemas de memoria enumerados

se encuentran expuestas con bastante detalle en varios de mis trabajos anteriores (e.g., Ruiz
Vargas, 1994, 2000, 2002b).
6 La validez de esta distinción ha sido intensamente debatida en el seno de la psicología cognitiva

durante muchos años, y puede decirse que hasta el surgimiento de la neurociencia cognitiva de la
memoria dicho debate se ha mantenido más o menos abierto. Durante todos esos años, se han ido
acumulando las pruebas a favor de la propuesta de Tulving, al tiempo que él mismo ha ido
modificando y refinando ambos conceptos.

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CLAVES DE LA MEMORIA AUTOBIOGRÁFICA 5
específica” y reza así: el modo específico como codificamos un suceso
determinará las claves de recuperación que nos ayudarán posteriormente a
recordarlo7. Es decir, una persona sólo podrá recordar algo con éxito si las claves
o las ayudas que tiene presentes formaron parte del contexto de codificación, por
la sencilla razón de que esas claves, al ser parte del episodio que se desea
recordar, son la única vía eficaz para restaurar o reactivar ese episodio. Por
ejemplo, si alguien me dijese “¿Te acuerdas de lo que pasó el 23 de Noviembre de
1963?”, le diría que no recuerdo nada de ese lejano día; sin embargo, si me dice
“¿Te acuerdas del día que asesinaron a Kennedy?”, le respondería,

OM
inmediatamente, que sí y además con absoluta claridad. La razón es que la clave
de recuperación que se me ha proporcionado en el primer caso (“el 23 de
Noviembre de 1963”) no forma parte del recuerdo que guardo de aquel día,
mientras que la clave segunda (“el día que asesinaron a Kennedy”) forma parte del
núcleo de mi recuerdo de aquel suceso8.
A diferencia de la memoria episódica, la memoria semántica no representa
información alguna relativa al contexto espacio/temporal en el que se ha producido

.C
la adquisición. Las representaciones semánticas constituyen el conocimiento
general de los individuos que puede ser descrito en forma de proposiciones.
Gracias a este sistema, las personas podemos representar estados, objetos y
relaciones entre unos y otros sin necesidad de que estén presentes físicamente.
DD
Por eso, Tulving considera que la representación estructurada del conocimiento
semántico tiene como función principal el modelado cognitivo del mundo.
A pesar de sus diferencias, la memoria episódica y la memoria semántica
están estrechamente relacionadas. Así, desde una perspectiva evolucionista, el
sistema de memoria episódica se ha desarrollado a partir de la memoria
LA

semántica; por consiguiente, ambos sistemas comparten muchas propiedades,


aunque la memoria episódica, al ser un sistema más evolucionado, transciende el
abanico de capacidades de la memoria semántica. Las siguientes palabras de
Tulving reflejan éstas y otras ideas acerca de su concepción actual de la memoria
episódica:
FI

...la memoria episódica se refiere a un sistema que hace posible el “viaje en


el tiempo” mental a través del tiempo subjetivo: desde el presente hacia el
pasado y hacia el futuro, una proeza que no puede realizar ningún otro
sistema de memoria. Al hacerlo, permite al individuo reexperimentar,


mediante la conciencia autonoética, las experiencias previas, y proyectar


experiencias similares sobre el futuro. La memoria episódica evolucionó
más tarde que los demás sistemas, probablemente es exclusiva de los
humanos y se desarrolla tarde en la infancia. Sus operaciones dependen de

7 El principio de codificación específica es la propuesta teórica más potente para explicar


psicológicamente el recuerdo exitoso y el olvido de los episodios pasados. Este principio fue
formulado por Tulving y Thomson (1973) a partir de sus hallazgos experimentales, y ha sido
avalado desde entonces por los datos de innumerables investigadores.
8 Obviamente, para poner este ejemplo, he tenido que consultar antes la fecha en que fue

asesinado el presidente John F. Kennedy. Guardo un recuerdo extraordinariamente rico en detalles


de todo tipo del día en que me enteré del asesinato de Kennedy; sin embargo, la fecha no forma
parte de mi “recuerdo fotográfico” de aquel suceso.

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6 JOSÉ MARÍA RUIZ-VARGAS

la memoria semántica y de otras formas de memoria. Por tanto, comparte


mecanismos neurales y procesos cognitivos con otros sistemas, pero,
además, se apoya en mecanismos y procesos específicos que no forman
parte de ningún otro sistema (Tulving, 1999a, 13).

Tulving está insistiendo mucho y de manera muy explícita en sus trabajos


más recientes (cf. Tulving, 1999a,b; Tulving y Lepage, 2000) en dos cuestiones de
especial relevancia en este contexto. Por un lado, en que el concepto de memoria
episódica “ha cambiado considerablemente desde su introducción hace casi

OM
treinta años” (Tulving, 1999a, 12). Por otro, en la singularidad de la memoria
episódica, puesta de manifiesto básicamente a través de dos características
absolutamente exclusivas de este sistema; a saber, (1) que es el único orientado
hacia el pasado: la recuperación episódica significa viajar mentalmente hacia atrás
por el pasado personal a través del tiempo subjetivo (todos los demás sistemas de
aprendizaje y memoria están orientados al presente), y (2) que la evocación o
rememoración episódica va acompañada de “conciencia autonoética”, es decir, la

.C
experiencia consciente de sí-mismo como una entidad continua a través del
tiempo, que permite darse cuenta de que el yo que reexperimenta ahora un
episodio del pasado personal es el mismo yo9 que experimentó ese episodio en un
tiempo anterior (Wheeler, Stuss y Tulving, 1997). Como muy sabiamente señalan
DD
Tulving y Lepage, gracias a la conciencia autonoética podemos distinguir entre
“estar pensando en algo” y “estar rememorando”. Lo sustancial y único de la
memoria episódica estaría, por tanto, en esa sensación consciente de pasado; es
decir, en el sentimiento subjetivo de que, en la experiencia que se revive en el
momento presente, una persona está re-experimentando algo que sucedió
LA

anteriormente en su vida; una experiencia mental única e inconfundible que no


tiene nada que ver con conocer o saber algo (memoria semántica).

La idea de conciencia autonoética, –que es la “corriente de conciencia” de


William James–, se encuentra magistralmente expresada por Carlos Castilla del
FI

Pino al comienzo de su autobiografía Pretérito imperfecto, cuando escribe:

No me he sumergido en mi memoria; he traído los recuerdos a mí, es decir,


al Yo de este momento, el que ahora me siento ser, como si fuera posible
decir “he sido”, como si no fuera el mismo que en otros momentos fui... No


me veo habiendo sido y no siendo ya. Mi vida me aparece como una


formación singular en la que las etapas anteriores de mi existencia son
peldaños que me conducen al que ahora soy (p. 11).

9 Según la “teoría del sujeto” de Castilla del Pino (1999), “el yo” en este contexto sería “el meta-yo”
o, más propiamente, “el sujeto” (“el sistema del organismo mediante el cual se construyen yoes
adecuados” para actuar en las diferentes situaciones de la vida cotidiana). Debe quedar claro que
no tengo inconveniente alguno en sustituir en mi sentencia “el yo” por “el sujeto”. De hecho, en
psicología experimental se ha utilizado tradicionalmente el término “sujeto” para evitar las
complicaciones epistemológicas que conllevaría el término “yo”. No obstante, he preferido expresar
la idea de conciencia autonoética en términos del “yo” para demostrar hasta qué punto ha
evolucionado la teoría de la memoria de Tulving y de todos los que nos sentimos identificados con
sus postulados básicos.

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CLAVES DE LA MEMORIA AUTOBIOGRÁFICA 7

Sobre la base de esas dos características (pasado y conciencia


autonoética), Tulving (1999a, 16) considera que la función de la memoria
episódica es “la recuperación consciente del pasado personal”. Resulta claro,
pues, que la memoria episódica es una memoria autobiográfica, y, de hecho, en la
definición de 1972, Tulving ya se refirió explícitamente a dicha propiedad: “Un
evento... es siempre almacenado [en el sistema episódico] en términos de su
referencia autobiográfica...” (p. 385). Por tanto, siguiendo el pensamiento de este
autor, memoria “episódica” y memoria “autobiográfica” serían dos términos

OM
equivalentes.
En este punto, considero absolutamente necesario resaltar el hecho de la
evolución del pensamiento de Tulving, en los últimos treinta años, respecto a su
concepción de la memoria episódica, tal y como ha quedado de manifiesto en los
párrafos anteriores. Sobre todo, porque los investigadores actuales de la “memoria
autobiográfica” siguen pegados a la definición tulvingiana de 1972, y, en
consecuencia, continúan pensando que la “memoria episódica” parece referirse

.C
más al recuerdo de listas de palabras en un contexto de laboratorio de aprendizaje
verbal que al recuerdo personal de las experiencias de la vida cotidiana. Esa
limitación conceptual tan primitiva les ha llevado, en su opinión, a tener que
introducir numerosas distinciones conceptuales entre memoria episódica y, por
DD
ejemplo, memoria genérica, memoria de eventos, memoria genérica de eventos,
memoria autobiográfica, memoria recolectora, etcétera, etcétera (cf. Brewer,
1996). En general, lo que estos investigadores vienen a proponer es que la
memoria episódica –entendida como la memoria de los hechos específicos que
ocurren en un momento y en un lugar específicos– sea considerada como una
LA

categoría supraordinal en la que estarían incluidas las otras memorias


mencionadas (i.e., la memoria autobiográfica, la memoria de eventos, la genérica,
la recolectora, etc.). Esto significaría, según ellos, que la memoria autobiográfica
es un tipo de memoria episódica, pero no todo recuerdo episódico es de
naturaleza autobiográfica.
A mi entender, sin embargo, la anterior categorización jerárquica de “lo
FI

episódico” en sistemas y subsistemas resultaría difícil de justificar científicamente;


fundamentalmente, porque no existe ninguna evidencia experimental en apoyo de
una propuesta así, y, además, porque considero que violaría el principio de
parsimonia: si podemos explicar los hechos observados de forma simple (a saber,


el sistema de memoria episódica –cuya existencia está suficientemente probada–


es el encargado de registrar lo que una persona experimenta a lo largo de su vida
y, por ende, su propia biografía) no hay por qué apelar a explicaciones complejas
(i.e., una memoria “episódica” para eventos cotidianos sin relevancia personal,
otra memoria “autobiográfica” para eventos personalmente significativos, etc.).
Además, la mayor parte de los términos propuestos para diferenciar “lo
autobiográfico” de “lo episódico” se refieren, en realidad, como advierte el propio
Tulving (1999a, 13), al tipo de información recordada más que a hipotéticos
sistemas de memoria con propiedades específicas distintas de las del sistema
episódico. Por tanto, entiendo que el concepto actual de memoria episódica cubre
adecuadamente la idea de una memoria para los sucesos vividos personalmente
y, en consecuencia, hace innecesaria la introducción de otros términos.

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8 JOSÉ MARÍA RUIZ-VARGAS

No obstante, soy consciente de que no se puede ser ajeno a lo que para


muchos investigadores actuales significa memoria autobiográfica en su actual
contexto de uso, por lo que asumo ese término como una parte del contenido del
sistema de memoria episódica; aunque, en aras de una coherencia teórica, creo
que lo adecuado sería utilizar el término recuerdos autobiográficos mejor que
memoria autobiográfica. En resumen, no hay razones para asumir la existencia de
una memoria autobiográfica distinta de una memoria episódica, pero sí podemos
hablar de “recuerdos autobiográficos” como un tipo de información episódica.

OM
4. Características de los recuerdos autobiográficos

4.1. Relación con el yo

Existe un consenso general respecto a que una de las características más


definitorias –si no la que más– de los recuerdos autobiográficos es que contienen

.C
información relacionada con el yo10. William James (1890) señaló que para que un
evento mental sea experimentado como un recuerdo personal éste debe, en
primer lugar, referirse al pasado y, segundo, estar asociado con la sensación de
yo, es decir, debe estar incluido en el pasado personal del sujeto. Modernamente,
DD
son muchos los investigadores que definen estos recuerdos en términos de
“información relacionada con el yo” (Brewer, 1986). Lo cual significa que el
contenido de estos recuerdos es una combinación de informaciones relativas a
lugares, momentos, personas, objetos, sentimientos, creencias, actitudes,
prejuicios, y todo aquello involucrado en la actuación de las personas. A este
LA

respecto, Marcia Johnson incide en las “actividades reflexivas” contenidas en este


tipo de recuerdos, que “personalizan la información y ayudan a mantener el
sentido del yo” (Johnson et al., 1988)11.

4.2. Estructura narrativa


FI

Otra característica especialmente relevante de los recuerdos autobiográficos


es su estructura narrativa. Cuando una persona evoca cualquier experiencia
personal de su pasado lo hace contando una historia, no recitando una lista
fragmentada de atributos o características. Más aún, la estructura narrativa de


estos recuerdos es muy similar a la estructura narrativa de otras formas de


comunicación social, razón por la cual Hirst y Manier (1996) consideran que
rememorar es un acto de comunicación:

10 Una definición operativa del yo –y que ha permitido que éste sea objeto de estudio de la
psicología empírica– es la que lo considera como una “organización de conocimiento”. Greenwald y
Pratkanis (1984) lo han descrito como una estructura de conocimiento que combina componentes
declarativos y procedimentales, lo que ha favorecido las conceptualizaciones estructurales del yo
como un “esquema actitudinal complejo” o como “una red de memoria”. Para los propósitos de este
trabajo, resulta interesante destacar que las revisiones históricas sobre el yo ponen de manifiesto
la idea dominante de que el yo y la memoria son dos caras de la misma moneda.
11 Puede verse, en este sentido, la reciente y magnífica revisión en castellano de Suengas (2000)

sobre los recuerdos autobiográficos.

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CLAVES DE LA MEMORIA AUTOBIOGRÁFICA 9

La gente rememora la historia de sus vidas escribiendo autobiografías,


conversando con parientes, amigos y extraños, e incluso hablándose a sí
mismo... El acto de rememorar no puede separarse del acto de comunicar, ni la
memoria autobiográfica puede ser considerada como algo distinto del discurso
mismo. Las evocaciones surgen... de un deseo de comunicarse con otros
sobre el pasado personal (p, 271).

Estos y otros autores (e.g., Bruner y Feldman, 1996) han insistido igualmente

OM
en cómo el discurso empleado influye en lo que se evoca y cómo se evoca. Es un
hecho constatado que la misma persona recuerda el mismo episodio de modo
diferente cuando escribe su autobiografía, cuando lo cuenta a un grupo de
extraños, cuando lo rememora con un amigo íntimo, o cuando lo evoca a través de
un diálogo interno (cf. Tenney, 1989; Pillemer et al., 1991; Robinson, 1996). En
definitiva, las convenciones sociales de la escritura o del habla autobiográfica, el
papel de la audiencia, los supuestos sobre el uso del lenguaje en las

.C
conversaciones, el ajuste del significado al contexto, y la relación social entre el
hablante y su audiencia representan un conjunto de factores que determinan tanto
la forma como el contenido de los recuerdos autobiográficos.
Por otro lado, la naturaleza social de los recuerdos autobiográficos supone que
DD
los individuos tenemos que aprender a narrar o a contar las historias que vivimos.
Un grupo importante de psicólogas evolutivas de la City University of New York,
lideradas por Katherine Nelson, llevan varios años aportando datos muy
interesantes sobre el desarrollo de las habilidades narrativas de los niños para
hablar a otras personas de sus recuerdos. Entre sus hallazgos destaca el papel
LA

básico desempeñado por los padres y, muy especialmente, los estilos que éstos
adoptan cuando hablan del pasado con sus propios hijos. En este sentido, resulta
muy sugerente la distinción establecida por Minda Tessler entre madres de “estilo
paradigmático” y madres de “estilo narrativo12”. Las primeras se caracterizan por
plantear a sus hijos preguntas del tipo “¿Qué tiene la ardilla en la boca?”, mientras
que las “madres narrativas” hacen preguntas relacionadas con el episodio, como
FI

por ejemplo, “¿Viste cómo la ardilla enterraba la nuez para poder encontrarla y
comérsela cuando llegue el invierno?”. A partir de esta distinción, esta
investigadora ha descubierto que los hijos de madres narrativas recuerdan
significativamente más que los hijos de madres paradigmáticas. Y lo que parece


más importante, Tessler descubre también que ningún niño de los participantes en
uno de sus estudios –el que incluía la visita a un museo– recordaba nada de la
experiencia del museo si después de la visita no habían hablado de ello con sus
madres. Hasta tal punto eran así las cosas, que los niños sólo recordaban lo que
su madre y cada uno de ellos habían hablado juntos, y eran incapaces de recordar
nada de lo que su madre hubiese hablado sola acerca del museo y nada de lo que
cada uno de ellos hubiese comentado a solas. Estos hallazgos han sido replicados

12 Los términos “paradigmático” y “narrativo” fueron introducidos por Bruner (1986) para distinguir
entre estilos de organización cognitiva. Las características específicas del estilo paradigmático son
la denominación y la focalización en los atributos de los objetos, mientras que las características
del estilo narrativo incluyen las perspectivas de tiempo, intencionalidad, causalidad y evaluación.

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10 JOSÉ MARÍA RUIZ-VARGAS

con éxito en otros estudios y permiten establecer, al menos, dos importantes


principios: (1) que la narración de los episodios experimentados resulta
fundamental para que éstos se fijen en la memoria y sean memorables, y (2) que
el contexto social parece esencial tanto para compartir las experiencias como para
compartir los recuerdos que guardamos de ellas. Judith Hudson, otra
investigadora del grupo de Nelson, ha propuesto un modelo de interacción social
para explicar el desarrollo de la memoria autobiográfica, cuyo postulado esencial
es que los niños aprenden de forma gradual cómo hablar con los demás de sus
recuerdos a través de las llamadas “charlas sobre recuerdos” (memory talks) o

OM
conversaciones sobre eventos pasados entre la madre (o los padres) y el niño o la
niña y, en consecuencia, a organizar sus recuerdos narrativamente13.
Una cuestión no resuelta todavía entre los teóricos es si los recuerdos
autobiográficos se almacenan como narraciones o si la estructura narrativa se
impone posteriormente durante la recuperación. Teniendo en cuenta el
conocimiento actual sobre la dinámica de la memoria y su naturaleza constructiva
y reconstructiva, yo me inclino a pensar que los recuerdos de las experiencias de

.C
la vida sólo se organizan narrativamente si son recuperados, ya sea para contarlos
a otros o para contárnoslos a nosotros mismos. Por tanto, la experiencia se
convierte en narración a través de la recuperación.
DD
4.3. El papel de las imágenes mentales

Los recuerdos autobiográficos se caracterizan, asimismo, porque su evocación


generalmente incluye imágenes visuales y de otras modalidades sensoriales: “La
memoria episódica nos permite visitar mentalmente y ‘ver’ el pasado”, nos dicen
LA

Tulving y Lepage (op. cit., 213; cursivas añadidas pero entrecomillado en el


original).
Una gran diversidad de pruebas apoyan el componente imaginístico de estos
recuerdos. Por ejemplo, esa propiedad de “ver” el pasado es considerada por la
gente en general como lo definitorio de los llamados recuerdos autobiográficos.
FI

Más aún, cuando alguien rememora un suceso y lo acompaña de comentarios del


tipo “es como si lo estuviese viendo”, su relato se hace más creíble y más verídico
para sí mismo y para los demás. De hecho, las personas actuamos como si el
recuerdo de detalles sensoriales significara que lo que se está evocando es
exacto. Este aumento de la credibilidad y de la veracidad de las evocaciones


propiciado por las imágenes se pone especialmente de manifiesto en las


declaraciones de los testigos presenciales de actos delictivos. Y también, como no
podía ser de otra manera, siempre que una persona evoca un episodio personal o
lo narra como parte de su autobiografía cargado de imágenes. Porque, en todos
estos casos, las personas no se limitan a decir lo que sucedió, sino que en su
narración nos dicen que pueden “ver” la situación, “oír” lo que se dijo o “sentir” lo

13Los estudios de Tessler, cuyos resultados básicos proceden de su Tesis Doctoral, aparecen
comentados, junto con los de Hudson, en el trabajo de Nelson (1993). Para más detalles sobre “el
modelo de interacción social”, véase la revisión de Hudson (1990).

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CLAVES DE LA MEMORIA AUTOBIOGRÁFICA 11
que sintieron, convencidos de que así avalan y aumentan la exactitud de su
recuerdo14.
Vladimir Navokov nos ofrece un ejemplo extraordinariamente rico en imágenes
sensoriales y emocionales en el siguiente pasaje de su autobiografía Habla,
memoria, que, sin duda, aumenta en el lector –y seguro que en el propio
Navokov– la sensación de verdad de lo evocado:

A continuación veo a mi madre conduciéndome hacia la cama a través de


aquel enorme vestíbulo, del que partía una escalera central que subía y

OM
subía, y arriba del todo sólo unos cristales como de invernadero separaban
el último rellano del cielo verde claro del anochecer. Yo solía resistirme y
arrastraba los pies o patinaba por la tersa superficie del piso de piedra,
obligando así a la suave mano que se apoyaba en mis riñones a que
empujara mi poco dispuesto esqueleto con indulgentes golpecitos (p.81).

Asimismo, en contextos clínicos se revela también, y de una forma

.C
especialmente dramática, el componente imaginístico de los recuerdos
traumáticos. Existe una amplia literatura sobre supervivientes de episodios
traumáticos que confirma que estas personas reexperimentan los traumas de una
forma especialmente clara e intensa. Por ejemplo, la psiquiatra estadounidense
DD
Lenore Terr (1990) ha observado que las víctimas de traumas psíquicos sufren
una “propensión imparable a ‘ver’ sus traumas” casi constantemente:

Tras la experiencia traumática, los niños ‘ven’ repetidamente lo que les


sucedió. Esas visiones, exactas o inexactas, aparecen cuando el niño o la
LA

niña visita el lugar donde se produjo el suceso, cuando alguien menciona el


episodio traumático, cuando algo conectado con el trauma les viene a la
mente por asociación, y cuando los olores, la atmósfera y la época del año
renuevan la sensación de ‘estar allí’ (p. 138).
FI

Las imágenes son igualmente una parte muy sobresaliente de los recuerdos
de situaciones menos extremas que las anteriores aunque también
emocionalmente intensas. Un ejemplo prototípico lo encontramos en los llamados
“recuerdos fotográficos” (flashbulb memories), un tipo de recuerdos muy vivos,
muy exactos y muy duraderos, cuyo contenido mantiene de forma “casi


fotográfica” la mayor parte de los detalles sobre las circunstancias en las que nos

14 Desde hace bastantes décadas, se sabe que el pasado personal puede ser evocado desde dos
perspectivas o puntos de vista, la del participante y la del observador (cf. Freud, 1899). Nigro y
Neisser (1983) realizaron la primera investigación experimental sobre este fenómeno y
comprobaron que los “recuerdos de campo” (o del participante) eran más frecuentes que los
“recuerdos de observador”, aunque se puede cambiar con facilidad de un punto de vista a otro.
Además, observaron que las experiencias recientes tienden a ser evocadas desde la perspectiva
de campo, mientras que las más antiguas se evocan desde la perspectiva del observador; y, algo
más muy interesante, cuando los sujetos se centraban en los sentimientos asociados al episodio
aumentaban los recuerdos de campo, frente a un aumento de recuerdos de observador cuando se
centraban en el contexto físico. Para muchos teóricos, ésta es una prueba más de que una parte
importante de nuestra experiencia pasada es construida o inventada en el momento de la
evocación.

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12 JOSÉ MARÍA RUIZ-VARGAS

enteramos de sucesos emocionalmente impactantes, inesperados y de gran


relevancia personal o social. Por ejemplo, los sucesos del 23 de Febrero de 1981
generaron en la mayor parte de los españoles un recuerdo de aquella experiencia
cuya evocación es una combinación de imágenes visuales y emociones intensas
que nos hacen decir, cuando se nos pregunta por aquella fecha, frases como: “Lo
veo todo como si hubiese pasado ayer. Recuerdo perfectamente dónde estaba,
qué estaba haciendo, con quién estaba, etcétera, etcétera”15.
Por último, la relación entre nivel de imágenes y credibilidad de los recuerdos
ha sido demostrada por Brewer (1988). Este investigador comprobó

OM
empíricamente que los sujetos que asignaban niveles altos de confianza a sus
recuerdos autobiográficos demostraban tener recuerdos repletos de imágenes
visuales, mientras que los sujetos que mostraban poca confianza en sus
recuerdos decían tener pocas imágenes visuales de los mismos. En resumen, la
imaginería mental es una característica básica de los recuerdos autobiográficos.

4.4. El componente emocional

.C
Sin duda alguna, la gente sabe que las experiencias cargadas de emociones
fuertes se recuerdan de un modo distinto a aquellas otras en las que la emoción o
los afectos apenas son visibles. Este convencimiento, sin embargo, se torna en
DD
problema, y en problema de dimensiones formidables, cuando los científicos de la
memoria tratan de determinar hasta qué punto y cómo las emociones influyen en
los recuerdos autobiográficos. En concreto, las dos cuestiones más espinosas y
controvertidas son las relativas a (1) el efecto real de las emociones sobre la
memoria, es decir, si la emoción aumenta o disminuye la fuerza de los recuerdos
LA

personales, y (2) si para explicar esos efectos hay que apelar a mecanismos
especiales. La resolución de estas dos cuestiones se ha buscado a través de la
investigación en tres ámbitos concretos: la memoria de los testigos presenciales,
los recuerdos fotográficos y los recuerdos de sucesos traumáticos.
Respecto a la primera cuestión, debemos tener presente el hecho paradójico y,
FI

en consecuencia, desconcertante, de que las experiencias traumáticas en


ocasiones producen recuerdos excelentes (piénsese en el caso de los recuerdos
fotográficos, comentados en el apartado anterior) o son recuperadas
excesivamente (éste sería el caso de algunas víctimas de episodios traumáticos)
y, por el contrario, otras veces, no se recuerdan en absoluto (represión/amnesia).


Este problema, que no es otro que el del impacto real de la emoción sobre la
memoria, sigue abierto a la investigación y a la teorización; si bien, hallazgos
recientes sugieren que esta relación está determinada por interacciones muy
complejas entre muchas variables de muy distinta índole y cuya identificación y
mejor comprensión permitiría explicar el patrón antagónico descrito.

15 En una investigación propia sobre los recuerdos del 23-F y de la muerte de Franco, realizada y
publicada hace unos años, pude comprobar empíricamente que las especiales características de
los sucesos del 23-F generaron en la memoria de la mayoría de los españoles un recuerdo
especialmente vívido, claro y repleto de detalles; un recuerdo casi fotográfico del escenario en el
que estábamos cuando nos dieron aquella noticia, que parece haber quedado congelado en
nuestra memoria y que, además, parece inmune al olvido y al paso del tiempo (cf. Ruiz-Vargas,
1993).

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CLAVES DE LA MEMORIA AUTOBIOGRÁFICA 13
En un intento por concretar algo más esta última idea, quiero señalar que los
teóricos lo que plantean es que las circunstancias (externas e internas) que
rodean a los procesos de codificación, consolidación y recuperación podrían ser la
clave en este asunto. Una línea de investigación que está resultando
especialmente eficaz en la resolución de este problema es la que está analizando
a nivel neurocognitivo los procesos de consolidación de los recuerdos, por un lado,
y el papel de las hormonas del estrés en la modulación de los recuerdos, por otro.
Sin pretensión alguna de exhaustividad, sólo quisiera señalar un par de hallazgos
que me parecen especialmente relevantes. En primer lugar, existen datos que

OM
apuntan la posibilidad de que las situaciones traumáticas reducen la capacidad del
hipocampo para integrar (consolidar) los distintos componentes de los recuerdos
emocionales en un todo coherente. Esta consolidación defectuosa produciría unos
recuerdos traumáticos poco cohesionados y, consecuentemente, muy difíciles de
recuperar deliberadamente, lo que explicaría los casos de amnesia post-
traumática y, al mismo tiempo, el que sean recuerdos cuya recuperación queda a
merced de las claves situacionales (cf. McClelland, 1995; Krystal et al., 1995). Por

.C
otro lado, y en segundo lugar, el grupo de trabajo del neurobiólogo de la memoria
Larry Cahill16 está aportando datos muy sugerentes acerca de la importancia
crucial de los sistemas endógenos de las hormonas del estrés (especialmente, las
catecolaminas) y del complejo amigdalino (en particular, la amígdala basolateral)
DD
en la codificación y almacenamiento de los eventos emocionales. En resumen, lo
que estos últimos trabajos están mostrando es que las experiencias estresantes
liberan en el organismo diversas sustancias, unas con efectos potenciadores
sobre la memoria (e.g., la epinefrina) y otras con efectos inhibidores (e.g., los
opiáceos). Las condiciones en las que se liberan unas u otras es algo todavía no
LA

aclarado.
Estos descubrimientos, incluso en su estado actual no definitivo, parecerían
apuntar en la dirección de determinados mecanismos especiales (neuroquímicos y
de consolidación) que se activarían/inhibirían en situaciones emocionales fuertes;
sin embargo, esta sigue siendo una cuestión muy contradictoria todavía.
FI

Al margen de estos hallazgos, cuya confirmación aún precisa muchos más


estudios, lo que está fuera de toda duda, y a nosotros nos resulta especialmente
revelador, es que disponemos de numerosos estudios psicológicos que
demuestran convincentemente la especial longevidad y fidelidad de los recuerdos
emocionales. En concreto, la memoria de los testigos presenciales de sucesos


emocionalmente negativos ha demostrado ser muy precisa, sobre todo tras


intervalos de retención largos (no inmediatos). Por otro lado, los recuerdos
fotográficos resultan ser muy consistentes en situaciones de test-retest, así como
excepcionalmente claros, ricos en detalles y asombrosamente resistentes al olvido
y al paso del tiempo. Por último, las experiencias traumáticas parecen ir asociadas
a evocaciones dolorosamente vívidas que han demostrado ser muy exactas e
inmunes al olvido en muchos de los casos estudiados (especialmente, en casos
de secuestro y de supervivencia en campos de concentración). En suma, los datos

16 Para una revisión reciente, véase Cahill (2000).

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14 JOSÉ MARÍA RUIZ-VARGAS

disponibles sugieren de forma abrumadora que las emociones generalmente


ejercen un efecto fortalecedor sobre los recuerdos17.

5. Distribución temporal

La investigación ha puesto de manifiesto que la disponibilidad del pasado


personal no presenta una distribución temporal uniforme; aunque esto no implica
necesariamente que todo lo más viejo se recuerde menos.
Un modo sencillo de examinar la disponibilidad de los recuerdos

OM
autobiográficos es pedir a las personas que rememoren distintos períodos de su
vida. En este sentido, un método de probada eficacia consiste en tomar muestras
de la memoria episódica de una manera nada restrictiva, como la que se produce
cuando al sujeto se le presentan unas palabras (llamadas “claves de
recuperación”), como, por ejemplo, “casa”, “orgullo”, “fuego” o “pájaro”, y se le pide
que nos cuente el primer recuerdo autobiográfico que le venga a la cabeza 18. Una
vez hechas las asociaciones, el propio sujeto debe fechar el episodio descrito en

.C
cada recuerdo. Siguiendo este procedimiento, distintos investigadores han
comprobado empíricamente que la fiabilidad test-retest del fechado es bastante
alta y, para el caso concreto de las personas que hacen un diario –en cuyo caso la
verificación es posible–, se ha demostrado que el fechado es muy preciso (cf.
DD
Rubin, 1982). Sin embargo, la fiabilidad del fechado no significa que los recuerdos
autobiográficos contengan representaciones directas del tiempo: estos recuerdos
contienen información sobre lugares, personas, objetos, acciones, pensamientos y
emociones, pero no sobre la fecha exacta de las experiencias. La edad 19 de los
recuerdos autobiográficos –salvo excepciones– no se establece sobre criterios
LA

intrínsecos a los mismos, sino a partir de inferencias derivadas de elementos


externos e internos al propio recuerdo.
La distribución de estos recuerdos según su edad permite hacer una
estimación de los recuerdos que cada sujeto tiene disponibles en cada intervalo
temporal. Cuando se han combinado los datos de muchos sujetos y de distintos
FI

estudios, se ha comprobado que resulta un patrón consistente de distribución


temporal del pasado personal. El patrón gráfico obtenido es una función
exponencial en forma de S horizontal (ver Figura 1) que representa la contribución
de tres componentes: una función de retención, un factor de reminiscencia y un
factor de amnesia infantil (Rubin et al., 1986). El componente de retención es


necesario para explicar la función monotónicamente decreciente que todas las


personas muestran respecto a los 20 años más recientes de su vida (en la Figura

17 Para una revisión actualizada y rigurosa sobre los efectos de la emoción sobre la memoria,
véase Schooler y Eich (2000).
18 El método de las “palabras clave” fue creado y utilizado por primera vez por Francis Galton

(1883) para describir y cuantificar los contenidos de su propia memoria. Dicho estudio, recogido en
su obra Inquiries into human faculty and its development (Londres: Macmillan), es considerado
como uno de los antecedentes del método de “asociación libre” utilizado unos años después por
Freud. Modernamente, en este tipo de investigaciones se utilizan como claves de recuperación
tanto materiales verbales como no verbales (cf. Rubin et al., 1986).
19 La edad de un recuerdo se define como el tiempo transcurrido desde que se produjo el evento

hasta la fecha actual del acto de memoria.

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CLAVES DE LA MEMORIA AUTOBIOGRÁFICA 15
1, está representado por la última porción de la curva). El componente
“reminiscencia”, que aparecerá si y sólo si los sujetos tienen más de 35 años de
edad, representa un incremento muy significativo de recuerdos de cuando los
sujetos tenían entre 15 y 25 años. Por último, el componente “amnesia infantil”
representa la gran escasez de recuerdos de los primeros años de la vida (en la
Figura 1, corresponde al inicio de la curva).

Figura 1. Distribución temporal de recuerdos autobiográficos de grupos de personas


adultas de más de 70 años. Los datos han sido obtenidos promediando los incluidos en

OM
diferentes estudios publicados.

.C
DD
LA

Considero pertinente, en un contexto sobre “autobiografía” como el


FI

presente, comentar siquiera brevemente lo más esencial de los fenómenos de


“reminiscencia” y “amnesia infantil”.

5.1. El fenómeno de la reminiscencia




La reminiscencia se define como el incremento desproporcionado de


recuerdos autobiográficos de la adolescencia y la juventud. El fenómeno de
reminiscencia fue conceptualizado formalmente por primera vez por el psiquiatra
Robert Butler (1963) en un trabajo teórico con un título muy sugerente: “The life
review: An interpretation of reminiscence in the aged”. Allí escribió:

Entiendo la revisión de la vida como un proceso mental, que es universal y


se produce de un modo natural, caracterizado por el retorno progresivo a la
conciencia de las experiencias pasadas y, particularmente, por el
resurgimiento de conflictos no resueltos; simultáneamente, y normalmente,

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16 JOSÉ MARÍA RUIZ-VARGAS

estas experiencias y conflictos que se revisan pueden ser analizados e


integrados (p. 66).

Sin embargo, las investigaciones empíricas de la propuesta de Butler no


parecen confirmar sus asertos básicos. En concreto, no está claro que todo el
mundo “revise su vida” ni que esa revisión, cuando se produce, conlleve una
reorganización de la experiencia. El problema de la propuesta de Butler es que no
puede ser evaluada adecuadamente (cf. Merriam, 1993). Pero esto no invalida en
absoluto ni que la reminiscencia sea un hecho ni los muchos hallazgos que sobre

OM
su naturaleza se están produciendo en los últimos años en el seno de la psicología
de la memoria. Como ha señalado Fitzgerald (1996), el incremento de los
recuerdos autobiográficos del comienzo de la edad adulta es actualmente un
fenómeno bien replicado, aunque su explicación se mantiene abierta. En este
contexto empírico, merecen ser mencionados los siguientes hallazgos: (a) el “pico
de la reminiscencia”20 aparece, además de en situaciones de recuperación con
claves, en las narraciones libres de la vida (Fromholt y Larsen, 1991); (b) no se

.C
limita a la memoria episódica, sino que la reminiscencia se produce en todos los
ámbitos cognitivos: “lo que se aprende antes de llegar a la adultez es lo que mejor
se recuerda” (Rubin et al., 1998, 3); (c) el período vinculado a la reminiscencia (15-
25 años de edad) tiende a ser identificado por los adultos como “su época” y en
DD
ella colocan su música favorita, los libros más apreciados o influyentes, las
películas favoritas, etc. (cf. Sehulster, 1996); (d) investigaciones psicosociológicas
han constatado que las personas tienden a recordar los sucesos políticos
nacionales e internacionales, que ocurrieron cuando tenían entre 16 y 24 años de
edad, como “especialmente importantes”, influyentes, significativos y formativos,
LA

en el sentido de que consideran a tales sucesos como los definidores de una


“generación”.
El fenómeno de la reminiscencia se ha intentado explicar desde diferentes
presupuestos teóricos, de entre los que destacan, por su mayor poder explicativo,
las tres hipótesis siguientes: (1) la hipótesis madurativa, que sugiere que el mayor
FI

número de recuerdos de la adolescencia y la juventud está producido porque en


ese período de la vida las capacidades cognitivas están en su momento álgido; (2)
la hipótesis de la formación de la identidad, que asume que durante ese período
se forma la identidad adulta individual y social, así como las narraciones adultas
que se utilizan para comprender y presentar al yo en los círculos sociales, y (3) la


hipótesis del cambio cognitivo, que postula que los sucesos de la adolescencia y
la juventud se recuerdan mejor porque se han vivido durante un período de
estabilidad cognitiva tras un período de cambio rápido21.

20 Los investigadores han introducido el término “pico de la reminiscencia” (reminiscence bump)


para destacar la naturaleza empírica del incremento de recuerdos procedentes del período vital
comprendido entre los 15 y 30 años (ver Figura 1).
21 Una exposición detallada de las hipótesis explicativas más relevantes se encuentra en el reciente

trabajo de Rubin, Rahhal y Poon (1998).

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CLAVES DE LA MEMORIA AUTOBIOGRÁFICA 17
5.2. La amnesia infantil
Un hecho sobradamente constatado es que los adultos de cualquier edad
son incapaces de recordar los acontecimientos vividos durante los primeros años
de su vida. Freud (1905) fue el primero en identificar este fenómeno, y en llamarlo
amnesia infantil, en su obra Tres ensayos sobre teoría sexual. Concretamente, en
el segundo de tales ensayos, “La sexualidad infantil”, se refirió al mismo como
sigue:
...un fenómeno psíquico que hasta ahora ha eludido toda explicación... [es]
la peculiar amnesia que oculta a los ojos de la mayoría de los hombres,

OM
aunque no de todos, los primeros años de su infancia hasta el séptimo o el
octavo (...) de los que nada hemos retenido en nuestra memoria, fuera de
algunos incomprensibles recuerdos fragmentarios. (...) ¿Por qué razón
permanece tan retrasada nuestra memoria con respecto a nuestras demás
actividades anímicas, cuando tenemos fundados motivos para suponer que
en ninguna otra época es esta facultad tan apta como en los años de la
infancia para recoger las impresiones y reproducirlas luego? (...) No puede

.C
existir, por tanto, una real desaparición de las impresiones infantiles; debe
más bien tratarse de una amnesia análoga a aquella que comprobamos en
los neuróticos (...) y que consiste en una mera exclusión de la conciencia
(represión). (pp. 41-42)22
DD
Como se puede apreciar, Freud no sólo llamó la atención sobre el
fenómeno sino que lo atribuyó a los efectos de la represión. Desde finales del siglo
XIX, se han realizado numerosas investigaciones con una cierta variedad de
métodos y, aunque la mayor parte se han llevado a cabo con adultos, todas ellas
LA

coinciden en que, en efecto, la inmensa mayoría de los adultos no recuerda nada


anterior a su tercer cumpleaños; sin embargo, se han propuesto diferentes
explicaciones alternativas a la represión freudiana.
En una rigurosa revisión de Pillemer y White (1989), se establece que los
adultos situamos el recuerdo más antiguo alrededor de los 3½ años 23, lo cual no
FI

significa que la llamada amnesia infantil se acabe a esa edad, porque, como han
constatado empíricamente estos autores, en realidad, la amnesia infantil abarca
dos fases. La primera, que se extendería hasta los 3 años aproximadamente,
implica un bloqueo prácticamente total de recuerdos, y la segunda, que iría de los
3 a los 6 años, aunque incluye algunos recuerdos, sigue presentando una escasez


muy significativa de recuerdos accesibles respecto a la memoria posterior.


Para explicar la amnesia infantil, se han presentado diversas propuestas
teóricas: (1) los recuerdos de los primeros años de la vida han sido reprimidos; (2)
la amnesia infantil refleja sencillamente la no existencia de memoria en los niños
pequeños; (3) los niños pequeños tienen memoria pero el paso del tiempo ha
borrado los recuerdos correspondientes a los primeros años; (4) los recuerdos

22 Esta cita procede de la edición de bolsillo publicada por Alianza Editorial (Madrid, 1972) con el
título genérico de Tres ensayos sobre teoría sexual.
23 Durante más de 5 años, he recogido material sobre “el recuerdo más antiguo” con mis alumnos

de la asignatura “Psicología de la memoria”. Sobre una muestra que se acerca al millar de sujetos,
he confirmado que los 3½ años es la fecha en la que sitúan su primer recuerdo el 80-85% de los
participantes.

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18 JOSÉ MARÍA RUIZ-VARGAS

correspondientes al período de la amnesia infantil resultan inaccesibles para los


adultos porque los esquemas del adulto no son “receptáculos apropiados” para la
reconstrucción de las experiencias infantiles; (5) la amnesia infantil es el resultado
de la ausencia en los primeros años de la vida de un esquema del yo, de una falta
de autoconciencia o de conciencia autonoética, que se traduce en la incapacidad
de los niños pequeños para codificar los acontecimientos que viven como
“experiencias personales”, y (6) la amnesia infantil se explicaría en términos de la
incapacidad narrativa de los niños pequeños, como consecuencia de la falta de un
desarrollo apropiado del lenguaje, para implicarse en conversaciones sobre el

OM
pasado guiados por los padres (recuérdese lo expuesto en el apartado sobre
“estructura narrativa” de los recuerdos autobiográficos). De todas estas propuestas,
sólo las dos últimas están recibiendo apoyo empírico; las cuatro primeras han sido
invalidadas por los datos disponibles24.

6. La estructura organizativa del conocimiento autobiográfico

.C
La cuestión de la organización de los recuerdos personales ha sido abordada por
un elevado número de investigadores y todos ellos coinciden en que este tipo de
recuerdos están organizados en diferentes niveles de especificidad. Aunque resulte
sorprendente, la extraordinaria complejidad, variedad y casi ilimitada cantidad de
DD
recuerdos en los que está contenida la historia de cada persona se ajustan siempre
a una estructura bien definida.
Siguiendo la propuesta de Martin Conway (e.g., Conway y Rubin, 1993; Conway
y Pleydell-Pearce, 2000), todo recuerdo autobiográfico contiene tres tipos de
conocimiento organizados jerárquicamente: períodos de la vida, acontecimientos
LA

generales y conocimiento específico de acontecimientos. Los períodos vitales o de la


vida representan el conocimiento más general y más abstracto y denotan períodos
largos de tiempo que se miden en años o décadas. Por ejemplo, “cuando iba a la
escuela”, “cuando estaba en el internado”, “cuando mi hija era pequeña” o “cuando
trabajaba de asistente voluntario en el hospital X”. Los acontecimientos generales
FI

representan tipos más específicos y también más heterogéneos de conocimiento


autobiográfico que suele medirse en días, semanas o meses. Por ejemplo, “los
paseos diarios con mi perro”, “el viaje a las cataratas de Iguazú” o “la reunión anual
con los viejos compañeros de carrera”. Por último, y en el nivel más bajo de la
jerarquía, estaría el conocimiento que se refiere a los recuerdos de acontecimientos


concretos y se mide en segundos o minutos y, posiblemente también, en horas. Por


ejemplo, “la pelea en la que se enzarzaron mi perro y el de un vecino la semana
pasada”, “el momento en que vi por primera vez las cataratas de Iguazú desde la
ventana del hotel” o “el malentendido que surgió entre el camarero y mi amigo X
cuando éste llegó al restaurante y preguntó dónde estaba nuestro grupo”.
La investigación experimental ha demostrado que siempre que recordamos el
pasado personal, ya sea en una conversación o al escribir una autobiografía,
intervienen entrelazados o “anidados” los tres tipos de conocimiento descrito. Esto
significa que el conocimiento específico de acontecimientos forma parte de

24Los trabajos de Nelson (1993) y Perner (2000) se hacen eco de estas propuestas y de su poder
explicativo.

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CLAVES DE LA MEMORIA AUTOBIOGRÁFICA 19
acontecimientos generales y éstos, a su vez, forman parte de períodos vitales. Esta
organización implica que los tres tipos de conocimiento forman parte de la misma
base de conocimiento autobiográfico, es decir, del mismo sistema de memoria
episódica. No obstante, el hecho constatado de que algunos pacientes que sufren
amnesia orgánica retrógrada tengan preservado el acceso al conocimiento relativo a
los períodos vitales y, hasta cierto punto, al de los acontecimiento generales pero,
por el contrario, presenten un déficit severo para recuperar el conocimiento
específico de los acontecimientos correspondientes a los períodos afectados por la
amnesia (cf. Conway, 1993), abre la posibilidad de que el conocimiento específico

OM
forme parte de un sistema de memoria distinto al episódico (dadas las características
de este tipo de conocimiento específico de eventos, los investigadores consideran
que es compatible con el “sistema de representación perceptiva”).
Por otro lado, y como parece obvio, cada uno de los tres tipos de conocimiento
autobiográfico cumple una función determinada. En concreto, los acontecimientos
generales parecen ser los puntos naturales para iniciar un recuerdo autobiográfico,
mientras que el conocimiento autobiográfico almacenado en los períodos de la vida

.C
proporcionaría las claves para recuperar conocimiento relativo a acontecimientos
generales y el conocimiento específico de episodios individuales.
¿Cómo se construye un recuerdo autobiográfico? En términos generales, la
construcción de un recuerdo implica el establecimiento de un patrón estable de
DD
activación en la base de conocimiento autobiográfico y la intervención de los
procesos centrales de control en la recuperación. Brevemente, el proceso de
construcción incluiría una serie de fases con tres momentos críticos: acceso,
búsqueda y verificación. Así, y de acuerdo con este modelo, todo comienza siempre
con una clave (externa o interna) que proporciona el acceso a la base de
LA

conocimiento autobiográfico; a continuación, se inicia un proceso de búsqueda que


ofrece un resultado, y, finalmente, ese resultado es evaluado o verificado a la luz de
unos criterios establecidos de antemano. Si el conocimiento recuperado es
consistente con tales criterios, se da por terminado el proceso de recuperación de un
recuerdo, de lo contrario, se inicia de nuevo todo el ciclo, con la particularidad de que
FI

cada vez se accede con una clave nueva o con la clave anterior modificada. Por
tanto, el proceso de construcción de un recuerdo autobiográfico es un proceso cíclico
que implica la localización y recuperación de los recuerdos por “aproximaciones
sucesivas”. Según se desprende de lo expuesto, el éxito en la recuperación de
recuerdos autobiográficos depende de un modo crucial de dos factores: (1) contar


con claves eficaces o adecuadas, tal y como establece y predice el “principio de


codificación específica” (véase, más arriba, el apartado 3), y (2) establecer unos
criterios válidos de verificación. Son muchos los estudios que están demostrando la
validez de este modelo (cf. Burgess y Shallice, 1996; Conway, 1996).
A partir de sus propios hallazgos y de los de otros investigadores, Conway
considera que los recuerdos autobiográficos son construcciones mentales
transitorias generadas por procesos complejos de recuperación a partir de diferentes
tipos de conocimiento autobiográfico. Esta propuesta resulta muy sugerente porque
destaca, en mi opinión, dos ideas fundamentales: Primera, los recuerdos
autobiográficos son construcciones resultantes de la combinación de trozos de
conocimiento de cada uno de los tres tipos descritos. Segunda, estos recuerdos son
transitorios, es decir, que en la memoria no existe una representación ni única ni

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20 JOSÉ MARÍA RUIZ-VARGAS

isomórfica de la experiencia original, sino que cada reconstrucción autobiográfica


está determinada tanto por el pasado como por el presente: la experiencia original
será recuperada por un yo que ha ido cambiando con el tiempo y que interpreta sus
experiencias pasadas en función de sus metas y planes actuales, las expectativas
propias y ajenas, el contexto social, etcétera.
Respecto a estas dos ideas, creo que debe advertirse también que ambas
forman parte del patrimonio teórico de la psicología cognitiva de la memoria. Así, la
primera de ellas –los recuerdos son construcciones– está en la médula de la teoría
de la memoria de Bartlett (1932), y la segunda, concretamente en lo que se refiere al

OM
papel decisivo del pasado y del presente en dicha construcción, aparece recogida en
el concepto de “ecforia sinergística” de Tulving (1976), que expresa y enfatiza la idea
de que el resultado de un acto de memoria depende críticamente no sólo de la
información contenida en el engrama sino también de la información proporcionada
por el ambiente de recuperación o las claves de recuperación. Me interesa recalcar
estas coincidencias porque, fundamentalmente, son pruebas de confirmación teórica
y empírica de algunos principios esenciales para entender la naturaleza de los

.C
recuerdos y, de un modo muy especial, los recuerdos autobiográficos, como
veremos a continuación.

7. La exactitud de los recuerdos autobiográficos


DD
El problema de la exactitud o de la precisión, esto es, de la fidelidad de los
recuerdos autobiográficos es, sin duda alguna, el gran escollo con el que
inevitablemente se encuentra todo investigador o teórico de la memoria episódica.
Dada la complejidad del asunto, resulta especialmente útil tratar de identificar
LA

cuanto antes qué factores se relacionan o intervienen de un modo decisivo en el


grado o nivel de exactitud de estos recuerdos. En este sentido, el análisis de
factores tales como la naturaleza constructiva de la memoria, la importancia
crucial de las claves de recuperación, así como el hecho constatado
experimentalmente de que la memoria humana es extraordinariamente poderosa y
FI

precisa, se constituyen en puntos de partida básicos para abordar el problema de


la fiabilidad de los recuerdos autobiográficos. Veamos, a continuación, lo más
relevante de cada uno de estos tres factores.

7.1. La memoria humana es extraordinariamente poderosa y precisa




La larga tradición experimental de la psicología cognitiva de la memoria ha


proporcionado una base amplia y sólida de conocimiento acerca de las
características fundamentales de los distintos sistemas mnemónicos. Por lo que
respecta a los sistemas que configuran la llamada memoria a largo plazo,
sabemos que entre sus características básicas destacan una capacidad ilimitada,
la permanencia de lo almacenado y unas tasas relativamente bajas de pérdida de
información. Un modo rápido y sencillo de ilustrar estas ideas es reconocer que,
como ya advirtiera T.K. Landauer hace un par de décadas, la capacidad de los
seres humanos para almacenar información es mucho más impresionante que la
del ordenador más potente, ya que no parece que existan límites ni respecto a la

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CLAVES DE LA MEMORIA AUTOBIOGRÁFICA 21
cantidad ni respecto al tiempo que la información adquirida puede permanecer en
nuestra memoria.
Por otro lado, la investigación de los procesos que rigen el funcionamiento
básico de la memoria ha destacado el papel crucial que en la obtención y
recuperación de información desempeñan la codificación, la organización y la
recuperación, y, de un modo especial, la interacción entre codificación y
recuperación. La información es almacenada en la memoria a largo plazo
mediante una variedad de formatos representacionales y está organizada en
estructuras complejas de conocimiento tales como conceptos y proposiciones, y en

OM
macroestructuras como marcos, guiones y esquemas, los cuales obran y reobran de
forma decisiva sobre la configuración, construcción y reconstrucción en nuestra
memoria de los efectos de las experiencias pasadas. Asimismo, la investigación
experimental ha comprobado que la propia dinámica de estos procesos está
influenciada por variables tales como las voliciones del sujeto, la profundidad de
los análisis perceptivos, el conocimiento previo, el contexto, las claves de
recuperación, los procesos de búsqueda, las imágenes mentales, la toma de

.C
decisiones, y otras.
Los estudios de laboratorio certifican, por tanto, que la memoria humana,
además de ser de una complejidad sorprendente, es extremadamente poderosa
para la adquisición y mantenimiento de todo tipo de información, y, en condiciones
DD
óptimas de disposición de claves de recuperación adecuadas, es asimismo de una
alta precisión y eficacia para recuperar sus contenidos. Todo lo cual no significa,
en absoluto, negar u olvidar que, con más frecuencia de la deseada, no podemos
acceder y recuperar informaciones concretas. Pero este hecho cotidiano de
relativa frecuencia no puede en modo alguno justificar la posición de aquéllos que
LA

sostienen que, frente a la espectacular capacidad para almacenar y retener


información, los seres humanos no somos nada fiables para recuperarla 25.

7.2. Importancia de las claves de recuperación


FI

A lo largo de este trabajo, se ha aludido varias veces a la importancia crucial


del contexto de recuperación para que un sujeto recuerde lo que realmente desea.
Lo que esto significa, en esencia, es que para poder recordar cualquier episodio
de nuestro pasado tenemos que partir de una información (las llamadas “claves de
recuperación”) que forme parte de la experiencia que deseamos recordar (este es


el presupuesto básico del “principio de codificación específica” ya comentado). Por


ello, conviene insistir en la necesidad ineludible de las claves y, además, en la
riqueza informativa de las mismas, que es lo que, a nivel práctico, las convierte en
eficaces e ineficaces. Por ejemplo, consideremos la clave “cartilla” en dos
condiciones de evaluación de la memoria personal: (1) A un hombre de 72 años se
le dice “¿Se acuerda Vd. de la cartilla?”, y éste responde “Bueno, sí... pero, ¿a qué
cartilla se refiere Vd., porque yo tengo precisamente aquí la cartilla del banco?”;

25La definición de la arquitectura funcional de la memoria, la descripción de los procesos básicos,


así como el análisis de toda su dinámica se encuentra en numerosos textos sobre la psicología
experimental de la memoria. Para consultas generales, pueden verse Ruiz-Vargas (1994, 2002b),
Tulving y Craik (2000).

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22 JOSÉ MARÍA RUIZ-VARGAS

(2) A continuación, a ese mismo hombre se le pregunta “¿Se acuerda Vd. de la


cartilla de racionamiento?”, e inmediatamente, sin dudarlo un momento, e incluso
con un cambio ostensible en su expresión facial, nos dice “¿Que si me acuerdo de
la cartilla de racionamiento? Pues, ¡claro que me acuerdo!, hombre.
Estupendamente... y de las calamidades que pasamos... ¡Qué años aquellos...!” 26.
En el primer caso, la clave resulta ser ineficaz o inadecuada, por su imprecisión,
para examinar un período importante de la vida de este hombre, mientras que en
el segundo caso, la clave demuestra ser extraordinariamente eficaz al producir
una evocación autobiográfica repleta de sucesos, detalles senso-perceptivos y

OM
emociones.
Siguiendo la lógica del principio de codificación específica, los psicólogos de la
memoria consideramos que el olvido o el recuerdo fragmentado e incompleto de
episodios autobiográficos no significa realmente pérdida de información relativa a
dicho episodio sino, básicamente, el no disponer en el momento preciso de las
claves adecuadas. No me cabe la menor duda de que todos sabemos por
experiencia –porque lo hemos vivido muchas veces– que, en muchos de los casos

.C
en que nos rendimos ante la imposibilidad momentánea de recordar un episodio
que nuestro interlocutor nos trata de recordar, y decimos, “Lo siento, no insistas,
no me acuerdo, ...se me ha olvidado”, posteriormente –lo que pueden ser minutos,
horas, días o más–, puede aparecer en nuestra conciencia a pesar de que antes lo
DD
dimos por olvidado. Situaciones de la vida cotidiana, como la anterior, apoyan lo
que en el laboratorio hace años que demostraron los psicólogos de la memoria: la
mayor parte de los olvidos cotidianos de las personas sanas representan fallos
para acceder a la información, por falta de claves adecuadas, y no pérdida o
eliminación real de recuerdos concretos.
LA

7.3. La naturaleza constructiva de los recuerdos autobiográficos

Bajo la influencia inequívoca del trabajo de Frederick Bartlett, Remembering27


(1932), la investigación experimental y la teorización llevadas a cabo por los
FI

psicólogos cognitivos de la memoria desde mediados de la década de 1970,


aproximadamente, asume que la memoria, en general, es de naturaleza
constructiva, en el sentido de que sus contenidos no son una copia literal del
pasado sino el resultado de una interpretación. En realidad, esta concepción
constructivista de la memoria fue propugnada por el biólogo alemán Richard


Semon en 1904, es decir, tres décadas antes de que Bartlett publicase su


influyente obra. Lo más novedoso de la teoría de la memoria de Semon fue la
importancia dada a la relación entre los procesos de “engrafía” (codificación) y los
procesos de “ecforia” (recuperación). Según este autor, en todo acto de
codificación la situación presente activa la recuperación de pensamientos,
imágenes y recuerdos previos, razón por la cual el “engrama” recién creado no es
una copia literal de la realidad, sino una interpretación en la que están incluidas la
información nueva y la información recuperada. Esto significa que si lo que entra

26 Este ejemplo forma parte de una entrevista formal realizada por mí como parte de un protocolo
de evaluación de la memoria.
27 Existe traducción castellana con el título Recordar (Madrid: Alianza, 1995).

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CLAVES DE LA MEMORIA AUTOBIOGRÁFICA 23
en la memoria no es una réplica exacta de la realidad, lo que sale tiene que ser
necesariamente también algo distinto de esa realidad.
Pero, ¿por qué han de ser así las cosas? En el trabajo experimental de
Bartlett se encuentran algunas de las claves para responder a esta cuestión. En
efecto, Bartlett comprobó que cuando los sujetos recordaban la misma historia una
y otra vez, tras intervalos de tiempo cada vez más largos, sus relatos se iban
haciendo cada vez más cortos. Concretamente, observó que los sujetos omitían
detalles o determinados elementos que no encajaban en sus propias expectativas,
cambiaban palabras o nombres por otros más familiares, alteraban el orden de los

OM
acontecimientos y, lo más relevante, el contenido de la historia se iba
distorsionando hasta hacerse cada vez más compatible con las experiencias
culturales de dichos sujetos. A partir de estos resultados, Bartlett llegó a la
conclusión de que los recuerdos son reconstrucciones de eventos vividos que
están fuertemente influenciadas por estructuras preexistentes de conocimiento o
esquemas. Con otras palabras, el recuerdo es un proceso esquemático, en el
sentido de que la gente interpreta los estímulos a través de un conjunto de

.C
modelos (o esquemas) que tienen su origen en la experiencia vivida. En
consecuencia, cuando el material que se presenta a un sujeto no es consistente
con su modelo de mundo o con sus esquemas, éste lo interpreta en función de
éstos. Por tanto, lo que se retiene en la memoria es una versión esquematizada
DD
del material original, que se utilizará, en el momento del recuerdo, para reconstruir
la experiencia vivida.
Análisis experimentales posteriores, han confirmado las ideas de Bartlett.
Por ejemplo, John Bransford y su equipo de la Universidad de Vanderbilt (EE.UU.)
demostraron que cuando las personas oyen o leen oraciones, pasajes e historias,
LA

construyen significados e inferencias, y son esas construcciones las que


almacenan en su memoria a largo plazo, en lugar de lo que realmente oyeron o
leyeron. Asimismo, Walter Kintsch, profesor de psicología de la Universidad de
Colorado (EE.UU.), llegaría a una conclusión similar acerca de la memoria de
historias: cuando los sujetos tienen que aprender pasajes o historias, recuerdan lo
FI

esencial del texto presentado y reconstruyen los detalles de acuerdo con su


conocimiento previo. Una conclusión importante de estos estudios fue que los
procesos constructivos se llevan a cabo durante la codificación, y los
reconstructivos durante la recuperación28. En definitiva, estos y otros muchos
estudios posteriores han demostrado que los recuerdos de historias, o de


episodios en general, están fuertemente determinados por el conocimiento previo


de los sujetos. De hecho, la investigación moderna ha demostrado que la
influencia del conocimiento previo sobre la memoria es mucho más fuerte de lo
que el propio Bartlett sugirió.
Permítaseme reproducir un hallazgo propio que creo que ilustra con claridad el
carácter constructivo y reconstructivo de los recuerdos autobiográficos y el papel
fundamental que desempeñan en el proceso de construcción y reconstrucción
variables tales como los convencionalismos culturales, las expectativas, hábitos,
estereotipos, prejuicios y todo lo que implica la experiencia previa del sujeto.
A un grupo de alumnos se les leyó la siguiente historia:

28 Información más detallada sobre estos estudios se encuentra en Ruiz-Vargas (1991, cap. 1).

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24 JOSÉ MARÍA RUIZ-VARGAS

Había sido un día agotador. Martínez abrió la puerta, entró en el salón, se


sentó en un sillón y se puso cómodo.

Veinticuatro horas después, se les pidió que trataran de recordar dicha


historia con la mayor fidelidad posible. Uno de tales recuerdos rezaba así:

Era un día agotador. Martínez llegó a su casa, abrió la puerta, se sentó, se


puso las zapatillas y encendió el televisor29.

OM
En mi opinión, este sencillo hallazgo nos proporciona muchas pistas acerca
de la exactitud o el grado de fidelidad de los recuerdos autobiográficos. Porque,
como resulta evidente, el recuerdo anterior no sólo no es exacto, sino que
contiene diversos errores (que comentaré más adelante). Pero, ¿significa eso que
el recuerdo anterior no es verídico, incluso que es falso o, por el contrario, hay
algo en él que se mantiene inalterable a pesar de sus errores? ¿Podemos colegir

.C
de este caso y de las ideas anteriores que todos los recuerdos autobiográficos han
de ser inexactos? ¿Los errores o inexactitudes de los recuerdos autobiográficos
los convierten en falsos? ¿Tiene sentido hablar de “verdad” en este contexto?
¿Los errores de los recuerdos autobiográficos se ajustan a un mismo y único
DD
patrón de reglas?... Si encontramos respuestas sólidas a estas preguntas,
probablemente habremos avanzado bastante en nuestra comprensión de los
recuerdos personales.

7.4. La exactitud/inexactitud de los recuerdos autobiográficos


LA

La evidencia experimental acumulada en psicología de la memoria desde el


trabajo de Bartlett, permite afirmar que los recuerdos autobiográficos no suelen ser
completamente exactos, por la sencilla razón de que nuestra memoria no registra
representaciones literales de los sucesos que experimentamos. Pero, como
FI

veremos, la exactitud no es un factor relevante.


En realidad, esta cuestión pone sobre la mesa un problema mucho más
amplio, que apunta directamente a uno de los presupuestos fundamentales de la
psicología cognitiva; a saber, la actuación humana no se lleva a cabo directamente
sobre los objetos del mundo sino sobre representaciones mentales de los mismos.


Una representación mental, a su vez, es una construcción, no una copia


isomórfica del objeto. Y la razón primera de todo ello es que la propia percepción
del mundo es una interpretación, que se realiza en el contexto del conocimiento
acumulado en la memoria. Por tanto, la realidad de cada persona es una creación,
una construcción mental, donde sólo están representados los aspectos que tienen
un significado personal.
En consecuencia, no tiene sentido alguno suponer que los recuerdos son
registros pasivos o literales de la realidad. La psicología de la memoria ha
demostrado que todos los procesos básicos de la memoria (codificación,
almacenamiento, consolidación y recuperación) están fuertemente influenciados

29 Ibidem.

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CLAVES DE LA MEMORIA AUTOBIOGRÁFICA 25
por nuestro conocimiento previo acerca del mundo, por nuestros esquemas de
conocimiento, por nuestro modelo del mundo y, de un modo muy especial, por
nuestro “esquema del Yo”. Las experiencias pasadas, las emociones, las
expectativas y las metas actuales, el estado de ánimo, etcétera, imponen fuertes
sesgos sobre lo que percibimos y cómo lo valoramos. Ello significa que, en todo
momento, seleccionamos, abstraemos, interpretamos, integramos y organizamos
la realidad circundante en función de nuestra experiencia pasada30. En definitiva,
el sistema cognitivo humano no está diseñado para guardar en su memoria copias
exactas de la realidad; entre otras razones, porque la realidad no existe hasta que

OM
una mente no la interpreta. Por eso, los psicólogos de la memoria insistimos en
que lo que guardamos en nuestras memorias son las experiencias de los
acontecimientos, no copias de tales acontecimientos. Carlos Castilla del Pino
refleja inequívocamente esta idea cuando, en las primeras páginas de su Pretérito
imperfecto, nos dice:

Para mis recuerdos me he bastado a mí mismo, y apenas si he tenido

.C
necesidad de contrastarlos. Cuando lo intenté, comprobé que cada uno de
los que participamos en la misma situación la experimentamos de una
manera singular (en el supuesto de que la realidad aprehendida por todos
fuera la misma). Expongo, pues, “mi” experiencia y así, sólo así, debe ser
DD
aceptada (p. 13).

Ahora bien, el hecho de que los recuerdos sean registros de nuestras


experiencias y éstas, por definición, (re)construcciones de eventos episódicos
pasados, no significa que los recuerdos autobiográficos sean falsos en su totalidad
LA

ni que la “base de conocimiento autobiográfico” sea una fantasía; porque, si así


fuera, no podría haber comunicación entre las personas sobre los acontecimientos
experimentados. A este respecto, Katherine Nelson (1993) sostiene que una de
las funciones básicas de la memoria episódica/autobiográfica es, precisamente,
compartir los recuerdos con los demás, lo que convierte a los recuerdos
FI

autobiográficos en un elemento de solidaridad social. No obstante, no puede


olvidarse que, en ocasiones, las personas recuerdan experiencias pasadas que
nunca ocurrieron, como el famoso caso de recuerdo falso experimentado por el
propio Jean Piaget31. Pero estos casos, además de ser excepcionales, no
invalidan la naturaleza real de los recuerdos autobiográficos.


Los investigadores coinciden plenamente a la hora de señalar que los


recuerdos autobiográficos son inexactos respecto a los detalles pero muy precisos
y, por lo tanto, fidedignos en lo que se refiere a la esencia de lo ocurrido. Si
revisamos el ejemplo expuesto un poco más arriba (“Había sido un día
agotador...”, etc.), resulta fácil comprobar que la persona ha recordado fielmente la
esencia del suceso (i.e., que después de un día agotador, una persona llega a su
casa y trata de descansar) aunque ha cambiado los detalles originales e, incluso,

30 La abundante evidencia experimental sobre los efectos de los esquemas y, concretamente, de


todos estos procesos sobre la memoria, aparece recogida en la revisión de Alba y Hasher (1983).
31 Piaget relata “su recuerdo falso” en su obra La formación del símbolo en el niño (p.257). México:

FCE. También se encuentra reproducido en Ruiz-Vargas (1991, p. 33).

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26 JOSÉ MARÍA RUIZ-VARGAS

ha añadido detalles nuevos. Pero repárese en que los errores registrados en el


recuerdo no sólo no alteran el significado del suceso sino todo lo contrario, lo
realzan.
Esta parece ser la característica esencial de los recuerdos autobiográficos
respecto a su exactitud o precisión: “son inexactos en los detalles pero verídicos
en la expresión de la esencia del propio yo”, nos dice Barclay (1988). En efecto, la
investigación experimental y el análisis de casos de recuerdos autobiográficos
parecen confirmar que la inclusión de detalles erróneos o inexactos es frecuente y,
además, que se ajusta a ciertas reglas. Veamos un ejemplo en el recuerdo que

OM
Buñuel tiene de la boda de su amigo Paul Nizan y que dice haber contado
“durante mucho tiempo” a sus amigos:

Cada vez, me parecía estar viendo la iglesia de Saint-Germain-des-Prés, la


concurrencia, entre la que me encontraba yo, el altar, el cura, Jean-Paul
Sartre, el testigo del novio. Un día, el año pasado, me dije de pronto:
¡Imposible! Paul Nizan, marxista convencido y su mujer, hija de una familia

.C
de agnósticos, nunca se hubieran casado por la Iglesia. Totalmente
inimaginable. Entonces, ¿había yo transformado un recuerdo? ¿Se trataba
de un recuerdo inventado? ¿De una confusión? ¿Puse un marco familiar de
iglesia a una escena que alguien me describió? Todavía no lo sé (op. cit., p.
DD
11).

Lo relevante de este recuerdo es que guarda una experiencia real de


Buñuel, la asistencia a la boda de su amigo Paul Nizan, pero contiene algún
detalle incorrecto, como es la localización de la boda en una iglesia. No obstante,
LA

el error de inclusión (o de comisión) que aparece en este recuerdo –localizar la


boda en una iglesia– no hay duda de que resulta totalmente congruente con el
acontecimiento real (la mayor parte de las bodas tienen lugar en una iglesia), y no
transgrede ni altera la esencia o el significado personal que realmente tuvo para
Buñuel dicho acontecimiento. Pero veamos otro ejemplo más antes de establecer
FI

conclusión alguna.
Marcia K. Johnson, Profesora de Psicología en la Universidad de Princeton,
y figura destacada en la investigación de la memoria, rememora en uno de sus
trabajos el siguiente recuerdo:


Siendo estudiante de primer año de Facultad, llevé a un par de amigos a


cenar a casa de mis padres. En un momento de la conversación, salió el
tema de las sequías y pensé en un incidente que nos ocurrió cuando yo
tenía alrededor de 5 años, y decidí contar la historia: Mi familia [conmigo
incluida] iba en coche por el Valle de San Joaquín en California y tuvimos
un pinchazo. No teníamos rueda de repuesto, así que mi padre quitó la
rueda pinchada e hizo autostop hasta una gasolinera para reparar el
pinchazo. Mi madre, mi hermano, mi hermana y yo nos quedamos en el
coche. Hacía un calor espantoso, más de 100ºF y estábamos sedientos.
Finalmente, mi hermana cogió un par de botellas vacías y se fue por la
carretera hasta una granja. La dueña de la granja le explicó que en todo el
valle estaban sufriendo una fuerte sequía y que sólo le quedaba un poco de

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CLAVES DE LA MEMORIA AUTOBIOGRÁFICA 27
agua embotellada. La mujer reservó un vaso de agua para su niño, que
estaba a punto de llegar de la escuela, y rellenó las botellas de mi hermana
con el resto. Mi hermana regresó al coche y nos la bebimos toda. También
recuerdo haberme sentido culpable por no haber guardado nada para mi
padre, que probablemente estaría sediento cuando volviese con la rueda
reparada (Johnson, 1985, 1).

Marcia Johnson añade que, cuando terminó de contar la historia, sus padres se
rieron y le dijeron que la historia no había sucedido realmente así, sobre todo en lo

OM
referente a la segunda parte de la misma, cuando –según recuerda Johnson– su
hermana va a por agua a una granja. Es decir, que, efectivamente, una vez
hicieron aquel viaje por el valle de San Joaquín, que era época de sequía, que
pincharon y que el padre tuvo que ir a una gasolinera a reparar el neumático,
mientras los demás miembros de la familia se quedaron en el coche, y que la
hermana de Marcia se quejó mucho del calor que hacía, pero que nadie fue a
buscar agua a parte alguna. Johnson argumenta que lo que pasó, entonces, fue

.C
que ella imaginó una solución al problema de la sed y dicha solución imaginada se
integró en el recuerdo de aquel suceso.
La cuestión a destacar en este caso es que, como en los casos anteriores, el
error integrado en el recuerdo no vulneró la esencia del suceso original, ni el
DD
conocimiento general acerca del mundo físico y social –parece natural que si hace
calor y se está en un paraje deshabitado alguien busque agua en alguna parte
para compartirla con los demás–, por lo que el recuerdo de la historia
experimentada incluyó algunos detalles falsos que, como también vimos antes, no
sólo no quebrantan su significado sino que le dan más fuerza: una familia tiene un
LA

incidente (el pinchazo de un neumático) que los deja tirados en medio del campo
con un calor espantoso y sin agua para beber.
Pero, además, hay que llamar la atención sobre otra cuestión particularmente
importante, y es que en éste, como en los demás recuerdos analizados y, según
parece, en buen número de recuerdos autobiográficos, las personas tienden a
FI

incluir abundantes detalles irrelevantes, es decir, que a veces las descripciones de


episodios pasados se acompañan de una prolijidad extraordinaria (recuérdese el
ejemplo expuesto más arriba de Navokov). Como señalé a propósito del recuerdo
de Navokov, parece claro que la función de los detalles extra –que suelen ir
cargados de imágenes sensoriales de todo tipo– es aumentar la confianza del


propio sujeto que recuerda, así como la del interlocutor, en la historia que cuenta;
esto es, aumentar la fidelidad de su recuerdo. Bell y Loftus (1989), dos grandes
expertos en memoria de testigos, han comprobado que los miembros de los
jurados utilizan la presencia de detalles irrelevantes en los informes de los testigos
como prueba de la exactitud de la memoria de estos últimos. En definitiva, existe
abundante evidencia empírica que avala la idea de que los recuerdos que
contienen detalles sin importancia son recuerdos especialmente fiables y precisos.
Podría seguir comentando más ejemplos, pero los expuestos nos permiten
apoyar las conclusiones que los investigadores actuales mantienen respecto a la
precisión de los recuerdos autobiográficos; a saber:

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28 JOSÉ MARÍA RUIZ-VARGAS

(a) Los recuerdos autobiográficos suelen ser bastante exactos en lo


concerniente al significado personal del acontecimiento original32.
(b) Dado que estos recuerdos son interpretaciones (basadas en parte en
acontecimientos reales y en parte en procesos cognitivos de integración de
tales acontecimientos en el esquema del Yo), frecuentemente incluyen
detalles inexactos o erróneos.
(c) La inclusión de detalles erróneos parece seguir ciertas reglas.
(d) Las personas tendemos a integrar en nuestros recuerdos autobiográficos
detalles irrelevantes (unos son exactos y otros inexactos) para enfatizar y

OM
aumentar nuestra confianza en la fidelidad de tales recuerdos.
(e) Las inexactitudes de los recuerdos autobiográficos generalmente son
triviales y no vulneran el significado del episodio recordado.
(f) Las inexactitudes de los recuerdos autobiográficos no les restan veracidad,
porque la verdad de la memoria está mediada por el sentido del Yo, que
interpreta y reconstruye honestamente su pasado. Precisamente, la
reconstrucción sincera de los recuerdos autobiográficos –como señala

.C
Barclay (1988)– es la que confiere “verdad” a los recuerdos.

Resumiendo, los recuerdos autobiográficos se caracterizan por no ser nunca


completamente exactos sino por ser compatibles con el esquema del Yo, es decir,
DD
con las creencias y el modelo de mundo del sujeto que recuerda. Y ello significa
que la falta de exactitud es irrelevante, porque, teóricamente, tanto los recuerdos
exactos como los inexactos pueden ser verídicos si el sujeto que recuerda acepta
honesta y sinceramente sus errores y sus dudas; es decir, se compromete a decir
la verdad con fidelidad y exactitud33. Estas ideas, derivadas de la investigación
LA

psicológica de los recuerdos autobiográficos, encuentran su expresión más


explícita en las autobiografías, donde los autores suelen insistir, por lo general en
las primeras páginas, en que van a ser excepcionalmente sinceros y honestos.
Siempre me ha gustado cómo Eleanor Roosevelt establece ese pacto con el lector
cuando dice que el objetivo de su Autobiografía es “ofrecer un retrato lo más
sincero posible de un ser humano”. Y me resultan especialmente tiernos y
FI

sinceros, por razones distintas, los casos de Wolff y Buñuel.


Tobias Wolff abre su relato autobiográfico Vida de este chico, con la siguiente
advertencia:


[Familiares y amigos] me han corregido algunos puntos, fundamentalmente


de cronología. Mi madre piensa que un perro que yo describo como feo era
en realidad muy bonito. He dejado alguno de estos puntos como estaban,
porque éste es un libro de memorias, y la memoria tiene su propia historia
que contar. Pero he hecho todo lo posible para que contara una historia
verdadera.

32 Para evidencia empírica en apoyo de la gran exactitud de los recuerdos autobiográficos, véase la
revisión de Brewer (1996) y los estudios basados en diarios (e.g., Linton, 1978; Wagenaar, 1986;
Thompson et al., 1996).
33 La aceptación implícita de este compromiso es la idea básica del llamado “pacto autobiográfico”

(Lejeune, 1975).

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CLAVES DE LA MEMORIA AUTOBIOGRÁFICA 29

Y nuestro Luis Buñuel cierra sus consideraciones sobre “la memoria” (Capítulo
1 de su autobiografía Mi último suspiro) confesándonos que:

Como no soy historiador, no me he ayudado de notas ni de libros y, de


todos modos, el retrato que presento es el mío, con mis convicciones, mis
vacilaciones, mis reiteraciones y mis lagunas, con mis verdades y mis
mentiras, en una palabra: mi memoria (p. 12).

OM
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