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La pregunta que nos vamos a hacer en un primer momento es: ¿Qué es la filosofía?
Si buscamos una definición por su quehacer y sus objetivos, podríamos pensar que se trata
de una búsqueda de la verdad a través de la razón, de un cuestionamiento de lo
establecido, de la desnaturalización de todo aquello que aparece como natural y dado, pero
que es cultural e histórico (y por lo tanto modificable).
Si tuviéramos que situar su origen histórico, diríamos que surge hacia el Siglo VIII a.C., en
la Grecia Antigua, particularmente en la región de Jonia situada en Asia Menor (actualmente
Turquía). Es importante destacar entonces que la filosofía no surge, tal como se afirma en
general, en la antigua Atenas democrática: allí sólo se desarrollará la “filosofía clásica” (con
Sócrates, Platón y Aristóteles). Existe una filosofía previa a la clásica, a la cual en la materia
vamos a denominar como “filosofía presocrática”, que surge en otras ciudades que se
encontraban en contacto con el Imperio Persa. Vamos a volver más adelante sobre este
punto.
¿Cómo responden estas primeras preguntas las sociedades antiguas? A través de las
cosmologías, de las religiones y de mitologías (Pensemos, por ejemplo en el Egipto
Antiguo o en el Imperio Persa, o en una sociedad de cazadores recolectores en América,
entre otros).
Algunas sociedades lo hacen a través de una cosmología que explica ese movimiento de
la naturaleza, las estaciones y el movimiento ordenado de los astros (“cosmos” quiere decir
orden o armonía y se opone a “caos”).
Otras sociedades lo hacen a través de religiones, las cuales están relacionadas
fundamentalmente con la naturaleza y no con la idea de dios, por lo que no son teístas.
(Pensemos, por ejemplo, en aquellas religiones que veneran a “La Madre Tierra”).
Otras, por último, responden estas preguntas a través de una mitología: relatos míticos
que, desde tiempos inmemoriales y con transmisión oral, brindan posibles explicaciones
para cada uno de estos interrogantes. Estos mitos y fábulas se manifiestan en estas
sociedades a través de personas relevantes como sacerdotes, chamanes y héroes: ellos
hablan en nombre de los dioses, porque han sido “revelados” por ellos de diversas
maneras, por ejemplo a través de sueños o por inspiración.
Pero antes que la filosofía se consolide en Grecia (Atenas) y de que se diferencie de todas
estas otras “sociedades antiguas” (que se basan en la religión, las mitologías y las
cosmologías) surge, como les decía, una filosofía previa, que la vamos a llamar “filosofía
presocrática”.
En esta segunda parte de la clase vamos a ver de qué se trata la “filosofía presocrática”. En
primer lugar, una obviedad que hay que destacar: si hablamos de que se considera que
existe una “filosofía presocrática”, esto nos habla de la importancia de Sócrates para la
filosofía. De que Sócrates va a realizar una ruptura, un antes y después. Ya vamos a ver de
qué se trata esto más adelante.
Dentro de la “filosofía presocrática” existe un debate que será muy conocido, entre Heráclito
y Parménides. Para Heráclito todas las cosas están en movimiento y el cambio es
permanente (De ahí su conocida frase: “Nunca te bañas dos veces en el mismo rió”). Para
Parménides la realidad es una y estática, por lo que el movimiento y los cambios son
aparentes y consisten en engaños de nuestros sentidos.
¿Por qué les cito esta discusión entre Heráclito y Parménides? Para que vean que la
preocupación de esta “filosofía presocrática” era lo material: de qué estaban formadas las
cosas (elementos: fuego, tierra, aire y agua) y por qué las cosas que ellos veían se
movían o eran estáticas. Es entonces una filosofía que le da valor a la matemática y a la
física para explicar estas preguntas.
Pero antes de llegar a Sócrates, tenemos otra escuela filosófica: los “sofistas” (que quiere
decir “los sabios”). Esta escuela ya es más cercana a la Atenas clásica, y la situamos en el
siglo V a.C. Tengamos en cuenta el contexto: se trata de la Atenas con “democracia
directa”, donde los ciudadanos participan de la política y la vida pública de la polis. De esta
forma, para los ciudadanos (que son pocos, la minoría de la sociedad), resulta importante el
dominio de la palabra y de la retórica, para poder argumentar y debatir sobre los
asuntos de la ciudad. En este contexto, los “sofistas” se dedicaban a una tarea: la de
enseñar a los ciudadanos a “ser sabios”, a ser maestros del discurso, a dominar la retórica y
el arte de argumentar. Y lo hacían a cambio de una retribución (de alguna manera vendían
ese trabajo e iban a ser muy criticados por esto).
Existe una gran diferencia entre los “sofistas” y los filósofos que vendrán después. Los
sofistas se consideran a sí mismos “sabios”, mientras que el filósofo no. El sofista considera
que la verdad está dentro suyo, por eso se considera un sabio. El filósofo considera que
tienen que buscar la verdad y el conocimiento, los cuales están fuera suyo y no los posee.
Los “sofistas” no creen en los dioses griegos (recuerden que en Grecia Antigua son
politeístas) y le dan más valor a los “hombres” que son los que manejan y administran la
Polis. Este es un cambio fundamental y van a ser muy criticados y perseguidos por esto.
También son relativistas: piensan que la verdad depende de cada individuo, es relativa a
cada individuo. Cada individuo tiene su verdad, la cual posee y es siempre cambiante. De
ahí la flexibilidad que tienen y la importancia que le dan a la palabra. Entonces, resumiendo:
para el “sofista” la verdad es algo que se tiene y se posee individualmente, siendo lo
más importante para un ciudadano poder dominar la retórica y el arte de argumentar y
discutir en la Polis.