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La democracia cada vez está más débil y sus aciertos como sus triunfos electorales lo

asientan, (Trump, Bolsonaro, Brexit).

Antes se creía que los cambios se producían mediante la revolución o la reforma. Hoy es
por factores en principio desconectados. Por ello la política se ha vuelto imprevisible.

No hay que subestimar la fortaleza de lo que aborrecemos.

Necesitamos nuevos conceptos que engloben las transformaciones de la democracia


contemporánea y así poder entenderla.

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Que los políticos legítimos no hagan nada - dimitan la voluntad política, tiene mucho en
común con aquellos extremistas. Ambos renuncian a gobernar y regular. En ambas se
utiliza la globalización como excusa, queja o justificación.

Se habla de la globalización como un proceso necesario o catastrófico que se hubiera


realizado de manera inexorable y que sólo exige de cada uno de nosotros un continuo
esfuerzo de adaptación.

La globalización está cambiando al mundo sin dirigirse a la voluntad (hacer, reglar y cambiar
las cosas) y llevándolo a la comodidad, el instinto de conservación o el miedo y el deseo
mimético de enriquecimiento.

territorio especialmente cómodo ´para las nueves derechas. Enfocado en seguridad y


restringiendo la materia económica y social.

Respecto a las izquierdas, en el ocaso de voluntad está el desconocimiento de los límites


de acción política, la impugnación sin matices del proceso de globalización, coincidiendo en
la supuesta “ingobernabilidad de la globalización” y que es un fenómeno al que hay que
adaptarse.

Y ambas consideran inevitables los procesos sociales (protestas contra tratados, por ej.)

Hay que repensar cómo hacerle frente a la falta de voluntad, a lo que mal acarrea la
globalización. La izquierda se ha quedado corta, como dejar todo en manos de los proceso
sociales o la radical que quedó en el pasado y se esconde por ejemplo en el lema de : no
más capitalismo.
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Hay dos formas de protestas:
1. La autenticidad de lo propio y su protección cultural.
2. La concepción de la regulación como control.

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Algunos, sobre todo desde la derecha, niegan la realidad creyendo muchas veces en lo
verosímil. Lo que ha polarizado la vida política.

La mayoría moldea los hechos a su conveniencia.

Las redes sociales democratizan, pero a la vez desorientan. No hay seriedad ni compromiso
con lo que pasa en la política, al contrario, actuamos como clientes y/o espectadores que se
divierten o indignan según el caso. Hay consumo y no deliberación o compromiso.

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Según el autor es más difícil lidiar con la incertidumbre que con la realidad, ya que ante
hechos débiles, las fabulaciones son irresistibles.

Como sujetos nos gusta saber un tema por completo, por ello la exigencia a la
transparencia, como la que se le exige a los entes públicos.

El conspiracionismo es usado por USA, tanto en izquierda y derecha, y el racionamientos en


estos términos es que agentes externos (extranjeros) confabulan en contra de norteamérica.

Su éxito se debe a que proporcionan una explicación fácil, global e intencional de una
realidad política cada vez más complicada. Las teorías de complot eliminan todo azar de la
historia y del funcionamiento de las sociedades. Los razonamientos conspirativos
presuponen que nada sucede por accidente.

Esta soberanía cognitiva es transitoria, ya que después la “explicación” al hecho no se


puede conectar con otros por razones obvias.

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Hay una desintermediación, desconfianza hacia las mediaciones, lo que lleva a pensar que
todo lo transparente es verdadero.

La aversión hacia el periodismo se debería justamente a este razonamiento conspirativo,


late en las personas la idea de que el mundo (verdad, justicia, democracia) está
inmediatamente a su alcance y que los procedimientos e instituciones son los culpables de
la desconfiguración del mundo.

Se necesita la intervención de los medios como instrumentos de orientación en entornos


poblados de mentiras, pero también en datos irrelevantes y estados de ánimo confusos.
Nuestras limitaciones cognitivas no se deben a la falta de información sino a la de
instrumentos para entender la complejidad del mundo.
La abundancia de datos, información, no garantiza la vigilancia democrática. Ante dicho
escenario hace falta intérpretes capaces de darle un contexto, sentido y valoración crítica.
Separar lo esencial de lo anecdótico, exige mediadores que dispongan de tiempo y
competencia.

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“Panoptismo cívico” ahora todos nos hemos convertido en observadores y vigilantes del
poder. Esto ha influido en el hecho de que los electorados sean menos previsibles, a la
mayor volatilidad social o desvelamiento de fenomenos como el acoso sexual., porque ha
aumentado la observación de acontecimientos antes protegidos de la visión pública.

Pero internet que ha abierto las fronteras a la información, tampoco es un espacio libre de
ser dominado, los ciberataques, las fake news, son accionados por quienes quieren
controlarnos y condicionar nuestras decisiones. Lo que constituía una ampliación a la
soberanía pasa a ser una amenaza contra ella.

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La individualidad de los modos de vida (como el consumo de noticias por internet) ha


contribuido a aumentar la volatilidad de las opiniones, la pluralización de los intereses y la
diversificación del consumo. Es difícil medir y prever por medio de encuestas.

La crisis de la representación política es más un asunto epistemológico, suma que la gente


al consumir más información y de diversa forma y contenido, genere opiniones e ideologías
distintas, pero también influye en gran manera la aversión de ser clasificados, de ser
singularizados. Los individuos se representan a sí mismos.

La forma de calcular los datos que acumula el big data, es la manera más acertada de
entender el comportamiento de cada individuo, no los clasifica, sino que genera un mosaico
de cada acción que deja en la red.

Los datos no son brutos, siempre hay alguien que los interpreta en la red y, además
pasamos de no querer ser analizados a serlo de manera macro.

Los algoritmos predictivos son muy conservadores: no dan una respuesta a lo que las
personas dicen querer sino a lo que realmente hacen sin decirlo. Son predictivos porque
formulan continuamente la hipótesis de que nuestro futuro será una reproducción de nuestro
pasado.

Pero esta dominación de poder no es absoluta y por ende es controlable por el sujeto, de
ahí la importancia de tenerlo en cuenta.
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Vivimos en el régimen de la omnimetría donde todo puede medirse y nada se valora con
objetividad sin las cantidades. Los parámetros cuantitativos son siempre reduccionistas, ya
que dejan dimensiones fuera ya que se enfocan en los números.

Medir tiene la función de transparentar, pero también su constante y similar dinámica hace
predecible a quien está siendo medido lo que se muestra y por ende, puede desarrollar
estrategias para saber qué mostrar y cómo ocultar lo que no quiere transparentar. (Ej:
Guerra Vietnam)

Los datos / número institucionalizados y por ende los informes que los contienen ayudan a
que no se den explicaciones a diferenciar de una opinión, por su carácter “objetivo” se pasa
por alto las razones de, por ejemplo, tal decisión y sólo centrándose en los resultados que
arrojan los datos.
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Sociedad: ira, miedo, rechazo. Tanto en redes como en medios se privilegían temperamento
antes que discursos. Los primeros se ven como sinceridad y los segundos como
inauténticos.

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Cólera política se niega a considerar el insoportable presente como destino al que
someterse, y pone en manifiesto que ser civilizados y comportarse no basta para construir
la convivencia.

Pero hay una variedad de iras, desde racistas a las en contra de la dominación.

No hay que confiar en las grandes masivas coleras ya que a veces pueden ser “coleras
vanas” que tienen como victimas al islam, inmigrantes, la globalización, etc.
Hay que distinguir entre la indignación y la injusticia.

El hecho de que la indignación esté más interesada en denunciar que en construir, explica
los límites a la hora de traducirse en iniciativas políticas.

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la ansiedad es una de las emociones más presente en la sociedad a raíz de lo incierto que
se ha vuelto el mundo..

En un momento en que gobernar ya no significa garantizar la seguridad, sino gestionar las


inseguridades, lo más revolucionario es la serenidad por parte de gobernantes y el cual
deberíamos cultivar como ciudadanos.

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