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Hacia una psicología de la liberación

Ignacio Martín-Baró

Ignacio Martín-Baró nació en España en 1942. Movido por sus creencias religiosas, se unió a
grupos religiosos que lo llevaron hasta Latinoamérica. En 1966 fue nombrado sacerdote y fue a
vivir a El Salvador, donde obtuvo su licenciatura en Psicología en el año 1975 a través de la
Universidad Centroamericana (UCA), tras lo cual se doctoró en Psicología Social en la
Universidad de Chicago.

Como sacerdote adhirió a la teología de liberación y desde el campo disciplinar de la psicología


fue construyendo una teoría concordante con este marco de pensamiento, que fue la
“psicología de la liberación” (Muñoz, 2011). La propuesta consiste en que la psicología debería
partir del contexto que se estudia y centrarse en las problemáticas que la gente que reside en
ese contexto tiene. Sin embargo, el contexto no es simplemente un espacio compartido por
varios individuos a la vez, ya que en ese caso todos viviríamos en el mismo contexto. Para este
psicólogo, el contexto incluye también el momento histórico en el que se vive, así como la
cultura a la que se pertenece en un momento determinado.

Sus críticas abiertas contra el gobierno del país lo situaron en el objetivo de las fuerzas
paramilitares dirigidas por la clase política dominante, los cuales lo asesinaron en el año 1989
junto a varias personas más.

El aporte social de la Psicología en Latinoamérica

Los países latinoamericanos han tenido escasos aportes al área de la Psicología, tanto en la
teoría como en la práctica, si se compara con los aportes que ha dado en áreas como la
sociología y la literatura. Existen varias razones para esta escasez.

Los pueblos latinoamericanos tienen una inhabilidad para verse a sí mismos, para leerse y
escribir su propia historia. También existe la tendencia a dar gran importancia a las
características personales y a las relaciones interpersonales: se le pone la carga a un
presidente para resolver todos los problemas de un país, y su éxito o fracaso se utiliza como
medida para la habilidad de resolución de problemas de toda la población. Actualmente con la
creciente subjetivización de los enfoques predominantes, la Psicología sigue alimentando el
psicologismo cultural ofreciéndose como una verdadera ideología de recambio. En nuestro
caso, el psicologismo ha servido para fortalecer, directa o indirectamente, las estructuras
opresivas a desviar la atención de ellas hacia los factores individuales y subjetivos.

Lo que debemos hacer es buscar dentro del bagaje psicológico que tenemos como países y
culturas, y preguntarnos qué de él podemos utilizar para contribuir a dar respuesta significativa
a los problemas de los pueblos.

La esclavitud de la psicología Lationamericana


Una de las principales justificaciones para la falta de aportes es la juventud de la Psicología
Latinoamericana. Sin embargo, este aspecto no puede usarse como excusa para no revisar las
deficiencias que han llevado a la marginalidad científica y a la inoperencia social.

Existen tres principales causas de la escasa historia de la Psicología Latinoamericana: el


mimetismo cientista, la carencia de una epistemología adecuada y su dogmatismo provinciano.

Mimetismo cientista

La Psicología Latinoamericana sufre del mismo problema que sufrió la psicología


norteamericana a comienzos de siglo: el deseo de adquirir un reconocimiento científico y un
estatus social; este deseo le ha traído a la Psicología latinoamericana diversos tropiezos.
La psicología norteamericana recurrió a las ciencias naturales para adquirir un método y
conceptos que le dieran reconocimiento científico, mientras que la psicología latinoamericana,
en su afán por el mismo reconocimiento científico, siguió su ejemplo. Sin embargo, al pedir
prestados los métodos, pidió también prestado el bagaje conceptual metodológico y práctico.
Los aspectos propios de la psicología norteamericana no encajan del todo en la Psicología
latinoamericana, y la importación ahistórica de esquemas conduce a la hidrolización de los
planteamientos cuyo sentido y validez, como nos lo recuerda la sociología del conocimiento,
remiten a unas circunstancias sociales y algunos cuestionamientos concretos.

Carencia de una epistemología adecuada

Los modelos dominantes en la psicología se fundan en una serie de presupuestos que sólo
rara vez se discuten y a los que todavía con menos frecuencia se proponen alternativas.

El positivismo, por ejemplo, se enfoca en los datos positivos, los hechos y las relaciones
empíricamente verificables, pero deja de un lado el qué, el porqué, y él para que. Es por esto
que el positivismo busca controlar todas las variables y se reduce al examen de trivialidades
que poco o nada dicen de los problemas de cada día. El positivismo se ciega al principio de la
negatividad.
Considerar que la realidad no es más que lo dado constituye una ideologización de la realidad
que termina consagrando como orden natural el existente.

El segundo presupuesto es el individualismo, cuyo problema radica en su insistencia por ver en


el individuo lo que a menudo no se encuentra en la colectividad, por lo que termina reforzando
las estructuras existentes al ignorar la realidad de las estructuras sociales y reducir los
problemas estructurales a problemas personales.

Del Hedonismo imperante en Psicología se ha hablado bastante. El pretender que detrás de


todo comportamiento hay siempre y por principio una búsqueda de placer o satisfacción, ¿no
es cegarnos a una forma distinta del ser humano, o, por lo menos, a una faceta distinta del ser
humano pero tan real como la otra?
Desde la perspectiva de la visión homeostática resulta difícil que los desequilibrios inherentes a
las luchas sociales no sean interpretados como trastornos personales, y los conflictos
generados por el rechazo al ordenamiento social no sean considerados patológicos.

El presupuesto más grave es el ahistrocismo de la Psicología. El cientismo dominante Nos lleva


a considerar que la naturaleza humana es universal. Sin embargo, Una concepción del ser
humano que pone su universalidad en su historicidad, es decir, en ser una naturaleza histórica,
acepta que tanto las necesidades como la inteligencia son en buena medida una construcción
social, y por lo tanto que asumir dichos modelos presuntamente transculturales y
transhistóricos puede llevarnos a una grave distorsión de lo que en realidad son nuestros
pueblos.

Falsos dilemas
La dependencia de la Psicología latinoamericana le ha llevado a debatirse en falsos dilemas.
Falsos no tanto porque no representen dilemas teóricos sobre el papel, cuanto porque no
responden a los interrogantes de nuestra realidad.
El primer dilema,Psicología científica frente a Psicología “con alma” quizá ya el más
superado en los centros académicos, llevaba a ver una oposición entre los planteamientos de
la Psicología y una Antropología cristiana. La “Psicología de las ratas” era contrapuesta a una
“Psicología con alma”, mientras psicólogos y sacerdotes peleaban por un mismo rol frente a los
sectores medios o burgueses de la sociedad.

Un segundo dilema, más vigente que el anterior, es el que opone una Psicología humanista a
una Psicología materialista o deshumanizada.
No se logra ver en qué respecto Carl R. Rogers sea más humanista que Sigmud Freud o
Abraham Maslow más que Henri Wallon. Más bien si Freud logra una mejor comprensión
del ser humano que Rogers, o Wallon o que Maslow, sus teorías propiciarán un
quehacer psicológico más adecuado, y, en consecuencia, harán un mejor aporte para la
humanización de las personas

El tercer dilema es el de una Psicología reaccionaria frente a una Psicología progresista.El


dilema, una vez más, es válido, aunque se suele plantear inadecuadamente. Una Psicología
reaccionaria es aquella cuya aplicación lleva al afianzamiento de un orden social injusto;
una Psicología progresista es aquella que ayuda a los pueblos a progresar, a encontrar el
camino de su realización histórica, personal y colectiva. Lo que hace reaccionaria o progresista
a una teoría no es tanto su lugar de origen cuanto su capacidad para explicar u ocultar la
realidad y, sobre todo, para reforzar y transformar el orden social.

Estos tres dilemas denotan una falta de independencia para plantear los problemas más
acuciantes de los pueblos latinoamericanos, para utilizar con total libertad aquellas teorías o
modelos que la praxis muestre ser más válidos y útiles, o para elaborar nuevos. Tras los
dilemas se esconden posturas dogmáticas, más propias de un espíritu de dependencia
provinciana que de un compromiso científico por encontrar y sobre todo de hacer la verdad de
nuestros pueblos latinoamericanos.

Hacia una psicología de la liberación


Si se quiere que la Psicología y los psicólogos realicen algún aporte significativo a la historia de
nuestros pueblos y que contribuyan al desarrollo de los países latinoamericanos, necesitamos
replantearnos nuestro bagaje teórico y práctico, pero replantearnos desde la vida de nuestros
propios pueblos, desde sus sufrimientos, sus aspiraciones y luchas. Para que ocurra esta
liberación en nuestros pueblos se tiene que elaborar la psicología de la liberación desde la
teoría y la práctica. Por eso, si la Psicología latinoamericana quiere lanzarse por el camino de
la liberación tiene que romper con su propia esclavitud. En otras palabras, realizar una
Psicología de la liberación exige primero lograr una liberación de la Psicología.

las tres intuiciones más importantes de esa teología.


1. La afirmación del objeto de la fe cristiana es un Dios de vida y, por lo tanto, que el
cristiano debe asumir como su primordial tarea religiosa promover la vida.
2. La verdad práctica tiene primacía sobre la verdad teorétical, la ortopraxis sobre la
ortodoxia. La verdad de la fe es mostrarse en realizaciones históricas que evidencien y
hagan creíble la existencia de un Dios de vida.
3. La fe cristiana llama a realizar una opción preferencial por los pobres.

Desde la inspiración de la teología de la liberación podemos proponer tres elementos


esenciales para la construcción de una Psicología de la liberación de los pueblos
latinoamericanos
➢ Un nuevo horizonte
La psicología latinoamericana debe descentrar su atención de sí misma, despreocuparse de su
status científico y social y proponerse un servicio eficaz a las necesidades de las mayorías
populares, si la necesidad objetiva más perentoria de las mayoría latinoamericanas la
constituye su liberación histórica de unas estructuras sociales que les mantienen oprimidas,
hacia esa área debe enfocar su preocupación y su esfuerzo la Psicología.
➢ Una nueva epistemología
La verdad de los pueblos latinoamericanos no está en su presente de opresión, sino en su
mañana de libertad; la verdad de las mayorías populares no hay que encontrarla sino hay que
hacerla.
Asumir una nueva perspectiva no supone, obviamente, echar por la borda todos nuestros
conocimientos; lo que supone es su relativización y revisión crítica desde la perspectiva de las
mayorías populares. Sólo desde ahí las teorías y modelos mostrarán su validez o su
deficiencia, su utilidad o su inutilidad, su universalidad o su provincialismo; sólo desde ahí las
técnicas aprendidas mostrarán sus potencialidades liberadoras o sus semillas de sometimiento.
➢ Una nueva praxis.
Para adquirir un nuevo conocimiento psicológico no basta con ubicarnos en la perspectiva del
pueblo, es necesario involucrarnos en una nueva praxis, una actividad transformadora de la
realidad que nos permita conocerla no sólo en lo que es, sino en lo que no es, y en ello en la
medida intentamos orientarla hacia lo que debe ser.
El problema de una nueva praxis plantea el problema del poder y, por lo tanto, el problema de
la politización de la Psicología.
Se busca que dentro de esta nueva praxis el conocimiento sea parcial, esto no quiere decir que
sea subjetivo; la parcialidad puede ser consecuencia de unos intereses, más o menos
conscientes, pero puede ser también de una opción ética. Y mientras todos estemos
condicionados por nuestros intereses de clase que parcializan nuestro conocimiento, no todos
realizan una opción ética consciente que asuma una parcialización coherente con los propios
valores.

Tareas urgentes
La recuperación de la memoria histórica, la desideologización del sentido común y de la
experiencia cotidiana, y la potenciación de las virtudes populares.

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