La democracia es un sistema político que defiende la soberanía del pueblo y el
derecho del pueblo a elegir y controlar a sus gobernantes. Existen tres modelos principales de democracia: En las democracias procedimentales, las comunidades políticas proporcionan mecanismos para que las personas que forman parte de ellas decidan que fines tendrán y como se procederá para lograr dichos fines. A su vez pueden ser democracias procedimentales directas, representativas, participativas, delegadas, demarcadas y mixtas. En las democracias sustantivas, las comunidades políticas procuran aquello que se asume que satisfará las preferencias de las personas que forman parte de ellas. En las democracias mixtas tienen lugar características de las dos anteriores. Existe una amplia variedad de argumentos a favor de la democracia procedimental. Es un método práctico para el cambio de las élites gubernamentales, sirve para ejercer un control sobre quien gobierna, permite desacuerdos evitando conflictos serios, incluye una participación colectiva y deliberación, evita las guerras, supone una mayor transparencia y fomenta la virtud ciudadana al formar parte todos los ciudadanos del proceso de elección. Sin embargo, contra la democracia representativa existen argumentos en contra como son los errores que cometen los ciudadanos en la estimación de los medios para los fines que buscan y la relativa facilidad de manipulación de la población en favor de las minorías. Existen también argumentos en contra de la democracia entendida desde cualquier modelo. Los fines que escogen las personas son cuestionables, la democracia puede discriminar a quien no forma parte del propio grupo y las mayorías pueden discriminar a las minorías dentro del mismo. Además, existe una paradoja que sucede dentro de la democracia, pues la creciente educación en las sociedades actuales no derivó en democracias de mejor calidad. Una cuestión de vital relevancia al estudiar la democracia y su funcionamiento es su posible existencia o desaparición en el futuro. La propia cuestión del futuro es vital en filosofía política ya que la inmensa mayoría de las personas toma sus decisiones pensando en el futuro que engloba su vida y poco más, sin preocuparse en como afectarán sus decisiones en un futuro lejano donde la tierra se encuentre ocupada por una humanidad completamente renovada. De hecho, es lógico y evidente que las decisiones tomadas en el presente van a afectar al futuro en gran medida. Existen numerosos estudios dentro de la filosofía política dedicados a los posibles riesgos futuros. Una buena forma de medir la seriedad de los riesgos es su valor esperado, es decir, el resultado de su alcance y la probabilidad de que ocurran. Además, el alcance de los riesgos sería superior al de las fuentes actuales de sufrimiento como son las granjas industriales o el sufrimiento de los animales en la naturaleza. En combinación con una probabilidad bastante alta de que ocurran, los riesgos probablemente superan al sufrimiento actual en cuanto a sufrimiento esperable. No obstante, y pese a esta gravedad, pocas personas han trabajado activamente en la reducción de riesgos, debido a que están basados en consideraciones abstractas sobre el futuro lejano que no tocan nuestra fibra sensible tan fácilmente. Sin embargo, los riesgos están ahí, lo que aumenta la necesidad de preocuparse por el futuro. Una vez expuestas las características positivas y negativas de la democracia y la relevancia del futuro, es momento de preguntase: ¿tiene futuro la democracia? Existen numerosas razones y pronósticos futuros para responder negativamente a esta cuestión. En primer lugar, el fuerte proceso de globalización actual puede cambiar próximamente los estados nación por unidades políticas privilegiadas, existiendo un único poder a nivel mundial. A su vez, los estados nación pueden derivar en sistemas autoritarios. Los escenarios de conflicto global abiertos actualmente y los que tendrán lugar en el futuro pueden dar lugar a regímenes militares o feudales donde la opinión ciudadana no cuente en absoluto. En segundo lugar, el rápido aumento sin precedentes del poder tecnológico, la mayor disponibilidad de recursos, la desigualdad y a las diferencias causadas por las mejoras genéticas pueden dar lugar a oligarquías y a privaciones de poder definitivas. Cada vez la posesión de dinero es más relevante pues se pueden comprar servicios más determinantes en la vida humana. Relacionado con el avance tecnológico, la existencia de las inteligencias artificiales puede hacer posible la acumulación de poder en un único agente o en una epistocracia radical, es decir, un sistema en el cual sólo pueden ejercer el derecho a voto por sufragio electoral aquellas personas que tengan cierto conocimiento sobre ciencias sociales y se encuentren lo menos sesgados posibles. En tercer lugar y también ligado a los avances tecnológicos, es evidente la existencia cada vez mayor de mecanismos de manipulación social. Desde ya hace varias décadas, el periodismo objetivo brilla por su ausencia y la presencia de bulos y fake news prevalece en la prensa, en la televisión y, sobre todo, en las redes sociales. Además, son muchos los que abogan por introducir el voto por internet por ser más barato y seguro. De hecho, en las elecciones presidenciales de EEUU de 2012, en varios estados se ha podido ejercer el voto por internet. Sin embargo, la seguridad de la red ya ha demostrado lagunas en numerosas ocasiones y es muy probable que varias personas en el planeta sepan como violar los mecanismos de seguridad. En cuarto lugar, cada vez es mayor la influencia de los mercados sobre los estados y aunque estos últimos traten de intervenir en la economía, muchas veces se encuentran con las manos atadas por quienes poseen las mayores fortunas. Por esta misma razón, aunque la población mayoritaria vote para tomar unas medidas concretas, es posible que estas no puedan realizarse debido a las presiones recibidas por parte de las grandes corporaciones, las cuales, probablemente, acaben gobernando el mundo. A su vez, estas empresas también cuentan con los medios e intereses necesarios para manipular la elección de los votantes. Por último, es preciso recordar que en la historia tuvieron lugar numerosos regímenes democráticos que acabaron derivando en totalitarismos. La antigua Grecia tenia un sistema democrático que derivó en un sistema parlamentario semidemocrático con el establecimiento de la República romana que terminó en dictadura e imperio. Desde entonces hasta el siglo XX, salvo escasas excepciones, la democracia desapareció de la historia. En conclusión, el peligro del futuro de la democracia es proporcional a la existencia de dependencia por parte de la población hacia determinados mecanismos. Actualmente existe una estrecha dependencia con la economía, con Internet y con la salud. Si alguien aumenta su poder en alguno de estos dos ámbitos, también va a aumentar su poder de control sobre las decisiones políticas.