Para el adolescente entrar en el mundo
del adulto significa perder totalmente su
condición de niño. En éste período se
producen cambios psicológicos y
corporales que llevan a una nueva
relación con los padres y el mundo.
Implica también pérdidas o como los
llama Aberastury “duelos” que el
individuo atraviesa.
Entre éstos podemos distinguir:
Duelo por el cuerpo del niño.
Duelo por la identidad infantil.
Duelo por la relación con los padres de
la infancia.
El adolescente siente que debe planificar
su vida, controlar sus cambios, adaptar el
mundo externo a sus necesidades; lo que
explica sus deseos de insertarse en el
mundo social del adulto y también, va a
ir definiendo su personalidad e ideología.
El adolescente se plantea tres exigencias
básicas de libertad a sus padres: libertad
en salidas y horarios, libertad en
defender una ideología y libertad de vivir
Sindrome de la un amor y un trabajo. La posición útil de
los padres frente a éstas exigencias es la
adolescencia de espectadores activos; dar una libertad
con límites, que impone cuidados,
cautela, observación, diálogo, afecto,
para ir siguiendo paso a paso la
evolución de las necesidades y cambios
de los hijos.
Toda adolescencia lleva el sello del medio
cultural histórico y social desde el cual se
manifiesta