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PALABRAS DE HOMBRES

2. Contextos históricos de la Biblia

La Biblia es un conjunto de escritos que hablan de circunstancias y situa-


ciones vividas en Israel y en comunidades cristianas en el imperio grecorro-
mano. Esos escritos fueron, además, redactados en determinados momentos
de la historia, a la cual hacen referencia, por personas que vivían en ella. Por
lo tanto, para entender los textos bíblicos tenemos que ubicarnos en esa
historia. Por eso nos detendremos en ella. La veremos sintéticamente, resal-
tando los momentos que han tenido marcada incidencia en la formación de
la Biblia. Posteriormente retomaremos la historia tal como es narrada en la
Biblia, es decir desde la perspectiva de sus redactores. Aspectos culturales
nos ocuparán más adelante (cap. 10). La ubicación geográfica se puede
visualizar en los mapas que suelen incluirse con el texto de la Biblia.

Los hechos históricos

Las fuentes primordiales para la historia de Israel son la arqueología y


los testimonios extra-bíblicos, no la Biblia misma pues allí los textos rescriben
su historia desde una perspectiva religiosa, no cronística. La historia propia-
mente dicha se puede dividir en seis períodos: (1) los patriarcas; (2) éxodo
de Egipto e instalación en Canaán; (3) la monarquía; (4) el exilio en Babi-
lonia y la diáspora; (5) la reconstrucción de Israel; (6) la dominación
grecorromana2 .

1. La historia de Israel empieza con los patriarcas, lo que nos sitúa hacia el
s. XXI según los datos arqueológicos3 . Eran clanes nómadas que se ins-
talaron en “la tierra de Canaán” (luego conocida como Israel y más tarde
Palestina), en busca de tierras más fértiles para sus ganados. El primero fue
el de Abraham, oriundo de Mesopotamia (Caldea). Hacia el s. XIII desta-

2
Una buena sinopsis cronológica se puede encontrar al final de la Biblia de Jeru-
salén. La historia que expongo no coincide en muchos momentos importantes
con “la historia oficial” que es común en libros modernos. Es una reconstruc-
ción basada en la correlación de datos especialmente arqueológicos.
3
A menos que indique lo contrario, las fechas son todas “antes de Cristo”. Para
una síntesis de los datos arqueológicos hasta fines del milenio, el lector interesa-
do puede consultar en particular W. Dever, What Did the Biblical Writers Know

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CONTEXTOS HISTÓRICOS DE LA BIBLIA

can como grupo los “israelitas”, asociados al nombre de Jacob (= Israel).


Poco sabemos de ellos con certeza. Las narraciones en Génesis son una
mezcla de recuerdos históricos con leyendas, relatos folclóricos y otros,
cuyo origen es difícil precisar. Génesis fue escrito hacia el s. VI.

2. Un grupo de los descendientes de Jacob (“hijo” de Abraham), asociado


al nombre de José, eventualmente bajó a Egipto y se instaló allí. Según
1Re 6,1, el éxodo de Egipto, una ola migratoria en tiempos de sequía,
habría sido a mediados del s. XV. Como sea, de todo esto no tenemos
mayormente datos aparte de lo contado en Éxodo, escrito en el s. VI.
Muchos datos allí dados no coinciden con lo que sabemos con seguridad
de Egipto. Lo cierto es que Canaán fue desde el s. XVII hasta fines del s.
XIII una provincia de Egipto (estela de Merneptah). En los s. XII-X los
filisteos (Goliat) dominaron en la costa de Canaán.

Los textos bíblicos no son coherentes en lo que cuentan sobre el llamado


“éxodo” de Egipto y la conquista de la tierra de Canaán. De Moisés y
Josué no sabemos nada fuera de la Biblia. Los testimonios arqueológi-
cos y documentarios cuentan otra historia. No hay ningún indicio de un
supuesto éxodo y conquista –además que la Biblia misma atestigua que
once de las doce tribus nunca abandonaron Canaán–. Todo resumido
nos lleva a pensar que esa secuencia de episodios es una colección de
epopeyas y sagas narrados con fines nacionalistas para afirmar la identi-
dad de Israel (como pueblo y como tierra), escritos cuando fueron some-
tidos, en el s. VI, por los babilonios (por eso identificaron a Babilonia
con Egipto). Lo que tenemos en gran medida es una historia retroproyectada
que constituye un examen de conciencia y una expresión de esperanza de
que Dios los librará (“de Egipto”) y los guiará de retorno a la tierra que Él
les había dado. No hay “mar” ni “murallas de Jericó” que puedan impedir
su avance si Dios los guía. Volvamos a la historia fáctica.

3. El sistema de coaliciones de pueblos, liderados en tiempos de crisis por


carismáticos “jueces”, eventualmente dio lugar, por razones estratégi-

and When Did They Know it? What Archaeology Can Tell Us About the Reality
of Ancient Israel, Grand Rapids 2001, y I. Finkelstein – N.A. Silberman, The
Bible Unearthed. Archaeology’s New Vision of Ancient Israel and the Origin of
Its Sacred Texts, Nueva York 2001.

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PALABRAS DE HOMBRES

cas, a la instauración de una monarquía en la tierra de Canaán que unifi-


cara a la mayoría de los pueblos bajo un proyecto común. Eso permitía
mayor seguridad ante ataques de fuera y daba sentido de unidad e iden-
tidad. Fue así como, en momentos distintos, se forjaron dos reinos dis-
tintos: el del norte o Israel, que abarca las regiones de Samaria y Galilea,
y el del sur o Judá, que abarca la región de Judea. El primer rey de cierta
importancia en el sur fue Saúl, ungido por el profeta Samuel. De Saúl no
sabemos más que lo que se lee en 1Samuel. Éste, igual que sus suceso-
res, los famosos David y su hijo Salomón (1,005-931), fueron reyes sólo
en la región de Judea (no sobre todo Israel, como se lee en la Biblia). De
éstos tampoco sabemos más que aquello que leemos en la Biblia, que
está conformado por leyendas y epopeyas. El silencio en los escritos de
esa época y los datos arqueológicos revelan que era un reino de poca
monta, escasamente poblado y pobre. Hasta el s. VIII Jerusalén era un
pueblo, rodeado de una serie de aldeas. Los cananeos siguieron domi-
nando. Las grandezas (territoriales, políticas, poblacionales) que pre-
senta la Biblia son idealizaciones.

Lentamente se fue consolidando el reino davídico en Judea, hasta llegar


a constituir en el s. VIII un verdadero reino, con una capital notable que
albergaba un admirable templo central, y contaba con un ejército respe-
table y una sofisticada administración. Pero nunca reinó sobre el norte,
que dominaba el escenario por sus tierras fértiles y su poderío económi-
co y político.

En contraste con el sur, el norte (Samaria y Galilea), donde se concentra-


ba la mayoría de las poblaciones y había una floreciente economía, esta-
ba conformado por pequeños reinos e incluía varias ciudades importan-
tes (Siquem, Megiddo, Hazor, Dan), hasta que se impuso Omri, que fijó
la capital en Samaria y la colmó de esplendor (884-873; cf. estela de
Mesha). El afianzamiento de ese reino lo llevó adelante su hijo Ajab.
Fue recién entonces cuando se puede hablar de un verdadero reino en
Israel. En ese contexto de gran prosperidad surgieron voces de profetas
que protestaban contra las explotaciones e injusticias por parte de los
poderosos en Israel (Amós, Oseas, Miqueas). La historia bíblica, escrita
desde la perspectiva del sur, menospreció y satanizó el reino de Israel
(norte). De él tenemos más información histórica porque estuvo mucho
más densamente poblado que el sur y los vestigios arqueológicos abun-

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CONTEXTOS HISTÓRICOS DE LA BIBLIA

dan. Hacia el año 730 el imperio Asirio tomó posesión del reino de Is-
rael, deportó a parte de su población y la repobló con extranjeros, prime-
ro en Galilea, luego en Samaria, lo que resultó en nuevos sincretismos.
No se anexó el sur por su pobreza y difícil geografía.

Después de la aniquilación del reino del Israel por los asirios, el rey
Josías de Judá (639-609) buscó anexarse esos territorios a su reino, cosa
que no logró. Pero centralizó el culto en el templo de Jerusalén, instituyó
la Pascua como fiesta principal, y ordenó la purificación de la religión
Yahvista de lo pagano. Su reinado marcó un hito en la historia de Israel
–aunque no duró mucho–. Josías pasó a ser modelo de gobernante. En
ese tiempo se forjó la corriente llamada “deuteronomista”, que pondría
el peso en la observancia de la Ley.

4. El año 598 Nabucodonosor tomó Jerusalén y con ello llegaba a su fin el


reino de Judá. El templo fue destruido. Las personas más cultas fueron
llevadas deportadas en varias oleadas a Babilonia, y no pocas huyeron
en dirección de Egipto en particular –fue el inicio de la “diáspora”–.
Este es el capítulo de mayor impacto en la historia de Israel. Se perdió la
unidad nacional y la identidad entró en crisis. Fue un tiempo de examen
de conciencia, de añoranzas y de sueños. Se compusieron elegías, la-
mentaciones y no pocos Salmos. En esta época alzaron sus voces de
reflexión y de aliento grandes profetas (“Deutero-Isaías” [40-55], Jere-
mías, Ezequiel). Durante todo este tiempo se fijó por escrito gran parte
de las tradiciones orales, y se compusieron otras obras, para afirmar la
identidad y asegurar el acatamiento a Dios. Se escribió la “historia” de
Israel (Josué-Reyes). A falta de culto en la diáspora, se concibieron las
sinagogas, se atesoraron las tradiciones y se cultivó el estudio. Los que
se quedaron desarrollaron corrientes de reafirmación de identidad tanto
en lo cultual-sacerdotal (P) como en lo jurídico (D): son el núcleo de lo
que sería el Pentateuco. La atención se centró más en la observancia de
“la ley de Yahvéh” que en aspectos cultuales.

5. Ciro el persa tomó en 538 el poder de las manos de los babilonios. Una
de sus políticas fue permitir que los exilados retornen a sus tierras. Va-
rios grupos retornaron a Israel y empezaron la reconstrucción, en parti-
cular del Templo, bajo Zorobabel, empresa ésta que fue alentada por los
profetas Ageo y Zacarías. La oposición por parte de Samaria a ese pro-

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PALABRAS DE HOMBRES

yecto originó un antagonismo nunca superado. Por encargo del rey persa
Artajerjes, a mediados del s. V, Nehemías fue enviado a Jerusalén a po-
ner fin a las revueltas anárquicas mediante una reorganización adminis-
trativa. Es el tiempo del profeta Malaquías, e inicio de las escuelas
sapienciales, colecciones de proverbios y fijación del Salterio. Se escri-
bió Job. Nehemías introdujo reformas religiosas, a las cuales contribuyó
particularmente Esdras estableciendo como normativas una serie de le-
yes de la Torá. Judea fue constituida como una provincia persa separada
de Samaria –desde entonces se llamó a sus habitantes “judíos”. A me-
diados del s. IV se rescribió la historia (Crónicas, Esdras-Nehemías).

6. Con la aparición en escena de Alejandro Magno, llegó a su fin el domi-


nio persa. El año 332 tomó Judea. Con ello se introdujo la cultura
helenística, la visión filosófica de la vida, el desarrollo del arte y el de-
porte. Su influencia se observa en libros bíblicos de corte helénico como
Qohelet y Sabiduría. Se da un nuevo sincretismo, por un lado, y una
resistencia al cambio, por otro, liderado por los fariseos. Se introdujeron
novedades en arquitectura, arte, deportes, lenguaje, vestimentas, etc. Se
tradujo la Biblia al griego. Los griegos toleraban las diferencias cultura-
les, pero Antíoco IV (175-164) se propuso imponer el helenismo, pro-
hibiendo inclusive las prácticas y celebraciones judías, y controlando el
Templo (cf. 1Mac). Eso resultó en un rechazo virulento de aquellos aferra-
dos a la observancia de “la Ley de Moisés”, que desembocó en la rebelión
violenta de los Macabeos. En ese contexto se escribió el libro de Daniel.

El año 63 a.C. llegó a su fin la dominación helénica en Palestina, al


imponerse las fuerzas romanas bajo Pompeyo. La reordenación del ta-
blero político hizo posible que eventualmente se permitiera la regencia
de reyes locales, súbditos a Roma. Los más conocidos son Herodes “el
grande” (37- 4 a.C.) y su hijo Herodes Antipas. En 6 d.C., el emperador
Augusto hizo de Judea una provincia romana y la puso bajo la adminis-
tración de procuradores, de los cuales el más conocido fue Poncio Pilato
(26-36 d.C.), que vivía en Cesarea (no Jerusalén). En Galilea reinaba
Herodes Antipas (4 a.C.-39 d.C.). Los judíos gozaron de amplias liber-
tades, hasta que se rebelaron contra los romanos a mediados de la déca-
da del 60 d.C., que culminó con la destrucción de Jerusalén el año 70
bajo Tito (de lo cual queda “el muro de los lamentos”). Eso trajo consigo
una nueva diáspora, que incluía comunidades cristianas.

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CONTEXTOS HISTÓRICOS DE LA BIBLIA

Fechas aproximadas de composición de


los escritos de la Biblia

s. XIII-XI : Tradiciones orales. Primeros códigos legales y cultuales.


s. X: (David y Salomón). Inicios de la sabiduría y salmos. Código de la
Alianza (Ex 20-23; 34).
s. IX: Anales de palacio, base de 1-2 Reyes.
s. VIII: Época de Amos, Oseas, Miqueas e Isaías (cap. 1-39) 4 .
s. VII: Núcleo del Deuteronomio (12-26). Código de santidad (Lev 17-
26). Época de Sofonías, Nahum y Habacuc. Salmos reales.
s. VI: (Exilio). Redacción de la obra deuteronómica (Deut, Josué, Jueces,
Samuel, Reyes). Inicios de la redacción de Génesis-Números. Jeremías y
Ezequiel. Deutero-Isaías (cap. 40-55). Retorno: Ageo, Zacarías (1-8), Abdías.
s. V: (bajo los Persas). Redacción final del Pentateuco. Trito-Isaías (cap.
56-66). Rut , Proverbios 10-31, Salmos litúrgicos.
s. IV: Época de Joel, Job, Jonás, Deutero-Zacarías (9-14), Malaquías,
Crónicas, Esdras y Nehemías.
s. III: (bajo los griegos). Qohelet, Cantares, Proverbios 1-9, Tobías, Ester.
s. II: (Época de los Macabeos). Traducción griega de los escritos hebreos
(LXX). Composición de Daniel (aprox. 160), Judit, Baruc, Sirácida (aprox.
180), 1Macabeos (aprox. 110). Salmos coleccionados (salterio). Inicios
de la corriente apocalíptica. Qumrán.
s. I: 2Macabeos (aprox. 80) y Sabiduría (aprox. 50). Auge de apócrifos.

Años 50 d.C.: Cartas paulinas: 1Tesalonicenses (50), 1-2 Corintios (54-


55), Gálatas (55 ó 57), Romanos (56), Filipenses (58), Filemón (58)5 .
Año 70: Evangelio según Marcos.
Años 80: Evangelios según Lucas y Mateo. Hechos. Epístolas a los
Colosenses y a los Efesios. Carta a los Hebreos.
Años 90: Escritos juánicos: evangelio, cartas y apocalipsis. Cartas de Santia-
go, 2Tesalonicenses, 1Pedro y Judas. Cartas Pastorales (1-2 Timoteo, Tito).
Años 110 : 2Pedro.

4
La fecha de composición y redacción final de los profetas, al igual que de la
mayoría de los escritos del AT, es difícil de precisar. Muchos tienen una larga y
compleja prehistoria de tradiciones y redacciones.
5
Las fechas de las cartas paulinas, así como del resto del NT, son aproximadas. No

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PALABRAS DE HOMBRES

El relato bíblico

Los relatos bíblicos no fueron crónicas ni historia en el sentido moderno


–por eso no pocas veces difieren de la historia fáctica– (cf. géneros litera-
rios, cap. 9). Lo que allí hallamos es una historia nacional en clave religiosa
y teológica. Es una historia que entreteje recuerdos históricos con anécdotas
y figuras ejemplares, leyendas y epopeyas paradigmáticas, instrucciones y
juicios divinos, y esperanzas y aspiraciones del pueblo. La historia bíblica
se asemeja a una “novela histórica” sobre la relación del pueblo, a través de
sus líderes y profetas, con Dios. Fue escrita durante el exilio en Babilonia
(por eso retrata las esperanzas del pueblo) y posteriormente los capítulos
subsiguientes. Pues bien, recorramos brevemente la historia bíblica con esta
clave en mente.

1. Los orígenes de las diversas actitudes fundamentales que se fueron ma-


nifestando de múltiples maneras a lo largo de la historia de Israel se
encuentran ilustrados en los coloridos relatos de los once primeros capí-
tulos del Génesis: el orgullo y el egoísmo revelados en el rechazo de la
voluntad de Dios (relato de la caída de Adán y Eva), en el rechazo del
hermano hasta llegar al homicidio (ilustrado en Caín y Abel), en los
abusos y el libertinaje (Noé y el diluvio), hasta su expresión más impre-
sionante en el relato de la torre “con la cúspide en el cielo” (Babel). En
todos estos relatos siempre se muestra la relación Dios-hombre: Dios no
permanece indiferente, y su respuesta está relacionada con la actitud de
las personas.

2. La historia de Israel según la Biblia empieza en la oscuridad del pasado


lejano con las figuras de los “patriarcas” Abraham, Isaac y Jacob, perso-
najes que destacan por su fe en Dios, la cual paulatinamente fue dando
forma e identidad al pueblo escogido. El origen de Israel es firmemente
anclado en la fe de Abraham (Gén 12), que es puesta a prueba en varias
ocasiones. La relación dialogal entre Dios y los hombres fue expresada
por el concepto de alianza, que comprometía a ambas partes a serse
mutuamente fieles. De la descendencia de Abraham siempre hubo uno,

es posible determinar con exactitud la fecha de su composición. Algunos escri-


tos han sido objeto de revisiones y retoques posteriores. Los evangelios y He-
chos se nutren de largas tradiciones orales.

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CONTEXTOS HISTÓRICOS DE LA BIBLIA

el menor, que es fiel (Isaac, Jacob). Todos vivían en la tierra de Canaán,


dada “en herencia” por Dios. José, hijo de Jacob, es el lazo que une esa
historia de los patriarcas con el grupo que vivió en Egipto.

3. Durante el período de esclavitud en Egipto –siempre según el relato bí-


blico–, el pueblo escogido se quejaba por el maltrato al que estaban
sometidos, y Dios escuchó su clamor. Su respuesta fue la elección de
Moisés como encargado de obtener la liberación (Ex 3) y conducirlos a
“la tierra prometida”. El proceso hacia esa liberación es una secuencia
de pruebas de fe en Dios. En el camino del éxodo se observa un movi-
miento pendular entre confianza y murmuración, entre la fe de Moisés y
la tendencia del pueblo hacia la incredulidad, hasta la idolatría (becerro
de oro). Dios se muestra paciente. La misma oscilación se observa du-
rante el período de la conquista de la tierra de Canaán. La idolatría y la
autosuficiencia orgullosa traen como resultado derrotas y muerte; la fe
en Dios conlleva victorias y prosperidad. Durante el curso de la travesía
por “el desierto”, Dios reafirmó su alianza y fue dando paulatinamente a
Moisés sus mandatos, ordenanzas y preceptos que deberían distinguir a
este pueblo (Ex - Deut).

4. Una vez instalados en la tierra prometida, los israelitas poco a poco se


fueron olvidando de Dios. Recurrían a él sólo cuando algún peligro ame-
nazaba. Dios se sigue mostrando paciente y suscita Jueces para guiar a
su pueblo en las situaciones de crisis. En un momento dado no quisieron
que sea Dios quien los guíe y gobierne, sino que pidieron un rey para ser
“como las otras naciones” (1Sam 8). Con la monarquía se pasaba paula-
tinamente del olvido al alejamiento de Dios, cayendo en la autosuficien-
cia. David estableció un gran reino. Pero con Salomón resurgió la idola-
tría, y simultáneamente brotaron las injusticias y la opresión (s. X). Dios
responde permitiendo que sufran las consecuencias, inclusive que el rei-
no se divida en dos a la muerte de Salomón por la prepotencia de uno de
sus hijos. Esta desgracia era fruto del orgullo y la desobediencia a los
designios propuestos por Dios, que venían arrastrándose desde los tiem-
pos de David (2Sam 12). Era el inicio de la decadencia. Con la monar-
quía, el pueblo y sus reyes se habían empezado a alejar de Dios (ya no lo
necesitaban) y habían surgido la idolatría, los abusos y las injusticias de
los poderosos (1Re 18-21). La historia de la época monárquica es la
historia de las crecientes tensiones entre los poderosos y Dios a través de

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PALABRAS DE HOMBRES

sus profetas. Es la historia de la rebelión, de las llamadas a la conversión


y de los rechazos convenidos. Es la historia de las opresiones, abusos e
injusticias, que causarían la debacle de Israel. Dios hizo surgir a profetas
que fueran la voz de los sin voz, del pueblo explotado, voz que se alzaba
contra los poderosos advirtiendo que Dios no es indiferente ante las in-
justicias (Oseas, Amós, Miqueas). Eran la conciencia de Israel que de-
nuncia y anuncia.

5. La conducta orgullosa y el abandono del camino trazado por Dios, a


pesar de las advertencias proféticas, condujeron a catástrofes mayores:
la anulación del proyecto humano de supremacía monárquica, la des-
trucción primero del reino del norte a manos de los asirios (año 730), y
siglo y medio más tarde del reino del sur a manos de Nabucodonosor.
Parte de la población fue deportada hacia Babilonia, exiliada de la tierra
que Dios les había dado. El Templo de Jerusalén, símbolo de la presen-
cia de Dios y garantía visible de su protección (mediando el culto), fue
destruido: Dios no puede ser manipulado caprichosamente. Ese fue el
juicio divino a la conducta infiel de su pueblo.

6. Con el exilio se repetía el cuadro de los tiempos de “la esclavitud en


Egipto”; era una vuelta a fojas cero. Recurren a Dios reconociendo sus
infidelidades e implorando la liberación. En este importante período sur-
gió la esperanza de que Dios enviaría un mesías liberador, como antes
había enviado a Moisés, y que algún día restauraría la gloria de tiempos
de David. Esta esperanza y anhelo profundo se agudizó con el tiempo,
pues los judíos siguieron viviendo bajo poderes dominantes: los persas,
luego los griegos, y finalmente los romanos. Dios respondió positiva-
mente a la conversión de los exilados inspirando a Ciro el edicto que
permitió el retorno a Israel y la reconstrucción de Jerusalén (año 538). El
pueblo centró ahora su atención en la importancia de la fidelidad a Dios
mediante la observancia estricta de la Ley (Esdras-Nehemías). Los es-
critos sapienciales (Prov, Sab, Job, Ecl) testimonian esta conciencia le-
galista. Son particularmente el Deuteronomio y el Cronista los que la
elaboraron.

7. La respuesta definitiva de Dios al esfuerzo por acatar su voluntad y a la


confianza que el pueblo de Israel tenía que lo liberaría de sus dominadores,
fue dada con el envío de su hijo, Jesús de Nazaret (Lc). Sin embargo, la

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CONTEXTOS HISTÓRICOS DE LA BIBLIA

liberación que Jesús predicaba no era del tipo que sus compatriotas an-
helaban: querían un reino de David, no un reino de Dios. La manera en
que Dios hablaba no era la que el judaísmo había establecido que debe-
ría ser, no cabía en sus esquemas (Jn). Exigía conversión. Como resulta-
do, los caminos se separaron entre los que escucharon a Jesús y recono-
cieron su mesianismo, y los que lo rechazaron (Mt). Para los que lo escu-
charon y aceptaron, optando por seguirlo (Mc), fue garantía de auténtica
liberación (Pablo) –garantía sellada con su resurrección–. Para los que
no lo escucharon, seguros de sus ideas preconcebidas, fue, una vez más,
causa de su destrucción. Ésta ocurrió con la toma de Jerusalén y destruc-
ción de su templo de manos de los romanos el año 70.

Esta es, en apretada síntesis, la perspectiva de los relatos bíblicos. Es


una perspectiva pedagógica y existencial, como se puede observar. In-
dudablemente, los acontecimientos están allí interpretados desde la dis-
tancia, pero es la interpretación que presentan los escritos de la Biblia
guiados por la fe en Dios.

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