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FILOSOFÍA DE LA INTERIORIDAD
Agustín, como un caminante que sale a buscar a lo divino por un paisaje desconocido, va
afrontando los misterios de la interioridad, la memoria, el pensamiento, el alma. A través de
un “interrogarse” a sí mismo, va estableciéndose, en sus “Confesiones”, un proceso de
autoconocimiento: “confesaré, por tanto, cuanto de mí sé y también cuanto de mí no sé”1.
Agustín no se interesa en los principios materiales, la verdad que busca no está allí. Sin
embargo, reconoce la verdad de la existencia de lo objetivo, una verdad mutable que nos es
1
Confesiones (X,5,7), pag. 399.
2
Confesiones (X,6,8), pag. 400.
pág. 1 de 9
dada por las sensaciones captadas por nuestros sentidos. Estas representan, para Agustín, el
menor grado de conocimiento posible. Existe un conocimiento superior que es verdadera
sabiduría, aquel que requiere de la participación intelectual sin necesidad de recurrir a los
sentidos.
Dice Agustín: “sin duda es mejor lo interior”, es preferible lo interior ante la experiencia
de lo exterior. Somos un cuerpo y un alma, un cuerpo que mediante los sentidos da cuenta
del mundo de los objetos e informan al alma, al “yo-interior”, la “razón que juzga”3 y que
tiene plena consciencia de sí misma.
EL CUERPO Y EL ALMA
Por lo tanto, no serán los sentidos, que ofrecen un conocimiento variable sobre la misma
cosa, quienes puedan dar respuesta sobre las verdades eternas. Luego no basta con aplicarse
a un tipo de filosofía natural para hallar “la verdad”, porque para Agustín, ésta solo podrá
ser encontrada, en la interioridad del hombre. El camino, planteado por Agustín, de una
manera implícita en sus escritos, es el de un tipo de filosofía que busca dentro de sí, una
filosofía de la interioridad.
Así es que la dirección, para buscar “la verdad”, es la del mundo interior, hacia donde todos
los sentidos remiten su información. Este mundo interior contiene al alma que posee la
3
Confesiones (X,6,10), pag. 402.
4
Confesiones (X,6,9) pag. 401.
5
“Agustín era perfectamente consciente de que podemos engañarnos a nosotros mismos en nuestros juicios
referentes a los objetos de los sentidos, y algunas observaciones suyas ponen de manifiesto que era consciente
de la relatividad de las impresiones sensibles, en el sentido de que un juicio acerca del calor o el frío, por
ejemplo, depende en cierta medida del estado de los órganos sensitivos”. FREDERICK COPLESTON,
Historia de la filosofía.
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capacidad única que “preside y juzga las respuestas del cielo y de la tierra”6. Es el alma, la
que da vida al cuerpo, quién debe hallar las respuestas. No basta con aquello informado por
los sentidos, es necesaria el alma como consciencia, el “yo-alma” que se sabe consciente.
Pero Agustín cree en unas verdades eternas, cuyo conocimiento solo puede ser alcanzado
por el alma que se “trasciende” a sí misma, “por mí misma alma ascenderé hasta él.
Traspasaré esta fuerza mía, por la que estoy unido al cuerpo y llena de vida su complexión
o urdimbre”7, es un desprenderse de los sentidos, de la memoria, es arrojar al pensamiento
más allá del mismo ser. Esto plantea el siguiente dilema, que Agustín considera en el
siguiente fragmento: “si te hallare fuera de la memoria, me habría olvidado de ti. ¿Y cómo
podré ya encontrarte si no me acuerdo de ti?”8, ¿Cómo poder recordar aquellas verdades
eternas, si el camino de trascender el alma supone trascender a la memoria?, ¿es posible
alcanzar la “sabiduría” conociendo las verdades eternas y poder recordar lo aprendido? En
el próximo punto veremos como el “contenido innato”, puede acercarnos a unas verdades
que ya están contenidas en nuestra memoria desde el nacimiento, verdades que se
aproximan como mero reflejo de aquel mundo de verdades eternas.
LA MEMORIA
6
Confesiones (X,6,9), pág. 401.
7
Confesiones (X,7,11), pág. 402.
8
Confesiones (X,17,26), pág. 418.
pág. 3 de 9
Veamos algunas de las imágenes utilizadas en el texto de “Las Confesiones” para referirse
a la memoria: tesoro, fondo abundante, campo y extenso recinto; la memoria es también un
receptáculo de secretas e inefables concavidades, grande, poderosa, cavidad amplia e
infinita, poder del alma. En su exploración interior, como viajero que repentinamente llega
a un paisaje vasto y desconocido, aparece la memoria: “y llego a los campos y extensos
recintos de la memoria, donde están los tesoros de innumerables imágenes…”9, en la que
se adentra para seguir buscando en ese territorio inabarcable, invisible, intangible,
misterioso.
Para Agustín, la memoria contiene las “imágenes tomadas de cualesquiera clases de cosas
sentidas,…allí se oculta también todo cuanto pensamos,…las cosas que el sentido haya
alcanzado, y todo lo demás que le fuere encomendado y allí depositado y que el olvido aún
no ha absorbido y sepultado”10. En un intento de estructurar la información expresada en el
fragmento anterior, se muestra a continuación, los tipos de contenido de la memoria
agrupados en dos grupos:
1. Contenido dado por los sentidos: “puedo distinguir, sin oler nada, el aroma de los lirios
del de las violetas, y, sin degustar ni tocar nada, sino solo recordando”11. Contiene
todas las imágenes de las cosas experimentadas que se encuentran acumuladas en el
recinto de la memoria. Son las impresiones dejadas por los sentidos en la memoria. Un
registro de los olores, sabores y sensaciones táctiles. Las impresiones pueden, ser
accedidas de manera: inmediata: cuando se presentan al instante al ser requeridas por la
voluntad, no inmediata: cuando se presentan luego de ser buscadas con mayor esfuerzo;
las impresiones pueden aparecer de manera espontánea: cuando irrumpen sin ser
solicitadas o simplemente pueden permanecer olvidadas.
9
Confesiones (X,8,12), pág. 403.
10
Confesiones (X,8,12), pág. 404.
11
Confesiones (X,8,13), pág. 405.
pág. 4 de 9
2.1. Contenido numérico: “la memoria contiene también las proporciones (rationes) y
las innumerables leyes de los números y las dimensiones12”. Contiene los entes
abstractos matemáticos, cuyo conocimiento no nos es dado por los sentidos.
2.3. Contenido innato: “ya estaban en mi memoria, aunque tan apartadas y sepultadas,
como en cavernas tan recónditas que, de no ser extraídas, advertido por algo
(admonente aliquo, admonición), quizá nunca las pensaría”14. Aquellas nociones y
principios preexistentes en nuestra memoria. Contenido que no pasa por los
sentidos, de vital importancia en el pensamiento de Agustín, él mismo se pregunta
“¿de dónde y por dónde, pues entraron en mi memoria?”15, son estas nociones
aquellas más directamente relacionadas con el mundo de los objetos eternos,
incorpóreos.
Como vimos en el párrafo anterior, Agustín considera que cierto conocimiento contenido
en nuestra memoria, es conocimiento innato, que de alguna manera representa una
“reminiscencia” de un mundo de ideas perfectas que accedemos mediante el “recordar”.
Quizás aquí debería ubicarse la “memoria dei” mencionada, que contendría un reflejo de la
“verdad misma” en nuestra mente.
También debemos mencionar un tipo de memoria que podemos llamar, “memoria del
olvido”. Agustín dice: “y cuando nombro el olvido y, al propio tiempo, reconozco
12
Confesiones (X,12,19), pág. 411.
13
Confesiones (X,13,21), pág. 412.
14
Confesiones (X,10,17), pág. 409.
15
Confesiones (X,10,17), pág. 409.
pág. 5 de 9
(agnosco) lo que nombro, ¿cómo lo reconocería si no lo recordara?”16. Hay una imagen
del olvido. Una imagen que la memoria retiene en ella y de esa manera es posible que
recordemos el olvido. Podemos recordar que olvidamos algo.
EL PENSAMIENTO
16
Confesiones (X,16,24), pág. 415.
17
Confesiones (X,8,12), pág. 404.
18
Confesiones (X,8,12), pág. 404.
pág. 6 de 9
Cuando el pensamiento a través de un acto de voluntad, interroga a la memoria buscando en
ella los contenidos innatos, podrá obtener información de principios universales como la
felicidad, la belleza, que se le presentan como fantasmas desdibujados de aquella
“Felicidad” y “Belleza” que son “Ideas” contenidas en el mundo de las verdades eternas.
CONCLUSION:
Agustín elige el camino de la interioridad “allí se oculta todo cuanto pensamos”19, para
alcanzar lo superior, esas verdades eternas pueden ser alcanzadas a través de un “ascender
por grados”. Este ascenso se inicia por el camino de la interioridad, interrogando a nuestros
pensamientos y buscando en nuestra memoria.
Hay un mundo exterior del cual los sentidos dan cuenta, este nivel de conocimiento
representa el más bajo en la escala de ascenso. Aquellas sensaciones captadas por los
sentidos son informadas al mundo interior. Es el mundo interior, donde participa la
memoria y el pensamiento, que el alma, entendida como intelecto, interpreta dicha
información, razona y emite juicios sobre lo recibido. Pero inclusive este nivel de
conocimiento, superior al de los sentidos, puede emitir juicios alterados ya que sigue siendo
un nivel de conocimiento relativo.
En el siguiente diagrama se realiza, con no poco esfuerzo, una síntesis que intenta
consolidar las ideas de la memoria y el pensamiento de Agustín, tratado en sus
“Confesiones” y tocadas en la presente monografía.
19
Confesiones (X,8,12), pág. 404
20
“Platón sostuvo, con la intensidad de una creencia religiosa, que es el alma inmaterial, y no los sentidos
materiales la que obtiene el conocimiento de las Formas. Compara al alma con lo divino y con lo racional, lo
inmortal, lo indiscutible y lo inmutable. El alma es el elemento superior de la naturaleza humana, el cuerpo lo
inferior. LESLIE STEVENSON, Diez teorías de la naturaleza humana, pág. 105
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En el diagrama se puede apreciar el tipo de información dada por los sentidos y aquella sin
participación de estos, los tipos de memoria, el pensamiento, el alma atravesando a la
memoria hacia su centro. Se observa también, como el alma es conectada al mundo de las
ideas a través de la “Iluminación” (tesis de Agustín no tratada en esta monografía) que
actúa como un sol que ilumina, que descubre, que hace cognoscible al pensamiento las
verdades eternas.
Para cerrar, citaré un extracto donde maravillosamente Agustín expresa lo inabarcable del
ser humano diciendo: “me adentré en las cavidades de mi memoria, amplitudes múltiples,
llenas de innumerables riquezas, y de admirables modos. Y lo consideré todo y quedé lleno
de espanto, y nada pude discernir sin ti, pero hallé que ninguna de esas cosas eres tú. Ni
tampoco lo soy yo, su descubridor mismo.”21
21
Confesiones (X,40,65), pág. 446.
pág. 8 de 9
BIBLIOGRAFIA
pág. 9 de 9